Dándole una vuelta de tuerca a un argumento que podría caer fácilmente en lo cliché, “Ecos de un crimen” logra un hábil thriller. Cristian Bernard toma este proyecto escrito por Gabriel Korenfeld, y, acompañado por un elenco y equipo excepcionales, empieza el viaje de la mano de la familia de Julián y Valeria.
Hoy nos toca hablar de Ecos de un Crimen, la última película de Cristian Bernard, protagonizada por Diego Peretti, Julieta Cardinali, Diego Cremonesi, Carla Quevedo, Gerardo Chendo y Carola Reyna. Ecos de un Crimen sigue la historia de Julián Lemar, un famoso escritor quien junto a su familia van a pasar unas vacaciones en un lugar aislado para que Julián pueda terminar su próxima novela, sin embargo, su salud mental comienza a resquebrajarse cuando durante una noche de tormenta aparece una sospechosa mujer. Ecos de un Crimen es un buen film y se nota el presupuesto en la puesta en escena, ya que la película es producida por WB. Y el presupuesto ayuda, claro, pero también es necesaria cierta calidad cinematográfica para hablar de un buen producto y en este caso sus dos grandes virtudes son el trabajo de dirección y la labor actoral de todo el elenco. Cristian Bernard es un director argentino casi de culto, Ecos de un Crimen es su cuarta película y sin dudas la más comercial, sin embargo, se nota la mano del autor. El ritmo de la cinta es bueno, aunque, para quien escribe, abusa un poco de los bucles (no obstante, se entiende que es parte fundamental de la historia) y esto hace que se pierda la tensión. Las actuaciones es el otro punto de peso de Ecos de un Crimen, todos los actores y las actrices cumplen con su trabajo con creces, especialmente Diego Peretti que pasa por unos cuantos estados de ánimo, hay que admitir que hubiera estado mejor que Carola Reyna tenga más minutos en pantalla por el carisma de su personaje. Tal vez podríamos ponerle un “pero” a Diego Cremonesi quien parece repetir la misma performance que viene haciendo en varios films. Ahora bien, si hablamos del guion, Ecos de un Crimen es una historia ya vista y eso le juega en contra porque se pierde el factor sorpresa, al menos para un grupo de espectadores. Aunque la vuelta de tuerca puede llegar a intuirse en los primeros minutos, la película es disfrutable y tiene un cierre es digno, pero lo fundamental es que Ecos de un Crimen parece una película internacional que, sin embargo, mantiene una identidad argentina. Ecos de un Crimen es una buena opción para ir al cine y consumir una producción nacional que se encuentra más cerca a lo que nos tiene acostumbrados Hollywood. Si te gustan las películas de suspenso con tintes a lo Stephen King, Ecos de un Crimen va a gustarte.
MIL GRITOS TIENE LA NOCHE Un escritor llamado Julián Lemar (Diego Peretti) emprende un viaje junto a su familia a una casa en una parte remota de Provincia de Buenos Aires, en la búsqueda de culminar la sanación de una serie de episodios de ansiedad y trastornos varios. Lo que aparenta ser un retiro de descanso no lo es para él, porque desde un comienzo sus actitudes son repelentes a un contexto soñado por la fastuosidad del caserón, la tranquilidad de estar sin vecinos cerca, el acompañamiento familiar y la posibilidad de terminar el último libro de una saga exitosa. Toda esta enumeración se convierte en la lista de una pesadilla a partir de la irrupción nocturna por parte de una desconocida en estado de shock, clamando que su marido mató a su bebé y ahora está tras ella. El thriller psicológico es un género fértil, en especial para las plataformas de streaming, porque sus mecanismos funcionan a base de repetición con mucha facilidad. Las multiplicidades de respuestas sobre un hecho se presentan como viables si el verosímil tiene un mínimo de resistencia y, en el caso de Ecos de un crimen, todo se simplifica a: ¿Esto sucedió en realidad o solo pasó en la mente del protagonista? El esquematismo es binario, no hay un desvío en el horizonte narrativo. El guion de Gabriel Korenfeld (Permitidos) es mecánico, ni siquiera brota un desliz lúdico a pesar de los esfuerzos del director Cristian Bernard por colmar a la ausencia de novedad al armar puestas de cámara y de escena, que se potenciarían en un texto menos condescendiente a los pedidos actuales de aquellos que manejan la programación de los consumos audiovisuales. Es destacable que Bernard, en su espíritu de una cinefilia rara para un realizador argentino por ser confeso amante del cine de los 70, pudiera en varios pasajes establecer momentos de tensión por las estrategias estéticas elegidas. Muchas de ellas son citas a películas como Blow Out (1981) de Brian de Palma, por señalar una. Después de dos décadas de 76-89-03, película bisagra del cine argentino que codirigió junto a Flavio Nardini, resultaba intrigante saber qué podía deparar de un primer trabajo por encargo para la industria. Más aún por parte de un director valiente, diferente dentro de la “raza” de realizadores argentinos poco afectos a la cinefilia. Lamentablemente, este intento de Bernard es fallido por no poder romper esos márgenes del thriller psicológico. Ecos de un crimen es un cóctel de Identidad de James Mangold, La ventana secreta de David Koepp y, en menor medida, de El resplandor de Stanley Kubrick. El gran problema no lo componen estas referencias transparentes sino la falta de elementos propios del lugar donde se hizo, en términos culturales e históricos. Es ahí donde las directivas de los streaming apuntan: producir cada vez más contenidos universales y menos locales. La gran consecuencia que esto trae es -también- la universalización de las demandas y, por ende, lo que se presenta como una expectativa a futuro en aquello que se espera ver.
Christian Bernard es uno de los realizadores menos prolíficos del cine nacional, pero no por eso menos querido. De hecho, alrededor de su figura, y tras la mítica 76 89 63, codirigida con su compañero Flavio Nardini, y sus clases en ENERC, cineastas, cinéfilos, y público esperaban este retorno a la pantalla grande. Y su vuelta se produce en un contexto muy particular, pandemia mediante, con Warner y HBO MAX detrás, con un elenco encabezado por Diego Peretti y Julieta Cardinali, con actuaciones de Carla Quevedo, Carola Reyna y Diego Cremonesi, y con un estreno que primero será en salas y luego llegará a la plataforma, un hecho que marca el inicio, además, de producciones de WarnerMedia, que tendrán ese recorrido posterior a la llegada a las salas. Julián (Peretti), un escritor exitoso, en medio de una meseta producida por ciertas cuestiones psiquiátricas, y su arribo a una soñada casa para descansar e inspirarse junto a su familia, son el puntapié inicial para una propuesta, que, con una cuidada fotografía, banda sonora incidental acorde y estimulante, actuaciones logradas y verosímiles, revisa el thriller, sus estereotipos y mecanismos, proponiéndole al espectador un juego en el que deberá descubrir si aquello que la pantalla le muestre es la verdad del protagonista o un siniestro juego derivado de su condición. El guion no innova, pero es efectivo con el tipo de propuestas que emula, proponiendo un thriller al uso nostro con una puesta en escena potente, planos poco usuales para el cine local y un cuidado en los detalles que, al repensar la película tras la revelación final, impulsan a que el rompecabezas pueda hacer encajar cada una de sus piezas.
Un escritor, llamado Julián Lemar, se dirige junto a su familia a vacacionar a una casa de campo alejada de todo contacto con la ciudad. Su objetivo, luego de pasar varios días sufriendo stress, es terminar la saga de libros sobre el personaje «El escorpión», obra que le permitió el éxito y la fama. Allí, los recibe la dueña de la gran casa, fanática de los libros escritos por el protagonista. Esta mansión parece la locación perfecta para que Julián logre la concentración para llegar al final de la historia, hasta que una gran tormenta azota el lugar, la familia queda sin suministro eléctrico y en este panorama no muy agradable se suma la visita inesperada de Ana, una mujer desesperada que afirma haber escapado de su marido quien acaba de matar a su hijo y ahora se dirige a buscarla para asesinarla también. Julián y su esposa escuchan su historia, la ayudan y deberán impedir la llegada del asesino. Al comienzo del film podemos observar, gracias a un plano cenital un gran bosque repleto de árboles, aquí van abriéndose caminos y luego desapareciendo, un detalle que nos anticipa lo que veremos en la película, en donde no todo es lo que parece y el espectador irá pensando distintas hipótesis acerca de lo que está sucediendo en la historia, las cuales confirmarán en el final o las refutarán. Hay otros detalles que pueden destacarse, como la elección del título, «Ecos de un crimen», sin adelantar mucho sobre lo que sucede en la película, el nombre refiere a esta reproducción continua de hechos, de crímenes, como decíamos previamente, donde el público pensará en sus propias conclusiones hasta la resolución final. «Ecos de un crimen» es un thriller psicológico que será disfrutado por los amantes de este género, aunque su planteo, su forma de contar la historia, ya se hayan visualizado en algunas películas. Asimismo, ciertos elementos nos recordarán a películas emblemáticas del género. Dirigida por Cristian Bernard, el largometraje está protagonizado por un gran elenco que realiza un gran trabajo: Diego Peretti, a cargo del papel protagónico, interpretando a este escritor que acaba de salir de un pico de stress, además participan Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Diego Cremonesi y Carola Reyna. En resumen, «Ecos de un crimen» es un thriller psicológico con grandes actuaciones y es una gran producción nacional, con una historia que seguro entretendrá al público al visualizarla en la sala de cine, pero que puede resultar conocida para el espectador recordándole otras películas que seguro visualizó anteriormente. Su manera de contar la historia de manera laberíntica, con momentos que suceden una y otra vez, así como también que el protagonista sea un escritor con ciertos problemas y la música utilizada son algunos elementos que pueden permitir al público realizar estas comparaciones.
Podríamos empezar -como casi siempre que hay algo parecido a un autor detrás de cámara- mencionando a Cristian Bernard, pero en Ecos de un crimen casi no quedan vestigios del co-creador de 76-89-03 y Regresados. Es, en el mejor de los casos, una dirección por encargo, el caso de un realizador contratado para llevar a buen puerto un guion ajeno, pero incluso con las limitaciones del caso la experiencia en ese terreno resulta decepcionante. El principal problema de Ecos de un crimen es que parte de un guion pretencioso en su estructura, pero que al mismo tiempo no hace más que reciclar elementos ya trabajados en miles de thrillers psicológicos con elementos terroríficos con Stephen King como principal referente. Aquí hay un escritor perturbado, una invasión a la privacidad, accidentes en el bosque en medio de un aguacero, un crimen con muy diversas causas y posibles resoluciones, y un juego pendular (y manipulatorio) según el cual todo lo que vamos viendo podría ser parte de la imaginación perversa, paranoias, pesadillas, traumas e invenciones del autor. Si en ese planteo ya se acumulan unos cuantos lugares comunes del género, el resultado final no hace más que defraudar las expectativas creadas. Algo así como una batidora de ingredientes conocidos, cuya mezcla final deja un regusto muy poco sabroso. Julián Lemar (Diego Peretti) es un escritor de best sellers -ha creado la saga literaria de El Escorpión, cuyo éxito editorial ha llevado sus historias al universo audiovisual- que está en medio de un bloqueo creativo por diversos problemas anímicos (¿mentales?). Con la idea de encontrar un ámbito bucólico que lo serene y le devuelva la inspiración perdida, se instala junto a su esposa (Julieta Cardinali), su hija y su bebé en una hermosa casona ubicada junto a un bosque y cerca de un lago. Tormenta, corte de luz, llegada de una joven en crisis (Carla Quevedo) que asegura que su pareja (Diego Cremonesi) ha matado a su hijo y ahora quiere asesinarla. Ecos de un crimen está lleno de planteos inquietantes (cuando creemos haber aceptado una versión de los hechos, la escena siguiente nos ofrece otra completamente distinta), locaciones imponentes y ciertos planos que -analizados de forma independiente- son muy virtuosos. El problema, otra vez, es el conjunto, la sumatoria, el balance a la hora de alcanzar el verosímil, construir suspenso, generar tensión y ofrecer un desenlace a la altura. Es allí donde este thriller surge como un ejercicio de género artificioso, fallido y frustrante.
¿Qué hace a una película de suspenso buena? Según cada quien, puede que sean los asesinatos escandalosos, la persecución del victimario para atrapar a la víctima, o la búsqueda de este último para desenmascarar al victimario. A diferencia de otros géneros más estrictos como el terror, las cintas de suspenso no tienen un objetivo definido e inequívoco. Sin embargo, hay una tarea que deben cumplir todas las producciones del género: la formulación de intrigas, de agujeros, de espacios en blanco. El suspenso es aquello que crece cuando los personajes saben algo que nosotros no. ¿Pero qué pasa cuando los personajes tienen las mismas dudas que nosotros? El suspenso funciona a la perfección. Julián Lemar (Diego Peretti) es un afamadísimo escritor que busca alejarse del estrés citadino para escribir su próximo best-seller. Para ello, decide irse de vacaciones con su familia a una cabaña ubicada en un bosque recóndito. Acá es donde diríamos “todo parecía ir bien hasta que”, pero no. Desde que Julián aparece en escena, lo notamos inquieto y desconfiado de sus alrededores, afligido por un déjà vu que le late en la sien y no lo deja en paz. El escritor hace lo posible para ignorar el mal presentimiento, pero cuando la tormenta nocturna trae consigo a una mujer desesperada por ayuda, las piezas de su rompecabezas mental dejan de encastrarse unas con las otras, y ya no logra distinguir la realidad de la ficción. El punto fuerte de la cinta reside en que este rompecabezas desarmado no se vuelve a armar por sí solo, sino que nosotros somos los encargados de encontrarle un sentido. Aquellos entrenados en el sub-género de películas donde se encuentra “Ecos de un crimen” sabrán leer rápidamente entre líneas. En cambio, los que no estén habituados a este tipo de cine pasarán la mayor parte de la cinta entretenidos en la búsqueda de respuestas. Quizá para los primeros el largometraje sea un poco predecible, puesto que se sirve de varios mecanismos ya oxidados para indicar que clase de historia esta contando. Sin embargo, son estos mismos fanáticos del género los que sabrán reconocer que “Ecos de un crimen” cumple con su cometido, ya que sitúa al público entre el angustiante punto entre la duda y la incertidumbre. ¿A qué nos referimos con esto? A que los personajes van llevando de la mano al espectador, sin estar ni un paso adelante ni un paso atrás. Avanzamos a la par que Julián mientras descubre el motivo de sus delirios, en lugar de solo observar como otros saben lo que él no o como él sabe más que otros. Así se logra una total inmersión en el suspenso , que a medida que nos da más respuestas nos genera el doble de interrogantes. Ello se complementa con la crepitante atmósfera de la casa, que está en un espacio tanto abierto como claustrofóbico a la vez. Por último, las actuaciones que cuentan con acciones y no con palabras terminan siendo la cereza del postre. Lo que le quita un par de puntos a la película son algunos elementos de la historia que apuntan al final de la trama. Como el desenlace de “Ecos de un crimen” es inesperado, no podemos ni imaginar remotamente que dichos elementos construyen la base de la última parte de la historia, y quedan flotando en el éter como datos sin contexto. Sin embargo, dichos pedazos de información pueden contarse con los dedos de una mano, el resto de la trama está muy bien planificada y constituye una película recomendable para aquellos que quieran instruirse en la ficción de deducción.
Después de un año difícil, Julian Lemar (Diego Peretti) un escritor consigue una casa aislada donde poder recluirse a escribir una nueva entrega de su saga que trata de un asesino serial conocido como “Escorpión”. La historia es leída incluso por la paqueta propietaria de la casa (Carola Reyna) que le asegura a la mujer de Julián que allí seguramente van a estar cómodos y que en una semana pasará para asegurarse de que vaya todo bien. El comienzo de Ecos de un crimen nos muestra al coche de la familia (Julián, su esposa, una nena y un bebé) metiéndose por un camino que da vueltas atravesando el bosque. Desde ese momento queda claro que es la esposa (Julieta Cardinali) la que va a organizar la vida hogareña en ese retiro, mientras el protagonista, inmerso en su mundo y con actitudes inquietantes, busca la forma de poder escribir un nuevo libro. Julián mientras tanto no termina de concentrarse y esa misma noche se corta la luz y llega una mujer (Carla Quevedo) huyendo de su esposo (Diego Cremonesi), que aparentemente ha matado al hijo de ambos y ahora la persigue a ella. El retiro deseado se transforma en una pesadilla. El clima de la película está marcado por un guión que transmite un clima inquietante y se encarga de enganchar al espectador con clichés y citas distintas películas del género. Si el comienzo es una referencia clara a El resplandor, otros momentos del guión de Gabriel Korenfeld parecen remitir a otros clásicos de reconocida eficacia. La banda de sonido está pensada para acompañar la historia y transmitir la tensión necesaria. Cristian Bernard (76-89-03, Regresados) venía preparando otra película cuando lo llamaron y alguien le dijo que nada mejor para un director cuyo proyecto se retrasa que hacer algo como Ecos de un crimen, una película de gran producción, con ambiciones de ser popular y a la vez mantener un tono personal. El director demuestra ser un conocedor del cine clásico y no se puede negar que pone todo su conocimiento en la planificación de esta película, filmada en épocas de Covid, lo que seguramente le agregó complejidad al asunto. El elenco se presta al juego de una clase de cine que no suele hacerse en la Argentina, un thriller que amenaza con volverse una historia de terror. Peretti es un protagonista que parece a punto de estallar y todos se suman al juego. Ecos de crimen es un thriller psicológico que busca inquietar y que en cada giro trata de mantener al espectador en permanente atención hasta el último segundo. Los más avezados encontrarán el truco, en todo caso, cualquier cosa que contemos arruinará la experiencia de los que tengan ganas de ver una película argentina que se atreve a un género y a un estilo que nuestra cinematografía parece despreciar. ECOS DE UN CRIMEN Ecos de un crimen. Argentina, 2022. Dirección: Cristian Bernard. Intérpretes: Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Diego Cremonesi y Carola Reyna. Guion: Gabriel Korenfeld. Música: Pablo Borghi. Fotografía: Andrés Mazzon. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 84 minutos.
El género terror y thriller últimamente están siendo muy común en los films nacionales. Esto es algo bueno porque cada vez se comienza a apostar más por ellos aunque también termina siendo además un poco complicado traer historias nuevas y que marquen una diferencia. Un ejemplo de un buen trabajo y gran logro es el nuevo trabajo del argentino Cristian Bernard, quien dirigió el film «Ecos de un Crimen». La historia la protagoniza Julián Lemar (Diego Peretti), un escritor muy reconocido que busca tranquilidad para escribir su nuevo libro de suspenso y se hospeda junto con su familia en una casa alejada de la ciudad. Cuando cae la noche, una mujer muy atormentada toca su puerta en busca de ayuda y a partir de ese momento todo empieza a tomar un clima bastante desesperante e inquietante – pareciera que el protagonista está viviendo una historia que él mismo escribió. El elenco no puede ser más acertado. Con este film vemos a Diego Peretti en su mejor momento. Su papel es una demostración de cómo dejar expectante al espectador, logró meterse de lleno en su rol y hay escenas que son estupendas. Julieta Cardinali, por su parte, es sin dudas camaleónica. Su personaje es fundamental para marcar el climax en la historia, muestra mucha tranquilidad pero al mismo tiempo juega con hacer creer algo que no es y esa actuación es para destacar. En cuanto a la actriz Carla Quevedo debo decir que me encantó su trabajo, su personaje muestra múltiples facetas y todas están bien logradas. En esta película no hay abuso de ningún recurso, todo está ideado para la historia en su justa medida. La locación, la estética, la fotografía y el sonido estuvieron sumamente acordes a lo que el espectador quiere ver en un thriller y que no cae en un cliché. «Ecos de un Crimen» muestra verdaderamente la esencia del género. Cristian Bernard nos dejó con ganas de más, demostró con esta película de todo lo que es capaz de hacer. El resultado es muy bueno y cuenta con un gran elenco – motivos suficientes para no dejar de ver este film.
“ECOS DE UN CRIMEN” llegó a los cines marcando el regreso de Cristian Bernard como director y Diego Peretti como protagonista. Un thriller, como apuesta mainstream del cine argentino, que sorprende mucho. Julián Lemar (Diego Peretti) emprende un viaje con su familia a una cabaña lejos de la ciudad. Su principal objetivo es terminar su novela, pero la tensa relación con su esposa y un presunto asesinato por parte de un vecino, no lo dejaran obtener la tranquilidad que desea. Desde el primer plano la obra se hace notar y entendemos que todos los aspectos cinematográficos se configuran meticulosamente para lograr una cinta llena de misterio y drama. Algo difícil en el cine es lograr que cada plano valga la pena. Todo aquello que el director nos muestra (o nos oculta) debe cobrar sentido en algún momento, ¿sino para qué está? Esto es algo que Cristian Bernard maneja a la perfección en esta ocasión. Sentimos, sobre todo al comienzo, que cada minuto vale la pena. Estamos permanentemente expectantes a los detalles que se nos muestran y tratamos de tomar cada uno de ellos porque la dirección sabe darnos a entender que en algún momento tomarán relevancia. El filme está plagado de referencias cinéfilas que cada espectador irá encontrando e interpretando a su manera. El guion tiene un formato fascinante que nos sumerge en un mundo lleno de especulaciones y teorías. De entrada nos cautiva y se anima a contar una historia diferente. Al igual que en la dirección: en texto se nota de partida que cada detalle cuenta. El desarrollo del protagonista es increíble, leemos sus pensamientos y sus miedos mientras lo vemos transformarse, y no será solo hasta el final donde todas nuestras dudas se resuelvan. Es cierto que tambalea un poco durante su segundo acto, tornándose por momentos repetitiva y sentimos que estamos girando sobre lo mismo. Ésto parece ser algo intencional, pero que no cierra del todo. En materia de interpretaciones, todas son considerablemente buenas, más allá de algún que otro diálogo un tanto soso o falto de subtexto. Muchas veces sucede con actores muy reconocidos que, si no logran diferenciarse lo suficiente de sus papeles anteriores, sentimos como espectadores que estamos ante el mismo personaje pero en una película distinta. Con el actor protagonista en cuestión no sucede esto, Peretti sabe perfectamente cómo interpretar un personaje de comedia y uno de drama. Sus expresiones y diálogos se ven muy verosímiles en la gran pantalla, logrando que cada personaje se vuelva único. Ojalá esta obra los deje con ganas de más, mucho más. El cine argentino es un arte espléndido en todas sus versiones, sin embargo, creo que debemos animarnos a todo. Tanto espectadores, como críticos y realizadores disfrutan cada vez más que un filme nacional se anime a contar algo nuevo y diferente. Los ejemplos son miles. En este caso, “ECOS DE UN CRIMEN” es un policial que toma elementos de un cine que no es nuestro, pero lo eleva con lo mejor del que sí lo es. Por Felipe Benedetti
El paso por los cines de Ecos de un crimen es circunstancial. El streaming es el verdadero destino de este thriller intenso, que al final termina entregando menos de lo que promete. Por los resultados podemos presumir que quienes convocaron a un director formado en el mundo del cine independiente local quedaron satisfechos. Después de mucho tiempo sin dirigir cine, Cristian Bernard hizo un trabajo por encargo digno de un artesano con oficio sobrado. Hay prolijidad en la puesta, tensión extrema en algunos pasajes clave y climas bastante logrados. Todo en menos de 90 minutos, sin escenas que se estiran o palabras de más. Cumplidos los objetivos de honrar al género y respetar sus reglas básicas, lo que faltó es la libertad de querer y poder ir más allá. Como si hubiese un mandato silencioso de quedarse en lo seguro y en cumplir sin riesgo con algunas fórmulas muy conocidas. En un terreno que hemos visitado unas cuantas veces, quizás demasiadas, la película cumple. El plus que se espera de todo creador dispuesto a cambiar algunas de las páginas del manual está ausente. ¿Cuál es la regla que se cumple y que al mismo tiempo aprisiona esta trama? La del relato de intriga que nos lleva a preguntarnos si lo que ocurre es producto de la realidad o de la perturbada mente de su personaje principal. Se llama Julián Lemar (Diego Peretti), escritor de novelas policiales sometido al estrés de la entrega del libro que cerrará un exitoso ciclo. Para hacerlo decide instalarse junto a su esposa (Julieta Cardinali) y sus dos hijos (uno recién nacido) en una lujosa casa de campo que tiene desde lejos un aspecto ideal para tomar distancia del mundo. De cerca y con la familia instalada, en cambio, parece guardar una suma de calamidades, empezando por un inoportuno corte de luz en una noche de tormenta. Eso no es lo peor. La principal amenaza aparece encarnada en una desconocida (Carla Quevedo) que pide ayuda en una noche de perros para protegerse de su marido (Diego Cremonesi), un hombre temible y violento al parecer responsable de una tragedia inenarrable. ¿Los traumas que afectan a Lemar condicionan su visión de las cosas? ¿Las alucinaciones se imponen a los hechos? ¿Acaso asistimos al borrador en vio y el directo de lo que será el libro final? Barnard desarrolla y resuelve las tensiones con impecable timing y visibles influencias clásicas (de Hitchcock al Kubrick de El resplandor, pasando por De Palma), pero sin salirse ni un segundo de las instrucciones de los manuales de estilo del género. Cuenta aquí con la invalorable ayuda de un actor protagónico en excelente forma. Peretti logra todo el tiempo que le creamos, mientras las convenciones de la trama trabajan en la dirección contraria llenándonos de pistas que a cierta altura funcionan sin misterio. Pero la seguridad con la que se mueve Peretti (y la firmeza con que Barnard apoya sus decisiones) es lo que sostiene el interés hasta el final, cuando todas las incógnitas ya quedaron demasiado enunciadas, y en parte resueltas.
Ecos de un crimen empieza como si fuera una pariente argentina de El resplandor. Una familia tipo llega a una casona perdida en una zona montañosa para descansar unos días y que el padre, reconocido escritor de best sellers policiales, avance con el último volumen de su exitosa franquicia. Al estilo de la vieja escuela, el hombre usa una máquina de escribir. Pronto nos enteraremos de que está en tratamiento psiquiátrico por un reciente colapso nervioso. Ahí nomás hay un hacha, como la cámara se encargará de subrayar. Pero cualquier similitud con el clásico de Stanley Kubrick será puro guiño cinéfilo. Porque en rigor la película de Cristian Bernard –el socio de Flavio Nardini en 76-89-03, Regresados y Germán, últimas viñetas vuelve a dirigir un largometraje después de casi una década- se alinea entre ésas que pueden promocionarse con la frase “nada es lo que parece”, como si confundir al espectador fuera un mérito y no pura pirotecnia narrativa. El guion de Gabriel Korenfeld nos pone en manos de un narrador poco confiable: Julián Lemar, el personaje que interpreta Diego Peretti. Todo está contado desde su punto de vista, pero claro: el escritor toma psicofármacos de todos los colores (cuando los toma). Entonces lo que vemos puede estar ocurriendo en la “realidad” o sólo en su mente. Cierto es que esto se explicita de entrada: bajo el paraguas de ese “el que avisa no traiciona”, los realizadores consiguen carta blanca para que lo que cuentan después no deba responder a ninguna ley de verosimilitud, coherencia o realismo. Sin justificar nada Entonces, sin tener que justificar nada, pueden desarrollar situaciones extraordinarias (o no tanto: la mayoría responde a lugares comunes del cine de terror). En el camino hay más homenajes: a El silencio de los inocentes y, sobre todo, a La isla siniestra de Scorsese. Ecos de un crimen les da la razón una vez más a los partidarios de jubilar de una vez por todas el recurso de escribir con la mano una escena espeluznante para, acto seguido, borrarla con el codo del sueño (el personaje estaba dormido, tuvo una pesadilla, hubo un susto pero aquí no ha pasado nada). Como en una suerte de cajas chinas oníricas, todo el guion gira en torno a esa triquiñuela gastada por el uso. Poco puede hacer el experimentado elenco (Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Diego Cremonesi) para remontarlo: abunda la sobreactuación. De todos modos, la película consigue que nos concentremos en intentar dilucidar qué es lo que está ocurriendo verdaderamente, cuánto es vida y cuánto es sueño. Tal vez dejarnos sumidos en algunas sombras y dudas no habría sido desacertado. Pero estos productos no toleran la ambigüedad: como a los niños, al final alguien nos explica todo lo que ocurrió, con un repaso mediante flashbacks por si nos olvidamos de algún detalle.
"Ecos de un crimen", con Diego Peretti: cine de fórmula La película dirigida por Cristian Bernard recorre con automatismo las postas habituales de los thrillers de suspenso concebidos para el consumo en plataformas. Los thrillers psicológicos se han convertido en uno de los platos predilectos de la industria audiovisual contemporánea. En especial para las plataformas, que encuentran en ellos un terreno apto para la replicación de fórmulas ultra conocidas y, por lo tanto, de películas fácilmente asimilables para el espectador. Producida por Warner en asociación con HBO Max, donde llegará luego de su paso por la cartelera argentina, Ecos de un crimen es una muestra cabal de lo que ocurre cuando se piensan los géneros cinematográficos no como plataformas de despegue para crear mundos propios, sino como techo, como límite para un relato maniatado por un guion desesperado por funcionar como hermano menor de las adaptaciones de los libros Stephen King (imposible no pensar en una mezcla de El resplandor con La ventana secreta). El único que parece preocupado por evitar que Ecos de un crimen sea otras de las tantas películas intercambiables sobre escritores chiflados con bloqueos creativos es el director Cristian Bernard, responsable junto a Flavio Nardini de esa rareza que fue –y sigue siendo– 76-89-03 (2000). Su reconocida filiación con el cine norteamericano de la década de 1970 se traduce en algunas ideas visuales de indudable potencia, materializadas sobre todo en las escenas nocturnas que transcurren en el exterior, en medio de uno de esos diluvios tan caros al cine de suspenso. Por fuera de eso, la película recorre con automatismo las postas habituales de este tipo de relatos, empezando por una secuencia inicial que muestra –a través de un plano aéreo, como mandatan las normas– la llegada de Julián Lemar (Diego Peretti), su esposa (Julieta Cardinali), la hija de ella y el pequeño hijo de ambos a una casa coqueta casa en las afueras de la ciudad. La idea no es tanto pasar unas vacaciones como procurar un ámbito relajado para ver si de una vez por todas Julián, que viene de un año sufriendo picos de stress y otras jugarretas psicológicas, encuentra algo de tranquilidad para encarar la última parte de una exitosa saga literaria. Desde ya que Julián tendrá cualquier cosa menos tranquilidad. Incluso apenas llega, durante un paseo con la nena, estruja un sapo hasta matarlo mientras su mente navega aguas turbulentas. Luego del inevitable corte de luz –aquí, en España, en Croacia o donde sea, parece que el suministro eléctrico no está preparado para lluvias intensas–, toca la puerta una jovencita en estado de shock (Carla Quevedo) que afirma que su marido acaba de matar a su bebé y que ahora va por ella. El matrimonio la aloja y Julián intenta llamar a la policía, pero obviamente no hay señal ni línea telefónica. Solo queda esperar. Una espera en la que Julián empieza a experimentar una serie de situaciones que podrían –o no– transcurrir únicamente en su cabeza. La pareja de la chica (Diego Cremonesi en modo full loco) llega para concretar su faena, pero, ¿está realmente ocurriendo eso? Ecos de un crimen es de esas películas donde cada escena refuta la anterior a través de un mecanismo muy sencillo: Julián “despierta” de su trance y las últimas situaciones se retrotraen. El problema es que no hay mucho más allá de eso, y todo se limita a sostener a como dé lugar la duda de si el escritor efectivamente está loco o no. Basta con haber visto media película de este estilo para suponer la respuesta.
Un policial que si bien se ajusta a muchas reglas del género, con situaciones clásicas, comienza un juego particular que mantiene atrapado al espectador. Un escritor exitoso de policiales, creador de un famoso personaje, tiene problemas de estrés, bloqueo narrativo y presiones para que se apresure con una nueva entrega. Llega con su esposa y sus hijos a un lugar soñado, una casa alejada en un paraje bellísimo. Pero cuando llega la noche, una mujer desesperada llama a la puerta pidiendo auxilio, en medio de una presagiada tormenta y con corte de luz. A partir de allí nada es lo que parece, como un juego de espejos, un rompecabezas, todo se desintegra y se vuelve a armar, con mucho cuidado en los detalles, que pueden ser o no, reveladores. El director Cristian Barnard, con una refinada técnica, muy buena fotografía, la música perfecta para cada ocasión, y el guión de Gabriel Korenfield, estructura una película entretenida con buenos actores: un inspirado Diego Peretti, con Julieta Cardinali, Diego Cremonesi y Carla Quevedo como el cuarteto protagónico.
"Ecos de otras películas" Ecos de un crimen es un thriller psicológico que narra la historia de un perturbado pero exitoso escritor de una saga de suspenso titulada "El escorpión". Julián, interpretado convincentemente por Diego Peretti, después de una situación de estrés decide ir con su familia a descansar, y poder recuperar la inspiración para la escritura, a una casona alejada en medio del bosque. Pero como presagio, a partir del cambio de clima a través de una tormenta, lo que debía ser un lugar de reposo se tornará en una "pesadilla" terrorífica y cíclica. Ya desde su argumento hay una relación intertextual puesto que inmediatamente hay una resonancia a "The Shining" de Stephen King, y de forma peyorativa, puesto que no es una relación intertextual que interpele o reinterprete, o que sea asumida, sino que representa la falta de originalidad del relato. Lamentablemente a pesar de su lograda dirección de arte y de fotografía, que conforman un notorio cuidado estético -dos aspectos que suelen ser bastante castigados a veces por la falta de presupuesto del cine nacional-, la película negativamente, salvando las abismales distancias, constantemente le remite al espectador a la magnífica transposición de la novela homónima de King El resplandor (1980, Stanley Kubrick). Si bien hay que reconocer que todo logra sostenerse gracias a la sólida actuación de Peretti y a un buen manejo de la intriga y el suspenso desde el montaje, el filme resulta predecible y se subestima la inteligencia del espectador avezado. Por ejemplo, al llegar a la casona se indica que la clave del wifi es "rCircular" (nótese que además de la literalidad de la palabra circular, lo circular está en que empieza y termina con "r" la clave), así como la presencia constante de la figura del escorpión en un tatuaje y un llavero, son recursos bastante obvios y cliché, que subrayan lo que ya es evidente. De esa misma circularidad es de lo que se trata todo el relato, del vínculo patológico entre un escritor y su alter-ego su personaje, de aquello que está allí latente esperando manifestarse. En adición, por si estos indicios no hubiesen tan redundantes para el público, el cierre del relato clausura todo tipo de posibilidades de lectura, explicitando una vez más la línea de lectura. Con todo el pesar que para una amante del cine argentino implica, se enuncia que posiblemente Ecos de un crimen es una película que no logre resistir el paso del tiempo.
Un reconocido escritor se ve involucrado en un asesinato Mucho tiempo esperando un buen desarrollo, la gran construcción de un perfil diferente para el muy buen actor que es Diego Peretti, y al fin llega con su perfecta interpretación en Ecos de un crimen. Las vueltas de tuerca emocionales y simbólicas de la película dirigida por Cristian Bernard, con un guion llegado a sus manos que lo entusiasmó casi de inmediato, le da un toque más que interesante a esta producción y abre una nueva puerta a un cine que no necesita grandilocuencia ni pose. Solamente requiere mostrar de todo lo que se sabe capaz, del gran poder narrativo y técnico. Pocas cuestiones hay más difíciles que mantener el interés del espectador por al menos 90 minutos, sin que la tensión, la alarma, la curiosidad o la angustia lo atraviesen. En este caso todas esas formas, a veces difusas, de la emoción se agrupan para dar una producción de relevancia que sabe jugar con pulso justo con la fantasía y el miedo en partes iguales. Esto es más fácil aún con un elenco que se completa con Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Carola Reyna y Diego Cremonesi. A partir de ahora, comienza el horario de spoilers. Sí, leyeron bien, se consideran spoilers. La sucesión continua (y al parecer, incesante) de la situación que genera pavor a Julián Lemar, un escritor que desea retomar la tranquilidad y dar forma a una nueva aventura de su personaje más famoso, El Escorpión, remeda una nueva vuelta de tuerca a la ya conocida idea de Groundhog Day (El día de la marmota, 1993), la maravillosa película de Harold Ramis. Partiendo de esa base, esta construcción del cuento se puede reutilizar de manera pésima o al menos respetuosamente, y eso es lo que procura hacer Barnard, extrapolando con cuidado y como sentido homenaje al gran personaje de otro film recordado por lo traumático de sus formas, El resplandor. Tomar elementos de otras historias no es nuevo, es casi la historia de la narración tal como la conocemos. Lo realmente complejo es lograr que las nuevas piezas del rompecabezas encajen sin tener que limar (imaginariamente) esas partes para que no se vean forzadas, darles un nuevo sentido, mientras se cimenta la intención del armado del todo.
UN ECO QUE SE REPITE HASTA DESAPARECER Como ya dijimos varias veces en este sitio, el cine argentino mainstream ha sabido aprovechar las fórmulas probadas del thriller para dar forma a sus éxitos recientes (y no tanto). Los ejemplos se acumulan, y si bien la orientación suele ser para el lado del policial (con un pie en la literatura, donde nombres como Claudia Piñeiro o Eduardo Sacheri suelen ser fuente de adaptaciones), cada tanto aparece alguna propuesta que mira de reojo al terror y se propone explorar sus posibilidades. Claro, sin decantarse del todo por el género, y manteniendo los ítems necesarios para que las cosas no se salgan de control: una estrella convocante, un director competente, un guion sin demasiados riesgos, y un diseño de producción que deje en claro que lo que estamos viendo tiene el respaldo de alguna major (el logo de Warner reluce antes de los créditos de apertura); digno de Hollywood, pero hecho en Argentina. Lo cierto es que en Ecos de un crimen todo eso se cumple. Diego Peretti ocupa el rol de la estrella que, a ojos del gran público, es el único nombre vinculado a la película (“vamos a ver la nueva de Peretti/Darín/Francella”), y Cristian Bernard es un director capacitado y con experiencia, más ligado al “cine de autor” que a trabajos por encargo, lo que plantea ciertas dudas sobre su presencia en este proyecto. Podríamos pensar que, para un director conocido por su cinefilia, esta podía ser la oportunidad de despuntar ciertos vicios, y de citar y homenajear al cine que lo apasiona. Por su parte, el guion escrito por Gabriel Korenfeld cumple con su parte de evitar riesgos, y tal vez sea el eslabón más débil del diseño. Si bien su trabajo como guionista lleva algún tiempo, su nombre está mayormente vinculado a la literatura, con una saga de libros juveniles de terror a cuestas, más algunas novelas independientes. No es de extrañar, entonces, que la película entable un juego entre las referencias cinéfilas y las literarias, y que, al mismo tiempo, encuentre sus límites en ese diálogo. Aunque no se lo mencione directamente, como si sucede con George R.R. Martin y Mariana Enríquez, la influencia de Stephen King resulta indisimulable. Ya desde el protagonista, que es una criatura kigniana por definición: un escritor de novelas de terror acosado por los demonios de su mente, que decide pasar unos días con su familia en una casa de campo, para poder escribir y terminar de recuperarse de una crisis nerviosa. Cuando las cosas empiezan a torcerse, con la llegada a mitad de la noche (y en plena tormenta, corte de luz incluido) de una mujer que dice estar escapando de su marido, lo que sucede es obvio para cualquier espectador más o menos avispado: la ficción y la realidad comienzan a enredarse, y lo que sigue es un juego constante por descubrir si lo que estamos viendo ocurre fuera o dentro de la cabeza del escritor. Bernard aprovecha los espacios para dar forma a un movimiento cíclico: el interior y el exterior de la caza, la ruta, el temporal; todos son factores que suman a una narración que parece estar encerrada en la repetición. Con cada reinicio de las visiones/pesadillas del protagonista, la tensión escala y tanto los personajes como las acciones se van tornando cada vez más inverosímiles, incluso desde los diálogos, donde el peso de la palabra escrita se impone. Antes de tomarlo como algo negativo, podemos ensayar una explicación. Es probable que sea por la costumbre del cine en inglés, pero al español rioplatense no se le dan bien las historias que lo acercan al terror: salvo excepciones, siempre suena impostado, exagerado, irreal. Claro que si un argentino se enfrenta a una situación terrorífica, va a responder con el acento y los modismos que le corresponden; la credibilidad, en este caso, responde más a una cuestión estética que a la propia realidad. Pero esa progresiva pérdida de verosimilitud, tanto desde el movimiento como desde el habla, podría tener que ver con la propia fantasía literaria del protagonista, en donde parecen fundirse los eventos de la película. Un pasaje de lo real a lo inventado, acompañado por un recurso formal que va agigantando la ficción dentro de la ficción hasta volverla indiscutible, con ese hachazo imposible ejecutado como un paso de baile. Claro que no es más que una teoría, un intento por dejar mejor parado a un guion que, por lo demás, nunca sale de lo previsible, incluso de lo visto mil veces. También podría ser un intento por justificar las actuaciones pasadas de rosca de Carla Quevedo y Diego Cremonesi, o los momentos donde Peretti y Julieta Cardinali aparecen poco creíbles. El problema se da con el final, en donde el plot twist quiere pasar por ingenioso y comete uno de los mayores pecados a la hora de cerrar una historia, sin importar el formato. No diremos acá de qué se trata, pero sí que derriba todos los intentos por bancar a Ecos de un crimen, que termina siendo uno más de tantos thrillers hechos a reglamento, muchas veces para engrosar el catálogo de las plataformas de streaming. Aun con el paso por las salas, si consideramos que HBO Max es uno de los responsables, es más que probable que ese sea su destino.
Thriller que refrita fórmulas vistas hasta el cansancio El thriller psicológico Ecos de un crimen, dirigido por Cristian Bernard, engaña al espectador que busca sorpresas, ya que no es más que un refrito de cosas ya vistas, con varios problemas de estructura narrativa. Ecos de un crimen corresponde a la categoría de filmes que 'se ven una vez y nunca más'. El problema viene encadenado a las expectativas de los espectadores que busquen una inyección de adrenalina y terror que los inmovilice a la butaca: dichas sensaciones no aparecen y la frustración que genera eso es un tanto decepcionante. . Julián Lemar (Diego Peretti) es un escritor de novelas de terror que atraviesa un bloqueo creativo, cosa que le impide seguir la saga de El Escorpión (el célebre personaje que lo catapultó a la fama). En un intento por relajar su mente, alquila una casa de campo junto a su esposa (Julieta Cardinali) y su hija. Cuando se desata el diluvio, aparecen los problemas: la llegada de una joven desesperada (Carla Quevedo) que asegura que su pareja (Diego Cremonesi) asesinó a su bebé y quiere matarla, rompe la tranquilidad y pone en estado de alerta a los anfitriones de la casa. El planteo de Ecos de un crimen es ambicioso y roba -de forma obvia- recursos y estrategias del universo de Stephen King, más específicamente de El Resplandor. No hace falta hacer grandes análisis para deducir, desde la escena inicial, que el personaje de Diego Peretti está a un paso de la locura. Esto, que debería ser un misterio a sostener durante toda la trama y no lo es, marca de entrada la primera gran decepción con la historia. Aún así, el actor ofrece una intepretación sólida, y por momentos logra atemorizar. La gran falla en la nueva película de Cristian Bernard reside en la repetición constante de las escenas, al estilo de El día de la marmota. Cuando uno ya creía poder atar cabos en el misterio a resolver, el infierno vuelve a empezar. Una y otra vez. Este ritual es solo tolerable al inicio; al caer en la cuenta de que no hay un interés genuino por darle un giro de shock a la historia, es cuando se diluye toda la emoción. Si se hace la vista gorda a las fallas de estructura narrativa, el resultado puede llegar a entretener. Ecos de un crimen apenas roza lo decente y eso se debe a la destreza del cineasta para lograr algunos planos e interpretaciones que resaltan. Si se va al cine con la esperanza de ver un thriller bueno, puntualmente este no es el caso.
La última película del director Cristian Bernard nos presenta al escritor de policiales Julián Lerma (Diego Peretti), quien luego de un pico de stress debe recluirse en una casa de descanso junto a su familia para poder despejarse y al mismo tiempo retomar su trabajo pero inmediatamente las vacaciones degeneran al presentarse en su casa Anna (Carla Quevedo), una mujer que al parecer es víctima de un crimen, quien necesita refugio y protección de su marido (Diego Cremonesi) pero que al parecer no es quien dice ser o que al menos no dice toda la verdad acerca de su tragedia. Ecos de un crimen es una película que intenta introducir al espectador en un mundo en el cual nada es seguro ya que de a poco las bases que va sentando desde el principio se van destruyendo a través de la repetición y reconstrucción de los hechos. El punto es generar una historia que por medio de su potencia narrativa nos atrape, pero fracasa en ese intento. Si bien la película podría remitirnos algunas obras de suspenso psicológico al estilo de las obras de Michael Katsenberg o más precisamente al thriller Identidad (Identity, James Mangold, 2003) por la estructura que adopta la historia a mitad de la película. El gran problema es que todas las pretensiones, que no son muchas, forman parte de un guión torpe que termina dando por tierra con todos los posibles logros obtenidos. Si bien el guión trata de ser sólido, son sus diálogos los que atentan directamente con la obra: los personajes van narrando los hechos que suceden en pantalla, haciendo que la experiencia audiovisual se vuelva superflua e innecesaria. Allí donde la cámara nos muestra a un auto entrando en escena el guión siente la necesidad de que los personajes nos comuniquen que efectivamente llego un auto, cuando escuchamos un ruido los personajes no proceden a reaccionar ante este sino que proceden a contarnos que se ha producido un ruido, una y otra vez este tipo de actos por parte de los personajes nos va dejando fuera de la historia ya que pierde interés, la historia deja de ser presentada de forma audiovisual para pasar a ser narrada por sus personajes. Básicamente la torpeza narrativa termina destruyendo lo bueno que formalmente nos presenta la película, es decir un buen manejo técnico y cierta dinámica en la edición y un montaje bastante preciso. Las actuaciones mantienen un buen nivel en cuanto hablemos del trabajo de la dupla protagónica: Diego Peretti y Julieta Cardinali, pero son los secundarios los que al parecer no entienden el registro de la historia, sobre todo Carla Quevedo, quien parece perdida en la película produciendo una suerte de vergüenza ajena con su actuación propia de una producción amateur y no de una superproducción (en cuanto al medio argentino nos referimos) en la cual intervienen Warner Brothers y HBO Max. Ecos de un crimen es una película que encierra grandes pretensiones y que de alguna manera es entretenida pero que en el fondo esconde enormes falencias que son imposibles de dejar de lado a la hora de analizarla, ya que uno debe analizarla por lo que contiene en su estructura y esta película contiene errores que se vuelven insoslayables y que la convierten en un producto menor lleno de todos los clichés del género que no logra saltar sus propias deficiencias.
Un peso pesado nacional llega a las salas de cine este jueves 27 de enero. “Ecos de un crimen” de Cristian Bernard se presenta como una producción de Warner Bros y HBO, lo cual significa que en marzo se sumará a la plataforma de HBO MAX. Este truculento thriller psicológico posee un elenco con grandes nombres: Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Diego Cremonesi y Carola Reyna. Julián Lemar es un escritor de best-sellers que se está recuperando de un fuerte pico de estrés. Intentando ayudar con su bloqueo de escritor, su esposa organiza unas vacaciones en un caserón perdido en el bosque. Tras un largo corte de luz ocasionado por un fuerte tormenta, pasan su primera noche encerrados. Pronto llegará una joven muchacha en busca de ayuda y al abrirle la puerta, la tranquilidad se extingue para dejar lugar a un entramado de engaños y desconfianza.
“Ecos de un crimen” de Cristian Bernard Un gran elenco y una historia perturbadora. Se apagan las luces de la pantalla y los logos de Warner Pictures y HBO MAX llenan la pantalla. Augurando, como mínimo, un nivel de producción importante. “Ecos de un crimen”, dirigida por Cristian Bernard, llegará este próximo jueves 27 de enero a los cines y en marzo a la plataforma de streaming perteneciente a HBO. Un thriller psicológico, compuesto por un elenco de primer nivel: Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Diego Cremonesi y Carola Reyna. Un exitoso escritor, Julian Lemar, viaja junto a su familia a una casa en el medio del bosque con el fin de descansar. Sufriendo el trágico bloqueo de escritor y recuperándose de un pico de stress, intentará alejarse del mundo editorial, sin lograrlo. Apenas la primera noche, una fuerte tormenta genera un corte de luz prolongado. Al tiempo una mujer se presenta en busca de ayuda. A partir de este punto, la tranquilidad quedará en el olvido, dejando lugar a la desconfianza y el engaño. Una narrativa cíclica y un ambiente agobiante, donde la lluvia no cesa y escapar resulta imposible, pondrán los nervios de punta hasta la llegada de los créditos finales. Tratándose de un género poco explotado por las grandes producciones nacionales, podes denotar algunas influencias cinéfilas. Películas como “El resplandor” de Stanley Kubrick, “Psicosis” de Alfred Hitchcock, “Vestida para matar” de Brian De Palma e inclusive “Christine” de John Carpenter. Tanto a nivel narrativo, puesta de cámara e inclusive en algunos artículos de utilería. Sumado a una banda sonora hitchcockiana, que toma lo mejor de Bernard Herrmann. Por su parte cuenta con un nivel interpretativo extraordinario. Tratándose de una historia complicada, en cuanto el esfuerzo actoral se refiere, ya que exige algo más que los dramas costumbristas. El desorden patológico, desequilibrio emocional y rigor que ofrece Diego Peretti es sublime, además de encontrarse en un registro al que no nos tiene acostumbrados. Algo distinto sucede con Diego Cremonesi, quien encuentra su papel de villano como un traje realizado a medida por un sastre experimentado. Además de la desesperante interpretación de Carla Quevedo, quien consigue transmitir con exactitud lo que le pasa a su personaje. Entonces tenemos aquí un exponente de un género al que no estamos acostumbrados. Un thriller psicológico con tintes argentinos. Capaz de dejar a los espectadores al borde del asiento o aferrados al apoyabrazos. Con la potencia de un gran elenco, sumado a un giro narrativo sorpresivo, tenemos aquí una película que debe ser presenciada en las salas de cine.
Las películas sobre escritores ficticios, traumados en igual medida que puestos en peligro de vida, constituyen todo un género en sí. La mente se pone en blanco, el writer’s block ejecuta su estocada final. Vaciada la imaginación y consumado el episodio de crisis creativa, no hay nada mejor que buscar un destino desconocido, fuera de toda zona conocida con tal de estimular a las renuentes musas. Se trabaja bajo presión, la editorial nos exige la entrega de la versión final sobre la última secuela de aquella franquicia furor de ventas. Así es que el cine, aún a riesgo de reformular recetas preconcebidas hasta el cansancio, ha fraguado interesantes relatos como el policial onírico «La Ventana Secreta» (2004), de David Koeep. Pensemos en el escándalo inesperado que echa a andar la asfixiante maquinaria de «El Escritor Fantasma» (2010), de Roman Polanski. Todo un referente por sí mismo lo constituye «Misery» (1990), sobre la novela de Stephen King y dirigida por Rob Reiner: estábamos advertidos, los fanatismos extremos pueden concluir de la peor manera. Podrían acopiarse, todas y cada una de ellas, bajo la infinita saga sustentada ‘bajo hechos reales’. Stranger than fiction… Veintitrés años han pasado de aquella gema de culto del cine independiente argentino. El relato en blanco y negro «76 89 03» iluminó al cine argentino de fin de siglo. ¿Qué rastros de aquella búsqueda estética quedan en el director y guionista Cristian Bernard?. «Ecos de un Crimen» es un producto de género, una manufactura del cine comercial. Respeta todos los estereotipos, a pies juntillas cumple con el probado ABC de manual. Cuenta con financiación extranjera (Warner y HBO Max), aspecto que nos lleva a pensar en que estamos frente a un producto serio. ¿Lo estamos? Técnicamente inobjetable, fotografía, banda sonora y puesta en escena se ponen al servicio de un pesadillesco relato en repetitivo bucle. ¿Cómo escapar de aquella realidad que nos atormenta una y otra vez? “Ecos de un Crimen” elige hacerlo de la peor manera posible. Contar con algunos de los mejores intérpretes de nuestro medio (Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carola Reyna, Carla Quevedo, Diego Cremonesi) no garantiza el éxito si ninguno de ellos logra dar con un registro verosímil a lo largo de un film en donde los minutos comienzan a pesar. Lejos de adentrarnos en descubrir el misterio, la propuesta acaba por colmar nuestra paciencia, apenas promediando el metraje. Todo lo exhibido a nivel narrativo ya fue abordado previamente por Hollywood. Pero no somos Hollywood, ni siquiera una decente copia. Aquí, Bernard ensaya un facsímil razonable de Stephen King, pero cae en el absurdo. Abundan autos que intimidan, tormentas que convierten en tétrica a una noche sin energía eléctrica, parásitos que satanizan a infantes, objetos filosos que consuman el último fetiche hitchcockiano…y sí, sangre en la ducha. El pobre Peretti busca señal de telefonía celular bajo la lluvia, y cae víctima de diálogos pueriles. Para muestra basta un botón, decisiones como estas son las que hunden a la película en el fango de la mediocridad. Gritos, llantos, golpes, insultos y susurros que caen en la indiferencia, si es que no rozan el ridículo. Una mirada a la paternidad, otra a la infidelidad, y otra a la vocación. Traumas, filias, fobias y símbolos que resguarda una misteriosa pared. Todo es circular. Un duermevela en loop. Ya poco importa si el personaje de Diego Cremonesi solo vive en su fantasía si la bestia creada por el escritor se ha vuelto en su contra. De las musas y los alter ego vivimos y morimos, bichos raros somos los escritores. La proyección onírica que hace el escritor atrapado en su laberinto no maravillaría especialmente a Sigmund Freud. Su encierro hospitalario nos recuerda a a Norman Bates. Mientras, Hannibal Lecter llora lágrimas de mármol. Tanto pesa en la tradición del thriller de esta estirpe las pronunciadas lagunas creativas del film en cuestión. El eco se hace cada vez más endeble. Está bien no creer sin cuestionar, ni digerir sin masticar el primer truco que se nos quiere vender. A tan bajo costo artístico, “Ecos de un Crimen” no sabe, no quiere o no puede cerrar la historia de modo más convincente. Una gran decepción para el cine nacional.
Veremos qué pasa con este film en estos tiempos inciertos, donde además el cine argentino, sin importar lo bueno que sea, parece fuera del radar de los que pagan entradas. Sería una pena porque Cristian Bernard demuestra en esta película una cinefilia real y alejada de la corrección política. Es decir, incluso si uno puede sentir en estos Ecos... ecos de otros films con asesinato que puede ser otra cosa y vueltas de tuerca, no se trata de lo explícito sino del respeto y el conocimiento (sobre todo lo segundo) de las elementos de una tradición. Bernard, dicho sea de paso, demuestra ser un muy buen director de actores que devuelve a sus mejores momentos a Diego Peretti. Lo demás es una historia bien construida y un clima construido con el tempo justo para que los efectos dispuestos por el guión funcionen como deben. En última instancia, la película es también un discurso sobre la ficción y su poder, sobre el rol de la imaginación cuando penetra en la vida cotidiana por el camino de lo terrible: la historia refleja la idea de modo límpido.
Se estrenó en salas la película argentina dirigida por Cristian Bernard y protagonizada por Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo, Diego Cremonessi y Carola Reyna ,que si bien como producto tiene intenciones dentro del thriller muy interesantes, su resultado final no es más que un filme pretencioso y cargado de clichés. En la película Julián Lemar (Peretti) es un escritor de renombre que tras un pico de estrés decide aislarse en una casona alejada junto a su mujer (Cardinali) y los niños de la familia. Al llegar la noche y desatarse una tormenta, una mujer desesperada (Quevedo) que huye de su marido asesino pide la ayuda de Lemar y su mujer para poder esconderse. A partir de ese planteo inicial Bernard construye una historia que recorre los elementos del thriller (ya vistos en infinidad de otras películas) una y otra vez: muerte, violencia, traumas y pesadillas encuentran lugar en el filme que si bien tiene un comienzo prometedor, se vuelve cada vez más monótono y cargado de repeticiones (que «encuentran sentido» en el trauma que vive el personaje principal»), elementos comunes y previsibles. El guión de Gabriel Korenfeld es ambicioso y subestima al espectador al sobre explicar la historia, lo que resulta a todas luces innecesario. La inestabilidad mental del protagonista funciona como argumento para que se sucedan los diferentes acontecimientos de la película que no logran otra cosa que generar aburrimiento y monotonía. “Ecos de un crimen” tiene una buena idea que no se ejecuta con originalidad. El trabajo del elenco, muy bien logrado, no logra contrarrestar un filme fallido y poco atrapante.
Una casa en un verde desolado. Así comienza la película. Ello da cuenta de lo que podemos esperar. Una locación tétrica, suspenso del bueno y una noche de terror. Julián, un escritor de mediana edad, va con su esposa e hijos, a pasar unos días en una casona alejada de la bulliciosa ciudad. Tormenta. Noche. Corte de luz. Visita inesperada. Una desconocida dice estar escapando de su pareja que mató a su bebé y busca dañarla a ella también. Todo se vuelve confuso y macabro en un truculento rompecabezas de engaños.
El éxito de terror psicológico con Diego Peretti La película de Christian Bernard no trae nada nuevo en materia argumental pero abre el juego al cine de terror nacional a gran escala, con actores convocantes, coproducción de una multinacional y auspiciosos resultados en boletería. No busquemos cine de autor, Christian Bernard (76 89 03, Regresados) es un director de oficio para hacer un producto de terror, uno de los pocos géneros sobrevivientes a la debacle de convocatoria a las salas. Los datos le dan la razón, en dos semanas de cartel hizo mas de 67 mil espectadores en tiempos de pandemia. En otros tiempos hubiera sido un fracaso de taquilla, hoy son números más que dignos para la única producción argentina que sobrevive en el top ten de la cartelera. El riesgo inicial era doble, porque Ecos de un crimen (2022) es además un thriller psicológico, un exponente dentro del terror poco transitado por el cine argentino. Fácilmente surgen las comparaciones con los clásicos de Stanley Kubrick, Roman Polanski o Alfred Hitchcock. Y claro, en la comparación pierde por mas solvencia narrativa -y sobre todo cinematográfica- demuestre. Si puede criticársele que el argumento recae en clichés del terror psicológico (la versión más realista del terror) muy evidentes/conscientes que le juegan en contra. La historia tiene al escritor de novelas ‘de crimen’ Julián Lemar (Diego Peretti) llegando con su mujer (Julieta Cardinali) y sus pequeños hijos a una casa aislada en el bosque. Pero rápidamente la aparición de una mujer (Carla Quevedo) que escapa de su violento marido (Diego Cremonesi) irrumpe en su hogar, y el miedo a un inminente ataque a su familia perturba su psiquis. El juego entre realidad y ficción (su novela) pero sobre todo entre realidad y fantasía, confunden al protagonista y lo entrega a una distorsionada odisea emocional. Ecos de un crimen no pasará a la historia por sus virtudes cinematográficas (que las tiene en los rubros técnicos) sino por darle confianza a productoras multinacionales para apostar por un cine de género made in argentina con resultados concretos en la taquilla. Un tipo de cine que viene pidiendo pista (y salas) desde los márgenes del cine independiente, con grandes precursores tales como Daniel de la Vega, Nicanor Loreti, Demián Rugna, Ezio Massa, Hernán Moyano, por mencionar sólo algunos. Bernard abrió la puerta que esperamos muchos recorran.
La tradición del cine. Julián Lemar, un exitoso escritor de novelas de crimen y suspenso, decide viajar junto a su esposa e hijos a una alejada cabaña, un poco en plan de descanso, pero también con la idea de encontrar algo de inspiración creativa en la escritura de su nuevo libro. Ya en el lugar, una noche lluviosa, Juan y su familia reciben la inesperada visita de una angustiada mujer que asegura que su marido mató a su bebé y que pretende atentar contra su vida. Será a partir de este confuso hecho cuando la noche se volverá peligrosa, oscura, infernal. El director Cristian Bernard decide apostar en su más reciente película por un género poco transitado en nuestro cine: el thriller psicológico. Y lo hace de una manera muy noble con una gran dirección de actores, un notable virtuosismo técnico y visual, amén de un espíritu cinéfilo que homenajea a su vez a icónicos exponentes del género, pero desde el lugar de la tradición y el respeto. Lemar, protagonizado por Diego Peretti, en un papel ideal para su impronta y presencia, está caracterizado como un escritor de la vieja escuela. Brillante cada vez que se sienta frente a su máquina de escribir, pero muy frágil emocionalmente, busca en estas vacaciones familiares una vía de escape mientras cursa un tratamiento psiquiátrico tras sufrir un colapso nervioso. Pero este descanso tendrá mucho más de pesadilla de lo que imaginaba… Me toca aclarar que el paralelismo de este personaje ficcional con el real escritor norteamericano Stephen King es una obviedad, más que nada por el rubro temático que ambos manejan con soltura. A esta servidora se le vino mucho más a la mente, obvio a la hora de una inspiración, el Jack Torrance del clásico El resplandor, dirigida en 1980 por Stanley Kubrick y basado justamente en un libro de King. Tanto Julián como Jack comparten un espacio físico similar, una antigua cabaña en medio de la nada el primero, un hotel oculto en la nieve el segundo, dónde sus fragilidades mentales son puestas a prueba todo el tiempo, ya debido a las circunstancias o la paulatina desintegración o degradación de las mismas. Es allí donde ficción y realidad se mezclan y confunden. Dónde los temibles hechos que se irán presentando en una noche lluviosa filmada magistralmente se vuelven tanto aterradores como dudosos. Y la notable banda de sonido, creada por Pablo Borghi, que colabora para crear tensión, clima y miedo en nosotros, los incautos espectadores, que no podemos dejar de mirar la pantalla. Seguramente nuestro objetivo mayor sea llegar a la verdad. La trama nos desafía a desmantelar los mismos trucos que nos propone. El guión de la historia, escrito por Gabriel Korenfeld, contiene muchos de los tópicos básicos del thriller psicológico, pero sumados a las elecciones estéticas del director Cristian Bernard, sus acertadas puestas de cámaras y escenas, entre otras, dan como resultado final una propuesta muy atractiva. Acompañan a Diego Peretti las actrices Julieta Cardinali como su esposa, Carla Quevedo en el papel de la mujer que interrumpe en su estadía en estado de shock, Carola Reyna y Diego Cremonesi, muy logrado en su compleja interpretación de un hombre de familia muy violento. Quizás sea este tipo de cine de género de factura local el que nos permita volver a un concepto un poco olvidado en la vorágine de las variadas películas producidas tanto para las salas grandes como para las plataformas de streaming: el de la tradición del cine.
Julián Lemar (Diego Peretti) es un famoso escritor de best-sellers de misterio que se va de vacaciones con su familia a una cabaña en un bosque, alejado de todo. Pero en la primera noche, durante una fuerte tormenta, una mujer desesperada llega a la puerta pidiendo ayuda. Se ha escapado de su marido quien aparentemente ha matado al hijo de ambos y ahora quiere asesinarla a ella. No hay manera de comprobar su historia y la llegada del hombre a la cosa obligará a Julián a tomar una decisión rápida. Este policial dirigido por Cristian Bernard muestra interés por el aspecto estético y el deseo de narrar una buena historia. Aunque su inverosimilitud es el anuncio del desenlace, igual es demasiado difícil seguir las actuaciones acartonadas y una presencia musical excesivamente marcada. Es demasiado evidente que la película juega con un giro sorpresivo, pero esto no hace más que dejar al espectador a la espera de una sorpresa, valga la contradicción. Su prolijidad y amor por el misterio no la salvan de una construcción que hace agua con el guión y más aun con las actuaciones.
Audacia, humor negro y terrorismo fashion con una Emma Stone encantadoramente punk.
Reseña emitida al aire en la radio.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
La recopilación de clichés es tan evidente que cada minuto se hace sumamente tedioso. Incluso la explicación del desenlace no es para nada sutil. El apartado técnico y las actuaciones también son lamentables. Falla en todos los sentidos posibles.
Ecos de un Crimen es un filme ambicioso que no logra alcanzar todo su potencial, mezcla suspenso, misterio, crimen, drama, terror, y un toque fantástico; ricos ingredientes en un plato no tan sabroso, y menos aún, nutritivo. Aquí la crítica escrita más formal; en el link la crítica radial, más informal, completa en los reproductores de audio solo, o de YouTube con video. Ecos De Un Crimen es un thriller que mezcla una historia de crimen, misterio, drama, y un toque que bordea lo fantástico, para llenar de suspenso al espectador, y tenerlo tenso al borde de la butaca; en determinados momentos logra eso, pero en otros momentos no. Es una película que tiene un guion en el cual se repiten determinadas escenas, pero con distintas variantes entre ellas con distintos desenlaces cada escena, y donde se mezclan la realidad y la fantasía, o quizás son sueños, o visiones de la realidad, o lo que fuera en el reino de lo no real, lo cual no lo sabemos bien mientras corre el metraje, pero que nos queda bastante claro que no es la realidad; eso genera que el espectador en numerosos momentos no sepa si lo que está viendo es realidad, es fantasía, o es una variante la realidad. Este esquema si bien es cierto genera cierto interés, también le quita un poco la fuerza a las acciones que suceden, ya que si en una variante un personaje muere, e inmediatamente se reinicia la escena, volviendo ese personaje a estar con vida en la siguiente escena, ninguna de las acciones tiene un verdadero peso, porque no son definitivas; quitándole el efecto del dramatismo a las cosas que pasan cuando son graves, y quitándonos el suspenso de que realmente estemos preocupados de que determinadas cosas pasen, si sabemos que se va a reiniciar, y que probablemente ese mal que se hizo en una escena interior se deshaga en la siguiente escena; en una realidad sin consecuencias, nada tiene mucho peso. En El Día De La Marmota, esa trama, aunque tocada de forma distinta, si funcionaba, porque el conflicto no pasaba por las cosas que estaban en la repetición, sino en su presente donde estaba condenado a repetirse y no poder avanzar, y era una obra maestra, no es este el mismo caso. La película es efectiva en muchos momentos, tiene una buena interpretación, tiene buenos climas, fotográficamente es muy correcta, hasta se podría decir excelente, y se ve que no se han escatimado recursos para hacerla; sin embargo el guion es tan enrevesado que aun cuando determinados momentos estén muy bien dirigidos, el producto final no termina cerrando del todo, y no logra producir el impacto que intenta lograr, ni logra sorprendernos con una vuelta de tuerca impactante, como pasa por ejemplo en La Isla Siniestra con DiCaprio, en Memento de Christopher Nolan, o en Brazil de Terry Gilliam, o en otros filmes similares; la intención está, las escenas están, el giro está, pero no la emoción ni la sorpresa que debieron haber estado. Ecos De Un Crimen es entretenida, pero termina dejando gusto a poco; quizás fue muy ambicioso el guion, y fue falto de una revisión más exhaustiva, y quizás en la mano de un director más experimentado, podría haber funcionado de otra forma. Se puede ver para entretenerse, pero no es una película que vaya a lograr una trascendencia, o que sea realmente recomendable para los amantes del suspenso.