La fuerza del cariño Como sucedió en las dos entregas anteriores de la saga, la película respeta las convenciones de la comedia romántica con base “chick lit”, tipo Sex and the city. Es un argumento sin complicaciones, sencillo, de enredo con triángulo amoroso en donde se repiten los mismos recursos humorísticos de un personaje femenino torpe, en crisis, rodeado de contrastes de personalidad, con un similar conflicto de elección entre candidatos ya maduritos, que buscan la estabilidad emocional, pero cambiando al juerguista y algo canalla de Hugh Grant por el más convencional y descolorido Patrick Dempsey.
Una linda historia romántica, rosa, predecible, con clichés, bla, bla, bla… pero bien construida y de agradable visión. Ideal para pasar un rato ameno y distendido. La esencia de la personalidad de Bridget se mantiene intacta, aunque lamentablemente el...
La tercera entrega es, por lejos, la menos inspirada de la saga. El diario de Bridget Jones (2001) es un clásico de la comedia romántica. Bridget Jones: Al borde de la razón (2004), una secuela con problemas pero finalmente irresistible. El bebé de Bridget Jones (2016), un regreso innecesario. Por más que haya sido dirigida por la misma realizadora de la película original (Sharon Maguire) y apele desesperadamente a trucos demagógicos para reconquistar a la platea femenina, esta tercera entrega luce casi siempre forzada y -hay que decirlo- muy poco graciosa. Los recursos que antes funcionaban (la voz en off del diario personal, la autoconciencia de la torpeza personal, cierto espíritu inocente y old-fashioned, el abuso de canciones populares) ahora resultan entre torpes y desganados. No sólo los protagonistas envejecieron (en varios casos no demasiado bien) sino también la franquicia, que por momentos parece una mala copia de Sex & the City. La película arranca con el funeral de Daniel Cleaver (es muy triste todo lo que se hace con el personaje de Hugh Grant para justificar su ausencia en la película) y allí se reencuentran Bridget Jones (una Renée Zellweger que, a sus 47 años, parece bastante más veterana que los 43 que tiene su personaje) y Mark Darcy (Colin Firth), que se ha casado, pero -tranquilos- ya se está divorciando. Bridget es una productora de un noticiero de televisión que se siente una “solterona” antes que una “apetecible MILF” (todos son términos que utilizan los personajes). Avida de un poco de acción y sexo luego de un cumpleaños en soledad, viaja al festival de Glastonbury, donde maltratará un poco a Ed Sheeran (los cameos de artistas populares es uno de los guiños de la saga) y disfrutará de una noche de placer con Jack (Patrick Dempsey), un millonario estadounidense creador de un exitoso website de citas románticas que predice el éxito de una eventual pareja a partir de un algoritmo. Claro que ella también tendrá un encuentro íntimo con Darcy, quedará embarazada y tendrá dos posibles padres para la criatura. Las angustias de la maternidad (tardía) y el triángulo romántico (con las contradicciones y la rivalidad entre los dos candidatos) son los ejes de un film mecánico y cansino en el que los personajes secundarios (muchos de ellos a cargo de intérpretes de primerísima línea) regresan con más pena que gloria. Zellweger lucha por sostener la frescura, el encanto y el carisma de hace más de una década y hay algo encomiable y conmovedor en esta batalla perdida, pero que ella no resigna con facilidad. Algo parecido ocurre con la película en sí, que -heredera de otro tiempo y otras sensibilidades- intenta sintonizar con un universo que le resulta hostil y hasta cruel.
Luego de una desastrosa secuela dirigida por Beeban Kidron, la saga de la solterona Bridget Jones retorna a su directora original, que en esta tercera parte recupera algo del encanto de aquel Diario de Bridget Jones, debutado 15 años atrás. Sharon Maguire conoce los hilos de la criatura, especialmente debido a su amistad con Helen Fielding, la escritora del best seller en que se basó la película. Este tercer episodio no escapa a la lógica: es también la adaptación de la tercera novela de Fielding, pero tiene un encanto inmanente al diseño de los actores y a un elaborado guión donde colaboraron la autora, Dan Mazer (Borat) y Emma Thompson, quien también protagoniza el film. Bridget Jones (Renée Zellweger) está nuevamente sola, abocada a la producción de un programa televisivo y esquivando la ubicua presencia de su ex novio Mark Darcy (Colin Firth). Zellweger hace los tradicionales gestos tragicómicos que ganaron la fama del personaje, quizás aún más acentuados, lo cual por momentos resulta apto y muy gracioso y en otros un tanto excesivo. El cambio radical en la vida de Bridget ocurre cuando, para olvidar su obsesión por la compañía, sale a disfrutar la vida y en un megashow al aire libre, estilo Glastonbury, conoce al norteamericano Jack (Patrick Dempsey), un playboy que replica a la figura de aquel Daniel Cleaver interpretado por Hugh Grant. El resultado es que poco después Bridget queda embarazada, sin certeza de la paternidad (¿Jack o Mark?). El rol de Thompson como la médica de la parturienta aporta una necesaria cuota de humor inglés, mientras el film se debate entre un final progre (madre soltera) o conservador (padre asegurado). Con todo, una buena recuperación del personaje que deslumbró en 2001.
BRIDGET JONES INOXIDABLE Como en el 2001, esta vez Sharon Maguire es la directora de la tercera de una saga rendidora económicamente que nos trae nuevamente a Renee Zellweger y Colin Firth, esta vez con Patrick Dempsey y Emma Thompson, para placer de los seguidores incondicionales. Los que no lo son se encontraran con una comedia amable, donde la protagonista, una querible perdedora esta otra vez sola, pero sin planearlo queda embarazada y no sabe con certeza quién de sus galanes es el padre. Como siempre la autora del personaje es la del guión con colaboradores, Helen Fielding y como siempre buena música, romance y no mucho más. Tanto la protagonista como sus pretendientes son maduros, los planteos no muy originales, la banda sonora de seguro efecto. Y en sus dos horas hay mesetas peligrosas pero hacia la ultima parte situaciones graciosas salvan el conjunto. Agradable de ver.
Publicada en edición impresa.
Dos padres para la criatura de Bridget. Como en las dos entregas anteriores de la saga, una vez más son los hombres quienes ordenan (en el doble sentido de la palabra) el destino de la famosa chica tarambana, pero más allá de ese estereotipo el oficio de la directora consigue algunos logrados pasos de comedia. Clásico exponente de lo que suele llamarse de modo reduccionista “comedias románticas para mujeres”, la saga de la enamoradiza y medio tarambana Bridget Jones es un clásico de comienzos del siglo XXI, en el sentido más pop en el que puede entenderse a esa entelequia llamada “clásicos”. Saga que necesitó 15 años para convertirse en trilogía. Lapso en el cual el personaje pasó de ser protagonista de uno de los bestsellers más exitosos del la industria editorial británica de su tiempo (y no es poco decir, si se tiene en cuenta que en esa lista habitaban J. K. Rowling y Harry Potter), a un producto vintage condenado a quedar atado a su época. Algo parecido le ocurrió a la actriz encargada de darle vida a su avatar cinematográfico, Renée Zellweger, quien habiendo sido una de las estrellas femeninas más requeridas de Hollywood se convirtió en una desaparecida en acción, caída que incluyó un hostigamiento mediático luego de que algunas fotos la mostraran extrañamente cambiada por los caprichos de la cirugía plástica. Abordar El bebé de Bridget Jones, de Sharon Maguire, que cierra el círculo abierto por El diario de Bridget Jones (2001) y que tuvo continuidad en Bridget Jones: Al borde de la razón (2004), no es tarea sencilla. En primer lugar por el paradigma femenino que en ellas se representa, hoy un poco desvirtuado por las luchas de género, aunque incluso en su propia época ya resultaba un tanto anacrónico. Es que si algo representa su figura es un modelo de mujer que intenta ser independiente, pero que no puede evitar terminar siendo una especie de princesa loser que necesita de la figura de un hombre para resolver los entuertos en los que se enreda, a causa de su propia candidez. En ese sentido, la idea de mujer que personifica también es clásica –por no decir conservadora–, aún cuando se la intente morigerar con la fuerza y la tenacidad del personaje para valerse por sí misma. Nada es muy distinto en esta tercera parte. Bridget ahora tiene 43 años, vuelve a empezar la película sola, sin hombre, sin hijos, pero ahora con el reloj biológico corriéndola de cerca. Con “ayuda” de una amiga más joven, Bridget se encuentra teniendo sexo con un desconocido (Patrick Dempsey) en un festival de música. Unos días después, termina en idéntica situación con Mark (Colin Firth), el amor de su vida, con quien sobre el final de la segunda película parecía que vivirían felices y comiendo perdices. Pero no. Mark ahora está casado con otra, aunque a punto de divorciarse, permitiendo que Bridget vuelva a tener esperanza en el amor. Porque así es la vida de Bridget: son siempre los hombres los que parecen ordenar (en el doble sentido de la palabra) su rumbo y su destino. Dicho perfil estaba presente en los dos primeros films, aunque es en el segundo donde aparece con más fuerza y retratado de manera explícita. Ahí Bridget era tironeada por su vínculo con dos hombres de signo opuesto, uno mujeriego y encantador (Hugh Grant, obvio), el otro (Firth) frío y caballeroso a la antigua. Ambos atados a una forma determinada de mirar lo femenino, nunca atentos al deseo de la mujer que se disputan, también a la antigua: a las piñas. En el fondo siempre son ellos los que deciden por Bridget, aunque finalmente esa decisión coincida con el que –los espectadores lo sabena es el deseo de la protagonista. A tal punto es dependiente Bridget de la figura masculina, que la misma película acaba encerrándola en la cárcel sólo para que uno de sus príncipes venga a arreglar lo que ella no puede. Ahora Bridget termina felizmente embarazada, pero deberá pagar esa felicidad ignorando cuál de los dos tipos con los que se acostó es el padre de su bebé. Aunque la idea es afín a todo lo expuesto más arriba, El bebé de Bridget Jones consigue salvar las papás con oficio para la comedia. Es cierto que nada cambia en lo ideológico y la felicidad de Bridget depende de lo que los dos hombres decidan antes que de su propia voluntad. Sin embargo el guión está lleno de pequeños giros y situaciones bien resueltas (al contrario de la película anterior, que empujaba a la protagonista por callejones sin salida), que hacen de esta una película disfrutable. Parte del mérito parece recaer en el regreso de Maguire, directora del primer film, pero también en el guionista Dan Mazer, uno de los responsables de Borat (2006) y Brüno (2009), dos obras maestras de lo políticamente incorrecto llevado al extremo. Algo que también es puesto en escena, con mayor sutileza, en esta ocasión.
Bridget Jones, una antiheroína al borde de la razón Lo genial de la primera película de Bridget Jones fue que su protagonista fuera una mujer como cualquiera, con sus encantos y sus fallas, metida en una trama romántica en la que dos hombres apuestos ( Colin Firth y Hugh Grant ) se disputaban su atención. Su éxito rotundo trajo como consecuencia una secuela que ya no resultaba tan original, pero divertía con sus exageraciones. El final feliz con Mark Darcy estaba bien para cerrar las aventuras de la antiheroína inglesa en el cine. En este nuevo film, Bridget tiene 43 años, un buen trabajo y cierta preocupación por no tener aún marido e hijos. En una misma semana tiene relaciones sexuales casuales con un norteamericano multimillonario de Internet, interpretado por Patrick Dempsey , y con su ex, Darcy. Cuando queda embarazada no sabe quién de los dos es el padre del bebe y comienzan todos los enredos imaginables. Lo mejor de la película es la interpretación de Renée Zellweger . La actriz convierte al personaje en la versión madura de Bridget que el guión no termina de definir, manteniendo su encanto y salvándola del ridículo total. En las escenas con Firth, siempre excelente como Darcy, la magia sigue intacta. Esos momentos y otros en los que Zellweger despliega su talento cómico nos recuerdan por qué queríamos tanto a Bridget Jones. Pero el film parece un rejunte de distintas versiones del guión, que fue escrito por Helen Fielding, autora del libro en el que está basado, Dan Mazer y Emma Thompson , quien también tiene un pequeño papel aquí. Por momentos se hace cargo del paso del tiempo, pero después se arrepiente. Hay situaciones en las que vemos la maduración de Bridget, que no quiere decir que deje de ser ella misma, pero después vuelve a estar presa de situaciones que anulan esa evolución. Parte de esto queda claro en la subtrama laboral: al principio se la muestra como una productora periodística eficiente, pero enseguida la película la condena a la humillación. En lo afectivo, Bridget termina en una situación que se considera lógica para alguien de su edad, pero salteándose o tratándose con superficialidad, el recorrido personal que la lleva a eso. Lo que le pasa es más una imposición que el resultado de un proceso de elección de vida. La historia romántica tiene una falla fundamental. En el triángulo amoroso original ambos hombres resultaban muy atractivos: uno era caballeroso, poco expresivo, pero amoroso y fiel; el otro, el chico malo, irresistible. En esta tercera parte, el personaje de Hugh Grant queda afuera y el nuevo contrincante de Darcy no está a la altura. Poco importa que la película insista en que hay una competencia por el amor de la protagonista cuando para ella misma y el público no la hay.
Una Eva y dos Adanes La saga de Bridget Jones recuperó la frescura de la primera parte. Feminista, pero con autoironía. A quince años de El diario de Bridget Jones, y a doce de su secuela, Bridget Jones: Al borde de la razón, volvió la antiheroína favorita de las mujeres. Trae algunos cambios fisonómicos, pero el alma intacta: ahora es una ex gordita que perdió kilos, pero no la inseguridad ni la timidez. Y sigue debatiéndose entre dos amores: esta vez, con el detalle de que cualquiera de los dos podría ser el padre del bebé que ella está gestando. Uno de los candidatos es un viejo conocido, Mark Darcy (Colin Firth), en una versión pasada por tintura (las viejas franquicias resucitadas suelen traer estos toques decadentes). Y el otro es una novedad: como Hugh Grant se bajó del proyecto con críticas al guión, hicieron que su personaje desapareciera en un accidente aéreo y lo reemplazaron por Patrick Dempsey (de Grey’s Anatomy), otro carilindo seductor, pero menos despiadado y más cariñoso. Esta tercera parte recupera la esencia de la primera. Quizá se deba a que la directora vuelve a ser Sharon Maguire, que había pegado el faltazo en la segunda. La historia, como en las dos anteriores, está basada en un libro y las columnas periodísticas de esa referente de la chick lit llamada Helen Fielding, que coescribió el guión junto con la actriz Emma Thompson (además tiene un papel secundario) y Dan Mazer (socio de Sacha Baron Cohen en Bruno, Borat y Da Ali G Show). Ahora el conflicto está dirigido a las cuarentonas apuradas por el reloj biológico, con una trama bien actual: comedia romántica en los tiempos de Tinder y los óvulos congelados. Con la virtud de tener un mensaje feminista y, a la vez, reírse de ese mensaje tanto como de la crisis de banalidad que está atravesando el periodismo. Renée Zellweger parece haber nacido para ser Bridget Jones: aun sin tanto cachete simpático, mantiene la frescura y la ingenuidad que hacen tan querible a esta criatura. Hay un par de personajes secundarios, nuevos en la saga, que la acompañan a la perfección, como su amiga Miranda (Sarah Solemani) y la médica interpretada por Thompson. Ellas son las que mejor expresan ese humor británico fino, ácido, a veces inocente pero siempre efectivo. Así y todo, por momentos la película se empantana: media hora menos la hubiera beneficiado mucho.
El popular personaje regresa por tercera vez a la pantalla grande en “El bebé de Bridget Jones”. Renée Zellweger vuelve a su clásico personaje en El bebé de Bridget Jones, la cinta en la que la heroína queda embarazada, aunque no está segura quién es el padre de la criatura, si Jack con quien tuvo un romance pasajero o Darcy con quien protagonizó un reencuentro amoroso. Para colmo, ambos hombres quieren hacerse cargo y esto deriva en un impensado y bizarro triángulo. La Bridget de esta cinta mantiene la esencia que la hizo carismática y única. Aunque la interpretación de Zellweger la presenta a su manera, más madura y cerebral. Patrick Dempsey, gran elección como el caballero inglés que irrumpe en la vida de la mujer y Colin Firth aporta estilo y nostalgia. Con momentos que homenajean a las anteriores películas y un ritmo narrativo que hacen ligeras las dos horas de metraje, el filme es tan divertido, tan inglés en su humor y tan clásico que no desentona para nada con sus predecesores. A pesar de los 15 años que la separan con la anterior cinta de la saga, la trama encaja perfecta, cual pieza de rompecabezas y resultará obligatoria para toda una generación que creció y se enamoró al ritmo de la compradora Bridget.
Hace quince años, El diario de Bridget Jones se convirtió en un éxito fenomenal que recaudó 300 millones de dólares e impuso la empatía femenina, originada el en chick lit de Helen Fielding que, a su vez, compilaba columnas publicadas en el diario The Independent. Una mujer real, a la que le sobraban kilos, no podía largar el pucho, amanecía con una tremenda resaca y era señalada por el dedo del mandato como demasiado grande para seguir soltera. Todo era muy británico, pero el personaje central cayó en manos de una texana, Renée Zellweger, mientras que el del amor, el atildado Mr Darcy, en Colin Firth, que ya había interpretado ese papel en la miniserie de la BBC sobre Orgullo y Prejuicio, de Austen, en el que Fielding se basó. El chico malo era Hugh Grant, que esta vez evitó participar, por diferencias con el guión. Y si bien las fans disfrutarán de ver a Bridget y Darcy otra vez, con las huellas del tiempo -y de los retoques- sobre sus rostros, lo cierto es que el guión de este regreso, largamente anunciado y discutido, no suma demasiadas ideas. Y las anteriores están, quince años después, algo gastadas. La torpeza de Bridget -cayendo en el barro, llevándose muebles puestos, derramando la copa, diciendo obscenidades a micrófono abierto- y su descalabrada capacidad para hacer papelones, no bastan para hacer reír ni para que resulte irresistiblemente encantadora. El argumento está enunciado en el título. Bridget se embaraza. Por las semanas de gestación, puede haber sido tanto producto de un encuentro casual en un festival (con Patrick Dempsey, cuyo personaje resulta ser un millonario soltero) como del reencuentro, casual también, con Darcy. En ambos casos, ella llevaba unas copas de más. Quizá para incorporar una línea de chistes pro diversidad, el trío avanza hacia el nacimiento de la criatura. En el medio, una serie de gags y situaciones que predisponen a la risa pero apenas producen alguna sonrisa. Cuando no irritación: Bridget, que sigue soltera a los 43, es productora senior de un noticiero televisivo, aunque se burla de los apellidos extranjeros y pone al aire a un entrevistado asiático confundiéndolo con otro. Aún así, se permite reivindicar sus principios frente a las ambiciosas nuevas gerencias que, con buena lógica, quieren sacársela de encima. La película tiene un tono cálido, y varios momentos simpáticos. Pero el guión, co escrito por Emma Thompson, guiña todo el tiempo a la primera película, mientras intenta aggiornarse, con las temáticas de hoy. Y los hits musicales se alternan con el off, el diario de Bridget, en el perfecto acento british de Zellweger. Todo se siente algo forzado, impuesto, dificultoso. Hay que decir que la actriz, ganadora de un Oscar y "desaparecida" de pantalla en los últimos tiempos, le pone una garra notable. Como si fuera la única realmente convencida de la necesidad de este regreso.
OTRA VEZ SOPA Otra vez solterona, con una copa de whisky en mano y de fondo Celine Dion al palo. Con el horizonte de la menopausia más o menos cerca, Bridget Jones llegó a sus dulces 43 años aunque ahora sin el galán Mark Darcy, con 20 kilos menos y dejó de calmar sus penas con un atado de cigarros. Jamás tuvo suerte en su vida personal. Sin embargo, su mala racha está por cambiar. Esta vez, no habrá dos hombres en discordia por los que hacerse problema, sino tres. Por increíble que suene, Bridget Jones va a tener un bebé. A pesar de incontables metidas de pata, se convirtió en una exitosa productora de televisión pero, en cuanto a su vida personal, siempre dejó mucho que desear. Cansada del estrés laboral -una nueva jefa hipster a la que no logra complacer- y decidida a no caer en la depresión, Bridget (Renée Zellweger) se va de fiesta con sus amigas treintañeras, lo que la llevará a conocer a Jack (Patrick Dempsey, un solemne reemplazante de Hugh Grant), el típico ricachón fachero, dueño de una página de citas web -una dulce ironía-. No obstante, el destino la volverá a reunir con su gran amor, el Sr. Darcy (Colin Firth). Con más hormonas que cabeza, quedará embarazada después de tener una aventura con ambos pretendientes casi al mismo tiempo. La pregunta del millón es: ¿Quién es el padre? Sharon Maguire, reconocida por dirigir a la exótica Bridget Jones, suma la tercera entrega a su lista. Al igual que en la primera y la segunda, Maguire no puede prescindir del tradicional humor inglés que le agrega un toque de chispa a la “desgracias” que le toca vivir a la solterona. No hay lugares para el drama. Además, para agregarle un poco más de picante, Ed Sheeran -el colorado, sí- y Emma Thompson -la eternamente adorada Nanny McPhee- también participaron de esta secuela. Un menjunje de caras conocidas que bien causan furor o algo de melancolía. El más codiciado multimillonario o el príncipe azul de traje y corbata, ¿a quién elegir? Aunque la primera opción suena tentadora, es difícil escoger a la persona indicada. Amar puede ser duro, pero vale la pena. El amor no es lógica, simplemente dejamos que pase, con muchas idas y vueltas. Si de compatibilidad se tratara, Jones estaría en el horno. Por suerte, decidió pasar a la tercera fase de un gran salto y formar una familia -no de la mejor manera, la vida no es tan linda-. Para evitar confusiones, mejor será fijarse en la fecha de caducidad antes de usar eco-preservativos o, sino, hacer lo que Bridget y buscar un buen partido. EL BEBÉ DE BRIDGET JONES Bridget Jones’ Baby. Reino Unido, 2016. Dirección: Sharon Maguire. Guión: Emma Thompson, Helen Fielding y Dan Mazer. Música: Craig Armstrong. Fotografía: Andrew Dunn. Intérpretes: Renée Zellweger, Colin Firth, Patrick Dempsey, James Callis, Celia Imrie, Sally Phillips, Nick Mohammed, Joseph Harmon y Emma Thomson. Duración: 122 minutos.
Crítica emitida por radio.
Y el tiempo pasa… A quince años del debut de El Diario de Bridget Jones (Bridget Jones’s Diary, 2001), su directora, Sharon Maguire, recupera la magia de aquel entrañable personaje treintañero, acomplejado e inseguro, con el que cosechó mil fans mientras confesaba en su diario íntimo sus inquietudes y proyectos, propios de la edad, como dejar de fumar, adelgazar, encontrar al gran amor de su vida… y un largo etcétera que jamás llegaba a concretar. En esta nueva entrega, la realizadora y guionista, finalmente, se desapega de la novela de Helen Fielding que adaptó al formato audiovisual en sus trabajos anteriores –El Diario… y Bridget Jones: Al Borde de la Razón (Bridget Jones: The Edge of Reason, 2004)- y le da un nuevo giro, respetando el género de comedia romántica que acostumbra. A diferencia de la escritora, que la dejó viuda con 51 años, dos hijos y un amor treintañero que conoció mediante Internet, la realizadora propone otra arista: el gran amor de Bridget, Mark Darcy (interpretado por Colin Firth) no muere. De hecho Jones jamás se casó. Ni con él ni con nadie. Y, con cuarenta años, ya no cuenta en su diario su vida mientras fuma y toma alcohol sino que es una solterona que, tras varios desencuentros amorosos, decide dedicar su tiempo a prosperar en su empleo y recuperar su figura. Pero un día, cansada de la rutina, decide recuperar el tiempo perdido y cual adolescente de American Pie, se sumerge en fiestas donde reina el slogan “Sexo, drogas y rock & roll”, hasta que en medio de este estado de lujuria y alcohol queda embarazada. Su nueva misión será descubrir quién es el padre del niño que lleva en su vientre. La trama gira en torno a la resolución de este dilema entre su eterno amor Mark Darcy o su nuevo pretendiente, Jack Qwant (Patrick Dempsey), un multimillonario que predice el amor. Sin embargo, lo interesante del film es cómo consigue atrapar al espectador e identificarse en algún punto con alguna situación que atraviesa esta Bridget independiente y osada que bajó esos ansiados kilos y se consagró como Ejecutiva Editorial y productora de un informativo de televisión, mientras detrás de esa imagen de mujer independiente y autosuficiente esconde su mayor deseo: ser madre. Así el guión se ocupa, una vez más, del terreno de la psicología de sus personajes, sus vivencias y su entorno, invitando al espectador a reflexionar sobre tópicos como la obsesión por la comida como reflejo de desencantos amorosos, la autoestima que genera la belleza interna (Mente-Alma) versus la externa (Cuerpo-Materialidad), la obsesión del ser humano cuando pasa la barrera de los treinta en función al mandato social impuesto de tener una familia propia y la experiencia de ser padres, así como los retos de pertenecer, o no, a un triangulo amoroso. Este cuadro, acompañado por una artística idónea, donde los gags de los diálogos hacen brillar a los actores en escenas donde reinan como telón de fondo temas como “We are family” y “Gangnam Style”, conjunción que hacen de esta historia una sólida propuesta. Párrafo aparte para el impecable elenco conformado por la protagonista Renée Zellweger (Bridget) que volvió al ruedo hollywoodense del que se apartó tras obtener el Oscar como actriz de reparto en 2004 por Regreso a Cold Mountain (Cold Mountain, 2004). Su look, irreconocible, impactó a más de uno, sobre todo a quién le robó el corazón en su primera saga: Colin Firth (Mark Darcy) ¿Vivo? Sí, claro. Colin Firth en la ficción de Sharon Maguire es imprescindible, no sólo por tener ese don que lo llevó a ganar el Oscar a Mejor Actor en 2011 por su protagónico en El Discurso del Rey (The King´s Speech, 2010), sino porque tiene todo el perfil del eterno ex: correcto, nunca desaparece y ronda siempre en la cabeza de Bridget, quien ahora tiene un nuevo pretendiente que es todo lo contrario a Mark, como ella deseaba: Jack Qwant, encarnado por Patrick Dempsey, visto en películas como Día de los Enamorados (Valentine’s Day, 2010) y la serie Grey’s Anatomy. Este caballero, que será el tercero en discordia y también el posible padre del bebé, logra devolverle a esta historia a frescura que parecía haberse agotado en su segunda parte. Así son las cosas en el vertiginoso mundo de Bridget Jones, una comedia romántica que logra su objetivo principal: entretener. Pese a su eje (trillado) del triángulo amoroso, no supera la primera entrega. De todos modos, el reto de Sharon Maguire es válido y, en conjunción con la co-escritura del guión junto a Emma Thompson y Dan Mazer, consigue exitosamente escapar de la ficción original y superar con creces a su antecesora. Aquí redime al 100% la actitud de su personaje estrella con un aire fresco, superador y positivo, que permite dejar atrás una Bridget conservadora. Ahora bien… Esta nueva versión, ¿logrará cautivar nuevamente el corazón de su público? Esperemos que sí.
Faltaba el bebé. Allá por 2001 un personaje salido de un libro la rompió en el cine, se trataba de Bridget Jones, una inglesa que había pasado los treinta y cuya vida estaba bastante lejos del glamour de "Sex and the city"; era más bien una gordita algo torpe que no pegaba una y que en el amor la pasaba bastante mal. Esta versión más realista de una mujer soltera se convirtió en una de las comedias más taquilleras de aquel año, y para 2004 -tratando de continuar el éxito- derrapó con una forzada secuela, que no tenia la mitad de la gracia que la anterior, pero donde Bridget finalmente encontraba al amor de su vida. En esta tercera entrega han pasado unos diez años y Bridget parece haber alcanzado la madurez; ya no está gorda, su vida es mucho más saludable y alcanzó el trabajo de sus sueños. Todo parece combinar con la nueva cara de Renée Zellweger, pero como nada es perfecto al comienzo del filme Bridget cumple cuarenta y tres, y está sola. Luego de un par de noches de pasión -una con un desconocido y otra reincidiendo con Darcy- Bridget descubre que está embarazada, y aquí el eje de la comedia pasa a ser que ella no sabe cual de sus dos amantes es el padre de la criatura, lo que llevará a escenas graciosas, enredos y un trío donde nuevamente Bridget hará sus gracias, Darcy (Colin Firth) será el hombre correcto y acartonado, y Jack (Patrcik Dempsey) será el nuevo objeto de deseo, que hará dudar a la protagonista sin quedarse con el de siempre o arriesgarse a algo nuevo. La química entre Zellweger y Firth sigue funcionando de maravillas, Dempsey aporta mucha gracia a la historia, y Emma Thompson -quien también colaboró en el guión- como era de esperarse interpreta el mejor personaje del filme, una obstetra irónica que se ocupará de contener al trío de futuros padres. Con todo lo necesario para una comedia romántica clásica, Bridget Jones se alejó hace tiempo de la movida feminista, cerrando la historia de un modo muy correcto con un bebé gordito, como si ese fuera el objetivo de toda mujer, pero agregando algunos condimentos para que la historia no parezca tan correcta, como por ejemplo: que Bridget decide tener a su hijo sola y pasados los cuarenta, sigue saliendo con sus amigas y tratará de que su trabajo y su economía independiente no se vean afectadas por la maternidad. El bebé de Bridget Jones es un buen cierre para la historia, un final accesible a casi todo el público femenino, jugando para la tribuna, y alejándose para siempre de aquella solterona atípica del libro que Renée Zellweger interpretó tan bien, cuando engordó para la película, y sus expresiones podían verse en un rostro sin tanto botox.
Mujer soltera no busca, pero ¡encuentra! A mucha gente la sorprendió el anuncio de que se iba a realizar una tercera película sobre Bridget Jones –de hecho se anunció en el 2009 para comenzar a filmarse en 2010–, y seguramente más de uno se desayunó esta semana con el estreno del filme. La respuesta al porqué de la tercera parte tiene más que ver con la popularidad de la que goza este personaje en su tierra natal. Bridget Jones nació el 28 de febrero de 1995 en una columna que salía una vez por semana en el diario inglés “The Independent”. Escrita por la periodista Helen Fielding, trataba sobre lo que escribía en su diario íntimo Bridget Jones, una treintañera soltera de Londres que trataba de encontrarle el sentido a la vida y al amor con la “ayuda” de sus amigos. Fielding captó enseguida la esencia de la mujer profesional londinense –y porqué no de otras partes del mundo– y sus miedos, ansiedades, anhelos, esperanzas, sueños, de los años noventa. Rápidamente ganó muchísima popularidad y en 1996 se editó la novela: “El diario de Bridget Jones”. Después le siguieron “El diario de Bridget Jones: al borde de la razón”, en 1999, y “El diario de Bridget Jones: loca por él” en el 2013. En el 2001, Renée Zellweger le puso voz y rostro al personaje, y en el 2004 realizó la (pobre) secuela. “El bebé de Bridget Jones” no es una adaptación de la tercera novela, sino que se basa en un guión original escrito por Fielding y David Nicholls. En la trama a Bridget (Zellweger) no le terminó yendo bien la pareja que hacía con Mark Darcy (Colin Firth). Lo que parecía una historia que iba a durar para siempre terminó diluyéndose en la nada. En su día de cumpleaños número 43 se encuentra soltera nuevamente, sin ninguno de sus viejos amigos con los que pueda festejar y sola en su departamento. Decidida a no dejarse vencer nuevamente por la depresión y el pesimismo, se centra en su trabajo como productora de noticias y se permite hasta tener un fin de semana de locura en un festival de música. Allí conocerá a Jack (Patrick Dempsey), un norteamericano galante y encantador con quien tendrá una noche de sexo. Contenta con su nueva vida y actitud, el pasado de Bridget vuelve cuando se topa nuevamente con Mark una semana más tarde (y sí, se acuesta con él). El problema surge cuando descubre que está embarazada y no tiene ni la menor idea de cuál de los dos podría ser el padre. Buen retorno para esta saga que se ganó el título de ser la primera trilogía de una comedia romántica del nuevo milenio, y también de ser la única dirigida exclusivamente por mujeres –gracias a la vuelta de Sharon Maguire, que dirigió la primera–. “Al borde de la razón” no le había hecho mucha justicia a la frescura y originalidad del primer largometraje, y este filme está más a la altura. Tampoco tanto, eh. La película carece de ese fino, ácido y a veces brutal humor que tanto caracteriza a la comedia inglesa (tal vez se deba a que el guión pasó por muchas manos), y tiene como unos veinte minutos que le sobran. Los protagonistas están viejos, sí: la cara de Zellweger causa impresión, sí, pero una vez superadas esas impresiones se disfruta de esta comedia que refleja con algunos aciertos lo difícil de mantener las relaciones sentimentales en estos tiempos y la complejidad de convertirse en padres, entre otras cosas. Mención aparte para Emma Thompson y su pequeño papel como la doctora que atiende a Bridget –también participó como guionista–: brilla y luce su enorme talento en los pocos minutos que aparece en pantalla. Linda y sencilla apuesta para esta semana en los cines. Véanla con placer y sin ninguna culpa. Ficha técnica Título original: Bridget Jones’s Baby Duración: 122 minutos Origen: Irlanda/ Reino Unido/ Francia/ Estados Unidos Género: comedia-romance Director: Sharon Maguire Protagonistas: Renée Zellweger, Colin Firth, Patrick Dempsey, Emma Thompson, Jim Broadbent, Gemma Jones Calificación: sólo apta para mayores de 13 años Nuestra opinión: buena El problema para Bridget surge cuando descubre que está embarazada y no tiene ni la menor idea de cuál de los dos podría ser el padre.
El personaje de Bridget ya tiene 43 años y vuelve a la pantalla grande por tercera vez solo que en este regreso se encuentra embarazada. Ahora el conflicto es saber quién es el padre del bebé y con quien se quedará nuestra heroína. Contiene momentos divertidos, nostálgicos, un humor clásico, un triángulo amoroso y tres actores que tienen carisma. En esta tercera parte, el personaje de Hugh Grant ya no está y el nuevo rival es Dempsey. Dentro del elenco secundario que no desentona se encuentra Emma Thompson, quien está correcta y casi siempre rinde. Con algún toque a lo “Sex & the City”, el guión ya no resulta tan atractivo, resulta liviano y no está a la altura de la primera. Ideal para sus seguidores.
Bridget Jones vuelve con un bebé y media hora desopilante Pasan los años, pero algunas cosas no cambian para Bridget Jones; por ejemplo, festejar su cumpleaños numero 43 sola en su casa,y bastante borracha. Eso le sirve de señal de que necesita un poco de acción luego de demasiado tiempo de celibato, pero el resultado es demasiada acción. Luego del encuentro con un completo desconocido en un festival de rock y del reencuentro con un antiguo novio en un bautismo, Bridge descubre que está embarazada, sin saber cuál de los dos galanes es el padre. La primera media hora de "El bebé de Bridget Jones" es fabulosamente divertida, con una catarata de gags buenísimos uno tras otro, y en general bastante audaces dado el tono argumental necesario para que Bridget vuelva a las andadas. Además, está el velorio del personaje que hacía Hugh Grant en el primer film, que da lugar a chistes sin desperdicio. Pero esta tercera parte de la taquillera "El diario de Bridget Jones" no logra seguir esa intensidad cómica y se va apagando a medida que crece la panza de la protagonista. Lo que en realidad es entendible debido a que necesariamente el embarazo y el nacimiento de un bebé es un asunto más tierno. Esto no impide que la película siga siendo discretamente graciosa, y siempre muy bien actuada por Renee Zellweger y los posibles papás Colin Firth y Patrick Dempsey. Ahora, la que se luce es Emma Thompson como la doctora de Bridget que tiene que arreglarse para tratar a cada uno del dúo de progenitores como si fuera el auténtico padre.
Poco feliz cumpleaños. El bebé de Bridget JonesOtro año más que no salió como esperaba, otro año más de plantearse cambiar. Quince años después de la primer película Bridget logró avanzar en su carrera y tiene una vida bastante buena, pero sigue sintiéndo el mismo fracaso de siempre, algo que su madre se asegura de recordarle despertándola a las seis de la mañana el día su cumpleaños número 43 para hacerle saber que se le acaba el tiempo para ser madre. Como si el llamado tuviera poderes mágicos, en pocos días Bridget se reencuentra con su antigua pareja Mark Darcy (Colin Firth, o la representación gráfica del ser inglés) y conoce a un anónimo hombre durante un festival del que huye al despertar, obviamente para enterarse a las semanas que está embarazada. Su médica sitúa la concepción convenientemente en una fecha que deja a ambos hombres con la mitad de probabilidades de ser el padre y ella, temiendo que sea su última oportunidad de ser madre, se niega a hacer un estudio de ADN que ponga en riesgo el embarazo para optar por el comportamiento más adulto y responsable: decirle a ambos que está embarazada pero ocultarle la existencia del otro. Porque si la gente de las películas hiciera lo que hace la gente normal, no tendría ningún sentido. Otra secuela tardía: A esta altura no hay posibilidades de que El Bebé de Bridget Jones agarre a alguien de sorpresa en la sala, quien compre la entrada seguramente ya tiene una decisión tomada sobre lo que está por ver y no van a salir decepcionados. Renée Zellweger ya hace a Bridget Jones de memoria. Con toda naturalidad sigue alternando comentarios ácidos en voz alta con reflexiones internas depresivas, tomándose descansos ocasionales para cometer alguna torpeza fácilmente evitable que la avergüence en público. Y una vez más, está en la continua encrucijada de tener que optar entre el confiable pero aburrido abogado y un divertido billonario dispuesto a abandonar su vida de soledad, básicamente el personaje de Hugh Grant si hubiera vuelto para la tercera parte. Otra vez, si fuera realista la película se termina a la media hora pero había que hacerla durar lo suficiente como para poder volver a contar la parte de como Bridget hace de cuenta que es una mujer feminista e independiente pero en el fondo está buscando la primera oportunidad que pueda para cumplir con el mandato de casarse y ser madre para no sentirse un fracaso de persona. Hay que reconocer que eventualmente parece tomar un camino más maduro, pero el resto del tiempo es un tanto chocante verla comportarse como una adolescente a la vez que remarca a cada rato lo cerca de la obsolescencia que está, cuánto la tortura tener algunos kilos de más y principalmente que necesita tener un hombre al lado, poco importa cuál ni en que condiciones. Conclusión: No es sorpresa, El Bebé de Bridget Jones es lo mismo de siempre, con todo lo que eso implica. Quienes amen sentarse un domingo a la tarde frente a las anteriores tendrán un nuevo capítulo que agregar, antes de volver a empezar la secuencia. El resto ni se va a enterar que se estrenó.
Crítica emitida por radio.
VIEJOS TRUCOS, VIEJOS VOTOS Cuando nadie lo pedía, Bridget Jones volvió. O tal vez alguien lo pedía, y esa era Renée Zellweger para quien este personaje es una suerte de amuleto que puede devolverle la vida perdida a su adormilada carrera. La actriz se pone nuevamente en la piel del personaje más autoconsciente de la historia del cine: su voz en off siempre fue una clave en la franquicia, que funcionaba a la vez como voz de la conciencia de Bridget. Esa voz le marcaba los errores, incluso dialogaba con ella misma, la contradecía, y era material indispensable de la comedia. Era un recurso que aportaba cierta noción de intertextualidad en tiempos donde las redes sociales todavía no habían invadido la experiencia del día a día, por lo que el regreso de Bridget Jones a la pantalla debía asimilar aquellas cosas que modificaron el mapa de la sociedad y la cultura universal en estos 15 años. Ahí el primer gran desacierto de la película: salvo por unos hipsters ridículos que copan la producción del programa de televisión donde la protagonista trabaja, esta El bebé de Bridget Jones podría estar ambientada en 2001 que ni lo notaríamos. Como lo dice el título claramente, la tercera entrega trae la novedad del bebé. Y el bebé es, digamos, un MacGuffin que sirve para apuntalar la estructura que siempre ha apuntalado a las películas de Briget Jones: una estructura geométrica con forma de triángulo, el tironeo entre dos partes. La protagonista queda embarazada, pero como en pocas horas tuvo sexo con dos hombres, no hay certeza de quién puede ser el padre: entonces embauca a los dos haciéndoles creer que lo son, y uno de ellos no es otro más que el viejo (literal y metafórico) Darcy de Colin Firth, el amor de toda la vida. De ahí, el juego de enredos y equívocos a los que el personaje se somete por no decir la verdad de una. Porque la Jones podrá creérsela muy superada y moderna, pero sigue siendo una conservadora de campeonato que cree representar a la madre de las meretrices si confiesa haberse acostado con dos tipos. El nivel de osadía en los atrevimientos del personaje sigue teniendo ese tufillo de provocación para abuelas. Cuando hace ya década y media apareció el personaje de Bridget Jones en el cine (antes había sido fenómeno de ventas editorial), el mismo era presentado como una suerte de mujer moderna y liberal. Mentira, Bridget nunca lo fue. En verdad el personaje vino a representar un ala más autoconsciente del rol secundario de la mujer en la sociedad, ese que sólo se completa con la presencia de un otro y que no puede escapar a los mandatos sociales. La autoconsciencia la hacía un poco más simpática y divertida, pero en el fondo era una forma de disfrazar el conservadurismo de la propuesta: en el horizonte, está claro, Bridget quería casarse de blanco y formar una familia. En ese sentido esta tercera entrega es mucho más honesta: la protagonista ya pasó los cuarenta y lo que anda buscando es cómo paliar esa soledad en un presente donde la rodea gente de su edad y ocupada, o gente joven y demasiado imprevisible. El mayor acierto de El bebé de Bridget Jones, que cuenta con el regreso de Sharon Maguire en la dirección, es abordar algunos temas interesantes como las nuevas formas de afrontar la maternidad o la paternidad sin ponerse demasiado solemne o cursi. Pero el mayor problema es que no logra construir situaciones genuinamente graciosas alrededor de esta premisa, más que algunas donde se observa el oficio de un elenco que conoce las cuerdas básicas para invocar la risa: Emma Thompson haciendo un personaje muy divertido y de taquito, Patrick Dempsey con su galanteo patético, Firth con esa cara de culo patológica y la Zellweger recuperando el muestrario de mohines con el que alguna vez nos convenció de que tenía talento. Como verán, todos trucos viejos que hacen juego con una comedia que atrasa unos cuántos años, tanto formalmente como en los votos que cumple su personaje.
Las terceras partes pueden ser buenas La tercera entrega de la saga de Bridget Jones aporta toda la frescura que no tuvo la segunda parte. Renée Zellweger mantiene el encanto de siempre pero con la madurez de los cuarenta. Ya lo dijo Collin Firth (El Discurso del Rey): “El Bebé de Bridget Jones es divertida, un escape, un entretenimiento". Y es tal como lo expresa el británico que por tercera vez interpreta al parco Mark Darcy. El regreso de Bridget Jones es una bocanada de aire fresco en comparación al bajón que resultó la segunda parte de la saga, y la reaparición de Renée Zellweger en pantalla no pudo haber llegado en mejor momento (y con mejor proyecto). La actriz hacía seis años que no trabajaba y pasaron 15 desde que interpretó por primera vez al personaje creado por Helen Fielding, por lo que su aparición generaba el doble de expectativas que de por sí ya cargaba la cinta. Es que muchos se preguntaban, ¿era necesaria una tercera parte? Para Hugh Grant no, por lo que fue muerto en los primeros minutos, y en su lugar sumaron al apuesto Patrick Dempsey (Grey's Anatomy). Volver Si El Bebé de Bridget Jones merece ser vista es en gran medida por Renée Zellweger. Las supuestas cirugías que se hizo en los últimos tiempos y de las que ella prefiere no hablar, no lograron atenuar la gracia y ternura de sus gestos, que a la vez dejan ver a una bella mujer que ya pasó los cuarenta. Esta vuelta encuentra a la protagonista cumpliendo 43, separada de Darcy (que se volvió a casar), “con su peso ideal” y sin hijos. En lo profesional, es una exitosa productora televisiva que divide el tiempo entre sus amistades que ya tienen hijos y sus compañeras de trabajo, unas treintañeras en pleno uso de su soltería. En una salida alocada a un festival, Bridget conoce a un matemático y gurú del amor llamado Jack (Dempsey) y termina acostándose con él. Al tiempo se reencuentra con Mark, recientemente divorciado, y una charla deriva en una noche de pasión. Semanas después y test de por medio, Jones se entera que está embarazada. Pero, ¿quién es el padre del bebé? La protagonista, tan torpe y adorable como en 2001 pero más madura y segura, intentará hablar con los dos probables padres de su hijo, al tiempo que debe competir en su trabajo con un grupo de hípster que prefieren poner un gatito en pantalla a “algo serio”. A El Bebé de Bridget Jones le falta Daniel Cleaver (Hugh Grant), es cierto, pero Dempsey cumple, y una escena de su personaje con Bridget en la casa de ella hará morir de amor a los fans de las películas románticas. A la vez que los momentos en que Jones va a ver a su doctora (una genial Emma Thompson), serán algunos de los más divertidos. Puede que la película caiga en lugares comunes de a ratos y sea predecible, pero también sorprenderá con algunos pequeños giros y es muy disfrutable más allá del género del espectador y su edad.
Bridget quiere ser mamá y le pide ayuda a dos papis La saga de esta muchacha atolondrada, simpática, despistada, ingenua y perseverante, ha dado tela para cortara. Fue como se sabe un suceso periodístico antes de llegar al cine. Lleva la firma de Helen Fielding, que es aquí la co guionista. Y aunque jamás logró en la pantalla el respaldo popular que había obtenido el blog, logró al menos poner algo de novedad en los repetidos enfoques de una comedia costumbrista que transitaba por viejas recetas. Ahora vuelve. Tercera edición después de largo receso. Los sueños se han corrido porque el tiempo ha pasado. Bridget ya no sueña tanto con el amor sino con la maternidad. Renée Zelweger y Colin Firth encabezan. El tono es el mismo, entre ingenuo y atrevido. Y la historia seguirá suscitando más de una crítica encendida del feminismo, dolido por las andanzas de una representante que depende demasiado de los hombres y que sólo encuentra realización y destino junto a ellos. Y aquí el esquema se repite, aunque esta vez lo de la maternidad (que sigue siendo un mandato, para horror del feminismo) lleva a que Bridget no dude a la hora de irse a la cama con algún desconocido. Y entonces –esto es lo nuevo- como queda embarazada y no sabe quién de los dos últimos amantes puede ser el padre, decide llevar adelante su embarazo y poner sobre aviso a esos señores, un par de hombres obedientes, buenos, atildados, que son tan respetuosos que entre ellos surge un afecto. Es un atajo argumental tan forzado que n los actores creen lo que están haciendo Eso es todo lo que hay. Porque lo demás no tiene gracia. El diálogo es básico, las situaciones carecen de chispa, la Zellweger sigue apelando a sus mohines, Colin Firth luce más estirado que nunca, Dempsey es más una buena niñera que un amante. Y encima hay un par de situaciones que quieren ser jocosas(la caída en el barro; la secuencia del parto que vive ese trío imposible; lo del micrófono abierto en la TV) se alargan tanto que se malogran. ¿Habrá un cuarto capítulo con Bridget mamá?
La verdad, la verdad... no era necesaria una tercera película sobre Bridget Jones. Pero tampoco es necesario el alfajor, digamos, y uno lo come. Esta vez, entrada en la cuarentena y separada, la señorita Jones queda embarazada y no está segura -no puede estarlo- de quién es el padre: si su constante peor-es-nada interpretado por Colin Firth o el apuesto recién llegado que juega Patrick Dempsey. El tono irónico del personaje se mantiene, la mirada menos que glamorosa sobre lo que implica ser mujer en este mundo, también; y los intercambios con los dos partenaires funcionan porque Zellweger, una persona demasiado mal tratada en el universo cinematográfico sin que medien verdaderas razones, es una muy buena comediante. Eso es el dulce de leche del alfajor. La masa, sin embargo, es un poco insulsa y falta de inspiración, a veces carente de timing, especialmente cuando los personajes -después de todo, es cine- se mueven. Y la cobertura, esa moralina maternal que termina imperando, es un poco desabrida. Pero si uno tiene ganas de una golosina, cumple dignamente.
En el año 2001 Renee Zellewger protagonizaba “El diario de Bridget Jones”, ya todo un clásico de la comedia romántica, y empezaba a circular por el Olimpo de las elegidas, donde se establecía como la heredera natural de Meg Ryan, la nueva novia de América, camino que había empezado a construir con filmes como “Jerry Maguire” (1996), afianzado con “Irene, yo y mi otro yo” (2000). Pero era una antiheroína diferente, una mujer común, con un trabajo de exposición, si, pero sólo un trabajo, atrapada en la relación con dos hombres. Ese triangulo amoroso enfrentaba a dos antagonistas tan clásicos como eficientes: Daniel Cleaver (Hugh Grant) y Mark Darcy (Colin Firth), uno, mujeriego irreductible, el otro, un perfecto caballero ingles, respectivamente. Ella, por su lado, era hermosa, ingenua, inteligente, torpe, donde sus fallas eran lo que la presentaban casi como de irresistible encanto. Luego, y a partir del éxito de la primera, una segunda parte, “Bridget Jones, la edad de la razón” (2004), que si bien funcionaba, no llegaba a la altura de la original, sostenida a partir de las actuaciones y con final feliz, previsible y deseado, tanto por el personaje como por los espectadores. Esta tercera entrega muestra a una mujer entrada en su cuarta década de vida, soltera, sin hijos, con un mejor puesto en el mismo rubro laboral, pero insatisfecha y muy lejos de ser feliz. Por su parte Mark Darcy (Colin Firth), está casado, y hay un primer re-encuentro casi casual, en el velatorio de Daniel Cleaver, desaparecido en un accidente aéreo, al que asisten ambos. El cruce de miradas y las acciones de Bridget establecen por donde circulara la historia. Una clara repetición de formula, bastante gastada, como consecuencia de tal abuso, los gags, chistes, y otras ocurrencias, no producen un mínimo gesto que se asemeje a una sonrisa. No digamos risas. En una misma semana Bridget tendrá relaciones con Jack (Patrick Dempsey), un matemático yankee, extremadamente rico a partir de un sitio de internet de citas románticas, basadas en un determinado algoritmo, esto dicho pues esta característica es utilizada para la progresión narrativa. El otro no es otro que Mark, (que está tramitando su divorcio, por supuesto), tiempo después descubre que está embarazada. Ni idea de cuál de los dos es el padre, ergo conflicto y contrincantes establecidos, pero todo va a presentarse como demasiado repetido y extremadamente forzado. A esto se le sumara una sub-trama, instituida en la esfera laboral, poco desarrollada, bastante destejida, y escasamente eficaz. Lo mismo ocurre con el diseño de la banda de sonido, desde lo rigurosamente estructural, la voz en off de la protagonista, en aquello que escribe en su diario, o si se quiere sus propios pensamientos. Algo parecido sucede con la inclusión de temas musicales iconográficos, por momentos en sentido de intertextualidad, en otros como guiños humorísticos, lográndolo pocas veces a lo largo de la historia. Como en las anteriores entregas la estructura narrativa es tan clásica como el montaje y el diseño de producción, en estos rubros tampoco hay sorpresas. Lo mejor lo encontraremos en las actuaciones: Renee sale airosa de la prueba a la que es sometida, casi perversamente sostener esa frescura del personaje 15 años después, hasta que gracias a su talento termina siendo creíble; Colin Firth a esta altura establecido como un gran actor, capaz de sostener cualquier personaje, aunque a éste lo hace de memoria; Patrick Dempsey demuestra que fue falsamente catalogado como un simple galancito. A ellos se les suma, además de los anteriores personajes laterales, la genial Emma Thompson, interpretando a la Dra. Rawlings, una obstetra muy “sui generis” que esta más allá del bien y del mal, quien tiene a su cargo los únicos diálogos y momentos casi hilarantes. Pero en esta oportunidad, todo esto no alcanza para rescatarlo del hundimiento irremediable.
Una historia de película "El diario de Bridget Jones" inició una saga que llega a su fin con "El bebé de Bridget Jones". El personaje interpretado por Renée Zellweger atraviesa con este filme todas las etapas y las crisis que comenzaron con una chica con algo de sobrepeso e inseguridad, pero que enfrentaba con humor todas los conflictos del tiempo y la edad. De manera coherente así es hasta el final, con una actriz que sabe interpretar las transformaciones físicos y de comportamiento de los 43 años que tiene en la actualidad, la urgencia del reloj biológico y una soltería que amenaza con hacerse crónica. Como lo indica el título, no hay ambigüedad en cuanto al núcleo del argumento. Después de pasar un frustrante cumpleaños en soledad, con mucha actitud Bridget decide enfrentar la realidad y dedicarse a partir de ahora a una vida de hedonismo mientras disfruta de su exitosa carrera como productora de televisión. En la primera salida de esta nueva etapa va a una fiesta y tiene sexo ocasional con el personaje que interpreta Patrick Dempsey. Pocos días después se reencuentra con su ex Mark Darcy, a cargo de Colin Firth. Cuando un embarazo se confirma, Bridget no sabe quién es el padre, y sobre la resolución de ese enredo gira toda la película. Aunque el filme tiene el mérito de apostar por la independencia femenina y la posibilidad de llevar adelante sola un embarazo, su resolución se ajusta a la comedia romántica más convencional aunque conserva el humor y la ironía originales, esta vez con el aporte de Emma Thompson en el guión. El paso de los años también afecta a parte del elenco. Firth, fiel a su personaje de personalidad reservada, dice con cierto desgano sus líneas de caballero herido, mientras Dempsey, da con el perfil de seductor.
Bridget volvió en muy buena forma Bridget Jones ¿celebra? sus 43 años en absoluta soledad. Sopla una velita, se emborracha, canta a los gritos y recrea aquella escena inaugural -de la que pasaron ya 15 años- cuando se metió en los corazones montada a un adorable y circunstancial patetismo. Porque el de Bridget no deja de ser un cuento de hadas, moderno, deliciosamente guarango y 2.0, pero cuento de hadas al fin. Ya quisiera cualquier chica sentirse tironeada por Colin Firth, Hugh Grant y, bienvenido al club, Patrick Dempsey. El sufrimiento de Bridget siempre será pasajero y desde ese código construye sus desventuras. La comedia romántica tiene leyes que más vale no modificar, Hay buenas noticias en esta tercera entrega de la saga. El regreso a la dirección de Sharon Maguire, por ejemplo, bajada del barco en aquella fallida secuela de 2004. Maguire sabe cómo y por dónde debe transitar Bridget para que la empatía que genera funcione a pleno. Y hay además una historia atractiva, escrita a seis manos y con la participación clave de Helen Fielding, autora de la novela original. Pero la que inclina definitivamente la balanza es Renée Zellweger, cuya carrera había colapsado y recupera este papel -su papel- con un gustito a revancha en cada plano. Muy bien por ella, Resulta que Bridget quedó embarazada y no está segura de quién es el padre. Tuvo encuentros ocasionales con el omnipresente Darcy (Firth) y con el millonario Jack (Dempsey). Se establece entonces un juego de tres, y a su alrededor gira un universo de personajes secundarios que le ponen el mejor sabor a la historia. Sarah Solemani y Emma Thompson (que integra también el equipo de guionistas) rayan alto en este rubro. Hay gags buenísimos y otros demasiado transitados. Riesgos que se corren cuando la película es muy larga (dos horas) y la anécdota no da para tanto. Entre postales de Londres y una banda de sonido plagada de hits poperos de ayer y de hoy, Bridget hace lo suyo. Pone caritas, tropieza, se ahoga en un vaso de agua y hace el ridículo, pero sabe que siempre habrá un príncipe listo para rescatarla.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
En El bebé de Bridget Jones falta todo lo que estaba bien en la primera película: la química del trío amoroso, la gracia de Renée Zellweger, el timing para los chistes, el montaje preciso y justo, Hugh Grant. De eso apenas quedan algunas convenciones obligadas de la comedia romántica que funcionan poco o mal. Bridget, que revive el drama de su soltería a los cuarenta, queda reducida apenas a un personaje torpe, tonto y se convierte en fuente recurrente de gags tipo slapstick con caídas en el barro o en blanco de burlas y maldades en general. Colin Firth, en cambio, mantiene en perfecto estado a su Mr. Darcy y hasta lo mejora. Patrick Dempsey cumple en su papel algo deslucido de norteamericano ventajero. La película en general es anodina y sin sobresaltos, todo parece más o menos automático, como si la directora suscribiera a los lugares comunes mínimos del género sin preocuparse demasiado por el espesor de sus personajes: triángulo amoroso, equívocos, error de la mujer, rivalidad entre los candidatos, idas y vueltas, indecisión de ella, uno de los dos se revela como el hombre correcto. En el medio de todo eso, chistes. La potencia de la fórmula por sobre cualquier otra cosa. Lo curioso es la manera en que la película toca la cuestión de la femeneidad: por un lado, el guion, en un inesperado gesto de incorrección política, se ríe abiertamente de una marcha de mujeres haciendo que Colin Firth cargue a Bridget embarazada, con “Up Where We Belong” sonando de fondo, en dirección opuesta a la que se dirigen las manifestantes exaltadas con sus pancartas. Después, los familiares y amigos que llegan al hospital se refieren despectivamente a la manifestación y sus reclamos (que una película argentina hiciera eso, sobre todo en tiempos de Ni una menos, sería algo intolerable). La incorrección sigue con la campaña política de la madre y sus eslóganes xenófobos. Al par de todo eso, la película no necesita sobreactuar su evidente feminismo: Bridget, una mujer fuerte a pesar de sus despistes, es la que debe decidir con qué hombre se queda, mientras que los dos revolotean alrededor suyo a la espera de un veredicto favorable. Es curioso que algunas críticas señalen una supuesta mirada machista en el hecho de que Bridget quiera conocer cuál de los dos es el padre de su hijo, ya que la película muestra algo bien diferente: una mujer con el poder de elegir al macho que mejor le parezca. Pero, felizmente, el interés de la película corre por el lado del humor y del romance y no por el canal aburrido de la cuestión de género. La comedia romántica, incluso cuando se trata de una película con problemas como El bebé de Bridget Jones, obliga al cine a pensar rápido, a hacer mover a los personajes, las velocidades del amor requieren de una agilidad que se lleva mal con los comentarios serios acerca del “lugar de la mujer en la sociedad”. Basta con ver a la ginécologa: entra y sale de escena en cuestión de segundos, casi sin ser vista, sus líneas son breves y punzantes, llenas de una maldad solo equiparable a la inteligencia actoral de Emma Thompson, cuya médica oficia abiertamente de voz moral de la película.
Una buena vuelta inesperada Vuelve nuestra solterona favorita y lo hace bastante mejor de lo que hubiéramos imaginado. La verdad es que cuando se anunció que habría una nueva secuela de Bridget Jones y que encima sería acerca de nuestra protagonista convirtiéndose en madre, la alarma de "derrumbe de franquicia" se activó muy fuerte. Sinceramente, ¿cuántos le tenían fe? Bravo por la directora británica Sharon Maguire que retorna al control de su fenómeno y lo vuelve a poner en un lugar respetable. En esta tercera parte Bridget (una renovada Renée Zellweger) está soltera nuevamente luego de separarse de Mark Darcy (Colin Firth) pero con una carrera profesional mucho más encaminada y estable que en las entregas anteriores (punto para Maguire). En un fin de semana de locura junto a una nueva amiga, Miranda, conoce y se encama con Jack (Patrick Dempsey), un gurú americano de las citas online. Al otro fin de semana, se reencuentra con su antiguo amor, Mark Darcy, y también tiene una noche loca. ¿El resultado? Un embarazo sorpresivo y pocas pistas acerca de quien de los dos pueda ser el padre. Como se imaginarán esto desata una maraña de inconvenientes para Bridget que aún tiene poco manejo de las situaciones delicadas y se producen las secuencias más divertidas y locas, a puro estilo Bridget Jones. Para resaltar en primer lugar a una Renée Zellweger que más allá de estar media alejada de las grandes pantallas, tiene el mismo carisma de siempre y conoce su personaje como nadie más puede hacerlo. En segundo lugar, la química entre ella y Colin Firth es realmente buena. Nos creemos todo! Que se aman y que tienen que estar juntos. Eso es difícil de construir hoy en día en el cine. Ellos lo logran. Por último, siempre es bueno volver a ver a personajes que queremos como los amigos de Bridget, Shazzer, Jude y Tom, o a sus padres. Se suman algunos personajes nuevos como el de Jack (Dempsey), tercero en discordia, el de Miranda (Sarah Solemani), amiga y conductora de un noticiero que produce Bridget y la Dra. Rawlings (Emma Thompson), ginecóloga de nuestra protagonista. Una gran vuelta de Bridget y seguramente el cierre de la historia, al menos por un tiempo (espero). A los fans del personaje les va a gustar mucho y puede que se embolse algún que otro adepto más.