Basada en la novela homónima del celebrado autor alemán Ferdinand von Schirach, el último film del realizador bávaro Marco Kreuzpaintner narra un juicio por un resonante asesinato que se convierte en una búsqueda de la verdad para un joven abogado defensor que necesita entender las causas del crimen para comprender qué impulsó al hombre a cometer el brutal homicidio. Elyas M’Barek interpreta a Kaspar Leinen, un joven abogado defensor con raíces turcas que tras ser asignado para la defensa de un hombre acusado de asesinato se entera de que la víctima del crimen es Hans Meyer, el presidente de una importante compañía industrial alemana, padrino y patrocinador de sus estudios legales. El caso se convierte en una cuestión personal para Leinen, que se reencuentra debido a esta situación con la nieta de Meyer, Johanna (Alexandra Maria Lara), con la que tuvo una relación amorosa cuando eran adolescentes. El reencuentro revive la pasión con la mujer que debe hacerse cargo de los asuntos corporativos de la empresa dirigida por su abuelo, y las cuestiones legales se mezclan con los sentimientos. Durante el juicio Leinen rememora un capítulo de su niñez que rápidamente relaciona con el arma homicida, y la investigación lleva al abogado a investigar un crimen de lesa humanidad ocurrido en un pequeño pueblo de Italia durante la Segunda Guerra Mundial que se relaciona con el asesinato. El Caso Collini (Der Fall Collini, 2019) es un film vertiginoso que indaga en la culpa alemana ante los crímenes nazis cometidos durante el conflicto mundial y hace hincapié en cuestiones legales con la finalidad de exponer un episodio histórico ominoso ocurrido a fines de la década del sesenta, un cambio en el estatuto legal de los crímenes de guerra y de lesa humanidad que permitió la nulidad de los procesos contra los genocidas nazis en la República Federal de Alemania a partir de 1969. El film es completamente fiel a la novela de Ferdinard von Schirach incluso en sus flashbacks, diálogos y escenas, tiene excelentes actuaciones de un elenco que se destaca por la presencia de Franco Nero como Fabrizio Collini, el acusado, en un papel taciturno. La película es representativa de un cine alemán más interesado en la forma que en el contenido, representación que responde a los nuevos cánones industriales y a una mirada del mundo globalizada y estandarizada, lo que a postre genera una sensación de artificialidad. Lo mejor del film es la denuncia de los crímenes nacionalsocialistas en Italia y el manejo de los protocolos jurídicos mientras que el estilo aséptico de la narración cinematográfica solo produce extrañamiento ante el caso en lugar de la empatía que el protagonista y su abogado defensor deberían generar. Marco Kreuzpaintner logra en El Caso Collini una obra correcta producto de un guión respetuoso de Christian Zübert, Robert Gold y Jens-Frederik Otto que se ciñe a la novela original para aprovechar las excelentes reconstrucciones de los procesos jurídicos que caracterizan la narrativa de Ferdinand von Schirach, un autor que también es abogado, profesión que ejerció antes de convertirse en un exitoso escritor traducido a más de treinta idiomas.
Basada en la novela homónima de Ferdinand von Schrirach, jurista y escritor alemán, y luego de su paso por el Festival de Cine Alemán hace dos años, se estrena finalmente en nuestras salas el drama judicial titulado «El Caso Collini», el cual se centra en el primer caso de Caspar Leinen, un abogado defensor, que deberá representar a Fabrizio Collini, un ciudadano italiano acusado de matar al empresario alemán Hans Meyer. El caso parece sumamente sencillo, sin embargo Leinen pondrá todo su esfuerzo y habilidades a disposición para descubrir qué se esconde detrás de la motivación de su cliente, a pesar de estar sentimentalmente involucrado con la familia de la víctima. «El Caso Collini» se va a centrar por un lado en el juicio y en la investigación alrededor del caso, ya que el cliente se rehúsa a hablar con su abogado y este deberá hacer su tarea si quiere reducir su pena, y, por el otro, se recurre a los flashbacks para contextualizar la vida del protagonista y la de otros personajes relacionados. Por momentos algunos flashbacks y diálogos terminan brindándonos la misma información, algo un poco innecesario, que solamente con uno u otro hubiera sido suficiente para generar un impacto mayor. Uno de los mejores puntos del film es su tono de suspenso y de misterio. Durante la mayor parte de la historia el espectador se preguntará por qué Collini hizo lo que hizo, cuáles son las motivaciones que lo llevaron hasta un límite. Si se llega a ver la película sin ninguna información previa, la trama se volverá totalmente impredecible y nos ofrecerá buenos giros dramáticos que aumentarán la sorpresa. Si, en cambio, se lee alguna sinopsis extendida, uno puede saber ya lo que ocurrirá, sin embargo la historia está bien ejecutada de manera que nos ofrecerá un buen resultado. Asimismo, tenemos algunos momentos más relajados y otros hasta incluso graciosos, muchos de ellos provenientes de la inexperiencia del protagonista. Se abordan muchas cuestiones relacionadas a la sociedad alemana y a su historia, como también se toman el tiempo para ahondar en la Justicia, las leyes y su confección. La película, al igual que el libro suponemos, busca reflexionar y generar una crítica al respecto, haciendo despertar al público. Buena parte de la carga dramática está puesta en la interpretación de su elenco. El protagonista es Elyas M’Barek, quien logra transmitir de buena manera su inexperiencia, sus ganas, su esfuerzo y su conflicto interno que, por un lado, quiere dar todo por su cliente, pero por el otro, eso significará abrir ciertas puertas del pasado no muy agradables y que podrán lastimar a muchas personas queridas. Sin embargo, nos quedamos principalmente con la actuación de Franco Nero, quien se pone en la piel de Collini y que casi sin diálogo nos regala una maravillosa interpretación a través de un rostro totalmente expresivo a pesar de que intente no mostrar ningún tipo de sentimiento. A medida que va avanzando el relato, el personaje se va soltando cada vez más y transformándose. También podemos destacar a Heiner Lauterbach, el abogado defensor y ex profesor de Leinen, con aires de superioridad y que subestimará a su alumno. En síntesis, si bien «El Caso Collini» apela a varios lugares comunes dentro del género y a veces cae en la sobre explicación, logra atraparnos gracias a una historia llena de suspenso, con personajes misteriosos que no quieren revelar su pasado y la constante búsqueda de la verdad que lleva adelante el protagonista. Con buenas interpretaciones, un clima tenso y una atinada crítica social, la película consigue cumplir con lo que se propone.
El caso Collini transcurre en el año 2001 y está basado libremente en un caso judicial similar, aunque los personajes principales y sus nombres son otros. Apela frecuentemente a flashbacks de dos periodos anteriores, que van arrojando luz sobre el tema central de la trama: la búsqueda del motivo de un crimen. Es este el evento con que se inicia el film, cuando un hombre mayor consigue, fingiendo ser periodista, ingresar a la oficina de Hans Meyer (Manfred Zapatka), un rico propietario berlinés, dueño de la Meyer Machine Fabrik. El desconocido le descarga tres balazos y se ensaña aún más pisoteando la cabeza de la víctima fallecida. Es detenido y puesto al servicio de la justicia alemana, que designa de oficio a un defensor público. Este resulta ser un joven abogado turco recibido hace tres meses, Caspar Leinen (Elyas M’Barek), recomendado por su profesor de derecho penal, Dr. Richard Mattinger (Heiner Lauterbach). Pronto se verá que la elección no es casual, ya que además el joven letrado conocía a la víctima desde pequeño, al ser amigo de Philipp, nieto de Meyer, y su hermana Johanna (Alexandra Maria Lara, la secretaria de Hitler en La caída). Ocurre también que Mattinger resulta ser el abogado civil de la firma. En uno de tantos flashbacks se comprobará que tanto Philipp como sus padres fallecieron en un accidente de auto. Johanna intentara disuadir a Caspar, recordándole cómo su abuelo fue generoso con él al alentarlo y apoyarlo para que termine sus estudios. Pero el joven abogado se resiste, al haberse ya comprometido con la Justicia en el que será además su primer caso legal. La historia pega un giro crucial cuando Caspar conoce a su defendido Fabrizio Collini (una gran interpretación de Franco Nero), un italiano residente en Alemania desde hace más de treinta años que se niega a declarar. El abogado visita la morgue y por consulta con una experta en balística comprueba que el arma asesina es una rara pistola (Walter P38) que ya no se usa y que data de unas cuantas décadas atrás. Con el juicio ya iniciado, pide a la jueza una prórroga de una semana que, si bien rompe las reglas jurídicas, ella acepta, aunque reduciendo el plazo a cuatro días. Es allí cuando la película cambia de ritmo y se transforma en una carrera contra el reloj, llevándolo por un lado a Frankfurt, donde reside su padre librero. A este le pide que lo ayude consultando una extensa documentación legal que tiene que ver con una decisión de la República Federal de Alemania de 1968, sobre crímenes de guerra y prescripciones. Por el otro lado viaja a Toscana, más precisamente a Montecatini (cerca de Pisa), donde vivía Collini. Lo acompaña una bonita joven italiana que Caspar conoció en un delivery de pizzería, y que además de traductora se convierte en su ocasional compañera. El exitoso viaje le permitirá aportar un muy valioso testigo cuando se reanude el juicio en Berlín. El gran interés de El caso Collini radica en que alude al nazismo desde una óptica muy diversa de la más habitual, ligada al Holocausto. Recuerda un poco por su temática a Anthropoid, un film del inglés Sean Ellis (coproducción con la República Checa), que fue curiosamente presentado por una distribuidora major y que sólo vieron en Argentina unas seis mil personas. Pero a diferencia de la recién mencionada, la que ahora se estrena no se contenta con ser un film histórico ya que agrega una importante cuota de misterio, que se irá develando a lo largo de dos horas bien justificadas.
Atención: esta crítica contiene spoilers En 1968, veintitrés años después de concluida la Segunda Guerra Mundial, se promulgó en Alemania la Ley Dreher, que prescribía los crímenes de guerra que no hubieran sido cometidos por las más altas autoridades del nazismo. Algo semejante a la Ley de Obediencia Debida decretada en 1987 en Argentina. La peculiaridad de la ley alemana era que el propio Eduard Dreher, su cerebro, había sido criminal de guerra, tanto como muchos de sus pares del Ministerio de Justicia, con lo cual el dictamen les servía para autoamnistiarse. Esa realidad histórica es la base de El caso Collini, elegida para inaugurar la edición 2020 del Festival de Cine Alemán, que este año se celebra online. A dos caballos entre el drama judicial y el thriller político, la película dirigida por Marco Kreuzpaintner –basada en la novela homónima, escrita por el abogado Ferdinand Von Schirach– ficcionaliza a partir del hecho probado de que durante los años de posguerra altos dignatarios austríacos y alemanes lograron “borrar” su pasado nazi, con la complicidad de los círculos de poder. Allí está sin ir más lejos el caso de Kurt Waldheim, Secretario General de la ONU entre 1972 y 1981, de quien cinco años después de abandonar el cargo se comprobó que había sido oficial de la Wehrmacht en Grecia y Yugoslavia. Algo que difícilmente la crema de la política y la diplomacia internacionales pudiera ignorar. Ahora la ficción. En 2001, un ciudadano italiano largamente radicado en Alemania, Fabrizio Collini, ejecuta en ese país al todopoderoso dueño de una corporación, Jean-Baptiste Meyer, condecorado por el Estado alemán con la Medalla al Mérito. Lo hace con la suficiente brutalidad como para hacerle saltar a patadas el ojo izquierdo, después de haberlo eliminado con tres disparos. El septuagenario Collini es arrestado de inmediato, y mientras la policía averigua si se trató de un atentado político con cómplices se le asigna un defensor de oficio. El defensor es un joven de ascendencia turca llamado Caspar, recién recibido en la Facultad. Frente a él el fiscal, viejo tiburón de los estrados, de esos que no pierden un juicio. Todo parece ir camino de la condena a perpetua para el asesino, a quien todas las pruebas incriminan y que para peor se niega a hablar ni una palabra con su abogado. Hasta que éste descubre que el arma homicida es una Walther, la preferida por los SS, en desuso desde hace décadas. Eso lo lleva a remontarse al nazismo, desenredando un hilo hasta entonces cuidadosamente atado. El caso Collini, que llama la atención que no haya sido producida por Netflix, es una de esas películas que ponen por delante la “importancia” de su tema, permitiéndose abordarlo con las más meneadas triquiñuelas narrativas. No hace falta haber visto demasiados thrillers para advertir que si la víctima aparece como el sujeto más irreprochable del mundo y todo condena al victimario, el curso de la investigación llevará a que el tablero se dé vuelta. Otro tanto con respecto al desbalance entre el abogado defensor –“turco” e inexperto– y el fiscal, leyenda viviente de los tribunales. Basta que aparezca en escena la nieta del asesinado, ahora a cargo de la corporación, y que nos enteremos de su previa relación con el abogado, para sospechar que de aquellas cenizas brotará algún fuego (aunque aquí hay una trampita, que ya se develará). Por las dudas que ese interés amoroso no se revele suficiente, una noche en que el abogado va a comprar una pizza conoce a la delivery girl del boliche, una rubia con look de top model que justo por casualidad estudia Derecho y entonces puede ser que acompañe a Caspar en su investigación. Como además es italiana y la investigación conduce a Caspar a Montecatini, qué mejor que llevarla como intérprete. Como en otra película de tema semejante (Remember, de Atom Egoyan), con tal de que todas las piezas encastren se retuerce la trama sin reparar en verosímiles. Resulta ser que el abogado defensor no sólo conoce a la víctima sino que fue criado por él, en un gesto de magnanimidad que parecería honrarlo. El motivo de la adopción de Caspar por parte de Meyer es intempestivo: el anciano lo habría hecho porque un día él y su muy rubio nieto se cruzaron con el futuro abogado y su madre a la vera de un río. Circunstancia en la que el chiquilín les escupió a ambos tremendo insulto racista. Para reparar el atropello el millonario no sólo obliga al nieto a pedir disculpas, sino que de paso adopta al niño deshonrado, que así conoce a la nieta de su benefactor y… bueno. ¿Puede creerse que, por mucho que necesite trabajar, Caspar acepte defender al hombre que asesinó a su abuelo adoptivo? Si lo que quiere el guion es destapar la olla de los crímenes nazis, su absolución y su dilución en el presente de la sociedad alemana, ¿era necesario que además el protagonista cayera de su inocencia en relación con la figura paterna sustituta? Acumulativa, la trama de El caso Collini suma lo íntimo a lo político, lo racial a lo amoroso, lo familiar a lo público, lo ético a lo jurídico. Para que el hilo de las paternidades termine de cerrar, Caspar se reencuentra “de casualidad” con su padre biológico, a quien desde hace décadas había dejado de ver, se supone que porque abusó de la inocencia de su madre. Y tanto como para ponerle el moño al paquete, el reencuentro representa para Caspar la inversión exacta de lo que sucede con su querido abuelo falso. Si es que un poco de amabilidad exime de un abuso. Que Caspar sea hijo de madre turca tiene más sentido, como palanca para sugerir que la sociedad alemana de hoy es tan racista como la de antes. Sin embargo y más allá de que en un momento la nieta de Meyer muestra la hilacha racial, las burlas que recibe Caspar tienen más que ver con su inexperiencia profesional que con su color de piel. Ahora bien, las cartas bravas que El caso Collini se juega en términos temáticos (en términos formales no se juega ninguna) son dos: la indulgencia con la que durante décadas la Alemania de posguerra juzgó los crímenes del nazismo y el dilema cívico y moral que representa el ajusticiamiento por mano propia. Antes que nada, una aclaración. Creo que una película debe justificarse a sí misma, no por los “temas” que trate. Pero también creo que hay películas malas que, al abordar temas que no están en la agenda mediática diaria, cumplen una función informativa. Éste puede ser el caso: yo no había oído hablar de la Ley Dreher hasta el momento que vi El caso Collini, y la película me llevó a Wikipedia (donde llamativamente no hay una entrada dedicada a esa ley) y después a Google, donde encontré un par de referencias más bien indirectas. Me enteré de que todavía a fines de la década del 60 el Ministerio de Justicia alemán estaba superpoblado de ex nazis, algunos incluso ex SS, y confirmé que la justicia de ese país fue, y todavía es, lo que se dice perezosa para la investigación y condena de los crímenes nazis. O sea que para algo me sirvió ver El caso Collini. En cuanto a la espinosa cuestión de la justicia por mano propia, en su resolución la historia, narrada hasta entonces por Caspar Leinen, es vista desde el punto de vista del acusado, que pasa de victimario a víctima. Esto lo pone, ante los ojos del espectador, como justiciero. Aquí surgen dos asuntos discutibles, uno en torno de la construcción de la historia y el otro externo a ella. El primero es que el asesinato de Meyer a manos de Collini tiene lugar en 2001, y al comienzo se aclara que el segundo de ellos vive en Alemania desde hace treinta años. Esto es desde comienzos de los 70. Teniendo en cuenta que la Ley Dreher se sancionó en 1968, puede entenderse que en ese momento Collini no haya recurrido a la justicia, que en buena medida estaba manejada por ex nazis. Pero se supone que en el 2001 ya no era así. ¿No tenía entonces el homicida una vía legal, que lo abstuviera de recurrir a la mano propia? Haciendo abstracción de la situación y suponiendo que no la tuviera, queda obviamente a cargo de cada espectador juzgar si el tipo hizo bien o no. Más claro está que de la manera en que la película presenta las cosas se induce a tildar el primer casillero. Nota al pie: Collini es interpretado por Franco Nero, “el cowboy de los ojos celestes”, sobreviviente del spaghetti western y las coproducciones europeas berretas de los años 70, a quien podría decírsele lo mismo que le dicen a Snake Plissken todos los que se lo cruzan en Fuga de Nueva York: “pensé que habías muerto”.
Este jueves llega El Caso Collini, la película basada en la novela homónima de Ferdinand von Schirach. Ambientada en Berlín de 2001, sigue a un abogado llamado Caspar Leinen que acaba de salir de la universidad y que afronta su primer caso complejo: debe defender a Fabrizio Collini, un italiano que es acusado de asesinar al magnate alemán Hans Meyer. Pero eso no es todo porque el hombre que ha muerto es, nada menos, que su mayor mentor y referente de la infancia. Marco Kreuzpaintner es el encargado de dirigir esta pieza alemana que va más allá de la típica historia en la que se busca al asesino. Está claro quién cometió el brutal crimen, pero no sus motivos. Y desentrañar esa verdad y conspiración judicial puede cambiar por completo la vida de muchos de los personajes. Elyas M’Barek, Franco Nero, Manred Zapatka, Alexandra Maria Lara y Heiner Lauterbach son los encargados de ejecutar el guion escrito por Jens-Frederik Otto, Robert Gold y Christian Zübert. Las impecables actuaciones son el atractivo fundamental y sólido de la cinta en la que se presenta una historia interesante que involucra la historia del país y la Segunda Guerra Mundial, además de que lleva un buen ritmo que consigue que durante 2 horas (y en un idioma poco familiar para nosotros) se mantenga el misterio y la tensión hasta el final. No es la primera vez que se aborda la temática asesinos-abogados en el cine. Sin embargo, El Caso Collini le da una segunda vuelta y consigue un producto convincente y entretenido. Dirección: Marco Kreuzpaintner Guion: Robert Gold, Jens-Frederik Otto, Christian Zübert. Novela: Ferdinand von Schirach Música: Ben Lukas Boysen Fotografía: Jakub Bejnarowicz DATOS TÉCNICOS Año: 2019 Duración: 123 min. País: Alemania
Estreno en salas. Dura lex sed lex”, la ley es dura pero es la ley, la sentencia en latín es una de las tantas que se aprenden leyendo derecho romano en el primer año de la carrera. Pero después los hechos, la historia o la propia experiencia hace que uno entienda que una cosa es la ley y otra la justicia. Ese es el camino que El caso Collini le hace recorrer a Caspar Leinen (Elyas M’Barek), un joven abogado que a tres meses de recibirse es llamado por sus jefes para que se encargue de defender al culpable de un asesinato que ni siquiera hay que investigar. La película empieza en el año 2001, con Fabrizzio Collini (Franco Nero) entrando a una habitación de un hotel para encontrarse con el señor Jean-Baptiste Meyer (Manfred Zapatka). Se escuchan unos disparos, se ve salir a Collini y sentarse tranquilamente en el hall con los zapatos enchastrados de sangre. Es decir, de entrada el abogado defensor se encuentra atrapado por un problema. Meyer era conocido suyo, bueno era mucho más que conocido porque el inexperto Caspar Leinen fue apadrinado desde niño por Meyer, que era un hombre muy poderoso. No vamos a arruinarles la historia pero digamos que por un momento, parece bastante difícil que Collini vaya a ser defendido de manera eficiente por alguien que terminó su carrera universitaria gracias a la víctima. Pero los abogados no se pueden hacer estas preguntas si quieren ser buenos en lo suyo. Para agregarle complejidad a la historia, la familia Meyer pone como querellante a un profesor que es una estrella de la justicia alemana y que tuvo al joven abogado defensor como alumno. Collini no abre la boca, no parece interesado en ser defendido y la familia Meyer pone en marcha todo un operativo para que el juicio se termine rápido, porque Meyer es un personaje importante de Alemania y hay intereses comerciales en las empresas de la familia que dirige la hija del hombre asesinado. Por supuesto, el abogado de Collini y la hija del muerto se conocen y tienen una relación bastante profunda. Pero el novel abogado decide investigar pese a todo, porque las presiones que recibe le molestan y sospecha que hay algo turbio que nadie quiere develar. La sospecha es acertada y buscando las razones por las cuales Collini asesinó a Meyer, hay que viajar al pasado. El origen de la historia está en Montecatini, cuando durante la Segunda Guerra Mundial Italia formaba parte de lo que se llamó El Eje (Alemania, Italia y Japón). Después de un buen tramo de intrigas, el juicio empieza a complicarse porque el abogado defensor comienza a investigar y a encontrar pistas de la historia que terminó con un hombre ejecutando a otro en un hotel lujoso. El tema de la película entonces aparece en serio y es nada menos que el pasado, qué hacemos con él y qué hizo Alemania con sus criminales de guerra. Es en ese momento en que El caso Collini se vuelve extrañamente cercana para un espectador argentino. El libro de Ferdinand von Schirach fue un best seller y la película le hace justicia. Es posible que algunos trucos de la trama y algunas situaciones parezcan demasiado convenientes y funcionales a la historia, pero el trabajo de Franco Nero y el debate jurídico que se desata en el salón donde se lleva adelante el juicio son dos razones poderosas para que el espectador se sienta atraído por el relato y se quede pensando, que no es poco en estos tiempos. EL CASO COLLINI The Collini Case. Alemania, 2019. Dirección: Marco Kreuzpaintner. Intérpretes: Elyas M’Barek, Franco Nero, Alexandra Maria Lara y Heiner Lauterbach. Guion: Christian Zübert, Robert Gold y Jens-Frederik Otto, basado en la novela de Ferdinand von Schirach. Música: Ben Lukas Boysen. Fotografía: Jakub Bejnarowicz. Edición: Johannes Hubrich. Distribuidora: CDI Films. Duración: 123 minutos.
Con Franco Nero, la razón del mal La película apertura del 20 Festival de Cine Alemán está basada en el libro homónimo de Ferdinand von Schirach que estremeció a la sociedad alemana en el año 2011. El caso está resuelto en la primera escena. Aunque no vemos exactamente lo sucedido queda claro que Fabrizio Collini (Franco Nero) asesinó a sangre fría a Jean-Baptiste Meyer (Manfred Zapatka). Pero la intriga de la película no está en saber quién cometió el crimen sino en porqué lo hizo. Averiguarlo será tarea del joven e inexperto abogado defensor (Elyas M'Barek) que tiene la difícil tarea de extraer información del parco Collini (genial actuación del protagonista de Django). Como buen cine clásico la cosa se complica cuando, luego de tomar el caso, el protagonista descubre que la persona asesinada es su tutor, el amable y respetado hombre que se hizo cargo de él ante la ausencia de su padre biológico. El dilema ético y moral se suman a la titánica tarea de defender al asesino de su mentor. Con esta premisa contundente avanza la película desde la narración clásica en sus dos líneas determinantes: una trama principal del orden social, en paralelo con una trama personal. Ambas se fusionan en el final, complementándose una con la otra. Como su nombre lo indica, El caso Collini (Der Fall Collini, 2019) pertenece al siempre efectivo subgénero de juicios o thriller judicial. En el tribunal accedemos a esa información reveladora junto al resto de los presentes en la sala. Claro que si uno observa con detenimiento la escena de la autopsia, segunda o tercera en la película, podrá inferir que medio rostro de Jean-Baptiste Meyer denota un lado monstruoso del difunto que los numerosos flashbacks fundamentarán luego, tanto a nivel narrativo como simbólico. La película también se suma a la larga lista de films alemanes de revisionismo histórico con el fin de plantar postura de la sociedad alemana frente al horror del holocausto. El papel determinante del sistema judicial alemán para exonerar jerarcas nazis es puesto sobre la mesa. La mea culpa alemana en este tipo de relatos no es novedad, pero cuando el cuento está bien contado, el fin no importa tanto como el recorrido gratificante por la trama, que se gana su oportunidad.
En El caso Collini el pasado nazi reaparece con los subrayados y las explicaciones de ocasión. Un italiano asesina a sangre fría a un empresario y se entrega a las autoridades. El hombre es interrogado pero no responde, no habla, no se defiende. El crimen abre un misterio y el caso es asignado a Caspar, un joven abogado de ascendencia turca recién salido de la facultad. Caspar está tranquilo hasta que descubre que la víctima no es otra persona que el abuelo de su amigo y de su novia de la secundaria, el hombre que lo recibió en su casa y alentó en sus estudios, casi un padre. La pesquisa del protagonista conduce a una trama sobre los crímenes de guerra de los soldados alemanes y sobre los dispositivos legales diseñados para su encubrimiento en el futuro. A expensas de Caspar el tribunal se transforma en una clase de historia algo grotesca en la que el relato salda cuentas con el apoyo civil que gozaron los oficiales nazis que se integraron después a la vida política del país. Basada en la novela de Ferdinand von Schirach, la película compensa la catarata de flashbacks y la torpeza narrativa general con la dosificación de la intriga y el entusiasmo de sus intérpretes, en especial de Franco Nero, que hace a un Collini casi mudo pero cargado de un rencor incontenible. El resto lo provee el género de la película de juicio, esa variedad encantadora del thriller en la que el trabajo de la justicia se confunde con la búsqueda de una verdad que nada tiene que ver con el proceso legal.
Basado en el best seller publicado en 2011 por Ferdinand von Schirach, este thriller judicial aborda un caso aparentemente sencillo (un asesinato a sangre fría ocurrido en la Berlín de 2001 que vemos en la primera escena), pero que en verdad tiene antecedentes, implicancias, connotaciones y efectos mucho más complejos y en primera instancia impredecibles. El protagonista de este film de Marco Kreuzpaintner es Caspar Leinen (Elyas M’Barek), un abogado novato al que le es asignada la defensa de Fabrizio Collini (el mítico Franco Nero), un veterano italiano que es el autor del crimen de un magnate industrial con el que abre la historia. El hombre ni siquiera quiere hablar con su letrado para encaminar en algo su defensa ni declarar por lo que el juicio parece de fácil y rápida resolución. Sin embargo, Caspar -el típico joven idealista y principista- se toma su trabajo muy en serio y no tardará en descubrir que detrás de ese asesinato hay una compleja madeja de confabulaciones, silencios y una justicia como la alemana siempre dispuesta a tirar la basura debajo del sillón, sobre todo si hay cuestiones ligadas con el nazismo de por medio. El film -sólido, clásico, atrapante, muy bien actuado- apela a varios lugares comunes “de guión hollywoodense” a la hora de trabajar las cuestiones afectivas del protagonista (con las mujeres, con su padre) o a unos flahsbacks sobre el terror nazi demasiado explícitos y maniqueos. De todas maneras, más allá de sus concesiones, se trata de un valioso ensayo sobre cuestiones siempre controvertidas como la justicia por mano propia, la obediencia debida, la corrupción del poder, y cómo sostener la ética y la moral dentro de un degradado sistema legal.
La película que abrió en Buenos Aires el Festival de Cine Alemán 2020, basada en una exitosísima novela, recupera una obsesión del cine germano reciente: la necesidad de poner luz sobre un pasado oscuro que no termina nunca de resolverse. Esos pliegues ocultos reaparecen en el Berlín de 2001, cuando un septuagenario italiano de larga residencia en Alemania confiesa el asesinato de un prominente hombre de negocios. El abogado (un joven e idealista alemán de familia turca) que acepta de oficio la defensa pública del anciano descubre, una vez aceptado el caso, que la víctima fue para él una suerte de padre adoptivo. Los recuerdos personales se mezclan con el primer gran desafío profesional de su carrera en un relato dilatado en exceso que prefiere dejar bien plantados y expresos los temas elegidos (los dilemas morales, las sombras del pasado, la convicción frente a la responsabilidad) a dejar que estas mismas ideas fluyan más naturalmente a través de la narración. Así las cosas, el escenario se carga con pesadez y fórmulas gastadas de temas “importantes”, y mientras tanto lo más atractivo a priori (el thriller legal, los debates en la corte) quedan en segundo plano, junto todo lo que transmite la máscara impasible y enigmática del legendario Franco Nero. Buenas actuaciones y una correcta factura técnica dejan a la vista el irregular recorrido de una historia que encontraría en una miniserie de TV un mejor destino.
Una de esas películas, basada en datos históricos reales, que uno no debería dejar de ver. Si bien es una film ambientado en un juicio, un caso aparentemente cantado, un hombre que mata a otro, que no habla, que se entrega, que promete resolverse pronto, trae sus sorpresas. Se trata de un italiano, al que le asignan un abogado novel, que lo defiende de oficio. De a poco, como si se tratase de un thriller, se van conociendo algunos hechos. Primero que el hombre asesinado es un poderoso industrial, que fue el mecenas del joven abogado, además relacionado sentimentalmente con su hija. El abogado contrario es un profesor famoso de ese joven hombre de la ley. Y a medida que avanza la película se da cuenta de un hecho atroz y de cómo una legislación “tramposa” de l968, permitió que miles de crímenes de guerra nazis quedaran impunes. Durante el proceso, ese joven abogado, en quien nadie creía con capacidad y sin experiencia, se apasiona con el caso. Y cuando advierten que puede descubrir verdades incómodas del pasado lo presionan desde lo profesional a lo afectivo. Una frase dicha para despreciarlo demuestra hasta donde la discriminación sigue a flor de piel en la Alemania actual y teniendo en cuenta la etnia turca de uno de los protagonistas: …” si no fuera por tu benefactor (el asesinado) estarías vendiendo kebab…”. Con un enorme, conmovedor y contenido trabajo de Franco Nero, con un buena labor del joven Elyas M´Barek, con brillo en los rubros técnicos, el director Marco Kreuzpaintner aprovecha a la perfección el aceitado guion de Robert Gold, Jens-Frederik Otto, Christian Zübert que se basaron en la novel a de Ferdinand von Schirach. Estrenada en el 2019, premiada en festivales internacionales, es una suerte que llega a nuestros cines. Es una película sobre la moral, sobre la “justicia” de la leyes, sobre el compromiso con la verdad. No se la pierda
El subgénero de cine judicial que siempre nos resulta atractivo y tan profusa historia ha tramado. Aquí, la complejidad de un caso de asesinato esconde su verdadera naEl subgénero de cine judicial que siempre nos resulta atractivo y tan profusa historia ha tramado. Aquí, la complejidad de un caso de asesinato esconde su verdadera naturaleza. Esta premiada película es la más reciente adaptación de un best-seller autoría de Ferndinand von Schirach, abogado y nieto de las juventudes hitlerianas, publicado en 2011. Su responsable es un fenomenal hito de ventas: posee obra traducida a más de treinta idiomas. Escritor y jurista alemán, von Schirach es autor de los volúmenes de cuentos “Crimen y Culpa”. La inquietud fundamental que nos presenta “El Caso Collini” gira alrededor de la pregunta: ¿porqué lo hizo? ¿cuál fue el auténtico móvil del delito? Tensando la cuerda del suspenso bien entendido, logra interpelar, indagar y cuestionar ciertas circunstancias derivadas de la posguerra, esa porción de la historia a la que la nación germana está moramente obligada de confrontar. El olvido que suele maquillar la carencia de autocrítica no es, precisamente, un pecado cometido por el director Marco Kreuzpaintner (“Tormenta de Verano”). La jerga legal y una narración en flashback cumplirá con los requisitos y convenciones de la vertiente genérica. Sabiendo que es pertinente inquietar, el film se aboca en desnudar cuestiones contingentes al proceso de enjuiciamiento que dará justo castigo a los culpables. Un ensayo acerca de la memoria.
HISTORIA Y VEROSÍMIL Un poco en la senda de la nacional El secreto de sus ojos, la alemana El caso Collini toma hechos políticos e históricos para jugar con la ficción y construir un terreno donde la justicia por mano propia termina siendo justificada. Pero lejos de la ucronía sangrienta y festiva del Tarantino de Bastardos sin gloria, este film de Marco Kreuzpaintner intenta ser todo lo riguroso que puede para terminar desarrollando un thriller judicial que progresivamente vaya revelando sus cartas y deje al espectador pensando, con la mano en el mentón. Lo que tenemos de arranque es al jubilado Fabrizzio Collini (Franco Nero) haciéndose pasar por periodista para dar con el empresario Hans Meyer y matarlo a balazos, además de romperle la cabeza a patadas. El porqué del virulento crimen es lo que el inexperto abogado de origen turco interpretado por Elyas M’Barek tratará de dilucidar. Y no le será sencillo puesto que el anciano Collini, ahora preso, permanece inmutable e inaccesible. Sin volverse demasiado seria o solemne, El caso Collini es una película que busca legitimización a partir de los temas importantes que flotan en la superficie: sin adelantar demasiado, digamos que se irá desenredando una trama que involucra crímenes de guerra cometidos por jerarcas nazis. Kreuzpaintner apuesta por la fuerza de su tema para tapar varias arbitrariedades de la historia, y algunas situaciones forzadas que buscan una complejidad dramática innecesaria. Ahí sobresale el vínculo que tenía el abogado con don Meyer y, especialmente, con la nieta de aquel. Lazos que podrían no existir y la película no perdería mucho. Pero también la aparición demasiado casual de una piba que labura en un delivery y sabe hablar italiano o el reencuentro con un padre ausente que trabaja en una librería, personajes ambos que terminarán siendo clave y ayudando al letrado en la investigación de la causa. Pero si así y todo El caso Collini funciona, se debe en parte al oficio del director para llevar la narración sin que las groseras casualidades hagan demasiado ruido. O que en todo caso las toleremos porque el movimiento nos distrae. Más allá de los temas importantes que la integran y de lo discutible que puede ser su resolución desde un punto de vista ideológico, este film alemán aprovecha todos los resortes clásicos de este tipo de relatos y los ejecuta con notable sabiduría. Porque en el fondo El caso Collini no deja de ser la historia de un abogado débil y un acusado con todas en contra, que terminarán imponiendo su verdad contra viento y marea. Es ahí donde la película revela su cualidad de film de género y exhibe su aliento pastichero, bien lejos de la lógica festivalera o la búsqueda de prestigio que parece encausar. Lo disimula bien, aunque no deja de ser como un capítulo estirado de cualquier serie sobre abogados.
En la superficie, El Casso Collini aparenta ser un drama judicial. Y lo es. Incluso tiene algunos clisés, o quizás mejor llamarlos recursos del género, que no sorprenden, pero tampoco hacen ruido. Pero, creo que la verdadera película no está ahí. O, en todo caso, su sustancia. Porque El caso Collini aborda una problemática que no ha quedado en el pasado y que puede repetirse, y se repite, en otros países aparte de Alemania. Adaptada del bestseller de Ferdinand von Schirach’s y dirigida por Marco Kreuzpaintner, El caso Collini recorre en profundidad un territorio arduo y doloroso: ¿Cuáles son las consecuencias cuando el sistema judicial que, en teoría, debería garantizar justicia para todos, hace todo lo opuesto? ¿Qué pasa con todas las víctimas del odio que quedan abandonadas sin posibilidad de que sus victimarios sean castigados? Todo comienza cuando Fabrizio Collini, un italiano de 70 años interpretado por Franco Nero (uno de los mejores roles de toda su carrera) revela sin tapujos, en el lobby de un hotel, haber asesinado a sangre fría, y en su propia habitación, a Hans Meyer, un magnate de los negocios admirado y querido por todos. Claro que ahí se abre una gran incógnita acerca de la personalidad de Meyer. Esa incógnita y ese crimen intentan ser reveladas por un abogado defensor prácticamente recién recibido, Caspar Leinen (Elyas M’Barek) designado por la corte. De inmediato, surgen dos problemas: Leinen ha tenido un cálido vínculo casi familiar con Meyer durante gran parte de su vida; por otra parte, Collini se niega a pronunciar una sola palabra. Así, difícilmente pueda ser defendido en un juicio por demás complicado. Y mejor no saber nada más acerca de la trama de este urticante drama judicial, y por qué no thriller político, que ahonda entre los límites entre la moral, la ética, la justicia, la memoria y el olvido. Y sí, también la justicia por mano propia, que no es un tema tan simple para dirimir. Eso, precisamente, también explora El caso Collini, dejando que el espectador saque sus propias conclusiones. No por nada uno empatiza con Collini. O, al menos, yo lo hice. Con un ritmo inusualmente ágil para el género, interpretaciones más que convincentes, un guión que puede ser un tanto esquemático, pero no por eso menos efectivo, y un cuidado formal más que destacable – la fotografía y el sonido como dos grandes pilares – la película de Marco Kreuzpaintner nos propone sumergirnos en una experiencia afectiva e intelectual enlazada en un delicado equilibrio. La lúcida mirada del director está presente en cada escena y hace del todo un estudio sobre la moral y la responsabilidad colectiva. Antes de verla pensé que quizás sería más de lo mismo: informativa y didáctica. Me equivoqué por completo. Menos mal.