Nicolas Iacouzzi y Pablo Chehebar dirigen El Crazy Che, documental sobre la increíble historia de Bill Gaede, un ingeniero informático argentino que voluntariamente actuó como espía durante la Guerra Fría. A Rusia con amor La historia se dió a conocer en los medios el 8 de Octubre de 1994 cuando Guillermo Gaede es detenido en los bosques de Ezeiza intentando enterrar evidencia. La policía lo detiene imaginando que en los bultos que llevaba con él estaba el cuerpo descuartizado de algún infeliz, pero terminan encontrando cassettes con escuchas telefónicas, disquetes con microfilmaciones, pasaportes falsos y fotos que comprometen al FBI, a la CIA y al gigante de la informática, Intel. Este es tan solo el punto de partida, el comienzo de una trama tan extraña como sorprendente, sobre un espía impensado que actuaba de forma desinteresada y a favor de sus ideales, y que terminó descubriendo entre mentiras, engaños y traiciones que la linea que divide al bien del mal en este mundo, es más bien borrosa. Muy de vez en cuando uno se encuentra con un documental que se cuenta solo. Con esto no quiero desmerecer el trabajo de los guionistas y directores Nicolas Iacouzzi y Pablo Chehebar, quienes tuvieron olfato a la hora de encontrar la historia y adaptarla al cine. Pero me refiero a que la figura de Bill Gaede es tan cautivante y su historia es tan increíble, que bastaría con tenerlo sentado y hablando frente a una cámara para que lo escuchemos atentos y sin pestañear durante una hora y media. Pero claro que eso no sería cinematográfico, y por eso mismo El Crazy Che se encarga de llevarla a la gran pantalla, contándola de una forma ágil, que se desenvuelve como un buen thriller de espionaje, y con una atractiva propuesta estética y visual. La historia de Gaede es difícil de procesar, pero Iacouzzi y Chehebar se encargan de resaltar sus motivos y de dejarlos claros desde el principio. Y al no ser movilizado por intereses económicos, sino más bien ideológicos, uno rápidamente logra simpatizar con él y su cruzada. Al mismo tiempo la película expone el accionar -por momentos bordeando lo ridículo- de las agencias de inteligencia estadounidenses, y pone en evidencia que algunas situaciones que retrataron los hermanos Coen en Quémese Después de Leer o Steven Soderbergh en El Informante!, no están tan alejadas de la realidad después de todo. Conclusión El Crazy Che se presenta como un documental elegante y ágil, se va desenvolviendo como una buena película de espías. Indaga en una interesante historia que los medios de comunicación en su momento solo contaron a medias, y termina por armar el retrato de un hombre complejo que desinteresadamente, y a su manera, luchó a favor de sus ideales.
El anti-espía Es difícil pensar que la historia que se presenta en “El Crazy Che” sea real. Pero efectivamente lo es. Es inclusive difícil creerle a su protagonista cuando declara haber actuado por ideología en todo momento. Pero también es lo único que puede explicar lo sucedido. La imaginación popular indica que los espías son personas completamente entrenadas, nacidas en el seno de una organización gubernamental que logran su posición por merito o escala política. Gaede es el tipo que tira abajo toda esa ilusión. Sobre todo en la forma que una persona común y corriente, en realidad un civil, puede cantarle retruco al FBI, la CIA, los rusos y los cubanos al mismo tiempo. El Crazy Che retrata la historia de Guillermo Gaede, un argentino, simpatizante de las ideas comunistas, que trabajó en Estados Unidos en la empresa AMD, y con su posición privilegiada en el mundo de la computación, decidió tocarle la puerta (literalmente) a la embajada cubana y convertirse en un “espía”, liberando información de tecnología de punta perteneciente a una de las empresas más avanzadas del mundo al bloque soviético en su conjunto. No tiene sentido seguir mencionando el detalle de la alocada vida de Gaede, la película es detallista en las idas y vueltas del espía. El film empieza narrando el momento en el cual los planes del protagonista se derrumban, que es igual de delirante e inverosímil para un espía que quiere enterrar su información. La dramatización de los hechos está realizada en una excelente animación que hace las anécdotas que se narran aún más exquisitas. El buen trabajo de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi repasa la vida del protagonista en entrevistas a familia, amigos, conocidos y aún al mismo Guillermo, y sabe exaltar una historia que hace quedar al contraespionaje de la guerra fría en un ridículo tan profundo que ni siquiera el agente 86 logró llevar. Quizás porque nadie se esperaba ese golpe, entonces fue más difícil asimilarlo. Quizás haya que tomarlo como un asterisco en esa pugna. Nadie se lo vio venir. Como un antihéroe nos hace amar todo lo que no queremos ser. Este documental glorifica a una persona que derrumba todos los estereotipos de espía que conocimos en nuestra vida, y eso nos encanta.
El espía argentino El Crazy Che (2015) es un documental que se destaca en la programación de este 17 BAFICI. Aborda la increíble historia de Guillermo Gaede, un argentino que ofició de doble espía durante la década de los ’90. "Tuve la sensación de que era todo irreal", sostiene uno de los amigos de Guillermo Gaede. La apreciación es sobre un recuerdo; el momento en el que le solicitó que lo ayude a deshacerse de una serie de objetos. Más tarde, frustrado ese plan por el accionar policial, todos se enteraron de que era Gaede fue un doble espía. El espectador de El Crazy Che tendrá la misma sensación que tuvo su amigo en aquella oportunidad. Acaso, “todo era irreal”. Pero por más insólita y enrarecida que sea la historia, “Bill” Gaede –argentino radicado en Estados Unidos- trabajó para la Advanced Micro Devices e Intel Corporation. A partir de esos primeros trabajos, hacia comienzo de los ’90, comenzaron sus gestiones como espía de Cuba. Confeso admirador del comunismo, proveniente de una familia en donde se ponderaba el nazismo, Gaede es, en sí mismo, un enigma, un signo de interrogación. Tras vivir en la isla llegó a la conclusión de que el comunismo debía ser derrocado. Y cambió de bando. Este documental de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi tiene un primer gran mérito, y es la clara exposición y dosificación de la información, sobre todo a través de una serie de testimonios que, concatenados, hacen que el relato contenga suspenso y no deje nada librado al azar. De cómo él pudo inmiscuirse en los lugares “en donde debía estar”, haciendo “lo que debía hacer”, conviene no adelantar mucho. Vale decir que su carisma (que, al parecer, sigue intacto) y su inteligencia fueron centrales para llevar adelante su labor clandestina. El otro mérito de los realizadores consiste en redoblar la apuesta; además del apuntado trabajo en la edición de los testimonios, El Crazy Che presenta un sólido trabajo de composición de imagen, en el que no faltan animaciones que estéticamente remiten al imaginario de la Guerra Fría. Son imágenes acompañadas por un interesante trabajo sonoro, que nada debe envidiarle a un film de la saga de James Bond. Pero más allá de los aciertos formales, el caso de Gaede sintetiza las tensiones geopolíticas de finales de siglo XX, en un mundo aún polarizado frente a la disputa global entre Estados Unidos y la Unión Sovietica.
La historia de Guillermo Gaede es digna de la pluma de John le Carré. Nacido en Lanús, “Bill”, tal como se hizo llamar cuando se mudó a los Estados Unidos, siempre simpatizó con el comunismo en general y con la Revolución Cubana en particular. Así, aprovechó su trabajo en Silicon Valley para filtrar información tecnológica al gobierno de Fidel Castro. El problema fue el desencanto que le generó su ansiada visita a Cuba. A partir de ahí, empezó a colaborar con los norteamericanos entregándoles datos sobre distintos agentes secretos de la isla. Estrenado en una de las secciones paralelas del último BAFICI, El Crazy Che recupera todo el recorrido -ideológico, pero también físico- del doble espía. Doble espía que, en realidad, nunca fue del todo consciente de su condición y de los peligros, ya que para él todo fue un juego motorizado por su idea de participar activamente en el juego geopolítico de la Guerra Fría. Los realizadores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi saben cómo exponer y dosificar el enorme caudal de información. Para eso recrean distintos sucesos mediante animaciones que hilan mediante una serie de entrevistas montadas con timing y precisión, generando un suspenso creciente. El magnetismo arrollador de Gaede ayuda a conformar un documental que por momentos parece una ficción.
Un documental de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi sobre un caso increíble que se parece tanto a un invento y es real. Un ingeniero nacido en Lanús que fue espía para Cuba y con la colaboración del FBI, para EEUU. Vale la pena conocerla, aunque es demasiado minuciosa y un poco larga, igual vale.
Un espía sin ley Un historia del espionaje mundial con un personaje curioso, único e indescifrable, que además es real. Ni James Bond, ni Mata Hari ni John Le Carre. Como el título lo dice, la de El Crazy Che es una historia de locura, de espionaje inverosímil, fantasioso, terrenal, sin espectacularidad alguna. Y allí reside su encanto. Además del chauvinismo de ocasión, claro, ya que estamos frente al autorretrato de un espía argentino, el ingeniero Guillermo Bill Gaede, un protagonista de película en un indescifrable enredo internacional. Su propio testimonio, el asombro de sus amigos, el hartazgo de su esposa, los titulares en los medios, la palabra de periodistas extranjeros y de especialistas en temas de inteligencia se van alternando en el documental de los realizadores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, quienes también dirigieron Castores. La invasión del fin del mundo. Pero éste es otro tema. Y digamos que hacen lo que pueden con un protagonista tan especial. Nacido en Lanús, simpatizante del comunismo a pesar de su padre, un fascista declarado según la película, Gaede cuenta en primera persona y casi desentendiéndose del tema cómo se puso al servicio de Cuba y luego de los Estados Unidos, llevando y trayendo información sensible de un país al otro, nada menos que a finales de la Guerra Fría. Cómo llegó a los cubanos de manera voluntaria para entregarles información de los desarrollos de empresas como AMD o INTEL, en las que trabajaba, cómo se cansó de golpear puertas en la embajada, y cómo cambió de bando una vez que visitó La Habana, para volverse un doble agente, entregado a la CIA, con planes más increíbles todavía. Más allá de la buena factura del filme, con una estructura tradicional, es el personaje quien concentra toda la atención. Sobran preguntas para hacerle a este hombre que hoy vive en Alemania, pero sobre todo no hace falta creerle sin al menos saber antes lo que cree él.
La vida, casi como una ficción Un documental de espionaje sobre un señor muy particular: Guillermo Gaede, o Bill, nacido en Lanús, con un padre defensor del nazismo. Bill vivió en Estados Unidos más de una vez y no siempre en libertad. Fue empleado de Entel, trabajó en tecnología informática y en espionaje industrial. Sus actos fueron tomados en cuenta para crear una ley en Estados Unidos. Pasó secretos de un lado a otro, del capitalismo al comunismo y viceversa. Sus compromisos con uno y otro bando se movían por una convicción que podía cambiar impulsado, por ejemplo, por una desilusión, como pasó cuando conoció el comunismo in situ. Es decir, no se trata de un fanático. Sí, en todo caso, de un apasionado que entiende la vida casi como una ficción, como una aventura desdramatizada. Porque, ya sea por su talante o por la construcción de este film, esta vida que parece una farsa increíble nos lleva a pensar que todo el mundo y su organización son farsas increíbles: es el poder que tienen las películas convencidas y convincentes. El Crazy Che tenía un riesgo de armado claro: la monotonía que acecha ante tamaña cantidad de información sobre intercambios de información. En ocasiones, en el segmento central, El Crazy Che puede llegar a empantanarse, pero no por lentitud, sino por su abrumadora riqueza argumental que pesa a veces en demasía. De todos modos, Iacouzzi y Chehebar, los directores -y montajistas, y guionistas, y productores-, aciertan en un planteo preocupado por la riqueza de recursos, como las entrevistas que no niegan el absurdo -la cuñada y el hermano aportan frases cortas que funcionan de forma cómica- y los audios y videos de archivo que trabajan sobre una realidad tan increíble que funcionan casi como efectos especiales, en términos de llevar esta historia a un estatuto casi fantástico. Las animaciones, en tanto, operan en el mismo sentido y agregan un relieve de cómic a esta historia sobre un señor (ingeniero, hacker, espía, etcétera) extraordinario que entierra cosas en los bosques de Ezeiza o camina por el centro de Fráncfort con la misma imperturbable actitud del que conoce la absurdidad del mundo y sabe enfrentarla con una mueca humorística y con la frase de Baroja: "El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando".
Temible operario del recontraespionaje El documental de los mismos cineastas del alucinado Castores, la invasión del fin del mundo, cuenta la historia de Guillermo “Bill” Gaede, un nativo de Lanús Oeste que viajó más que James Bond, operó para el gobierno cubano y luego habría sido agente de la CIA. Guillermo “Bill” Gaede, que habla inglés como un yanqui de película, dice haberse hecho “comunista” en los primeros 70, cuando un compañero de ENTel, que era del PC, lo “meloneó” sobre la revolución cubana. Desertó del comunismo el 31-12-89, cuando por primera vez en Cuba, se encontró con una Habana oscura y silenciosa, que no festejaba con rumbas o fusiles el fin de año y el aniversario de la caída de Batista. Motivo más que suficiente para pasarse del otro lado. Como es –o dice ser, o haber sido– alguien que va “a los bifes”, en la última década de la Guerra Fría este rubio de Lanús Oeste expresó su “comunismo” pasándole información sobre secretos de microlectrónica al gobierno cubano. Y su desilusión del régimen de Fidel, entregando a veinte de sus agentes a la CIA. Este ¿colorido? personaje, que al día de hoy, con 63 años, vive en Austria, es el Crazy Che del título del documental dirigido por los argentinos Pablo Chehebar y Nicolás Iacuzzi. Un personaje de esos a los que conviene tomar con pinzas, porque es imposible saber a qué juegan, con quiénes y para qué.¿Es real Guillermo “Bill” Gaede? Wikipedia dice que sí. ¿Dice la verdad Guillermo “Bill” Gaede? Eso sería pensar que el mundo del espionaje es la región más transparente. En algún momento Chehebar & Iacuzzi –que en su documental Castores, la invasión del fin del mundo, estrenado unos meses atrás, lograban convertir la realidad en delirio– habrán dado con él, le habrán visto la punta como personaje y lo hicieron hablar. A él y a quienes lo conocen o conocieron. A partir de determinado momento, también las tapas de los diarios y los noticieros de televisión. Todo empieza el día de los años ‘90 en que Gaede, circunstancialmente en Argentina (el tipo viajó tanto como James Bond, aunque a destinos no tan exóticos) le pide a un amigo que lo lleve a los bosques de Ezeiza, para enterrar ciertas pertenencias comprometedoras. Un patrullero raramente inquisitivo lo detiene y terminan condenándolo a tres años de prisión, por robo y posesión de material top secret. A partir de ese momento El Crazy Che reconstruye la historia de este señor cuyo aspecto (alto, rubio y con los zapatos bien lustrados) se corresponde exactamente con la idea que uno se hace si le dicen “agente de la CIA”. Eso no quiere decir que lo haya sido, claro. O sí, por supuesto.A grandes saltos, Gaede pasa de tocar violín y guitarra, de chico, a laburar en ENTel, de joven. De laburar en ENTel a viajar en 1977 a Estados Unidos, junto con su papá nazi, su mamá macartista y sus hermanos peronistas. En EE.UU., trabajando en AMD, una de las más grandes corporaciones internacionales de diseño y producción de microchips, se le prende la lamparita y se le ocurre pasarle esa información al gobierno cubano, “a cambio de nada, por ideología nada más”. “Guillermo es un loco...”, repite entre risas su esposa colombiana, que le rezongaba pero lo seguía. Decepcionado por la falta de festejos, unos años más tarde el loco de Guillermo decide saltar la cerca, poniéndose en contacto con dos contraespías cubanos que podrían ser –él supone– recontraespías al servicio de Fidel. Uno de ellos, Rolando Saraf Trujillo, sería el agente que el gobierno de Raúl Castro liberó en diciembre de 2014, como parte del acuerdo histórico con Estados Unidos. Al día de hoy, Gaede se dedica a exponer, en congresos científicos de primera línea, sobre su “hipótesis de la soga”, acompañándose de ese elemento para explicar... las leyes que rigen el universo.Como sucedía en la muy apreciable Castores, el tándem Chehebar-Iacuzzi vuelve a mostrar aquí sus virtudes narrativas, encadenando con la velocidad de un thriller hechos y relatos siempre al borde mismo de lo razonable. Historia de cómo esos roedores podrían llegar a tirar el mundo abajo, Castores resultaba más alucinante que ésta, aunque presuntamente debería ser al revés. Tal vez cierto tono lúdico y ligero –que aquélla también tenía– conspire contra la tensión narrativa de El Crazy Che, buscando la complicidad sonriente antes que la perplejidad del espectador. Abundantes fragmentos animados, llamados a suplir la necesaria falta de registro visual de buena parte de los hechos narrados, también conspiran, por su técnica demasiado elemental, contra la construcción de un verosímil que a este relato inverosímil le sentaría de maravillas.
"Metiche films" presenta en BAMA Cine, el segundo documental de la dupla que componen Pablo Chehebar & Nicolas Iacouzzi como directores y productores. Anteriormente dirigieron "Castores: La invasión del fin del mundo", un film sobre el particular ser que se ha vuelto una importante plaga en el sur (ya estrenado). Sin embargo, en esta oportunidad nos toca hablar de un personaje increíble: Guillermo Gaede, el hombre que te sorprenderá desde el minuto 1 de proyección... El hombre en cuestión (Gaede) es el eje de un relato actual, dinámico y muy rico para el abordaje de quienes gusten de conocer el mundo de los espías, con color latinoamericano. Cuentan los directores que ellos estaban buscando hacer un documental sobre físicos argentinos y dieron con su nombre, accidentalmente. Gaede había estado preso en EEUU por espionaje industrial y su historia, en cuanto los cineastas la encuadraron, se planteó sola. Era la de un hombre muy inquieto, hábil, camaleónico, que había tenido conexiones con Cuba, la CIA, el FBI, y hasta China e Irán... Es una historia sobre espías. El hombre (Gaede) es un mix entre varios perfiles controversiales. Se hace honor a esa modalidad y Chehebar y Iacouzzi deciden contar su relato, con buenos y potentes recursos. Aquí tenés un film que te presenta desde varias perspectivas con el plus de que presenta un tema que repercute en la actualidad (no te anticiparemos el porqué) y que cuando lo estás mirando, no deja de sorprenderte, por lo bizarro de la historia en sí. Y ojo, es una historia compleja, pero la investigación está bien presentada y van a entender el recorrido de este espía sin problemas (lo cual no es poco). No quiero anticiparles mucho pero si, les garantizo que este no es un doc común y corriente. Se potencia la característica de un personaje increíble con coloridas estrategias para abordarlos. Les va a gustar. Vale la pena irse al BAMA a descubrir a este Crazy Che.
Curioso documental sobre un personaje poco común Hay tipos que merecen protagonizar un documental, una biografía no autorizada, una autobiografía, una temporada completa de apariciones televisivas en programas de investigación. Y que merecen ser investigados, porque no se sabe si están contando algo serio o están macaneando en serio. Como sea, lo de Guillermo Gaede, natural de Lanús Oeste, o Bill Gaede, ingeniero de Illinois, se non è vero, è ben trovato. Pocas personas pueden ufanarse de haber pasado de Entel a Sillicon Valley, ganar plata a paladas y regalarle datos sobre circuitos integrados al régimen cubano por pura simpatía, entrar al servicio de Cuba, la URSS y sus aliados como espía informático en EE.UU., y luego, tras la decepción, pasarse al servicio de EE.UU. en Cuba, jugar con ambos, negociar contraespionaje con empresas privadas y con el FBI ganándoles la partida (aunque no le salió gratis), y contar todo eso y otras cositas más, muerto de risa. "¡Yo quería ser músico!", resume. Pero fue sospechoso para demasiada gente, y por poco no lo hicieron sonar. En su descargo hablan el amigo, el hermano, la cuñada japonesa, la mujer que se mantiene en las sombras, y varias personas más, con diversas narraciones, aclaraciones y hasta explicaciones didácticas para quien no entienda nada de electrónica, todo eso ilustrado con variedad de fotos, papeles, croquis y dibujitos animados, y expuesto con ritmo sostenido, claridad, suspenso y humorismo. Y cuando uno piensa que más locura no puede haber, ¿qué tal una reunión con espías chinos en una conocida pizzería porteña? ¿o un arresto en Ezeiza que culmina cuando el comisario recibe una llamada de la CIA y le pregunta al detenido "¿Querés atender?". Hay más. Responsables de este documental fuera de lo común sobre un tipo fuera de lo común son Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, los mismos de "Castores. La invasión del fin del mundo". Lo dicho,se non è vero, è ben trovato (para salir de dudas, en la premiere de hoy en el Bama estará el propio Bill Gaede, especialmente venido desde Alemania).
Atrapado sin salida. La Guerra Fría fue una intriga internacional entre los integrantes del Pacto de Varsovia, sus homólogos de la OTAN y los países neutrales a esta contienda. Dentro de esta configuración mundial entre dos bloques que se disputaron el control ideológico, político, cultural y económico del planeta, no cesan de aparecen historias extraordinarias sobre sucesos increíbles alrededor de la tensión entre Estados Unidos, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los satélites de ambos. El Crazy Che se propone desde un principio como una historia increíble alrededor de un personaje extraordinario. El documental narra las andanzas de Guillermo Gaede, un empleado de una empresa de sistemas en Estados Unidos que a principios de los años ochenta ofreció información de valor comercial al gobierno cubano y al soviético por cuestiones ideológicas. El asunto se complica aún más cuando los propios cubanos quieren traicionar al régimen en crisis, ya sin el apoyo de la desaparecida Unión Soviética a principios de los noventa, e intervienen los servicios de inteligencia norteamericanos, por lo que Gaede se ve envuelto en una intriga de contraespionaje desopilante. El documental de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi recorre la vida de Gaede a través de sus inicios como subdelegado gremial y afiliado comunista en Entel, construyendo el perfil de un argentino que falsificó sus documentos para trabajar en Estados Unidos y logró implicar al FBI y a la CIA en un juicio que influyó en la ley de espionaje industrial sancionada en 1996. La historia de Gaede es atractiva desde todos los ejes en que se pueda pensar: como aventura, como juego de espías, desde su costado jurídico y desde la supuesta seguridad de la sociedad de la información. Más que un documental, la película parece por momentos un falso documental, pero en verdad estamos ante una historia apasionante absolutamente real sobre un personaje que supo engañar a todo el mundo para entrar y salir exitosamente del mundo del espionaje como si fuera un juego, pero con la convicción de las ideas que Gaede llevaba en su corazón. Con animaciones que reconstruyen algunas escenas, con gran parte del material de audio y video que Gaede prudentemente grabó implicando a la CIA y al FBI en el robo de los secretos corporativos de las empresas de sistemas, y con entrevistas al mismo Gaede, su esposa, sus hermanos y distintos protagonistas, El Crazy Che logra reconstruir el contexto de la Guerra Fría y diagramar el perfil de un espía convencido de estar ayudando a un bloque soviético moribundo en su lucha contra el capitalismo. El documental investiga con rigurosidad todo el “affaire Gaede” mediante una narración ágil, siempre respaldando la información y dejando un testimonio muy valioso sobre este particular e inusitado episodio.
Guillermo, el súper agente Esta es la clase de film que uno espera, como caído de un ovni, disfrutable de principio a fin, de alcance internacional y, para orgullo criollo, protagonizado por un argentino. Aunque, como bien dice el hombre en cuestión, Guillermo “Bill” Gaede, el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando, y ese debería ser un hábito. Hijo de una familia inmigrante alemana y pro nazi, Bill creció en Lanús Oeste; de allí, la familia viajó a Illinois, Estados Unidos, hasta que en 1965 regresó a Lanús para no tener que sacrificar a los pequeños hermanos Gaede en Vietnam. En 1977, Bill, ya un loco de la vida, un romántico de la Cuba comunista, vuelve a radicarse en Illinois y consigue un trabajo en el conglomerado informático AMD, en Silicon Valley. Entonces, a finales de los ochenta, se le ocurre la idea más loca: tomar información de los microprocesadores, una tecnología aún desconocida para el resto del mundo, y ofrecérsela al gobierno cubano como un aporte personal para la revolución. La historia de Bill se complica de infinitas formas; los cubanos no le creen, luego lo aceptan como espía, pero entonces el argentino decide que la revolución es una farsa. Acto seguido, dos doble espías cubanos lo convencen para llevar información clasificada a la CIA. Una vez ahí, la CIA utiliza a Gaede para hacer contraespionaje con Cuba, poniéndolo a trabajar en el laboratorio de Intel. Entonces, Bill descubre al Terminator último modelo: el flamante procesador Pentium. Esta vuelta, en vez de colaborar, copia los manuales y decide contrabandear por su cuenta. La historia, aparte de insólita, está tan bien contada que es imposible no simpatizar con Bill. Imaginen la vida de James Bond narrada por sus compañeros de Fútbol 5: con Bill, son su mujer mexicana, protestando por ponerla siempre en riesgo, su hermano mayor, que aún vive en Lanús y no le cree nada, y el propio Guillermo, contando sus estrategias de Maxwell Smart para no quedar nunca pegado. Hay que verlo de traje en un hotel, relatando el preámbulo de la Constitución norteamericana en inglés para, de golpe, mudar su seriedad en una carcajada bien del conurbano. Un tipo adorable, un film imperdible.
Articulate documentary delivers wild story of political and industrial espionage The astute Argentine documentary El Crazy Che, directed by Nicolás Iacouzzi and Pablo Chehebar, tells a real life story that could have easily been turned into a tortuous spy film like the ones we all like so much. It tells the story of Guillermo “Bill” Gaede, an Argentine engineer born in Lanús who, during the Cold War and onwards, stole secrets about computer-chip technology from companies in the US such as AMD and INTEL and passed them to the governments of Cuba, China, Iran, and Russia. More precisely, Gaede was responsible for one of the largest — if not the largest — dollar losses ever seen in a high-tech case. We’re talking about US$20 million. Not only that: Gaede eventually switched sides and became an FBI informant and a double agent. And that’s as much as you need to know for it’s best to discover Gaede’s story, with its many twists and turns, as you watch Iacouzzi’s and Chehebar’s documentary. Not that it plays out like a thriller, which is doesn’t, but nonetheless it hinges on suspense and surprise to tell a story that is as erratic as it is unprecedented. As you start watching El Crazy Che, you may think you know what’s going to happen and how it’s going to end, and you’d be dead wrong. The story is intricate, complex and with plenty of information left and right. So in the hands of unskilled filmmakers, the narrative would’ve certainly been confusing and muddy, zigzagging but not for its own good. Fortunately, that’s not the case here. Nicolás Iacouzzi and Pablo Chehebar have created a very articulate, very well organized script which guides viewers into this unknown universe while showing the traits of a unique man who did everything he did out of political conviction. And not for money, as you’d expect. By resorting to archive footage, informal interviews, appealing animated sequences and useful reenactments, the filmmakers devise a frame from which Bill Gaede emerges — both as a character and a real life fellow. These many resources are utilized just as much as they are needed, never less or more. And it is this precision that also marks the rhythm of the film thanks to its finely tuned editing. Perhaps the most interesting testimony is that of Bill Gaede, who speaks to the camera very informally, sometimes with a mischievous smile, as if he’d been a bad boy. Never solemn or redundant, El Crazy Che’s story is sometimes so farfetched that it makes you wonder if it really happened the way it’s narrated in the film. Who knows? Most importantly, while watching the movie you may recall the stories by Ian Fleming, which gave way to so many James Bond movies. So I guess you can think of Bill Gaede as an Argentine version of the world famous spy. Especially because just like in James Bond movies, there’s a biting sense of humour here, even if underlying the drama and not out in the open. By the way, El Crazy Che was featured at the Panorama section of BAFICI 2015, where it received a good response from critics and general audiences. Production notes El Crazy Che (Argentina, 2015). Directed by Nicolás Iacouzzi, Pablo Chehebar. With Guillermo Bill Gaede, Alejandro Gaede, Esteban Rubinstein, Ricardo Saenz, Esteban Carag-umechian, Etsuko Gaede, Brad Krupsaw, Liliana Fraigi. Cinematography: Alan Badan, Pablo Chehebar, Nicolás Iacouzzi. Editing: Nicolás Iacouzzi, Pablo Chehebar. Drawings: Jorge Conde, Rodrigo Tabarez, Rodolfo Suarez. Animated sequences: Pablo Chehebar, Esteban Debonis, Nicolas Iacouzzi. Running time: 87 minutes.
Historia extraordinaria Somos un universo de espectadores que reclaman verosimilitud, una oleada de amargados incapaces de suspender el juicio un par de horas para disfrutar del espectáculo, o que no terminan de disfrutar Misión imposible 3 porque es muy bolacera. El crazy Che viene a sacudir un poco esa modorra cínica, poniendo en primer plano a un espía argentino imposible que cuenta una historia increíble, un bolacero que atenta contra toda posibilidad de verosimilitud. Desde la introducción, con un veloz montaje de testimonios, los directores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi despliegan los primeros trazos de la figura de Guillermo Gaede (Bill Gaede durante la mayor parte de su estancia en Estados Unidos). Comunista de familia peronista, cuyo padre se sentía cómodo elogiando los logros del inicio del gobierno de Hitler en Alemania, vivió parte de su infancia en Estados Unidos, volvió y trabajó en Entel, luego regresó a la tierra del Tío Sam llegando a Silicon Valley y consiguiendo trabajo en AMD. Esto es apenas el 5% de una vida veloz y en movimiento constante; sobre todos si pensamos que hablamos de un personaje que luego logra ser, literalmente, un doble agente en los últimos años de la guerra fría. Gaede es un argentino de un cuento de Fontanarrosa, no alguien que sólo lo “ata con alambre”, come choripán o que putea al árbitro, sino que tiene una visión del mundo que es típicamente argentina. Un hombre que brinda la sensación de ser alguien que conoce lo mejor, pero que dada las circunstancias, estaría dispuesto a ofrecer la opción menos recomendable pero más económica. No hay nada más argentino que eso. Por otro lado, más allá de lo convencional y correcto del film de Chehebar y Iacouzzi, está claro que una trama como la que El crazy Che devela es material para, al menos, un convencional y correcto film de espías y contra-espías. Y sin embargo, hay algo que sólo el documental puede captar y son la expresiones de los testimonios. Hermanos, amigos, esposa e hijos hablan de las actividades de Gaede como si fueran las locuras inocentes de un entusiasta de la vida (de alguna manera los son), casi olvidándose que el tipo estuvo perseguido por el FBI, o manipulado por la agencia de inteligencia cubana, o vigilado de cerca por la SIDE. Los directores ordenan un poco los factores, explican algunos pormenores necesarios y se preocupan por que el magnetismo de la historia llegue intacto para el espectador. A tal punto que por momentos parece que Guillermo Gaede cometió sus fechorías tan sólo para poder contarlas. Hablábamos de lo difícil de atar esta historia a nuestras necesidades de algún tipo de verosimilitud, pero también deberíamos contextualizar un poco. En el mundo de hoy, que ha vendido su alma a la extrema y contante vigilancia, no hay lugar para aventureros o desquiciados muchachos desafiantes de lo establecido como Guillermo Gaede. Nuestro mundo hace que los años de guerra fría parezcan una gigantesca e infantil puesta en escena, si hasta Cuba está bajando los brazos.
Ni yankee ni marxista, oportunista La eficacia de este documental, estrenado en la última edición del BAFICI, reside por un lado en haber encontrado un personaje como Guillermo Bill Gaede, quien se come la cámara y la atención del espectador cada vez que cuenta sus periplos, con una mezcla de inteligencia criolla e ingenuidad infantil, y que lo ponen en el ojo de la tormenta de la guerra fría en su rol de doble espía. Por otro lado, el verosímil que se mantiene no sólo por el cúmulo de entrevistas seleccionadas con rigor para complementar una catarata de información que teje la trama y ubica de manera inteligente a los actores involucrados, se acrecienta por haber elegido un tono no solemne y apelar a recursos narrativos visualmente atractivos como por ejemplo animaciones, cámaras ocultas o cierto estilo lúdico en el montaje. Gaede se autodefine como idealista y comunista. Nació en Lanús y de joven se fue a probar suerte a los Estados Unidos en el contexto ideal donde Silicon Valley recién comenzaba a abrir sus puertas y empezaba a crecer la idea de microchips aplicados a la tecnología. Su insistente visita a la embajada cubana para ofrecerle material secreto y así aportar a la causa revolucionaria con un corte en la brecha tecnológica entre ambos países, se convirtió en una obsesión devenida desilusión al llegar a la isla. El resto de la historia marca en cierto sentido los lugares comunes de un relato de espionaje industrial, que cobra sentido por el contexto en el que se desarrollaron los acontecimientos, es decir antes de la explosión de la tecnología 2.0, la internet y toda la cambiante relación geopolítica. La sorpresa de El crazy Che -2015- es sembrar la duda permanente sobre la veracidad de los relatos y testimonios del propio Gaede, pero eso no importa demasiado si uno se deja llevar por lo que fluye a ritmo trepidante en pantalla. Resulta fascinante el juego entre la tensión del relato y todo aquello que expresamente se oculta detrás de las palabras del protagonista. Las contradicciones avanzan cada vez que se suma una mirada desde una voz que lo expone en su identidad múltiple, a la vez de ese tono entre canchero e ingenuo que transmite con absoluta convicción. Un documental diferente al que no le cabe la categoría de falso documental porque eso sería injusto para los realizadores y su armado desde el montaje, con sólido material de archivo y la inestimable colaboración de este gran personaje, quien logró modificar las leyes en los Estados Unidos, engañar al FBI y encima acceder a información altamente calificada sin pedir una moneda a cambio.
Se estrena El Crazy Che, documental de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, que narra la increíble vida de Bill Gaede, un espía industrial argentino. Hay historias que son más extrañas que la ficción. Si alguien decidiera ficcionalizar la vida de Guillermo “Bill” Gaede posiblemente le sería bastante dificultoso conseguir algún productor que no cuestione la verosimilitud del relato. Pero es así. El Crazy Che existe y camina entre nosotros como un ciudadano más. El film dirigido por Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi es un documental con algunos momentos de recreación de escenas, diseñadas a través de animación. Estamos ante una historia de espionaje. Gaede es un ingeniero electrónico que trabajó paralelamente en Intel y AMD durante los años 80. Después de vender información cibernética, sobre un nuevo chip, a ambas compañías en forma simultánea, no tuvo mejor idea que ofrecer, solo por motivos ideológicos-políticos, su conocimiento a las Embajadas de Cuba y la Unión Soviética, en plena Guerra Fría. EL FBI dio con el paradero de Gaede y le ofreció ser un espía para ellos. Pero “Bill” en cambio empezó a “vender” secretos del FBI -y más tarde de la CIA- a los soviéticos. Sí, estamos ante un doble agente industrial o ante el mayor “vivo” que se vio nacer en territorio argentino. A partir del punto de vista de Gaede, los directores construyen un relato prácticamente unilateral -esa hegemonía del personaje es también su mayor limitación narrativa- donde el protagonista cuenta su historia, interrumpida brevemente por las mencionadas recreaciones animadas que le adhieren un poco de tensión y suspenso al relato; momentos costumbristas, que demuestran la vida cotidiana actual del personaje, y pequeñas intervenciones de su mujer y otros compañeros de la vida, que se fueron enterando de las actividades de Gaede con el paso de los años. Sin embargo, el punto más álgido del documental son las propias grabaciones que Gaede realizó con una cámara casera, registrando las entrevistas inéditas y ridículas que sostuvo con el FBI. Sí, un argentino engañando a las organizaciones caza espías y criminales más importantes del mundo, es algo que no se puede dejar pasar.
Se sale de ver El Crazy Che con sensaciones sumamente interesantes. Por un lado, con la pregunta de si será cierto lo que narra, y cuánto, es decir, el tema de la verosimilitud, porque además la historia es de película y nos parece que en cualquier momento aparecerá Sean Connery en una novela de John Le Carré saltando por los techos. Por otro, se sale del cine con cierto sabor de que alguien hizo justicia, sensación que quizás no sea solo obra de la vida de este personaje, sino obra de cómo cuenta los hechos el documental. La historia que se nos ofrece es la de Guillermo “Bill” Gaede (que pronunciado en inglés suena muy parecido a Bill Gates), un posible ingeniero en electrónica, de afiliación y sentires comunistas, que se radica en EEUU y consigue trabajo, casi milagrosa o predestinadamente, en AMD, una de las fábricantes, junto a INTEL de circuitos integrados, en los albores de la explosión de las computadoras domésticas, mudándose al “Valle Silicona” como dice él mismo. A partir de aquí, venderá planos y manuales a los rusos vía Cuba, y luego de estar en La Habana y ser co-optado por un anticastrista, pasará a vender información al FBI, en un mar de sospechas y suposiciones que irán complicando su vida y perdiéndolo en un juego que al parecer, lo divierte, aunque a momentos se de cuenta del peligro que corre. Lo de la historia increible es clave. Porque tratándose de la biografía de un doble espía cubano-yankee, cualquier cosa puede suceder. La película maneja estos bordes estirándolos, corriéndolos de lugar, pero sin perder prolijidad, y si bien, la primera persona de Guillermo Gaede va tomando lugar cada vez más decisivo como voz privilegiada de los hechos, la manera de presentarnos su testimonio lo pone en un lugar autoparódico muy interesante. El hecho de que se ría todo el tiempo, o ciertos remates de él o de su esposa, producen una sensación de súper héroe que no entiende mucho lo que le sucedió, o que no quiere entenderlo… Porque pasarle a los cubanos “la fórmula” de las -hoy míticas- 286, 386 y 486, y filmar todo el proceso armado y funcionamiento de Pentium, generado por el liberalismo multinacional de más rancio abolengo capitalista, cometiendo una estafa industrial única por la escala tecnológica que se maneja en los 90, es propio de un súper súper héroe. Para gente que aún desconfíe, que tiene todo su derecho, si Gaede no nos estará operando a todos sus espectadores, les dejo aquí el link a la entrada en wikipedia. Luego de 33 meses de prisión en EEUU, hoy vive en Alemania, como concluye la historia, con su “teoría de la soga”, dedicado a la física especulativa, tratando de demostrar el origen del universo. Mientras, nos queda este documental, feliz y divertido, que sea o no verdad de cabo a rabo, es lo de menos, y no le quita ni un ápice a lo sentido durante su proyección… Según sus directores, Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi les llevó 3 años realizarlo. Activa muy bien la dirección de arte, el sistema gráfico y el diseño para ubicarnos en una década marcada a fuego por las tecnologías de la comunicación y la información incipientes, con excelente ritmo y un montaje que cuida en todo momento la inteligibilidad de una historia tan enrevesada.
La historia de un espía argentino ¿Qué tienen en común Kingsman, Misión Imposible: Nación Secreta, The Man From Uncle y Spectre? Todas son historias de espías/agente secretos, todas son ficción y ninguna supera la increíble historia del espía surgido del sur del conurbano bonaerense. Guillermo "Bill" Gaede nació en Lanús, luego de vivir parte de su infancia en EE.UU volvió y trabajó en ENTEL, luego casado decidió regresar al gran país del norte. Es ahí donde luego de rebuscársela por un tiempo consigue trabajo en la compañía AMD. Gaede que por esa época se declaraba afín a la ideología comunista decide pasar la información a una Cuba que aún se mantenía con el apoyo de la Unión Soviética. El caso termina involucrando a agentes de la CIA, el FBI, la inteligencia cubana y la SIDE. Pablo Chehebar & Nicolas Iacouzzi dirigen magistralmente este documental que se involucra en el mundo del espionaje corporativo en la última década de la Guerra Fría donde cada dato, situación o anécdota es debidamente solventada con diarios, testimonios, grabaciones o imágenes televisivas. El propio Gaede (quien actualmente vive en Alemania con su familia) es quien relata los sucesos de los que fue parte, algunos reconstruidos de manera excelente por animaciones. El Crazy Che es la mejor película del año. Desde todo punto de vista supera a cualquiera que se haya estrenado, tiene una historia de espionaje que atrae y además cuenta lo fácil que era el acceso a la información en la cercana, y a la vez lejana, época de los 90, y los vericuetos judiciales que se generaron a partir de las acciones de Gaede. Aunque fue exhibida por primera vez en la edición 2015 del BAFICI ahora se proyecta en el B.A.M.A y nadie se la puede perder. Las funciones de El Crazy Che son a las 20:30 y 22:50hs en B.A.M.A (Av. Roque Saenz Peña 1150, a metros del obelisco).
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El Crazy Che es un documental dirigido por los directores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, que nos cuenta una historia tan disparatada sobre un personaje aún más particular, que parece salida de una película de ficción. Nuestro protagonista es el argentino Guillermo Gaede, que luego de una infancia en Argentina se fue con su familia a vivir a Estados Unidos en la década de los 60s. Como muchos de los que crecieron en Latinoamérica en esa época, él admiraba al Che Guevara y seguía al movimiento comunista, particularmente el cubano. Recordemos que estaba viviendo en el Estados Unidos de Kennedy de la guerra fría, entonces no podía expresar abiertamente sus preferencias políticas. Alrededor de los 70s recibe la noticia de que en Sillicon Valley había muchísimo trabajo por el auge de las empresas de computación y decide mudarse con su esposa y sus hijos. Ahí consigue trabajo en una empresa de microchips: AMD. Una vez adentro, él ve la posibilidad de ayudar a Cuba, la rebelión y al comunismo, enviándoles información sobre los microchips con los que estaba trabajando. Pero recordemos que Guillermo era un don nadie: no tenía conexiones con ningún cubano, no estaba afiliado a ningún partido, sólo era una persona común y corriente. Entonces ¿cómo te convertís en un espía del comunismo? Guillermo le llevó algunos planos a un representante cubano en Estados Unidos. Ellos al principio consideran que es una trampa del gobierno de Estados Unidos, pero luego se dan cuenta de que la información que les estaba pasando Guede era demasiado valiosa para el gobierno cubano y el resto del mundo comunista que estaba atrasado por casi 10 años en estas tecnologías. Asi es como empieza a traficar información de microchips por mucho tiempo, hasta que decide ir a Cuba a “conocer mejor la rebelión”. Claro, cuando llega allá se da cuenta de que la rebelión es una mentira, de que había mucha pobreza, mucha gente pasando hambre, y que todo lo que le vendían era falso. En colaboración con un grupo de espías cubanos también descontentos con el gobierno de la isla, Gaede se ofreció para colaborar con la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Pero el pacto, que también incluía al FBI, duró poco porque los estadounidenses no confiaban en la información que les proveía Guede. Asustado, Guillermo ‘Bill’ Gaede utiliza sus conocimientos de espionaje tecnológico para vengarse y vender tecnología de otra empresa -Intel- a China e Irán con un valor estimado de $20 millones de dólares. Fue esa venta la que eventualmente lo llevó a ser juzgado y encarcelado. El documental está contado por los protagonistas: el particular Guillermo Gaede, su hermano, su esposa, compañeros de trabajo y reporteros estadounidenses. Hay muchas entrevistas, videos de archivo, y recreaciones animadas, bien dosificadas, que cuentan la historia de una forma detallada y fluida, y la historia se acerca a un ridículo tal que parece inverosímil, pero eso es la que la hace más interesante. Pero más interesante son las cosas que lo llevan a seguir con todo esto, sus motivaciones. Y a pesar de poner en riesgo a su familia y a sus hijos el en todo momento dice: “Lo tomé como un juego. Era algo que me salía bien, así que lo seguí haciendo. Pero nunca temí por mi vida”. Tremendo.