Marcando el rumbo Siguiendo la línea del absurdo, El dedo (2010) presenta una sátira política audaz como muy pocas veces se vio en el cine nacional. Fabián Vena, Gabriel Goity, Rolly Serrano y Mariana Briski son algunos de los protagonistas de esta genial película acerca de un dedo que guía a los habitantes de un pequeño pueblo cordobés. El regreso de la democracia en 1983 trae nuevas elecciones por primera vez en el reducido pueblo de Cerro Colorado que acaba de alcanzar la denominación de comuna al llegar a los 501 habitantes. Entre los candidatos se encuentra un corrupto Juez de Paz (Gabriel Goity) y el idealista y popular Baldomero (Martín Seefeld), hermano del almacenero interpretado por Fabián Vena. Al morir Baldomero en un duelo, su dedo es cortado y guardado en un frasco desde donde señalará los caminos a seguir. La nueva película de Sergio Teubal –primer largometraje, contaba con el corto A papá (2009) y el corto documental La música del Delta (2005)- es una comedia contada desde el absurdo, con un humor ingenioso que permite un acercamiento a la idiosincrasia de un pueblo como metáfora universal del comportamiento nacional. Múltiples son las referencias al peronismo (la idea de necesitar un líder para ser guiados es la más latente) y a una cultura criolla, muy pocas veces representada en el cine nacional. No es que el cine nacional no haya hablado de política, pero lo ha hecho esporádicamente y no desde un lenguaje popular como lo es la comedia clásica. Uno de los casos que pueden llegar a compararse es El negoción (1959), dirigida por Simón Feldman, y no hay muchos más. Hace unos años se decía que el cine nacional necesitaba películas que hablen de los argentinos, de sus costumbres, sus mañas y tópicos. Sergio Teubal toma el cuento de Alberto Assadourian, adaptado cinematográficamente por Carina Catelli, y logra impostarle un realismo mágico suficiente para marcar la necesidad de un pueblo –como metáfora de país- de creer en algo para darle curso a sus necesidades. Recordamos que la película fue rodada a mediados del año 2010, donde la situación política de la Argentina era muy diferente a la actual y todas las alusiones simbólicas que podemos encontrarle hoy en día al filme no podían haber sido pensadas antes (no existía aún el pulpo paúl, no había muerto Néstor Kirchner, etc.). Sin embargo, es la universalidad de lo narrado lo que permite las múltiples interpretaciones y hacen muy eficaz y funcional al relato. En un año electoral, como adelanta el afiche, la película El dedo nos recuerda que a falta de cuerpo completo, siempre queda algo de alguien (en este caso el dedo) marcando el camino de un pueblo con un proyecto político nacional y popular. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
El cine nacional que todos queremos ver. Ya hace un tiempo, la productora Aeroplano Cine viene manteniendo en escala ascendente propuestas con un perfil muy marcado, ¿existe realmente algo así como el Nuevo Cine Nacional, aquel del que nos cansamos de leer en revistas especializadas?. Los ejemplos de las producciones de Sebastián Aloy demuestran una y otra vez que se puede hacer un cine clásico, moderno, ágil, con una velocidad cinematográfica y real acelerada, no sólo mérito de la producción y dirección sino del pilar fundamental de un proyecto: el guión. El film basado en la novela de Assardourian, “El Dedo de Baldomero” transcurre en el pueblo rural de Cerro Colorado, donde el hermano del almacenero, interpretados por Martin Seefeld y Fabián Vena respectivamente, generan ante un suceso que involucra al primero un cambio radical entre los habitantes. Un dedo termina estableciéndose como el personaje principal del film, un elemento que revoluciona al tranquilo pueblo, se toma como factor de decisión ante cualquier duda, consulta que se le plantée. Una historia pequeña, divertida, sin reparos ni muchos elementos criticables en su haber, un film que consideramos puede funcionar muy bien en espectadores argentinos por el sello e identificación al que nos puede trasladar su visión.
Realismo mágico en el Cerro Colorado “Caminiaga Santa Elena, el churqui Rayo Cortado, no hay pago como mi pago, viva el Cerro Colorado…” Don Ata El Dedo fue una de las gratas sorpresas de Pantalla Pinamar. La historia fue construida en base a varios acontecimientos casuales y podría ubicarse dentro del género de la comedia negra. Un poco de historia para otro film Sergio Teubal estaba viajando por la ciudad de Córdoba (casi en la frontera de Santiago del Estero), más precisamente en una localidad llamada Santa Elena donde se encuentra el Cerro Colorado, escenario muy caro a nuestro a nuestra cultura antropológica y popular, por sus cavernas llenas de jeroglíficos de los indios comechingones y por estar ligada a una figura de nuestro mejor folklore, ya que en ese lugar yacen los restos de Atahualpa Yupanki. Y donde además está la que fuera su casa, un lugar donde este maestro solía pasar mucho tiempo. Quien conoce estos parajes del interior de nuestro país sabe que allí se tejen historias, que se van pasando, de generación en generación oralmente, y que a posteriori se convierten en leyendas, donde cada uno de sus habitantes con el correr del tiempo suelen contribuir a irlas enriqueciendo con el aporte de su propia subjetividad. Retomando…en ese recorrido, Teubal se encuentra con un artesano de cobre, que comienza a charlar, porque de hecho en ese lugar eso es un hábito, (ya que el tiempo corre de otra manera) y le cuenta al pasar, que acababa de pasar un escritor, que estaba trabajando sobre una historia absurda y desopilante. El tema es que, este señor sólo sabía la mitad de la historia, no obstante, le supo dar el apellido, un tal Assardourian. La historia obviamente es la historia de un dedo. Teubal regresa a Gral. Belgrano, donde estaba parando, y se le ocurre ir a comer algo al viejo Munich, un lugar típicamente alemán. Antes de retirarse le entregan un diploma firmado por el mismo apellido, pregunta quién es, y este resulta ser el hermano del dueño, lo ubica en Buenos Aires, encuentra su libro, lo compra por internet y decide hacer el film. Bendita cibernética! Esta comedia costumbrista marca un paso más allá de lo que es una comedia, un paso muy bien dado. Bajo un estilo propio, sin ninguna necesidad de efectos “especiales” se concentraron en contar una historia particular, con una desgarradora honestidad, que hace, que el espectador se pregunte. Si dicho relato es real o absurdo, a lo que su director responde, que es en todo caso “un absurdo latino”. El Dedo inicial estaba en un almacén - cantina del cerro Colorado, y pertenecía a un carnicero, que se lo había cortado accidentalmente, y lo había guardado pensando que a futuro de lo pegarían. El film transcurre en 1983, en pleno regreso de la democracia y la historia da cuenta hasta qué punto pueden llegar los habitantes de un pueblo, empujados por el dedo índice del soltero más codiciado del pueblo. Mientras este dedo descansa en el frasco de un almacén, hará del pretexto perfecto para lograr descubrir las razones de un asesinato; renovar la fe de los escépticos, revivir historias de amor y desde ya, movilizar a todo el pueblo del Cerro Colorado. La historia, que merece ser vista es el primer largo de su director y cuenta con una acertada selección de actores, con un buen manejo de los registros coloquiales, con excelentes actuaciones, y con escenas insospechadamente audaces, que no por pacatateria conviene describir, porque es mucho más divertido disfrutarlas. Se podría pensar, que El Dedo es un film que contribuye a mostrar realidades que nos pertenecen, al margen de la comicidad, que estás imágenes susciten en el espectador. En primer lugar porque muestra otra cara de un cine, que puede entretener y a la vez estar bien hecho, y en segunda instancia, porque permite revivir historias de una época muy rica en Latinoamérica, literariamente hablando y pensar en esa realidad que compartimos, con nuestros hermanos latinoamericanos, y recordar a un Macondo de García Marquéz, a un Rulfo y revivir ese tan debatido “Realismo mágico”, marca de una generación de escritores, que tan presente se encuentra hoy, en una ficción muy cercana a la realidad de esos, y otros parajes del interior de nuestro basto país.
Otro pueblo chico con infierno grande La opera prima de Sergio Teubal está basada en la novela El dedo, de Baldomero de Alberto Assardourian. Esta comedia negra postula un costumbrismo a ultranza, aplicado a una historia con fuerte intención de alegoría, ubicada en un pueblito de Córdoba. Allí, Florencio, el almacenero, y su hermano Baldomero son figuras referentes de una comunidad pequeña. La trama transcurre 1983, y es el regreso a la democracia. El hombre fuerte del pueblo (Gabriel Goity) ya sueña con ser intendente y, de allí, pasar a la gobernación. Pero Baldomero amenaza ser un fuerte contrincante, hasta que un duelo de honor lo deja fuera de la competencia. Es su dedo, entonces, quien toma vida propia y lo reemplaza en el favor popular. Fabián Vena juega su rol supeditado primero a su hermano, y a su dedo después, con la máscara de Buster Keaton: nunca una sonrisa, siempre esa firme determinación. El elenco lo completan Martín Seefeld, Mariana Brisky, Mara Santucho y Roly Serrano, todos correctos, y Goity se destaca como el factotum. Y el dedo, digitando el destino de los pueblerinos. El film es esquemático, simpático por momentos, demagógico y con fuerte color local. No obstante, encontrará su público entre quienes gusten verse representados en ese pueblo chico.
Elecciones digitadas La comedia de Sergio Teubal se centra en un pueblo cordobés con un candidato a intendente en formol. En este pueblo chico del norte cordobés, en 1983, llegan por primera vez las elecciones. “Somos 501 habitantes”, dice Don Hidalgo (Gabriel Goity), el “capanga” del lugar y el candidato más fuerte a quedarse con el puesto a intendente. Sin embargo, sus chances de ganar se complican. También está Baldomero (Martín Seefeld), el hermano de Florencio (Fabián Vena), que podría pelearle el puesto. Pero un hecho fortuito parece salvarlo: a Baldomero lo matan. Ahora bien, sin Baldomero no hay 501 habitantes y sin 501 habitantes no hay elección. Entonces, costumbre de pueblo chico, Hidalgo convence a Florencio de no firmar el acta de defunción hasta después de la elección. Lo que no sospecha es que el asunto se le volverá en contra porque, en un frasco, en formol, el dedo del difunto lo complicará todo. Una especie de cuento picaresco que, afortunadamente, es tratado con discreción y cierta elegancia por Sergio Teubal, El dedo cuenta una historia bastante absurda, pero que, curiosamente, se apoya en una anécdota real que sucedió en el retorno a la democracia. El núcleo son los secretos y enfrentamientos pueblerinos que se suceden allí. Está el dueño del almacén de ramos generales (Vena, con un problemático acento cordobés), la chica que quiere conquistar corazones con gualichos (la excelente Mara Santucho), los ocultos affaires amorosos (el que tiene Baldomero con la mujer del carnicero y que termina con su vida), el viajante francés que sólo quiere que el colectivo pare allí para irse, pero nunca lo logra. Y así... Esta serie de anécdotas, unidas a una trama troncal sobre un dedo con “poderes mágicos”, podría haber dado para un grotesco intragable, lleno de gritos, sobreactuaciones y chistes de humor grueso. Y si bien hay algunas elecciones desacertadas (el uso de la música, algunas subtramas), Teubal se las arregla para tomar las riendas del asunto de una manera que, si bien no llega a funcionar del todo, logra unos cuántos momentos cómicos, más cercanos al absurdo que al realismo mágico. Después de todo, este universo de relaciones manejado por un dedo en formol que termina siendo un candidato político capaz de digitar la vida de un montón de seres desamparados, no es más que la historia de un grupo de gente a la espera de un colectivo que, en vez de seguir siempre de largo, se detenga allí de una buena vez...
Comedia inocua anclada en el costumbrismo La secuencia de apertura de El dedo pasea la cámara sobre objetos de otra época, deteniéndose sobre algunas botellas de las más famosas bebidas cola. Es un aviso para el espectador, quien de inmediato se ve retrotraído décadas atrás, a comienzos de los años ’80. De todas formas, el almacén en el cual transcurre parte de la acción del film parece haberse detenido tiempo antes, concentrando en sus paredes la energía de varias décadas e incluso siglos, una de esas pulperías devenidas almacén en las cuales pueden rastrearse las capas de diversas eras en las rayas y cachaduras del mostrador. La precisión en el diseño de arte que la ópera prima de Sergio Teubal evidencia desde el minuto cero muestra más tarde su otra cara, cuando Florencio, el dueño del local interpretado por Fabián Vena, recibe un manojo de periódicos. Las páginas amarillentas demuestran que, en la obsesión por encontrar diarios originales de la época, nadie pensó que en pantalla se verían como ejemplares de los años ’60. Lo genuino se transforma, paradójicamente, en notoria falsedad. Esa búsqueda con resultados opuestos puede hacerse extensiva a El dedo en su totalidad: en su empeño por lograr algo distinto, distanciarse del grotesco y el humor negro más tradicional, termina anclándose en las aguas del costumbrismo nacional. En algún punto, parece una película pergeñada durante aquellos años que intenta reflejar, los del fin de la dictadura y comienzos de la democracia alfonsinista. Rodada en Córdoba, basada en una novela del cordobés Alberto Assadourian y con varios actores porteños imitando la tonada cordobesa, la historia arranca con la descripción de usos y costumbres de un pueblito rural algo olvidado, al cual sólo llega semanalmente un micro con turistas transitorios. Como en Villar del Río, el pueblo retratado en Bienvenido, Mr. Marshall, del español Luis García Berlanga, a Cerro Colorado también llegará una novedad llamada a revolucionar las vidas de los quinientos habitantes del lugar, en esta ocasión bajo la forma de las inminentes elecciones que prometen poner al pueblo por primera vez en el mapa. Los candidatos son dos; como corresponde, uno bueno y el otro malvado: el hermano de Florencio, Baldomero, hombre de pocas palabras pero de enorme pureza y honradez, y Don Hidalgo (Gabriel Goity), el único hacendado del lugar, lógicamente corrupto y ladino. Que Baldomero muera de una puntada a poco de iniciada la proyección no hace más que allanar el camino para el núcleo absurdo del relato, la competencia electoral entre Don Hidalgo y el dedo índice del difunto, amputado y conservado en un frasco por su hermano, un poco como souvenir y otro tanto como recordatorio de una venganza planificada hasta el detalle. Con música intensiva de tonalidades folklóricas, que recuerda por momentos a los atiborrados compases de un film de Kusturica, El dedo se afinca cómodamente en el usufructo dramático (y cómico) del estereotipo, sin intenciones de ir más allá de la superficie, y el reparto en su totalidad –con una notable excepción– arrastra la maldición de la macchietta. El ejemplo más notorio es el de Don Hidalgo, que como malo de la película viste de negro y hace constantemente gestos de villano. Baldomero arrastra sus pies al caminar, con el evidente peso de sus hombros como símbolo, tal vez, de algo más pesado aún. No es culpa del reparto, más bien del guión y de una dirección de actores que insiste en el signo físico como único sostén de la construcción de empatía. Tal vez porque su personaje no está demasiado desarrollado, marcado desde el papel, el de Mariana Briski es el único personaje que se siente genuino y vital. No resulta extraño que el realismo mágico asome la nariz en determinado momento, luego de que el dedo en cuestión comience a moverse por sí mismo, apareciendo y de-sapareciendo, dictando los designios de su pago desde el Más Allá. ¿Metáfora política sobre algún líder muerto aunque vivo en el espíritu del pueblo? Tal vez. Pero, como en un corto publicitario, la película no hace de ello más que una excusa para la comicidad inocua, bien lejos del universo de la sátira.
El grotesco está de vuelta De un tiempo a esta parte parece que el cine argentino decidió reflotar viejas tendencias, que uno creía muertas hace rato. Debimos sospechar cuando no hace mucho se estrenó (¿después de cuántos años?) la segunda parte de Esperando la carroza. Desde entonces, una tendencia clara e incontenible se dejó ver en diferentes películas y tuvo su primer éxito de público en Un cuento chino, que aflojaba en lo grotesco pero se empapaba de costumbrismo. Estas películas, que heredan una tradición que haríamos mejor en ignorar, no sólo tienen un claro espíritu de los ochenta, sino que también se relacionan argumentalmente con los ochenta. Así como Un cuento chino parece transcurrir en una decadente década del setenta, El dedo está ambientada en 1983. Empieza la película y Goity lo dice: "Estamos en 1983 y este año vuelve la democracia". Características del neocostumbrismo: personajes "de barrio"; actuación exageradísima (ver, si no, a Fabián Vena en esta película); ambientación espaciotemporal rancia, con mucho polvo y mucho trabajo de producción para reproducir espacios viejos, cargados de cosas que significan su edad (a pesar de que, inexplicablemente, los diarios de 1983 que aparecen en El dedo están ya amarillentos); mucha botella de bebida que ya no se fabrica más; trama que en un inicio aparenta ser sencilla y termina enroscándose hasta puntos insostenibles; reflexiones morales serias e importantes; lección de civismo; preocupación por reflejar la "argentinidad" (a menudo puesta junto a un representante de lo extranjero, que debe ser convertido al argentinismo); música telúrica que subraya el sentído (unívoco) de absolutamente cada secuencia; subestimación completa del espectador, al cual se le deben dar todos los datos y todas las lecciones de forma directa. Como si el Nuevo Cine Argentino nunca hubiera existido, El dedo quiere decir grandes cosas de manera frontal y burda mientras entretiene y edifica. "Que viva la democracia" y esas cosas. El mensaje, que en los ochenta tenía un contexto que lo podría haber justificado, se parece hoy demasiado a frase vacía de maestra de escuela que quiere convencer a sus alumnos de que la Argentina "es lo más grande que hay". Populismo en cine, con pastelitos y asado. El dedo no tiene problemas técnicos: se entiende lo que se ve y se escucha. El registro "falso documental" no funciona demasiado bien (no hace más que interrumpir la narración, confundir con la repetición/variación de actores, no agrega nada), pero por lo menos demuestra la intención de un trabajo estético. Las actuaciones de Vena y Goity se acercan a lo insoportable, pero son consistentes con el mundo que plantea la película. La "santidad" de Baldomero (el personaje interpretado por Seefeld) la tenemos que creer a fuerza de la repetición de la imagen en la que rescata una virgen, pero como personaje está muy desdibujado (lo que vemos de él, cuando lo vemos al principio de la película, genera un personaje más bien extraño). Narrativamente, aunque la película es muy clara en sus intenciones desde el principio, termina generando la sensación de una deriva sin demasiado rumbo: hay retrato de pueblo, hay historias de amores, hay supuesta venganza (que como historia prácticamente no se narra y no se resuelve), hay muchísima preocupación cívica por la votación. No se llega a entender cuánto tiempo pasa entre un evento y el siguiente. Los chistes no funcionan. Aun si uno estuviera dispuesto a dejar de lado muchas cosas, El dedo no tiene mucho para ofrecer.
Una alocada trama entre la comedia negra, la sátira política y la línea del absurdo El antiguo refrán: "Pueblo chico infierno grande" es el más indicado para recorrer las andanzas de esos personajes que con el regreso de la democracia habitan la pequeña localidad cordobesa de Cerro Colorado. El negocio de ramos generales de Florencio es el lugar en el que todos se encuentran y tratan la próxima elección para intendente. Baldomero, hermano de Florencio, es un joven taciturno que, moviendo constantemente su dedo índice sobre la mesa que ocupa por horas frente a un vaso de vino, observa a todos esos vecinos con ojos inquisidores hasta que un día su cadáver aparece entre las rocas, al borde de un camino. Las preguntas comienzan a cruzarse: ¿quién mató a Baldomero?; ¿y por qué? Y allí está Florencio con su ceño adusto para tratar de dilucidar el secreto. Antes de enterrar a Baldomero, su hermano le corta el dedo índice y lo coloca en un frasco de vidrio que deja sobre uno de los mostradores de su negocio. El sabe (o intuye) que ese dedo señalará al autor del crimen. Mientras, don Hidalgo, un hombre que quiere ser intendente, intentará conquistar a los habitantes. Así, entre aires misteriosos, se acerca el momento de las elecciones, y el dedo de Baldomero indica posibles autores de su muerte. Varios y divertidos son los personajes que transitan por esta alocada trama que, entre la comedia negra, la sátira política y el absurdo andan y desandan los caminos para lograr revivir al tranquilo pueblo. El novel director Sergio Teubal logró, sobre la base de un guión ingenioso, convertir a esta historia pueblerina en un entretenimiento constante. Un elenco de indudable habilidad para seguir los distintos puntos de vista fue otro de los elementos sobresalientes de esta producción. Tanto Fabián Vena como Gabriel Goity lograron dotar de gracia a sus respectivos personajes.
Este dedo vive La historia transcurre en 1983, con el regreso de la democracia, y relata hasta dónde pueden llegar los habitantes de un pueblo, guiados por un dedo índice que reposa en un frasco de almacén. El dedo índice del soltero más codiciado del lugar es la excusa perfecta para desentrañar un asesinato; renovar la fe de los escépticos; doblegar al intendente en las elecciones locales; revivir historias de amor y agitar al tranquilo pueblo de Cerro Colorado. Este film cuenta con todos los ingredientes para entretener al espectador y lo hace con mucho mérito, ya que el ingenio del realizador Sergio Teubal va sorprendiendo a cada instante y transforma la cotidianeidad de un pueblo en algo tierno y humorístico. El Dedo Cabe destacar que no se trata de una comedia convencional, pero El Dedo apunta con profunda sutileza al corazón de todos los argentinos que se verán reflejados en ese pequeño poblado. El espectador verá a quien, lejos de su tierra, se siente cómodo y echa raíces; a aquel que trata de bordear la ley para su conveniencia o el simple hombre que por causas de la vida se ve inmerso en el medio de una guerra política. El Dedo no está solo en esta historia y cuenta con un elenco de lujo: Fabián Vena, Gabriel Goity, Martin Seefeld, Mariana Briski, Mara Santucho y Roly Serrano, entre otros. Detalle adicional: El DEDO ganó el premio a Mejor Opera Prima en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara en su edición de 2011 y ya esta comprometida para la Competencia del Festival Internacional de Cine de Montreal y de Valladolid (SEMINCI).
La sinopsis de este opus del cine argentino tiene tanto de atractivo como de riesgoso. Sin embargo, el caso de El dedo, largometraje debut de Sergio Teubal, marca una feliz diferencia con otros trabajos de la pantalla local, que no siempre afrontan ambas características de la manera más feliz. La trama nos ubica en el año 1983 y en un pequeño pueblo cordobés que ha llegado a alcanzar los 501 habitantes, lo cual lo transforma en comuna y habilita para celebrar elecciones comunales. El maquiavélico juez de paz del lugar (Gabriel Goyti) intenta capitalizar la situación y continuar así con el poder que ya detenta, algo que parece nublarse cuando un popular y extraño habitante del paraje, Baldomero (Martín Seefeld) decide hacerle frente. ¿Y el dedo en cuestión? Hace su aparición protagónica luego de la muerte de Baldomero, que dispara sospechas pero, también, el bizarro juramento de su hermano (Fabián Vena) que corta el índice del malogrado al grito de "al que hizo esto lo voy a estaquear en cuero y le voy a meter este dedo en el culo". A partir de allí se dispara una situación digna de Twilight Zone, en la que el dedo conservado en un frasco con formol se transforma en gurú de la población del lugar, lo cual repotencia los celos del juez capanga. Se trata de una comedia de perfil costumbrista (la vida de un pueblo del interior, el comercio de ramos generales atendido por Vena, el carnicero machazo, el comisario corrupto, los chismes) pero con toques brillantes y un realismo mágico freak saludable y lejos de cualquier intención berreta de hacer poesía con elementos incompatibles. La frescura del relato y las buenas artes de la dirección y el elenco son puro placer, para un título que no marcará un antes y un después pero que perdurará como una buena excepción a la regla de las comedias argentinas malogradas.
Un pequeño pueblo se ve revolucionado ante el asesinato del candidato a intendente. Su dedo, tras un juramento de venganza, reposará en un frasco de un almacén y será la excusa para desentrañar el asesinato, dar vuelta una elección a intendente, refrescar historias de amor y avivar al tranquilo pueblo. En su primera película, el director Sergio Teubal incursiona en la comedia y rebautiza al género como "absurdo latino". Es grande la sorpresa cuando uno se encuentra con que El Dedo, si bien tiene un importante componente humorístico, prioriza durante toda una primera parte una suerte de western. En el año 1983, año que pasa a la historia argentina como el de la vuelta de la democracia, un pequeño pueblo del Interior del país no se quiere quedar fuera del cambio. Con el nacimiento del habitante 501, se puede llamar a elecciones para tener un intendente, y el adinerado juez de paz (Gabriel Goity) es el más interesado en hacerse con el cargo. Su principal contendiente es Baldomero (Martín Seefeld) un hombre que a diferencia suya, es querido y respetado. No obstante, este es asesinado y su crimen se vuelve un misterio, y con la policía de un solo hombre abocada a la búsqueda de un perro Gran Danés, quedará en manos de Florencio (Fabián Vena), su hermano, vengar su muerte. No es fácil hacer buenas comedias en el país, sacando algunos pocos casos todos los años el humor tiende a la repetición y a la simpleza del chiste fácil. Por eso es que películas como Excursiones, El hombre de al lado, la reciente Amateur o esta misma, se reciben con los brazos abiertos. Filmes que parten de una buena idea y la profundizan con un cuidado trabajo de guión, en este caso de Carina Catelli, y un importante manejo de actores, no por nada las interpretaciones en todos estos casos son bien logradas. Un dedo y una promesa flotan en un frasco de vidrio, y en una revelación rápida, sin vueltas ni segundas opciones, el western se termina junto al misterio, y sin embargo queda un largo tramo de película por recorrer y el recuerdo de Baldomero todavía nada en formol. Y como dice la madre del juez "el pueblo está huérfano de candidatos", pero creen en el dedo, como creemos nosotros. Ahí empieza el absurdo, del bueno, al que Teubal hacía referencia, y la película alcanza sus puntos más cómicos. Entretenida, bien captada la imagen de época y del pueblo, con muy buenas actuaciones y musicalización, con una lograda labor de su director y su guionista, aunque me pareció algo precipitada la resolución del crimen, El Dedo es una recomendable propuesta que genera expectativas para el futuro de sus realizadores.
VideoComentario (ver link).
El largo dedo del costumbrismo Con un tinte de cine añejo, esta comedia que se presenta como negra tiene poco de humor oscuro y ronda lo naif. Situada en la vuelta de la democracia, narra la historia de un candidato a intendente con un contrincante particular. El realismo mágico no es un género que le ha dado muchas alegrías al cine nacional, y ciertamente no ha estado entre los favoritos del llamado Nuevo Cine Argentino. Está, sin embargo, entre las influencias que Teubal recoge, junto con cierto costumbrismo de pago chico, en su ópera prima. La acción transcurre en un pequeño pueblo cordobés en 1983, previamente a la vuelta de la democracia al país, la cual tendrá su correlato en las elecciones que se anuncian por primera vez en el pueblo. En ese marco, el corrupto juez de paz (Gabriel Goity) pretende ser elegido. Su principal contrincante es el popular Baldomero (Martín Seefeld), admirado por los hombres y deseado por las mujeres. A poco de anunciados los comicios, Baldomero aparece asesinado y su hermano (Fabián Vena) jura venganza después de cortarle un dedo para ponerlo en un frasco en el mostrador de su almacén. Desde allí, el dedo empieza a mostrar signos de vitalidad, y la capacidad para señalar (literalmente también) el camino correcto a sus cada vez más numerosos seguidores, quienes terminan imponiendo su candidatura. El dedo se propone como una comedia negra (después de todo hay un cadáver y un miembro mutilado) pero su humor es menos oscuro y más bien naif, basado sobre todo en las salidas supuestamente insólitas de los habitantes del pueblo. Personajes estos que parecen responder al lugar común, algo condescendiente, de que la gente de pueblo es buena, inocente, atolondrada y simple, y donde nadie es realmente malo, ni siquiera el villano de turno. Claro que también podría tratarse de una sátira política. Y razones no faltarían cuando la acción transcurre en esa época, hay unas elecciones de por medio y políticos corruptos en danza. Pero la verdad es que hay que tener ganas de tomarlo por ese lado, porque el retrato no es tampoco demasiado elaborado. Más allá de algunos paralelos con personajes o situaciones conocidos o cierto folklore electoral (besar niños u organizar asados), todo se reduce a la puja entre un caudillo malo (el juez) y un caudillo bueno (el dedo milagroso). Lo cual no parece apuntar a una crítica, sino que es presentado como algo simpático y pintoresco. Se trata de una comedia liviana, cuyos gags a veces son graciosos y a veces son ñoños, y donde los actores hacen un papel digno aun teniendo que vérselas con unos personajes estereotipados. Todo termina dando una sensación de cine argentino añejo, como de la década que se está mostrando, y eso llama la atención en un realizador debutante.
ME GUSTA Anoche recordaba escenas de El Dedo y me reí hasta quedarme dormido. Usualmente espero un día para escribir porque la primera impresión se tiene que asentar. Cuando desaparece la narcosis dialogo mejor con la película. Pasó un día y me sigo riendo. Este comentario no puede ser coherente; El Dedo es la mejor bizarreada que dio el cine argentino en toda su historia. Si yo fuera Sergio Teubal explotaría de ansiedad porque no se puede superar algo tan copado. La cosa va más o menos así: estamos en un pueblito de Córdoba. Es 1983, el mismo año en el que yo nací. Como volvió la democracia a la Argentina, el Puma Goity quiere ser intendente. Detesto cualquier reflexión política pero El Dedo hace su intertextualidad con total despreocupación. Logra el milagro: una bajada de línea vacía, o en realidad una bajada de línea vaciada y rellena sólo con diversión. Relato amoral, desprejuiciado, caótico, inteligente, pastichoso y entretenido, que pone en un estante el tema de la dictadura como para que la jubilada mueva la cabecita y sea profunda. No puedo creer que una película situada en un pueblo desolado esté superpoblada de personajes, situaciones y recursos plásticos. Jamás un clima siestero. El Dedo arranca, se lleva puesta un par de verjas y se pierde echando polvo. El aturdimiento es agradable y duradero, por eso me sentiría idiota meditando esta película. Si el spaghetti western parodia a los westerns, Sergio Teubal parodia al spaghetti western. Estas parodias al cuadrado que puso de moda la postmodernidad acá ni importan; el ensamblaje narrativo con el género es logradísimo. Sería abominable imaginar otra musicalización u otros encuadres para esta historia. Las ganas de usar el spaguetti western es obscena; no vuela ni una mosca de sutileza. Otra cosa increíble: la habilidad de Carina Catelli para que el guión luzca preciso habiéndolo escrito bajo una intoxicación de insolencia. ¡Y el arte! Estuvo a cargo un pibe que se llama Christian Legare. No entiendo; la dirección de arte sólo sale bien si lo hace una chica. Mucho menos puedo creer que Sergio Teubal agarre multitud de personajes y les dé gracia a todos. Este tipo es un coreógrafo extraterrestre, un demente que utiliza lógica matemática para darle la misma presencia y el mismo volumen a cada actor. Y encima trabaja Patricia Rojo, una actriz que dirigí en un corto de primer año que salió espantoso. Menciono esto porque hay una anécdota: el casting no nos daba resultado. Estábamos yéndonos y de pronto aparece Patricia Rojo preguntando si aún había tiempo. Me quedé estupidizado. Casi me arrodillo pidiéndole que acepte el papel. Bueno, si alguien quiere tener una prueba de su carisma, vea urgente El Dedo. Patricia Rojo interpreta a Jacinta.
El índice popular Es 1983 y, al fin, llegaron las elecciones a la Argentina. También a un pequeñísimo pueblo cordobés, que debe decidir quién será su intendente: Baldomero (Martín Seefeld), el candidato popular, o Don Hidalgo (el Puma Goity), el terrateniente oligarca. Pero a Baldomero lo matan y su hermano, Florencio (Fabián Vena) busca venganza y guarda su dedo en un frasco de formol, al que los pobladores empiezan a otorgarle poderes místicos. La película de Sergio Teubal usa el momento político apenas como contexto para desarrollar una comedia a la vez costumbrista y absurda, con el pueblo como protagonista de esta especie de Fuenteovejuna serrano. Las anécdotas de sus habitantes, diseñados como estereotipos, rodean al eje narrativo y con ellos se desarrolla el humor: con el loco, el bueno, el poderoso, el callado, el extranjero. El filme comparte algo en el tono de su relato con películas como La gran seducción, El divino Ned o Bienvenidos al norte. Así, el costumbrismo del pueblo es mirado con humor y cierta ternura y narrado sin exageraciones. El dedo logra ser una historia fresca, que no busca la comicidad en la torpeza sino en lo sutil, aunque a veces se disperse un poco. Valga una advertencia: para los actores cordobeses la tonada no es un problema, pero para el resto puede serlo. Fabián Vena y el Puma Goity no caen en esa clásica mala imitación porteña de la tonada, es verdad, pero por momentos la neutralizan en rasgos regionales que pueden ser de cualquier lugar del interior. Hay dos opciones para el espectador local: o logra hacer un pacto de verosimilitud con ese acento, o no lo logra y eso puede impedirle disfrutar de la historia. Dependerá de cada uno.
Cuento de pueblo chico “El dedo” transcurre en un clima de humor entre absurdo e inocente, complementario de las ideas que su director tiene de un pueblo chico y sus habitantes. Entre los protagonistas están Florencio, a cargo de Fabián Vena, el dueño de un almacén de ramos generales; Don Hidalgo, un juez de paz con aspiraciones de ser el primer presidente comunal del pueblo, interpretado por Gabriel Goyti, y Baldomero, un trabajo de Martín Seefeld. Baldomero es quien pierde el dedo cuando su hermano Florencio promete hacer justicia después de su asesinato. Pero la falange amputada conservada en un frasco con alcohol comienza a manifestarse y los pobladores llegan al extremo de proponerlo como candidato. Vena se destaca en su muy buena composición de un personaje bastante hosco en una película que entretiene en base al disparate y la cálida aunque por momentos esquemática mirada que el director, Sergio Teubal, dirige a ese microcosmos en el que conviven varios arquetipos de un pueblito cordobés. Sin embargo el filme sale a flote gracias a buenos actores y a una historia que también cuenta con gracia las miserias de quien aspira al poder.
Cuando un pueblo llega a los 501 habitantes ya tiene otro estándar, cuando el soltero más codiciado del mismo muere y guardan su dedo índice para que éste guíe los destinos y además sea una suerte de Watson en formol que ayude a descubrir el asesinato ya la cosa se pone peliaguda. Cerro Colorado es el lugar y 1983 el año. Democracia recuperada, la política a flor de piel pero desde lo cotidiano, desde un lenguaje de entre casa, desde una reflexión entre nos. Porque ese dedo hacedor de preguntas y dador de respuestas sugiere muchas cosas, algunas absolutamente locales y otras universales, pero su tono y una cierta pregnancia hacia lo que significaron siempre los modos personalistas y hasta paternalistas de encarar la elección de un líder se representan allí como si el pequeño pueblo que ya tiene entidad electoral fuera una sinécdoque de todo el país. Rodada en cinco semanas con algo más de 30 actores y más de 300 extras, el film cuenta con muy buenas actuaciones de Gabriel Goity, Rolly Serrano, Mariana Briski y el siempre espléndido Fabián Vena que narran esta historia en clave de comedia absurda que se sostiene en los acertados trazos de humor de Sergio Teubal que sabe manejar el tempo del libro con el que trabaja y al mismo tiempo sabe acertar en esos lugares de emoción y subjetividad argentina en la que no podemos no reconocernos. Hay en el film un carpe diem que enamora por la situación idílica de vivir en un pueblo y a la vez un absurdo notable y ostentoso en la cuestión de que un dedo índice maneje la vida de los habitantes de ese lugar. Otra buena película del cine nacional en este año que aún no promedia y que ya ha dado sus frutos.
Pintura Costumbrista Un pueblo chico, casi insignificante, metido en las sierras cordobesas se vé de pronto revolucionado por dos hechos a saber, la llegada de la democracia -transcurre en 1983- y por el misterioso crimen de un posible candidato a intendente, que es el hermano del almacenero local, quién jurará vengarlo y así avivará el pequeño fuego de las iniciativas en un sitio donde todo se sabe y conoce, puesto que habitan 500 personas. El filme del debutante Sergio Teubal se basa en el cuento "El dedo de Baldomero", y como costumbrista propuesta semeja a aquellos títulos de comedias un tanto irónicas de los años 40 que solían verse en nuestro cine argentino.Comedia negra sería el género más apto para clasificarla, con algunos momentos que recuerdan a un western rural, y hasta cierto homenaje a la maravillosa e inolvidable "Bienvenido Mr. Marshall" de García Berlanga (la escena de los preparativos para el paso de los turistas y el omnibus que pasa sin detenerse). Fabián Vena confecciona su personaje sobriamente - el dueño del "Casi Todo" -ramos generales-, y su antagonista es Gabriel Goity como el juez local con pretenciones de hacer carrera política a cualquier costo. Tampoco desentonan Mariana Briski y Roly Serrano. La música es relevante, por momentos recuerda a los filmes de Kusturica (otro homenaje...?), la fotografía de Christian Cottet es correcta y lo muy remarcable es que es una peli que se oye bien, y allí estamos cada vez logrando más en los rubros técnicos. Simple cuento de pago chico pero que divierte por ratos y se deja ver muy agradablemente.
Lograda comedia negra que señala con el dedo a las maniobras políticas El humor negro, en el cine argentino, generalmente ha sido empleado en comedias muy ligeras y de manera grosera. Muchos guionistas (también directores), por querer ser graciosamente ingeniosos, han hecho proliferar en un guión cinematográfico los chistes de mal gusto con el sólo objetivo de provocar alguna carcajada y sin la mínima intención de un mensaje subliminal. Un "operaprimista" en el subgénero. Sergio Teubal tomó el desafío de afrontar el subgénero de la comedia negra y con ella ganó el premio a la Mejor Ópera Prima en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara; su película fue declarada de Interés por la Subsecretaría de Cine de Córdoba y el Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales la reconoce como Película de Interés Nacional y con ella además participó de la edición 2011 del Encuentro de Cine Argentino y Europeo de Pantalla Pinamar. Una historia basada (en parte) en un hecho real La acción de la historia transcurre en un pueblo del interior argentino en el año 1983. Hasta el momento, la autoridad casi eterna de ese pueblo ha sido Don Hidalgo, un caudillo que de manera dictatorial ha manejado el destino del pueblo y la vida de sus habitantes, aunque su manera de proceder nunca ha sido clara y ha logrado enriquecerse económicamente. El país se prepara para volver a la democracia luego de la seguidilla de gobiernos de “facto” que asolaron la vida política, pero la población no está acostumbrada a votar y no tiene idea de cómo se elegirá a quien los gobernará. El caudillo, quiere seguir en el poder y buscará la forma de convencer a los 500 habitantes de ese poblado de que él es la mejor opción. Pero en el pueblo también está Baldomero que es el solterón más codiciado por las niñas casaderas de la población. Es un hombre que está llegando al medio siglo de vida, buen mozo, sencillo, directo y con ideas muy claras de lo que quiere, en el pueblo lo que él dice se transforma en código no escrito Baldomero será quien se transformará natural y rápidamente en el líder opositor hasta que es asesinado. Todo el pueblo sabe quién ha matado a Baldomero, y quién ha sido el instigador, pero las autoridades no creen conveniente declarar oficialmente que se conoce a los culpables. Todos saben pero todos callan, menos Florencio, el almacenero de esa comunidad y hermano de Baldomero, quien toma el estandarte de su causa y jurará vengar su muerte. Así Florencio se lanza a la campaña política en pos de ganar la elección a Intendente y tendrá como emblema “un dedo” que ha cortado del cadáver de su hermano. Ese dedo cortado (el de un líder muerto) y guardado en un frasco será, en adelante, el que señale lo que se debe hacer a toda la población. El director del filme Sergio Teubal ha desarrollado una carrera como actor en teatros de la legendaria calle Corrientes de Buenos Aires donde se destacó en obras tales como “Jesucristo Superstar”, “Macbeth” y “El infierno del Pinti”. Una beca para estudiar dirección de cine y teatro en Londres le permitió, posteriormente, desarrollar una carrera como director de “clips” comerciales y también “videoclips” independientes con los que ganó varios premios. "El dedo" es su opera prima cinematográfica en largometraje. Los actores de “El dedo” El elenco está encabezado por el actor Fabián Vena, a quien se lo ha visto poco en cine y que aquí logra una excelente composición de su personaje, con recursos que ya ha probado con efectividad en el teatro, y demuestran su talento. Se destacan los actores Mariana Briski y Gabriel Goyti en papeles facilitados por el estereotipo, aunque el resto del elenco también ha logrado construir sus roles. Aunque, vagamente, se da una idea de que el pueblo está situado en la provincia de Córdoba, el acento que usan los personajes no pertenece completamente a esa localidad, hay una especie de mezcla de inflexiones, es difícil para un actor hablar con un acento que no es el suyo habitual y al mismo tiempo dar las entonaciones correctas. Sergio Teubal, quizá por sus antecedentes actorales, demuestra capacidad para dirigir actores, algo que no es habitual en los “operaprimistas” de la cinematografía argentina. Comentario sobre la película Quien ha seguido la vida política argentina de los últimos 27 años, podrá encontrar un espejo simbólico de lo que sucedió en esa época. El personaje de Florencio, está caracterizado en un estilo (hombre sencillo y pueblerino) que recuerda mucho a la imagen que daba quien asumió la presidencia del país cuando se recuperó la democracia. El dedo cortado de Baldomero que señala lo que debe hacerse, puede proyectarse a cuando fue mutilado el cadáver de un ex presidente. Ese ex presidente tuvo un poder tan grande que aún después de muerto sus ideas marcaban el camino a sus seguidores, y sus opositores lo seguían combatiendo vehementemente, tal como ocurre en la película con el dedo de Baldomero. El guión fue escrito por Carina Castelli, que a su vez se basó en la novela “El Dedo de Baldomero” de Alberto Assardourian, que el director cuenta que conoció casualmente durante un viaje de vacaciones y que le llamó la atención porque el autor se basó en lo que hizo un almacenero cordobés, que guardó en un frasco un dedo que había perdido en un accidente. Teubal reconoce que con Castelli, al guionar, decidieron disminuir las directas y contundentes implicancias políticas del libro original de Assardourian, aunque de todas maneras quedaron plasmadas en el filme. Los diálogos son ágiles, divertidos, dicen verdades en forma directa sin que nadie salga herido. Se trata de una comedia con un humor muy negro, que el espectador disfruta de manera permanente. Hay mucho de costumbrismo en las situaciones que se ven en pantalla y desde la platea más de una persona se sentirá identificada. Ya en la introducción de la película, desde los títulos, la música incidental y de fondo de las escenas predisponen al espectador a disfrutar de esta comedia. Para ello no podía haber un tema más apropiado que “Superchango”, de “Mano Negra". Puede ser que el humor negro sea un estilo diferente para contar algo que de otra manera sería doloroso recordar.
El dedo maneja un registro variopinto e inseguro en el que los mejores momentos son aquellos donde la película, absurdo mediante, se permite jugar más libremente con sus personajes y arrancarlos de los estereotipos a los que parecen estar pegados. Cuando Baldomero, en plena campaña para intendente, muere de manera misteriosa, su hermano jura venganza frente a su cuerpo sin vida y le corta un dedo; el dedo, ahora colocado en un frasquito con formol, habrá de dirigir la vida de los habitantes de Cerro Colorado y se convertirá en una especie de guía espiritual. Las lecturas que se hacen del dedo de acuerdo a la dirección en que apunta y la forma en que se toman decisiones después de consultarlo son lo más divertido de la película, cuando Sergio Teubal se anima a correrse de la estereotipia más rígida y la mezcla genérica y consigue que su relato respire un aire nuevo, que exhale una frescura que se traduce incluso en la construcción visual, por ejemplo, en el plano lejano del interior del almacén en el que se encuadra a los personajes y al jorobado Goyo, que se encuentra colgado de un arnés en el techo después de que el dedo señalara el instrumento como cura para su mal físico. Fuera de las escenas en las que el absurdo se apodera definitivamente de la historia y la puesta, El dedo sufre de una falta de personalidad que es cada vez más frecuente en mucho cine argentino. No se sabe qué busca la película al realizar cambios de tonos tan bruscos: de la comedia costumbrista se pasa a la tragedia familiar, de un silencioso duelo a muerte a un señalamiento más o menos fuerte de la corrupción del gobierno local, de la burla para con los personajes a un retrato serio y con ribetes dramáticos, y de telón de fondo siempre está el documental aportando testimonios en clave paródica de los que serían los verdaderos habitantes en los que se basó la historia (aunque se trate de una adaptación del cuento de Alberto Assadourian). Ese constante deslizarse de un registro sin solución de continuidad y sin un objetivo claro hace que la propuesta de la película se diluya y que sea imposible formular de manera más o menos precisa su interés: reírse de los habitantes del pueblo, pintarlos como idealistas y valientes, contar una historia de amor y redención local, pergeñar un relato sobre la participación y la vida comunitaria, etc. Se habló bastante de la supuesta carga política de la película y de cómo referiría de manera evidente a la Historia argentina (Perón como líder carismático que dirige a las masas desde el exilio, el dedo como sus manos cortadas, y todo eso articulado con el contexto de las elecciones próximas en las que otro líder parece imponer su figura política desde un más allá –aunque la muerte de Néstor Kirchner ocurrió después de filmada la película, la fecha del estreno habilita a que se la lea de esa forma, como si se tratara de un plus de sentido que la coyuntura le regala a Toubal–), pero lo cierto es que esa referencia a la política nacional resulta plana, sin un volumen que la sostenga y le confiera un cuerpo propio: ¿cómo decir algo sobre política de manera tan abierta cuando no se sabe qué se está buscando, cuándo se recorren caminos en direcciones múltiples sin decidirse nunca por ninguno? La sensación que queda después de terminada la función es que El dedo es una película con muchas ideas y recursos pero con una visión del mundo fragmentada, débil, cuya fragilidad se percibe sobre todo en esa amalgama caótica de tonos y climas que, lejos de imprimirle ambigüedad al relato, lo torna indeciso, falto de coherencia, lo dota de todos los signos del pastiche posmoderno más endeble.
Un candidato confiable En época de elecciones el cine propone cómo elegir al mejor candidato. Eso es lo que ocurre en "El dedo", la opera prima de Sergio Teubal, una suave sátira, bien contada, que cuenta lo que ocurrió en una ciudad de pocos habitantes del interior, cuando tuvieron que votar para designar al primer intendente del lugar. La película basada en el libro "El dedo de Baldomero" de Alberto Assardourian, se inscribe en un clima de realismo mágico. Ambientada en la década de 1980, tiene por protagonista, precisamente a "un dedo", el del mejor postulante a ocupar el cargo mencionado, que es asesinato a sangre fría, cuando se lo descubre teniendo sexo a orillas del río, con la mujer de uno de los hombres de esa ciudad de pocos habitantes. El que se encargará de averiguar lo que ocurrió con el candidato, es su hermano, dueño del almacén, que promete vengar la muerte y para hacerlo, le corta un dedo al muerto y lo guarda en un frasco, que exhibe en su negocio. COSTUMBRISTA Entre los sospechosos se ubica el candidato contrario al muerto, un reconocido abogado que tiene arreglos con la policía y del que todos sospechan, sin embargo los resultados terminarán asombrando a todos. El filme tiene personajes típicamente costumbristas, para los que "el dedo" en exibición en el almacén, se termina transformando en una especie de termómetro de lo que les sucede a todos en ese pueblo, a tal punto que es capaz de pronosticar el futuro. En medio de ese clima algo disparatado, Teubal no pierde su brújula al ir desarrollando los rasgos de unos y otros, de tal manera que la historia se convierte en un ritual en el que como en "Fuenteovejuna", de Lope de Vega, es el pueblo el que decide. Con acertadas pinceladas, el director logra guiar a cada uno de sus protagonistas permitiéndoles el lucimiento individual y coral al mismo tiempo. Entre ellos se destacan Martin Seefeld, como el extraño candidato que esconde un secreto; Gabriel "Puma" Goity, que le aporta una oscuridad sólidamente corrosiva a su papel y Fabián Vena, el hermano que jura venganza, en un protagónico, al que el actor le aporta una convincente originalidad.
Lo interesante es saber cómo nació esta comedia costumbrista, llevada al cine, me comenta el jefe de prensa, que el director Sergio Teubal y su esposa Carina Catelli, hace unos años se encuentran con un artesano por la zona de Córdoba, en la localidad de Santa Elena, quien le cuenta solo una parte de la historia, en ese lugar tejer historias es algo común, (que van pasando de generación en generación, es una forma de entretenimiento), y cuyo escritor le dice que es un tal Alberto Assardourian (Cordobés), de este cuento,(que se le cambian algunas cosas, como por ejemplo la parte política), luego ellos regresan a Gral. Belgrano, lugar donde se alojaban y van comer algo en un lugar típicamente alemán, toman una cerveza artesanal y le entregan un diploma que acredita que el cliente probó dicha bebida, curiosamente esta firmado con el apellido Assardourian, que resulta ser el hermano, accede al contacto y después en Buenos Aires, encuentra su libro, lo compra por internet y asi nace este film. El Director Sergio Teubal (Buenos Aires 1969), desde temprana edad trabajó como actor teatral en obras de la calle Corrientes como Jesucristo Superstar, Macbeth y El infierno de Pinti; en el 2005 termina su primer documental “La música del Delta” que resulto seleccionado para el Festival AFO 2005, de Checoslovakia. Este film es su primer largometraje de ficción y fue rodado entre Mayo y Junio de 2010 en la Provincia de Córdoba, la filmación se extendió por 6 semanas y está basado en la novela El dedo de Baldomero de Alberto Assardourian. La historia se desarrolla en 1983 en un pequeño pueblo de Cerro Colorado, con el nacimiento de Margarita ahora es una comuna y son 501 habitantes, por lo tanto pueden tener un Presidente comunal o Intendente, de esta forma dice uno de los postulantes Don Hidalgo (Gabriel Goity), su familia fue la fundadora de ese pueblo, este es corrupto y astuto, “el pueblo maduro gracias a Margarita quien da este número y pueden elegir”. Entre los candidatos se encuentra el soñador y popular Baldomero (Martín Seefeld), hermano del almacenero Florencio Contreras (Fabián Vena). Pero todo se complica con la muerte de Baldomero, su hermano le corta uno de sus dedos, con este piensa vengarse, luego es guardado en un frasco con formol, ahora este señala los caminos a seguir. Es una historia que mantiene el ritmo en todo momento, con muy buena música y fotografía, una comedia negra, con mucho humor, llena de metáforas desde la política, aquí se habla de nuestras costumbres y rutinas, la necesidad de creer en algo, (en este caso el dedo), las actuaciones son correctas, algunas un poco más destacadas, se le puede señalar que posee algunos errores temporales.
¡Eso Vive! El Dedo es la ópera prima del director Sergio Teubal, una nueva cara en el cine argentino, que decide debutar con esta comedia negra de toques bizarros, que mezcla superstición, puja política, asesinato, ignorancia y algunas cuestiones más que la convierten en una interesante variante a la cartelera actual, sobre todo para los que están podridos de tanto blockbuster pochoclero. La película cuenta la historia de un pueblo cordobés, más específicamente del Cerro Colorado, que al nacer el habitante número 501, queda habilitada para poder elegir, mediante el voto popular, al intendente de la comuna. El nudo se hace presente cuando uno de los posibles candidatos, Baldomero, es asesinado misteriosamente, situación por la cual su hermano Florencio, decide cortar el dedo índice del cadáver para que de alguna manera le señale quien ha sido el verdugo. Como se podrán imaginar, este acto de superstición llevará al film por caminos que raya lo absurdo y lo bizarro, jugando con escenas de los que teóricamente fueron los protagonistas reales de la historia. Protagonizan Fabián Vena (Florencio), Gabriel "Puma" Goity (Hidalgo), Martín Seefeld (Baldomero) y Mariana Brisky (Franca). Como gran crítica a la cinta, remarco el abuso de actores porteños para interpretar a cordobeses... si bien creo que el esfuerzo de algunos es más que respetable, nunca un actor de Buenos Aires va a poder sacar la tonada cordobesa sin parecer forzado... lamentablemente es así, no es una tonada fácil. Es verdad que un Fabián Vena atrae mucho más público que un Gustavo Almada ("Laucha" en De Caravana), pero es momento, sobre todo con el auge del cine cordobés, de que se comience a tener seriamente en cuenta a los actores locales, sobretodo si se quiere hablar de una historia de Córdoba. En otra nota, el humor negro y ácido es por momentos maravilloso, aunque no es constante durante los 96 minutos del film. Personalmente, no lo soporto a Gabriel Goity con esa vocecita irritante que pone a sus personajes desde que tuvo un poco de éxito en "Los Roldán", creo que ya choreó bastante con eso y su actuación me resulta muy artificial. Una muy buena sorpresa para mí fue Mariana Brisky que le da un cierto ángel a la película, y por supuesto Fabián Vena que resalta durante toda la cinta y le sube definitivamente varios puntos a la historia contada por Teubal. ¡Yo les diría Precaución! No es la típica comedia argentina, y puede llegar a pasar lo que a muchos les sucedió con "Los Marziano", que fueron con un pre concepto de comedia que les impidió disfrutarla. Es un poco rara, sí, pero también es una respetable representante del buen momento que está pasando el cine argentino.
Bellamente fotografiada por Christian Cottet y con una excelente, original y divertida banda sonora a cargo de Supercharango, “El Dedo” es el mejor ejemplo de hacia donde debería encararse la producción de filmes nacionales. Si bien por momentos el acento pueblerino de la Córdoba profunda se evapora de los personajes a cargo de Goity y Vena, el relato fantástico sobre este dedo “visionario”, sus sabios consejos y su posible candidatura política excede cualquier pequeño desliz actoral.