LUCHAR POR UNA VIDA Intenso drama que logra mezclar el suspenso propio de las películas sobre el boxeo, basado en cada una de las luchas, con una historia muy fuerte que acompaña el desarrollo del argumento y que, gracias al excelentemente planteado conflicto y al guión que nunca decae, logra convertirse no solo en una de las mejores cintas de muchos de sus intérpretes, sino en un trabajo memorable de David O. Russell, el director. La historia se centra en dos hermanos que están tratando de ganar y ser los mejores en el boxeo. Uno de ellos es adicto al crack, y luego de su encarcelación, Micky, quien perdió un encuentro muy importante, decidirá dejar de lado a su compañero y comenzar a entrenar con otras personas y empezar una nueva carrera deportiva. La cinta comienza y se remata de la misma manera, con el personaje de Dicky hablándole a la cámara al estilo documental falso. Una vez pasada esta corta, pero efectiva escena, la película comienza a profundizar directamente, sin dar demasiadas vueltas, el conflicto principal de la historia y las diferentes ramas emocionales que el protagonista va desarrollando. Este no es un relato sobre si el boxeador va a ganar la pelea o se va a arruinar su carrera, aunque esta cuestión también está presente, es un relato biográfico que pone énfasis en las relaciones de los personajes, en especial en marcar ese vínculo fraterno entre hermanos y desarrollar una verdadera y real "pelea" por mantener esa relación, pese a las dificultades, intacta. Es por eso que la lucha final, pese a que el centro de atención está en saber si gana o no, funciona más como una metáfora, en la que se confirma o no la confianza que se fue perdiendo con su compañero. Es un triunfo o una derrota a la vida. La intensidad con la que se van presentando los diferentes temas que aquí se desarrollan es abrumadora, no porque sean mostrados de manera cruel, sino porque van desarrollando en la figura de Micky un entorno complicado pero del que no es imposible salir adelante. Es allí donde interviene Dicky, la persona que directamente introduce el tema de las drogas y su abuso, y que funciona como el principal disparador reflexivo de la cinta. Las escenas en las que se muestran las reacciones de la familia, de los amigos, del barrio y de los compañeros en la cárcel, ante la película de HBO sobre la adicción al crack, son muy fuertes y están desarrolladas con una delicadeza y crudeza que expone los variados sentimientos de las personas ante la realidad que los rodea. El trabajo realizado por el director y el guionista es excelente en estos minutos. Pero si hay algo que prioriza y que intensifica mucho más la experiencia, es la calidad de las actuaciones. Mark Wahlberg es Micky Ward, el deportista que está tratando de entrar prestigiosamente al mundo del boxeo, interpretado muy fluidamente por el actor y mostrando, en los momentos cúlmines de su personaje, ya sean las discusiones o ese momento en el que le tiene que decir de frente la verdad a su hermano, los sentimientos de manera muy realista. Christian Bale desarrolla el mejor personaje de la película y uno de las mejores actuaciones de su carrera. Aquí no solo tiene un cambio físico notable (parecido al realizado para "El Maquinista"), sino que le aporta un dinamismo a su rol que sorprende minuto a minuto. Su mirada perdida, su desconcentración, su manera de caminar, de moverse y hasta de expresar sus emociones, están perfectos. Una excelente actuación. Amy Adams, la novia de Micky, está maravillosa en su papel, muy diferente y jugado a los de su pasado y desarrollado con mucha calidad y expresión (el momento del ring "él o yo" está excelentemente actuado). Melissa Leo, la madre, en un duro, determinante y agobiante personaje, muy bien interpretado. Se utiliza mucho la cámara subjetiva para mostrar los sentimientos de los personajes, se llaman a los planos cortos y generales para darle vida a los diferentes movimientos en el ring y se utiliza una gama de colores amarronada que acompaña con profundidad el desarrollo de la historia. A su vez, la música está muy correcta, al igual que la fotografía y la iluminación. "The Fighter" es una profunda, diferente, muy bien dirigida y perfectamente actuada película que tiene como principal objetivo el hacer pensar al espectador sobre la forma de vida que rodea al protagonista y como ellos van tratando de solucionar sus problemas. Intenso y con una premisa muy bien llevada adelante. No se la pierdan. UNA ESCENA A DESTACAR: las reacciones ante la película.
Las historias dramáticas de boxeo han sido tratadas en infinidad de films, desde "Body and Soul", pasando por "Rocky" y "Raging Bull", hasta "Million Dollar Baby". Con "The Fighter", el director David O. Russell ("Three Kings", "I Heart Huckabees") propone otra muestra de este subgénero en donde lo más interesante transcurre debajo del ring. Basado en hechos reales sobre la vida de Micky Ward, el relato se enfoca en la etapa más dura de la carrera de este boxeador, detallando la conflictiva relación con su madre controladora y, especialmente, con su medio hermano Dicky Eklund, un ex-boxeador y entrenador adicto a las drogas. Con estupendas actuaciones secundarias de un transformado Christian Bale (como el hermano adicto, firme candidato al Oscar por este papel), Amy Adams (como la novia, en un rol diferente a los que nos tiene acostumbrados) y Melissa Leo (como la madre), "The Fighter" es mucho más que una película de boxeo, es un drama familiar profundo e inspirador.
Para aquellos que no gusten de las películas de boxeo, no se preocupen, ya que aquí no es lo que abunda. En este film se ven sólo algunos segundos de algunos rounds fundamentales para la trama, porque aquí no se trata de mostrar box, sino que...
Levántate y anda (a noquear) Este película sobre las historia "real" del boxeador Micky Ward y la relación de amor-odio con su medio hermano y entrenador Dicky estuvo a punto de ser dirigida por Darren Aronofsky, quien finalmente abandonó el proyecto para rodar El cisne negro (ahora, una de las rivales de El ganador en la lucha por los premios Oscar y que casualmente se estrena en la Argentina el mismo día). De haber aceptado, Aronofsky -quien de todas maneras figura como productor ejecutivo de El ganador)- habría narrado una historia con muchos puntos de contacto con El luchador, la película que sirvió para reencauzar su carrera y revivir la de Mickey Rourke. Es la típica épica de un atleta ya veterano, con demasiados golpes encima, que logra reinventarse y volver a los primeros planos, a pesar de las miserias familiares y del negocio. O sea, nada que no se haya visto ya en decenas de incursiones en el subgénero boxístico, desde Toro salvaje hasta Rocky, pasando por Million Dollar Baby. Sin embargo, a pesar de que El ganador adscribe a no pocas convenciones (si quieren: lugares comunes), David O. Russell -el talentoso realizador de Secretos íntimos, Flirting with Disaster y Tres Reyes- logra “domesticarlos” y trascenderlos en pos de un intenso relato popular (en el buen sentido) que genera admiración e identificación. A algunos colegas les irritó bastante la subtrama sobre la familia numerosa de origen irlandés con una madre dominante y manipuladora (la gran Melissa Leo), siete hermanas de temer, un hijo drogadicto que sigue viviendo de los recuerdos -¿reales?- de sus cinco minutos de gloria como ex boxeador (el Dicky de Christian Bale) y el sufrido protagonista (Mark Wahlberg), sobre quien está depositado buena parte del futuro del grupo. A mí, en cambio, no sólo no me molestó (como tampoco lo hizo la veta romántica con el personaje de Amy Adams) sino que le da al film un buen contrapeso dramático frente a la épica deportiva que arranca en 1993. En el medio, además, está la dinámica barrial en Lowell, Massachusetts y la del gimnasio donde entrenan, así como el rodaje de un documental que HBO le dedica al personaje Dicky, que no es precisamente sobre sus hazañas boxísticas sino sobre su adicción al crack. La presencia de HBO o ESPN en la historia no es antojadiza sino que tiene que ver también con el creciente poder que las cadenas televisivas fueron adquiriendo dentro del negocio. Es más, en un logro más de la puesta en escena, Russell filma las escenas de box con la misma estética utilizada por dichas cadenas en sus transmisiones televisivas. El aporte físico de Wahlberg es notable, ya que no sólo parece un profesional sobre el ring sino que además imitó la particular forma de pelear de Irish Ward. Para casi todo el mundo, la gran actuación del film es la de Bale. Para mí, si bien es funcional, resulta en muchos aspectos efectista. En cambio, el trabajo más contenido (y claramente más generoso) de Wahlberg resulta bastante más logrado (¿adivinen quién ganará el Oscar y quién no?). En todo caso, la película se beneficia de este duelo de estilos interpretativos. Cada espectador, como siempre, será una suerte de jurado y elegirá a su propio ganador.
El Legado de Marty & Bobby Flashback. Escena final de Boggie Nights – Juegos de Placer de Paul Thomas Anderson. Dirk Diggler (Mark Walhberg) se para frente al espejo de su camerín, antes de salir a filmar una vez más una escena de una película porno. Le habla al espejo. Saca su famoso pene y le boxea al espejo cuál Jake La Motta (Robert De Niro) antes de cada pelea en Toro Salvaje. No sería desatinado decir que no existiría El Ganador si treinta años atrás no hubiese existido el film que revolucionó la manera de filmar películas de boxeo. Pero no tanto por el aspecto visual, sino por la narración en sí, ya que el nuevo film de David O’ Russell, tiene identidad propia. Es probable que el nombre de O’ Russell no les resulte familiar, pero lo cierto es que sus películas, al menos en Estados Unidos, no suelen pasar desapercibidas. Sus primeras comedias independientes generaron ciertos elogios en el momentos de su estreno. Honestamente no las vi. Para mi la carrera de O’ Russell comienza con su película más comercial, polémicas e irónica hasta la fecha, quizás la más personal en lo que respecta a la ideología política del director, y sin duda unas de las más cínicas crónicas de guerra que se hayan hecho: Tres Reyes (1999) narraba las desventuras de tres Rangers del ejército estadounidense durante la Guerra del Golfo, que salían a buscar el “tesoro” de Saddam Hussein. Algo similar a El Botín de los Valientes, pero con una dura crítica hacia la xenofobia, la avaricia, la sed de violencia de los soldados estadounidense. Esta comedia negra tuvo críticas divididas por todo el mundo, y es más respetada ahora que lo que fue en su momentos. Una suerte similar corrió Yo Amo Huckabees, una sátira sobre el capitalismo, el sentimentalismo y las propagandas de los shoppings relacionadas con las imágenes perfectas de las personas, con tintes surrealistas. Nuevamente, O’ Russell no recibe un aliento general. Nuevamente su punto de vista incorrectamente político y pretencioso provoca que gane mayor oposición que adhesión. Para confirmar el odio de la industria, realizó hace unos años atrás y como apoyo de Tres Reyes, un corto documental que narraba las torturas y violaciones que los soldados realizaban a civiles iraquíes durante la última guerra. Todo esto lleva a preguntar… ¿cómo es que este director “maldito” se ha reconciliado con la industria y ahora es nominado al Oscar como Mejor Director? La respuesta hay que buscarla en El Ganador, un film que reproduce la vida real de Micky Ward (Wahlberg), un boxeador treintañero y de poca monta de Massachusetts, que pretende triunfar pero vive bajo la sombra de su representante y hermanastro mayor, Dicky Eklund (Bale), ex boxeador (quien proclama haber noqueado a Sugar Ray Leonard en 1979) y adicto al crack. Micky tiene futuro como boxeador, pero mientras siga dependiendo de Dicky y su madre, nunca va a salir adelante. Cuando Dicky va a la cárcel y el entrenador de Micky (Mickey O’ Keefe, verdadero entrenador de Ward, realiza un actuación convincente como sí mismo), le encuentra un nuevo manager que lo puede llevar al Campeonato Mundial, la vida de Micky cambia, pero por otro lado también tiene que decidir que hacer con su familia. La película de O’ Russell se divide en dos partes bien definidas. La primera es un retrato familiar de la vida de un aspirante a boxeador en un barrio bajo de Massachusets. Mientras que Dicky es una leyenda local venida a menos, seguido por unos camarógrafos de HBO, Micky es barrendero y se entrena. O’ Russell se enamora principalmente del payasesco personaje que interpreta el camaleónico Bale. Nuevamente con bastantes kilos menos, el actor de El Imperio del Sol, hace un perfomance extrovertida, de esas que gustan a la academia, por tener un estilo casi caricaturesco. La película funciona como un espejo opuesto de Toro Salvaje. Mientras que la ópera en blanco y negro de Scorsese empieza con la etapa de gloria de La Motta y termina con la época de decadencia del boxeador, El Ganador muestra la decadencia al inicio y el triunfo al final, por así decirlo. Alguno dirá, bueno, es Rocky. No. Rocky habla de un hombre alcanzando el sueño americano. Habla de boxeo. El Ganador habla de la familia. Y toma una posición ambigua al respecto. Similar a la de Toro Salvaje. De hecho la relación entre Micky y Dicky es similar. La Motta siempre se imponía contra el manager, que era su hermano (Joe Pesci). Acá, Dicky tapa completamente a Micky. Y al igual que la película de 1980, la llegada de una mujer, de un nuevo amor, Charlene (Amy Adams), será decisiva en mantener el equilibrio de Micky con su profesión y su familia. O’ Russell sorprende con una puesta en escena cruda y seudo documental, mostrando como es la vida en los barrios bajos sin tapujos. El lirismo de Scorsese de Toro, se enfrenta contra la prosa ruda de O’ Russell, lo que permite que la película tenga su propia impronta. Así mismo, las pocas pero virtuosas peleas, adquieren un tono televisivo, alejado de la estética poética y en cámara lenta de Toro Salvaje. Pero sin duda, la belleza de El Ganador radica en la relación entre los personajes, la pintura áspera, irónica, sensual, y a la vez humorística de esta familia que cruza pueblos humildes en limusinas. Probablemente los hermanos Weinstein hayan tenido mayor control sobre el director que en otras obras, pero O’ Russell filtra su mirada crítica de la vida social estadounidense a través de personajes como los padres de los hermanos (la sobreactuada Melissa Leo, casi irreconocible y el soberbio Jack McGee, un actor secundario de series y películas que merece más oportunidades de destacar su talento como esta vez). O las “maravillosas” hermanas de Micky y Dicky, a quienes Amy Adams, en una interpretación que la aleja del personaje inocente y dulce que suele personificar en la mayoría de las películas, les da una linda paliza. Sin embargo, el gran combate interpretativo se da entre Bale y Wahlberg. Como venía diciendo, la película se divide entre una primera parte donde domina el personaje de Dicky y se centra, sin sentimentalismo ni golpes bajos, en el drama familiar, y una segunda que tiene como mayor protagonista al tímido Micky tratando de salir adelante. Bale compone al mismo personaje desde un punto de vista, sacadísimo (por la droga), y una segunda mitad, más introvertido y redimido, que demuestran la versatilidad y capacidad camaleónica de Bale. Se trata de una transformación creíble, paulatina y natural. El crecimiento del actor de Batman es asombroso. Pero Walhberg no se queda atrás esta vez y da pelea desde una posición tímida, contenida y reprimida. Sin duda, su interpretación más profunda e interesante. En el medio, Amy Adams, confronta a ambos, y el triángulo que se establece es muy interesante, especialmente cuando se enfrentan Charlene y Dicky. Si bien, la segunda mitad de El Ganador, que se centra más en Micky y las peleas de boxeo, es un poco más convencional, clásica y previsible, que la primera mitad más conflictiva, este nuevo y no tan personal trabajo de O’ Russell es muy interesante, atractivo, accesible para el público general, que va a dar una buena pelea en la próxima entrega de los Oscars. Y que demuestra que una vez más, los cineastas estadounidenses tienen memoria (lo demostraron los Coen la semana pasada y Aronofsky esta semana) y saben como reformular grandes clásicos del pasado (esta oportunidad, Toro Salvaje), para dar un producto final pulido, con identidad propia, pero que a la vez es fiel a la cinematografía más enriquecedora que ha dado Hollywood en los últimos 30 años.
El barrio me hizo así Verdadero sub-género, el “film sobre boxeadores” ha tenido grandes exponentes como la saga de Rocky Balboa, Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980), Millon Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004) o la más reciente El Luchador (Darren Aronofsky, 2009). El Ganador (The fighter, David O. Russell, 2010) se mete en la vida de una familia de clase media baja que ha hecho del box su centro económico y emocional. Basada en la vida de Dicky Ward, un boxeador que alguna vez fue una promesa a la que la adicción al crack derribó, el film de Russell es un relato sobre la decadencia, la hermandad y sus encuentros y desencuentros, la redención y las segundas oportunidades. Dicky (un visceral Christian Bale, fuerte candidato al Oscar) estimula a su medio hermano Micky (Mark Wahlberg) a que consiga aquellos títulos que le fueron esquivos. En verdad, más que “estimular”, muchas veces da la sensación de que lo está empujando a asumir una ética que él no puede ver sin desconfianza. Para Dicky es importante recuperar el respeto de Lowell, su ciudad. Pero los replanteos emocionales de su medio hermano no parecen estar a tono con sus deseos. Si hay un mérito inicial de El Ganador es que hace de esa misma ética (boxística y barrial) su propia cualidad cinematográfica. Todo el ethos y el pathos están al servicio de una historia en donde el triunfo puede ser celebrado por los personajes y la platea sin caer en el maniqueísmo o el happy end conformista. Ese delicado equilibrio entre el “deber” y el “sentir” es el andamiaje sobre el que el relato transita durante dos horas de emoción genuina. Es por ello que hasta las secuencias que inspiran dolor están recorridas por la ambigüedad moral, sin dejar de ser espontáneas y emotivas. Pero El Ganador es ante todo un drama familiar hecho y derecho, tal vez por este motivo algunas de sus pinceladas de humor (centradas en las ¡9 hermanas! siempre omnipresentes) parezcan un tanto forzadas. A nivel estético, la película rememora en sus primeros minutos al cine norteamericano de los ’70, sobre todo por su banda sonora y cierta “desprolijidad” buscada adrede. Ese retrato realista y coloquial es el escenario perfecto para esta historia, en donde lo físico tiene un lugar nada lateral. No sólo por los golpes arriba del ring, sino por esa afectación que deja a Dicky como un adulto aniñado, el andar cansino de Micky, o la hiperactividad con la que la madre (una estupenda Melissa Leo) pone en funcionamiento la maquinaria familiar. Posiblemente haya sido un error no haber dotado de esa misma corporalidad a la relación amorosa que surge entre Micky y Charlene (Amy Adams). No porque no esté presente en la historia, sino porque está retratada con un pudor que poco tiene que ver con el universo que el film promueve. Otro de los hallazgos visuales se relaciona con el tratamiento con el que el realizador aborda las secuencias de las peleas, intentado recrear la textura televisiva. Esa fidelidad a la imagen apunta la ambición de las cadenas de televisión (quienes condicionan el destino primero de Dicky y luego de Micky) y el vínculo de complicidad pasiva con las que los espectadores validan su discurso. El guión muestra sus consecuencias en el clan, que se debate entre el honor grupal o la salvación individual. Y allí aparece el fantasma del american dream, obsesión norteamericana de buena parte de su historia artística, territorio al que este gran film no le escapa en lo más mínimo.
El rival más temible: la familia opresiva Filme sobre la historia real de un boxeador con entorno disfuncional. Al margen de los gimnasios y el ring, del mundillo de perdedores que intentan revertir sus destinos a través del boxeo, El ganador es un drama (atenuado) sobre una familia disfuncional, con eje en la relación de amor-odio -gran iceberg del que vemos sólo la punta- entre dos medio hermanos. El irlandés Micky Ward (Mark Wahlberg) -cuya historia, al menos boxística, es real- combate contra sus rivales, pero principalmente contra su entorno: contra la neurosis endogámica familiar; contra el rol que le asignan y acepta; contra el deseo grupal, consciente o inconsciente, ambiguo, de que él los redima. Aunque no haya voluntad de daño, la familia puede ser más peligrosa que un gancho al hígado. En el principio, David Russell ( Secretos íntimos ) nos muestra a Micky Ward y Dicky Eklund (Christian Bale), boxeador y ex boxeador, como dos cabezas parlantes de un documental televisivo. En rigor, “una” cabeza parlante, porque Micky parece resignarse, silenciosa, pasivamente, al estilo verborrágico, comprador, maníaco de Dicky, quien, en un pasado supuestamente glorioso, supuestamente derribó una vez a Ray Sugar Leonard. Más tarde sabremos que el documental no es deportivo sino sobre la adicción al crack, que Dicky no fue citado por su talento; apenas por su debilidad. Toda la película bordeará este tipo de patetismo, mitigándolo a través de la simpatía o del módico heroísmo del protagonista que decide ser mejor que sí mismo. Dicky, en el pozo absoluto, fue el que formó estilísticamente a Micky, aunque los estilos de ambos sean antitéticos. No sólo frente a la vida: también en el ring. A la hora de pelear, Dicky era pícaro, ecléctico, ágil, escapista; Micky, en cambio, absorbe los golpes estático, con “nobleza” y frontalidad, casi como si los mereciera. Hasta que el odio (¿hacia sí mismo?) lo hace reaccionar: entonces intenta un único golpe letal, la victoria pírrica. Con su hermano como entrenador, un tipo que lo quiere y que acaso lo envidia, pero que se debate entre la megalomanía, la adicción a las drogas y la negación de la realidad, Micky parece condenado a la derrota eterna. Todo se complica con una madre manager, dominante y manipuladora (gran actuación de Melissa Leo), y nada menos que siete hermanas que funcionan como un bloque, un coro, un solo personaje chillón y agobiante. La vida de Micky comienza a cambiar cuando conoce a Charlene (Amy Adams), una chica que estaba para más que lo que hace: atender la barra de un bar. Y que chocará contra la estructura matriarcal de la familia. En síntesis, en un mundo de viriles luchadores, los personajes de mayor personalidad son femeninos: una de las particularidades de un filme que, hay que admitirlo, también transita muchos lugares comunes. En el ámbito barrial de Lowell (Massachussets), Bale -con su cara chupada, su coronilla pelada, su afición por los personajes desquiciados- y Leo -que jamás condesciende al sentimentalismo- se lucen en los papeles de mayor histrionismo. Sin embargo, Wahlberg y su sequedad son un correcto, necesario contrapeso. El actor se entrenó como un boxeador profesional y lo parece, salvo que su cara no está tallada por los golpes: sólo por la tristeza.
Una historia entretenida en la que se destacan las actuaciones de Christian Bale, Mark Wahlberg, Melissa Leo y Amy Adams Las películas centradas en el mundo del boxeo suelen hablar más sobre las familias y sus integrantes dedicados a él que sobre el deporte en sí. Toro salvaje , Rocky , Million Dollar Baby son representantes ejemplares de este concepto, además de ser, por la combinación de elementos argumentales, visuales y actorales, grandes films. El ganador pertenece a esta categoría. Inspirada por la historia real de la vida del boxeador norteamericano Micky Ward, la película dirigida por David O. Russell ( Tres reyes ) retrata un ambiente, un grupo de gente y un lugar que quedaron excluidos del sueño americano aunque no por eso dejan de perseguirlo. La salida de Lowell, Massachusetts, para los Ward es la habilidad boxística de Dicky (Christian Bale), el hijo mayor de una madre prolífica y aterradora que no parece darse cuenta de que el hombre perdió el tren y sólo vive de su leyenda construida a partir de una pelea con el campeón Sugar Ray Leonard que ni siquiera ganó. El film comienza con Dicky hablando a mil kilómetros por hora, -tan divertido como patético-, para la cámara de un documental que, dice, le permitirá conseguir su esperado/necesitado regreso. Pronto se lo adivinará fuera de cuadro, molestando a su hermano Micky (Mark Walhberg), revoloteando como una mosca hasta hacerlo reaccionar. Un instante que resume los roles asumidos y sostenidos en el trama por los actores que interpretan a los hermanos Ward. Por un lado, está Bale como el hiperkinético Dicky, pura emoción y muy poca razón, un hombre vencido que no se da por enterado de que la pelea terminó para él, engatusado por su propia leyenda y su adicción a las drogas. Un papel que el actor de Batman interpreta como una fuerza centrífuga que destruye su propia vida y las de lo que lo rodean con gestos grandilocuentes pero al mismo tiempo tan cargados de vulnerabilidad. Desde el otro extremo del espectro actoral lo espera, lo mira, lo aguanta Wahlberg con una interpretación tan sutil que si no se la observa detenidamente pasa inadvertida frente a los fuegos artificiales que dispara Bale cada vez que aparece en pantalla. Lo mismo ocurre con Melissa Leo, como la despiadada madre de los Ward, negadora patológica de la adicción de Dicky y sus más convencida defensora, y Amy Adams que tiene la difícil tarea de interpretar el papel de la antipática, peleadora y ambiciosa novia de Micky. Ambas, juntas y por separado, casi consiguen robarse una película que cuenta con un guión efectivo, aunque por momentos roce el melodrama, además de un trabajo de fotografía -a cargo de Hoyte Van Hoytema ( Criatura de la noche )-, y edición (Pamela Martin), notables. Film con múltiples nominaciones al Oscar, El ganador , seguramente podrá quedarse con las estatuillas de mejor actriz y actor de reparto para Leo y Bale, respectivamente. Pero más allá de los premios para ambos, el mayor mérito del film es su conmovedor retrato de una familia siempre preparada para dar y saber recibir las piñas.
La influencia de Oscar Durante su primera hora, el film protagonizado por Christian Bale y Mark Wahlberg resulta altamente disfrutable. Pero ahí es cuando entran en escena los lugares comunes de Hollywood. El Oscar y sus reiteraciones. En 2008, un drama de lucha libre, El luchador –nominada en dos categorías– permitió reflotar sus carreras al realizador Darren Aronofsky (ver al lado) y la estrella Mickey Rourke. Ahora, David O. Russell –cineasta indie que con Tres reyes logró, hace más de una década, una visibilidad que antes y después nunca tuvo fácil– vuelve a las ligas mayores con un drama de boxeo que originalmente iba a dirigir Aronofsky. Llamada The Fighter, la distribución local le puso directamente El ganador, no sea cuestión de que el amable espectador tenga dudas de cómo termina la cosa. Con Mark Wahlberg y Christian Bale al frente de un elenco poderoso, El ganador aspira a siete Oscar, incluyendo los correspondientes a película, director, actor secundario y actrices secundarias (dos, a falta de una). En tren de apuestas, Bale manda en su categoría y Melissa Leo ranquea bien como actriz secundaria. Todo bien, pero, ¿es una buena película El ganador? En su primera mitad sí, muy buena incluso. La segunda es como un gran embudo, que lleva indefectiblemente a todos los clichés del mundo. Como demuestran Secretos íntimos (Spanking the Monkey, 1994), la aquí inédita Flirting with disaster (1996) y I heart Huckabees (2004, lanzada aquí en DVD), la locura familiar es el tema de David O. Russell. Tras el dadaísmo dispendioso y dilapidador de la última de ellas, era tiempo de un comeback y Russell, copiando a Aronofsky, eligió hacerlo con El ganador, contando para ello con una ristra de fórmulas probadas: el ring como metáfora de la vida, un toque de boy meets girl, una pareja de hermanos boxeadores que funcionan como polos opuestos, alla Toro Salvaje, el hiperclásico hollywoodense de la fábula de superación personal. Basada en una historia real (otro clásico), El ganador comienza a mediados de los ’90, cuando la cadena HBO llega hasta el pueblito de Lowell, Massachusetts, para filmar un documental sobre el posible retorno al cuadrilátero del ex welter Dicky Eklund (Bale). Unos años atrás Dicky tuvo sus más de cinco minutos de fama, cuando logró tumbar al legendario Sugar Ray Leonard. Aunque algunos sostienen que Leonard patinó y se cayó. Después de eso, como el propio Russell, Eklund dilapidó su fama. Pero no con caprichos artísticos sino a puro crack. Ahora, ese mono con navaja de Dicky entrena a su hermano menor, el serio, introvertido, opaco Micky Ward (el adecuado Wahlberg, veterano de Tres reyes y Huckabees). Compartiendo rincón con un policía que es pura sensatez, Dicky no es malo cuando se trata de técnica (distraer con golpes a la cara, pero definir al cuerpo, es su motto). Pero a la hora de conducir la carrera de su hermano sí lo es. Lo hace pelear con un tipo varias categorías más pesado, por ejemplo: una carnicería. Pero la que manda allí es Alice, mamá de Dicky & Micky (la aguerrida Melissa Leo, nominada en 2008 por Frozen River). Rubia platinada, siempre muy producida y llena de collares, además de cabeza visible de este verdadero clan white trash, Alice Ward maneja números, agenda y carrera de los hijos. A su alrededor se nuclean sus siete hijas. Tantas y tan peso pesado, que nunca parecen entrar del todo en el encuadre. Y que irán en masa, junto con mamá, a patotear a Charlene, nueva novia de Micky (Amy Adams compite contra Melissa Leo en la misma terna). Charlene osó sugerirle al muchacho la conveniencia de buscarse otra manager y otro entrenador. Y no se le ocurrió mejor idea que hacerlo en medio de una reunión familiar. Indiferenciando siempre familia y trabajo, los ensamblados Eklund-Ward recuerdan, en su camaradería de aprietes, batallas campales y reconciliaciones a los gritos, a la soldadesca de los westerns de John Ford. A Russell siempre le encantó esa clase de locura (su ópera prima era... ¡una comedia de incesto madre/hijo!) y vuelve a sentirse como pez en el agua en medio de ese quilombo, transmitiendo un placer y una vitalidad infrecuentes. “Vos te callás”, le ordena Alice a su segundo marido, en medio de una discusión en el gimnasio, y el tipo, toda una mole (Jack McGee parece un clon del gran Charles Durning) mete el rabo entre las piernas, da media vuelta y se va. “¿Para qué me trajiste a ver esta película? Ni siquiera la vi, la leí...”, se queja Charlene. Es que Micky no tuvo mejor idea que llevarla a ver una película que él pronuncia Bel epecuá. Y que resulta ser Belle époque. Para celebrar esa fiesta Russell cuenta con un plantel de campeones. Como en Ford, como en Hawks, como en toda comedia verdaderamente buena, en El ganador casi más que los protagonistas brillan los secundarios. Leo es una leona, Adams siempre magnética, imperdible cada una de las siete hermanas Ward, aunque el espectador no llegue a retener sus rostros, mucho menos sus nombres. Contrariamente, Bale, que se supone el más destacado del elenco, chirria un poco, de tanto exagerar el papel de perno flojo. En un momento, allá por la hora de metraje, Russell recuerda que ésta no es una película personal, sino una de Hollywood. Allí la cosa se pone seria, la comedia se vuelve drama, Dicky deja de ser un contagioso tiro al aire para convertirse en caso testigo de los estragos del crack, a Micky le toca encarnar el tesón, la redención y otros pecados capitales, llega hasta las puertas del título mundial... y a esa altura ya hace rato que El ganador se echó a perder para siempre, tentada por ese viejo santurrón del Tío Oscar.
Otra película de boxeadores. En los últimos tiempos creo que hemos tenido una o dos por año. Y si bien como el amigo Zapata destaca que es más sobre la historia de una vida, por mi parte tanto de lo mismo me ha abrumado un poco. Sin lugar a dudas esta película brilla por sus actuaciones. Es maravilloso ver a Bale demostrando una vez más que es un “enfermo” con toda la transformación física que hizo para su personaje. Y si también lo comparamos con la composición del personaje de Batman, el tipo es un monstruo. Amy Adams es otra que está soberbia en su personaje. La misma chica de Encantada hace de esta muchacha común y con mucho carácter. Mark Wahlberg quizás es el que menos se luce por un papel que le calza a medida, pero que entrega toda su calidad actoral dentro del mismo. Todos los secundarios, como las hermanas y los del gimnasio están perfectos. Pero me quedo con eso por sobre todas las cosas. Las actuaciones valen la entrada del cine. A mi me hubiera gustado un final más contundente… aunque sabiendo que es una historia verdadera, hay que reconocer el mérito que no la hayan edulcorado. Una buena opción.
Mickey Ward es un boxeador muy famoso en los Estados Unidos, principalmente idolatrado por la comunidad irlandesa en ese país. Que hicieran una película sobre su vida era cuestión de tiempo, ya que contaba con una canción que le hizo la banda de punk celta Dropckick Murphys a modo de homenaje e inclusive existe una línea de video juegos que recrean sus peleas. Ward se coronó campeón en la categoría de peso superligero, pero fue la trilogía de peleas con Arturo Gatti en el 2002, el factor que lo convirtió en un personaje popular. Tres combates super intensos que parecían salidos de una secuela de Rocky Balboa y sobre los que no se hace referencia en El ganador. Esto se debe a que el film narra el ascenso del pugilista a las grandes ligas de boxeo con un enfoque bastante particular. El director David O. Russell (Tres Reyes) se centró en la historia familiar del boxeador que es mucho más interesante que su carrera deportiva por las cosas que vivieron los Ward, antes que Mickey se coronara campeón. El alma de la historia es la relación entre Mickey (Mark Wahlberg) y su hermano Dicky Eklund (Christian Bale), quien también fue boxeador y luego se convirtió en entrenador. El único logro importante de Eklund en el ring fue aguantarse en 1978 una pelea completa con Sugar Ray Leonard , quien tiene un divertido cameo en este film. Después, como narra muy bien esta película, su vida estuvo muy complicada a raíz de sus adicciones. En El ganador, el boxeo prácticamente pasa a segundo plano, ya que el film se centra en el drama humano como si el verdadero ring se encontrara en el hogar de los Ward. Más allá de las tres figuras principales, Wahlberg Bale y Amy Adams, el reparto completo brinda un trabajo excelente. Los artistas que eligieron para los roles secundarios, como las intimidantes hermanas de Mickey, son increíbles. Esta es una película que sobresale principalmente por el trabajo de los actores y el drama realista que cuenta. Bale hace rato que viene brindando muy buenas actuaciones pero acá sobrepasó todas las expectativas. Christian no interpretó a Dicky Eklund, sino que literalmente se convirtió en él. En la última escena del film, una muy buena idea del director que destaca más todavía su trabajo, queda más que claro. Con respecto al boxeo, El ganador en materia de realización es claramente un descendiente de Rocky Balboa. El director Russell encaró las secuencias de acción exactamente de la misma manera que Stallone trabajó la entrega final de Rocky. Es decir, recreó una transmisión televisiva, tal cual se veía en los años ´80, donde los actores boxean en serio. Las peleas no fueron editadas de manera cinematográfica, sino como en un típico programa de HBO, algo que profundizó más todavía el realismo con el que se narró esta historia. La verdad que hay que destacar la tarea de Wahlberg como productor porque la manera en que resucitó este proyecto cuando todo se le vino abajo es admirable. Originalmente la iban a filmar con Matt Damon y Brad Pitt, con dirección de Darren Aronofsky, pero después cada uno de ellos se bajó del proyecto por distintos motivos. En el blog de próximos estrenos seguimos toda la historia a medida que surgían las novedades. Cuando Bale se sumó a la película la producción renació otra vez y pese a que el film tuvo en su gestación muchas complicaciones el resultado final es más que excelente y terminó nominada al Oscar. El ganador es uno de los grandes estrenos de este año. Hugo Zapata El Dato Loco: Aunque en la película Christian Bale interpreta al hermano más grande de Mark Wahlberg, en la vida real Wahlberg es tres años mayor que Bale.
Here I go again on my own. Con un desenlace un tanto previsible y claras reminiscencias de grandes títulos como Toro Salvaje y Rocky, en la historia del primero y en las escenas más grandilocuentes del segundo, El Ganador se abre paso dentro la tradición de películas de boxeo y sale bien parada. La historia ya es sabida: Dicky Eklund (Christian Bale), alguna vez gran boxeador y orgullo de Lowell, Massachusetts, devenido ahora en adicto al crack, entrena a su hermanastro, el no muy prometedor Micky Ward (Mark Wahlberg), para que logre triunfar en el mundo del box y se convierta en su sucesor. La historia se centra en las vidas disímiles de estos hermanos y la conflictiva entre ambos. Estamos frente a una historia sobre la redención, la gloria, el reconocimiento personal, las adicciones y, particularmente, la familia. La película nos retrata un sistema familiar altamente disfuncional, matriarcal, enteramente dominado por una madre apabullante (buena actuación de Melissa Leo, un tanto hiperbólica por momentos), sobre protectora, controladora, que niega realidades que están frente a sus ojos y que, en pos de mantener a sus hijos dentro del circuito del box, es capaz hasta de poner en peligro la vida de uno de ellos. La familia funciona como un gran bloque impenetrable e incuestionable. El único integrante que se revela contra esto, que se atreve a desafiar al sistema, es Micky, a partir de la irrupción de Charlene en su vida (sorprendente actuación de Amy Adams, quien por primera vez en su carrera abandona el papel de chica dulce e ingenua, ¡bien por ella!). Micky parece ser el más débil pero, indudable y predeciblemente, termina siendo el más fuerte y el más coherente de todos. Mark Wahlberg nunca me convenció demasiado; tiene una cosa entre cansina, apática e inmutable, casi como si le diera paja actuar, pero acá ese estilo cuadra a la perfección con su personaje porque, justamente, Micky es así, un tipo opacado por su hermanastro, con poca confianza en sí mismo producto de varias derrotas en el cuadrilátero, un tipo pensante, calmo, reflexivo, que contrasta violentamente con el resto de esta familia ruidosa, violenta, expansiva, con 7 hermanas (geniales las escenas de ellas) que funcionan como una gran patota intimidante, con su madre a la cabeza. Y Christian Bale es un groso, ni más ni menos. Mas allá de la caracterización física (nuevamente con gran pérdida de peso), Bale actúa con los ojos, con la boca; en este film, su rostro es un constante deleite visual, que transmite millones de sensaciones en cada plano. Con los ojos desorbitados, el ritmo cuando camina y ese acento tan particular, nos muestra lo más apasionado y loable de Dicky, así como también su lado más oscuro y sus peores miserias. Pero en mi opinión, el aspecto más interesante del film es la puesta en escena, la cual impregna a toda la película de un realismo asombroso. El film está rodado, en su gran mayoría, con una steady-cam, especialmente en la primera parte, en la que el canal HBO sigue a Dicky para hacer un documental sobre él. Las escenas de las peleas son realmente increíbles. Como todas las peleas de Micky Ward fueron televisadas por HBO, se usaron imágenes reales de esas peleas y el audio real de los comentadores. Para filmar el resto de las secuencias, se contrató al equipo técnico de HBO con sus cámaras, lo que brinda esa imagen tan particular. El resultado: realismo puro, naturalismo, crudeza, autenticidad. Estamos ahí, somos parte del público, los boxeadores nos salpican con su sudor y su sangre. Sumado a eso, mientras miraba esas escenas, pensaba: “A Mark Wahlberg le están dando en serio” y, efectivamente, Wahlberg no usa dobles para las escenas de las peleas, es él y pelea en serio. Para ello, pasó 5 años entrenándose para ganar masa muscular y aprender las tácticas de Ward a la perfección. Sus contrincantes también son boxeadores reales. Y para terminar, y ya que amo profundamente la música, quisiera hacer un comentario sobre la banda de sonido, la cual incluye grandes temas de grandes bandas como Aerosmith, Led Zeppeling, Whitesnake, The Rolling Stones y Ben Harper. Las películas que tienen algún tema que yo amo suman puntos a lo loco. Hacia el final, hay una escena hermosa: Christian Bale y Mark Wahlberg caminan por la pasarela, en dirección al ring, de fondo suena “Here I Go Again” al mango y ambos la tararean, mientras Bale le palmea el hombro a Wahlberg. ¡¡Qué escena perfecta!! Estas son las cosas que me ponen la piel de gallina y me dan ganas de llorar y de abrazar al director y decirle: ¡¡¡¡¡Gracias por esto!!!!! Es una sensación que me invade, un deseo de que esto no termine nunca, de que este momento no se me vaya, de querer guardarlo en la retina para siempre. Y eso que no estoy hablando de una película que me re craneó, pero esta escena es simplemente inolvidable, “Cause I know what it means, to walk along the lonely street of dreams”.
Una que sepamos todos Un deportista es exitoso en lo suyo. Le va bien, gana algunos encuentros, hasta que por una desgracia comienza a caer estrepitosamente. Sufre, le cuesta, no sabe qué hacer. Hasta que sale a flote. Y listo. Todos lloramos, nos gusta la historia, la tomamos como ejemplo. Si nos ponemos a pensar, podríamos nombrar, sin repetir y sin soplar, más de una decena de películas así. Aquellas llamadas “de redención”. Las de la persona que cae, que vence los obstáculos y que, a pesar de todo, vuelve a vivir. Todo un cocktail de placer para el gusto estadounidense. En El Ganador pasa algo parecido. La fórmula se usa con una pequeña vuelta de tuerca. Esta vez, el problema principal no yace en el propio protagonista, sino en su familia. Micky Wards es el hermano de Dicky, un ex boxeador, que tuvo mucho éxito en su momento, antes de caer en una pesada adicción al crack. Con semejante pasado familiar y una madre combativa que oficia más de manager que de compañera, Micky ve su victoriosa vuelta al ring demasiado lejos. La historia, que es real, es inspiradora. Pero la forma en la que es contada, quizás por sus pocos atributos originales, resulta previsible. Mark Wahlberg, que además de ser el protagonista es uno de los productores y luchó durante muchos años para llevar la historia a la pantalla grande, se luce con un entrenamiento físico exigente y un notable contraste de su personaje con los del resto. Se nota una esencia pura en su personalidad, sin ninguna aspiración más que triunfar por la vía buena. Igualmente, comparado con las otras actuaciones, queda muy desdibujada en el reparto. Christian Bale, uno de los mejores actores de su generación, compone un complejo personaje, con fuertes características expresivas. Es estupendo. Y Melissa Leo es magnífica. Como la madre y la comandante de una familia compuesta por cinco hijas, resulta muy convincente, con mucha fuerza en su actuación. Un torbellino de energía, con muchos matices que, al igual que Bale, terminan siendo lo mejor de la cinta. Y eso que Leo tiene apenas 10 años más que los actores que hacen de sus hijos, en la vida real. Por otro lado, Amy Adams, la actriz inocente de Encantada y La Duda, interpreta a la novia de Micky, a quien conoce en un bar y a quien acompaña en la transición que debe superar. Es el rol más arriesgado que le tocó a Adams, por la adultez del texto y porque es un personaje irascible, que va al frente, lejos de ser un personaje de Disney. Se celebra ese riesgo. La dirección de David O. Russell no propone nada demasiado nuevo. Quizá la forma en la que está filmada, de manera intimista, parecida a un documental, por la calidad de la imagen. El resto de los detalles técnicos también no salen de la media, salvo la edición, vital en una película deportiva. Una historia de vida vinculada al box, distinta como todas las historias, parecida en la forma de narrarla. ¿Merece ser contada? Claro que sí, pero no de esta manera. Todo film, para quedar en la historia, necesita su identidad, un aporte al género. El Ganador, inflada por la crítica estadounidense, principalmente, no lo cumple.
Cuerpo, cabeza, cuerpo Hay varias zonas por las que transita El ganador, uno de los diez títulos que ha recibido varias nominaciones a los premios Oscar incluyendo Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor y Actriz de reparto. Narrativamente, puede decirse que la estructura de la película es un gran flashback anclado en el rodaje de un documental de la cadena HBO protagonizado por una fugaz figura pugilística, Dicky Ecklund (interpretado maravillosamente por Christian Bale, quien seguramente se alce con la estatuilla), caído en desgracia por su adicción al crack con un anecdotario rico que le otorgó fama tras haber vencido en 1978 a la leyenda Sugar Ray Leonard. Luego de un par de peleas, debió retirarse por su enfermedad y contentarse con el rol de entrenador de su hermano Micky Ward (Mark Wahlberg), bajo la égida protectora de Alice (Melissa Leo), madre de ambos y de siete hijas que vivían junto a ella y su pareja en la misma casa de familia. Pese a sus diferencias, los hermanos se amparaban en las palabras de su madre, quien además oficiaba de mánager pero que no podía ocultar frente a Micky su predilección por Dicky, tal vez el más vulnerable e influenciable de los dos. El boxeo más que el deporte significó para la familia la posibilidad de sobrevivir a las penurias económicas por lo que la necesidad de pelear a cualquier precio era un factor determinante en el decurso de la vida de Micky, quien debía demostrar que podía llegar más lejos que su hermano cuando los ojos se concentraban en el fracasado Dicky y en su momento de esplendor en el cuadrilátero. Ese cuadrilátero de box es un perímetro con límites y reglas que controlan las acciones y los movimientos pero el otro cuadrilátero sin límites, sin reglas y donde los golpes se reciben cuando menos se esperan es el de la vida. Por eso el paralelo entre las hazañas deportivas y las victorias personales, tanto para uno como para el otro, son evidentes en el film, que casualmente cuenta con la producción ejecutiva de Darren Aronofsky, responsable de El luchador. El primer golpe sin aviso lo marca la llegada de Charlene (Amy Adams), novia de Micky que de a poco comienza a abrirle los ojos y alejarlo del matriarcado para terminar confrontando su lugar dentro del negocio del box con la temible Alice. En ese círculo vicioso que por un lado representa una familia asfixiante y el de la competencia en el ring se desencadenan los avatares de este melodrama con resabios de película de box, dirigido eficazmente por David O. Russell (Tres reyes), que se destaca por contar con un excelente reparto. Resulta interesante cómo desde un guión muy bien escrito por Scott Silver y Paul Tamasy se desarrolla con sutilezas y grageas de humor costumbrista el camino ascendente de Micky, quien al despojarse de la sombra de su hermano busca su propio camino como boxeador y en contrapartida la pendiente descendente que atraviesa Dicky a partir de su adicción y su alejamiento paulatino del ring. Por otro lado, es atractivo en relación al relato no haber caído en un juego binario de opuestos entre ambos hermanos -literalmente hablando- sino bordear las diferentes aristas por las que pasa la relación. No obstante, lo que no ocurre en la historia se plasma paradójicamente en el film ya que Christian Bale eclipsa a su partenaire cada vez que interviene y eso se nota en pantalla, aunque no quiere decir que lo de Mark Wahlberg no sea meritorio. Los roles femeninos en este caso particular tienen un peso muy importante dado que tanto la madre, su séquito de hijas y la novia cuentan con una personalidad arrolladora que funciona como sostén emocional de estos boxeadores tan golpeados dentro del cuadrilátero como fuera de él. Con todas estas implicancias sería injusto enrolar a El ganador dentro de la nómina de películas sobre el box como Toro salvaje o Cinderella man ya que las instancias deportivas con sus peleas de rigor operan como contexto o trasfondo de esta biografía (cabe recordar que Dicky Ecklund existe y sigue entrenando boxeadores mientras que su hermano Micky se retiró en el 2003) cruda y melodrama familiar, cuya nominación como mejor película resulta comprensible pese a tener como rivales títulos que en la pelea le ganarían por puntos.
Anexo de crítica: Cuando nadie lo esperaba David O. Russell regresa a lo mejor de su carrera con El Ganador (The Fighter, 2010), una excelente propuesta cargada de humor, energía y esplendorosa vitalidad. Si bien ya hemos presenciado en innumerables ocasiones la historia del boxeador de origen humilde y corazón de oro que supera sus múltiples dificultades, aquí tenemos un balance perfecto entre film deportivo y melodrama familiar (todo sazonado con arrebatos de comedia costumbrista a la estadounidense). La labor del elenco es en verdad extraordinaria, destacándose lo realizado por Mark Wahlberg, Christian Bale, Amy Adams y Melissa Leo. Como si se tratase de una vieja y querida canción que adquiere nueva vida en manos de virtuosos, la película resulta una prodigiosa anomalía en el ámbito de la redención profesional…
En el mismo ángulo del cuadrilátero “Están haciendo una película sobre mí” afirma con mucho humor Dicky Eklund, interpretado excelentemente por Christian Bale (en este film con un aspecto más cercano al de El Maquinista que al de Batman), mientras camina orgulloso por las calles de su ciudad junto a su hermanastro Micky Ward “El Irlandés” (Mark Wahlberg, Desde mi Cielo, 2010). El Ganador Si bien Dicky es la joyita de la familia por haber derribado en el ring a Sugar Ray Leonard, al principio se lo muestra atravesando momentos difíciles, y deberá tocar fondo para comenzar a reconstruir nuevamente su vida y recuperar el respeto y la dignidad que destruyó con la droga. Por otro lado, Micky intenta ser el boxeador de la familia, pero las cosas no le resultan como espera con el manejo de su agente, Alice (Melissa Leo), que es además su madre. Y buscará la ayuda de otro representante, un oficial de policía y el sostén emocional de su novia, Charlene (Amy Adams). El director supo narrar esta apasionante historia (que tarda en explotar) y se toma el tiempo necesario para mostrar todo el peso familiar que recae sobre los hombros de estos dos hermanos cuyos caminos, aunque con dos luchas distintas, los encontrará sobre el mismo ángulo del cuadrilátero.
La sangre duele Años ´80. En todo el tiempo que lleva en el boxeo, el welter Micky Ward (Mark Wahlberg) no ha podido sacarse de encima la sombra de su entrenador y medio hermano, Dicky Eklund (Christian Bale). Dicky ha sido el boxeador estrella de la familia y, hasta el momento, Micky no ha estado a la altura de aquella leyenda. Poco parece importar a su neurótica madre (Melissa Leo) que Dicky sea hoy apenas una sombra de aquél retador, hundido como está en un infierno de drogas. Al hermano mayor se le perdona todo y para el benjamín sólo hay exigencias, reproches y peleas mal concertadas, con un pésimo final. Todo parece cambiar cuando Micky conoce a Charlene (Amy Adams), una ex atleta devenida en camarera, que le ayuda a pensar mejor y replantearse sus objetivos. Mientras Dicky cae más y más bajo, Micky comienza a buscar la manera de hacerse su propio camino, tomando cierta distancia del nocivo núcleo familiar e incluso del boxeo. Pero queda claro que no sólo la sangre es fuerte, sino la propia ambición de Micky por alcanzar un lugar en este competitivo deporte. En un trabajo conjunto de buenos actores, sólido guión y notable trabajo de dirección y edición, "El ganador" se constituye como una de las grandes sorpresas de los últimos festivales. Su estreno comercial fue limitado hasta que comenzaron a llover los reconocimientos no sólo para el siempre notable Christian Bale (sin excesos, el mejor personaje del filme) sino para el elenco a pleno. Melissa Leo personifica a la déspota madre de familia, cabeza de un clan dominado justamente por las mujeres, y su rol resulta fundamental para una comprensión acabada de la trama. En torno a ella y sus dos hijos, los demás personajes se vuelven corpóreos, verosímiles; la historia discurre sin tropiezos y más allá de los vaivenes de interés que la temática podría suscitar, consigue entretener sin embrutecimientos ni simplificaciones.
DOS HERMANOS Con todos los ingredientes de un tradicional film de boxeo, pero apelando a los elementos del cine independiente, El ganador es una película intensa y apasionada en la que el espectador puede disfrutar de las bondades de los dos tipos de cine. El ganador, película a la que nos referiremos de ahora en más con su título original, The Fighter, es un ejercicio de forma cinematográfica muy inteligente. Cuanto más entrenado en el cine de boxeo esté el espectador, más disfrutará la forma en que el director coquetea con las dos variables posibles que este subgénero plantea. Por un lado, los films de boxeo pueden ser clásicos films de ascenso y triunfo, en donde un tapado termina convirtiéndose en campeón (nota: en este momento está en cartel El discurso del rey, que disimuladamente entra en esa categoría). Pero por otro lado, el boxeo da para historias terribles, terminales, en las que el perdedor pierde aun más y el final es anunciadamente trágico. El boxeador parte siempre de un universo perdedor. Su conexión con el público parte –justamente– de su condición de marginal, en donde pelear por abrirse paso es tan metafórico como literal. The Fighterelige un camino sinuoso, en el que no se puede distinguir con claridad cuál de los dos caminos tomará la historia. Para ello, el director construye escenas filmadas con el más puro estilo de cine norteamericano independiente, al enfatizar la cámara en mano y la puesta en escena desprolija. E incorpora también ciertos elementos del documental. Pero a la vez tensa las cuerdas con todos los elementos convencionales de los films de boxeo. El resultado es un potente y apasionado film, en donde se sufre minuto a minuto por el destino del boxeador Micky Ward (Mark Walhberg), quien avanza y retrocede en su carrera a la vez que su hermano, ex boxeador, Dicky (Christian Bale) parece llevar todo el tiempo las cosas hacia el desastre. Si el espectador se engancha con todos estos recursos, no podrá saber cuál es el destino final de ambos, porque la estructura del film es intencionalmente ambigua. Cuando ya parecían haberse filmado todas las historias de boxeo posible, The Fighterencuentra nuevamente la manera de generar una respuesta visceral mediante una inteligente mezcla de formatos. Las peleas, además, consiguen una autenticidad tal que uno no se siente como un espectador, sino como uno de los familiares del boxeador. A esta ambivalencia y pasión hay que agregarle las actuaciones, mientras que Walhberg trabajo su estilo sobrio y sencillo, Bale hace un trabajo de una gran sofisticación. Los matices de su actuación son muchos y no permiten tampoco adivinar cuál será el destino final de estos dos hermanos, unidos para bien o para mal, en cada paso de sus vidas.
El Ganador representa la nueva colaboración de David O. Russell con Mark Wahlberg, luego de los buenos resultados que obtuvieron en Tres Reyes. La película nos mostrará la historia real de la dura vida de Micky Ward un boxeador de una pequeña ciudad llamada Lowell que intenta día a día dejar de ser un fiasco. El entrenador de éste es su hermano Dicky, un problemático ex boxeador que se encuentra inmerso en el consumo de crack, mientras que su representación corre por cuenta de su exigente y controladora madre Alice. Luego de algunas peleas perdidas de forma consecutiva Micky se promete dejar el camino de la derrota para volver a ser el boxeador que fue en el pasado. Lamentablemente para él la siguiente pelea no sale como lo esperaba, dejándolo al borde del nocaut en todo lo relacionado a su vida real. Cuando todo parece perdido Micky comienza a entablar una relación con Charlene, una joven mesera que de a poco se convierte en alguien muy importante en su vida, a tal punto que su noviazgo empieza a abrirle los ojos sobre la preocupante opresión que sufre por parte de su madre y de su fracasado y adicto hermano. Al leer las líneas que describen la historia y ver el trailer todos pensarán que estamos en presencia de una típica película de superación personal, condimentada en este caso con el boxeo, y no estarán muy equivocados. Pero hay detalles importantes que hacen de El Ganador una excelente opción dentro de este tipo de historias. En primer punto a favor lo vamos a encontrar en una trama que lejos está de convertirse en un dramón pesado y conmovedor, si hay algo que sorprendente es la cantidad de escenas cómicas dentro del terrible drama familiar, como la piña de Dicky a su padrastro o las escapatorias del mismo personaje de la casa donde consume crack. Otro detalle favorable es la gran utilización de la música, algo que David O. Russell ya había trabajado de gran manera en Tres Reyes. Cada canción que suene en El Ganador tendrá un significado y resaltará lo que pase en la pantalla, como cuando se escucha de fondo Here I Go Again on My Own de Whitesnake retratando perfectamente que Micky debe alejar a los fantasmas de su familia para poder lograr ser campeón del mundo. El realismo con el que contó a esta historia el director es otro aspecto que merece ser resaltado. Al igual que en Rocky Balboa, O. Russell decidió mostrar las imágenes de las peleas como si fuera una transmisión televisiva, algo que favoreció altamente a que uno sienta como reales las peleas de Micky. Hay momentos de El Ganador que podremos encontrarnos con escenas que parecieran estar sacadas de un documental. Al comienzo y al final veremos a los hermanos Ward delante de la cámara como si estuvieran siendo entrevistados. Esto también es algo que potenció la credibilidad de la cinta, debido a que vemos a los personajes de la película dentro de otra película que pertenece a un género que se caracteriza por mostrar lo real. La mencionada historia, la intromisión del documental, las buenas recreaciones de las peleas y las increíbles actuaciones son en resumen lo que hacen que El Ganador sea una películta totalmente palpable. Christian Bale lleva adelante a Dicky Eklund, Mark Wahlberg interpreta a Micky Ward y Melissa Leo a su mama Alice Ward. Pero no son unas interpretaciones ligeras y sin compromisos, sino que estos actores realmente se convirtieron en sus personajes. Al final del film aparecen los verdaderos Ward, viendo que la caracterización de los personajes principales son exactamente iguales a las personas que tuvieron que encarnar, ayudando de sobremanera a que la historia siga potencialmente creíble. Con cada film que pasa Mark Wahlberg crece a pasos agigantados, encumbrando su labor en El Ganador como la más medida y la más alejada del registro actoral al que nos tiene acostumbrados. Por otra parte encontramos a la angelical Amy Adams, que mete un poco de ternura con esos hermosos ojos llorosos a una trama bastante cargada. Sin dudas hay que resaltar la brillante labor de Bale, que merece ganar el Oscar sin ningún tipo de reparo. No tengo miedo a asegurar que si Bale no fuera anunciado en los títulos o en los afiches, hubiera sido complejo adivinar su paradero en el film, debido a la terrible caracterización estética que hizo. El resto del elenco también acompaña y ayuda a resaltar lo creíble del relato, donde se destaca por encima del resto la mencionada Melissa Leo. El Ganador es una gran historia, contada brillantemente y potenciada por unas actuaciones altamente destacables.
Anexo de crítica: Hay cierta verdad en los personajes de este filme de David O. Russell que afecta de buena manera al espectador y lo hace partícipe de la gesta personal -y familiar- del boxeador Micky Ward (un sobresaliente Mark Wahlberg) que logró hacerse de un nombre a principios de los 90s después de muchos vaivenes en su errática carrera. Buena parte de esos vaivenes están relacionados con su hermano Dicky (el enorme Christian Bale en otra actuación metamórfica para el aplauso) quien alguna vez peleó como profesional con Sugar Ray Leonard para luego dilapidar su trayectoria pugilística por su adicción al crack. Las entradas y salidas a la cárcel de este personaje prácticamente al borde de la marginalidad impactan muchísimo en la vida de su hermano menor a quien entrena cada vez que la droga le libera la mente por un rato. El vínculo de Micky con Dicky, con su sargentona madre Alice (la sensacional Melissa Leo) y su novia Charlene (una tan hermosa como temperamental Amy Adams) -por no mencionar a sus temibles hermanas- es usufructuado con intensidad por el director de Tres Reyes (1999) que, en el final, entrega una antológica secuencia a pura testosterona con la recreación de la pelea entre Micky y el muy superior boxeador inglés Shea Neary que hasta al mismísimo Sylvester Stallone le hubiese gustado rodar…
Una formula ganadora. ador (The Fighter de ahora en mas) es una historia real que estaba dando vueltas por Hollywood hace casi casi una década. Cambió de manos y equipos de producción varias veces. Originalmente iba a ser dirigida por Darren Aronofsky, hasta que finalmente tomó las riendas David O'Russell. Una elección que sorprendió a mas de uno, dado que no suele ser el tipo de películas que le interesan al director (Three Kings, I Heart Huckabees). El que siempre estuvo pendiente para el papel y entrenando por casi 7 años, fue Mark Whalberg. Decidido a interpretar el rol principal de Micky Ward. El "centro" de nuestra historia. Micky Ward es un boxeador de pobre reputación a quien se lo suele referir como "peldaño". Normalmente lo usan en peleas para que otro boxeador le gane y suba en el ranking. Su ambiente y entorno personal no es el mejor que uno pudiera querer. Lo rodea una familia que parece mas interesada en usarlo para ganar dinero a su salud personal o carrera. Su madre Alice (Melissa Leo) y sus siete hermanas (trivia : una de ellas es personificada por la hermana de Conan O'Brien) son mas una distracción que una ayuda. Alice en particular parece brindarle poca atención a lo que su hijo quiera para su vida y solo se ocupa de manejar su carrera de maneras que no suelen ser beneficiosas para el, sino pensando mas en su hermano. Su hermano, Dicky. El verdadero eje de la película, Christian Bale en otra de sus transformaciones físicas que impresionan, personifica a Dicky con un carisma y energía como nunca demostró antes. Dicky es el hermano mayor, quien en su momento supo ser un gran boxeador y tuvo una oportunidad enorme al pelear con el mítico Sugar Ray Leonard y lograr tumbarlo una vez (mucha gente clama que en realidad Sugar Ray se tropezó). Lamentablemente los años no fueron buenos con Dicky, ahora un adicto al crack, quien es cada día solo una sombra del hombre que solía ser. Él es el entrenador de Micky, quien lo apoya en cada pelea y su inspiración. El problema es que Dicky llega tarde a cada entrenamiento, pelea, reunión importante y se mantiene drogado casi las 24 horas del día. Bale le inyecta al papel una energía frenética y psicótica que realmente conociendo al actor y sus métodos, nos hace pensar que seguramente haya probado crack para entender mejor el papel. Es una actuación que se convierte en el eje de un film y una carrera. Mas que probablemente ganador del Oscar a Mejor Actor De Reparto, y muy merecido. Es una fina linea al interpretar papeles de este tipo entre la intensidad y la caricatura. Y al mismo nivel que Bale la entiende y domina, Melissa Leo se pierde en ella de a momentos. Dentro de un film lleno de actuaciones muy buenas, Alice y las hermanas de Micky son el punto mas débil, al parecer demasiado forzado y llamativo. Completando el reparto como la chica con pasado problemático pero corazón de oro se encuentra Amy Adams (Enchanted). Personifica a Charlene, una mesera del bar local que empieza a salir con Micky y tratar de ponerle un poco de orden a su vida y su entorno caótico. Como verán, cumplimos con todo el rango de personajes típicos de una historia clásica del cine. El buen atleta que nunca tuvo las posibilidades correctas, con un entorno negativo que no lo lleva a ningún lado, el ex estrella que ahora esta en la ruina pero siempre tiene algo que aportar y el interés amoroso que lo pondrá encaminado nuevamente y quizás así solucionar uno de sus propios problemas. Es formula, pura y sencillamente. Pero es una formula probada, que cuando tiene los ingredientes y participantes correctos, funciona. Y esta funciona muy bien. Russell trae una calidad a la dirección que se hace notar, en una buena manera. Todo tiene un peso de realismo y validez que hace disfrutar cada escena, excelentemente llevada adelante por los actores. Y elige filmar las escenas de Boxeo con cámaras de TV, para ese extra realismo que termina siendo un gran acierto. Pocas veces vi gente aplaudiendo y animando a personajes ficticios en el cine. En cada pelea, dos o tres personas parecían estar sintiéndolas en el Luna Park y no en una sala de cine. The Fighter no es nada nuevo. No rompe ningún molde ni presenta nada sumamente original. Pero tiene los elementos correctos para ser una experiencia completamente disfrutable por momentos memorable. Es una gran oferta del cine que en las ultimas semanas nos inunda con buenas opciones. Merece ser vista aunque sea solamente para ver a Christian Bale en el papel de su carrera hasta el momento.
Algunas piñas bien metidas David O. Russell es un director particular: ninguna de sus películas transita por un camino de “normalidad” (Secretos íntimos, Flirtin with disarter, Tres reyes, Yo (amo) Huckabees), bordeando siempre un género específico pero subvirtiéndolo con un punto de vista entre surrealista e intoxicado. Y El ganador, por más que se esfuerce en ser una más de deportista en decadencia que logra el éxito de su vida -para más datos, basada en hechos reales-, también es una película enrevesada, intensa, inquieta en su retrato entre grotesco y miserabilista de los hermanos boxeadores Micky Ward (Mark Whalberg) y Dicky Eklund (Christian Bale), su enérgica madre Alice (Melissa Leo) y sus temibles siete hermanas. Hay algo fundamental en Russell: no le preocupa ser políticamente correcto. De ahí, que El ganador contenga algunos elementos que puedan molestar y, paradójicamente, hacerla más rica y compleja. Hay dos temas que atraviesan la filmografía del director, y estos son la familia y el vínculo que se establece entre los hijos y la madre. Y ambos temas están explotados en El ganador, que esconde detrás de su fábula de hermano conflictuado que llega a ser campeón del mundo de boxeo, los entrenamientos y los rings, el conflicto más básico y esperable: la familia, una muy particular como la que le toca en suerte a Ward, y el sentirse parte de ella o no. También, cómo construir un camino propio y personal cuando se vive siempre a la sombra y, para colmo de males, esa sombra está alimentada por uno mismo. Ward vive con el pesar de que su hermano alguna vez combatió contra Sugar Ray Leonard y lo volteó -o se tropezó, vaya uno a saber- y eso lo convirtió en una gloria en el pueblo en el que habitan. También, con el hecho de que su madre está empecinada en manejar su carrera, con muy poco tino. El film arranca con un documental que HBO está haciendo sobre la vida de Eklund. Sin embargo, en un giro “russelliano”, ese documental no es sobre sus éxitos deportivos sino sobre su adicción al crack. Es la impronta más personal del director que aparece en El ganador: cuando uno espera el relato lacrimógeno y sensible, un volantazo nos coloca en otro lado. No hay en su mirada indulgencia alguna, ni tampoco un juicio de valor. Russell muestra, aunque no en un sentido documental o verista como se podría interpretar, sino a partir de la más pura ficción. Russell nos hace evidente que estamos ante una película y que ellos no son ellos, sino instrumentos cargados de sentido. Por eso Eklund será un espectador más de su propio documental, cuando lo mire desde la cárcel rodeado de otros presos. El director “construye” el relato, se toma enormes libertades y licencias, y exprime de esos benditos “hechos reales” su significado. Pero lo hace evidente, como dijimos no hay en su procedimiento una necesidad documental. Hay en El ganador ecos del cine de Scorsese -la utilización de la música, el barrio, los códigos, los vínculos violentos, las mujeres que reconfiguran el universo machista, en este caso la Charlene de la gran Amy Adams- y también de Eastwood: no casualmente hay paralelismos entre esta y Million dollar baby, otra de pugilista enfrentado a su familia. Incluso, otra familia white trash de lo más grasosa y repudiable. Curiosamente ambos directores recurren al trazo grueso para mostrar esos hogares. Pero mientras en Eastwood todo se resolvía en una escena horrenda e indigna del director -aquella en la que la familia llegaba a la clínica luego de haber pasado por Disneyworld-, Russell recurre a su humor zumbón, su apuesta al grotesco descontrolado y va a fondo con una pelea entre las siete hermanas y la novia del Micky. Mientras Eastwood quiere dejar en claro quiénes son los malos y quiénes los buenos, con una subrayado groserísimo y un pésimo manejo de la puesta en escena, aquí lo que vemos son universos en choque, diferentes entre sí, ordinarios, pero honestos y lógicos. Es una escena arriesgada, que puede indignar, pero es la confianza en su propia apuesta que se adivina en Russell lo que la convierte en uno de los pasajes más frescos de El ganador. Ese amasijo de gente que Russell pone en el porche de una casa es una reflejo de su idea sobre la familia, su tesis más lograda en el film: un montón de gente, diferentes entre sí, listos para irse a las manos, pero confiados en que hay que seguir para adelante sea como sea. Entonces, lo mejor que tiene para ofrecer El ganador son esos toques propios del realizador, que desoxigenan la carga didáctica del guión: aunque lavada, hay una aproximación a la enseñanza de vida. Y lo peor de esto se ve en la actuación de Christian Bale. Vaya uno a saber qué han visto quienes premian, lo cierto es que el actor construye una especie de “monstruo” sin conexión alguna con lo humano. Su showcito personal, ampuloso, desconecta al film de sus emociones reales. Digamos, para un director como Russell lo mejor es el actor hierático, por eso funciona a las mil maravillas Mark Wahlberg, en la que seguro es la mejor actuación de su vida. Ya Russell es lo suficientemente hiperbólico como para que Bale venga a aumentar la dosis de desenfreno. Wahlberg no precisa más que su cara de confundido en la secuencia en la que lleva al cine a Charlene y se queda dormido mirando “Belle epoque”. El sentido, en el cine de Russell, se consigue por medio de las situaciones, no del desborde actoral. Esto queda en evidencia en la última escena, cuando retomamos el documental sobre Eklund y allí se queda Ward, sentado, solo, con su cara de incomodad absoluta. Es otro destello de una película que funciona como por shocks de creatividad. Película que, por lo demás, no es el mejor trabajo de Russell: la locura del director va ingresando progresivamente en cierta comodidad, se respalda en el típico drama deportivo, que está bien narrado y contado (la imagen incorpora durante esos instantes la textura de la transmisión televisiva) pero que no supera la medianía, y El ganador termina siendo la fábula optimista y promotora del “tú puedes hacerlo si te esfuerzas” sin demasiada convicción. En estos pasajes hay una evidente contradicción del director: si allí en los momentos de intensidad dramática apostaba al grotesco, no hay sobre el final ningún tipo de desborde que pudiera comprometer la superficie. Como si Russell mismo se culpara por resolver el asunto de una manera tan convencional, lo filma todo con máxima corrección y sin atisbo de originalidad. Ahí sí que falta Christian Bale haciéndose el monigote. Pero ni siquiera eso.
Destacadas actuaciones en una historia densa muy bien realizada Desde que el cine existe los boxeadores y luchadores han tenido presencia con sus historias en la pantalla grande, como “Rocky”(1976), pasando por “Toro Salvaje”(1980), “El campeón”(1931), “El luchador” (1949), temática que también fue considerada en la producción argentina, incluso en el periodo mudo (“El toro salvaje de las pampas”, y “La vuelta del toro salvaje”), para llegar a “Gatica, el mono”(1993), al cual se suma, entre otros títulos, “Diez segundos” (1948), “Su última pelea” (1949), “Luna Park” (1959), “Nosotros los monos” (1958), “Los golpes bajos” (1972) y “I love you...torito”(2001). Como podrá deducirse, el mundo del boxeo seduce, o al menos despierta el interés, a un gran sector del público. En “El ganador”, más allá de narrar la historia de un boxeador desarrolla un drama basado en hechos reales. Inspirada en la historia de “Irish” Micky Ward (Mark Wahlberg), campeón de la Federación Mundial de Boxeo en la categoría Welter Junior, y a la relación que mantiene con su medio hermano mayor Dicky Eklund (Christian Bale), quien lo precedió como héroe del boxeo en su pueblo natal, para luego tirar por la borda su talento y todo lo conquistado con sus actitudes y conducta en la vida. Con buena dosis de combates muy bien filmados, y mucha adrenalina por parte de los espectadores, transcurre esta entretenida producción de una familia que depende del accionar de un boxeador para sobrevivir. La realización de David O. Russell no será favorita para ganar el Oscar, pero se encuentra entre las que podría considerarse entre las diez mejores películas que han abordaron el tema. Si bien esto quizá no quiera decir mucho logra sus objetivos y convence. Lo importante es que se trata de una producción que por su enfoque no sólo interesa a los amantes del boxeo, sino también a quienes nunca se interesaron por este deporte, ello merced a los méritos artísticos que suma en su integridad. Todos sabemos, por experiencias trazadas cinematográficamente, u otros medios, o por referencias personales, algo sobre el mundo del boxeo, y eso está muy bien reflejado en éste film. Los problemas con la droga, los amigos y familiares que quieren salvarse a toda costa sin importar la vida son parámetros que nos invitan a reflexionar. Uno termina preguntándose si el boxeo es un deporte o un factor que deteriora de los seres humanos. Cuesta creer que todavía en pleno siglo XXI haya gente que se apasione y pague por ver a dos personas destruyéndose sobre un ring. La historia esta bien estructurada en el guión, realizada con mano segura en lo audiovisual y en la dirección de actores. Son muy buenas las actuaciones de Mark Wahlberg y Christian Bale por lo convincente y conmovedor. La fotografía y el ritmo de esta historia hacen muy llevaderas las acciones. Todo lo apuntado califica a la obra como una realización que habla del mundo del boxeo con sus derivados. No va a pasar desapercibida.
De un tiempo a esta parte, las películas de boxeo se convirtieron en subgénero cinematográfico; al menos tenemos una en cartelera por año. Pero a diferencia de muchas, en El Ganador, el drama familiar toma un lugar de importanci, que deja al boxeo en segundo plano. La historia que nos presenta el director nominado al Oscar David Russell, se centra en la historia de dos medio hermanos; por un lado Dicky Eklund (Bale), un ex boxeador que fue famoso por una pelea en particular y que luego se perdió en el consumo de drogas; por otro lado, Micky Ward (Wahlberg), actualmente boxeador con poca suerte, mala reputación y que rara vez alguna pelea. En el medio de esta peculiar relación esta su madre, Alice, que actúa como representante de Micky, y también Charlene, su actual pareja. La película, basada en hechos reales ocurridos hace poco más de diez años, más allá de enfocarse en las mil y un desgracias de la vida de un boxeador; nos transporta a una relación de hermanos conflictiva, a la vez que nos muestra las repercusiones que tiene un adicto en el ámbito familiar. Hay que sacarse el sombrero ante la representación de Christian Bale como adicto al crack, quien parece tener una gran facilidad para adelgazar 20 kilos y volver a subirlos (ya lo hizo en El Maquinista), su retrato es fiel a la realidad y sin duda conmovedor. Sin golpes bajos y con total naturalidad, el director apele a un espectador inteligente que no tiene la necesidad de ver llantos y clichés para entender de qué va una buena historia.
No hay deporte que luzca tan bien en el cine como el boxeo. El ganador se inscribe en esa enorme tradición que forjaron de Toro salvaje o Nido de ratas a El luchador o Million Dollar Baby. El enorme David o. Russell, el mismísimo de Tres reyes y Yo amo Huckabees, apuesta a otro de sus perdedores hermosos. El ganador no es la historia de uno sino de dos boxeadores que no dan pie con bola. Uno, sumido en las drogas y arrastrando al fracaso al otro, su hermano, a quien la interferencia familiar en el negocio del box está llevando a la ruina. Con el mejor Mark Whalberg, ese que mezcla fiereza y ternura, y un Christian Bale desaforadísimo, bien en su salsa, El ganador no puede perder al contar la historia de dos tipos que se niegan a tirar la toalla.
Inspirada en hechos verdaderos, “The fighter” describe la dura pero a la vez humorística historia del regreso de un héroe del boxeo, Micky Ward, y de su hermanastro, Dicky Eklund, quienes se enfrentaron como contrincantes en la vida, para luego unirse y luchar para ganar un importante campeonato, y así vigorizar sus lazos familiares. Si bien el guión de “El ganador” recorre varios lugares comunes, harto vistos en este tipo de dramas (el campeón caído, el hermano desequilibrado, la madre controladora, la chica linda que se enamora del protagonista), se ve con mucho agrado por la empatía con sus personajes tan bien construidos. Lo mejor del filme tiene que ver con el casting. Todos los personajes (protagónicos o no) están perfectamente retratados, haciendo creíbles sus actitudes, sus formas de vestirse y de hablar, llenando de vida a Lowell, el pueblo donde todos se conocen. Christian Bale es, sin dudas, “el ganador” de esta película; compone su rol con una meticulosidad apabullante, con gran cantidad de kilos menos de lo que se lo suele ver, poniéndole todo el humor (y el drama al mismo tiempo) a su Dicky. Y, dado que tiene características algo alocadas y afectadas en su forma de hablar, uno puede pensar que, tal vez, ha exagerado en la composición. Sin embargo, los créditos de cierre son acompañados con un video en donde vemos a los verdaderos Dicky y Micky, y allí comprobamos que Bale es un grande, sin dudas. Lo lamentable es que se lo considere en los premios Oscar para actor de reparto, cuando el peso de su personaje es vital en la trama y lleva adelante una importante línea de acción junto al de Mark Wahlberg. Melissa Leo también se entrega a su rol de madre dura y firme, de ésas de temer, que vive con su segundo marido, un debilucho que la sigue a sol y sombra, y una gran cantidad de hijas adultas que actúan como niñas (y casi al unísono). La atinada fotografía se destaca principalmente por jugar con distintos formatos y texturas, subrayando las virtudes de una gran dirección artística.
Otra vez más: los golpes de la vida Basada en la historia real de los hermanos Ward, esta no es la película más brillante sobre boxeo que haya visto el cine. Está bien, la competencia es dura: desde los clásicos populares como Rocky hasta las más prestigiosas como Toro salvaje (la mejor película de Scorsese y definitivamente la mejor sobre boxeo) podríamos nombrar unas cuantas. Hace unos años incluso Ron Howard se animó al (sub)género con Cinderella man (traducida acá como El luchador…). Y si obviamos que lo que hacía Mickey Rourke en The wrestler (traducida acá como… El luchador) era lucha libre, también podríamos decir que era una clásica historia de box. Podría seguir hablando de otros directores respetados que intentaron hacer lo propio. Pero no es la idea. Este es el turno de David O. Russell (Tres reyes) considerado un “rebelde” de Hollywood con The fighter (traducida acá como… El ganador). Ustedes ya saben la historia: un tipo que a través del boxeo, le da pelea a la vida, y trata de salir de los barrios pobres. No importa tanto la pelea en sí, sino el entrenamiento. Generalmente el protagonista es alguien con quien resulta fácil identificarnos. En el camino hacia el éxito tiene que soportar muchos golpes (bajos, algunos) que le depara el destino, aguantar y ganarse a sí mismo. Todos los lugares comunes, es cierto. Lo que hace David O. Russell durante la primera hora de película es tomar todos esos clichés y entregarlos en forma de comedia. Ahí sí que la película es (y ya que estamos con los lugares comunes…) un knockout: funciona a nivel emocional e intelectual. Mark Wahlberg es Micky, el hijo menor de los Ward. Es un tipo más que nada callado, de buen corazón, buenas intenciones, algo torpe, pero noble. Entrenado por su hermano, Dicky Eklund, del cual HBO está haciendo un documental. Esta es la década de los ’80 y Dicky cree que el documental es sobre su momento (pasado) de gloria: cuando tiró al piso a Sugar Ray. Claro que algún malpensado va a decir que el gran Sugar Ray en realidad se tropezó. Pero en realidad el documental es sobre la adicción al crack, que no sólo lo consume, sino que afecta a quienes lo rodean. Como sea, todo lo que Micky sabe lo aprendió de él. Es su entrenador, además de hermano mayor. Su madre, Alice, es el manager: es una persona absorbente y manipuladora. Sus siete hijas (grandotas y no con muchas luces) están allí como para acompañar las decisiones de la “familia” aunque sea a la fuerza. El único más o menos normal parece ser el padre, dominado en su propio reino. Ahora, con este panorama, O. Russell podría haber hecho un melodrama insufrible, sobre la adicción al crack y la ruina familiar, pero no: opta por un relato lleno de energía y originalidad. ¿Cómo? ¿No es todo un gran cliché? Y sí: pero la manera en que está tratado lo convierte en algo fresco. Vamos con un par de secuencias a modo de ejemplo: cuando Micky conoce a la chica “buena” (Amy Adams) que lo va a ayudar a enfrentar a su familia y a conseguir algo de personalidad, la invita al cine. Como pierde la lucha la noche anterior a la salida, para evitar que lo vean todo magullado, la lleva a ver una película francesa. En el camino van tratando de dilucidar cuál es el tíyulo (“Big Epic” dice él) hasta que un snob con anteojos y camisa prolija les dice “¡Belle Epoque! Escuché que la fotografía es estupenda”. La cara del personaje de Amy Adams ya lo dice todo. Cuando entran al cine, ella está totalmente aburrida. Y él, totalmente dormido. Ahora bien, esta es una secuencia muy interesante y es un poco el resumen sobre las películas de boxeo: a veces pueden ser poco sutiles, un tanto torpes, y carecer de esa elegancia que atrae a los snobs. Pero están llenas de corazón, de energía, de garra. El ganador, por suerte, es de esas películas. Quienes llenan de humanidad a sus personajes y resaltan son Christian Bale (como Dicky) y Melissa Leo (la nominada al Oscar por Frozen River, como la madre). Bale compone a una figura cómica y trágica. Es casi como si fuera un payaso: en inglés la palabra es “goofy”. El tipo se pasea por las calles de Lowell con un cigarrillo en la oreja, la gorra para atrás, devorándose a las cámaras de HBO. Es la estrella. Muchos podrán pensar que él es el verdadero protagonista de la película, y no estarían del todo equivocados. Lamentablemente, no lo es: Mark Wahlberg que es un gran actor, no consigue darle el peso adecuado a su personaje como para que resulte interesante y complejo. El propio Bale, Melissa Leo o Amy Adams están mejor, tienen personajes más fuertes. Si fue decisión del director hacer que este sea un personaje más apagado (después de todo, imaginen crecer en esa familia) no está mal: pero no quita que podría haber sido más interesante. Es un protagonista más bien anodino. Lo de Bale es lo del típico caradura que nos termina cayendo simpático. No es “malo” pero sus decisiones son equivocadas. El crack lo está arruinando, y vive a la sombra de lo que alguna vez fue su momento de gloria. El actor de Batman inicia, El caballero de la noche, y Psicópata americano sabe cómo construir personajes que no están del todo bien de la cabeza. Personajes que tienen rincones muy oscuros. Su logro y éxito (por el que probablemente gane el Oscar) es hacer que estos resulten… simpáticos. Deseamos más que Dicky le gane la batalla al crack que ver a su hermanito siendo campeón de los pesos medianos. Incluso, las notas emocionales más altas son gracias a (sí, adivinaron) Christian Bale. Más que nada en un final bastante parecido al de The Blind Side (pero mejor: con una ingeniosa vuelta de tuerca). Wahlberg no es la única falla en lo que podría ser (y por momentos es) una gran película. La segunda mitad del film apuesta por el melodrama. La pelea final resulta menos que interesante. Ahí si que pierde por knockout con, supongamos, Toro salvaje (esa no escaseaba en sangre y violencia: acá casi ni existe) u otras menores como Cinderella Man (que tenía esas radiografías del daño de los golpes). Aunque O. Russell intenta crear la sensación de que la batalla la transmite HBO, consigue algo que no es del todo bueno: que la película parezca de televisión. Es un golpe duro lo que acabo de decir. Pero en el resultado final, El ganador se eleva como una muy buena película, que gana nuestro corazón apenas por puntos. Cuando tenía todo el entrenamiento y la capacidad para volarnos la cabeza. Fin de la pelea.
A las trompadas Uno puede inferir de la actuación sobria y contenida de Wahlberg, -que además fue uno de los productores-, por qué y cómo quiso contar esta historia, pero el choque con el director pudo más y el Método triunfa en toda su superficialidad. De un tiempo a esta parte las películas de boxeadores tienen su lugar en el Oscar. La de este año es El ganador. Una historia de superación, basada en hechos reales, con intrincadas relaciones familiares y un fondo pueblerino y de clase baja. Un amasijo imposible de desdeñar para los votantes de la Academia. Desarrollada en los ’90 la historia de Dicky (Bale) y Micky (Wahlberg) desanda traumas psicológicos en personajes que no saben de teorías y los experimentan en el cuerpo y los escupen en los reproches, puteadas y golpes que trocan ironía por literalidad. El hermano mayor arrastra la gloria de lo que pudo ser -una pelea con Sugar Ray Leonard que no pasó de un hacer besar la lona al campeón- ahora, arruinado por el crack y portando como resultado del consumo cierto “retraso” que lo hace especial. Pero esa sombra es un peso muerto para su hermano menor que pretende destacarse en ese mismo metier. Un padre algo pusilánime en una familia donde reina el matriarcado, compuesta por siete hermanas (como un aquelarre de jardín de infantes) y Alice (Leo) una madre terca, manipuladora, manager de sus hijos y que no puede ver su falta de luces en un mundo boxístico profesionalizado y cuasi gangsteril y con ese toque grasa de nuevo rico que los emparenta a la familia del personaje protagónico de Million Dolar Baby. Para que Micky consiga su meta, el amor de Charlene (Adams) y su férrea voluntad por apoyar su confianza y mostrarle los equívocos manejos afectivos de su familia será el punto de quiebre. Planteada con un tono de comedia extraña, donde los mismos personajes parecen ser observados en sus faltas y literalidades causando gracia o provocándola en escenas que se construyen como secuencias, retazos o frescos, la película avanza a trompicones de naturalidad (artificial) en su primera parte echando mano a los consabidos procedimientos de cine indie (cámara en mano, puesta desprolija, técnica de seudo documental), causando extrañeza y asombro para luego virar bruscamente en el consabido y esperable melodrama de superación. Siempre sobrevuela la idea de que estos personajes básicos son interpretaciones de significado que rellenan moldes vacíos y huecos, manipuladores entre ellos, -lo que no los hace mejores ni peores-, y manipulados por algún deus ex macchina, lo que si es de objetar. Por momentos uno tiene la sensación de que el grotesco amañado con nuestro conocido costumbrismo televisivo se adueñó del registro actoral (Bale y Leo a la cabeza, no por nada sus nominaciones): estereotipos, gritos, excesos, el Método en toda su superficialidad, y también del tono del filme (la escena de la pelea entre las mujeres, el festejo por la salida de la cárcel con torta incluida en el gimnasio, entre otras) y ese “ruido” más que una nota fresca de irreverencia suena a prejuicio de clase fácil y remanido. Uno puede inferir de la actuación sobria y contenida de Wahlberg, -que además fue uno de los productores-, por qué y cómo quiso contar esta historia, pero el choque con el director pudo más. Ese cruce resulta en una película que se sube al ring para narrar los vericuetos de una familia disfuncional y la posibilidad de redimirse y volver a unirse como un remedo provinciano del sueño americano donde todos alguna vez pueden ser el orgullo de su pueblo si se saben vencer a sí mismos. Raro.
Los fantásticos y disfuncionales Ward Casi a fin del año pasado se estrenó Atracción peligrosa, segundo y excelente opus del injustamente denostado Ben Affleck, que ponía en el centro de la escena a Charlestown, cuna de poderosas bandas de ladrones de bancos de la ciudad de Boston. Siempre dentro del estado de Massachusetts, la acción de El ganador se traslada unos kilómetros más allá, a la igualmente dura comunidad de Lowell, que con su historia de abandono y pobreza, es la plataforma casi ideal para despachar al mundo gloriosos perdedores que se suben al ring para escaparle al destino. De eso se trata la película de David O. Rusell (Secretos íntimos, Tres reyes), un relato que si bien se asienta en la épica del boxeo, traza un inigualable perfil de una comunidad golpeada por la marginalidad. “Irish” Micky Ward (Mark Wahlberg) llegó a ser campeón en la categoría welter junior luego de superar una serie de obstáculos, el principal su medio hermano y entrenador Dicky (Christian Bale), con un pasado más o menos glorioso como El orgullo de Lowell, ese que logró tumbar a Ray Sugar Robinson antes de hundirse definitivamente por su adicción al crack. Buena parte del relato oscila entre la carrera de Micky, que no va hacia ninguna parte, con entrenamientos fallidos o gigantescos errores a la hora de elegir rivales y la aparente caída sin fin de Dicky, que incluye un documental en progreso sobre su adicción, que él confunde con una película sobre sus glorias pasadas. Todos los tics del género están perfectamente integrados a la historia, pero lo que hace verdaderamente interesante a la película es el monstruoso entorno de los hermanos. Porque el núcleo duro del film es Alice (la gran, gran Melissa Leo), una mamá-manager terrible, manipuladora, insegura, absorbente pero absolutamente querible, que junto a sus hijas y la novia de Micky (Amy Adams), son el principal obstáculo y a la vez, el último y único refugio posible de una familia disfuncional, pero unida para siempre en ese Boston irlandés, olvidado y miserable.
La contienda infinita El ganador puede parecer una remake de Rocky, tal vez menos infantil y machista, pero aquí la sociología primitiva de los filmes de Stallone es sustituida por una aproximación política y psicológica más compleja. La lucha excede al cuadrilátero y el entrenamiento concomitante; la contienda es secretamente otra, y el verdadero rival es incorpóreo. Inspirada en hechos reales, las vidas del campeón tardío Micky Ward (Mark Wahlberg), oriundo de Lowell, Massachusetts, y de su hermano mayor, Dickie (Christian Bale), boxeador eximio y posterior coach de su hermano menor, excede a la dialéctica del éxito y el fracaso. Símbolo del desarrollo de la industria textil en el siglo XIX, Lowell, en la década de 1990 no era otra cosa más que un páramo posindustrial y un emblema de la precariedad de la clase trabajadora. Desde el inicio, El ganador sitúa su relato en un contexto familiar y social. Su costado deportivo es casi anecdótico, pues esencialmente la película funciona como un retrato político e incluso antropológico. El heterodoxo matriarcado liderado por una madre, aquí devenida en manager de su hijo boxeador, va mucho más allá de un detalle en la vida de Micky. Es la revelación de cómo un sistema económico y una cultura rudimentaria se inscribe en la intimidad e interacción de quienes viven en esas coordenadas. El relato es sencillo y lineal: del hundimiento casi insoslayable de la carrera de Micky, un boxeador ya en edad madura, El ganador mostrará su inesperado resurgimiento y posterior coronación como campeón del mundo en su peso, tras vencer agónicamente a Shea Neary en marzo de 2000. Pero lo que parece importarle a Russell son las circunstancias paralelas en la vida de Micky: desde el encarcelamiento de su hermano y la superación de su adicción, pasando por una ruptura momentáneo con toda su familia, hasta convertirse en campeón, el gran combate de Micky no le resultará desconocido a cualquier sujeto que haya conquistado su propia autonomía: diferenciarse de su familia y doblegar las condiciones que impone pertenece a una clase es una pelea durísima. Entre el desempleo y la precariedad, El ganador sintetiza un poco el mito por antonomasia de la sociedad americana: la voluntad de un individuo lo puede todo. Lo interesante es que al mismo tiempo Russell sugiere difusamente su opuesto: del trabajo colectivo (y familiar) pueden surgir respuestas insólitas para atravesar la escasez y la inequidad propia de un sistema económicamente perverso, sin perder la dignidad y sin traicionar la decencia.
La familia como círculo vicioso Al lado de ciertos dramas pomposos y artificiosamente fatalistas que hormiguean en torno al Oscar, una película como El ganador es casi un alivio. Vital, ligera, echando cierta mirada cuestionadora sobre las instituciones (la familia, la policía, el deporte), con algo de humor y afecto hacia sus personajes sin ocultar sus defectos, este film de David O. Russell (1958, New York, EEUU), aunque no exhibe méritos como para competir por premios importantes, resulta un disfrutable film menor. Después de un comienzo algo errático, va cobrando interés la situación de los hermanos boxeadores Micky (Mark Wahlberg) y Dicky (Christian Bale). El film ronda dos o tres cuestiones en torno a ellos: sus dificultades para destacarse como deportistas, la expectativa por la preparación de un documental televisivo sobre Dicky y las presiones que la familia ejerce sobre Micky, en quien todos depositan demasiadas expectativas, sobre todo a partir de los fracasos de su hermano. Sin dudas, este último es el asunto más interesante de El ganador, que juega con ambigüedad con el peso de las relaciones familiares: Dicky (figura en la que es posible reconocer actitudes de deportistas conocidos) exaspera como un adulto con comportamientos adolescentes y adicto a las drogas, en tanto la madre exhibe todo el tiempo un autoritarismo astutamente enmascarado de generosidad; sin embargo, el egoísmo de ambos (que los lleva a dirigir, por conveniencia, la vida de Micky) se confunde con algunos gestos de comprensión y afecto sincero. Quien se encarga de desestabilizar ese estado de cosas familiar es una novia de Micky, inmediatamente vista como enemiga por las mujeres de la familia (la mamá cuenta con el apoyo incondicional y medio ridículo de siete hijas de edades parecidas). “¿Quién puede ayudarte mejor que tu madre?” le dicen al protagonista, y en frases como ésa El ganador desliza ironías no muy habituales en el cine de Hollywood. El simple hecho de que en un film de boxeadores los personajes más fuertes sean los femeninos, habla a las claras de un enfoque singular. En cuanto pintura de la realidad barrial, El ganador dialoga con Atracción peligrosa (The town, dir: Ben Affleck), aunque el film de Russell es muy desparejo y cae, en ocasiones, en trazos gruesos y recursos elementales, como esos vecinos que se sorprenden desde la vereda de enfrente con los escándalos que la familia provoca en plena calle. El retrato de esta clase media-baja comprende comentarios burlones sobre las salas de cine “para ricos” y los films extranjeros con subtítulos, poniendo en boca de los personajes comentarios que, lamentablemente, también son comunes entre ciudadanos estadounidenses con mayor dinero y educación. Un film anterior de este director, Tres reyes (1999), también se aproximaba sin solemnidad a otros temas generalmente abordados con prudente respeto en su país. La secuencia de la persecución policial a Dicky, así como otras en las que el director emplea un montaje paralelo, resultan tensas y divertidas. De la misma manera, es estimulante ver a Christian Bale y Amy Adams en caracterizaciones distintas a lo que vienen haciendo últimamente, y tanto ellos como Melissa Leo –los tres nominados al Oscar– actúan con perspicacia y simpatía, en tanto no desentona con la pasividad de Micky la habitual expresión de desgano de Wahlberg (mayor que Bale en la vida real aunque en el film compone al hermano menor). De este puñado de actores y de una vigorosa banda de sonido (que, en busca de adrenalina, va de los Rolling Stones y Led Zappelin a Aerosmith) dependen algunos de los aciertos de este film irregular. El tramo final resulta algo condescendiente, pero el último plano confirma –respecto a las relaciones filiales y la posibilidad de zafar de los deseos de los demás– una tesis incómoda.
La decepción de la semana fue El ganador (The Fighter, 8 nominaciones al Oscar), de David O. Russell, película por la que –dicen– Melissa Leo tiene buenas chances de obtener el Oscar a la mejor actriz de reparto, y Christian Bale aún mejores posibilidades de llevarse el de mejor actor de reparto. Más allá de que lo de Bale es un protagónico, su actuación es innegablemente llamativa. No sé si eso es del todo bueno para una película: a una actuación podría pedírsele que se ensamble mejor en el todo; de hecho, en la misma película hay una gran actuación intensa menos solipsista que la de Bale: la de la felina pelirroja Amy Adams. ¿Por qué la decepción frente a la película? Porque creo que detrás de su apariencia de película de boxeo hay un soterrado desprecio hacia las películas de boxeo. Así, El ganador es mucho más una historia de conflictos familiares filmada en buena medida en interiores, con discusiones, sí, bien actuadas, sin nada especial, sin especial profundidad, con los momentos de boxeo reducidos a breves secuencias (que no están mal, pero no son el corazón del relato), y hasta con los entrenamientos filmados distraídamente. The Fighter es tenue, opaca, con déficit de grandeza cinematográfica, con algo de telefilm no demasiado inspirado y bastante literal, sin metáfora, como los se muestran fragmentariamente en la película. El mejor relato de boxeadores salido de Hollywood en los últimos años sigue siendo Rocky Balboa (2006), de Sylvester Stallone.
Algunos golpes te da la vida En la ciudad donde crecí, había un misterioso individuo cuyo pasado era completamente desconocido. Se trataba de una figura desgastada por el paso del tiempo que sólo contemplaba el correr de los días, acostado en una plaza, la misma que sirvió como cancha de fútbol para nuestros primeros encuentros con amigos de la primaria. De barba prominente, dudosa higiene y harapos que servían como ropa, este hombre no recibía ni aceptaba ninguna ayuda. Sólo quería que no lo molesten, que lo dejen tranquilo, hundido en sus emociones. Las leyendas sobre uno de los más enigmáticos habitantes de aquella ciudad/pueblo no se si hicieron esperar. La que nos contaron de chicos, la que todavía hoy creemos que es real, es que se trató de un talentoso boxeador que alguna vez fue un deportista exitoso y prometedor, pero que diversos errores, varios golpes en la cabeza y otras malas decisiones lo habían transformado en aquella figura triste que tanta atención –mezcla de ingenuo y curiosidad- nos despertaba. ¿Cómo no recordar esa anécdota infantil con los primeros minutos de El Ganador? La historia "real" de Dicky Eklund (Christian Bale), el hombre que había sido capaz de tumbar a Sugar Ray Leonard y que luego se vería consumido por su adicción al crack, me trajo inevitablemente aquellos recuerdos que permanecían pululando en algún lugar de mi ser. Sin embargo, la nueva película de David O. Russell (Tres reyes, Yo amo Huckabees) no muestra sólo la decadencia de este boxeador, sino que se centra principalmente en su medio hermano: Mickey Ward (Mark Wahlberg) y su difícil ascenso al estrellato. La relación con su madre y sus siete hermanas, las figuras masculinas de su vida (empezando por el propio Dicky: “Eres mi héroe” le dirá en pleno conflicto) y una mujer (Amy Adams) que lo ayudará a ver todo de una nueva manera, son los principales puntos de esta película. Las posibilidades de comparar a El ganador con otros títulos de boxeo como Toro salvaje, Million Dollar Baby o Rocky no serían injustas. Sin embargo, vale decir que este film, nominado a 7 premios Oscar, tiene identidad propia. Dividida en dos partes muy claras, la primera pondrá en evidencia el conflicto entre los personajes del film y la complicada relación entre la familia, que prefiere negar los problemas antes que enfrentarlos. La segunda sí muestra la carrera de Ward desde el punto de vista deportivo. Tal vez la mayor diferencia que plantee El ganador sea la del lugar de observación. Mientras otros títulos forzaban la idea de la superación personal como idilio del sueño americano, Russell expone al boxeo como un juego de estrategia, como un deporte de pensamiento y estudio: “En una riña, peleas. Tú me pegas, yo te pego. El boxeo es como un juego de ajedrez” explica Mickey. La cuidada estética que ofrece el film también es uno de los puntos a favor. El uso de imágenes reales (la pelea entre Eklund y Ray Leonard), sumados a la decisión de mostrar los combates como si de una transmisión en vivo se tratara, vigorizan la idea de las cadenas televisivas como referentes del negocio escondido detrás de cada combate. Con todos sus hallazgos, la principal característica del film es sin dudas la de su reparto. No sólo por un Christian Bale que compone al personaje más complejo y difícil de digerir, sino también por un Wahlberg que, desde su lugar, logra cargar con una mochila de peso: ser el centro de todos esos argumentos. Las presencias femeninas de Amy Adams y Melissa Leo también ayudan a engalanar la película. En algunas ocasiones el cine, como cualquier pieza artística, tiene la capacidad de remover sentimientos de una manera extraña: melancólica y hermosa a la vez. No pude dejar de sentirme identificado con esta historia, tal vez porque rozó un tema que inexplicablemente me transportó a una infancia de aire libre, pelotas de fútbol y sonrisas genuinas. Pocos saben qué fue de la vida de nuestro singular habitante. Alguna vez escuché que había muerto, otros dicen que permanece bajo cuidados en un hospital psiquiátrico. Más allá de una incógnita que espero resolver, otra pregunta empuja desde algún lugar escondido y gana espacio: ¿Qué es el cine sino la capacidad de reconocerse a uno mismo y las propias experiencias a través de la pantalla? Algunas obras, no importa lo superficiales o profundas que sean, permiten soñar, viajar y trasladarse a un lugar que se creía olvidado. El ganador lo logró conmigo. Y por eso se merece mis respetos.
Más cuerpo que cabeza Cuesta creer que se necesitaron cuatro cabezas (cinco, más el dire) para idear una trama tan básica y predecible, partiendo desde el hecho de que es una historia verídica. Siguiendo los cánones del subgénero de 'drama sobre boxeadores sufridos' al estilo Rocky (1976) o Raging Bull (1980) -y un largo y tedioso etcétera-, The fighter (2010) cuenta la historia de cómo Micky Ward fue campeón mundial a pesar de tener un hermano drogón que le hizo sombra toda su vida, sin nunca haber sido nada ni nadie en la vida más que aquel que 'knockeó' a Sugar Ray Leonard (hecho dudoso hasta hoy en día). Casi como esa fórmula que Dicky Elmund le enseña a su hermano menor para el box, "Cabeza, cuerpo, cabeza...", The fighter no se inmuta en generar novedades estéticas en cuanto a la forma de narrar. Sí, el ritmo es fluido y el film en su totalidad se digiere bien, pero ¿y dónde está la novedad? Si ponemos en Youtube "Ward vs Sanchez" tendremos infinitas opciones para ver ese memorable knock-out luego del golpazo asestado en los costados, que fue el primer escalón al éxito para el pobre y explotado Wardy (diminutivo que se me acaba de ocurrir). Aún así y su esquematismo y linealidad, la cinta de O. Russel nominada a ¡siete Oscars! (mundo generoso) es un puente a esa realidad. Muchos son (somos) conscientes de que quizás sin esta peli no se sabría de Ward fuera del mundo de los aficionados a ese pseudodeporte que es ver a dos brutos intercambiando trompadas discontinuas. Y muchos somos conscientes también de que O. Russel manipula esa premisa, esa verdad tan irrefutable que es la realidad, para hacer cine. Porque The fighter será casi tan clásica como casi industrial, pero es un buen ejemplo diferenciador entre el formato cinematográfico y el televisivo. El porqué no es un mero audiovisual melodramático, y es cine, se refleja en los replays de los mejores momentos de las contiendas, en los cuales hay relatos y comentarios en off, y varias puestas de cámara al mismo tiempo (¡con televisación de HBO, ojo!) para simular ese vivo y directo que brinda la pantalla chica. Ese montaje refiere a la calidad que tiene el cine para emocionar. La manipulación de la realidad, llevada a la actuación dramática (por cierto, con un reparto sobresaliente, con Bale y Adams a la cabeza) y los efectos visuales disponibles -ralentis, planos detalle, edición de sonido, flashbacks, etc-, son una celebración de esa diferencia entre ambos formatos, o más bien ambos mundos. Por el contrario, y como si se tratase de un monumental castillo de arena, el hecho de que Stallone ya lo haya hecho con la fotografía digital símil transmisión de tv en la lucha final de Rocky Balboa (2006) es una patada letal que derrumba ese logro tan simple pero elogioso. The fighter no innova, no aporta nada realmente plausible, pero sí emociona gracias a un elenco admirable, y nos recuerda que, aunque nos enganchemos viéndolo en el zapping en un futuro no muy lejano, su logro está en ser cine.
EL GRAN GOLPE “El mundo no es rayos de sol y arcoíris. Es un lugar muy feo y cruel, y no importa que tan fuerte seas, te pondrá de rodillas y ahí te dejará si se lo permites. Ni tú, ni yo, ni nadie golpeará tan fuerte como la vida. Pero no importa que tan fuerte golpees, sino lo fuerte que pueden golpearte y seguir avanzando. Lo mucho que puedas recibir y seguir avanzando ¡Así es como se gana!” Rocky Balboa. Películas de boxeo hay muchas. De hecho, es el deporte más filmado en la historia del cine. Desde la legendaria ROCKY (1976), pasando por la magistral TORO SALVAJE (1980), la inspiradora ALÍ (2001), la dramática MILLION DOLLAR BABY (2004) y la dudosa EL LUCHADOR (CINDERELLA MAN, 2005). Entre tantos gimnasios, entrenadores, regresos al cuadrilátero, conferencias de prensa, corridas por la ciudad, contrincantes intimidantes, peleas ganadas (o perdidas) a último momento y festejos sobre el ring, ¿qué es lo que hace a una película como EL GANADOR (THE FIGHTER, 2010) tan buena? ¿Qué las diferencia de las demás? ¿Qué la hace merecedora de siete nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Director? Pero sobre todo, ¿se merece dichas nominaciones? Sin haber visto otras competidoras fuertes en la categoría principal (EL DISCURSO DEL REY, EL CISNE NEGRO y TEMPLE DE ACERO; ya se, soy una vergüenza como crítico) me atrevo a decir que sí. Cuando creíamos que se habían filmado todas las historias posibles sobre un ring, se estrena la nueva película de David O. Russell. Pero esta no es una más de boxeo. De hecho, tal vez ni siquiera es una de esas películas. Aunque sigue contando con todos los elementos claves del deporte, estos solo están ahí para adornar lo que EL GANADOR en realidad es: Un poderoso drama familiar que retrata muy eficazmente la relación entre dos medio hermanos y sus historias por separado. La de Micky Ward (Mark Whalberg, muy creíble y contenido), un boxeador de clase media pasado de años que intenta ir por el título mundial; y la de Dicky Ecklund (Christian Bale; completamente transformado y muy merecedor del Oscar), un ex-peleador obsesionado con el pasado, que lucha contra sus adicciones. El protagonismo del film se reparte entre ellos y, con otros personajes secundarios igual de fuertes y bien construidos, la narración no puede evitar alejarse del cuadrilátero por varios momentos para darnos lo mejor que tiene para ofrecer: golpes de drama y emotividad, y un acido e inesperado sentido del humor (brindado más que nada por la interpretación de Bale). Esto es lo que hace a EL GANADOR una película fresca y muy diferente dentro del género deportivo, y un verdadero triunfo para el director y sus actores. Desde el principio uno puede llegar a saber cómo terminará esta cinta - ya sea por conocer la historia de Mickey “El Irlandés” Ward, por lo previsible que puede resultar las tramas de las cintas de boxeo o por el risible y revelador título traducido -, pero eso no quiere decir que el film se vuelva aburrido. La historia de la familia disfuncional, el personaje de la madre controladora (Melissa Leo en una actuación brillante) y sus siete hilarantes hijas, los pintorescos habitantes del pueblo y la bien construida relación de Charlene (Amy Adams, adorable y talentosa) y Micky, ayudan a reforzar su narración. Y si le sumamos la química entre sus actores, la desgarradora representación de los efectos de las adicciones y esa visión realista del espíritu norteamericano (el de nunca rendirse y alcanzar los sueños), la película nunca deja de entretener y el espectador sufre minuto a minuto por el destino del boxeador y su medio hermano. Por todo esto hay que darle las gracias al director, quien filmó con mucha precisión los dos caminos que toma EL GANADOR que se distinguen con claridad. Es curioso y destacable que, para las escenas lejos del ring, el director registra todo con el más puro estilo de cine norteamericano independiente, enfatizando la cámara en mano, la puesta en escena desprolija y realista, y hasta elementos del cine documental. Con estos últimos (dos planos de los hermanos sentados en un sillón frente a una cámara de HBO dando declaraciones), O. Russell abre y cierra la película forjando una narración circular que deja al espectador satisfecho. El problema es que, para las escenas de boxeo, O. Russell no se anima a salir de los cánones del género e incluye (al igual que ROCKY, por ejemplo) fragmentos de transmisiones televisivas, planos cerrados ralentizados de las caras de los peleadores recibiendo golpes (con la infaltable saliva incluida), sonido eclipsado y un largo etcétera de tecnicismos ya vistos en otras ocasiones. Sí, como película de boxeo es inspiradora, pero narrativa y visualmente predecible. Por suerte, EL GANADOR es mucho más que eso. Sin piedad, este gran film - con sus excelentes actuaciones, la gran interpretación de Bale, la dirección de O. Russell, una genial banda sonora y la inolvidable familia protagonista - golpea tan duro como la vida.
Otro muerde el polvo. Ningún deporte le sienta tan bien al cine como el boxeo. Por su dinámica intrínseca, este parece acompañar y exaltar aquella inédita cualidad advertida por Walter Benjamin en los albores del séptimo arte: el efecto de shock producido por la sucesión de fotogramas. En cuanto al abordaje temático, la archiconocida historia del tipo recio y humilde cuya ambición lo lleva a subirse a un ring e intercambiar trompadas no sólo con el oponente de turno sino con sus propios demonios constituye una premisa perfecta, una parábola trágica de hazañas memorables, excesos malditos, oportunidades perdidas y sueños rotos que Hollywood desarrolló en numerosas ocasiones, a veces con grandes resultados. Allí están Toro salvaje, la saga de Rocky, Fat City y Million Dollar Baby para demostrarlo. Si bien El ganador se vale de las convenciones subgenéricas establecidas por estas obras emblemáticas, también explora otros caminos que por momentos la acercan a la legendaria Rocco y sus hermanos de Visconti. El film, ambientado en 1993, se basa en la historia real de Micky Ward (Mark Wahlberg), un discreto boxeador de Massachusetts. Lo rodean su hermano Dicky (Christian Bale), un adicto al crack que también fue pugilista y tuvo sus quince minutos de gloria en los años 70 al derrotar por casualidad a Sugar Ray Leonard, y su madre Alice (Melissa Leo), una inflexible neurótica que mangonea la familia a su antojo. Entrenado por uno y representado por otra, Micky no logra hacer despegar su carrera hasta que una novia, la sexy y temperamental Charlene (Amy Adams), lo convence de intentar triunfar por su cuenta. La estructura narrativa aquí no es la de Rocky ni la de Toro salvaje. El héroe Balboa encarnaba el sueño americano en oposición a los riesgos generados por este –el poder corrupto, la fama, el dinero fácil–, mientras que el antihéroe La Motta sufría los entuertos de un carácter terriblemente autodestructivo. En el caso de Micky la tragedia está dada de antemano. Los primeros dos tercios de metraje conforman un escabroso drama familiar donde las mujeres llevan la voz de mando (sólo falta que suegra y nuera se calcen los guantes). En esta instancia la película se regocija con las miserias que muestra y, pese a lo que se podría esperar de tal estrategia, la cosa funciona. Mark Wahlberg, quien ya trabajó con el director David O’ Russell en la notable Tres reyes, entrega una interpretación sólida y contundente, que hace recordar al Dirk Diggler de Juegos de placer en su función como base de apoyo para los demás personajes, indudablemente caricaturescos. Por cierto, El ganador se acaba de llevar dos Oscar, uno lo ganó Christian Bale (su Dicky recicla algunas payasadas de Psicópata americano) y el otro Melissa Leo. Nada para Marky Mark, que ni siquiera estaba nominado. Una pena. Con respecto a los aspectos formales, O’ Rusell recurre a una efectiva variedad de texturas y lenguajes mediáticos. Los fragmentos de falso documental, archivo televisivo y filmaciones en Súper 8 se intercalan con la acción al ritmo vertiginoso de una espectacular banda sonora. Esto toma relieve sobre el final, cuando el conflicto familiar se resuelve mágicamente y da lugar a una épica deportiva digna de Rocky. Quizá algunos se sientan traicionados por este desenlace tan feliz. No es el caso de quien escribe estas líneas. Después de todo, ¿cómo no sentir ganas de saltar de la butaca y tirar piñas al aire cuando comienza a sonar Here I Go Again de Whitesnake y Micky sale a afrontar la pelea de su vida? ¿Cómo resistirse a ese momento en que El ganador parece revelarse como un compendio brillante de todas las películas sobre boxeo?
Así en la vida como en el ring El cine siempre ha dado muestras cabales de lo maravilloso que le encastran las historias de boxeadores, relatos de vida, frustraciones, de genuinos "loosers", a las pruebas me remito: "El campeón", "Requien para un luchador", la primera "Rocky", "Ciudad dorada" de John Huston, las argentinas: "Nosotros los monos" -un excepcional largo documental olvidado de los años 70- y "Gatica" de Favio, la reciente "El luchador" con Mickey Rourke de Darren Aronofsky, y siguen los títulos. Aqui estamos en presencia de un filme contundente disparado a través de la historia verídica de dos hermanos: uno devenido en leyenda y arruinado por su adicción al crack y el menor como un campeón en carrera, que peleará no solo arriba del cuadrilátero sino con los fantasmas de su hermano casi irrecuperable, una familia opresiva con una madre sofocante y siete hermanas insoportables, un pueblo exigente, y el amor de una chica que no se queda atrás en sus influencias sobre el boxeador. Pelear contra duros contrincantes, y hacerlo contra las vicisitudes cotidianas a veces es casi lo mismo. Drama real que respira buen cine, que da choque con unas buenisimas tomas de los combates que el director David O. Russell ofrece con estética de los cotejos de HBO en la TV, tambien se va mostrando la filmación de un documental que hace esta compañia sobre el hermano mayor no como la leyenda que es en su pueblo sino como una muestra de la ferocidad del adictivo crack. Rubro actuaciones: las palmas mayores son para Christian Bale como el perdedor hermano -por ello acaba de ganar su Oscar-, Mark Wahlberg muestra que además de productor de la peli es muy bueno y sobrio en el papel del activo boxeador, la madre que hace Melissa Leo es de un carácter formidable -tambien hace horas se acreditó su Oscar-, y Amy Adams, sigue y sigue mostrando sus dotes merecedoras de elogios, que van tanto en comedias como "Encantada" a soberbia dramática en "La duda". Muy buena realmente, aunque en la taquilla no le haya ido tambien como tanto bodrio acumulado de pretensiones estúpidas.
Campeón, Toro salvaje, Alí, Huracán, el rey Rocky, Millon dollar baby, Gatica, el mono. Todas las he visto aun cuando considero que el box es el deporte más insulso que puede haber; pero de alguna u otra manera las he disfrutado porque el box era un mero marco para las historias de vida de cada personaje, porque cada uno de esos relatos que corrían a la par de piñas y entrenamientos había una historia bien contada. Mi problema con este film de David O. Russell que ahora se agrega a mi lista boxística, es justamente no saber qué historia quiere contarme verdaderamente. ¿Es la historia del pobre Micky Ward (Mark Wahlberg) que no pega, paradójicamente, ninguna pelea exitosa?, ¿la de su hermano Dicky (Christian Bale) hundido en la miseria de la droga?, ¿el de una familia bastante disfuncional pero a la vez unida que apuesta a salir adelante como puede cargando el peso del éxito en Micky?. Quizá valga decir que es todo eso junto, después de todo tratar de construir una especie de biopic- recordemos que el film está basado en la vida real de Micky Ward- no es nada fácil. Estoy lejos de decir que el film es malo. Russell es un director que realmente se planta bien sólido para mostrar con su cámara nerviosa y hasta juguetona la subida de Ward; y en cierta manera elige bien cuando llegado el momento tiene que plantear un dilema bastante duro para Micky, una decisión que realmente no sería grata de tomar para nadie. Todo lo demás se me queda como sonando a ruido, incluso el papel que le valió el Oscar a Melisa Leo se me hace insoportablemente estereotipado. Russell por momentos hace tanto hincapié en la figura de Dicky que finalmente el protagonista queda totalmente ensombrecido y por ende, también la historia. ¿Es disfrutable?, sí. ¿Es buen film?, también. ¿Da para una nominación al Oscar?, no. Es un film que derrocha sobre todo el talento actoral de Bale, que bien merecido también tuvo su premio de la Academia aun cuando su personaje es también algo así como un estereotipo. Es un film correcto que poco tiene que hacer entre las que nombre al principio de este artículo. Es un film demasiado ruidoso para mi gusto como si necesariamente para expresar el drama siempre hubiese que gritar y patalear. Pero no es un film que dejaría de recomendar porque también tiene muchos aciertos, muchas escenas dignas de recordar, escenas que no nombro como ejemplo porque guardan algún que otro spoiler. The fighter puede ser el mejor film de Russell, como muchos dijeron, pero humilde servidora no podría asegurarlo ya que es la única que le he visto.Mientras, Wahlberg se ha sacado las ganas de producir un film que iba a dirigir Darren Aronofsky con Brad Pitt como Dicky, luego pasó por manos de Scorsese quien rechazó la dirección y finalmente cayó en manos de Russell por propia sugerencia de Bale. Ya me hubiera gustado verla cómo habría quedado en manos del director de Cisne negro. El ganador, en conclusión, me ha parecido una película recomendable, pero no maravillosa; bien hecha aunque sin grandezas.
Redención a las piñas El box es una fuente inagotable de mitos de ascensos, caídas y redenciones, de héroes populares que vencieron la pobreza o los vicios, o que pudieron salir de los malos entornos a fuerza de disciplina y mentalidad superadora. Y el cine no podía ser inmune a estos colosos terrenales capaz de enfrentar a la adversidad con sus puños: desde “Toro salvaje”, de Martin Scorsese, hasta “El luchador” (“Cinderella Man”) de Ron Howard, incluyendo a “Gatica, el Mono”, de nuestro Leonardo Favio, siempre se ha querido bucear en lo que se extiende detrás de esos tipos lo suficientemente valientes como para ir a que les destrocen la cara y a veces tan cobardes como para no poder enfrentar a su entorno, a las tentaciones, o a sí mismos. En “The Fighter” (acá le pusieron “El ganador”, para no tener una tercera “El luchador” en un par de años) se vuelve sobre otra historia real, pero en este caso contemporánea: si los mencionados anteriormente son mitos pretelevisivos, más legendarios que recordados, y contemporáneos de la era dorada de la mafia, aquí somos testigos de las andanzas de un personaje de nuestro tiempo, en la era de las telecomunicaciones y las peleas armadas por cadenas de TV. La última chance Micky Ward es un boxeador que a los 31 años todavía espera una oportunidad para dar el salto a la gloria. Su carrera está manejada por su progenitora, Alice, madre de nueve hijos, siete de su primer marido y dos con el segundo. Es entrenado por su medio hermano Dicky Ecklund, un adicto al crack (lo que ahora llamamos paco o pasta base) que tuvo su momento de gloria cuando hizo tocar la lona a Sugar Ray Leonard. Irlandés pobre de Lowell, Massachusetts, sabe que “no se está haciendo más joven”, y empieza a hartarse de su disfuncional familia, sintiendo que lo están llevando hacia un espiral de decadencia. Las ganas de recuperar a su hija Kasie, el amor encontrado en la bella y aguerrida bartender Charlene y el hastío de las decepciones de su madre y su hermano (dentro y fuera del deporte) lo llevarán a dar un volantazo en su vida, tras lo cual se le abren las puertas que estaba esperando. Pero sabe que fue Dicky quien lo formó, y llegado el momento crucial, pasado y presente deberán aliarse para que Micky pueda tocar el cielo con las manos. Puesta descarnada Se dice que Darren Aronofsky fue convocado para dirigir esta película, luego de haber hecho la otra “El luchador” (“The Wrestler”), pero finalmente se bajó para encargarse de esa explosión psicológica y visual que es “El cisne negro”, la cual sin embargo comparte con la anterior cierta técnica que Aronofsky parece haber depurado de los hermanos Dardenne (en “The Wrestler” pareciera haber algunas citas visuales a filmes como “Rosetta, por ejemplo), a base de cámara en mano y en movimiento y una fotografía algo sobreexpuesta. En “The Wrestler” esa estética había funcionado muy bien para mostrar una historia descarnada llena de patetismo y decadencia, y seguramente por eso alguien pensó en repetir realizador en esta cinta. Bajado Aronofsky, se convocó a David O. Russell, quien parece haber querido filmar con la impronta de su predecesor: el resultado es bastante bueno, aunque con una estética un poco más hollywoodense que la que Aronofsky hubiera puesto. Cabe destacar también la reconstrucción de momentos y lugares, especialmente en las peleas, que al ser de tiempos tan contemporáneos seguramente están registradas en numerosos archivos fílmicos y fotográficos. Caracterizaciones Otro de los puntos fuertes del filme, por el que fue galardonado, son las actuaciones. Y habrá que coincidir con la Academia de que Christian Bale y Melissa Leo son en un punto los más lucidos, quizás por la desmesura de sus personajes. Bale construye al drogadicto y alocado Dicky, que (si nos basamos en los pocos segundos en que aparecen los hermanos reales, sobre los créditos finales) tiene mucho del Ecklund real. Y Leo se mete en la piel de esa matriarca de una familia numerosa y disfuncional, cuestionable hasta la médula salvo en el amor por sus hijos. Mark Wahlberg (¿alguien se acuerda de cuando era el rapero Marky Mark, o el hermano menor de Donnie de los New Kids on the Block?) es uno de esos actores que vuelven creíble cualquier personaje, como lo es también Russell Crowe, que supo protagonizar “Cinderella Man”. Wahlberg construye al más sereno Micky, muy susceptible a caer ante las personalidades arrasadoras de su madre y su hermano mayor. Si bien su estado físico siempre fue privilegiado, se nota que ha entrenado su cuerpo para dar credibilidad al personaje. Mujeres reales Lo de Amy Adams es especial. Ya que hablábamos de “The Wrestler”, su personaje tiene mucho en común (con diferencia de edad) con el que compuso Marisa Tomei en aquella cinta: ambas son mujeres que han cometido errores, que están lejos de cualquier sueño, pero que tienen bien puesto lo que hay que tener para jugarse por amor y por convicciones. Adams convence, y al igual que Tomei enamora al espectador, con su cuerpo de mujer real y su actitud. El resto del elenco está a la altura de las circunstancias (hay que ver a las siete hermanas de Micky: sólo con eso dan ganas de salir corriendo), y como peculiaridad se cuenta con la actuación del sargento Mickey O’Keefe, entrenador de Ward, interpretándose a sí mismo. Juntos, realizador e intérpretes, redondean una de esas historias de redención que tanto gustan a los estadounidenses (y al resto del mundo), con textos finales que cuentan qué fue de sus protagonistas. Una de esas que cuentan que un instante de gloria bien vale unas cuantas palizas, dentro y fuera del ring.
Corría el año 1993 y las cámaras de HBO arribaban a una pequeña ciudad de Massachusetts en busca de una historia de vida para un documental. “El orgullo de Lowell” es Dicky Eklund (Christian Bale) un ex boxeador devenido en entrenador que vive de recuerdos, en la época en que las drogas no lo habían consumido y todavía era capaz de pararse en un ring frente a Sugar Ray Leonard. A quien este entrena es a su medio hermano Micky Ward (Mark Wahlberg) un peleador de poca monta cuya carrera parece haberse estancado, con más penas que glorias, como soporte de otros que sí tienen posibilidades en el mundo del boxeo. Tras una serie de frustrados intentos de crecer dentro del ambiente, Micky finalmente va a tener su oportunidad, sin embargo se encontrará ante la difícil encrucijada de elegir entre su desarrollo profesional o su familia. Es que esta historia del héroe de clase media baja que logra sobreponerse a su entorno y triunfar, es un drama antes que un film de deporte, si bien el crecimiento pugilístico del protagonista es fundamental, son los afectos y las relaciones familiares lo que constituyen el centro de la película. Es en este sentido que deberá entenderse el motivo por el que no se considera a su máximo rival, Arturo Gatti, con quien disputó tres feroces batallas, dos de las cuales fueron declaradas mejor pelea del año en forma consecutiva. Lo que importa a la trama entonces es el modo en que Micky logra equilibrar su profesión con una familia numerosa y opresiva que detesta a su pareja, o la forma en que Dicky tratará de vencer sus adicciones, después de todo las cámaras de televisión sólo buscaban retratar a un ídolo caído y los efectos negativos del crack. Lo que debió ser la oportunidad para que Mark Wahlberg finalmente pudiera destacarse frente a las cámaras se vio opacado por un compendio de grandes actuaciones en los roles secundarios. El entrenamiento dio frutos para este actor que, además de contar con una condición física notable, ha logrado captar a la perfección la forma de combatir de Micky Ward, imitando su técnica en forma sumamente precisa. A pesar de esto y en su condición de protagonista, en muchos pasajes de la película se ve relegado a un segundo plano ante la presencia aplanadora de Christian Bale. No por nada este todoterreno británico es el gran candidato a obtener el Oscar al mejor actor secundario, dado que brinda una actuación enorme en la que supo captar la esencia de su personaje, y logra apoderarse de la pantalla en cada una de sus apariciones. La presencia femenina es de gran importancia en la vida del joven peleador. Es el menor de nueve hermanos, en su mayoría mujeres, dentro de una familia irlandesa a la manera de un matriarcado. Es su madre Alice (Melissa Leo) quien gobierna la familia y quien se encarga de proveerla, si bien son los jóvenes los que ponen el cuerpo a la hora de pelear, es ella la que se encarga de la organización de los combates, quien sienta las condiciones y cierra los tratos. Esta figura se ve en problemas cuando empieza a ser cuestionada su autoridad tras la aparición de Charlene (Amy Adams), la novia de Micky que sólo quiere lo mejor para su pareja, lo cual implica alejarlo de su problemática familia. Ambas actrices logran muy buenas performances, sacándose chispas cada vez que deben permanecer juntas en una escena, lo cual sigue relegando a Wahlberg a un segundo plano desde lo actoral, ya que frente a su falta de carácter se responde con dos mujeres bien sanguíneas. Más allá del hecho de que el film se centre en los vínculos afectivos eso no implica que se haya prestado poca atención a los combates. El logro a nivel pugilístico no es únicamente de Wahlberg plasmando a Ward, sino que David O. Russell realiza un trabajo fantástico a la hora de filmar. El director consigue el mayor realismo posible trabajando los combates en la forma en que lo hace la televisión, respetando con minuciosa fidelidad los acontecimientos al punto de mantener los relatos de los comentaristas. Se consigue así una muy buena película con grandes trabajos tanto delante como detrás de cámaras, relatando el ascenso de un joven de clase trabajadora hasta la gloria, uniendo en el proceso a su familia y salvándola de su desmoronamiento.
Golpe directo al Oscar Cuando se piensa en films del gusto de la Academia, uno sabe, dentro de la industria, cuál es el gusto predominante, (es un tema del que ya hablamos) es decir, cuál es el perfil para ganar un reconocimiento como el Oscar, que se necesita para obtener un premio de esa envergadura. Repasamos, en general, las películas que les gustan son historias de vida (siempre ayuda), actuaciones donde los convocados mutan, se transforman desde lo físico y actitudinal para encarar los roles pedidos, tramas donde la superación personal juega decisivamente. Si pensamos en esas características, "The fighter" las cumple todas. La historia es un recorte de la vida de un boxeador, lo curioso es que dentro del esquema que presenta el guión, en realidad la película habla de la vida de dos. Y es difícil saber cuál de ellos tiene mayor fuerza narrativa. Bueno, Christian Bale fue nominado (de hecho ganó el Globo de Oro) y Mark Walhberg no. Algo debe decir. Dickie Eklund (Bale) es un ex boxeador cuyo momento de gloria fue haber tirado a Sugar Ray Leonard en su mejor momento a la lona. No ganó esa pelea, pero se metió en la historia de su barrio, un lugar de clase trabajadora en Lowell, Massachusetts. Su hermano, Micky Ward (Wahlberg) ha crecido a la sombra de la leyenda de Dickie, quién lo entrena. Su madre, Alice (Melisa Leo) maneja su carrera y denota su falta de profesionalismo a cada momento. Micky no crece en la profesión y las continuas decisiones equivocadas de su madre y su familia lo llevan a transitar por malas peleas, combates que no debería haber aceptado, todo para seguir el mandato familiar y tener a todo el mundo contento. En ese universo, la familia de Micky está compuesta por su madre, su padre, Dickie y seis hermanas mujeres, todas sostenidas por su carrera desde lo económico. Este contexto , aprisiona el desarrollo profesional de Micky y lo deja en su callejón sin salida. Mientras se debate en ese problema, comenzará una relación con una mesera, Charlene (Amy Adams), quien rápidamente se dará cuenta de lo que sucede y le planteará que la situación así no puede seguir. Ah, dato importante: Dickie es adicto al crack. Y esta línea es decisiva en la película ya que su relación con su hermano es el corazón de la historia. Al comenzar el film un grupo de documentalistas de HBO sigue a Dickie para mostrar su ascenso y caída, mostrando su relación con la droga de manera descarnada. Sin querer anticipar más, podemos decir que "The fighter" es una gran cinta. Potente, intensa y atrapante. Su descripción precisa, pintoresca y cruel de cómo operan las familias disfuncionales es clara y absolutamente disfrutable. Los rubros técnicos está correctos y las actuaciones de Amy Adams y Christian Bale son excelentes. En particular, este último, que hace una transformación física para su caracterización de un adicto al crack elogiable. Bale siempre hizo papeles de fuste, pero esta vez, es serio candidato al Oscar. Dickie es profundamente humano (se equivoca todo el tiempo), está atravesado por su fracaso, pero desborda de amor por su familia (como buen irlandés) y conmueve en cada fotograma con sus dilemas existenciales. Bale domina cada escena en la que está con una soltura notable y no podemos dejar de conmovernos con su trabajo. Este año la competencia por los Oscar será muy duro. Hay muy buenos films y este es uno de ellos. Llega el momento del mejor cine del año y hay que hacer lugar en la agenda para verlo. "The fighter", gran película que no podés dejar de ver.
Pega fuerte The Fighter es una película basada en la historia real de los hermanos Micky Ward (Mark Wahlberg) y Dicky Eklund (Christian Bale), de distintos apellidos resultado de compartir madre pero no padre. La cinta muestra como Micky debe lidiar con su propia familia, novia y sus demonios internos para poder convertirse en un gran boxeador. Si bien a priori la historia parece centrarse en la vida boxística del protagonista, en realidad trata sobre el complicado entramado de relaciones familiares, en este caso de una familia que podría considerarse "white trash", es decir gente vulgar, excéntrica, disfuncional y de bajo estatus social, aunque si miramos con atención seguramente nos sintamos identificados con varios comportamientos, como la madre sofocante y controladora, el sentido de pertenencia familiar, la relación amor-odio con nuestros hermanos, etc. Es un acierto en mi opinión haberse enfocado en el drama familiar y en segundo plano el boxeo, ya que existe un gran número de films de ese tipo, que gustaron y aburrieron, pero que definitivamente han cansado, sino recordemos las Rocky desde la 1 a la 5, Alí, El luchador, Toro salvaje, Millon dollar baby, etc., etc. El director David O. Russel parece haber mejorado la punteria, basta con recordar su última producción I heart Huckabees, una película sin sentido y tediosa. Se podría decir que ha recuperado los elementos que lo hicieron notorio cuando estrenó en 1999 Tres Reyes, que recibió muy buenas críticas. Por otro lado, las interpretaciones tienen un muy buen nivel, desde Christian Bale y Melissa Leo que bien merecidos tienen sus Oscars, hasta Amy Adams y Mark Wahlberg quien siempre representa un blanco fácil cuando los críticos quieren despotricar un rato. Una historia de amor familiar, superación de los obstáculos y el camino hacia la gloria con una mirada adulta y realista. Definitivamente una película muy recomendable. ¡Aplausos largos!
John Cameron Mitchell es uno de los realizadores estadounidenses más interesantes de la última década. Sus dos films anteriores, “Hedwig and the Angry Inch” –también comedia musical de éxito en la Argentina– y “Shortbus” –un film alegre y desesperado sobre el sexo, que causó cierto revuelo– tenían una libertad y un vuelo anárquico saludables. Sus personajes eran seres que creaban un mundo propio para escapar del de la mediocridad que los esperaba a la vuelta de la esquina: las soluciones pasaban por el afecto, el arte y la explosión del propio cuerpo. “El laberinto” es, en apariencia, algo totalmente distinto: un drama de personajes con estrellas, con un punto de partida trágico. Una pareja (Nicole Kidman y Aaron Eckhardt) pierde a su hijo de cuatro años en un accidente causado involuntariamente por un adolescente (Miles Teller). Lo que sucede después es lo interesante. Ella, poco a poco, sin aceptar las soluciones fáciles, se acerca a quien fue responsable de esa muerte; él se diluye entre un recuerdo enquistado y otro mundo. Aunque parece, en la superficie, otro drama más, lo que el film presenta es la posible ficción que se esconde detrás de eso llamado “familia”. Su costado iconoclasta, aunque mucho más escondido que en los anteriores films de Mitchell, corresponde a que esa muerte resulta una dolorosa liberación, un pensamiento a la vez paradójico y molesto. El cine estadounidense da por sentado que familia es lo mismo que amor; este film plantea la diferencia radical entre un contrato social y lo que realmente se siente. Aproveche a verlo en el cine.