El debut en la dirección de Marcus Dunstan, y aunque son películas distintas, se ve totalmente influenciado con las cintas de "El Juego del Miedo", ya que posee una gama de colores muy similar, una edición rápida, litros de sangre y un argumento que se basa principalmente en la tortura y las trampas. Este es quizás el principal error de esta película, ya que nunca encuentra el rumbo y no se preocupa en buscar un estilo propio que la identifique y la aleje de los trabajos realizados con los guiones de las últimas secuelas de "Saw".
Volvió la alegría, volvió el gore. El cine de terror (mono)temático de los últimos años parece haber tomado por asalto a los directores de arte de Hollywood, quizá incluso también a la estética del género todo. Podríamos acusar a la saga Saw, que llegó para quedarse y no sólo ya tiene en gateras una versión 3-D (con estreno mundial en Argentina, el 21 de octubre) sino que parece querer batir el récord de Jason y su Friday the 13th. Volviendo al caso que nos ocupa, hay que decir que The Collector es un trabajo más que digno del terror quirúrgico, que si bien apela a la estética cruda y sobre saturada de la putrefacción posmo, también sabe tirar más de un guiño a los tips más clásicos del género, con planos que apelan al recuerdo del horror italiano de muchachos como Darío Argento. La historia nos cuenta el truculento hobbie de un ser del que no sabemos nada más que el hecho de que colecciona gente. Punto, hasta ahí el quid de la cuestión y la cuestión en sí. Todo lo demás es disfrute con momentos hardcore, aunque recién llegan luego de una intro que puede resultar un tanto extensa para los fans sedientos de sangre, pero que bien vale la inversión.
Robar la casa equivocada De los guionistas de El juego del miedo IV (Saw IV, 2007) al El juego del miedo 3D: El capítulo final (Saw 3D, 2010), llega una película acorde a las circunstancias. El juego del terror (The collector, 2009) es un film del más puro horror gore moderno cargado de escenas de torturas y destripamientos, que intenta abrir una nueva franquicia sobre el morbo. Arkin (Josh Stewart) se ve acorralado económicamente cuando su mujer es perseguida por la mafia (?). El muchacho no tiene mejor idea que robar la caja fuerte de la casa en la que trabaja por las tardes. Lo que no se imagina es que al entrar encontrará a toda la familia maniatada por un enfermo mental que se entretiene torturando gente. Hay una regla clásica entre los guionistas de Hollywood, la película en sus cinco minutos iniciales debe presentar alguna de las tres “s”: suspenso, sangre o sexo. Bien, El juego del terror presenta las dos primeras y en algún momentito de su trama la tercera aunque no es su fuerte. Lo que busca el film es impresionar de la manera más salvaje posible, tanto o más que la saga de El juego del miedo. ¿Las diferencias? Aquí no hay acertijo, sí en cambio el juego del gato y el ratón por los recovecos de una casa “minada” de trampas mortales. ¿Parecidos? La historia en su afán por “clausurar” el relato sea como sea, se permite algunas vacilaciones pero que no llegan a afectar el ritmo narrativo ni cortar la atmósfera creada. El juego del terror no viene a revolucionar nada dentro del género gore, que quede claro, sólo continúa con esta moda de películas “impresionables” donde la tortura y el desgarramiento físico es el caballito de batalla de quienes gusten ver este tipo de atrocidades.
Originalmente este estreno fue concebido como una precuela de la primera entrega de Saw pero afortunadamente los productores desecharon la idea y decidieron desarrollar esta historia como una película independiente. Con esta producción los guionistas de El juego del miedo Marcus Dunstan y Patrick Melton intentaron repetir el mismo éxito que aquella serie pero los resultados son muy distintos. Si bien El juego del horror es un film mediocre y pedorro que se apoya unicamente en escenas sangrientas para catalogarse como propuestas del género de terror, no tengo dudas que también va a tener su público. Es decir, los que salieron contentos con la última entrega de Saw y sólo se engancharon con la historia de Jigsaw por el gore y la violencia este estreno es para ellos. La película es cero creativa y la trama tiene más agujeros que un colador, pero para el que solo busca entretenerse viendo escenas ultra sangrientas y considera grandes producciones los filmes de Hostel, de Eli Roth se va sentir a gusto porque si la mirás por ese lado la verdad que no defrauda.Vas a encontrar lo que buscás. En lo personal creo que si a las escenas sangrientas no se sustentan con un mínimo elemento interesante que logre engancharte con con los personajes el resultado final termina siendo un bodrio. Saw funcionó porque más allá del gore que presentaba (especialmente en la tres primeras entregas) era una historia totalmente atrapante con un villano maravilloso como fue Jigsaw que resultaba apasionante por su ambigüedad moral. No era un loquito que mataba por qué sí. Tenía un plan y sus víctimas no eran elegidas al azar. El villano de El juego del horror, al que nunca llegamos a saber demasiado de él, es un híbrido pedorro entre Jason Voorhees y Jigsaw. El tipo aparentemente colecciona gente muerta ¿Y? ¿De dónde salió? ¿Por qué se aparece en la casa donde se desarrolla el conflicto? Son temas que nunca se aclaran ya que el director estaba más preocupado por retratar escenas violentas que contar un cuento. Este también se maneja con trampas, pero la diferencia con Jiogsaw es que se involucra de manera directa a la hora de torturar a sus víctimas. En realidad más que una película de terror el film parece un capítulo de Itchy y Scratchy (la parodia de Tom y Jerry de los Simpsons) sólo que acá son interpretados por humanos. Más allá del gore y la violencia Marcus Dunstan no ofrece nada interesante en este debut como director. El que tenga afición por el sadismo tal vez la disfruté más, a mi me pareció un bodrio que queda para el olvido.
Entomología y coleccionismo Por lo general llegan muy pocas películas independientes de género a la cartelera argentina, circunstancia que vuelve aún más gratificante una propuesta de por sí correcta como El Juego del Terror (The Collector, 2009). No es para nada un hecho fortuito que el equipo compuesto por Marcus Dunstan y Patrick Melton sea el responsable de las últimas cuatro entregas de la saga de El Juego del Miedo (Saw), incluido el séptimo eslabón en 3D: aquí Dunstan dirige y ambos escriben esta combinación retorcida de caper movie, thriller de entorno cerrado y porno de torturas, revoltijo con una inesperada disposición preciosista. La historia comienza con los problemas financieros de la esposa de Arkin (Josh Stewart) y la triste necesidad por parte del hombre de robar la casa en la que ha estado efectuando tareas de reparación y mantenimiento. En un momento en el que la familia debería estar de viaje, no sólo no podrá sustraer la gema de la caja fuerte sino que además se topará con uno de esos psicópatas de sangre fría y escasas palabras. El susodicho se divierte colocando trampas en el hogar, atormentando a los ocupantes y llevándose en baúles a los que considera dignos de su “colección” (no más de uno por vivienda, de ahí el título original). El suspenso de tono lúgubre y ambientación gore está bastante bien desarrollado y se sustenta especialmente en la bella fotografía ocre de Brandon Cox y en la excelente edición a cargo de Alex Luna, James Mastracco y Howard E. Smith. Aunque el desempeño del elenco no es una maravilla ni mucho menos, el guión aporta el dinamismo fundamental para garantizar la tensión a partir de trayectos narrativos eficaces, los cuales por supuesto responden al ABC de los slashers clásicos de los ´70 y ´80: de este modo el apartado formal compensa la ausencia de novedades imponiendo una cacería armoniosa de ritmo sostenido. Lejos de las deslucidas remakes de Michael Bay pero también de anomalías exquisitas como La Huérfana (Orphan, 2009) y Los Extraños (The Strangers, 2008), El Juego del Terror es un notable ejercicio de estilo de los por hoy experimentados Dunstan y Melton, quienes definitivamente saben cómo aprovechar un presupuesto limitado. Como si se tratase de una versión hardcore de Mi Pobre Angelito (Home Alone, 1990) protagonizada por un homicida con vocación de entomólogo y predilección por los cuchillos, el film saca partido de su minimalismo concienzudo sin jamás caer en las típicas sonseras industriales...
El coleccionista de clichés Debía ser un trabajo más. La familia debía estar de vacaciones, la casa deshabitada, la caja fuerte localizada, sólo debería tomar la joya y concretar el negocio antes de medianoche. Pero para Arkin esa no iba a ser su noche de suerte. Otro hombre estaba en la casa y con otras intenciones. De las macabras y sangrientas. Desde el estreno de "La Masacre de Texas" en 1974 no fueron pocos los que decidieron seguir ese camino de violencia, sangre y mutilaciones, con mayor o menor impacto. Unos años atrás llegó "Saw" para redefinir el género sumando importantes dosis de sadismo a las historias, algo que este filme que nos ocupa le debe. No es original, pero se anima a ir un poco más allá, alcanzando lo risible. Por momentos, el psicópata en turno pone tantas trampas que recuerda, incluso en el tipo de ellas, al coyote en su intento de atrapar al correcaminos. De todas formas el director logra mantener la tensión en el relato, cierto suspenso y algún que otro susto. Pero es en el guión donde está la mayor falla. La inconsistencia del villano, su falta de historia, la ausencia de su "por qué" le restan presencia y lo dejan al nivel de una presencia ejecutora sin sustento. Los amantes del género tienen en este filme un entrenimiento digno, con uno de esos finales que tanto gustan a los cultores del terror sádico tan de moda en los últimos tiempos. El resto debería tomar ciertas precauciones antes de ver esta película. No tener el estómago muy cargado, por ejemplo.
Azar sangriento Un ladrón y un asesino coinciden en una casa: el gore vence. Hace poco, con motivo de la crítica de El juego del miedo VII 3D , un lector fanático de la saga le escribió a este periodista quejándose por la expresión “pornografía sádica”. Coincidía, aclaró, con la apreciación, pero decía que le resultaba reiterativa. Curioso: cuestionar lo repetitivo de las críticas, pero no lo repetitivo de las películas que son criticadas. En El juego del terror , de Marcus Dunstan, guionista de El juego del miedo IV, V y VI , hay que decir (ay, qué decir) que la pornografía es más sofisticada. Pero no tanto como lo aseguran algunas críticas extranjeras. En rigor, cada vez se le exige menos al ingenio: alcanza con generar sobresaltos (está muy bien), apelar a imágenes revulsivamente tortuosas (cada cual tiene su gusto) y mantener los éxitos de taquilla de estos filmes gore que no se salen de norma (que el mercado festeje y que los sociólogos intenten explicar el fenómeno). Aclaremos que el filme de Dunstan tiene una interesante vuelta de tuerca. La masacre de una familia, a manos de un psicópata enmascarado que mutila y asesina de un modo lúdico, valiéndose de cuchillos, martillos y anzuelos, es presenciada por un hombre que entró a robar en la casa y que conoce a sus habitantes. Se trata de Arkin (Josh Stewart): un antihéroe al que el azar -curiosísimo azar que hace coincidir a ladrón y asesino la misma noche- puso en el lugar del héroe. Hasta acá, todo bien. ¿Pero qué hace Dunstan luego de generar suspenso y desesperación? Poco. Más de lo mismo, aunque con un poquito más de recato y mayor pericia técnica. Si uno rasga el barniz nuevo se encuentra con gastados cimientos: la exhibición morbosa de tormentos, la falta de espesor de casi todos los personajes, la ausencia de verosimilitud general (¿todos los psicópatas asesinos tienen tiempo y ganas de armar mecanismos de tortura tan complejos?), la temprana declinación de la trama y hasta las ironías misóginas. En una escena, el psicópata amenaza con arrancarle la lengua a la madre de la familia. Más tarde, le cose literalmente la boca. Arkin murmura para sí: “Le dije que no tenía que hablar”. Al margen: lo peor es que Dunstan sabe filmar. La cuestión es que lo hace sin salirse de las probadas fórmulas vejatorias. A verdadero terror: el de perder espectadores.
Un ladrón en un laberinto de horrores Arkin es contratista, encargado de arreglar puertas y ventanas en la casa recién comprada por una joven familia. Como acaba de salir de la cárcel y tiene que conseguir una buena suma de dinero para salvar a su esposa e hija de la presión de unos prestamistas, acepta pagar dos deudas en un solo tiro: la que tiene con su ex esposa y la otra, con un grupo de ex convictos como él con los que compartió prisión. Experto en cajas de seguridad, piensa aprovechar la ausencia de sus empleadores para saquear la casa, pero he aquí que un psicópata lo desayuna y cuando entra en la casa supuestamente vacía encuentra a los propietarios al filo de ser despanzurrados y él mismo a merced del desquiciado "coleccionista" y sus trampas de cazador, que podrían mutilar a cien osos en minutos. El guión, que comenzó siendo la precuela de El juego del miedo , describe con bastante precisión la doble angustia del protagonista, pero no tira pista alguna del porqué del criminal que opera embozado (como en viejos tiempos Hannibal Lecter) además de que es un fumigador. Si bien los debutantes (en la dirección) Marcus Dunstan y Patrick Melton (guionistas de las partes 4, 5 y 6 de la serie "...del miedo") logran inquietar a los espectadores con buenos recursos hasta la primera mitad, es decir, hasta que se desata la primera secuencia de violencia descarnada, en la segunda dan paso al catálogo de porn torture (golpes bajos con tenazas, agujas y tanzas, hojas afiladas, cuchillas listas para mutilaciones varias, ácido sulfúrico y hasta felinos partidos al medio). La primera mitad augura una segunda al menos interesante. Lamentablemente eso no ocurre, y lo poco de bueno se va al diablo con un remate muy tramposo que, era previsible, promete secuelas. La paradoja: con la misma infraestructura, algo de su estética y hasta con los mismos actores de El juego del terror se podría haber hecho una película de género mucho mejor. Pero se hizo ésta. Una lástima.
Para alegría de los fanáticos, el cine de terror más extremos sigue invadiendo las salas de cine. Un ladrón entra en una residencia con la intención de hacerse con un buen motín que le permitirá ayudar a su familia. Pero justo esa noche, un misterioso asesino enmascarado también hace acto de presencia, para torturar a la familia que vive allí. Los intrusos no tardarán en cruzarse, en un contexto de sangre, desesperación, horror y muerte. El Juego del Terror forma parte de la tradición de films como Hostel y El Juego del Miedo. De hecho, Patrick Melton y Marcus Dunstan escribieron varias secuelas de esta saga. Pero se nota principalmente la influencia del cine de miedo hecho en Italia durante los ’70 y ‘80, sobre todo la obra de Darío Argento. Los climas, la brutalidad de los asesinatos, lo surrealista que se vuelven determinadas situaciones, la rimbombante banda sonora, hacen pensar en obras maestras como Rojo Profundo y Suspiria. Además, se desconoce la identidad del asesino y, casi hasta el final, su verdadero propósito. Esto la acerca a, por ejemplo, Horas de Terror, de Michael Haneke, y a Los Extraños, donde los niveles de crueldad se hacían insoportables. Los directores se apoyaron más en la imágenes que en diálogos, cosa que ayuda en las secuencias de suspenso y terror, ya que tanto el ladrón como el asesino se mueven sigilosos por la casa. El guión es bastante correcto, sobre todo a la hora de mostrar al ladrón como un pobre hombre que debe jugársela por sus seres queridos, no un delincuente unidimensional. En cuanto al elenco, la mayoría son desconocidos absolutos, salvo por Madeline Zima. Esta actriz empezó de niña actuando en películas como La Mano que Mece la Cuna, de Curtis Hanson, en la sitcom La Niñera, y últimamente, ya crecida, mostró sus atributos en la serie Californication. Atributos que también luce en este film. El Juego del Terror no tiene destino de clásico, pero garantiza momentos de horror puro y duro, sin sobreexplicaciones ni obviedades. Como debe ser.
Morbo y paranoia en espacio chico para el deleite de los fanáticos del gore o de la saga Saw son los dos ingredientes que abundan en esta nueva y enfermiza historia con un buen guión, donde la perversidad se expone en todas sus formas y un ritmo intenso que nunca pierde pulso y por momentos deja sin aliento al espectador...
Para Arkin, un ex-convicto buscavidas, una casa tranquila y una familia de vacaciones es una “oportunidad”, ya que dentro de la casa hay una caja fuerte que contiene una rara gema, su única esperanza de saldar la deuda que tiene con su esposa y conservar intacto lo poco que queda de su familia. Desafortunadamente para él, dentro de esa casa también hay una caja que contiene el último espécimen de una colección catalogada en huesos, sangre y lágrimas- un espécimen humano embalado como un “señuelo”-. Mientras la trampa ya puede haberse cerrado sobre los padres, Michael y Victoria -acortando sus vacaciones antes de que pudieran empezar- las garras aun deben cerrarse sobre Jill, la hija adolescente, y Hannah, la hermanita de ocho años. Mientras el reloj avanza inexorablemente hacia la medianoche, Arkin se convierte en un héroe contra su voluntad, atrapado por un “Coleccionista” enmascarado en un letal y siniestro laberinto –la Inquisición Española imaginada por Rube Goldberg- tratando de rescatar a la misma familia que vino a robar. Tal es la trama básica, resumida en la información de prensa, de una producción que aborda la temática del terror, ópera prima de Marcus Dunstan y Patrick Melton, quienes tienen como antecedente los guiones concebido para la serie “El juego del miedo” en sus ediciones IV, V, VI y VII (entre 2007 y 2010), esta última con el agregado en su título de “El capítulo final”, aunque se encuentre en preproducción la VIII, también con guión que les pertenece, a rodarse en 2011. Como guionistas no denotaron alguna vuelta de turca interesante a las tantas realizaciones de terror, una mínima insinuación para escapar de la mediocridad narrativa y formal que han caracterizado la mayoría de los títulos enmarcados en esta temática estrenados en los últimos años. En esta oportunidad la dupla no sólo asumió la responsabilidad de guionistas sino simultáneamente la de realizadores. El resultado es similar, una historia mediocre, rutinaria, previsible y tediosa, con más agujeros que un queso de gruyere en lo narrativo, donde los interrogantes abruman al espectador sin que encuentren respuestas apropiadas para cerrar las situaciones planteadas, sustentadas en abundantes escenas sangrientas, animadas por personajes endebles y resueltas con técnicas primarias. Cinematográficamente es olvidable, aunque los fanáticos, no exigentes, de las producciones de terror es muy posible que la disfruten.
Iba a pasar. Con tanto gore e imágenes sádicas explícitas, el terror se iba a pasar de la raya. El juego del terror es esa película que nos hace doler y sufrir mientras la miramos. Sin piedad siquiera por los gatitos, El juego del terror explota al máximo las premisas de la saga de su hermana mayor El juego del miedo, que la inspiró, y abusa del sadismo. Con un comienzo un tanto moroso, la película despega cuando un ladrón de poca monta que quiere ayudar a su familia decide asaltar una casa repleta de “booby traps” que lo harán cambiar de planes en busca de la redención.
Tortura a repetición La tortura está de moda, al menos en el cine y principalmente en Hollywood, aunque quienes hayan visto la pretenciosa y ridícula El anticristo , de Lars Von Trier, un filme tortura(dor) en sí mismo, podrán constatar que este género popular imprecisamente bautizado como tortura porno excede a la producción en serie de filmes con estructura de video juego y sadismo primitivo dirigido a un supuesto espectador ideal, ese personaje conceptual denominado “joven”. El juego del terror propone una intersección azarosa: Arkin, un obrero de la construcción, viene trabajando en la casa de una familia de ricos. Su (ex) mujer, con quien tiene una hija, debe dinero, y no es precisamente un banco su deudor, por lo que corre riesgo su vida. Perdedor insalvable, Arkin decide robar a sus contratistas y pagar la deuda de su mujer. El problema es que en la noche del atraco se encontrará con un personaje siniestro. La casa será un gran cuarto de torturas. Un hombre enmascarado ha convertido cada perímetro del inmueble en un cuchillo. Es un coleccionista de hombre vivos y mutilados. Quizá se identifica con las arañas, pues la red de cables con filo que atraviesa las habitaciones remite un poco a la tela de los arácnidos (la escena más tierna de la película involucra una araña, aunque El Colector se lleva bien con los perros). Una vez encerrado, el héroe en cuestión intentará salvar a algunos miembros de la colección viviente, y en especial a la hija menor de la casa, que se parece a su hija. Después de siete episodios de El juego del miedo , en donde el gurú inconformista Tobin Bell partía de la premisa, propia de su bizarro existencialismo sádico, de extremar el miedo y el sufrimiento como método destinado a valorar la vida, llega ahora de mano de los guionistas de la saga otra criatura malvada, incapaz de articular una sílaba, pero capaz de relamerse tras su máscara cuando espía a una pareja a punto de hacerlo. El reemplazo de Jigsaw por este Cuasimodo desprovisto de subjetividad es un descenso a un abismo irredimible. El legítimo género de terror alcanza aquí su grado cero conceptual: torturar, torturar, torturar. Es decir: repetir un mecanismo hasta el hartazgo y no encontrar jamás en la variación algo que suscite un rastro mínimo de vida inteligente. Un hipotético apologeta dirá: “Los sistemas de tortura y las trampas dentro de la casa son originales”, una evaluación generosa, pues la complejidad del diseño en red exige tanto como una partida de Ta-Te-Ti. En la era del cine-clip, El juego del terror es el paradigma perfecto de un espectador concebido como zombie frente a un estímulo visual que por tara y costumbre llamamos cine.
Los perjuicios de la mitología Dunstan busca construir una puesta en escena cimentada en el sonido, el fuera de campo y la progresiva inquietud en el espectador. Uno veía los carteles de publicidad de El juego del terror (cuyo título original es The collector, con lo cual da para preguntarse por qué demonios la distribuidora no la llamaba simplemente El coleccionista), que anunciaban: “de los creadores de El juego del miedo IV, V y VI”, y sentía pánico. Y no pánico porque pensara “diablos, me voy a morir de miedito”, sino “diablos, voy a perder 80 minutos de mi vida”. Yo no soy precisamente un fan de la saga Saw, especialmente de sus continuaciones, que estiraron hasta el infinito y sin razón alguna una premisa que daba para sólo una película. Pero claro, los distribuidores, en un alarde de originalidad que en verdad retrasa unos setenta años, incluso le ponen un título parecido. Hasta da para imaginárselos especulando con que “por ahí piensan que van a ver El juego del miedo, y los embocamos con esta peli”. No, no tendría que ser tan mal pensado de esa pobre gente que estrenó el filme con poco más de un año de retraso en plena era de las descargas por internet. Supongo que porque mis expectativas eran bajísimas al final tan mal no la terminé pasando. Por suerte, Marcus Dunstan, que pasa del guión a la dirección, termina coincidiendo en forma indirecta con James Wan, quien después de dirigir Saw en base a un montaje videoclipero y obscenamente violento, hizo un giro de 180 º, experimentando con la creación de climas inquietantes en Dead silence y el plano secuencia en Sentencia de muerte. ¿Qué es lo que hace Dunstan? Busca construir una puesta en escena cimentada en el sonido, el fuera de campo y la progresiva inquietud en el espectador. No ahorra violencia, pero se aleja bastante de la mera pulsión de impacto y evita lecciones morales idiotas. Incluso hay un interesante trabajo con la música como vehículo para anunciar y describir, con la distancia apropiada, sin regodeo, la inminencia del dolor, la tortura y la muerte. Hay incluso un enlace narrativo con la tragedia: todos los personajes parecen tener un destino predeterminado, y aunque luchen contra él este ya está sellado. Esto cuenta incluso para el asesino, que es así porque es así, sin explicaciones, sin psicologismos baratos. Tortura, mata, colecciona personas porque otra no le queda. El filme nunca lo juzga, simplemente observa sus acciones, y es ahí donde dibuja un personaje más que interesante, por lo impenetrable de su ser. Lamentablemente, los minutos finales transforman las virtudes señaladas en el último párrafo en defectos, como si el filme se durmiera en sus laureles, o se engolosinara con sus momentáneos logros. No es que eluda el final que se ve venir desde el principio, pues sigue la lógica que marca la narración. El problema es el cómo: lo hace de forma pretendidamente astuta, pero marcadamente torpe, buscando deliberadamente la chance de la secuela (que de hecho ya se está haciendo). Ahí se pasa de la equilibrada observación del asesino a la edificación banal de una especie de mito, muy en línea con El juego del miedo (con su escenificación del asesino Jigsaw como un reservorio moral sabio y hasta simpático), que es como una mala derivación de El silencio de los inocentes en ese aspecto. En ese guiño mercantilista al público actual más superficial del cine de terror está lo peor de El juego del terror, un filme pequeño pero mucho más interesante de lo que parece a simple vista.
Más de lo mismo o peor. "The collector" fué rebautizada en los cines argentinos como "El juego del horrror", cosa de atraer con una trampa "cazabobos" a quienes degustan con tanto filme que raya el mal gusto tanto en sus guiones flojos como en su mera propuesta del denominado cine "desagradable". Aquí un ladrón entra en una casa alejada y paqueta, donde descubre rápidamente que ya antes entró alguien que más que a llevarse lo ajeno a venido a desatar una ola de torturas, vejaciones e ingeniosas -y a la vez poco creibles- trampas para cazar y hacer agonizar personas. El ladrón es caritativo y pasa a ser presa huidiza del intruso subnormal, intentando hacer el bien y salvar su pellejo y el de niñita menor de la casa. Mentirosa y ejemplo del peor cine repetitivo, con ese remanido desenlace que desde hace un tiempo se le copia a filmes mejores como "El cazador de Wolf Creek" por ejemplo o la más reciente "Eden lake". Solo recomendable para público que deseé angustiarse por haber gastado sus dineros en verla.
Planteada inicialmente como la precuela de “El juego del miedo”, este filme primero se preocupó por renovar la sarta de atrocidades que un descolocado mental puede infligir a sus víctimas. Y se olvidó del resto. Los personajes están mínimamente delineados al punto que ni del propio monstruo se conoce filiación ni intención. Un hombre con problemas económicos decide robarle a su empleador. Para ello se mete una noche en su casa sin saber que alguien más ha tenido la misma intención. Allí comienza a desenvolverse una serie de perversiones que, torturas mediante, se lleva la vida de los integrantes de una familia, mientras el infiltrado (ahora bueno) trata de salvarla. Quizás a los fanáticos del gore les sirva para ir completando su álbum de atrocidades y su sed de sangre. Para el resto de los mortales, es solamente un muestrario innecesario de sufrimientos y humillaciones que promete una segunda parte. Puaj.