Apuesta perdida El jugador seguramente será recordada como la última película en la que participó Oscar Alegre, un muy buen actor argentino, que falleció el sábado 12 de noviembre. Su papel sin dudas aportó el rol más interesante del film. Un personaje de reparto, donde Oscar encarnó a Pascual Palma, el abuelo del protagonista. Se destaca su participación, ya que le aportó lapsos de comedia a una obra muy chata, donde sin ser el papel más brillante de su carrera, le alcanzó para despegarse del resto del elenco. Esta obra, dirigida y guionada por Dan Gueller, e inspirada en la novela de Fiódor Dostoievski, contó con dos protagonistas más que interesantes, Alejandro Awada y Pablo Rago. Pese a la calidad indiscutible de estos dos actores, el film es tan paupérrimo y aburrido que parecería ser una puesta en escena para hacer una propaganda del casino de Mar Del Plata. Quizás esto se deba a la proximidad del verano y a las pocas expectativas en la convocatoria de esta temporada. Es interesante observar en esta película, no sólo la falta de narrativa del guión, sino además la carencia de encanto y carisma en los personajes. Lamentablemente para el cine argentino, esta obra recae sobre un intento de acción / comedia, con un léxico burdo y sin sentido. La historia de fondo que jamás termina de entenderse y deja muchos cuestionamientos, que en apariencia no son por la intención del libreto, sino por falta de argumentación en cuanto a la construcción del mismo. La temática se centra en dos hermanos herederos de un emporio de carnicerías, donde el mayor, Sergio Palma, interpretado por Pablo Rago, malgasta el dinero de su abuelo, Pascual Palma, y con la excusa de invertir en locales en Mar Del Plata, viaja a la ciudad para meterse en un negocio de compra y venta de cocaína. Alejandro Reynoso, interpretado por Alejandro Awada, es la “mano derecha” de “Don” Palma, y deriva en la ciudad costera para llevarle a Sergio, dinero que le pidió a su abuelo. Hasta ese momento la película parecería al menos entretener al espectador, pero todo lo que deriva desde ese entonces, se convierte en incongruencias, violencia absurda y diálogos sin sentido. Pablo Rago realizó un papel pobre, donde se destaca la doble personalidad de su personaje que varía entre ser el Macho Alpha y ser un pollito mojado ante la presencia de su abuelo. Por su parte, Awada jamás pareció sumergirse en su papel, quizás por la carencia de atractivo de la realización en sí. O quizás por falta de compromiso con la obra. Lo único que se refleja es un hombre que se queda en la mitad de todo tramo, desganado y sin brillo ni vida. Dan Gueller pareció conformarse con una producción muy básica, donde aparentemente decidió no interferir en el trabajo de los actores, o peor aún, en caso de hacerlo, no logró transmitirles lo necesario para que la película funcione. Su guión, si bien tiene algunas incongruencias y falta de información, permitía la libertad a los artistas para hacer un papel mejor. Habrá que consultarles por qué no pasó. El jugador, por ende, es una película vacía, sin encanto ni aporte cultural, donde pequeños momentos distraerán al espectador de la obviedad del guión y la simpleza de sus personajes.
Una jugada que no salió bien En El Jugador (2016), el ex adicto al juego Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) deberá visitar la ciudad de Mar del Plata para cuidar a dos nietos de un importante empresario. Entre el alcohol, drogas y juegos, Reynoso deberá tomar las mejores decisiones en un escenario en el que nadie saldrá victorioso. El Jugador es el film debut de Dan Gueller en la pantalla grande como director y guionista. Mar Del Plata sube el telón en el epicentro de esta historia que reúne los problemas familiares, las envidias, los celos y las adicciones en la primer película de Dan Gueller como autor. En El Jugador, basada en la obra homóloga del escritor ruso Fiodor Dostoievski, ningún participante parece haber tomado la mejor decisión en un tablero en el cual todos se entrelazan y necesitan. Lamentablemente, no siempre son acertadas las formas y maneras de llevar un relato a la pantalla grande. Esto es algo que ocurre con El Jugador y, con el rol de Gueller en el cine. La adaptación de la obra homóloga de Fiodor Dostoievski no produjo un resultado productivo en el plano audiovisual. La ambición por el dinero, el poder, las adicciones son el motus propio que hace girar la rueda de El Jugador pero que no encuentra ningún ganador, ni siquiera el espectador. En la composición en conjunto de todos estos elementos, el producto final no está a la altura de las circunstancias, ni siquiera desde sus intérpretes ni tampoco en relación a la historia original por la cual se desarrolla el film. jugador No hay buenas interpretaciones en todo el film salvo una gran excepción, con personajes cliché, superficiales, carentes de personalidad y hasta sobreactuados. Ni el propio Pablo Rago pudo dotar de carácter a un personaje sin carisma ni gracia. Alejandro Awada cumplió los límites que se le atribuyeron para componer al ludópata Alejandro Reynoso, pero sin salir de su zona de confort. El punto alto -tal vez el único- de la película es la actuación del recientemente fallecido Oscar Alegre como El Abuelo, con diálogos bien atribuidos a la persona de poder que representa. Las escenas que comparten Alegre y Awada en pantalla son de lo mejor del film gracias al felling entre los dos como también a la manera correcta y eficaz en que se deja establecido como el juego y el casino seducen a los visitantes. Punto aparte para el gran actor Oscar Alegre que brindó una gran permormance en El Jugador, en lo que fue su última actuación en la pantalla grande. El Jugador es una historia que comienza con ritmo lento y nunca termina de armarse ni arrancar. El suspenso se echa por la borda ya que no hay escenas de tensión, dramatismo ni acción en el destino de los personajes. La escena de la tortura es el límite del espectador para decidir si reírse de lo que ve en pantalla o sentenciarla en algo que no atrae ni crea empatía. En El Jugador, las cosas pasan porque sí sin grandes consecuencias. El guión es otro punto bajo que en ningún momento toma las riendas de lo que ocurre en escena. La monotonía en la relación de los personajes como así en sus interpretaciones hacen, junto al guión, una película difícil de seguir sin caer en el aburrimiento.
Tan cerca, tan lejos. el jugadorCuál equilibristas de riesgo, hay películas que se balancean maravillosamente en esa fina soga que divide la genialidad de la estupidez absoluta. Obras maestras del séptimo arte como The Room o Un Buen Día han logrado esta hazaña y ya son parte de los anales de la historia. Son films que llegan a la final del mundo y la ganan por goleada, sin ningún tipo de vacilación. Otros, en cambio, yerran en el momento clave, hacen todo lo posible, se la juegan y fallan en el tiro de gracia cuál Pipa Higuain, Newell’s Old Boys u Holanda del ’74. El Jugador, largometraje escrito y dirigido por Dan Gueller, lamentablemente es uno de estos casos donde los laureles estaban ahí nomás pero terminaron pasando por al lado. El film narra la historia de Alejandro Reynoso (Alejandro Awada), un ludopata retirado al servicio de un magnate de la carne y sus parasitarios nietos con aspiraciones de narcotraficantes. No hace falta aclarar que este negocio conlleva sus riesgos e inevitablemente Alejandro se verá involucrado en cada uno de ellos. ¡Era por abajo Fiodor!: Empecemos por las genialidades: El jugador es una novela que bien puede leerse como una descripción crítica del hedonismo en la Rusia zarista, es un libro que tiene bastante de instrospección, existencialismo y autobiografía. Sin embargo, hay algo especial en su argumento que la convierte en una fuente perfecta para la transformación y la mutación narrativa. Por esta razón, la idea de convertir las penas atribuladas de un ruso decimonónimo en un thriller argento con sexo, merca y el Casino de Mar del Plata parece más que acertada. Segundo logro, la escena de tortura más bizarra en la historia del cine nacional. No quiero arruinárselas, pero sólo voy a decir que involucra a una víctima nictiofóbica (???) y un montón de pescados marplatenses. Tercera proeza, los inolvidables diálogos interpretados con una vehemencia sólo comparable a la magistral Lucila Polak de Pacino en la ya mencionada Un Buen Día. En este punto caben destacar los momentos de Esteban Bigliardi, el mejor insultador que se haya visto en tiempos recientes, y Lali Estevez, la actriz revelación de la cinta y sus polémicos anagramas de la palabra “perdedor”. Parecía que la película se dirigía sin escalas hacia la eternidad, pero por alguna razón Gueller la pecheó al final, se puso la casaca del qualité francés y apostó a las actuaciones correctas y desabridas de Pablo Rago y Alejandro Awada, grandes jugadores que terminaron caminando la cancha y no estuvieron a la altura de tamaña responsabilidad artística. Tampoco Gueller se animó a dar el plus en el aspecto del guión, el cineasta apostó por secuencias reflexivas y mesuradas con una aceptable puesta en escena. Este es el error fatal, aquí es un cuando el film deja de balancearse en la delgada línea para quedarse en lo seguro, en lo correcto, en lo moderado. No necesitamos otra cinta argentina safable para el olvido, necesitamos frases grandilocuentes, doblajes polémicos, torturas con pescados y actores pasados de rosca. Para todo lo demás ya tenemos una novela rusa de hace doscientos años. Conclusión: El Jugador es una película que pudo haber sido un buen thriller, luego una genial bizarreada y finalmente termina siendo una adaptación comedida con algunos momentos pocos disfrutables. El trono de Un Buen Día sigue intacto.
Entre las múltiples adaptaciones al cine de la obra de Fiódor Dostoyevski, en 1947 ya se registraba en nuestro país una versión de El jugador, filmada por León Kilimovsky. Luego de casi setenta años, el director Dan Gueller vuelve a llevar la breve novela del ruso a la pantalla grande, con algunas licencias respecto al original como ubicar la trama en Mar del Plata (con su obvia cercanía al casino) y barnizarla con un conflicto actual (el narcotráfico).
El jugador, una película con suspenso, acción y un justo toque de humor. Inspirado/basado en el clásico de Dostoyevski, el director Dan Gueller, tomó algunas situaciones y nombres de las novela, para su opera prima “El Jugador”. La película está mayormente rodada en una locación que es el Hotel Provincial de Mar del Plata. Allí las escenas transcurren entre habitaciones, pasillos, el área del casino y cámaras de seguridad. Muy buena elección desde la dirección, el jugar con los personajes dentro de un solo ambiente, en donde todo pasa: suspenso, traición, ambición y claramente, el juego. Cabe destacar la participación en el film del recientemente fallecido Oscar Alegre, quién interpreta de manera magistral un anciano adinerado, que tiene que lidiar con dos nietos indomables y un jugador melancólico. El Jugador es un film que por momentos se vuelve lento, con unos 20 minutos que le sobran. Sin embargo, desde la fotografía y actuaciones se torna interesante para transitar, con momentos hilarantes y algo bizarros. Personajes que se meten en problemas, torpes y traicioneros que protagonizan situaciones para ver en la pantalla grande.
Juegos, trampas y dos personajes no muy interesantes El jugador (2016) es un intento del cine nacional por abordar un género que le es ajeno: el de apostadores y estafadores en el que las traiciones están a la orden del día. El intento es loable pero el resultado parcial. La historia se centra en el Hotel Provincial de Mar del Plata e incluye por supuesto al Casino. El film parece ser una excusa para promocionar al hotel y sus alrededores con lentes que resaltan la profundidad de las instalaciones y sus variadas comodidades. En su interior transcurre el argumento, en el que Sergio (Pablo Rago), un vividor de su adinerado abuelo (Oscar Alegre) hace negocios junto a su amigo Dan (Esteban Bigliardi) y su novia Belen (Guadalupe Docampo). En el medio está su hermana Paulina (Lali González), quién pretende salirse del mandato familiar y se junta con Alejandro (Alejandro Awada), un jugador retirado y ex empleado de su abuelo, con el fin de sacar tajada del asunto. En el medio no faltarán traiciones y la astucia de cada uno de los personajes para engañar al resto. La película escrita y dirigida por Dan Gueller y basada en la novela de Fiódor Dostoyevski, traspuesta a una turística y nocturna ciudad de Mar del Plata, nunca tan alejada de su imagen familiar, construye dos personajes contrapuestos desde la gráfica de la película: el de Alejandro y el de Sergio. Sobre el de Alejandro Awada reposa su narración, dándole un protagonismo absoluto. El actor de Mecánica popular (2015) intenta darle matices a su papel, un solitario perdedor, vaso de whisky en mano y de pocas palabras, que sólo sabe jugar a la ruleta donde se destaca con maestría. Un tipo que no tiene nada que perder y en su desgano expone una habilidad extraordinaria para tratar con toda clase de maleantes abocados a los negocios ilegales. Por otra parte está Sergio, el personaje que interpreta Pablo Rago, ese niño rico que no se conforma con vivir del riñón de su familia (su abuelo en este caso) sino que intenta sacar ventaja haciendo negocios por su lado. A su alrededor se encuentran su amigo y novia, que tienen la misma actitud frente a la vida: vivir del otro. En ese rol prepotente y engreído, Rago adquiere una pose soberbia de tipo violento y sin escrúpulos. Pero ambas actuaciones no alcanzan para sostener un relato que carece de carisma y no es culpa de los actores. Al guión le falta ritmo narrativo para sostener los diferentes giros de la trama que no escatima en traiciones ni cambios bruscos de manos en cuanto a dinero se refiere. Hay un intento de imprimir humor en varios pasajes de la película que no terminan de ser eficaces y condenan a la trama y sus personajes carentes de objetivos vitales, a deambular por los pasillos del legendario hotel. En definitiva, tenemos una película con aciertos parciales: La noche marplatense es un hallazgo en la construcción de un imaginario taciturno, en una ciudad de paso utilizada para los negocios de crápulas de turno como escenario de la novela de Dostoyevski. El clima noir está buscado, con la oscuridad, los espacios arquitectónicamente compuestos y la música de jazz. Lástima que el guión no pueda reflejar mejor desde sus criaturas este tono existencialmente fatalista.
EL DINERO DURA POCO... Es la opera prima de Dan Gueller que también hizo el guión inspirado en la famosa novela de Dostoievsky, y que contó como pilares fundamentales a dos grandes actores: Alejandro Awada y Pablo Rago. El primero como un hombre vencido que “sirve” a un poderoso empresario, que llega a Mar del Plata con dinero a uno de sus nietos. El segundo, construido como un rufián que no se conforma con ser el heredero y se mete e con el narcotráfico. A partir de ahí, la trama gira sobre vueltas de tuerca, algunas exageradas y no bien resueltas, otras definitivamente bizarras, los efectivas para mostrar el vertiginoso cambio de mano de la fortuna, las traiciones, las historias de perdedores sin remedio. Con menos sucesos la historia hubiera ganado en efectividad, pero no obstante avanza y entretiene, mientras las crecen los personajes principales.
Thriller tenso con sólido elenco Un hotel pegadito a un casino no es un buen destino para un ex jugador empedernido. Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) lo sabe, pero aun así decide cumplir con la misión que le encarga su patrón, un veterano y acaudalado empresario de la carne que vive consintiendo a dos nietos que rehúyen sin culpa las responsabilidades de la adultez. Y de pronto se ve envuelto en una peligrosa trama que incluye enredos familiares, atracciones fatales, planes demasiado complicados, traiciones y tráfico de drogas. Inspirada libremente en un clásico de la literatura rusa, El jugador, de Fiodor Dostoievski, la ópera prima de Dan Gueller es una película amarga y oscura. Ningún personaje termina la historia bien parado. Por indolencia, ambición desmedida o mal cálculo, todos ven cómo se desmorona lo que tenían en mente como anhelo, proyecto de despegue o simple redención. La solidez de todo el elenco -en particular la de Awada, que compone con precisión milimétrica a ese hombre taciturno y desencantado que busca una última oportunidad y consigue impregnarle al relato ese tono crepuscular- es una de las fortalezas del film, que crece en las escenas más tensas y pierde algo de potencia cuando quiere filtrar una pizca de humor en la pintura del conflicto familiar. Como en la ruleta, las posibilidades de éxito en sus objetivos que tienen los personajes de esta historia no son muchas. Pero incluso ante esa evidencia no se rinden, se encaminan con obstinación hacia el abismo, torturados por una insatisfacción más vinculada a las grietas existenciales que al deseo de dinero o poder.
Dostoyevski en Mar del Plata Con buenas actuaciones, la opera prima de Dan Gueller combina policial negro y comedia. Dan Gueller no se anda con chiquitas. Para su opera prima eligió adaptar de una de las novelas canónicas de la literatura universal: El jugador, de Fiódor Dostoyevski. Es una versión libre: con un tono de policial negro, transcurre en la actualidad, en el hotel Provincial de Mar del Plata, y con varios personajes diferentes o nuevos con respecto al original. Pero el núcleo es muy similar: un hombre que trabaja para un viejo acaudalado se somete a los designios de la ruleta a pedido de la nieta de su patrón, de la que está enamorado, y deberá lidiar tanto con el azar como con el hermano de la chica y la propia caprichosa. Alejandro Awada compone al clásico (anti)héroe silencioso de los policiales: el tipo curtido por la vida, vencido, taciturno, recio, capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida. Ludópata recuperado, vuelve a caer en su adicción por culpa del amor. Su contrapunto es una dupla bufonesca a cargo de Pablo Rago y Esteban Bigliardi: el primero es el otro heredero de la fortuna del viejo, pero mientras espera la muerte de su abuelo quiere ganar dinero fácil y se mete en negocios turbios junto a un secuaz. Así, la película oscila entre el policial negro -con, a falta de una, dos femmes fatales- y la comedia. Un vaivén osado, que por momentos funciona muy bien y en otros momentos no tanto: hay algo de hibridez, como si ninguno de los géneros estuviera llevado a fondo y todo se quedara a medio camino. Sobre todo la trama de suspenso, que presenta algunos giros inexplicables. Sin ánimo de caer en los panegíricos a los que suele llevar la muerte de un artista, el trabajo de Oscar Alegre -fallecido el sábado- merece una mención aparte. En su última aparición cinematográfica interpreta al Abuelo, patriarca millonario de esa familia atípica, con una gracia y un oficio que hacen lamentar sinceramente su partida.
El estreno nacional de la semana se ve representado por El Jugador, opera prima de Dan Gueller, protagonizada por Pablo Rago y Alejandro Awada. Alejandro Reynoso hace tiempo que logra controlar su adicción al juego. Trabaja para un empresario de la carne que lo envía con una suma considerable de dinero a Mar del Plata para que le entregue a su nieto, Sergio, que debe concretar la compra de unas carnicerías. Junto a Sergio se encuentra su hermana Paulina, que encargada de administrar la empresa familiar, reniega de su trabajo y sueña con hacer un viaje alrededor del mundo. Gracias a la fascinación que ejerce sobre Alejandro, Paulina logra convencerlo de que apueste por ella en el casino para ganar el dinero que necesita. Pero mientras Alejandro juega a la ruleta, Sergio juega al narco utilizando el dinero que le envió su abuelo para comprar cocaína, con el fin de revenderla y hacer una diferencia que lo independice del negocio familiar. El argumento podría tratarse de una película de trampas y mafias; pero mientras que la idea general podría ser ordinaria; el producto final queda bastante lejos. En primer lugar, el ritmo y clima de la película difiere por momentos con lo que se esta tratando de contar. Si lo planteamos como una tragicomedia abstracta, podríamos decir que el hilo es el correcto. Pero seguramente esa no era la intención. El merco de la historia sucede gran parte en el Hotel Provincial de Mar del Plata, y en el Casino; pero lo que parece más una publicidad de las instalaciones; hace que pierda el realismo de la locación; incluso con extras fuera de lugar y sin ningún tipo de estética o coherencia. Con respecto a lo actoral, el personaje de Alejandro Awada parece no arrancar en ningún momento; esconde un pasado de jugador (exitoso o no, no lo sabemos) pero hasta ahí llega, después se deja pisotear y manejar por el resto del elenco. Los agujeros en el argumento, te dejan pensando en ¿por qué el personaje de Pablo Rago necesitaba vender droga?. Cuando podría haber hecho cualquier otro negocio más simple.
Un thriller negro, de estafadores, filmado íntegramente o casi en el maravilloso Hotel Provincial de Mar del Plata es, de movida, una propuesta atractiva. Al hotel llega el misterioso Alejandro Reynoso (Alejandro Awada, contenido), ex jugador y, sabremos, hombre cercano a El Abuelo, una especie de padrino intocable y rey del negocio del cerdo (el fallecido hace pocos días Oscar Alegre) del que se habla desde el primer momento pero tarda en aparecer. Hay una suite ocupada por el nieto díscolo Sergio (Pablo Rago), su novia y su amigo y secuaz. Un trío que no sabe en qué lío está por meterse después de comprarle una gran cantidad de cocaína al temible Mario (Walter Donado, el de Relatos Salvajes). En otra habitación está Paulina, la pispireta hermana menor de Sergio. Basada en la novela de Dostoievski y apoyada en el oficio de sus actores (se nota que lo pasaron bien, parece que disfrutaron de sus personajes), el film apuesta por el género mezclando ironía y noir, a lo Guy Ritchie, en escenas extremas y absurdas como la de una tortura bajo amenaza de pescados malolientes sobre el cuerpo. La falta de códigos es denominador común de todos los personajes, matones y mafiosos de poca monta o siniestros y escurridizos jugadores sin pasado ni futuro. Si El Jugador no es del todo redonda -le sobran minutos, el ritmo cae, va y viene, la única locación resulta algo agotadora y hay algunos excesos de argentinidad, léase actores puteando a los gritos- sí vale como chispeante incursión en el género, made in Argentina.
Dostoievski en libérrima adaptación rioplatense Nuestro cine ya adaptó cuatro novelas de Dostoievski: "El hombre del subsuelo" por Nicolás Sarquis, estilista de los planos secuencia, "El marido perfecto" por Docampo Feijóo, y "El jugador", primero por León Klimovsky, ahora por Dan Gueller. Ambos, debutantes. Klimovsky después hizo carrera. Dan Gueller merece hacerla. Buena puesta, buena dirección de intérpretes, en especial Guadalupe Docampo y Lali González, jugando roles muy distintos a los de películas anteriores. Pero quién sabe lo que diría Dostoievski. Se trata de una versión bastante libre. Mantiene los temas, los caracteres del obsesivo sometido y los parásitos prepotentes, pero, lógicamente, reduce personajes y situaciones, actualiza conflictos, traslada caracteres, y agrega unos paquetitos de droga, que van de mano en mano para desesperación de quienes deben rendir cuentas. Alekséi pasa a llamarse Alejandro Reynoso, tiene más edad y ya no es preceptor de los hijos del general. No hay más general, pero la manejadora Polina, acá Paulina, tiene un hermano mandón que anda en negocios turbios con un olfa pendenciero y un personaje equivalente a la madame del original. En cuanto a la bábushka, parece que se operó y le creció la barba. La imaginaria Roulettenbourg se convirtió en la auténtica Mar del Plata. Faltó convertir Schlangenberg en Sierra de los Padres, pero todo no se puede. La obra tampoco puede mostrar del todo la devoción y la angustia del jugador, tan sólo su agobiada tristeza, mientras la suerte sólo le sonríe en la mesa de juego. Por ahí anda Oscar Alegre, el abuelo, con una frase ideal para resolver problemas: "Si fuera por mí, me tomo el Transiberiano y me voy a la Mongolia". Quizá lo hizo de veras. El actor murió el sábado.
La primera advertencia para el espectador será que si espera en algún momento ver aquello que reza el cartel de “El Jugador” (Argentina, 2016) en relación a ser una “adaptación” de la obra homónima de Dostoyevski, va por el camino errado. También va por otro sendero si cree que el casino, aquel lugar lujoso, en donde las clases pierden su estirpe y la pulsión relacionada a ganar explota, será mostrado como el destino para los protagonistas. Acá hay un jugador, dos narcotraficantes, un abuelo con mucho dinero y una trama tediosa, con muchos lugares comunes y con muchos puntos sueltos, que terminan por hacer que la ópera prima de Dan Gueller se desinfle antes de comenzar a tomar vuelo. Alejandro Awada es Alejandro, un personaje gris, con una carga emocional importante que es convocado por un millonario (el recientemente fallecido Oscar Alegre) para que asista y mantenga a raya a sus dos nietos (Pablo Rago, Lali González). Por ambos, este señor siente debilidad, y mientras durante años alimentó sus ambiciones con dinero sin preguntar el destino final de esos fondos, ahora quiere aleccionarlos quitándoles el soporte y colocando a Alejandro como una suerte de mentor para direccionarlos hacia buen puerto. Pero claro estará que la trama, necesitará de algún conflicto, y además que entre Paulina (Gónzalez) y Alejandro se plantee una incipiente atracción y tensión sexual, el principal problema estará cuando Sergio (Rago) realice una transacción por drogas, y luego esta desaparezca del hotel en el que se hospedan. La película no logra imponer el ritmo necesario para poder, por ejemplo, generar expectativa sobre sus personajes, excepto Paulina, con una ajustada interpretación de González, el resto del elenco parece hacer las cosas por pedido, y no pueden transmitir la sensibilidad necesaria para seguir despertando interés en la historia. El trazo grueso con el que Rago construye a su Sergio, lo hace retroceder varios pasos en las últimas actuaciones que pudimos ver de él en la pantalla grande y en la pequeña también, o Awada, que no logra imponer la fuerza que lo caracteriza y termina por convertir a su Alejandro en un papel más. “El jugador” carece de dinamismo, e impregna las escenas, largas, por cierto, de un tedio que se reproduce en cada una de las intervenciones de los actores, aún tratando de ponerle una dosis de humor, la que nunca termina por cerrar desde los diálogos. Otros de los desaciertos de la propuesta es mostrar al casino como un banco, dejando de lado el glamour que esos templos de la perdición de muchos suelen tener y construyendo el verosímil sólo con la mención de alguna que otra jerga del lugar, o, por ejemplo, colocando a los extras muy agrupados en un lugar y con espacios en blanco en otros. “El jugador” quiso “jugar” con el género policial y el subgénero de películas que transcurren en el casino, pero al generar personajes muy simples, y una trama que posee muchas lagunas, termina siendo un mal paso en varios de los actores que participan de la propuesta y un debut no muy promisorio por parte del realizador.
UN COMBO DE EXCESOS Mar del Plata tal vez no sea la mejor ciudad adonde mandar a un ludópata que lucha contra su adicción. Menos con una importante suma de dinero. Sin embargo, Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) es fiel, no le robaría un vuelto a su jefe. Ni siquiera cuando la plata termine en las manos de dos nietos con más excesos que responsabilidades. Se supone que Sergio (Pablo Rago) y Paulina (Lali González) manejen y expandan el negocio familiar de la carne, con el que el abuelo (Oscar Alegre) hizo su fortuna. Sin embargo, ninguno está dispuesto a seguir esos pasos, uno quiere formar su “propia empresa” y la otra quiere viajar por el mundo, alejarse lo más posible de su hermano y sus negocios. Las cosas empiezan a torcerse cuando la hermosa Paulina convence a Alejandro de que la ayude. Dan Gueller –Fino límite, Un último robo– debuta en la pantalla grande con una adaptación de la obra homónima de Fiódor Dostoievski. El guión, que abunda en giros y vínculos que se forman y corrompen muy rápido, comienza con poca energía y hasta llega a tocar el ridículo en algunas partes. Aunque se supone que la agresividad de Pablo Rago sea el shock de adrenalina que necesita la cinta para rodar, no logra hacerse pasar por violencia más que por una pataleta de niño mimado. Sin embargo, no todo está perdido. El film cobra fuerza con la excelente actuación del recién fallecido Oscar Alegre, que llega a Mar del Plata y a la película para poner todo en su lugar. A través de él gana también potencia Alejandro, que hipnotizado por Paulina no llega a demostrar toda su profundidad. Por último, es el que da los toques de humor más tangibles y claros. Es una pena que también decaiga hacia el final, cuando se resuelve. Si bien el desenlace es bueno, hay algo que no termina de convencer y todo se precipita un poco. Lo peor, en ese sentido, es la escena final que llega a contar lo que se hacía obvio en la escena anterior, lo que es a la vista tan frustrante el que explica un chiste que ya todos entendieron. Innecesario. El mayor problema es el amague. Las primeras veces que se espera algo terrible y no pasa nada ya preparan al espectador para la decepción constante. Nada tiene las consecuencias que merece. La escena de tortura se desarrolla, crece y resuelve de forma insultante en una cena que hace naufragar definitivamente el verosímil. Para colmo, la empatía con los personajes se torna de difícil a imposible. La historia es, en general, una mala apuesta. EL JUGADOR El Jugador. Argentina. 2016. Dirección y guión: Dan Gueller. Intérpretes: Alejandro Awada, Pablo Rago, Guadalupe Docampo, Lali González, Esteban Bigliardi, Oscar Alegre, Andrés Zurita, Walter Donado, Florencia Viterbo. Dirección de fotografía: Julián Apezteguía. Dirección de arte: Micaela Saiegh. Dirección de sonido: Víctor Tendler. Edición: Leandro Aste. Asistente de dirección: Federico D’Auria. Jefe de producción: Martín Rago. Duración: 104 minutos.
Dostoievski adaptado al casino marplatense. “¿Cuál es tu límite?”, pregunta el afiche publicitario de El jugador. Difícil saber hasta dónde podría llegar cada espectador, pero lo cierto es que los protagonistas del film escrito y dirigido por Dan Gueller están dispuestos a traspasar cualquier barrera ética o moral sin inmutarse demasiado. El problema es que sus voluntades son inversamente proporcionales a sus capacidades operativas. En ese choque entre lo anhelado y lo posible, entre el objetivo de máxima y lo viable, anida el gran dilema de este relato basado muy libremente en la novela homónima de Fiódor Dostoievski y que por momentos remite a esos thrillers centrados en el mundo del juego, los robos y los engaños que hace dos décadas protagonizaban Nick Nolte o Alec Baldwin. Sergio Palma (Pablo Rago), su novia Belén (Guadalupe Docampo) y su mejor amigo Dany (Esteban Bigliardi) llegan a Mar del Plata con la supuesta intención de invertir parte del dinero concedido por el abuelo multimillonario del primero en la compra de unos fondos de comercio, pero en realidad quieren involucrarse en el negocio de la compra y reventa de cocaína. Quieren y no mucho más, porque la verdad es que no saben muy bien qué hacer con sus vidas ni mucho menos cómo reaccionar ante una eventualidad. Y eventualidades e imprevistos habrá bastantes, por momentos demasiados, a lo largo de la poco más de hora y media de metraje. El que complica el panorama es Alejandro (Alejandro Awada), otrora as de la ruleta ahora retirado y mano de derecha del abuelo Palma (Oscar Alegre, fallecido a comienzos de esta semana). Su misión es, además de entregar el dinero al nieto, controlar que todo funcione como debería. Algo que claramente no ocurrirá, en parte por negligencia de Sergio, pero sobre todo por su hermana Paulina (la paraguaya Lali González, de 7 cajas). La desaparición del botín en polvo es el núcleo de un relato que oscilará entre la leve intriga por la concreción o no del plan original y la dinámica de un grupo de personajes que coquetea con los de una comedia negra. Deliberadamente cómico es el momento en el que Sergio, en pleno brote de desesperación ante lo que cree que es un robo, tortura a su hermana…frotándole pescados por el cuerpo. O también aquél en el abuelo llega a la Feliz para encontrarse con Paulina atada y el hermano intentando hacerla confesar. Rodada casi íntegramente en el Hotel Provincial y el Casino de la ciudad balnearia, y con una cantidad tan grande de imágenes de los logos de las empresas que los administran que por momentos parece un largo institucional antes que una película, El jugador es tan convencional en su despliegue narrativo como chata en su forma. Gueller elige mostrar las conversaciones y acciones en planos y contraplanos casi siempre cerrados, desaprovechando así la potencia visual de los majestuosos pasillos y ambientes de los edificios creados por Alejandro Bustillo a mediados del siglo pasado. No le hubiera venido mal al film un poco más de vuelo en sus elecciones estéticas, algo de aire que le permita salir de su propio encierro para hacer del espacio un elemento constitutivo de su lenguaje.
Este es el debut de Dan Gueller en la pantalla grande como director y guionista. Habla de seres que son perdedores, de los niños ricos, celos, traiciones, droga, codicia, seres sin escrúpulos y problemas familiares. Contiene humor, acción, actuaciones desparejas, algunas sobreactuadas y buenos sponsor. Le falta ritmo y giros en la trama que se sostengan. Este film fue el último donde actuó el gran actor Oscar Alegre (interpreta al Abuelo, Pascual Palma) quien falleció hace unos días. Una historia para pasar el rato.
Crítica emitida por radio.
Alejandro Awada, la mejor apuesta de la película "El jugador" La película de Dan Gueller es una adaptación libre del clásico de Dostoievski. El director toma riesgos en un notable despliegue de producción y con un elenco exquisito. En la materia prima de esta película –el clásico de Dostoievski–, yace su fuerza y debilidad. El debut de Dan Gueller es un constante encuentro y desencuentro con la demencia dostoievskiana, a veces logrando atmósferas fascinantes y otras banalizando la historia con mañas del género policial. Adaptar El jugador o cualquier novela de Dostoievski es un salto de fe: hay en el universo del escritor ruso un sello extremo e ineludible, una impronta profundamente adherida a la plástica literaria. Dostoievski se extravía en laberintos psíquicos para explorar la conciencia de sus personajes, meditar sobre sus tormentos y contradicciones. Trasladar al cine semejante densidad requiere sabiduría cinematográfica. Aquí aparece el mejor aliado del director: Alejandro Awada interpretando al célebre adicto a la ruleta. Su trabajo gestual es brillante: un rostro curtido por el tedio, una voz arrastrada, un cuerpo pesado, cargado de frustraciones, pero que aún se electrifica ante el giro de una ruleta. Y no de manera maniática: lo de Awada es microscópico, sus ojos se desenfocan y la respiración se acelera contenidamente; tan bien transmite su lucha interna que hasta podemos notar la sequedad de su boca. Dan Gueller por momentos pierde la confianza en su actor y toma malas decisiones. Quizás la más específica sea recurrir a planos de ópticas aberrantes para expresar con la cámara aquello que el actor ya logró con su interpretación. Estos tropiezos, sin embargo, no son tan graves como sí lo es la incompatibilidad de la novela dentro de un esquema de thriller, que induce a constantes forzamientos narrativos. En El jugador, Dostoievski satiriza a una aristocracia decadente, expectante de la muerte de una anciana cínica para acceder a su herencia. El texto encuentra agilidad en la lógica del reconocimiento social del siglo XIX, pero aquí la adaptación crea un enroque y pone como epicentro el tráfico de drogas, o todo aquello que implica meterse con narcos. Dan Gueller pretende que este vodevil de armas y cocaína coincida con el espíritu novelesco, resintiendo la verosimilitud al límite. Sólo en escenas puntuales se alcanza una magia sórdida propiamente dostoievskiana. Allí está lo mejor de El jugador, no en su conjunto sino en casilleros puntuales como la patética pelea entre hermanos, los planos que acompañan la soledad de Awada o cada intervención del recientemente fallecido Oscar Alegre, encarnando al abuelo hastiado del que todos dependen. La agria ironía del viejo le entrega al filme esa irreverencia que hubiese necesitado de principio a fin.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
Alejandro es un experto jugador retirado, actualmente alcohólico que ahora trabaja para Pascual Palma, un multimillonario empresario de la carne. En su actual encargo, debe llevarles plata a los nietos de éste, que se encuentran en Mar Del Plata. Pero lo que parece ser un trabajo simple, se complica cuando Alejandro se deja manipular e involucra en los turbios negocios de los adolescentes ricos y con sueños de hacer grandes negocios. El azar, las maquinaciones y las traiciones se volverán moneda corriente en esta historia. Una película argentina de estafas, con un buen elenco, una trama interesante y una locación que le es conocida a todos los espectadores de dicho país. En apariencia, todo perfecto y nada podía salir mal… pero sí, este film promete mucho más de lo que terminamos viendo y ese es problema. Principalmente, de un guión bastante flojo. Y cuando hablamos del pobre trabajo de guión, no nos referimos sólo a las constantes escenas incoherentes o absurdas que pueblan el film (como por ejemplo una tortura usando pescados muertos), si no porque la película adolece de una duración que parece mucho más excesiva de lo que termina siendo. Y si hablamos de que una cinta de una hora y cuarenta se siente larga, es que algo está fallando en la trama. Vale aclarar que el film no es un desastre, y está lejos de serlo. Sólo empezamos la review con los puntos negativos (nos faltó decir lo ridículo que resulta cierto personaje cuando insulta), pero también hay varios elementos a favor. Uno de ellos es el buen hacer de todo el elenco, pese a que algunos personajes no están del todo bien definidos. Entre todo lo bien que está el reparto, destacamos especialmente a Alejandro Awada en el rol protagonista, componiendo a una persona llena de excesos al que la vida le pasó por encima varias veces, reduciéndolo a ser un peón entre los problemas familiares y monetarios del abuelo millonario y sus parasitarios nietos. Pero también hay que nombrar a las dos mujeres de esta película: Lali González y Guadalupe Docampo. Ambas hacen a mujeres casi opuestas, pero a medida que avanza la trama, vemos sus verdaderas caras, siendo totalmente manipuladoras, femmes fatales cuando es necesario, demostrando que además de ser lindas son bastante inteligentes como para sacar provecho de su belleza y manejar a todos los hombres casi a placer. Gran descubrimiento y ojalá empecemos a ver a estas actrices de forma más seguida. El Jugador tenía bastante potencial para ser uno de los mejores policiales argentinos de esta mitad del año, pero por las incongruencias del guión y varias escenas resueltas de forma que parecen casi paródicas al género, se queda en la categoría de film aceptable. De todas formas y ante la escasez de buenas propuestas en la sala, no deja de ser una película a tener en cuenta como opción.
Las víctimas del vicio Para Alejandro, la ruleta es su perdición y también su salvación. Si por algo es respetado en su triste vida es porque tiene el secreto mejor guardado para ganar en el casino. Pero a veces para llenarse los bolsillos hay que pagar un precio demasiado alto. Por allí pasa parte de la historia de "El jugador", la ópera prima de Dan Gueller. Inspirada en la novela homónima de Fiódor Dostoievski, la película tiene momentos logrados y una idea bien planteada y desarrollada, aunque se nota una falta de dinámica en el relato debido a cierta lógica inexperiencia del realizador debutante. Filmada íntegramente en el casino y en el Hotel Provincial de Mar del Plata, la historia suma intensidad a partir de mostrar ese micromundo en el que todo pasa por ganar plata. Y para eso se romperán códigos entre amigos, parejas, hermanos y hasta caerá un abuelo multimillonario (último papel de Oscar Alegre, quien murió pocos días antes del estreno). El amor siempre mete la cola y será la excusa para que Alejandro (interpretado por Alejandro Awada) sortee las presiones de Sergio (Pablo Rago, en su primer villano en la pantalla grande) y vuelva a caer en las garras del juego. Awada compone a un personaje derrotado, quebrado y pese a algunas expresiones gestuales reiteradas en trabajos anteriores, da lo suficiente como para salir airoso. La sorpresa es la bella Lali González, que se conocía por su rol en el exitoso filme paraguayo "7 cajas", que sorprende por su versatilidad interpretativa. El final también sirve para abrir el juego, valga la paradoja. Porque invita a que el espectador eche a rodar los dados sobre el paño o le ponga una fichita de mil pesos para uno u otro cierre más o menos políticamente correcto. Una película que, sin ser sobresaliente, deja un mensaje latente.
Producción audiovisual que, aunque no lo mencione, se demuestra como una versión demasiado libre (alguien después de verla debería ser condenado) de la novela homónima del gran autor ruso Fiódor Dostoyevsky. Están presentes, y muy reconocibles, todos los personajes, con agregados que aportan muy poco, o nada, y ausencias que le podrían haber dado un poco más de solvencia y verosimilitud al relato. Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) es un ludópata en proceso de recuperación, (en la novela es llevado a serlo), secuaz o mano derecha, de Pascual Palma (Oscar Alegre), un importante empresario, por impronta impuesta desde la dirección de actores más cerca de la mafia que de René Favaloro. Le encarga la función a nuestro antihéroe para que sea quien entregue el dinero, además de ser el protector, cuidador, guía de sus nietos (pobres chicos huérfanos) que se encuentran en la ciudad de Mar del Plata con la intención de concretar un negocio. Pero Awada parece haber perdido el horizonte sobre las elecciones que debe tomar, perdón, su personaje, quien en realidad, y por cómo se presenta, se mueve, su hermetismo, su silencios, que nunca da señas que haya algo de emoción en su rostro, parece ser un hombre que sabe. No se sabe qué, pero parece que sabe. Sergio Palma (Pablo Rago) no tiene demasiado buen concepto de Reynoso, lo considera un alcohólico, jugador empedernido e incurable, no digno de confianza alguna. Sergio está con Belén (Guadalupe Docampo), su novia actual, o mejor dicho el actual novio, secundados por Dani “El Indio” (Esteban Bigliardi). En la habitación de al lado, casi todo se desarrolla dentro del recuperado Hotel Provincial, se encuentra Paulina Palma (Lali Gonzalez, hermana de Sergio y nieta de Pascual, toda una casualidad. Ella sabe que nada tiene que ver con la compra de carnicerías, sino con la iniciación de su hermano en el mundo del narcotráfico. Él, por creerse desplazado por su hermana de favoritismo del abuelo, decide independizarse de la peor manera. Ella quiere viajar por el mundo, y mientras sea la regente de la empresa del abuelo está imposibilitada de hacerlo, por lo que también algo debe hacer en procura de su emancipación económica. Una historia de amores, odios, traiciones, envidias, decepciones, todo en un guión plagado de lugares comunes, previsible al extremo, sumándole a esto la imposibilidad, desde lo estructural narrativo, progresivo, lograr alguna situación de clímax. Paralelamente sucede lo mismo de no generar algún tipo de clima, en este caso relativo al género del thriller, en el que quiere establecerse desde la estética elegida, en donde la dirección de arte parece nula, sólo un par de anteojos de sol (no es broma), el montaje con cortes por momentos muy televisivos, y en que el aporte de la banda de sonido no modifica nada en lo más mínimo. En relación a las actuaciones, Alejandro Awada cumple pues le sobra oficio, lo mismo ocurre con Oscar Alegre, aunque por momentos se vaya de línea, pero parece más una cuestión de marcación que de histrionismo. EL resto de las actuaciones parece una competencia de cómo no se debe actuar en cine. Si todo el elenco falla, dicho de otra manera más didáctica o educativa, si todo el curso reprueba, ¿No se debería hacer foco en el docente? Párrafo aparte para Pablo Rago, cuando su personaje circula por lo cotidiano, por un personaje que se nota endeble por sus miedos, incertidumbres, desconocimiento, el mundo al que está entrando, demuestra ser un muy buen intérprete, lo mismo ocurre cuando tiene que jugar desde lo afectivo, con un despliegue más que interesantes de mascaras, poseedor de muy buenos recursos gestuales. Pero cuando tiene que hacer de malo por antonomasia, cruza la línea para mostrarse sobreactuando, no creíble, por momentos parece, sobre todo desde el lenguaje corporal, estar emulando a un Sergio Victor Palma (el boxeador argentino) que construyendo un personaje. El relato empieza a desbarrancarse al poco tiempo de iniciada la proyección, luego las vueltas de tuerca, los improvisados imprevistos (y no es una redundancia, creo) promueven más confusión, o lo que es peor para un thriller dramático, sonrisas que impulso al desarrollo del texto. Una producción que parece haber tenido el aporte para salir airoso, y termina siendo fallido, una lástima.
TODOS PIERDEN Sobre la base de El jugador, de Fiodor Dostoievsky, Dan Gueller construye en su ópera prima un film ambientado en el presente y en el entorno de un casino (el Hotel Provincial de Mar del Plata), que como en una ruleta hace girar a un grupo de personajes con un claro destino trágico: está el jugador compulsivo que hace diez años que no pisa un casino; su jefe, un viejo empresario del mundo de la carne; los nietos de éste, dos vividores que se desprecian un poco mutuamente; una novia con dejos de femme fatale; otro que apuesta toda su guita en un negocio que involucra la venta de cocaína. Gueller casi no mueve la cámara de las habitaciones y los pasillos de aquel hotel, y construye un thriller que si bien carece de grandes secuencias de acción sí tiene una tensión constante entre trampas y giros que van tornando su trama en un camino imprevisible como el azar que ronda a la ruleta. Gueller apoya su película sobre dos texturas: primero, la que le ofrece la propia obra de Dostoievsky, el costado moral y la mirada sobre el vicio y la compulsión; la otra, un espíritu de policial negro, con sus personajes encerrados en destinos trágicos y en el que invariablemente todos perderán más allá de alguna victoria pírrica. Además, la utilización de ese casi único espacio -encima el fantasmal Hotel Provincial con sus pasillos amplios y vacíos-, aporta desde los encuadres que elige el director una potenciación de lo mínimo de esas criaturas que aparecen en la pantalla: los personajes se ven pequeños y derrotados caminando por ese escenario gigantesco que los devora en su propia ambición. Tal vez haya un problema en la película de Gueller, y no, no son algunas actuaciones que no dan con el tono adecuado (y en determinadas secuencias de tensión chirrían). El asunto con El jugador es que aún siendo Alejandro (Awada, sólido) el personaje desde el cual el espectador se involucra, porque es el que menos poder tiene y el que de alguna manera cuestiona con su mirada ese universo que tiene en frente, por sus características de tipo taciturno y derrotado es bastante difícil sentir empatía por él. Y sin esa empatía necesaria, ese mundo escurridizo se nos hace distante y ya nos da lo mismo quién gane o quién pierda. Aún así, el director maneja los giros y las trampas con inteligencia, y sabe dotar a su película de un personalísimo aspecto visual que la distingue: el último plano es realmente notable. Eso así, El jugador funciona más cuando se vuelve oscura y trágica, que cuando pretende cierta ligereza y humor. Dentro de un género como el policial, con amplia tradición en el cine argentino, Gueller inscribe una obra digna y se presenta como un director para tener en cuenta a futuro.
El director Dan Gueller, quien además está a cargo del guión, entrega una historia que constantemente sorprende y mantiene al espectador comprometido con la trama.