Ausencia de desparpajo Gran parte del horror como género cinematográfico previo al 2000 estaba conformado por propuestas similares a la presente El Origen del Terror en Amityville (The Unspoken, 2015), no obstante sinceramente aquellas eran más dignas y poseían los cojones necesarios para ir más allá -en materia de sexo y gore- de lo que suele ser el estándar de los films de hoy en día. Si obviamos los sustos baratos y aniñados, basados a su vez en la dialéctica de los fantasmas y los jump scares cronometrados que tanto les gustan al mainstream y al indie de los últimos años, la obra que nos ocupa funciona como un representante de aquella colección de productos que desde el bajo presupuesto pretendían ofrecer al público un buen rato y poco más, aunque involuntariamente en el trajín terminaban despertando alguna que otra carcajada y ventilando cada uno de sus inconvenientes y sus decisiones poco acertadas. El tono clase B lo cubre prácticamente todo y así la película nos somete a una infinidad de problemas que pueden caer simpáticos o insoportables según la disposición de cada espectador y -por supuesto- el bagaje formativo/ el conocimiento acumulado que tenga de los resortes prototípicos del género (y mejor ni hablar de la paciencia eventual al momento del visionado): aquí tenemos un prólogo vinculado al combo “demonios/ posesiones/ exorcismos” que luego deriva en una estructura narrativa que unifica el sustrato retórico de las casas embrujadas con una crónica criminal de fondo, todo con algo de gore ochentoso, muchos fenómenos paranormales, una historia de amor lésbico, vueltas de tuerca tan ridículas como entrañables, personajes unidimensionales, buenos actores desperdiciados y el clásico abuso de la música estridente para marcar los instantes en que deberíamos gritar. Si bien el terror recientemente nos regaló films gloriosos como Te Sigue (It Follows, 2014), The Babadook (2014), La Bruja (The Witch: A New-England Folktale, 2015), No Respires (Don’t Breathe, 2016) y Avenida Cloverfield 10 (10 Cloverfield Lane, 2016), a decir verdad la catarata de productos fallidos siempre les pisa los talones vía la repetición de fórmulas que sólo recuperan su potencia discursiva cuando caen en manos de un artesano con talento, pero este no es precisamente el caso del realizador y guionista de turno, Sheldon Wilson, un especialista en convites berretas para televisión y apenas recordado por haber dirigido en 2009 una continuación más o menos potable de la muy superior Screamers (1995), uno de los últimos guiones firmados por el genial Dan O’Bannon. Lamentablemente la propuesta en términos narrativos es demasiado torpe y hasta en ocasiones algo aburrida. El principal elemento redentor es la presencia de Jodelle Ferland como la protagonista, ahora interpretando a una chica que debe cuidar a un nene que se muda junto a su madre a una casa con un pasado de muertes y desapariciones, un esquema que asimismo se conecta con su noviecita y la banda de rufianes amigos de esta última, quienes escondieron droga en el sótano del hogar y pretenden recobrarla cuanto antes. Ferland es una gran actriz que se hizo conocida por Tideland (2005) y trabajó en varias obras del género como Terror en Silent Hill (Silent Hill, 2006), Los Mensajeros (The Messengers, 2007), Caso 39 (Case 39, 2009) y las muy interesantes La Cabaña del Terror (The Cabin in the Woods, 2012) y The Tall Man (2012). Los otros dos ítems que nos rescatan -en parte- del desastre total de las premoniciones de ultratumba y las puertas que se abren y cierran solas son la intervención del siempre eficaz Neal McDonough como un agente de policía y la inesperada energía del desenlace, cuando por fin los maleantes ingresan al enclave embrujado. Dejando de lado la hiper aclaración del título en castellano en torno al hecho de que hablamos de una suerte de “precuela para nada oficial” de Aquí Vive el Horror (The Amityville Horror, 1979), la mediocridad de la película y de muchos de los cineastas actuales pide a gritos que se incremente el desparpajo y se abandonen los automatismos y toda esa corrección política…
Una más y van incontables Todos aquellos que aman el género de Terror, seguramente han escuchado de la interminable saga de Amityville, todas centradas casi siempre bajo la misma premisa: Una casa embrujada cuyos huéspedes quedan a merced de las fuerzas que controlan el hogar. La mayoría de estas realizaciones son de muy bajo presupuesto, basándose en la premisa del cine de culto de terror clase B. El origen de Amityville cuenta con una incorporación más que conocida dentro de las historias paranormales, Jodelle Federland (Caso 39, La cabaña del terror y Terror en Silent Hill, entre otras). Esta joven protagonista encarna a Angela, quien será el eje central de la historia, donde su pasado y presente se ponen en juego ante un nuevo trabajo. Todo comenzó en octubre de 1997 cuando en una vieja casa de la calle Brair una familia desapareció por completo, tras dejar un baño de sangre y una niñera completamente en shock por lo sucedido. Desde entonces, se cree que la casa está poseída y nadie se atreve siquiera a acercarse al lugar. La trama comienza a desarrollarse cuando una viuda junto con su hijo de 9 años, Adrian, se mudan a la casa y necesitan alguien que cuide del niño. Por medio de la guardería donde trabaja, Angela toma conocimiento de la oferta laboral, la paga es muy buena, y el despido de su padre pone en jaque la economía familiar, por lo que pese a sus prejuicios respecto a la casa, acepta el empleo. La película recae en todos los clichés habidos y por haber en cuanto al terror se refiere. Sin embargo, con el pasar de los años y la reiteración de los mismos en cada filmación del género, se vuelve extenuante. Deja de tener sentido y hasta se vuelve completamente predecible. La cámara lenta con la música suspensiva que busca generar un climax, para que llegue el momento en que el protagonista sea tomado por sorpresa, ya no sorprende a nadie. Es hora de recurrir a nuevos recursos, no sólo giros argumentales para hacer que la obra resulte más complaciente. El guion tiene una cierta correlación con la temática de la realización. Pero el problema es de base. La historia ya se vio y se repite constantemente en más de veinte ediciones de la saga, sumado a todas aquellas que también toman una trama similar. Tiene algunos buenos entramados dentro del contexto de los personajes, pero realmente lo único sorprendente es el desarrollo final. Por parte de los protagonistas, quedan inmersos dentro del déficit del libreto y la dirección en sí, los planos y las expresiones parecen falsas y poco creíbles. Algunos de los actores de reparto dejan por momentos la sensación de sobreactuación de papeles muy pobres. El origen del terror en Amityville es una película más del género, una más de las excesivas ediciones de la saga y no termina de resultar atractiva en casi ningún aspecto. Sólo para destacar, algunos ejes de contextualización entre los personajes, pero no mucho más. Quizás sea hora de empezar a proyectar otras ideas dentro del cine de terror, ya que las innovadoras son escasas a comparación de la gran cantidad que se estrenan cada año.
El origen del terror en Amityville: Otra vuelta de tuerca. Llega a cines un film que, a priori, puede generar curiosidad por su título ya arraigado en el inconsciente del consumidor de terror, pero poco tiene que ver con lo que espera. Ruby Harris (Chilton Crane) y su pequeño hijo autista se mudan a una vieja casona donde hace veinte años desapareció una familia en circunstancias misteriosas. Entonces la joven Angela (Jodelle Ferland) es contratada para cuidar al niño, y empieza a notar extrañas manifestaciones que podrían relacionarse con los eventos del pasado. El origen del terror en Amityville (The Unspoken, 2016) no tiene nada que ver con el famoso caso que ya es de dominio público y alimentó varios films de género, sin embargo, su mixtura de sub-géneros puede ser atrayente en primera instancia: tenemos la típica niñera inocente en apuros, los vándalos del barrio que quieren irrumpir en la casa, un niño que parece estar conectado a la actividad paranormal del hogar, un poco de gore y misterios sin resolver en una casa embrujada que conectan en un doble plot-twist al final que nos dejará con la boca abierta. El cast es, en general, correcto, destacando a Jodelle Ferland (la niña siniestra en Silent Hill; la niña siniestra en Case 39; la niña siniestra en The Cabin in the Woods; y la niña muda en The Tall Man) quien ya no es una niña pero aaún sigue unida al género, ahora en papeles con más potencial de jovencita (anti) heroína; y el pequeño Sunny Suljic, como casi un émulo de Damien en La Profecía (The Omen, 1976), niño que no sabemos si es víctima, victimario o que corno. En síntesis, El origen del terror en Amityville es un correcto film de suspenso, con un poco de horror, y que al consumidor de estos géneros no decepcionará (si no espera una obra maestra).
Durante décadas, las historias de casas encantadas fueron el tema más recurrente en el cine de terror, algo que siempre consigue llamar la atención en el horror clásico o en las leyendas populares donde las apariciones o los fenómenos paranormales, como fantasmas, espectros, poltergeist o incluso demonios son el argumento principal. El cine no ha sido ajeno al fenómeno de la intervención de entidades del mundo espiritual. Amityville se hizo mundialmente famosa por sucesos paranormales, que tiempo después hizo que se convirtiera en una redituable saga de terror en la industria cinematográfica. Con esto hacemos un viaje en el tiempo y te contamos la historia real que dio lugar a varias cintas, el 14 de noviembre de 1974 en 112 de Ocean Avenue vivía la familia DeFeo, la cual fue asesinada por el hijo mayor, mientras todos dormían plácidamente en sus camas. Durante el juicio, aseguró que unas voces que procedían de la casa le habían empujado a hacerlo. (Y hoy cumple cadena perpetua en el correccional Green Haven de Beekma, en el mismo estado de Nueva York). Posteriormente, el 18 de diciembre de 1975, la familia Lutz decidió comprar la casa para mudarse a vivir allí, sin embargo, tan solo 28 días más tarde, tuvieron que abandonar la morada precipitadamente a causa de extraños sucesos que les atormentaban. Esto tomó tal trascendencia que se convirtió en epicentro de investigaciones y fue el motivo para que el escritor estadounidense Jay Anson publique un libro en 1977 sobre las experiencias del matrimonio Lutz que había vivido en el 112 de Ocean Avenue, “The Amityville Horror: A True Story”. En él, relata que, donde luego se edificó la casa, los indios Shinnecock aprisionaban a los enfermos y a los moribundos en la tierra para dejarlos morir allí. Y que luego un tal John Catchum, que había sido acusado de practicar la brujería nada menos que en la localidad de Massachusetts, llamada Salem a finales del siglo XVII y, por ello, expulsado del lugar, había llegado a Amityville, había construido la casa y había continuado con sus rituales y sacrificios impíos; y tras su fallecimiento, lo habían enterrado en el sótano antes de incendiar la casa. Toda esta información recabada le da procedencia a este film basado en hechos reales, la decimosexta película de la saga “El Origen Del Terror en Amityville”, haciendo hincapié en el inicio del mal. Nos muestra un remake de la película de 1979, basada en la novela “Horror en Amityville” de Jay Anson y en los hechos ocurridos en Amityville en la calle Ocean Avenue 112. La trama de la historia es totalmente secuencial y está ligada a la anterior producción de la saga, que está basada en el comienzo de la maldad e infortunio que azota esta localidad, donde se dan a conocer muchos de los detalles claves y estratégicos que en la película pasada parecían quedar abiertos. “El Origen Del Terror en Amityville”, escrita y dirigida por Sheldon Wilson, cuenta que en 1997 la familia Anderson desapareció, sus cuerpos nunca fueron encontrados. Años después el mal despierta o tal vez siempre estuvo allí… Durante 17 años la casa se había mantenido intacta, hasta ahora, cuando Jeannie (Pascale Hutton) se muda junto a su hijo Adrián (Sunny Suljic). Angela (Jodelle Ferland), una solitaria joven que, desde la muerte de su madre, vive sin amigos y sometida a la intimidación de un grupo de jóvenes que trafican drogas. Ella acepta el trabajo como niñera de Adrián, quien debe tener atención especial, es un niño tímido y callado. No es casualidad hayan elegido a Angela para el cuidado del niño, ya que era hija de la única persona que no desapareció en el suceso que aconteció en esa casa en 1997. Un día, el grupo de chicos malos que la acosa, llegan a la casa para recuperar un paquete de drogas que escondieron ahí. Sin embargo, los intrusos desconocen la misteriosa fuerza sobrenatural que reside en la vieja casa junto a sus nuevos ocupantes. “El Origen del Terror de Amityville” tiene el espíritu clásico del género con algunos clichés como crujidos, golpes (raps), desaparición o cambio de lugar de objetos, logrando ser efectivo. A lo largo del desarrollo, las historias se entrelazan y son descubiertas o referenciadas a elementos que rodea a la franquicia. Un trabajo convincente con sustos regulares y algunos elementos del cine gore, que, si bien es carente de originalidad, y presenta una confusa narrativa con altos y bajos en el guion, aún así es una cinta que indudablemente transita bien el terror y suspenso logrando ser entretenida.
La película de terror de la semana es una clase B que aporta pocos sustos e ideas nuevas al género Una madre y su hijo autista se mudan a una casa con un siniestro historial. La niñera contratada para cuidar al chico comienza a notar que el lugar esconde oscuros y siniestros secretos. Esta fórmula remanida que fusiona posesiones con casas encantadas, es una excusa para una película cuya única premisa parece la de sumar un eslabón más a la franquicia de Amityville (otrora una saga interesante de fantasmas ahora venida a menos con el correr de las secuelas y remakes). Jodelle Ferland (quien fuera protagonista de varias cintas del género siendo una niña) ha crecido y ahora encarna a la heroína del filme, una labor memorable teniendo en cuenta el guión con el que debe lidiar. En cuanto al niño principal, el esfuerzo del director porque parezca un Damien surgido de La Profecía, funciona como una caricatura de un personaje que se supone fundamental para el desarrollo de la trama. Un metraje plagado de pocos sustos que además no funcionan, clichés previsibles, una pizca de suspenso mediocre y algo de gore ochentoso. Demasiado poco para un género que sigue siendo de los preferidos por la audiencia.
Antes que nada una aclaración: esta película no tiene nada que ver con la saga de la casa embrujada que comenzó a fines de la década del ’70 y que estaba protagonizada por Margot Kidder. A algún genio de la distribución se le ocurrió emparentarla, ya que contiene elementos similares… la pregunta seria entonces si cada película con temática similar debería entrar en esta infravalorada saga. Pero también que no tenga nada que ver con Amytiville le da un plus, como esas producciones italianas cuyos responsables le ponían títulos para emparentarlo con lo que estaba de moda. Obviamente The Unspoken no tiene la caradurez de sus primos italianos. Es una más de terror, de esas que salen todos lo meses para cubrir la demanda. Pero cuando la película se juega con lo absurdo, lo ridículo, lo que la hace quedar mal es cuando logra un efecto en el espectador, un efecto que no es la indiferencia, el “yo esto ya lo vi en otro lado lado“. El origen del terror en Amityville, que es encima de 2015, comienza de manera prometedora; amaga que va a ser una típica de terror pero bien hecha, con sustos y atmósfera bien conseguida. Lamentablemente es un espejismo y de repente caemos en el terreno de la nada. Actuaciones sin gracia, personajes que no importan, subtramas que no agregan nada (hay una relación lésbica que no suma) y muchos sustos o mejor dicho ruidos fuertes en situaciones que no ameritan que estén. La historia tampoco es interesante de seguir; la fórmula familia que se muda a una casa con un pasado maldito, cosas que ocurren siempre, personajes que a pesar de ver que está todo mal se siguen quedando, un nene que ve cosas, (¿notaron que suelen tener flequillo?) y escenas que vimos en otras películas muy superiores y que sólo darían miedo a quienes nunca vieron una de terror. Sí es destacable que por lo menos tiene una buena fotografía que le da un aspecto de ser una película con mucho mas presupuesto. ¿Quizás ya no va más esta moda de casas embrujadas e intentos de asustar un público a lo James Wan? Dejen a los que saben de películas, no a mercenarios que no les importa el cine.
LA CASITA DEL TERROR Con casi diez películas que lo tratan de una manera u otra, el caso Amityville es uno de los más prolíficos en términos cinematográficos, al contar con diversas obras que han pasado, en su gran mayoría, con más pena que gloria por el imaginario colectivo. Sin embargo podemos contar a El Horror de Amityville (Stuart Rosenberg, 1979) y Terror en Amityville (Andrew Douglas, 2005), con Ryan Reynolds, como las más reconocibles de sus múltiples abordajes. La versión de Sheldon Wilson nos lleva a 1997, año en el cual la familia Anderson desaparece misteriosamente sin dejar rastro. 17 años después, Angela (Jodelle Ferland) es contratada por Janie (Pascale Hutton) para que cuide de su hijo Adrian (Sunny Suljic), el cual no ha dicho una palabra desde la muerte de su padre. Nuevos en el pueblo, madre e hijo se acaban de mudar a la casa que casi dos décadas atrás fue testigo de la desaparición de los Anderson. En su etapa inicial, la película deja ver rápidamente todas sus cartas en la mesa al introducir varios elementos que, por ser claramente identificables, no garantizan un desarrollo posterior satisfactorio. Y allí tenemos a un trío de abusadores torpemente retratado, que molestan a Pandy y Angela porque sí, y sólo servirán únicamente al nudo principal de la película al ser la razón por la que la casa “despierta”. Por otro lado, vemos como los personajes de Officer Bower (Neal McDonough) o de Lochlyn Munro vagan en la intrascendencia de una trama previsible que podría haber vertido el registro dramático a hombros más experimentados como el de estos actores. Los conflictos de los personajes, especialmente el de la relación lésbica entre Pandy (Chanelle Peloso) y Angela (Jodelle Ferland), siguen los preceptos del viejo slasher ochentoso: la sexualidad es pecado y debe ser penada. Entre estos recursos reconocibles, El Origen del Terror en Amytiville sigue su curso en piloto automático: con escenas, diálogos y situaciones forzadas. Todo sucede porque debe suceder, porque es una película de terror y las cosas son así. Aquí no hay construcción de suspenso, ni de identidades, ni mucho menos un desarrollo de personajes. Y entonces la película de Wilson se percibe como una película hecha al molde clásico, donde sigue lineamientos pre-establecidos al pie de la letra y no sabe como aprovechar sus escasas ideas decentes -como la vuelta de tuerca del final-. Pero a esa altura ya decidimos que para ver noventa minutos de intrascendencia y poco riesgo, es mejor ver a la Argentina en las Eliminatorias. Por lo menos, a diferencia de Wilson, tiene al mejor interprete del mundo. por Pablo S. Pons
A diferencia de lo que se anuncia en el título, esta película no tiene absolutamente nada que ver con la clásica saga de Amityville. Se trata de un gancho tramposo que se implementó en los países de habla hispana para atraer a los seguidores del género. Si bien The Unspoken, su título original en inglés, toma una fuerte influencia de la popular franquicia de las casas embrujadas, la historia no forma parte del canon de la serie. Estas avivadas son comunes en el mundo del cine y muy especialmente en el género de terror que tiene varios antecedentes. Uno de los ejemplos más recordados es el caso de Zombi 2 (1979), de Lucio Fulci, que se vendió como una continuación clandestina de Dawn of the Dead (estrenada en Europa como Zombi), de George Romero, pese a que la historia no tenía ninguna relación con el film original. La verdadera nueva entrega de la saga Amityville está protagonizada por Jennifer Jason Leigh y se titula Amityville: El despertar. Una película cuyo estreno viene postergado desde el 2015 y por estos días se puede encontrar con facilidad en internet. The Unspoken es el nuevo trabajo del director Sheldon Wilson, quien cuenta en su filmografía con varios títulos clase B del género como Scarecrow y The Hollow. En este caso incursionó en el terreno de las casas embrujadas con una película trillada que no plantea ningún recurso interesante a la hora de trabajar esta temática. Wilson abre muy bien la historia con un sólido prólogo que establece el conflicto con mucho suspenso y representa el mejor momento de este film. Lamentablemente con el desarrollo de la trama su narración luego pierde fuerza debido a las redundantes escenas de susto en la que se abusa de la música y los efectos de sonido para genera tensión. En la mayoría de los casos se trata de falsas alarmas de peligro que provienen de la imaginación de algún personaje. Por momentos la película genera desconcierto con algunas situaciones sangrientas que están más en sintonía con el subgénero slasher que los misterios paranormales y solo tienen la finalidad de generar un burdo impacto visual. Tampoco se percibe un trabajo creativo en la puesta en escena y los efectos especiales que parecen salidos de una película para la televisión de los años ´90. En la última escena los productores incluyeron una forzada referencia a la ciudad de Amityville pero eso no indica que esta historia funcione como un origen de esa saga. En resumen, The Unspoken es otra película de terror mala pensada para el dvd con la que no vale la pena perder el tiempo ni el dinero en el cine.
Nada que temer El origen del terror en Amityville (The Unspoken, 2015) tiene todos los clichés del género condensados en una hora y media: personajes poco desarrollados, música que señala los momentos para sobresaltarnos y puertas que no paran de abrirse y cerrarse solas son los lugares comunes de una película que no logra su cometido. La franquicia Amityville cuenta con más de una decena de películas en su haber. Todo comenzó allá lejos, en 1979, con Aquí vive el horror (The Amityville Horror) que luego tendría una segunda parte en 1982 y hasta nuestros días contó con remakes, precuelas e incluso una versión en tres dimensiones. Aquí, además de la evidente referencia en el título que tiene el film en español, la conexión con aquellas recién existirá sobre el final. El origen del terror en Amityville no escapa de la lógica de sus predecesoras. En este caso tenemos a Angela (Jodelle Ferland), una adolescente que trabaja en una guardería para ayudar a su padre que se encuentra desempleado. Los hechos inexplicables comienzan a manifestarse cuando su jefa le ofrece un ingreso extra por cuidar a un chico en la casa donde una familia entera desapareció sin dejar rastro veinte años atrás y ella queda inmersa en una trama que se conecta directamente con su pasado. A su vez, un grupo de conocidos de Angela escondió drogas en la casa que hasta ese momento estaba abandonada y hará lo que sea necesario para recuperarla. Así las cosas, la protagonista quedará en medio de sucesos paranormales y una banda de cuasi criminales. Si películas como La cabaña del terror (The Cabin in the Woods, 2012), Te sigue (It Follows, 2014) o La Bruja (The Witch, 2015) habían revivido un género que parecía estar condenado, El origen del terror en Amityville las niega y vuelve a traer fórmulas repetidas hasta el cansancio que buscan el golpe de efecto momentáneo. Sin embargo, a Sheldon Wilson, director y guionista del film, hay que reconocerle algo: en apenas hora y media logra introducir todos los clichés necesarios para que la película consiga el efecto contrario al que busca. Los objetos que se mueven solos, las puertas que se abren y se cierran y las apariciones del más allá son algunos de los recursos que se repiten durante todo el metraje. El origen del terror en Amityville es un pastiche insoportable con temáticas y recursos que resisten el paso del tiempo y nos aseguran solo una cosa: no hay nada que temer.
En esta producción escrita y dirigida por Sheldon Wilson se unen varios géneros del terror pero sin originalidad. Es que esta película se la pasa prometiendo horrores desde el principio: Una casa donde toda una familia desapareció sin dejar rastros, solo queda el cuerpo de un cura y un auto, donde se ve un crucifijo que se da vuelta. Luego pandilla de malos que le hacen bullying a una chica lesbiana y atemorizada para que saque de la casa la droga que escondieron. Mamá joven, con su niño que no habla después de un trauma, que ocupa la casa deshabitada por muchos años. A partir de ahí se combinan y se agitan en un coctel que no tiene originalidad films de casas embrujadas con posesión demoníaca y un toque de sexto sentido. ¿Cuántas veces vimos en una película del género que un pelotita llega desde una puerta abierta hacia el horrorizado protagonista…? .No hace falta que haga la cuenta, es imposible. ¿Y gente arrastrada por una fuerza incontrolable e invisible…? Tampoco hace falta hacer números. Y mucho menos calcular cuantas veces hicieron recaer las sospechas sobre un pequeño con cara de nada. Terror hay claro, que degustaran los adictos al genero que transforman estas películas en buenos negocios. Sustitutos moderados y pocos mas.
El éxito del género de horror en las salas argentinas brinda un espacio al estreno de El origen del terror en Amityville de Sheldon Wilson. La película sigue a Angela, una joven que, tras la muerte de su madre, vive recluida y sin amigos, víctima del acoso de una pandilla del pueblo. Ella decide tomar un empleo cuidando a Adrian, un niño tímido y callado, que acaba de mudarse con su madre a una casa que el pueblo cree que está maldita ya que en 1997 desaparecieron sus huéspedes sin dejar ningún rastro. En primer lugar cabe aclarar que el título original de la película es The Unspoken (o sea, “lo no dicho”). El cambio genera un gran desconcierto para los conocedores del tema ya que Amityville es una de las casas más populares en lo que respecta a posesiones. Fue adaptada varias veces en el cine, recientemente mencionada en El Conjuro 2. El cambio de título sólo sirve para enganchar a los amantes del terror que están buscando secuelas, reboots o precuelas alrededor de temas ya conocidos. Más allá de esto, la película no aporta nada nuevo al género. Por un lado las escenas de terror son pequeños sobresaltos de puertas que se golpean y apariciones detrás de los protagonistas, recursos utilizados tantas veces que ya han perdido su valor. Hay muy pocos efectos especiales y sólo la primera muerte sorprende -aunque de alguna manera engaña al espectador-. A partir de ese momento todos están esperando un estilo más gore en la cinta pero esto nunca llega. Por el otro, la historia no escala en ningún momento. La protagonista no se encuentra en peligro inminente por esta fuerza del mal y ni hablar de los jóvenes que intentan asesinarla. Tampoco hay un esfuerzo por esconder el misterio que rodea a la casa y la vuelta de tuerca es más que previsible a mitad de la película.
Hace falta el estreno de una película de terror sublime como It para mejorarnos el ambiente, aunque un par de semanas después volvamos a encontrar el trago amargo en las carteleras con The Unspoken, un nuevo insulto al género que no tiene razón de ser en las salas de cine, y su posterior aparición en el mercado hogareño no debería pasar de una tarde de lluvia en casa y por televisión de aire. Incluso así, mirar la lluvia caer puede ser un plan mejor.
Para los que no conocen al candiense Sheldon Wilson, el hombre es guionista y director y su expertisse la tiene en el campo de los productos televisivos. Acumula muchas horas ahí y eso le sirve para lanzarse a aventuras más arriesgadas, como colocar alguna de sus propuestas en el mercado internacional. Hoy en día, especialmente en América Latina, hay una gran cantidad de espectadores que siguen el género (terror) y están abiertos a cualquier tipo de lanzamientos, sin analizar mucho como llegaron a sala. En este caso en particular, "The unspoken" (sería como "lo silenciado"), es presentada a nivel local como "El origen del terror en Amityville", siendo que no hay conexión alguna con aquel viejo clásico de los años 80' (en realidad la primera entrega de la saga fue en 1979 pero...) que era la versión "seria" de lo que podría ser la franquicia "House". Casas embrujadas, demonios, apariciones, crímenes. Ustedes ya saben. La cuestión es que aquí no hay demasiado nuevo bajo el sol. O en las sombras, que sería más adecuado al género. La historia ya la deben conocer, una sucesión de crimenes brutales al inicio para ambientarnos y ponernos en tema, luego la casa en cuestión queda abandonada y al tiempo, nuevos huéspedes van a habitarla, con los consiguientes problemas que van desde convivir con apariciones, hasta un cierre donde la situación termina de manera desconcertante, aunque acomoda un poco las ideas que andaban por ahí dando vueltas. La historia (luego de un inicio fuerte en el pasado), nos trae a la señora Peterson (Pascale Hutton) con su hijo mudo, Adrian (Sunny Suljic), quienes se mudan al lugar en cuestión buscando nuevos horizontes. Claro, las cosas no salen como se esperaba (para ellos) y pronto comienzan a sucderse hechos extraños que alteran la adaptación. Y como te esperás, nadie piensa ni confía en su percepción acerca de lo que sucede. Porque además, hay unos adolescentes involucrados en la generación de problemas, que amenazan la seguridad familiar y que nos hacen pensar en muchas cosas, mientras los objetos se mueven, los espectros actúan... ¿Por qué la casa está embrujada? No alcancé a verlo con claridad pero quizás sea parte del misterio. Sí, al final entendí el sentido de algunas cosas (de algunas solamente) pero no me convenció. "El origen del terror en Amityville" ofrece corrección en los rubros técnicos, poca sorpresa y actuaciones pobres y deslucidas. Nada que sea diferente de lo que habitualmente se está trayendo en distribución en el género. Excepto "It" y alguna cosa más (ahora viene "El muñeco de nieve" y le tengo fe), no ha habido demasiada suerte para los fans del terror este año.
Antes que nada, debo decir que detrás de la traducción del título en español se esconde una maniobra publicitaria que, si bien no miente, sí refleja su afán desesperado por convertirse en otro eslabón más de la franquicia Amityville, cuando en realidad solo convoca a la película de los setenta al final, con un plano de apenas cinco segundos. Lo que hace el director y guionista canadiense Sheldon Wilson en El origen del terror en Amityville, es recopilar todos los elementos posibles del género -desde la telequinesis hasta las puertas que se abren y se cierran solas, pasando por algún tipo de espíritu demoníaco y los infaltables adolescentes en pleno descubrimiento sexual-, y así como salen de la fotocopiadora, meterlos adentro de la típica casa embrujada en medio del bosque con sus respectivos tablones de madera que crujen y alteran los oídos. Jodelle Ferland interpreta a Angela, una joven huérfana de madre, que consigue trabajo en la famosa casa Briar como responsable de Adrian (Sunny Suljic), un niño mudo que acaba de mudarse a la casona con su madre soltera (Pascale Hutton) y quien no es más que una mezcla insípida del catatónico Danny Torrance de El Resplandor y el pequeño Damien de La Profecía. De un flashback potente que promete un suspenso psicológico mayor al que luego se ofrece, nos enteramos de la inexplicable desaparición de los antiguos propietarios, la cual nutre desde hace 17 años la superstición del pueblo más cercano. Una vez plantada la trama, Wilson no intentará jamás correrse del tutorial de las dark old house, y, salvo alguna que otra escena inicial, la previsibilidad a la hora de asustar al espectador cubrirá el largometraje, lo dejará quieto, girando sobre sí mismo, repitiendo unos pocos recursos en loop. Se contentará con minar la película con golpes de puertas en fuera de campo, objetos que se mueven solos, iconografía satánica, y ruidos abruptos e invasivos que aparecen desligados por completo de la imagen. Gracias a cierta imaginería visual, los primeros minutos parecen concentrar una ambición mainstream similar a la de El conjuro o Actividad Paranormal, sin embargo, una muerte en clave clase B desconcierta y refuta por un instante todo lo anterior. Este abanico de sub-géneros, al que se le une un tenue thriller psicológico, podría resultar interesante pero lo que hace en verdad es imposibilitar la manera de pararse ante el filme. Por un momento no se sabe si estamos ante un homenaje al terror dorado de los setenta y ochenta, eso sí: un homenaje extensivo y bastante democrático, ya que no debe ser para nada fácil meter tantas películas dentro de una sin que se filtre una idea propia. Por otros, parece que lo que estamos viendo es una sátira al género. Sino no se explica cómo puede haber personajes tan clichés, como la empleada negra de gestualidad exagerada o esos bad boys inocentes recortados cuidadosamente por el troquelado de una revista para chicos, a los que uno no imagina para nada que mueven droga, mucho menos que son capaces de disparar un arma. A diferencia de Alejandro Amenábar, quien sí supo darles una limpieza a las casas embrujadas con The Others, Wilson intenta lo mismo con su plot twist final, pero más que sorpresa, lo queda es un guion ahuecado e inconexo. El origen del terror en Amityville, se mete al género como un intruso indeciso a la hora de robar. No rompe nada, casi ni asusta, y así como entra, se va. Por Felix De Cunto @felix_decunto
VENDER GATO POR LIEBRE El origen del terror en Amityville es una decepción desde la venta de su premisa como precuela o parte de la saga de Amityville: este asunto sólo encuentra un cierto enganche al final, de mala forma y sin vergüenza a la bizarreada. Es decir, nada tiene que ver con la casa de Long Island. La cosa que aquí se cuenta a grandes rasgos es cómo una familia desapareció de su hogar sin dejar rastros. Ni siquiera sus cadáveres fueron encontrados. Con este mito maldito que engloba a la casa, ningún pueblerino era capaz de habitarla hasta que 17 años después la ocupan una madre viuda y forastera y su pequeño hijo con cierto grado de autismo. Y acá empiezan las risas porque la historia reúne todos los clichés posibles del terror. Por ejemplo, el niño introvertido y con cierta malicia en su rostro nos recuerda al famoso Damien de La profecía (1976). Claro que sin tanto carisma. Entre este reparto de malos y mayormente desconocidos actores, la única que sí destaca es la niñera de este pequeñín que tratará de protegerlo de las fuerzas del mal que habitan en aquella posada. Esta actriz, Jodelle Ferland (Silent Hill; Tideland), supo ser una cara infantil reconocida en el mundo del terror. Pero esto ni siquiera ayuda a salvar al bochorno de esta película. Y sin olvidar a su joven padre, el actor Lochlyn Munro (Una noche en el Roxbury; ¿Y dónde están las rubias?). La historia que nunca se toma en serio nada, tiene un principio esperanzador y algunos momentos de susto fácil que son efectivos. Pero luego comienza a dar tantas volteretas que resulta aburrida y decepcionante. Las malas escenas de gore terminan siendo pasajes de humor negro que recuerdan a las secuencias en velocidad de la mítica Evil Dead (1981). Sheldon Wilson, su director, quien tiene un prontuario en obras de terror, parece relegarse a un cine de muy bajo presupuesto y narraciones con importantes fallas. El origen del terror en Amityville que ya lleva dos años circulando por Internet, tiene un ritmo demasiado lento que hace dormir al mejor predispuesto. Y sólo es posible decir que esta producción -como muchas otras del género- sólo encuentra luz gracias a un grupo de ejecutivos que apuestan a malas y buenas calidades como si del casino se tratase y, claro, hacerse de algún dinerillo fácil. En este caso, nos referimos a los productores de sagas como Insidious o Actividad paranormal sumado a los de la Blumhouse. Son tipos que no discriminan y les da igual todo lo que les esté enfrente a sus narices y diga “terror”, como aquí sucede con la pésima que roza el telefilm. El origen del terror en Amityville, que incluye un grupo de matones paletos de pueblo, una relación adolescente homosexual y un drama familiar, es una coctelera sin rumbo fijo y prescindible. En este caso es más divertido sacarle pulgas al gato. Ya están advertidos.
Resulta un thriller entretenido, tiene de todo un poco: humor, tensión, visiones misteriosas, espíritus, y clichés previsibles, intenta general algún clima relacionado con el género, buenos climas, bien actuado y con un buen final, ideal para los seguidores de este tipo de tramas.
Esta realización de origen canadiense intenta romper con las convenciones clásicas del género, como la casa poseída por los espíritus, y para desarrollar esa idea, el director, Sheldon Wilson, incursiona en la temática del terror con la premisa de asustar y atacar a los habitantes de un caserón abandonado hace 17 años, por algo o alguien que no se ve. La concesión que se hace para este tipo de películas es similar a otras, como la mudanza de una familia que no pertenece a esa localidad y toma posesión de la propiedad arruinada por los años y la falta de mantenimiento. En este caso, llegan a la casa una madre, Jeanie (Pascale Hutton) y su hijo de 9 años, Adrián (Sunny Suljic), que hace 2 años que no habla, luego de la muerte de su padre, con el objetivo de estar alejados de la gran ciudad e intentar que el chico se recupere. Para que la ayude en la crianza y estimulación del chico la madre contrata a una niñera llamada Angela (Jodelle Ferland), quien vive con su padre desempleado, en tanto su progenitora murió en extrañas circunstancias. Hasta aquí, no hay nada novedoso, es un comienzo tradicional de la mayoría de estas películas, donde no pasa nada hasta que, con los nuevos habitantes, empiezan a notarse cosas fuera de lo normal. Lo novedoso, es que el mal no se corporiza, no es un monstruo, un ente, un zombi, una bruja, sino que es algo invisible que tiene mucha fuerza, emplea la violencia y el sadismo porque sí, sus actos no se justifican como en otras narraciones. Las acciones que ocurren en cada escena logran mantener la tensión esperable en estas situaciones, pero se vuelven previsibles y en algunas ocasiones insólitas e inexplicables. Sobre Angela recae el peso de llevar la historia porque es el centro de atención del resto del elenco que se vincula con ella de distintos modos. Aunque ella haga el mayor esfuerzo se nota que es una carga demasiado pesada, porque nadie la acompaña, ni siquiera el guión. Porque, por ejemplo, ante la situación complicada que vive la protagonista el realizador la resuelve despertándola de una pesadilla. La excusa de la aparición del mal, por el mal mismo, es muy burda y desilusiona. Es una burla a la imaginación del espectador, pues derriba de una manera elocuente los débiles pilares que sostienen a esta película al querer el realizador diferenciarse del resto, lo que da como resultado un producto totalmente olvidable.