De la mano de uno de los creadores de Mercano: El Marciano llega una bizarra comedia animada. ABSURDO Si bien Mercano el Marciano fue una creación de Juan Antin, fueron las sencillas ilustraciones de Ayar Blasco quienes le dieron vida. Fue este antecedente lo que me levantó una ceja de interés por esta película, pero la chispa que hizo que fuera a la privada con mucha expectativa fue por dos cosas que leí en el dossier de prensa que estaba adjuntado a la invitación: Primero, que entre su reparto de voces figure el legendario Dr. Tangalanga. Segundo, que el realizador haya dicho que si bien mantuvo el estilo de ilustración que tan buenos resultados le dio con Mercano el Marciano, se vio también influenciado por animaciones hilarantes y muy simples en su procedimiento tales como South Park, Beavis & Butthead y Alejo & Valentina (ya era hora de que alguien reconociera al grosso de Szykula). La película que nos compete es una comedia apocalíptica que se inscribe con seguridad dentro del terreno del absurdo. APOCALIPSIS BUENOS AIRES El argumento de la película es bastante sencillo: Después de una hecatombe generada por el poder político, Buenos Aires se vuelve un desierto apocalíptico digno de Mad Max. Los sobrevivientes que quedan surcan la tierra en busca de sobrevivientes. Con esta premisa se suceden una seguidilla de peripecias del más extremo humor bizarro con este objetivo en mente. Aunque la primera mitad pasa volando por las situaciones de comicidad, la película decae en su segunda mitad, pero como no es lo mismo que te falten 30 minutos para terminar a que te falten 60, se las arreglan para mantener una comicidad justa y necesaria. ESTA ES LA VOZ Las voces suman muchísimo a la cuestión y dotaron de una enorme credibilidad a una animación que si bien tuvo resultados probados con éxito, se necesita de buenos interpretes para olvidar que estamos viendo garabatos. Con esto aclarado, los trabajos de voz que se roban la película son sin lugar a dudas los del Dr. Tangalanga y Sofía Gala Castiglione. ACIERTOS A nivel técnico, es increíblemente aplaudible como lograron tanto con tan poco. Nos recuerda que el cielo que puede tener como limite la animación, en oposición a lo que puede costar reproducir lo mismo en live action. Blasco tiene un buen pulso narrativo y se nota que la pasó bien haciendo esta película; yo también al verla. Su pulso fue tan acertado que cuando cometió un pequeño error con la grabación de las voces de los personajes y que se nota en pantalla, encontró la manera de revertir este error a su favor y trajo como resultado no solo la risa más grande de la película, sino un sentido aplauso del público. Solo una persona de mucha pericia puede conseguir ese resultado. “Lo que es un error para una persona, es una obra de arte para otra” diría Robert Rodríguez. CONCLUSION Con medios prácticamente magros, Ayar Blasco crea un compendio más que disfrutable de situaciones humorísticas en un escenario peculiar. No es una obra maestra, pero me queda claro que si Blasco saca otra película, la voy a estar esperando.
A la vanguardia El sol (2010) es la nueva película de animación de Ayar Blasco (co-director de Mercano, el marciano, 2002) que tuvo su estreno en la 11° edición del BAFICI. Una realización tan independiente como singular y divertida, que tiene entre sus virtudes al Doctor Tangalanga, quien aporta su voz, formal e irrisoria a uno de los personajes, apoyando el registro crítico-paródico de la película. En un futuro apocalíptico y no muy lejano, la gente vive puteando al prójimo hasta el colapso mundial. Quedan unos pocos sobrevivientes en el planeta. La tierra “Poblar”, los “bonitos” que no son otra cosa que un grupo de caníbales y los ecologistas sanguinarios. Todos juntos dándole un marco de humor absurdo y situaciones tan críticas como desopilantes a la odisea de dos adolescentes, Once (Jorge Sesán ) y La Checo (Sofía Gala Castiglione), que exploran territorios bajo el sol, acompañados por las voces de Divina Gloria y Martín Piroyansky. Tras un arranque brutalmente divertido y prometedor, el ritmo del film decae un poco al volverse más oscuro y pesimista con la desaparición del personaje del Doctor Tangalanga, incluso promoviendo el desconcierto en ciertos trayectos del relato. Sin embargo, el gran acierto es que El sol nunca trata de parecerse o asociarse a ideas preestablecidas del cine de animación convencional, y busca un horizonte nuevo, propio y original, aunque sea más difícil de recorrer. El sol es una película indescriptible en cuanto a propuesta si pensamos en lo impredecible del relato. Con una crítica ácida y el humor absurdo que retoma ideas de Mercano, el marciano, Ayar Blasco constituye un film de animación desde los márgenes (ideológicos e industriales) para plantear un punto de vista completamente a la vanguardia del cine de animación contemporáneo.
El cine de animación nacional no se limita a Manuel García Ferré. También es posible encontrar autores menos orientados al público infantil, más preocupados por plasmar una visión adulta y pesimista de la vida. Uno de esos genios ocultos es Ayar Blasco. En los ’90, con Juan Antín, supo crear a Mercano, el Marciano, estrella de cortos emitidos en el canal Much Music, que tuvo su propia largometraje, estrenado en 2002. Más acá en el tiempo, ya como solista, creó Chimiboga, sitio que incluye sketchs protagonizados por personajes de lo más estrambóticos —inclusive versiones criollas y delirantes de ya existentes, como el Conejo Bugs Bony y el Ratón Disney—, craneó la serie animada de Plaga Zombie y dirigió el largometraje El Sol, que por fin es estrenado en la Argentina luego de su paso por numerosos festivales...
Apocalipsis animado "El Sol", la nueva película de animación argentina, comienza con hongos nucleares, y un desolado paisaje. Una breve explicación en off nos sitúa en este apocalipsis al que condujo la propia corrupción humana. Algunos sobrevivientes, y un reducto de civilización llamado POBLAR, aún manejado con los mismos parámetros que el mundo anterior, son los puntos iniciales de este film de uno de los creadores de "Mercano, el Marciano". Ayar Blasco es aquí guionista y director, y su impronta se ve claramente en el estilo de la obra que nos ocupa. El planteo inicial es inteligente, interesante, y divertido. Hay una gran cuota de crítica social, y mucho humor, no sólo en lo que se dice, sino en el uso indiscriminado de las malas palabras, que logran dar énfasis a las situaciones, y refuerzan la identidad de los personajes. Los protagonistas de la película son El Once y la Checo (en las voces de Jorge Sesán y Sofía Gala Castiglione, respectivamente), dos adolescentes que buscan algo mejor a lo que parece haber quedado (caníbales, papas radioactivas, mutantes, por ejemplo). Otras de las voces son interpretadas por el Dr. Tangalanga, Divina Gloria, y Martín Piroyanski. El problema del filme no es que por momentos lo que sucede sea disparatado, sino que el guión no es capaz de sostenerse de forma sólida y consistente hasta el final. A medida que avanzan los 65 minutos del relato, van quedando líneas narrativas inconclusas, no se entiende bien qué pasó con algunos personajes, y eso hace que el espectador vaya perdiendo el interés. Lo que empezó como una película divertida de animación para adultos se convierte en algo bizarro, con un final que decae, y no está a la altura de la propuesta del principio.
Se presenta como la última película de animación de la humanidad, porque la acción está situada después de un estallido nuclear en la tierra, y sólo sobreviven dos jóvenes marginales que se cruzan con mutantes papas radioactivas y otras divinuras. Ayar Blasco, el director, asegura que no tuvo opciones. Él dibuja así. Vale.
Nacional e incorrecta! En fiel contraposición con los últimos estrenos plagados de polémica y maniqueísmo en materia de animación autóctona llega a nuestras pantallas la nueva locura de Ayar Blasco: El Sol. Muy esperada por el público amante del género y seguidor de la impronta de aquel engendro que fue Mercano el marciano, ser que poblaba la pantalla de Much Music hace algunos años, ha llegado el momento que sus sucesores en materia estética y de identidad se instalen en las pantallas porteñas para dar nuevos aires apocalípticos al mundo de la animación argenta. El Sol, con una animación de trazos simples y mensaje contundente que hacen recordar a la estética y planteo de South Park o Alejo y Valentina, ha llegado para brindarnos una apuesta de identidad nacional e incorrección política pocas veces visto en nuestro país. Y si hablamos de nacional e incorrecto es justo y necesario (realmente es justo y necesario) que el doblaje de uno de sus personajes esté a cargo de uno de los mejores puteadores de estas pampas (compartiendo el podio con Federico Luppi): el doctor Tangalanga, quien aporta la cuota de argentinidad al palo que el film destila en su mensaje. Una nación post apocalíptica que se brinda bajo la mirada de dos jóvenes que la describen en las voces de Martin Piroyanski y Sofia Gala Castiglione, como así también Divina Gloria y Jorge Sesán, nos brinda una estructura narrativa original musicalizada a la perfección por Julio & Agosto (banda en ascenso que musicaliza las tardes de la radio metro en el programa Metro y medio). La propuesta de Ayar Blasco fue reconocida en numerosos festivales como los de Rotterdam, Torino, Varsovia y La Habana, donde su audaz opus fue muy bien recibido por el publico y la prensa. Con el apoyo del Incaa El Sol ha llegado para mostrarnos que existe un tipo de animación diferente que apuesta a la incorrección política y la sublimación del mensaje por sobre todas las cosas. Pensar diferente a la animación es la premisa de Ayar Blasco, quien logró plasmar parte de su mundo íntimo en estos 65 minutos que iluminan con desparpajo la pantalla.
Ayar Blasco regresa al cine con una propuesta pequeña en escala, pero grandiosa en ambición A una década de su decisiva participación en ese film ya mítico dentro de la animación argentina como fue Mercano, el marciano , Ayar Blasco regresa a la pantalla grande con una película todavía más artesanal, libre, arriesgada y provocativa que aquella en la que había trabajado con Juan Antín. Para quienes estén habituados a acompañar a hijos, nietos y sobrinos a ver películas infantiles a gran escala, hay que hacer una advertencia inmediata: aquí la animación es en flash (la más barata y sencilla que hay), el lenguaje es muchas veces vulgar (la cantidad de insultos por minuto debe ser récord en la historia del cine argentino, incluidas las filmografías completas de Federico Luppi y Héctor Alterio), las situaciones son por momentos extremas, y los climas, entre surrealistas y lisérgicos. Esa descripción de El sol no pretende ser peyorativa, pero esta historia de jóvenes en una Buenos Aires apocalíptica luego de una explosión atómica tiene muchos más puntos de contacto con la incorrección política y las apuestas siempre bizarras de South Park o de Beavis y Butthead que con el universo bello e inocente de los proyectos de Pixar, Disney o DreamWorks. Ayar Blasco hace de sus carencias técnicas y sus limitaciones presupuestarias una bandera, una postura artística, casi una declaración de principios. Aquí no se esconden los problemas, pero se potencian la libertad y la capacidad de sorpresa. En esos movimientos por momentos torpes de Once y La Checo, dos jóvenes marginales que sobreviven gracias a pequeños robos en un mundo en el que todo ha sido deformado por la radiación, en su lenguaje desbocado y en su falta de escrúpulos, el director encuentra, por qué no, ciertos pasajes de belleza y lirismo. Así, pequeña y delirante, caótica e imperfecta como es, El sol resulta una más que digna propuesta dentro de un género que, como la animación para adultos, tiene aún muy escaso desarrollo dentro del cine nacional.
Conocía el trabajo previo de Ayar Blanco (guionista, historietista y dibujante!) por haber visto "Mercano, el marciano", allá hace tiempo y a lo lejos (2001). Como intento de animación en nuestro país, y más allá de sus limitaciones técnicas, nos había gustado mucho. No hay mucha gente que se le anime a la aventura de lanzar un producto así aquí dentro del género y menos, a las salas comerciales. Es una auténtica aventura.·He aquí entonces un salto al vacío con nombre propio: "El sol". Una película interesante, sumamente despareja, pero potente, a la que hay que prestar atención y valorarla en su contexto. Luego de que una bomba atómica estalle en nuestro mundo conocido, Once (Jorge Sesán) y la Checo (Sofía Gala Castiglione), son jóvenes que intentan resistir a la hecatombe, como pueden. Las ciudades no existen más, hay un desierto enorme que se instala como escenario y algunos sobrevivientes se agrupan en distintas tribus para poder seguir adelante con sus vidas. Es el nuevo mundo, el que viene después de este. Blanco propone un vasto recorrido por varias subtramas que se van desprendiendo de la suerte de los protagonistas de la historia: habrá mutantes, sexo, lenguaje explícito, drogas, violencia desmedida, etc...de todo como en botica. La directora se luce al proponer un clima de fiesta para el arranque. El prólogo de la historia y los primeros 30 minutos son excelentes. Si bien cuesta acostumbrarse al registro que ofrece, lo cierto es que la manera en que caracteriza la situación es acertada: la sala se puebla de carcajadas como pocas veces. Claro, muchos de estos laureles se los llevan la participación especial (durante un importante segmento) del Dr. Tangalanga (para los que no lo conocen, un cómico que se especializa en llamados telefónicos incómodos) y la desfachtez de la Checo Gala Castiglione, quien sintetiza bastante el espíritu de la historia: está todo mal y se sobrevive como se puede, nada importa demasiado. Hay muchas voces conocidas (está Martín Piroyanski incluso!) y eso hace interesante también el juego. En este mundo cruel, hay una trama, que muta (demasiado, me atrevo a observar) con el correr de los minutos (se agregan personajes, salen otros, hay marchas y contramarchas, algunos tópicos dejan de ser relevantes en pocos minutos), pero se entiende a donde quiere ir Ayar Blanco. Si me parece que hay demasiado caos y algunas derivaciones de la historia central van debilitando el carácter del film (una vez que la vean, si quieren las charlamos en detalle). Eso si, el tono delirante se sostiene, pero la intensidad baja y la última parte de "El sol", no se condice con la fuerza de su inicio. Somos concientes del enorme esfuerzo de producción casi solitario de su directora para sacar adelante esta opera prima. Utilizó las herramientas disponibles a su alcance, y más allá de los altibajos que este recorrido trae, el saldo es positivo. Si quieren reirse un rato viendo algo original y con el sello argentino, prueben "El sol". Seguro que les suma.
Entretenido delirio animado para adultos Un largo de animación argentino no destinado al público infantil es algo realmente atípico, y Ayar Blasco, con este original «El sol», ya va por el segundo (el primero fue «Mercano el marciano» que realizó junto a Juan Antín). En su primer trabajo de larga duración en solitario, este animador más lunático que sus propias creaciones luce totalmente desencadenado, lo que redunda en una larga serie de escenas alucinantes revestidas del humor negrísimo, totalmente absurdo y por momentos realmente eficaz y divertido que viene caracterizando sus cartoons desde la ya lejana época de la serie «El niño malcriado». En todo caso, este Ayar Blasco libre de todo tipo de ataduras logra algo tan raro como un largometraje animado «sólo apto para mayores de 16 años», de corte apocalíptico, pero con humor y personalidad criollos de pura cepa. Basta decir que en un momento culminante aparece la escoba hechizada de la secuencia «El aprendiz de brujo» del clásico de Disney «Fantasía» bailándose un regio malambo. Ahora, si bien «El sol» da lugar a delirios de todo tipo, especialmente hacia el desenlace, lo cierto es que tiene un argumento bien definido, que empieza con los primeros síntomas del fin del mundo, al menos desde el punto de vista argentino. Algo así como que la gente empieza a tener tan mala onda que hasta los payasos insultan a los niños que deben entretener, algo temible cuando el Piñón Fijo de turno está doblado por el Dr Tangalanga, que se hace cargo de varios personajes, y mandó a decir formalmente a través de su representante que sólo aceptaba participar de la película si lo dejaban decir malas palabras. El caso es que en ese mundo postholocausto nuclear, unos exploradores buscan más vida humana o similar y se encuentran con un lugar llamado Poblar, donde políticos corruptos se esfuerzan por la reproducción humana, acosados por una tribu de caníbales, «Los Bontos» y unos extraños mutantes que realizan espectáculos teatrales (escena donde el director aprovecha para infiltrar personajes famosos del comic nacional). También hay una historia fabulosa sobre la evolución de las papas (es decir el tubérculo con el que se suele hacer puré) en ese mundo deforme, y este detalle sólo bastaría para justificar la visión de esta película extraña, muy breve y muy divertida. Pero aparte están los antológicos rosarios de juramentos de Tangalanga, una muy buena actuación vocal de Sofía Gala -tambien está, más brevemente, la voz de Divina Gloria- y los paisajes formidables del apocalipsis según Ayar Blasco. Eso sí, el final hiperpsicodélico merece más explicaciones que el de «2001, odisea del espacio», y está destinado, sin dudas, al más serio cine debate.
Tras haber recorrido festivales nacionales y del exterior en los últimos dos años, finalmente El Sol de Ayar Blasco tiene su estreno en los cines argentinos. Lo hace a tan solo semanas del cuestionado lanzamiento de Soledad y Larguirucho, otra producción animada hecha en el país, y en ese sentido se presenta como su antítesis. Animación con Adobe Flash de bajo presupuesto, compensa las limitaciones técnicas con originalidad y libertad creativa, ejemplo concreto de un cine hecho puertas adentro con más ideas que plata. Con una influencia clara de Mercano, el Marciano, de la que el director fue dibujante, se trata de un relato post-apocalíptico y marginal, en el que dos jóvenes buscan su lugar en un mundo en ruinas. La adicción a las drogas y la violencia son tópicos que perduran aún frente a una tierra devastada, en la que el Sol quema como nunca y la muerte tiene diferentes formas. Con un lenguaje agresivo repleto de insultos, se conduce una historia cargada de humor, en la que la línea que separa al héroe del villano es más bien tenue, y la corrupción cala profundo en la naturaleza de los hombres, aún liberados de la excusa de los políticos. Si bien por momentos abusa del vocabulario soez, a tal punto que la escalada de malas palabras se convierte en un recurso repetido, la película transita una muy lograda primera parte, en la que se desarrolla la historia de Once y La Checo, como dos versiones argentinas de los personajes de South Park, y se delimitan los principales puntos a tener en cuenta en este deformado paisaje. Llamará la atención entonces el descontrol que se desprenda de este rico planteo, con secuencias inconexas que parecen tender a cubrir tiempo de pantalla, detalle que no se puede pasar por alto cuando tiene una duración de escasos 65 minutos. El corto derrotero hasta el final será en la forma de una suerte de viaje onírico complicado de seguir, bien musicalizado pero con las mismas dificultades de sonido presentes en toda la producción. El Sol es un proyecto personal y ambicioso que, aún con sus fallas, se constituye en un raro exponente, y en ese sentido valioso, de la ciencia ficción y la animación nacional dirigida a un público adulto, a la cual le ha costado trascender la frontera de la Internet.
El apocalipsis fuera de norma Ayar Blasco, director con Juan Antín de Mercano, el marciano , debuta como realizador solista con El sol , otro filme animado. Su punto más fuerte es la irreverencia: el desacato a normas cinematográficas e incluso sociales. Lo más débil: la dispersión de su trama. Pero claro: no le pidamos orden a alguien que decide crear, justamente, al margen de reglas y obediencias. Con pocos medios y mucho lirismo. En resumen: el que vaya a ver El sol no deberá esperar una película perfecta, ni siquiera redonda: sí rabiosamente imaginativa, libre, de a ratos graciosa, de a ratos oscura. Que sea de animación y sólo apta para mayores de 16 años dice bastante. La historia, postapocalíptica, transcurre en una Buenos Aires brutal y desolada, en cuyos alrededores se mueven distintas tribus urbanas (y suburbanas) que sobrevivieron. Su lenguaje, central para darle el tono a la película, se basa en el insulto. O en los distintos modos de insultar, según las distintas franjas sociales y etarias. Para esto, el fime cuenta con el campeón mundial de la puteada: el Dr. Tangalanga, también conocido como Tarufetti, aquel viejo y compulsivo maestro de la broma telefónica. También se lucen, oralmente, Sofía Gala Castiglione, Jorge Sesán, Martín Piroyansky, Divina Gloria, entre otros. Con una animación tan ingeniosa como sencilla (hecha en flash 2D, la más económica), El sol nos sumerge en el caos, la ferocidad, la incorrección política, el descontrol y la decadencia. La estética y el estilo ácido nos hacen pensar en series como Beavis and Butthead o South Park . Se destaca, entre humanos corruptos, mutantes, caníbales y temibles pandillas ecologistas, una fabulosa subtrama en torno de la evolución de las papas. Delirio, marginalidad, anarquía y, por qué no, bastante poesía.
El mundo ya no es lo que era En la búsqueda de un humor desaforado y anárquico, la película del director de animación de Mercano el Marciano pierde coherencia interna. Los personajes protagónicos viven una serie de situaciones disparatadas después de un ataque nuclear. Los cortos de animación vernáculos conforman un fenómeno que se cocina a fuego lento pero constante desde hace varios años. Basta ver la lista de los films más premiados y reconocidos de los últimos años (El empleo, la precandidata al Oscar Luminaris, Teclópolis, entre otros) y se verá que gran parte de ellos nacieron de la conjunción de un lápiz y un papel o de una computadora puesta al servicio del ingenio artístico. Pero del corto al largo hay –valga la redundancia– un largo trecho: el humor cortito y al pie, desaforado y anárquico es funcional a una historia a desarrollarse en un puñado de minutos, pero corre el riesgo de desinflarse si se lo utiliza a mansalva durante poco más de una hora, mientras que una historia de largo aliento requiere una coherencia no necesariamente extemporánea, pero sí interna, generada a través de la armonización de las acciones del universo planteado. Dos cuestiones que El sol, primer largometraje de Ayar Blasco, reconocido por la dirección de animación de Mercano el Marciano y los cortos del portal Chimiboga.com, no logra resolver. El mundo ya no es lo que era. Esto, dicho no en el sentido metafórico, sino en el literal: todo cambió después de un ataque nuclear que obligó a los sobrevivientes a reconfigurarse en pequeñas poblaciones. Una de ellas, “la última reserva humana y democrática”, es la de Poblar. Comandada por un político argentino con la voz del Doctor Tangalanga –situación que dará pie al mejor chiste de la película–, se trata de un crisol de personajes a los que se sumarán dos rastreadores de una comunidad vecina. De allí en adelante, el dúo vivirá una serie de situaciones disparatadas, marcando así el primer problema de El sol. Problema que no pasa por la falta de verosimilitud –recurso generalmente eficaz en la animación, al fin y al cabo punto máximo de la plasticidad de lo imposible–, sino por la incapacidad de generar un universo sólido capaz de justificarla. Como si la trama fuera un mero vehículo para la sucesión episódica de situaciones inconexas y no al revés. Esa arbitrariedad narrativa se amplifica por una suerte de referencialidad endogámica constante. Blasco comparó la simpleza estética de su animación con la de South Park o Beavis and Butthead. Comparación por demás válida, si se tiene en cuenta que las tres hacen menos eje en la belleza visual de los trazos que en lo que hay detrás. El segundo problema de El sol es justamente ése, lo que hay detrás. O más precisamente lo que no. Si aquellas series –y también Mercano el Marciano– crean un retrato –y un relato– irónico a partir de tomar los usos y costumbres de la sociedad circundante y los exprime hasta que duelan (“Over Logging”, el mejor capítulo de South Park, es paradigmático en ese sentido), El sol empieza en una línea similar, ilustrada sobre todo en el personaje del político, para luego encerrarse progresivamente en referencias propias y autosuficientes, construyendo así una espiral cuya culminación es el propio universo de Blasco. Allí está la inclusión con fórceps del Ratón Disney, una de las estrellas de Chimiboga, mero guiño cómplice a aquellos conocedores de los cortos antes que un llamado de atención para potenciales seguidores.
Entre el caos y la violencia Esta pareciera ser la historia de dos jóvenes: Once y la Checu. Y digo pareciera porque todas son aproximaciones, miradas hacia un singular largometraje animado, que ubica a los personajes veinte años después de una guerra nuclear. El caso es que todo quedó bastante parecido a lo que nos rodea, donde con un lenguaje más cercano a la cloaca que al dúplex, se habla mal de todo, desde las clases altas, a los piqueteros y en la que ni se salvan las computadoras, que son destruidas con entusiasmo, haciendo desaparecer la imagen del sol que pretende salir a pesar de todo. LOS MUTANTES Como decíamos, sobreviven los adolescentes que se desplazan por el desierto con la consigna "donde hay internet hay gente". Se encuentran con algo así como monstruos, con caníbales a los que llaman "bonitos" y hasta gente de un Sindicato Nacional de Argentinos Mutantes. Para completar aparecen los de Greenpeace, tan violentos como los demás. Después vendrán las figuras pseudo-religiosas tras las que se van los chicos, la ruta como constante hacia lo imprevisible y la final aparición de algo así como un Espantajo símil Michael Jackson, guía espiritual temporario. Y el sol "que siempre está". Más que comprender quizás uno tenga que prepararse para "sentir" esta película de Ayar Blasco y lo que se siente frente a este "Sol", es una sensación ambigua de frescura, juventud y desconcierto, un golpe de libertad y a la vez de caos, violencia y por sobre todo un humor ácido y escéptico. "El sol" tiene ritmo. Son atractivos los dibujos, las voces de los personajes están bien manejadas por los actores-locutores y es bueno el nivel de sonido. En cuanto al lenguaje es una jerga adolescente dura y reiterativa.
Supongamos que usted se encuentra con un amigo. Un buen amigo, o sea alguien de sus afectos. Éste le cuenta que está en una situación terrible (o inmejorable, para el caso es lo mismo). Seguramente usted se interesará por saber cómo llegó a esa situación, cómo la está llevando y, probablemente, cómo seguirá adelante. Son preguntas que nos salen en forma natural, espontánea. Bien. En el cine pasa lo mismo. Si alguien registra imágenes será natural querer encontrarles un sentido, algo que nos lleve a construir el universo que se nos propone para poder creer en el y luego dejarnos llevar. La película El sol tiene poco de esto. Propone un lugar post apocalípsis, guerra nuclear o devastación. Narración mediante, a cargo del Dr Tangalanga, entendemos que todo se fue al tacho y parece que Buenos Aires está desierta. En ese contexto Once (voz de Jorge Sesán) y Checo (voz de Sofía Gala), dos jóvenes sobrevivientes, andan por el mundo sin rumbo, puteando mucho y hablando con impronta callejera. Están recorriendo caminos mientras se van encontrando con diversos personajes. Algunos dificultan un poco la cosa, otros pasan por allí y salen algunos chistes. Sólo en esto y en una supuesta incorrección política se apoyan los realizadores Ayar Blasco y Martín Castro para salir al ruedo con una película animada en Flash 2D, la técnica más básica que existe Lo cual no tendría nada de malo si el guión estuviera mejor escrito. Muchos de los gags y situaciones están como fuera de timing, la música se torna por momento muy densa, poco acorde, y el trabajo de post producción es bastante flojo, comenzando por la mezcla de sonido que por su deficiencia hace disociar la actuación de voces de las imágenes. Supongamos que soy yo y que “El sol” tiene un tipo de humor poco convencional, entonces probablemente los fanáticos de series como South Park (1999) puedan disfrutarla.
Llega la nueva película de animación de Ayar Blasco (co-director de Mercano, el marciano, 2002) que se estrenó en la 11° edición del BAFICI. Todo se complica después de estallar la bomba atómica en el mundo, todo se torna Apocalíptico, ya no existe nada, algo muy parecido a lo que sucedía en el film “La carretera” donde veíamos una ciudad destruida y desolada, en un mundo devastado, se encontraban dos personajes que buscaban sobrevivir eran un padre y su hijo, quienes viajan hacia el mar y se enfrentaban a todo tipo de obstáculos (con algunas diferencias). Aquí nos encontramos con dos jóvenes: Once (Jorge Sesán) y La Checo (Sofía Gala Castiglione), que solo buscan sobrevivir, no son novios, pero hay entre ellos cierto nerviosismo, él es un poco miedoso y no se anima a decirle sus sentimientos. Entre estos encuentros y desencuentros ellos se van topando con numerosos sobrevivientes y muy diferentes entre sí, delincuentes y saqueadores, están los del Sindicato Nacional de Argentinos Mutantes, gente del Greenpeace, (critica a distintas épocas de la política), existe un líder dictatorial (Dr. Tangalanga), comunidades, distintas tribus, una pandilla de caníbales, mutantes, enanos gloriosos, entre otros seres, sexo, drogas, violencia, es un mundo caótico, muy negro y crucial, algunos análisis: “Donde hay agua hay animales”; “Donde hay Internet, hay gente”; “Chau chauuu”; entre otras. Referencias a otros films y todo desarrollándose en un mundo donde nadie quisiera vivir. Para reflexionar. El film va transitando por varias situaciones absurdas con humor ácido, bizarro y un poco desopilante, un exceso de malas palabras, tiene problemas de guión porque en determinado momento no sabemos qué sucede con algunos personajes, y quedan varias situaciones inconclusas. Cerca del final comienza a decaer y se pierde el interés. Además están las voces de: Divina Gloria (Natacha); Luciana Condito (Morocha); Martín Piroyansky; entre otras, y la música de fondo de Julio & Agosto, la banda.
Publicada en la edición impresa de la revista.
Largo animado argentino ilumina la cartelera porteña.El Apocalipsis en Buenos Aires Se supone que el Apocalipsis en ante todo una revelación, que se refiere a realidades misteriosas; luego existe una profecía -pues estas realidades son por venir-y por último una especie de visión cuyas escenas se encuentran cifradas. Es decir, no tienen valor por sí mismas, sino que el valor simbólico que estas contienen sale a la luz, cuando son interpretadas. ¿Que es lo que ha querido hacer el guionista de Mercano el marciano, 2009, en este su primer largo de animación- en flash- que le ha llevado cas 5 años de trabajo? En principio, parece, un poco por intención explícita y otro por cómo se da el trabajo sobre la marcha en un tiempo considerable de ejecución, que hay en este film una resistencia a los encasillamientos, acompañada de una visión apocalíptica no sólo del mundo, sino del modo de relacionarse y comunicarse de un grupo de personas, en su mayoría jóvenes, que intentan escapar todo el tiempo de una cada vez más caótica realidad, para pasar a otra peor. Poblar y repoblar son nombres y acciones que poco a poco se agotan en esta especie de road movie, que no es ni cine bizarro, ni comedia, ni thriller ni tampoco un drama. Una de las características más relevantes es el uso del registro coloquial bien escatológico, aquella jerga, que suele ser habitual en el habla cotidiana, pero que en este caso es una marca, del mismo modo que lo es el sonido, el cual se destaca. El lenguaje le aporta espontaneidad y realismo, una elección es todo caso extrema para hablar del extremo que presupone reflexionar sobre lo apocalíptico, desde sencillos personajes animados. Una propuesta singular, que hace espejo en el lenguaje, con una estética que puede reconocerse en su anterior trabajo, que intuyo puede llegar al espectador joven, -aunque el film tiene una prohibición para menores de 16 años-. Lo cual no significa, que este sea el targets particular del mismo, sí una importante. Por lo que El sol deviene en revelación, no precisamente por su carácter apocalíptico, tampoco hay una profecía, sí es probable que el espectador pueda reconocerse a través del lenguaje, al menos en parte, y que a partir de eso logre interpretar el valor simbólico de ese sol que asoma antes del cierre, que además es el nombre del film, y que en la mejor de las percepciones pueda finalmente aportar un poco de luz a tanto caos.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
El futuro ya llegó Presentada como la última película de animación de la Humanidad, la hilarante propuesta de El Sol de Ayar Blasco, muestra en flash 2D como sería el mundo (y sus inefables consecuencias) luego de un desastre atómico. El económico y sencillo recurso gráfico con el cual el director resolvió las situaciones deja ver a dos jóvenes marginales (Once y La Checo) que se las rebuscan en el sórdido mundo de la delincuencia y el saqueo. Los limitados movimientos de los protagonistas recuerdan a Southpark, Beavis and Butthead o Alejo y Valentina junto al vulgar y lisérgico lenguaje que destilan. Las voces son un punto crucial del film: Blasco eligió a Sofía Gala Castiglione, Divina Gloria, Jorge Sesán, Martín Piroyanski y, una perla inédita cinematográfica, el Dr. Tangalanga, el zar de las bromas telefónicas de los ´80. “No entiendo cómo es que lo han dejado pasar en el cine de comedia”, confiesa el joven director creador de la lograda Mercano, el Marciano. Con un argumento simple, pero con una cruda visión sobre una civilización deformada por costumbres egoístas (pesimismo, mala onda, desinterés por todo y todos) Blasco no pierde el hilo conductor de violencia y comicidad en el guión del cual se rescata cierta melancolía heroíca. Y todo dentro de un postmundo donde las máquinas anestesarion a la Humanidad, por cierto, algo no muy lejos de la realidad.