Canónica en forma y estilo, Exorcismo en el Vaticano retoma la fórmula de film clásico El Exorcista (The Exorcist, 1973) y la actualiza poniendo en primer plano a la institución y al diablo en la batalla milenaria del bien contra el mal. Una chica normal llamada Angela (no podía llamarse Kathy) comienza a sufrir efectos devastadores en su cuerpo, cuando las personas que la rodean son violentados misteriosamente se la examina con la sospecha que esté poseída. El curita Lozano (un demasiado despreocupado Peña) conduce la “investigación” a medida que Angela revela su verdadero ser. Mediante los tapes del título del film en inglés (no hay un exorcismo en el Vaticano como promete el título local) un sacerdote viaja desde Roma (en primera asumimos) a encargarse personalmente del asunto. Neveldine (Crank, Ghost Rider: with a vengance) dirige con su acostumbra pericia y falta de estilo, una película que hacia el final deja a El Exorcista para tomar a La Profecía (The Omen, 1976) como fuente donde abrevar. Ser correcta es a la vez su mayor virtud y defecto.
El Papa Francisco lo dijo, así empieza la película de “terror”… Vendrá el anticristo, caminará entre nosotros. Simulará ser Jesús. Una película con todos los clichés, graciosa por momentos. El film nos aclara que Ángela (que buen nombre eligieron) es hija de una prostituta, y a lo largo de la historia se citan y recuerdan todos los pecados que tienen los humanos… y que uno puede ser poseído. Muy buena actuación, correcta de Kathleen E. Robertson. Suma puntos por el final, un final distinto. Y tal vez… ¿con secuela?
Perdónalos porque no saben lo que hacen Se considera de mala educación traer a colación a El exorcista (The Exorcist, 1973) cuando hay que criticar a una película que trata sobre exorcismo. Es como enojarse con una película romántica por no ser Casablanca (1942). Y si algo nos ha enseñado El exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005) es que no hace falta plagiar a El exorcista para contar una buena historia sobre exorcismo. Pero muy de vez en cuando se transgrede más allá del “hurto sensible” que recomienda Martin Scorsese y directamente se convierte en una falsificación. Es el caso de Exorcismo en el Vaticano (The Vatican Tapes, 2015). Una posible crítica, breve pero no por ello menos exhaustiva, podría ser: “Es una burda imitación de El exorcista”. Cuenta la historia de una chica que comienza a actuar raro, padece todo tipo de siniestros e infortunios, entra y sale de hospitales mientras los médicos se frustran intentando entender qué le pasa, y finalmente concluye con un ritual de exorcismo conducido por dos curas, uno de los cuales es viejo y sueco y tiene un rollo personal con el demonio. Donde no se ha plagiado a El exorcista, se ha rellenado con extractos de La profecía (The Omen, 1976). Los animalitos violentos, los suicidios espontáneos y la cháchara sobre el Anticristo son prueba de ello. La película no tiene nada nuevo para decir sobre el tema, y el tema es tratado de la forma más mundana posible. No da miedo porque no engaña al espectador por un solo segundo. Films como La noche del demonio: Capítulo 3 (Insidious: Chapter 3, 2015) se esmeran en utilizar el encuadre y el montaje para tender trampas y causar sustos. Exorcismo en el Vaticano no piensa nada dos veces: carga de frente y todo se ve venir de bien lejos. El director es Mark Neveldine. Hizo Crank (2006), en la que Jason Statham tiene que producir adrenalina periódicamente para contrarrestar los efectos de un veneno letal, y Crank – Alto Voltaje (Crank: High Voltage, 2009), en la que Statham tiene que electrocutarse periódicamente para mantener latiendo su corazón artificial. También hizo Ghost Rider: Espíritu de Venganza (Ghost Rider: Spirit of Vengeance, 2011), en la que la cabeza de Nicolas Cage se prende fuego. Ése es el nivel de sutileza para el que Neveldine está adecuado: Nicolas Cage prendido fuego. No para el terror psicológico. La película está hecha con los recursos de un director de acción. Se nota. Hay cualquier cantidad de movimientos de cámara que no sirven ningún propósito excepto saciar una compulsión de adrenalina que se siente totalmente fuera de lugar. Todo ha sido filmado con una intensidad tan grosera – el movimiento frenético de la cámara, la lente angular que deforma la imagen, los primeros planos cerradísimos sobre los poros faciales de los actores – que no hay chance de dejarse llevar por el temor. Es una película de acción con gritos en lugar de disparos. Ya de por sí la historia no es muy inteligente, pero hay una diferencia entre ser idiota y tratar al público de idiota. Esta es una película en la que, cada vez que la cámara corta al Vaticano, hay un subtítulo que indica “El Vaticano”, por si alguien olvidó el título. El insulto más gracioso es una escena en que la chica poseída intenta ahogar un bebé en una tina de hospital. No es suficiente con ver a la chica sumergiendo al bebé en el agua, la cámara nos tiene que mostrar el cartelito que dice “Peligro de ahogarse”. Por si a alguien le quedaba la duda. Y así sería muy fácil (pero nunca insincero) continuar lacerando a esta pobre cosa con forma de película, y discriminar entre los actores que sobreactúan y los que han sido mal puestos, y cuestionar la lógica de los personajes que les tocan interpretar, en una historia que no obedece ninguna lógica. Lo cierto es que no basta con decir “Es una burda imitación de El exorcista”, porque eso implicaría cierta ambición.
¡Líbranos del Mal! Las posesiones demoníacas son nuevamente el eje de este film de terror que repite fórmulas a excepción de su atípico desenlace. El Papa Francisco aparece en una imágen documental. "Vendrá el Anticristo y caminará entre nosotros" anuncia esta película de terror dirigida por Mark Neveldine -responsable, entre otras, de Crank- que trae nuevamente el siempre rentable tema de las posesiones demoníacas, como lo hicieran décadas atrás las recordadas El Exorcista y La profecía. La eterna lucha entre el Bien y el Mal promete que la maldad vendrá disfrazada de Jesús en este caso que involucra y llama la atención del Vaticano -hasta se puede ver la imágen del Papa Francisco en un documental- cuando las fuerzas demoníacas atacan a Angela Holmes -Olivia Taylor Dudley , de Terror en Chernobyl-, una joven de 27 años que accidentalmente se corta su dedo y acaba en un hospital atendida por la Dra. Richards -Kathleen Robertson-. La historia incluye al heroico Padre Lozano -el siempre convincente Michael Peña-, enviado desde Roma para librar una batalla feroz contra algo más que el alma de Angela luego de examinar detenidamente los tapes a los que hace referencia el título original. Por la trama también desfilan otro sacerdote que advierte el peligro, jugado por Djimon Hounsou, y un detective -Michael Paré, el de Calles de Fuego-. Esta novedad llega de la mano de los mismos creadores de El exorcismo de Emily Rose, que sin intenciones de renovar el género tenía más clima y secuencias inquietantes. Si la tensión se sostiene en algunos momentos es gracias a la protagonista que logra contorsionarse cuando deja escapar la verdadera voz del Diablo o vomtia huevos negros. Y lo que sí se ofrece es un final atípico para este tipo de producciones, entre agua bendita y llamaradas que vienen del infierno. ¡Líbranos del Mal!.
Ni exorcizada ni en el Vaticano Para un género que hace rato vio pasar su cuarto de hora, llega la película que nadie pidió y pocos verán: Exorcismo en el Vaticano -The Vatican Tapes-. Lejos está del film madre de los exorcismos El Exorcista -1973-, y de lo que puede ser el último gran largometraje demoníaco, El Conjuro -The Conjuring - 2013-. De maneras muy trilladas –hasta el nombre de la chica principal es Angela- y con una construcción de personajes próxima a cero, se descubre que esta joven -Olivia Taylor Dudley-, tras una mordida de un aleatorio cuervo -muy original el ataque animal…-, comienza un derrotero con pérdidas de conocimiento y actos involuntarios, entre otras cosas. No sólo la historia es rápida y sacada de un molde pre hecho, sino que además se da el lujo de caer en los pecados más banales del ser humano, como destacar que su padre soltero la concibió junto con una prostituta, en señal de acto demoníaco, claro está. Tras minutos de tensión, su padre y novio deciden llevarla al hospital para que le revisen dicha herida y, debido a la actitud errática, la rubia termina en un psiquiátrico para más observaciones. Varias de estas escenas, lejos del terror, logran buenas risas entre espectadores. Y como no podía faltar, la fórmula tan utilizada de “el religioso habla incoherencias y no le creemos, pero el espectador ya sabe que tiene razón” es otra vez explotada en estos 91 minutos de redundancias. Tal vez lo único redimible de este film sea Michael Peña, co estrella en la última de Marvel: Ant-Man -2015-, un cura que por esas casualidades de los lugares comunes conoce a la chica en cuestión y se sensibiliza ante su caso y lo toma de manera casi personal. Dentro de lo chato del personaje y baja calidad de diálogos, el estadounidense, hijo de mexicanos, se destaca y muestra, una vez más -como en Ant-Man-, cuán querible puede ser en la pantalla grande. Sacando de lado lo mala que es la traducción del título original: The Vatican Tapes -Los videos del Vaticano- por Exorcismo en el Vaticano, la película comienza precisamente con un video de la Santa Sede donde muestra al Papa Francisco diciendo “Vendrá el anticristo, caminará entre nosotros. Simulará ser Jesús.”, además de ser un maduro spoiler propio, poca credibilidad gana en Argentina, donde vemos un Papa que habla mucho más sobre temas de urgencias políticas y sociales que espirituales. Además que de poco sirven las grabaciones que contiene el Vaticano y, por lo menos en la versión subtitulada, la parte de exorcismo también brilla por su ausencia. Como ya repasamos, van 42 años de historia de estas películas, donde además de las ya nombradas, se le suma El Exorcismo de Emily Rose -2005- y El Exorcista: El Comienzo -2004- a la lista de aprobadas. Tal vez sea hora de seguir adelante y dejarlo descansar un poco a Lucifer -aunque sea unas décadas, hasta que los reboots hollywoodenses revivan el género-, para dejar lugar a películas de terror psicológico como por ejemplo Oculus -2013-, que ante su siniestra ambigüedad, el espectador sale con el cerebro lleno de preguntas.
Mark Neveldine debería reunirse con su socio Alan Taylor y volver al cine de acción que es el género que mejor domina, ya que su primer trabajo solista como realizador no termina de convencer. En el 2006 este equipo de realizadores fue responsable de Crank, un delirio absoluto con Jason Statham que cosechó sus seguidores en el mundo del cine. Desde entonce Neveldine se dedicó a explorar otros géneros con propuestas olvidables como Ghost Rider 2. Exorcismo en el Vaticano presenta un thriller con elementos sobrenaturales que trabaja dos de las temáticas más tediosas que brindó la cartelera en el último tiempo. Me refiero a las posesiones satánicas y el maldito subgénero de la cintas de video perdidas. En consecuencia, la película es un gran Déjà vu de otras producciones que se conocieron en los últimos años. Todo el argumento es extremadamente previsible y el director Neveldine no logra brindar ningún elemento interesante para hacer más llevadero el gran desgaste de esta temática. Esa es la gran debilidad que tiene esta propuesta. Una lástima porque contó con un reparto conformado por muy buenos actores, como Michael Peña, Djimoun Hinsou y Dougray Scott, quienes lograron salir bien parados de este proyecto debido a su talento y profesionalismo. Al margen de esta cuestión la película es bastante aburrida debido a que se limita a refritar las fórmulas que suelen tener los relatos de posesiones demoníacas. Salvo que que no te hayas hartado todavía de ver este tipo de historias no hay nada interesante por descubrir en Exorcismo en el Vaticano.
La de terror de la semana. No hay sorpresa: chica poseída, con algunas novedades en las maldades de su demonio, cura del vaticano que lucha contra el mal, ayudado por un sacerdote local y una vuelta de tuerca irónica final. No innova pero entretiene a los fanas del miedito.
Golpe de efecto sin contenido Es increíble que a esta altura la industria del cine parezca seguir como obligada por obediencia debida una regla tácita según la cual todos los años deben hacerse dos o tres películas de exorcismos. Y por lo visto todas se estrenan en la Argentina: hace unos meses pasó Donde se esconde el diablo y ahora le toca a Exorcismo en el Vaticano, de Mark Neveldine. No es que la regla no se aplique a otros subgéneros del cine de terror, pero este caso es insostenible, porque da la impresión de que no hay nadie capaz de encontrar para el tema un recorrido novedoso. Al contrario de lo que pasa con los zombis, que inspiran a muchos directores y siempre están dispuestos a apropiarse de nuevas metáforas y sentidos, las películas de exorcismos suelen ser planas y vacías, con un desbalance notorio entre golpes de efecto (siempre abundantes) y contenido (por lo general escaso). Para seguir con el paralelismo, también llama la atención que ambos arquetipos contradigan en esencia sus rasgos más característicos porque, en contra de las lecturas que pueden hacerse de sus películas, los posesos suelen ser verborrágicos, expansivos, plurales y hablar muchas lenguas. En cambio las de zombis resultan simbólica y narrativamente más ricas, desmintiendo la abulia inexpresiva de sus alienados personajes. Puede que el asunto tenga una explicación simple. Mientras que los films de exorcismo son fábulas religiosas, sobre todo católicas, y por lo tanto sumamente rígidas, puritanas y conservadoras, los zombis son laicos, hecho que quizá permita entender por qué sus películas son menos dogmáticas y capaces de mayor expresividad.Como casi todas las películas de exorcismo y algunas de posesión (que aunque puedan parecerse y compartan varios elementos no son lo mismo), Exorcismo en el Vaticano respeta a rajatabla la especificidad de los roles. Así, es una mujer a la que vuelve a colocarse en el lugar de amanuense demoníaco al que debe redimirse y salvarse, no sin antes hacerla atravesar por al consabido ritual de sometimiento físico, delegando en las figuras masculinas el lugar de salvadores y custodios de la ley y la virtud femenina. ¿Puede haber algo más conservador? Claro: que la posesión se justifique en el hecho de que la protagonista es la hija abandonada de una prostituta. Pero además el film de Neveldine (¡qué lejos quedó su promisorio debut con Crank: Veneno en la sangre, original relato de acción con Jason Statham!) incurre en una serie inconsistencias estructurales que le impiden ser convincente a la hora de ir más allá de lo general. Y para colmo desbarranca en momentos de involuntaria hilaridad, sobre todo dentro del desarrollo del propio exorcismo (un clímax fallido), momento en que a la pobre posesa sólo le falta empezar a sacar de la boca una tira de pañuelitos de colores anudados, como si ser mago de pelotero y tener el diablo adentro fueran más o menos la misma cosa.
Si bien al igual que casi todas las cintas del subgénero de posesiones, esta también remite al clásico de todos los tiempos: EL EXORCISTA, actualiza la puesta involucrando un su argumento, las documentaciones fílmicas que la Santa Sede hace de los casos de exorcismos y también las intrigas palaciegas de la Iglesia Católica (aunque ha decir verdad el filme no se desarrolla en San Pedro y la palabra Vaticano en el titulo funciona mas como un gancho que como una realidad del argumento) Sin ser una maravilla del genero atraerá a aquellos espectadores en busca del susto fácil. Para los iniciados y amantes del horror, apenas resultara un pequeño eslabón en la historia de las posesiones fílmicas.
El demonio en Gran hermano Terror y creencias religiosas. Nada nuevo. Exagerando, magnificando su impronta y efectos, el cine ha mostrado la lucha entre santos y demonios de manera dispar, dando lugar a un subgénero, de exorcismos. Y Exorcismo en el Vaticano, qué más, es fiel representante de esa línea ultravisitada que necesita renovarse. Para ello, el filme de Mark Naveldine se vale de herramientas poco creativas. Apenas una actualización del contexto y de tecnologías, siempre la tecnología. En lo narrativo, muy poco. Se atreve a citar a Dante, a su infierno literario, pero también a Juan Pablo II y al mismísimo Bergoglio. Parece que Francisco, que hasta aparece en escena (no se asusten, no es un cameo) se ha referido varias veces al tema. “Nunca vimos tantos sucesos sobrenaturales”, dicen. Y muestran los cambios archivados y catalogados quizá en la Basílica de San Pedro (el título original es The Vatican Tapes). Hay una apuesta a la verosimilitud, que ellos denominan la evidencia de la presencia del diablo en la Tierra. Y esa evidencia está en videos, pues la película es como un Gran hermano que les permite a los exorcistas seguir el derrotero de Angela Holmes (Olivia Taylor Dudley), una bella joven sometida a una transformación terrorífica que mantiene en vilo a su padre y su novio. Todo empieza con un corte en la mano de Angela, a quien luego sobrevuelan los cuervos, en una obvia referencia a Los pájaros, de Hitchcock. Y de allí a un coma de 40 días del que despierta milagrosamente. Diabólicamente. Hay inocuos juegos de nombres, algunos sobresaltos, relleno y una batalla final que puede ser un comienzo, en el que Dios y el Diablo no se enfrentan personalmente sino a través de sus supuestos enviados a la Tierra. Y todos vemos, en este mundo orwelliano, al demonio actuando en tiempo real.
Una construcción decente echada a perder por un desenlace poco satisfactorio. Desde que William Friedkin estrenó El Exorcista en 1973, no hubo realizador que no haya querido intentar repetir la faena sin parangón del director de Contacto en Francia. Sin ir más lejos, hay quienes trataron burdamente de convencernos que eran diferentes o mejores por el simple y solo hecho de estar basada en hechos reales. Exorcismo en el Vaticano parecía venir a igualar esta racha (al director Mark Neveldine le falta muuuucho Nesquik para estar siquiera en la misma liga de Friedkin), pero su resolución poco satisfactoria echa por tierra cualquier promesa imaginable. Exorcismo, pero no en el Vaticano Exorcismo en el Vaticano cuenta la historia de Angela, una jovencita que el día de su cumpleaños se corta accidentalmente con un cuchillo. Es tratada en un hospital por la herida pero a partir de ahí empiezan a pasar cosas extrañas alrededor de ella, como por ejemplo que la gente se suicide repentinamente, que a ella le agarre una sed inusitada y que empiece a hablar en una voz inusual. Un cura de la localidad le advierte a su padre y a su novio que tal vez se trate de una posesión demoniaca, por lo que es necesario un exorcismo. El guion de Exorcismo en el Vaticano es uno sencillo y que va directo al punto, con un desarrollo razonable que genera algún que otro sobresalto. Fue, durante gran parte del metraje, una narración entretenida pero que también involucraba (en su justa medida, tampoco es un film que profundiza tanto en materia filosófico-religiosa) cuestiones sobre la fe y el temor. Pero lamentablemente, se vale de un rimbombante mecanismo para su resolución que a la postre deja al espectador con la sangre en el ojo. Por el costado interpretativo hay eficientes laburos de Michael Peña y Dougray Scott. También lo hace Djimon Honsou, aunque uno quisiera que lo aprovecharan mas; uno siente casi que está de adorno. En el costado técnico es bastante funcional; no hay mucho más que agregar. Conclusión Aunque genera un gancho narrativo y genera los sobresaltos que se estilan en una película del género, Exorcismo en el Vaticano tiene una resolución que echa por tierra lo que pudo ser una película que se diferencia del montón.
Es cierto que no es fácil hacer un film de exorcismos en estos tiempos. Hay una veta agotada en ese sentido y los últimos productos del género quedaron muy lejos en intensidad de los clásicos de los 70' y 80', amen de algunos éxitos en los últimos años (pocos diría). Lo cierto es que asustar es un arte y generar miedo con este concepto no parece ser sencillo en los tiempos que corren... En esta ocasión llega a sala una película que intenta develar uno de los secretos mejores guardados (tal vez!) de la religión católica: el recinto donde se guardan los expedientes fílmicos de los casos más complejos de posesión del mundo. Nada menos (al menos desde lo cinematográfico) que en el Vaticano mismo. Todos sabemos como funcionan este tipo de films, hay un caso particular, el seguimiento de la anormalidad, la intervención de un religioso de alta experiencia y la llegada al clímax con el estallido violento del episodio, seguido del exorcismo en sí mismo y sus derivaciones finales... Bueno, "The Vatican Tapes" no escapa a ninguna convención del género. Trae todo lo que ya sabés que ofrecen este tipo de cintas y no mucho más. Lo cual, es una pena teniendo en cuenta que hay en ella dos actores que juegan ya en primera: Michael Peña y la protagonista casi absoluta, Olivia Taylor Dudley. El hombre detrás de las cámaras es Mark Neveldine, un americano que viene de hacer dos entregas de la saga "Crank" y un par de films bastante regulares: "Ghost Rider: Spirit of Vengeance" y "Gamer", lo cual a priori no prometía mucho. Para peor, el guión no es un un compendio de buenas ideas. Ya saben entonces, Angela (Dudley) está poseída. Todo comienza con un incidente extraño en su fiesta de cumpleaños, y se va agravando con el correr de las horas. Lo que parece un problema físico va mutando en uno espiritual y entonces su novio Pete (John Patrick Amedori) junto a su padre Roger (Dougray Scott) deciden agotar las soluciones antes de llegar a un sacerdote para enfrentar el problema de fondo (Peña haciendo de el Padre Lozano). En el medio, bueno, ya se imaginarán... (algo extraño le pasa a esa chica) La cuestión es que el caso llegará al Vaticano, y desde allí enviarán un especialista para resolver el incidente, utilizando todas las herramientas posibles para enfrentar la posesión. "Exorcismo..." de a ratos utiliza distintas perspectivas para el seguimiento de sus protagonistas, coquetea con el found footage y lo integra con cámaras de seguridad aunque, nunca termina por definirse a la hora de crear atmósfera. El guión no ofrece más que una mecánica secuencia de eventos que se concatenan sin emoción ni misterio y el conjunto de las actuaciones, son discretas exceptuando el carisma de la protagonista. Neveldine debuta en el género con pocas luces. Su propuesta comienza potente y se va desinfando a medida que la cuestión avanza. Podríamos decir que hay material para contar una historia interesante, pero sin dudas, con las intenciones no alcanza. "The Vatican Tapes" quizás habría tenido mejor destino si el tono general del film fuese crudo y lleno de desenfreno. Regular y sólo para acérrimos fanáticos del género. Perlita: aparece el Papa Francisco mencionado con foto y todo en los primeros minutos. Una extraña curiosidad.
Un exorcismo lleno de lugares comunes En mala hora podría concluirse que a Mark Neveldine se le ocurrió hacer su primera experiencia como director solista después de haberse fogueado a dúo con Brian Taylor en algunos thrillers vertiginosos (Crank, Crank 2, Ghost Rider: espíritu de venganza), de los que podía rescatarse -además de su indispensable aceleración- una pizca de locura. Sobre todo porque para hacer este debut eligió este guión que vuelve, sin demasiada fortuna ni imaginación al repetido tema del exorcismo, demasiado frecuentado desde que hace ya más de cuarenta años Willliam Friedkin dirigió el título con Linda Blair y Max von Sydow que se volvió clásico. Aquí lo que más llama la atención, en todo caso, es la increíble acumulación de lugares comunes de este subgénero que combina religión y horror y que de tan previsibles parecen más propios de una parodia que de una historia que busca ser tomada tan en serio como para aludir en el comienzo al mismísimo papa Francisco (cuya condición de figura pública internacional, como se ve, no sólo le acarrea una infinidad de visitas no siempre desinteresadas). Y también como para que el film complique en el caso -el de una chica de 27 años poseída por el demonio y por ello sometida al necesario exorcismo- al psicoanálisis y al Vaticano, que ha acumulado por siglos documentos secretos sobre los vestigios que el diablo ha ido dejando en sus reiteradas andanzas por este mundo. Por supuesto aquí también los exorcistas son dos, uno veterano y otro joven; un cardenal que es toda una autoridad en la materia porque a los 12 años ya fue él mismo poseído, y un sacerdote que antes de ordenarse fue militar y estuvo en Irak. El cardenal, eso sí, ya no se vale de los rezos ni del agua bendita: prefiere emplear cadenas para oponer a la fuerza demoníaca. Y no titubea cuando la chica, que no sólo habla con la voz ronca de todos los demonios del cine y vomita, aunque menos violentamente que en otras oportunidades, responde a su conjuro expeliendo por la boca tres huevos grandes y enteros. Él los explica con la autoridad que le cabe: son la Santísima Trinidad. Sólo los más fanáticos podrán encontrar en este despropósito algún elemento de interés o quizás algún motivo para la hilaridad.
Un milagro invertido. Ya desde el inicio de la impresentable Exorcismo en el Vaticano (The Vatican Tapes, 2015) todo está servido para contemplar una comedia involuntaria, otro engendro que nos impulsa a preguntarnos sobre la lógica detrás del arribo de este tipo de productos a la cartelera argentina: dos representantes de la Santa Sede susurran diálogos acerca de la existencia de múltiples indicios de actividad demoníaca, mientras miran pantallas con imágenes ridículas y mal editadas en consonancia, hasta que encuentran “ese” caso que estaban buscando. Por supuesto que la acción corta a la señorita de turno, Angela Holmes (Olivia Taylor Dudley), quien sufrirá paulatinamente los estigmas de una posesión que se mezcla con esquizofrenia. A pesar de que está más que claro que resulta mínimamente redituable estrenar los peores ejemplos industriales del panorama del horror de nuestros días, el problema a futuro -que deberían tener en cuenta las distribuidoras- se resume en la decepción automática que despiertan los films, en su mayoría destinados de manera exclusiva a los consumidores con menos experiencia en los vaivenes del género. En vez de atraer a más espectadores con obras de calidad provenientes de los márgenes norteamericanos o de latitudes lejanas, que garanticen la reincidencia en lo que hace al enclave de los sustos, en el mercado argentino prima el cortoplacismo de la mediocridad y el clásico “pan para hoy, hambre para mañana”. Si nos concentramos específicamente en la película en cuestión, la verdad es que no pasa de ser otro exploitation de El Exorcista (The Exorcist, 1973) sin personalidad propia ni ganas de abrirse camino con un poco de garra o alguna novedad significativa, circunstancia que ha llevado al rubro a la saturación a raíz de un cúmulo de convites desastrosos que -desde la más pura holgazanería- dilapidaron una serie de recursos que en algún momento fueron sinónimo de dinamismo y eficacia. De hecho, la indolencia en el desarrollo narrativo es quizás el mayor obstáculo contemporáneo del género en su vertiente mainstream, esa que sigue obnubilada con el terror destilado para infantes, léase sin sangre ni desnudos ni alma. Ahora bien, la sola presencia de Michael Peña, como el sacerdote más cercano al entorno familiar de la protagonista, es francamente irrisoria, a lo que se suma la poca impronta “espeluznante” de Dudley, la mojigatería/ torpeza del realizador Mark Neveldine y una segunda mitad con citas lamentables a Atrapado sin Salida (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, 1975). Lejos del terreno de la clase B de antaño o de esos placeres culpables que revigorizan el amor por el cine desde la simpleza y la inmediatez, Exorcismo en el Vaticano es un producto anoréxico que funciona al igual que esos milagros invertidos que pretende exprimir sin éxito, apenas espasmos de la pasión que siempre debería anidar en el relato…
Un debut que da miedo La película Exorcismo en el Vaticano vuelve sobre la lucha entre el bien y el mal, y aunque logra un ritmo trepidante en algunos pasajes nunca logra transmitir verdadero terror. Es curioso el poder de sugestión que sigue teniendo el Apocalipsis en la fantasía humana. Son incontables las películas basadas en las visiones de San Juan apóstol y en especial en la figura del Anticristo. Si se lo piensa desde un punto de vista narrativo, ningún suspenso ha durado tanto como la espera de la segunda llegada de Cristo y la previa conflagración mundial. En Exorcismo en el Vaticano, esa fascinación y ese sentido de que la humanidad vive sus últimos días se materializan en una lectura un poco –sólo un poco– más atenta de la sección final de los evangelios. Así consigue plantear una trama relativamente seria en términos teológicos. Sin dudas lo mejor de la película de Mark Neveldine es la forma en que va mostrando las manifestaciones de la posesión satánica. Aun cuando recurre a símbolos ya gastados (como los cuervos, por ejemplo) consigue ser elegante y a la vez demostrar su talento para las escenas de acción (primero en un colectivo y después en un taxi). Lo cual no debería extrañar si se tiene en cuenta que Neveldine es el responsable del ritmo trepidante de las dos Crank. Pero esta incursión del director en el género del terror no da como resultado un producto tan divertido. La decisión de respetar el esquema básico de las películas de exorcismo termina atentando contra las buenas intenciones iniciales y genera la sensación de algo ya visto demasiadas veces. Las señales del Apocalipsis proliferan de un modo vertiginoso en el mundo, y en el Vaticano están preocupados. Pero lo que más los alarma es lo que ocurre con Angela, una chica norteamericana que convive con su novio y cuyo padre es coronel. En el día de su cumpleaños, Angela se corta un dedo y de pronto nada vuelve a ser lo mismo en su vida y en la de quienes la rodean. La historia es presentada como si proviniera de los archivos audiovisuales del Vaticano (el título en inglés es The Vatican Tapes). Pero si bien se apela al recurso de las cámaras de vigilancia de un hospital y de una clínica psiquiátrica, la parte más importante del drama de la posesión es mostrado de forma convencional. Aun cuando Neveldine filme bien, su narración se debilita por la falta de una clara contrafigura de Angela. En vez de concentrarse en el novio, el padre, el cura del hospital o el cardenal del Vaticano que practica el exorcismo, distribuye entre todos ellos la carga del conflicto, y así la lucha entre el bien y el mal se vuelve abstracta, mera coreografía, sin ninguna clase de angustia espiritual, y por lo tanto sin verdadero terror ni temblor.
De exorcismos y exploits. En otros textos de este sitio ya hemos disparado contra el horror filo-ATP destinado a los niños robot que ven las de terror con mamá y papá; aquellos que ya no llegan al horror por picardía sino porque son target del mercado actual que busca carne cada vez más fresca para sus propuestas abarcadoras y conservadoras. Exorcismo en el Vaticano forma parte de esa nueva industria de explotación preteen que vomita ideas gastadas sin un mínimo de pasión y con planos burocráticos de telefilm. Estas cintas del Vaticano son, ni más ni menos, una exploit de El Exorcista (1973) cuarenta años después, pero ya sin tetas ni libertad. En la última década, las películas de posesiones y exorcismos se afianzaron como subgénero dentro de la industria del terror, generalmente, con propuestas menores como la que nos atañe, pero lejos en el tiempo quedaron las bizarreadas de aquella ola exploitation de la obra maestra de Friedkin. Tan solo un año después del éxito de El Exorcista, salieron una gran cantidad de plagios que querían raspar unos mangos de aquel fenómeno. Una de las exploits más deformes por propuesta y apuesta debe haber sido Abby, una blaxploitation dirigida por William Girdler, quien debido a un juicio de la gigante Warner contra la American International no vio un peso a pesar de que la película recaudó veinte veces más de lo que costó; director que además murió joven pocos años después en un set de filmación en Filipinas. Abby se puede tornar pesada pero la presencia de William Marshall -el recordado Drácula negro- como cura, y un clímax que se da en un bar medio cabarulo con bola disco y luces rojas, hacen que valga la pena al menos una visión con amigos y sin demasiada rigurosidad. Los que estaban siempre agazapados como hienas esperando un éxito internacional para mandarse un cover rápido y punkrock, eran los tanos. Hay dos exploits que seguramente conocerá la cinefilia deforme: El Anticristo de Alberto De Martino, y La Poseída, de Mario Gariazzo. La primera es muy superior a la mayoría de las exploits del 74: se destaca, paradójicamente, por su originalidad, y por el trabajo en la composición y belleza de muchos de sus planos (sobre todo en la primera hora). El Anticristo es un delirio que mezcla lo esotérico, las vidas pasadas, y algunos pasajes surrealistas con los típicos elementos de los plagios de El Exorcista de ese año prolífico para el choreo: la chica protagonista, el dramón familiar, el sexo, y, por supuesto, el vómito. Otra rareza de aquel año, sobre todo extraña por su origen más que por su puesta en escena, fue la alemana Magdalena, Vom Teufel Besessen, un híbrido entre el rip-off y el sexploitation: hay lesbianismo, muebles que vuelan a lo Poltergeist y el cuerpazo desnudo de Dagmar Hedrich en muchísimos planos. Hacemos este breve y algo perezoso repaso utilizando a Exorcismo en el Vaticano como excusa, porque aunque la película de Mark Neveldine no se asuma como exploit (se toma demasiado en serio y es por demás conservadora) muestra la hilacha desde el principio con unos recortes de diario en los que aparecen Juan Pablo II y el Papa Francisco, en una intro bizarra que proponía algo más demencial que la película burocrática y poco lúdica que terminamos viendo.
El titulo original de éste filme es “The Vatican tapes”, traducido sería “Las cintas de video del Vaticano”, bastante más adecuado en relación a lo que luego desarrolla como relato. La narración comienza explicando que desde que se inventó el cine en el Vaticano tienen como una de sus más importantes actividades el registro visual de casos de exorcismo en todo el mundo. (Me entere por ahí, hace unos años, que se habían descubierto películas de vieja data con alto contenido erótico, sexual, digamos porno para no seguir dando vueltas, de exorcismos). En realidad nada ocurre en La Santa Sede, por eso el titulo utilizado para su estreno en las salas vernáculas podría llevar a engaño. Una vez más nos encontramos con los mismos elementos ya utilizados hasta el cansancio, con alguna pequeña modificación: una joven poseída, un cura que se convence de la posesión, otro de mayor rango que viaja para realizar el exorcismo (¡volvé Padre Merrin, te extrañamos), y completan el elenco el padre de la criatura, o sea de la joven, y un novio que no es tolerado por el padre. Con algunas pequeñas modificaciones en cuanto a los personajes centrales, intenta despegarse de la madre de todas estas producciones, “El exorcista” (1973) de William Friedkin, la niña tiene más de veinte años, sexualmente activa, no una púber entrando en la adolescencia, el cura no es un ex boxeador devenido psiquiatra luego de terminar el seminario, ahora es un ex soldado que lo ha visto todo, (lo dice él, lo juro), el padre es coronel del ejército yankee, no una famosa actriz, y el novio… el novio sobra. Pero digamos que en los primeros quince minutos de relato el intento de construir un verosímil se logra, luego, como siempre sucede, parecen quedarse sin ideas y comienzan los “homenajes”, copias para ser más certeros. Señalemos que quiero creerles, que me subyugaron con el contingente expresado, que en el siglo XXI todavía existen “retrógrados” reprimidos que se molestan porque sus hijos convivan en pecado, luego esto también es tirado a la basura cuando el coronel le cuenta al joven cura de su propia historia. Podría aceptar que luego de lastimarse el dedo con un cuchillo y es llevada en un ¿bus? para ser atendida en un ¿hospital?, ella se retira del nosocomio con una infección inexplicable, situación que le provoca comportamiento errático. Lo que no les creo es que en el taxi de regreso a casa, (las prioridades están un poco distorsionadas o ¿es sólo mi parecer?), la niña viaje en el asiento del acompañante mientras el padre y su novio en el asiento trasero. Ya se, ya se, es una licencia poética para que puedan acaecer los hechos que desplegaran lo central de la historia. Somos testigos, todos, del accidente que provoca ella, salvo el chofer del taxi que sufrirá amnesia, los otros tomaran “votos” de silencio, y ella caerá en un coma profundo durante meses. Otra manera de leer el filme seria ponernos paranoicos y pensar que está financiado por los fondos buitres para desacreditar a la Argentina, y uno de nuestros máximos representantes, no estoy hablando de Messi, ni de Maradona, sino de Francisco I, (alias “Pancho”), lo digo pues varias veces se repite en la cinta que el “cuervo” es el aliado de Satanás, y todos conocemos la filiación futbolera de Mario Jorge Bergoglio. Pero me suena demasiado delirante, como dice el personaje de la psiquiatra, porque también hay una en esta producción mucho más bella que el padre Karras, por cierto. Para ser sinceros habría que aclarar que el relato tiene una estructura narrativa de progresión clásica, buen diseño de arte, sobre todo desde lo que incumbe a la fotografía, buen montaje, respecto de la banda de sonido deja bastante que desear, y hasta se diría algunas buenas actuaciones, Michael Peña, como el Padre Lozano cumple, lo mismo Olivia Taylor Dudley, como la niña poseída, Ángela (cualquier alegoría con el “Ángel Caído” queda a simple interpretación del espectador), el actor sueco Peter Anverso como el Cardenal Bruun, que no desentona pero pierde en la comparación. Pero como esto recién principia, el final queda abierto para la segunda parte, siempre y cuanto esta recaude al menos lo previsto. PD: Una idea redituable que se reestrenase cada cierto periodo de tiempo la original.
Estando más cerca del 2016 que del 2014, se puede decir que el género “terror” fue el más golpeado este año, ya que viene intentando e intentando sacar algo interesante y cae constantemente en cliché del mismo. En esta nueva oportunidad decide volver a los exorcismos. Pero no se deje engañar por el título, la película transcurre Estados Unidos, ya que la gente del Vaticano se hace cargo del caso en el último acto, para realizar el exorcismo. Según un pequeño teaser que se ve al principio del film, el Diablo o demonio, siempre tiene planes para vos, cuando nacés ya estás destinado a ser o no ser objeto de su gran plan.
Más exorcismos sin nada para aportar Otra película más de exorcismos pedorros y van... En cualquier momento obtengo un doctorado en formas berretas de exorcismo. Ya lo dije en varias reseñas anteriores por lo cual voy a resumir un poco mi visión sobre esta temática. ¿Los exorcismos son una práctica que resulta atractiva de ver en el cine? No. Fueron una práctica entretenida de disfrutar en las salas de cine hasta que empezaron a sacar unas tres películas por año, de bajo presupuesto y calidad interpretativa de principiantes. Si quieren ver buenas películas sobre posesiones y exorcismos, vean "El Exorcista", a lo sumo "El exorcismo de Emily Rose". Las demás son un poco mediocres y hay otras como "Exorcismo en el Vaticano" que directamente son malas y berretas. En este caso nos traen una historia de posesión demoníaca que quiere ser más grandilocuente que los demás relatos que hemos visto en los últimos años. El mismísimo Vaticano se entera de un caso de posesión en una pequeña parroquia de USA y envía a un especialista a revisar la autenticidad del caso. Cuando se ponen a ahondar más en el tema, se dan cuenta de que no es una posesión común de un demonio menor, sino que es la posesión del mismísimo Anti Cristo que viene a engatusar a todos como un falso profeta para llevar a cabo su plan diabólico de acabar con el mundo como lo conocemos... Bueno, para ser tan ambiciosos, les diría que les faltó al menos unos 50 millones de dólares más para crear escenas de mejor calidad en materia de efectos audiovisuales y de las proporciones que el guión requería. Obvio, hacen quedar nuevamente mal a la Iglesia con supuestos entramados de sociedades secretas dentro de la misma que harían cualquier cosa para detener la llegada del mismísimo diablo. Las interpretaciones zafan, pero no alcanza para levantar este muerto. Un nuevo film de terror que no aporta nada valioso al género, que se queda a mitad del camino con todo; el guión, la espectacularidad de las escenas, las interpretaciones, la originalidad. Sólo para los fanáticos más acérrimos de este tipo de películas. Si te gustó "Con el diablo adentro" probablemente te guste "Exorcismo en el Vaticano". No la recomiendo.