Lo inasible. Históricamente gran parte de la comedia mainstream, ya no sólo hollywoodense sino a nivel internacional, gira en torno de un concepto de prosperidad bastante individualista que plantea un enfrentamiento entre un contexto disruptivo y la esencia del protagonista del momento. A diferencia de la lógica prototípica del drama, centrada en una especie de balance negociado entre ambas esferas que nunca desconoce los atropellos del mundo circundante ni las contradicciones internas del propio sujeto, la comedia en cambio por lo general hace todo lo posible para anular ese entorno considerado poco saludable, por lo que la historia en estos casos suele tomar la forma de un viaje terapéutico hacia la satisfacción. Ya sea que hablemos de la anatomía de una señorita, los logros de una carrera eventual, el éxito en determinada competencia, un objetivo caprichoso de la trama o esa difusa “realización personal” vía tener un hijo, plantar un árbol y/ o escribir un libro, durante las últimas décadas el catalizador de turno ha ido volcándose cada vez más hacia el terreno de los manuales de autoayuda, la relativización ideológica más irresponsable y los gurúes del marketing del bombo decadente. Aún así, la dialéctica del facilismo y las recetas rudimentarias en ocasiones aparece un poco mejor articulada en obras que explícitamente se inclinan al retrato de los pormenores de un proceso de sanación más o menos concreto. La presente Héctor en Busca de la Felicidad (Hector and the Search for Happiness, 2014) es un claro ejemplo de este catálogo de films que -desde el mismo título- abrazan el fetiche de tratar de asir lo inasible, como si nuestro estado de bienestar dependiese de una colección de aforismos escuetos y carentes de todo entramado analítico. De hecho, a ello se reducen las impresiones de Héctor (Simon Pegg), un psiquiatra que abandona su vida acomodada en pos de un periplo alrededor del globo tras esa definición escurridiza de la dicha. Las buenas intenciones de la propuesta y la actuación más madura de Pegg quedan opacadas por los golpes bajos, un metraje excesivo y la sonsera de la perspectiva principal. Cada parada en el derrotero incluye una “estrella invitada” y un nuevo género abarcado dentro de la estructura formal del convite: en China conocemos a un banquero interpretado por Stellan Skarsgård (drama romántico), en África a un lord de la droga en la piel de Jean Reno (thriller con secuestro adjunto), y en Los Angeles Héctor se reencuentra con un viejo amor de juventud, la eficaz Toni Collette (comedia melancólica sobre la mediana edad). El director Peter Chelsom, quien viene de las vergonzosas ¿Bailamos? (Shall We Dance, 2004) y Hannah Montana: La Película (Hannah Montana: The Movie, 2009), levanta un poco la puntería pero tampoco redondea un opus sensato o verdaderamente interesante…
Héctor, en busca de la felicidad, es un film de características similares a Comer, rezar, amar, pero en versión masculina, que a pesar de todas sus falencias se deja ver. Lo realmente rescatable son los tópicos que se van enumerando sobre la felicidad, ya que cada una de las conclusiones a la que llega...
¿Pasillo o ventanilla? Si algo nos ha enseñado el cine en los últimos 10 años, es que la forma más precisa para emprender el camino del autodescubrimiento es irse lejos. Pero muy lejos, y de ser posible allá donde las diferencias entre la cultura visitada y la del protagonista en cuestión se perciban de forma más acentuada. Héctor en Busca de la Felicidad (Hector and the Search for Happiness, 2014) desanda este camino tantas veces recorrido en el último tiempo en la pantalla grande. Simon Pegg (Muertos de Risa, 2004; Superpolicías, 2007; Misión: Imposible- Protocolo Fantasma, 2011) hará las veces de Héctor, un psiquatra londinense que atraviesa un bache existencial desde el cual intentará descubrir el secreto de la dicha. En pos de cumplir con su cometido, el personaje emprenderá un viaje que lo llevará por Asia, África y Norteamérica. Esta adaptación cinematográfica de la novela original de François Lelord funciona como films previos de temática similar, en la línea de La Increíble Vida de Walter Mitty (2013) y Comer, Rezar, Amar (2010). El talento de Pegg siempre lo hace un intérprete interesante con el cual el espectador se encariña e identifica, pero en esta ocasión los excesivos pasajes melosos de la película no permiten que salga tan airoso como en otras ocasiones. Peter Chelsom se puso detrás de cámara para dirigir esta transposición del libro al film, y si nos guiamos por sus antecedentes -Hannah Montana: La Película (2009) y ¿Bailamos? (2004)- podríamos tener una leve sospecha de que no vamos a ver una obra de arte monumental. Su pasado lo condena. Tal vez la cuestión más fallida del film sean las incosistencias de un personaje principal que no parece del todo desarrollado, por el contrario está tan vagamente armado que no ofrece matices: es el hombre más bueno e inocente del mundo, incluso cuando la situación claramente amerita otra postura. Y parecería que para los guionistas no hubo viaje espiritual ni vuelta al mundo capaz de arreglar esta falencia. Rosamund Pike (Perdida, 2014) se luce como novia de Héctor, siendo esta la segunda película en la cual comparte cartel con Pegg después de Bienvenidos al Fin del Mundo (2013). Toni Collette (Pequeña Miss Sunshine, 2006) es tan efectiva como siempre en el papel de mujer casada con hijos que no tiene problema en batirle la justa al personaje de turno. Hay muchos actores famosos -que parecen en cierto punto- desaprovechados e interpretando pequeños roles, como es el caso de Jean Reno, Christopher Plummer y Stellan Skarsgård. Héctor en Busca de la Felicidad es una película que cumple a medias pero no deja de ser un entretenimiento válido y sin exigencias, siempre y cuando no empecemos a verle los hilos.
Viaje con destino conocido El primer jueves de marzo se estrenó en la Argentina Alma salvaje, nuevo film del reconocido director Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados) con Resse Witherspoon en la piel de una mujer ajada por su pasado y dispuesta a redimirse a través de una caminata a lo largo de la costa oeste norteamericana. La película se estructuraba como una road movie, abasteciéndose de un tendal de personajes secundarios que aparecían y desaparecían según tuvieran o no algo que enseñarle a la protagonista; es decir, un personaje, una enseñanza. Héctor, en busca de la felicidad tiene varios puntos de contacto, pero su resultado es peor. Fabulesca en su tono, atravesada de punta a punta por una filosofía new age –incluso desde el intento de aprehender lo inaprensible planteado en el título–, con un guión moralista y adoctrinador, la película de Peter Chelsom no duda en arrojarse de cabeza a las aguas de la autoayuda mediante el paralelismo evidente entre el viaje geográfico y el “interno”. Viajante y objetivo se aclaran desde el título original. Héctor (Simon Pegg) es un psiquiatra inglés con una vida predecible y ordenada, pero al que le falta algo. “No puedo aconsejarle a mis pacientes sobre la felicidad cuando yo no sé si existe”, le dice su mujer (Rosamund Pike) cuando le plantea un plan de viaje que incluirá tres continentes. Como en Comer, amar, rezar, cada posta resonará con un significado particular. Poco importan las vivencias durante el recorrido, el inverosímil generalizado de la premisa (todos, hasta el africano más iletrado, hablan perfectamente inglés) o la parábola emocional del protagonista. Al fin y al cabo, Héctor, en busca de la felicidad es un viaje en el que solamente importante la llegada a un destino prefijado de antemano.
Felicidad desde un solo punto de vista Héctor, en busca de la felicidad (Hector and the search of the happines, 2014) es una película que basa su discurso en un único punto de vista: el del europeo occidental de clase media. Desde ahí el film construye visiones y estereotipos del resto del mundo, haciendo un exótico cuadro de los países emergentes. El protagonista Simon Pegg salva la película, al portar un rostro ideal para la fábula. Héctor (Simon Pegg) tiene una monótona vida entre su profesión de psicólogo y su esquemática rutina hogareña. Esta casado con Clara (Rosamund Pike), con quien mantiene una metódica y previsible relación. Hastiado de la misma y en crisis de mediana edad, decide realizar un viaje por el mundo –de esos que se hacen para reencontrarse con uno mismo- sin fecha de regreso y con la excusa de encontrar información para un libro sobre la felicidad. Héctor pasa por China (tan de moda cinematográficamente por estos días, con el fin de vender la ancestral tierra al turismo y penetrar en los mercados asiáticos), y África, aquel territorio olvidado para los cánones de progreso del primer mundo, donde pasan cosas terribles producto de la miseria y, por ejemplo, las colonias europeas parecen no haber tenido nada que ver. Basada en la novela homónima del psiquiatra y autor François Lelord, Héctor, en busca de la felicidad es, como su titulo de manual de autoayuda lo sugiere, una fabula. Un cuento fantástico con moraleja dirigido al público occidental de clase media. Aquel agobiado por el sistema pero que debe sacar una sonrisa y seguir adelante con su triste vida. Y Simon Pegg es ideal para ese rol. Su rostro nostálgico y vulnerable parece caerle como anillo al dedo al personaje que anda por Asia enamorándose de prostitutas o de manera ilusa es secuestrado en tierras africanas. El hombre de buen corazón viaja a Los Ángeles, Estados Unidos, donde su juventud libertina lo encontró poco preparado y dejó algunos temas sin resolver. El cierre del recorrido implica –siempre- un aprendizaje para el personaje y deja una enseñanza en el espectador. ¿Cuál? Mejor mirar con otros ojos aquello que tenemos, porque en el resto del mundo aún no civilizado, es mucho peor.
Tras una pregunta universal. Héctor y la búsqueda de la felicidad es una de esas películas que intentan hacer sentir bien al espectador, llevarlo por una serie de angustias, dudas y preguntas para luego entregarle una tranquilizadora respuesta que lo haga salir del cine reconfortado. Este plan no es malo si está hecho con nobleza y sinceridad. Héctor es un psiquiatra que sufre una crisis y decide recorrer el mundo para averiguar que es la felicidad, preguntándole a personas de todo el planeta acerca de lo que los hace felices. Todas las licencias poéticas que la película nos pide se las debemos otorgar, no hay realismo y está bien que así sea. Héctor (Simon Pegg) vivirá toda clase de aventuras, como una especie de personaje de Julio Verne en versión autoayuda. Habrá lugares comunes, frases hechas y elementos simplistas, pero también habrá emoción, momentos de humor (Pegg es un gran comediante) y muchas aventuras en los más variados lugares. Muy divertida, sin duda, pero con limitaciones, Héctor y la búsqueda de la felicidad funciona de a ratos y no tiene nada malo que pueda ofender. Un dato curioso es que la película se emparenta, tal vez por accidente, con La increíble vida de Walter Mitty, dirigida y protagonizada por Ben Stiller. En el film de Stiller el vuelo poético y la profundidad, eran muy superiores. Esta comparación es para que se entienda que estamos frente a una película buena, pero nada más. Una vez más, la referencia a Julio Verne y La vuelta al mundo en 80 días, tampoco es gratuita. Y seguramente este espíritu de aventura es lo más valioso que tiene este film. Las últimas dos rarezas: no se trata de un film norteamericano, sino de una coproducción entre Alemania, Canadá, Sudáfrica y Reino Unido. Y el director, Peter Chelsom es uno de los más raros del cine de las últimas décadas. Sus films, en mayor o menor medida, tienen algo del tono que aquí se ve. Desde Escucha mi canción hasta ¿Bailamos? Chelsom se ha movido en este tono del cual Héctor y la búsqueda de la felicidad es un perfecto exponente.
Apenas para un cuarto de hora Es verdad que los primeros minutos de la película hacen olvidar por un rato el espantoso nombre que sus creadores le pusieron, porque esta vez no hay forma de echarle la culpa al señor que se encarga de rebautizarlas en castellano. Héctor, en busca de la felicidad es la traducción casi literal del título original, que a su vez replica el de la novela del francés François Lelord en la que está basada, y que de entrada se ocupa de dejar todo claro. No hay nada que adivinar: solamente, basándose en la torpeza de un nombre tan transparente, sentarse a esperar que todos los miedos de una historia bien pensante, llena de la luz artificial de la buena onda de laboratorio, empalagosa y, por supuesto, ultraconservadora, finalmente se hagan realidad. Por eso, es una sorpresa encontrarse con que el breve primer acto de la película se dedica a dinamitar esos miedos, empezando a contar la vida de Héctor, un psiquiatra inglés muy atado al deber ser, a través de uno de sus sueños. Ahí se lo ve volar feliz en un biplano amarillo junto a su perrito, al que por desgracia pierde en uno de sus loops acrobáticos, para enseguida despertarse angustiado en las manos de su linda novia. Que ella esté interpretada por la británica Rosamund Pike, que se las hizo pasar negras al torpe marido que interpretaba Ben Affleck en Perdida, de David Fincher, provoca un escozor que tarda algunas escenas en desaparecer.El asunto es que ella lo tiene a Héctor como a un chico: lo levanta, le prepara el desayuno, le hace el nudo de la corbata y lo despide en la puerta del departamento que comparten con las llaves en la mano. Con ayuda de un montaje muy dinámico, algunos recursos narrativos infrecuentes y un sentido del humor que parece no atarse a límites y convenciones, esos quince o veinte minutos iniciales consiguen crear una buena base para que, cuando el pobre Héctor decida irse de viaje a tratar de descubrir de qué se trata la felicidad en lugar de aceptar de inmediato la propuesta de su mujer de tener un hijo, todo sea perfectamente verosímil.Hasta acá la cosa se parece a una mesa bien servida, pero ahí se queda. Porque a partir del momento en que el protagonista, interpretado por el inglés Simon Pegg –un buen comediante que no siempre elige bien sus proyectos–, se sube al avión que lo llevará a China, la película empieza a caer, uno tras otro, en la lista de los miedos enumerados más arriba. Una especie de La increíble vida de Walter Mitty, parte 2, pero sin siquiera la pretensión de acceder, nunca jamás, a un nivel fantástico dentro de sus limitadas capas narrativas.4-HECTOR, EN BUSCA DE LA FELICIDADHector and the Search For Happiness; Alemania/Canadá, 2015Dirección: Peter Chelsom.Guión: Maria von Heland, Tinker Lindsay y Peter Chelsom.Duración: 114 minutos.Intérpretes: Simon Pegg, Rosamund Pike, Stellan Skarsgård, Christopher Plummer, Jean Reno, Toni Collette y otros.
Manual de autoayuda. El título -fiel al original- no promete. Es demasiado literal, demasiado directo. La película también, y explica hasta el punto de lo inverosímil cada situación, cada búsqueda de lágrimas y cada chiste. ¿Quién es Héctor? Un psiquiatra exitoso que vive en Londres, en un buen departamento, con una novia linda, ordenada y exitosa. A Héctor se le cruza definir la felicidad y así es que sale de viaje, porque había que poner en marcha el relato de alguna manera. Va a Asia, va a África, va al oeste de Estados Unidos. En África y en Estados Unidos tiene gente a la que quiere encontrar. La película no ahorra obviedad alguna: ¿el dinero hace la felicidad? ¿y la pobreza? ¿es bueno ser bueno? ¿hay que madurar emocionalmente? Todo se responde ilustrado con música blanda, momentos torpemente ilustrativos e imágenes demasiado bonitas de ciudades, cielos, banderines de colores. Hay sabiduría de póster en abundancia y actores que han conocido mejores películas (Simon Pegg tiene grandes comedias en su currículum y Rosamund Pike debería borrar del suyo esta sobreactuación de acento británico disparatado). Toni Collette tiene suerte; le toca el personaje menos atolondrado, el más seguro de sus emociones, el que no debe cambiar. Con esa ventaja -a la película le cuesta contar cualquier cambio, cualquier movimiento- más su energía y carisma habituales, se convierte en lo mejor de este manual de autoayuda impreso con letras bien grandes.
Un manual de autoayuda Es un manual de autoayuda devenido película, con enseñanzas morales y conclusiones esquemáticas. Una de las fantasías recurrentes de la burguesía urbana insatisfecha con su modo de vida -en términos menemistas: los niños ricos que tienen tristeza- es dejar todo y salir a recorrer el mundo. Quizás ahí afuera, entre paisajes y pueblos exóticos, se encuentren las emociones vitales que la rutina cotidiana cubrió con un manto de tedio. De esta insatisfacción neurótica se nutrieron históricamente tanto la literatura como el cine; Héctor, en busca de la felicidad vuelve a abrevar en esa fuente. El hombre del título parece tener la vida perfecta: una linda concubina, una casa confortable en Londres, una profesión -la psiquiatría- en la que se desempeña sin mucho entusiasmo ni mayores inconvenientes. Pero algo no le cierra. Un buen día se pregunta si es feliz y decide emprender una investigación a escala planetaria para averiguar cuál es la definición de felicidad según distintos sujetos. Lo que sigue es un manual de la peor autoayuda convertido en película; de hecho, el guión está basado en la pretendidamente edificante novela homónima del psiquiatra francés François Lelord. Con lo que va averiguando en el camino, Héctor lleva un diario en el que ilustra las frases que aprende, que parecen extraídas de sobrecitos de azúcar o tarjetas de felicitaciones, y que aparecen anotadas en la pantalla. “La felicidad es ser amado por quién eres”, “La felicidad es responder a una vocación”, “El miedo es un impedimento a la felicidad”, “La felicidad es sentirse completamente vivo”, y así sucesivamente. A esto hay que sumarle la prejuiciosa hipótesis de que los pobres salvajes tercermundistas saben pasarla mejor que los civilizados europeos. Para enseñarnos que el dinero y el confort no hacen la felicidad, Peter Chelsom -director de ¿Bailamos? y Hannah Montana: La película, entre otras- nos muestra a unas mucamas chinas que comen sentadas en plena calle, pero ríen porque están entre amigas, y a unos africanos carentes de los servicios básicos que no paran de bailar y sonreír. La explícita moraleja de la fábula no podía ser peor: “Todos tenemos la obligación de ser felices”. Por suerte, nadie tiene la obligación de ver esta película.
Viajes y autoayuda Héctor (Simon Pegg) es un ordenado y prolijo psiquiatra que vive con su novia Clara (Rosamund Pike) en lo que parece una coreográfica rutina, donde todo es perfecto, impecable, y en punto. Escucha a sus pacientes con supuesta atención, de forma tan ordenada como realiza su afición de volar avioncitos. Por supuesto en un momento este hombre explota y se da cuenta de lo aburrida que es su vida, y de lo dormidos que están sus sentimientos, por lo que decide recorrer el mundo en busca del secreto de la felicidad. Héctor se embarca entonces en un viaje que abarca varios continentes, donde vive toda clase de emocionantes experiencias, que le generan reflexiones que anota en un cuadernito. Comienza por China donde un banquero millonario le muestra lo que es una vida exitosa y llena de placeres, pasa por un monasterio (indispensable en este tipo de películas) donde reflexiona junto a monjes budistas. Luego visita a un amigo en África que trabaja junto a médicos sin fronteras, para conocer las situaciones más tristes y peligrosas. En el último avión conoce a una paciente terminal de la que también aprende cosas, para finalmente llegar a Los Ángeles y encontrarse con su novia de la universidad, una psicóloga casada, con dos niños y embarazada del tercero, que lo acompañará a conocer a un profesor, eminencia en materia de felicidad. Tanto viaje, vueltas, aventuras, y cosas locas, para que este hombre recorra un viaje interior en el que descubrirá que la felicidad está dentro nuestro, y hay felicidad en todas partes si sabemos cómo vivir, para terminar con una conclusión que podríamos encontrar en los peores libros de autoayuda: tenemos la obligación de ser felices. La película está narrada de forma muy graciosa, con recursos estéticos como animaciones o dibujos que la hacen aún más entretenida y novedosa, y Simon Pegg es una actor muy efectivo para las comedias. Pero a pesar de todo esto la historia falla cuando pretende ser más que una comedia y quiere dejarnos un mensaje profundo, que en realidad no son más que reflexiones banales que podemos encontrar en un señalador, o en esos detestables y baratos libros de autoayuda, accesibles a todo público, que creen tener la fórmula del éxito y la felicidad. Un buen elenco con actores como Tony Collette, Stellan Skarsgård y Jean Reno, completan esta historia que tenía todo para ser una buena comedia inglesa, pero que lamentablemente pretendió ser algo más, y no lo logró.
Buenas intenciones y muchas frases que parecen sacadas de un libro de autoayuda. Una comedia que oscila entre el lugar común y algunos momentos bien logrados, situaciones ingenuas y otras muy crudas. El viaje de autoconocimiento de un psiquiatra por China, África y la ciudad de Los Ángeles fluctúa entre hallazgos, obviedades y la cuota para almas románticas.
Hector es un psiquiatra con una vida perfecta: un buen trabajo, una hermosa casa, una novia que lo quiere y se desvive por él. Pero cuando Hector se da cuenta de que no puede prestarle la debida atención a sus pacientes comienza a preguntarse ¿qué es la facilidad? Así es como emprende su propia vuelta al mundo para descubrirse a sí mismo y encontrar el secreto de la felicidad. De ahora en más viviré viajando Con un inicio a lo Snoopy de Charlie Brown delirando ser el barón rojo, amalgamado con Las Aventuras de Tintín conocemos a Hector y su mundo (casi) perfecto. Porque, seamos sinceros, a pesar de que el bueno de nuestro protagonista tiene una vida rutinaria, ¿quién no quisiera tener una esposa como Rosamund Pike para que te atienda todos los días? La película nos recuerda demasiado a una propuesta que estuvo en los cines hace poco tiempo. Exacto, estamos hablando de La Increíble Vida de Walter Mitty. Ambas producciones ofrecen una temática similar aunque los protagonistas realizan su travesía por diferentes motivos: Hector viaja para encontrar el significado de la felicidad, mientras que Walter Mitty lo hace por una fotografía que nunca llegó a destino. Ambas cintas comparten un elemento un común que destaca absolutamente sobre cualquier otro apartado de la película: los paisajes que recorren los protagonistas. La fotografía en esta propuesta en particular es magistral y los escenarios se destacan por su imponente belleza. África y China son retratadas de gran forma, acompañadas por gran apartado sonoro. Simon Pegg está genial en su interpretación de Hector, veremos al actor pasar por un crisol de reacciones: desde reír, pasando a ser un inocentón con su cuadernito escribiendo en un boliche en China, hasta sufriendo y llorando por las vicisitudes que pasa durante su travesía alrededor del mundo. Rosamund Pike también está bastante bien en su papel, aunque no la veremos en pantalla el tiempo que en verdad se merece. La película está basada en una novela del mismo nombre que la película del escritor François Lelord, y un buen elemento con el que cuenta la cinta son las frases que va anotando el protagonista en su cuaderno, seguramente no sean el descubrimiento que de origen a nada, pero ciertamente son frases interesantes. Si bien esta propuesta tiene varias bondades, nada se puede hacer cuando el guion no es de lo mejor. La cinta intenta mutar de comedia a drama, pero con un resultado no tan agradable. Y es que la película pierde el rumbo en el tercer acto, en gran medida por culpa del director quien no supo cómo manejar los momentos más emotivos de la cinta. Es entonces cuando el film se vuelve demasiado pretensioso, aburrido y hace que empecemos a mirar el reloj para ver cuanto falta para que termine. Conclusión Hector en Busca de la Felicidad no es una mala película, cuenta con buenas actuaciones, una gran fotografía, una música hermosa y una historia interesante. Pero el guion con el que contó Peter Chelsom, el director de la cinta, y el rumbo que toma la historia hacia el final del film hace que decaiga muchísimo y nos termine dejando con un sabor amargo. Lástima.
Hector en busca de la felicidad es en algún punto la versión masculina de Comer, rezar y amar. Pero de a ratos elevada por la presencia de un Simon Pegg entusiasta y naif, la película consigue establecer un irregular equilibrio entre su naturaleza dulce y sus momentos de fábula narcisista. Entre las tristes coincidencias con la cinta protagonizada por Julia Roberts basada en el best seller de Elizabeth Gilbert, está el ineludible hecho de que estos viajes de autodescubrimiento y superación personal/colectiva que realizan ambos protagonistas, son en el fondo bastante hipócritas. Ambos personajes llevan una vida de lujos y riquezas para cualquier otro mortal, pero sin embargo para aprender a disfrutarla deben abandonarla, extrañarla y finalmente volver a ella con un repertorio nuevo de anécdotas y experiencias para contar. Pero al final, nada de sus vidas realmente ha cambiado. El viaje se completa como un circulo en el mismo punto de partida. La moraleja siempre será algo relativo al amor. Frases como "amar y ser amado" se escucharán en el tramo final de estas historias en donde sobran simplismos sobre cómo acariciar la felicidad. Pero esa no es claramente la parte más disfrutable de la historia. Por suerte la película del británico Peter Chelsom también nos regala alguna que otra frase o punto interesante puesto en boca de sus personajes. Hector le sugiere a su amigo médico que dedica su vida a la caridad en un remoto país de África que "los médicos son una necesidad y los psiquiatras un lujo". A lo que éste responde "a veces la mente puede doler tanto como el cuerpo". Cierto o no, lo increíble es que el protagonista deba realizar viaje semejante para evocar este tipo de pensamientos. La historia de Hector tiene algunos pasajes entretenidos probablemente consecuencia del aporte personal de Simon Pegg, pero en general mezcla drama con la comedia con una suerte desigual. Su apariencia bella en superficie se desmorona cuando se rasca un poco para desnudar lo que realmente hay debajo. Hector en busca de la felicidad es ese panfleto de autoayuda que podemos recibir en cualquier esquina de manos de un extraño y que difícilmente llegue a nuestros hogares.
Simon Pegg se hizo conocido en el mundo del espectáculo por el humor satírico de series de TV como Spaced y el salto al cine con el mismo equipo en Muertos de risa. Claro que el éxito rotundo de esta lo hizo, no solo profundizar el trío formado con Nick Frost como co-equiper y Edgar Wright en la dirección, sino que pronto captó la atención de Hollywood para llevarlo hacia otros terrenos, los suyos. Así, llegamos a un film como Héctor, "En Busca de la Felicidad", sin ningún rastro de lo que fue Simon Pegg, ni siquiera el de Corre, Gordo, Corre. Dirigida por Peter Chelsom (realizador fascinado por los films por encargo), hablamos de una tradicional comedia dramática, en el más flojo de los sentidos. Pegg es el Héctor del título (a no confundir, ningún parecido con "El misterio de la Felicidad", argentina) un psiquiatra (más bien parece un psicólogo), frustrado en su carrera y en su vida que decide darle un giro a la misma – a la carrera y a la vida – emprendiendo un viaje alrededor del mundo buscando aquello que lo haga feliz, el misterioso secreto de la felicidad… bueno sí, me retracto, es parecida al espécimen de Burman de 2014, pero aleatoriamente digamos. Héctor abandona todo y se va de viaje con varias paradas por distintas partes del globo, y en cada parada algo nuevo lo espera… porque sí, porque lo dice el guión y porque como es psiquiatra la gente con problemas se le arrima. En este deambular por distintos parajes y distintos personajes (que no los revelaremos acá, porque sino arruinaríamos el mínimo chiste del asunto) aparecerán varios rostros reconocibles, como el de Rosamund Pike, Jean Reno, Toni Colette, Christopher Plummer, Stellan Skarsgård, Ming Zhao, todos en roles encasillados y sin demasiado vuelo. Basada en la novela “Le voyage d'Hector ou la recherche de bonheur” de François Lelord, no hay que ser muy avispado para notar desde el minuto cero sus descaradas intenciones de manual de autoayuda. Todo suena a lavanda y vainilla, como si la película se posase sobre nubes y algodones. Abundan los consejos al espectador y las frases obvias de sobrecito de azúcar. Por supuesto, como sucedía con "Comer, rezar, amar" (a la cual esta película debe mucho al igual que a "La vida secreta de Walter" Mitty), la idea que nos queda en la cabeza es que para encontrar la felicidad que nos haga plenos hay que contar con mucho pero mucho dinero, por lo menos el suficiente como para viajar por varias paradas del mundo sin hacer nada productivo. El resto, bueno, a ajustar los cinturones y al hecho pecho. Pegg luce realmente incómodo con el personaje que le toca en cuestión, no encuentra química con ninguno de sus partenaires momentáneos, y si bien no podemos decir que no cumpla una correcta labor actoral, cumple a raja tabla y muy lejos de la chispa a la que nos tiene acostumbrado. Peter Chelsom está más acostumbrado a este tipo de cuentos de vidas felices con moraleja, un poco más un poco menos, todos sus films han tenido algo de autoayuda, solo que a veces le sale encantadoramente bien (como en Señales de amor) y otras todo lo contrario. En un punto de comparación, Héctor… es su film que más se le parece a El Poderoso, aquel film con Kieran Culkin como un niño sabio de la vida. ¿Podrán disfrutarla quienes gusten de ese tipo de literatura y cine consejero? Escapa a mis habilidades deductivas, puede ser. Como producto cinematográfico puro que me toca analizar, Héctor, "En Busca de la Felicidad" es un film que hace agua por varios flancos, como si fuese poco, alcanza las dos interminables horas de duración. Luego de esa maratón turística, uno ruega por favor, volver a poner los pies sobre la tierra.
Como un recordatorio de aquello que siempre tiene que suceder para que de alguna manera una persona cambie "Héctor en busca de la felicidad" funciona como filme de autoayuda del nuevo siglo y, excepto algún juego con trazos gráficos y paneos, su discurso atrasa. Adaptando el best seller de François Lelord del mismo nombre, el director apela a un relato lineal divido en dos partes inseparables entre sí. La primera se relaciona a la presentación del personaje, Héctor (Simon Pegg) un aburrido y organizado psiquiatra que ve como su mundo de obsesivo orden y control se desmorona cuando entiende que en esa apariencia de perfección de su vida junto a su mujer (Rosamund Pike) no hay nada que lo complete y lo haga feliz. Toda esta primera etapa del filme, llena de una mirada cómplice acerca del obvio aburrimiento del protagonista, de la marcada actividad y rutina que posee, en el fondo es mucho más honesta que la segunda. Esta otra parte se inicia luego que Héctor tenga una epifanía que lo obligue a cambiar o directamente a seguir en un camino seguro hacia un ACV y perderlo todo. Es así como decidirá viajar alrededor del mundo para descubrir qué hace feliz a la gente para en el fondo también poder descubrir si él alguna vez lo fue o lo podrá ser. En ese viaje iniciático y revelador, que irá acompañado por la escritura de un diario con máximas que proclamen algunos puntos para encontrar la felicidad Héctor profundizará sobre aquello que de su pasado le imposibilita disfrutar de la vida. En la apariencia casi perfecta de su mundo en la ciudad y en la negación de una relación sincera con su mujer, Héctor creerá encontrar en cada paso que dé una solución para ser él mismo feliz. El mundo exterior cono lienzo impoluto y él como hacedor de un nuevo camino, que claro está lo acercara nuevamente a su mujer y pacientes, terminan por disolver la originalidad de la propuesta inicial. Excelentes secundarios acompañan a Pegg (Christopher Plummer, Toni Collette, Jean Reno, Stellan Skarsgård) pero así y todo el filme nunca logra levantar vuelo y termina cayendo en una serie de lugares comunes y de golpes bajos (innecesario el secuestro de Héctor en África, en contraste con el ideal de vida de Los Ángeles y China). “Héctor...” podría haber sido una comedia con “mensaje” muy entretenida, pero cuando se pone seria para intentar exigirle a su personaje principal un esfuerzo por cambiar la esencia con la que se lo había presentado (y que justamente lo hacía único) todo se hace complicado y muy cuesta abajo.
Héctor y la búsqueda de la felicidad es probablemente uno de los filmes más serios y maduros que brindó Simon Pegg en su carrera. Lamentablemente esta propuesta se relaciona con una temática muy explotada en el último tiempo en Hollywood, que ya que pudimos ver en producciones similares como La vida de Walter Mitty (Ben Stiller) o Comer, rezar y amar (Julia Roberts). Otra vez nos encontramos con un personaje de cuarenta y pico de años que atraviesa una crisis personal y decide viajar alrededor del mundo para encontrarse a sí mismo y descubrir el secreto de la felicidad. Para variar, el protagonista elige lugares exóticos donde conoce otras personas que en algunos casos lo ayudan a tener una perspectiva diferente de la vida. Algo gracioso de estos filmes es que la búsqueda de la felicidad siempre depende de la capacidad económica que tengas para tomarte varios meses sabáticos y viajar por el planeta a lugares remotos. De otro modo, estás condenado a tener una vida miserable y aburrida. Pegg tiene algunos buenos momentos en el rol del excéntrico psiquiatra Héctor y hace una buena dupla con Rosemund Pike. Sin embargo, las enormes similitudes del argumento con la temática de Walter Mitty generan que la película se vuelva bastante trillada y predecible. La dirección corrió por cuenta de Peter Chelson, quien fue responsable del excelente film romántico, Señales de amor, con John Cusack y Kate Beckinsale. En este caso desarrolló una propuesta distinta que fusiona el drama con la comedia sin grandes resultados. No es una producción mediocre y tiene un gran reparto, pero cuesta bastante conectarse con una historia que repite los mismos conflictos que se trabajaron en filmes recientes. No hay ningún tipo de sorpresa en la trama y esto afecta la conexión que se podría gestar con los personajes. Para el fan de Simon Pegg tal vez puede resultar una opción interesante, debido a que el actor tiene un rol más introspectivo, pero más allá de esta cuestión no hay mayores elementos que se destaquen en esta producción.
Héctor es un psiquiatra que está estancado en la vida. Pese a que tiene una hermosa novia y un buen trabajo, ve que todos sus pacientes, y él mismo, están en una planicie emocional sin poder ser felices. Así es como de un día para el otro decide salir en búsqueda de la aventura, e investigar qué es lo que hace feliz a la gente. Esta es una de las películas que personalmente catalogo como “buenaondistas”. Films simpáticos que no se proponen cambiarle la vida al espectador, pero sí dejarle un mensaje (medio obvio) y hacerle pasar un buen rato mientras ve el film. Y si esto se logra, es única y exclusivamente por la presencia del gran Simon Pegg. Este es alguien que puede manejar varios tipos de humor, y no solo el de hacer morisquetas. Pero uno de sus matices es el del payaso triste, elemento que usa constantemente en esta película. Además que el inglés se carga toda la trama a sus espaldas, a pesar de que algunas caras conocidas aparecen. Si bien la película es simpática y cumple su propósito, la verdad que los guionistas se pasaron de discursistas. Aparentemente todas las personas que se cruza Héctor en su viaje, tienen la clave de la felicidad y suficiente sapiencia y filosofía para escribir algún libro de autoayuda que dejaría a Coelho como un novato. Está bien que en su viaje, Héctor encuentre gente con algo que contar y una reflexión que regalarle; el tema es que durante su viaje, hace varias paradas (al fin y al cabo es una road movie), y en cada una de ellas, se cruza con alguien que le da suficiente letra como para hacer un ensayo sobre la existencia del ser humano y porqué estamos en este mundo. Y ahí es cuando la película pierde bastantes enteros. La parte de comedia, como dije antes, cumple gracias a Pegg, y de verdad uno se llega a reír con ganas. Pero después, la bajada de línea y los discursos existenciales son tan obvios, que en lugar de inspirar al espectador, lo sacan del relato queriendo que algo gracioso vuelva a pasar. Como suelen pasar en estas películas, el resto de los actores apenas puede aportar algo, porque solo están para que el protagonista interactúe con alguien en cada parada. Irónicamente, el personaje que más se prestaba para lo que quisieron hacer los guionistas, un monje, es uno de los peor diseñados y mas fuera de contexto de todos. Héctor: En búsqueda de la Felicidad podría haber sido una simpática película, pero casi exclusivamente por culpa de los guionistas, se queda a medio camino entre hacer reír, o querer ser un folleto turístico teñido de existencialismo de, justamente, folleto.
I didn’t have any reason to hope that Peter Chelsom’s Héctor and the Search for Happiness was going to be a good film. I mean, after having made Hannah Montana: The Movie and Shall We Dance?, what were the odds? But I thought: maybe it’s so bad, that it’s good — you know, sort of a guilty pleasure. Well, it’s not. To be exact, it ranks in the top five worst US films I’ve seen in a long time. And that’s an understatement. The so-called story in a nutshell: Héctor (Simon Pegg) is a boring and bored psychiatrist whose life hasn’t seen any changes in years. Despite having a gorgeous girlfriend (Rosamund Pike) he’s unsatisfied and unfulfilled. So one day he has a great idea: to search the globe to find the secret of happiness. That is for his own benefit, for that of his girlfriend and his patients. First problem: Héctor and the Search of Happiness pretends it has a storyline, but it actually doesn’t. Instead, it has an arbitrary series of loosely connected moronic situations in different countries. Each is meant as some kind of life-affirming experience to get some ideas on how to achieve happiness. Each is more overworked than the previous one. So Héctor is nothing but a cliché walking among clichés. Then expect high-class (and regretful) prostitutes, mobsters, hectic nights and neon lights in China. Expect filthy rich businessmen who do the right thing for a change. Expect exotic milieus and lots of photos. Then you get to Africa, filled with poverty and hunger, uncivilized (but colourful and musical), overcrowded and dirty but, above all, in dire need of help from good white men — medical doctors preferred. You get the idea. Shot as a travelogue, with a condescending and pious gaze, Chelsom’s feature fails at every level: from the underwritten screenplay to the pedestrian direction, with no sense of comic timing and no genuine pathos (this is a wannabe dramatic comedy). Meant to be humanistic and enlightening, it’s actually downright insulting as mere broadstrokes address intricate issues. So how can you care for a film that doesn’t work as neither a comedy nor a drama? Worst of all, it’s not even campy. Production notes Héctor and the Search for Happiness (US, 2014). Directed by Peter Chelsom. Written by Maria von Heland, Peter Chelsom, Tinker Lindsay. With Simon Pegg, Rosamund Pike, Jean Reno, Stellan Skarsgård, Toni Collette, Christopher Plummer. Cinematography by Kolja Brandt. Music by Dan Mangan, Jesse Zubot. Produced by John Albanis, Christian Angermayer, Kim Arnott. Distributed by: Buena Vista. NR. Running time: 99 minutes.
"Hector en busca de la felicidad" es una película que, en balance general, es para pasarla bien, solo eso. No es ni muy profunda ni muy liviana. Cada vez que el psiquiatra (Simon Pegg) llega a una conclusión, inevitablemente vas a tener tus momentos de reflexión, que son, quizás, lo más rescatable de la historia. Dejar todo e irse en busca de uno mismo lo hemos visto en otras pelis como "Comer, Rezar, Amar"... En esta oportunidad, versión hombre y psiquiatra. Algo para destacar son las apariciones de lujo de Toni Collette, Jean Reno y Stellan Skarsgård, que renuevan el aire y la pantalla con nuevas "aventuras" que te harán abrir los ojos si los tenías cerrados. Peli con algunos corto circuitos pero que va bien si no queres pensar mucho en lo que estás viendo.
Una parodia protagonizada por Simon Pegg que amaga pero no concreta. Hablemos de Simon Pegg. Este señor inglés escribió y protagonizó tres comedias extraordinarias: Shaun of the Dead (de zombies), Hot Fuzz (de acción) y The World’s End (ciencia ficción). Su estilo es filoso y sagaz, fumón pero con una vuelta más que un Seth Rogen porque, al fin y al cabo, es inglés. A partir de esta trilogía empezó a pegar papeles en películas grandes como Misión imposible o Star Trek. Y ahora llega como protagonista -pero sin escribir ni nada- de una comedia sorprendente: Hector y la búsqueda de la felicidad. Pero no es sorprendente en el buen sentido sino todo lo contrario. Cuesta creer, cuando uno la empieza a ver, que lo que está viendo es eso y no hay nada por atrás. Que no es una parodia como las que acostumbra interpretar Pegg. Hay un par de momentos graciosos al principio pero uno espera entrar en el chiste hasta que se da cuenta de que no hay ningún chiste. Pegg interpreta al Hector del título, un psiquiatra muy correcto y ordenado, que de pronto se da cuenta de que no puede ayudar más a sus pacientes si no descubre cuál es el secreto de la felicidad. El punto de partida recuerda a la genial Brain Candy, del grupo canadiense The Kids in the Hall -el que no la vio, véala urgente-, pero mientras esta era una crítica mordaz a las terapias alternativas, a la psiquiatría y a la autoayuda -y además, vamos, era muy graciosa y no sólo por eso-, Hector en busca de la felicidad, no. Hector viaja por todo el mundo y se encuentra con diferentes personajes que le van ayudando a encontrar la felicidad, o al menos a descartar lugares en donde encontrarla. Y va anotando ítems en su libreta, como por ejemplo: “Hay gente que cree que la felicidad es tener dinero”. Y esto es así, no tiene un doble sentido, una ironía, una profundidad mayor que esa obviedad que estoy diciendo. Parece difícil de entender que Simon Pegg sea el protagonista de esta película. Pero se puede rescatar algo bueno: más allá de las películas que escribe o de los pequeños papeles secundarios en tanques de Hollywood, en Hector y la búsqueda de la felicidad se lo adivina como un posible Tom Hanks. Es decir: un comediante dulce, lejos del cinismo. Puede ser que ocurra y ojalá, porque es un genio. Pero Hector en busca de la felicidad no es un buen primer paso.
No hay que buscar mucho mas allá del título de Hector and the Search for Happiness para saber que estamos frente a una feel good movie de esas que incluyen un viaje introspectivo para el protagonista, uno con itinerario incluido, y si es alrededor del mundo, mejor. Casi a la manera de Eat, Pray, Love pero con una figura masculina al frente y un tono bastante menos rosado y meloso, el film de Peter Chelsom (Serendipity, Shall We Dance?) propone un camino bastante transitado por los dramas de autodescubrimiento. La ruta la conocemos con anterioridad, sabemos el principio del viaje, los nudos básicamente son los mismos y el final tampoco es que lo deja a uno boquiabierto por su inventiva, pero Hector... tiene suficiente carisma y alma como para dejarse disfrutar a pleno. El comediante Simon Pegg encarna al psicólogo del título, quien tiene una vida rutinaria con su igualmente rutinaria novia Clara -la despampanante y fresca Rosamund Pike- y arrastra un trauma de su niñez que le impide ser completamente feliz. Empujando a la rutina bajo el proverbial autobús, Hector se propone entonces un viaje por el mundo que lo ayude a descifrar cuál es el misterio de la felicidad. Para disfrutar por completo de la propuesta de Chelsom y compañía es imprescindible tener una buena predisposición y evitar mirarle los defectos de la película, que los tiene y a raudales. Es imposible no verse aplastado por el almíbar que destila el viaje de Hector por Asia, África y su última parada en Estados Unidos, así como también gran parte del guión ayuda al sentimiento lacrimógeno con diálogos y carteles animados que indican los diferentes estadíos para encontrar la felicidad. Un hombre rico, un grupo de mujeres pobres, un traficante de drogas, una mujer moribunda, un médico sin fronteras, todos tienen diferentes perspectivas de lo que significa ser feliz y cada fragmento de su viaje se acopla al del protagonista, que en la piel de Pegg destaca muchísimo. El inglés tiene a su favor un papel que transita entre la comedia y el drama a pleno, llevándolo a lugares donde su carrera nunca lo ha llevado, y el resultado es muy satisfactorio. En donde otros comediantes han fallado en hacer la transición, Pegg la salta como un pequeño charco en el suelo, ayudado además por un destacamento de grandes figuras en roles secundarios, como Stellan Skarsgård, Jean Reno o el incombustible Christopher Plummer, mientras que Pike es la contraparte femenina y Toni Collette se tiene reservado un papelito saliente como el amor perdido de Hector. Hector and the Search for Happiness tiene pasajes entretenidos y es agradable a la vista, mezcla drama y comedia con resultados agridulces y, en definitiva, resulta casi efímera y superficial si se la piensa mucho, pero completamente disfrutable si se está de buen ánimo para sonreír.
¿Qué te hace feliz? Simon Pegg, el talentoso nerd responsable de escribir la trilogía “Cornetto” o de interpretar al Dr. Scotty en “Star Trek”, vuelve a deleitarnos con sus buenos dotes para la comedia. Excepto que esto, no es seguro que sea una comedia ya que tiene elementos de drama, y muchos. Sin embargo, está película hace reír y emocionar en cantidades equilibradas. Basado en un libro de autoayuda al estilo de “Come, reza, ama”, cuenta la historia de Héctor, un psiquiatra que comprende que no puede hacer felices a sus pacientes porque no es feliz él mismo. Harto de su vida monótona y rutinaria, que su novia Clara (la nominada al Oscar, Rosamund Pike) sólo se empeña en hacer más monótona, Héctor decide emprender un viaje de investigación. Recorriendo los lugares del mundo que le parecen más exóticos con un anotador bajo el brazo, la idea es repetir a todos la misma pregunta: “¿Sos feliz? ¿Qué te hace feliz?”. De este modo, de China a Sudáfrica y hasta las playas californianas llenas de surfistas, este peculiar y excéntrico personaje irá anotando sus conclusiones sobre qué hace feliz a la gente, y a él mismo. Aunque el planteo no es muy diferente a otras películas en las que el personaje emprende un viaje de descubrimiento, hay que darle el crédito por algunas novedades. Primero, que el objetivo inicial sea profesional y no personal, al menos en un principio. Es refrescante que él no se obsesione con su propia condición, esto lo libera de algunos prejuicios. Por otro lado, también es novedoso que Héctor no sea un personaje maduro, sino que actúa como un adolescente que se esfuerza por encajar, que no ha sido realmente auténtico en toda su vida. En cada parada en el viaje, Pegg encuentra a grandes actores como miembros del elenco, que entran en escena por sólo un acto y luego se despiden de modo tal que los extrañamos. Vemos primero a Stellan Skarsgård como un banquero rico que asegura, aunque no muy convencido, que el dinero compra la felicidad. Quizá con esto coincida Jean Reno, convertido en el narcotraficante Diego Baresco, quien hace grandes negocios en África. Tony Colette, antigua novia de Héctor, tendrá una respuesta distinta; e incluso Christopher Plummer tenga otra al interpretar a un excéntrico autor de libros de autoayuda. Con momentos de comedia, algunos bastante delirantes, y elementos de drama y suspenso, esta película nos muestra un cóctel correcto de géneros desde el romance hasta la aventura. Igual que el viaje de Héctor, el espectador atraviesa todas las emociones, hasta que llegamos junto con él a la conclusión de que todas son hermosas y apreciables. Por supuesto, no es el típico guión con buenos y malos, o con un marcado nudo y un clímax. Sin embargo, se las arregla para no resultar lenta ni aburrida, así que punto a favor. Una película cálida, emotiva y divertida, con algunos elementos originales. El elenco está muy bien, aunque lamento que los personajes secundarios tengan poco tiempo en pantalla. Recomendada para que el mensaje llegue en su totalidad a un público adulto, sin embargo, los adolescente como Héctor también podrán disfrutar de ella. Agustina Tajtelbaum
En busca de Simon Pegg La autoayuda es un género infravalorado con toda justicia. No festejamos desde aquí al intelectual cínico que se burla de Stamateas, Coelho o Bucay y demás millonarios de la superación personal sin siquiera acercarse a un metro de sus libros, pero formulémoslo de otra manera: gran parte del corpus de obras enmarcadas dentro del género autoayuda es cuanto menos despreciable. La autoayuda es en lo que deviene la filosofía cuando deja de dudar y comienza a afirmar cosas. “Tu desgracia es culpa de tu actitud negativa”, “El problema es que estableces vínculos con personas toxicas”, “Si algo que querés no sucede es porque no lo has deseado lo suficiente” y variaciones de estas obviedades componen las verdades reveladas de los gurús del buen vivir. Mas o menos lo mismo nos prepara el director Peter Chelsom, pero protagonizado por Simon Pegg y Rosamund Pike. Héctor (Pegg) está aburrido de su existencia, que por suerte, es bastante acomodada. Es un psiquiatra de éxito casado con una mujer exitosa y cariñosa (Pike) pero le falta lo más importante, el sentido de su vida. Es curioso cómo el occidental burgués alienado que suele protagonizar algunas películas busca el sentido de la vida una vez que ya siguió sin problemas todos los mandatos sociales que lo separaban de esa búsqueda personal y profunda. Lo que pasa con Héctor es que ya alcanzó unos cuantos objetivos personales y los siguientes pasos, según su estrecha manera de ver las cosas, son tener hijos y morir. Por eso decide dejar a su esposa un par de meses sin explicar demasiado, y emprender un viaje mundial en busca del objetivo mayor La Felicidad. Elije tres lugares, como la protagonista de Comer, rezar, amar: Shangai (China) porque allí se mudaron los decadentes tiburones de Wall Street para tomar merca y hacerse ricos; Africa, porque como todos sabemos es el peor lugar del mundo y si alguien se ríe allí todos podemos ser felices, y Los Angeles porque… allí vive su novia idealizada de la universidad. La arbitrariedad no tiene límites. Mientras tanto, el film que arranca como una comedia con cierto ritmo que se va diluyendo hacia un tono solemne propio de los temas que pretende tratar. Su lógica absurdamente simple va moldeando el contexto banalizándolo a niveles estratosféricos, a tal punto que, por ejemplo, ni siquiera diferenciamos en qué país de Africa trascurre la acción, sólo es un nido de lugares comunes: leones, hambre, pobres, narcos hispanoparlantes que controlan las comunidades pero que en el fondo tienen problemas como cualquiera de nosotros. Pero a la boludez maliciosa de esta película hay que agregarle el caos conceptual que merodea su reflexión. ¿Qué es la felicidad? ¿El placer inmediato? ¿Un estado de paz interior y armonía con el universo? ¿Preocuparse por los demás? ¿La tranquilidad de saber que uno nunca será torturado pero que la tortura existe y la sufren otras personas? ¿Que Boca salga campeón cada dos años? La verdad es que no sabemos cómo orientar el rumbo del pensamiento que pretende la película, su protagonista va lanzando máximas acerca de lo que es ser feliz equiparando literalmente pasar una noche con una prostituta sin saber que lo es, con sobrevivir a un simulacro de fusilamiento, con hacer las paces con un amor de la juventud, y con analizar porciones mesurables de actividad cerebral. Y todo esto para llegar a la conclusión que la felicidad está dentro de nosotros, y se puede expresar mejor en el contexto del matrimonio blanco cristiano y monógamo. A nosotros nos queda perdonar a Simon Pegg por este ínfimo pecado y respaldarlo en su próxima película dirigida por Edgar Wright.
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Un hombre debe vivir distintas aventuras para reencontrarse con su interior y poder ayudar a sus pacientes. Narra los momentos que vive Héctor (Simon Pegg, "Misión imposible: Protocolo fantasma", un buen comediante) un psiquiatra en Londres que lleva una vida ordenada y monótona, cansado de esto siente que los consejos que le da a sus pacientes no les sirve a ellos de nada y decide salir de viaje solo por el mundo para buscar el secreto de la felicidad. Su viaje lo lleva a China, África y Los Ángeles. En todas partes se encuentra con distintos personajes: Edward (Stellan Skarsgård) con quien vivirá momentos increíbles y en una de sus salidas conocerá a la dulce Ying Li (Ming Zhao). Resultan Increíbles sus vivencias caminando por la montaña, la nieve, la llegada a un monasterio y la comunicación con su pareja Clara (Rosamund Pike, “Pérdida”). Cuando viaja a África ya desde el vuelo le depara uno de los peores momentos. En ese episodio Héctor es secuestrado, vive con ratas y en cautiverio. Llega a inquietar al espectador. El momento que llega a Los Ángeles tiene su encanto. Su relato tiene algún punto en común con otras películas como la situación que vive Ben Stiller en “La vida secreta de Walter Mitty” (2013) o con “Comer, Rezar, Amar” (2010), en esta la protagonista era una mujer, en este caso un hombre, entre alguna otra. Sus viajes por los distintos lugares se encuentran representados por gráficos y anotaciones en su libreta tipo diario íntimo. Contiene algo de autoayuda, mientras recorre el mundo le van pasando muchas cosas, situaciones para encontrar la felicidad, se va chocando con otros personajes que los componen correctamente como: Toni Collette (“Pequeña Miss Sunshine”, 2066), Jean Reno ("El chef, la receta de la felicidad", 2012), Christopher Plummer (“Siryana”, 2005) y Stellan Skarsgård (“Thor”, 2011). Un buen trabajo de cámara, su montaje es dinámico, solo entretiene, para pasar un buen momento, apreciar una fotografía bella y efectos visuales ingeniosos.
Un aventurero de la autoayuda Héctor es un psiquiatra que vive en Londres con su pareja. Ambos son totalmente meticulosos y ordenados hasta la obsesión. Pese a que de chico, él admiraba al personaje de Tintín, ahora, pese a seguir coleccionando cosas de su personaje preferido de la infancia, se ha convertido en una persona sumamente seria y previsible. Su vida sigue así hasta que se da cuenta que no puede ayudar a sus pacientes a ser felices si él mismo no sabe cómo hacerlo. Es por esto que decide hacer un viaje por el mundo para tratar de encontrar la frase, la formula que lo ayude a conseguir la felicidad. En su viaje se irá encontrando con un montón de personajes , se verá envuelto en una guerra, sentirá distintas emociones y anotará en su diario de viajes 14 frases o significados sobre la felicidad, que no por trilladas y hasta simplonas, dejan de tener, algunas más que otras, una profundidad que leva al espectador a pensar en su propia felicidad. Esta comedia alemana - canadiense es una muy buena película con distintos condimentos. Comienza con risas, sigue como un film de aventuras y termina en una explosión de emociones y un final no tan previsible. La actuación de Simón Pegg le pone un rostro y una gran actuación a un personaje que parece escrito para él. Hay que sumar las actuaciones de reconocidos actores y actrices como Toni Collette, Rosamund Pike, Stellan Skarsgård, Jean Reno, Veronica Ferres y el gran Christopher Plummer.
Ni sonrisas, ni lágrimas No divierte ni conmueve. En realidad, no genera nada. Ni siquiera aquellas secuencias que fueron diagramadas con toda intencionalidad para provocar golpes bajos, aparecen huecas y falsarias. “Héctor en busca de la felicidad” constituye una fábula cinematográfica de moraleja simplona. Intenta trasmitir un mensaje bienintencionado de crecimiento y superación, pero se queda en lo anecdótico. Y por sobre todo, en una pueril visión del mundo. El psiquiatra Héctor no encuentra aliciente en su profesión y advierte que no tiene nada que aportar a sus pacientes más que respuestas trilladas. A la vez, no anda bien en su matrimonio que ha caído en la rutina. En síntesis: se da cuenta de que no es feliz. Más aún, de que no sabe qué es la felicidad. Entonces decide, sin muchas vueltas y hasta con cierta impunidad, hacer un viaje a China y África para ver si puede desvelar este misterio. Inicia su periplo y conoce a varias personas que, desde diversas ópticas, le señalan lo que piensan al respecto. Anota todo en una libreta. Rápidamente se advierte que tiene poca calle y pasa por situaciones que templan su carácter y lo llevan al reencuentro con un amor de juventud para cerrar asuntos pendientes. En otras palabras, se ve obligado a madurar. Aunque contiene algún gag más o menos divertido (el protagonista es el comediante británico Simon Pegg), la película es tan falsa que se dedica a desperdiciar a sus buenos actores y locaciones privilegiadas para desarrollar una historia insípida, poco plausible y hasta en cierta medida pomposa, acerca de un hombre de mediana edad, inmaduro, acartonado, que tiene una vida, en apariencia, exitosa pero necesita realizar un viaje por lugares exóticos para descubrir que todos que todos los seres humanos tienen “la obligación de ser felices”. Así, durante su periplo por momentos azaroso, se cruza con distintos personajes caricaturescos y sin matices, cada uno de los cuales intenta representar (aunque de un modo demasiado esquemático) los posibles caminos hacia una felicidad que siempre termina siendo ilusoria e inasible. Desaprovechados Inspirada en una novela de François Lelord y dirigida por Peter Chelsom, quien tiene entre sus antecedentes a la floja “¿Bailamos?” (2004), con Richard Gere y Susan Sarandon, “Héctor en busca de la felicidad” tiene al mentado Pegg y Rosamund Pike como protagonistas. Ambos son notables actores, basta recordar “Shaun of the Dead” (2004) en el caso del primero y “Perdida” (2014) entre las notables actuaciones de la segunda, pero no encuentran esta vez la sintonía adecuada. También desfila en la película un excelente plantel de actores de probado talento y experiencia, como Toni Collette, Stellan Skarsgard, Jean Reno y Christopher Plummer. Y aunque realizan su trabajo con solvencia y oficio, se puede percibir con facilidad que hacen lo que pueden con personajes carentes de carga dramática y que deben cargar con parlamentos muy poco convincentes. Esto queda de relieve con especial énfasis en el caso de Plummer en su composición de un desaliñado científico que desarrolla un método pueril para verificar el “índice de felicidad” de las personas. El film no hace honor a la tradición de la comedia británica, que tiene antecedentes como “El diario de Bridget Jones” (2004), “Cuatro bodas y un funeral” (1994), “Todo o nada” (1997) o la más reciente “Muerte en un funeral” (2007).