Patria o muerte. Existen subgéneros que tienen un desarrollo prolongado y un poco tormentoso acorde con las apreciaciones culturales y los paradigmas cinematográficos de turno de los distintos períodos por los que tuvieron que atravesar. El inefable “horror hecho comedia” nace prácticamente con el cine de la mano de propuestas aisladas más o menos conscientes en lo que respecta a los engranajes cómicos voluntarios/ involuntarios, adquiere preponderancia en las décadas de los 60 y 70 mediante muchos exploitations subversivos y alcanza su cúspide en los 80 gracias a un cúmulo de films que llevaron al extremo los componentes específicos hasta eventualmente solidificarlos, otorgándole a la vertiente determinadas características que se reproducen incluso en nuestros días en realizaciones del mismo tenor. Dentro del campo que nos compete, Juan de los Muertos (2011) constituye una anomalía exótica, no tanto por su idiosincrasia, que resulta algo conservadora para lo que ha sido el subgénero desde Shaun of the Dead (2004), sino por su origen cubano y las referencias al régimen socialista de la isla. De hecho, la obra combina el terror, la comedia negra, la sátira política, el retrato costumbrista y esa típica farsa familiar de acento agridulce. Con una hilarante jerga -entre autoparódica y absurda- centrada en dardos contra los “imperialistas”, “sodomitas” e “iconoclastas”, el guión del también director Alejandro Brugués presenta una dinámica semi televisiva apuntalada en un ritmo hiperquinético, un humor tan cáustico como ingenuo y una estructura de sketchs hilvanados al compás de una sitcom enajenada. Aquí el contexto está dado por un apocalipsis zombie que escapa a la comprensión de los protagonistas, quienes desconocen el concepto de resucitado y se vuelcan a la teoría de los disidentes contrarrevolucionarios que obedecen a los designios de Estados Unidos. Así las cosas, el Juan del título (Alexis Díaz de Villegas) se transforma de buscavidas sin futuro a jefe de una suerte de pyme que se dedica a matar -por segunda vez- a los seres queridos de sus clientes. En el emprendimiento comercial lo ayudan su amigo Lázaro (Jorge Molina), los hijos de ambos y otros personajes variopintos de La Habana marginal. Más allá de algunos lugares comunes, el relato analiza con eficacia la apatía, voracidad y arrogancia de una patria cuya identidad se asemeja bastante a la estándar de Latinoamérica. Desde el inicio en la balsa hasta que suena My Way por Sid Vicious vemos desfilar una colorida comparsa que incluye a un travesti altanero, un fisicoculturista que se desmaya al ver sangre, hurtos de pasacassettes, masturbación ocasional, sexo oral por lástima y un montón de accidentes fatales. El opus de Brugués sorprende con su buena factura técnica y su amplia utilización de los CGI, detalles formales que definitivamente implicaron mucho esfuerzo y sacrificio. La poca originalidad del convite está compensada en parte por el correcto desempeño de Díaz de Villegas y sus camaradas, el encanto bizarro de la película en su conjunto y un puñado de escenas memorables, entre las que se destacan la de los turistas españoles, la de los milicianos y la que se desarrolla en la Plaza de la Revolución…
Zombis disidentes cubanos Una película donde los zombis son los disidentes es una clara muestra de la re significación que hacen los cubanos de los géneros de Hollywood. Un recurso utilizado desde la creación del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria), al que adscribe la genial Juan de los Muertos (2011). Los cubanos siempre resinificaron los populares géneros de Hollywood desde los comienzos del ICAIC (con el proceso revolucionario) y lo siguen haciendo, apropiándoselos, cambiando sus roles de base, para darles un sentido completamente diferente en cuanto discurso. Las aventuras de Juan Quin Quin (1967), película dirigida por Julio García Espinosa (autor de la teoría del Cine Imperfecto) hacía lo propio con el western, pero poniendo en el lugar del héroe a la figura del guerrillero. De este modo instala un tema intrínsecamente cubano en la épica ya consolidada norteamericana. Juan de los Muertos instala la temática de zombis en La Habana, con los problemas e idiosincrasia cubana de contexto. Y lo hace para hablar de los cubanos, su imagen For Export y sus problemas internos, con los zombis de contexto. Los temas se suceden unos tras otros: luchar por la supervivencia, el individualismo vs. La idea de comunidad, el escape a Miami como fantasía, etc. Hasta aparece un norteamericano portando botas y sombrero estilo texano para traer la solución al conflicto. La película comienza con el conflicto instalado: los zombis están en La Habana y son plaga. Los cubanos comandados por el Juan del título (Alexis Díaz de Villegas), lejos de atemorizarse buscan la manera de hacer del problema un negocio redituable. Descubren que el inconveniente de la gente no es aniquilar a un par, sino matar a un familiar convertido. Así la famosa frase ante la llamada telefónica es “Matamos a sus seres queridos”. Los personajes son los sinvergüenzas que merodean los puntos turísticos buscando la manera fácil y menos trabajosa de subsistir. En tales antihéroes el film dirigido por Alejandro Brugués reposa su identificación, deslizando una crítica social ácida al respecto. La comedia irradia con la sucesión de escenas, y sorprende la construcción sólida de guion ante un género no transitado en la cinematografía de la isla. Algo común en el cine emergente cubano, siempre demostrando calidad técnica y espíritu auto paródico para reírse de sus propios problemas. Los discursos anti imperialistas, y la insostenible situación del bloqueo económico, son puestos entre escenas de descuartizamiento de zombis. Una gran idea muy bien ejecutada, que ayuda a entender este proceso de capitalizar la atención puesta en determinado género para desde ahí, poder plantear cuestiones propias, de forma inteligente, divertida y, sobre todo, bizarra.
Una cinta cubana de zombies que compensa con buen entretenimiento su débil mensaje. ¡Revolución o muerte! Luego de su estreno oficial hace casi dos años y un paso por el Buenos Aires Rojo Sangre, llega por fin a las salas comerciales de nuestro país el film cubano de zombies Juan de los Muertos. La historia, tal como nos da a entender el título, sigue las andanzas de Juan, un hombre de 40 años que se crió con la revolución en el poder y pasó toda su vida sin hacer nada. Lo único que le importa es su hija, quien no quiere saber nada con él. Pero un día algo extraño sucede, la gente comienza a ponerse violenta y a atacarse unos a otros. Lo primero que piensa Juan es que esto es tan solo una nueva etapa de la revolución, donde el pueblo se levanta en armas. Pero rápidamente se dará cuenta que este no es el caso. Los muertos están volviendo a la vida y Juan descubre que tiene un talento innato para matar zombies. Talento que terminará transformando en un negocio. Las comedias de zombies son un sub-género que suele dar buenos resultados. Basta con recordar El Regreso de los Muertos Vivos del gran Dan O’Bannon, Shaun of the Dead de Edgar Wright o Zombieland. Y si bien Juan de los Muertos es una buena adhesión a esa lista, es una película que no rompe con el molde más allá de contar con la particularidad de ser una cinta cubana y de muertos vivos. Como suele suceder con el cine de zombies (o por lo menos con el bueno), la amenaza es siempre sinónimo de algo. No son solo muertos vivos. Estos representan el ascenso de una nueva generación, o la lucha de una clase social en particular, o lo que sea que el director esté intentando retratar en su película. Juan de los Muertos, con la revolución cubana sobre su espalda, bien podría haber optado por enviar un mensaje social y político más afilado, pero no este el caso ya que pareciera perderse entre situaciones cómicas dignas de la comedia slapstick o humor físico . Y si bien su director Alejandro Brugués arma un buen retrato de lo que significa vivir en la Cuba comunista del Siglo XXI, la película probablemente funcione mejor en su país de origen ya que algunas cosas parecieran, inevitablemente, perderse en el camino. Pero aunque como crítica o parodia de la revolución Juan de los Muertos se queda a mitad de camino, como comedia de zombies es otra historia distinta. La cinta funciona en su mayoría gracias al buen desempeño de su carismático actor principal Alexis Díaz de Villegas y los efectos especiales, sin ser de primera linea, están muy bien resueltos. Brugués arma una cantidad de escenas muy divertidas a las que logra aplicarle una original vuelta de tuercas. Los fanáticos del gore no saldrán decepcionados ya que tambien hay una cuentas muertes de zombies bien pensadas que derrochan sangre, tripas y humor. Conclusión Juan de los Muertos es un logro en más de un sentido. No solo es una comedia de zombies sumamente divertida, tampoco se puede dejar pasar el hecho de que se está haciendo un film crítico para con la revolución (aunque nunca llegue a destacarse completamente por eso) desde adentro de la misma Cuba. Pero más allá de lo desdibujado de su mensaje, son 90 minutos que no vale la pena perderse y debería dejar contentos a los amantes del género.
Zombies en La Habana El exitoso estreno comercial de 7 cajas mostró que hay no sólo un cine latinoamericano dispuesto a conjugar con astucia los géneros clásicos con elementos propios de la tipología social y cultural local, sino también que existe un público argentino dispuesto a verlo en pantalla grande. Así se explica, entonces, el lanzamiento de esta coproducción cubano-española, ganadora del Goya a Mejor Película Hispanoamericana y vista en el Festival de Mar del Plata hace tres años. Si el film paraguayo se apropiaba de los códigos narrativos del thriller para enmarcarlos en el populoso Mercado 4 de Asunción, el de Alejandro Brugués hace lo propio con una historia de zombies en la ciudad de La Habana. Todo esto mediante el seguimiento de un buscavidas (el Juan del título) y sus amigos, quienes ante la inminente invasión encuentran una hendija para el lucro ofreciendo un servicio de cacería cuyo lema es “matamos a tus seres queridos”. Con reminiscencias del espíritu clase B de los primeros trabajos de Farsa y varios de los exponentes recientes del llamado CIFA (Cine Independiente Fantástico Argentino), Brugués construye un film menos abocado a la generación de sustos o a las explicaciones científicas del fenómeno que a la comedia negra, ubicándose más cerca de los films de la dupla Edgar Wright y Simon Pegg que, digamos, de los de George Romero o la serie The Walking Dead. A diferencia de 7 cajas, da la sensación de que en algunos momentos Brugués está demasiado preocupado por (re)marcar los orígenes del film mediante referencias gratuitas pero constantes al socialismo, a Miami y a Fidel Castro, entre otros elementos. Hecha la salvedad, Juan de los muertos termina siendo una comedia negrísima sumamente eficaz, divertida y hecha con conocimiento del género, méritos que no muchas películas pueden adjudicarse.
Pese a los antecedentes en films como Zombie Blanco, de 1932, el subgénero de los zombies emergió en 1968, con el estreno de la fundacional e imprescindible La Noche de los Muertos Vivos, cortesía de George A. Romero, todavía referente de estos monstruos. Fueron llegando más obras maestras con resucitados devoradores de gente, pero las sorpresas más divertidas aparecieron cuando se les dio un enfoque de comedia: El Regreso de los Muertos Vivos (revividos que comen cerebros, punks y referencias a La Noche…), Braindead (obra cumbre gore de Peter Jackson), la trilogía argentina de Plaga Zombie (donde los monstruos son parte de una invasión extraterrestre), Zombieland (con el mejor elenco en una película de estas características), Mi Novio es un Zombie (incluye romance entre un “caminante” y una muchacha), y Shaun of the Dead (conocida en Argentina como Muertos de Risa), ópera prima de Edgar Wirght, de la que no se aleja mucho la reciente Juan de los Muertos. Los zombies siguen invadiendo latitudes. Esta vez le toca el turno a Cuba. Hordas hambrientas van de acá para allá, devorando gente y generando terror. El inefable Juan (Alexis Díaz de Villegas), junto a su inseparable Lázaro (Jorge Molina), aprovecha el caos para crear un extraño pero fructífero emprendimiento: “Juan de los Muertos”, empresa dedicada al exterminio de resucitados a los que da culpa exterminar. ¿Tu padre se convirtió en un cadáver asesino pero no te atrevés a volarle la cabeza de un escopetazo? No te preocupes, que Juan de los Muertos llegó para solucionar tus problemas. Por algo el slogan es “matamos a sus seres queridos”. Fenomenal sátira política y social cubana, repleta de humor -negrísimo, por supuesto- y sangre. El director Alejandro Brugués no se guarda nada y jamás vacila a la hora de meterse con temas delicados del pueblo cubano, como el bloqueo económico, los escapes en balsas y la enemistad con el imperialismo. De hecho, en los primeros minutos del film, los medios locales afirman que la amenaza zombie consiste en “un grupo de disidentes pagados por el gobierno de los Estados Unidos”. Además de darle importancia al guión y a las dobles lecturas, el realizador también se despacha con secuencias apocalípticas, escenas subacuáticas y explosiones que no tienen nada que envidiarle a las mejores producciones del género. Alexis Díaz de Villegas se roba la película como Juan, un perdedor que ve la oportunidad de su vida -en medio de la muerte, vaya paradoja- al tiempo que debe recomponer la relación con su hija (la española Andrea Duro), quien al principio de la historia quiere irse a Miami. Lo acompaña un elenco secundario repleto de individuos tan antiheróicos como el protagonista. Salvaje, inesperada, desopilante, cinematográfica, Juan de los Muertos no sólo es una enorme sorpresa: también es uno de los mejores film con zombies, tanto en tono de comedia como en general. Y, por sobre todas las cosas, prueba que, incluso si ya no hay lugar en el Infierno y los muertos caminan sobre la Tierra, siempre se puede crear una fuente laboral y brindar un servicio público, aunque eso signifique volar algunos cráneos.
Zombies capitalistas acechan la paz social Dos buscavidas están pescando en el mar y de pronto se encuentran un zombie. A poco hay una plaga de zombies en todas partes. Y todos tontos y angurrientos. El vecino viejo se zombizó de golpe, y hay que tenerlo a raya. Entonces a uno de los buscavidas, el más descreído y aprovechativo, se le ocurre un negocio: "Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos". Por supuesto, es un trabajo insalubre. Por supuesto, también, ésta sería una comedia como cualquier otra de la especialidad, a no ser, digamos, por un detalle aislado: esto transcurre en Cuba, y lo que vemos no solo es un gran entretenimiento propio de un admirador de Edgar Wright o George Romero, los western y el kung-fu, sino, particularmente (y aquí está la salsa) es una feroz sátira cubana contra el propio régimen. Entonces, la radio oficial no anuncia una invasión de zombies, sino una alteración causada por disidentes empujados por el imperialismo, la población corre desesperada entre lugares desvencijados en un sálvese quién pueda, hay masacres de toda índole, un grupo de antihéroes lucha palmo a palmo, zombie a zombie, y al final, ah, ese final no se lo espera nadie. Único, inesperado, excesivo, sarcástico, sangriento, terrible, y terriblemente político. Autor, un grandote llamado Alejandro Brugués, nacido en Buenos Aires allá por 1976, cubano de alma, y crítico hasta el alma de la sociedad en que vive. Y a la cual ama, pese a todo. Protagonista, Alexis Díaz de Villegas. En apariciones especiales junto a travestis y turistas, el comediante español Antonio Dechent como Padre Jones, y el director Pavel Giroud como zombie fumigador (no confundir con Ivan Giroud, director del Festival de La Habana). Goya al mejor film latinoamericano 2012, primer premio en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas, el Fangoria, el Fantasporto, Biarritz y (por supuesto) Miami. Un regocijo.
Juan de los muertos es una muy buena comedia de terror que representó el primer film cubanos de zombis. Esta producción del director argentino Alejandro Brugués ofrece una típica historia de epidemia de muertos vivos ambientada en la ciudad de La Habana con un concepto interesante. En este caso los protagonistas en lugar de escapar hacia algún refugio deciden crear un negocio absurdo para sacarle un rédito económico a la epidemia de zombis. Si una persona tiene un familiar o vecino que se convirtió en un muerto vivo, Juan y su equipo se encargan de matarlo por una suma de dinero. También ofrecen descuentos a jubilados y menores de 11 años. La película brinda una excelente parodia de este género al mismo tiempo que plantea todo un comentario social sobre la realidad actual de Cuba. El argumento de Brugués no toma un postura definida y con bastante humor carga contra los castristas y los anticastristas. Por un lado aparece el gobierno intentando convencer a la gente que los zombis son disidentes infiltrados por los Estados Unidos y también están los cubanos que miran a los muertos vivos deambulando por las calles y no encuentran diferencias con la vida cotidiana en La Habana. Todos los guiños hacia la situación social y política de Cuba estuvieron muy bien trabajados. La película a veces cae en ciertos excesos innecesarios como algunos chistes sexuales que no llegan a ser graciosos y están forzados en la trama. El humor resulta más efectivo cuando Brugués se centra en las situaciones disparatadas que viven los protagonistas a lo largo del conflicto. En materia de realización, este film sobresale principalmente en la fotografía y los efectos especiales que fueron más que decentes para una producción que no contó con el presupuesto de una temporada de Walking Dead. Por esas cuestiones inexplicables del mundo de la distribución, Juan de los muertos llega a los cines locales con un retraso de cuatro años. Algo que no termino de entender, sobre todo cuando hay un público para este tipo de propuestas. Más allá de este tema, que no tiene nada que ver con el contenido de la película, si te gustan las comedias de terror definitivamente recomiendo darle una oportunidad a los zombis cubanos.
Una muy curiosa película cubana que muestra a un grupo de “sobrevivientes” que viven como pueden y se transforman en héroes cuando casi todos son zombies. Abunda el humor, la crítica y las ironías.
Zombis sueltos por La Habana Esta comedia cubana con muertos vivos es, seguramente, la película más irritativa para el gobierno revolucionario que se haya producido en años. Y narrativa y técnicamente no tiene nada que envidiarle a nadie. Con tres años de retraso se estrena esta verdadera rareza. Comedias de zombis hay montones. Pero, ¿cubana? Eso sí que no entraba en ningún cálculo. Más aún considerando que no tiene nada que envidiarle (ni narrativa ni técnicamente, ni en el terreno de la digitalización y efectos especiales) a ninguna de sus pares de cinematografías poderosas. ¿Escrita y dirigida por un argentino? Sí, el treintañero Alejandro Brugués, radicado allí desde hace rato y con varios largos en su haber. Si todo eso suena raro, ¿qué decir de una comedia de zombis cubana que es seguramente la película más irritativa para el gobierno revolucionario que se haya producido en vaya a saber cuántos años? Apenas un giro final que apunta a correrla del terreno del escepticismo y el cinismo, haciendo de un pícaro un mártir, le baja el promedio a este pequeño hallazgo tropical. Dejando de lado esa aflojada, y aun no siendo perfecta, Juan de los muertos es un muy recomendable splatter caribeño en joda.Los chantas de Juan (el excelente Alexis Díaz de Villegas, muy parecido a Gustavo Almada, el flaco pesuti de De caravana) y su amigo Lázaro (Jorge Molina, apropiadísimo también) están haciendo fiaca en su balsa casera, mar adentro, cuando lo que pica no es un pez sino un zombi, a quien tendrán que despachar de un certero arponazo en la frente. Por el uniforme anaranjado que lleva puesto, se diría que se trata de un preso de Guantánamo, que al intentar escapar habrá traído la plaga a tierras de Fidel. Difícil que sea por eso sino más bien por una especie de monoargumentación, que la televisión oficial (o sea: la televisión) difunde, una vez que los muertos vivos empiezan a bambolearse por las calles de La Habana, la versión de que se trata de un “ataque imperialista”.“Ahora no se trata del imperialismo, compañeros, sino de un peligro real”, avisa Juan al cochambroso ejército de caza-zombis que reclutó, en el que posiblemente sea el dardo más filoso de una película en la que los dardos sobre las carencias económicas, el discurso oficialista, la necesidad del “rebusque” para sobrevivir, las precariedades del transporte, la ruindad edilicia, el atraso del parque automotor y las ganas de emigrar abundan tanto como los arponazos. No es, claro, que se trate de críticas muy profundas ni que vayan mucho más allá de lo que Fresa y chocolate había expuesto veinte años atrás. Se nota demasiado, por otra parte, el esfuerzo por “meter” esos comentarios en la trama. Lo cual colabora con el carácter excéntrico de la película, pero conspira contra ella en términos narrativos.El fuerte de Juan de los muertos es su condición de Los desconocidos de siempre contra los zombis (a los que llaman lisa y llanamente “disidentes”), La armada Brancaleone usa picos y arpones o Los Torrente de azúcar. Los protagonistas son unos tipos impresentables, que si no quieren emigrar a Miami es porque allá hay que trabajar. Mientras que en Cuba viven de sacarles cucs a los turistas por los medios que sean (y que en el caso de Juan incluyen la explotación de su hija, disfrazándola de pobre y mandándola a limosnear). De hecho, no se ponen a cazar zombis de puro héroes sino como negocio. “Matamos a sus seres queridos”, dice el eslogan del “emprendimiento”, que incluye los apoteósicos baños de sangre que el género demanda, además de dos grandes escenas de pura comicidad física. Una de ellas, una salsa involuntaria entre Juan y un “disidente”, ambos amarrados y tratando de asesinarse.
Una matanza de zombies apenas divertida Mostrando a través de la comedia una Cuba más abierta o más tolerante a críticas, algo similar a lo que ocurría en los 70’s cuando los españoles usaban la expresión “dictablanda” para la apertura con cierto cine de género que mostraba el gobierno del general Franco, Juan de los muertos, de Alejandro Brugues, toma el subgénero zombie y lo introduce en el contexto de la isla caribeña. Un grupo variopinto, bajo el eslogan “Juan de los muertos: matamos a sus seres queridos”, tiene La Habana a su disposición para aniquilar zombies. Este contexto sirve para meter algunas ideas que funcionan (los institucionales del gobierno socialista, que quedan ridículos al hacer referencia a que el enemigo son grupos infiltrados de norteamericanos alentando disidentes) o la masiva huida en balsa desde la isla ante el estado de caos reinante. El actor y director de cine de culto cubano Jorge Molina es la revelación de la película con su personaje cercano en algunos casos al universo de Santiago Segura. Y si bien los efectos especiales tienen presupuesto, hace ruido el uso de digitalización en muchas de las escenas. Si bien como película divertida cumple, es justo señalar que Juan de los muertos, por su temática zombie, ha sido puesta en contexto -como siempre ocurre- con el cine de George Romero, aunque la gente de Farsa y su Plaga Zombie marcó tendencia al desatar el virus de los no muertos en Latinoamérica.
Zombies invaden La Habana Juan es un antihéroe que tomará conciencia de su rol revolucionario ante la avanzada de estas criaturas que muerden a quien se les cruce por el camino. Irónica y delirante apuesta. Sin aviso previo, miles de zombies invaden La Habana y un grupo pequeño de resistentes comerciará con el tema en medio del caos y, más tarde, el antihéroe Juan tomará conciencia de su rol de revolucionario. Si las famélicas criaturas de hace tres décadas de Vampiros en La Habana, film de animación, ocupaban la Cuba de fines del siglo XIX, estos zombies no andan con vueltas: pese a que se los ve con paso cansino, muerden y convierten a un ser humano en otra cosa, tal como ocurría en los clásicos de Sam Raimi (Diabólico, Noche alucinante) y George Romero (La noche de los muertos y sus secuelas). En efecto, Brugués convoca a la cinefilia un tanto bizarra de los '70 y '80 para narrar una invasión donde la Plaza de la Revolución con la imagen del Che es ocupada por zombies. ¿Metáfora? ¿Alegoría? En todo caso, Juan de los muertos es una simpática parodia donde un grupo de desquiciados (el protagonista, la hija del líder, un sujeto que desea irse a Miami, un experto en artes marciales y un fisicoculturista que se desmaya al ver sangre) afrontará una serie de peligros ante una ciudad ocupada por gente que anda con hambre. Así, recorren las calles, registradas por sorprendentes y funcionales efectos CGI, cortando cabezas, salpicando de sangre el lente de la cámara e ironizando sobre la revolución y la contrarrevolución. Juan de los muertos ganó el Goya 2012 (imponiéndose, entre otras películas, a 7 cajas e Infancia clandestina), un premio que puede resultar exagerado pero también comprensible si se piensa que el cine cubano de exportación ya ostenta su fresa y chocolate del siglo XXI.
Una de zombies a la cubana Juan de los muertos es una liviana sátira política que dosifica la crítica al régimen socialista de la Cuba castrista con altas dosis de costumbrismo y una simpática galería de personajes variopintos como fresco social. Se apoya en el pretexto de una invasión de muertos vivientes en la precaria ciudad de La Habana y de la cual los habitantes, potenciales zoombies de propagarse la epidemia, no tienen ningún recurso para salvarse de los come cerebros. El protagonista interpretado por Alexis Díaz de Villegas, acompañado por Jorge Molina, responde al estereotipo del perdedor nato y su vagancia forma parte de su idiosincrasia, aspecto que se traduce en largas horas de ocio no creativo frente al sol o en una balsa sin el objetivo primario de abandonar la isla. Sin embargo, el ataque de los zoombies, que la televisión oficialista (la única por cierto) tilda de avanzada imperialista al desconocer absolutamente los motivos de la irrupción de los resucitados que crece exponencialmente, lo obliga a tomar cartas en el asunto y agregar a su rutinaria lucha de supervivencia un servicio para la comunidad: matar a los seres queridos cuando los familiares no pueden ejecutar tamaña tarea. Pero, sin ningún fin altruista de antemano sino cobrando por los servicios prestados como cachetazo cínico al modelo socialista que pregona la solidaridad entre pares. En esta película cubana no existen revolucionarios ni utopías, sólo cierto resabio de revancha por mantener un modo de vida forzadamente austero y cuestionablemente libre. Ese es quizás el mayor impacto que pueda causar desde el punto de vista político un film absolutamente inofensivo pero divertido si se deja de lado el discurso monotemático y se aceptan las concesiones que el director argentino Alejandro Brugués tiene para con el relato y sus personajes.
Imaginemos una película cubana de zombies. Todas las películas de zombies, desde Romero para acá, tienen una connotación política. Desde Night of the Living Dead y su protagonista negro que termina víctima de un escopetazo, hasta Dawn of the Dead y los zombies en el shopping como metáfora de la sociedad consumista. Entonces una película de zombies ambientada en La Habana siglo XXI es muy prometedora. Juan de los muertos es una coproducción cubano-española ambientada en La Habana. Es una comedia de zombies –al estilo Shaun of the Dead o nuestras Plaga Zombie– que además baja una línea política. El protagonista es Juan (Alexis Díaz de Villegas), un buscavidas cubano que fantasea con irse a Miami en balsa. Después de un prólogo costumbrista de la vida en La Habana, aparecen los zombies que salen de un Comité de Defensa de la Revolución. Según la historia oficial -según Granma- los zombies son contrarrevolucionarios. En honor a la verdad, Juan de los muertos nunca termina de funcionar en sí misma. Los gags son de película argentina de los ‘80. Como género de terror tampoco funciona y como metáfora crítica es un poco evidente y tampoco se termina de jugar. Sin embargo hay algo en Juan de los muertos que entusiasma. Los zombies bajo el agua -quizás robados de Piratas del caribe- y cierta cuestión zumbona del protagonista, que recuerda a un Alberto Olmedo, la transforman en algo a tener en cuenta. Sin dudas, es fácil sobrevalorar a una película cubana de zombies que no es un desastre. Juan de los muertos le ganó el Goya a la mejor película iberoamericana a la paraguaya 7 cajas y a la argentina Infancia clandestina. Es la mejor de las tres, sin dudas, pero le falta algo. Quizás le falta olvidar su origen y llegar hasta las últimas consecuencias. Así como está, a Juan de los muertos le faltan cinco pa’l peso.
LA HABANA SE TIÑE DE ROJO Un hombre en el medio de la nada, recostado en su precaria barcaza hecha de gomas, tirantes y anudada con sogas y redes. Este hombre gira en círculos debido a la inercia del movimiento del mar. Cada vez se acerca un poco más la cámara. Entonces, el plano cenital se torna supino y en el mar se puede apreciar la sombra de la barca. La calma se entremezcla con el clima tropical y el color transparente de las aguas. Cuando el hombre queda en un primer plano aparece, de pronto y por un costado, su amigo. El susto se convierte en anécdota y la breve charla transmite no sólo intimidad, sino también describe su entorno social: el acento inconfundible de los cubanos y su intención (o no) de salir de la isla hacia Miami. Entonces, hay un primer indicio que devela lo que acaecerá sobre Cuba: la aparición de un cuerpo con traje naranja, una cara carcomida por la erosión del agua y del tiempo. Juan de los Muertos es la segunda película dirigida por el argentino Alejandro Brugués, quien forma parte de la productora independiente cubana “Producciones La 5ta Avenida”. Este director se vale del motivo de la supervivencia no sólo como uno de los rasgos principales del protagonista del filme, sino también como sello del contexto social y político cubano. Por tal razón, no es casual que Juan repita: “Yo soy un sobreviviente. Sobreviví a Mariel, a Angola, al período especial y a la cosa esta que vino después. A mí me das un filo y yo me las arreglo”. Juan (Alexis Díaz de Villegas) es un hombre que se rebusca la vida con su amigo Lázaro (Jorge Molina) y con un grupo conformado por Vladi California, el hijo de su amigo (Andros Perugorría), el Primo (Eliécer Ramírez) y la China (Jazz Vilá). Pero la vida en La Habana se verá amenazada cuando comiencen a aparecer y multiplicarse hombres y mujeres violentos, con aspecto desagradable que buscan comer a otros humanos. El primer objetivo del grupo será sobrevivir a esta plaga declarada por los medios de comunicación como disidentes pagados por Estados Unidos. Para ello, comienzan a investigar de qué forma se los puede vencer y luego reclutarán a todo aquel que aún conserve su integridad humana, entre ellos, se sumará Camila (Andrea Duro), la hija de Juan. Pero, como el protagonista se las ingenia de forma permanente, verá en la protección contra los zombis un gran negocio y no dudará en ponerlo en marcha bajo el lema: “Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos”. El filme está construido a partir del entrecruzamiento de dos lógicas: por un lado, la de género de terror, más específicamente, de los zombis. Se puede pensar que algunas escenas de la película aluden a la reconocida La noche de los muertos vivos (1968) dirigida por George Romero como, por ejemplo, un plano que muestra a un zombi devorando partes humanas o cuando Juan va a buscar a Camila y la casa está rodeada por estos seres. Por el otro, sobre la base del absurdo y la ironía. Como en una escena donde una anciana le pide ayuda a Juan porque cree que su marido murió y, en realidad, se convirtió en zombi. Entonces, el protagonista llama a sus amigos para que los ayuden a matar al marido zombi (previo armado de la compañía) y terminan quitándole la vida a la mujer. De esta forma, la película quiebra de manera permanente el registro. También cobra gran importancia la exposición de los símbolos o lugares más representativos de Cuba, como la conocida imagen escultórica del Che Guevara, el Malecón o el Capitolio Nacional. En éste último, Brugués repone, a través de la caída de un helicóptero en llamas y la destrucción de gran parte de la cúpula, un guiño a múltiples películas de acción norteamericanas y se puede pensar la última escena del auto dentro de “los términos” del final de Thelma y Louise, de Ridley Scott. Juan de los Muertos está centrada en la supervivencia y en el contexto social cubano, y el director se vale de estos pilares para establecer cuestionamientos (sobre todo en los diálogos entre los dos amigos) del ámbito político y social dentro de la isla. Sin embargo, estas reflexiones e incluso algunos guiños quedan desdibujados por el abuso del absurdo y de los constantes quiebres en el relato. Por tal motivo, la película pierde eficacia y frescura mientras que obtiene grandes cantidades de sangre o escenas violentas. De todas formas, Juan de los Muertos permite concebir no sólo una idea innovadora (un film cubano de zombis), sino también un intento por mostrar a La Habana desde una perspectiva diferente y lúdica. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Desde Cuba llega Juan de los Muertos del director argentino radicado en la isla, Alejandro Brugés, con estreno exclusivo en Bama Cine. El género zombie tuvo su boom en los últimos años y no faltaba mucho para que cruzara las fronteras de norteamerica a historias más personales como la de Juan de los Muertos. 50 años después de la Revolución Cubana, otra nueva Revolución llega a La Habana. Una misteriosa infección está convirtiendo a sus habitantes en muertos vivientes sedientos de carne humana. Juan, como buen cubano, decide armar un negocio para sacar partido de la situación: “Juan de los Muertos, matamos a sus seres queridos”. Eliminando a los infectados, Juan y sus amigos comienzan a hacer fortuna. No cabe duda de que Alejandro Brugés utiliza los recursos clásicos del género impuesto por Romero; y los adapta al contexto cubano. Uno de los atractivos de este tipo de películas es la construcción de sus personajes, y solo su protagonista destaca, con un elenco que no termina de sorprender. Desde un punto de vista narrativo, la idea de que Cuba fuera invadida por lo que ellos consideran disidentes mandados por el gobierno norte americano no es una mala premisa; a eso se le agrega un protagonista que toma por sus armas la protección de un pueblo mantiene un tono cómico y elocuente. Pero más allá de dos o tres momentos de humor, el film no brinda nada nuevo al mundo de los muertos vivientes y el problema no es el bajo presupuesto sino la idea de mantener una gran idea con un humor sencillo y previsible. Juan de los Muertos tiene algunos conceptos que funcionan bien y otros que no, aunque si es una cita obligada para todos aquellos amantes del género desde otros puntos de vista.
La película comienza con un plano cenital giratorio de Juan (Alexis Diaz Villegas) acostado en su balsa que flota en el medio del agua, como una isla, como su Cuba natal. La balsa, tan relacionada al escape para los que miramos de afuera, lo es también para Juan, pero su escape no es de la isla, sino del trabajo. Juan es recolector, una suerte de pescador en balsa, que más que trabajar espera. Vive esperando tener sin hacer. Su paz es interrumpida por un encuentro inesperado con un zombi, o lo que nosotros, los que vemos desde afuera, sabemos que es un zombi, pero que en la isla se confunde fácilmente con un disidente del régimen. Las razones de semejante catástrofe son irrisorias, una mera excusa para desatar el desastre. La película lo entiende así y deja el origen a la imaginación del espectador, que sabe tanto de lo que está ocurriendo como Juan. Antes de que nos acostumbremos a la idea de los muertos-vivos, el protagonista de esta historia ya está lucrando con ellos: “Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos, en qué puedo ayudarlo” reza el slogan y saludo telefónico del emprendimiento comercial postapocalíptico que el versátil Juan no pierde tiempo en comenzar. Como ya lo hiciera Edgar Wright con la genial Shaun of the Dead, tomando el género y, desde adentro, construyendo una comedia genial y sobre todo original, que es algo que no abunda en lo que a zombis se refiere; Juan de los Muertos (Juan of the Dead, en su traducción norteamericana), sigue la misma línea, construye una comedia en la que cobra vital importancia el contexto cultural en el que se desarrolla (se podría decir lo mismo de la de Wright), y que no cae en el ya insoportable y constante ralenti estetizador de muertes, que los realizadores zombi lucen como una manada masificada de muertos-vivos. En Juan de los Muertos no hay canchereo a la hora de exhibir, en cada escena se privilegia la trama, o el paso de comedia, o, principalmente, la analogía entre la crisis zombie y la constante crisis económica que se vive en la isla. En Juan de los Muertos no hay canchereo a la hora de exhibir. Es en esa crítica donde la película por momentos me hace ruido. Juan es cubano, como la película en cuestión, por más que la dirija un argentino, que la mayoría de los fondos provengan de España, y que no haya sido estrenada en Cuba. Juan es cubano, y así como su nombre podría ser un modelo para representar a todos los nombres, su personalidad y reacción ante una crisis parece que representan al pueblo cubano; al menos bajo la mirada del director argentino radicado en Cuba, Alejandro Brugués, que ve el desencanto de una población que creyó en la revolución y que hoy ya no cree en nada. Juan de los Muertos es quizás su forma de expresar ese sentimiento. Forma que no se limita a las formas, sino que invade el contenido de la película de una manera ocasionalmente sutil, tiñéndose de denuncia en cada diálogo, en cada escena en las que se ven los hilos de la analogía. Imposible pensar que el régimen cubano esté exento de críticas, pero las que se subrayan acá se asemejan bastante a las críticas foráneas, más que a las de un ciudadano de La Habana. Frases como “esta vez los malos no son los yankees, sino un enemigo real“; o la inclusión de un “héroe” norteamericano que sabe lo que está pasando, quiere ayudar, sabe cómo hacerlo, pero que es ignorado y luego muerto porque no lo entienden; o un cartel con el lema “revolución o muerte” que cae sobre varios ciudadanos, dejando a la muerte sin revolución; o el hecho de que la hija de Juan sea española, y que de ella emanen todos los comentarios críticos y correctivos hacia Juan/Cuba. Lo que podría ser considerado como una ironía, o simplemente pasado por alto, cobra gravedad e importancia por el énfasis que pone el director en que no se nos pasen por alto esos “detalles” que nos explotan en la cara. ¿Pero quién necesita sutilezas en una de-zombis? Subgénero del grotesco y del homicidio sin culpa. Subgénero de molde acotado, pero de un material que se dobla y estira a gusto del realizador. Como bien dirán los sobrevivientes en una escena que habla de los zombis propios, pero bien podría estar hablando de todo el subgénero: “solo se saben dos cosas de los zombis, que mueren con un severo trauma craneal, y que hay algunos que caminan y otros que corren“. El resto de características quedará a libre interpretación, ya sean zombies, infectados, monstruos o disidentes pagados por los gringos.
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Joyita zombi que asimila a la Cuba actual sumida en un pasado histórico Que George A. Romero tenía alguna intención de lectura social o política a través de sus películas, desde “La noche de los muertos vivientes” (1968) a “La reencarnación de los muertos” (2001), puede ser discutible, en especial por su primer período, pero, definitivamente, marcó un camino para sus admiradores detrás de la cámara. Fue muy difícil tratar de salirse de esta fórmula sin caer en la repetición, por no decir plagio; aunque hubo muy buenos exponentes que supieron resignificar la presencia de los cadáveres caminantes como, por ejemplo, “Mi novio es un zombi” (2012) o “Zombieland” (2009). Alejandro Brugués, el responsable de la muy buena “Efectos personale” (2006), se aferra al costado más ortodoxo de lo propuesto por Romero en función de la estructura, pero tomando esa lectura universal de la sociedad para llevarla y aplicarla en su propia aldea. No podía tomar mejor decisión y así entrega una de las joyitas del género en mucho tiempo: “Juan de los muertos”. Con una perfecta toma cenital vemos una balsa improvisada sobre la cual descansa nuestro protagonista. Luego una toma en contrapicado, con la cual se homenajea a “Tiburón” (1975), y no será el único homenaje a Spielberg, servirá para encontrarnos con su partenaire. Juan (Alexis Diaz de Villegas) y Lázaro (Jorge Molina) son amigos en una Cuba actual sumida en su pasado histórico y su presente aceptado por todos. Hay un aire de resignación en la impronta de ambos o en su actitud de “aquí-no-pasa-nada”. Sentados en la balsa, los dos reflexionan sobre irse o quedarse mientras liquidan a un zombi (sin saber que lo es) vestido con uniforme de preso en Guantánamo (hasta ese bastión de la política internacional se ha caído, parece poder interpretarse). Es a partir de este diálogo que descubrimos y entendemos este vínculo: “¿A veces no te dan ganas de irte remando a Miami?”. espeta Lázaro. "Sobreviví a Mariel, a Angola, sobreviví al Período Especial y a la cosa ésta que vino después. Soy un sobreviviente", replica Juan. Además de ser toda una declaración de principios, estos primeros dos minutos se apoyan en el costumbrismo y en lo cotidiano. Dos elementos que despiertan las primeras sonrisas de las varias que habrá hasta el final. Sin trabajo, u ocupación fija, sin más que alguna changa, Juan vive en la terraza de un caserón de departamentos desde donde observa esa ciudad detenida en el tiempo y casi sin turismo ni actividad comercial. Su compañero no le va en saga, tiene un hijo, Vladi (Andros Perugorría), ya emparentado con la generación que no quiere saber nada con quedarse en la isla. Es la generación que vive con una versión demasiado lavada de los ideales de la revolución como para pensar en la lucha incondicional o el patriotismo antiimperialista. También es el caso de la hija de Juan, Camila (Andrea Duro), quien se quiere ir con su mamá a Miami dado el fracaso de vivir en la crisis de la España actual. El ataque de un zombi a un grupo de vecinos es tomado por un noticiero (¿oficialista?) como “otra provocación de los Estados Unidos”, e informa que los que andan mordiendo por ahí no son más que un grupo reducido de disidentes. A partir de ese momento todo irá in crescendo en la isla que, poco a poco, se va llenando de “disidentes” El humor negro, sutil por momentos, la acidez de algunas escenas pero. sobre todo. la perfecta reinterpretación de los ingredientes del género, le dan a “Juan de los muertos” una estatura mayor que la que supondría una obra de este estilo. La razón se explica porque a partir de confiar en que el público se sabe de memoria la fórmula de este tipo de cine, su aplicación a la actualidad del sentir social sirve hacer una lectura veloz y contundente. Un claro ejemplo es la ocurrencia del protagonista para sacar provecho de una situación crítica y caótica. Estamos frente a una película con bajísimo presupuesto que sin embargo se las arregla para construir perfectamente los personajes; juntar a un elenco compacto y sólido con gran manejo del humor insólito (intentar zafar de un ataque a ritmo de mambo, por ejemplo) y exprimir cada dólar hasta la última gota para entregar un digno trabajo en los efectos especiales y de maquillaje. La película muestra en Alejandro Brugués, una gran pericia para reciclar situaciones y resignificarlas con buen ritmo narrativo. No es para desear secuelas, más bien para esperar su próximo proyecto y atesorar este con una sonrisa.
Recordemos que resultó ser la ganadora del Goya a Mejor Película Hispanoamericana y fue exhibida en el Festival de Mar del Plata hace tres años. Nos encontramos enfrentados a una comedia negra, del tipo clase B. Es divertida, vivaz, entretiene y logra lo que se propone.
“Juan de los muertos is a zombie comedy, something that has gained popularity in these last years because horror and comedy mix very well thanks to something they have in common: subtext. Consider that Cuba is a country that has been preparing itself to confront the US, but what if we had to confront zombies?” writer/director Alejandro Brugués (Personal Belongings) says about his second opus, which hits a fair number of right notes in some scenes, and yet it ultimately misses on the chance of being memorable as a whole. And not because of a lack of trying. The story goes like this: Juan (Alexis Díaz de Villegas) is your average lazybones, now trying hard to reconnect with his fine-looking daughter who’s visiting Havana, and will soon meet her mother in Miami, where they both live. Lázaro (Jorge Molina) is Juan’s best pal, and he too is trying to bond with his own son. On a given morning, Juan and Lázaro wake up and find out there has been a zombie outbreak all across Cuba. While hundreds are being killed, the media and the government claim that the zombies are, in fact, dissidents in rebellion against the government. But in the current scenario, Juan and Lázaro see a great business opportunity: the killing and disposing of zombies. For a fee, they guarantee they’ll kill your recently deceased loved ones for you. They recruit three more slayers and off they go to make some money. Being the first Cuban zombie movie ever made, Juan de los muertos (Juan of the Dead) deserves some credit for some things it gets right: there’s sufficient good gore in most confrontations (and it goes in crescendo, as it starts kind of mild), there’s also more than a handful of well-executed action scenes, and while the visual effects are not really impressive, they are decent enough to sustain verisimilitude. Some of the comic episodes are indeed funny, but many others just go for easy laughs. Too bad the plot is perhaps too episodic and zigzagging. On the plus side, this version of zombie-infected Havana does look credible enough. Some scenes go for a grotesque effect, and to a certain extent, they succeed. But when it comes to the subtext writer/director Alejandro Brugués refers to, let’s just say that it’s too obvious and one-dimensional — the “insights” into Cuba’s political situation are plainly dumb. They’re meant to be critical, but they fall into commonplace. You know: Cuba is a country where everything is worn out, medication is outdated, elevators and phones don’t work, and so forth. As though Cuba were just that and nothing but. In this movie, you either have Cubans who amusingly complain non-stop and then leave, or proud and Samaritan ones who stay and risk their lives as they fight hordes of zombies non-stop. P.S. Production notes Juan de los muertos (Cuba-Spain, 2011). Written and directed by Alejandro Brugués. With Alexis Díaz de Villegas, Jorge Molina, Andros Perugorría, Andrea Duro, Jazz Vilá. Cinematography: Carles Gusi. Editing: Mercedes Cantero. Running time: 91 minutes.