Rebelde con causa Martín Shanly debuta en el cine con un impresionante retrato simbólico acerca del pasaje de la niñez a la adolescencia de Juana, presionada por su familia y la escuela para actuar como ellos quieren y no como lo quiere ella. Juana va a un colegio privado de formación inglesa y tanto ella como su entorno se mueven en un ambiente de clase media alta. Pero Juana está dividida en dos. Por un lado sus maestros se quejan por su bajo rendimiento, su falta de sociabilización y su indiferencia hacia todo, pero por el otro no se la ve ni conflictuada consigo mismo ni retraída. Hará lo imposible para ir a una fiesta a la que no fue invitada, en sus clases particulares demostrará que sabe más que su profesora y dejará su retracción social cuando lo crea necesario. Juana no quiere ser como todos y eso es lo que nadie entiende (o no quieren entender). Juana a los 12 (2014) tiene muchas virtudes pero tal vez la principal sea el acertado casting del que sobresale Rosario Shanly, quien le brinda al personaje una serie de matices y cambios de estados con una naturalidad digna de destacar. Pero Shanly no está sola y la acompaña un elenco de jóvenes y adultos capaces de componer personajes complejos pese a que a priori parecieran simplistas. Hay momentos increíbles como los falsos estornudos de la madre cuando Juana quiere hablar o el monólogo de la maestra particular. Dos de las muchas situaciones que definirán el patetismo social, familiar y educativo que su director quiere marcar. Martín Shanly logra en su ópera prima crear un mundo tan ambiguo y desconcertante como lo es el momento de la vida que eligió como tema central. ¿Pero sobre qué es Juana a los 12? ¿Es una crítica a cierta clase social? ¿A la educación privada? ¿Es una película sobre la disfuncionalidad familiar? ¿Sobre padres que llenan a sus hijos de actividades para no hacerse cargo? ¿Sobre los mecanismos impuestos para actuar como robots? Juana a los 12 es sobre todo eso y muchos más temas a los que el autor logra atravesar con una sutileza narrativa ausente en el cine argentino. Martín Shanly habla de todo sin tener que ser explicito o desarrollarlo abiertamente y eso lo convierte en un gran narrador de historias complejas, pero tratadas con la naturalidad que suceden en la vida misma.
Confinada a un eterno encierro en Tordesillas, allá por el 1500, Juana I de Castilla (Juana “la loca”) fue falsamente diagnosticada con insania mental. Sin poder desobedecer las órdenes del régimen dictatorial de su padre y hermano, la joven heredera perdió los mejores años de su vida apresada en la soledad, el desamor y la más tremenda injusticia. Tantas veces recobrada su trágica historia por la literatura romántica y las artes plásticas, la figura de Juana no deja de reinventarse. El realizador argentino Martin Shanly, presenta su ópera prima, Juana a los 12, un filme que recupera ciertos aspectos de aquella figura histórica, esta vez, encarnada en una pre adolescente víctima de un sistema educativo opresivo. Juana es una niña que en vías de comenzar el arduo camino femenino hacía la adultez, se enfrenta a un mundo hostil que la censura a cada instante. En el colegio no logra conectarse con sus compañeritos, las maestras no consiguen que aprenda las lecciones y la directora sugiere una revisión neurológica. Y como si esto fuera poco su madre parece tener un doble discurso. Por un lado, intenta colaborar con el desempeño educativo y social de Juana llevándola a clases particulares o auto invitándose a una fiesta de disfraces. Pero por el otro, se irrita hasta los gritos cada vez que Juana le interrumpe un estornudo. A Juana no le gustan las cosas muy “lindas”, el exceso de belleza clásica y superficial al que vive expuesta la condena, y es por ese motivo, que en un intento de recurrente evasión, la joven elige desconectarse del mundo. Digo elige porque su abstracción casi permanente no se debe a un problema psicológico sino a una elección consciente. De fotografía sutil y un ambiente que parece recrear ciertos elementos nostálgicos de los noventa (las figuritas de Frutillitas, Gativideo, los automóviles y el teléfono público) Juana a los 12 conmueve con la exactitud con la que representa el mundillo de la escolaridad bilingüe y sus particulares detalles; así como también la cotidianeidad de ciertas familias. No me sorprendería que el mismo Shanly haya experimentado alguna vez situaciones similares a las de su personaje. Por Paula Caffaro
Juventud, ¿divino tesoro? Otro director formado en la FUC que consigue un más que interesante primer largometraje sobre las desventuras afectivas de una preadolescente en el marco de un colegio privado. El título de este film -una de las revelaciones del BAFICI 2014- nos define a la protagonista (se llama Juana y tiene 12 años). Ella asiste a una primaria bilingüe de zona acomodada, pero nunca termina de encajar, es un auténtico "sapo de otro pozo": se ríe cuando no debe, no participa cuando los demás se lo requieren. Sus problemas de aprendizaje y sus desórdenes de atención la convierten en víctima predilecta de compañeros y docentes (aunque aquí, cabe aclararlo, el bullying es más que atenuado y en verdad pasa por una discreta discriminación). Su madre se ocupa de ella, pero en algún lugar está ausente, haciendo lo que hay que hacer (contratarle una psicopedagoga o una maestra privada), pero jamás comprometiéndose emocionalmente con las necesidades y búsquedas de la hija (la interrumpe, nunca la escucha). Juana está obsesionada por tener una amiga, por ser invitada a un baile de disfraces. Por pertenecer, por ser (por construir como puede, como le sale, su precaria identidad). De todo eso se trata esta sensible, sutil, inteligente exploración de las fragilidades, contradicciones, descontenciones y angustias de la preadolescencia, sobre todo a partir de un personaje bastante border, incómodo incluso para un espectador que intenta empatizar, porque nunca encaja en los cánones tan rigurosos de la "normalidad". Por eso, por sus múltiples matices y por su capacidad de provocación jamás manipuladora, se trata de una ópera prima de indudable riqueza.
Juana a los 12 es la ópera prima de Martín Shanly (proveniente de la cantera de la FUC) sobre una historia algo genérica acerca de una niña que no quiere o, mejor dicho, no puede encajar en un sistema. ¿El sistema? Es una escuela bilingüe del conurbano bonaerense, en la que los niños son explotados de alguna manera con una sobrecarga de actividades (de por sí la escuela bilingüe -como institución- la genera) y la protagonista, Juana, decide abstraerse de este mundo. Sus escapes la llevan a buscar amistades basadas en el ocio, en algún dejo de rebeldía y cierto interés en juegos de niños más pequeños, como lo marca el inicio en el que intercambia figuritas de Frutillitas con una niña de varios grados inferior al de ella. Si bien Shanly busca abrir el espectro para señalar culpas en la docencia (cabe aclarar que el colegio es católico y la docente más despreciable es la de Catequesis), no sólo en la formal sino también en la domiciliaria (grotesco y grueso personaje el de la maestra particular), la mirada sobre la cotidianeidad de Juana, como un bicho raro y parco, es la que predomina. Dentro de la vida diaria de la preadolescente la figura materna aparece algo apagada, mientras que la paterna sólo se hace presente en un momento onírico (probablemente lo mejor del film). Algunas recurrencias del cine de Wes Anderson, como los paneos violentos para encuadrar personajes en idas y vueltas de la cámara y los títulos con reminiscencias vintages propias del director de Rushmore, confunden, y así la historia de esta niña desinteresada por absolutamente todo se pierde entre el virtuosismo formal y el señalamiento múltiple de culpables sobre su situación particular. El mayor problema que se le presenta al director es el direccionamiento de su estrategia narrativa, si apostar por la crítica a los modos académicos de enseñanza o por explorar el particular mundo de su protagonista; la subjetividad preadolescente en el arduo tránsito del “hacerse grande”. Hacia el final llega el mencionado segmento surrealista y la frase más interesante: “Como que ya no controlo mis ideas, ahora las ideas me atacan”, una declaración que parece más el punto de partida y no el desenlace.
DESPERTAR ADOLESCENTE Con dirección y guión de Martin Shanly, en su opera prima, con el foco puesto en una niña preadolescente que todo lo observa, absorta en los cambios impresionantes de su mundo, con adultos que ayudan y entorpecen. Una visión fresca y cuidada.
Intensamente En Juana a los 12, el director Martín Shanly puso de protagonistas a su hermana y su madre para contar una historia ambientada en el colegio bilingüe al que él mismo asistió. Esto, que parece un desmedido ejercicio narcisista, supera todas las expectativas cuando el realizador no sólo sostiene cada decisión de puesta en escena sino que además demuestra que aquellos son sólo elementos desde los cuales parte para construir un relato sumamente atractivo sobre lo asfixiante y rutinarias que pueden ser las instituciones, como así también lo difícil que suele ser ese período que atraviesa la protagonista. Ni el colegio, ni el cúmulo de psicopedagogas, docentes particulares y entidades neurológicas, ni la propia madre parecen ser suficientes para comprender, abarcar y contener a esa Juana que atraviesa el complejo proceso de crecer, de ir de la infancia a la adolescencia. Y el director aborda ese período con una serie de apuestas formales tan inusitadas como arriesgadas, que logran la proeza de hacer físico, sin caer en metáforas groseras, ese mundo interior que la protagonista evidencia sin comprender demasiado. Con climas que bordean el terror psicológico, una puesta en escena destacada y decisiones formales tan interesantes como pertinentes con lo que se está contando, Juana a los 12 muestra en Shanly a un director con una voz poderosa y muy sólida en su ópera prima, que no se regodea en el habitual esteticismo inane del cine independiente argentino, sino que construye una historia con una enorme tensión que subyuga la aparente calma, al igual que ocurre en esas instituciones que moldean en vez de formar. Y si tenemos en cuenta la familiaridad de las actrices y del ambiente que el director recorre en su película, se podría decir que se trata de un autor con total falta de autoindulgencia.
ver a la propia memoria Uno de los grandes méritos de Shanly es que, a pesar de que hay varios elementos de la vida de Juana que podrían producir angustia, no cae en el miserabilismo o en el juicio a sus personajes. Con ello consiguió una obra que se destacará en la producción 2016. Hay películas que se ven y pasan de largo, como cuando se mira por la ventana del colectivo y las imágenes se suceden de manera mecánica, anónima, y desaparecen enseguida sin dejar marcas. Otras películas son como tarjetas postales, bellísimas, donde todo está en su sitio y dan ganas de guardarlas bien, para que no se rayen ni se doblen, y poder volver a verlas así, perfectas, cada vez que el deseo surja de nuevo. En el caso de Juana a los 12 se podría decir que es como sentarse a mirar el patio de una casa que alguna vez uno mismo habitó. Una experiencia ambigua, en la que los fantasmas de las escenas familiares que tuvieron lugar ahí, vuelven como latigazos de una memoria no siempre fiel, para reabrir los surcos del pasado que, de forma paradójica, provocarán gozo y angustia, placer y dolor, pero nunca indiferencia. Tal vez en ello tenga que ver el hecho de que se trata de la historia de una nena –una preadolescente en realidad– y del registro minucioso de las dificultades específicas que debe atravesar en su complicado vínculo con el mundo. Un retrato sumamente vívido de un momento particular de la vida que, aún con sus propias marcas, es capaz de funcionar como un avatar de la infancia con el que cualquiera puede sentir algún grado de identificación. Pero este juego de espejos que cada espectador podrá hacer con su propia infancia no es el único mérito de un relato que los tiene y en cantidad, sino apenas la puerta de entrada a una de las mejores películas argentinas que se estrenarán este año. La protagonista es Juana, tiene 12 años y es una chica retraída. Demasiado para lo que los docentes de la escuela bilingüe a la que asiste consideran normal. La película empieza con una reunión entre una de esas maestras y la mamá de Juana. En ella, una informa a la otra acerca del mal desempeño de la nena en el colegio, de sus dificultades para atender en clase y cumplir con las tareas, para terminar preguntando si nunca se le ocurrió hacerle algún estudio a Juana. El modo brutal que la maestra tiene de dar por sentado que la nena sin dudas sufre un problema mental –psicológico, psiquiátrico, neurológico: no importa qué, pero algo tiene–, contrasta con la manera distante con que la mamá recibe tal afirmación acerca de su hija. Como si no le importara, o en realidad no entendiera la gravedad de lo que le están diciendo. Esta escena es importante, porque a lo largo de la película la mamá de Juana mostrará otras desatenciones en su crianza, a partir de las cuales lo más fácil será juzgarla. Lo difícil es permitirse comprender que esas desatenciones no son muy distintas de las que Juana muestra en el colegio. Escrito y dirigido por Martín Shanly, el film registra con detalle la vida emotiva de Juana. El vínculo con sus amigos. La forma cruel con que es tratada por algunos de sus maestros y el impacto que eso genera no sólo en ella, sino en sus propios compañeros de clase; pero también la paciencia y la naturalidad que le dispensan otros. La vida doméstica. Su relación con un hermano menor. La débil presencia de su madre y la sutil ausencia no sólo de un padre, sino de cualquier otra figura masculina adulta relevante. Pero Juana a los 12 no es el retrato sádico de un calvario individual, sino que está llena de momentos de humor que se intercalan con ternura entre las dificultades cotidianas de su protagonista. Y, sobre todo, es una película generosa que no se propone juzgar a nadie; más bien intenta comprender por qué a veces el mundo funciona como funciona y por qué, a su manera, a cada uno le toca alguna vez ocupar el doloroso lugar de la víctima. Dentro de un relato narrado con una seguridad poco frecuente en un debutante, el director consigue un rendimiento altísimo por parte del elenco completo, que entre varios niños incluye a su hermana Rosario interpretando a Juana (toda una revelación) y a su propia madre, María Passo, en el papel de la mamá. Además se permite la libertad de apelar a recursos estéticos riesgosos, como la decisión de ambientar la historia en un pasado no muy distante que genera cierta extrañeza; quizá mediados de los ‘90, como sugieren sutilmente el uso del VHS y la ausencia de celulares. Y más aún la siniestra y reveladora puesta en escena de un sueño de Juana durante un estudio neurológico, secuencia que no desentonaría en películas exquisitas como Berberian Sound Studio (2012) o The Duke of Burgundy (2014), de Peter Strickland, y que además aporta elementos esenciales para terminar de entender qué mecanismos activan el complejo mundo de la protagonista. Así, Shanly demuestra que su generosidad no se acaba con sus personajes, sino que también se extiende a los espectadores.
Todos contra Juana Estrenada el año pasado en el Bafici, esta ópera prima de Martín Shanly es un prodigio de sencillez y elocuencia. También de originalidad: no son muchas las películas del cine argentino que han explorado la vida cotidiana de los alumnos cuyos padres eligen la educación privada, ese lugar apresuradamente idealizado que suele reflejar con más claridad las aspiraciones de los adultos que las de los chicos. Juana es una alumna díscola e intrigante de una escuela bilingüe de gente de clase acomodada. El espacio para correrse de las pautas establecidas es ahí muy reducido. Shanly configura ese universo asfixiante en el que se mueve la protagonista, muy similar al que aprisiona al torturado Antoine Doinel de Los 400 golpes, el clásico de Trufaut, hilvanando escenas que duran exactamente lo que deben durar para no perder eficacia. Pero además tiene imaginación y sentido del humor para contar lo que necesita sin recurrir a las obviedades ni ser burdamente explícito. Un buen ejemplo es la escena en la que la mamá de Juana pinta unos vistosos pájaros para decorar unos platos de porcelana que a la jovencita le parecen "demasiado lindos". Juana objeta esa belleza inalterable, la cuestiona y obtiene una respuesta reveladora: "Los copié de un libro, tienen que ser iguales, tienen que ser así". La discusión queda rápidamente saldada porque la madre ni siquiera considera la posibilidad de mudar alguna de sus arquetípicas convicciones, por más banales y retóricas que sean. Todo lo que pasa en el universo que rodea a Juana es de algún modo una reproducción a escala mayor de esa situación: un entorno que no la interpreta, que no dialoga demasiado con ella, sino lo hace en sus propios términos y que no parece dispuesto a ceder casi nunca. Perceptiva, Juana toma nota de esa hostilidad y se rebela a su manera: no presta atención en clase, tiene dificultades con el inglés y trama una inocente venganza contra dos compañeras que la marginan de manera ostensible simplemente por no parecerse a los demás. En ese contexto donde todos parecen asociados para excluirla, la figura del padre brilla por su ausencia y la mamá simula escucharla, pero termina delegando en los curiosos métodos de la psicopedagogía un problema del que insólitamente no sospecha ser parte. Shanly sabe cómo descubrir el encanto de su atribulada heroína: cuando la muestra divirtiéndose durante un examen médico que exige solemnidad y rigidez o transformándola en una tierna vampiresa que se obstina en participar de una fiesta de disfraces a la cual hicieron todo lo posible por no invitarla. Y si se habla de descubrimientos hay que destacar el de Rosario Shanly, hermana de este director que también viene desarrollando su carrera como actor en la escena del teatro independiente porteño: ella es el eje alrededor del cual gira la historia y se hace cargo con una solvencia que asombra. Apañada por un elenco que también incluye a María Passo, la verdadera mamá de los Shanly -otro gran acierto, a la luz de los resultados-, y a un par de actrices notables -Mónica Raiola y María Inés Sancerni, perfectas en sus intervenciones-, Rosario brilla con luz propia, consigue eso que pasa de vez en cuando con los personajes del cine que quedan grabados en la memoria: que deseemos saber cómo siguió su vida después de haberla acompañado apenas por un rato.
La película sigue los pasos de Juana, que se asoma a la adolescencia mientras transita el último año de la primaria en un colegio inglés de la provincia de Buenos Aires. A la chica le va muy mal en los estudios y en los deportes; además, apenas es capaz de hacer amigas. En realidad resulta ser un misterio para quienes la rodean (empezando por su madre) y también para el espectador. Pero como en toda película austera (y esta lo es con un orgullo feroz, que no alcanza a disimularse en la sensibilidad atonal de su dramaturgia, ni en el calibrado naturalismo que irradian las escenas), el director debutante Martín Shanly no eleva jamás la voz para señalar esa cualidad misteriosa, la naturaleza insondable que inunda discretamente la pantalla a través de la belleza de la chica y de su exquisito repertorio de balbuceos. Juana a los 12 no es una family movie, pero sí una “película familiar” de un modo bastante curioso. La protagonista es hermana del director; la mujer que interpreta a su madre es la verdadera madre de ambos. El colegio (del que nunca sabremos el nombre) es un colegio real, al que asistió el director. La película no intenta ofrecerse como un testimonio de primera mano sobre el funcionamiento de la institución, pero el trazo preciso en los detalles y la fluidez sorprendente de las situaciones que allí se desarrollan habilitan la tentación de detectar un cierto costado “biográfico”. El caso es que Juana se ve obligada a derivar de especialista en especialista, como una descastada o un ángel caído: en suma, una criatura perdida. Maestros, médicos, psicólogos, psicopedagogas, todos tienen algo que decir sobre Juana, pero el personaje parece rechazar cualquier intento de interpelación pertrechada con una suficiencia regia, un halo de indiferencia que la lleva a doblarse en cada escena sobre el brillo secreto de su propio enigma. El boletín de calificaciones, que ella guarda sin mirar en su mochila y entrega luego mansamente a su madre, trae cada vez peores noticias; cuando tiene que decir una línea irrelevante durante el ensayo de una obra de teatro en inglés, la chica fracasa en un intento tras otro, hasta que la maestra decide que lo mejor es reemplazarla violentamente por una compañera. De pronto, el espectador cae en la cuenta de que el núcleo emocional de la película no se juega en el carácter sutilmente intransigente de una institución educativa de privilegio, sino en la elegancia absurda con la que Juana asiste a los repetidos esfuerzos de hacer de ella una persona que se comporte “normalmente”. Hay algo descorazonador en la manera en que no puede evitar reírse cuando su cuerpo ingresa lentamente en un tubo de resonancia magnética. Por momentos la película podría ser una comedia, si no estuviéramos demasiado embelesados preguntándonos qué le pasa a esa chica como para aceptar con docilidad el talante potencialmente humorístico de algunas escenas. Cuando le dan un somnífero y logran dormirla para un estudio médico (el enésimo), Juana sueña: la pantalla cambia entonces de formato durante unos segundos y vemos a la chica atravesar una serie de sucesos igualmente indescifrables. Ni siquiera dentro de su cabeza son visibles las señales de su inadaptación. La generosidad de la película, que parece saber lo mismo que el espectador y que los personajes, excluye el consuelo de una interpretación y se constituye en moderna por la vía de la incertidumbre. Juana a los 12 se consagra como una maravilla modesta, que respira a nuestro lado y nos hace soñar despiertos con más películas chicas y audaces, películas cuya lucidez dependa de su renuncia a saberlo todo y a explicarlo todo
La opera prima de Martín Shanly es un inquietante retrato de una niña de doce años, llamada Juana, de buena posición económica que va a un colegio bilingüe privado de la zona norte y en el que le va mal: no estudia, no retiene nada, no tiene buena relación con sus compañeras, es totalmente apática, no presta atención en clase y parece tener claros problemas de aprendizaje. ¿O se hace? Bajo la apariencia más o menos convencional de un retrato de una niña, su colegio y su familia somos testigos casi de una disfrazada película de David Lynch: ¿tiene la niña problemas de aprendizaje o está poniendo en juego ahí –“llamando a atención”, dirían padres y maestros– una serie de conflictos familiares y personales? ¿Hace algo la escuela por resolverlo? ¿Y la madre? ¿Se ocupa o pretende ocuparse y en realidad no es otra cosa que la versión adulta de la misma Juana? ¿Y el ausente padre? ¿Qué hay con él? La vida cotidiana de Juana en la escuela y en su casa, entonces, es lo que cuenta en primer plano esta película. Por debajo de ese nivel de lectura aparece un retrato bastante cruento de conflictos entre padres e hijos, de instituciones bastante inútiles para analizar y tratar esos temas y de preadolescentes “zombies” que externalizan sus conflictos mediante una irritante apatía y actitud de todo-me-da-igual que resulta por momentos bastante desesperante. JUANA A LOS 12 es una disimulada película de terror, de uno que no se expresa claramente y que por eso mismo asusta mucho más.
El director Martín Shanly filmó a su hermana interpretando a Juana, alumna de un colegio inglés de lo que parece ser zona norte de la ciudad de Buenos Aires. Juana es una nena normal pero le va mal en el estudio. Saca pésimas notas y -sin caer en bullying o maltrato-, no encaja entre sus compañeros. En su universo de clase media alta, las maestras impacientes y una madre presente pero un poco "en otra", aíslan a Juana en un mundo que, con buen criterio cinematográfico, el director no explica ni cierra del todo. Una más que interesante ópera prima.
Aquellos años poco felices. Pocas veces el territorio de la pre adolescencia es explorado con tanta precisión como en este caso, particularmente por tratarse de una historia que conserva la ambigüedad del conflicto y la crisis propia de la edad hasta el último minuto.
La ópera prima de Martín Shanly, realizador formado en la FUC cuya película compitió en el BAFICI del año pasado, es un retrato inquietante sobre una niña en transición a su adolescencia. Tal como lo indica su título, la protagonista tiene 12 años y transita el último año de la primaria. En la escuela le va mal, no logra congeniar demasiado con ninguno de los niños, tiene una madre aparentemente atenta pero que cuando Juana es más directa que nunca no la escucha concentrada en ella misma. En otras palabras, es distinta al resto y se destaca por no seguir los pasos esperados de quienes la rodean. “Las ideas no me vienen, me atacan”, confiesa en un momento. Por eso es enviada a terapia, a hacerse estudios de la cabeza y a clases particulares. A menudo el cine retrata lo difícil y caótico que es ser adolescente, pero no siempre se piensa en ese momento previo igual de difícil, cuando los cambios comienzan a hacerse notar, no sólo en el cuerpo, sino en una mente que comienza a funcionar de otro modo, con muchas más cosas. Lo que aquí logra su realizador es retratar con naturalidad esta compleja etapa, a través de escenas cotidianas en las que nunca parece suceder nada demasiado importante. A Juana no le pasa nada y le pasa todo. A la larga, ella no es ni se comporta como todos esperan que lo haga, pero a ella no le interesa ser igual al resto, no es que no tenga esa capacidad. La interpretación de Rosario Shanly (hermana del director) como Juana es cautivante desde esa naturalidad con la que su director busca retratar esta etapa. Su risa inapropiada, su mirada observadora desde afuera, su reacción ante los pájaros “demasiado lindos” (para ella, un defecto) que dibuja su madre, su andar enfundada en el disfraz elegido para ir a la fiesta a la que no fue invitada pero se las ingenia para que, sin temer a lo que se piense de que su madre haga de mediadora, finalmente la esperara, ni más ni menos que una vampiresa. Pequeños detalles que completan la construcción de este complejo y lleno de matices personaje que busca construir su propia identidad. Inquietante, aterradora de un modo sutil (incluso hay una secuencia onírica muy a lo David Lynch), Juana a los 12 es extraña y fascinante al mismo tiempo.
Juana (Rosario Shanly), la protagonista excluyente de “Juana a los 12” (Argentina, 2015) de Martin Shanly, adolece de todo, y si bien su madre intenta comprender qué le pasa, nada ni nadie más que ella tienen la respuesta ante aquello que le está pasando. “Juana a los 12” bucea en la vida de una joven que está dejando detrás su niñez pero que en ese transitar el mundo parecería que le comienza a reclamar cuestiones que terminarán por afectar su comportamiento social. La niñez se aleja, pero ella continua con algunas rutinas con las que se siente cómoda, porque justamente en esa comodidad ella puede seguir controlando todo. Pero cuando su entorno, principalmente el escolar, comienza a vislumbrar algún conflicto, la madre es alertada para que pueda tomar alguna determinación sobre Juana y cómo avanzar en su educación. Shanly saca una radiografía de un instante en la vida de la niña para hablar de cuestiones que circundan el crecimiento y la educación a partir de una puesta en escena realista que prefiere contemplar los hechos antes que privilegiar el manierismo y la manipulación de las situaciones. En el arranque con esa muestra de un recreo en la escuela en el que Juana cambia figuritas al ritmo del “late, late, no la te”, Shanly demuestra una sensibilidad por su personaje contundente, la misma con la que luego irá desandando la tragedia cotidiana dentro y fuera del lugar. Juana no puede explicar sus cambios de comportamiento, su falta de atención en la clase, sus ideas recurrentes sobre la muerte, su obsesión con sacar puntas, su incipiente pasión por un compañero o el recelo que tiene sobre su amiga, a la que quiere sólo para ella y nadie más. Shanly construye un sólido guión en el que la educación, la crianza, la saludo y la normalización de comportamientos serán los vectores de un filme que refleja un estado de instituciones centenarias que deben modificar, a la brevedad urgente, estructuras que no hacen otra cosa que atrasar o no estar acordes a los tiempos que corren. Si Juana se comporta de una manera no esperada, seguramente es porque en su casa pasó algo o responde a una situación que no fue resuelta de la manera correcta allí, o quizás responda a algún “trastorno” psicológico por lo que deberá acudir a un especialista para que la pueda volver a encauzar. Si Juana está perdida, es porque no sabe hacia dónde su vida irá, y ante la ausencia de un padre que ella adora, con su madre todo es cuesta arriba, por eso le esconde información para evitar ser castigada, aún más que el castigo que ella se autoimpone. El director muestra ese proceso natural y determinante, generador de etiquetas y estereotipos, que sólo procesa información a partir del subordinamiento y la sumisión de cuerpos e ideas, relegando la independencia y la libertad de pensamiento a un segundo lugar. “Juana a los 12” es una ópera prima prometedora (quedamos atentos a los pasos de Shanly) que refleja un estado de las cosas vigente en el sistema educativo y las repercusiones que éste tiene en los hogares, en donde aún se sigue utilizando un sistema de premios y castigos para la conducta curricular de los niños. Juana sólo quiere que la sigan comprendiendo, más allá de estudios, de análisis, de terapias, de apoyos extra escolares y de cualquier otro tipo de acompañamiento. Ella es tan sólo una joven que busca en el acercamiento al otro la posibilidad de seguir jugando a las figuritas pero también de poder comenzar a sentir como niña mujer todos los cambios que su cuerpo y su mente le están imponiendo
First-time director Martín Shanly crafts moments of genuine emotion in Juana a los 12 POINTS: 8 “I was interested in a fair portrayal, I didn’t want to be enraged with the place and I didn’t want the film to advocate for anything at all, I just wanted to show a space that exists,” said Argentine filmmaker Martín Shanly about his notable debut film Juana a los 12 (Juana at 12) in an interview with film critic Ezequiel Boetti in Página 12 daily. “Perhaps it’s true that the educational system tries to label the kids into being this or that and if later on they don’t meet a series of requirements, they become a problem to be solved. But I don’t think my film probes too deep into that. Instead, it’s the story of a girl dealing with adults.” Shanly couldn’t be more right. Basically, that’s what Juana a los 12 is all about: a girl aged 12 at odds in a world of adults. More specifically, Juana attends a private and traditional English school in a well-off neighbourhood of Buenos Aires. She seems uninterested in both her classes and her leisure activities, as though she were somewhat withdrawn, an island onto herself. Her grades are low and keep getting lower. She said she’d like to be in a school play, yet she hasn’t learned her lines. So it’s no surprise that her teachers are worried about her and so they tell her mom that maybe the girl is having some kind of problem, be it psychological or emotional. They say that maybe she should have a medical check-up. Something must be wrong. To which her mom doesn’t know what to say; in fact, she seems pretty absentminded as well. Like her daughter, she too sometimes comes across as aloof and disconnected. Juana a los 12 is an acute, sensitive portrayal of all of Juana’s everyday activities, including of course the relationship with her friends, to whom she sometimes is an outsider whereas other times she seems welcomed. The fact is that Juana can be communicative enough when she wants to: for instance, when she wants to get invited to a party a schoolmate is organizing. The filmmaker also smartly addresses Juana’s relationship with her teachers, who can sometimes be mean and rude, but not necessarily out of anger. Perhaps it’s frustration that they feel and even adults often don’t know what to do with frustration. It’s equally true that other teachers are quite friendly and nurture her as best as possible. And then there’s Juana’s home life, without a father and with a somewhat unaffectionate mother. One striking characteristic about Shanly’s debut feature is how realistic it feels, how natural all performances, bonds and ties, and the drama itself come across. This sort of realism devoid of clichés and commonplace is very hard to achieve, but the filmmaker makes it look like child’s play. Another remarkable facet has to with the fact that you never get to really know what goes on inside Juana’s head — let alone get a medical diagnosis. Because the viewers are, first and foremost, nearby observers. However, at the same time, you get an inkling about her feelings, moods and thoughts. It so happens that when the camera gets closer to Juana, when some silences come to the foreground, when some occasional conversations do strike a particular chord, then this is when you stop being an observer and become someone sharing time with and around Juana. This feeling of immediacy is startling, almost uncanny, as if the acting had disappeared. And that’s not necessarily because Juana is played by Rosario Shanly, the filmmaker’s sister and a non-professional actress, or because Juana’s mother, María Passo, is in fact played by the filmmaker’s mother. A less talented director would have made a total mess of it all. Shanly, instead, is accomplished enough to craft moments of genuine emotional resonance such as the ones found in the works of John Cassavetes. Moreover, there’s an inventive dream sequence that introduces a different aesthetic into the film and shows how resourceful and daring a novel director can be when dealing with material he feels so comfortable and assured with. Production notes: Juana a los 12 (Argentina, Austria, 2014). Written and directed by Martín Shanly. With Rosario Shanly, María Passo, Maria Inés Sancerni, Camila Bontá, Javier Burin Heras. Cinematography: Roman Kasseroller. Editing: Ana Godoy, Javier Favot. Running time: 75 minutes. @pablsuarez
Crítica realizada durante el BAFICI [16]. Del WIP en Mar del Plata 2013 a la Competencia Argentina en esta edición del BAFICI, Juana a los 12 del director Martín Shanly recorre los distintos aspectos de la vida de una estudiante de un colegio inglés un poco snobs y pretenciosos sin irse al extremo. Desde el comienzo se plantea el tema y el conflicto de Juana quién no logra formar parte de ningún grupo en la escuela, sin amigos y pésimas notas. Ella experimenta y vive en función de lo que quiere, pareciera tenerla más clara que la mayoría a pesar de todo lo que se le dice, y siente en un ambiente en donde los adultos le dicen qué es y cómo debe de comportarse pero desde lugares distintos. Estructuras Se da un doble juego entre en Juana y el resto de los personajes: ninguno se presta atención entre sí hasta cierto punto. Madre, profesores, autoridades del colegio buscan encauzarla para que levante las notas, que se aprenda las tablas. ¿Qué le pasa a esta chica? Es la pregunta que se hacen desde aquel lado de la tribuna en vez de querer saber quién es o qué quiere que en el caso del hermetismo llevado adelante por la protagonista, Rosario Shanly, me resulta difícil de entender. A partir de esto es que aparece otro factor importante en el universo de Juana a los 12 que es la necesidad de pertenecer a un grupo siendo para esto necesario parecerse al resto para caer en una anomalía como la que sienten con Juana al someterla a distintas pruebas médicas para ver si hay algo malo con esta chica. Síntesis tácita Juana a los 12 no pasa sólo por el retrato de aquel momento de la vida de la niña o de la discusión acerca del sistema educativo que muchas veces deja de lado la expresividad o capacidades de los alumnos circunscribiéndolo todo a los resultados académicos y su relación con el mundo elegido por Shanly. Hay un quiebre en ella que es muy fuerte con una acción deliberada y certera que lleva al final de la película pero no un desenlace explícito sino que me lleva a repensarla desde el principio a partir del tema y menos del personaje que podría ser cualquier otro porque Juana es una excusa, quizá no en vano que se llame así. Conclusión Me gustó mucho la dirección de actores y actuación de Rosario Shanly que por momentos puede ponerlo a uno incómodo con su hermetismo en un mundo muy hostil. Juana a los 12 sin caer en excesos ni violencia llega a retratar un mundo dificil desde un personaje bien construido en un momento de la vida de cualquier persona de mucha debilidad, cambios y dudas.
Pequeña gran película sobre una chica de doce años, en esa frontera incierta entre la infancia y la adolescencia, que debe lidiar con su vida de colegio inglés, sus propios deseos, su familia y lo que implica su edad. Pero todo contado con amabilidad, calidez, humor, precisión cinematográfica (es decir, las imágenes que desfilan ante nuestros ojos son las justas para contar la historia) y una simpatía notable. Un mundo completo sobre una temática delicada.
Retrato de vida El director Martín Shanly explora las vicisitudes de la transición entre la infancia y la adolescencia con una película que representa toda una vida en sí misma. El ámbito de los colegios privados bilingües no es de los más frecuentados en el cine nacional y hacia allí pretende dirigirse el director Martín Shanly con Juana a los 12, una historia que corre el riesgo de pasar desapercibida con la gran cantidad de estrenos "liberados" esta semana. De hecho, el film pasó casi desapercibido en el Festival de Cinema d´Autor de Barcelona aunque por fortuna el jurado se topó con ella y le otorgó el Premio Talents. La historia se centra en Juana, una nena de 12 años que pasa sus días en un colegio inglés tradicional del conurbano. Ella transita una edad en la que la incertidumbre lo es todo, y la realidad se presenta confusa e incómoda. En su transcurrir diario Juana observa, con una aparente indiferencia, la preocupación de sus maestras por su bajo rendimiento académico como su madre comienza a buscar ayuda externa en psicólogos y maestros particulares. Sin embargo, la misión más dura a la que se enfrentará Juana es la de intentar encajar en un hábitat que no es el propio. La cámara de Shanly consigue apuntarse unos cuantos tantos a la hora de retratar a su hermana, la actriz Rosario Shanly y su interacción con Patricia (María Passo) su mamá en la ficción y la realidad, con un juego continuo entre la entrada y la salida de la ficción que le hace mucho bien al producto final. Asimismo, las escenas filmadas dentro del colegio en pleno funcionamiento, le otorgan un nivel de realismo asombroso, que no hacen sino colaborar con la historia de Juana, que en su devenir muestra todas las facetas de una persona de carne y hueso: no es ni una heroína ni una villana, es una criatura que está transitando un etapa de vida complicada y busca aprender a reaccionar ante diferentes estímulos como son la amistad, el egoísmo y el autodescubrimiento. "Al mismo tiempo había algo en la edad de mi hermana, alumna actual del colegio y protagonista de la película, que tenía la urgencia de registrar, ese momento de transformación donde abunda la incertidumbre común a todo rito de transición. Ahondar en los conflictos que surgen creciendo en ambientes que niegan por com pleto el mundo que existe tras sus paredes", explicó el director en cuanto a la realización. El plano técnico es quizá el punto más flojo ya que, debido a las limitaciones presupuestarias, Shanly debió rodarla en una relación de pantalla que la hace más óptima para un televisor (el plano es cuadrado literalmente) que para una sala de cine pero eso pasa a un plano secundario ante la necesidad que crea el autor de continuar viendo cómo se desarrolla la historia minuto a minuto. De esta manera, se presenta un film que busca en todo momento explorar las emociones del espectador, ya se la lástima que le puede dar no poder ingresar al mundo de Juana ayudarla, a aconsejarla, como también todo un abanico de reacciones ante las acciones de la niña. Sorprendente y recomendable.
Llega el estreno de Juana a los 12; opera prima de Martín Shanly en el cine Gaumont. Juana va a un colegio inglés del conurbano bonaerense. Tras la preocupación de sus maestras por su bajo rendimiento, su madre comienza a buscar ayuda externa. Juana lidia los desafíos académicos y sociales con una aparente indiferencia mientras transita una edad de mucha incertidumbre. El paso de la niñez a la pubertad puede presentarse en el cine de diversas maneras, pero el logro de Juana a los 12 es mantener el punto de vista en su protagonista; ajena a aquellos que la rodean; incomprendida, solo cómplice con el espectador. Rodeado de un mundo que parece absurdo, Juana transita sus días entre el colegio y los estudios que le hace su madre. Las miradas y los silencios dicen mucho más de la protagonista que los escasos diálogos que presenta. La opera prima de Martin Shanly, presenta una obra personal, una historia pequeña que afronta la gran temática de la incomunicación y los difíciles anhelos y miedos que posee la mente de una niña de 12 años.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.