Foto de familia Una chacra de familia. Un espacio, donde Elena, la madre, no permite el uso de celulares ni de internet. Jorge, el padre que quiere comunicarle a sus cuatro hijos que se ha jubilado. Un matrimonio de más de treinta años que está frente a una serie de cambios. Este es el punto de partida de La culpa del cordero, una realización uruguaya de Gabriel Drak que espía con interesante clima el aparente orden familiar que se va desmoronando con el correr de los minutos. Con el cordero a la parrilla, los cuatro hijos llegan a la estancia para compartir con sus padres este día tan especial, pero ninguno imagina que se pondrán sobre la mesa secretos que no tienen marcha atrás. El film alcanza su pico de tensión a la hora de metraje donde convergen varios conflictos, infidelidades, encuentros sexuales y charlas sobre la crisis económica. Un almuerzo donde también se cocinan lentamente rivalidades, reproches y donde todos los comensales están de una u otra manera involucrados. El patriarca, cómodamente instalado a la mesa, comiendo como si nada pasara, se convierte en una suerte de inquisidor que irá sacando secretos a la luz ante la mirada atónita de su mujer. No se trata de un almuerzo más, es un retrato crepuscular sobre las relaciones. Una simple foto de familia.
La celebración Rioplatense El director uruguayo Gabriel Drak describe en La culpa del cordero el típico derrotero de una familia en apariencia unida pero donde los secretos y las hipocresías forman parte de lo cotidiano y estallan de la manera más predecible en la clásica reunión de los hijos y los padres en la chacra familiar, convocada por la cabeza del conjunto y proveedor Jorge que ha decidido jubilarse y ventilar los trapitos al sol de cada uno de sus hijos, mantenidos siempre económicamente por él y en anuencia de su esposa Elena con quien lleva más de 30 años de matrimonio y casi un tercio de infelicidad. El primer problema de esta película es la enorme falencia de todos sus actores, aunque es justo reconocer que Ricardo Couto en el papel de Jorge no desentona tanto ni tampoco sobreactúa los diálogos como el resto del elenco, parejo en su mal desempeño. Tampoco el director sabe manejar la tensión para que las revelaciones surjan en los momentos menos esperados como por ejemplo ocurre en la magistral película danesa La celebración, film del Dogma que también toma como premisa la reunión de familia para establecer con trazo fino un retrato descarnado de las relaciones familiares; los lazos afectivos y cinismos bajo el protocolo de las formas que se hacen añicos en dos minutos cuando el pacto de silencio se rompe y la complicidad cae y abre heridas que jamás cicatrizan. Sí es de reconocer que pese a la previsibilidad del relato y al esquematismo, Gabriel Drak maneja con criterio la distancia necesaria entre la cámara y sus personajes y también consigue esporádicamente crear climas con muy pocos recursos pero que lamentablemente se malogran por no estar acompañados de buenos intérpretes en las actuaciones. Una propuesta Rioplatense con muchas más contras que virtudes y la sensación semiamarga de que la historia si bien es trillada daba para mucho más que lo que termina plasmándose en pantalla.
Cine trasrioplatense Reconozco que vi poco cine uruguayo, pero siempre me he sentido a gusto con la escueta producción de ese país que me llegó. Quizás, si tuviera que elegir una charrúa, “Whisky” (de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll – 2004) sería la mejor película oriental por lejos, aunque no quiero subestimar muy buenas producciones como “Gigante”, “El Baño del Papa”, “La Casa Muda” y un par más que no vienen a mi mente. “La Culpa del Cordero”, película que sumo a mi lista y por la cual vengo a escribir, trata sobre una familia de clase media que tiene una chacra cerca de la costa atlántica. Un matrimonio sexagenario compuesto por Jorge (Ricardo Couto) y Elena (Susan Groisman) recibe a sus cuatro hijos, su yerno, su nieta y la niñera con el fin de pasar una jornada en familia y comunicar que el patriarca se jubiló y transitará su vejez allí en la tranquilidad de ese lugar. Pero lo que parecería un ameno día familiar y con cordero asado, se convierte en un desfile de personajes con un devaluadísimo nivel moral. La culpa es tuya, bo´ “La Culpa del Cordero” es una película sustentada por la actuación, su columna vertebral depende del desempeño de cada uno de los actores que interpreta a cada integrante de esta conflictuada familia. Lamentablemente, en este punto tan esencial, se queda porque los actores -tanto por error en la dirección como en el trabajo actoral de cada uno- no terminan de ser creíbles ni conmueven a aquel que está en la butaca. En lo respecta a la narración, al principio de la película todo funciona por inercia -Como los autos de juguete mal llamados “a fricción”-. Hay un moldeo del tiempo irregular en que por momentos todo se suspende en el tiempo, sucede algo y avanza normalmente hasta que se va quedando de a poco sin fuerza y vuelta a lo mismo. A pesar de esto hay un buen manejo de cámara, con algunos planos poco estéticos (entre estos incluyo planos detalle carentes de sutileza en todo su espectro y con un significado chato, como uno de la caja de viagra). Conclusión La película presenta varías inexactitudes que dudo que satisfagan a aquel espectador que vaya al cine y, sinceramente, no sé si su director -Gabriel Drak- busca la transgresión tocando ciertos temas, pero los escasos recursos discursivos y muchas obviedades hacen perder fuerza a cualquier intento de barrenar.
El desencanto de la aristocracia uruguaya La vida de Jorge y Elena parece un sueño: una enorme chacra en las afueras de Montevideo, un asado y toda la familia alrededor. El problema es lo que hay debajo de aquella imagen idílica. Ese “debajo” saldrá a la luz a lo largo de los poco más de 80 minutos de La culpa del cordero, ópera prima del hasta ahora publicista uruguayo Gabriel Drak. La culpa de cordero esfuma su idea larval de establecer un retrato aristócrata. Retrato que debería haber sido fino, delicado, casi implosivo, pero que deviene en barroco debido a la sobrecarga de situaciones que abarcan desde infidelidades y estafas hasta negocios turbios, haciendo que todos y cada uno de los integrantes de la mesa familiar tienen algo que esconder. Drak tampoco acierta al construir un guión demasiado preocupado por que cuadren todas las aristas de sus personajes, obligándolos por momentos a explicitar oralmente las motivaciones de sus acciones. Así, las evidencias del pasado, siempre latentes pero invisibles, aquí están demasiado preocupadas por hacerse carne. Y no precisamente a la parilla.
A fuego lento La culpa del cordero (2012) es un drama familiar. Inspirada quizás en La celebración (Festen, 1998) intenta ser cínica y contemporánea pero no trasciende el cliché ni consigue profundizar en la sicología de los personajes ni en sus conflictos. Tampoco aporta nuevas reflexiones o perspectivas sobre el entramado familiar burgués o las relaciones que lo entablan. Además, peca por ser demasiado dramática al límite de resultar "telenovelesca". Un padre reúne a sus cuatro hijos en la chacra familiar para hacerles un anuncio. Mientras el cordero está al fuego la tarde se sucede combinando revelaciones, reproches e intrigas familiares. Una película que cae en varios lugares comunes y parece subestimar al espectador poniendo en evidencia y en el decir de los personajes muchas cuestiones que, si quizás fueran más sutiles o aparecieran entrelíneas, dotarían a quién mira de alguna buena razón para seguir atento intentando completar ciertas cuestiones de la trama. Tecnicamente muy prolija, La culpa del cordero tiene una propuesta formal y de puesta en escena canónica con una cámara "invisible" que nunca se interpone entre el espectador y la historia. Con actuaciones discretas, es llevadera y dinámica. Por momentos se vuelve irritante ya que los personajes comienzan a comportarse como tipos ideales más que como seres humanos conflictivos y contradictorios. A fuego lento la intriga y las expectativas iniciales se van carbonizando, cocinando y cristalizándose en un final previsible. Poco original y muy concluyente, nada parece haberse modificado en esa familia pequeña burguesa uruguaya después de aquella tarde de revelaciones y forzados sinceramientos.
Muchas veces las familias aparentemente bien constituidas guardan secretos que nunca aparecen en la superficie. Este es el caso de Jorge y de Elena, casados durante 30 años, que para festejar el acontecimiento deciden agasajar a sus hijos y parientes cercanos con un sabroso cordero que, lentamente, se va asando en el jardín de la hermosa chacra a la que, por imposición de Elena, el matrimonio decide irse a vivir tras la jubilación del marido. La mañana de ese domingo soleado se va poblando con la llegada de cada vástago, pero será Jorge quien romperá con la rutina de esa reunión en la que los hijos, una cuñada y una criada, sumados a un callado peón que cuida la cocción, comenzarán a poner en descubierto sus más escondidos misterios. Hay entre ellos un estafador, un narcotraficante y alguien que aprovecha el silencio del lugar para dar rienda suelta a sus apetitos sexuales. Poco a poco, y entonado por las bebidas alcohólicas, Jorge comenzará con sus acusaciones. El director Gabriel Drak demostró en éste, su primer largometraje, una gran capacidad para retratar a esa familia que disimula sus secretos. Un elenco de indudable calidad dio vida a estas criaturas escondidas en sus temores y en su cinismo, y así surge del reparto el nombre de Ricardo Couto, que hace una verdadera creación del torturado Jorge. Impecable en sus rubros técnicos, La culpa del cordero queda como un film que va ganando en tensión a medida que transcurre su historia y se convierte así en una cortina que descubre los secretos bien guardados de una familia aparentemente normal.
Pensaba al salir de sala, que cuando uno concurre a ver teatro aficionado, indefectiblemente las expectativas no son las mismas que cuando se concurre a una sala comercial, con un elenco probado de lujo y dinero de más en la producción y en la puesta. Los resultados pueden ser mejores si buscamos ver una obra simple, pequeña, y se le pueden perdonar determinados deslices o desajustes. Algo similar sucede al espectador cuando está frente a una película como "La culpa del cordero", no es la sensación de un cine independiente, ni menos clase B o Z, pareciera cine aficionado. Como esos videos que uno filma cuando se va de vacaciones o más propiamente tiene una reunión familiar; y esto de por sí no debería ser malo, hay probados casos de películas excelentes con esta mecánica. Los problemas con esta ópera prima de Gabriel Drak son otros, más indisimulables, veamos. Elena (Susana Groissman) recibe a sus cuatro hijos y a su yerno para pasar un domingo en familia, su esposo, Jorge, con el que llevan casados más de 35 años, está por llegar y se disponen a comer el cordero asado del título. Pero la tensión y los secretos se sienten desde el principio, y cuando Jorge (Ricardo Couto) finalmente arribe esté les tiene unas cuantas sorpresas para revelar. En este punto se hace muy difícil no adelantar nada de la trama, solamente voy a decir que cada uno guarda su muerto en el placard (algo que se adivina desde el comienzo) y que la situación irá de mal en peor, de grave a gravísima. Vale decir que sumados a estos siete personajes se tiene que contar además con la niñera del matrimonio que tiene un bebé (a la que alojan en una especie de casa de huésped) y al, parrillero que va y viene, y sí, estos también tienen tela para cortar. Películas como "La culpa del cordero" se han visto repetidas veces, las reuniones y problemas familiares son un tópico general tanto en el cine, como en el teatro o la literatura; y aún así nunca parece acabarse y siempre hay algo original para aportar. Aquí podría emparentarse con "La Celebración" de Thomas Vinteberg y la local "Esperando la Carroza 2", mucho de su temática la vamos a encontrar. Pero el punto que la vuelve trillada, más allá del poco aporte a la originalidad, es la acumulación; de clichés, de situaciones, de desgracias, de problemas, de “secretos”. Drak, que también oficia como guionista, pareciera querer lograr un fresco del vacío de la alta sociedad uruguaya o rioplatense, y en parte lo logra, hay momentos pequeñas situaciones (como el trato de Elena con la niñera) que funcionan como una elipsis, y no necesitan del subrayado para darse a entender; pero sobre el resto, todo parece demasiado exagerado, y a la larga muy poco creíble. La cuota actoral tampoco ayuda demasiado, los actores, algunos con probada eficiencia como Groissman y Couto, actúan libremente como si no tuviesen marcación, y pelean ( y pierden) frente a parlamentos muy difíciles de sostener; es aquí dónde más se siente el clima de aficionado; la sensación de estar viendo a no actores (como los que “utiliza” Carlos Sorín o Alberto Lecchi) pero con diálogos construidos forzosamente. Misma suerte corre el trabajo de cámara, varias veces dejando situaciones fuera de foco o convirtiendo hechos en irreales. Tal vez un tono más inclinado hacia la comedia grotesca hubiese servido para compensar las dificultades interpretativas de parte del elenco y la inverosimilitud de los hechos, pero no, cuando uno más se ríe parece ser en momentos involuntarios, y ya se sabe eso es fatal. No caben dudas que La culpa del cordero es un film fallido, quizás sus intenciones fueron nobles, pero el resultado se queda a mitad de camino y no logra reflejar lo que ser pretende. Sobre el final, en la última frase que se pronuncia, Jorge dice, sobre una foto (y aludiendo a su familia) “He visto mejores y más lindas”, y esas seis palabras definen toda la problemática de lo que debe afrontar el espectador.
Familia con futuro incierto Es una comedia dramática, dirigida por Gabriel Drak, centrada en la familia, que queda desnuda en su intimidad a partir de la denuncia del padre. Las primeras imágenes del filme muestran una preciosa casona con jardín y pileta. A continuación se ve a Elena (Susana Groisman), una señora aún atractiva preocupada por atender el asado, que prepara el casero y esperar la visita de sus hijos y el marido. Después aparecerán los invitados. Los está reuniendo una razón particular y totalmente familiar, aparentemente. Elena no sabe que todo va a cambiar cuando la familia se entere de determinadas decisiones que el padre, Jorge (Ricardo Couto), va a revelar. Van llegando todos. Silvana (Lucía David de Lima), la hija casada acompañada por Fernando (Rogelio Gracia), su marido, su bebé y la niñera. Alvaro (Mateo Chiarano), el varón exitoso, ése que nunca le pidió nada a la familia, Berenice (Marina Olivera), la hija menor, preferida del padre y Agustín (Agustín Rodríguez), el otro hijo, que siempre despertó preocupaciones y ahora aparece con una moto de última generación. LA INTIMIDAD "La culpa del cordero" es una comedia dramática, dirigida por Gabriel Drak, centrada en la familia, que queda desnuda en su intimidad a partir de la denuncia del padre. La película correcta formalmente, muestra ciertos problemas en la elaboración de los caracteres psicológicos y un marcado desnivel en el grupo actoral. A pesar del interés del tema, que muestra la destrucción del núcleo familiar, "La culpa del cordero" exhibe una buena parte inicial y ciertos desajustes que se hacen más pronunciados a medida que avanza la historia. Ricardo Couto tiene un buen desempeño actoral en el papel de Jorge, el padre y lo mismo ocurre con Susana Groisman (Elena), como la madre.
Una familia con problemas No es ninguna novedad: todas las familias son micromundos, y aún en las que parecen más perfectas miradas desde afuera, si se mira un poco más de cerca, algún problema aparece. Esa es la premisa de guionista y director Gabriel Drak a la hora de acercarnos a la familia protagonista de su filme. Jorge y Elena parecen haber cumplido el sueño de sus vidas tras 35 años de matrimonio: por fin tienen la chacra que soñaron, y a él acaba de salirle la jubilación, así que deciden reunir a sus cuatro hijos en un almuerzo familiar para festejar la noticia. Sin embargo, el cordero, esa pieza de comida tan especial que eligió Jorge para honrar la ocasión, en realidad simboliza algo que él tiene preparado para sorprender a su familia, y que no tiene que ver con celebrar. Con la estructura de las películas “reveladoras de verdades”, poco a poco irán saliendo a la luz todos los secretos de esta familia de clase alta, víctima poco menos que de las siete plagas de Egipto. Y ahí radica parte de su problema: los males son tantos, que llega un punto en que la situación se hace demasiado inverosímil. Incluso hay problemas que no saldrán a la luz entre los personajes, pero de los que se enterará el espectador, en un regodeo ya excesivo por parte del guión encaprichado en que sus protagonistas sufran como pocos. Se percibe también una intención de denunciar a la clase alta uruguaya, sus especulaciones financieras, su discriminación clasista (es terrible cómo tratan a la niñera, por ejemplo). Sin embargo la idea que parece plantearse al comienzo termina desdibujándose en el desarrollo de la historia, que prefiere dedicarse a inventar más problemas que a focalizar y desarrollar algunos. Lo peor es que todo esto está apoyado en pésimas actuaciones, casi como de ejercicio de estudiantes de teatro, detalle que no ayuda a remontar las fallas del guión. Los actores no se creen lo que están interpretando, no están bien dirigidos, y terminan por sub o sobreactuar. Hay películas de este estilo, que buscan ser intimistas y profundizar, hablar de los problemas que pueden afectar a las personas. "La Culpa del Cordero" parece querer ir por ese rumbo, sin embargo sus fallas de guión acaban por convertir a este drama en algo que, si se hubiera tomado como parodia, tal vez habría sido una excelente comedia. Nuestra calificación: Esta película no justifica el v
Familia que se reúne en una casa de campo y todos los secretos familiares que salen a luz, nadie es inocente, todos tienen algo que ocultar y padre de familia decide que paso su límite de tolerancia.
“La celebración”, pero al revés La culpa del cordero, de Gabriel Drak, intenta ser una especie de La celebración, pero con el padre acusando a los hijos. Hablamos de un filme que procura resultar revulsivo -por momentos lo logra- y que muestra la implosión de una familia de clase alta, en su variante “nuevos ricos”. La historia, narrada casi en tiempo real, transcurre en una chacra, donde un matrimonio maduro convoca a sus descendientes sin explicaciones previas. Los conflictos amenazarán con desatarse mientras un cordero crepita al fuego; y estallarán, luego, en pleno almuerzo. Este filme uruguayo tiene varios puntos débiles, como la redundancia, el maniqueísmo y, sobre todo, la exagerada acumulación de situaciones dramáticas, que no son puestas en escena, sino expresadas por un padre autoritario y cínico que disfruta aplicando castigos verbales. Con una sola de estas revelaciones, habría bastado para darle densidad al filme. Pero La culpa..., lamentablemente, descree de que en cine menos sea más. Un peón y una niñera, sometidos por varios miembros de la familia, serán los representantes de los desclasados. Desde el comienzo todo resulta muy dialogado, muy estereotipado, muy sobrecargado de clichés, con personajes unánimemente miserables. A los claros problemas de guión se les suman algunas actuaciones acartonadas. Lo más rescatable son las ráfagas de humor, que, sobre todo en el tramo final -inverosímil- atraviesan a esta suerte de fallida tragedia costumbrista.
Emblemas sin vida El de la familia burguesa que esconde pilas de cadáveres en el ropero es un tópico tranquilizador y no revulsivo, como tiende a creerse, ya que le brinda al espectador de clase media el premio consuelo de “descubrir” que los ricos seguirán siendo ricos, pero al menos son malos. Tan tranquilizador, que es uno de los caballitos de batalla del más conservador de los géneros audiovisuales, la telenovela. Recordar Dallas o Dinastía, por ejemplo. O poner Canal 9 ahora mismo. En lo que el film uruguayo La culpa del cordero difiere radicalmente de las telenovelas es en el tono, el registro dramático. Que no apunta a la sobredramatización, la exageración y la catarsis, sino, por el contrario, a una contemplación tan calma, reposada y libre de accidentes como parecería estarlo la vida de la familia protagónica. En otras palabras, la película escrita y dirigida por Gabriel Drak luce una estética burguesa, en lugar de una populista. La situación central es la clásica de la reunión familiar, tras un tiempo sin verse. Papá Jorge y mamá Elena convocan a sus cuatro hijos a un almuerzo al aire libre en la quinta familiar, para darles una noticia. “Queríamos avisarles que nos separamos”, dice papá, a quien el resto de la familia le reprocha su afección a los chistes estúpidos. En realidad, lo que querían anunciar era que venden el departamento de Montevideo y se mudan allí, según mamá el sueño de toda su vida. Papá se ocupa del cordero a la parrilla. Y del whisky, que carga con demasiada frecuencia en el vaso. Será por eso que ya desde antes de sentarse a la mesa se le va soltando la lengua, con dosis crecientes de bilis irónica. La ternura por la nieta, los juegos y risas entre hermanos, alguna línea de merca, el manotazo de uno de los hermanos a una billetera ajena, una fellatio extramatrimonial y, de allí en más, lo más parecido al “juego de la verdad” que pueda imaginarse, con papá como maestro de ceremonias. La mecánica dramática se reduce, a partir de ese momento, a una lisa sucesión de destapamientos de ollas y facturas pendientes. Al proveer referencias históricas bien concretas sobre la política económica del país vecino durante los últimos veinte años, La culpa del cordero apunta a señalar a esta familia como emblema del Uruguay pre Mujica. El problema es que si no se los rellena, los emblemas no tienen vida: son puras entelequias.
Notable semblanza para retratar sin concesiones una familia universal Cuando hablamos de teatro transformado en un hecho cinematográfico no se debe necesariamente a la adaptación de una dramaturgia a este formato. Hay casos en los que se percibe cierta teatralidad en la propuesta, como si uno pudiera imaginar una puesta escénica a partir de una película, acaso Ingmar Bergman y Woody Allen serían claros ejemplos. Mucho de esta idea está presente en “La culpa del cordero”. He aquí un drama familiar retratado sin concesiones, sin estereotipos televisivos, y despojado de la construcción cinematográfica tradicional, al menos no como único recurso dramático. En la primera escena de esta pequeña y notable película uruguaya, entendemos que una adinerada pareja de (ahora) abuelos está organizando, desde temprano, un asado para recibir a sus cuatro hijos por tercera vez en “demasiado poco tiempo”, para su gusto. El motivo será constantemente anunciado como el “festejo” de “algo”. Dos pares de comillas que pretenden sacar ambas palabras de su significado etimológico. De esto se ocupará, y muy bien, el texto cinematográfico dirigido por Gabriel Drak. Que los trapos sucios se lavan mejor en casa es tan cierto como la necesidad de sacarlos al sol para secarlos. Bajo esta consigna el realizador se propone una visceral destrucción de los vínculos familiares, a partir de una figura envidiable como es la de observar una familia a la que, en términos materiales, no le falta nada. Parecen salidas de una propaganda de la AFJP. Lo que se supone una vida perfecta a partir del poder adquisitivo, elemento clave en la historia, se va transformando a cada minuto mientras la oscuridad de “lo no dicho” (de eso no se habla) crece como una olla a presión a punto de estallar. Al mismo tiempo, la narración trabaja en la mente del espectador para convertirlo en una suerte de Gran Hermano, testigo y observador, de la decadencia de los mandatos, pues todos los integrantes tienen mucho para decir y a su vez, mucho para admitir. Hermanos, cuñados, hijos, abuelos, sobrino, tíos, padres… cada integrante tiene su relación con estos rótulos que lentamente irán desapareciendo en términos de su valor específico. De lejos…son observados por un cordero… al asador. No parecen azarosos los planos de la mesa (repleta o vacía), mientras el animal enfrenta su destino. En este punto es donde recala la virtud principal de la obra. Gabriel Drak no juzga a sus personajes, pero tampoco intenta redimirlos. La cámara se instala alrededor de la mesa y va intercambiando posiciones sin que esto signifique tomar parte. Esto le toca al espectador, si es que se anima a arrojar la primera piedra, porque el extremo de situaciones al que se llega en “La culpa del cordero” casi no deja lugar a las excepciones en lo que hace a los ejemplos de criaturas integrantes de cualquier seno familiar. Técnicamente la realización es impecable, salvo por algún pequeño desajuste en la dirección de fotografía cuando busca la hegemonía entre exteriores e interiores, como si denotara distintos días en los que estos últimos se filmaron (un detalle para esnobs en realidad, disculpe) El elenco es brillante. Acá hay un gran mérito en el casting de actores porque no solamente cabe mencionar los grandes trabajos de Mateo Chiarino, Ricardo Couto, Lucía David de Lima, Rogelio Gracia, Mariana Olivera, sino que también los demás partícipes denotan la capacidad de cada uno para dejarse dirigir y formar una familia absolutamente creíble, factor sin el cual el resultado final habría sido imposible. Búsquela en la cartelera. El esfuerzo será premiado.
Revelaciones de familia Un matrimonio recibe en su chacra la visita de sus cuatro hijos para revelarles una sorpresa. A través de una trama torpe y carente de ideas se irán ventilando los distintos problemas de cada uno de los integrantes de la familia. "La culpa del cordero" es una película de estereotipos bien elementales y sin nada de singularidad, cuyos conflictos radican en las típicas denuncias hacia clase alta y los distintos sucesos del relato se encuentran unidos de la manera más forzada posible. La historia de la película es bien básica, se divide en dos partes bien diferenciadas: la llegada y la cena. En la primera se nos introducen a los personajes con sus características, secretos e insinuaciones y en la segunda, la reunión entre ellos implosiona en el choque de sus demonios. El inicio es claramente lo peor de la trama ya que allí no hay ningún tipo desarrollo en el relato, simplemente los distintos personajes van desfilando uno para uno mostrando sus falencias. Males que no se reflejan en su personalidad y forma de actuar, simplemente lo expresan mediante diálogos o se los ve en acción. La narración aquí es bien torpe y tiene un manejo más propicio del teatro. Sin embargo, lo que realmente hace de esta mitad algo vacío y sin emoción, es la extrema chatura de los personajes y la falta tensión en el ambiente. Aunque se sepa que va ha haber una sorpresa en la cena, nada hace creer que esta vaya a ser determinante y, por lo tanto, todo en la película transcurre de manera demasiado desinteresada. Mientras tanto, la otra mitad de la película, la cena, si logra generar interés en el espectador. En este momento la trama abandona todo tipo de previsibilidad y el clima se enrarece. Es aquí cuando el relato asume riesgos. No obstante, aunque la historia avance y termine en un clímax bastante atrapante, "La culpa del cordero" no puede evitar ser una película absolutamente absurda, extremadamente básica y sumamente superficial.