Iniciado el documental nos detallan, en un mapa de la la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que el norte y el sur están divididos por la Avenida Rivadavia, y que, aparte de ser dos polos geográficos opuestos, también representan una división económico-social entre los que más tienen, los del norte, y los que menos tienen, los del sur. Este segmento, que auspicia de prólogo, nos informa que en el barrio de Lugano, una de las zonas más pobres de la ciudad, se filmó a un curso de cuarto año, de la secundaria “Manuel Mujica Láinez”, mientras realizaban un taller sobre cómo ellos ven a su barrio. Es manifiesta la intención de poner en jaque al infame y discriminador inconsciente colectivo, que nos hace mirar de reojo a aquel que vista ropa deportiva y use jerga diferente a la de uno. Peor, y lastimoso, es que haya quienes lo practiquen de forma consciente. Sin embargo, en “La escuela contra el margen” poco importa lo que piensen los de afuera, acá los protagonistas son los chicos que frente a la lente se exponen y nos enseñan su cotidianeidad. Uno de los momentos más reveladores es la lectura en clase de un texto de “La garganta Poderosa”, una conocida revista de cultura villera, que se manifiesta en contra la cosificación de la pobreza, el resolver la inseguridad con el despliegue de más fuerzas policiales, y sentencia con aplomo “que nos chupen bien la chota”, si para estar mejor tienen que ser obsecuentes con los que están en el poder. Cuando la profesora pregunta sobre el texto, los chicos remarcan el insulto. En ese momento se genera un debate entre dos compañeras, una dice que le parece chocante leerlo y que es una grosería, la otra retruca dándole a entender que es algo intencional, un comentario adrede, para nada vergonzoso, que manifiesta su idiosincrasia. Los directores logran un trabajo cuya destreza y sensibilidad permite que las actitudes y comentarios de los alumnos, que se gestan dentro de las paredes de la escuela, nos transporten a la calles de su barrio. Así se nos obliga subrepticiamente a quitarnos el velo para conocerlos a ellos y a nosotros mismos.
Entre los mapas La escuela contra el margen (2018) se ha convertido en el ámbito escolar en un documental muy mencionado: se trata de una película donde una docente propone a sus alumnos marginales del sur de la Ciudad de Buenos Aires reflexionar sobre su condición con interesantes resultados. Como parte de un ejercicio para un taller, una docente (Florencia) propone una actividad en la Escuela “Manuel Mujica Láinez” ubicada en Lugano, en el sur de la Capital Federal: que sus alumnos realicen un mapeo colectivo sobre su barrio. Un trabajo de campo sobre su identidad asociada al espacio geográfico que habitan para ser presentado en el proyecto Jóvenes y Memoria. El proceso del mismo es registrado por los directores Diego Carabelli y Lisandro González Ursi en este film. El comienzo de La escuela contra el margen recuerda a su par francesa Entre los Muros (Entre le murs, 2008), el film de Laurent Cantet en el que un profesor de ideas progresistas acude a una escuela pública francesa con una comunidad en su mayoría de inmigrantes con el fin de modificar la realidad de los jóvenes. Pero si bien esa idea social dificultosa por el contexto está presente en el film, La escuela contra el margen se despega de aquella película para centrarse en los adolescentes. Son ellos con sus conductas y actitudes –y no la docente- quienes van experimentando la transición entre la estigmatización social que asumen como una cruz y la conciencia de cambio. La película también sale del colegio con el viaje a Chapadmalal a presentar el proyecto de los estudiantes, y el regreso al barrio, cercano al Parque Indoamericano que en diciembre de 2010 fue tomado por más de 13.000 personas con deficiencias habitacionales graves. El resultado de su desalojo fue de tres muertos. Este hecho hizo que dos barrios marginales, los que viven en las villas y asentamientos, y los que viven en los viejos complejos habitacionales –de ambos asisten chicos a la escuela- se enfrenten por un rencor de años. Entender de dónde viene dicha grieta entre pobres y a quién beneficia realmente, es parte del trabajo reflexivo que esta película trae a colación.
La escuela secundaria Manuel Mujica Láinez de Villa Lugano, está ubicada en un lugar donde se registran los mayores índices de pobreza de la ciudad de Buenos Aires. Durante todo un año se filmó el día a día de un taller escolar con jóvenes, trabajando en el armado de un mapeo colectivo del barrio. A través del registro minucioso se construye la vida interna propia del aula, al mismo tiempo que surgen las problemáticas externas que viven los estudiantes. La película tiene como gran mérito mostrar el debate de los alumnos que, más allá de la bajada de línea obvia y si matices, de verdad exponen puntos de vista. Es más sincero el debate de esos alumnos que las discusiones políticas de políticos y cineastas que no son capaces de ver las cosas desde un punto de vista honesto y sincero. Hay diferentes puntos de vista de verdad, expresados con respeto, mostrando que no son tan sencillas las cosas cuando la realidad se vive de primera mano, sin especulaciones ni agendas. Se podría decir que la película no consigue a lo largo de toda su extensión la complejidad de esos debates, pero permite que esos debaten estén, lo que ya es un avance para los documentales políticos argentinos, más afectos a confirmar sus certezas previas que a encontrarse con algo novedoso o fuera de lo buscado al inicio del proyecto. El rescate de esos adolescentes más allá de cualquier prejuicio es el gran logro de la película.
Un muy interesante documental de Lisandro González Ursi y Diego Carabell registraron durante un año un taller escolar con chicos de cuarto año, que trabajan en hacer un mapa muy particular de su barrio. La escuela secundaria “Manuel Mujica Láinez está ubicada en Villa Lugano, en lugar donde se registran los mayores índices de pobreza, donde la mayoría de sus jóvenes siente la simplificación esquemática de los sectores más beneficiados de la sociedad, que no vacilan en mostrarlos como habitantes de un lugar inseguro y peligroso. Prejuicios y discriminación que nacen de la ignorancia. Frescos y espontáneos, desinhibidos frente a la cámara este trabajo nos permite conocer a los protagonistas, sus sueños, miedos y libertades y como con herramientas educativas correctas se logra la participación plena de estos adolescentes, al principio desconfiados y luego creativos y comprometidos.
La escuela contra el margen, tercer documental en conjunto para Lisandro González Ursi y Diego Carabelli. Luego de su paso por diferentes festivales, llega el estreno de La escuela contra el margen, un documental muy bien logrado desde lo técnico y que tiene mucho para decir, mas allá del contexto de un aula de colegio. Florencia ingresa en el colegio Manuel Mujica Láinez, ubicado en la zona de Villa Lugano, en la Capital Federal, para dar un taller especial para algunos alumnos. Los directores registran a lo largo de un año este taller y cómo son las relaciones, no sólo entre alumnos y docentes, sino también entre ellos y el barrio (mejor dicho, barrios) en los que viven. Un día, dentro de este taller, Florencia trae la propuesta de realizar un mapeo del lugar en el que viven para ser presentado en el Encuentro del programa Jóvenes y Memoria. Desde lo técnico, lo más interesante es cómo, a medida que avanza la película, el espectador y los que están presentes en el aula, se olvidan de la cámara. La cámara termina siendo un alumno más sentado ahí. Por supuesto que dentro de esa escuela, en un registro de casi un año, no sólo pasan cosas dentro del aula. Conflictos barriales que afectan directamente al colegio, reuniones docentes para determinar posturas en relación a situaciones que viven diariamente, etc. Y si bien es cierto que todo eso se muestra apenas unos minutos y como espectador deseamos conocer más de toda esa realidad, es un acierto de los directores el de no abrir tanto el juego y seguir centrados en el taller, en la docente y en los alumnos. Dentro del taller realizarán el mapeo barrial, al que nos referimos anteriormente, para participar del Encuentro y viajando finalmente a Chapadmalal. En ese proceso del armado es interesante observar cómo ven ellos el resto de la Capital Federal, cómo creen que los ven a ellos, pero, más que nada, cómo se ven ellos mismos en el lugar en el que nacieron, viven y se forman. En el año 2010 el Parque Indoamericano fue tomado por 13.000 personas con problemas de vivienda, lo que terminó con tres muertos a manos de la policía. La escuela contra el margen habla de la toma del Indoamericano, habla de la educación pública, habla de la memoria, habla de las relaciones sociales y educativas y la voz en todo esto la tienen los pibes. La escuela contra el margen es necesaria, no sólo para ser vista en el cine, sino también para charlarla, para pensarla y debatir muchos temas, tal como lo hacen los chicos de 16 años en la película.
Debate necesario. Una realidad ajena para muchos contada por sus protagonistas en un contexto en el cual la discusión sobre la diversidad de temas es imprescindible. Estos jóvenes, acostumbrados a ser excluidos, se autocensuran. Es una invitación a escucharlos con el mismo criterio que tomamos en cuenta otras realidades más cuidadas, lo que resulta contradictorio pues estos sectores de la sociedad, sobre todo en la infancia y en la adolescencia necesitan la presencia del estado, además de la contención de la sociedad para desarrollar una vida próspera y ser parte activa y constructiva de su generación. Tal vez, el hecho de acercarnos a su perspectiva y a su mirada sobre la realidad que les toca sea dar un primer paso a incluirlos y otorgarles los derechos que les corresponden. El documental La escuela contra el margen (2018) registra un proceso minucioso de trabajo dentro de un aula a lo largo de un ciclo lectivo, con un grupo de estudiantes pertenecientes a la escuela secundaria pública de Villa Lugano “Manuel Mujica Lainez”, ubicada en los márgenes -en una de las zonas más postergadas de la Ciudad de Buenos Aires-. Allí donde se registran los mayores índices de pobreza estos jóvenes realizaron un comprometido trabajo de investigación que compartieron con otras escuelas, al mismo tiempo que surgen las problemáticas externas que viven los estudiantes y se abre el debate entre ellos. Los directores Lisandro González Ursi y Diego Carabelli son los encargados de la difícil tarea de comunicarnos una durísima, injusta y polémica realidad a través de la mirada de un grupo de adolescentes que viven en condiciones muy particulares. A los jóvenes hay que darles el lugar que merecen, escucharlos y atender sus necesidades. Más allá de la opinión que tenga cada uno con respecto a la toma del Parque Indoamericano y sus resultados, lo que me ocurrió con este documental es sentir al comienzo una resistencia que probablemente sea recíproca; sin embargo, a través del desarrollo, esta sensación disminuye. Bajar esa resistencia que solo nos divide, logra finalmente emocionar, para quizás así comprender la necesidad de generar igualdad e inclusión. Estos dos factores son indicadores fundamentales de una sociedad saludable.
Un año en un proyecto escolar que demuestra que con acompañamiento y apoyo el cambio es posible. Este documental es una evidente muestra de pasión por la docencia y el amor al trabajo.
“Sáquenme una foto y úsenme de referencia” dice mitad en broma, mitad en serio uno de los alumnos de cuarto año de la Escuela de Educación Media Manuel Mujica Láinez mientras él y sus compañeros terminan el trabajo práctico que presentarán en una nueva edición del encuentro del programa Jóvenes y Memoria en Chapadmalal. Sin reparar en la cámara que lo filma para La escuela contra el margen, el adolescente reconoce que su apariencia concuerda con el prototipo de pibe chorro que el TP señala entre otros dispositivos de estigmatización activos en nuestra sociedad. El análisis que conduce a esta autopercepción es fruto del proceso que Lisandro González Ursi y Diego Carabelli filmaron durante un año académico en el marco del taller que Florencia Vives coordinó en ese establecimiento escolar ubicado en Villa Lugano, uno de los barrios porteños con el mayo índice de violencia institucional. Como a principios de esta década, cuando registraron los pormenores del traslado de los habitantes del asentamiento La Lechería a un terreno que el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires les cedió en Mataderos, ahora los realizadores documentan el alcance de los estereotipos aporofóbicos –incluso en el seno de las clases populares– y la desarticulación de los mismos a partir de un trabajo colectivo. Mientras en Errantes González Ursi y Carabelli se concentraron en los integrantes de la cooperativa Los Bajitos, en La escuela contra el margen ponen el foco en la comunidad escolar que conforman, al frente, quienes hacen el taller en cuestión (alumnos y profesora), en un segundo plano, los demás integrantes de la Manuel Mujica Láinez (autoridades, docentes, otros alumnos, personal administrativo y de maestranza) y, un poco más atrás, participantes y coordinadores del encuentro que la Comisión por la Memoria organiza en Chapadmalal. Darles voz a los silenciados –o desoídos– de siempre parece una consigna fundamental en ambas películas. En ésta que el año pasado se proyectó en la quinta edición de Construir Cine, los realizadores hacen gala de aptitudes seguramente adquiridas como docentes de cine en un programa destinado a estudiantes de colegios secundarios públicos de los barrios más postergados de la Ciudad de Buenos Aires. La dupla autoral visibiliza la maduración intelectual progresiva de los jóvenes protagonistas. Los cambios en la relación que los chicos mantienen con la cámara es ilustrativo en este sentido: al principio están atentos (algunos la buscan; otros la rechazan) y terminan ignorándola dada la prioridad que les acuerdan al taller y al trabajo práctico en marcha. Es válido relacionar La escuela contra el margen y Mocha, documental que Francisco Quiñones Cuartas y Rayan Hindi le dedicaron al Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis. Por lo pronto ambos largos ofrecen una respuesta contundente a las declaraciones del Presidente Mauricio Macri sobre la (mala) suerte del argentino que “tiene que caer en la escuela pública“. En un nivel subconsciente, la nueva película de González Ursi y Carabelli puede evocar el recuerdo de Entre los muros del francés Laurent Cantet y de Mentes peligrosas de John Smith. Estos antecedentes, sobre todo el drama protagonizado por Michelle Pfeiffer, realzan la autenticidad de esta aproximación al rol contenedor, liberador y empoderador de la educación formal a cargo de docentes vocacionales y por lo tanto con sentido de compromiso social.
Este es un interesante documental que muestra una de las tantas escuelas donde concurren jóvenes con carencias económicas y hasta afectivas, a través de la cámara se encarga de mostrar cada detalle de sus actividades, lo cotidiano, el día a día, con el trabajo del docente y de los alumnos, pasando por sus sueños, miedos, las limitaciones y como muchos de ellos crean y piensan.
“La escuela contra el margen”, de Lisandro González Ursi y Diego Carabelli Por Mariana Zabaleta El margen, como la membrana, son espacios de tránsito y contención. Algunos llegan, otros se van, muchos están allí desde hace una vida. La secundaria Manuel Mujica Lainez hace honores a su patrono, este documental da espacio para que sus habitantes cuenten su historia enternecedora y crítica. Como en Acá y Aculla (de Hernán Khourian, también estrenada este año) un docente se anima a la destrucción. En este caso Florencia se pone al hombro un curso de activos (por no decir revoltosos) adolescentes. La propuesta queda clara de una, Florencia no anda con rodeos y sabe que los pibes y pibas la miden a cada instante. Nada de giladas, en el aula se plantea un trabajo honesto y horizontal que los tiene de protagonistas. Primeras voces que tímidamente comienzan a expresar las problemáticas del día a día. El ejercicio de la memoria tiene por protagonistas los hechos ocurridos en diciembre de 2010 con la toma del Parque Indoamericano. Un evento que se cobro la vida de tres personas y puso en tensión a toda la comunidad de Lugano, lejano Sur invisibilizado por el resto de los Porteños. La astuta cámara nos muestra el proceso y progreso del proyecto de los chicos en el aula, gran trabajo audiovisual que entrega “perlitas” de gran belleza sobre la vida cotidiana en la escuela. La portera que hacendosa los recibe, las preceptoras haciendo la vista gorda a las faltas, un director preocupado en pensar colectivamente los conflictos territoriales que tienen a la escuela como espacio de contención y resolución para una comunidad que afronta todo tipo de estigmas. En esta escuela ninguna definición es cerrada, los pibes y pibas no paran de debatir enérgicamente exponiendo sus posturas. Su energía es aplanadora, chocan y se sacan chispas, su ejercicio es plenamente político. Una propuesta que se desarrolla y concreta en plena colectividad, derribando todos los estigmas. Sin duda una experiencia transformadora tanto para sus protagonistas como para los espectadores. LA ESCUELA CONTRA EL MARGEN La escuela contra el margen. Argentina, 2019. Dirección: Lisandro González Ursi y Diego Carabelli. Duración: 90 minutos.
EL AULA COMO SÍNTESIS DE LA SOCIEDAD El arranque del documental La escuela contra el margen nos hace esperar lo peor: de manera didáctica, una explicación ilustrada nos pone al tanto de lo que ocurrió en 2010 con la toma del Parque Indoamericano, que terminó con la muerte de tres de sus ocupantes durante la represión policial que se dio en aquel momento. Sin embargo, ese prólogo utiliza un recurso que posteriormente será la base del relato: la construcción de una lámina a la manera que los estudiantes ejemplifican diversos temas en el aula. Es que el documental de Lisandro González Ursi y Diego Carabelli se meterá en la intimidad de un curso de un colegio secundario de Villa Lugano donde una docente organiza un taller sobre el barrio y la forma en que los jóvenes se identifican con el lugar donde viven. Que el barrio sea una de las zonas más postergadas de la Capital Federal es sólo uno de los condimentos que alimentan la fluida narración de esta película. En un comienzo La escuela contra el margen trabaja la tensión que se da entre la necesidad del docente por estructurar el trabajo y el deseo de los alumnos por desatender ese orden que se busca implantar. Sin embargo, a medida que avanza el taller los estudiantes se irán involucrando mucho más, sobre todo cuando el taller derive en una posibilidad: participar de un encuentro organizado por el Estado en Chapadmalal sobre jóvenes y memoria. Ese elemento obrará como eje, tanto para la organización del trabajo en el aula como para la propia narración. Lisandro González Ursi y Diego Carabelli ponen la cámara, miran y escuchan con atención, organizando ese coro a veces un poco anárquico en el que se convierte el aula. Si la cámara supone una invasión a cierta privacidad, la ausencia de subrayados y el dejar expresarse sin mayor intervención es uno de los mayores logros del documental. Hay tensión social e ideológica entre los jóvenes, una actitud corporal que en ocasiones cae en la agresión física o verbal, pero también un debate despojado de manipulaciones. O, en todo caso, la transmisión de conceptos atravesados por una realidad personal y comunitaria. Si La escuela contra el margen se construye desde cierto positivismo respecto de la actitud de los jóvenes y su vínculo con la historia y el pasado, esos son elementos que no anulan el disfrute que generan las imágenes. El film se pierde un poco hacia el final en ese viaje a Chapadmalal, pero renace en su último tramo cuando los discursos quedan atrás y lo que se observa es un grupo que parece haber encontrado por fin su vínculo emocional, un grupo con sus niveles de autoridad, pero sintetizando de alguna manera ese entramado social surgió entre cartulinas, papel glasé y fibrones.
(…) los nuevos barrios ya no cuelgan pasacalles de bienvenida para nadie: ni para el laburante honrado, ni para el vecino solidario, ni para el militante heroico… los nuevos barrios se devoraron códigos, mapas, imágenes sociales y políticas tradicionales, actores y sujetos colectivos: los nuevos barrios son pura y abrumadora objetividad. ¿Quién lleva la gorra?, Colectivo Juguetes Perdidos Los barrios mutan. Los barrios, como afirma el colectivo Juguetes Perdidos, se convirtieron en “posbarrios”, donde los códigos cambiaron así como los lazos, donde el conflicto social resulta presente generando la sensación de que todo está por estallar. ¿Y cómo no hablar del cambio en el barrio ubicado entre Villa Lugano y Soldati después de la toma al Parque Indoamericano en 2010? La ocupación al predio por parte de un conjunto de familias en diciembre de 2010, los desalojos, los detenidos, la represión, los asesinatos policiales marcan un antes y un después. Nadie puede referir al barrio sin hablar de ese hecho en que todo, finalmente, estalló. El resultado de esa explosión social ya es conocida: con el desalojo se llegó a un acuerdo que prometía un plan tranquilizador de viviendas. Un hecho que, como narra La escuela contra el margen, nunca se cumplió. Pero también sirvió para exponer las problématicas de esas familias y la indiferencia gubernamental frente a dichos conflictos.
Este desgarrador documental de Lisandro González Ursi y Diego Carabelli registró el proceso de trabajo en el marco de un taller del colegio Manuel Mujica Lainez de Lugano. En un contexto socioeconómico muy complejo, donde imperan la violencia, la xenofobia y la marginación (y sigue abierta la herida de la trágica toma del Parque Indoamericano, en 2010), los adolescentes reflexionan y luego exponen sobre los problemas de una de las zonas más postergadas de la ciudad. Ese proyecto y el posterior viaje a Chapadmalal para compartir la experiencia con otros estudiantes sirven para mostrar la relación de la infatigable maestra treintañera con sus alumnos, que termina excediendo lo académico.
Entre los muros Los documentalistas trazan un retrato preciso y empático de los alumnos de un secundario difícil de Villa Lugano. La docente entra al aula donde debe comenzar la primera clase del año, pero los alumnos hablan a los gritos, se empujan, miran sus teléfonos o hacen cualquier otra cosa, menos prestar atención. Más aún, parece que estuvieran poniendo un especial cuidado en hacerle notar que, no importa lo que haga, no existe ninguna posibilidad de que vayan a prestársela, ni ahora ni nunca. “No queremos aprender” es el mensaje cifrado que preanuncia una guerra que podría durar todo el ciclo lectivo. Se trata de un grupo difícil, integrado por adolescentes de los barrios marginales de la ciudad, muchos de ellos parte de distintas comunidades de inmigrantes a las que el resto de la sociedad no suele tratar con cariño ni respeto. La profesora ya pasó por esto antes y sabe que no es contra ella, no es personal, porque el imperativo de desafiar a los adultos es un ritual que los jóvenes repiten desde el inicio de los tiempos. Con paciencia y astucia ella se irá ganando el interés de ese alumnado díscolo, un trabajo arduo, pero al final de la película la actitud desafiante del comienzo se transformará en afecto. Y, casi sin darse cuenta del truco, será a través de ese vínculo amoroso que cada uno de los chicos terminará el año cumpliendo con el objetivo que unos meses antes prometían no alcanzar: el de aprender. El lector atento de la sección podría pensar que se trata de un pifie del crítico y que el párrafo anterior es la sinopsis de Entre los muros, la película que consagró a Laurent Cantet, publicada por error once años más tarde. Y tendrá razón a medias, porque aunque en realidad la trama calza con exactitud en la película del cineasta francés, también es precisa a la hora de contar lo que ocurre en La escuela contra el margen, dirigida por Diego Carabelli y Lisandro González Ursi. No se trata de un plagio ni de nada parecido, sino de un fondo común sobre el que ambas películas trabajan para contar historias similares que también tienen sus diferencias. Como que en la película de Cantet el docente era un varón o que la de los directores argentinos es un documental, aunque ninguno de esos detalles es importante: Entre los muros bien podría ser un documental y La escuela contra el margen podría verse como una ficción híperrealista, y nada cambiaría. Filmada en la secundaria Manuel Mujica Láinez de Villa Lugano, el film de Carabelli y González Ursi comienza con una secuencia que establece su objetivo. En ella, un mapa de Buenos Aires es utilizado para señalar la zona en la que se encuentra la escuela y cuáles son las condiciones sociales e históricas que la definen. Siguiendo el relato de una voz en off, el mapa es intervenido con fibrones y resaltadores para mostrar de modo didáctico las desigualdades de una ciudad dividida en un norte y rico y un sur pobre, para señalar las tensiones entre los barrios y villas que conforman Villa Lugano (el sector más pobre de la ciudad) o recordar la trágica cronología de la toma del Parque Indoamericano en 2010. Al final se indica que lo que se verá es un trabajo realizado en 2015, diseñado para entender de qué forma perciben esa compleja realidad los jóvenes que la viven a diario en carne propia. Carabelli y González Ursi retratan el cambio de actitud de esos chicos que miran con recelo a su profesora. Pero lo hacen con gracia, sin resignar empatía, sabiendo que se trata de la actitud de autodefensa de quién está acostumbrado a cargar con los estigmas que el resto de la sociedad porteña (con ayuda del aparato mediático) suele colgarles no solo a los vecinos de Lugano, sino a los de buena parte del país. La profesora orienta el trabajo a intentar que sus alumnos descarguen el peso de la mirada de los otros, para empezar a verse a sí mismos y así descubrir los valores que los prejuicios ajenos mantenían ocultos. Será esa revelación la que convierta a chicos y chicas de actitud indómita en jóvenes conscientes de su propia circunstancia. La reafirmación de que el conocimiento y la educación son las herramientas más eficaces para un cambio profundo en la sociedad y sus individuos. Pero no solo para estos chicos: La escuela contra el margen es una oportunidad para que el espectador también deconstruya sus propios prejuicios de clase.
Que tu sur sea mi norte El punto de partida de La Escuela contra el margen es la propuesta de esbozar un mapa, no de precisiones geográficas como el que abre la película, sino más bien un registro de cómo los estudiantes de la escuela Mujica Láinez viven la ciudad. En particular, la geografía estaría entendida aquí como “el estudio del hombre-habitante” (Maurice Le Lannou citado por Pierre George*). Estos estudiantes son porque habitan y piensan lo que habitan. La propia presentación del documental separa la ciudad de Buenos Aires, a partir de la avenida Rivadavia, en norte “con los mayores poderes económicos”, y sur “con los mayores índices de pobreza”. La introducción más estructurada del documental no impide que se muestre la dinámica caótica del taller posteriormente. Es un caos en contraste con los términos tradicionales de las formas como se tienden las relaciones educativas. Pero la búsqueda de la facilitadora es que la relación de base sea un diálogo en el que, si ella pone las condiciones, también permite un espacio para los rasgos distintivos de cada alumno. La mejor prueba de ello es que, cuando uno de los participantes escucha música con ambos audífonos, el razonamiento de la facilitadora es que él siga escuchando pero con un solo auricular, como una manera de acordar ciertas condiciones de comunicación para que ambos estén satisfechos y atentos. Podrá parecer una nimiedad esto. Sin embargo, habla de cómo se van flexibilizando los procesos educativos en espacios mucho menos rígidos que los de la academia. La película de Carabelli y González va registrando, además, una dinámica estrecha entre la facilitadora y los alumnos. Esto no implica que ella se amilane frente a las ideas de los participantes. Más bien, las hace dialogar para que no se minimicen a sí mismos frente a cómo los ubica socialmente el entorno. De este modo, lo registrado por el documental en estas dinámicas excede los confines de la obra y abre una ventana, nadie dice que la primera, sobre nuevas formas de educación que se amolden a la atención de quien escucha, sin coartar ni jerarquizar, pero sí poniendo algunas reglas del juego. Por eso mismo, la obra va descubriendo posturas de quienes viven “al margen”, sin el preconcepto de que unas zonas son mejores o peores, sino que son ambivalentes y ricas en sus contradicciones. Son los propios alumnos quienes se plantean un mapa, más que inclusivo, complejo. Y mientras van tramando esta geografía, hablan sobre sus relaciones cotidianas entre ellos, con la policía o con sus modos de desplazamiento entre zonas. Al final, este “mapeo del territorio” de Lugano, como los mismos talleristas lo refieren, no es menos que fascinante. Logra abarcar un proceso educativo dinámico donde los espacios no convencionales (visitas al parque Indoamericano, a la playa) retroalimentan las relaciones dentro de cuatro paredes. Pareciera que se trata de una geografía que forma a sus ciudadanos no por vínculos cerrados ni factores inasibles, sino abiertos por razones múltiples y que no suelen expresarse en la cotidianidad.
La escuela contra el margen: Viendo el mundo desde otra perspectiva. La escuela es el lugar para aprender y sentirse escuchados. Los documentales tienen por objetivo mostrar un pedazo de realidad. Las temáticas que abarcan son tan amplias como la cantidad de temas que hay en el mundo. Y los documentales suelen llegar (o por lo menos intentarlo) hasta los puntos más recónditos. En este caso, el viaje no nos lleva tan lejos. Simplemente al barrio de Lugano, en Buenos Aires, Argentina. Aunque creo que más de uno quizá nunca haya ido y lo conozca. El film en este caso busca mostrarnos el Lugano que un grupo de estudiantes de secundaria conoce, el que los formó como personas y los vio crecer, el que la mayoría desconoce (o no). Es una realidad que todos tenemos zonas de nuestras propias ciudades que nunca hemos visitado por una razón u otra. También es verdad que la mención de algunos barrios o zonas nos hace pensar “¡qué lugar!” o “¡ahí no voy ni por asomo!”. Y a veces olvidamos algo muy simple: alguien vive ahí. Esa es la cuestión base de este documental: Un grupo de chicos que, mientras cursa su cuarto año de secundaria, deciden participar del «Jóvenes y Memoria», una iniciativa nacional que involucra la historia de barrios, provincias y demás, y los reúne para compartir los proyectos con otros chicos que también participaron. Una parte muy interesante de cómo está filmado este documental es lo poco invasiva que se siente la cámara en todas las tomas. Sí, hay momentos donde es obvia, especialmente cuando los chicos le sonríen, le hablan directamente o hacen alguna tontería para llamar la atención. Pero en general, la cámara parece más un espectador voyeur. Se los puede ver a los chicos trabajar desde puntos de vista que te hacen pensar que alguien la apoyó en una mesa y se fue, por ejemplo. Esto ayuda mucho a la dinámica de los jóvenes que, en general, se ven relajados y naturales; lo cual no siempre es fácil de lograr en un film documental, ya que la gente a veces se vuelve muy consciente del hecho de que la están filmando y, por ende, sus interacciones parecen duras o forzadas. Otro punto que llama mucho la atención es como nos ponen en contexto. Además de los típicos planos abiertos que nos muestran claramente dónde nos situamos en tiempo-espacio (en este caso, pasillos de colegio, aulas, el parque Indoamericano, etc.), también utilizan tomas un tanto más inusuales, como docentes en la sala de profesores pasando lista, hablando de las faltas de algún chico, compartiendo un mate o teniendo una reunión que, además de ponernos en un marco escolar, nos recuerda que el tema a tratar es el lugar geográfico donde se ubica esta escuela y dónde las vidas de los chicos ocurren. El análisis que se va desarrollando casi en el trasfondo es uno que es muy simple y muy universal, a la vez que muy ignorado y poco «relevante» para algunos: algunas partes de la sociedad tienen más posibilidades que otras. Es simplemente un hecho, quizá, pero uno que para algunos es muy duro de ver cuando se es el que está en el lado con desventaja. Pero algo es seguro, el objetivo narrativo está claro desde el comienzo. Cuando la secuencia introductoria te da un breve pero claro mapeo de Lugano, los barrios que lo componen, los hechos que lo han marcado y el lugar donde esta escuela funciona. De una u otra forma, los chicos (que al principio son como todo adolescente y la idea de participar en clase no los entusiasma) desarrollan no solo un proyecto digno de presentarse al público, sino también un sentido de pertenencia de sí mismos y del barrio que los rodea muy interesante. Particularmente cuando empiezan a debatir (algunos de los temas que mencionan incluyen la mayor presencia policíaca, las mejoras en el parque, los prejuicios por vestirse de cierta forma y muchos más). La Profe Flor es alguien que logra llamarles la atención lo suficiente como para que la escuchen y que, de vez en cuando, les tira una o dos verdades a la cara y los deja pensando pero sin robarles el protagonismo que el film le da a este grupo de estudiantes con más para decir de lo que alguna vez se imaginaron. El film abarca el desarrollo completo de un taller que culmina en la localidad de Chapadmalal, en el encuentro de «Jóvenes y Memoria». Una vez por semana, este grupo se juntó y buscó lograr algo que los hiciera sentir representados y que pusiera a su barrio en el mapa, mientras que de paso ponían en el foco alguna que otra injusticia que los aqueja. Quizá no logren cambiar el mundo, pero su slogan («Que tu Sur sea nuestro Norte») te hace pensar y su forma de ver y vivir el mundo es algo que quizá deberíamos intentar un poco más. Aceptar las realidades, pero no conformarnos con ellas.
Quizás cuando hablamos de cómo ha abordado el cine a la actividad docente dentro del aula y el ámbito de la educación pública con la diversidad que habita entre las paredes de una clase, el ejemplo más sobresaliente y que primero viene a la cabeza es “Entre los Muros”, la multipremiada película de Laurent Cantet, el director de “Recursos Humanos” y “El empleo del tiempo”. En “LA ESCUELA CONTRA EL MARGEN” los directores Lisandro González Ursi y Diego Carabelli (quienes son además docentes) nos permiten meternos de lleno en un grupo de estudiantes de un colegio de Villa Lugano para abordar diversas problemáticas que tienen que ver con su contexto social, su situación económica y su nivel cultural –en donde ellos mismos establecen diferencias y se auto discriminan-. Más allá de esto, este trabajo presenta un planteo muy claro alrededor del entorno geográfico, un territorio particular en donde se posa la mirada sobre la escuela pública y su marco de contención en las zonas más marginales. Este trabajo se focaliza en el proceso de filmación que fue llevado a cabo durante todo un año en las actividades que se desarrollaron dentro del taller sobre identidad y derechos humanos en la escuela “Manuel Mujica Láinez”. Allí los docentes estimularon a la participación de los alumnos en un proyecto que tuvo como eje fundamental el poder expresarse sobre la violencia que sufren tanto desde el exterior como de su propio entorno, en donde los mismos estudiantes de un turno, agreden y discriminan a los del otro turno, estableciendo diferencias casi irreconciliables. En el inicio “LA ESCUELA CONTRA EL MARGEN” , mediante cuadros y gráficos, explica la problemática habitacional que azota a los diferentes barrios y se revive el hecho de la toma del Parque Indoamericano: el proceso de trabajo del taller se focalizó fundamentalmente en la apropiación de ese espacio de pertenencia y desde allí, poder abordar las diversas problemáticas que los estudiantes –y no solamente ellos ya que también se escuchan las voces de los padres, profesores, autoridades escolares, miembros de la Cooperadora del colegio que también padecen los mismos problemas- presentan en sus conflictos dentro y fuera del tema del territorio. Indudablemente el hecho de poner la cámara en el aula registrando absolutamente cada una de las reacciones de los alumnos y de los actores sociales que dan lugar a los diferentes conflictos que se viven dentro de la Institución, nos permite como espectadores participar y acompañarlos en su cotidiano y en cierto modo, construir una nueva mirada sobre estos sectores a los que muchas veces no se les da voz, no se los muestra en pantalla y en cierto modos se los invisibiliza y no se los tiene en cuenta, construyendo así una de las formas más violentas de estigmatización y exclusión a la que se somete a las poblaciones de menores recursos. Uno de los mayores méritos del trabajo de González Ursi y Carabelli es empezar a visibilizarlos, a hacerlos presentes y abrir a discusión acerca de diversas problemáticas que, aun desordenadamente y sin pretender encontrar respuestas, pone en evidencia este trabajo documental. Esta mirada despojada de prejuicios es justamente el punto más fuerte del documental, subrayando la importancia que tiene el espacio del aula dentro de la escuela pública para poder abordar estos temas y empezar, de algún modo, a abrir el diálogo para que estas problemáticas que no solamente ocurren dentro del aula sino dentro de toda la comunidad escolar, empiecen a vehiculizarse de una forma diferente y encuentren la posibilidad de un nuevo recorrido, alejado de las convenciones y los preconceptos en los que solemos quedar atrapados. También es interesante la figura que construye el ojo de los directores, alrededor del docente y su trabajo. Una mirada de respeto, de admiración por el compromiso con el que cumplen este objetivo de integración y contención que se necesita como “plus” en estas escuelas más olvidadas y con mayores carencias. Estos docentes son los encargados de abrir este espacio fundamental de reflexión y de trabajo conjunto para que la dinámica de la clase termine siendo diferente de las tradicionales y se convierta en verdaderamente inclusiva. Además debe destacarse un meticuloso trabajo de edición a cargo de Eduardo López López que ha permitido compactar en los 90 minutos de duración una gran cantidad de horas de filmación que se obtuvieron a lo largo de todo el año de filmación. “LA ESCUELA CONTRA EL MARGEN” surge así como parte integrante de toda una serie de documentales urgentes, que hablan de nuestra realidad y nuestra necesidad de cambios en donde una mirada aguda como la de los directores permite empezar a construir un nuevo sentido.
La profesora entra al curso pero no la escuchan. Gritan, se ríen y hacen todo lo posible para que ella sepa que está en un lugar donde no la quieren. Pero ella sabe lo que están haciendo y por qué, no se dará por vencida y, al final del año, esos mismos alumnos la abrazarán. La Escuela Contra el Margen es un documental escrito y dirigido por Diego Carabelli y Lisandro González Ursi, que seguirá el día a día de un curso en una secundaria de Villa Lugano, retratando así la realidad de estos adolescentes.
La ciudad se divide de norte a sur por la Avenida Rivadavia. El sur pobre, el norte rico. Allí en el sur pobre, se encuentra la escuela Manuel Mujica Láinez, en la Villa de Lugano, y recibe alumnas y alumnos que viven en los barrios de Lugano, Samoré, Nágera, Cildáñez, Copello y Mataderos, principalmente. La escuela está ubicada al costado del parque Indoamericano. Los primeros días de diciembre de 2010, más de tres mil familias tomaron el Parque. Reclamaban viviendas dignas, un derecho por el que no obtenían respuesta por parte del gobierno de la ciudad. A partir de una denuncia del gobierno porteño, el 7 de diciembre comenzó un operativo para desalojarlos. Participaron efectivos de la Policía Federal y Metropolitana, quienes dispararon con gases, balas de goma y de plomo. La resistencia al desalojo y la represión continuaron durante largas horas. Hubo tres muertos: Bernardo Salgueiro, Rosemary Churapuña y Emilio Canaviri Álvarez. La toma duró una semana. Llegaron a un acuerdo. La escuela, durante la toma, siguió funcionando y recibió a los chicos y chicas del barrio. En 2105, Flori, una docente nueva, decidió formar un taller para saber cuál era la mirada de los jóvenes sobre el barrio y reflexionar sobre la realidad que viven. Durante el taller surge la idea de participar del encuentro Jóvenes y Memoria que se realiza todos los años en Chapadmalal donde acuden jóvenes de diferentes localidades de la provincia de Buenos Aires. El proyecto que desarrollan consiste en hacer un mapeo. La película es el registro de ese proceso donde aparecen las diferentes miradas de los jóvenes y los problemas que enfrentan dependiendo del lugar donde viven, asentamientos, villas o en los edificios. La discriminación, la xenofobia, la estigmatización, el acoso callejero, el abuso policial, la violencia y la intolerancia son algunas de las cuestiones con las que tienen que lidiar cotidianamente tantos alumnes como docentes. Todo esto inmerso en una realidad compleja en uno de los lugares más abandonados por los gobiernos de turno. El rodaje está lleno de frescura, espontaneidad y sinceridad, los chicos y las chicas que participan del taller dibujan el lugar donde viven, cantan y reflexionan sobre quiénes son, qué los une y qué los enfrenta. Los pibes y pibas de la Mujica Lánez fueron a mostrar sus conclusiones sobre cómo lograron, durante un año de trabajo y de diálogo, integrar los diferentes barrios que abarca la escuela y superar los enfrentamientos, el racismo, los prejuicios y la discriminación para finalmente concluir que pertenecen a una misma clase. Según cuentan sus directores, Lisandro González Ursi y Diego Carabelli “Con este documental buscamos retratar esa potencia que se genera únicamente en el aula, en su día a día, esas escenas que solamente pueden ver lxs docentes y sus estudiantes, pero que para el resto de la sociedad pueden llegar a ser algo lejano, desconocido o hasta rechazado. Por esto decidimos armar un equipo de rodaje con gente de cine que tuviera experiencia siendo docentes en el aula y, al mismo tiempo, trabajamos la composición musical con estudiantes de música de una escuela secundaria pública de la Villa 21-24.” La Mujica Láinez es una escuela pública que cumple una función social que va más allá de la enseñanza de las materias curriculares, asiste, ayuda y contiene a jóvenes para lograr un lugar mejor en el cual vivir.
Peleando contra los estereotipos. Crítica de “La Escuela contra el Margen” de Diego Carabelli y Lisandro Gonzále La Escuela Contra el Margen seguirá el día a día de un curso en una secundaria de Villa Lugano, retratando así la realidad de estos adolescentes. El barrio donde se encuentra anclada el establecimiento es el más pobre de la Ciudad de Buenos Aires, marcado luego de los trágicos eventos de 2010, en la toma del Parque Indoamericano. Esto servirá como disparador para que los estudiantes problematicen sus vivencias e intenten analizarlas. Por medio de un proyecto, la docente consigue que todo el curso trabaje junto y se interese por su día a día, que pueda analizarlo desde un punto de vista más crítico y que se planteen no sólo los prejuicios de la sociedad para con ellos, sino esos que, inconscientemente, cargan como etiquetas. El documental logra con mucha certeza mostrar un pedazo de la realidad. En este caso la de una docente qu con paciencia y compromiso logra un vínculo afectivo con sus estudiantes, que solo quieren ser escuchados, tarea que la profesora lleva a cabo. A partir de esos diálogos salen a la luz los preconceptos que se suele tener sobre estos barrios. Con mucho dinamismo, el director logra reflejar el vínculo que se forma el docente logra con sus estudiantes, quien termina siendo fuente de inspiración para los jóvenes. La Escuela contra el margen resalta la profesión del docente, quien con paciencia y compromiso logra la confianza de sus alumnos, quienes durante toda su vida fueron marginados por solo pertenecer al barrio de Villa Lugano. Así como pone sobre el tapete como algunos discursos propios del sentido común quedan en ridículo ante un grupo de chicos que luchan contra la estigmatización, dejando en claro que cuando son escuchados tienen mucho para decir. Puntaje: 70/100
Cada vez que veo un film que trata temáticas referidas el mundo de los profesores conduciendo a esudfiantes conflictivos recuerdo “Semilla de maldad” (1955) de Richard Brooks, que tuviera dificultades en su estreno mundial pues los estadounidenses consideraban que esa producción daba una mala imagen de su país. Pero bueno, a lo nuestro. “La escuela contra el margen”, es un documental de Lisandro González Ursi y Diego Carabelli, los mismos que realizaron “Errantes” (2012, su opera prima), en la cual narraban el desalojo del asentamiento “La Lechería”, ubicado entre los barrios porteños de La Paternal y Villa del Parque, siendo también ambas guionistas y directores. González Ursi y Carabelli se conocieron trabajando en la Universidad del Cine, ambos son docentes de un programa socioeducativo encargado de enseñar cine a estudiantes de escuelas de barrios, socialmente vulnerables. De esa manera se contactaron con la Escuela de Educación Media 1 “Manuel Mujica Laínez”, del distrito escolar 13, en Villa Lugano, la cual ahora es la protagonista del documental que nos ocupa. Diego Carabelli comenta que “durante el conflicto del “Indoamericano”, en la toma del 2010, la escuela “Manuel Mujica Laínez” tuvo que intervenir ya que los alumnos de ambos barrios convivían en la institución, así se conformó un espacio donde se podían debatir estas cuestiones. El taller lo propusimos como programa externo del Ministerio de Educación que articulaba con la materia de comunicación. Lo de la toma lo pensamos como disparador paras tocar problemáticas que son muy actuales, como la discriminación o la estigmatización de la juventud. Pusimos a la escuela como protagonista por ser el espacio donde confluyen todos los temas que aborda el documental: vivienda, discriminación, inmigración, adolescencia, etc. Para lograrlo, decidimos también registrar algunas cosas que pasaban afuera de esa aula, como las reuniones docentes o el trabajo administrativo que hace todo el cuerpo no docente que, en la mayoría de los casos, se tocan los mismos temas que en el aula, como la problemática de los barrios o la deserción escolar. No es la historia de un grupo y nada más. No es un lugar aislado sino que deben manejar todo tipo de conflictos que marcan la vida de sus alumnos. En suma, de una escuela y su comunidad al mismo tiempo.” El documental se inicia con la entrada de la docente Florencia Vives al aula para dictar la primera clase del año lectivo (2015), pero los alumnos de cuarto año hablan a los gritos, se empujan, miran sus celulares, o hacen cualquier otra cosa menos prestar atención. Más aun, parece que estuvieran poniendo especial cuidado en hacerle notar a la profesora que no importa lo que haga, no hay ninguna posibilidad de que vayan a prestársela, ni ahora, ni nunca. “No queremos aprender” es el mensaje cifrado que preanuncia una guerra que podría durar todo el año. Se trata de un grupo difícil, integrado por adolescentes de los barrios marginales de la ciudad, muchos de ellos son parte de distintas comunidades de inmigrantes, a las que el resto de la sociedad no trata con cariño ni respeto. La profesora ya paso anteriormente por esta antes y sabe que no es contra ella, no es nada personal, porque el desafiar a los adultos es un ritual que los jóvenes repiten desde el inicio de los tiempos. Con paciencia y astucia ella se ira ganando el interés de ese alumnado difícil, trabajo arduo, pero al final de la película la actitud del inicio se ira transformando en afecto y, casi sin darse cuenta, será a través de ese vínculo amoroso que cada chico terminara cumpliendo el objetivo al que negaba al principio del curso. Diego Carabelli refiere la labor realizada: “Teníamos unas noventa horas de filmación, y en algunos casos a dos cámaras. Fue clave ir organizando el material para que esté listo. El encargado del montaje fue Eduardo López López, un gran profesional, quien realizo un trabajo obsesivo de verse todas las horas de filmación, y ahí se fue puliendo para armar la estructura. Lo que teníamos en claro era que iba a ser un registro observacional donde nosotros no interveníamos. No iba a haber entrevistas. El objetivo era que se cuente por si solo. En ese sentido el tiempo lo marcaba la estructura dramática. Como en todo documental nos fuimos dando cuenta quienes serían los personajes más ricos a medida que avanzábamos en la filmación y empezar a entender las lógicas internas para visualizar las líneas narrativas y establecer un recorte.” El resultado del trabajo de González Ursi y Carabelli apunta a una reafirmación de que el conocimiento y la educación son las herramientas más eficaces para lograr un cambio profundo en la sociedad y sus individuos, pero no sólo para estos chicos. “La escuela contra el margen” es una oportunidad para que el espectador también cambie respecto de sus propios prejuicios de clase.