Elogio de la autosuperación Amable, conciliadora y celebratoria del espíritu de la unión y la familia, la de Lartigau es una de esas películas con la cual es imposible enojarse. Tres de los cuatro personajes son sordos, y la trama acompaña los intentos por enfrentar las adversidades y las limitaciones. Hace exactamente una semana, el periodista Horacio Bernades catalogaba al estreno de Apuestas perversas como “el gesto más subversivo que haya producido el campo de la distribución y exhibición cinematográfica en la Argentina en toda la temporada”. Esto porque el film de E. L. Katz era un auténtico Grinch audiovisual dispuesto a destruir los buenos sentimientos asociados a la Navidad mediante la puesta en primer plano de la ambición y el desapego emocional humanos, encarnados en un dúo dispuesto a todo con tal de ganarse unos cuantos dólares. Siguiendo los paralelismos festivos, La familia Bélier sería lo más parecido a ese tío simpaticón listo para salvar las papas disfrazándose de Papá Noel cuando las agujas del reloj marcan las vísperas de la medianoche del 24/12. Amable hasta lo buenuda, conciliadora y celebratoria del espíritu de la unión y la familia, la de Eric Lartigau es una de esas películas con la cual es imposible enojarse. Lo que no implica, claro, que sea buena, aunque debe reconocerse que, a la vista de los elementos dispuestos sobre la mesa, el menú podría haber sido mucho más difícil de digerir.La familia del título está compuesta por mamá, papá, hijo e hija. Los tres primeros son sordos; Paula, no. Esa condición la convierte en una pieza fundamental del andamiaje del clan operando como intérprete y negociadora del comercio familiar. Comercio que no anda del todo bien, ya que el pequeño pueblo francés está sumido en una crisis económica producto de los negociados del intendente, según se escucha al pasar en un noticiero. Ante esto, papá decide ir por el cargo. “¿Quién va a votar a un sordo?”, le dicen por ahí, abriendo una potencial línea argumental que nunca se profundizará. Porque el film no es un drama social ni un ensayo político sobre la convivencia cotidiana con la discapacidad, sino una feel good movie clásica, sin contrafiguras y centrada en la autosuperación de las adversidades y las limitaciones del entorno. Así, Lartigau apunta el timón a los cambios generados en Paula (Louane Emera, semifinalista de la versión gala del reality La voz) cuando un profesor de música con ínfulas de grandeza (Eric Elmosnino, protagonista de Gainsbourg y encargado aquí de los momentos de humor más logrados) elogie sus melodías y ella descubra que lo suyo no es el ordeñe y la venta de quesos, sino el canto.“Lo único que falta es que sea intolerante a la lactosa”, gesticula la madre ante la noticia. La frase es síntoma de un film que mantiene firme su decisión de evadir los golpes bajos y la lágrima fácil. Más aún, por momentos parece no tomarse demasiado en serio la potencia emocional del material entre manos. El problema es que sobre la última media hora sí lo hace, atendiendo únicamente a la vertiente más familiar, poniéndose cada escena más obvia hasta llegar a un desenlace al ritmo de “Je Vole”, de Michel Sardou, que no hace más que subrayar la intencionalidad de la propuesta. Así, La familia Bélier terminará oscilando entre una comedia sobre la disfuncionalidad que sólo por momento es, y el efectismo digno del perecido Hallmark Channel. 5-LA FAMILIA BELIER La famille Bélier/Francia, 2014Dirección: Eric LartigauGuión: Victoria Bedos y Thomas BidegainDuración: 100 minutosIntérpretes: Karin Viard, François Damiens, Eric Elmosnino y Louane Emera.
La Familia Bélier se destaca en una semana de pocos y flojos estrenos. La familia Bélier es una familia de granjeros, que tienen la particularidad de ser sordos. O por lo menos casi todos ellos. Paula, la hija mayor de la familia, nació con audición perfecta y se ha dedicado desde que tiene uso de razón, a ser la que interpreta, traduce y contacta a su familia con gran parte del mundo exterior. La familia se ha vuelto dependiente de ella, y esa situación se exacerba aun más cuando el padre decide postularse como Alcalde de la ciudad donde viven. El problema es que paralelamente a eso, un profesor de la escuela de Paula, descubre que la adolescente tiene un don como cantante, ofreciéndole la oportunidad de dejar el pueblo para ir a estudiar a una academia en Paris. Inscripta en el genero de la comedia, aunque abunde en situaciones dramáticas que en manos de otro director serian de lo mas ridículas, esta película se dedica a mostrarnos la dinámica de una familia muy particular, que, de tan concentrada que estaba por sortear su discapacidad auditiva, nunca logró profundizar el vinculo que se genera entre la función de la hija y la función de la interprete. Con actuaciones geniales, particularmente de Louane Emera y su madre, composición a cargo de Karin Virad a quien muchos ya habíamos visto en El empleo del tiempo, La familia Bélier termina siendo una exploración un poco pasatista sobre el drama familiar, temática que claramente atrae al director Eric Lartigau, de quien recomiendo enfáticamente la película L’homme qui voulait vivre sa vie del año 2010. El verano aparenta venir cargado de tanques, así que para aquellos que prefieran una propuesta más bien tranquila, La Familia Bélier no los va a defraudar.
El “universo” propio de las personas que sufren sordera ha sido abordado repetidas veces en el cine. Podría nombrar las poco recordadas Querido Maestro y El Silencio de Oliver. En" La Familia Belier", el director Éric Lartigau vuelve sobre el tema, pero apuntando acertadamente a un tono aparentemente liviano, inserto en la comedia, lo cual le permite abrir el abanico hacia cuestiones profundas. Hablamos de un film, proveniente de Francia, de veta comercial, con el protagónico de una cantante salida del famoso concurso televisivo La Voz; pero se demuestra que, el ser comercial y publicitario no necesariamente significa una baja de calidad. Paula (Louane Emera) es una adolescente que vive con su familia en una granja alejada de la sociedad. Esta autoexclusión de la familia, quizás se deba a que, salvo ella, sus padres y su hermano menor son sordos, y el vivir alejados les permite cierta libertad Sin embargo, Paula es el puente entre los Belier y la sociedad, ella vende las cosechas en la feria, ella arregla con los comerciantes, y traduce en palabras todo lo que su familia quiere expresarle al mundo. Cada uno de ellos tiene sus asuntos, pero cuando Paula poco a poco empiece a mostrar vetas de alas propias, la situación comenzará a preocuparles… aún más que la candidatura a Intendente del padre. Paula ingresa a las clases de coro en la escuela siguiendo al chico que le gusta, no hay la más mínima intención de expresarse, sabe que su función es servirle de nexo a su familia. Pero una vez ahí, el profesor descubre que ella tiene un don especial para el canto, y le insistirá para que se inscriba en un concurso. ¿Cómo van a tomar los Belier esta noticia? Será cuestión de verla. Lartigau creó una comedia fresca y divertida, que tiene mucho para decir. No se limita a hablar de la sordera, se expande hacia los mandatos familiares, hacia el destino que cada uno tiene marcado desde que nacemos, y hacia la relación de la sociedad para con el distinto. François Damiens y Karin Viard, quienes componen a los padres dan verdadera carnadura a sus personajes, tienen sobrada experiencia en la comedia, y logran llenarlos de matices, a través de ellos se vive una emoción gratificante. Emera y Luca Gelberg (el hermano menor y único actor sordo del film) se muestran espontáneos, frescos, aportan dulzura. Con una bella fotografía que exuda libertad, La Familia Belier es un grato momento dentro de una sala cinematográfica. Sencilla, entretenida, entradora y más profunda de lo que aparenta. Para comenzar el año bien arriba.
La mejor sorpresa Une el costado artístico y el comercial, tiene personajes queribles, mucho humor y emotividad. Una gratísima sorpresa es esta Familia Bélier. Gratísima porque reconforta ver una película que aúna el costado artístico con el comercial, en el que la trama fluya y sea tan rica como atrapante. Y sorpresa porque la Argentina es el segundo país en el que se estrena esta comedia de Eric Lartigau. Tan poco se conocía del filme que hasta seduce no contar por qué a Paula (Louane Emera) le cuesta horrores, siendo jovencita, aceptar participar en un concurso en París, lejos de la granja donde vive con sus padres y su hermano menor. Es que ella es la única que escucha y habla en la casa, y no es un giro metafórico. En una familia de sordos, Paula es como el nexo con el mundo circundante, sea para negociar los granos que comen los animales, vender los quesos que hace la familia en la feria o traducir en la visita al médico. La película tiene varios disparadores temáticos y subtramas. Porque si Paula es el personaje central, no todo al comienzo gira a su alrededor. Rodolphe, su padre, está harto del manejo del alcalde, y decide postularse como candidato a gobernar el pueblo. “¿Por qué no votarían a un sordo si votaron a un imbécil?”, le dice Paula sin eufemismos al mismísimo alcalde. Es que los Bélier son gente sin demasiadas vueltas. Tras un estudio sobre las familias de sordos, el director de Mi novia Emma e Infieles anónimos comprendió en seguida que los sordos van directo al grano. Y Lartigau (50 años) pasa a preguntarle a Paula, preguntarse él y preguntarle al público si la actitud de la protagonista, una vez que descubre y escucha su voz (es un profesor de música en el colegio quien advierte su potencial en el canto) es de egoísmo o superación. ¿Justo ella tiene un don que sus padres y su hermano no pueden percibir ni disfrutar? ¿Cuánto de frustración hay en ella si su familia no puede compartir su sueño? Pero lo mejor de La familia Bélier es que todo está contado desde el humor, la emotividad llega tamizada y no resulta edulcorante puro. Porque abre distintas vetas e historias, y todas son como encantadoras. El único sordo de verdad es Luca Gelberg, el hermano menor de Paula, ya que François Damiens y Karin Viard debieron aprender el lenguaje de señas durante cinco meses, lo mismo que Emera (surgida del reality La voz en Francia). La independencia, la familia, la adolescencia y el primer amor son todos tópicos abordados por esta comedia que llega sin bombos ni platillos, pero que bien merece ser recibida con ellos.
Para muchos franceses, La familia Bélier fue como un bienvenido regalo de Navidad. Una comedia familiar con todos los ingredientes que se esperan de lo que los norteamericanos llaman feelgood movies: producciones que contagian sentimientos agradables, prefieren apuntar a los aspectos más amables de la realidad y destacar sus costados más luminosos, transmitiendo mensajes positivos y esperanzadores. Sobre todo si en sus historias hay quien es capaz de enfrentar con fortaleza de ánimo y confianza indeclinable todos los obstáculos que le ha presentado la vida, y superarlos. Es parte de la convencional fórmula conocida, pero debe reconocerse que ha sido aplicada con apreciable mesura. Para los Bélier, por ejemplo, la sordera que padecen tanto los padres como su hijo adolescente no ha significado un impedimento para llevar adelante el pequeño establecimiento de campo en el que crían ganado y elaboran quesos y tampoco para despertar en el jefe de la familia alguna ambición política: disconforme con el desempeño del alcalde, está dispuesto a presentarse en las próximas elecciones, aunque para ello deba recurrir al auxilio de su hija de 16 años, que no sólo habla y además domina la lengua de señas (por lo que resulta la intérprete ideal para sus padres y su hermano), sino que acaba de descubrir que está extraordinariamente dotada para el canto. Este inusual talento -descubierto por un simpático profesor fanático de Michel Sardou, que quiere llevarla a concursar en París- puede acarrear algún problema para los Bélier, que son muy unidos y dependen de la chica para mantenerse en contacto con los vecinos y también con su clientela. Pero donde hay tanto cariño y tanta solidaridad como en esta familia ningún tropiezo es insalvable. Sencilla y generosa en situaciones y diálogos en los que no falta el humor (el profesor de canto que anima Eric Elmosnino aporta una buena dosis) y medida a la hora de apuntar a las emociones, la comedia tiene apoyo sustancial en un elenco admirablemente seleccionado. Si Karin Viard y François Damiens resultan especialmente encantadores como los dueños de casa, debe destacarse especialmente el brillo que aporta -como cantante y como actriz- la jovencita Louane Emera, ella misma surgida en 2013 de un certamen de televisión: el ciclo The Voice: la plus belle voix. "Maladie d'amour" y otras difundidas melodías de Michel Sardou, cuya popularidad en el mundo francófono se mantiene viva todavía, añaden algún atractivo nostálgico a la banda sonora.
Un clan muy particular Un ejemplo como el de La familia Bélier corrobora por qué en la producción cinematográfica de Francia hay un espacio importante para los autores o directores que reflexionan sobre el lenguaje. Sin ir tan lejos en el tiempo, Astérix y Obélix y sus secuelas, Amélie y Amigos intocables, por citar tres ejemplos, fueron aquellos productos que movieron las piezas de una industria donde existen posibilidades para diferentes propuestas. El film de Lartigau, en ese sentido, se suma a la prédica: gran éxito de taquilla, película vendible en todo el mundo, una historia que coquetea con la comedia y el drama lacrimógeno; en fin, una suma de factores que exceden lo meramente cinematográfico, o en todo caso, un film que se establece en un punto medio entre el sentido común y la afanosa búsqueda de un espectador cómplice. Las armas son nobles, pero en varios momentos se está a pasos de caer en la tontería, aun cuando el entramado de ciertas situaciones supere a los objetivos finales de la cinta. Una familia sorda con excepción de la hija-intérprete que triunfará en el canto y un clan dedicado a trabajar en su casa-granja en la fabricación de quesos, bien lejos todavía del París soñado y de la Torre Eiffel como plano turístico. Las situaciones oscilan entre el lugar común y la simpatía sin golpes bajos a través de conflictos románticos teñidos de acné adolescente que de a poco se dirigen a que la hija deba decidir su futuro: alejarse del rebaño familiar o quedarse a vivir para siempre entre lácteos y animales. En La familia Bélier, sin embargo, hay un personaje border, el del sarcástico profesor de música, enojado con su trabajo y el alumnado, que profiere más de una frase incómoda para la corrección política que gobierna la película. En esa disyuntiva se maneja el director Lartigau, en esa franja tan estrecha para no caer en la cursilería, pero también, decidido a emplear todos los clísés posibles para convencer a un gran público. Desde ese punto puede entenderse un éxito comercial como el del clan Bélier: una película astuta, simpática, triste, melancólica, con música y letras edulcoradas y algunas situaciones que transmiten cierta gracia debido a la tipología familiar. Por lo tanto, el postre light del verano está asegurado.
A pesar de todo me siento bien Estrenada en Francia hace menos de dos semanas, La familia Bélier ya superó los dos millones de tickets, convirtiéndose en una amenaza latente para el récord obtenido tres años atrás por Amigos intocables. La comparación, entonces, es inevitable. Son, al fin y al cabo, dos films concebidos sobre una misma matriz de esperanza y reconciliación, odas a la unión y a la autosuperación salpicada por pequeñas dosis de comedia. La familia del título vive en un pequeño pueblo francés y está compuesta por mamá, papá e hijo sordos, y una hija mayor (Louane Emera, semifinalista de la versión gala del reality La voz) parlante, condición que la convierte en parte fundamental del negocio familiar. El problema es que ella está menos cómoda ordeñando y vendiendo quesos que cantando, descubrimiento realizado gracias a la aparición de un profesor de música (Eric Elmosnino, protagonista de Gainsbourg). Para sus padres la situación es cuanto menos inconcebible y bregarán para que la chica se mantenga en el círculo familiar. A partir de esa premisa, Eric Lartigau construye una feel-good movie clásica, una fábula pequeña, tan obvia como amable, tan circunscripta a los lugares comunes como a la evasión de los golpes bajos. El problema es que se desoye el grito de varias subtramas que pedían más atención para, en cambio, focalizarse exclusivamente en la disfuncionalidad familiar, todo hasta llegar a un desenlace tan emotivamente forzado como redundante.
Una familia muy normal Lo mas interesante de La familia Bélier (La famille Bélier, 2014), de Eric Lartigau, es su trabajo por descontracturar un tema como la discapacidad desde un ambiente festivo y colorido que envuelve a todo el film. Paula (Louane Emera) es una joven de 16 años que intenta pasar desapercibida en el mundo y cumplir con sus obligaciones, pero su familia, en la que todos son hipoacúsicos, le hace la vida imposible. Cuando su padre decide lanzarse como candidato a alcalde, sin importarle su condición, no sabe cómo hacer para hacerse comprender por los demás, por lo que una vez más apelará a Paula como intérprete. Es que la joven es el nexo entre la familia y el mundo. En el negocio familiar que tienen. En la calle. En la feria. En los comercios. Pero cuando Radolphe (el padre, interpretado por François Damiens) descubre en la joven la posibilidad de comunicar al exterior sus deseos y proyectos políticos también se revela el talento de Paula, que hasta el momento se mantenía oculto: canta como los dioses. Un profesor de música que la escuchará, se empeñará en llevarla a París a un certamen de talentos y allí comienza el verdadero conflicto de la película, que hasta el momento sólo presentaba situaciones. Si Paula se va a París nadie podrá hacer comprender a la familia con el mundo. Ella se verá entre la disyuntiva de continuar con los mandatos familiares o su profundo sueño de triunfar en el mundo de la música. La familia Bélier es una comedia entrañable, que juega con emociones sinceras, sin golpes bajos, y con un estudiado sentido del punchline para poder reírse de la discapacidad en todo momento. La paradoja que se plantea: Paula es un ángel cantando pero su familia no puede conocer este talento, sólo es superada por la habilidad de Eric Lartigau en no dejar caer el ritmo del film en ningún momento.
Una exitosa comedia francesa que también tuvo su escándalo. Es una muy agradable película en la que una familia de sordos (mamá, papá e hijo) tiene a una adolescente que escucha bien y canta como los dioses, lo que permite incluir muchas canciones en el film, pero además no pocas ironías sobre cómo la sociedad acepta o no a la familia del título en una solución políticamente correcta y con un muy buen elenco. La comunidad sorda francesa se quejó porque no convocaron a actores sordos y porque dicen que el lenguaje de señas no es el correcto. El entredicho solo sirvió para darle más popularidad a este film disfrutable.
Una grata sorpresa. “La familia Bélier” es una película que se mantiene en un nivel de comedía, con chistes inteligentes que principalmente forman parte de las escenas de Eric Elmosnino (Profesor de Paula), con problemas de adolescentes, de amor y de padres a los que les importa el bien común de la familia y no sienten vergüenza por nada. El relato rápidamente se transforma en un drama que te deja al borde de las lágrimas de la mano de la gran voz de Lourane Emera (Paula) y la relación que tiene toda la familia en conjunto. Eric Lartigau, además de realizar una película divertida, llena de amor y sensibilidad, logra que mediante efectos de sonido te pongas en el lugar de los padres y entiendas por unos minutos cómo se sienten al ver a su hija haciendo algo que realmente ama. También la elección de la música es perfecta porque se amolda a cada parte de la película y hace que todo sea mucho más emotivo. timthumb En un pequeño pueblo de Francia a unas 5 horas de Paris vive la familia Bélier una familia “diferente” en la cual Paula Bélier, la protagonista de ésta historia, una adolescente de 16 años, es la única que puede hablar o escuchar, sus padres y hermano son sordos-mudos así que ella es la responsable de la comunicación de su familia con el exterior, del negocio familiar y de su intento de llevar una vida normal. Empieza un nuevo año escolar y Paula se inscribe en el Coro del colegio y ahí su profesor se da cuenta que tiene un diamante en bruto frente a sus ojos, así que decide enseñarle, para que pueda ganar un lugar a través de una audición en el Coro de Radio France, lo que le implicaría tener que irse a Paris, crecer y tener que alejarse de a poco de su familia. La Familia Bélier Si quieren pasar un gran rato, reír y llorar, yo les recomiendo que aprovechen y vayan a verla.Si quieren pasar un gran rato, reír y llorar, yo les recomiendo que aprovechen y vayan a verla.
Comedia sentimental especial para verano Algún espectador recordará quizá "Las voces del silencio" (Jenseits der stille, Caroline Link, 1996): joven hija de sordomudos alentada por tía melómana decide probarse como clarinetista en el Conservatorio de Berlín, la madre muere, el padre no quiere quedarse solo, etc. Ahora "La familia Bélier": joven hija y hermana de sordomudos, alentada por un profesor del liceo decide probarse para una beca de canto en Paris. Listo. Ahí terminan los parecidos. Aquello era un melodrama alemán. Esta es una comedia sentimental francesa, especialmente indicada para el verano. Simpática, con unas pocas convenciones que no molestan a nadie, conflictos eternos pero llevaderos, elementos graciosos y momentos emotivos, la historia transcurre en un pueblito del Loire. Familia de granjeros. Padre facha de colono amish, pocas pulgas pero buenazo, en campaña como candidato a intendente aunque no oiga una pepa. Madre divertida, medio chiquilina, cargada de amor y energía. Hermano sin mayores problemas, salvo una curiosa alergia que se descubre a mitad de la historia (no diremos los beneficios de dicha alergia, para que no nos tilden de políticamente incorrectos). Una amiga, un compañero de canto sin mayor cancha, un profesor que es todo un personaje, y la protagonista: una adolescente nerviosa, indecisa, insegura, talentosa. ¿Pero cómo compartir su talento, si aquellos que más ama no pueden percibirlo? Tocante, una fiesta escolar donde la chica se luce pero los suyos sólo captan un rumor confuso mientras ven cómo los demás padres se emocionan y aplauden. Y el modo en que después el padre alcanza a captar algo de lo que siente la hija, en una escena de íntima vibración. Pero eso no es nada. Hay otro momento todavía más indicado para sacar los pañuelos. Intérpretes, Louane Emera, surgida de un concurso televisivo, Francois Damiens (el torpe enamorado de Audrey Tatou en "La delicadeza"), la madurita Karin Viard, que actúa con entusiasmos y recursos propios del cine cómico mudo, y el flaco Eric Elmosnino, que años atrás tuvo su gran momento encabezando "Gainsbourg. Vida de un héroe", y ahora vuelve a lucirse. En el repertorio, tres clásicos de Michel Sardou: "Je vais t' aimer", "En chantant", "Je vole". Te voy a amar, Cantando, Yo vuelo. Y algunos otros temas, por supuesto. Idea original, Victoria Bedos, que seguramente nunca vio la película alemana, ni falta que le hizo. Director, Eric Lartigau. Como dice varias veces la chica, "Bélier, con be de bueno".
El poder único de la música en un hogar lleno de silencio Amable, liviana a más no poder, familiar, justo para la Navidad, en esta comedia francesa nada estorba y nada encanta. Todo es simpático y previsible, pero, más allá de sus clises y de su anunciada moraleja superadora, se deja ver. Estamos en un pueblito del Loire, en la casa de una familia de granjeros, pero una familia muy especial: el padre, la madre y el hermanito menor son sordomudos, pero Paula, la hermana adolescente, no. Y ella acabará siendo una magnifica cantante. Es como la venganza de esa casa en permanente silencio. Paula es una presencia clave en ese hogar. El film juega con la paradoja: la hija canta pero no puede ser oída por sus seres queridos; y el padre sordo, harto del palabrerío de los políticos, quiere ser candidato a alcalde (Una subtrama argumental que quedará curiosamente en el olvido). Paula es la que traduce y pasa en limpio las relaciones hogareñas, la que maneja el negocio de la granja, la que pelea con bancos y proveedores. Cuando el profesor de música del Liceo descubre que tiene un don singular para el canto y le aconseja ir a concursar a París, serán sus padres los que tratarán de disuadirla. El filme juega con la paradoja: la hija canta pero no puede ser oída por sus seres queridos; y el padre sordo, harto del palabrerío de los políticos, quiere ser candidato a alcalde. ¿Qué hacer sin ella? Es que en ese hogar silencioso la voz de Paula es la voz de todos. Pero, cuando ya ella había desistido de su viaje a Paris, la fiesta de fin de año en el Liceo les enseñará a los padres el verdadero valor artístico de su hija y el poder encantador de la música. En la mejor escena del film, sin audio, el espectador percibe lo que esos padres solo ven y presienten: los ojos emocionados de los oyentes, rendidos ante el canto de Paula. Y allí se darán cuenta que el destino de su hija no puede estar ligado al de ellos y que, como dice la hermosa canción de Michel Sardou que ella canta (y les canta), llegó la hora de partir pero no de abandonarlos, sino de empezar a buscar su camino. Película candorosa, con personajes ingenuos, con una subrayada inocencia pueblerina y con gente bonachona, sencilla, sin matices (salvo el profesor, el único personaje en serio). Pero nada desentona y si uno deja a un lado las exigencias, hasta se puede disfrutar: hay gente buena, música encantadora, viajes en bicicleta por la pradera, un romance escolar, sentimientos nobles y una historia que pivotea sobre la discapacidad de esa familia para enviar un mensaje de amor y superación.
Las casualidades existen: el año pasado se estrenaron tres películas notables sobre la experiencia de la sordera: Ver y escuchar, Escuela de sordos y The Tribe. En los primeros días de 2015 llegan La familia Bélier y Sordo, películas que organizan su puesta en escena incorporando la percepción de aquellos que por algún impedimento físico viven ajenos al mundo sonoro. La pregunta es inmediata: ¿cómo filmar un mundo sin sonidos? La acción fundamental en La familia Bélier es el canto. La forma más elemental de hacer música, que consiste en educar el natural instrumento de comunicación y convertirlo en instrumento musical, es sin duda una doble falta para aquellos que no oyen. Pero el que no oye sabe mirar, o en todo caso aprende a mirar de otra forma. En un momento clave del filme, Eric Lartigau aprovechará muy bien ese registro perceptivo intensificado por la ausencia de sonidos. La disyunción del sonido respecto de lo visual tendrá entonces un sentido trascendente y una contundencia dramática. Lo dicho hasta aquí podría dar la impresión de que se trata de un filme difícil, doloroso incluso, una descripción que no podría ser más desacertada. La voluntad de encantar a su audiencia está presente desde el plano grúa de apertura sobre el pueblo en el que tiene lugar la trama hasta el ralentí final en el que la protagonista se despide de su familia. Todos los lugares comunes de la comedia familiar están presentes. He aquí un filme francés, lejos del estereotipo negativo que le suele ser adjudicada a esa cinematografía. ¿Cómo suena acaso el descubrimiento de una vocación artística y el imperativo de responder a ella por parte de una joven campesina, cuyo destino no parece ser otro que dedicarse a vender quesos junto a sus padres sordos y hacer de vínculo lingüístico y comercial permanente entre su familia y el mundo? Habría que decir que Lartigau es amable con todos sus personajes: el padre, la madre y el hermano de la protagonista, pasando por la gran amiga de la futura cantante, un posible novio, el profesor de música que la incita a cantar e incluso una profesora de español y un intendente bastante chanta; todos los personajes son queridos por este demiurgo que aquí pone en escena las peripecias emocionales de una heroína que deberá elegir entre su deseo o el deber de asistir a sus padres. La familia Bélier es cine legítimamente popular, en sintonía con una época como la nuestra en la que los concursos y el hallazgo de talentos propugnan una metafísica discreta en la que el destino todavía escoge a sus preferidos. La familia Bélier Comedia Buena (La famille Bélier, Francia/2014). Guion: Stanislas Carré de Malberg, sobre una idea de Victoria Bedos. Dirección: Eric Lartigau. Con Karin Viard, François Damiens, Éric Elmosnino, Louane Emera, Roxane Duran, Ilian Bergala, Luca Galberg, entre otros. Fotografía: Romain Winding. Música: Evgueni Galperine y Sacha Galperine. Edición: Jennifer Auge. Duración: 100 minutos. Apta para todo público. Sexo: moderado. Violencia: nula. Complejidad: nula.
De imágenes, sonidos y canciones Como siempre se dice, lo que importa es el viaje y no tanto el destino. Dicho en términos cinematográficos, no importa tanto la conclusión como la forma en la que se llega a ella. Uno sabe, cuando explotan los conflictos en La familia Bélier, cómo terminarán más o menos las cosas, siendo esta una película amable como es, con su cuota razonable de comedia y drama balanceándose sin aspavientos. El film de Eric Lartigau aborda la historia de una joven que vive con sus padres y hermano sordos en un pueblito francés, como otra forma posible de hablar -nuevamente- de la adolescencia, de los vínculos familiares y de la necesaria posibilidad de volar y romper lazos para crecer. Lo hace con simpleza, amabilidad y -sí- algunas redundancias, pero sin abandonar la honorabilidad que es al fin de cuentas lo que uno termina rescatando de historias trilladas como esta. Hay dos elementos fundamentales que son utilizados con criterio por el realizador. En primera instancia esa sordera que sufre la familia y cómo la joven Paula es el nexo entre ellos y el resto del mundo. Luego tenemos la música, el canto como una pasión asordinada que posee la protagonista, y que la terminará vinculando a ella con el resto del mundo y, claro, distanciando de su familia en un juego de espejos que funciona cuando no se subraya demasiado. Lo más jugoso estará en esa conexión que se dará entre la música y el universo de los sordos, sonidos que pueden traducirse en imágenes, imágenes que incorporan otra simbología y tienen su poder más allá de la sonoridad que puedan o no tener, concepto que se define en una secuencia notable durante un performance del coro donde participa Paula. Y en ello ayuda mucho la autoconsciente selección del repertorio de Michel Sardou, canciones tan emotivas como sensibleras, que explicitan el costado manipulador y demagógico de la historia sin demasiados conflictos. Es verdad que si durante una hora La familia Bélier elude con criterio el costado lacrimógeno, no puede evitar en su última parte recurrir a todos los resortes dramáticos para potenciar su parte más emotiva y alcanzar la lágrima del espectador. Por suerte, y para que todo esto conecte de una forma más fluida, el personaje del profesor de música interpretado por Eric Elmosnino aparece como la reserva moral del film, con su sarcasmo pero también su bonhomía, su calidad y su nivel de exigencia, que de alguna manera unifica las partes tal vez un tanto disociadas que construyen el relato central: potencia su costado más reflexivo sobre el arte como don que se alimenta con trabajo y limita lo emocional haciendo evidente el juego del melodrama. En sus diversos recovecos, la película de Lartigau transita el drama familiar, la comedia de pueblos, el musical de autosuperación, el subgénero de docentes y alumnos, y el romance entre opuestos. Y si bien no toca todas las cuerdas con acierto y algunas subtramas se pierden, sumando sobreactuaciones como la de Karin Viard que resta muchísimo, la película termina superando sus metas por esa capacidad que tienen los franceses de construir personajes que pueden ser antipáticos (el profesor de música, el padre no deja de ser un conservador recalcitrante que lee a Hollande y le pone Obama a un ternero negro) pero aún así honestos como tales. La famila Bélier es, en todo caso, otra demostración de un cine francés industrial y con intenciones de popularidad, pero que se anima abordar algunos asuntos como el lenguaje, la potencia de las imágenes y la forma de comunicarnos, sin tener que sacudir al espectador constantemente con una bajada de línea exagerada.
Una premisa original que a pesar de algunos frenos se sostiene sin golpes bajos. Si he de ser sincero no me entusiasmaba mucho el prospecto de ver una película sobre una familia de sordomudos. Pero debo decir que el tráiler derribo mis prejuicios y la premisa dramática me compró. A continuación mis dos centavos sobre esta La Familia Bélier. Las señas de una narración La familia Bélier maneja una granja lechera, y sus integrantes tienen la particularidad de ser casi todos sordos. Ese “casi” es la hija mayor de la familia, Paula, de 16 años, la única que puede oír y que sirve de interprete en el día a día de todas las actividades administrativas de la granja. Las dificultades surgirán cuando Paula descubra que tiene una maravillosa voz para cantar, y su excéntrico profesor de música quiera prepararla para ingresar en el prestigioso coro de Radio France con sede en Paris, cuestión que perjudicaría a su familia. Como dije arriba, la claridad y concisión de la premisa dramática la hicieron tremendamente atractiva. Ahora si esta película se sostiene es por la eficaz utilización de la comedia en el día a día de esta peculiar familia, sin la necesidad de victimizarse en ningún momento. Ahora sí, lo que debe destacarse es que para ser una película de 105 minutos se siente como de dos horas. Si bien la historia de la familia y la historia de la formación musical de la muchacha protagonista encajan bien la una con la otra y se complementan, ambas líneas argumentales terminan haciendo pesado al producto final por dos razones: por un lado ambas líneas tienen escenas de mas y por otro no queda del todo claro cuál es la historia principal y cuál la subtrama; una indecisión que contribuye a que se haga difícil de sentir el riesgo de su premisa dramática. Lenguaje de imágenes La película tiene una técnica sobria; sin mucho para destacar salvo una escena en el tercer acto donde con sutileza y creatividad nos meten con mucha emoción dentro de la perspectiva de un sordo. La sutileza y ejecución de esta escena es uno de los puntos altos de la película a nivel técnico. El costado actoral es uno de los puntos mas logrados de La Familia Bélier. Pasando desde la protagonista Louane Emera, otrora participante de La Voz Francesa, en su primer rol en cine, hasta Karin Viard y Françóis Damiens, cuyos trabajos desconocía hasta esta película, a tal punto de que tuve que buscar videos de ellos en YouTube, porque por la fluidez y la expresividad que le dan a sus personajes me tuvieron creyendo toda la peli que estaba viendo a actores mudos de verdad. No obstante el punto álgido del aspecto interpretativo es Eric Elmosnino, cuyo excéntrico profesor de canto genera muchas de las carcajadas de la película. Conclusión La Familia Bélier esuna efectiva comedia con peculiares personajes que llega a conmover lo suficiente. Si tienen ganas de ver algo distinto tal vez quieran darle una chance, porque a pesar de ciertas lentitudes en su desarrollo, los momentos cómicos están definitivamente logrados.
Mira quien habla Una grata sorpresa terminó siendo éste filme del que poco se sabía. Presentado como una comedia familiar, casi de formula, en el que los ingredientes con los que se lo construye podrían haber caído en una edulcorada y empalagosa historia sobre los mandatos familiares, el despertar del amor, la rebeldía adolescente, el luchar contra los obstáculos que va presentando la vida. El comienzo ya predispone al espectador sobre cómo será tratado el tema, en el orden de la comedia, pero que al mismo tiempo incomoda, ya que esa escena en un desayuno cotidiano sirve de presentación de una familia de sordo mudos, plagada de ruidos exagerados, molestos. Lo que todavía no sabemos es que uno de sus integrantes queda fuera de la calificación, y este es el punto subyacente que atraviesa todo el texto fílmico: el tema de la discriminación desde ambos lados, sin los trazos gruesos que van conformando el relato, pero dejando en claro que todo lo demás sirve de estructura sólida para instalar un discurso y otra mirada sobre lo ambiguo de la exclusión, incluido el alegato político si se le presta atención a los detalles. Toda la familia Bélier, tiene problemas de sordera, excepto la joven Paula Belier (Louane Emera), de 14 años. Ella, la “normal” que termina siendo la traductora imprescindible para que toda su familia desarrolle una vida de carácter lo más estándar posible, incluyendo las tareas que la granja, propiedad de la familia, requiera. Invariablemente, desde que tiene, digamos, uso de razón, ha sido el lazo entre los suyos y el resto de la sociedad, pero Paula es descubierta por su profesor de canto como poseedora de una voz excepcional, un don, un regalo del cielo, que podría subvertir todo aquello para lo que parece haber sido criada, a costa de sus responsabilidades familiares. Si bien toda la realización es de agradable transito, lo que se destaca son los diálogos, en los que Thomasson (Eric Elmosnino), el profesor de música, fanático del cantante Michel Sardou, tiene las mejores líneas en cuanto a lo políticamente incorrecto y disparador de la mayor parte de las sonrisas. Este que parece un dato menor, el de Michel Sardou, tiene implicancias interesantes, y como en cine nada es improvisado, debiera aclarar que es uno de los más exitosos cantantes franceses, pero que nunca trascendió de las fronteras de su país por ser relegado, casi proscrito, por la intelectualidad gala, de quienes malinterpretaron sus ideas. En cuanto al rubro de las actuaciones, son superlativas. Rodolphe y Gigi Belier (Francoise Damiens y Karin Virad), padre y madre de Paula, respectivamente, hacen gala de un sinfín de recursos expresivos, no dicen una palabra, pero se les entiende todo, agregándole a este despliegue la capacidad histriónica; toda una revelación, de la joven salida del concurso de la TV francesa “La voz” en el año 2012, y teniendo en cuenta que Luca Gelberg, que interpreta a Quentin, el hermano de Paula, es el único actor en realidad sordomudo. Esto determinaría como de vital importancia en esta producción, el trabajo de selección de actores, y por sobre todo la dirección actoral, responsabilidad del director del filme. De estructura narrativa, desarrollo de los personajes, y uso de un montaje clásico más hollywoodense que europeo, con todos los rubros técnicos cuidados hasta el último detalle, entre los que se podría destacar un poco por encima del resto, y dentro de la dirección de arte, la escenografía y el vestuario, en tanto la música es casi como columna vertebral de la historia, y la fotografía acorde a lo que se intenta plasmar en la pantalla en el orden netamente de lo visual Lo dicho, es cine francés, donde mayormente siempre hay algo más de tela para cortar en las comedias inteligentes como esta.
Los sonidos del silencio Por esos azares de la distribución hay películas interesantes y con propuestas diferentes que jamás llegan a la cartelera porteña. Pero ese mismo azar hace que "LA FAMILIA BÉLIER" haya sido estrenada, aunque sin demasiado aparato de marketing y publicidad. Justamente es posible que ante la falta de difusión, corra el riesgo de quedar perdida dentro de las propuestas cinematográficas de este verano en Buenos Aires. Es por eso, que modestamente, vale la pena reinvindicarla, buscar el horario en que algunos cines la siguen proyectando y dejarse llevar por una comedia tierna, simple, que apela a lo más profundo de cada uno, sin ningún tipo de pretensiones ni mensajes discursivos. Como el título lo indica, la historia se centra justamente en los Bélier: qué tiene de particular esta familia? Que tres de sus cuatro miembros son sordomudos. El padre, la madre y el hermano menor son guiados por Paula, la hija mayor y la única que puede vincularlos con el "mundo exterior" oficiando de traductora hasta en la situaciones más inverosímiles, que justamente el director aprovecha para pintar la historia con trazos humorísticos. Como una especie de Ingalls a la francesa, los Bélier se aman, tienen su granja en una finca en la campiña, alejados de París y viven sin mayores sobresaltos. Pero Paula está creciendo y en su colegio secundario empezará a sentir cambios importantes. Los primeros flechazos amorosos con un chico de su clase (quien, obviamente, ni la mira.... ) hará que termine inscripta en la clase de coro del colegio, sólo por seguir al objeto de su afecto y sencillamente porque él también se había anotado. Allí, en el coro, un excéntrico profesor de música (un papel deliciosamente aprovechado en una caricatura delirante por Eric Elmosnino -conocido por su caracterización de Serge Gainsbourg en una película que aun permanece inédita para el público argentino-) descubrirá en Paula un enorme talento vocal, con lo cual le propondrá e insistirá para que cante en un concurso cuyo premio es acceder a estudiar en París. Aquí comienza la disyuntiva de los padres, tironeados porque quieren dejar volar a su hija, pero que a su vez estarían perdiéndola y junto con ella, su principal vía de comunicación con su entorno. Sin abnadonar en casi ningún momento el tono de comedia, el director Eric Lartigau (de quien en nuestro país solo conocimos la comedia "Mi novia Emma / Prête-moi ta main") apela a los sentimientos más nobles, a las anécdotas más sencillas y a los pasos de comedia más simples, para cautivar al público con una historia divertida y emotiva al mismo tiempo. Si bien el guión se ordena en función al producto que se quiere lograr, bordeando siempre los caminos ya conocidos que llevan a formar esos crowd pleaser que terminan gustando a todo tipo de público y respetando esta fórmula con rigurosidad, es tan claro en su propuesta y tan honesto, que cualquier imperfección y/o "cabos sueltos" que puedan quedar en la historia, son completamente perdonados. Lo importante no es solamente la simpleza y la honestidad con la que está contada la historia sino también el grupo de actores completamente entregados al juego. Karin Viard, actriz de enorme trayectoria y una de las principales figuras del cine actual francés, de quien conocimos "Potiche/Mujeres al poder" "Cena de Amigos" "Verano del '79" de Julie Delpy o "Paris" de Cédric Kaplisch y que tuvo notables trabajos en películas que no han llegado a nuestro país como "Polisse" "Ma part du gâteau" del mismo Kaplisch, su genial papel en "Parlez-moi de vous" como entrevistadora radial o "Le rôle de sa vie" tiene a su cargo el papel como la madre de esta familia particular. Viard tiene cuerda para el drama y la comedia, para el disparate y para la introspección, para transmitir todo en una sóla mirada. Y pone todo su talento al servicio de este papel novedoso en su carrera y que le permite mostrarse con un gran histroinismo, rayando lo caricaturesco, en una simpática y delirante Gigi. La química con el padre, François Damiens, es energía pura. Se los ve a ambos disfrutando en pantalla y obviamente, eso se transmite a lo largo del filme. Damiens también saca provecho de un papel que le brinda escenas que le permiten su lucimiento, quizás en un tono menos exhultante que el de Viard, pero con pasos de comedia en el registro con el que había tenido gran suceso en "L'Arnacoeur - El rompecorazones" y con algunos ribetes tiernos como su protagónico en "La Delicadeza" adaptación del best seller de David Foenkinos a la pantalla grande. Ambos entregan actuaciones entrañables, muy sintonizadas con el tono que Lartigau le quiere imprimir a esta familia particular. Tanto Viard como Damiens se disfrutan en pantalla, pero hay que destacar muy por sobre ellos, la notable entrega de Loaune Emera en el rol de Paula. Emera -surgida justamente del reality "La Voz" en Francia- tiene todo para brillar: una hermosa sonrisa, timing para la comedia, una voz notable y mucha simpatía. Y al lado de dos "monstruos" como Viard y Damiens no solamente no desentona sino que se pone a la altura y cumple con un rol casi protagónico en el film con total soltura, posicionándose como una favorita del premio César 2015 a la revelación femenina. "LA FAMILIA BÉLIER" es una de esas rareza que aparecen cada tanto en nuestra cartelera, plena de humor, apelando a los afectos y a los sentimientos y sin dejar de ponerle el cuerpo a lineas argumentales secundarias que aparecen en la película (salir del pueblo para hacer una vida en la ciudad, el nido vacío, aceptar las etapas de crecimiento de los hijos sin intentar retenerlos, el universo adolescente y el primer amor) y que va trabajándolas naturalmente. Como cereza de la torta hay una escena hermosamente lograda de Paula y su interpretación de la canción en el concurso que pone la piel de gallina. Lartigau gana en emoción, se vuelca a lo simple, sabiendo que ahí, en esas cosas simples, en lo cotidiano, en lo familiar, encontramos un idioma universal en el que todos -aún sin saber el lenguaje de señas- podemos entendernos. No se la pierdan.
Gente para escuchar con atención Es un filme recomendable, sobre una familia de sordos que dependen de su hija con un don para el canto. “Amados padres me voy. Los quiero, pero me voy. No huyo, vuelo...". La canción responde al tan temido síndrome del nido vacío que comienza a afectar a la familia Bélier -que da nombre a la comedia francesa que se exhibe en los cines bahienses- cuando Paula, su hija mayor, se siente tentada de mudarse a París para seguir su vocación de cantante. Sucede que Paula es la única no-sordomuda de los Bélier y, por tanto, su enlace con un mundo que no se encuentra preparado para comunicarse con esa discapacidad. Para la muchachita, tomar una decisión no es cosa simple, y en torno a sus vaivenes existenciales y los de sus padres se construye este relato dirigido por Eric Lartigau -mismo de Los infieles (2012)-, donde otros temas se cuelan sin trauma, y sobre todo, con mucho humor. Son geniales las actuaciones del reparto, donde destacan François Damiens y Karin Viard, interpretando a Rodolphe y Gigé, los padres de Paula, y la cantante Louane Emera --surgida del reality La voz en Francia-. Puestos al servicio de Lartigau logran situaciones para la antología. Los diálogos --verbales o en lengua de señas- tienen esa profundidad que satisface al espectador con respuestas y más preguntas. La trama excede a la cuestión familiar y muestra de manera realista a ese grupo humano que funciona como un bloque "curioso", dentro de una sociedad que induce a la realización individual, pero no siempre ajusta el discurso al comportamiento que, en concreto, tiene para con la discapacidad. Vale darse una vuelta por donde pare en estos días La familia Bélier y reflexionar con ellos.