Perdidos en las normas Marc, un pasante bastante torpe es enviado por el Gobierno francés desde París a la Guayana Francesa, una de las últimas colonias del mundo, para controlar el cumplimiento de las normas Iso de la Unión Europea en un absurdo proyecto de un centro de ski en medio de la selva tropical que ocupa el noventa por ciento de la superficie del país sudamericano. En la colonia, un funcionario ejecutivo le asigna a Marc, el custodio de las normas europeas en Sudamérica, una chofer, Tarzan, que resulta ser otra pasante realizando una pasantía innecesaria. Perdidos en la selva, ambos se enamoran mientras sortean situaciones inesperadas como la convivencia con una guerrilla de dos hombres, una pelea con un grupo de caníbales, la recurrente aparición de un representante de una empresa ferroviaria y la persecución de un fiscal impositivo que confunde a Marc con un evasor ya fallecido. El segundo largometraje del realizador Antonin Peretjatko, coescrito junto a Frédéric Ciriez, es una comedia sardónica sobre las contradicciones del colonialismo y sus consecuencias sociales, que causalmente llega a la par de protestas masivas y una huelga general en la Guayana Francesa. Las diferencias entre la idiosincrasia francesa y la sudamericana se manifiestan de forma extravagante y divertida generando diversos gags para todos los gustos. La Ley de la Jungla (La loi de la jungle, 2016) es un film tan disparatado como realista en su descripción de las ridículas imposiciones que la metrópoli le impone a la colonia y los problemas sociales que estas obligaciones absurdas generan en la población de Guayana. Con buenas actuaciones y un gran humor, el opus logra situaciones cómicas de diverso calibre que se suceden una tras otra como una catarata que no se detiene durante todo el metraje. El resultado es una obra que exagera mucho en todas las escenas pero logra su cometido de hacer reír a todos los públicos gracias a la insistencia y a un guión que sabe combinar la sátira política con la comedia romántica.
En algunos espectadores, el discurso sobre la francophonie en boca de los funcionarios Galgaric (Mathieu Amalric) y Rosio (Jean-Luc Bideau) podrá sonar a tiro por elevación contra la película más reciente de Aleksandr Sokurov. Pero no: con La ley de la jungla Antonin Peretjatko no pretende ir tan lejos en su afán por tomarles el pelo a algunos aspectos de la idiosincrasia francesa. Por ejemplo el culto a la norma, la añoranza de ciertas pretensiones napoleónicas, la subestimación de lo que hay y/o sucede en el extranjero. A lo sumo, el realizador nacido en Grenoble (a no dejarse llevar por la sonoridad de su nombre y apellido) parece sugerir que los franceses contemporáneos se parecen más a los romanos que a los galos inmortalizados por Albert Uderzo y René Goscinny. Ante la evidencia, Obélix exclamaría “Ils sont fous, ces Français!“. Sin dudas, hay mucho de historieta –para empezar, el título– en este film cuya première latinoamericana tuvo lugar en el 19º BAFICI. Algunas de las aventuras que la Guyana (francesa, obviamente) les depara a los pasantes Marc Châtaigne y Tarzan se parecen un poco a aquéllas que el periodista belga Tintin protagonizó en otras ex colonias francófonas. Peretjatko causa menos gracia cuando parece rendirles tributo a comedias made in Hollywood como aquéllas de Jim Abrahams, sobre todo La pistola desnuda y Locos del aire 2. En cambio, se luce cuando retrata a los funcionarios del Estado francés dentro y fuera de la metrópoli, cuando parodia las reuniones de trabajo convocadas por organismos internacionales, y cuando sugiere que tampoco se toma en serio su propia obra. La loi de la jungle propone además un feliz reencuentro con Vincent Macaigne. El actor que encarna al mencionado Châtaigne es tan bueno para el humor (lo vimos en La chica del 14 de julio del mismo realizador y en Noticias de la familia Mars de Dominik Moll) como para el drama (encarnó al médico obstetra de Las inocentes de Anne Fontaine). La ley de la jungla figura en el octavo puesto del ranking de las mejores películas que Cahiers du Cinéma publicó a fines de 2016. He aquí otro motivo para ver la sátira de Peretjatko, que desembarcará en nuestras salas el jueves 28 de diciembre.
Comicidad disparatada a ritmo frenético. Una pista de esquí bajo techo en medio de la selva amazónica, el enviado parisino de un imaginario Ministerio de los Estándares a la Guayana Francesa, un peligroso derrotero en medio de la naturaleza más salvaje. Esos son algunos de los elementos nucleares del nuevo largometraje del francés Antonin Peretjatko, que ya en su anterior La fille du 14 juillet había demostrado una afición por la comicidad disparatada, deudora tanto del absurdo como del slapstick clásico, sin olvidar la sátira política. También pueden hallarse trazos y rastros del arte de Jerry Lewis y Peter Sellers –por citar apenas dos ejemplos–, además de ciertas ligazones con esa tradición rotundamente gala iniciada por Philippe de Broca con películas como El hombre de Rio. Aquí, sin embargo, no parece haber demasiado lugar para el heroísmo, al menos en su vertiente más convencional. Repitiendo en el reparto a Vincent Macaigne, cuya persona cinematográfica parece encarnar a la perfección la versión francesa del típico loser (recordar, por ejemplo, la recientemente estrenada Noticias de la familia Mars), y la actriz Vimala Pons, La ley de la jungla suma en un papel secundario, pero esencial, al multifacético Mathieu Amalric, aquí en las antípodas de sus roles dramáticos más prestigiosos. Amalric es precisamente quien abre el juego: embajador del gobierno central de Francia en tierras sudamericanas, su discurso de inauguración de una estatua de la mismísima Marianne es abortado por un helicóptero en inoportuno descenso. La secuencia de títulos –que pasan por la pantalla a velocidad crucero, anticipando el ritmo frenético de la película– presenta a esa misma efigie en vuelo sobre la selva, prima lejana del Cristo aéreo de La dolce vita, aunque con un final bastante menos glamoroso. Corte a París, donde un tal Marc Châtaigne (Macaigne), pasante del gobierno a pesar de sus 40 y pico de años, es enviado de inmediato a la Guayana luego de una sostenida bajada de línea patriótica de un secretario del ministerio, abierto defensor de las bondades colonialistas del pasado remoto y reciente. Más de un momento cómico durante el primer tercio de metraje puede pasar de largo si el espectador parpadea en el instante menos adecuado y el contenido, en muchos casos, surge de aspectos muy puntuales del ser nacional. “Luis XIV nos enseñó a meternos en deudas. Estamos predestinados a no ser rentables”, explica sucintamente el ministro antes de entregar algunos detalles del proyecto de resort invernal menos lógico del mundo. La dupla de inopinados aventureros se completa con otra pasante, Tarzán (Pons), encargada de transportar a Châtaigne al terreno donde tendrá lugar la construcción. Pero antes de que el inspector pueda verificar la aplicación de la norma ISO 9001 –incluida la indispensable nieve falsa–, terminarán perdidos en medio del desierto verde, víctimas de arañas gigantes, serpientes venenosas, un mono ladrón de celulares y la inquietante presencia de un grupo armado de anarquistas. Con momentos efectivos y otros un tanto desabridos, La ley de la jungla no pierde oportunidad de disparar gags a mansalva, incluyendo el uso de la cámara rápida y los efectos de sonido de audioteca en una secuencia de lucha a puñetazo limpio (flor de anacronismo), la aparición inesperada de Jean-Michel Jarré en la banda de sonido, una escena de sexo desesperada que utiliza la elipsis como remate humorístico, algo de gore literalmente cerebral y varios personajes secundarios diseñados para el golpe cómico, como el más implacable de los inspectores de hacienda. El octavo puesto en la lista de las mejores películas del año pasado según la revista Cahiers du Cinéma parece un tanto exagerado, aunque hay algo irresistible en la tendencia del film de Antonin Peretjatko a no abandonar nunca la excentricidad old school que corre por sus venas.
Una comedia francesa que pretende ser alocada, que tiene su mirada critica, pero que se queda a mitad de camino. Imagínense un negocio impulsado por los franceses para instalar una pista de esquí en la Guyana que todavía tienen como territorio colonial. Y hacia allí parte un “pasante” para supervisar un supuesto negocio redondo donde se invertirán petrodólares para generar un lugar como existe en Kuwait, con toneladas de nieve artificial. Hay que reconocerle que los dardos están dirigidos al sistema de pasantías, a los negocios delirantes que suponen no poca corrupción, con sus dirigentes preocupados por recolectar ganancias. Pero en realidad el film se encamina hacia el absurdo, cuando el protagonista se pierde junto a otra pasante, apodada “Tarzán”, en la selva, y entonces todo se basa en la búsqueda del gag sobre la torpeza, la belleza de la chica y personajes secundarios vistos con un toque de racismo hacia los habitantes del lugar. Uno se pregunta que hace Mathieu Almaric en este zafarrancho. Vincent Macaigne se luce como siempre y se la ve sexy a Vimala Pons, mostrada como chica poderosa y sensual. No mucho mas, para un entretenimiento por momentos obvio que se sostiene por el conflicto entre la naturaleza salvaje y el hombre de la ciudad perdido en ella.
Descubriendo América Desde hace un tiempo Vincent Macaigne se ha transformado en sinónimo de la nueva comedia francesa, o al menos, ha logrado destacarse en aquellas propuestas en las que ha intervenido y que la mayoría se alejan de los convencionalismos del formato específico de la producción gala, explorando nuevos procesos narrativos con la preponderancia de personajes “perdedores” que avanzan en los relatos con humor y a la vez seguridad para hacer crítica social y analizar nuevos emergentes. Vincent Macaigne forma parte de esa nueva ola y viene consolidándose, tras Noticias de la familia Mars (Des nouvelles de la planète Mars), en los pequeños roles que en grandes producciones le ha tocado interpretar, haciéndole sombra a los protagonistas y encontrando su propio lugar dentro del star system de su país. No es raro que en La ley de la jungla (La loi de la jungle, 2016), del debutante Antonin Peretjatko, uno de sus primeros papeles como cabeza de compañía, tenga a su cargo la titánica tarea de hacer nevar en el Amazonas, anécdota que permitirá explorar su costado más bizarro para interpretar a Marc, un empleado estatal que es enviado a la Guayana Francesa para emprender la ridícula misión sin siquiera poder decir que no. Además, en esa aventura en la que el punchline, el slapstick y el gag forman parte de la trama, las peripecias del guion hacen que se pierda en la selva junto a una aguerrida mujer (Vimala Pons) con la que vive aventuras impensadas de una desproporcionada épica para su vida, pero que funciona como el mc guffin para el relato. . La ley de la jungla es una película que mantiene muchos puntos en común con el mega éxito italiano ¡No renuncio! (Quo Vado, 2016), en cuanto nos hablan de la corrupción del sistema político y la utilización de personas inexpertas e incautas que no comprenden correctamente el funcionamiento del mismo para cumplir sus cometidos y seguir avanzando en sacar rédito para sí. Así, la comedia sirve para realizar una mirada para nada complaciente sobre los mecanismos utilizados a diario por el poder, avanzando inexorablemente en la construcción de un relato apocalíptico y pesimista sobre aquellos que nos gobiernan. Y no es que en ese análisis en clave irónico y sarcástico se pierda la posibilidad de hacer una crítica profunda, al contrario, justamente la parodia termina por consolidar un profundo y exhaustivo (dentro de lo que el metraje permite) relato de las miles de situaciones a las que el protagonista debe exponerse, las que son claves para comprender aquello que se critica sin liviandad y que demuestran que tras el poder siempre hay un fin ulterior que es el provecho económico sin importar a quién se dañe o use. La ley de la jungla funciona porque se permite jugar con su trama y con lo que expone, y porque posee a Macaigne como ese “payaso” despistado que empatiza con los espectadores desde el primer momento y a quien queremos ver triunfar a pesar de todas las peripecias y obstáculos que tenga que sortear. Marc en medio de la selva comienza a comprender que hay algo que no le contaron sobre ese mega proyecto gubernamental para hacer nevar en el Amazonas y construir una pista de esquí capaz de competir con las mejores de Sudamérica. Que hay algo que se le escapó en medio de tantos requerimientos para su viaje y que tiene que, de alguna manera, poder cumplir su tarea para poder regresar a salvo a su país. Siempre han dicho que desde el humor es mucho más fácil denunciar, algo que Antonin Peretjatko tiene en claro a la hora de narrar esta fábula sin moraleja, pero con mucha precisión sobre aquellos que dirigen nuestros destinos.
Uno de los últimos estrenos del año es La ley de la jungla, una absurda y efectiva comedia francesa dirigida por Antonin Peretjatko y escrita por Frédéric Ciriez. Vincent Macaigne interpreta a Marc, un pasante del Ministerio de Normas y Estándares que es enviado a la Guayana Francesa para chequear y aprobar la construcción de una pista de esquí en medio de la selva tropical. Además, antes de irse tiene un pequeño y confuso altercado con el fisco. Una vez en la selva conoce a otra pasante, Tarzan, en este caso de la Oficina Nacional Forestal y, junto a ella, terminan perdidos en medio del hostil y salvaje ambiente. En la película de Peretjatko suceden cosas todo el tiempo. El humor no da respiro y apuesta al absurdo y lo impredecible. El director demuestra su habilidad para el slapstick y el timing y así va desarrollando una historia a base de chistes que incluso cuando se repiten una, dos, tres veces, siguen funcionando. Hay lugar para todo en la trama: bichos, armas, canibalismo, afrodisíacos. Claro que detrás de todo eso también el director aprovecha para exponer su crítica al capitalismo y la burocracia. Las interpretaciones ayudan mucho a que se pueda mantener siempre este tono absurdo y cómico. Macaigne ya ha demostrado que tanto el drama como la comedia le sientan bien, Mathieu Amalric (el supervisor que quiere construir esta pista de esquí) nunca falla y Vimala Pons, en el papel de Tarzan, resulta tan divertida como encantadora de un modo fresco y natural entre tanta artificialidad. Quizás los momentos más logrados son aquellos que tienen que ver con la burocracia y lo político y quedan algo deslucidos los de la comedia romántica, cuando se le da demasiado lugar a la historia entre los dos protagonistas.
La ley de la jungla, de Antonin Peretjatko Por Marcela Barbaro La arrogancia francesa les permite a algunos cineastas reírse de su característica más reconocida y hacer una autocrítica de su poder colonialista, como en la Guayana Francesa, tomada como territorio desde el siglo XVII. Esto es lo que propone la película del francés Antonin Peretjatko con La ley de la jungla, presentada en el BAFICI 2017 y protagonizada por Vincent Macaigne y Vimala Pons. La pareja de actores con los que trabajó en la comedia La chica del 14 de julio (La fille du 14 juillet, 2013), exhibida en el BAFICI 14. El argumento es simple: Marc Châtaigne, interpretado por un desalineado Vincent Macaigne, es un empleado del Ministerio de Normas que, a través de una pasantía, es enviado por su jefe a la Guayana francesa para implementar la primera pista de esquí amazónica con nieve artificial, con el objetivo de demostrar el poderío europeo no sólo en el lugar sino también en Sudamérica. Allí, comienza un viaje atravesado por una infinidad de incontingencias que lo harán conocer a la guía de la Oficina Forestal, llamada Tarzán (Vimala Pons) y a su jefe local, un chanta burócrata que no le resuelve nada. En La fille du 14 juillet, Peretjacko dio cuenta de su tono satírico, del uso del absurdo algo exagerado, sobre la realidad francesa y la crisis europea a través de un grupo jóvenes que emprenden un viaje hasta la Costa Azul. Es más, había situaciones que remitían (salvando las distancias) al cine de Jacques Tati. En La Ley de la selva retoma algunos de esos temas de fondo (crítica social y política), donde mantiene un estilo similar en la puesta en escena, pero lo hace a través de una historia donde el tono que impera es mucho más anárquico, en todo sentido. La acumulación de gags y las situaciones delirantes, como la persecución de un fiscal impositivo que lo confunde con un evasor fallecido o la pelea con los caníbales en medio de una selva asfixiante, conducen al relato a una vorágine de hechos concatenados y excesivos, con algunas escenas de humor logradas, pero no más que eso. En las antípodas del estilo de Francis Veber (La cena de los idiotas, El placard, etc.) y lejos del maestro Tati, la película intenta sostenerse desde de un guion, coescrito junto a Frédéric Ciriez, que apunta su mirada crítica hacia el espíritu colonialista, que siguen manteniendo muchos franceses, aún importándoles poco y nada el destino de la Guayana. Todo sea pour la gallerie. LA LEY DE LA JUNGLA La loi de la jungle. Francia, 2016. Dirección: Antonin Peretjatko. Guión: Antonin Peretjatko, Frédéric Ciriez. Intérpretes: Vincent Macaigne, Vimala Pons, Mathieu Amalric, Pascal Légitimus, Rodolphe Pauly, Jean-Luc Bideau, Fred Tousch. Producción: Alice Girard. Distribuidora: Mirada. Duración: 99 minutos.
Con la marca del olvidado humor blanco del cine francés Dos empleados públicos se pierden en la Guyana para supervisar un resort de invierno, momento en que comienza el despliegue de comicidad. Al cine francés del siglo XXI le falta, entre muchas otras cosas, el inigualable humor blanco de tantas peliculas de la década de 1970 que, por momentos, eran geniales. Esta "Ley de la jungla" emula esa forma de comicidad, y si bien no llega a alcanzar aquellos títulos jamás deja de lanzar algún buen chiste saludable y politicamente incorrecto. Y, salvo el primer acto, que enfatiza la sátira no muy sutil sobre la burocracia, el colonialismo y la corrupción, no aburre. No es que el resto de esta torpe pero graciosa comedia sea mucho más sutil, pero desde el momento que la acción transcurre en la selva de Guyana, el asunto se potencia y funciona a prueba de errores. La trama obliga al infeliz burócrata Vincent Macaigne a viajar a Guyana para supervisar un hipotético resort de deportes de invierno, Guya-Nieve. Lo asiste otra empleada pública, Vimala Pons, y cuando ambos se pierden en la selva, la película despega con sus chistes elementales. La pareja protagónica se las arregla para sostener esta comedia irregular, que podría aprovechar más el potencial visual del paisaje y otros detalles formales, pero que con todos sus defectos es bastante divertida.
Comedia anárquica y vital El hombre fuera de su ámbito, tema clásico y eterno de numerosos relatos, de mucho cine y de muchas comedias, regresa en La ley de la jungla con la variante del burócrata citadino en la selva. Un empleado del Ministerio de Normas y Estándares viaja a la Guayana Francesa con la misión de que se cumplan los estándares europeos en "Guyaneige", un proyecto de complejo de esquí bajo techo en medio del trópico. El burócrata es acompañado por una chica llamada Tarzan, atlética e intrépida, y para ambos y para todos los demás -políticos, entre otros- las cosas no salen como se espera. A partir de esos desvíos, provenientes de esa pertinaz reticencia del mundo a actuar como al hombre se le ocurre, nace esta aventura en forma de comedia absurda y anárquica que no tiene miedo de la velocidad, del slapstick engañosamente descerebrado, de los desnudos festivos, del juego como refugio para el humor. El director Peretjatko, el mismo de La Fille du 14 juillet, suma humor político sin otras banderas que las de la deformación al extremo de las pretensiones, las ambiciones, las etiquetas pomposas y las megalomanías más diversas. Peretjatko y sus personajes rompen y demuelen con fruición, pero no hay nihilismo desaprensivo: cuando todo es imposible siguen en pie el deseo, la atracción, la risa compartida como refugio ante todos los males de este mundo, incluso aquellos tan temibles como el calor, la humedad y las alimañas selváticas.
Presentada en la competencia Vanguardia y Género del BAFICI 2017, esta comedia apuesta al absurdo y el vértigo con resultados no siempre del todo convincentes. Elegida en el octavo puesto del Top 10 de 2016 de Cahiers du Cinéma, La ley de la jungla no resulta para mi gusto merecedora de semejante honor. Se entiende que la mítica revista haya querido reconocer a una segunda película que apuesta al humor desatado, pero el film de Antonin Peretjatko -aun con sus buenas dosis de audacia y desenfado- no llega a ser una gran comedia y eso que tiene como protagonista a uno de los mejores intérpretes del género en ese país, Vincent Macaigne, quien ya había trabajado con Peretjatko en La fille du 14 juillet (2013). Macaigne es Marc Châtaigne, un empleado interino del Ministerio de Normas (SIC) que es enviado de apuro por su jefe a la Guayana francesa para implementar las normas de construcción europeas en Guyaneige, la primera pista de esquí amazónica con nieve artificial. Ya en destino comenzarán (o seguirán) sus desventuras en un film que combina humor negro, género de aventuras (expedición por la selva amazónica), romanticismo (por allí aparecerá la bella Tarzan, bella empleada de la Oficina Nacional Forestal interpretada por Vimala Pons) y algo de acidez política al exponer la burocracia y el espíritu colonialista que aún hoy domina a muchos franceses. El tono absurdo y exagerado de La ley de la jungla -que desaprovecha al gran Mathieu Amalric en un papel secundario sin demasiado relieve- remite por momentos al cine del sueco Roy Andersson o del georgiano Otar Iosseliani, así que es capaz de incomodar y hasta irritar a los cultores de la comedia más clásica o contenida. De todas maneras, para quienes gusten de un humor más extremo y delirante, La ley de la jungla es una propuesta valiosa y Peretjatko, un director para tener en cuenta en el futuro.
Los protagonistas terminan perdidos en la selva de la Guayana francesa, comienzan a suceder una cadena de situaciones impagables, siendo una divertida comedia de aventuras, que no da respiro, delirante, momentos absurdos y de sátira, contiene mucho humor y es una comedia fresca. Cuenta con buenas actuaciones que rinden a lo largo del film cada uno le pone su toque interpretativo con gran soltura, Vincent Macaigne y Vimala Pons, también ofrecen lo suyo con sus papeles secundarios: Mathieu Amalric , Jean-Luc Bideau y el comediante Pascal Légitimus. La flora y la fauna tienen su espacio como las serpientes, perezosos, tarántulas, entre otros, este film en algún punto está inspirada en hechos reales, ya que el puente entre Guyana y Brasil que vemos existe y está prohibido cruzarlo. Además hace su crítica al capitalismo y la burocracia. Cuenta con la estupenda dirección de fotografía de Simon Roca. Se proyectó este año en BAFICI y fue la ganadora: Mejor Ópera Prima Beijing International Film Festival 2017.
La Ley de la Jungla: Un cambio de ecosistema. Las penurias francesas de un par de pasantes perdidos en la selva… o quizás, la tranquilidad de saber que podrían morir en cualquier momento sin tener que seguir trabajando para el Ministerio. Marc llego tarde a la entrevista para aplicantes de pasantías del Ministerio, así que lo mandaron a la Guayana francesa a colaborar en el complejo de esquí con nieve artificial en el que el gobierno Francés planea volcar millones de euros. La Ley de la Jungla es una comedia surrealista de burocracia sigue a un protagonista con apego a las estructuras que se pierde en la selva amazonica. Paso de una selva a la otra, y es difícil saber en cual tiene menos chances de sobrevivir. Personajes coloridos, una seriedad irregular (por no decir casi inexistente) y un tono completamente irreverente son algunas de las armas que posee en su arsenal este film de comedia francés. Como buen heredero del linaje del cine francés, rechaza con poco respeto las estructuras convencionales del cine. Aunque esta decisión suele traer ocasionales momentos bastante particulares, en el buen sentido de la palabra, también provoca una total dependencia de los momentos y (sobre todo) de la mente creativa detrás del proyecto. Este tipo de cine depende demasiado de talento y brillante maestría, ya que carece de la base que proporciona el cine que la industria clásica lleva ejecutando hace muchas décadas. La película logra mantenerse entretenida, y ocasionalmente entregar sus buenas dosis de risas, gracias al tono que proporciona un guion dispuesto a jugar con todo elemento que tenga lugar en un mundo tan carente de reglas tangibles, así como una colorida selección de personajes interpretados por actores que evidentemente se mueven con naturalidad en el género de comedia. Todos los personajes en esta historia se comportan con la mayor seriedad en medio de un sinfín de ocurrencias tan improbables como ilógicas, que cualquier amante del trabajo de por ejemplo Mel Brooks o Leslie Nielsen podrá apreciar. Aún con muy pocas caras relativamente conocidas, el valor de producción casi nunca distrae de la cinta como bien podría ocurrir en un proyecto de comedia tan poco interesado en las convenciones de lo usualmente referido como “profesional”. Pasamos de locaciones a sets de forma fluida, mientras que la variedad de flora y fauna adornando este periplo americo-europeo se mantiene a una distancia segura de los temidos efectos baratos. Por suerte la producción del film se mantuvo alejada de una de las duras lecciones de la película: todo lo que puede salir mal, seguro va a salir peor. Aunque el surrealismo y la falta de seriedad este a la orden del día en el minuto a minuto del humor, también es cierto que tiene otra de las ventajas de este tipo de cine francés: no le falta un claro mensaje entregado con un honesto corazón. Que evite ser meloso y torpe es otro tema por supuesto, aunque en esta ocasión el director y guionista Antonin Peretjatko se encarga de que unas pocas gotas de seriedad no terminen por aguar el film. Hablándole directamente a la generación que se encuentra en medio de pasantías ya entrados sus treinta años de edad, comprende la confusión caótica de la nueva vieja juventud extendiéndole una mano de humor apto para cualquier mayor de 13 años (obviamente, porque cine europeo). Con un humor tan particular como universal, La Ley de la Jungla entrega una avalancha de ridiculez que va a entretener a todo público que pueda disfrutar de la falta total de seriedad en sus películas.
En general en estos años, he visto mucho cine francés sobre burgueses acomodados y la angustia que genera la falta de empleo en la Europa de estos tiempos. Las comedias románticas de esta geografía no me están atrayendo demasiado, y lo más interesante son los films disruptivos, originales, cuasi marginales, que dan una nota distinta para sorprender al espectador. "La ley de la selva" intenta ser una de esas propuestas. Realización de Antonin Peretjatko (tercer trabajo ya) que intenta aprovechar el buen momento de Vincent Macaigne (aquí Marc, en el rol de protagonista), quien se perfila como uno de los comediantes más coloridos de este último lustro en el país galo. Un guión divertido, sencillo pero plagado de gags, es el andamiaje que provee el director a su actor estrella, un libro que no parece un tratado de equilibrio: más bien, todo lo contrario! Decíamos que Macaigne es Marc, un pasante del Ministerio de Normas y Estándares (??) a quien se le encomienda llevar adelante un ambicioso proyecto para construir una pista de ski en un país... tropical. Delirante al extremo. Pero hay más, antes de irse tiene un problemita con el fisco que le complica la existencia y no le deja más alternativa que lanzarse a la aventura, con nada de preparación (quién podría tenerla en su caso?) y mucha predisposición. En tierra extranjera, dará con otra pasante de otra área, Tarzan (la simpatica Vimala Pons), con quien comenzará a relacionarse, mientras se suceden una serie de conflictos absurdos y discordantes, a tono con la propuesta general del film. Peretjatko decide jugar a fondo y organiza su relato en pequeños recorridos donde propone situaciones absurdas, algo de conexión amorosa y cierta sátira política, cuando le toca intervenir a la clase dirigente que concibió ese delirante proyecto. El guión que escribieron el director y Frédéric Ciriez quizás no sea todo lo sólido que uno pretende, pero se percibe que en el afán de innovar y ofrecer una comedia más jugada, crearon un producto que de a ratos luce desbalanceado. Esto sucede porque alternar entre las rom com y la comedia pura, no es tarea sencilla. Más cuando hay una decidida intención de brindar una mirada ácida sobre los proyectos políticos de estos tiempos. Esta elección, quita un poco de brillo al desarrollo de la comedia. Pero sin dudas, "La ley de la jungla" es una bocanada de aire fresco dentro del universo de la nueva comedia francesa. Desde esa perspectiva, es una película para que la pasen muy bien, especialmente si van predispuestos a sala.
Hasta la nieve es artificial El director de múltiples cortos Antonin Peretjatko finalmente se anima a hacer un largometraje en La Ley de la Jungla, elegida por la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma como una de las diez mejores películas de 2016. Con algunas demoras en su llegada a los cines de estas latitudes, el film cuenta con las actuaciones protagónicas de Vincent Macaigne, Vimala Pons y Mathieu Amalric, quienes le dan forma a esta comedia que explora múltiples aristas dentro del género. La Ley de la Jungla es una comedia disparatada, que se toma muy en serio justamente esa definición genérica. Y para empezar, esto lo vemos en la historia que cuenta. Marc (Macaigne) es un empleado/pasante del Ministerio de Normas y Estándares francés a quien le asignan la peculiar tarea de viajar a la Guayana Francesa, uno de los últimos ejemplos del colonialismo moderno, pero específicamente a “Guyaneige”, algo así como un proyecto de complejo para esquiadores pero en un contexto de clima y geografía tropical. Con la ayuda de la intrépida Tarzan (Vimala Pons), Marc intentará cumplir con su misión que consiste en asegurarse de que el emprendimiento cumpla con las regulaciones y estándares europeos que se le exigen, tarea que se le dificultará dadas las peripecias que le esperan. Otro elemento de la película que busca relacionarse con ese concepto de comedia disparatada tiene que ver con la elección del elenco. Y allí todas las miradas se las lleva Vincent Macaigne, alguien que prácticamente en los 24 films que hasta ahora conforman su currículum ha apostado por un tipo de humor o trabajo en general que, de alguna forma u otra, busca romper con los convencionalismos y la corrección política. Queda claro que esto se pone de manifiesto en esta película donde tópicos como el colonialismo y las diferencias culturales entre europeos y americanos resultan el principal foco para esa “crítica” que Vincent y La Ley de la Jungla proponen. El trabajo co-protagónico de Vimala Pons está a la altura en todo momento mientras que el punto más flojo de la cinta en términos actorales tal vez venga de la mano del personaje de Galgaric, interpretado por el enorme Mathieu Amalric que esta vez queda un tanto desperdiciado dada la poca trascendencia de su interpretado para la trama. Lo bueno de la película es que sabe plasmar de muy buena manera en pantalla ese relato del hombre fuera de su elemento que debe improvisar y adaptarse permanentemente a un entorno que no sólo le es hostil sino que le presenta nuevos desafíos con cada paso que da. Con un ritmo sostenido y buenas dosis de comedia, el lunar tal vez aparece cuando esa crítica política quiere colarse. En este sentido, si bien la toma de posición está muy clara, da la sensación de quedar un poco difuminada por la gran cantidad de elementos que circundan a la principal línea de acción. Porque a la misión de Marc rápidamente se va a sumar su creciente vínculo sentimental con Tarzan y una caterva de elementos disparatados que incluyen una pequeña guerrilla, varios caníbales, un molesto representante de una empresa ferroviaria y un cobrador de impuestos algo despistado que terminan de darle forma a una obra estrafalaria, entretenida, bastante graciosa pero no mucho más.
LUGARES EXTRAÑOS La ley de la jungla, nueva comedia de Antonin Peretjatko, trabaja desde un lugar anárquico y absurdo el vínculo entre Francia y sus colonias en la actualidad, más específicamente la Guayana Francesa. La Guayana Francesa pertenece al resabio colonial de potencias europeas de ultramar situadas en el continente europeo, en este caso Francia, territorio que resulta tan extraño a ese país como al nuestro, que apenas suele nombrarse como una región territorial al norte de Brasil durante los primeros años educativos (junto a Surinam y Guyana). En todo caso, la Guayana Francesa probablemente sea un poco más famosa por el servicio penitenciario en las Islas del Diablo, que dio lugar a la obra Papillon que luego fue adaptada por Franklin Schaffner al cine en 1973. Pero más allá de estos datos anecdóticos, la película explora la extrañeza y la ignorancia de este destino poniendo a un personaje que está en el lugar y el momento equivocados, intentando una empresa imposible. Nuestro protagonista es un desafortunado pasante del Ministerio de Normas (Marc Chataigne, interpretado por Vincent Macaigne), que tiene como encargo la titánica tarea de supervisar el progreso de la construcción de un complejo de nieve en el medio de la jungla, con la finalidad de atraer turismo europeo a la región. Tras las accidentadas reuniones con el grupo encargado de la construcción del complejo, decide realizar una visita al lugar donde va a instalarse, para allí comprender que no será una tarea fácil. Para ayudarlo se encuentra la irónicamente llamada “Tarzan” (interpretada por Vimala Pons), otra pasante, pero de la oficina de bosques forestales, que intentará guiarlo a través de los parajes selváticos. Previsiblemente el resultado termina en desastre, llevándolos a confrontar los peligros que se ocultan en una jungla que les resulta amenazante, al mismo tiempo que desarrollan un estrecho vínculo amoroso. El anarquismo de un guión que se toma licencias para acompañar la odisea de Marc y Tarzán, reposando en el absurdo de acompañar los prejuicios que puede tener el protagonista a través de la hipérbole -digamos que nuestra pareja se enfrenta al follaje intransitable de la selva, animales peligrosos, grupos paramilitares y un culto religioso de hábitos caníbales entre elipsis-, encuentra por momentos lucidez pero en otros se nota cierta desprolijidad entre situaciones donde los gags aparecen aislados, como si fueran el sketch perdido de un programa de televisión. Si bien debe esencialmente a la comedia francesa de finales de los ´70 y ´80 (hay elementos del cine de Francis Veber, por ejemplo), el film también incluye una ácida mirada política para ilustrar la burocracia estatal y el presente político de Francia, además de desacralizar la solemnidad del cine de aventuras. Es casi inevitable no ver en la empresa imposible de Marc una parodia de la empresa imposible en la jungla que atraviesa, por ejemplo, el Fitzcarraldo de Herzog. En todo caso, La ley de la jungla resulta irregular a pesar de sus buenos momentos y la presencia magnética de figuras como Macaigne y Pons, esencialmente por un guión que abandona la uniformidad del relato sin decidirse tampoco a entregar un disparate o una comedia romántica.
Un burócrata francés es enviado a la Guayana Francesa para crear en ese territorio una pista de esquí. La empresa parece absurda (lo es) y la película trabaja sobre el choque de dos mundos y lo imprevisible para crear algo así como una comedia. Que funciona de a ratos, porque cae en el viejo truco de que lo único que quiebra barreras culturales es la inamovilidad de la burocracia y no sale de ahí, aunque por momentos encuentra algo de inspiración.
Fitzcarraldo alucinado “La Guayana colonizó al hombre blanco, no al revés. La naturaleza termina comiéndonos”. Esa línea define la idea detrás de “La ley de la jungla”. El director y guionista de esta comedia francesa ofrece una primera mitad ágil, con ironías, diálogos ingeniosos y reflexiones agudas sobre un pasante del Ministerio de Normas de Francia que es enviado a la Guayana Francesa, territorio galo y único de la Unión Europea en Sudamérica. Su misión es controlar que se cumplan los estándares de calidad de la Unión Europea en el país sudamericano durante la construcción de Guyanieve, un centro comercial con pista de esquí. Al absurdo del proyecto que los inversores discuten en sus pulcras salas de reuniones de Europa y Asia, se opone la idiosincrasia de la sociedad del territorio francés de ultramar. Lo que al principio apuntaba a ser una comedia, con críticas ácidas para europeos y americanos (“Ranas protegidas por euroburócratas no detendrán a Guyanieve”, exclama un guyanés ante la objeción de un francés sobre el dudoso cuidado del medio ambiente; la mención del bizarro puente que une Brasil con Guayana, anunciado en 1997, finalizado en 2011 y que para el estreno del filme, en 2016, todavía no había sido inaugurado) a partir de la segunda mitad decae con una serie de gags y tópicos sobre los afrodisíacos, el canibalismo o una selva que enloquece y que recuerda “El corazón de las tinieblas”. Sin embargo, el director rescata su trabajo con un par de guiños que sugieren que todo lo que se relata en el filme y lo que ocurre a ambos lados del Atlántico, podría ser impostura y pura ficción.
Burocracia en el pantano Una estatua de Marianne, símbolo nacional de Francia, cuelga triunfal desde un helicóptero sobre la agreste Guyana, con el himno de Eurovisión sonando de fondo. De repente, la cuerda y la música se cortan y la estatua se desploma en medio de la selva. Esta es una de las primeras imágenes que nos entrega esta notable película, dejando ya estampado su tono satírico y hasta su idea general: Francia sucumbiendo ante la ley de la jungla.