La dirección es muy buena, al igual que el guión, ya que permiten que la historia transcurra de una manera interesante y atractiva, sin convertirse en una más del montón. Lo que si es posible que desilusione a aquellos que busquen escenas de pasión y sexo desenfrenado, ya que este film no pasa por allí, pues lo suyo son los diálogos inteligentes, los...
Manual del infiel moderno. Este año fuimos testigos de una de las películas de amor más crudas de los últimos tiempos, estoy hablando de Blue Valentine. Todo aquel que la vio seguramente pensará que no es recomendable para parejas en periodo de crisis. En esta ocasión me toca hablar de un film similar, mucho más cercano al drama, y no recomendable para enamorados, más aun si uno de los dos es celoso o inseguro...
Sexo sin amor, amor sin sexo Ejecutivos y escritores carilindos sufriendo por amor y tentados/torturados por la infidelidad en escenas que transcurren en lofts, fiestas, hoteles, restaurantes y bares de Nueva York o en viajes de negocios. De eso se trata esta ópera prima de Massy Tadjedin construida a puro diálogo y con vistosos encuadres. Sam Worthington y Keira Knightley están casados hace tres años. Ella está convencida de que él mantiene un affaire con una bella compañera de trabajo (Eva Mendes) y, de paso, se tienta con volver a tener una historia con un ex novio francés (Guillaume Canet). Durante una larga noche, habrá flirteos, dudas culpógenas, contradicciones, acercamientos, encuentros y confesiones íntimas. La película es bastante fría y obvia en su exploración de la histeria burguesa, del amor sin sexo y el sexo sin amor, y resulta bastante poco erótica, provocadora y seductora. Cuando se aborda un tema así, se trata de un pecado mortal.
Una noche, dos encuentros No es común que una ópera prima sea tan lograda. Si bien Massy Tadjedin es conocida por su trabajo como guionista, en su debut como directora en La última noche (Last Night, 2010) crea un clima y un ambiente que traspasa el medio y llega al espectador, algo muy difícil de realizar. Como la música, arte que a nivel perceptual produce una recepción inmediata y de gran intensidad, la película genera una sensación de intimidad no sólo por el guión y la trama, sino por la fotografía y principalmente la banda sonora. Pocos personajes giran alrededor de esta historia reforzando el sentido de intimidad. Un matrimonio joven neoyorquino, Joanna (Keira Knightley) y Michael (Sam Worthington) entran en conflicto a partir del encuentro con otros personajes (Eva Mendes y Guillaume Canet). El adulterio es el eje de las distintas historias, disparador no sólo en la representación de la pareja sino de lo que le irá sucediendo a cada uno ellos individualmente. No se lo aborda desde un punto de vista moral, simplemente se representa un segundo en la vida de una pareja y una dicotomía relacionada con la infidelidad: si se trata sólo el sexo o la conexión con alguien más allá del tiempo. La trama funciona por un montaje paralelo, en un mismo momento suceden dos encuentros, el de Joanna y Alex y el de Michael y Laura. La historia se desarrolla en ese instante donde se da un cambio en la vida de los protagonistas. El espacio tiene un rol fundamental a la hora de construir la identidad de la pareja, nada sabe el espectador de ellos, no se repone su historia. Son los detalles de cada objeto los que reflejan la cotidianidad. Es la casa la que condensa la vida del matrimonio. Desde el guión y desde la imagen se apela a un sentimiento de intimidad, la interpretación de los actores está caracterizada a partir de las sutilizas, de gestos mínimos que hacen referencia tanto a la familiaridad como a la tentación y al deseo. El film recrea un clima a través de la fotografía y la banda sonora, elemento de mayor fuerza en el film. Clint Mansell, responsable de la banda sonora de Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000), realiza un trabajo excelente. No sólo logra el dramatismo justo sino que genera una ambientación por medio de la música. El guión, la dirección, la fotografía, la interpretación de los actores y la banda sonora hacen que esta ópera prima se destaque por sobre el resto. Un denominador común envuelve a La última noche y es un sentimiento de delicadeza en la representación de la intimidad con gestos mínimos.
Indudablemente la historia de dos parejas cruzadas, tentadas e infieles potencialmente es un tema que nos remite a "Closer". Obligada referencia en el género, aquella cinta establecía un parámetro alto para los films de este tipo y de ahí en más, pocos guionistas se animaron a recrear escenarios similares. Hasta hoy, es el momento de hablar de "Last night", que si bien difiere bastante de la nombrada, lo cierto es que se inscribe dentro de ese cine que habla de las eleccioes y los problemas que atraviesan las parejas con pocos años de convivencia. Opera prima de la iraní Massy Tadjedin (quien la escribió, la produjo y la dirigió), "La última noche" propone un viaje iniciático hacia el mundo de la duda, el valor de las elecciones y los obstáculos que se encuentran al intentar sostener un mundo de a dos. Partiendo de la idea de que uno puede ser feliz y aun así ser tentado, un joven matrimonio pasará una noche alejado del otro sin que eso signifique que estarán solos. Muy centrada en el diálogo, esta película nos va introduciendo en tres días y dos noches en la vida de cuatro personas en su búsqueda de amor. Joanna (Keira Knightley) y Michael (Sam Worthington) son extranjeros, como tantos otros, viviendo en Nueva York. Ella es una escritora y él un vendedor de bienes raíces. Han construido una relación basada en el diálogo y sana pero al volver de una fiesta ella y él discuten. Se ha encontrado con lo inevitable, Michael se sintió atraído por otra mujer, Laura (Eva Mendes), y esto genera un cisma en la pareja, imagen que grafica la fragilidad de su intimidad y el grado de confianza real que ellos tienen. Pero eso no es todo, Joanna se encontrará con Alex (Guilliame Cammet) esa misma noche y no es un hombre cualquiera: ha sido un gran amor que no llegó a nada porque ella lo dejó para casarse. Pero hoy está ahí y Michael no. Lo que funciona muy bien de este film es que va presentando las historias de a poco, mostrándote que no hay víctimas y victimarios, que no hay más que personas y explora cómo nos cuesta hacernos cargo del dolor que podemos provocar en el resto. No debe dejarse de lado que los personajes se van definiendo en contraposición a otros, pero que al fin y al cabo todos buscan el mismo fin: ser amados. Además, están presentes detalles palpables, fácilmente reconocibles que refuerzan lo verosímil de la propuesta, el hecho de que Joanna puertas adentro vive desarreglada, pero ante la perspectiva de salir con Alex, vuelve a maquillarse y elegir vestuario, a cuidar lo que se pone, las reconciliaciones no están llenas de diálogos grandilocuentes, las escuchamos y parecen cercanas. Es sencillo reconocer algún fragmento de nuestra vida en la trama vincular que se despliega ante nosotros. En ese sentido, "Last night" está bien hecha. El film lo llevan adelante Cammet y Knigthley, muy superiores a los otros dos en capacidades actorales. Eva Mendes está un poco estereotipada en este rol de la femme fatale y la verdad es que no logra equiparar la frescura de Keira (es una lucha despareja, convengamos). Worthington está correcto, pero al lado de los matices que puede crear Guililame, pierde en la comparación. Tadjedin logra, de todas maneras, mezclar las historias con sutileza y el film resulta sólido y bien estructurado, a pesar de los desniveles interpretativos (lo cual no es poco). Es un drama romántico construido pacientemente y que se disfrute y sufre (en cierta manera), por partes iguales. Aprendemos (al menos si aceptamos la mirada del guión) a no juzgar y nos asombramos que el final nos duela, antes de verlo, por resonancias indudablemente internas... Música impecable con ese piano melancólico que potencia un cierre muy interesante. Les recomendaría no ir a verla con sus parejas. No vaya a ser que lleve a discusiones filosóficas que terminen en peleas!
Una crisis de pareja y las intermitencias del corazón Una pareja de gente linda, elegante, que vive en Nueva York. Los dos tienen buenos trabajos, diríamos que son exitosos, pero hay una materia que les cuesta aprobar: la de la convivencia, la de compartir la afectividad y equilibrar los deseos o las pasiones. El filme trata sobre esta gente: Michael y Joanna que entran en crisis ante la aparición de una diseñadora, colega del marido, seductora y mona. Esta aparición puede traer complicaciones. Más cuando Joanna encuentre por la calle a una ex pareja, Alex. No es el mejor momento o quizás por serlo pasa lo que pasa. SESGO ELEGANTE La película está dirigida por una iraní-norteamericana, de poco más de treinta años, Massy Tadjedin, que por ahora está más cerca de su educación en Harvard, que de su infancia en Teherán. "La última noche" se revela bastante norteamericana en la concepción, aunque hay cierta introspección que orienta hacia profundidades intelectuales. Mucho diálogo, poca acción, la mayoría se desarrolla en interiores y hay cierto personajes que recuerdan a los de "Closer", aquélla película de Mike Nichols. Elegante en su diseño, la película pone en tela de juicio la estructura de la pareja como tal, sus emociones, las tentaciones que los asaltan, los celos que no terminan de controlar. Esta producción atrae por la temática (aunque desilusiona un tanto el desarrollo argumental ) y las muy buenas actuaciones. Como por ejemplo Keira Knightley, la chica de "Expiación" y "Orgullo y prejuicio", la tropical Eva Mendes, no tan tropical aquí, quizás por lo insípido que se muestra Sam Worthington ("Avatar") y el sorprendente y atractivo Guillaume Canet, aquel jovencito que hacia sus primeras armas en la ruta de "Los que me aman tomarán el tren", su dúo con la Knightley funciona a pleno. Tiene belleza la producción formal, el tono general y la música. Habrá que ver alguna otra producción de esta directora de difícil apellido para comprobar si lo que promete, se da y por supuesto, ver más filmes con la Knightley y este señor Guillaume Canet.
Eterna noche de histeria La ópera prima de Massy Tadjedin, quien también se encargó del guión y la producción, es un relato que ofrece cruces de relaciones con poco romance y mucha histeria. Durante una larga noche, y llevando al extremo los límites de su relación, una joven pareja (Sam Worthington y Keira Knightley) tomará decisiones que pueden tener consecuencias para el resto de sus vidas. Luego de una leve discusión sobres las dudas y los celos, Michael Reed (Sam) debe realizar un viaje de negocios con Laura (Eva Mendes), su atractiva nueva colega, mientras su esposa Joanna (Keira Knightley) se encuentra, por casualidad, con su antigua pareja Alex (Guillaume Canet), a la salida de un bar. Si bien el relato es muy pobre y el film no logra levantar vuelo, cabe destacar que las interpretaciones son correctas, menos la de Sam Worthington, a quien se lo ve tieso como si fuera el Hombre de Roca. Muertos en placares, bares, mucho taxi y un mundo donde la histeria dice presente hasta el final, sin demasiado que ofrecer a la pantalla y en una trama sumamente previsible. Luego de ver La Última Noche queda un gusto amargo y mucha insatisfacción.
Un film que pone el foco en los engaños en el matrimonio La relación matrimonial entre Joanna y Michael se desliza por los más románticos caminos de la felicidad. Ella es una mujer completamente dedicada a su hogar, y él, un activo hombre de negocios que viaja sin cesar entre Nueva York y los puntos más insólitos del mundo. Jóvenes y ricos, nada parece alterar esa vida cotidiana que los une, pero sin embargo esa existencia tiene algunos riesgos, ya que cuando Michael deberá hacer un viaje de una noche, acompañado por Laura, una bella y seductora compañera de trabajo, el lazo que une al hombre con su esposa amenazará con romperse. Entretanto, Joanna, que había quedado en Nueva York, se encuentra de improviso con Alex, un apuesto francés con el que tiempo atrás había vivido una apasionada aventura. Así, cada cual por su lado, intentan impedir que la infidelidad los traicione y, llevando al extremo los límites de sus respectivas relaciones, tomarán decisiones que pueden tener inesperadas consecuencias. La tentación es muy grande tanto para Michael, que procura mantenerse alejado de su sensual acompañante, como para Joanna, quien recuerda aquellos viejos tiempos en que ella y Alex vivieron horas de ardiente pasión. La historia recorre así el camino por el cual durante una sola noche el feliz lazo matrimonial puede transformarse en una sucesión de engaños que pondrá en duda aquella felicidad que nada parecía empañar. La directora Massy Tadjedin, guionista de varios films, entre ellos Leo y Regresiones de un hombre muerto , se coloca por primera vez tras una cámara, y sobre un relato que le pertenece logró un film que no sólo habla de la infidelidad sino que se detiene, con indudable habilidad, en radiografiar a esos cuatro protagonistas que, cada cual a su manera, no pueden sucumbir a la tentación del sexo. Keira Knightley, nominada en 2006 al Oscar por su labor en Orgullo y prejuicio , aporta su indudable pericia para encarnar a esa mujer que trata de no engañar a su marido; en tanto que Sam Worthington, héroe del film Avatar , tratará por su lado de convertir su atracción por Laura (un muy buen trabajo de Eva Mendes) en algo pasajero. Los rubros técnicos apoyaron con acierto este relato que habla de cómo los engaños pueden, en una noche, destruir todo un sólido andamiaje matrimonial.
El matrimonio puesto a prueba Un matrimonio joven, exitoso, aún sin hijos, lleva una vida normal en la ciudad de New York. Pero desde el comienzo de la historia sabemos que esa normalidad está a punto de caerse a pedazos a partir del surgimiento de la sospecha. Joanna (Keira Knightley) y Michael (Sam Worthington) se verán tentados en una misma noche. Ella, por un ex amante que está de visita en New York; él, por una compañera de trabajo con la que deberá compartir un viaje laboral. La premisa es clara y básica. El crecimiento dramático de la película consistirá en el montaje de ambas situaciones, en ver cómo evoluciona la noche de cada uno. La película tiene una herramienta fundamental para lograr no sólo el interés de los espectadores, sino también hasta cierto suspenso. Y esa herramienta es la información que los que miran la película tienen y que los protagonistas de la historia no. Joanna sabe que su marido está con esa mujer en ese viaje, le deja una carta escondida en su traje, tal vez por la culpa de una escena de celos que tuvo la noche anterior. Michael, por el contrario, no tiene ni la más remota sospecha de que su esposa se cruzará con ese hombre de su vida. Así que las acciones de ambos se basan en la certeza de que el otro no puede saber lo que ocurre. Eso, por supuesto, genera una responsabilidad y un compromiso en ambos. Y de eso trata básicamente la película, del planteamiento moral que se refleja en lo que ambos decidirán esa noche. El espectador se sentirá atrapado por esta decisión y la trama se vuelve cada vez más interesante. Pero lo mejor de la película es también su callejón sin salida. Porque es muy difícil salir airoso de tal propuesta y La última noche logra su cometido a medias. El guión no escapa al lugar común y es una pena que no lo haga. A último momento, el plano final produce una sonrisa en el espectador, tal vez para que no se entere de las limitaciones de la película.
Preguntas incómodas La directora y guionista Massy Tadjedin se queda a medio camino con La última noche de aquello que podría haber sido un interesante film sobre infidelidades y reflexiones acerca de las relaciones de pareja cuando el desgaste de una rutina hace estragos y comienzan las crisis y las búsquedas de nuevos horizontes. Pero todo se malogra por no despojarse ni un segundo del convencionalismo y el cliché con un guión explicativo y sobre dialogado en una clara muestra de no saber cómo sumergirse en la psicología de sus personajes y mucho menos encontrar el clima justo y el texto para dar cuenta de una crisis de pareja. Como en toda película que se encarga de dinamitar un mundo de apariencias desde el primer minuto, el detonante de la historia es una sencilla pregunta que hace Joanna (Keira Knightley) a su esposo Michael (Sam Worthington) tras conocer en una fiesta de negocios a Laura (Eva Mendes), compañera de trabajo con quien el hombre deberá viajar a Filadelfia para cerrar un proyecto de bienes raices y así poder encontrar el ámbito ideal para acostarse con ella durante la estadía fuera de su hogar. Ante semejante inquietud femenina arrastrada por un enojo y la intuición de un potencial engaño, Michael decide contestar con honestidad acerca de sentir cierta atracción por Laura pero bajo el compromiso implícito de que no pasará nada entre ellos dado que es un hombre felizmente casado. En paralelo a la partida de Michael, a Joanna se le presenta la oportunidad de un reencuentro con Alex (Guillaume Canet), antiguo amante que conoció en París años atrás y que ahora se hospeda en Nueva York con todas las intenciones de recomponer tiempo perdido junto a Joanna. Con un montaje básico que intenta yuxtaponer situaciones para seguir el derrotero de una noche en que tanto esposos como amantes tendrán la chance de engañar al otro mutuamente, el relato acumula tiempos muertos y digresiones que dilatan la resolución de las historias de infidelidad con una fuerte carga de culpa e interrogantes a cuestas, los cuales sutilmente se irán sembrando en la trama. La directora, a partir de la puesta en escena que aprovecha las distancias de lugares amplios en un contraste con el acercamiento y la proximidad de los cuerpos, busca crear una atmósfera apta para la seducción con una fuerte presencia de la noche como ese espacio intermedio que alimenta las fantasías y corre el velo de las apariencias para dejar de alguna manera más expuestos a los personajes con sus contradicciones flotando en un ambiente sensual y donde las ataduras del compromiso parecen quebrantarse por lo menos desde la teoría, aunque no tanto en relación a la práctica. Si bien en los rubros técnicos Massy Tadjedin contó la colaboración de los mejores exponentes como por ejemplo Peter Deming encargado de la fotografía, Susan E. Morse, antigua montajista de Woody Allen, entre otros, su mayor falencia se acentúa en la falta de dirección del reparto con irregulares actuaciones de Keira Knightley y Sam Worthington, muy cuadrados y carentes de matices para personajes que precisan mayor profundidad.
Una noche de tentaciones Keira Knightley y Sam Worthington son una pareja en problemas. Con un elenco plagado de estrellas como Keira Knightley, Sam Worthington, Eva Mendes y el francés Guillaume Canet llama la atención que La última noche , opera prima de Massy Tadjedin, haya tenido tan poca repercusión en su estreno mundial, meses atrás. Y más todavía si se tiene en cuenta su tema/trama: la infidelidad en una pareja. Pero lo cierto es que al ver el filme se entiende un poco que no haya disparado emociones potentes: se trata de una película discreta, medida, calculada. Con mucho juego de espejos y relativa sustancia dramática. En una fiesta, Joanna (Knightley), la mujer de Michael (Worthington, de Avatar ), descubre miraditas cruzadas entre su marido y una compañera de trabajo de él que jamás le había mencionado. La chica no es otra que la muy sexy Laura (Mendes). Al volver a casa hay una previsible escena de celos: él promete que no pasa nada, pero la tensión queda flotando. El giro dramático es que poco después Michael parte a Filadelfia en un viaje de negocios con un grupo de gente que incluye a Laura. Y, justo justo, Joanna se cruza en su camino con Alex (Canet), un ex amante francés que estaba por Manhattan. ¿De casualidad? El filme contará las noches de ambos y las situaciones y decisiones que tomarán ante la manera en la que se van presentando los hechos. Nada es demasiado sorprendente ni shockeante: habrá insinuaciones, miedos, indecisión, culpa, y cada uno hallará la respuesta que crea conveniente. O la que le resulte inevitable... Lo que no logra del todo Tadjedin es llevar a este grupo de buenos actores a zonas algo más jugosas, prefiriendo ir y venir con el montaje paralelo entre situaciones y dejando que todo transcurra demasiado civilizadamente. ¿Es más peligroso para la pareja una infidelidad casual o darse cuenta de que no se está con la persona que se quiere? Eso deja en el aire, sin explotar del todo en sus consecuencias, La última noche.
Eficaz historia de adulterio hipótetico Dado que ya no hay nada parecido a los cuentos morales que filmaba Eric Rohmer, ni tampoco nada que pueda describirse como algún tipo de ejercicio de estilo en tensión erótica, esta doble cualidad podría servir para defender a este drama de infidelidades hipotéticas. El film narra la crisis de un feliz, joven y glamuroso matrimonio neoyorquino expuesto a una prueba de fuego. El relato empieza con la protagonista, Keira Knigh descubriendo que su marido, Sam Worthington, no le contó casi nada acerca de la compañerita de trabajo supersexy, carismática y talentosa Eva Mendes, a la que conoció en una fiesta de trabajo de su cónyuge. A ella le da un terrible ataque de celos, entendible dado que su marido está a punto de emprender otro viaje de negocios con la misma colega en cuestión. Luego del gran berrinche, el esposo asegura que nunca hizo nada malo, acusa a su mujer de paranoica, se perdonan, el se va a su viaje (esta vez más atento a su seductora colega), y ni bien ella baja a la calle a la mañana siguiente es sorprendida por un ex amante francés (Guillaume Canet) de paso por Nueva York. A partir de este momento el film logra mantener el suspenso sobre la posible infidelidad de la esposa o su marido. La directora debutante y guionista Massy Tadjedin no podría mantener una historia con tantas vueltas retorcidas y absurdas si no fuera por la solidez formal de las imágenes (sin duda gran aporte del director de fotografía Peter Deming, habitual colaborador de Sam Raimi y David Lynch), ya que las actuaciones no ayudan mucho, salvo por la tentadora Eva Mendes y un semi serio Griffin Dunne en un papel secundario pero esencial.
La directora norteamericana, de origen iraní, Massy Tadjedin debuta en el largometraje con “La última noche” (“Last Night”). Y lo hace con algunos aciertos, que no logran sin embargo compensar varios fallos de una propuesta sólo parcialmente lograda. La muy bonita Keira Knightley (Joanna) es el punto más fuerte de esta coproducción de Estados Unidos con Francia. La joven actriz inglesa se ha convertido en una de las figuras más sobresalientes de la cinematografía mundial mostrando una gran versatilidad a la hora de actuar. Se recuerdan títulos tan diversos como los primeros capítulos de la serie de “Piratas del Caribe” hasta otros más clásicos como “Orgullo y prejuicio” (primera nominación al Oscar), “Expiación, deseo y pecado” y la más reciente y muy dramática “Nunca me abandones” (nuevamente nominada). Joanna, tal el nombre de su personaje, es una esposa que al inicio del film comienza a desconfiar de su marido, al ver a éste haciendo arrumacos con una colega de trabajo. Lástima que a Michael, su esposo, lo interprete otro inglés (Sam Worthington) ya visto en “Avatar” en un rol que a diferencia del actual no exigía el mínimo de expresividad, cualidad que aquí se extraña. La acción que se desarrolla inicialmente en Nueva York, donde el joven matrimonio reside, sufre una bifurcación cuando por cuestiones laborales Michael debe trasladarse por un corto período de tiempo a Filadelfia, acompañado de otro colega y de la inquietante compañera de trabajo (Eva Mendes). Para completar el “cuarteto” y ya partido su marido, Joanna reencuentra a Alex, posiblemente un antiguo amor venido de Francia. Quien compone a este personaje es el actor y director francés Guillaume Canet (“No se lo digas a nadie”), aquí bien aprovechado en el rol de un hombre de la noche con mucho “charme” para las mujeres. Hay aún un quinto personaje, amigo de Alex, quien pese a su breve aparición tendrá un rol importante en el desarrollo de la trama. Quien lo personifica es Griffin Dunne, un actor poco visto últimamente y muy recordado por su aparición en “Después de hora” de Martin Scorsese. Una cena compartida con su amigo y Joanna en un restaurant será uno de los momentos más interesantes del film. Lástima que el último tercio de “La última hora” no esté a la altura del resto y que la película termine algo bruscamente y en forma convencional. La condición femenina de la realizadora se percibe al inclinarse la historia en favor del personaje de Joanna. Ello en si no sería objetable en la medida en que la evolución paralela de ambos personajes y sus respectivos encuentros justificasen la resolución adoptada. En opinión de este cronista la forma en que se resuelven ambas situaciones no es necesariamente la más lógica. En pos de no develar mucho más al espectador, se prefiere dejar que sea el mismo quien juzgue si la definición está en consonancia con el resto de la trama. Publicado en Leedor el 9-12-2011
Durante el año se estrenó una película interesante, bien planteada y, sobre todo, bien actuada, sobre la desintegración de una pareja: “Blue Valentine”. Siguiendo los vicios de ex empleado de video club, en la época en la que era realmente un oficio, si usted entraba y preguntaba por “La última noche” seguramente le hubiera dicho “es tipo Blue Valentine pero...” Digamos que tiene bien lograda esa constante atmósfera de hastío mientras se desarrollan los hechos que desembocan en las actitudes de cada personaje. El tema es la fidelidad en desmedro del deseo, y el guión de Massy Tajdein, quién debuta como directora, se encarga de ponerla a prueba siguiendo a Michael Reed (Sam Wothington), a punto de irse de viaje de negocios con Laura, una compañera de trabajo (Eva Mendes), y a su esposa Johanna Reed (Kiera Knightley), quién se queda en casa para seguir escribiendo su libro aunque se encontrará con Andy (Anson Mount), un amor del pasado que le mueve el piso. El conflicto se plantea en dos frases antes que la pareja se dirija a un cóctel que la empresa de Michael tiene organizado para esa noche, con una escena en la que Johanna encara a su esposo y le afirma con cierta vehemencia que está segura de la atracción que éste siente por Laura. Michael niega rotundamente las acusaciones, pero algo hay en esas pequeñas pausas que inducen a plantear la duda. Es aquí donde la realizadora deja vislumbrar que toda posibilidad de hacer creíble su historia dependerá de un buen elenco, como se da en este caso. La cámara se hace cómplice de la gestualidad de los intérpretes y los encuadres logran la versatilidad necesaria, especialmente cuando se trata de primeros planos. Una vez planteada la situación de sospecha (e indicios de confirmación en la fiesta) el viaje de Michael tiene lugar, y la fidelidad de ambos soportará una prueba constante. Aquí es donde la película se diferencia de la que usé para hacer referencia porque “La última noche” cae en la trampa de juzgar a sus personajes en ese montaje paralelo propuesto para contar lo que le va pasando a cada uno. El marido trata de evitar como puede los avances de Laura, quien deja muy clarito que quiere sexo. Johanna no la pasa mejor en el encuentro con su ex por quién siempre sintió una pasión especial, porque además siente la culpa de estar pensando en hacer lo mismo que le criticó a su marido. Al caer en esta trampa la obra se codea por momentos con el melodrama de telenovela y pierde algo de credibilidad. Es verdad que trata de volver a su propuesta original y nunca pierde la estética bien lograda con la fotografía y la música; pero para entonces el espectador tiene bajado el mensaje de qué y cómo tiene que pensar. Si usted no cae en lo mismo verá una producción llevadera, más allá de sus falencias, y bien actuada.
En inglés Last Night tiene dos interpretaciones, algo que Massy Tadjedin sabe y utiliza para desarrollar el aspecto más original de su debut como directora. Por un lado es "anoche", en el sentido de que la acción del film transcurrirá durante algunas horas, en lo que para nosotros ya es ayer. Por el otro es "la última noche", que puede ser tanto la última noche sobre la Tierra como el tiempo de descuento para un matrimonio de años. Así, las cámaras de la iraní seguirán en forma neutral a las dos mitades de una pareja que comparte poco en pantalla. Primero Michael, luego Joanna, la realizadora disecará cual cirujana la última noche de ambos, con el alto precio que supone tener una buena historia, con ritmo y sustancia de un lado, y una relación lenta y fría por el otro. "Hay problemas de conexión", le dice Sam Worthington a Keira Knightley, cuando la señal de su celular falla desde el baño de un bar. Esa frase parecería explicar el estado de su relación con Joanna y justificar esa atracción que siente con su compañera de trabajo. No obstante, las escenas del actor australiano con Eva Mendes son asépticas, más allá de que están bien filmadas, como el resto de la película, denotan cierta incomodidad en los diálogos, pronunciada por una falta de química que se hace más evidente, y en comparación, a medida que el film avanza. Es que el encuentro de Knightley con el personaje de Guillaume Canet revuelve el pasado compartido y pone en el horizonte el futuro que pudo ser. La noche de ellos es movimiento, comparten una cena con una pareja de conocidos, pasean un perro, van a una fiesta. Se mueven, y con ellos la historia. El trabajo de ambos actores es muy bueno, por eso es que, aprovechando que las piezas más jugosas del guión de Tadjedin fueron para ellos, logran transmitir muchas más emociones con una caricia o una mirada que los otros dos con varios minutos de diálogo. Es en definitiva un interesante debut para la realizadora, un trabajo original que lamentablemente peca demasiado de irregular.
¡Oh que sufrimiento es ser rico y bello! Parejas, pruebas de amor e infidelidad: he aquí La última noche. Aunque los tiempos han cambiado y las reglas también, los cuernos siguen siendo una gran problemática. Sobre todo porque casi siempre denotan un problema anterior en la pareja. Massy Tadjedin trabaja sobre este tema, que si bien resulta liviano y superficial sabe cómo manejar los tiempos para que no resulte aburrida. Voy a contar el argumento con un tono de burla, sepan disculpar mi atrevimiento. Michael y su esposa Joanna viven una vida sin preocupaciones, con trabajos más que buenos y grandes comodidades. El pobre Michael realiza un viaje de negocios durante el cual la pareja tendrá que sobrepasar el dilema más grande de su trágica vida: decidir sobre ser fiel o no serlo. Michael se verá buscado por una hermosa compañera de trabajo y Joanna se reencontrará con un colega (ambos escritores) que disputará un lugar mayor en su corazón. Esto es sencillamente el argumento, sin más. “Soy sólo una película de amor”, esta sería la frase que emitiría la película si hablara. Pero sin irnos al delirio (sin continuarlo) vamos a enfocarnos en este tema. Da pena que se hagan películas tan vacías de contenido como esta. La directora tiene una idea concreta, la sigue y la concluye. Perfecto, mantiene una línea correcta. Pero es un film fácil de olvidar, como todos aquellos que manejan temas livianos. No desmerezco la infidelidad, pero me parece un tema bastante superfluo. Hay que hablar de lo malo pero también resaltar lo bueno. Es increíble que no sea pesada una película con tan poco para contar. Destaco así la estructura narrativa que permite que sea llevadera y agradable. Repito, el tema está bien trabajado no se pierde en ningún momento del objetivo. Entretiene pero no sorprende ni impacta. Falta ese gustito de quedarme con alguna parte inconclusa o encontrada por la cual dialogar y rever el significado o por qué no construirlo como espectador. No hay impacto, es absolutamente lineal y trascurre por un solo camino. No abre puertas ni invita a pensar un poco más. Es sólo una historia de amor encontrada por el dilema de enfrentar la tentación que representa hacer lo prohibido o dejarse llevar por el momento sin medir consecuencias a posteriori. Es una película ideal para un domingo por la tarde en la que no te interesa pensar demasiado, al contrario querés descansar la cabeza. Un producto masticado que requiere que el espectador sólo lo consuma.
A lo largo de una misma noche, la cinta sigue los reencuentros entre Joanna y Alex, un ex novio francés, y el marido de ella, Michael, y su estrecha relación laboral con Laura. Tentaciones actuales y amores del pasado se confunden, las decisiones de vida son puestas en duda y todos se enfrentan al mismo dilema: ¿hasta dónde hay que controlar el deseo y reprimir los impulsos con tal de seguir siéndole fiel a nuestra pareja? El guión de Massy Tadjedin, quien también estuvo a cargo de la dirección, tienen pinceladas de otro filme complejo y sentimentalmente movilizador, “Closer, llevados por el deseo”. En estos cuatro personajes, los celos reflejan las incertidumbres a las que se enfrentan, la infelicidad por la que atraviesan y la posibilidad de terminar con años de incómoda estabilidad amorosa. Además, acierta en retratar la mecánica interna de una pareja consolidada en su superficie y resquebrajada en lo más profundo de su intimidad. Keira Knightley es versátil, de eso no hay dudas, y sus cualidades como actriz hacen de sus complejas criaturas personas llenas de matices. También cabe destacar el camino que se encuentra recorriendo Eva Mendes, rechazando roles de bomba sexy y encarnando mujeres con mayores preocupaciones que resaltar un entallado escote.
Una vida perfecta puede no ser la más feliz. Algo así le ocurre a los personajes de “La última noche”, el filme que encabezan la inglesa Keira Knightly (la heroína de “Expiación, deseo y pecado”) y Sam Worthington (el protagonista de “Avatar”). Ambos interpretan a un matrimonio que lo tiene todo. Y sobre todo, mucho amor compartido. Pero la fórmula puede fallar cuando aparecen sospechas de infidelidad y traición. Eso propone la directora debutante Massy Tadjedin. La cineasta se acerca con delicadeza al conflicto. Primero impone a sus personajes una gestualidad ambigua y signos aparentes de seducción, y luego palabras que pivotean entre la galantería ambigua y la pura cortesía. Ese es el mayor acierto de este filme que reflexiona sobre el tema de la traición con elegancia y sin subrayados.
Parejas de conflictos impostados y anodinos Un abordaje insustancial, sobre cualquier tema, coincide con una puesta en escena igualmente sosa. O al revés. Y éste es el modus operandi del cine norteamericano, salvo excepciones honrosas y marginales, que lejos están de ser interpretadas por "luminarias" como Keira Knightley. A propósito de Knightley. Se la recordará como parte de Orgullo y prejuicio (2005), Expiación, deseo y pecado (2007) o como partenaire justo --por igual de anodino-? de Orlando Bloom en la saga de Piratas del Caribe. Es cierto, hay excepciones, están la notable Nunca me abandones (2010) o, más o menos, Regresiones de un hombre muerto (2005) del inglés John Maybury, en donde se despoja de sí misma y hace, un poquito, hervir la pantalla. Es decir, el problema con la Knightley es que enciende tanto deseo como sus uñas cortadas al ras. En el otro ángulo: Eva Mendes. Aquí sí. Morena que es reguero de fuego. Pero con tantas condiciones de actriz como las del estereotipo que es. Los rasgos geométricos --físicos, actorales-? de Sam Worthington (Avatar) completan un primer triángulo que habrá de volverse montaje paralelo entre dos noches: Worthington tiene viaje de trabajo con la Mendes, la Knightley sospecha la atracción entre ellos y lo reta, mientras por azar repentino aparece un antiguo amante suyo (Guillaume Canet). Ambas noches, entonces, narradas simultáneamente, desde un montaje lastimero, que pretende jugar los diálogos mantenidos por las parejas como réplicas de un mismo diálogo general. ¡Y los lugares comunes! A saber: la Knightley es escritora y su oculto amigo de la sonrisa afable... ¡también! Eso sí, no se sabe muy bien qué escriben, solo "libros". Visten con las mejores galas y parlotean del modo más banal. Worthington, en tanto, forma parte de una empresa seguramente exitosa, provista de empleados orgullosos de sus trajes y la pertenencia social, que miran con disimulo las curvas de la Mendes e invitan a alargar la noche con un "trago". Las idas y vueltas entre las parejas, sus decires y flirteos, son tan "incentivadores" como el demorado final de la película (si bien ésta dura sólo noventa minutos). De todas maneras, algo de reconocimiento habrá que señalar al desenlace "inspirado" de La última noche, cuya ambigüedad cierra mejor desde el título original, ya que Last Night puede remitir tanto a la noche de anoche como a la última y terminal. En fin, mejor recordar aquella máscara que escondía y desocultaba lo inconfesable, es decir: Ojos bien cerrados (1999) y su mirada de grieta y abismo. Pero se trataba de Kubrick.
La infidelidad es un misterio a resolver. En Nueva York, el amor de un matrimonio joven se pondrá a prueba cuando Michael (Sam Worthington) realice un viaje de negocios con Laura (Eva Mendes), su atractiva nueva colega; y su esposa Joanna (Keira Knightley) se encuentre con su antiguo compañero Alex (Guillaume Canet). Ambos se sentirán tentados por sus acompañantes. A lo largo de una noche tomarán decisiones que pueden tener consecuencias para el resto de sus vidas. Al menos hasta el momento en que uno se descubre inmóvil e híperatento mientras observa sus primeros minutos, La última noche era sólo el título mediocre y poco invitante de la ópera prima de una cineasta llamada Massy Tadjedin. Entre ambas instancias lo que media pasa principalmente por los diálogos, pero también por los buenos intérpretes cuyos gestos y movimientos acaparan toda la atención. Además, y junto al magnetismo que provocan los interesantes intercambios verbales y el trabajo actoral, aparecen otros elementos que completan ese dinamismo, como el simpático jugueteo con el plano y contraplano que por momentos incomoda con su descontextualización o la música, que como si representara las condenas de la moral y la sociedad, acompaña a los personajes con cierta gravedad constante. Justamente, el mayor acierto en La última noche está en reunir los elementos necesarios para que se produzcan el suspenso y la tensión, pues así es como refleja lo más denso de la infidelidad: la incomodidad, las culpas y los deseos reprimidos conviven más cerca aún de los personajes que el erotismo o la seducción. Consciente del lado angustioso del adulterio que absorbe a sus protagonistas, Tadjedin coloca la puesta en escena en favor de ese conocimiento. No obstante, todos estos esfuerzos parecen rendir fruto de forma desproporcionada, ya que las escenas que comparten Knightley y Canet son considerablemente más logradas en ese punto. Las secuencias que protagoniza la otra pareja de amantes (interpretada por Mendes y Worthington) pierden fuerza frente a la intensidad de aquellos, lo cual da cuenta de un mayor descuido y de una pérdida de eficiencia en la combinación de recursos técnicos que sí funcionaba anteriormente. Si La última noche contara con su fortaleza dentro de ambos relatos y si, a la vez, no se esforzara tanto por remarcar ciertas situaciones con planos como el que precisa cortar la toma y acercarse a la mano de Joanna sobre su cartera ante la preocupación de que llame su marido mientras está con Alex, la fluidez y naturalidad derivadas quizás alcanzanzarían a terminar de cerrar la idea general. Así, la potencialidad del planteo de esta historia de (¿des?)amor como un acertijo a resolver carece de la solidez suficiente para completar su visión sobre la infidelidad. Pero, aun con sus debilidades, la película de Tadjedin nunca llega a perder uno de sus puntos más fuertes: el misterio, la interrogación. Sin develar las verdaderas consecuencias de las acciones de sus personajes luego de esa noche y con cuidado de no dar respuestas o soluciones, la gran duda del desenlace queda reservada al espectador. Aunque en realidad, y una vez más, Tadjedin nos ha dejado una pista, y justo detrás de la mediocridad del título: ¿Por qué (o con quién) ha sido la última noche?