Hola, venganza Que los surcoreanos vienen salvando del tedio y el estancamiento terminal al cine de género desde hace -por lo menos- dos décadas no es precisamente una novedad a esta altura del partido, ya que mientras que los estadounidenses y sus secuaces del resto del globo se la pasan infantilizando las historias y saturando de CGI a las imágenes, los asiáticos en cambio exacerban el sustrato dramático, suelen regalar toneladas de gore y para colmo gustan de quebrar todos los tabúes posibles en materia de lo “políticamente correcto” a nivel de la estructura del relato y los vínculos varios entre los protagonistas, esos que por lo general derivan en tragedias más grandes que la vida misma. Sumada a la clásica combinación de géneros y estilos narrativos (ésta es una característica común a toda la producción cinematográfica del lejano continente), muchas veces en las propuestas surcoreanas descubrimos una intención para nada sutil de salir a pelearle a Hollywood en su propio terreno, léase el “gran espectáculo”, pero sustituyendo la impersonalidad de los films actuales de los estudios norteamericanos por una identidad autoral a la vieja usanza. La película que nos ocupa, La Villana (Ak-Nyeo, 2017), es otro ejemplo de la capacidad de los realizadores de Corea del Sur para construir cocoliches maravillosos que parecen sabotear cualquier pretensión de definirlos dentro de un solo enclave, porque en este caso hablamos de una epopeya dividida en tres partes bien concretas: el primer tercio del metraje funciona como un thriller de acción con un pulso vertiginoso similar al de obras como Sin Control (John Wick, 2014) y Hardcore: Misión Extrema (Hardcore Henry, 2015), el segundo capítulo adquiere la forma de un melodrama algo freak y finalmente el último tramo apuesta sus fichas a una fábula de espionaje que encaja las piezas previas para erigir otra de esas tragedias recargadas -y muy lunáticas- a las que son tan adeptos los asiáticos. Como si lo anterior fuese poco, la premisa nos presenta una antiheroína que saluda a la venganza como se saluda al vecino que se ve todos los malditos días, un esquema que asimismo le debe mucho a los primeros trabajos de John Woo, a algunos opus de Johnnie To y en especial a aquel Luc Besson de Nikita (1990) y El Perfecto Asesino (Léon, 1994). Considerando lo limitado de la historia, y cómo la susodicha se va desarrollando mediante flashbacks y flashforwards de la más variada índole, aquí conviene dar las menos precisiones posibles sobre el argumento y apenas decir que se centra en Sook-hee (Kim Ok-bin), una señorita que en la primera escena se carga a un verdadero ejército de hombres y que pronto termina en las manos de una agencia gubernamental que la condiciona como asesina sobre la base de un entrenamiento precedente igual de brutal. De hecho, el convite abre y cierra con dos de las mejores escenas de acción -por lejos- de los últimos años, la primera enarbolando una toma secuencia subjetiva que sólo en el final cambia a planos objetivos aunque hiper pegados al cuerpo, y la segunda retomando esta extraordinaria fijación con la cercanía a una dinámica homicida tan pomposa como original. El realizador y guionista Jung Byung-gil, en esta oportunidad entregando su segunda película de ficción luego de la también delirante y esplendorosa Confesiones de un Asesino (Nae-ga sal-in-beom-i-da, 2012), aprovecha al máximo las ventajas que ofrece el entramado tecnológico digital del presente para lograr escenas que dejan sin palabras al espectador y no muestran sus hilos de manera grotesca como sí hacen los norteamericanos yéndose de mambo todo el bendito tiempo en géneros como la fantasía y las aventuras: por el contrario, hoy la ambición del director se traduce en pequeñas odiseas visuales que articulan la fluidez y la energía con aquella visceralidad del antiguo cine de acción puro y duro, el de “matar o morir” sin piedad, alicientes morales, one liners bobaliconas o chistecitos al paso que relajen el nervio congénito del relato para que las almas sensibles y tímidas tengan respiro. Sin dudas lo que muchas veces se extraña en el cine contemporáneo es precisamente el desquicio que Jung plasma a lo largo de La Villana, capa visible de una valentía progresista que apunta al mercado internacional ofreciendo un combo con un poco de todo para que cada uno disfrute del ingrediente específico que se amolde a su paladar. Ahora bien, más allá de las dos secuencias ya mencionadas, la propuesta cuenta con otros instantes gloriosos de acción (pensemos en la lucha con sables arriba de las motos o la breve aunque muy poderosa -y sangrienta- contienda en paños menores) y logra que las vueltas más ridículas de la trama se sostengan con una generosa armonía estructural que sería totalmente impensada en los productos de casi cualquier otra cinematografía nacional que no sea la surcoreana (la maternidad de Sook-hee, su reconversión a actriz teatral y todos los giros que se suceden a partir de su boda son claros ejemplos de ello). Desde ya que por momentos a Jung se le va un poco la mano con una catarata de “sorpresas” que no lo son del todo porque en la mayoría de los casos llaman la atención por la sola arquitectura explícitamente no cronológica de la experiencia en su conjunto, sin embargo no se puede pasar por alto la intensidad de esta gesta de revancha y justicia al repalazo, vía una reconstitución identitaria que de tanto en tanto se ubica en la misma sintonía de la eficacia y la memoria fracturada de esa máquina de la muerte llamada Jason Bourne. Si a Kill Bill: Vol. 1 (2003) y Kill Bill: Vol. 2 (2004) le cortásemos los diálogos redundantes y la impostación sentimental amigable para con el público femenino, de seguro tendríamos una obra similar a La Villana, una epopeya ciclotímica que se hace un festín unificando la acción impiadosa y adrenalínica de los videojuegos de disparos o shooters -en primera o tercera persona, es indistinto- y una mecánica narrativa que lleva las catástrofes personales hasta las últimas consecuencias, esas que nos dejan con un único paliativo capaz de traer algo de paz: el ver sin vida el cuerpo de los victimarios y/ o responsables de tamaño dolor.
La hija de la venganza El tópico de la venganza es uno de los disparadores más interesantes dentro del cine coreano. Ya sea en los extraordinarios films de la trilogía de la venganza del director Park Chan-Wook (Sympathy for Mr. Vengeance, 2002; Old Boy, 2003; Lady Vengeance, 2004) o en las deslumbrantes obras de Kim Jee-woon (I Saw the Devil, 2010), la satisfacción del resarcimiento y la represalia han sido los motivos más importantes de la andanada de violencia y sangre vertida por el nuevo cine coreano. El segundo largometraje del realizador coreano Jung Byung-gil (Confession of Murder, 2012), coescrito junto a Jung Byeong-sik, es una combinación de géneros centrado en el thriller sobre una mujer que busca venganza por el asesinato de su padre a manos de un mafioso. Al igual que en la mayoría de los films coreanos del género la narración no es lineal sino circular, asemejando un caos controlado y agregando información cada vez que el circulo se completa, creando nuevos significados a partir de las evidencias novedosas que se le presentan de a retazos a la protagonista. La obra comienza de forma similar a los avatares de los videojuegos de cacería en los que la cámara funciona como el ojo del protagonista y del espectador. En esa escena, una joven entrenada para matar, Sook-hee, casada con un gánster que acaba de ser asesinado, se enfrenta a la pandilla que cree que es la culpable de la muerte de su marido y su padre en una batalla memorable para caer en manos de los servicios secretos de Corea del Sur. En el cautiverio estatal, Sook-hee, descubre que la han dado por muerta, está embarazada y le han realizado una cirugía estética en el rostro. Para lograr la libertad junto a su hija debe servir durante diez años en el servicio secreto y emprender un entrenamiento completo en distintas artes de infiltración y asalto que incluyen actuación y varias artes marciales para lograr salir de allí con su hija y comenzar una nueva vida. Una vez terminada su preparación la mujer se muda con su hija a Seúl donde se le asigna sin su conocimiento a un agente con el fin de controlarla y cuidarla. El agente logra vulnerar los sentimientos de la protagonista e inician una relación. Antes del casamiento entre ambos ella recibe órdenes de ejecutar un asesinato pero cuando apunta contra el objetivo descubre que el mismo es su primer marido, que no ha muerto como ella creía. De esta manera, las certezas de la mujer se desmoronan y comienza a buscar la verdad, pero su primer marido también descubre que su mujer no ha muerto y ante el intento de asesinato mueve sus piezas contra sus perseguidores y contra Sook-hee. Con gran maestría Jung narra una historia cargada de violencia, de sutilezas y pequeños detalles que se van acumulando e influyendo en el relato para poner en juego las vidas de sus personajes en escenas con un gran trabajo de cámara. La acción, el suspenso, el melodrama, la sátira, las artes marciales logran unirse a través del exceso de cada una de ellas, dejando un resto que permite una amalgama alrededor del asunto de la venganza. Las interpretaciones de todo el elenco son maravillosas ofreciendo actuaciones de gran emotividad y crudeza según el relato indica, pero la gran protagonista del opus es la dirección que se destaca en las escenas de acción y en la construcción de la historia. La Villana (Ak-Nyeo, 2017) logra crear así excelentes escenas alrededor de una historia que se va complejizando, desplegando matices, cambiando roles, descubriendo facetas como capas de una narración que parece siempre tener algún secreto más para develar que transforme nuevamente las reglas del juego a la que los protagonistas deben adaptarse. Al igual que en su film anterior, Jung plasma sus ideas en la pantalla simulando pinceladas furiosas que salpican al espectador como un artesano que busca crear una obra perfecta y personal, creando un lazo que sorprende y estimula a pensar, sentir y observar con detenimiento sin dejar ningún cabo suelto.
Parafernalia Tecno y algo de arte Podría decirse que esta película Sur Coreana con bastante buena recepción es respetable precisamente por haber logrado lo que la saga de Kill Bill no pudo. No por carecer Quentin Tarantino de las cualidades de siempre y sus genialidades plasmadas en pantalla, sino por la linealidad con la que se presentaba un relato de venganza clásico con enormes guiños cinéfilos detrás, pero que en los papeles no deja de ser eso. Por ese motivo la propuesta de Jung Byung-Gil resulta ambiciosa en materia narrativa por abrir varias lineas argumentales que oscilan entre flashbacks y flashforwards, mezcla registros que van de la más pura acción -incluida la nefasta aplicación de la lógica del video juego- y los cambios de puntos de vista vertiginosos entre primera y tercera persona, aunque debe sumarse que esa ambición también la cubre de una ampulosidad que a veces cansa. La villana es mucho más que una historia de venganza “alla Kill Bill”, a pesar de que su protagonista es una máquina de matar, entrenada y con cerebro lavado por una entidad superior, que la manipula y la utiliza con fines poco transparentes. También es una historia de búsqueda de identidad en medio de tanta violencia, sangre, muertes y exposiciones melodramáticas que nada tienen que envidiarle a los dramones italianos (nunca mejor utilizada esa frase que se le atribuye a cierto cine coreano como La Italia Asiática) como ya nos tiene acostumbrados el mix de películas sur coreanas que amalgaman a la acción los dramas humanos. No conviene revelar mucho más del argumento, más que anticipar que la acción llega desde el primer minuto con un clímax digno de la mejor pericia en la dirección para explotar en una finale a todo trapo, algo que seguramente será recordado por los amantes del género por mucho tiempo.
Con un buen equilibrio entre el melodrama y la acción sin límites, llega La villana, la película que juega con la venganza e impone el estilo violento que le dio éxito a los mismos productores de Invasión Zombie. El film ofrece un gran despliegue de luchas, persecuciones y un sangriento camino que deja detrás -y al costado- la pequeña Sook-hee -Ok-bin Kim-, quien fuera entrenada para convertirse en una máquina de matar. La jefe de la Agencia de Inteligencia de Corea del Sur -que utiliza a mujeres desorientadas para enfrentar a delincuentes- la recluta como un agente encubierto y bajo su nueva identidad, Chae Yeon-soo, una actriz de teatro de 27 años. Desde un comienzo vertiginoso, narrado a manera de video juego y con una cámara subjetiva, el público se percata de la violencia con la que la protagonista enfrenta y ejecuta a sus oponentes, iniciando una carrera contra el reloj a pesar que desea mantener una vida normal. La acción alterna pasado y presente y cuenta a través de flashbacks el hecho traumático que vivió de pequeña la protagonista -el asesinato de su padre-, uno de los móviles que desatan su accionar en pantalla, aunque por momentos la trama se enreda innecesariamente y desconcierta al espectador seguidor de este tipo de propuestas. El realizador Byung-gil Jung apuesta al juego visual y ofrece un abanico de vínculos alterados, asesinatos, traiciones, romance con el vecino de al lado y un extensa persecución a bordo de un ómnibus que se extiende hasta los minutos finales. No faltan escenas bien coreografiadas en las luchas cuerpo a cuerpo, disparos, cuchillos, hachas, motocicletas y destripe sangriento. La heroína inicia su trágico derrotero desconfiando de todo aquel que se cruza en su camino mientras intenta llevar adelante su vida de madre, esposa y asesina, entre representaciones de Shakespeare y criminales armados hasta los dientes. El espíritu de títulos como Kill Bill, Hardcore y Oldboy está presente en esta película que conserva lo mejor del género al principio y al final de la historia.
La villana, de Jung Byung-gil Por Paula Caffaro Acción en primera persona desde el minuto cero es lo que propone La villana, un film coreano que viene a sacudirte por 120 minutos. Sook-hee es una joven que ha tenido una infancia complicada y tras el asesinato del padre se monta en una travesía de venganza que la llevará por caminos realmente insospechados. La villana es un relato que pone en primer plano el ámbito de las mafias coreanas utilizando el género de acción como forma para poner en escena un tema complejo que deja miles de muertes impunes tras el velo de la clandestinidad. La particularidad del film es que al compás de la protagonista el espectador recorre cada uno de los espacios de la escenografía como si lo estuviera viviendo en carne propia. Esto sucede, en gran parte gracias al recurso que el director, Byung-gil Jung, elige para narrar. El coreano arranca con una escena de más de doce minutos en la que Sook-Hee asesina a sangre fría a un centenar de hombres presentándose en diferentes situaciones y espacios: en un gimnasio, en un pasillo infinito de un edificio, en las escaleras, en una cocina, etc. La cuestión es que ella los mata uno a uno con su arsenal de armas, las cuales cuando faltan balas emergen los cuchillos. La heroína, digna de un avatar de videojuegos, se aleja del prototipo, y es tal vez ese rasgo (sumado al gran trabajo de dirección y puesta en escena) que la película logra, durante casi la totalidad de su duración, mantener al espectador en estado de alerta permanente. Ya vimos este recurso en videoclips populares como False Alarm de The Weekend o en comerciales, así como en otros films que se pueden dar el lujo de proponer un momento lúdico dentro de su diégesis. El film también tematiza otros aspectos como la maternidad y la vida en pareja. Esbozando en el medio de tanta acción un entremés de romanticismo y hasta comedia, La villana captura no sólo una audiencia amante de la acción, sino las afines a los videojuegos, la tecnología y la luchas entre mafias orientales. LA VILLANA Ak-Nyeo. Corea del Sur, 2017. Dirección: Jung Byung-gil. Guión: Jung Byung-gil y Jung Byeong-sik. Intérpretes: Kim Ok-bin, Shin Ha-kyun, Sung Joon, Kim Seo-hyung, Jo Eun-ji, Lee Seung-joo, Son Min-ji, Min Ye-ji, Kim Yeon-woo, Jung Hae-kyun. Producción: Moon Young-hwa. Duración: 129 minutos.
Acción coreana estilizada Desde Corea llega La Villana, una película con una buena historia y una prodigiosa realización. Del director Jung Byung-Gil y los creadores de la exitosa Invasión Zombie (Train to Busan), esta película ofrece altas dosis de acción estilizada con una trama laberíntica que no da respiro. De qué se trata La Villana Sook-Hee (Kim Ok-Bin) ha sido entrenada, desde niña, para convertirse en asesina. Tras la muerte de su mentor, la joven es reclutada como agente especial para misiones secretas. A cambio de cumplir los encargos, Sook-Hee podrá retomar una vida normal. Acción, acción y más acción El comienzo de La Villana es para agarrarse fuerte de la butaca. Una cámara subjetiva muestra cómo la protagonista aniquila a decenas de hombres. Sí, acá va a haber sangre. Pero lo interesante de esta película, y te diría que de todo el cine coreano que he podido ver hasta ahora, es que no se queda en la forma. En vez de ser una película vacía y sanguinaria, La Villana transita una trama con idas y vueltas, secretos y giros. Porque si hay una cosa que los coreanos saben hacer es guiones con giros inesperados. A esto se suma la estilización de la violencia, que en los momentos menos sangrientos entrega imágenes de una belleza descomunal. En especial, hay una toma de una delicadeza… el plano, la fotografía y el arte crean una composición casi plástica. La protagonista está vestida de blanco, en un lujoso baño, apuntando con un arma. Memorable. Ver o no ver La Villana Dos cosas a tener en cuenta: corre mucha sangre. Si no te gusta, por ejemplo, el cine de Tarantino, quizás te resulte demasiado. Y lo segundo es que la trama por momentos confunde y tenés uno de esos momentos Pará, pará, pará, entonces… La historia quizás no es lo suficientemente clara y te quedás con dudas, pero eso no le resta atractivo. Por mi parte tengo que decirte que en el último tiempo estoy descubriendo el cine coreano y me fas-ci-na. La Villana resulta una película de una realización visual impecable, con una historia que entretiene de principio a fin. Puntaje: 7.5/10 Título original: Ak-Nyeo / The Villainess Duración: 143 minutos País: Corea del Sur Año: 2017
La Villana: La Venganza será terrible. El cine surcoreano de género se encuentra en auge y en esta ocasión vuelve a presentar una de sus temáticas favoritas: la venganza. Con el éxito que tuvo Train To Busan (2016), volvió a ponerse en boca de todos la cinematografía surcoreana. Es así que hemos podido disfrutar de varios films oriundos del país asiático, en especial películas de género (terror, suspenso, acción), cuya inventiva y frescura pasa por la forma en que son presentadas, narradas y confeccionadas. Estos largometrajes ponen énfasis en la realización técnica y en la innovación por medio de la forma de ser contadas más que sus historias en sí. La Villana (Ak-Nyeo) de Jung Byung-Gil (Confession of Murder, 2012) nos cuenta los acontecimientos que rodean a Sook-Hee (Kim Ok-bin), una mujer que desde su más temprana edad ha sido entrenada para convertirse en una asesina sin piedad. Cuando Madame Kwon, la jefa del servicio de información de Corea del Sur, la recluta como agente durmiente, le ofrece una segunda oportunidad. “Danos diez años de tu vida y tendrás tu libertad”. Su nueva identidad es Chae Yeon-Soo, una actriz de teatro de 27 años. Con la promesa de una libertad completa a cambio de servir a su país durante diez años, Sook-Hee emprende una nueva vida. Para esta mujer que ha vivido como asesina, llevar una existencia normal no resulta una tarea sencilla. Pero cuando dos hombres entran en su vida, los secretos de su pasado serán desvelados. El cine oriental hace años que viene compitiéndole a Hollywood en materia de películas clásicas de género, logrando mantener el interés del público mediante relatos bien desarrollados y un impecable desarrollo técnico. Además, estructuralmente suelen tener algunos recursos atractivos que no son tan utilizados en el cine norteamericano. Como bien se puede apreciar en el argumento, la historia no implica nada que no hayamos visto o escuchado previamente: Una mujer en busca de venganza. Lo atractivo de la propuesta se relaciona con las excelsas coreografías mezcladas con artes marciales y un estupendo manejo de cámara producto de una gran destreza de Byung-Gil combinado con un profundo conocimiento del lenguaje audiovisual. La Villana arranca con todo en una escena que planteará el futuro desarrollo de la narrativa del film. En un plano secuencia que arranca en un pasillo, que parece ser un pequeño homenaje a Oldboy, se nos presenta el punto de vista subjetivo de la protagonista que comienza a atacar a cuanta persona se le cruce en su camino, con una dinámica muy parecida a lo que vimos en Hardcore Henry (2015). Jung aumentará la apuesta con una escena más frenética y enérgica que la otra y subiendo la vara a medida que avanza el metraje. Su gusto por las tomas largas hacen que la película cuente con cierto atractivo extra debido a la constante apreciación de los movimientos y el ritmo hiperquinético que se le imprime tanto a los personajes como a sus coreografías. La ambición del director hace que seamos testigos de secuencias que parecen imposibles desde el punto de vista técnico. En lo que respecta al guion y a la estructura narrativa, podemos decir que comenzaremos sin saber nada de la protagonista y a medida que se desarrolla la historia se nos irá presentando información a cuentagotas con el objetivo de seguir manteniendo el suspenso y la intriga que nos llevará a querer seguir viendo. Quizás por momentos la trama se torne medio confusa y enrevesada por la enorme cantidad de flashbacks que nos hacen ir y venir en el tiempo, sin embargo, no podemos decir que está mal estructurada. Por el contrario, se nota el sumo cuidado que el realizador dedico a la confección del film. La película logra salir adelante por su magnetismo visualmente impresionante, por las buenas actuaciones que ofrecen sus actores y por la peculiar mixtura de componentes del relato. Lo que comienza siendo como una película de acción, dará paso a una especie de comedia romántica para luego volver al ámbito frenético de las artes marciales y las persecuciones. La Villana es un potente y vertiginoso viaje a través de las convenciones asiáticas sobre la venganza. Un coctel explosivo excelentemente dirigido y realizado. Un film de género hecho y derecho que merece la atención de occidente, para ser testigos del buen momento que atraviesa el cine coreano.
El cine de acción surcoreano viene creciendo en popularidad desde hace ya unos años. Con propuestas como “The Raid” en 2011 o la reciente “Train to Busan” en 2016, así como los clásicos de sangrienta venganza que el público cinéfilo ha sabido cosechar de Corea del Sur en las últimas décadas, se llegó a un punto en que leer el país de origen genera una expectativa particular para los films de este género. “La Villana” es la segunda película del director Byung-gil Jung, una historia de venganza y la reconstrucción de una vida tras perderlo todo… tan sólo para correr el riesgo de sufrir el mismo destino una vez más. Protagonizada por Ok-bin Kim, conocida por el protagónico femenino en “Thirst” del director de “Oldboy” y “The Handmaiden”, es una cinta de acción protagonizada por una brutal asesina. Su protagonista no solo tendrá el reto de las exigentes e impresionantes escenas de acción, sino también la oportunidad de desarrollar un trágico personaje de una forma tan efectiva como natural que sus contrapartes Hollywoodenses casi nunca logran igualar. Se trata de un film irregular, no tanto en su calidad, sino por el balance de géneros que propone. Es sin dudas un riesgo, uno que termina más que valiendo la pena aunque sea por sus excelentes secuencias de acción, llegando a parecer interminables en duración y fascinantes en su ejecución. Es un placer tener mercados de cine como el surcoreano donde se encuentran tamañas producciones para equiparar el nivel de calidad de las mejores de Hollywood, mientras que no tienen ninguna obligación a seguir una fórmula o conjunto de reglas para maximizar las ganancias al estudio de turno. No caben dudas de que si este guion hubiese sido producido en un mercado como el estadounidense, no hay forma de que no hubiesen partes alteradas… por no decir completamente eliminadas, seguramente pensada como una locura el simplemente considerarlas antes de verlas finalizadas en la pantalla. Para evitar todo tipo de spoilers, solo diremos que por más que la trama propiamente dicha siga una lógica natural del género, obtiene una personalidad muy particular debido al juego de géneros que propone. Un delicado balance del que sale victoriosa, y digna de celebración, gracias a la capacidad de su director por mantener un tono dinámico pero conciso durante todo el film. Acción imperdible, complementada con un valorable ejercicio por parte del montaje y la dirección, así como un atrapante drama y thriller que se aseguran mantener a la audiencia atrapada mientras trata de procesar todo lo que se le revolea por la cabeza.
Si querés ver sangre salpicar por todos lados, esta es para vos. La cámara por momentos nos pone al hombro de esta protagonista (Kim Ok‑bin) una temible asesina serial de nombre Sook-hee que nos va contando de forma no lineal su paso por una carrera sangrienta cometida con diferentes tipos de armas y donde va dejando tendales de muertos en sus macabras misiones. Tremenda película de Corea del Sur donde también se desarrolla la peli. Ella trabaja para una agencia con esa modalidad mafiosa donde es imposible salirse para poder vivir una vida normal y tranquila. Más aún cuando el pasado es tan siniestro y oscuro donde la venganza aparece y re aparece hasta el final. Dirige Jung Byung-Gil y en diferentes momentos del film más pareciera que estamos dentro de un brutal videojuego.
Allí donde “Kill Bill” y “La novia del cabello blanco” culminaban su propuesta Jung Byung-Gil va más allá, y en la historia de una mujer reclutada para cumplir misiones y así expiar culpas explora el soporte hasta lugares insospechados. La cámara gira y juega, envuelve a la protagonista y su raid de muerte y sangre, pero además da espacio para que el amor y la historia de búsqueda y lucha por recuperar lo perdido, configuren, sin dudas una de las películas más impactantes de los últimos años.
Destreza única La villana (Ak-Nyeo, 2017) es una película de acción dramática surcoreana dirigida por Byung-gil Jung, escrita por él y Byeong-sik Jung. De los creadores de la exitosa Invasión Zombie (Train To Busan, 2016), la película nos cuenta la historia de Sook-hee (Ok-bin Kim), una mujer que en su infancia fue testigo del asesinato de su padre y desde ese momento ha sido entrenada para matar. Al ser más grande, viuda y con una beba, el servicio de información de Corea del Sur la deja tener una vida normal con una nueva identidad. Todo se complicará cuando al mudarse su nuevo vecino comience a interesarse en ella y otro hombre de su pasado reaparezca, sumergiendo a Sook-hee en una espiral de venganza. Puede que nos encontremos ante las mejores secuencias de acción del cine en lo que va del año. La película no pierde su tiempo y desde los primeros minutos muestra de lo que está hecha: coreografías espectaculares, muchos tiros y sangre, un manejo de la cámara bestial, escenarios oscuros, con variados pasadizos largos, y una protagonista de lo más badass. Desde sus ojos somos testigos cómo va eliminando a cada uno de sus enemigos, lo que genera una experiencia en primera persona muy satisfactoria, casi como si estuviéramos dentro de un videojuego. El uso de los colores también está muy bien manejado. Cuando Sook-Hee debe luchar el negro inunda en la fotografía, cuando consigue una nueva vida la luz se abre paso. Sin embargo las subtramas, con aspectos del thriller y románticos, hacen que el film decaiga. El relato se torna confuso, no llegando a distinguir desde un primer momento qué es flashback y qué sucede en la actualidad. Una vez que la acción retorna, la cinta vuelve a ser tan buena como su comienzo. Un error gravísimo se basa en el título del film: la realidad es que no tiene nada que ver con lo que vemos en pantalla y no se entiende por qué decidieron llamarlo así. Sook-hee nunca llega a ser “mala”, actúa de acuerdo a lo que le hicieron pero no tiene crueles intenciones. Si alguien la lastimó por donde más le duele, ella sin dudarlo recurrirá a la venganza. Esto queda plasmado como una forma de obtener justicia, no como que es una “villana”. A pesar de una historia enrevesada, La villana ofrece el entretenimiento buscado con persecuciones, explosiones y cuchillazos a la orden del día. No apta para personas que se impresionen con la violencia, sí para los fanáticos de la acción súper bien realizada.
Sangre, algo de sudor y muchas lágrimas Si mezclamos Kill Bill (2003) con Nikita, la cara del peligro (Nikita, 1990) surge La villana (Ak-Nyeo, 2017), una extraña combinación de matanzas al por mayor y una historia de traiciones personales cargadas de interesantes juegos de cámara que hacen sentir al espectador en una montaña rusa de violencia. La historia nos trae a Sook-Hee (Kim Ok-Bin), quién de niña sufrió el asesinato de su padre a manos de un sicario. Huérfana, la niña integra un clan secreto de entrenamiento en una elite de asesinas por encargo. Ya adulta, con una hija y tratando de rehacer una “vida normal” como la película sugiere textual, Sook-Hee se topa nuevamente con su pasado y encuentra más de una traición personal para que la venganza sea muy pero muy despiadada. La película apela a la originalidad en la filmación de espectaculares escenas de acción. Así comienza, con un sinfín de loables movimientos de cámara que registran una de las misiones de Sook-Hee como si se tratara de un videojuego: la cámara reposa en su mirada subjetiva y su arma liquida a cada matón que se presenta frente a ella. No conforme con ello, el movimiento sigue hacia una espada, una persecución en motocicleta a toda velocidad o saltos desde la altura. Con el movimiento del cuerpo, la cámara pasa de un lado a otro en una vertiginosa coreografía de artes marciales. El espectáculo que el despliegue visual genera se ve afectado por la carencia de peso dramático en los personajes. Al igual que un videojuego los personajes son simples marionetas por las cuales uno no puede sentir ninguna emoción. Por eso, pasado el frenético inicio, la película deja la cámara más quieta en una narración de amores, traiciones y venganzas filmadas al modo clásico. Entendemos los motivos de los violentos actos de la protagonista, su sufrimiento y anhelos deshechos por un par de personajes inhumanos. Ahora sí la matanza adquiere carnadura, su violencia se justifica narrativamente y la película se permite retomar los iniciales movimientos de cámara. Para entonces la espectacularidad impacta con fuerza y deslumbra con la misma tenacidad. En el medio se desarrolla una trama de espionaje con agentes de doble identidad cuyos personajes no se sabe con exactitud si pertenecen al lado del bien o del mal, o incluso si los muertos están realmente bajo tierra. El objetivo, sorprender al espectador desde el relato con las mismos resultados que con los efectistas recursos audiovisuales. La villana combina de manera brillante los nuevos recursos tecnológicos que permiten poner la cámara en lugares insospechados, con una siempre efectiva narración clásica que refuerza el drama en el sentido primitivo del género de acción (traiciones personales que derivan en cruentas venganzas) para articular innovación en la forma de filmar con personajes que se tornan emblemáticos.
Acción extrema made in Corea El director Jung Byung-Gil responsable de la fundamental “Confessions of murders” nos trae esta verdadera joya del cine oriental más violento Desde niña, Sook-Hee ha sido entrenada para convertirse en una asesina. Luego de la muerte de su mentor es reclutada por Madame Kwon, la jefa del servicio de información de Corea del Sur, para ser agente del gobierno. Con una nueva identidad como actriz de teatro deberá hacer frente a su violento pasado que se niega a soltarla. Las heroínas del cine de acción están gozando de muy buena salud. Desde aquella Inolvidable Nikita de Luc Besson hasta la seminal performance de Tarantino con su Kill Bill ha corrido mucha agua bajo el puente. Desde Angelina Jolie como una sicaria en Se Busca hasta Charlize Theron masacrando villanos en Atómica, las chicas de armas tomar han ganado un lugar en un tipo de cine que parecía exclusivo de los héroes de acción inflados por anfetaminas. ¡Enhorabuena! Pero el cine coreano, tan especial y tan único a la hora de rodar cintas de acción violentas, se debía una buena película de "asesina implacable", y esta llegó con La Villana. Tan imaginativa y alocada como cualquier largometraje del genero hecho en ese país, la cinta en cuestión suma además una labor extraordinaria de su protagonista Kim Ok-Vin, enérgica, salvaje, implacable e irresistible. Las escenas de acción, están generesomente regadas de sangre, pero además presentan elaboradas coreografías e intrincadas puestas de cámaras. Todo presentado con un montaje frenético al ritmo de una música poderosa y una iluminación de brillante sordidez. Como muchas exponentes del cine coreano, aquí también el argumento es laberíntico y demasiado entreverado, pero condimentado con estilo y potencia, lo que hace del filme un cóctel irresistible para los cultores del genero. Una trama de venganza y redención, con algo de viñeta y otro poco de estética de video juego violento, que en manos de un experto cineasta logra posicionarse como una pequeña gema a descubrir.
La villana es un caso contundente del esnobismo que suele reinar en la crítica de cine y en especial en festivales internacionales como el de Cannes. Que una producción de medio pelo como esta haya sido ovacionada este año en Francia es un delirio incomprensible. Si bien no es para nada una mala película no tiene nada de especial para que despierte semejante reacción. En las últimas décadas el cine coreano brindó auténticas joyas dentro del género policial y de acción, pero La villana no representa el mejor esfuerzo de la producción asiática. La gran debilidad y desventaja de esta obra del director Byung-gil Jung (quien ofreció una propuesta superior en Confession of Murder) es que se trata de una película contaminada por la influencia del cine occidental. La historia roba numerosos elementos de propuestas populares como Kill Bill, de Quentin Tarantino, la infaltable Nikita de Luc Besson, y hasta The Raid, de Gareth Evans, algo que le quita originalidad y sobre todo personalidad a esta historia. Esos personajes complejos y giros sorpresivos en los conflictos que son habituales de encontrar en el cine coreano acá brillan por su ausencia, ya que se refrita un concepto argumental que vimos millones de veces. No hay ningún lugar para la sorpresa y todo se desarrolla de un modo muy previsible con una historia que llega a las dos horas de manera innecesaria. Lo mejor pasa por la elaboración de las secuencias de acción que son muy buenas y contribuyen a que el trillado argumento sobre asesinas implacables sea más llevadero. El director abre el film con un gran plano secuencia filmado desde el punto de vista de la protagonista (a lo Hardcore Henry) que es extraordinario. Sin embargo, tras la presentación del personaje principal el atractivo de La villana enseguida se desvanece por completo. Como propuesta de acción se deja ver pero las reseñas que tuvo en la crítica fueron muy exageradas. Sin ir más lejos este año el cine norteamericano ofreció películas como John Wick 2, Drive Baby y Atomíca que son completamente superiores a esta producción coreana dentro del género de acción. Los amantes de las producciones asiáticas podrán disfrutarla pero no deja de ser un proyecto menor de un país que suele brindar obras de mayor nivel.
Tras su estreno mundial en el marco de las Funciones de Medianoche del último Festival de Cannes y de su reciente paso por Mar del Plata como parte de una amplio foco y movida promocional del cine coreano, se estrena comercialmente en Argentina esta nueva película del talentoso director de Confesiones de un asesino (2012), que tiene a una misteriosa joven (Kim Ok-Vin) como una auténtica máquina de matar. Un film construido con indudable virtuosismo narrativo y formal, pero que no cae en la vuelta de tuerca innecesaria ni el regodeo caprichoso. La acción arranca de manera frenética con una joven formada en China que (todavía no sabemos por qué) se pelea y termina con la vida de varias decenas de personas que, por el atuendo, parecen mafiosos. Como en Hardcore: Misión extrema, del ruso Ilya Naishuller, la acción comienza con una larga secuencia con cámara subjetiva en la que vemos el martillo en la mano de la protagonista y los puños, piernas o el elemento del que se valga para la lucha. Así hasta que le pegan y se golpea con la cara en un espejo. Será mirarse y cambiar el punto de vista. Pero la acción no cesa. Lo que comienza como una historia de venganza, muta cuando una agencia (¿para?)estatal coreana atiende a sus habilidades para la acción y la recluta, la secuestra, a fin de someterla a un entrenamiento riguroso. Parte de la abducción tiene que ver con un estricto control que incluye una vida como actriz de teatro y una pretendida relación amorosa que no es sino una herramienta de vigilancia. Podemos imaginar cómo termina esa relación (principio básico robado de la comedia romántica), pero no todas las vueltas de tuerca de una trama que sorprende, pero no se complica innecesariamente. Tal como sucede con las peleas, en todo momento se entiende lo que estamos viendo; las sorpresas no son fruto del capricho o la traición a la lógica del relato. Otro hallazgo del cine de género coreano. Y van...
Violencia sin respiro, pero bien llevada El comienzo de La villana es uno de los mejores del cine de este año. Un plano secuencia, con cámara subjetiva, establece la audacia de la película de Jung Byung-Gil y su ultraviolencia sin respiro; aunque también conviven en el film el romance trágico con tintes de telenovela o del drama televisivo coreano. Ese aspecto de La villana es el menos atractivo por la repetición de lugares comunes del culebrón. Pero lo que en otra película sería difícil de soportar acá queda relegado a un segundo plano detrás de la potencia de su protagonista femenina y las impactantes escenas de acción. La clave es la supremacía del trabajo de los dobles de riesgo, del diseño de coreografías de las peleas y una puesta en escena pensada para aprovecharlos.
Directo de Corea del Sur llega "La villana", de Byung-gil Jung, una historia de venganzas trepidante en acción, que intenta anclar en el drama. ¿Estaremos frente a una nueva ola de cine de género surcoreano en nuestro país? A los éxitos de crítica y taquilla de "Invasión Zombie", y "En presencia del diablo", se les suma ahora el estreno de La villana, la segunda y más nueva película de Byung-gil Jung, director de "Confesiones de una muerte". "La villana" es una película de acción con todas las letras, a raudales, y en la cual todo el despliegue técnico se encuentra al servicio de este fin. El goce para los seguidores del género será absoluto. Pero también, esta atención primaria en la acción, hace que se descuide el fundamento de lo que se esté narrando. La historia es más bien sencilla. Sook-He (Ye-Ji Min) es una niña que pierde a su padre en manos de un sicario. Ya huérfana, es reclutada por un clan que recluta mujeres para entrenarlas y transformarlas en asesinas a sueldo. Siendo una mujer adulta (Kim Ok-Bin) y con una hija, bajo una nueva identidad, intenta rehacer su vida. Pero el pasado no la abandona y se hace presente para que descubra una serie de traiciones que la llevarán a su venganza definitiva. "La villana" puede hacernos recordar al algo olvidado éxito de Renny Harlim, "El largo beso del adiós", con Geena Davis como una ama de casa que recobraba la memoria perdida y recordaba del peor modo haber sido una agente secreta. Hay varios puntos en común entre ambas. Pero allí donde aquella asumía tener una historia que era una excusa para rodear las escenas de acción (más básicas que en este caso);" La villana" disfraza su historia sencilla de varias vueltas y giros extraños, que solo logran confundir innecesariamente Byung-gil Jung junto al director de fotografía Jung-hun Park, la música de Ja wan Koo y el equipo de edición, logran un despliegue escénico impresionante. Desde el arranque la acción no da respiro, y el uso virtuoso de la cámara acompaña con movimientos increíbles y una coreografía perfecta. Sin llegar a ese preciosismo artificial post "El tigre y el dragón", las coreografías de acción de "La villana" nos introducen en medio de la escena como si fuésemos testigos in situ de la acción real. La adrenalina traspasa la pantalla y nos contagia. Hasta podríamos decir que a cada espectador se le debería entregar un joystick “falso” y hacerlo sentir como si manejase un videojuego. Entre estas escenas de acción que suben el nivel a un lugar altísimo, "La villana" pretende jugar al drama, buscándole las razones de ser a las actitudes de todos los personajes; y es ahí en donde hace algo de agua. La trama se complejiza en apariencia pero no en sustento, los personajes aunque parecen profundos no dejan de ser simples arquetipos a función de lo que busquen las escenas de acción, y se siente lo forzado del armado. Por supuesto, en el resultado final, lo que quedará serán los maravillosos momentos de acción, los homenajes (no tan) encubiertos a clásicos del género, y Sook-He como una suerte de anti- heroína que el público puede amar sin demasiado esfuerzo. Los traspiés dramáticos no llegan a afectar en gran medida la tónica, porque realmente no es lo que el espectador fue a busca en un primer momento, es simple relleno. Byung-gil Jung se esfuerza más de lo necesario en que su segundo film "La villana" sea perfecto. El intento por darle sustento a un film de acción resulta impuesto. Por suerte, lo que debería ser una película de acción pura está ahí y es tan vertiginosamente encantador que hace que el resto poco importe.
Hay mucha sangre en la ultraviolenta historia de la asesina profesional que se ha convertido en un éxito global para el cine de acción coreano. Adrenalínica, intensa y voraz, La Villana obliga a ordenar un argumento algo confuso, pero cuyas piezas -pasado, presente, traumas viejos y por venir- van encajando a medida que avanza el relato. Sin vergüenza, el director Jung Byung-gil (Confesiones de un asesino) se aleja de lo cool, en plan Kill Bill, para abrazar el melodrama puro y duro. Ciertamente, la película no inventa la pólvora, y los links a Oldboy y a la Nikita de Luc Besson están servidos. Pero la espectacularidad de sus largas y provocadoras secuencias de acción, deja en segundo plano cualquier falta de originalidad.
Mezcla de Musetta y de “Kill Bill” Esta película coreana no es demasiado original, ya que luce como una mezcla de "Nikita" de Luc Besson con toques obvios de "Kill Bill" de Quentin Tarantino. Lo que sí es diferente son las creativas masacres, empezando por el largo prólogo donde la protagonista, sola, liquida más o menos un centenar de pandilleros armados hasta los dientes. Luego la historia se va centrando en cómo ella es captada y adoctrinada por un organismo de inteligencia que no sólo pule sus dotes de asesina, sino que perfecciona otros aspectos de su personalidad para que pueda interactuar con el resto de la sociedad, e inclusive le enseña actuación, lo que determina que en su vida "de civil" la protagonista sea toda una actriz. Las escenas de acción son imaginativas, pero el estilo narrativo no es demasiado claro, y los cambios de ritmo que abundan no ayudan a la fluidez del film, que se empantana un poco al abusar de los flashbacks complicando demasiado la historia. Eso sí, los que busquen super acción y ultraviolencia la tendrán en abundancia.
El comienzo de la película del surcoreano Jung Byung-gil es absolutamente desenfrenado, hay una acción enloquecida donde una mujer menuda y letal batalla sin pausa y con una precisión letal contra un verdadero batallón de hombres de acción. Cuando todo queda sembrado de heridos y muertos, la supermujer en cuestión es apresada por una suerte de agencia, que con el tiempo se devela, entrena a mujeres para ser asesinas perfectas. Además de luchadoras, sabrán actuar, bailar, cocinar, encantar. Esta primera secuencia de acción trepidante, tendrá otras réplicas, todavía mejor logradas e impresionantes. Pero también un paso por el melodrama, los secretos del pasado, el amor hacia una hijita, los secretos del pasado que se conocerán en cuentagotas y un amor que nacerá entre los que no deben enamorarse. Juegos constantes de dobles identidades, destinos que se alteran, contrapuntos entre poderosos y títeres, entre fuertes y débiles, y la imperiosa necesidad de redención de cada uno de los protagonistas. Entretenida y desaforada, se inscribe en la galería de mujeres superpoderosas que sin embargo tienen su lado tierno. Un cine que parece no tener ninguna originalidad y que recuerda otros films pero que sin embargo se construye con poderosa personalidad.
El Cine Coreano viene pisando fuerte en los últimos años, demostrando que se pueden contar historias de tinte autóctono sin por ello tener que renunciar al atractivo comercial, demostrando que este puede estar codo a codo con la solidez artística. La Villana es una propuesta que tenía todo para ser un ejemplo más de esta prestigiosa lista, pero encuentra un desbarranco a mitad de camino. Nikita a la Coreana: Sook-Hee es una joven que pierde a su marido y busca vengar su muerte, pero en su camino se cruzará con una agencia que desea reclutarla y utilizar su odio para concretar dudosos propósitos. Paralelamente, se vuelve madre de una hija y encuentra el amor en un vecino de su edificio, a quienes debe ocultarle su doble vida, aparte de protegerlos de los mafiosos que la tienen en la mira. La Villana es un guion que ofrece los dos resultados (positivos y negativos) de un experimento particular. La primera mitad toma dos líneas narrativas; una que va hacia adelante y se alterna con otra que va hacia atrás. Es en esta instancia donde la mente del espectador se llena de preguntas y curiosidad, por lo tanto se muestra pendiente de cómo se desarrollan los personajes. Mientras esta primera mitad es innovadora (incluso cuando su premisa se parece peligrosamente a la de Nikita, de Luc Besson) e impredecible, la segunda es todo lo contrario. Es en esta instancia donde los agujeros narrativos, las incoherencias y las predictibilidades empiezan a saltar por todos lados. Infortunadamente, una película es un todo, y esta segunda mitad echa por tierra una propuesta que pudo haber terminado en lo alto. En materia técnica, La Villana cuenta con un gran trabajo de fotografía y dirección de arte, casi siempre en colores fríos. Sin embargo, lo que destaca es la manera en que son coreografiadas las peleas y cómo la cámara se incorpora a dichas acciones. Los primeros 10 minutos del film son una pelea filmada en primera persona, hecha con mucho ritmo y fluidez. Desgraciadamente, a medida que pasa el metraje uno no puede evitar notar que pusieron todas sus fichas en generar esta buena primera impresión, y no encontraron la manera de hacerla perdurar. En el montaje es donde más quedan en evidencia los tropiezos. La primera mitad, aunque compleja, es dueña de una edición dinámica y con un gran poder de síntesis. Atributos que desaparecen en la segunda. En materia actoral, el plantel de intérpretes se prueba bastante eficaz; no hay mucho para criticar, pero tampoco para elogiar. Conclusión: Si bien válida de contundentes proezas visuales y actuaciones eficientes, La Villana, como un todo, resulta ser un título que no consigue sostener las mejores virtudes de su propuesta narrativa. Aunque la complejidad de las coreografías pueda llegar a cautivar a los consumidores asiduos del género de acción y artes marciales, lo que ocurre entre una escena de acción y la otra puede ser lo que desilusione.
Cuando la venganza tiene cara de mujer. Como en La asesina, de Luc Besson, la protagonista es prisionera de una organización para la que presta sus servicios criminales, pero aprovechará sus dotes para cobrarse viejas cuentas. Si en los últimos veinte años el cine coreano se ha mostrado capaz como ningún otro de darle nueva vida a los géneros de acción, mediante una doble operación de recarga y combinación con otros géneros, hete aquí al más reciente hallazgo de ese korean flair, exhibido fuera de concurso en la última edición de Cannes. Seguramente sonará exótico que el director de La villana esté en este momento en Argentina, pero así es nomás. Parte de una nutrida delegación de cineastas de su país, Jung Byung-gil se halla en Mar del Plata, como invitado del Festival Internacional de Cine que se desarrolla en esa ciudad. Su segunda película de ficción (tiene un documental previo), La villana trabaja en dos planos. Por un lado, el de las largas secuencias de hiperacción, llenas de golpes, saltos, choques, tiros, cortes y patadas. Por otro, el cruce del policial de acción más improbable con el melodrama familiar más excesivo, armando lo que podría considerarse el soporte de lo anterior. ¿O será al revés? Melodrama violento de hiperacción, La villana está narrada en varios tiempos. Lo cual responde también a la más estricta tradición coreana en la materia: recordar sobre todo las películas de Park Chan-wook (Oldboy y otras), marcadas por el más estricto barroquismo narrativo. Poniendo todos los patitos en línea, la protagonista, Sook-he, sufre la muerte de su padre a manos de unos mafiosos siendo una niña, y se propone vengarla. De joven experimenta una desgracia semejante y más tarde es reclutada por fuerzas estatales como agente secreta, aprovechando sus condiciones previamente desarrolladas de asesina de élite e iniciando una nueva relación amorosa, terreno en el cual no tiene buenos recuerdos. Si bien la idea de venganza es uno de los motores genéricos del cine de acción en general, Park Chan-wook hizo de ella el hilo conductor de la llamada, justamente, “Trilogía de la Venganza”, integrada por Sympathy for Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Sympathy for Lady Vengeance (2005). Por otra parte, la condición de Sook-he, una primus inter pares que sin embargo está como prisionera de la organización para la que presta servicio, es equivalente a la de Bridget Fonda en La asesina, de Luc Besson. Como aquélla, La villana es una de superacción triste. Triste por esa suerte de esclavización a la que la protagonista es sometida, y por su historial de duelos (duelos en sentido fúnebre), a ese feeling La villana contrapone otros dos, bien opuestos. Uno son las sorpresas, dobles vueltas y “trampitas” narrativas, con el grado de manía compositiva y de juego de gato y ratón con el espectador que éstas representan. Y después están, claro, las grandes secuencias de acción, en las que Sook-he puede llegar a enfrentarse con un centenar de rivales, usando una combinación de trompadas, patadas, cuchillos y pistolas (como la inicial, tour de force de unos cinco minutos en el que la cámara mantiene la subjetiva subiendo dos pisos y cayendo finalmente por una ventana), o dos espadachines hacerlo sobre sendas motos en plano fijo, u otros dos rivales luchar también a cuchillo en el interior de un ómnibus. En todas estas escenas la lente se convierte en el tercer participante de una coreografía de a tres. La villana resulta así una película de duelos (fúnebres) y duelos (de combate), en la que los segundos son más satisfactorios que los primeros, más dibujados que verdaderamente sentidos.
Después de lo que significó a nivel mundial el suceso de Train to Busan (2016) y The Wailing (2016), el cine surcoreano vuelve a demostrar el poderío y la calidad de su industria con The Villainess, un thriller que conjuga la más desencadenada acción junto con el gore y el policial. Intrigas, laberintos, traiciones y agentes de inteligencia desfilando por las calles de Corea, todo con la profundidad a la que nos tienen acostumbrados.
Este filme es un prodigio en la utilización de la cámara, y sobre todo del montaje. Claro que en el cruzamiento de formas narrativas sin solución de continuidad y sin producir saltos molestos, sino más bien deslizándose entre una y otra, es que reside su seducción porque su historia es demasiado pequeña para las más de dos horas de proyección. A partir de alli la construcción de la misma se vislumbra como algo enredado y desmesurado. Pura acción y violencia extrema. Simultáneamente la anécdota mínima aparece como algo ya híper visto y en realidad huele (durante toda la proyección) a la deuda que este filme tendría, desde lo narrado, con aquella maravilla que es “Nikita” (1990) de Luc Besson, aunque también no se puede soslayar cierto emparentamiento con “Kill Bill” (2003) de Quentin Tarantino. La película abre con la matanza de una infinidad de sujetos, mostrado todo en un gran plano secuencia de diez minutos con cámara subjetiva, emulando la estética de un video juego, haciendo emerger al espectador como el propulsor de semejante matanza. Luego un quiebre, un plano de un espejo que nos devuelve la imagen de la verdadera hacedora de tanta sangre vertida y mostrada. El recurso utilizado deriva en un filme de acción más acorde a lo cinematográfico, sin antes establecer algo de la estética y lenguaje del comic, huida y persecución incluida, para terminar en estética de video clip, todo sin que se nos explique nada, no hay un nudo de conflicto, sólo acción pura, aspecto en el cual el director se muestra como un especialista. La historia se centra en Sook-Hee, quien ha sido criada para convertirse en una asesina perfecta, sin piedad ni empatia. Cuando es tomada prisionera queda bajo la estricta vigilancia de Madame Kwon, la jefa del servicio de información de Corea del Sur, que la convence de ser una agente encubierta, lo que se promueve como una segunda oportunidad para la joven. …"Danos diez años de tu vida y tendrás tu libertad"…. Su nueva identidad es Chae Yeon-Soo, reaparece como una actriz de teatro de 27 años. Con la promesa de una libertad completa a cambio de servir a su país durante diez años, Sook-Hee emprende una nueva vida. Para esta mujer que ha vivido como asesina llevar una existencia normal no resulta una tarea sencilla. Las vueltas de tuerca que se intentan dar al relato sólo confunden. Hay una mezcla del pasado (que se le hace presente cuando dos hombres entran en su vida) con secretos aún más recónditos que serán revelados sólo para justificar que la primera secuencia en realidad era una venganza personal, y lo que era una prueba del gobierno con un personaje se convierte en una factoría industrial, para nada artesanal como sucedía en Nikita. Si no aburre es por la adrenalina que genera desde lo visual, apoyado en la banda de sonido que da con los climas que requieren las imágenes y las actuaciones, claro, pero no mucho más. Una galería de espejitos de colores muy ensangrentados, muy bien mostrados, pero con la tecnología puesta al servicio de los mismos, no de la historia.
El cine coreano, nos vuelve a sorprender con una intrincada trama que habrá que esperar hasta el final de la película para terminar de descifrar. En La villana, el director Jung Byung-gil (Confesiones de un asesino) quién inició su formación como doble de riesgo, ofrece un espectáculo que remite inevitablemente a Kill Bill (2003-2004) y también a Oldboy (2003). Así, la película dejará satisfecho a todo aquel que disfrute el cine de acción y las historias de venganza. La escena de apertura, por sí sola, alcanza para sentir que valió la pena pagar la entrada. A diferencia del resto de la obra, que está contada de manera más convencional, esta primera escena se muestra en primera persona es decir, desde los ojos de la protagonista cuando ella entra a un edificio, eliminando a cada enemigo que se le pone delante (y son muchos). Podemos decir, sin temor a arruinar el misterio, que si bien sale de ese edificio victoriosa, es atrapada por fuerzas del gobierno que le ofrecen llevar una vida como agente secreto a cambio de no ir presa. A partir de ese punto se empiezan a suscitar una serie de flashbacks que permiten recomponer el rompecabezas de la historia de su vida hasta ese momento y luego descubrir con ella quién es quién en esta trama. La actriz protagónica, Kim Ok-vin, en su rol de vengadora realiza un trabajo excelente. Las notas de producción dicen que de 70 días de rodaje, 63 fueron dedicados exclusivamente a su trabajo, haciendo intensas escenas de lucha y coreografías con múltiples armas y oponentes. Se nota. Las escenas de acción se suceden así una tras otra hasta el final, y por momentos culminan en confusión: a quien no esté acostumbrado a ver cine asiático de este tipo posiblemente le resultará difícil en algunos pasajes seguir el hilo, o al menos ello demandará mucha atención. Pero La Villana, al fin y al cabo, es un film de género y como tal se disfruta de principio a fin.
Las películas que llegan de Corea del Sur cada vez con más frecuencia nos descubren un cine industrial distinto del estadounidense. Sin importar si se trata de un thriller, una película de zombies o de catástrofe, todo parece excesivo, engordado, como si el cine coreano hubiera encontrado una receta para reinventar los géneros y darse a sí mismo una libertad inusitada: los directores parecen capaces de hacer cualquier cosa con las imágenes, lo que les venga en gana, sin tener que preocuparse por los dictados de ningún realismo al uso. La villana está concebida como una seguidilla de dispositivos cinematográficos que tratan de conquistar los sentidos con un arsenal estilístico que incluye una larga escena en primera persona (como en Hardcore: Misión extrema), movimientos acrobáticos de la cámara, puntos de vista imposibles, cambios abruptos de tono y hasta raccords curiosos que hacen acordar incluso a los del cine moderno, tal vez a alguna película de Suzuki como Branded to Kill. El problema es que ese desfile interminable de piruetas fílmicas rápidamente opaca el corazón de la película: un thriller que toma elementos del melodrama y de los relatos de venganza. Desde el comienzo, el director acostumbra al público a las sorpresas constantes, a los planos imprevistos, a los giros en la trama. Los minutos pasan y la experiencia se vuelve un poco agotadora; los momentos de reposo narrativo, cuando no hay disparos, cuchillazos ni cabriolas visuales, resultan morosos y parecen fragmentos arrancados de otro lugar, tal vez de alguna telenovela coreana (de esas que cuentan con una producción gigantesca y dedican un cuidado microscópico a la confección de las imágenes). Si La villana aspirara a ofrecer una experiencia mayormente sensorial como John Wick 2 la cosa sería distinta, pero a Jung Byung-Gil le gusta el melodrama, el tipo quiere contar la caída del personaje femenino, cómo es que la vida de Sock-hee gira en torno a hombres que la manipulan y dirigen sus acciones (ya el asesinato del padre la empuja a un camino de venganza). Una woman’s picture con asesinos y vendettas, digamos. Pero los personajes carecen del interés como para soportar semejantes exigencias: el motivo de la pareja condenada y el de la maternidad en peligro nunca terminan de proveer el drama esperado (tampoco lo hace la relación un poco tortuosa que tiene Sock-hee con su jefa, que evoca el vínculo de madre e hija del melodrama clásico, con cachetada incluida y todo). En algún punto, la acumulación de estímulos hace que el asunto se vuelve hasta un poco molesto: La villana alterna los momentos de calma narrativa con escenas de acción que, como la del combate sobre motos, adoptan un carácter gimnástico, como si ya no importara demasiado la espectacularidad de las acciones y la película solo tratara de superarse a sí misma, de producir meramente algún nuevo prodigio técnico que sobrepase al anterior.
VÉRTIGO Y SANGRE El cine coreano de acción se encuentra a la vanguardia desde hace varios años, con puestas en escena audaces y giros inesperados que llevan a confrontaciones épicas y persecuciones a través de escenarios urbanos laberínticos. La villana, de Byung-gil Jung, explota la faceta más creativa a través de secuencias de acción que pueden ser confusas por momentos, pero en otros alcanzan un ritmo que desborda la narración misma, dando cátedra de cómo se filma una secuencia de acción vertiginosa sin perder el punto de vista (¡hola Michael Bay!). La historia es simple y retoma la fantasía fetichista de una femme fatale como Nikita, una asesina hermosa y despiadada (la actriz coreana Ok-bin Kim) entrenada de las formas más sádicas, con una historia atravesada por el dolor y la pérdida de seres queridos, siempre sedienta de venganza. El relato ofrece numerosas vueltas que van desestabilizando las nociones que podíamos tener sobre los personajes, entregando un thriller atractivo que mantiene el suspenso hasta el final, algo que se ve reforzado por un largo segmento luminoso de melodrama que fluye con solvencia entre tanta sangre y muerte. Uno de los puntos altos del cine de acción coreano es que a pesar de sus incansables secuencias de tiroteos, enfrentamientos y persecuciones, logran incluir una sensibilidad que le da otra dimensión a la narración. No siempre los giros están ejecutados de una forma que respete el punto de vista de la protagonista, a menudo los cambios de perspectiva que podemos tener sobre los personajes resultan forzados por los intereses del guión en dosificar la información para generar suspenso, un elemento que resulta desprolijo a pesar de las muchas virtudes de La villana. No es la originalidad -que además del cine de acción oriental, también tiene influencias de animés como Kite– el punto fuerte de este film, pero el ritmo vertiginoso y la oscuridad que se mantiene hasta el desenlace la hacen un gran exponente de acción. Las virtudes visuales del film se adivinan desde la introducción, donde la cámara subjetiva avanza frenéticamente asemejándose a un videojuego en primera persona (o FPS) en largas secuencias que logran mantener continuidad y coherencia cuando pasan a una tercera persona y visualizamos a la protagonista luchando desesperadamente por su vida. Una persecución incansable en un túnel a más de cien kilómetros por hora está entre las mejores secuencias, no sólo del film, sino del cine de acción contemporáneo. Vertiginoso e incansable, La villana ofrece dentro de la fórmula de acción una experiencia intensa cuyos elementos dramáticos son apenas una pequeña calma antes de la tormenta de acción que predomina durante todo el metraje. Más allá de un guión que contiene irregularidades para sostener el suspenso, se trata de un film indispensable para los amantes de la acción.
Después del éxito de Invasión Zombie, otra película de Corea del Sur llega a estrenarse comercialmente, La villana es la segunda obra de Jung Byung-Gil (Confesiones de un asesino). El film comienza con Sook-Hee buscando venganza por la muerte de su mentor y protector. Entre el caos, en lugar de ser arrestada, es reclutada por una agencia secreta de asesinos. La jefa de la organización le promete que, a cambio de diez años de servicio, limpiarán su registro y podrá tener una vida con su pequeña hija. Entre su coartada como actriz de teatro y la de una asesina, Sook-Hee intenta seguir adelante y cumplir su labor, pero su pasado comienza a perseguirla. Mientras que en Confesiones de un asesino el director combinaba un thriller policial y de suspenso haciendo peso en la intriga y el juego del gato y el ratón, en La villana la acción es el eje del relato apoyado por el peso emocional de los personajes. Sin lugar a dudas la forma de filmar la acción está cambiando y mientras algunas películas mantienen el convencionalismo de secuencias clásicas, otras se adaptan a los ritmos vertiginosos de la modernidad. En Asia las peleas con coreografías sumamente detalladas no son nada nuevo, algunos recordarán The Raid, Ong Bak o las películas de Jet Li y Jackie Chan. Mientras en Estados Unidos fue John Wick que tomó estos precedentes para alejarse de los héroes de acción de Hollywood. Y sin ir más lejos, el año pasado llegaba Hardcore Henry, una producción rusa que mezclaba estos estilos mencionados con la sensación de estar en un videojuego en primera persona. La villana hace uso de estos elementos, al principio y al final del film, con persecuciones bien logradas. Con cámaras en los lugares más originales y la utilización de efectos especiales generados por computadora. Entre medio de ésto coloca un drama romántico, que tampoco es ajeno a la filmografía de Corea del Sur, pero que aquí se mezcla con las traiciones y mentiras del espionaje y los dobles agentes.
La protagonista Sook-Hee (Ok-bin Kim) es una mujer entrenada, una máquina para matar que quiere llevar una vida normal criando a su hija Eun-hye y trabajar como actriz aunque se ve obligada a colaborar en peligrosas misiones para el gobierno y bajo las ordenes de su jefe Kwon (Kim Seo-hyung). En distintos momentos y a través del flashbacks vamos conociendo mucho más a esta increíble mujer. La trama nos brinda espionaje, mucha acción, peleas increíbles muy bien coreografiadas, sangre, violencia y explosiones, que no te dan respiro. Además en distintas secuencias conocemos secretos y explicaciones que van cautivando a los espectadores que buscan este tipo de género. Tiene algún hilo conductor con “Kill Bill”. Cabe destacar que esta película consiguió estar seleccionada en Cannes fuera de competencia.
El cine coreano es garantía de agradables sorpresas. La audacia y la falta de prejuicios a la hora de combinar géneros y climas dan como resultado películas entretenidas, pero no por eso vacías de contenido. ¿Qué mejor ejemplo reciente que La Villana (Ak-Nyeoaka, 2017)? Durante su intento por masacrar a una banda de criminales, Sook-Hee (Kim Ok-Bin) es capturada por una organización secreta perteneciente al gobierno de Corea del Sur. La idea de sus captores es entrenarla para que sea una eficiente asesina profesional, capaz de asumir otras identidades y cumplir misiones arriesgadas. Superado el duro entrenamiento, y con una hija a la que dio a luz durante esos años, Mujer es liberada para mudarse a un departamento. Ahora usa otro nombre y trabaja como actriz de teatro, pero sabe que debe estar pendiente para asumir los requerimientos que la organización le asigne de un momento a otro. Cómo si su vida ya no fuera lo suficientemente complicada, un asunto del pasado vuelve con fuerza y pondrá en peligro lo que más ama. El comienzo de la película es una declaración de principios: durante un plano secuencia falseado- pero no por eso menos efectivo-, en primera persona cual videojuego, la protagonista se carga a un centenar de criminales usando armas de fuego, espada, lo que sea. Sin duda, uno de los comienzos más frenéticos del cine de los últimos años. Después, más persecuciones, patadas, disparos y explosiones, que Jung Byung-Gil -responsable de Confession of Murder (Nae-ga sal-in-beom-i-da, 2012)- sabe coreografiar como pocos. Pero lejos de quedarse en la pirotecnia visual que enloquecerá a los fanáticos, el director logra balancear la acción con los momentos de drama, romance y algunos pasos de comedia, elementos que ocupan buena parte del segundo acto. Otro hallazgo del cineasta es la capacidad para ir y venir en el tiempo: mediante flashbacks podremos conocer la tormentosa vida de Sook-Hee, la pérdida de su inocencia, su ingreso al mundo criminal y su locura vengativa, lo que permite entender al personaje. Kim Ok-Bin sostiene el film gracias a una actuación que le permite mostrar diferentes facetas: resulta convincente a la hora de apretar el gatillo de una escopeta y en las escenas más intimistas. De esta manera, se inscribe en la tradición de mujeres fuertes de la pantalla grande. Como una relectura asiática de Nikita: La Cara del Peligro (La Femme Nikita, 1990), de Luc Besson, La Villana es un opus demoledor, un nuevo clásico del cine coreano actual, y la prueba de que la espectacularidad y el contenido hermanados siempre dan algo único.
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Como un híbrido entre Hardcore Henry y Oldboy, “La Villana” se hace paso en su comienzo violento reaccionando como premonición de lo que se va a presentar. Entre la majestuosa combinación de coreografía de pelea y manejo de cámara el film de Byung-gil Jung (Confession of Murder, Action boys) impulsa sobre sus primeros minutos una historia de violencia con respuestas inciertas. Los juegos de puños se van amontonando y la historia rápidamente da un giro argumental tomando como referencia la obra de Luc Besson “La Femme Nikita” – esto se presenta manteniendo la identidad de la protagonista principal en misterio -. El entrenamiento, los consejos de belleza, la protagonista perdida por su estilo de vida narcisista, las cámaras que sirven de testigo de los acontecimientos temporales… Si, todas similitudes alarmantes del trabajo de Besson, The Villainess es una femme nikita de Corea del Sur. Ahora bien, el film deja confusos a los espectadores por los numerosos flashbacks y las similitudes antropomórficas de los personajes (si de algo sirve, la concentración en los peinados es esencial para saber quién es quién). Los minutos pasan y las constantes referencias de otros films se van sumando, y The Villainess empieza a explorar los límites del plagio introduciendo escenas cool para evitar recaer en él. El problema es que The Villainess toma lo mejor de grandes films para homenajearlos pero no termina de convencer en su propia originalidad narrativa. Vemos un film con estilo pero carente de sentido. Otro problema que se puede apreciar en The Villainess es que nos presenta un mundo de sleeping agents – espías a la espera de una misión – demasiado tarde, la acción ocurre desde el minuto cero y cuando nos adentramos a la subtrama del espionaje, el interés sufre un quiebre y termina dividiéndose en dos: a) La acción desenfrenada b) El espionaje cerebral. Desafortunadamente The Villainess nunca consigue posicionarse cómodamente en ningúno de estos apartados y su identidad no consigue ser clara. The Villainess tampoco logra generar un claro interés por los personajes. Byung-gil Jung – no sólo es el director de la película, también es el guionista – no encuentra un punto de conexión en ningún personaje de la película, simplemente están ahí, actúan, accionan pero no logran cautivar en lo más mínimo, ni siquiera la joven actriz protagonista, Ok-bin Kim, es interesante de ver. The Villainess es un híbrido de géneros, abarca mucho pero trasmite poco. Si se busca acción se encuentra, pero no mucho más que eso.
Esta producción coreana se centra en una violenta y entrenada asesina profesional que tiene una peligrosa misión. Las espectaculares escenas de acción y persecución son lo más atractivo de esta impactante película asiática. La película de Jung (CONFESSION OF MURDER) es un salvaje viaje a lo profundo de la violencia con escenas de acción y una trama delirante como sólo los asiáticos pueden animarse a hacer. En este caso, el filme coreano (cinematografía que heredó y profesionalizó esos formato de la hoy alicaída industria de Hong Kong) bebe tanto de esas influencias como del local Park Chan-wook (ecos de OLDBOY resuenan en lo temático y también en lo formal) para narrar una historia que puede compararse con la de NIKITA, KILL BILL y tantas otras películas sobre asesinas profesionales. La película, cual videogame, atrapa desde el inicio con un largo plano secuencia (falso, pero muy bien realizado) en el que una persona que no vemos liquida a decenas de rivales en los pasillos y escaleras de un edificio. Promediando el plano veremos que es una mujer. Atrapada luego por las autoridades es encerrada en un lugar en el que entrenan a agentes especiales para misiones secretas. Allí ella tendrá una hija, saldrá y la involucrarán en una misión particularmente difícil que tiene que ver con su pasado y en la que no sabe en quién confiar. Pero entre flashbacks, complicaciones narrativas y un romance con un vecino, LA VILLANA se va enredando demasiado en su trama y deja al espectador esperando otra delirante y salvaje escena de acción. Y las tendrá. Varias persecuciones (una muy bizarra, con motociclistas y espadas) y combates sangrientos de todo tipo ocuparán la primera y la última media hora de un filme de 128 minutos que en el medio se pierde en el tedio autogenerado de su complicados giros narrativos. Pero cuando Jung vuelve a lo que mejor sabe hacer, la película crece. Más allá de cierto sadismo (muchas de las escenas más cruentas tienen niños como testigos y hasta participantes), las coreografías de acción armadas con pequeñas cámaras y Go-Pros le dan un toque muy realista que disimula los efectos digitales. Y vuelve al espectador un partícipe del delirio de sangre y muertes. Una película que funcionará muy bien con el público “de medianoche” y un director al que seguramente Hollywood ya le encargará la secuela de algunos de sus tanques.
Acción, sangre y una historia de venganza que sostiene cada una de las escenas son los ingredientes principales de la película dirigida por Jung Byung-Gil. Sook-Hee (Kim Ok-bin) es una mujer que ha sido entrenada para ser una asesina. Pero cuando es reclutada por el servicio de información de Corea del Sur para brindar sus servicios, su vida se transforma. Y aunque consigue una nueva identidad que le permitirá vivir una vida lo más normal posible, aparecen dos hombres que traen consigo secretos de su pasado. Ya desde la primera escena se percibe que La villana (The Villaines, 2017) es un film de ritmo acelerado que no le va a dar respiro al espectador. Y casi en su totalidad es así. Imágenes bien logradas y con excelentes efectos técnicos se encadenan en una historia con muchas subtramas. Porque si bien el género acción a veces puede ser superficial, este no es el caso: el público logrará comprender la forma de actuar de Soo-Hee, y en algunos momentos, conmoverse con ella. Los creadores de Invasión Zombie (Train to Busan, 2016) continúan sumándole al cine coreano películas de calidad y muchísima producción. La villana tiene como protagonista a una heroína que basa su accionar en la sed de venganza. Un film entretenido con bastante anclaje psicológico.
Olvídese de las películas de acción que nos mandan de Hollywood, olvídese de los tanques. Aquí tiene lo mejor del género en un melodrama protagonizado por una mujer asesina a la que obligan a entrar al servicio del Estado por diez años para ganar su libertad, pero a la que se le cruzan viejas deudas y necesidad de venganza. La historia es tremenda, pero lo que aquí es increíble son las secuencias de acción, años luz por delante -en audacia, creatividad y claridad- de lo que el cine mainstream se anima a hacer. Hay peleas con espadas, dagas y patadas narradas en cámara subjetiva, hay un duelo de espadas con motos a altísima velocidad que resulta increíble. Hay una intensidad absoluta que está muy por encima de lo que el cine es capaz de ofrecernos hoy. Sí, es una película divertida, pero también es una historia tensa sobre un personaje conmovedor que tanto recuerda a La Novia de Kill Bill como al Samurai de Alain Delon. Referencias aparte, la película realmente quiere, mediante la acción, introducirnos a lo que sucede en el personaje principal. No la deje pasar, merece la pantalla grande, lo más grande posible.