Un filme que retrata el abandono en diferentes esferas. Crítica Lejos de Pekín. La película dramática argentina “Lejos de Pekín” abre un paraguas de percepciones al espectador. A través de imágenes representativas expone la realidad social misionera con una mirada poética y metafórica. Por. Florencia Fico. Resultado de imagen para lejos de pekin pelicula La trilogía que comenzó el realizador misionero Maximiliano González; con los filmes como: “La Soledad” y “La Guayaba”. En las cuales el tema giraba alrededor sobre la problemática social de las mujeres de la región de Misiones, en la zona norte argentina. En el primer audiovisual plasma la tormentosa historia de niñas madres, la trata de personas y sus consecuencias el matrato y abuso sexual constante. En el segundo se contactó con las asociaciones o refugios de las víctimas registró sus condiciones. Éste cierra con la falta de asistencia monetaria en la localidad, casos de violencia de género y la precariedad. En ésta última edición narra la historia de María( Elena Roger) y Daniel (Javier Drolas) que poseen 40 años y cuentan con ocho en matrimonio y no tuvieron la oportunidad de concretar el anhelo de ser padres. Ellos han completado los trámites para la adopción y se trasladan a la provincia norteña para seguir con el mecanismo. En el momento de su llegada la asistente social que los guía en la estadía de vinculación los pone en un momento crítico tras aquella reunión deseada y soñada, las acciones no pasan como ellos querían. El director y guionista Maximiliano González en ésta cinta demuestra a través de una manifestación artística las necesidades de diversas personas que bien son el reflejo de la comunidad argentina. En primer lugar por ejemplo, en una toma se muestra a una pareja en un rancho ella amamantando a su hijo y su esposo mirando la ventana con un martillo sin usar lo que evidencia una clara relación el cuadro realista “Sin pan y sin trabajo” de Ernesto de la Cárcova un directo mensaje que expresa pobreza, desempleo, protesta, reclamo por derechos y denuncia social. De otro modo también replica la obra “Manifestación” de Antonio Berni con la misma aspiración revelar interés por los conflictos de un colectivo más grande. Resultado de imagen para lejos de pekin pelicula poster El montaje propuesto por Alberto Ponce en conjunto con la producción de Andrea Braga incorpora personajes secundarios como Susana la asistente social que inserta el asunto de la adopción de una manera genuina con datos fehacientes como el plazo de disponibilidad adoptiva, los procedimientos de guarda, la información en éste caso de la madre biológica quien ya posee una vida compleja ya tiene cuatro hijos y no puede alimentar a otro más pero aún quiere su tenencia. El guión de Gonzáez da dos personajes secundarios el de una tanguera en la piel de la actriz Cecillia Rossetto quien también es un componente de la localidad en caída sus funciones tienen poca asistencia y no tuvo hijos aunque si encontró el amor. Ella cuida de un chico del hotel donde se alojan María y Daniel; lugar que ella también ocupa momentáneamente con sus melodías. Por otro lado el papel de un hombre entrado en años encarnado por el actor José María Marcos que está en continua tensión con su esposa con la que está casado hace 20 años y una confesión puede romper su relación de forma abrupta. Ambos le dan robustez a las decisiones de Daniel y María. Se destaca la voz de Rossetto que recita el tema “Oración del remanso” una muestra de su caudal como vocalista en ésta ocasión en otro género la balada folclórica con un registro menos detallista con una entonación marcada para éste filme. Roger está en la musicalización aunque en pequeños fragmentos con algunos arrullos de cuna; sin quitarle el lugar preponderante de Rossetto. La letra de ambas composiciones alude a cuentos rurales, al abandono, carencias económicas,temores, dolores y tristezas. Resultado de imagen para lejos de pekin pelicula Los protagonistas Elena Roger y Javier Drolas ponen a rodar una pareja que anuncia una adopción pero despliegan un repertorio lleno de debates internos dentro de sus interpretaciones y sus personajes. La actuación de Roger en María es punzante, por medio de gesticulaciones se dan diversas sensaciones con ella, y desgarradora asimismo sucede con Drolas como Daniel un rol que le sienta bien aunque no tan parejo como Elena. La fotografía de Agustín Alvarez juega con la lluvia como detonante de diversos efectos como ranuras en la piel de los personajes, la tierra rojiza como relieve en la cinta casi como una pincelada gestual que da agilidad e impacto visual al espectador, en composé la música de Pablo Polidoro reaviva el filme con sonidos de voces místicas, piano y armonías ambientales dan un panorama angustiante y molesto. Las capturas panorámicas en Bañado de la Estrella en la provincia de Formosa una de las locaciones elegidas. Muestran no sólo la belleza si no la emergencia del lugar y las inundaciones que sufren los habitantes. La película logra en un estilo filosófico crear metáforas y simbolismos que dan continuas ensoñaciones. El agobio o la incomodidad de los personajes y sus situaciones difíciles son el combustible para sostener la complejidad de las emociones que transmiten cada personaje. Puntaje;70.
Lejos de Pekín. Crítica. La no tan dulce espera Después de La Soledad (2007) y La Guayaba (2012), esta película es el fin de una trilogía de Maximiliano González. El director, oriundo de Iguazú, vuelve una y otra vez a rodar en sus tierras para plasmar las problemáticas sociales de la región del Litoral de nuestro país.por Juliana Ulariaga Lejos de Pekín es una película que, distante de plantear la dificultad burocrática del proceso de adopción, nos pone delante a una pareja que debe luchar contra su propio pasado, sus inseguridades, sus miedos y sus deseos para no sucumbir ante la tormentosa espera de que su sueño de ser padres se haga o no realidad. María y Daniel, tienen más de cuarenta años cada uno, llevan ocho casados y aún no tienen hijos. Luego de hacer los trámites correspondientes y recibir el visto bueno, viajan a Iguazú con el objetivo de adoptar un bebé. Pero, a medida que transcurre su estadía, no todo se da como esperaban. Al mismo tiempo, una lluvia azota la región y amenaza con hacer crecer el río y generar caos a su alrededor. La actriz Elena Roger (a quién todos recordamos por su papel en el musical Evita) y el actor Javier Drolas, son los encargados de encarnar a esta pareja que debe lidiar con todo el proceso emocional que conlleva adoptar. La ilusión, la esperanza, y los nervios de sentir en carne propia el significado de ser padres los lleva a replantearse sus propias vidas y a reforzar su deseo de estar juntos y formar una familia. Durante la película, está muy presente la metáfora de la lluvia, incluso a través de una voz en off que narra una bella historia lejana de la recompensa de aquellos que resisten su violencia. Esta lluvia, que no cesa nunca durante el film, es un claro simbolismo de la tormenta de emociones que se despierta en nuestros protagonistas a tan solo una noche de distancia de cumplir su anhelo más profundo. El miedo a no ser suficientemente buenos, la angustia de que los padres biológicos se arrepientan a último momento, o la desesperación de una llamada que nunca llega se mantienen presentes y en tensión durante todo el film. Nos llevan a vivir el deseo de que la espera culmine con un final feliz: el sol brillando en el cielo, y una bebita entre sus brazos. Maximiliano González, nos muestra una realidad social que enfrentan muchas familias en Iguazú: los desastres que ocasionan las crecidas del río, la intensificación de la pobreza y la tristeza de padres que, con el corazón en sus manos y contra su voluntad, deben dar en adopción a sus hijos para que tengan una mejor vida. Basta ver los ojos expectantes de cada uno de los niños que aparecen en el hogar, para darnos cuenta de que Lejos de Pekín solo nos cuenta una historia entre cientos de otras que también buscan su propio final feliz. Ya sea desde el punto de vista de los padres adoptantes, como se plantea en la película, o del de aquellos que esperan ser adoptados.
María y Daniel son una pareja que lleva más de 8 años de casados pero que todavía no pudo concretar uno de sus mayores sueños: formar una familia. Es por eso que recurre a la adopción para poder cumplirlo. Sin embargo, cuando viajan al norte argentino para encontrarse con su beba, las cosas no salen según lo planeado. Es así como tendrán que esperar en un hotel para ver cómo se desarrollará todo. Una noche que traerá dudas, miedos, incomodidades y mucha reflexión. “Lejos de Pekin” utiliza a la espera como una excusa para ahondar en cuestiones profundas inherentes al ser humano y, principalmente, vinculadas a una pareja: los deseos de ser padres pero también los miedos y las inseguridades que eso conlleva, la relación con sus propias familias, patrones de comportamiento de sus progenitores que no quieren repetir, su infancia y pasado y una introspección hacia su matrimonio. Dichas temáticas se abordan a través de capítulos, en los cuales por momentos es María la protagonista, por otros Daniel y en otros instantes se los sigue a ambos como pareja. Mediante encuentros con personajes secundarios y conversaciones recibiremos las distintas reflexiones sobre todas estas cuestiones. La elaboración del guion, haciendo principal hincapié en los diálogos es uno de los puntos más fuertes del film, ya que no solo deja pensando a los diversos actores del relato, sino también al público que puede sentirse identificado con más de una situación. Las cuestiones técnicas también ayudan a que los diálogos sobresalgan en el film, ya que por un lado nos encontramos con pocas locaciones y las mismas suelen ser un espacio acotado: el interior de un auto, una habitación de hotel o una cocina, haciendo que la movilidad no sea una opción. Esto se debe a uno de los grandes recursos de la cinta: la lluvia se convierte en un elemento central de la historia, volviéndose una metáfora poética pero también un impedimento físico y real para los protagonistas. Esto, más la compañía melancólica de la banda sonora, generan el clima propicio para las profundas conversaciones que entablan los personajes. Por otro lado, debemos destacar las actuaciones de Elena Roger y Javier Drolas, que con tantas líneas de diálogo consiguen interpretar de una buena manera a una pareja en su punto máximo de inflexión, un momento que puede cambiar su vida para siempre que se ve amenazado por algo superior. Qué sienten los personajes en esos instantes, cómo los afecta personalmente pero también cómo repercute en el otro, son sensaciones que están bien logradas por los actores. Tal vez el ritmo se vuelva un poco lento, monótono y denso, a pesar de sus 82 minutos de duración, pero también es parte del clima que busca el director: el desgaste, la eterna espera, el paso del tiempo como algo que pesa. En síntesis, “Lejos de Pekín” es una película que trae a cuenta la complejidad de la adopción en la Argentina, pero más que nada lo usa como excusa para ahondar en el interior de una pareja y cómo un momento tan importante para la vida de los dos repercute en cada uno de ellos por separado y como unidad. Un buen ensayo reflexivo que se eleva por sus diálogos y actuaciones.
Lejos de Pekín. Crítica. La lluvia no cesa Luego de “La soledad” (2007) y “La Guayaba” (2012), el director Maximiliano González presenta “Lejos de Pekín”, una película más sobre la lucha de las mujeres en la provincia de Misiones. Un emotivo drama que llega a la cartelera este jueves. por Lautaro Franchini El director, oriundo de Puerto Iguazú, vuelve a su tierra para contar una vez más las problemáticas que sufren las mujeres en el noroeste del país. Tras exponer en sus anteriores largometrajes sobre las madres niñas y la trata, ahora, González, muestra el contexto y las dificultades de la adopción. Los casados, María (Elena Roger) y Daniel (Javier Drolas), no han podido ser padres, algo que anhelan fervientemente. Después de tantas complicaciones, el viaje a Misiones para concretar la adopción de una bellísima niña ha llegado, pero una última sorpresa hará que el momento soñado termine esfumándose. El impedimento pondrá todo en jaque y despertará fantasmas del pasado. Fragmento del poema “La lluvia”, de Jorge Luis Borges: “La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado”, citado por la cantante y actriz argentina Cecilia Rossetto en su papel secundario, será una alusión perfecta a lo que la pareja padece tras no poder concretar el sueño de ser una familia. Miles de sentimientos y emociones desbordaran en una larga noche de lluvia y desesperanzas. Puntaje 75/100.
Cuentos y canciones para crecer Adornar una triste realidad con la inocencia que transmite un niño, es la misión de Lejos de Pekín (2019), el último largometraje del director y guionista Maximiliano González, con el que cierra la trilogía misionera -de donde es oriundo- iniciada con La soledad (2006) y La Guayaba (2012), manteniendo un hilo temático vinculado a la problemática de la mujer en esa zona. La película relata la historia de María (Elena Roger) y Daniel (Javier Drolas), quienes pasaron los 40 años tras 8 años de casados y no han podido cumplir el sueño de ser padres. Intentan entonces con la adopción, para lo cual viajan hacia una ciudad del norte argentino y continuar allí los trámites. Al llegar, la asistente social los acompaña para iniciar el periodo de vinculación, pero en ese encuentro, tan esperado y deseado, las cosas no suceden como lo anhelaban. Recientemente se estrenó en Argentina En buenas manos (Pupille, 2018), un film francés que informa sobre el complicado proceso de adopción. Lejos de Pekín nos relata de manera lineal, las vivencias de un matrimonio que desea adoptar un niño. Una historia dividida en actos que, aunque presente dificultades con la continuidad en dirección y en la trama dramática, a través de la presencia de la lluvia de principio a fin y en sus diferentes formas, connota fluidez. Los reflejos en el agua y la forma de presentarlos, resultan atractivos y poéticos. La música que acompaña el relato, el melódico piano, aporta armonía y emoción a las escenas y diálogos. El desgaste quizás buscado por el director de la pareja se hace evidente a través de sus interpretaciones, y en los diálogos, que muestran cierta lejanía. Son pocas las locaciones, recurso que se convirtió en favorable, optimizando los interiores, con una estética interesante, en la que predomina la utilización de los colores que aportan alegría cual contraste de una dura realidad, representada por la oscura y estruendosa tormenta, que algunos niños deben atravesar. Se podría decir, que el lugar en donde se encuentran los niños, es el único lugar feliz en el film. Hay varias subtramas, se destaca la preocupación del rol femenino en la sociedad. Los mensajes como “las personas no podemos ser cobardes toda la vida” o “promete algo en lo que creas”, son los más importantes de este drama, y funcionan como una suerte de tímidos consejos para vivir la vida y aprender a ser padres.
Lejos de Pekín cierra una trilogía que se había iniciado con La soledad (2006) y La guayaba (2009), y centrada en las problemáticas sociales de las mujeres en la provincia de Misiones. Esta nueva película recurre a la historia de una pareja que, luego de ocho de matrimonio y varios intentos de ser padres, está a punto de concretar una adopción. Pero las cosas no serán nada fáciles para María (Elena Roger) y Daniel (Javier Drolas): apenas toman contacto con el niño, la madre biológica entra en duda sobre si dar a su hijo en adopción, obligándolos a quedarse durante una jornada con la promesa de que todo se resolverá al otro día. Cobijados en un hotel que los protege de una lluvia constante, la estadía marcará una de la noches más largas de sus vidas. Con unas correctas actuaciones tanto de Roger como de Drolas, Lejos de Pekínevade la marginalidad para centrarse en la dinámica de ese matrimonio a punto de enfrentarse a una encrucijada cuya resolución asoma incierta. En medio de esa tensión interna, las charlas entre ambos estarán atravesadas por el dolor, los roces, los miedos y los recuerdos. Con esa materia prima el director Maximiliano González construye un relato intimista que aprehende el carácter cansino del tiempo nocturno, cuando el mundo parece detenerse, abordando de forma tangencial la problemática de la adopción en la Argentina.
María y Daniel tienen más de 40 años, llevan ocho de casados y no han podido cumplir su sueño de ser padres. Como última solución a su desconsuelo la pareja comienza a realizar los trámites de adopción y viaja a una ciudad del norte argentino para continuar con ese proceso. Ambos llegan a ese lugar y una asistente social los acompaña para iniciar el período de vinculación, pero en ese encuentro tan esperado y deseado las cosas no suceden como ellos lo soñaban. Mientras aguarda hallar alguna solución a su problema el matrimonio se aloja en un hotel para, al día siguiente, retornar a su hogar. Durante esa larga noche la pareja comparte sus dudas, sus miedos y sus ilusiones mientras una lluvia incesante sirve de telón de fondo a su rota ilusión. El director Maximiliano González realizó con esta historia el último largometraje de la trilogía que inició con los films La soledad y La guayaba, donde el hilo narrativo es la problemática social de las mujeres en la provincia de Misiones. Como en sus anteriores producciones, Lejos de Pekín habla de la soledad de esa pareja que parecía tenerlo todo, menos lo que más deseaba: un hijo. Elena Roger y Javier Drolas aportaron enorme calidad en sus actuaciones al componer a ese matrimonio en busca de la felicidad, mientras que una impecable fotografía subraya esta trama tan tierna como emocionante.
Con Lejos de Pekín, el misionero Maximiliano González cierra una trilogía que se inició con La soledad y La guayaba. Se supone que el punto en común entre las tres películas es la temática vinculada a cuestiones en torno a la problemática social de las mujeres en Misiones, pero en este caso el foco está puesto en una pareja porteña de clase media que viaja a esa provincia a adoptar una niña. Casi todo se desarrolla durante una noche, en el hotel en el que María y Daniel (Elena Roger y Javier Drolas) están alojados a la espera de saber si la nena que les adjudicaron se quedará con ellos o con su madre biológica, que tiene dudas con respecto a entregarla en adopción. Durante esas horas de tensión, en las que les resultará imposible conciliar el sueño, los cónyuges repasarán los inicios de su relación, algunos sueños frustrados, temores e ilusiones. Lejos de Pekín bien podría tener su versión teatral: casi todas las escenas suceden en interiores y consisten en diálogos entre dos personajes. Algunas de estas conversaciones fluyen con naturalidad y otras, la mayoría, se sienten forzadas. Lo que las une a todas es su intrascendencia, aunque se notan los esfuerzos de González por revestirlas de peso existencial. Pese al empeño actoral en contrario, las costuras artificiales del guion quedan a la vista -sobre todo, los encuentros que la pareja tiene con otros personajes fuera de la habitación- y el resultado es que en ningún momento existe una compenetración real con los sentimientos de los protagonistas. La pátina publicitaria de las imágenes termina de ahuyentar cualquier empatía. Como telón de fondo hay una lluvia que no cesa y que provoca la evacuación de parte del pueblo: una metáfora inconducente en la que se hace hincapié una y otra vez, como buscando dotar de dramatismo y emoción a una historia que carece de esas cualidades.
No para de llover. María y Daniel se dirigen en auto durante esa noche lluviosa a un pueblo de Misiones. Allí aguardan sus ilusiones. Son una pareja casada hace varios años que no pudo tener hijos y le aceptan la adopción de un niño. Pero al llegar, todo amenaza con desmoronarse rápidamente. Aparece la madre y no saben qué va a pasar, si ese bebé del que se enamoran de manera inmediata podrá volverse con ellos. De repente a los miedos sobre esta incipiente maternidad/paternidad se le suman los de esta situación tan incierta e inesperada que termina de descolocar a una pareja de enamorados que ya había empezado a desgastarse. Mientras sigue lloviendo, ellos esperan el llamado telefónico que les confirme cómo siguen. En ese hotel se van encontrando con otros personajes que les despertarán recuerdos y también se encontrarán entre ellos, enfrentados y juntos. Elena Roger y Javier Drolas son los dos actores que dan vida a estos personajes y ambos consiguen interpretaciones muy sentidas. El film está teñido de la melancolía innata que cargan esos protagonistas, lo incierto del futuro. Dirigida y escrita por Maximiliano González, “Lejos de Pekín” apuesta a un tono entre esa melancolía y lo poético, con diálogos bellos pero que a veces no pueden evitar sentirse forzados. El film cuenta con bonitas escenas, tanto en las que ellos están juntos, como las que los encuentra por separados, deambulando durante esa noche lluviosa. La música forma parte fundamental del film, para acentuar el tono a lo largo de casi toda la duración pero también en alguna escena particular, cuando la misma María que después llora bajo la lluvia como para que las lágrimas se pierdan entre ellas, se encuentra conmovida por una interpretación apenas apreciada por las pocas personas del lugar. Ahí aparece Cecilia Rossetto como el personaje que mueve emocionalmente a María de un modo inesperado. A la larga, “Lejos de Pekín” es una película armada de pequeños momentos y encuentros. Los personajes secundarios van y vienen, sin necesidad de un mayor desarrollo. Lo contrario sucede con sus protagonistas, con unos pocos diálogos y gestos construyen una historia no dicha, destacándose en especial Roger, por momentos desgarradora.
Una mirada distinta sobre la adopción. Una pareja que se pone a prueba a partir de la espera de una decisión. Un relato que evita subrayados y sólo expone. Una gran película de Maximiliano González, un director con una sensibilidad única para reflejar el estado de las cosas de algunos temas.
Entre tantas explosivas cintas de consumo masivo que hay en la cartelera semana tras semana, la audiencia debería tomarse un tiempo para respira, sentir y descubrir el lado humano de las cosas. Lejos de Pekin es una cinta que logra una exploración de personajes que da envidia. El director y escritor, Maximiliano González, logra explicarte de la manera mas angustiosa a sus personajes protagónicos, haciéndolos esperar. María y Daniel (Elena Roger y Javier Drolas) no han podido tener hijos. Han realizado los trámites de adopción y viajan a una ciudad del norte argentino, para continuar el proceso. Al llegar, la asistente social los acompaña para iniciar el periodo de vinculación, pero en ese encuentro, tan esperado las cosas no suceden como lo soñaban. La actuación de Elena Roger destaca mucho. Es un cinta de personajes, en pocos ambientes y con mucha expansión frente a la cámara. Se les sugiere a la pareja esperar en un hotel y continuar por la mañana. La noche se hace larga, y bajo la lluvia la película no pierden ningún momento, ni dialogo para entener mejor a los personajes y vivir con ellos la angustiosa esperar. Las dudas, miedos e ilusiones están a flor de piel. Este es el último largometraje de la trilogía, que inició con las películas “La Soledad” y “La Guayaba”, en donde el hilo narrativo es la problemática social de la mujeres en la provincia de Misiones, en el norte argentino. Lejos de Pekin son 82 minutos de reflexion y humanidad. Opinión: Muy Buena.
Una noche extenuante “Lejos de Pekín” (2019) es una película dramática nacional dirigida y escrita por Maximiliano González. Protagonizada por Elena Roger y Javier Drolas, el reparto se completa con Cecilia Rossetto, José María Marcos, entre otros. La cinta constituye el cierre de una trilogía que inició con las películas “La soledad” (2007) y “La guayaba” (2012), en donde el hilo conductor gira alrededor de la problemática social de la mujer en la región del Litoral argentino. La arquitecta María (Elena Roger) y Daniel (Javier Drolas), el cual se dedica a importar productos desde China, llevan ya ocho años de casados. Sin haber podido concretar su deseo de ser padres, la pareja realiza los trámites legales y, después de varios viajes al norte argentino, les llega la oportunidad de adoptar. Sin embargo, una vez que llegan a Misiones y se encuentran con la asistente social para dar comienzo al período de vinculación, algo inesperado sucede. María y Daniel atravesarán una noche extensa, llena de miedos, incertidumbre, soledad y esperanza. Luego de que “La soledad” tratara sobre las madres niñas y “La guayaba” sobre la prostitución, Maximiliano González decide dar por finalizada esta trilogía con la temática de la adopción legal. Sin tener continuidad con respecto a las tramas de las películas pasadas pero sí mostrando una conexión a la hora de reflejar diversas dificultades que atraviesa la mujer, el director prefiere dejar muchas preguntas sin respuesta en el espectador. Esto genera que, a la hora de ver “Lejos de Pekín”, haya que tener mucha paciencia. Con muy pocos diálogos y carente de ritmo, la película se vuelve soporífera en más de una ocasión. Sin poder empatizar con ninguno de los personajes, ya que no tenemos la suficiente información que nos permita conocerlos, los 82 minutos de duración se vuelven pesados e interminables, en especial porque la cinta peca de pretenciosa. Con una lluvia incesante que funciona como metáfora, el director se toma su tiempo para narrar esta historia que en muchas oportunidades divaga entre cuentos y anécdotas. A pesar de contar con una escena poderosa donde la pareja da el primer vistazo a la niña que ha sido puesta en adopción ya que su madre no puede mantenerla, no se logra ahondar mucho más allá. Los escenarios embarrados encajan muy bien con esta trama que termina volviéndose demasiado poética y filosófica para el espectador común. Los protagonistas hacen lo que pueden con un guión flojo que no les permite lucirse, generando que en cierto punto el interés se pierda por completo. “Lejos de Pekín”, título que se llega a sentir sumamente desencajado, podría haber narrado una historia tan emocional como atrapante, pero echó por la borda su conflicto principal para centrarse en simbolismos y metáforas que complican y terminan dejando en el olvido a una película completamente confusa.
María y Daniel tienen más de 40 años, llevan 8 años casados y no han podido cumplir su sueño de ser padres. Han realizado los trámites de adopción y viajan a una ciudad del norte argentino, para continuar el proceso. Al llegar, la asistente social los acompaña para iniciar el período de vinculación, pero en ese encuentro, tan esperado y deseado, las cosas no suceden como lo soñaban. La asistente le sugiere a la pareja esperar en un hotel y continuar por la mañana. Durante esa larga noche, María y Daniel comparten sus dudas, miedos e ilusiones. Mientras, en la ciudad, bajo una lluvia incesante, todos se preparan para una evacuación inminente. Los personajes y las historias que rodean a los protagonistas durante esas horas van dando un marco con momentos poéticos y varias metáforas acerca de la vida y el afecto. Con estos detalles la película adquiere un clima muy particular, como si la pareja protagónica quedara en suspenso, en un extraño limbo en el cual debe esperar una respuesta a su deseo. Los climas son mejores que el resultado total, donde lo poética afecta la narración en varios momentos.
Maximiliano González completa con esta película la trilogía que inicio con “La soledad” y “la Guayaba, donde el hilo narrativo es la problemática social de las mujeres en la provincia de Misiones. Aquí el foco esta puesto en la adopción legal y los dilemas morales entre la pareja adoptante, especialmente de la futura madre, y la relación fugaz pero intensa con la mamá biológica. Para el matrimonio de María y Daniel todo este viaje supone una revisión de sus dudas y los secretos de su relación. Están juntos en la decisión más importante de sus vidas. Pero el mismo día en que conocen a la bebé que legalmente ya es su hija, su madre biológica se presenta arrepentida, o dolida. Habrá que esperar una larga noche para saber si al día siguiente su decisión de darla en adopción sigue en pie. Una noche para recordar y preguntarse, buscar e interrogarse. Elena Roger inspirada para darle vida a esa madre en potencia, una protagonista con todas las dudas a flor de piel. Javier Drolas, un gran actor de nuestro cine, le pone la cuota de emoción y acompañamiento. Y Cecilia Rosetto se luce en una participación especial. Una mirada nada convencional sobre el tema de la adopción y como telón de fondo no solo las carencias de un pequeño pueblo, sino también la amenaza de una evacuación si la lluvia constante, real y metafórica, no cesa.
"Lejos de Pekín": una historia de encierros y de esperas Elena Roger y Javier Drolas protagonizan este film excesivamente programático, tanto en términos temáticos como cinematográficos. Existe en Lejos de Pekín, tercer largometraje de ficción del misionero Maximiliano González, algo excesivamente programático, tanto en términos temáticos como cinematográficos. El cuento infantil que es relatado en off al comienzo de la proyección introduce un elemento esencial, la lluvia, que nunca abandonará a los personajes durante las poco más de veinticuatro horas de tiempo narrativo. “La lluvia ocurre en el pasado”, dirá luego un personaje citando a Borges, pero para María y Daniel –una pareja de mediana edad, de visita en una ciudad del norte del país– ocurrirá en un tiempo presente continuo, constante, infinito. Para ellos podría tratarse de una metáfora indefinida, el tiempo de ansiedad y espera ante la posibilidad de que la anhelada adopción de una niña tenga visos de concretarse (por esa razón y no otra están allí). Para algunos de los habitantes del lugar, en cambio, el agua que no deja de caer desde el cielo es señal de un exilio temporal: el grupo cada vez mayor de hombres, mujeres y pequeños que escapan de una posible inundación aparece regularmente en el montaje, como un contexto social nunca desarrollado. Película de encierros y de esperas, los protagonistas, interpretados por Elena Roger y Javier Drolas, recalan en un hotel donde comienzan a desarrollarse una serie de conversaciones recargadas de sentido, confesionales, en ciertos momentos ampulosas. En ese juego entre una dirección actoral pretendidamente naturalista y diálogos algo literarios, la película comienza a chirriar más temprano que tarde. Los personajes nunca terminan de cuajar, de tomar una forma definitiva, transformándose en cuerpos diseñados para la emisión de frases. Una subtrama define de manera bastante precisa el problema central de Lejos de Pekín (el título remite a un elemento secundario, aunque relevante en la construcción del personaje de Daniel). Un matrimonio que también se hospeda en el lugar celebra sus cuarenta años de casados, pero la cena termina con un sabor amargo. El encuentro y confesión inesperados (forzados) en una habitación de hotel abierta al público habilita otras revelaciones, otros recuerdos y miedos que reflejan indirectamente los de María y Daniel. A pesar de estar presente en ese monólogo cargado de dolor, la cuestión de la maternidad/paternidad, de pronto, ha pasado paradójicamente a un segundo plano. Y a diferencia de lo que ocurría en Una especie de familia, el largometraje de Diego Lerman, que ponía en tensión el tema de la adopción desde diversos ángulos –muchos de ellos problemáticos–, el guion de Gonzalez abandona progresivamente cualquier atisbo de complejidad para ir cerrando el relato en un tono “poético”. Tal vez no sea casual que la única cita cinéfila, ostensible y directa, sea la de una película de Eliseo Subiela, Paisajes devorados, protagonizada por Fernando Birri. Aquí nadie levita, afortunadamente, pero tanto el lado oscuro como el luminoso del corazón son representados por imágenes y palabras que no siempre son las más pertinentes.
Nacido en Puerto Iguazú, formado en Rosario, Maximiliano González viene desarrollando un cine atento a la expresión del interior, las localidades del interior, y los padecimientos femeninos. En su opera prima, “La soledad”, un hombre abandonado por su mujer se ocupa de ayudar a la hija de su vecina, una nena de apenas 13 años, ya embarazada. En “La guayaba”, una joven prostituida vive su calvario al costado de una ruta provincial, hasta que encuentra la salida gracias a un supuesto viejo reblandecido. En su tercera película, que ahora vemos, filmada en Formosa y Misiones, una mujer y su segundo esposo esperan a la hija adoptiva que ella sueña. Pero la madre biológica, que inicialmente había aceptado el trámite, parece haber cambiado de opinión. Durante la noche de espera en el hotel, bajo una copiosa lluvia subtropical, los miedos y recuerdos de la pareja se disparan, igual que se disparan algunos habitantes huyendo de una posible inundación. Otros siguen firmes bajo el agua. Al mismo tiempo, el hombre debe atender, cada vez con menos interés, las llamadas de un socio que está literalmente en las antípodas (de ahí el título). El autor no exagera los símbolos, simplemente sintoniza las situaciones y maneja de este modo un clima de tensiones internas. Esa es la noche. Después vendrá el día. Buenos intérpretes, Elena Roger y Javier Drolas, junto a interesantes artistas del interior y en escenas especiales Cecilia Rosetto, José María Marcos (como un hombre que justo en el 40° aniversario de casados le confesó a su mujer que tiene dos hijas naturales) y Pascual Condito. La música también es buena.
Los problemas de querer adoptar niños en la Argentina son bastante conocidos, suelen aparecer en los medios de comunicación y la mayoría de las veces es para dejar en claro que los adoptantes suelen pasar una amansadora que si bien puede ser atendible en función del cuidado de los menores, resulta bastante engorrosa en función de lo que debería ser un tramite que permita que los padres que toman la decisión de criar chicos que no tienen un hogar puedan llegar a ellos y los chicos, conocer la experiencia de un hogar. Después de La guayaba y La soledad, el director, Maximiliano González vuelve a Misiones para abordar la problemática de la adopción a través de la historia de una pareja que viaja a la provincia del litoral argentino para adoptar un niño y a partir de ese momento, la experiencia que los pone a prueba porque el camino está plagado de problemas imaginados y otros inesperados. María (Elena Roger) y Daniel (Javier Drolas) son el centro del relato que encara la situación de la adopción de una manera intimista y algo agobiante. Con la provincia del litoral argentino como telón de fondo, la situación social de la madre biológica funciona como detonador de situaciones posibles entre dos personas que a la hora de tomar un paso que les va a dar vuelta la vida se chocan con sus miedos e inseguridades. Lejos de Pekín elude el golpe fácil y evita meterse a fondo con lo que pudo haber sido una película de denuncia o de explotación de horrores sociales, en cambio se juega al medio tono de una historia intimista apoyada en la actuaciones de Roger y Drolas, que buscaron un tono medio y contenido antes que la explosión o la intensidad desaforada. LEJOS DE PEKÍN Lejos de Pekín. Argentina, 2019. Guion y dirección: Maximiliano González. Intérpretes: Elena Roger, Javier Drolas, Cecilia Rossetto y José María Marcos. Edición: Alberto Ponce. Fotografía: Agustín “Tedi” Alvarez. Música: Pablo Polidoro. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 82 minutos.
Partimos con la convicción de que los personajes desean más que nada ser padres. Seguimos por las dificultades de la adopción, dado que no hay otra vía. Pero lo importante es el encuentro con esa persona a la que quizás se llame “hijo”. Lejos de Pekín se concentra en las relaciones y en los imperativos aparentemente pegados a ellas, y lo hace al mismo tiempo de modo crudo y pudoroso.
Lejos de Pekín: ¿En la dulce espera? El último trabajo de Maximiliano González muestra la cruda realidad de la adopción y, por qué no, del vivir en la selva del Iguazú. Con esta película, el director y guionista cierra la trilogía misionera sobre el destrato a la mujer en distintos ámbitos. Hace poco se estrenó en el país En buenas manos (Pupille, 2018), una hermosa película francesa que narra el proceso de adopción. En este caso, el largometraje argentino Lejos de Pekín (2019) expone la experiencia de una pareja que desea adoptar un niño. El paralelismo entre ambas obras es notable aunque estén posicionadas desde 2 lugares muy distintos y, por suerte y gracias a los directores, ambas obras son recomendables para ver y reflexionar sobre el tema. González, oriundo de Puerto Iguazú, vuelve a sus pagos para continuar mostrando las problemáticas que sufren las mujeres en el noroeste del país. Luego de La soledad (2007) y La Guayaba (2012), ahora, Lejos de Pekín (2019) muestra el contexto hostil, la precariedad de la zona y las dificultades de la adopción, tanto por parte de la burocracia como también de los miedos y tormentos de la pareja deseosa de convertirse en padres. Una historia dividida en actos que resultan sumamente atractivos con la armonía de la música y los paisajes lluvioso que connotan una extrema sensibilidad. María (Elena Roger) y Daniel (Javier Drolas) llevan un matrimonio de unos 40 años que desean fervientemente ser padres. Luego de hacer los trámites correspondientes para la adopción y recibir el ok por parte del Estado, viajan a Iguazú para poder continuar con el trámite. Durante la estadía de vinculación, y con la lluvia que no cesa, se genera un caos alrededor en que nada sucede de la manera que deseaban. Elena Roger y Javier Drolas interpretan a este matrimonio lleno de miedos y esperanzas. Las actuaciones de ambos son tan brillantes que logran interpelar al espectador con ese dolor que sienten, esa ilusión por cumplir el deseo de ser padres y esa pareja desgastada. Roger es penetrante, por sobre todas las cosas, mediante sus gestos se entiende todo lo que sufre y se empatiza enseguida con ella. Lo mismo sucede con Drolas, un hombre que de a ratos se siente perdido entre su deseo de ser padre y su miedo de perder a su amada. Como secundario, destaca ampliamente Cecilia Rossetto como la tanguera del pueblo que vive en el mismo hotel donde se hospedan los protagonistas. Ella y su voz dan una calidez a los pasajes que suceden de forma lineal entre actos. Lejos de Pekin (2019) es una película llena de simbolismos. La lluvia de por sí es siempre una potente metáfora, la narración en off la potencia, la tormenta que llega la noche donde todos los miedos se despiertan a horas de llegar a cumplir el sueño más importante de sus vidas, el terror a no ser buenos padres, a que los progenitores biológicos se arrepientan a último momento. Todo lo que puede suceder da miedo. Por otro lado, el contexto hostil de Iguazú denota la desesperación que viven las mujeres que, ante la situación en la que viven, deben dar en adopción a sus bebés para regalarles una vida mejor. El film narra la historia de una pareja y un niño, pero podrían ser miles los padres adoptantes y los chiquitos que esperan ser elegidos para tener un futuro. En cada acto se ve el cansancio de los que esperan. En toda la película se nota un trabajo enriquecedor que lleva a la reflexión, desde el amor, sobre un tema tabú aun en los días que corren.
En Lejos de Pekín, una pareja que está a punto de adoptar a un bebé se vuelve el centro del conflicto cuando las cosas no salen como deberían y tienen que convivir con la frustración y la incertidumbre. María y Daniel son un matrimonio yendo a buscar a la bebé que el sistema de adopción les ha asignado. Llegan en medio de una lluvia que parece no va a detenerse nunca, pero nada les importa porque están a punto de cumplir su sueño de ser padres. El problema es que, en la parte final del proceso, el tan ansiado encuentro con su futura hija es interrumpido cuando la madre biológica reaparece. El matrimonio es enviado a pasar la noche a un hotel para esperar novedades y es allí donde las tensiones y angustias se transformarán en catalizadores de los conflictos personales de los integrantes de la pareja. No existe algo así como la pareja perfecta y Lejos de Pekín se dispone a hablar sobre eso. La aparente tranquilidad y armonía con la que conocemos a los protagonistas se desarma en cuanto llegan al hotel y los temores que los acorralan destapan las cosas que cada uno parece venir conteniendo. Daniel enfrenta el conflicto como si nada hubiese pasado mientras que María parece una olla a presión, y como tal, explota ante su marido que no logra del todo ver cuál es su lugar en los reclamos que ella le está haciendo. El planteo desde el guion es interesante pero se ve diluido por la falta de verosímil en la forma de diálogo de sus protagonistas, que no sólo empiezan a tratarse de forma más distante y peleadora a lo que aparentemente es su relación habitual, sino que también modifican radicalmente la forma en la que se hablan, volviendo los diálogos bastante poco creíbles. Esto es particularmente notorio en el personaje de María (correctamente interpretado por Elena Roger) que se vuelve tan agresiva con el más bien pasivo personaje de Daniel (Javier Drolas), que pierde enseguida la empatía del espectador, haciendo difícil que el relato lo involucre emocionalmente. El aspecto más destacable del film es la imagen. Agustín “Tedi” Álvarez, a cargo de la dirección de fotografía y de la cámara, aprovecha el recurso de la lluvia constante transformando esa metáfora en una puesta de cámara bella en todo momento, acercándose con delicadeza a cierta estética que parece casi salida de un film coreano y que lleva al espectador más emotividad que la aparentemente conflictiva personalidad de María.
Una espera no tan dulce La lluvia y la espera son los elementos que decidió el director Maximiliano González para atravesar la tercera parte y cierre de una trilogía que apuntaba a la problemática de las mujeres en Misiones, comenzaba con La soledad y seguía con La guayaba. La contemplación y el intento intimista son los compañeros de ruta de su viaje que ahora concluye, quienes cruzan este universo mientras el tiempo de la espera se agiganta pero también diluye como las gotas de lluvia en el parabrisas de un auto. Sin tratarse de una road movie hay bastante charla entre María y Daniel (Elena Roger y Javier Drolas) dentro de un auto en una carretera donde no se puede ver nada y en que la amenaza latente de un accidente también coquetea con ese sello del que se siente extraño en una tierra extraña y se pierde entre su ansiedad por la fuga y su necesidad de saber hacia dónde dirigirse. Para ellos el encuentro con un potencial hijo, tras ocho años de matrimonio y sin poder concebir, es el proyecto y el resultado de largos procesos y cruces de caminos encrucijados. Algunas peleas o malos tratos acompañan esa encrucijada pero nada hace tambalear el deseo y mucho más al tener el primer contacto con una niña, a quien su madre biológica se arrepiente de entregar. En ese intervalo de la espera, citas a un poema de Borges sobre los recuerdos que trae la lluvia, las presencias constantes de las amenazas climáticas que pueden inundarlo todo envueltos en intentos de poética y ritmo aletargado concluye la trilogía Misiones de Maximiliano González, quizás con un anhelo de haber profundizado un poco en la temática de la adopción como ocurriera en Una especie de familia, de Diego Lerman, sobre un tema similar.
"Lejos de Pekín" es un relato intimista que plantea el diálogo de una pareja en víspera de la concreción de un proceso de adopción. María y Daniel ya llegaron a los cuarenta y van por el octavo año de matrimonio sin tener hijos. Es entonces que deciden embarcarse en un proceso de adopción. Una provincia del Litoral hacia la que se trasladan es el lugar donde les será entregado un niño cuya madre acepta que su hijo (en este caso una bebé) pueda tener una vida mejor gracias a esos "forasteros" que vienen de Buenos Aires. Con una lluvia constante que acompaña a la pareja en su espera se desarrolla la historia, que hace crisis ante la duda de último momento de la madre biológica de la criatura en juego, lo que pone en peligro la adopción. La espera de un tiempo para tomar una resolución ante esa inesperada actitud hace que la pareja deba permanecer más tiempo en el hotel, donde revive su pasado. Emociones, desengaños, incertidumbres, dudas, ponen en jaque la relación y obligan a pensar sobre la madurez de los futuros padres, que a pesar de todo se aman. RASGOS ONIRICOS Filme interior rodado por el director misionero Maximiliano González, "Lejos de Pekín" da fin en esta historia a su trilogía cinematográfica ("La soledad" y "La guayaba"), sobre la mujer de su provincia. La película muestra rasgos poéticos y oníricos, pero posee momentos que con su recurrencia al paisaje apoyado por la música ralenta la acción, sin lograr en el abundante diálogo el interés necesario para hacer avanzar el relato. Distintos personajes y situaciones como la presencia de un vendedor, un incidente en un velatorio y una cantante, forman parte de la historia y sólo el cálido diálogo con esta última, muy bien interpretada por Cecilia Rossetto, significa en el resto de la historia. Con ciertas discontinuidades narrativas y diálogos que no logran profundizar en los temas, el filme tiende a perder solidez a pesar del interesante protagonismo de Elena Roger.
María y Daniel tienen más de 40 años, llevan 8 años casados y no han podido cumplir su sueño de ser padres. Han realizado los trámites de adopción y viajan a una ciudad del norte argentino, para continuar el proceso. Al llegar, la asistente social los acompaña para iniciar el período de vinculación, pero en ese encuentro, tan esperado y deseado, las cosas no suceden como lo soñaban. La asistente le sugiere a la pareja esperar en un hotel y continuar por la mañana. Durante esa larga noche, María y Daniel comparten sus dudas, miedos e ilusiones. Mientras, en la ciudad, bajo una lluvia incesante, todos se preparan para una evacuación inminente. Una pareja en una espera que está fuera de poder ser calificada como “dulce” mientras se encuentran en un hotel alejado. Las esperas inabarcables, inmensas, que de alguna manera tiñen todo pueden tener una inmensa cantidad de caracterizaciones y pueden ser y ocupar varios diferentes temas y situaciones a lo largo de la narrativa, y en este caso, especialmente, la audiovisual. Es en este punto en que el director y guionista Mariano González construye un relato en el que una pareja que roza los cuarenta (de ello puede desprenderse más que probablemente, de manera subyacente, una pequeña crisis individual tanto como compartida) desea con mucho ahínco adoptar un niño y poder así consolidar una familia. Elena Roger y Javier Drolas cumplen de manera creíble y sentida sus roles de estas dos personas que al fin y al cabo tienen miedos como cualquiera. La noche y la lluvia pueden hacer inmensos los intervalos emocionales de una pareja que de momentos parece rota, disociada de sí misma, de sus necesidades, pero que en realidad está sostenida por la búsqueda. Recientemente vimos “Los Adoptantes”, una película que tocó en clave de comedia (de manera bastante acertada, y con un tono justo dado el género y la temática que nos ocupa), de modo que es bueno esperar que una historia como la que aborda “Lejos de Pekín” siga siendo de interés y de alguna manera cree conciencia en el público y en una sociedad que, en ocasiones, no ve ciertas realidades a pesar de tenerlas en su propio rostro, como consecuencia, también, de la comunicación institucional. “Lejos de Pekin” es el último largometraje de la trilogía, que González inició con las películas “La Soledad” y “La Guayaba”, en donde el hilo narrativo es la problemática social de la mujeres en la provincia de Misiones, en el norte argentino.
La película del misionero Maximiliano González transcurre entre una fábula plagada de metáforas y una realidad que agobia a las parejas que desean adoptar.
Este es el último largo de una trilogía iniciada con La Soledad y La Guayaba sobre las mujeres de Misiones y su problemática, este film del misionero Maximiliano González. La historia de un matrimonio (Elena Roger y Javier Drolas, al que puede verse también en la estupenda Las buenas intenciones) que viaja a una provincia del norte para cumpir su sueño de ser padres, con el trámite de adopción resuelto. Pero cuando llegan nada sale como esperaban, la bebé tiene una madre que la quiere, la asistente esgrime explicaciones confusas, y la pareja queda a la espera, en un hotel, mientras afuera parece llover sin parar. Una noche larga, el cuerpo del relato, un tiempo que usan en intercambiar recuerdos y confesiones personales, en encontrarse.
“Lejos de Pekin” cierra la trilogía misionera de Maximiliano González (luego de “La soledad” y “La guayaba”) y, aquí, si bien los personajes son distintos a aquellos que transitan sendas películas mencionadas, un hilo invisible los une de forma tangencial: la soledad intrínseca y un mismo escenario geográfico en el noreste argentino. No en vano, el personaje que interpreta Cecilia Rossetto canta, en tono desgarrador, acerca de un reposo vertiginoso y la sombra alerta. El director (nativo de Puerto Iguazú, Misiones) reconstruye la realidad de esta pareja de más de 40, que llevan casi una década de casados y no han podido cumplir el sueño de la paternidad. “Lejos de Pekin” es una película reflexiva, que exhibe problemáticas habituales de pareja, posándose en los personajes interpretados por Javier Drolas y Elena Roger, mixturando certezas y dudas acerca de la revelación de un deseo que desnuda miedos solapados. Nos encontramos frente a un relato intimista, que hace foco en una relación detenida como el paso del tiempo: el desarrollo del contexto dramático se desarrolla, casi sin manipulación temporal, a lo largo de una noche pondrá de manifiesto la concreción de un mandato social, como disparador de toda aquella inestabilidad emotiva que subyace al pasado que todo se lleva. Como la lluvia y aquel abrazo.