Una comedia con amor y dolor para todas las familias. Crítica de “Los Adoptantes”. Una tragicomedia donde el artista Rafael Spregelbrud como Leonardo da un entramado para interpelar el enredado mundo de las personas que aún no conocen sus orígenes natales, las consecuencias con su amado Martín para armar su futuro; y la intrigante memoria emotiva. Por. Florencia Fico. La película argentina “Los adoptantes”, trata sobre Martín (Diego Gentile), conductor televisivo de 42 años y Leonardo (Rafael Spregelbrud) de 45. En pareja hace una década, las intenciones de Martín es la de adoptar, motivado por una sensación personal de ser papá pronto. Al ser adoptado, Leonardo no está del todo convencido. El director Daniel Gimelberg encuentra aquellas voces perdidas. Tras su anterior cinta, “Antes”, asume otra cara para encarar su nuevo filme. El guión de Andi Nachón y Gimelberg evidencia que el tópico “adopción” puede abordarse con seriedad en una tragicomedia con tintes dolorosos como la disponibilidad para dar hogar a los niños. Visibiliza la deficitaria presencia del Estado para que los procesos de guarda sean más justos, sin esperas de 8 a 10 años. Que las mismas no se reduzca por el mero hecho de la edad de los pequeños, ya que al ser más grandes más cerca de aprobación la pareja tendrá. Si tiene algún problema de salud el chico sucede lo mismo se achica el tiempo y cuando se suman a los hermanos también se acorta. Las burocracias que entorpecen el proceso, como la partida de nacimiento, uno de los tantos papeles necesarios para el trámite. Tema que tocará de frente a Leonardo, que no sabe sus orígenes y dará pie a un descubrimiento personal que lo contactará con personas, lugares, tiempos, circunstancias, explicaciones y una puerta a cerrar, un rompecabezas con aspiraciones a otros horizontes. La fotografía de Diego Poleri, con planos enteros y medios, sigue aceleradamente el ritmo de trama sentimental que permite llegar a la emoción de la pareja. hubo una gran apuesta distintos movimientos de cámaras como traveling con curvas, como las que pasan los personajes; o sus autoestimas con picados y contrapicados. La música de Pedro Onetto irriga los momentos con jazz dando clima al enamoramiento de Leo y Martín, bossa nova para la distensión, electrónica para tapar los vacíos de los personajes y blues para los melodramas íntimos. El actor Rafael Spregelburd como Leonardo transporta luces y sobras en una interpretación compleja y entretenida con su colega Diego Gentile en la piel de Martín quien complementa de forma chispeante y graciosa la soltura de su personaje. La actriz Soledad Silveyra compone a la mamá de Martín con una provocativa actuación. La humorista Marina Bellati es “Rusa” productora de Martín; se consagra en una capo cómica sin barreras. Para completar o terminar la fiesta aparece la artista Florencia Peña como Victoria una desopilante e hilarante mujer que acompaña a Martín a un grupo de padres y madres que no pueden tener hijos. Por último, el actor Mago Radagast sigue consiguiendo afianzarse como intérprete como otro jefe del canal en el que trabaja Martín. La película en aspectos generales revisa eficazmente la idea de “familia” con distintos hogares o caparazones, algunos más llenos y otros inciertos. La exposición mediática mercantilizada de las historias de los niños en orfanatos. La dicotomía entre el narcisismo y la búsqueda del amor como: ¿objeto o sujeto?. Logra una comprensión más completa con la intervención del Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos(RUAGA) que puso a disposición sus oficinas y autoridades para la película. Las productoras a cargo fueron: Duermevela, Oh My Gomez! Films y Non Stop. Puntaje:85.
Les estereotipes Los Adoptantes es una comedia que tiene las clavijas del género bien ajustadas. Desde la primera escena ya se acomodan las cartas de los personajes, de sus objetivos y del tono de la historia. Martín (Diego Gentile) es un presentador de programas de entretenimientos en un canal de TV, mientras que Leonardo (Rafael Spregelburd) es un pequeño productor agropecuario. Forman una pareja que busca dar un salto en su relación. Ese salto no comprende la misma dirección para cada uno. Leonardo quiere casarse pero Martín tiene un deseo desesperado de adoptar cuanto antes. Si bien en un principio existe el deseo de ambos de iniciar el proceso de adopción, las tensiones se manifestarán hasta alcanzar un quiebre en la pareja. La productora Oh My Gómez, realizadora de diferentes películas que apoyan la diversidad (Plan B de Marco Berger, por ejemplo), apuesta en esta comedia al mainstream, en una búsqueda por captar cierto público ávido de este género y que ha logrado algunos pequeños éxitos en los últimos años para el Cine Argentino. Ahí, en el tono bien de fórmula, es donde Los Adoptantes pierde su frescura, la oportunidad de narrar la historia de una pareja de hombres en el camino sinuoso de la adopción; y esto arraiga en que se preocupa mucho más en mantener ciertos estereotipos bien marcados, por ejemplo la representación de los dos protagonistas: Martín es el artista sensible y quien, por supuesto, impulsa en la práctica la voluntad de adoptar. Leonardo es el recio y el que se vale de un trabajo de fuerza en el campo. Incluso en el physique du rôle de cada uno se percibe esta estrategia bien encapsulada. Cuando la película intenta desplazarse de este camino bien delimitado roza el ridículo. Allí aparece el personaje de Florencia Peña buscando sacar provecho del pobre Martín, emocionalmente desequilibrado por varias cuestiones. La mejor de las interpretaciones la da Soledad Silveyra como madre de Martín. Lamentablemente, su tiempo en pantalla se reduce a un puñado de escenas. El desperdicio de una buena premisa es lo que se erige como resultante de esta historia algo televisiva y poco profunda sobre una problemática como es la adopción, pero también con lo que sucede con una pareja del mismo sexo que busca cobijar en su hogar a un niño, niña o adolescente. La sensación final es que, en la sustancia narrativa, daba lo mismo que los personajes representen a una pareja del mismo sexo o no; en ningún momento se presentan obstáculos por ser gay ni tampoco hay situaciones de homofobia. Ni siquiera el Estado objeta o retrasa instancias para seguir el trámite de adopción. Los riesgos dramáticos que surgen son ajenos a los conflictos internos de los personajes. En una película que propone la urgente ampliación de derechos, considerando las tensiones provocadas en un sentido sociológico, el resultado es fallido. Ni hablar de que ambos son parte de una configuración socioeconómica también estereotipada, que hemos visto hasta el cansancio en tiras diarias y novelas. Los Adoptantes es correcta en sus formas pero el problema de su abordaje diluye las intenciones nobles que poseía desde su sinopsis.
Papeles, papeles y más papeles A diferencia de lo que uno podría prejuzgar de una premisa como la que propone Los adoptantes, de Daniel Gimelberg, que cuenta con las actuaciones de Diego Gentile y Rafael Spregelburd en roles protagónicos y un conjunto de secundarios que no desentonan, la tentación del estereotipo y el lugar común estaba muy presente. No simplemente por tratarse del derrotero de una pareja gay que busca adoptar un bebé en la penosa calesita burocrática del sistema de adopción argentino, sino por “bucear” en la superficie con una historia de amor, con la crisis de pareja posterior y claro está la recuperación de lo importante. De inmediato, tras el festejo de un cumpleaños y ese pedido incómodo por parte del entorno de la formalización del matrimonio, tanto este conductor televisivo interpretado por Diego Gentile como su pareja, en la piel de Rafael Spregelburd, un ingeniero agrónomo un tanto parco y poco expresivo, surge el primer conflicto que tiene que ver con el deseo de formar una familia homoparental. Los tiempos entre uno y otro no son compatibles y desde ese momento hasta bien entrada la aventura de la adopción son síntomas de desgaste y crisis en la propia pareja. Sin embargo, Los adoptantes no huye hacia terrenos fáciles y se sumerge en el drama existencial de Martín y Leonardo. Martín debe coexistir con su personaje televisivo, mantener el show, sus tics, compartir su intimidad con el público y no traicionar esos códigos del rating que debe sostener pese a su ética individual; mientras que en el caso específico de Leonardo debe en primer término conectarse con su propia historia de adopción, con la búsqueda de identidad y padres biológicos tras remover algunas piedras en el camino de los sentimientos y así saber realmente de qué se trata la aventura de la familia y la paternidad. La dosis de humor y melodrama es equilibrada aunque resulta tal vez innecesaria la subtrama que encuentra en el histrionismo de Florencia Peña un mayor caudal de humor pero que para el tono del film queda sumamente forzado. No ocurre lo mismo cuando se trata de abordar a la familia de Martín, el retrueque entre su hermana y su madre no tiene desperdicios. Así las cosas, Los adoptantes es una película que supera la liviandad habitual de este tipo de propuestas y además expresa sin bajadas de línea estériles una realidad pocas veces explotada por el cine argentino sin dejar de lado el pedido expreso y urgente de una resolución política ante la burocracia de un sistema donde lo que menos importa es el deseo genuino de querer formar una familia, entre papeles, papeles y más papeles.
Con guión de Andi Nachón y Daniel Gimelberg, quien a su vez la dirige, “Los adoptantes”, es bien distinta a todo lo visto en nuestro cine. Primero, porque trata el tema de una pareja formada por Martín (Diego Gentile), conductor televisivo y el más simpático y locuaz de los dos, quien acaba de cumplir 42 años y Leonardo (Rafael Spregelburd) de 45, algo más parco, Ingeniero Agrónomo y quien trabaja en su propio campo. Juntos hace diez años, Martín siente que la pareja debe dar el gran paso: ser padres. Aunque Leo piensa más en casarse y no está tan feliz con la idea. Igual, para evitar conflictos, accede, sin pensar en la cantidad de trámites y burocracia que tendrán que atravesar. Además de los pasos que deben sortear, Leo se resiste porque él a su vez es adoptado y el tema lo retrotrae a su propio dolor, que lo llevará a investigar su propia historia para darle un cierre, necesario para seguir. Al contrario de Leo, Martín tiene una familia pequeña compuesta por su madre (Soledad Silveyra), su hermana (Valeria Lois) y su beba, recién llegadas del exterior. Con la primera tiene una relación entrañable, con la segunda hay rispideces, aunque las escenas son geniales. Nada más se puede contar sin arruinar la trama. Lo que vale la pena comentar es que se muestra el precario sistema de adopción para cualquier pareja o persona que quiera intentarlo en nuestro país, lo mismo que los Hogares para niños, y que se achica la posibilidad para los mismos si no son bebés recién nacidos, o si son hermanos y no se quieren separar, hechos que desaniman a cualquiera. La música de Pedro Onetto se ocupa de cada momento con eficacia y los toques de humor están a cargo de Victoria (Florencia Peña), quien también busca ser madre junto a su marido y no pueden, y por ésto siguen a Martín con una idea para nada convencional. Si hablamos de humor, la productora del conductor es la “Rusa” (Marina Bellati) y se lleva las palmas: es el personaje más gracioso del film. Para terminar con el elenco, Agustín “Radagast” Aristarain es una buena incorporación como el jefe del canal. Siempre es bueno ver gente nueva y talentosa en la pantalla grande. El guión no sólo cuenta el derrotero de la adopción que se pretende, sino la crisis de pareja que se produce ante una decisión crucial. Además de lo mencionado, el film tiene humor, sensibilidad y emociona en varios pasajes. Son muy buenas las escenas entre Gentile y Lois, como también las que involucran a Bellati. Un tema para nada explorado en nuestro cine, lo que la hace aún más atractiva y repleta de buenas actuaciones de todo el elenco, destacándose la emotividad de un “duro” como Leo y Martín, tironeado por su responsabilidad en el trabajo y sus enormes deseos de tener SU familia, como cualquiera, sin tantos impedimentos. ---> https://www.youtube.com/watch?v=p1gkf0jFVpE ACTORES: Rafael Spregelburd, Diego Gentile. Florencia Peña, Soledad Silveyra. GENERO: Drama , Comedia . DIRECCION: Daniel Gimelberg. ORIGEN: Argentina. DURACION: 105 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 14 de Noviembre de 2019 FORMATOS: 2D.
Los adoptantes, del directorDaniel Gimelberg, atrapa gracias a la química que se genera entre los personajes y echa una mirada crítica sobre el complejo proceso de adopción en la Argentina. Martín -Diego Gentile-, un presentador de televisión, está en pareja con Leonardo -Rafael Spregelburd-, un ingeniero agrónomo que ahora decide vender su cosecha a Polonia. Dos mundos que parecen diametralmente opuestos pero que se complementan en una convivencia de más de diez años. Todo transcurre sin mayores sobresaltos -bueno, hay algunos- hasta que aparece el deseo de Martín de "agrandar la familia" y las dudas aquejan a Leonardo. Entre una divertida charla explicativa sobre los obstáculos que implica el trámite de adopción y los conflictos que van surgiendo se genera el mayor punto de apoyo de la historia. Se trata de una comedia bien realizada, respetuosa del tema que aborda y con una galería de eficaces secundarios: la abuela encarnada por Soledad Silveyra; la explosiva hermana de Martín -Valeria Lois- que arrastra sus conflictos de pareja y lleva a su hijo a cuestas; y la aparición de una frívola y sexy compañera de un grupo de autoayuda -Florencia Peña- que se unirá a Martín con otros fines. Los adoptantes transita cómodamente por la comedia, tiene sus momentos dramáticos y también dispara el tema de la búsqueda de la identidad -Leonardo es adoptado y eso mueve toda su estantería emocional- entre citas a Brad Pitt, "Evangelina" y una perra apodada Whitney. El vertiginoso mundo de la televisión, la parsimonia del campo, las certezas y dudas de la pareja, el amor, la convivencia y el sexo, introducen a Martín y Leonardo en un nuevo camino que cambiará sus vidas para siempre. Diego Gentile encuentra el tono del personaje que se debate entre la privacidad y la exposición, mientras que Sprebelburdimprime sombras en sus días cuando comienza a descubrir su pasado a través de una fotografía. De la estridencia de una disco hasta la intimidad hay un largo trecho por recorrer en esta propuesta que acomoda todos sus recursos para llegar al gran público.
Casi siempre, la única manera de ver una historia de dos personajes LGBT en el cine y que no fuera en un contexto marginal, era en los Festivales de Cine Independiente. Incluso hasta ahora se podía tener un personaje secundario LGBT en una película mainstream, pero entrando en clichés que atrasan 20 años. Los Adoptantes es una clara prueba de que estas historias, estos personajes, estas miradas, están más que listas para enfrentar al gran público. El Pasado y el Ego Los Adoptantes es una película con mucho riesgo, no tanto por mostrar una escena de sexo gay como se ve pocas veces en el cine nacional, ni porque se anime a mostrarla en un contexto de comedia. Lo es por el coraje de mostrar a sus protagonistas tal cual son, sin heroísmos baratos, ilustrándolos como personas con vanidades e inseguridades, como cualquiera que pisa este mundo. Ellos son. La autoaceptación no es la cuestión en juego acá, y si lo es, no pasa en absoluto por la orientación sexual. Si bien Los Adoptantes pone su mirada crítica sobre el complejo proceso de adopción en la Argentina, el desarrollo de sus personajes descansa en los defectos de carácter que deberán atravesar si desean ser buenos padres. Defectos de carácter que naturalmente nutren tanto al drama como a la comedia de la película. Va sobre el deseo del personaje de Diego Gentile de ser padre, aunque no pueda evitar querer seguir siendo relevante mediáticamente. La película es la evolución hacia ese altruismo necesario para hacerse cargo de la vida de otra persona. Y es la travesía emocional del personaje de Rafael Spregelburd, una persona con una idea sobre su pasado; clara en términos oficiales, no tanto en términos reales. La confrontación con el mismo es su evolución a la hora de desarrollar un sentido de la verdad absoluta, de esa honestidad que puede lastimar inicialmente pero que es necesaria para ayudar a un hijo a enfrentar los males del mundo.
Master en paternidad Los adoptantes (2019), realizada por el director de arte Daniel Gimelberg (El último Elvis), posee la virtud de construir un relato desprejuiciado acerca de un tema sensible como la adopción, sumando un código en clave comedia que potencia la naturalidad con la que se lleva adelante la relación de los protagonistas y la narración. La propuesta, que desarrolla las idas y venidas en una pareja interpretada por Diego Gentile y Rafael Spregelburd, derriba, por primera vez, censuras autoimpuestas en el cine argentino mainstream, por definirlo de alguna manera, sobre la representación del amor entre hombres y aquellos estereotipos a los que se debería ajustar siendo gays los protagonistas. Si en los años ochenta Otra historia de amor (1986) o Adiós Roberto (1985) acercaban una imagen lavada, alejada de la realidad LGBT, acá la abierta pareja que además desea adoptar un hijo para ampliar su vínculo, responde a un modelo que suma status social, dinero, y roles que en otros momentos serían impensados para los personajes. La pareja tiene sexo, se busca, se desea, se ama, con la misma intensidad que pelean, gritan y transitan sus vidas personales luchando por sus sueños e ideales. El quiebre principal de la propuesta es la construcción precisa y detallada de cada rol, los que, sin prejuicios, avanzan con un contraste día/noche para sumar dinamismo al film. Martín (Gentile) es un exitoso conductor de televisión, con una exposición muy grande, que se encuentra en el momento clave de su carrera, mientras que Leonardo (Spregelburd) se encarga de llevar adelante las tareas rurales en un campo de su propiedad. Durante el día cada uno se dedica a lo suyo, mientras que por las noches la cena es el lugar para debatir sus deseos y anhelos profundos. Cuando el tema de adoptar a un hijo comienza a circular entre ellos, no sólo las diferencias aflorarán, sino que la participación de familiares, amigos y algunos entrometidos complicarán todo, otorgándole a Los adoptantes la posibilidad de jugar con el vodevil, el humor físico y hasta el gag que refuerzan, desde lo simple del humor, su mensaje integrador. Algunos agregados, como personajes que están a la “pesca” del éxito de Martín (Florencia Peña), el empleado que desea conseguir más en su trabajo (Guillermo Arengo), el jefe que busca explotar el costado más mediático de Martín (Agustín Radagast), la hermana conflictuada y conflictiva (Valeria Lois), la madre que no quiere compromisos (Soledad Silveyra), componen obstáculos y posibilidades para continuar el relato. Mención especial a la dirección de arte de Romina Del Prete, quien construye el universo de la pareja sin medios tonos, con una plástica estridente que acompaña el ánimo de los protagonistas y un cuidado en detalles que posibilitan un nivel de verosimilitud de la historia aún mayor. Los adoptantes transita el humor con mensajes sobre la diversidad como hasta ahora no se había trabajado, buceando en la comedia más popular, para, justamente, amplificar la llegada de su discurso, el que, por momentos deja el costado más gracioso, invitando a reflexionar sobre un tema que ha sido motivo de discusión y lo seguirá siendo, la adopción.
"Los adoptantes", la comedia que no fue Como sucedía en Margen de error, estrenada poco tiempo atrás, Los adoptantes naturaliza las sexualidades alternativas, dejando de lado toda épica genérica y ubicando a una pareja gay en una fluida interrelación con sus semejantes. A Pity y Panda les pasa lo mismo que podría sucederle a cualquier pareja straight de cuarenta y pico. Se aman, barajan la posibilidad de casarse, sueñan con un hijo (adoptivo), tienen éxito en sus trabajos. Este último dato merece un aparte. Como en nueve de cada diez comedias (ésta lo es), Los adoptantes se desentiende de toda ilusión de realismo social y transcurre en una burbuja de departamentos de 250 m2, quiches Lorraine para la cena y aperitivos de ciruela y bacon (no panceta) con pomelo y jerez para las fiestas. Todo esto es producto de determinadas decisiones y recortes, y como tal está fuera de discusión. El problema de Los adoptantes no es lo que se propone, sino la forma en que lo materializa. Pity (Diego Gentile, conocido sobre todo como el novio infiel del último episodio de Relatos salvajes) es actor, pero debe su éxito a la tele: es un popular conductor de programas de entretenimientos, estilo Marley. Panda (Rafael Spregelburd) es un estanciero que reconvirtió sus campos de soja en otro cultivo. O sea: un estanciero con consciencia ambiental. Pity y Panda son, por lo que puede verse, pareja desde hace tiempo. A Pity le gustaría casarse, Panda no está tan seguro. Pity empuja a Panda a adoptar un chico, antes incluso del casamiento, y para ello inician los trámites. Allí se desayunan con que existen dos posibilidades: esperar unos diez años para adoptar el niño soñado, o, si quieren uno ya, conformarse con algún chico que padezca alguna enfermedad. Basada en una idea original del catalán Cesc Gay (Krámpack, Truman), Los adoptantes abunda, como toda comedia, en personajes secundarios y líneas narrativas, que en este caso le disputan metraje (y en alguna ocasión se lo ganan) a la historia central. Es el caso de la hermana de Pity (la excelente Valeria Lois), con su separación en puerta, su bebé en brazos y el pedido al hermano para que le cuide a la nena, y una Florencia Peña caída del cielo, decidida a todo con tal de ser inseminada por Pity. Otros personajes que rondan a los protagonistas son la mamá de Pity, que no tiene caracterización (Soledad Silveyra), la directora de su programa (Marina Bellatti, que aporta algún chascarrillo), el capataz de Panda (Guillermo Arengo) y, sobre el final, una figura muy importante para Panda, que es adoptado (Mario Alarcón). Quedando a veces de lado, la historia de la pareja central, con sus diferencias, su separación eventual (instancia clásica de toda comedia romántica) y su busca de adopción. Más allá de esos desbalances estructurales y de obviedades elementales, como la aparición de dos huerfanitos “perfectos”, de previsible destino, el mayor problema de Los adoptantes es que quiere ser comedia y no puede. No tiene gracia, la comicidad es forzada, no logra dar con la fluidez necesaria y en ocasiones las escenas se cortan cuando deberían continuarse, como una en la que Florencia Peña crece y el montaje la deja afuera.
“Los adoptantes”, de Daniel Gimelberg Por Mariana Zabaleta La sociedad del espectáculo necesita carne nueva, las llamadas “minorías identitarias” aparecen en las novelas y las películas actuales cada vez mas. Siempre representadas, nunca presentadas, estos estereotipos variopintos conquistan por su gracia y la entrañable cercanía de una injusticia latente. Los adoptantes es una comedia burlona de uno de los “sueños americanos” más presentes de la actualidad. Los continuos guiños a una plástica comunidad gay argentina consolida en lo kitsch su valor más tercermundista. Las pretensiones del guion se ven tensionados en el planteamiento de un tema problemático, y actual, en vinculo con el genero elegido. Una comedia de adopción, o de “búsqueda familiar”, si se puede decir así, tiene una forma clara donde los personajes abordaran peripecias materiales y emocionales para llegar a la meta. La construcción de un “hogar” implica ahondar en las identidades y sus historias, puestas a prueba ante la posibilidad de la paternidad. Una forma simple, Martin y Leonardo quieren adoptar y casarse, vivir felices como toda pareja gay de clase alta que dispone de amplios espacios, en altos pisos, para contemplar y expandir sus horizontes solo enmarcados por “jazzeos” sufribles. Las peripecias del payaso tristón (Spregelburd en la burda mueca del hombre niño en búsqueda de su identidad) y su compañero el payaso de la televisión (Diego Gentile en un personaje que recuerda a un conocido conductor de televisión). “Desear tener” destaca prontamente la dificultad burocrática que implica el proceso para nuestras instituciones, lastimosamente la comicidad burlona, que marca el pulso light, enchastra el problema para resumir en la mufa de “todes contra el Estado”. Es comprensible, el “Desear tener” dista mucho del “Desear adoptar” pero ante nosotros los personajes citadinos palpitan el ritmo de la mercancía. Ante la urgencia la dinámica del reality mete la cola, Martin es un hombre de la televisión. Hoy en día nuestras modestas estrellas han distinguido sus procesos de tenencia, elección, compra y subrogación sin problemas, por tanto absolutamente nada de lo planteado incomoda en este guion. Niños probeta, niños de casting, desfilan los niños en la televisión, antigua y profanada carne televisiva. LOS ADOPTANTES Los adoptantes, Argentina, 2019. Direccion: Daniel Gimelberg. Interpretes: Rafael Spregelburd, Diego Gentile, Soledad Silveyra, Marina Bellatti. Duración: 105 minutos.
Después de su ópera prima “Antes”, Daniel Gimelberg cambia completamente de registro para volcarse al ritmo de una comedia por momentos, disparatada, pero con un fuerte sostén en un tema de suma actualidad, muy poco abordado por el cine y mucho menos por el cine nacional. Gimelberg se anima a tratar con mucho humor el tema de una pareja gay, Martín y Leonardo que se plantean el hecho de ser padres. Pasados los diez años de convivencia pareciera ser que ambos se han planteado objetivos diferentes. Mientras Leonardo (Rafael Spregelburd, en un tono de comedia bastante alejado a sus composiciones más frecuentes) románticamente le propone casamiento, Martín (Diego Gentile) confiesa su deseo de ser padre, de tener un hijo. Sin perder el tono de comedia en ningún momento, el guion del propio Gimelberg junto a Andi Nachon arremete contra un tema con aristas tan controversiales como es el proceso de adopción en nuestro país. Un proceso de por sí complicado, burocrático, lleno de trabas y limitaciones con esperas de hasta diez años de acuerdo al caso, y negociaciones que padecen los padres para poder ver cumplido su sueño de formar una familia –los tiempos se acortan cuando se adoptan hermanos, niños más grandes o que cuentan con problemas de salud-, situación que se ve doblemente sesgada cuando hay una mirada social que pesa, en forma diferente, sobre las adopciones monoparentales o las que son encaradas por parejas homosexuales. Presentando a los personajes centrales como opuestos que se atraen, por un lado está Leonardo, un productor agropecuario que deberá lidiar en este proceso con fantasmas de su propia historia dado que él mismo ha sido un hijo adoptivo y que se muestra como el más pragmático y estructurado dentro de la pareja. Por el otro, Martín, un carismático conductor televisivo de un exitoso programa de entretenimientos con una veta más sensible, más relacionado con el ambiente artístico, quien aprovechará, en cierto modo, su popularidad y el lugar que ocupa en la pantalla para poder llegar a cumplir con su objetivo y su deseo, sin perder el delicado equilibrio que debe sostener con su exposición, su perfil público y su propia ética personal dentro del de una figura que está construida a puro rating. “LOS ADOPTANTES” podría dividirse claramente en dos partes. Una primera, en donde presentan a nuestros protagonistas y junto con ellos una interesante galería de personajes secundarios, partiendo de ciertas decisiones estéticas y de guion que dan cuenta de una fuerte toma de posiciones, de poder incluir temáticas no frecuentes en el cine nacional –la manera de abordar la intimidad de la pareja, por ejemplo- y de una manera adulta y directa, presentar una comedia claramente LGTB. A esta primera parte, parece contraponerse una segunda mitad en donde el tono de comedia vira al ritmo de un producto televisivo, todo se vuelve más previsible y todo se le hace más amable para que el público más masivo pueda aceptar la propuesta, haciéndola más cercana a los estilos costumbristas que pueden aparecer, por ejemplo, en un buen producto de la factoría Pol-ka, por sólo poner un ejemplo y de esta forma comienza a navegar por aguas más complacientes. En esta segunda parte se pierde casi por completo ese riesgo y esa transgresión de la primera, y las situaciones y los diálogos aparecen más sostenidos en estereotipos –incluso en el nivel social en el que se mueven, en las tramas secundarias que completan la historia- que van diluyendo la osadía de haberse animado a poner cierta temática en la pantalla grande. El oficio de Diego Gentile y de Spregelburd, sumado a la química que construyen juntos, es indudablemente uno de los puntos fuertes que sostienen a “LOS ADOPTANTES”. Por otro lado, dentro del rubro actoral, los secundarios de Valeria Lois, Guillermo Arengo, la simpatía de Radagast y sobre todo la exquisita Soledad Silveyra como la madre de Martín desplegando todo su oficio, hacen que de los pasos de comedia se disparen situaciones de reflexión y que inviten a pensar las reacciones en el seno familiar y de la propia sociedad frente a estas temáticas. Como contraparte, Marina Belatti y Florencia Peña repiten una vez más psus propios esquemas, con movimientos calcados, que parecen conocerlos de memoria y lamentablemente pierden la oportunidad de dotar a sus criaturas de algo novedoso y más cercano al tono de la propuesta, aunque obviamente son efectivas y funcionales a lo que la trama propone para sus personajes. Aun con las apuntadas objeciones, “LOS ADOPTANTES” es una comedia que sanamente instala una temática diferente, de mucha actualidad y que intenta cautivar a un público más masivo para que este tipo de propuestas comiencen a socializarse y que no queden circunscriptas a trabajos de cine arte u obras de teatro dentro del circuito off, y esto es, de por sí, algo sumamente valioso.
Reconocido como uno de los mejores directores de arte del cine argentino (La antena, El último Elvis, Gilda, La odisea de los giles), Daniel Gimelberg incursiona por segunda vez en la realización luego de Hotel Room con una comedia romántica moderna y desprejuiciada que aborda las visicitudes de una pareja gay que, tras una década de convivencia, inicia un proceso de adopción lleno de obstáculos administrativos y, sobre todo, afectivos. Los protagonistas de Los adoptantes son Martín (Diego Gentile), popular conductor de programas de televisión, y Leonardo (Rafael Spregelburd), ingeniero agrónomo y dueño de un campo. Cierto desgaste en la relación y diferencias de criterios y proyectos hacen que ambos -que están en plena crisis de los 40 y pico- se distancien. No adelantaremos nada más, pero Gimelberg apuesta al espíritu clásico de la(s) comedia(s) (de enredos, de rematrimonio) con no poca eficacia. Algo previsible por momentos en su desarrollo y resolución, pero narrada con convicción, con un implecable acabado en todos los rubros técnicos y un sólido trabajo actoral (a los queribles protagonistas se les suman buenos aportes de Marina Bellati, Valeria Lois, Guillermo Arengo, Soledad Silveyra y Florencia Peña), Los adoptantesse disfruta en su ligereza, en su elegancia formal y en su apuesta por sintonizar con estos tiempos de deconstrucción de los prejuicios sociales y la ampliacion de derechos.
Cuando Martín se reúne con su madre y su hermana, recién llegada del exterior, y les da a entender que con Leonardo quieren renovar, reinventar la pareja, la respuesta es inmediata: “¿Se van a mudar? ¿Se van a casar? ¡Van a tener un hijo!” Martín y Leonardo, o Pupi y Panda, viven juntos desde hace diez años. No tienen los mismos objetivos inmediatos como pareja. La noche que, cena mediante en el hermoso departamento con vista abierta que tiene Leonardo, él esconde una alianza para pedirle matrimonio, y Martín lo apabulla diciéndole que desea tener un hijo. Es a partir de allí que Los adoptantes hace honor a su título, y deja de lado la vertiente de la comedia para abocarse al tema de la adopción, mostrando sí, a veces con cierto humor, la complejidad, los problemas y la burocracia y trabas que tiene el asunto para las parejas que desean adoptar un niño. Como Martín es un conductor televisivo de un programa de entretenimientos, exitoso, todo lo que haga llamará la atención, mientras Leonardo es un pequeño productor agropecuario, con una historia distinta: no conoce sus orígenes, porque fue adoptado. Rafael Spregelburd, que ha tenido roles secundarios en el género de la comedia, no desentona en ningún momento, aunque las circunstancias más dramáticas, hacia donde deriva la trama, lo tienen mejor parado. Diego Gentile, en este juego de roles opuestos -el sensible y el rudo; el artista y el trabajador rural- se siente cómodo en los enredos y demuestra lo muy buen comediante que es, como en la obra Toc Toc. El sinuoso camino de la adopción es complicado no sólo si la pareja que lo desea es de hombres. Pero no se trata de situaciones de homofobia, que por otro lado la película de Daniel Gimelberg -realizador de Antes y reconocido director de arte, con Gilda, Mamá se fue de viaje y La odisea de los giles entre sus más recientes trabajos- no hace hincapié en ellas. Esto es: le da la naturalidad que debe tener y no victimiza a sus protagonistas. Hay muchos personajes secundarios, varios de ellos compuestos por intérpretes conocidos que ponen su saber y ductilidad, como Soledad Silveyra (la madre de Martín) Valeria Lois (su hermana con hija) y Florencia Peña (otra mujer que busca adoptar con su marido), pero es Marina Bellati como la Rusa, productora del programa de Martín, quien se sabe robar cámara y pantalla cada vez que aparece.
Es una agradable comedia de amores y compromisos, con mucho humor y delirio pero con acertadas y profundas convicciones sobre la base de las relaciones amorosa y las grandes decisiones. Presenta el devenir de una pareja gay entre un ingeniero agrónomo y un conductor de televisión que no vacila, más por inconciencia que por premeditado cálculo, en transformar la decisión de adoptar en un reality de consecuencias desastrosas. En esa pareja estable los deseos son distintos, la necesidad de un hijo no comparte la misma intensidad. Uno arrastra al otro en un paso trascendente, acompañado de la frivolidad de su trabajo. Inevitablemente llega la crisis y la búsqueda de la identidad individual de cada integrante de la pareja. El film elige un camino amable e interesante. Diego Gentile con un personaje demasiado marcado para el absurdo tiene la ductilidad para no caer en un estereotipo del pasado, Rafael Spregelburd juega con solvencia y equilibrio un personaje que además debe resolver un drama personal de su pasado. En medio de esos destinos los toques de delirio y sensatez están a cargo de las buenas actuaciaones especiales de Flor Peña, Soledad Silveyra, María Bellati, Valeria Lois, Mario Alarcón, Guillermo Arengo. La dirección de Daniel Gimelberg es acertada en el equilibrio y balance de tantos elementos, la idea del film es propia y de Cesc Gay, y co-escribió el guión con Andi Nachon, con gran conocimiento personal del tema. Un film de ternuras y reflexiones que entretiene y hace pensar.
Martín (Diego Gentile) es popular conductor de programas de televisión y Leonardo (Rafael Spregelburd) un ingeniero agrónomo y dueño de un campo. Entre ambos comienza a sentirse el paso del tiempo en la pareja. Para Leonardo esto lleva a pensar que tal vez sea hora de formalizar la pareja con un matrimonio, pero para Martín la apuesta es adoptar un hijo. Los adoptantes es una clásica comedia de rematrimonio, es decir la clásica estructura de la pareja en crisis en tono de comedia romántica. Un género que ha dado muchas grandes películas y esta no es la excepción. Además del humor y la emoción que la historia tiene, se le nota a toda la trama un claro conocimiento del tema de la adopción en Argentina, lo que le da un inesperado toque extra de autenticidad. Salvo un par de actuaciones secundarias, en particular Florencia Peña, la historia funciona de forma eficaz, al mejor estilo Hollywood. De los dos protagonistas es Diego Gentile quien domina el show, mientras que Rafael Spregelburd, con su particular tono actoral, le toca el ingrato rol de ser el más amargo de los dos.
Con el interés que provocan los cambios que se van gestando en el plano social, el director Daniel Gimelberg ("Antes") indaga en qué pasa en una pareja homoparental (la de Martín y Leonardo) cuando surge el deseo de tener un hijo y se recurre al mecanismo de la adopción. La elección del sistema permite al director, por un lado, meterse con la burocracia desde el punto de vista del funcionamiento del sistema en nuestro país y por el otro lidiar con las complicaciones que surgen en la pareja, ante la actitud de Leonardo, con un pasado y un presente no resuelto de hijo adoptivo. El contraste entre los caracteres del animador de televisión optimista y divertido (el Martin de Diego Gentile) y el agrónomo, dado a cavilar y "enrollarse" (el Leonardo de Rafael Spregelburd) agrega matices en cuanto a las reacciones de los integrantes de la pareja. Las situaciones humorísticos se suceden, algunas de las cuales rompen la línea mesurada, hasta entonces, del relato, para caer en un humor más fácil, que remite a la presencia de una pareja bizarra (Florencia Peña y "Radagast" Aristarán). BUENAS ELECCIONES Si la elección de Diego Gentile para el personaje de Martín es un acierto por el carisma humorístico del actor (confirma su reciente éxito en teatro con "Toc-to"), no lo es menos Marina Bellati, una divertida integrante del grupo televisivo, con su desafiante rostro almodovariano. Rafael Spregelburd es Leonardo y con Soledad Silveyra y Elida Lois (madre y hermana de Martín) completan la familia. "Los adoptantes" no siempre logra la diversión que se propone, pero mantiene un tono atractivo con desniveles, logrando visibilizar para el gran público detalles del tema adopción, sólo tratados hasta ahora por el género documental en nuestro país.
Lo primero es la familia. Los adoptantes es una película argentina dirigida por Daniel Gimelberg que utiliza el formato de comedia costumbrista para tratar un tema tan serio como es el de la adopción. Sus protagonistas son Diego Gentile y Rafael Spregelbrud y los acompaña un elenco de grandes figuras como Soledad Silveyra, Marina Bellati, Valeria Lois, Guillermo Arengo y Florencia Peña. La historia se centra en la pareja formada por Diego Gentile como Martin, un exitoso presentador televisivo, y Rafael Spregelbrud como Leonardo, un ingeniero agrónomo, quienes toman la decisión de adoptar un hijo. Pero las dudas del segundo, que desconoce su origen porque también fue adoptado, traen como consecuencia una crisis en su relación. Y esto da lugar a una serie de situaciones tragicómicas que invitan a reflexionar de una manera agradable sobre la formación de una familia. Entre los puntos a favor que tiene esta película se encuentra la química de su pareja protagónica, ya que la complementación entre Diego Gentile y Rafael Spregelbrud hace que su relación resulte verosímil y generen una empatía inmediata. Y también el hecho de recurrir al género de comedia costumbrista, para contar esta realidad cotidiana. Porque este formato le permite ser accesible para todo el público, ya que la ausencia de bajadas de línea y golpes bajos invita a una mejor reflexión sobre el tema. Pero la película tiene también algunos puntos que le juegan en contra, desaprovechando así su interesante potencial. La primera de ellas es la cantidad excesiva de subtramas, porque la sobrecarga dispersa el conflicto principal y distrae al espectador, en lugar de profundizarlo. La segunda es explicar muchos de los gags y desaprovechar la buena idea de incluir a Florencia Peña como comic relief interpretando un personaje bizarro, porque a pesar de ser fundamental en la historia, se diluye entre la gran variedad de conflictos. En conclusión, Los adoptantes abordan desde el formato de comedia costumbrista donde se puede apreciar por momentos la influencia kitsch de Pedro Almodóvar el conflicto de la adopción en nuestro país. Y esto le permite acceder fácilmente a una gran cantidad de público, instalando así esta problemática en nuestra sociedad.
Una vez finalizada la proyección todo remite al principio del filme, directamente al título del mismo, lo que podría pensarse como lo más abyecto del mismo. Lo que dispara es el provecho desde el discurso instalado, pero sólo a partir del texto es que intenta instalarse en el género de la comedia dramática, no lo logra, ni produce sonrisas, ni se instala dramáticamente. “Los adoptantes” soslaya un tema importante, difícil, que habla de nosotros como sociedad, pero deja en segundo plano lo importante, en la ecuación de la adopción la variable primordial son los niños. Aquí parece ser que serían los trascendentales las personas que adoptan. Ya lo vimos hace algunos años, en la vida real, cuando alguien se manifestaba estar preparada para ser madre pero que biológicamente no era apta para un embarazo. El tema está tratado muy superficialmente, ya que lo que termina siendo aquello que impulsa el desarrollo del filme es la relación entre los integrantes de la pareja que desea adoptar y cada uno de sus conflictos personales. Si a esto mismo se le suma que desde la construcción de la estructura narrativa, con muchas subtramas, el foco queda desplazado, ya no de la adopción sino, y por momentos, de la historia romántica per se. Martin (Diego Gentile), es un actor, que debe su popularidad por ser el conductor de un programa de televisión de entretenimientos. Leonardo (Rafael Spregelburd) es un ingeniero agrónomo, propietario de un campo al que lo trabaja desde su lujoso departamento en plena ciudad, el encargado de llevar adelante lo referente al campo en sí mismo es su capataz (Guillermo Arengo), quien tiene la frase más realista de la película. Ya en la apertura nos informan que Martín y Leonardo son pareja desde hace años, y por sino queda claro quién es quién se llaman por sobrenombres, Martín es Pitty y Leonardo es Oso. Martín desea adoptar un chico, antes de casarse con Leonardo, esto los lleva a transitar por un trampolín a realizar un doble salto, comienzan los trámites de adopción, el primero apoyado por su familia, está seguro de todo, al segundo las dudas lo llevan a replantearse su propia historia. También es adoptado. Esto presentara otras subsecuentes subtramas, incluida la de la hermana de Martín, quien residente en Alemania, está de viaje con su pequeño hijo, con motivos aparentemente ocultos. La madre de ambos (Soledad Silveyra) sabe, como toda madre que se precie de tal, que les sucede a sus hijos, lo intuye y lo expresa. Cuando inician los trámites de adopción conocen a una mujer casada que también desea adoptar, (Florencia Peña), quien con la creación del personaje que realiza termina por ser lo más agraciado del filme. Que los niños a ser adoptados aparezcan y se pronuncien en su capacidad de elección de nuevos padres, no está explicado ni desarrollado. Dos hermanitos huérfanos a partir de un accidente automovilístico donde mueren sus padres. No es que sea necesario, pero estos niños ¿no tienen abuelos, tíos, amigos de sus padres? ¿Nada? ¿Era una familia sola en el mundo? Una línea narrativa que le hubiera dado una variable verosímil a todo el texto. El filme no deja de ser toda una catarata de situaciones ya vistas en infinidad de películas, salvo que en éste caso es una pareja heterosexual. Por lo cual termina por agotarse en sí mismo y aburrir demasiado. Con el agregado que todos son buena gente, no hay conflicto social alguno, la realidad social pasa a la vuelta de la esquina. Ante lo anodino del texto, la falta total de profundizar en los distintos temas que presenta y no despliega lo determina hasta como resbaladizo. Sin recurrir a pensar en escenas que por innecesarias, pues nada aportan al supuesto conflicto, dan la sensación de mal gusto. U otras en que todo lo referente a las buenas intenciones que propone el filme se reduce a una frase de una jueza que determina la aptitud para la adopción y manifiesta, frente a Martín y Leonardo, que nunca vio una pareja tan apta para adoptar. ¿Sería su primer caso? El resto de las miles de personas ancladas en los laberintos de la burocracia. ¿No existen? Pero por otro lado, desde su estructura, se presenta como una producción clásica, con eficiencia en los rubros técnicos, la dirección de arte, la fotografía, hasta la banda sonora. Sustentados en las buenas actuaciones más allá de la pareja protagónica, y a pesar de los estereotipos en los que son encuadrados, destacándose con solvencia Soledad Silveyra, (lastima el poco tiempo en pantalla), y Florencia Peña. Lamentablemente el guión no los acompaña. Lo “importante” termina siendo esas idas y vueltas amorosas de la pareja por lo cual, volviendo al título, se lo huele mínimamente como oportunista.
La fuerza del corazón ¿Alcanza con una buena película para ayudar a solucionar, o al menos a apoyar, la solución de una causa que implica la posibilidad de cambiar el destino de miles de chicos que necesitan de una familia que los ayude a crecer y los proteja? Parece que sí. A veces una forma de hacer visible una problemática tan fuerte a través de un medio que hará que la misma pueda llegar a ojos (y oídos) de una gran porción de la población es una de las cosas más efectivas que pueden hacerse. ¿Y qué mejor que la herramientas sea una película de género comedia, con una construcción sólida de la historia a narrar, elástica cuando es necesario, y con un elenco que sería la envidia (sana, pongamos) de cualquier director que se precie? Todo eso y más es Los adoptantes, una historia divertida pero con un drama real que la atraviesa, y, detrás de esos pasos excelentes de comedia, expone las cuestiones de los miles de chicos que ingresan a diario al sistema de adopción en espera de una familia. Todo lo que describo es llevado adelante con perfecta mano por la dirección de Daniel Gimelberg, y gracias al trabajo realizado por él en el guion junto a Andi Nachon, Los adoptantes logra en la distribución de las distintas partes del rompecabezas que, con una idea de un humor logrado con mano efectiva y buena noción de los tiempos en la construcción de la estructura de la historia, logra desarrollar con solvencia las diferentes partes de una mecánica que también es maleable cuando es necesario. La semblanza de las diferentes patas participantes de la historia en sus capas paralelas es sencilla en términos de demostración de las ideas y sentimientos de los personajes, pero a la vez efectiva, y su forma e historia vincular perfectamente desarrollada. Es así que la pareja conformada por Martín (Diego Gentile), un conductor de televisión súper exitoso, y Leonardo (Rafael Spregelburd), un ingeniero agrónomo con un ligero mal genio, comienzan a plantearse nuevas posibilidades en su vínculo como pareja, planteándose la idea de la adopción. Las situaciones equívocas no tardarán en llegar y ello se ve real en la piel de la selección de las diferentes partes protagonistas del cuento que la pantalla nos ofrece. Las actuaciones secundarias hacen honor y secundan con perfecta asistencia a la ya mencionada, y excelente, pareja protagónica: Soledad Silveyra, Marina Belatti, Guillermo Arengo, Mario Alarcón, Florencia Peña, Agustín Aristarán y Valeria Lois otorgan la forma justa para cerrar armoniosamente el mundo de Los adoptantes. Los adoptantes es una armoniosa historia sobre una pareja, sus desavenencias, sus necesidades y deseos acompañada en la forma de una construcción de circunstancias que incorporan de manera excelente a los personajes secundarios en la estructura de una realidad que es necesario visibilizar.
Los adoptantes está dirigida por Daniel Gimelberg y protagonizada por Diego Gentile y Rafael Spregelburd. Gimelberg es considerado por muchos el mejor director de arte del cine argentino y había incursionado en la dirección de cine hace once años con una película llamada Hotel Room. Los adoptantes es una comedia romántica que aborda los problemas que tiene una pareja cuando decide adoptar. Problemas que serán tanto burocráticos como afectivos. Ellos son Martín (Gentile) y Leonardo (Spregelburd) y llevan casi diez años juntos. Esa solidez y desgaste de pareja se ven reflejados en la pantalla. Si bien Los adoptantes apuesta a los clásicos conflictos de una comedia de enredos o romántica, eso no es un error, sino que lo hace de buena manera. Sin dudas el mayor logro del director y del elenco es contar esta historia de pareja (gay) en donde nadie, absolutamente nadie, dentro de la historia ve en eso o en su deseo de adopción una rareza. Lo muestran y lo vemos como debería ser siempre en todo. Normal, como cualquier pareja. Completan el elenco Florencia Peña, Soledad Silveyra, Agustin “Radagast” Aristarán y Marina Bellati, cada uno aportando desde su personaje para darle a la historia un mejor contexto y subtramas. Los adoptantes es una película mainstream del cine argentino que se la juega con escenas y temáticas que no solemos ver en este cine comercial, pero que sí deberíamos.
Daniel Gimelberg volvió a ponerse detrás de la cámara después de diez años, esta vez con una comedia dramática y con un tema complejo como es la adopción. En este caso se trata de una pareja interpretada por Diego Gentile y Rafael Spregelburd, que después de una década de convivencia y promediando los 50 años se encuentran con su plácida vida patas arriba a causa de la decisión de uno de ellos de convertirse en padres. En la línea de la comedia clásica, Gimelberg ofrece una narración fluida, con las dosis exactas de emoción y humor, con ideas claras a la hora de dirigir, un guión dinámico, el sólido desempeño de todo el elenco, incluidos los personajes secundarios, al trabajo impecable de posproducción y a un minucioso equipo técnico. Spregelburd interpreta a Leonardo, un ingeniero agrónomo que comparte su vida con el conductor de un programa de entretenimientos y ex actor que impulsa al ingeniero a internarse en una vida que no le interesa profundizar. Allí está el primer hallazgo del guión que genera un subtrama casi tan intensa como el resto de la película cuando Leonardo, también adoptado, se enfrenta a la necesidad de averiguar quiénes son sus padres biológicos antes de embarcarse en la paternidad.