Pequeña Señorita Claudia Los insólitos peces gato (2013), de la mexicana Claudia Sainte-Luce, continúa la línea de películas como Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) para hablar de la disfuncionalidad familiar usando la comedia como marco de una historia melodramática. Claudia, una joven sin familia, termina en un hospital por un ataque de apendicitis. Comparte la habitación con Marta, una mujer con una enfermedad infecciosa terminal. Entre ellas se creará un vínculo especial que se irá acrecentando a través de los días. Al punto de que Claudia termine viviendo en casa de Marta, junto a los hijos un tanto “especiales´” que la adoptarán como parte de la familia. La realizadora ficcionaliza un hecho real de su vida y lo hace desde el humor, pese a que la muerte atravesará todo el relato. La ausencia de golpes bajos y de sensiblería le juega a favor a un film poético sobre las relaciones familiares y de como la famila se elige por sobre lo que se hereda. Minimalista pero no por eso morosa y contemplativa, Los insólitos peces gato muestra otro costado de la familia, el lado "b", mucho más divertido que el convencional pese al dramatismo que bordea una trama que ve el lado bueno de las cosas en medio de la desesperación y la irremediable llegada de la muerte.
La (bienvenida) invasión latinoamericana Claudia (Ximena Ayala) es una muchacha de 22 años que vive sola, trabaja en un supermercado y lleva una existencia al parecer bastante gris. Por una apendicitis termina siendo operada e internada en la guardia un hospital, donde conocerá a Martha (Lisa Owen), una entusiasta mujer de 46 años que lucha desde hace bastante tiempo contra el HIV. Cuando ambas salen de la internación, Martha invita a Claudia a su casa, donde conocerá a sus cuatro hijos. Por primera vez, la recién llegada empezará a sentir el contacto con una familia (numerosa, problemática, caótica, pero siempre querible) y, de a poco, a encontrar cierto sentido de pertenencia. Es cierto que por momentos esta película sobre la soledad, el miedo y el dolor, sobre familias adoptivas, sobre la redención y las segundas oportunidades (basada en experiencias autobiográficas de la propia Sainte-Luce) resulta un poquito demagógica y con cierta veta de “autoayuda” (con algunos esquemas que remiten al cine independiente norteamericano made in Sundance), pero nunca deja de ser una comedia costumbrista cuidada y sensible, narrada con una frescura y una solvencia infrecuentes en una directora debutante e interpretada por un elenco irresistible. Como plus no menor, la fotografía de esta película premiada en Toronto, Locarno, Gijón, Mar de Plata y La Habana, entre otros festivales, estuvo a cargo de la talentosa DF francesa Agnés Godard, habitual colaboradora de Claire Denis. Nada menos.
Un guion con poco ritmo pero con interesantes propuestas Si el cine independiente se distingue por algo es por ofrecer historias intimistas de todos los sabores y colores. El titulo a ser reseñado no podría encajar más perfectamente en la definición de este concepto. ¿Cómo está en el papel? A Claudia, una solitaria chica que trabaja en un supermercado, le agarra un grave caso de apendicitis y debe ser operada de urgencia. En la víspera de la operación ella conoce a Martha, una mujer que está en la cama contigua y que padece una enfermedad terminal. Pasada la operación, Martha se ofrece a llevarla a su casa donde conoce a sus cuatro hijos. A medida que pasan los días, Claudia empieza a establecer un vínculo cada vez más fuerte con esta familia que llena el vacío que tenía en su vida. Los Insólitos Peces Gato es un guion que en su estructura es demasiado denso y es una concatenación de escenas que cuando no son estáticas ofrecen poca progresión dramática. No obstante, destaco el hábil desarrollo de personajes, donde cada uno sabe establecer apropiadamente su idiosincrasia. Que hay un cambio en la vida de los personajes está clarísimo —toda buena narración es sobre un cambio—, pero no puedo evitar sentir que, con los personajes que tenían, un objetivo un poco más tangible hubiera ayudado mejor al resultado final. ¿Cómo está en la pantalla? Aunque como guion se queda corto, Los Insólitos Peces Gato presenta unas interesantes propuestas a nivel cámara. Los movimientos y las composiciones están ahí para conectar muy inteligentemente a los personajes. También debe destacarse la utilización del diseño de sonido para meter al espectador en la cabeza de los personajes. Por el costado actoral, el reparto entrega interpretaciones muy naturales y creíbles. Material para trabajar no les faltó; contaron con personajes jugosos y supieron aprovecharlos bien. Pero, de nuevo, la falta de un objetivo concreto le dificulta la percepción de la riqueza de su trabajo. Conclusión Los Insólitos Peces Gato es una propuesta cinematográfica sólidamente construida desde el costado del desarrollo de personaje, pero desafiante en su manejo de los tiempos. Para incondicionales de los retratos intimistas.
Los insólitos peces-gato, ópera prima de la mexicana Claudia Sainte-Luce es un bonito retrato sobre los lazos familiares. Madre hay una sola Claudia (Ximena Ayala) tiene una vida poco feliz. Trabaja dando muestras gratis en un supermercado y vive sola, de familia y amigos, ni hablar. Un día termina en el hospital por una apendicitis, y allí conoce a Martha (Lisa Owen), madre cariñosa de cuatro hijos y enferma terminal de HIV. Martha rápidamente toma bajo su ala a Claudia, y la invita a almorzar a la casa cuando le dan el alta del hospital. Claudia pasa los primeros momentos en la casa desconcertada por tanta compañía repentina. Los hijos de Martha son un espectáculo, Alejandra y Wendy, las mayores, están siempre a las corridas acompañando a su madre al hospital, Mariana está entrando en la adolescencia y el pequeño Armando sólo quiere un poco más de atención. Los tuyos, los míos, los nuestros A mi parecer, es un poco lento el comienzo (o quizá soy un poco ansiosa). Habiendo leído la sinopsis y/o visto el trailer, ya sabemos que Claudia se va a integrar a la familia. La fotografía es bellísima, y funciona diferenciando claramente los tres actos de la película. Tonos oscuros y planos muy cercanos en el comienzo, cuando se nos presenta al personaje de Claudia, tonos más claros cuando sale del hospital y se va con la familia y colores muy brillantes hacia el final. Está muy bien encarado el tema de la enfermedad de Martha, sin golpes bajos, y más que nada, narrado desde el vínculo con Claudia. Otro punto fuerte son las actuaciones de los protagonistas, que nos generan muchísima empatía y nos sacan más de una sonrisa. Conclusión Los insólitos peces-gato es una emotiva película sobre la familia, el estar acompañado y encontrar la pertenencia en un grupo, de la mano de excelentes interpretaciones y visualmente impecable. Es una película que emociona sin necesidad de recurrir a golpes bajos ni nada por el estilo, que muestra la construcción de los vínculos familiares, narrada con mucha sensibilidad.
Emoción, sentimiento, honestidad. Pero no esa emoción ni ese sentimiento de los que tanto se habla en las películas (y también en las críticas de cine), sino pura, sincera emoción; puro, sincero sentimiento, el que no se declama, pero se contagia desde las imágenes, el que los personajes expresan más con sus miradas que con sus palabras, con sus gestos más simples, con la atención que se prestan y la calidez que se transmiten por el solo hecho de compartir la vida diaria; en la manera de estar juntos, de hacerse compañía y de conllevar el dolor común ante la enfermedad terminal de una madre que cada día, con su temple y su serenidad ante la certeza de un inminente y próximo final, les da lecciones de vida y de esperanza. Los insólitos peces gato trae en apariencia todos los elementos del melodrama lacrimógeno y sentimental que los norteamericanos acostumbran a etiquetar como tearjerker, pero no lo es porque nada de lo que se cuenta aquí busca producir la lágrima fácil ni cede a los habituales clichés. Probablemente porque en Claudia Sainte- Luce no hay intención manipuladora: ella se propone quiere transmitir una experiencia que vivió en carne propia. Una experiencia de vida que le ha quedado grabada no en el cerebro sino en el corazón. Un sentimiento. Ella es Claudia (Ximena Ayala), la callada, solitaria chica sin familia que trabaja en un gran supermercado como promotora y demostradora de nuevos productos, que un día cualquiera amanece con fuertes dolores en el vientre que terminan con ella internada en el hospital y operada del apéndice. Quien ocupa la cama vecina -lo sabrá después- es una mujer cordial y expresiva, madre de cuatro hijos, con quien traba una cálida relación amistosa. Marta (Lisa Owen) no habla de los motivos por los que se encuentra internada; después se sabrá del HIV que le detectaron tardíamente, de sus frecuentes internaciones y de la familia numerosa que ha sabido criar y a la que Claudia terminará sumándose después de que su nueva amiga la invite a subirse al modesto autito de la simpática tribu cuando a ambas las den de alta. De a poco irá incorporándose al grupo y aprenderá entonces lo que significa el calor de familia que ella nunca conoció. Sainte-Luce no esquiva el costado dramático de la historia ni oculta las diferencias y dificultades que los personajes deben afrontar, pero muestra su inteligencia tanto para dejar abundante espacio al humor como para poner en juego sensibilidad y sutileza al definir las variadas personalidades de los cuatro chicos y las relaciones que van desarrollándose entre Claudia y cada uno de ellos, y por supuesto, entre las dos mujeres. En este terreno, debe destacarse el decisivo aporte de todos los actores, grandes y chicos, tan bien elegidos como conducidos. Es visible que ha habido un prolongado y detallista período de preparación. Si como guionista, la realizadora da pruebas de su delicadeza y su penetración para delinear los diferentes caracteres, como narradora -aquí, con la ayuda inapreciable de Agnès Godard- exhibe una madurez llamativa en una debutante. La escena de la comida o la luminosa secuencia de la excursión a la playa son dos buenos ejemplos de esa idoneidad.
Emotivo film de actores La posibilidad de apartarse, de tener una mirada sobre el todo de una familia caótica, cruzada por las peleas y los deseos de cada uno de los integrantes pero en donde se nota el amor que los une es el primero de los aciertos de la mexicana Claudia Sainte-Luce, que en su ópera prima combina una historia con mucho de su propia experiencia para reflexionar sobre la soledad, el miedo al futuro y las sobre la soledad, con una mirada amorosa sobre sus criaturas que la alejan del golpe bajo a pesar de los temas que toca el film. Martha (Lisa Owen), madre de cuatro hijos, enferma de VIH y que a pesar que soporta la enfermedad desde hace años trasmite paz y felicidad, algo que cuando la conoce en un hospital, sorprende de inmediato a Claudia (Ximena Ayala), una mujer joven, solitaria, con una existencia bastante gris. Invitada por Martha a su casa, Claudia ingresa a ese mundo familiar que le es ajeno pero también irresistible, un espacio que le será dado por Martha pero que tendrá que ganarse entre los hijos, principalmente la más grande, que entre los celos y la desconfianza, la ve como una intrusa. Película de actores, mejor dicho de actrices, donde los afectos llevan el pulso de la narración, Los insólitos... es emotiva pero precisa, aunque en algunos pasajes se excede en tratar de dar una lección de vida. Pero más allá de eso, cada uno de los personajes está perfectamente delineado y cumple una precisa función en el relato, que es sereno, emotivo, sin altibajos, dispuesto a jugarse por los sentimientos desde una visión del mundo piadosa y humanista que apuesta a la vida.
Es el primer largometraje de la directora mexicana Claudia Saint-Luce, que narra una historia personal con maestría. Una chica desamparada que casualmente se une a una familia, donde la madre padece de SIDA. Y se transforma en una hija más. Lejos del lugar común, con emoción y justeza. Fue elegida con justicia mejor película Latinoamericana en el Festival de Mar del Plata.
Escapó del melodrama buena historia de mujeres Un gato de la suerte en una pecera y un mísero pececito perdido justifican para un niño la categoría de insólitos. El pobre está necesitado de sonrisas, lo mismo que el resto de la familia. Menos mal que son animosos, empezando por la madre. Y eso que se está muriendo. Se trata de una mujer atenta a sus cinco crías, cada una de distinto padre y casi todas mujeres: la mayor, seria y responsable, la gorda gruñona y fisgona, la nena que ya entra en la etapa de obsesionarse por su imagen (y se nota que va a ser muy linda) y un pichoncito que recién empieza la secundaria. Pero vamos a tardar un tiempo en conocerlos. La película se abre con otro personaje: una empleada de comercio decididamente insulsa. Nos quedamos cortos: es voluntaria, obtusa, vocacionalmente insulsa. Insípida. Sin gracia alguna. Flaca, fea, flácida y otras cosas con efe. Muy poco sociable. Pasa el día en un supermercado que parece una cueva, descansa en una covacha, y cuando tiene un ataque de apendicitis termina en un hospital que parece una pensión vieja mal reformada. Pero corriendo la cortina junto a su cama, hay un grupo familiar. Será disfuncional, de pobretones medio impresentables, pero es un grupo familiar. Y la jefa de esa manada capta la soledad de la otra y se hace cargo. No lo dice, pero hace lo que seguramente espera que otros hagan con alguna de sus criaturas, cuando les toque sentir bien adentro la orfandad que les anda rondando. Por ahí va la historia, entre sonrisas, pesares, confusiones y rezongos. Historia de mujeres, aguantes, aceptaciones. Cuando termina, la fea sigue fea y desabrida, pero ya nos cae un poco mejor, y miramos a todos medio con simpatía y hasta con una puntita de emoción. Muere la madre, por supuesto, pero eso se expone de un modo suave, sin griteríos ni llantos inconsolables. Su ejemplo de vida ocupa mucho más espacio. Asuntos como la hospitalidad, la pertenencia, el crecimiento, nos tocan más fuerte. Y todo está dicho con buen ánimo, hasta con buen humor, de un modo natural, reconocible. Otra persona hubiera hecho un melodrama de pañuelo en mano. Si fuera mexicana, un melodramón. Pues bien, la autora de esta película es mexicana, veracruzana para más señas, Claudia Sainte Luce, y prefirió darnos una comedia realista. Salvo por un detalle: la obra se dice inspirada en una experiencia que ella misma tuvo cuando veinteañera, y ella no es fea ni tan retraída que digamos. Del resto, una obra pequeña pero original, sincera y digna de aprecio. Más aún cuando vemos que es su primera película, y que casi todos los intérpretes son "no actores", muy bien dirigidos. Al principio no lo parece, pero vale la pena.
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Una ópera prima marcada por sus desniveles Los primeros minutos de Los insólitos peces gato son una buena señal y marcan la pericia técnica de la directora Claudia Sainte-Luce para crear ambientes, más allá de los marcados desniveles de esta película mexicana. Sin palabras y con una destacada edición de sonido, tenemos el universo cotidiano de Claudia, la joven protagonista, un tanto ominoso, oscuro y opresivo, producto de una rutina que la consume. En el film la protagonista sufre un ataque de apendicitis que la lleva al hospital y allí entabla relación con Martha, quien padece una enfermedad irreversible, y sus hijos. Hay que decir que el encuentro es un poco forzado y que los resortes dramáticos que hacen avanzar la historia no están muy aceitados que digamos. Sin embargo, a favor, señalemos que pese al tema delicado, no hay estallidos emocionales ni golpes bajos (más allá de una secuencia final un poco alargada). Pero más allá de estos aciertos, no se puede obviar la previsibilidad de las situaciones ni la floja evolución de los personajes. No obstante, el buen manejo de cámara para marcar la entrada y salida de los espacios asfixiantes, una buena puesta en escena más precisas pinceladas sobre lo privado como enlace hacia lo social, justifican la visión de esta ópera prima mexicana.
Solas, siempre solas Pese a la compañía circunstancial, Martha (Lisa Owen) y Claudia (Ximena Ayala), no sólo comparten su condición de convalecencia en un hospital por situaciones muy distintas –una tiene cáncer y la otra fue operada de apendicitis- sino que ambas padecen la soledad en algún sentido profundo del término, tópico que la trama de esta ópera prima de la mexicana Claudia Sainte-Luce irá desentrañando a partir de un guión sólido que hace de los tiempos muertos y los diálogos pequeños una gran sustancia que de a poco también se contaminará de una atmósfera opresiva por donde sobrevuelan planteos morales o reflexiones acerca de las familias nucleares, legados maternales y otros temas relacionados con lo femenino en el marco de un universo enteramente femenino. Para Martha y sus cuatro hijos Alejandra (Sonia Franco), Wendy (Wendy Guillén), Mariana (Andrea Baeza) y el más pequeño Armando (Alejandro Ramírez Muñoz) el tránsito por una enfermedad terminal marca el camino de la espera ante lo inevitable, pero de esa incertidumbre se reviste cada minuto que pueda dedicarle a la crianza, al control perentorio de una casa un tanto caótica cuando goza de cierto bienestar o se encuentra con fuerzas para enfrentar el último tramo de su vida. Claudia llega como ese extraño a la dinámica familiar, capaz de aportar otro tipo de energía y en búsqueda de una familia sustituta pero también esa presencia para cada miembro implica una intrusión más que una beneplácita bienvenida. En ese terreno difuso de la cotidianeidad y la espera se debate esta historia protagonizada enteramente por mujeres que sobrellevan varios pesos, algunos tangibles como la enfermedad de Martha, otros menos tangibles como el dolor de la pérdida, el miedo al futuro y a la soledad pero siempre en un tono no angustiante que incluso permite el lugar para descontracturar, a fuerza de pequeñas anécdotas, situaciones de mayor peso dramático que evitan que el film caiga en melodrama naturalista o culebrón pesado. Los insólitos peces gato es un excelente debut para una directora mexicana que muestra credenciales a la hora de pensar el cine como vehículo narrativo a partir de un elaborado guión y un inteligente manejo de los tiempos y la puesta en escena.
Un armado elíptico y poco subrayado Aunque la sinopsis de este film daría como resultado un compilado de fórmulas –encuentro entre dos distintos, una paciente terminal de HIV–, la directora logra que eso esté protagonizado por personajes que están más allá del mero vehículo dramático. Una forma de zafar de las fórmulas de construcción dramática es dotarlas de verdad, “rellenando” esos moldes vacíos con algo que tenga cuerpo y volumen, que respire. Es lo que sucede con el reciente film indio Amor a la carta o, de modo espectacular, con Jersey Boys, donde Clint Eastwood reconvierte las fórmulas más remanidas en un film de singularidad total. Una sinopsis de Los insólitos peces-gato, ópera prima de la mexicana Claudia Sainte-Luce, que participó de la Competencia Latinoamericana en la última edición del Festival de Mar del Plata, daría por resultado un compilado de fórmulas. El encuentro entre distintos, que les cambia la vida a ambas partes. Que los dos (en este caso una chica y una familia entera) sean carentes y se completen mutuamente. Ni qué hablar de la presencia de una paciente terminal de HIV, peligro rojo de fórmula. Sin embargo, Saint-Luce logra, con ayuda de un ajustadísimo elenco, que todo eso esté protagonizado por personajes que están más allá del mero vehículo dramático. Claudia es una chica retraída y solitaria, que vive en una suerte de sucucho o guarida y trabaja como promotora en la sección salchichas de un supermercado. Un ataque de apendicitis oportunamente inducido por el guión la pone en contacto con la paciente de la cama de al lado, Martha, señora de menos de 60 años que padece HIV, contagiado por uno de sus tres maridos (caso poco frecuente, sin duda). De sus sucesivos matrimonios, Martha tiene tres hijas y un varón, cuyas edades oscilan entre la pubertad y esa orilla de los 30, en los que a una mujer empieza a pesarle la falta de una pareja estable. Es el caso de la hija mayor, la que con más recelo asiste al progresivo “ingreso” de Claudia a la familia. Es que Martha es una señora tan bien predispuesta a ayudar a extraños en problemas como a cumplir la función de madre sustituta. Y es evidente que Claudia anda necesitando algo de calor de hogar. Tanto como Martha de una ayuda que sus cuatro hijos no siempre están en condiciones o con la voluntad de darle: correspondencias estratégicas de guión. Con el lujo de una fotografía en manos de Agnès Godard, brazo derecho visual de la francesa Claire Denis, Saint-Luce (Veracruz, 1982) no fuerza conductas ni psicologías en sus personajes. Se limita a observarlos con atención, no yendo nunca más allá de lo que muestran. La más rotunda expresión de esto es Claudia, cuya extrema parquedad (tan frecuente en tantos protagonistas del cine latinoamericano) deja asomar poco más que lo visible. Hasta el punto de que recién en el último tercio de película se sabrá qué pasó con sus padres. Que tampoco es una revelación que le vaya a cambiar la vida a la película. Los insólitos peces-gato no busca el golpe dramático, el punto de torsión, los grandes cambios de rumbo. Sí cuida las dosificaciones, de un modo que habla del armado casi ajedrecístico del guión. El carácter indiscreto e intrusivo de una de las hijas de Martha se contrapone exactamente con el de la introvertidísima Claudia, así como su obesidad habla de unos problemas personales que contrastan con el entusiasta descubrimiento de la sexualidad por parte de sus hermanos menores. Ese descubrimiento funciona, a su vez, como contracara de los problemas con los hombres de la hermana mayor, y así sucesivamente. Por evidente que sea ese armado no deja de resultar, en tal caso, tan elíptico como poco subrayado.
Una joven solitaria que trabaja en un supermercado termina en un hospital donde conoce a una peculiar y simpática familia compuesta por una madre, enferma, y cuatro hijos que la cuidan en ese mismo hospital. La chica, sola, termina yendo a vivir con ellos y a funcionar como una curiosa madre sustituta de los niños, ante los problemas cada vez más severos de salud de la señora. Sin empujar –al menos hasta el final– el contenido más dramático del filme, Sante-Luce opta por un tono casi de comedia costumbrista, ocupando buena parte del relato en la bastante caótica convivencia familiar y en las desventuras de los distintos niños en relación con la algo opaca y callada protagonista. El tono es amable e invita a la identificación (los pedidos y reclamos, siempre en tono cariñoso, de la madre a sus hijos son muy realistas), aunque por momentos se exagera un poco en esa candidez en un estilo que recuerda a cierto cine indie americano. La fotografía es de la extraordinaria Agnes Godard, habitual colaboradora de Claire Denis.
Una historia de amistad En su debut, la mexicana Claudia Sainte-Luce cuenta una historia autobiográfica, dramática pero atenuada por un tono familiar y al borde de lo empalagoso. Claudia (Ximena Ayala), una huérfana de 22 años, se despierta una noche con dolores abdominales y termina siendo operada de peritonitis en la clínica de la ciudad. Al principio se muestra hosca, más preocupada por retornar a su casa y su trabajo en el supermercado, pero durante la internación se genera una amistad con Mónica (Lisa Owen), hospitalizada en la cama vecina por su infección HIV. Madre de cuatro hijos de distinto padre (el último de los cuales, su verdadero amor, fue quien la infectó), Mónica invita a Claudia a visitar su hogar una vez que ambas son dadas de alta. Luego de una escena inicial rodada cámara en mano (cuando Claudia ingresa al hogar) con un claro estilo Dogma, Los insólitos peces gato es una película de corte sentimentalista, sin ningún grado de tensión. Pese a todo, un cuidado debut de Sainte-Luce, que seguramente repuntará en próximos trabajos.
Algo del orden de la molestia juega en mi cada vez que se justifica, ya sea un texto fílmico o teatral, desde el lugar de estar narrando algo “basado en hechos reales”, como si esa variable tuviese una importancia mayor respecto de una buena construcción del relato. Hace unas pocas semanas tuve la desagradable experiencia de ver una obra de teatro que no sólo estaba basada en sucesos supuestamente acaecidos realmente, sino que además, al igual que el filme “Los insólitos peces gato”, estaba determinada como “autobiográfica”. “Estadio de arena”, el titulo de la obra teatral en cuestión, relataba el reencuentro de dos hermanos con el fin de arrojar las cenizas del padre al mar, en una playa en la que veraneaban cuando jóvenes, en Punta del Este. Bien, en la vida real el padre estuvo presente en el estreno de la obra, los hermanos se llevaron de maravilla toda la vida, ninguno jugó al fútbol, ¿Qué era lo autobiográfico? El texto aburrido y las actuaciones eran impresentables ¿Por qué lo justificaban entonces desde esa variable? ¿Deberíamos ser condescendientes por ese motivo? Como decía Oscar Wilde, un texto está bien o mal escrito, luego sigamos analizando. Si inmediatamente, e interrogando, investigando un poco nomás, todo se deshacía irremediablemente. No es en los resultados finales exactamente el caso del filme, pero sucede algo semejante. Presenta muy bien los personajes, instala buenas ideas, ya desde el titulo, conforma desde la imagen, el encuadre, la dirección de arte de manera muy interesante las posibilidades de lectura, para luego pasar a ser una sucesión de acciones, vivencias con una muy débil progresión dramática, donde las motivaciones no están presentadas, por lo tanto su desarrollo es nulo y las modificaciones en “casi” todos los personajes no se perciben. ¿Las razones del título? En principio se podía suponer que haría referencia a la familia de peces siluriforme, conocidos como nicuros, o camchimalas, en Ecuador. Pero no. Se nos muestra varias veces una pecera vacía, en la misma hay pegado un cartel con el titulo de la película, al tiempo que dentro de la pecera hay un “maneki neko”, muñeco originario de la cultura japonesa, conocido acá, en occidente, como “gato de la fortuna”. En el transcurso del relato, y esta podría ser una interpretación valida, es poder ver esa imagen como anticipando que algo o alguien esta en un lugar que no corresponde, que no le pertenece, visto como de extrañeza, para finalizar como una metáfora visual, con la pecera con agua, un par de peces y el gato. La historia de Claudia, una joven huérfana, solitaria, adusta, que trabaja en un supermercado, duerme en una especie de garaje en desuso, que un buen día, termina en una sala de urgencias con un severo caso de peritonitis. Allí conoce a Martha, su compañera de cuarto, padeciendo una enfermedad terminal, quien vive acompañada por sus cuatro hijos. Después de salir del hospital, Martha invita a Claudia a su casa, principio de una bella amistad casi sin futuro. El único conflicto presentado es el de Claudia con la hija mayor, quien siente que está siendo desplazada del afecto maternal por la desconocida. Conflicto que no se desarrolla y se resuelve como por acto de magia, por la sola insistente presencia de Claudia, o vaya uno a saber el porque. Es por ello que lo único que produce es que luego de las presentaciones las acciones, sólo por mostrar algo, sin injerencia en el aumento de ningún orden, todo se torne poco interesante, por ende aburrido. De todos los secciones que componen el quehacer cinematográfico se destaca la dirección de fotografía, responsabilidad de Agnes Godard, quien ya había mostrado sus cualidades en filmes como “La Hermana” (2012), “Partir” (2009) “Home” (2008). En cuanto al rubro actuaciones Lisa Owen en el personaje de Martha, la madre, es la que tiene mayor cantidad de matices como para sobresalir, el deterioro que produce la enfermedad no es sólo en el cuerpo, también logra transmitirlo desde la voz y el rostro. En esta variable la sorpresa viene de la mano de la joven Wendy Guillen, como la menor de las hijas, en tanto que el resto del elenco entre imperturbables, sin composición, y actuaciones no creíbles, se pierden como el texto. La opera prima de Claudia Sainte-Luce intenta presentarse como una comedia dramática que exploraría la generosidad y el afecto humano, que quiere decir muchas cosas, abarcando algunos temas, pero se queda encerrada sobre si misma sin terminar de instalarse. En la Argentina a los peces gato también se los conoce como bagres, ¿Quién se come uno?
Al igual que Choele, la ópera prima de la mexicana Claudia Sainte-Luce, Los insólitos peces gato, podría insertarse en esa zona que los anglosajones denominan feel-good movies, la clase de películas que parten de un dolor profundo para luego matizarlo con adecuados atisbos de esperanza. Aunque se trate de un esquema muchas veces propicio para la manipulación del espectador, no creo que éste sea el caso. La realizadora quiere de verdad a sus personajes, los cuida, los deja respirar para que edifiquen sus subjetividades, y así consigue activar una empatía que se sostiene a lo largo de toda la película, más allá de algunas concesiones de guión ya mencionadas al inicio de esta nota. Y allí donde el film argentino prefiere el marco seguro de la fábula de iniciación, la película mexicana intenta en un principio preservar la ambigüedad sobre el contexto existencial de su protagonista, la veinteañera Claudia (Ximena Ayala). Debido a un malestar físico que no puede combatir, ella termina internada en un hospital en donde conoce a Martha (la notable Lisa Owen), una mujer que tiene cuatro hijos y padece HIV. El cariño es instantáneo, y apenas Martha recibe el alta médica, le propone a Claudia ir a almorzar con los suyos en su casa. A través de un lúcido plano-secuencia, la cámara nos introduce en ese hogar desde la perspectiva de la invitada, quien flota en medio del bullicio familiar como si ese abrigo fuera algo totalmente ajeno a su imaginario. Y lo es, de hecho. Más tarde descubriremos hasta qué extremo la vida de esta muchacha está marcada por la soledad. Es la elegante enunciación fílmica, en esa primera reunión alrededor de la mesa, la que afirma la relevancia de ese espacio vacante que Claudia ahora viene a llenar. Un rol, un lugar, un esencia. Ella será, alternativamente, hija, amiga, hermana mayor, confidente y madre. La prueba de que la familia no brota de la sangre sino del afecto franco y de las funciones que el sujeto es capaz de asumir en esa red de solidaridad. La película fluye con gracia, dueña de un humor tan sobrio como efectivo. Aunque las recaídas de la madre son recurrentes, llega un momento en que esos episodios están tan incorporados a la rutina que los hijos parecerían no tener real dimensión de la inminente pérdida. Y ahí es cuando la narración nos estremece al filtrar una escena en donde vemos cómo Wendy (Wendy Guillén), la hermana más chispeante del clan, se prepara un licuado con bananas, alcohol puro y pastillas de todo tipo. Claudia llega justo a tiempo para frenarla con un gesto sutil, sin emitir palabra, y entonces sí, la película se hace cargo del miedo que necesariamente se viene incubando en ese hogar. Es cierto que en diversos tramos de la historia y en el final el tono sobrevuela lo típicamente dulzón y colorido, pero eso no le quita mérito a la mirada inteligente y sensible que supo imponer la directora sobre el conjunto del film.
Una historia para reflexionar y no temerle a la muerte. Este es el debut cinematográfico de la directora y escritora mexicana Claudia Sainte-Luce y nos trae una historia autobiográfica. Ella cuando se encontraba en Guadalajara, conoció a Marta con 44 años y le tocó convivir con ella durante la etapa terminal de su enfermedad (el VIH) y también estuvo junto a sus hijos Alejandra, Wendy, Mariana y Armando. El guión lo terminó siete años después del fallecimiento de Marta y no da los apellidos por razones obvias. Así nace “Los insólitos peces gato'', protagonizada por Lisa Owen (como Marta) y que cuenta con los hijos de la vida real: Alejandra, Wendy, Mariana y Armando en el reparto. El film comienza mostrando a Claudia interpretada por Ximena Ayala, (este personaje está inspirado en la propia directora), una joven solitaria de 22 años, sin familia que trabaja en un supermercado y que tiene una vida rutinaria, aburrida, opaca y una noche sufre un fuerte dolor, concurre al hospital y le diagnostican apendicitis y debe ser operada; en ese lugar conoce a Marta (Lisa Owen), y a sus cuatro hijos que la acompañan. Durante esa convivencia comienzan a relacionarse y Marta le ofrece a Claudia que vaya a vivir con ellos, de esta forma su vida cambia ya no estará sola. La historia es conmovedora, triste, no apunta tanto para que saquen los pañuelos porque a la vez es divertida y en todo momento por las distintas escenas te lleva a la reflexión, es un verdadero aprendizaje , porque la muerte es un tema muy difícil de tratar y de asimilar, porque te encontrás frente a la soledad, al vacío y las reacciones de los seres que tienen esa pérdida pueden ser diferentes, te podes esconder en el trabajo, no queres entrar a un hospital, te estresas con facilidad por cualquier cosa, entre otros comportamientos, todo da para ir viéndolo también desde una óptica diferente. Además habla sobre la familia, la unión, el miedo, el dolor, la muerte y como sobrellevar los momentos difíciles. Se encuentra muy bien ambientada, todo está bien cuidado, cada detalle, la cámara se va metiendo en esa casa, existen situaciones divertidas como cuando toda la familia realiza un viaje a la playa en un pequeño auto. En varias de sus secuencias, para aquellos que ya la vimos nos recuerda a la ganadora de dos Premios Óscar “Pequeña Miss Sunshine” (2006). La protagonista Lisa Owen adelgazó 10 kilos y compone muy bien su personaje, va demostrando el deterioro que causa la enfermedad en el cuerpo, la voz y el rostro. Esta es una madre que tuvo sus hijos con tres padres diferentes contagiándose el HIV de uno de ellos y observamos como va sobrellevando la enfermedad; el resto de los personajes son coloridos, algo excéntricos, inquietos y juguetones. Resulta un film interesante para ver, únicamente en las cuatro salas que consiguió en todo el país.
¿Qué poder decir para que nosotros, ya tan desacostumbrados a cines de otras latitudes, tratemos de acercarnos a una película como "Los insólitos peces gato", un estreno que nos llega desde una latitud algo desacostumbrada como es el cine mejicano que no suele estrenarse tan asiduamente en nuestro país? Una de sus principales virtudes es la simpleza, la sencillez y la claridad con la que su directora, Claudia Sainte-Luce, instalada una mirada marcadamente femenina, observa a sus personajes. Con suma delicadeza, prefiere dejar que los diferentes hechos y situaciones cotidianas vayan narrando, por sí solos, el cambio profundo que van a ir transitando sus criaturas. Que cada uno de esos personajes está impregnado por la frescura de lo cotidiano y que evidentemente, en las familias latinas, nos podemos ver mucho más espejados que lo que sucede en otras familias, como las norteamericanas, predominantes en el cine comercial. Que no por ser una historia pequeña, no deja de estar narrada con una intensa profundidad en la mirada y con muchísima ternura que la directora va imprimiendo a lo largo de todo el relato, acompañando a los procesos de sus protagonistas. Si bien hemos visto películas que se estructuran desde el cruzamiento completamente eventual de dos personajes cuyos mundos no parecen tan compatibles, hay "algo" con un sabor diferente cuando los universos de Claudia y Marta se encuentran, cama por medio, en un hospital. Claudia está recién operada de apendicitis, un tiempo después que los médicos finalmente se den cuenta, tal como ella dice, que no está embarazada. Cama por medio se encuentra Marta, madre de cuatro hijos -tres mujeres y su hijo menor, varón- infectada de VIH por su último marido, a quien cuidó hasta el último momento. Planteado así, el panorama parece dramático y desolador. Pero es destacable la inteligencia con la que la directora -debutante en el largometraje y también guionista de la película-, hace que nada de esto caiga en un tono melodramático y menos aún, en ningún lugar común ni en el sensacionalismo. El encuentro casual de Claudia -casi una huérfana emocional, alejada de su familia de origen e inundada por su soledad- y Marta dará lugar a un vínculo más profundo todavía, cuando Marta a la salida del hospital, le ofrezca a Claudia instalarse en su para durante el post-operatorio. De esta forma, Claudia comienza a convivir y adentrarse en el mundo de Alejandra, Wendy y Mariana, las tres hijas de Marta, quienes no podrían ser más diferentes entre si. Los diálogos entre ellas son frescos, reales, nos van permitiendo entrar en esa familia desde el ambiente cotidiano e ir conociendo las aristas de cada personaje, así como también los va conociendo y descubriendo Claudia. No pasará mucho tiempo y Claudia ya es una más del clan. Allí es donde el relato gana forma, cuando se dispone a tratar ciertos temas que van quedando como escondidos dentro de la trama, ya que nada dentro del guión es subrayado ni obvio, pero que se perciben en el ambiente. Es así como aparece la soledad, la inclusión familiar, las diferentes dinámicas dentro de la familia, el amor fraternal, el enfrentar una enfermedad y sus recaidas, la actitud con la que se puede enfrentar una situación dolorosa... Todo esto se va retratando mediante pequeños momentos que viven los personajes y que a manera de un gran collage, se van conectando en una serie de viñetas y retratos de este matriarcado tan particular, en donde su principal figura está perdiendo fuerza y de esta forma se va resquebrajando el equilibrio familiar. Ganadora de múltiples premios en festivales nacionales e internacionales (premio del Jurado Joven a la Mejor Película en Locarno y participó en Mar del Plata, Toronto y Ecuador, entre otros) "Los insólitos peces gato" tiene la enorme tarea de abordar estos temas difíciles sin caer en golpes bajos ni perder el humor e ningún momento. La musicalización y el diseño de arte (hermosa escena de apertura y una creativa escena de títulos finales) son otros de los interesantes puntos de esta película mejicana. Y terminada "Los insólitos peces gato" queda un sabor agridulce, tierno, real, de que la vida está precisamente hecha de estos pequeños momentos que la directora retrata con tanta naturalidad y con tanta exactitud. Esos pequeños recuerdos que siguen vibrando dentro nuestro y que Claudia Sainte-Luce -basada en una historia de su experiencia personal- sabe retratar tan convi
Mexican drama Los insólitos peces gato is not a tearjerker, it’s the real deal Claudia (Ximena Ayala) is a 22-year-old woman who lives alone and works in a supermarket. One night, she’s rushed to the hospital because of a bad case of appendicitis. There, she meets Martha (Lisa Owen), the woman resting in the bed next to hers. She’s a 46-year-old-widow with four children and plenty of joie de vivre, in spite of her severe illness. In no time, Martha wins Claudia’s trust and invites her to go home with her family as soon as they leave the hospital. At first, Claudia feels disoriented by the singular dynamics of this new family, but she soon starts feeling at ease. Actually, for the first time ever she senses she belongs to a place with people she cares for and who care for her. As Martha’s health weakens, the bond Claudia has established with each member of the family grows deeper. All of them are now making the most of their time together since the future won’t bring a brighter tomorrow. If you think the Mexican feature Los insólitos peces gato, written and directed by Claudia Sainte-Luce, is yet another family drama with illness at its core, with cries and whispers and tears left and right, then think again. For starters, you won’t find traces of melodrama here. Nothing is ever over the top. Nobody is larger than life. There are no sudden reversals of fortune. Nothing is either black or white. Of course there’s pathos here, but not without a light and most appropriate touch of comedy that renders the characters and their universe all the more believable. No circumstances or situations are ever contrived, as they steam out naturally from a very organic screenplay. It goes without saying that the very convincing performances are a great asset too. That’s why you can easily get involved in the drama and care for the characters as you are genuinely touched by their fate. Call it a most inspired naturalistic drama and you’d be right. And within this smoothly accomplished naturalism, Los insólitos peces gato succeeds at being a serene, luminous film about the imminence of loss and the advent of profound sorrow. Sometimes, the comfort of strangers is all it takes to allow life and death to take place in their due time. That’s why this affectionate story is about exchanging places, saying goodbyes, and opening new paths. But with no sugarcoating, no enlightening messages, no big meanings. It’s the real stuff.
La familia elegida Los insólitos peces gato es el nombre de esta película mejicana, que si llegó a este confín de Latinoamérica es porque ganó varios premios, algunos prestigiosos y otros también internacionales, como el de mejor película iberoamericana en el Festival de Cine de Mar del Plata el año pasado. La ópera prima de Claudia Sainte Luce (que realizó antes varios cortometrajes) se desarrolla en un universo de mujeres casi cerrado, en el que apenas si tiene cabida un niño, por su condición de tal y fuera del cual los hombres son una referencia a veces positiva y otras no tanto. Claudia (Ximena Ayala), una de las protagonistas, es una chica solitaria, huérfana, de la que al principio muy poco se sabe. Se la ve en su habitación o saliendo de ella para entrar en el gran caos urbano, donde suele recalar en un supermercado para trabajar. Rápidamente, el relato la deposita en un sanatorio, donde le diagnostican una dolencia menor. No lo es en cambio la de su compañera de cuarto en el hospital, Martha (Lisa Owen), quien está gravemente enferma, acompañada por sus cuatro hijos, con los que vive en un hogar sin presencia paterna. Se produce entonces un encuentro entre esas personas y por esas cosas inexplicables que tiene la vida Claudia inicia una especie de convivencia tácita con ellos, que de a poco se convierten en su nueva familia. Son de clase media baja, todos con personalidades muy diferentes entre sí, y una especie de felicidad parece circular entre ellos. Necesitan a Claudia y el sentimiento es más que recíproco. La vida sigue. Se cuela por todas partes, y este regalo del destino debe usarse para tomar fortaleza y continuar pareciera ser el mandato. Aunque tal vez vayan a romperlo. Los insólitos peces gato es una película de corte naturalista, que inspecciona la rutina cotidiana de la gente convencida de que allí están las verdades o las cosas importantes. De ritmo aceptable, con buenos recursos narrativos, orgánica, sobria, con un uso moderado y austero de la música, la historia está además muy bien actuada en general. Lisa Owen, que interpreta a Martha, obtuvo un premio Ariel como mejor actriz secundaria. Aunque es para destacar también la labor de otra actriz, Wendy Guillén, que encarna a Wendy. Los insólitos peces gato es un recomendable primer paso de esta directora, de la que se esperarán con atención futuras producciones, pues demuestra tener buen ojo para este tipo de dramas familiares.