La historia es fantasiosa, muy naif y simple, pero bastante eficaz en el momento de entretener. Y los que la van a pasar de maravillas son los chicos viendo a los pingüinitos, que felizmente están presentes en la mayor parte de la proyección. Tiene buenas actuaciones de todo el elenco y un correcto trabajo de Jim Carrey que por suerte no cae...
Temporada de pingüinos. Jim Carrey no es el mismo de aquellas comedias atrevidas de los 90 como Ace Ventura y El Insoportable. Su notable capacidad para encarar roles más dramáticos, evidenciada en The Truman Show, El Mundo de Andy, Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos y la reciente Una Pareja Despareja, dejó en claro que el tipo estaba para explorar otros rumbos. Paralelamente a esto, Carrey se dedicó a las películas infantiles. Pasaron El Grinch y Lemony Snicket: Una Serie de Eventos Desafortunados, y ahora le toca el turno a Los Pingüinos de Papá, otra de esas típicas comedias estadounidenses para toda la familia, basada en la novela homónima de Richard y Florence Atwater. Hay dos hermanitos -un nene curioso y una adolescente que sólo piensa en muchachos-, un papá y una mamá que comienzan divorciados y terminan reconciliados, un legado que se transmite de padre a hijo, un lugar entrañable que guarda recuerdos de la infancia y un grupo de viejitos capitalistas que en el fondo son más buenos que el pan. Y los pingüinos, claro. Todos los elementos que asegurarían un éxito de taquilla en las próximas vacaciones de invierno están ahí. Sólo resta ver qué hay para destacar. Tom Popper es un exitoso corredor de bienes raíces que debe adquirir un tradicional restaurante neoyorquino para demolerlo, aunque la dueña del lugar se rehúsa a vender. Al hombre, como era de esperarse, no le va bien en sus asuntos familiares. Su ex esposa lo considera un insensible y sus hijos apenas le hablan. Un día, como herencia de su padre (un prestigioso explorador con quien apenas se hablaba) recibe una extraña caja llena de pingüinos. Si bien inicialmente intenta deshacerse de ellos, Popper termina por tomarles afecto. Ahora su familia lo ama nuevamente, pero su suerte para los negocios comienza a cambiar y el protagonista deberá decidir cuáles son sus prioridades en la vida. Mientras, los pingüinitos siguen haciendo de las suyas y se emboban mirando viejas cintas de Chaplin. Tanto Carrey como las aves (retocadas con animación computarizada) constituyen las principales atracciones de la película, y afortunadamente aparecen en todas las escenas. El resultado es un entretenimiento ameno, naif y sencillo. La estrella de Ace Ventura agrega a sus clásicas caras de plastilina y sus movimientos espásticos la calidez humana que sus personajes adquirieron en los últimos años. También es digna de destacar la ausencia de esos estúpidos golpes bajos que suele haber en los films infantiles con animales, ya que en ningún momento se ve sufrir a los pingüinos, bichos simpáticos si los hay. Las acciones, a su vez, aparecen matizadas con algunas hermosas postales nocturnas de Nueva York: Sus altos rascacielos iluminados, sus elegantes calles cubiertas de nieve y la pista de patinaje de la Plaza Rockefeller configuran un paisaje ideal, enteramente feliz, y todo resulta tan obvio como encantador. Hay algún villano dando vueltas por ahí, un tonto empleado del zoológico que tampoco parece ser tan maquiavélico. Cabe mencionar la aparición de una muy anciana Angela Lansbury como la dueña del Tabern on the Green, ese restaurante íntimo, mágico, lleno de recuerdos, que obviamente no será demolido por eso de que los tiburones del mundo financiero que muestran estas películas para chicos son, en el fondo, adorables delfines de buen corazón. Los Pingüinos de Papá cumple sin inconvenientes con sus módicas pretensiones. Esto, para los padres que lleven a sus hijos a verla, de ninguna manera debería ser pasado por alto.
Volver a hacer marchar a los pingüinos. Un pingüino es un animal de una gracia innata. Partiendo de esta premisa y reforzando la idea sumando el estilo Charles Chaplin a su simpatía, la inclusión de éstos simpáticos animales a la labor de Jim Carrey, creador de un estilo en el humorama mundial, parece propiciar el escenario ideal, perfecto, para el desarrollo de una comedia familiar de características excepcionales. Pero no. Los Pingüinos de Papá resulta entonces, una película más, del estilo El Regalo Prometido (Jingle All the Way, EE.UU 1996), pero con el no despreciable detalle de contener al único animal que no convivió con el actor sorpresa del drama. Desde Ace Ventura: Detective de Mascotas (Ace Ventura: Pet Detective, EE.UU. 1994), Carrey se relacionó con todo tipo de criaturas solo para comprender su imposibilidad o incapacidad natural de relación humana. El pingüino como disparador, como nexo, como excusa y solución a todo un argumento que intenta narrar fallidamente las peripecias de un hombre soltero, exitoso en el externo universo superficial y no en el ámbito familiar y humano. Revivir el pasado en pos de un recuerdo asombrosamente carente de contenido y nebuloso como los campos de Escocia (diría Willie el escocés), la figura del padre de Popper encarna la falta de sentido analítico de la progresión de un filme. ¿Aciertos? Si, muchos, pero son aquellos que corresponden a la rama técnica-fotográfica de la labor fílmica, hoy por hoy nada fuera de lo común si se tienen en cuenta los abultados presupuestos de cualquier película menor en Estados Unidos, y más, considerando el protagónico apelado. Mensaje subterráneo es el que se compone bajo la risotada fácil de Los Pingüinos de Papá, intentando reivindicar la imagen de una nación con preocupantes índices de discriminación y racismo, a través de la analogía animal-humano. Por otro lado, más preocupante resulta el sufrimiento natural de los animales en cautiverio que, ya sea para resguardarlos de la intemperie o para llevarlos a un pseudo hábitat natural, resultan faltos de cuidado real a excepción de los casos en donde la satisfacción humana entre en juego. Ni hablar del interés capitalista que suscita la visión del filme, opacando el sentimiento por más forzado y falso que éste resulte. Respecto de Mark Waters, puedo decir que el estilo comedia familiar no va dentro de su impronta directiva, debido a que las producciones bajo su mando que llegaron a elevarse por encima de la media, fueron comedias del estilo adolescente-que-pelea-por-sus-derechos-etcétera-etcétera. La cámara del director de Los Pingüinos de Papá, ha sabido encaminar eficientemente películas como Chicas Pesadas (Mean Girls, EE.UU 2004) o Un Viernes de Locos (Freaky Friday, EE.UU 2003), para que alcancen a su destinatario y no para que compartan 90 minutos de linealidad inmutable (caso de su último filme, el que nos convoca), con un espectador que tranquilamente podría pasar el rato contando los minutos que pueden y deben extraerse de la cinta para, igualmente, comunicar la idea primigenia. Pero dejando las columnas de defectos al margen, Los Pingüinos de Papá no está destinada al fracaso comercial, sino a equiparar la media de la taquilla por lo menos nacional. ¿Por qué? Debido a que el carácter inclusivo, cuasi-emotivo y convocante del núcleo familia, es de vital importancia para la ganancia de adeptos durante el receso escolar, más aún cuando el mito que realiza el llamado es un doblado Jim Carrey, esa persona que abandonó su nominalizad para convertirse en sinónimo de comedia y risa asegurada.
Los pingüinos de Chaplin Jim Carrey protagoniza una simpática comedia familiar en Los pingüinos de papá (Mr. Propper’s Penguins, 2011) que, si bien no tiene virtudes para quedar en la historia del cine, rememora varios clásicos. En este caso, Carrey deberá lidiar morisquetas con seis pingüinos que adoran las películas de Charles Chaplin. Mr. Propper (Jim Carrey) se encuentra absorbido por su trabajo de vendedor inmobiliario, hecho que lo alejó de su esposa (Carla Gugino) –están separados- y promueve una relación distante con sus hijos. Todo conduce a repetir la fría relación que él mismo tuvo con su padre. Pero un buen día, abre la puerta de su penhouse y encuentra una caja de la que salen seis simpáticos pingüinos. Ante tal situación, Mr. Propper está decidido a deshacerse de los animalitos hasta que descubre que sus hijos se encariñaron con ellos reestableciendo así los lazos con su familia. Por ende, deberá convivir en medio de la ciudad con seis pingüinos en su departamento. Los pingüinos de papá es una agradable propuesta de las tantas que llegan estas vacaciones de invierno a las salas. Y no mucho más que eso, ya que a pesar de ser correcta en todos sus rubros, no contiene ninguna escena que la convierta en clásico. Falta algún número musical –como sucedía en La máscara (The Mask, 1994)- o un momento clave representado majestuosamente: la ballena Willy saltando por encima del niño para llegar al mar en Liberen a Willy (Free Willy, 1993), o el niño con su bicicleta atravesar la luna junto al extraterrestre que lleva en su portaequipaje en E.T. El extraterrestre (E.T.: The extra-terrestial, 1982). Sin embargo la película toma momentos clave de recordadas películas familiares para rememorar escenas. A saber, Jim Carrey imitando a Jimmy Stewart, los pingüinos se quedan petrificados frente al televisor al ver escenas de clásicos de Charles Chaplin, etc. Es una forma de recuperar situaciones ancladas en la memoria del espectador que el film por si sólo no puede construir. Jim Carrey aporta la dosis justa de morisqueta, balanceando muy bien seriedad paternal, drama filial y humor físico. Un actor de comedia familiar debe tener feelling con los niños, por ende necesita hacerse el inmaduro por momentos pero cargar responsabilidades y poner límites en otros. Carrey hace todo esto y encima actúa con pingüinos. Las intenciones de Los pingüinos de papá no son otras que entretener y divertir a los más chiquitos y a sus respectivos padres que los acompañan al cine. Y en ese aspecto, Carrey y compañía logran su cometido.
Marks Waters (Chicas Pesadas, Las Crónicas de Spiderwick, pero también director de Como si Fuera Cierto y Los Fantasmas de Mi Ex) vuelve con una comedia para toda la familia protagonizada por Jim Carrey y seis pingüinos dentro de un relato lineal, simple y muy predecible. Cumple con la función de entretener y tiene efectos visuales bien logrados ya que, si bien las aves no voladoras realizan una serie de movimientos imposibles por su condición, la evidente digitalización no es irritante sino ingeniosa. Pero sí, una vez más, se cumple la frase: tiene menos gracia que Jim Carrey doblado al español, algo que se debe soportar por tratarse de un film infantil. Mr Popper´s Penguins es un texto infantil de 1938 que se da a leer en las primarias estadounidenses desde hace mucho tiempo; esto conmovió al productor John Davis (Alien Vs Predator, Norbit, Garfield) que decidió convertir la novela en un film con algunas variaciones: el personaje principal es Tom Popper, un vendedor innato de bienes raíces que quiere escalar posiciones en la firma para la cual trabaja arduamente, está divorciado y tiene dos hijos, una adolescente y un niño a los cuales parece haber defraudado en más de una ocasión. Pero el personaje de Carrey es muy lejano al de Mentiroso Mentiroso, ya que parece sedado y muy contenido con respecto a lo físico, sus payasadas y sus imitaciones; su gestualidad está casi ausente, es decir, un Jim Carrey totalmente desaprovechado. Todo cambia el día que recibe una caja misteriosa que contiene un pingüino y luego cinco más, que son la herencia que le dejó su padre con quien tuvo una relación a distancia hasta casi comenzar la segunda infancia; el “Águila Calva”, como lo solía llamar, viajó por el mundo y estuvo ausente en momentos importantes. Ahora debe lidiar con los pingüinos que ayudaron a que su familia le de otra oportunidad y a que refuerce la relación padre-hijo. El del Señor Popper resultó ser un papel muy codiciado por los humoristas taquilleros de Hollywood, según comenta el director, ya que al parecer estas aves marinas despiertan ternura y atracción; sin embargo, el papel para la talla de un actor como Steve Carell fue otorgado a Ace Ventura bajo los efectos del diazepam. Y es que la chispa en sí se concentra en los pingüinos (no son los de Madagascar), que son diferenciados vagamente por sus características, al mejor estilo los siete enanitos: uno es ruidoso, otro es tonton, otro se caracteriza por sus momentos escatológicos. El reparto casi silenciado que acompaña al protagonista está conformado por Carla Guigino, Angela Lansbury (que cae una vez más en el papel de la anciana adinerada), Philip Baker Hall y Clark Gregg, este último con un papel importante que pierde fuerza a lo largo el film y se vuelve a activar sobre el final. Los Pingüinos de Papá se presenta como un film familiar trampolín para la vuelta a la comedia de Jim Carrey que viene de tropezar con Los fantasmas de Scrooge (2009) y Número 23 (2007), pero que sabe sorprender con Una Pareja Dispareja (2010) o Lemony Snicket: Una serie de eventos desafortunados (2004). Mr Popper cumple con despertar alguna que otra sonrisa y despistar con los pingüinos digitales del gran vacío de contenido de la trama.
Una peli que llega calladita en el medio de las vacaciones de invierno, y que solo busca entretener un ratito, es una muy buena opción para verla en familia. Hacen uso de una historia super repetida, en este caso la del "hiperlaburador que empieza a disfrutar de la vida/familia" y tomando como el recurso super válido de usar a un Jim Carrey que ahora uno ya le cree en un personaje de padre. Pero en el guión le buscan las pavaditas necesarias para que se mantenga la atención. Usan animación computada para los pingüinos de una manera perfecta. A años luz de Scooby doo parece que estamos. La historia apunta y va a divertir a mayores de 5 años seguramente, pero tiene una llegada a los más grandes sin ningún problema. Además los padres la van a pasar bien. Un buen elenco secundario, pero que también se apoya totalmente en Jim Carrey, sin el cual la peli sería un directo a dvd. Una buena y entretenida opción. Es lo que pretendía, es lo que logra.
Esas son mascotas Jim Carrey mejora la relación con sus hijos cuando aloja las aves del título en su casa. Jim Carrey se hizo hiperpopular con aquel megaéxito que fue La máscara , pero su primer golpe de suerte, por decirlo de alguna manera, lo tuvo como ese detective de mascotas que fue Ace Ventura , en 1994, en la que se las veía con animalitos. Todo viene a cuento ante el estreno de Los pingüinos de papá , la comedia de tono familiar en la que el actor que de vez en cuando intenta ponerse serio vuelve a probarse como comediante, y no cómico. La trama y el nudo argumental son pequeños y simples. Popper es un ejecutivo exitoso en lo suyo, no así en su vida personal. Padre separado, a sus hijos mucho no les interesa pasar el fin de semana en su deslumbrante piso sobre el Central Park, en Nueva York. Digan que es una comedia, pero que los niños, de repente, acepten quedarse con él, no por él, sino por los pingüinos que habitan su hogar, ejem… El mismo hijo de un aventurero, que de chico seguía por radiollamadas la comunicación con su padre siempre de viaje, cuando éste fallece recibe una encomienda. Es un pingüino de la Antártida, no embalsamado como él cree, sino vivito y defecando. No puede sacárselo de encima, recibe cinco más y, lo antedicho, cuando su hijo menor y su hija adolescente descubren que pueden divertirse con papá, el hombre se niega a entregar las aves al zoológico. Pero el verdadero “mensaje” del filme no es “queré a tu papi por lo que tiene, no por lo que es”, sino todo lo contrario. Popper, para ascender en la firma donde trabaja, debe convencer a la dueña del restaurante Tavern on the Green (Angela Lansbury, nada menos) de venderlo, porque sus jefes quieren tirarlo abajo y construir allí un edificio. ¿Qué hará el bueno de Popper? No es éste un festival de morisquetas Carrey, aunque al actor le suceda lo que a John Travolta tras Fiebre de sábado por la noche : no había filme en el que no le hicieran bailotear un poco, y Carrey no puede evitar no imitar a James Stewart, o hacer más bufonadas, que, en fin, fue lo suyo en un principio. Pero como la película llega hablada en castellano, parte de la gracia se pierde. Los más chicos, hasta los 9, 10 años, la pasarán bien, por su humor sano. En estas vacaciones de invierno atomizadas por Potter y Cars 2 , ésta es otra opción, Sifinitivamente , como diría Popper.
Mascotas revoltosas en un film destinado a los más chicos No es la primera vez que Jim Carrey tiene animalitos como compañeros de elenco, pero en este caso está más cerca de las viejas comedias familiares de Disney que del ininterrumpido festival de morisquetas de Ace Ventura, detective de mascotas. El público al que se dirige es otro -por su ingenuidad puede presumirse que se trata del sector más joven de la platea infantil-; el humor, simple y directo, con bastante de disparate, mucha comedia física y no demasiado ingenio; el atractivo principal, la presencia de media docena de pingüinos trasplantados sin escalas de la Antártida a un lujoso piso de Manhattan y obligados a adaptarse a su nuevo hábitat, y el mensaje, una apelación a la unidad de la familia. Todo proviene de un clásico relato infantil que ha sido muy libremente adaptado para ponerlo al servicio de Carrey y para adjudicarles a los pingüinos una misión redentora: gracias a ellos se afirmará el vínculo entre el atareadísimo señor Popper y su familia. Porque a pesar de que toda su vida sufrió la ausencia de un padre trotamundos, ahora, cuanto más crecen sus éxitos inmobiliarios y más disminuyen sus tiempos libres, más se ha afectado la relación con los suyos, en especial con su hija, aunque cuenta con la benevolencia y la comprensión de su ex esposa, y su hijo menor es su fan incondicional. Hasta que un día recibe la noticia de la muerte de su padre y, al poco tiempo, su herencia: seis pingüinos. Justo cuando está por concretar su negocio más brillante (la compra de un restaurante tradicional) y con él, el ingreso como socio en la firma para la que trabaja. Popper está tironeado. Por un lado los chicos, que entusiasmados con las nuevas mascotas conviven con él con mayor frecuencia; por otro, la dueña del restaurante, una dama que pone demasiadas condiciones para conceder la venta. (Una subtrama que parece inventada para que Angela Lansbury demuestre que a los 85 sigue siendo la misma gran comediante de siempre). Y en el medio los pingüinos, que trastornan la vida en casa, aunque suelen entretenerse mirando films de Carlitos Chaplin en TV, y cuando salen son capaces de convertir la rampa del museo Guggenheim en un gigantesco tobogán. No es mucho, como tampoco es mucho el ingenio que ha aportado el trío de adaptadores. Pero Carrey grazna, patina, hace algunas morisquetas e imita a James Stewart, y los huéspedes antárticos, que por suerte no hablan, divierten a los más chiquitos. A ellos, más que a los fans de Carrey, está destinado este modesto entretenimiento.
Los chicos aman a los animales y, por eso, siempre hay películas de ellos. Esta vez nos tocan 6 pingüinos y un Jim Carrey que cumple y dignifica. (Y tampoco es para tanto) Mark Waters es un director que nos tiene acostumbrado a sus filmes focalizados al público infanto-adolescente, que resultan efectivos más allá de ser solo entretenimiento con moralejas flojas que se perciben en el primer fotograma. A pesar de esto, “Los pingüinos de papá” es funcional. Una cinta que divierte por momentos y que sin dudas, para los niños será muy agradable. Basada en el libro infantil de igual nombre (Su título original es “Mr. Popper’s Penguins”) por Richard y Florence Atwater en 1938, es ésta su primera adaptación al cine por parte de los guionistas Sean Anders, John Morris y Jared Stern. Tom Popper (Jim Carrey) es un empresario exitoso que va por su vida comprando propiedades y convenciendo a quienes dudan de hacerlo (Una especie de Richard Gere en Mujer bonita). En su niñez, su padre explorador rara vez estaba en casa y se crió esperando que él viniera a verlo. Ahora de grande, dedica más tiempo a su trabajo que a sus dos magníficos hijos. Pero todo cambiará el día que recibe como herencia de su padre: seis pingüinos. Sus hijos y su ex/mujer (Carla Cugino) quedan encantados con ellos en el preciso momento en que Popper manifiesta que son su regalo de cumpleaños para Billy, su hijo menor. El resto ya se lo imaginarán, porque nada es sorprendente en este filme. A pesar de ello, hay algunos puntos a rescatar: Jim Carrey cumple perfecto su papel, sin extravagancias ni exageraciones. Lo que se dice punto justo. Luego, los pingüinos (Ruidosa, Amoroso, Mordelona, Toribio, Capitán y Apestoso) son adorables como personajes, ya que lograron de buena manera humanizarlos, permitiendo que la historia sea más emotiva y que los espectadores generen cierta simpatía con ellos. Claro, ¿quién no simpatiza con uno? Ya se ha demostrado que son protagonistas por excelencia y que tiene un don especial para encantar al mundo. Mucha gente no hubiese visto “La marche de l’empereur “ (a la que el propio Carrey hace referencia en el filme), o los pingüinos de “Madagascar” que terminaron siendo un furor, o “Surf’s Up” con toda la onda del surf. Una de las curiosidades de esta película tiene que ver cómo se realizaron las escenas con los animales. Pues bien, algunas fueron rodadas con animales reales en set refrigerados y otras, fueron llevadas a cabo por el equipo de animación de Rhythm & Hues Studios, lo que permitió que el producto final sea muy bueno. Más allá de no ser nada fuera del otro mundo, es un filme que cumple. Y que los chicos en estas vacaciones de invierno seguro van a disfrutar. Ni una de cal ni una de arena, un poco de ambas podría decir.
Lo obvio y lo obtuso Con una familia en crisis, Tom Popper parece estar destinado a repetir los mismos errores de su padre: promesas incumplidas, ausencias permanentes, etc. Muerto su padre, Tom se entera de que ha recibido como herencia una extraña caja como souvenir de uno de los famosos viajes por el ártico: un grupo de pingüinos. La convivencia con las pequeñas aves acuáticas en un principio se torna imposible, pero finalmente termina aleccionando al propio Tom, quien consigue reencontrarse con su familia. Pese a que Los pingüinos de papá consigue algunos momentos (escasísimos) de comicidad, no llega a resultar un producto convincente o interesante, ni siquiera teniendo en cuenta el target infantil al que está dirigido. Las causas de estos defectos son diversas: la vulnerabilidad estructural del relato; el diseño de situaciones cómicas excesivamente mecánicas y previsibles, y hasta la desbordada comicidad gestual de Carrey. En cuanto a los problemas estructurales del film podemos señalar dos grandes aspectos: por un lado la inconsistencia en el desarrollo del conflicto y por otro la poca sustancia de los desenlaces tanto de los conflictos principales como secundarios. Si bien el relato comienza con la exposición de la crisis familiar de Tom (Jim Carrey), heredada de su propio vínculo fallido con el padre, ésta comienza a desdibujarse con la incorporación de los pingüinos a la dinámica familiar, una especie de resolución mágica a problemas emocionales profundos. Es decir, que se desequilibra permanentemente la relación, ya de por sí delicada, entre los dos conflictos que se pretenden coordinar: Tom y los pingüinos; Tom y su familia. A la inconsistencia del conflicto principal, se agregan otros de orden secundario como los inconvenientes con el vecino y con el guardián del zoológico. En el primer caso, el conflicto queda inconcluso y en el segundo se dilata tanto el enfrentamiento que cuando reaparece hacia el último tramo de la película pierde toda su potencialidad. Esto se debe probablemente a la acumulación innecesaria de incidentes menores (con los jefes de la empresa, con la dueña del restaurante) que estorban el desarrollo natural de un relato que hubiera sacado más réditos de la sencillez de los recursos narrativos que de una abundancia artificial y extremadamente desarticulada. El segundo aspecto problemático lo constituye el desenlace excesivamente artificial que termina por destruir toda posible dramaticidad, y que se origina a partir de la aparición de la carta perdida del padre de Tom hacia el último tramo del film. Es decir, que el conflicto que justifica toda la película es resuelto finalmente con la aparición casual de un objeto que ha estado fuera de la trama en un noventa por ciento. Se sostendrá que es un film para niños y que dada esa dirección sería posible condonar ciertas licencias formales. Respondo a esa apreciación con dos argumentos contrarios: si la idea fue motivar la risa de los niños, no creo que el empleo de pingüinos haya sido la mejor decisión dada la inexpresividad facial de este tipo de aves que las torna absolutamente inadecuadas en las situaciones cómicas, las cuales quedan siempre a cargo de Jim Carrey. Más eficaz, probablemente, hubiese sido la utilización de mamíferos (osos, tigres, leones, etc.). La única justificación –al menos desde el punto de vista narrativo- es que estos animales del film establecen lazos duraderos y firmes durante largo tiempo, en oposición a lo que ocurre entre el protagonista y su padre. Por otra parte, la suma innecesaria de conflictos entorpece el único que el espectador infante podría significar o sea el del vínculo paterno. En consecuencia, se trata de una historia obvia e inverosímil para los adultos; un relato confuso para los niños.
Anexo de crítica: Los pingüinos de papá es una película sin guión y sin cohesión narrativa, que simplemente se apoya en el atractivo de las aves marinas y de su protagonista, quien recupera su viejo papel de Mentiroso, mentiroso pero más contenido y concentrado en resaltar su lado humano porque el objetivo de la película dirigida por Mark Waters no es otro que recuperar la noción de familia como el pilar más importante de la sociedad. La falta de un antagonista de peso –el empleado del zoológico inescrupuloso no está a la altura de villano- le juega en contra a un Jim Carrey poco gracioso que no apela a su galería inagotable de expresiones y modos para complementarse eficazmente con sus mascotas, quienes más allá del adiestramiento no pueden ocultar el trabajo de la digitalización complementaria, pero que se ensambla prolijamente en la interacción con los actores.-
Carrey lucha con intrusos en su familia Con el indiscutido sello del actor, este film bien de vacaciones narra las peripecias de un padre con estos simpáticos animales. Jim Carrey es de esos actores que generan la inmediata simpatía o el rechazo casi físico cada vez que aparece en pantalla. En el actor canadiense conviven sin aparente contradicción un innegable timing para la comedia, la sobreactuación, el olfato para elegir los proyectos, la ambición de que puede (y sí, puede) oscilar entre interpretaciones dramáticas y también mantener su popularidad a través de su participación en películas infantiles sin mayor ambición que el entretenimiento. Este es el caso de Los pingüinos de papá, un film plano, predecible y de manual, que sin embargo cumple con su objetivo de ser un relato digno, que cumple con su objetivo de traccionar familias al cine sin que ninguno de los integrantes se sienta estafado. Mr. Popper (Jim Carrey) trabaja obsesivamente como vendedor inmobiliario y está en busca de un lugar en la mesa directiva de su empresa. En el camino, su ambición desmedida hizo que su matrimonio fracasara y que tenga una relación distante con sus hijos, repitiendo la historia de su infancia, cuando raramente veía a su padre, un científico que siempre estaba embarcado en alguna aventura en alguna parte del mundo. Toda esto funciona como prólogo de lo que vendrá, esto es, un grupo de pingüinos que se hace presente, gracias a la magia de un guión que fuerza el verosímil, en el lujoso penthouse de Popper. Al protagonista, por supuesto, le complican la vida, obviamente los animales deben salir urgente del departamento, pero aun así lo acercan a su familia. Son definitivamente adorables y van a encauzar su vida para hacerlo mejor y más humano. Muy lejos de comedias feroces como Irene yo y mi otro yo o El insoportable y en el otro extremo de historias adultas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y El Majestic, Carrey trabaja en un registro similar al de Mentiroso, mentiroso –en cuanto a la relación con los hijos y las obligaciones del mundo adulto que impiden construir un legado–, aunque la dirección de Mark Waters (Los fantasmas de mi ex, Chicas pesadas, Un viernes de locos) mantiene a raya el histrionismo siempre desbordante del protagonista. En suma, la película tiene las apelaciones esperables a la importancia de los vínculos familiares y la dosis de morisquetas y humor físico que aporta Carrey, elementos suficientes para que la película sea una alternativa digna de tener en cuenta en estas vacaciones de invierno.
VideoComentario (ver link).
Unos pingüinos le roban la película a desaforado Carrey Jim Carrey acaba de inventar un nuevo subgénero de la comedia boba, el de los gags escatológicos con pingüinos que hacen sus necesidades en los lugares menos indicados y hasta hacen surf en el inodoro. El histrionismo desencadenado del actor de «Tonto y Retonto» y «The Truman Show» puede ser un problema para los espectadores adultos que lleven a sus chicos a ver «Los pingüinos de papá», pero las aves animadas digitalmente en la mayoría de las tomas (también hay algunos pingüinos auténticos muy bien adiestrados), sin duda tienen más gracia que los intérpretes humanos y son lo suficientemente buenos comediantes para hacer reír a toda la familia. Más allá de lo graciosas que puedan ser las aves protagónicas, la trama, basada en un libro infantil de la década de 1930 probablemente adaptado con poca fidelidad, no ayuda demasiado. Carrey es un frío y bastante desalmado hombre de negocios, divorciado y con una pésima relación con sus hijos (especialmente la adolescente Madeline Carroll, que directamente no lo aguanta) y que por otro lado nunca tuvo nada parecido a una relación seria con su propio padre, quien de repente le deja como herencia una bandada de pingüinos que le desorganizan completamente la vida, pero que como es de prever, terminan humanizándolo y volviéndolo un personaje encantador. Es dificil saber si Carrey es más insoportable cuando es frío y cerebral o cuando se vuelve simpatiquísimo gracias a los pingüinos. Pero hay que reconocer que las escenas con los pajarracos están muy bien filmadas, especialmente en todo lo que tiene que ver con la elaboración de los gags, que no por elementales son menos eficaces a la hora de hacer reír y mantener entretenido un buen rato al público infantil, lo que los padres apreciarán especialmente en estas vacaciones de invierno.
Mark Waters es uno de tantos directores norteamericanos a quienes, a veces en forma peyorativa, se suele caracterizar bajo la designación de artesanos. Su octavo largometraje está en la misma línea de varias de sus películas precedentes: “Un viernes de locos”, “Las crónicas de Spiderwick” o la inmediatamente anterior “Los fantasmas de mi ex”. Se trata en todos los casos de comedias amables, calificativo también aplicable a “Los pingüinos de papá”, aunque en este caso los resultados sean un poco más destacables. Quizás pueda atribuirse esta mejoría al libro en que está basado, “Mr. Popper’s Penguins”, un clásico escrito en 1938 por Richard y Florence Atwater y que nunca fue llevado a la pantalla. O también a la elección de actores, particularmente dos de ellos. Jim Carrey es Mr. Popper, un exitoso y creativo ejecutivo, quien vive separado de esposa (Carla Gugino) e hijos en una lujosa mansión de Nueva York. Su hija mayor (Madeline Carroll) particularmente no le guarda afecto al sentir que el padre privilegió el trabajo, descuidando la atención de su familia. Hay también referencias al padre ya fallecido de Popper, que se las pasaba viajando y comunicándose por radio desde lejanas latitudes. Justamente cuando se inicia el film, Popper recibe un regalo póstumo de su progenitor que no es ni más ni menos que el que da título a la obra. Pero en verdad no serán uno sino seis los pingüinos que llegan por correo al departamento y que protagonizarán una serie de divertidas situaciones. Quien más gozará de la visita de las mascotas será el hijo menor de Popper, cuando su padre transforme el piso en que vive en un verdadero hábitat con nieve incluida. Una subtrama importante, relacionada con el trabajo del insólito personaje central, será la tarea que le imponen sus jefes de lograr cerrar la compra de un famoso restaurant neoyorquino. Lo que ignora su dueña es que el plan consiste en tirarlo abajo y transformarlo en propiedad horizontal. Y aquí aparece el “plus” prometido para los cinéfilos, dado que quien interpreta a la posible vendedora es una dama inglesa de 85 años en plena forma. Algunos la recordarán por “Travesuras de una bruja”, pero si uno revisa su abundante filmografía se encuentra con la sorpresa de que su debut en 1944 la encuentra en roles no tan secundarios en dos films antológicos. Angela Lansbury debutó junto a Ingrid Bergman, Charles Boyer y Joseph Cotten en “La luz que agoniza” (“Gaslight”) del gran George Cukor. Y como si fuera poco ese mismo año acompañó a la recientemente fallecida Elizabeth Taylor y a Mickey Rooney (que le lleva cinco años con 90 cumplidos) en “Fuego de juventud” (“National Velvet”) de otro grande, Clarence Brown. La sola posibilidad de ver a la veterana actriz justifica esta película que en ningún momento aburre logrando además que los pingüinos, tanto los amaestrados como los digitales, sean otro de los atractivos de esta agradable comedia. Lástima que esté doblada al castellano.
Helados de risa Jim Carrey morirá siendo Jim Carrey y hay un público también que nunca se lo perdonará. Pero este actor de grandes éxitos de taquilla cambió pese al temprano éxito de su carrera y se convirtió en uno mejor con el correr de los años y no sólo eso, también aprendió a mezclarse con algunas de las personas inteligentes de Hollywood y de ahí para adelante fue el protagonista de muchas muy buenas películas. Los pingüinos de papá es una de esas películas, pero además tiene otra característica que la vuelve una brillante espiga en los campos del cine. Pertenece a la especie más escasa en este ámbito como es la comedia pura. El señor Popper es un hombre de negocios sagaz y expeditivo como la decoración del ?lujoso departamento de Manhattan donde vive. Tiene ex mujer e hijos, pero los visita apenas cada 15 días, cuando sus ocupaciones se lo permiten pero hay que reconocerlo, poniendo la mejor voluntad para pasarla bien en esos encuentros tan casuales como lo que va a sucederle ni bien comience la película. Un día particularmente difícil en el que tiene que convencer a una filantrópica señorona de vender un antiguo restaurante para convertirlo en un negocio inmobiliario, Popper recibe una llamada. Sucede que Popper abuelo ha muerto y en el testamento le deja al nieto una encomienda. Algunas horas después, el heredero abre la caja en la puerta de su semipiso: se trata de un pingüino congelado. Lo que de allí en más sucederá con los pingüinos y con ese ejecutivo, su ex mujer, hijos, consorcio y empresa es un juego de travesuras y descubrimientos, astucia y ternura, que los autores de este filme toman en sus manos para redondear una moderna y deliciosa postal de Nueva York y sus habitantes de la que naturalmente pueden desgranarse algunas situaciones no tan lejanas ni extrañas. Sin estridencias ni desmayos, esta comedia dirigida por Mark Waters ( Los fantasmas de mi ex , Las crónicas de Spiderwick ), recupera el gusto por un don que debería declararse imperecedero por ley dentro de la industria norteamericana del entretenimiento: el humor inteligente.
Mire que me gusta Jim Carrey, me parece un muy buen actor, con el cual la factoría de Hollywood cometió varias injusticias, especialmente no haberlo siquiera nominado por su actuación en “Truman Show” (1998), sin dejar pasar por alto las composiciones que realiza de Andy Kaufman en la película dirigida por Milos Forman “The Man On The Moon” (1999), o la de su personaje en “The Cable Guy” (1996) dirigida por Ben Stiller, como para mencionar algunas producciones donde el comediante, exageradamente caricaturesco, como si eso tuviese algo de malo, dio paso al actor con todas sus herramientas histriónicas. Pero acá no hace otra cosa más que repetir el personaje que supo jugar en “Mentiroso, Mentiroso” (1997), con la salvedad de que en esa comedia había un guión muy bien escrito, bien realizado, que instalaba un verosímil de excelente manera, y luego mentí que te creo. Había una infinidad de muy buenos detalles en la construcción del personaje, desde los diálogos, de apertura y cierre de cada una de las escenas que daban paso a la siguiente como si no hubiese un salto cualitativo, dando la sensación que cada una era la consecuencia inevitable de la anterior, y la causa justa de la siguiente, pasando por las relaciones entre los personajes haciendo anclaje en la historia relatada. En “Los pingüinos de papá” se recurre a la misma formula, pero muy mal realizada, pues apunta a que el público únicamente le crea al actor, y uno lo hace, y lo perdona, pero sólo a él. Se nota demasiado que el producto tiene por objetivo que las familias pasen un rato entretenidas, para luego salir del cine totalmente vacíos, asumiendo un discurso de falsa moral, mal constituido y por ende no creíble, incluido el que sostente el valor de la familia por sobre el valor del dinero. La historia se centra en Jim, un inescrupulosos alto ejecutivo de cuentas de una inmobiliaria, que se dedica a comprar propiedades, engañando a incrédulos, por poco dinero, actividad que lo instala como un sujeto que sólo vive para hacer una fortuna que todavía no logro. Divorciado, su actitud es lo opuesto a su padre, quien era un aventurero amante de la vida. Jim no tiene tiempo para dedicar a los hijos. Su hija adolescente esta inmersa en su mundo tratando de seducir jóvenes, y no recurre a su padre por consejos pues siempre la decepciona. Mientras se prepara para celebrar el cumpleaños del varoncito, en el departamento en el que habita, le llega desde algún lejano lugar del mundo un pingüino como insólita herencia, obsequio de su padre. Como olvidó comprarle un regalo al hijo resuelve que ese pingüinito lo salva pues, apremiado por el tiempo, será su regalo para el pequeño. Complica la ingeniosa solución el arribo de otra caja conteniendo otros cinco ejemplares tan simpáticos como el primero, de esos mal llamados pájaros bobos. Es sabido que no se pueden tener este tipo de animales en un departamento, ni siquiera en los condominios de lujo. Todo lo que sucede narrativamente a partir de ese momento es una catarata de gags, que no cumplen con el cometido de hacer reír, ni plantean conflictos es el desarrollo de la trama. Los pobres animalitos son utilizados por éste inescrupuloso personaje para granjearse el afecto de sus hijos, ganarse su cariño, pero se encuentra con la oposición de un empleado del zoológico, quien se ha propuesto hacerse cargo de los pingüinos para trasladarlos a un lugar adecuado a sus necesidades ambientales. Los yankees encontraron la formula para instalar el amor de los hijos hacia los padres, no hay construcción posible. Siempre creí que a los hijos hay que quererlos por quererlos, porque es un sentimiento que te nace, o por que en definitiva son ellos los que elegirán tu geriátrico (tache la que no corresponda) Pero sí queda claro que, definitivamente, Erich Fromm, el autor de “El arte de Amar” (editorial Paidos), a lo largo de sus doscientas paginas, tratando de explicar algo del orden de la construcción del amor, también estaba equivocado. Volviendo al filme, ese supuesto conflicto se resuelve de la manera más utilizada, simple y conocida del cine de comedia familiar, si es que se puede signar como un tipo de género de comedia a estas producciones. Para colmo, luego esa pequeña situación discordante se resuelve de la peor manera posible. O sea dando lugar a un final políticamente correcto.
Una peli con aclaración Un inescrupuloso corredor inmobiliario de Nueva York recibe de regalo media docena de pingüinos y así se gana el cariño de su familia, de la que se ha separado. El problema es que vive en un lujoso departamento y el zoo ha puesto los ojos sobre las aves. Inspirado en un clásico cuento infantil norteamericano, el filme sirve de relanzamiento de un actor cómico que ya hizo las delicias de los chicos ("El Grinch" y "Los fantasmas de Scrooge"), aunque escondido entre maquillajes y efectos especiales. Utilizando los mismos recursos gestuales que antaño y dormido en esos laureles, Carrey sigue haciendo de sí mismo en una historia que los niños festejan. Aunque los mayores deban explicarles que nadie puede tener en su casa animales exóticos. Por si acaso.
Anexo de crítica: Una de las peores cosas que le puede ocurrir a una comedia familiar es carecer de encanto y Los Pingüinos de Papá (Mr. Popper´s Penguins, 2011) es otro testimonio de ello: aquí la fórmula “Jim Carrey + aves simpáticas” no funciona principalmente debido a un guión pedestre repleto de estereotipos huecos que empantanan la narración todo el tiempo y no llegan a despertar ni siquiera una sonrisa. Para colmo los CGI están muy mal desarrollados y terminan saturando a fuerza de repetición y pocas ideas…
Un film ideal para la familia Jim Carrey es quien protagoniza esta disparatada aventura basada en el texto del clásico infantil de Richard y Florence Atwater, editado por primera vez en 1938, y transformado en película Mr. Popper's Penguins. Esta historia, que iba a contar con otro director y con el rostro de Ben Stiller, fue adaptada de un pequeño poblado, como dice el cuento, a la Gran Manzana. Todo empieza en Brooklyn, Nueva York, donde el joven Tommy Poper sólo espera el momento en que, poniéndose de puntitas de pie, pueda alcanzar una radio de radioaficionados para hablar con su padre, que viaje por el todo mundo. Luego se lo muestra 30 años después, cuando Tommy ya es el Sr. Poper (Jim Carrey), trabaja como promotor inmobiliario de éxito en Manhattan y se encuentra divorciado de manera amistosa con Amanda (Carla Gugino), y con dos hijos (Madeline Carroll y Maxwell Perry Cotton) a los que ve cada dos fines de semana. Lleva una vida de lujo en su moderno apartamento de Park Avenue. Todo se ve ordenado hasta que una mañana aparece un paquete en su puerta con el último regalo de su finado padre y un exótico recuerdo de la Antártida. Es ahí cuando todo cambia en la vida del personaje y mientras se aleja cada vez más de su preciado trabajo, termina acercándose con mayor facilidad a sus hijos. La película cuenta con ritmo, reflexión y resulta por momentos sumamente cómica, siendo ideal para reunir a toda la familia. El dinamismo que logra su realizador, Mark Waters, logra captar la atención y la lograda actuación de Jim Carrey lo sigue ubicando entre la lista de buenos actores de Hollywood. Los pingüinos de papá es una invasión a la privacidad de un corazón cerrado y casi inviolable, de un hombre que por la falta de presencia paterna no sabe cómo acercase a sus amados hijos.
Carrey prueba nuevas mascotas Hace tiempo que tenía ganas de ver algo de Jim Carrey. Como muchos actores de la industria, su carrera alterna enormes éxitos y fracasos estrepitosos. Siempre lo consideré un dotado (para la comedia eh!) y me sorprendí cuando le puso su corazón a "The Truman Show" y a "Eternal Sunshine of the Spotless Mind", impecables ámbas. No lo veía un sujeto versátil, si un magnífico showman, sagaz y delirante cuyo fuerte eran las expresiones faciales y los matices de su tono de voz . Por ende, verlo como actor serio fue todo un viaje... Lo cierto es que Carrey llegó a la fama, haciendo películas para la familia. Su CV incluye dos taquilleras cintas, entretenidas y en las que él sobresalía por su marcado histrionismo. Hablamos de "The mask" y "Ace Ventura: Pet detective". El hombre tiene cualidades para este género, sin dudas. Es cierto que probó incursionar por otros (por ejemplo con "23" o "The Majestic"), aunque todos estos productos restaron más que sumar (desde todo lugar). A la hora de sacar la calculadora, este comediante tenía que retomar la senda de lo seguro y eso es lo que hace con "Mr Popper's penguins". Cuando Carrey se juntó con Mark Waters (el director), siempre tuvieron en claro la dirección que el film tendría. Nada de dobles lecturas, humor simple y directo, menos morisquetas que en la versión full del capocómico (ustedes saben a lo que me refiero) y un sólo objetivo: entretener. Hacer una película simpática y nada más. Dirán... y eso, no es fácil? Bueno, conociendo al protagonista les diría... No. No lo es. Hay una tendencia a la sobreactuación en él que conspira contra películas que potencialmente podrían ser mejores, si bajara un poco su registro...Carrey es un actor que desborda a los responsables de cualquier producción por su carisma y personalidad. Si no le marcan bien la cancha, él termina haciendo lo que le parece de cualquier película, lo cual, la mayor parte de las veces, no funciona ("The cable guy", por ejemplo). Waters tiene bastante claro su trabajo (y una trayectoria interesante en las que encuentro las divertidas "Freaky Friday" y la romántica "Just like heaven" como las más rescatables) y acompaña mucho a su actor en la construcción de su rol. Cuando vemos la cinta sabemos, que Carrey está "contenido". Eso, favorece el desarrollo de "Mr Popper's penguins" a todas luces. La vida moderna demanda mucha energía y cuando uno es ejecutivo de ventas, mucho más. El señor Popper opera un negocio de bienes raíces. Es especialista en conseguir lo que quiere y un "workaholic" hecho y derecho. Está separado y tiene un trato distante con sus hijos. En realidad, lo suyo es el trabajo. Popper es un modelo de los nuevos ejecutivos solitarios en este mundo posmoderno. Pero...la vida te da sorpresas. Su difunto padre le envía un regalo que no puede rechazar: como herencia, llegan a su loft en la Big Apple nada menos que seis pinguinos de Papúa. Lo que al principio aparece como un extraño presente que no se puede aceptar de ningún modo, empieza a cobrar significación en la vida de Popper. Estos animalitos "mediatizan" su relación con sus hijos y a través del cuidado que debe dispensarles, él comienza a percibir un mundo que de otra manera, jamás habría entendido. Dicen en psicología que todos repetimos los modelos parentales que tuvimos, por lo que la primera imagen de la película (donde hay una escena triste de espera frente a una radio) resuena en cada fotograma hasta el final: es difícil ser buen papá si no tuviste presente a tu papá. "Mr Popper's penguins" balancea en partes iguales, risas y afecto. Está plagada de tomas muy tiernas y su componente familiar es a prueba de bomba. No, no son los pinguinos de Madagascar, pero tienen lo suyo: la platea disfruta el recorrido y se va satisfecha a la hora del cierre, encontraron lo que fueron a buscar. Sólo cine de entretenimiento puro. Nada más. Lo cual, cada tanto, no está mal. Ideal para ver con niños, mientras esperamos un trabajo más jugado de Jim Carrey en el que arriesgue más ahora que parece haber tomado aire de nuevo...
Cuando Carrey tiene su propio Happy Feet Evidentemente Mark Waters tiene una cierta facilidad para dirigir recetas típicas como en el caso de una comedia romántica ("Como si fuera cierto" "Los fantasmas de mi ex"), otra típicamente adolescente como "Chicas Pesadas" con Lindsay Lohan y ya había dirigido para Disney una perfecta fórmula del entretenimiento familiar con "Un viernes de locos" con la misma Lohan y Jamie Lee Curtis. Ahora le toca el turno a "Los pingüinos de papá" y demuestra una vez más que tiene oficio para que el ritmo de comedia no decaiga. Lo primero que habría que preguntarse es el objetivo que persiguen este tipo de comedias. Obviamente es el de tratar de pasar un rato agradable en familia y en el caso de "Los pinguinos de papá" esto se cumple y con creces si no tenemos mayores pretenciones que ésas y si nos dejamos llevar por la fórmula típica de la comedia para todos los integrantes de la familia. El señor Popper (Jim Carrey) es un exitoso y particular empresario involucrado en el mercado inmobiliario a punto de convertirse en socio de una importante empresa de bienes raíces. Pero su vida se ve completamente alterada cuando recibe el legado de su padre, con quien mantuvo una relación complicada a causa de las expediciones que desarrolló aún cuando él era muy pequeño alrededor del todo el mundo, manteniendo sólo contacto por radio. Fallecido su padre, recibirá la sorpresa. No son propiedades, no es dinero, su herencia se trata de algo sumamente particular: se trata de un pingüino proveniente del continente helado! Pronto llegará una caja con unos cuántos más para completar la herencia y el Sr. Popper verá su rutina definitivamente modificada. El guión entremezcla esta historia de Popper y la relación con su padre, con la dificultad que tienen de padres separados de compartir más tiempo con sus hijos, quienes ya cerca de la adolescencia no quieren cumplir con el consabido régimen de visitas o que se quejan de la distancia que encuentran en sus padres para tratar y escuchar sus problemas. Los pingüinos serán la excelente excusa para que el Sr. Popper no sólo recupere el cariño de sus hijos y las ganas de estar juntos, sino también que pueda tener un intento de reconciliación con su ex esposa. Obviamente que si, en cambio de verlo como un entretenimiento familiar, analizamos la película desde otra mirada, el guión tiene situaciones completamente incoherentes manejadas con el histrionismo exagerado de Carrey y que responden más a una necesidad de tener a las mascotas en escena que con reales giros del guión, anécdotas bordeando lo increible y una estructura demasiado endeble con un elenco que acompaña sin desentonar pero que no aporta demasiado con sus personajes esquemáticos llevando una impronta de comedia con happy ending resuelto ya desde el primer momento. Como puntos a favor tiene simpáticas situaciones con los "divos" centrales del film que son los pingüinos, que pueden hacer pasar un rato super agradable tanto a padres como a hijos sin esperar obviamente una historia ni deslumbrante ni creativa ni novedosa. El director Mark Waters usa los elementos más tradicionales de la típica comedia familiar con la impronta Disney y la recicla con algunos toques de humor, una típica escena que apela a la sensibilidad (hay un tema con un pingüinito que ya todos sabrán de qué estamos hablando cuando llegue el momento) y situaciones que de tan absurdas que no resisten el menor análisis. Así y todo Jim Carrey logra entretener aún con su exageración intrínseca y para los amantes de la comedia aparece una gloria legendaria y absoluta como es Angela Lansbury ("Travesuras de una bruja" "La bella y la bestia", aclamada actriz de Braoadway e inolvidable protagonista de la serie "Reportera del Crimen - Murder, she wrote") quien demuestra que a los 85 años sigue tan vigente en el terreno de la comedia como siempre. Ideal para compartir con la familia en vacaciones de invierno, pasar un rato agradable y muy simpático acompañados por este grupo de pingüinitos de la mano del Sr. Carrey. Dupla explosiva!
Desencanto de Invierno Mr Popper's Penguins es la adaptación a la gran pantalla de un cuento para niños que tiene aproximadamente 70 años, que la verdad no es muy conocido y quizás esta producción demuestra el porque de la cuestión. La historia de por sí es bastante absurda y chata, pero si a esto le sumamos una adaptación inconsistente y un Jim Carrey no tan divertido, la cosa se torna más pesada. Mr Popper es un brillante y calculador empresario de bienes raíces en la gran manzana (New York), que por los requerimientos de su trabajo, ha descuidado la relación con su esposa e hijos, cometiendo los mismos errores que su padre, que viajaba por todo el mundo cumpliendo con su trabajo, pero descuidando a su pequeño hijo. Un día cualquiera, recibe la declaratoria de herederos de su padre, donde se especifica que le será entregado un paquete proveniente de la Antártida. Lo que Mr Popper no sabe, es que en el paquete vienen 6 pingüinos que van a colocar su vida cabeza abajo, poniendo en peligro un gran negocio, pero a la vez enseñándole lo que es importante en la vida. Los pingüinos puntualmente son animales que nunca me parecieron muy atractivos, aunque se que a la mayoría les resultan tiernos y graciosos. Creo de todas maneras, que los espectadores no se van a encariñar tanto con estos, que más allá de los nombres obvios con los que los bautiza Carrey (Gritona, Mordelon, etc.), carecen de personalidad y encanto. Es verdad que hay algunos momentos tiernos y divertidos, pero son muy pocos y de corta duración. Jim Carrey no se luce para nada y creo que el director Mark Waters no supo sacarle todo el jugo a este genio de la comedia física, que por momentos me aburrió bastante. Para que nos ubiquemos un poco, Mark Waters dirigió títulos como Mean Girls (Chicas Malas), Just Like Heaven (Ojalá fuera cierto) y Las Crónicas de Spiderwick, cintas que entretuvieron pero que no han sido muy trascendentes o especiales, de hecho su trabajo anterior, Los Fantasmas de mis Ex, fue un fiasco que estuvo plagado de malas críticas. Lamentablemete, creo que con este producto tampoco va a lograr repuntar la mala impresión que viene dejando. Para resaltar, buenos efectos para darle vida a los pingüinos, alguno que otro momento divertido y ver a Angela Lansbury de nuevo en pantalla. Como aspectos negativos, un Jim Carrey desaprovechado, una historia chata y sin mucho sentido, falta de personalidad de los animalitos y una moraleja super trillada. Salvo que les encanten los pingüinitos, no pierdan el tiempo.
SE NECESITA ALGO EXTRAORDINARIO PARA VOLVER A LA REALIDAD Comedia dirigida por Mark Waters ("500 Days of summer) que logra aprovechar la figura protagónica de Jim Carrey para crear un personaje infantil y divertido, y que, gracias a un guión que se centra en cuestiones puramente familiares, logra entretener y emocionar en sus adecuados momentos. Popper es un hombre que trabaja todo el día y que no tiene demasiado tiempo para su vida personal. Su padre, desde que él recuerda, ha estado de viaje en viaje y le ha traído los mejores recuerdos de cada uno de los lugares que visitó. Un día, luego de la muerte de su papá, él va a recibir una extraña herencia: seis pingüinos. Sin saber qué hacer, pronto va a intentar llamar al zoológico para que se los lleven, pero sus hijos se lo van a impedir, ya que han quedado enamorados con las aves. Reacondicionar su departamento y hacer lo posible por que los del zoo no se lleven los animales, van a ser las nuevas tareas de Popper. La cinta está basada en el cuento homónimo escrito por Richard y Florence Atwater, por lo tanto, manteniendo el mismo espíritu infantil e inocente de las páginas del libro, aquí se decidió llevar adelante la historia centralizándose en el público familiar, por lo que reinan las características típicas de este tipo de propuestas. Por un lado, el guión juega con la identidad de los pingüinos, como si fuesen los siete enanitos de "Blancanieves", y se les pone nombres adecuados a su personalidad. Es así como, desde el principio, se deja a entender que los animales son una versión un poco caricaturizada que en la realidad, cosa que le favoreció en mayor medida al disfrute de la propuesta, ya que sino todo el humor tendría que haber venido por el lado del hombre protagonista, impidiendo que las aves tengan algún sketch humorístico que mostrar. Muy bien resueltas las escenas en las que ellos se divierten y tratan de convertirse en una extraña familia. Se deja en claro que es una película infantil, pero una bien lograda, ya que a su debido momento logra emocionar y entretener a la vez, y, por sobretodas las cosas, no llega a ser de esas propuestas al estilo "Alvin y las Ardillas" (donde también se mezcla la animación con el live action), que no logran ninguno de los dos propósitos. Por otro lado, el papel protagónico de Jim Carrey está muy bien logrado. El espectador que le guste cómo el intérprete lleva adelante sus personajes, aquí va a volver a salir satisfecho, ya que mantiene el mismo nivel actoral que en varias de sus últimas películas y le aporta a Popper muchas de las morisquetas y expresiones faciales que lo caracterizan. Quienes lo acompañan también están correctos, ya sean Carla Gugino (esposa), Madeline Carroll (hija) y Maxwell Perry Cotton (hijo). El humor es inocente y, aunque se hace una acentuación algo innecesaria sobre los gases y golpes de dos de los animales, siempre entretiene y mantiene un nivel de diversión que perdura hasta el final. Hay varios momentos emocionantes, centrados en el nacimiento de pequeños pingüinos, también bien logrados dentro de la historia, que se da el lugar para emocionar y hacer reflexionar al espectador. Los efectos especiales son buenos, en especial en la realización de los movimientos y la animación de las aves. El problema de la película es muy sencillo, pero a la vez es grave, ya que no permite que la imaginación, ni la originalidad, logren emerger de cada fotograma de la cinta. Todo lo que sucede, aunque esté bien, parece muy calculado y repetido, no hay un segundo de inspiración en lo que rodea al personaje de Carrey y lo que, al final termina siendo el típico final feliz, se ve artificial y superficial por la manera en la que fue mostrado. "Los Pingüinos de Papá" es una película que se toma algunas libertades con respecto al libro (termina siendo un producto con varios lugares comunes), pero que, a grandes rasgos, comparten el mismo sentido y la misma moraleja final. Correctamente actuada, entretenida y muy sencilla, una buena propuesta para ver en familia, para divertirse y emocionarse. su objetivo es hacer pasar al espectador un buen rato en la sala y, pese a los problemas, que no se pueden dejar de lado, lo logra. UNA ESCENA A DESTACAR: salida a jugar.
El señor Popper (Jim Carrey) es un exitoso promotor de bienes raíces que se encarga de conseguir aquellos edificios supuestamente imposibles, los compra para su compañía y los rediseñan o construyen lujosas torres en su lugar. Divorciado y con dos hijos, decidido a convertirse en socio en su empresa y con un cuidado extremo por su lujoso departamento en Park Avenue, la muerte de su padre, a quien no ve desde hace veinte años, traerá algunas sorpresas. Como parte del legado familiar y en forma de herencia, Popper recibe una caja de madera proveniente desde la Antártica. Pero lo que en principio parece un animal disecado, es en realidad un pingüino vivo. En realidad no uno, seis pingüinos. La intención de mandarlos al zoológico más cercano es inmediata, pero Popper descubre una nueva manera de acercarse a sus distantes hijos a través de la relación con estas poco convencionales mascotas. Será un familia mitad humana, mitad pingüino. Enfocada al público infantil, este filme llega a nuestro país en copias dobladas al español, lo que ahorra a los padres el inconveniente de tener que explicarles a sus hijos “que es lo que están diciendo” los personajes. Para los chicos más grandes, puede que la historia funcione mejor en las partes de comedia física donde Carrey –al que hay que acostumbrarse a verlo con sus monigotadas una vez más- se destaca sin excepción. El sexteto de animalitos, conformado por escenas digitales y otras reales, atraparán a los niños desde la primera escena.