El rito maléfico Al igual que en su opus anterior, Resurrección (2015), el realizador argentino Gonzalo Calzada, responsable de films como La Plegaría del Vidente (2012) o Luisa (2009), une la literatura con el cine y planea el lanzamiento de cada una de las películas de la saga de La Trinidad de las Vírgenes conjuntamente con una novela de nombre homónimo, Luciferina, Inmaculada y Gótica. La primera parte de la saga sobre la posesión demoníaca de tres mujeres vírgenes en distintos lugares de Buenos Aires, Luciferina: La Bautizada por el Demonio (2018), es la historia de una chica de diecinueve años, Natalia (Sofía del Tuffo) recluida en un convento cuya madre muere en un confuso enfrentamiento con su padre, quien queda en una especie de coma en el altillo de la casa familiar donde la madre realizaba perturbadoras pinturas sobre un útero demoníaco que cobraba vida. Tras regresar a su casa y ver las secuelas del arrebato de su fallecida madre, su hermana, Ángela (Malena Sánchez) la invita a un ritual espiritual de ayahuasca con un chamán peruano (Tomás Lipán) a realizarse en un convento abandonado en las islas del Tigre con su violento novio Mauro (Francisco Donovan) y tres amigos de la facultad de psicología: Abel (Pedro Merlo), Osvaldo (Gastón Cocchiarale) y Mara (Stefanía Koessl). El ritual que pretendía develar la verdad que subyacía a la historia de ambas jóvenes se convierte de pronto en una pesadilla que será la clave para la salvación de las almas poseídas que el demonio ha venido a reclamar. Luciferina es un film de terror gótico y religioso alrededor de una de las grandes obsesiones católicas pero también de una de las grandes temáticas del terror contemporáneo, las posesiones. Calzada indaga aquí al igual que en Resurrección en la relación entre cuerpo y alma, otro de los temas filosóficos y teológicos de occidente y de la tradición judeocristiana por antonomasia desde Aristóteles y Platón hasta Santo Tomás. Las visiones, la lucha entre la luz y la oscuridad, el nombramiento y su relación con la posesión y la vida demoníaca, lo paranormal, la relación entre los ojos y el alma son algunas cuestiones de la mirada narrativa y cinematográfica de Calzada que combina a nivel argumental un materialismo agnóstico con una dimensión espiritual que se superpone y subyace a la tosca realidad de los sentidos. Con excelentes efectos especiales, un gran trabajo de postproducción, muy buenas actuaciones de un elenco heteróclito que incluye la participación especial de la extraordinaria actriz Marta Lubos como la hermana Gregoria, la película desarrolla un relato de terror paranormal de interesantes diálogos que aportan datos relevantes a la historia en una narración ágil que no abusa de los efectos de sonido ni especiales sino que los utiliza para crear climas, develar sueños o predecir situaciones inesperadas y tenebrosas que se avecinan sobre los protagonistas. La fotografía de Claudio Beiza, responsable del film anterior de Calzada, Resurrección (2015), y de Diablo (2011), el opus de Nicanor Loreti, entre otros, es exquisita, con un trabajo artesanal sobre cada imagen, especialmente en las escenas con estatuas rodadas en Tigre y en las escenas paranormales. El film crea así escenas lóbregas en la isla de Tigre donde los jóvenes realizan el ritual en un convento abandonado que era utilizado en la década del setenta por los ricos y poderosos para realizar sus rituales satánicos, indicando el cambio de época que puede ser analizado como un paralelismo con la realidad de nuestro país. La recuperación del nombre en el imaginario simbólico demoníaco tiene su correlato en el proceso de recuperación de la identidad de los bebés secuestrados y renombrados por sus apropiadores que realizan las organizaciones de derechos humanos, por ejemplo. De esta semana, a través del terror gótico, Gonzalo Calzada habla también de temas políticos desde un lugar fantástico, recuperando la verdadera dimensión de las cuestiones sociales pero de forma solapada, al igual que en La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), la serie de Rod Serling, por ejemplo. Luciferina es de esta manera una obra con diferentes y atrapantes puntos de análisis que funciona como la primera parte de una trilogía que apuntala al cine de terror gótico nacional que nunca había tenido antes una saga planificada de este calibre. Como señalamos anteriormente, Inmaculada y Gótica serían los nombres designados para continuar con esta historia de gran calidad para un cine de género que crece y ofrece cada vez mejores producciones.
La nueva película de Gonzalo Calzada (“Resurrección”), que participó en el Festival Internacional de Cine de Bruselas “BIFF”, y en el FANTASPOA – Brasil, es una arriesgada apuesta al cine de género en donde a pesar de la gran cantidad de temas que se abordan, se logra mantener al espectador atento y entretenido durante su desarrollo. Ver “Luciferina” (la primera de la saga “La trinidad de las vírgenes”), es encontrarse con una película que atraviesa diferentes géneros (fantástico, suspenso, terror), y por más que resulte raro que todos estos formen parte de una misma historia, es quizás eso lo que hace de la película una experiencia diferente, y si bien por momentos pareciera que esto atentara contra el filme, logra convertirlo en uno en donde lo previsible se corre, para dar paso a lo novedoso, algo que siempre se agradece. En esta historia, Natalia (Sofia del Tuffo), quien tiene el don de poder ver el aura de las personas por detrás de su espalda, y de esta forma saber si la energía que rodea a ese ser es positiva o negativa, decide salir del convento en donde vive tras enterarse de la reciente muerte de su madre. Decidida a intentar buscar una explicación sobre su propia historia, visita a su hermana y a su padre convaleciente, y decide, motivada por un grupo de adolescentes que desean realizar un viaje espiritual, llevar adelante su propia experiencia junto a ellos y así poder responder los secretos familiares y su propio origen. La protagonista viajará para cumplir su objetivo a una isla del Tigre, en donde, luego de tomar una bebida llamada ayahuasca, podrá conectarse con su propia luz, y dar lugar a un viaje espiritual que responderá sus cuestionamientos y marcará su propio presente. Si bien el filme se centra en el personaje de Sofia del Tuffo, quien compone su comprometido papel con mucho profesionalismo y entrega, la historia también nos relata acerca del grupo de adolescentes que acompaña a Natalia en su viaje. Estos personajes, con la excepción de Pedro Merlo, quien logra darle diferentes matices a su “Abel”, y la brillante y experimentada Marta Lubos, no logran ningún destaque en la trama, e incluso deslucen ciertas escenas de la película. El trabajo de Calzada, a cargo del guión y la dirección, es arriesgado y ambicioso. Logra un estilo muy particular con escenas poco comunes, y de gran impacto visual. Así, “Luciferina”, se impone en la cartelera como una película de género distinta, y jugada.
Luciferina: El que busca, encuentra. La nueva película de Gonzalo Calzada será un nuevo hito en el cine de género nacional, tanto por el atractivo de su historia como por sus elementos subyacentes. “Cada cual tiene el Diablo que se merece” Arturo Pérez-Reverte El cine de género (fantástico o de terror) nacional ha tenido pocos y variopintos exponentes a través de los años. El mayor, quizás, lo tuvimos con Leonardo Favio y su “Nazareno Cruz y el Lobo (1975)”, un melodrama fantástico con tintes de épica que fue ganando adeptos y se convirtió en obra de culto. Por problemas de financiación o porque las historias costumbristas nos hacen sentir más identificados, este apartado cinematográfico no llega a la calidad de grandes producciones como las que nos brindan en el exterior, y muchas veces se prejuzga ante la nueva salida de un filme de estas características de factoría nacional, también por las mismas razones. Pero no todas son lo mismo. Luciferina (La bautizada por el Demonio), primera parte de una trilogía llamada “La Trinidad de las Vírgenes”, es el claro exponente de que cuando hay una gran idea, apoyo financiero, tiempo y trabajo, se puede realizar un producto que nada tiene que envidiar a las grande producciones de “afuera”. Y si, además, tenemos a Gonzalo Calzada como realizador e ideólogo del producto, mejor todavía. Recordemos brevemente que su máximo opus fue “Resurrección (2016)”, una cinta de terror gótico donde la razón competía contra la fe en el marco de una Argentina asediada por la peste en el siglo XIX y por elementos sobrenaturales, además del culto a San La Muerte, del cual vemos el génesis en nuestro país. Luciferina es más una búsqueda constante de los protagonistas, o la protagonista. Su búsqueda de un lugar en un mundo que no se siente propio. Una búsqueda de la identidad. Una búsqueda que la llevará a encontrar algo más peligroso de lo que imagina: Natalia (Sofía del Tuffo) es una joven recluida en un convento cuya madre muere en un confuso enfrentamiento con su padre, quien queda en una especie de coma en el altillo de la casa familiar donde la madre realizaba perturbadoras pinturas sobre un útero demoníaco que cobraba vida. Tras regresar a su casa y ver las secuelas del arrebato de su fallecida madre, su hermana, Ángela (Malena Sánchez) la invita a un ritual espiritual de ayahuasca con un Chamán peruano (Tomás Lipán) a realizarse en un convento abandonado en las islas del Tigre con su violento novio Mauro (Francisco Donovan) y tres amigos de la facultad de psicología: Abel (Pedro Merlo), Osvaldo (Gastón Cocchiarale) y Mara (Stefanía Koessl). El ritual que pretendía develar la verdad que subyacía a la historia de ambas jóvenes se convierte de pronto en una pesadilla que será la clave para la salvación de las almas poseídas que el demonio ha venido a reclamar. Hay varios punto a recalcar en el filme de Calzada que son importantes ante una visión de “Iniciado” como pretendo ser, ya que he estudiado el ocultismo (que nada tiene que ver con “Magia Negra”, sino con el método del discurso y el develado de las “fallas” del psiquismo): para comenzar un ritual como el que los chicos quieren hacer, bebiendo un brebaje sagrado, se tiene que estar en buenas o perfectas condiciones mentales. Un camino de Iniciación no es tomar ayahuasca y “ver que pasa”. Se necesita preparación previa, y esto es “sacarnos el Diablo de adentro”; no un Diablo como entidad física, sino el que todos los días desune las fuerzas del psiquismo a través de la lucha constante entre nuestros miedos, decisiones, vicisitudes. El Diablo es la pelea eterna en nuestro interior por intentar hacer lo correcto. Literalmente la etimología de Diablo es “el que separa/divide”. Y esta división constante hace que nuestras ideas y pensamientos no nos dejen ir hacia donde verdaderamente queremos, por ende, los automatismos de la psique (ayudados por los traumas del pasado) son los que rigen nuestra vidas. Volviendo a Luciferina, la trama gira en torno a Natalia (etimológicamente, “Natalis dies”-El día que nació Cristo) y su búsqueda de la verdad, esa verdad que le fue arrebatada y de por qué tiene este “don” de ver la luminosidad u oscuridad en las personas. ¿Para qué sirve? ¿Es un don o una maldición? Junto a su hermana y amigos emprenden esta odisea en la ciudad del Tigre. Mística y visiones de por medio, Natalia parece encontrar el amor; pero todo es pasajero entre personas rotas, donde quien parece ser una cosa, no lo es tanto. “La Trinidad de las Vírgenes” es una saga de tono fantástico escrita por Gonzalo Calzada y que narra las historias de tres jóvenes vírgenes que, en la misma noche y en extremos opuestos de la ciudad de Buenos Aires, son víctimas de un estado de posesión. Luciferina es la primera historia, a la que le sigue Inmaculada y finalmente Gótica. La saga tiene prevista una versión cinematográfica y una versión novelizada que complementa y amplía el universo de la Trinidad de las Vírgenes. El filme bebe influencias arquetípicas religiosas como también de clásicos del género, donde los más fanáticos identificarán homenajes a “EL Más Allá (The Beyond, 1981)” de Lucio Fulci, “El Resplandor (The Shinning, 1980)” de Stanley Kubrick e incluso el personaje de Marta Lubos nos hace recordar a “La Lechiguana” de la mencionada “Nazareno Cruz y El Lobo”. Pero en esta historia, como buena cinta de género, subyace un mensaje más profundo, el de la identidad robada, la oligarquia sectaria y la tan afamada y muchas veces ignorada “Elite Demoníaca” que controla cada uno de nuestros pasos y la tenemos tan arraigada que las teorías conspiranoicas no hacen más que ridiculizar el tema y terminamos por seguir nuestras vidas como corderitos al matadero. Gonzalo Calzada y Cludio Beiza hacen un magnífico apartado visual con la fotografía y el manejo de luces y sombras, creando una atmósfera gótica en el medio de los bosques del Tigre y sus catedrales abandonadas, sobre todo en ese soberbio clímax final del que no voy a contarles absolutamente nada y es, no solo el mejor exorcismo visto en cines, sino el más original y coherente con la trama. Pero además del apartado técnico y la dirección, las actuaciones destacan al no ser los típicos chicos cancheros del campus a los que querés ver muertos desde el principio, sino que son seres con una vida que es casi palpable, sufrimientos y afrentas que deben superar. Claro que Sofía del Tuffo y su “Luciferina” son una gran revelación de la que queremos tener más noticias en el cine de genero nacional. Y si de cine de género nacional hablamos, la leyenda Chucho Fernández, alguien que no debe faltar nunca en estas producciones, también hace una participación especial en el filme…pero no vamos a develar el misterio. Luciferina (La Bautizada por el Demonio) será seguramente un hito en la realización de producciones de género en nuestro país, ya que pocas veces se ha visto este tipo de películas y es, de seguro, la mejor en años.
Luciferina marca el comienzo de la trilogía nacional de género fantástico titulada La Trinidad de las Vírgenes, concebida por Gonzalo Calzada, el mismo realizador que sorprendió con La plegaria del vidente -2012- y Resurrección -2016-. Natalia -Sofía del Tuffo-, una joven de 19 años que vive en un convento y tiene el don de ver el "aura" de las personas, se ve obligada a salir de su encierro luego de la muerte de su madre y descubre un oscuro pasado familiar. Junto a su hermana y un grupo de amigos emprende una travesía a una isla del Tigre para vivir una experiencia sobrenatural, un extraño rito que cambiará su existencia y de quienes la rodean. Con este esquema, Calzada juega al terror sobrenatural moviendo los resortes de un género que conoce bien y explotando al máximo los recursos que ofrece la historia y también los que le brinda una producción generosa en efectos visuales. En ese sentido, Luciferina es una apuesta ambiciosa que aborda varios temas como la eterna lucha entre el Bien y el Mal, el cuerpo corrompido versus las enfermedades del alma y la virginidad de los personajes centrales que empuja la trama hacia un final atrapante. Si bien resulta un poco extensa, la propuesta no pierde el rumbo, acumula cadáveres en su camino y no se separa del sendero oscuro que crea las atmósferas adecuadas con corrección formal. "Curar las enfermedades del alma" es uno de los motores de la trama que se desarrolla en escenarios cotidianos que van adquiriendo una dimensión fantástica y amenazante, entre ritos satánicos, exorcismos, un padre moribundo y un inquietante chamán. El elenco cumple con las expectativas, destacando Sofía del Tuffo que se coloca la película al hombro; Marta Lubos como la hermana Gregoria; Victoria Carreras como la Madre superiora y el joven Pedro Merlo en su jugado rol de Abel, pilar indiscutido del film que encierra luces y sombras. Cielo e infierno entran en lucha en esta bienvenida realización de terror que seguirá con Inmaculada y Gótica.
Bautizada por el demonio Este 15 de marzo se estrena Luciferina, primera parte de lo que será la “trilogía de las vírgenes” que nos propone el realizador Gonzalo Calzada (Resurrección). Ya tuvimos posibilidad de verla y sin lugar a dudas la recomendamos. Natalia (Sofia del Tuffo) pasa sus días en un convento, hasta que es notificada de la muerte de su madre y decide volver a su casa. Allí se encuentra con su padre postrado y su hermana Ángela (Malena Sanchez), quien parece ser una estudiante aplicada de psicología y padece un vínculo violento con su novio Mauro (Francisco Donovan). Descubre, además, que el altillo donde reposa su padre está lleno de pinturas que hizo su madre antes de morir, en las que se replican temáticas relacionadas con el útero, la maternidad, la fertilidad femenina. Ángela le cuenta que, tras haberse hecho un aborto, irá con sus amigos a visitar un chamán para realizar una ingesta de ayahuasca. Sintiéndose ajena a la casa y a su propio padre, Natalia acompaña al grupo de jóvenes, al principio sin escuchar su propia necesidad de saber quién es, pero encontrando respuestas al final de la experiencia, que involucran demonios y posesiones. Uno de los hilos temáticos principales, y más interesantes, es el juego con la identidad. Natalia parece haber ingresado al convento sin estar convencida, solo para huir de cierta incomodidad en su hogar, motivación que le cuestiona su hermana. No parece tener vocación de servicio o entusiasmo por la fe religiosa, al contrario, se la ve desafiante y con pocas ganas de seguir reglas. Sabe lo que no quiere, pero no sabe lo que quiere. Los otros jóvenes del grupo, compañeros de la facultad de Ángela, parecen hacerse preguntas similares, sobre todo Abel (Pedro Merlo), quien incluso ha dejado la carrera y confía que la experiencia espiritual lo ayudará con ciertos problemas médicos. Tras el ritual, cuando la trama gira y comienzan a aparecer los demonios y las posesiones que todos esperábamos y el terror se hace más carnal, la pregunta por la identidad cobra otro sentido ¿No deben saber acaso aquellos que ejecutan los exorcismos, los nombres de los demonios para expulsarlos? Otro punto atractivo es cómo se construyen estas posesiones, que no se insertan en un marco religioso excluyente: la aparición de la ayahuasca y la noción de autoconocimiento tanto del alma como del cuerpo son fundamentales para que la acción llegue a buen puerto, la resolución no se ciñe sólo a oraciones y agua bendita. Toma algunos elementos clásicos del subgénero a la vez que incorpora todo un nuevo universo, haciendo que la intriga se vuelve atrapante y el espectador no pueda predecir con claridad cómo se resolverá. Mencionábamos antes la aparición de la sexualidad femenina y su relación con la maternidad en las pinturas de la madre, tópico que se extiende hasta el final y replica en diferentes niveles. Es evidente en el aborto que menciona Ángela o en la cruz que porta Natalia, que se asemeja más a un órgano reproductor femenino que a un crucifijo, y es más subliminal en las formas del techo del altillo donde reposa el padre, bajo y a dos aguas, generando la sensación que ese recinto es un enorme útero. Esta doble aparición de los temas (a nivel narrativo y reforzados en elementos visuales más simbólicos) muestra un diseño de producción digno de ser mencionado: no daba lo mismo que el padre esté recluido en ese altillo o en una habitación con enormes ventanales. La construcción sonora termina de reforzar los momentos más escalofriantes, en los cuales el manejo del cuerpo de los actores, sobre todo de Pedro Merlo, sostienen la tensión sobre todo en el tercer acto. Luciferina es una historia dentro subgénero de posesiones que introduce algunos elementos innovadores, reforzada por una intención temática, una buena mezcla de sonido y actuaciones verosímiles. Tanto por el sonido como por el manejo de la luz en determinadas secuencias, vale la pena verla en sala.
Lo nuevo, lo típico y los excesos Luciferina (La bautizada por el demonio) (2018) es la primera entrega de la saga La trinidad de las vírgenes de Gonzalo Calzada. Un modelo de cine de género nacional con los elementos típicos, escenarios interesantes y algunos excesos. Natalia es una joven de 19 años introvertida aspirante a novicia con un extraño don que le permite ver el aura de la gente. El suicidio de su madre la obligará a salir del convento y enfrentar un secreto que su familia oculta sobre su pasado y sobre el origen de este raro don. La Trinidad de las Vírgenes es una saga de tono fantástico escrita por Gonzalo Calzada, la cual narra las historias de tres jóvenes vírgenes que, en la misma noche y en extremos opuestos de Buenos Aires, son víctimas de un estado de posesión. Luciferina (La bautizada por el demonio) es la primera historia, a la que le sigue Inmaculada y finalmente Gótica. La saga tiene prevista una versión cinematográfica y una versión novelizada que complementa y amplía el universo de la saga. Algo típico del género de terror como es la posesión demoníaca, pero desarrollado en el escenario de una isla del Tigre es la apuesta más que interesante para explorar. Las imágenes tan fuertes que complementan con el trabajo del sonido perturbador cargan el ritmo de nervios y sobresaltos. Y construyen el siempre efectivo escenario ya conocido del terror. Quizás lo más complicado de digerir sea el tono general llevado casi a un neutro extranjerizado que se torna extraño; en lugar de decidir explotar la propia esencia argentina en todos sus niveles. La segunda mitad comienza a extenderse con demasiadas vueltas de tuerca que se alejan radicalmente de la propuesta inicial. Todo se transforma de forma tan apurada que cae en el apoyo de mucho diálogo y monólogo explicativo para saltar a una resolución que suena a derrape lleno de excesos.
Después de recibir la noticia de la muerte de su madre, Natalia (Sofía del Tuffo), una joven monja regresa a su hogar. Junto a su hermana (Malena Sánchez) y sus amigos emprenderá un viaje al tigre, en donde realizarán un extraño rito, en el cual Natalia descubrirá su verdadero y aterrador origen. Saliendo un poco del molde en cuanto al género de terror, “Luciferina” es una refrescante historia, que cuenta algo anteriormente dicho con un enfoque distinto. El relato forma parte de una saga llamada “La Trinidad De las Vírgenes”, que contará con dos películas más para completar la trilogía macro, “Inmaculada” y “Gótica”. Entre las actuaciones se destacan los protagonistas Sofía del Tuffo y Pedro Merlo, especialmente la de Merlo que desarrolla un doble personaje de una manera impecable y con una brillante interpretación. Filmado en una locación espeluznante que va a tono con el relato, los movimientos de cámara y los planos acompañan de una manera muy amena la historia. Un convento abandonado con las imágenes sagradas, cruces y lápidas crea un escenario propicio para que el espectador viva momentos de tensión, suspenso e intriga. Sin ser una película de terror clásica o de clase b y sin recurrir a exageraciones, la cinta logra entretener al público, manteniéndolo interesado en la trama que se va desarrollando. Si queres ver una película argentina de terror, “Luciferina” vale la pena.
Las vírgenes poseídas. Luciferina es la primera de tres películas de terror que conformarán La Trinidad de las Vírgenes, una saga de tono fantástico escrita por Gonzalo Calzada que narra las historias de tres jóvenes vírgenes que, en la misma noche y en extremos opuestos de la ciudad de Buenos Aires, son víctimas de un estado de posesión. Natalia es una joven de 19 años que tiene el extraño don de poder ver el tipo de aura que tiene la gente, una especie de luminiscencia que se manifiesta en el contorno de las personas. Esto la lleva a desarrollar un carácter introvertido y a vivir recluida como aspirante a novicia en un convento. El suicidio de su madre la obligará a salir de su lugar de confort y aislamiento para enfrentar un secreto que su familia oculta sobre su pasado y sobre el origen de este raro poder. Buscando averiguar la verdad emprenderá junto a su hermana y un grupo de amigos un viaje iniciático a una isla del Tigre donde participará de una experiencia con una bebida sagrada conocida como ayahuasca. Solo a través de esa experiencia logrará conectarse con su propia luz y realizar el ritual para librarse de la posesión que la tiene atrapada desde su nacimiento. Con una estética muy cuidada y recursos técnicos que nada tienen que envidiarles a las grandes producciones del género a las que estamos acostumbrados, Luciferina hace un muy buen trabajo en la construcción de sus personajes, con obvio énfasis en Natalia pero también en los que conformarán ese grupo de amigos que viajará al Tigre, para ir, lentamente al principio y más intensamente al final, incluyendo los elementos sobrenaturales que hacen a la historia. La simpleza en su introducción sumada a la inclusión del elemento de los alucinógenos que consumen los personajes (algo que fue noticia hace unos años) ayudan a darle a esa parte fantástica el grado de seriedad y verosimilitud suficiente como para explotar su significado, este sí para nada simple sino muy complejo. En términos de género, la película también cumple con su objetivo de prepararnos para los momentos de mayor terror en favor del impacto que estos ya tienen de por sí, las ambientaciones son las clásicas de un film de horror, los enredos entre los personajes y lo que representa cada uno es otro factor que ayuda a la trama general a partir de actuaciones protagónicas acorde al desafío de la historia y la puerta abierta que deja esta primera entrega de La Trinidad de las Vírgenes se suma al suspenso generalizado que la idea integral de Gonzalo Calzada viene a proponer en sus tres partes. Luciferina es una prueba más de que el cine argentino de terror no solo es posible sino que está en condiciones de competir con los gigantes extranjeros en un plano de igualdad técnica, dramática y narrativa.
Es un ambicioso proyecto escrito y dirigido por Gonzalo Calzada, que abarca la saga “La trinidad de las vírgenes”, que también se editará como libro. En este caso se trata del capítulo “Bautizada por el demonio” y es una incursión de cuidadosa producción en el género del terror cuando el inframundo toma el poder. La historia de una chica que tiene la capacidad de ver el aura de las personas, que esta como novicia en un convento. El suicidio de su madre la obliga a volver a su casa, tomar contacto con el mundo exterior y con la necesidad de su hermana, una chica “dark”, que quiere averiguar a cualquier costo los secretos familiares. Por eso las dos y sus amigos van a una isla del tigre a conectarse con un conocido chaman y sin saber los terribles acontecimientos que las esperan. Con un elenco donde sobresalen Marta Lubos, Vando Villamil, Tomás Lipan, Agustín Daulte, junto a Sofía del Tuffo y Pedro Merlo. Historia con elementos sobrenaturales, pactos que sobrepasan lo humano, pecados difíciles de aceptar. El guión que transita los carriles habituales del género no tiene le suficiente desarrollo y las escenas se alargan demasiado.
Poseídos Ya no hay dudas de que el cine de género en Argentina vive una etapa de oro, de plena expansión y aceptación. Las nuevas posibilidades de producción y una camada renovada de directores le abren las puertas a propuestas con una mirada actual y certera. Gonzalo Calzada es uno de los nombres que más firme viene pisando dentro de ese terreno. Sin grandes alardes, el hombre ya se anotó tres películas (dos de ellas claramente de género) que contaron con la amplia aceptación del público y de la crítica. Un drama con tintes de comedia negra, un policial duro, una de terror mitológico ambientada en la Buenos Aires devastada por la fiebre amarilla y con la leyenda de San La Muerte rondando en la atmósfera. Cuando ni bien inició 2016 nos encontramos con Resurrección: se convirtió en el segundo film de terror más taquillero en nuestro país, espectadores y periodistas estuvieron de acuerdo en que se trataba de uno de los mejores exponentes del género salidos de estas tierras ¿Cómo se sigue después de tamaño espaldarazo? Los caminos eran dos, dormirse en los laureles del éxito y entregar otro producto similar por repetición, o subir la apuesta. Dos años más tarde llega Luciferina, donde claramente optó por el segundo camino. Slashers, brujería, algún monstruo, terror psicológico, adaptaciones de clásicos de la literatura de género. Argentina fue transitando por varios subgéneros dentro del terror, pero hasta ahora nunca había abordado las historias de posesiones demoníacas y ritos satánicos, por lo menos no del modo en que lo hace Luciferina. Calzada, quien también se encarga del guion, demuestra una profunda investigación de campo para asumir la historia desde un costado serio, mezclando mitos y leyendas, religión católica con creencias de pueblos originarios, algo que parece serle afín al realizador que ya tocó esta vertiente en su film anterior. Luciferina tiene como carta de presentación un conjunto de posesiones y transformaciones de un modo tan aterrador como intenso, alejado de cualquier matiz que nos haga pensar que estamos en una comedia de terror. Acá el demonio es cosa seria. La hija de la luz Luciferina sigue la historia de Natalia (Sofía Del Tuffo, atención con esta actriz), una novicia que se encuentra recluida en un convento. Esta situación no va a perdurar mucho, ya que al inicio del film nos enteramos que su madre se ha suicidado y su padre ha fallecido. Pese a rehusarse a salir, las monjas responsables la obligan a dejar el lugar, y es así como Natalia abandona el convento regresando a casa, donde se encontrará con Ángela (Malena Sánchez), su hermana. Pero Natalia no es una chica más: aparte de poseer un carácter introvertido muy distinto a la más oscura e intensa Ángela, lo que la diferencia del resto es un don que le permite ver la luz interior de las personas, su aura mediante un estadio de trance. Los padres de las chicas tienen muchos secretos ocultos y Ángela desea descubrirlos de una vez. Por eso planea un viaje a una isla de Tigre con el grupo de amigos que la acompaña, donde experimentarán con el antiguo rito originario del ayahuasca, proporcionado por un chamán (interpretado por Tomás Lipán). Por supuesto Natalia no quiere saber nada, pero las circunstancias la llevarán a acompañar ese viaje. Momento en el que todo se saldrá de cauce y también momento para dejar de adelantar las vueltas que el inteligente guion de Luciferina posee. Los juegos del demonio Nuevamente, Calzada pudo optar por poner a los personajes en situación. Ubicar a este grupo de jóvenes frente a un rito, jugando con lo desconocido y pagando las consecuencias de despertar fuerzas malignas, eliminándolos uno por uno. Pero no, Luciferina retuerce su historia y va más allá: no sólo es la historia de un grupo de jóvenes enfrentando fuerzas demoníacas desconocidas, sino que se plantea una batalla superior realmente interesante. Los aciertos del film no terminan en un ajustado y preciso guion sin fisuras. Como lo demostró en sus trabajos anteriores, Calzada es un muy competente director de actores, y junto al trabajo de coach actoral lograron una gran amalgama en un elenco que junta dos generaciones. A Del Tuffo y Sánchez se les suman Pedro Merlo, Gastón Cocchiarale, Francisco Donovan, Agustín Dualte, y Sefanía Koessl en el reparto joven. Todos lucen frescos, dinámicos, apartados de un típico cliché más allá de tener características marcadas, cumpliendo con lo que el film necesita. Obviamente, por los roles que les tocan y la entrega a los mismos, Sofía Del Tuffo y Pedro Merlo destacan logrando escenas muy potentes desde lo actoral. La interpretación de ambos y la química que logran es uno de los pilares fuertes necesarios de la propuesta. Párrafo aparte para Desireé Salgueiro en una actuación deslumbrante para un personaje que mejor ver que contar. Lo suyo es hipnótico y de un compromiso absoluto. Victoria Carreras, Tomás Lipán, y en especial Vando Villamil y Marta Lubos como dos personajes con un contrapunto muy particular, integran el elenco adulto, con la sobrada experiencia que se les conoce y en interpretaciones muy logradas para este tipo de películas. Repetimos, Marta Lubos merece una película aparte, a la altura de Lyn Shaye con La noche del demonio. Luciferina también destaca en lo técnico con una brillante creación de atmósfera y clima en donde conjugan la fotografía, la recreación de ambientes y puesta de locaciones, la banda sonora con una canción especial compuesta por Lipán, la mezcla de sonidos espeluznantes que colaboran al golpe de efecto, sumado a un trabajo de doblaje realizado por el actor Chucho Fernández como LA voz del demonio, y un montaje que va subiendo el ritmo del film para crear sugestión sin jamás volverse apresurado. Simplemente hablamos de un trabajo perfecto. Por último, el mayor riesgo de Luciferina es asumirse desde entrada como primera parte de una trilogía, La trinidad de las vírgenes, si bien puede verse también como film individual. Esa ambición de Calzada de pretender narrar una historia global que encierre otras historias, las cuales al igual que Resurrección también tendrán sus adaptaciones literarias, nos habla de la enorme visión del director. Conclusión Luciferina apuesta a más y más. Se ubica dentro de los estándares más altos de nuestro cine, logrando no solo espantos reales y varios momentos de sobresalto genuinos, sino imágenes hipnóticas y una historia con una profundidad inusual para el cine de género. Adentrarse a ella es abrirle las puertas a un universo único.
El cine de género nacional va encontrando la manera de mantener su identidad y construir relatos universales. Gonzalo Calzada apuesta a lo diferente y termina ganando en esta versión aggiornada de películas de posesión. Una joven deberá decidir si continua en el camino de la fe o si por ayudar a los demás deberá correrse, arriesgándose y arriesgando a cada uno que se le acerque. La lucha entre el bien y el mal sin subrayados. Una gran película de género.
La ambición es un arma de doble filo también en el cine: se expande la creatividad, pero también puede desbordarse. Algo de eso sucede en el film de Gonzalo Calzada, una buena apuesta que no logra superar ciertos obstáculos. La idea de crear una trilogía de terror en una cinematografía en la que el género todavía está creciendo es muy atractiva, pero aquí la dedicación a la construcción de la mitología va en detrimento de la narración. La mezcla de tópicos de distintas vertientes del cine de terror resulta además en una acumulación barroca que no deja lugar para conectarse con lo que le sucede a la protagonista e interesarse por su historia.
Al cine argentino suele achacársele un exceso de minimalismo y falta de ambición. El director, escritor y guionista Gonzalo Calzada intenta ir a contramano con La trinidad de las vírgenes, una saga de tono fantástico centrada en las historias de tres jóvenes vírgenes víctimas de una posesión. Luciferina es la primera entrega, y luego vendrán Inmaculada y Gótica. El film sigue a Natalia (Sofía del Tuffo), una joven de 19 años con un particular don que le permite ver el aura de las personas. Su reclusión en un convento se interrumpe a raíz de la muerte de su madre. Con la idea de encontrar alguna pista sobre la verdad, junto a su hermana (Malena Sánchez), su pareja y algunos amigos emprenden un viaje a una isla de Tigre. Una vez allí, el grupo iniciará otro viaje, en este caso metafísico, espiritual, a través de la ayahuasca, desatando así una serie de revelaciones, giros y situaciones que ponen en evidencia los orígenes del secreto familiar. Impecable en sus efectos especiales y ambientación, Luciferina se inscribe en el terror religioso imaginando un enfrentamiento entre el Bien y el Mal sin subrayarlo y cambiando declamación por un deseo manifestado en una tensión sexual constante. Más allá de algunos excesos en su último tercio, cuando aparecen las habituales vueltas de tuerca del género, Luciferina es un digno exponente del cine de sustos y gritos argentos.
Una monja vuelve a casa tras la muerte de su madre. Allí se reencontrará con su hermana casi opuesta: con aspecto de roquera, un grupo de amigos desagradable y la carga de un padre que quedó en shock. No es para menos: el hombre está postrado en una habitación rodeada por los tenebrosos cuadros que la madre pintaba... con sangre. Nuestra monja, por su parte, ve esas figuras por todas partes, y se le aparecen en sueños. La cosa se pone tenebrosa al punto de develar ritos satánicos que nacen antes del nacimiento, y vienen de lejos, posesiones, portadores de luz, oscuridad y bastante gore. Delirante terror hecho en Argentina.
Luciferina arranca con un bebé dentro del vientre de su madre. La siguiente escena nos trae a una joven parada estática en el medio del patio de lo que parece (plano muy indie mediante) un convento o una escuela o algo por el estilo. El montaje en todo caso nos avisa que ese bebé es ahora esa joven de apariencia retraída, convertida a la religión y que en unos planos y segundos más tarde ayuda en un comedor. Al rato recibe, por parte de una monja, la noticia de que sus padres sufrieron un grave accidente: la madre no sobrevivió. Así Natalia (Sofia del Tuffo), de solo diecinueve años, regresa a su hogar después de varios años. Allí se encuentra con su hermana, quien le reprocha su ausencia en todo estos años. Resulta que su padre está postrado en la casa en un estado deplorable, dejando en evidencia unas tétricas pinturas muy bien dibujadas que nos llevan a pensar que era dibujante de comics o algo así por el estilo. De repente, la hermana, medio mala onda, media dark, le dice que ella y sus amigos irán en un viaje con el fin de hacer un ritual que tiene como fin consumir la bebida ayahuasca. Los seis (¡obvio!), instalados en un sitio alejado y casi olvidado, van experimentado los efectos de la droga hasta saber quién es el portador del mal. Luciferina es un film fallido. Fallido porque pudo ser bueno, ya que tiene buenas intenciones. En primera instancia, porque pone en evidencia el mal gusto por encarar temas que son actuales en el país. El feminismo mal entendido y la insistencia de evocar el aborto como una segunda historia desesperada por hallar adeptos. Las formas que elige su director son declamativas y reduccionistas, arcaicas. ¿Cuantos espectadores aún no entienden la importancia de las Sarah Connor, las Ellen Ripley, las Imperator Furiosa o, sin ir más lejos, de las Gilda (para acercarnos a un cine más propio y de estas pampas) para aludir a un ideal feminista maduro y no de manual? ¿Por qué el hombre tiene que ser demonizado y la mujer santificada para llegar a hablar de ello? Porque, si no me equivoco, el padre de la protagonista resulta un satanista que “produjo” el accidente a la madre; el noviecito de la hermana, un golpeador adepto al bullying; y el interés romántico de Natalia, presentado como posible compañero, en realidad carga con la maldición de llevar el diablo dentro desde pequeño. El hombre, como entidad, parece llevar el mal en todas sus manifestaciones. El único que aparenta ser un tipo razonable, uno de los seis pibes, muere apenas se presenta; como si se intentara deshacer la evidencia de que existen hombres buenos. No lo deja ser. Otra de las protagonistas, antes de suicidarse, nombra a su padre como posible origen de sus traumas. El director Gonzalo Calzada no entiende que lo que debe criticar y amputar es el concepto de patriarcado. El hombre como figura física es una cosa, como entidad de género; el patriarcado otra. No son lo mismo. La única figura femenina que parece estar vinculada con el mal no llega a provocar ningún daño, y es la mujer que aparece poseída (muy j-horror, muy fantasma oriental vengador). Por ejemplo, revirtiendo las polaridades: En Rabia (1977), de David Cronenberg, una mujer comienza una suerte de “vampirización” en un plano fisiológico que la libera sexualmente. El crítico Robin Wood, en su libro An introduction to the American Horror Film, cataloga a esta obra cronenbergiana de reaccionaria ya que cree que la mujer, al mostrar una libertad sexual, es vista como un monstruo. Por el contrario, Cronenberg, inteligente en las decisiones sobre su discurso, contrapone a la protagonista con la amiga que también es una mujer independiente y que no muestra signos de ser una amenaza. Cronenberg puede exterminarla o no, pero no se la quita de encima sin antes haberla conocido. No por ello transforma al hombre o a la fémina en monstruos. Su film, con dejos de melodrama y con la mujer transformada en mártir a lo Ms. 45 (1981), de Abel Ferrara, no hace ver a la mujer como el mal, más bien logra que el costado más reaccionario de la sociedad pueda verla como un monstruo, por eso el horror como género toma las riendas. Otra gran película de género que entiende cómo encarar el tema es The Woman (2011), de Lucky McKee. En ella, una mujer libre y salvaje perteneciente a los bosques es raptada por un hombre de una familia aparentemente normal con el fin de civilizarla. Obviamente, todo sale mal y el horror se desata. The Woman tiene la particularidad de mostrar a un tipo y a su hijo como monstruos, sí, pero también castiga a la mujer por cómplice: la esposa del protagonista, por callar y rendirse ante el patriarcado y apoyar sus locuras. The Woman no expone a la mujer como pobre víctima, la apunta dentro del registro humano y no crea un ambiente segregacionista como el de Luciferina, polarizador hasta la médula. El aborto, otro tema polémico (¿se notan las intenciones, ¿no?), es completamente confuso en la película, ya que por momentos parece estar a favor y otros en contra. Primero y principal, el relato (circular, algo positivo dentro de las bondades cinematográficas) comienza y termina con un bebé dentro del vientre de su madre. La protagonista, además, parece ser fruto de un aborto fracasado y de la que aseguran que es muy especial, con poderes y todo –puede ver el aura de la gente y esas cosas–, lo que permite deducir su postura en contra de esta práctica (¡miren si hubiera sido abortada!: esta criatura de Dios tan singular jamás estaría entre nosotros, ¡además tiene poderes! ¡Es única!). La hermana de Natalia le cuenta que se practicó un aborto en el tiempo que ella estuvo ausente y que la experiencia fue bastante traumática. Ahora, desde otra óptica, ese mismo comentario puede ser visto como traumático por el hecho de haber sido “clandestino” y manifestarse así a favor. ¿Se entendió? Luciferina al menos es más film que su “hermana” –por género y reciente estreno– Necronomicón: El libro del infierno, ya que técnicamente es irreprochable y los actores respiran una libertad que la otra jamás podría imaginar. Todos los actores están más que bien. Hay, sí, un par de escenas interesantes, como el combate final entre el demonio y Natalia, que más que espiritual es biológico ya que se practica sexualmente. Esa secuencia representa lo mejor de la película, que parece por momentos ser un slasher común y corriente de esos que en el año 2000 nos llegaban cada jueves de estreno. Luciferina no adopta una fuerza simbólica contundente más allá de la que se puede expresar por lo demoníaco, lo que la transforma en una película superficial y esteticista. Todo en ella luce muy bien pero no hay demasiado por detrás. Tal vez le haría falta entender más El exorcista (1973), de Friedkin. El tono solemne no ayuda en esos largos ciento once minutos que dura el relato. No hay un clima de terror, pese a los esfuerzos de la puesta en escena y de todo lo que conlleva la misma, principalmente por esa mala idea de lo “divino” que la protagonista puede atisbar gracias a su don. Sabemos que el mal, y más cuando es sobrenatural o metafísico, debe transmitir la sensación de ser indestructible, imparable. Cuando tenés este tipo de seres que, si bien no se los denomina como tal, pero se entiende que son “elegidos”, ya que poseen dones únicos, la amenaza pierde fuerzas, ya que el peligro desaparece incluso cuando hay muertes –igualmente serán inevitables en este tipo de films–. Calzada desde el inicio deja en claro esto, sin un poco de suspenso y sobrecargando el relato de aristas fantásticas: eso ayuda a que el mal, lo sobrenatural, pierda su esencia extraordinaria. En ese sentido, Luciferina se acerca mucho a la pésima Mother of Tears (2007), de Darío Argento. La tercera y última parte de la trilogía de las tres madres mostraba una lucha entre el bien y el mal en un plano menos amenazante que sus antecesoras, ya que la protagonista era custodiada por seres divinos. El ser humano, por naturaleza, le teme justamente a lo sobrenatural porque se enfrenta a lo desconocido, algo corpóreo o incorpóreo, pero propio de fuerzas sobrehumanas, algo que jamás tendremos, por lo que nos sentimos indefensos. Todo lo que se halla “más allá” tiende al desconcierto, a un horror en aras del existencialismo que se justifica porque nos vuelve diminutos en su presencia no-natural y posiblemente menos ordinaria. En Suspiria (1977) e Inferno (1980), Argento creaba cuentos aterradores, casi insoportables por su clímax de amenaza constante y de un mal perenne. Eran terriblemente esteticitas pero contundentes en sus formas cinematográficas. Mucho mejor es el anterior largo de Calzada, Resurrección (2016), gran cuento gótico que entendía el cine, principalmente al de horror. Mixturaba con éxito costumbres criollas sin abandonar un goticismo exitoso en todas sus formas, y funcionaba principalmente porque lo ambicioso en su totalidad física o simbólica tenían peso y firmeza. Luciferina, por el contrario, mama demasiado del terror norteamericano en su peor expresión y se pierde como tantas películas sobre posesiones de los últimos tiempos.
Escrita y dirigida por Gonzalo Calzada (Resurrección, La plegaria de los videntes), “Luciferina” promete ser la primera de una trilogía de terror, “La trinidad de las vírgenes”. Protagonizada por Sofía del Tuffo, Natalia es una joven monja que regresa del convento a su casa cuando le notifican que hubo un accidente. Su madre murió y su padre quedó en cama y sin hablar. El regreso a la casa implica también un reencuentro con su hermana Ángela (Malena Sánchez), quien lleva un estilo de vida muy distinto al suyo y además tiene una pareja a la que desde el principio se lo percibe violento. En ese altillo donde se encuentra postrado su padre hay también muchas perturbadoras pinturas que su madre realizó antes de morirse, todas sobre úteros. Y secretos, secretos que Ángela sospecha y Natalia tarda más en creer. Cuando Ángela y su grupito de amigos se proponen ir a realizar un extraño rito con ayahuasca, Natalia decide sumarse, probablemente por miedo a lo que le pueda pasar a su hermana en su principio, pero luego para poder descubrir quién es realmente. Además, Natalia posee un don especial. Logra ver cierta luz (u oscuridad) detrás de las personas, como si pudiera ver sus auras. Las locaciones son uno de los puntos fundamentales del film. El realizador aprovecha esos paisajes góticos en medio del Tigre y con las catedrales abandonadas, y consigue unos muy bellos planos. Después, cuando se sucede el ritual y comienzan a salir muchas más cosas de las que esperaban, la acción se mantiene principalmente a puertas cerradas y si bien siempre apuesta a la sorpresa, a lo inesperado, en algún momento ciertas secuencias se sienten un poco más largas de lo necesario. Es que todo lo que sucede a partir de ese momento es como una larga pesadilla. En cuanto a las interpretaciones, además de del Tuffo se destaca Pedro Merlo como Abel, el único de los chicos del grupo con el que Natalia siente afinidad inmediata, como si se entendieran, como si fuesen más parecidos de lo que creen. A nivel técnico, el film es irreprochable ya que Calzada aprovecha al máximo cada uno de los recursos que tiene en su poder. Una notable dirección de arte y buenos efectos especiales terminan de ayudar a crear esta digna y ambiciosa película de género nacional. Puede ser querespecto al guión se sienten algunos aspectos de la trama algo colgados o poco desarrollados, también es posible que sean cosas por desarrollar a lo largo de las próximas películas que seguramente verán la luz en los próximos años, pero esto parece poco probable ya que la idea es que cada historia tenga una protagonista distinta (una virgen poseída). A la larga, “Luciferina” se eleva como una película de exorcismos que toma mucho de lo ya visto dentro de este género (pero visto mayormente en otras latitudes), y le agrega una impronta y personalidad propias.
El jueves pasado llegó a las salas Luciferina de Gonzalo Calzada, una nueva cinta de terror argentino, un género que tiene muchos seguidores en nuestro país y que ahora aborda el tema de las posesiones demoníacas y los rituales paganos. Natalia es una joven que tiene el don de percibir el aura de las personas, ésto la mantuvo alejada de la gente y recluida en un convento. Tras el suicidio de su madre, ella debe enfrentar el verdadero pasado que dio origen a su poder. Junto a su hermana y un grupo de amigos inician un viaje al Tigre donde participan en un ritual para revelar el misterio. Calzada inicia lo que será una trilogía denominada La trinidad de las vírgenes, con tres jóvenes como protagonistas que sufren diversas posesiones. El tema no es común en el cine argentino, que explota más el género clase B de slashers y asesinos seriales. Aprovecha el entorno del Tigre para encerrar a sus personajes y aislarlos de la civilización. Las ruinas y lugares abandonados funcionan para ejercer el susto buscado. También aporta lo suyo el trabajo sonoro y estético de los efectos especiales. Mientras que los personajes están bien definidos y, salvo por algunos, la mayoría tienen las funciones clásicas de los estereotipos del género de terror. Lo que le juega en contra es tratar de explicar con muchos diálogos y flashbacks el universo que está creando, especialmente cuando el terror se deja de lado para dar lugar a una contienda entre el bien y el mal.
Uno de los momentos nodales de Luciferina tiene lugar cuando Natalia, la joven monja que interpreta Sofía del Tuffo, le explica a Abel ‑ese adolescente nervioso, que se sabe o cree enfermo, en la piel de Pedro Merlo‑ sobre el don que la persigue: ella es capaz de observar el aura que desprenden las personas. Se trata de un fulgor luminoso que es como el que ves allí, le dice; corte a la ventana por donde ingresa un haz de luz solar refulgente. La relación entre estas imágenes no sólo expone una resolución argumental, de claridad narrativa, sino que ahonda en una cuestión más profunda, de índole formal. Luciferina ‑nombre que esconde otros, entre ellos el de Natalia‑ es esa luz, evidentemente. El cine es luz, y también ‑al decir paradigmático de la alemana Lotte Eisner‑ "pantalla diabólica". Nada hay de mentira en ese plano que realmente captura el ingreso del sol, a través de la ventana de la iglesia abandonada (una locación, además, real). El cine de Gonzalo Calzada (La plegaria del vidente, Resurrección) se vale de esta necesidad inmanente, y lo hace a través de locaciones palpables, ciertas, en donde la luz recupera el sentido primero del arte cinematográfico (situado ahora en una instancia crítica, de carácter digital). Es por esto que Luciferina es mucho más que el título de una película, es también el nombre de una manera de pensar el cine: el cine se ve en compañía de sombras. Por otra parte, el desafío de la película de Calzada es para remarcar, ya que se trata de la primera parte de una trilogía ‑la Trilogía de las Vírgenes‑, a completar con Inmaculada y Gótica. Este desafío surge como consecuencia de un trabajo de encargo, que el realizador ha asumido así como proyectado en forma de tres episodios; si todo va bien, se tratará de un salto cualitativo para el cine de terror argentino. En cuanto a la película en cuestión, Calzada erige el relato desde tópicos que el género ha cultivado ‑el grupo (más o menos) adolescente, el viaje, la oposición diablo/dios, los ritos religiosos y paganos‑ pero con una idiosincrasia que le acerca a un tono de verosimilitud propia. De este modo, Natalia se integra al grupo de su hermana ‑oscura, de brazo pinchado y novio violento‑, con el fin de protegerla. El sexo acompaña desde alusiones, chistes, miedos. Más aún, habrá consecuencias no deseadas que serán descubiertas, y que aportan motivos sobre el peso con el que carga Natalia. Mientras tanto, el padre de ambas está postrado, con secretos de armario que atemorizan durante la primera parte del film. Es decir, hay algo de pecado de adultos dando vueltas, y los más jóvenes tendrán que decidir cómo comportarse con lo que les toca. El grupo viaja en busca de la experiencia alucinada que promete la ayahuasca, entre cánticos indígenas. La travesía es extraña, y asombra cómo la cámara puede volver raro un entorno familiar (como lo significa una isla del Tigre). Lo que parece una aventura culmina por revelar otro costado, que sabrá ser descubrimiento personal para la propia Natalia, virgen que encuentra su espejo en Abel: nombre que ofrece otros matices. Este proceso gradual ofrece varias caras que sabrán coincidir, a través de un motivo icónico ejemplar: puede ser un crucifijo, también la forma del útero o la silueta de un carnero. Cualquiera de las acepciones elegidas deriva en las otras. Es en ese diálogo mutuo, de requerimiento recíproco, por donde transcurre el film de Calzada, hasta el arribo de ese bautismo que Natalia dice no haber tenido pero que, sin embargo, es el que da título a la película. El rostro de la actriz Sofía del Tuffo acompaña de manera creíble, porque ofrece una piel encantadora, mirada que es ternura, sonrisa reprimida, pero hay algo más y que de a poco se revela. Una primera escena de ducha, en donde ella se entrega al placer de su cuerpo, ofrece matices que derivarán, ocurrido el film, en uno de los momentos más llamativos dentro del cine de terror argentino. Para descubrirlo, mejor ver la película. Ahora bien, lo llamativo no oficia sólo por lo denotativo ‑los cuerpos son vistos sin pudor, bellos, entregados al goce de las marcas que una garra puede dejar‑, sino por la inferencia que desprenden, con la carne como lugar de redención, a la manera de un sacrificio que salva a los personajes pero que no renuncia, todo lo contrario, a cierta cuota de malicia. Otro punto a favor, que es momento de tensión, lo ofrece la resolución del exorcismo, en donde bien les vendría a tantos defensores de la película El conjuro ‑cuyo momento exorcista es cuanto menos lamentable‑ atender a lo que pasa aquí, entre sueños de ayahuasca y pasado familiar escondido, en donde el infierno mismo podría ser un parto; un parto tal vez no deseado pero a la vez obligado por las monjas, que pelean contra un demonio. Hay que dar a luz, como sea. No vaya a ser que triunfe el demonio. Por eso, por esto, es notable la caracterización dual de Marta Lubos, vieja espectral y monja de caridad. ¿Cuál de todas estas caras es la verdadera? Luciferina tiene el mérito de ahondar en todas ellas mientras toca con lucidez a ese género que se llama terror.
El género de horror reina en la pantalla grande ya desde el primer cuatrimestre del 2018, una clara muestra de esto es Luciferina, de Gonzalo Calzada, película que explota la la invocación de demonios en terrenos sagrados. Protagonizada por Sofia de Tuffo y Malena Sánchez, Luciferina tiene como hilo conductor la historia de dos hermanas cuyos caminos se distanciaron por sus respectivas elecciones. Natalia (Sofia de Tuffo) es monja y busca nuevamente establecer un contacto con su familia después de sufrir un accidente; su hermana, Ángela (Malena Sánchez), es una extrovertida y traumada chica que sufre abusos por parte de su novio y esconde secretos del pasado. Al dar con un breve y caótico encuentro estas dos hermanas se disponen a realizar un viaje junto a sus amigos con el objetivo de iniciar un ritual para aquietar sus penas personales; hasta aquí llega una correcta introducción de lo que es un “buen inicio para el desastre”. Si bien la película de Calzada posee una puesta en escena sumamente gratificante para el género ésta sufre astronómicamente por no presentar un objetivo claro de desarrollo. En Luciferina vemos que todo el equipo tiene lo necesario para realizar EL film de horror nacional del año, sin embargo por explorar múltiples sub tramas y no concretar un sentido claro de desarrollo argumental la película pierde chances de impresionar al público. Vemos situaciones originales no obstante no llegan a aprovechar su potencial máximo. En Luciferina vemos mucho, pero sentimos poco. De todas formas lo que sí logra Luciferina es volver a entonar el camino del género que casi desemboca en desastre por culpa de un “intento” de homenaje literario a Lovecraft plasmado en pantalla a principios de mes. Luciferina arriesga y logra – pero le cuesta un poco – que el público mantenga la mirada en pantalla por 90 minutos y aprecie el esfuerzo colectivo en el proyecto. Secuencias originales se observan a lo largo del film y son acompañadas de un gran trabajo fotográfico a cargo de Claudio Beiza el cual demuestra el horror en plena localidad de Tigre. A pesar de poseer un guión que resulta tumultoso, Luciferina se muestra original mezclando elementos religiosos con la utilización de la “ayahuasca”, esto da como resultado algo que no se ve todos los días en el cine de género y para evitar spoilers, es necesario dejar el tema en stop. En resumen: Luciferina se destaca por su originalidad y puesta en escena, es una película que se disfruta y expande los logros en el género nacional. Valoración: Buena.