La rodilla como metáfora de la circularidad de la vida. Después de participar en la competencia del Festival de Cannes y de cinco nominaciones a los premios César, se estrena en Argentina el film Mon Roi (2015), dirigido por la actriz y directora Maïwenn, cuya corta carrera como realizadora se encuentra en ascenso desde Polisse (2011). Mon Roi relata la pasional historia de amor entre Tony (interpretada maravillosamente por Emmanuelle Bercot, ganadora en el Festival de Cannes a Mejor Actriz) y Georgio (Vincent Cassel). El film comienza con la inmensidad de un paisaje de montañas nevadas, allí se encuentra esquiando Tony (apodo de María Antonieta), quien tras un accidente será llevada a un peculiar centro de rehabilitación. A partir de allí comenzaremos un viaje al pasado junto con la protagonista mediante la ensoñación de la pantalla cinematográfica. Tony se ha dejado llevar velozmente por los esquíes y se ha lastimado principalmente la rodilla, por lo cual una terapeuta del centro de rehabilitación -que asocia cada trauma corporal a lo psicológico- le plantea que la rodilla es el lugar que concentra la dificultad de aceptación de ciertas circunstancias. Idea que hará emocionarse a la protagonista y llevarla a revivir con la misma intensidad que su dolor físico los conflictos de su arrebatador vínculo con Georgio. Mon Roi (“Mi Rey”, en francés) presenta así una segunda transgresión, ya que generalmente el recurso de una narración fragmentada por el recuerdo del protagonista suele utilizarse cuando los personajes se encuentran con su salud debilitada justo antes de su muerte, pero este no es el caso. La primera transgresión de la película es colocar los créditos al final del largometraje. La fragmentación es la manera que la directora elige para formalizar el proceso de curación de Tony, y también es lo que propone la terapeuta, el aceptar aquellos acontecimientos que no se pudieron asumir en el pasado. La caída libre en la nieve será la ebullición del volcán del dolor interior de María Antonieta (no es casual la elección de su nombre). Mediante los recuerdos de Tony y sus zambullidas a la pileta (como metáfora del renacer), accedemos a este atrapante vinculo -no sólo entre ellos, sino también entre el film y nosotros como espectadores- cuya pasión es ambivalentemente, tan atractiva como destructiva. Esa relación amorosa que comienza de forma audaz irá a un ritmo vertiginoso y aparentemente perfecto, hasta que empiecen los conflictos referentes al entorno de Georgio, quien quizás no sea quién parece. Tampoco puede culparse sólo a Georgio de sus “malos” hábitos: en una pareja y en vínculos tóxicos -como los que presenta el film- ambos son cómplices y el camino de madurez de Tony estará en desprenderse de los mismos. Entre juegos mediante la repetición adrede del vestuario (como por ejemplo, su chaqueta celeste y la combinación del buzo estampado con tigres y su camiseta roja), seremos partícipes de las idas y vueltas de este romance. Si bien no es la primera vez que las discrepancias y los encuentros y desencuentros sentimentales entre una pareja heterosexual se plasman en pantalla, sí es original el enfoque de Mon Roi, el cual nos demuestra lo inagotable del lenguaje cinematográfico y cómo la simpleza aún puede sorprender… así como también las vueltas de la vida.
Escenas de la vida conyugal Dos son los puntos de partida en el análisis del filme, y aunque parezca redundante o banal, el titulo y las primeras imágenes nos obligan, una vez finalizada la proyección, a interrogarnos sobre el tema, más allá del relato. Ambos de forma conjunta. La traducción literal del titulo es “Mi Rey”. En la primera secuencia Tony (Emmanuelle Bercot) se accidenta esquiando en la nieve. Sólo una palabra en toda la secuencia, su hijo exclama, cuando ella lo pasa a una velocidad inusitada, la reclama. ¿Accidente? En la segunda secuencia ella está internada en un nosocomio para recuperarse de la rotura de ligamentos cruzados de la rodilla, no es casual que la directora y guionista nos dé cuenta de las consecuencias de la acción anterior en la voz de una psicóloga que la interroga sobre su acto, y le hace referencia mientras cuenta a los espectadores que las casualidades no existen. Para ello la metáfora de la rodilla, como la reina de las articulaciones, reina por ser la única que va hacia atrás solamente dentro del cuerpo humano. Coloca a Tony en retrospectiva para repensar su vida con Georgio (Vincent Cassel), el padre de su hijo. Su Rey. Estructurada narrativamente con flash back desordenados en el tiempo, cuya única lógica transitoria está dada en cada retorno a la actualidad, en que cada paso del proceso de recuperación despierta un recuerdo. Posiblemente la utilización de este recurso termine por redundante, en ser un poco, y sólo un poco, ineficaz, las metáforas pierdan la fuerza por despliegue del texto que deberían tener. Desde la consabida de la vida que comenzó en el agua, o el agua como vital para la vida, hasta el viaje a ningún lugar para reencontrarse con uno mismo. La historia se centra en la relación ¿amorosa?, enfermiza?, “Amarte duele”, como rezaba sólo desde el titulo el filme mexicano del 2002. Es en el enganche casi perverso entre los dos personajes principales en que se estructura el relato, uno, falto de límites, la otra, subyugada por la vorágine del primero. Es desde el principio de la relación en que subyuga, en su decir de tratar de hacer bien a los demás por el sólo hecho de poder hacerlo, escondiendo su querer, necesitar, ser amado por sobre todas las cosas. No es mi intención comparar la obra maestra de Bergman con ésta realización, sólo que éste está en su variable de la relación amorosa configurada como un rompecabezas, siendo sólo escenas de la vida en común de la pareja. Nada más y nada menos. Si bien estamos frente a un texto ya conocido, el de las relaciones amorosas no “recomendables”, la obra tiene una riqueza formal que permite verla sin decaer, sostenida principalmente por las actuaciones de sus protagonistas. Si bien la responsabilidad en pantalla, por lo histriónico exagerado, con cambios de humor incluidos, parece darle la derecha a Vincent Cassel, el compromiso emocional y corporal, temporal y espacial, de Emmanuelle Bercot es superlativo. En ese devenir constante de rupturas, encuentros, desencuentros, es que Tony puede redescubrirse en el final de la historia como parte ineludible para el sostenimiento del vínculo y no imperiosamente como víctima. Este es el valor agregado del filme por los ojos de una mujer. Su directora.
Amar te duele La actriz Maiwenn vuelve a ponerse detrás de cámara tras Polisse (2011), otra vez en colaboración de la actriz, Emmanuelle Bercot. Pero en esta oportunidad Bercot no estará en el guión (aquí co escrito con Etienne Comar) sino en el rol protagónico de un film que le valió el premio a la mejor actriz en el 68 Festival de Cannes. Mon roi (2015) es una historia de amor no convencional. Tony (Emmanuelle Bercot) y Georgio (Vincent Cassel) se conocen en una discoteca y surge un romance instantáneo. Ambos disfrutan juntos la vida en plenitud entre constantes risas y alegrías. Planean tener un hijo, se casan y cuando todo venía bien, Georgio atiende a Agnés (Chrystèle Saint Louis Augustin), su ex mujer que intenta suicidarse. A partir de ahí las cosas cambian, siempre Georgio interpondrá a la pareja amigos, viajes, trabajo y hasta alguna que otra amante. Se pelean y arreglan con la misma pasión autodestructiva con que vivieron su romance inicial. La película inicia con Tony teniendo un accidente. Acto seguido la vemos en terapia donde la psicóloga hace una interpretación del significado de su rodilla en su estado de ánimo actual. En la clínica de rehabilitación ella comienza a reconstruir racionalmente su relación con Georgio. Ahí comprende el espiral de violencia psíquica a la que fue sometida. Mon roi (cuya traducción literal significa "Mi Rey") está repleta de metáforas no tan sutiles acerca de los estados de ánimo de su protagonista en su proceso de rehabilitación física y mental: El descenso con accidente, la comentada rodilla, el quiebre, el salir a flote, etc. Son figuras visuales que ayudan a completar un film armado por fragmentos en una tensión eufórica tal como el amor idealizado propone. Vincent Cassel interpreta al personaje maldito de otros films (Irreversible, El Cisne Negro) pero llevado a un límite funesto, siendo tan querible como siniestro. Recuerda en ese rol al Robert De Niro de New York, New York (1977) o Toro Salvaje (Raging Bull, 1980). En sus redes cae su enamorada Tony, una Emmanuelle Bercot que trasmite con su rostro los diferentes estados de ánimo (alegría, angustia, desesperación) tanto desde la contención como desde la explosión inaudita que le valieron los mentados premios a su labor. Completan el elenco Louis Garrel como el hermano de Tony e Isild Le Besco como su mujer, en una película intensa y sensorial sobre los momentos de una relación nociva, en una suerte de interesante antítesis a los romances con final feliz.
Ligamentos rotos. A pesar de la sobrecarga del uso de la metáfora para afianzar una idea que busca el paralelismo entre una rehabilitación de tipo kinesiológica y la propia rehabilitación del corazón de la protagonista, Mon Roi -2015- marca la consolidación de la actriz y directora Maïwenn, tras su singular Polisse -2011-.
La rodilla de Maïwenn La directora de Polisse no logra trascender los lugares comunes pese a narrar una historia de amor supuestamente poco convencional. Es muy difícil hablar de una buena película cuando se elige metaforizar los sinsabores de la vida con el estado de una rodilla, pero ese es el camino elegido por la sobrevalorada directora, actriz, guionista y fotógrafa Maïwenn (Polisse) en Mon Roi. Nominado a ocho premios César, el film narra una historia de amor supuestamente poco convencional, pero que a fin de cuentas refleja los vaivenes habituales de las relaciones interpersonales. La protagonista es Tony (Emmanuelle Bercot, ganadora del premio a Mejor Actriz en Cannes ex aqueo con Rooney Mara por Carol), y su objeto amoroso, Georgio (Vincent Cassel). Ambos se conocieron a la salida de un boliche y durante años mantuvieron un intenso romance que se desembocó en el casamiento y un hijo. Esa historia en común es narrada mediante largos flashback mientras Tony se recupera de una rotura de rodilla sufrida durante una jornada de esquí. Ese pasado va del amor más tórrido a otros momentos de tensión surgidos cuando Georgio intenta hacerse cargo de una ex novia depresiva. El paralelismo entre amor y rodilla es el más burdo, pero no el único. Maïwenn no ahorra en metáforas gruesas y trilladas que van desde el agua como síntoma de renacimiento hasta el habitual –y liberador- viaje en auto. Bercot sostiene su papel mediante una actuación intensa, digna del Actor's Studio y tanto o más calculada que todo el relato.
Un relato de amores contrariados Ambiciosa en su temática y desarrollo formal, la nueva película de la directora de Polisse es plenamente consciente de su ascendencia dentro de una extensa y rica tradición cinematográfica, la del melodrama, pero despojado de viejas convenciones. Cierto instinto periodístico/ cholulo declara indispensable puntualizar que la realizadora y actriz Maïwenn (nombre completo: Maïwenn Le Besco), directora y coguionista de Mon roi, inició una relación sentimental con el productor y director Luc Besson a la edad de 15 años, desposándolo pocos meses después y dando a luz a un hijo de ambos a los 17. Y que esa polémica (en su momento) relación entre un hombre maduro y una adolescente dio origen –según narran los propios protagonistas– a los personajes de Mathilda y Leon en El perfecto asesino. Datos quizá poco conocidos por estos lares, pero muy presentes en la prensa francesa. Maïwenn tiene hoy 39 años y hace rato que dejó de ser “la chica de Besson”, literal y simbólicamente, y su C.V. como realizadora incluye cuatro largometrajes, entre ellos Polisse, Premio del Jurado en Cannes 2001.“Mi rey”, traducción no vertida en el lanzamiento local, cuenta con un reparto envidiable de talentos en pantalla: Vincent Cassel como protagonista masculino; la no tan famosa Emmanuelle Bercot como contraparte femenina (Mejor actriz ex aequo en Cannes por este papel), Louis Garrel en un rol secundario pero esencial. Además de un guión ambicioso en su temática y desarrollo formal, plenamente consciente de su ascendencia dentro de una extensa y rica tradición cinematográfica: la del melodrama. Porque, aunque por momentos no lo parezca, Mon roi despliega su relato de amores contrariados con la potencia de la hipérbole, aunque la cancha esté siempre marcada por dosis de realismo inyectados para equilibrar la balanza (el público no tolera ciertas convenciones narrativas como en el pasado, parece decir sotto voce la película).No por nada la primera escena introduce a Tony (Bercot) esquiando de manera absolutamente impropia, casi suicida, reventándose una rodilla en un accidente. A partir de allí, la lenta cura en un centro de recuperación permitirá el ida y vuelta en el tiempo, los flash- backs que no necesariamente están pautados por recuerdos puntuales, aunque el punto de vista sea, casi siempre, el de Tony. Corte al encuentro con Georgio (Cassel), el dueño de un restaurante que parece tener toda la onda y que, rápidamente –a primera vista, como suele decirse–, encandila a Tony tanto como ella encandila a Georgio. El primer encuentro sexual, rodado como gran parte del film con una cámara frenéticamente móvil, permite advertir una de las virtudes de Mon roi: la franqueza casi hiperrealista con la cual algunas de sus secuencias tienen lugar dentro del rectángulo de la pantalla.El relato sigue la progresión y transición de esa relación entre un hombre y una mujer adultos, desde el enamoramiento al asentamiento sentimental, de la soltería a la cohabitación, del nido de a dos a la maternidad/paternidad. En sus mejores momentos, el film parece inspirarse en aquellos dramas “matrimoniales” de John Cassavetes, donde un pase de facturas verbalmente violento puede desembocar en besos y abrazos, el amor y el odio embrollados, conjugando un nuevo vocablo. En otros, Mon roi se pierde en un jugueteo actoral casi histérico e imita formalmente esa relación de pareja –que, por momentos, podría definirse como patológica– a partir de cortes de montaje no siempre pertinentes, precoces por exceso de estilo, artificialmente abruptos. De a ratos, incluso, da toda la impresión de que la película ya no tiene mucho más para contar, hilvanando escenas un tanto humillantes para los personajes por el simple hecho de que puede y quiere hacerlo. El resultado final, como la relación entre Georgio y Tony, parece reunir lo mejor y lo peor de dos mundos, en una película que crea un universo y desea compartirlo –y, en parte, lo logra–, aunque en el camino deje de escucharse a sí mismo, tapado por su propio griterío.
Mon roi, un melodrama encendido El film de Maïwenn narra el presente de una pareja que vive un amor que se torna imposible: Emmanuelle Bercot, premiada en Cannes por este film, tiene una actuación descollante El cierre de la pentalogía (cuatro largos y un mediometraje) de François Truffaut sobre Antoine Doinel, que empezó con la fundamental Los 400 golpes (1959), terminó con la atesorable El amor en fuga (1979). Y a esta última remite, al menos mediante dos citas clarísimas, Mon roi de la actriz y directora Maïwenn. Una es la presencia en un cameo de la actriz Dani, la otra es la salida amistosa de tribunales de una pareja que se acaba de divorciar. Pero Mon roi es una película de amor mucho menos feliz, de un tono más oscuro que El amor en fuga. En realidad es un melodrama encendido acerca de una pareja apasionada y que se va volviendo imposible a pesar de que -lo vemos- existe el amor entre ellos, y también existen los gritos y otras formas violentas de daño. En ese sentido, Mon roi conecta con la más amarga de la pentalogía de Doinel: Domicilio conyugal. Tony y Giorgio se encuentran -re-reencuentran, dicho con mayor precisión- y viven un romance vertiginoso, en el que Giorgio y su vitalidad, voracidad, capacidad creadora y destructiva lleva adelante esta pareja en la que ella se encandila y se desencanta a intervalos cada vez más feroces. La película se relata en dos tiempos, un presente en el que Tony ha sufrido un accidente de esquí y recupera en un centro de salud su pierna dañada. Y otro el pasado, o los pasados de la relación entre ella y Giorgio. La película no esquiva la pasión y el dolor, y es lo contrario a cualquier idea de minimalismo emocional. Aquí se juega fuerte, incluso en el exceso, sobre todo por parte de Emmanuelle Bercot (una de las estrellas de Cannes 2015, donde fue premiada por este rol y además presentó una película como directora), la actriz más vistosa de la película, que descuella cuando su mirada es la que lleva adelante la performance (el perfecto final, por ejemplo). Sin embargo, cuando sus diálogos mutan en monólogos desasosegados queda al borde del colapso, como lo hace esta película por momentos abrumadora -carece de pausas narrativas-, pero siempre apasionada. El gran sostén de la película es Vincent Cassel como Giorgio: seductor, complicado, irascible, oscilante, elegante, honestamente mentiroso e irrecuperable. Cassel tiene las mejores oportunidades de lucirse en diálogos que intentan hacer ver las situaciones en las que está inmerso desde otro ángulo, porque los ángulos convencionales no le convienen nunca. El diálogo de la planicie de una línea muerta versus las oscilaciones de un electrocardiograma vivo sirve para definir también esta película despareja, pero ciertamente viva; de corazones heridos, pero en movimiento, en torbellino, como decía esa canción que cantaba Jeanne Moreau en otra película de Truffaut: Jules y Jim.
El drama de arrodillarse Varias veces contada, esta relación de pareja enfermiza se vuelve creíble gracias a las actuaciones. Primera escena. La familia esquiando en la nieve. Una caída que no vemos, la de Marie, a quien apodan Tony (Emmanuelle Bercot). Un diagónstico. Rotura de ligamentos. Y Tony que encara una dura rehabilitación en una clínica con vista al mar, pero recluida. Así comienza Mon Roi, de la francesa Maiween Le Besco, película sobre una enfermiza relación de pareja, sobre el apego a un vínculo contra todas las evidencias, sobre la consciente ceguera de un amor. Una historia conocida, mil veces contada. Por eso el desafío es doble. Y descansa exclusiva e intencionalmente en las actuaciones de los protagonistas. Tony y Georgio (Vincent Cassel) llevan diez años juntos, a los tumbos, en un vínculo tempestuoso, que ahora ella puede mirar en retrospectiva. Cuidada por los médicos, junto a sus impolutos compañeros de rehabilitación, comienza la reconstrucción de ese pasado ardiente y doloroso. Una sucesión de flashbacks, una historia de amor sufrida, vista desde otro lugar. ¿Por qué depende de las actuaciones el filme? Porque el argumento es demasiado explícito, tanto que adjudica esa rotura de ligamentos al sufrimiento de Tony, al sometimiento a su pareja. Arrodillarse, doblegarse, someterse, sí, como resultado de un conflicto emocional. La explicación piscológica parece banal para asumir la violencia y el desprecio de Georgio, que es puro narcisismo, pero sobre todo el sometimiento desesperante de Tony. En esa difícil tarea de reconstrucción contamos con Bercot y Cassel (ella obtuvo el premio a mejor actriz en Cannes por este papel). Actuaciones amparadas por una serie de historias colaterales, andamiaje necesario para un conflicto duro, ese amor que Tony se obliga a mantener con Georgio, un tipo despreciable que también puede ser encantador. El trabajo corporal de Bercot, la natural repulsión que provoca Georgio, más una sucesión de hechos trágicamente familiares vistos en perspectiva, consiguen involucrar al espectador, hacerlo caminar por esa cornisa, por ese riesgo que significó entregarse por completo a alguien sabiendo que ahí nomás estaba el precipicio. Narcisismo, brevedad de los buenos momentos, inercia de un vínculo, la inteligencia y la evidencia sometidas a la pasión y a la necesidad, todo está concentrado en esa caída, amarga confirmación del sometimiento y la doblegación.
Llega Mon roi, la segunda película de la actriz Maiwenn detrás de cámara. Un accidente de ski y una rodilla destrozada son el punto de partida, casi una excusa para que Tony (bautizada María Antonieta por su padre) revise su tumultuosa relación con Georgio, ex marido y padre de su hijo, un ser que se presentó ante ella como un príncipe azul pero que ocultaba una personalidad muy diferente debajo de esa aparente perfección. Pasando la obviedad de las analogías new age respecto a la rodilla, Mon roi es una película que con mucha precisión define la dinámica entre dos personas que se complementan entre sí, pero no desde un punto de vista positivo, sino más bien, desde la necesidad de manipular y ser manipulado, el roto del descocido por decirlo de alguna manera. El ya conocido por los argentinos Vincent Cassel encarna con maestría a Georgio, carismático un instante, despiadado al otro. Frio y calculador, pero también enamorado de Tony interpretada por Emmanuelle Bercot, una prácticamente desconocida para el público local, pero que logra con creces construir el complejo personaje que le toca componer. La química entre los personajes es perfecta. Funciona cuando todo está bien, funciona aún mejor cuando todo está mal. Lo que se dicen, lo que no se dicen, todo está en pantalla, de forma delicada a veces, de forma exagerada como si fuese un melodrama otras. Y una mención especial para Louis Garrel quien interpreta a Solal, el hermano de la protagonista que, como pasa tantas veces en la vida real, ve el circulo en el que Tony está inmersa, pero no puede lograr que ella lo vea. Mon roi es una película de amor que habla del otro tipo de amor, de ese que el cine raras veces se anima a retratar, pero que se parece tanto más al de la vida real. Excelentes actuaciones y un guion muy prolijo para un gran estreno del cine francés.
En “Moi Roi” (Francia, 2015) se conjugan varios puntos interesantes que terminan por consolidar su propuesta apabullante y totalizadora. A saber, su directora, Maiween Besco, es además actriz, por lo que el punto de manejar a los intérpretes tiene un doble peso por estar delante y detrás de cámaras sin distinción, su protagonista masculino (Vincent Cassel) regresa al cine luego de un paréntesis, y por último, su protagonista femenina (Emanuelle Bercot) es más conocida por su trabajo como realizadora. Esta información no es menor, dado que la sinergía lograda por el trío (directora/actores), es aquello que permite que “Mon Roi” pueda tener la potencia narrativa necesaria para introducirnos en el mundo de una pareja y sus vicisitudes alrededor de ella. “Mon Roi” arranca con las imponentes imágenes de unas montañas nevadas. Allí está Tony (Bercot) con su hijo, esquiando en unos días de vacaciones. En determinado momento Tony tiene el impulso de deslizarse en sus esquíes rápidamente y tiene un accidente. Al tiempo es internada en una clínica de cuidados y rehabilitación, en la que sabe que al menos estará ingresada por cinco semanas. Con todo el tiempo del mundo por delante, y nada más que sus pensamientos y recuerdos, Tony comienza a armar el rompecabezas de su relación con Georgio (Cassel). Así, lentamente, y entre flashbacks, Tony rememora cada momento vivido con su pareja, una relación que arranca de improviso en una noche de fiesta y música y que continua por los más ríspidos lugares. Georgio, un millonario empresario gastronómico excéntrico, deberá amoldarse a la vida de Tony, una jueza que ve como la edad comienza a hacerle algunos reclamos. La noche es el lugar ideal para que ambos se relacionen, pero también es el lugar en el que los fantasmas del pasado de Tony comiencen a hacer ruido en el idilio. Un “te amo” apresurado, la promesa de no separarse más, la exigencia de tener un hijo, y otros puntos, son desarrollados por Besco mientras el presente de Tony, en la clínica de rehabilitación, le exige un tempo narrativo diferente. En el contraste de ambas historias, una de un pasado doloroso, y una de una actualidad urgente, en la que el esfuerzo por recuperar la movilidad de una de sus piernas será la meta primordial, van conformando la propuesta de “Mon Roi”. La habilidad de la directora consiste en ubicarnos como voyeurs de recuerdos, de situaciones que terminan por configurar el agobiante y claustrofóbico vínculo entre Tony y Georgio, una pareja enfermiza, dependiente, que no sabe hasta dónde puede llegar en sus reclamos y reproches. Hace unos años “Declaración de Vida” otra película dirigida por una mujer (Valerie Donzelli), también actriz, nos traía la pasión desenfrenada de una pareja enferma por los celos, reproches y envidia, el paño para trabajar era similar y aquí la propuesta se repite y se potencia. La increíble interpretación de Becort, clara protagonista excluyente del filme, logra canalizar la energía de toda la película hacia un lugar necesario para poder superar, con ella, todos los recovecos oscuros de su relación, un vínculo atormentado, del que no puede escapar, y nosotros, gracias a la habilidad de Besco, tampoco. Intensa y madura.
Marie sufre un terrible accidente mientras esquiaba, y debe pasar mucho tiempo en un centro de rehabilitación. Mientras hace la terapia para recuperarse, tiene tiempo para repasar su romance con Georgio: desde que se conocieron, el enamoramiento salvaje, la gestación de su hijo y las posteriores y constantes peleas hasta la separación. Mon Roi (Mi Amor en el doblaje de varios países de habla hispana) podría también llamarse “crónica de un romance frustrado”, porque en las dos horas de metraje, vamos a poder ver todos los estados por el que pasan la mayoría de las personas a la hora de establecer una relación seria que no llega a buen puerto. Mon Roi En este apartado la película es bastante realista y por momentos recuerda al film anti Día de San Valentín, Blue Valentine (donde vemos el amor y las peleas de las parejas), por el realismo y la crudeza de algunas situaciones, que quizás cuando las vivimos nosotros no resultan tan incomodas como cuando las observamos en pantalla protagonizadas por un tercero. La mayoría supondrá que es una gran película, pero no. Porque hasta ahí llega la propuesta de este film. Mostrar una pareja que no funcionó y ya, pero sin ningún sentido dramático en especial, o buscando algo artístico a través del montaje para dejarnos pensando, como si pasaba en Blue Valentine. Y ahí es cuando la duración del film empieza a pesar, volviéndose por momentos bastante pesada y densa, porque no se nota ningún rumbo a llegar por parte de los guionistas Etienne Comar y Maiwenn. Tampoco ayuda los saltos entre presente y pasado, que no solo no aportan nada, si no que cortan el ritmo de lo que se venia contando. Mon Roi Por suerte para el film el dúo protagonista tiene la bastante química a la hora de amarse y pelearse como para mantener el interés del espectador. Por un lado Emmanuelle Bercot logra componer de forma creíble a esta mujer sufrida que se deja seducir por un encantador manipulador. En cambio Vincent Cassel esta bastante insoportable gran parte del film cuando hace del hombre que conquista a cuanta mujer se le pone delante, al grado de poner en riesgo su propia familia. Mon Roi se muestra como una bien actuada historia de amor dramática, pero sin rumbo fijo a nivel guión, lo que da como resultado un film aburrido y monótono, que desperdicia las buenas actuaciones de los protagonistas, una interesante fotografía en base a colores fríos, y un vistazo a la vida diaria de la mayoría. Lo dicho, si quieren ver una buena historia de una pareja que no funciona, vean la ya mencionada Blue Valentine.
Contiene una buena utilización del flashbacks para proporcionarle una mayor explicación al espectador, las interpretaciones de Vicent Casel y Emmanuelle Bercot, resultan muy buenas, en esta bella historia forman parte los altibajos, conquistas, a lo largo de su desarrollo se van armando buenos climas y algunas parejas podrán reflexionar junto a ellos. Se destacan una buena fotografía y la música que se encuentra en los momentos precisos.
Winner of the Best Actress Award at Cannes and nominated for 6 César Awards, including Best Film, Best Director, Best Actress and Best Actor, Mon roi, the new film by French actress-turned-filmmaker Maiwenn, focuses on the story of Tony (Emanuelle Bercot), a divorced woman in her forties who’s recently suffered a skiing accident and is now at a rehabilitation centre recovering from a severe leg trauma. Perhaps for the first time in her life, Tony has to depend on doctors and painkillers while enduring painful rehabilitation exercises. The recovery process is long, so now she has plenty of time to reflect on her relationship with her handsome ex husband Giorgio (Vincent Cassel). Tempestuous and highly emotional, their affair brought about much bliss as well as a good deal of suffering to both. Giorgio could very well be charming and sexy, and yet also inconsiderate and selfish, let alone immature. Tony became sort of infatuated with him from the moment they met, and as she got to know him she thought she’d found the right man to share her life with. And though they enjoyed endless happy days together, it wasn’t long before she started to realize they were not actually made for each other. Sooner rather than later, she got pregnant and the prospect of a baby proved rewarding, but it also eroded their relationship some more. From then on, their marriage started going downhill. There's nothing extraordinary about Mon roi’s storyline. There are no unexpected twists and turns in the narrative. There are no transcendental meanings or revelatory insights. Not even the way the story is narrated is original, as sequences of Tony's treatment at the rehab centre are intercut with recollections of her marriage, back and forth, until the very ending in which she’s nearly fully recovered. Nonetheless, Mon roi is extremely engaging, very believable and notably vital. Narrated from Tony's point of view, much of the film’s appeal is due to the characters’ nuances and contradictions, which render them likable and unlikable human beings. Maiwenn works with archetypes and she does so cleverly: she doesn’t strictly follow blueprints, but instead recreates her characters’ essence with different traits as to make them singular. In turn, these characters are effortlessly brought to life by an ensemble of confident actors — they deliver gripping performances that never feel rehearsed. Even in the most typical situations, the performances in Mon roi look and sound alive and natural. Much truth is also to be found in the dynamics of this couple with a love and hate relationship. Neither of them is ever demonized or sanctified, as they try to do their best even when their best is obviously not enough. Which shouldn’t come as a surprise for anyone involved in a sentimental relationship. Individually, Tony and Giorgio are surely capable of having functional relationships, but together they clash too often for their love to last. Sometimes lovers break up not because they don’t love each other, but because they just cannot be together in spite of their love. A simple truth such as this is perfectly represented in this French couple’s love story, and it’s done in a down-to-earth, easy to recognize manner. Very entertaining and alluring, Mon roi is a mature and understanding chronicle of a love affair that features remarkable scenes with a steady feeling of authenticity and true sentiment. @PablSuarez
Qué canchero es Vincent Cassel. Cuando la chica le pide su celular, él se lo revolea y ella lo ataja embobada. Al minuto, Louis Garrel (galán e hijo de un gran cineasta) prueba a hacer lo mismo y el celular cae en saco roto, se desarma como un rompecabezas en la banquina. Así es como Tony (Emmanuelle Bercot) se enamora de Giorgio, y uno sospecha que Cassel improvisó decenas de veces a Giorgio, que son más o menos la misma persona, hasta que Giorgio pone la quinta autodestructiva, con sexo, drogas y manipulación. Hasta ahí, el romance de la Tony y el Giorgio era un entretenido drama narrado en dos tiempos, el presente con la chica en una clínica de rehabilitación, producto de un accidente de esquí en los Alpes, y el flashback que reconstruye su relación con Giorgio desde el punto cero. Maïwenn, la directora, es una actriz y ex pareja de Luc Besson que edulcora con acritud punk a esta relación escabrosa. Más allá del regodeo por la obsesión y el maltrato, la película tiene buenos momentos y mantiene el interés hasta el final.
Una amor sin corona El amor está contado, filmado, cantado y versionado en una cantidad incontable de veces. Y lo más interesante es que el tema sigue siendo inagotable. Maiwen, una directora sutil como pocas, hace foco en el vínculo de Tony (Emmanuelle Bercot, quien ganó en Cannes como mejor actriz por este papel) y Giorgio (el siempre efectivo Vincent Cassel). Ella le tirará unas gotas de agua en la cara, él lo tomará como un convite sensual, y la relación levantará vuelo de un modo impensado. La película comienza con un accidente de Tony, quien comienza a revisar su relación a partir de su rodilla rota. Los tiempos muertos que le demandará su rehabilitación la llevarán a ir al hueso de ese vínculo traumático y doloroso, pero no por eso menos placentero. Hay un momento clave en el filme. Es cuando Giorgio le dice a Tony, en el diálogo previo a la separación: “Me estás dejando por el mismo motivo por el que me elegiste”. Palabras más, palabras menos, la frase sintetiza cómo cambia la mirada de una pareja con el paso del tiempo, que suele ser cruel, pero es inevitable. Por allí va el mérito de “Mon Roi”, que significa “Mi rey”, título más que significativo. Porque cuando alguien tiene la corona es porque otro se pone en el lugar de súbdito. Metáfora salvaje de este amor.
Dirigida por la actriz Maïwenn, este un film poderoso y revelador de una relación amorosa que aparece como perfecta y luego desciende a los infiernos de un hombre egoísta, monstruoso y una mujer aparentemente independiente que se transforma, manipulada , en un ser dependiente, emotivamente frágil. Dos formidables actores: Emmanuelle Bercot y Vincet Cassel le dan vida a esta pareja encantadores que luego habita un infierno.
El melodrama y el naturalismo Las idas y vueltas de las parejas ya son, miradas desde el cine, un subgénero en sí mismo, y la directora Maïwenn parece totalmente autoconsciente al respecto construyendo en Mon roi (impertinente no traducción del interesante “Mi rey”, que es lo que significa ese título original en castellano) un film que no sólo retrata el comienzo y final de una relación de pareja sino además llevando cada instancia a un nivel hiperbólico que recuerda las texturas del melodrama. En esa apuesta por los excesos, la realizadora acierta cuando logra algunos momentos de una intensidad verosímil y cuando se recuesta sobre el talento de sus dos excelentes protagonistas, Emmanuelle Bercot y Vincent Cassel. Maïwenn también sostiene el relato a través de un interesante juego de montaje paralelo: el presente está construido alrededor de un accidente de esquí y la posterior rehabilitación que realiza Tony (Bercot), mientras se enlazan flashbacks en los que conocemos el pasado de la protagonista, su enamoramiento, su amor loco, con Georgio (Cassel). Es interesante por cuanto la directora no trabaja explícitamente los flashbacks como recuerdos precisos, si no como instancias de vida que vienen a la memoria en momentos que son tiempos muertos dentro de una larga y aburrida rehabilitación médica. La falla se da cuando el montaje deja ver alguna metáfora un poco burda, entre el pasado y las imposibilidades de Tony para caminar en el presente. Pero no deja de ser un atractivo recurso desde donde abordar una historia que, de otra forma, resultaría un tanto trillada. También es fundamental la forma en que la directora registra el encandilamiento inicial de la pareja y su posterior degradación: si por un lado hay una recurrencia al melodrama, con sus excesos de tono, por el otro hay una cámara cercana, en constante movimiento, que parece señalar lo verídico que existe por detrás de los géneros. Esa lucha constante entre el artificio y lo naturalista (con herencia dentro del cine francés), que se sostiene también por las presencias de los dos protagonistas y la cotidianeidad con la que actúan sus roles (especialmente en la primera parte del film), es lo que le aporta al relato una tensión y fuerza infrecuente. Ese nervio, es en definitiva lo que invoca los propios fantasmas del espectador cuando observa el -por momentos- descarnado retrato de una relación que se va en picada, salvando las diferencias sociales y de clase que los personajes evidencian con nosotros. Pero tras todo el depurado y autoconsciente trabajo formal, Mon roi tiene como eje tal vez una cuestión que pasa un poco desapercibida entre tantos gritos y -pocos- susurros, y que es la mirada femenina sobre lo masculino y su imprevisibilidad, no del todo manifiesta o reconocida culturalmente, como así también el espacio que se forja el hombre como soberano dentro de una relación que debería ser de a dos. El final es ejemplar en ese sentido, con una serie de miradas que se cruzan y se esquivan, y una actitud corporal que busca seducir a la vez que repele. Esa fascinación de Tony por Georgio queda explícita, de ahí lo de “Mi rey”, aún en la violencia física o psicológica que aquel pueda ejercer sobre ella. La película de Maïwenn es una suerte de reflexión sobre el rol que juega la mujer y de qué manera se enfrenta a lo masculino. Es verdad que en su búsqueda de una dosis similar de naturalidad y verismo, cae en momentos de un sadismo gratuito y permite que los personajes se degraden de manera muy poco pertinente. Por estas cosas, Mon roi no es la gran película que podría haber sido.
Un Rey que no se destaca por su grandeza Tony (Emmanuelle Bercot) se enamora apasionadamente de Georgio (Vincent Cassel), un tipo divertido, excéntrico, exuberante, un tipo con el cual nunca se aburre, un tipo lleno de sorpresas -de esto sobra…-, un tipo encantador, un tipo adinerado, exitoso en los negocios, en fin, una especie de príncipe azul del Siglo XXI. Luego Tony y Georgio se casan, Tony queda embarazada y poco a poco Tony descubre el lado oscuro de Georgio -y sí, lo tiene-, que concentra todos los atributos del perverso narcisista: le encanta estar rodeado de su corte de amigos y amigas, necesita ser el centro de la escena y, gran manipulador, hace siempre lo que se le antoja, realizando, también siempre, lo mínimo necesario para tener a Tony, su primera admiradora, esperándolo cuando lo desea. Es el Rey, le Roi, es su Rey. Liberarse de él le va a costar diez años y al espectador dos horas. El dato no es menor… Si bien es cierto que la temática es trillada -muy trillada-, el gran problema es que la puesta en escena, precisamente la única manera de destacarse por esta nueva película de Maïwenn, es también común, pero muy común. Mon roi es una repetición de escenas muy parecidas que terminan aburriendo: Georgio manipula, Tony llora, Georgio se va, pero Georgio vuelve, Tony sonríe, se ríe y luego llora. Nada para destacar. Además, la trama secundaria, centrada en la relación de Tony con un grupo de jóvenes originarios de los suburbios franceses, está llena de estereotipos y simplemente no aporta nada al relato principal. Dicho de manera cruda, carece de interés. Ni hace falta mencionar la explicación psicológica medio ridícula de la escena que permite la apertura de esta parte de la película. Mejor ver o volver a ver Así habla el amor, de John Cassavetes, 2/Duo o M/other, de Nobuhiro Suwa, o, si uno quiere quedarse con un acento francés, Nosotros no envejeceremos juntos, de Maurice Pialat, todas obras maestras sobre las relaciones de pareja y a las que uno puede volver una y otra vez sin nunca aburrirse.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.