Libertad y convención Fern (Frances McDormand) es una mujer que lo ha perdido todo. Una enfermedad se llevó a su marido y a la vez se quedó sin casa; ambas pérdidas son consecuencia de la quiebra de la minera que sostenía al pueblo de Empire, Nevada. La idea de “no tener a donde ir” se plantea como una rutina al convertirse en una nómade que vive en comunidades con personas que tienen ese estilo de vida, es decir, sin demasiadas posesiones y con una cultura de trabajo temporario para subsistir. Fern o Frances McDormand (porque casi no hay composición de personaje en varios pasajes de la película) se relaciona temporariamente con diferentes personajes sin tener un apego afectivo que la devuelva a su vida anterior. Su hogar es su van porque la casa es también un vehículo de escape que le permite empezar de nuevo en otro lugar. En su tercera película, Chloé Zhao sigue sin levantar la mano con la que traza el mapa de sus recurrencias temáticas en lo que puede ser una trilogía, a esta altura, sobre seres que viven en la banquina del mundo moderno. La tensión entre el documental y la ficción se presenta desde la formalidad: cuando McDormand se encuentra con personajes que parecen vivir verdaderamente como nómades se rompe el artificio narrativo y todo lo que se ve es el registro de charlas casuales, donde la actriz dos veces ganadora del Oscar oficia de posible mediadora como si se tratara de un reality para un canal de TV. Cuando aparece la ficción se la ve marcada con la tiza de un Terrence Malick ateo, pues se hacen presentes la cámara en mano sin referencia y el acompañamiento musical new age, proponiendo un desnudo del artificio bajo una tela de falsa espontaneidad. Ni siquiera la sustancia dramática del acercamiento de un hombre que exhibe motivos similares por los que se “convirtió” al nomadismo demuestra un avance más allá de la forma más pura, que es lo que sí parece importarle a la directora. Hay ciertas torpezas en la escena del regreso de Fern al “mundo normal”; allí aparece un anclaje denotativamente exagerado en progresismo cuando se quiere aleccionar sobre el caso de la última gran crisis económica de Estados Unidos. Es curioso que las conversaciones menos guionadas sean las más efectivas en comparación con los diálogos entre personajes construidos en papel, los cuales parecen forzados y extraídos de un manual. Otro de los hilos que se notan son los de una estructura en la que la película necesita apoyar su espalda. Si la experimentación de poner a una actriz de Hollywood a vivir la vida del despojo de lo material era una idea arriesgada, la segunda parte de la película es un pedido de auxilio a las formas narrativas más clásicas. Es como si se adelantara a la solicitud de un público imaginario que necesita que le narren un cuento en el que pasen cosas, porque sino puede llegar a aburrirse. La hibridación de estrategias para contar la historia de esta mujer es aquello que genera una indiferencia en el resultado final. Lo que pudo ser un drama de contemplación y acompañamiento en una decisión rupturista sobre la vida moderna se transforma en un prospecto algo culposo y enmarañado en la retórica. A diferencia de Fern, que sí se libera de todo, Zhao queda presa de la convención aunque intente disfrazar su película de espíritu libre con lindas imágenes y bellas armonías.
La conquista del Oeste En su tercer largometraje, la realizadora de origen chino Chloé Zhao se sumerge nuevamente en las subculturas norteamericanas para seguir los pasos de los nuevos nómades que recorren las carreteras y las ciudades en la búsqueda de un nuevo país en ciernes con un tono que combina el registro documental con la ficción. Fern (Frances McDormand), una viuda de alrededor de sesenta años, abandona la desaparecida ciudad de Empire, en Nevada, para lanzarse a la carretera con su camioneta reacondicionada tras empacar sus pocas pertenencias y dejar el resto en un depósito después de haber pasado por un trauma debido a la muerte de su marido tras una larga enfermedad. El cierre de la empresa constructora en la que trabajaba con su marido, debido a la merma en la demanda de yeso en Estados Unidos, impulsa a la protagonista a cambiar radicalmente su vida, situación que remite al largo declive industrial norteamericano y a la consolidación del proceso de transformación del capitalismo productivo en especulación financiera tras la última crisis del capital. Frances McDormand logra una interpretación carismática sobre una mujer que lo ha perdido todo, lo que la conduce a emprender su viaje por el Oeste en plan de autodescubrimiento y sanación en su camioneta como una nueva nómade, situación que le revela toda una cultura basada en la solidaridad y el respeto por la naturaleza. En este viaje Fern se adentra en su pasado mientras hace nuevos amigos alrededor de la comunidad basada en el trueque y la solidaridad organizada por Bob Wells, un militante del nuevo nomadismo de carretera, filosofía basada en las ideas de escritores norteamericanos como Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, adaptada al Siglo XXI, que ayuda a sus miembros en su proceso de sanación. Fern conocerá aquí a Dave (David Strathairn), otro hombre marcado por sus traumas, con el que entablará una amistad platónica, pero también se relacionará con Linda, una amiga con la que viajará a Arizona para conocer a Bob Wells, y con Swankie, otra veterana de la carretera que le enseñará a sobrevivir por sí misma. En Nomadland (2020) también hay un reencuentro de Fern con su hermana menor, con quien debate sobre los negocios inmobiliarios, la filosofía de los nómades y la valentía o la osadía de dejarlo todo para abrazar los peligros y los encantos que abundan en la carretera. La película es una exploración profunda y vital del Oeste norteamericano desde la intimidad de la protagonista pero también desde la belleza y la crudeza de la naturaleza, retratada en su apacible severidad por el director de fotografía Joshua James Richards, quien ya había trabajado con Zhao en sus anteriores opus, The Rider (2017) y Songs My Brother Taught Me (2015). La música del compositor italiano Ludovico Einaudi acompaña estos paisajes desolados y desoladores del Oeste con una calidez serena y melancólica que invita a seguir tanto las reflexiones de la protagonista como su abandono a la contemplación, pero también rompiendo el artificio documental disruptivamente. Fern es aquí por primera vez protagonista de su vida. En lugar de acompañar a su marido y vivir junto a él ahora debe tomar las decisiones sola y para eso decide precisamente no atarse a nada ni a nadie, salvo a algunos recuerdos de su familia y su niñez, platos, antiguas fotos, remembranzas del pasado que la ayudan a anclar su mente y su cuerpo errantes a la tierra. Por otra parte, Fern es testigo del registro documental, de las historias y las vidas de la comunidad nómade, una reformulación del sueño hippie desencantado y en plan de despedirse del mundo en lugar de transformarlo. Nomadland es la adaptación dramática en clave introspectiva de Chloé Zhao del libro homónimo de la periodista Jessica Bruder, sobre la subcultura de los nómades que viven en las furgonetas alrededor de Norteamérica. Construida en base a escenas breves pero intensas y significativas, el film es una colección de viñetas sobre la vida en la carretera, el devenir de los nómades que acarrean sus traumas en un proceso de sanación que los lleva a encontrarse consigo mismos. El film tiene sus raíces en la cultura del folklore norteamericano, que se pueden rastrear en films como Into the Wild (2007), de Sean Penn, o Wild (2014), de Jean-Marc Vallée, por nombrar algunos de los más recientes, y discos como Nebraska (1982), de Bruce Springsteen. Pero a diferencia de las historias narradas por Springsteen o de los films de viaje, aquí no hay una travesía para encontrar un hogar. En su lugar hay un abandono de la cultura del asentamiento después de haber experimentado el hogar. Aquí hay una metáfora sobre el hogar perdido y la necesidad de salir en la búsqueda de esta sensación de sosiego lesionada por el capital en el abandono del hogar, lo cual es en realidad una obligación ante la disolución de la ciudad en la que vivía. Zhao crea una balada emotiva que más que mirar al futuro se centra en la soledad del presente y en los traumas del pasado para construir una crónica de un aprendizaje, de una asimilación a un modo de vida que hace de la incertidumbre su filosofía. Si bien el film narra el desprendimiento de la protagonista de sus antiguas ataduras, también hay un relato de la generación de nuevas amistades, una mirada sobre las relaciones humanas de apoyo mutuo pero que propone un equilibrio entre la independencia y la solidaridad. En base a la experiencia de Bruder, Zhao y McDormand encuentran en la subcultura nómade los efluvios de una contracultura en formación pero también un modo de vida coherente con la necesidad del capital de trabajadores eventuales sin derechos que viven únicamente para la subsistencia, sueño del capital financiero de destrucción de las conquistas laborales. De esta forma las autoras ponen de manifiesto una dialéctica entre el vivir intensamente y el consumir intensivamente, dos facetas contradictorias que se funden y se separan en un proceso magmático en el corazón y la mente de las personas. A pesar de tener raíces en la cultura norteamericana y en la contracultura, Nomadland es más bien una de las respuestas de los desplazados y excluidos a la especulación inmobiliaria que desató la última gran crisis del capital en Estados Unidos, una decisión consciente de alejarse del sistema o asimilarse a él desde el lugar del derrotado, del trabajador golondrina, una visión que intenta no mirar hacia el futuro de los excluidos, imagen que se acerca a medida que las corporaciones destrozan los derechos laborales y la solidaridad de los trabajadores. Fern arrastra así su hogar con ella, lo lleva en su corazón como una carga, pero buscando transfigurar el concepto en una sanación espiritual en un film sobre el hogar perdido y reencontrado tanto en uno mismo como en los que lo rodean.
Nominada a seis premios Óscar, Nomadland es la road movie de los olvidados, retrato del otro Estados Unidos. Frances McDormand se carga al hombro una película íntima y devastadora, pero que logra mantener el tono justo para evitar el golpe bajo. ¿De qué se trata Nomadland? Fern (McDormand) es una mujer viuda de Nevada que lo perdió todo cuando la compañía para la que trabajaba cerró. Con el pueblo donde vivía convertido en una ciudad fantasma, decide llevar una vida nómade, recorriendo el oeste de Estados Unidos en su casa rodante y trabajando en puestos temporales. El desencanto americano Lejos de la road movie de la rebeldía o la aventura, Nomadland es la road movie de la supervivencia. Aun cuando lo que muestra nos pueda resultar devastador, la directora Chloé Zhao esquiva el golpe bajo y no pretende hacer de su película una denuncia. El drama está ahí, delante de nuestros ojos, pero casi no se siente así. El acercamiento a la historia a través de los ojos de Fern nos permite sentirlo como ella. Desde la comodidad de un sofá o una butaca de cine, su cama se nos hace pequeña; y su casa rodante, incómoda. El frío parece calar más hondo y hasta un plato de porcelana se nos hace un tesoro. Pero, dadas las circunstancias, no es Fern, al final, la que parece estar pasándola tan mal. Lo que (nos) interpela es el choque. Nomadland es una oda al minimalismo, un canto a la vida despojada en el país del consumismo. ¿Vale la pena? Me pareció una maravilla de película. Es una historia pequeña, llena de realismo, paisajes tan imponentes como desolados y personajes memorables. Es también un interesante retrato del lado B de Estados Unidos (uno de tantos), el de gente que busca ganarse la vida en la ruta, sobre todo por necesidad pero a veces también por decisión propia. Puede parecer una de esas películas donde no pasa demasiado, pero sí que pasa. Cada personaje tiene su pequeña historia y el desafío de sobrevivir es suficiente para preocuparse, para estar en vilo. Francés McDormand está excelente, como nacida para el papel. La acompañan su camioneta y un reparto de actores no profesionales (a excepción de David Strathairn) que aportan pura veracidad. La decisión de Zhao de trabajar con personas “reales” haciendo de sí mismas, construye un universo que no podría ser más realista. Nomadland no es de esas películas que ves y al otro día te olvidás. Es una pequeña historia nacida para perdurar y cuestionar. Un retrato lúcido, inspirado y profundamente humano. Vale la pena. Nomadland Puntaje: 9 / 10 Duración: 108 minutos País: Estados Unidos Año: 2020
Nomadland. Crítica. Dejar “todo” atrás, en el camino hacia la propia reparación existencial. Ricardo De Luca 22 enero, 2021 0 201 “Nomadland” tendrá su estreno en formato IMAX el 29 de enero de 2021 en los Estados Unidos y llegará de manera simultánea al resto de las salas el 19 de febrero junto al servicio de video bajo demanda, Hulu (Propiedad de Disney). Escrita y dirigida por Chloé Zhao, basada en una historia real contada en el libro homónimo escrito por Jessica Bruder. Un maravilloso film, que narra la experiencia de una mujer y su filosofía de vida en busca de la satisfacción personal. Fern (Mc Dormand) levanta el portón de un garaje y de manera simbólica abre la película dando luz a la pantalla. Detrás de ella un paisaje frío colmado de nieve y desértico. Así se inicia esta historia, la de Fern y la de un paisaje majestuoso, una constante en el transcurso del relato. Una mujer que lo ha perdido todo, luego de una crisis económica que colapsó a Estados Unidos. Fern es viuda, no tiene hijos y su lugar de trabajo en Empire, Nevada, ha cerrado. Una pequeña ciudad sostenida por la industria, que se desploma junto a la empresa a mediados del 2011. Sin embargo, la protagonista decide emprender un viaje en su furgoneta blanca, por el oeste estadounidense explorando así un estilo de vida nómade. Deambulando de un lugar a otro, fuera de las convenciones que impone la sociedad actual. Una vida libre y en pleno contacto con la naturaleza. Allí Fern se relaciona con otros personajes que ejercen de guía, son individuos desclasados, algunos convencidos de esta decisión de vida, que cumplen su sueño, recorriendo el país y otros lo transitan como su única opción. Vale destacar que la realizadora elige contar las distintas peripecias con personas, que no son actores y viven realmente en sus coches, sin tener una residencia fija. En “Nomadland” abundan los primeros planos del rostro de Fern, que con gestos simples como una mirada o una sonrisa consigue trasmitir su esencia: la de una mujer fuerte y de pocas palabras, pero a la vez cálida y solidaria. Planos cortos que se intercalan con tomas panorámicas, exponiendo la belleza de esos lugares, pero también la soledad de la protagonista. Una película magistral, desde la actuación de Frances McDormand hasta la dirección, como así también su excelente fotografía y su música. Un relato que cuestiona a aquellos individuos que buscan satisfacción en lo material y asocian la felicidad con el placer de consumir convirtiéndose en posesiones del objeto deseado. En conclusión, un encanto visual de increíbles escenarios naturales, que Chloé Zhao filma con prodigiosa destreza y una historia conmovedora que llega al corazón del espectador. Dirección Montaje Arte y Fotografia Música Actuación La vida como un camino de búsqueda constante. User Rating: 4.85 ( 8 votes)
Una película al estilo “road movie”, que cuenta la historia de una mujer de sesenta años que, luego de perder a su marido y ante la falta de oportunidades que plantea la sociedad estadounidense, se encuentra en una delicada situación económica. Un poco por obligación y un poco por voluntad propia, el personaje de Fern, encarnado por Frances McDormand, se convierte en una “houseless” (en español significa “sin casa”, como ella misma se define). Actualmente vive en una casa rodante, e ingresa en una comunidad “nómade”, en la cual conoce personas de su edad que viven sobre las cuatro ruedas: todos víctimas de la falta de oportunidades, las bajas pensiones y el alto costo de vida del país; y con ganas de rendir homenaje a la libertad y al goce de la vida. Este viaje por la carretera que emprende la protagonista, implica, como en toda buena road movie, cierta búsqueda humana (consciente o no) de los personajes, y una transformación que muchas veces deja en evidencia los cambios que han experimentado hacia el final de la historia con respecto a quiénes eran al comienzo: característica que podemos observar tanto en la protagonista, como en los personajes secundarios. Focalizando en el plano actoral, Frances McDormand realiza un trabajo para destacar y logra conmover con su lenguaje gestual, cuyo papel parece haber sido escrito especialmente para ella. Otra particularidad del film es que, entre los papeles secundarios, encontramos personas que no son actores, sino que se interpretan a sí mismos como miembros de la comunidad nómade (tal es el caso del “líder”, o mejor dicho el “impulsor” de la comunidad, llamado Bob). Estas incorporaciones parecen muy acertadas, ya que aportan frescura, vida y emoción al relato. Nomadland es una película que, en cuanto a la puesta en escena, apela a escenarios e iluminación naturales: la mayor parte de las escenas se lleva a cabo en los paisajes montañosos y rocosos que rodean a la carretera. La fotografía se destaca, sacando provecho de los momentos lumínicos “mágicos” que proporcionan el amanecer y el atardecer. A su vez, la música instrumental en “off” tiene una importancia vital y trabaja muy bien en conjunto con lo visual: en numerosas ocasiones se apela a piezas sonoras que aportan muchísima emotividad a las imágenes. En el plano narrativo, la historia parece estancarse y por momentos se vuelve repetitiva, está claro que es una película más cerca de las emociones que de las acciones. Calificación: 6/10
Fuera del radar y la estampa estadounidense. Crítica de “Nomadland” La cineasta Chloé Zhao traspasa los límites de la postal neoyorquina prototípica y se aproxima a realidades poco tradicionales La película “Nomadland” representa una comunidad subterránea al retrato habitual de Estados Unidos. Bajo la dirección de Chloé Zhao quien se sumerge en la inédita expedición nómada con la insinuante y provocativa interpretación de la actriz Frances McDormand. Por. Florencia Fico. Nomadland: Tráiler oficial y fecha de estreno en España El argumento de la película “Nomadland” se centra en la figura de una mujer llamada Fern(Frances McDormand) lo pierde todo mientras se da un periodo de recesión en Estados Unidos. Comienza un trayecto al Oeste norteamericano experimentando la vida de una nómada en una procesión multitudinaria. Después de la crisis financiera que impactó a su localidad rural en Nevada, ella conduce su camioneta y se lanza en un viaje para descubrir una existencia no convencional en una comunidad nómade novedosa. Nomadland triunfa en la gran noche del cine británico La dirección de Chloé Zhao en su tercera entrega fílmica prolonga su exploración por las comunidades en tensión, como lo hizo en “Songs My Brothers Taught Me” y en “The Rider” donde se perfila el drama personal de una persona y sus consecuencias. En Nomadland hay una nueva estructura social a recorrer con la perspectiva crítica y contextualizada de Zhao. Reseña AP: “Nomadland” es una odisea americana distinta - San Diego Union-Tribune en Español Lanza un filme que pone en discusión la forma de vida actual estadounidense y mundial. Asimismo expone los efectos de la crisis económica que se dieron a partir del 2008 por la Gran Recesión. Debido a ello la población afectada decidió tomar otra alternativa en sus vidas y conformar comunidades nómades y así hallar empleos temporales y subsistir. Jessica Bruder y la investigación profunda que derivó en la película Nomadland – El Quid De La Cuestión Así lo narra el libro de la periodista y autora Jessica Bruder “Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century”, publicación con la que se basa el filme de Zhao. La película atraviesa el corazón de los espectadores con un road movie empático, catártico y revisionista de las condiciones sociales de Estados Unidos. La historia real tras 'Nomadland', la película estrella de los Golden Globes | AL DÍA News El guion de Zhao y Jessica Bruder atrapa al espectador con conversaciones y diálogos que forman un rompecabezas; de la transición que toma Fern frente a sus problemas íntimos. Cuando los manifiesta en una nuevo círculo de recién conocidos. Quienes también ponen a rodar sus propias dificultades ya sea: un veterano en la Guerra de Vietnam, al que le quedaron secuelas como el estrés postraumático. Una joven afrodescendiente quien perdió a sus padres por el cáncer. Algunos en situación de adicción y muchos mayores adultos, con complicaciones en su salud o alejados de sus familiares; por la débil situación financiera. Nomadland - Película 2020 - SensaCine.com Por un lado, en la narración de Zhao y Bruder, el enmarcar a los personajes a la realidad social es crucial para dar credibilidad, autenticidad e iluminar los senderos oscuros que oculta Estados Unidos al mundo. Por ello, se cuenta que a muchos de los más grandes, de la comunidad han sido obligados a jubilarse anticipadamente o tener un seguro de vida incipiente. Tras el recorte laboral; que hubo en su momento. En el caso de Fern, por ejemplo, en enero del 2011 por la baja demanda de yeso, la compañía US Gysum cerró su planta de Empire; donde su marido y ella eran empleados; en Nevada. Después de 88 años de funcionamiento y la localidad empezó a ser deshabitada.
“Nomadland”. Crítica Nos vemos en el camino Cristina Lopez 19 febrero, 2021 0 23 Este filme basado en el libro País nómada, supervivientes del siglo XXI, de la periodista Jessica Bruder, echa luz sobre el fracaso del sueño americano. Resultado de imagen para Nomadland“La tiranía del dólar”, como expresa el profeta Bob Wells, expulsa a los hombres de sus hogares. La tercera película de la directora chino-norteamericana Chloé Zhao, que se puede ver en el blog Cinefilia Malversa, responde a la violencia económica norteamericana con el hallazgo de una identidad en la travesía por el desierto. La alternativa vital está en el movimiento, en el viaje por el “lejano Oeste”. Frances McDormand, ganadora de un premio Oscar a la Mejor Actriz en 1997 por su rol en Fargo, aquí protagoniza a Fern. Ella es una desempleada de 62 años que pierde no sólo su trabajo sino a su esposo durante el colapso económico de 2008. Esta mujer deja atrás la ciudad de Empire (Nevada) para comenzar su periplo por la soledad del desierto de Arizona en su casa rodante. La relación de esta obra con los viajes que hicieron los primeros americanos en la época de la fiebre del oro es inevitable, pero en esta película la búsqueda y el hallazgo cobran dimensiones filosóficas e identitarias alejadas de aquellos ancestrales fines mercantiles. Fern siempre sintió que el afuera era el lugar más excitante. Esta sensación la hizo buscar los espacios alejados de los preceptos tradicionales. Resultado de imagen para Nomadland Ella regresa a la casa de su hermana sólo para buscar el dinero que le servirá para pagar el arreglo de su vehículo. La familia y la idea clásica de “lo femenino” no completan sus deseos. No tuvo hijos y desdeña irónicamente los estándares clásicos atribuidos socialmente a la belleza de la mujer. Fern lleva su cabello muy corto, viste ropas holgadas, camisas y overoles sencillos. La vida hogareña que le ofrece amorosamente su amigo Dave tampoco la seduce. Las piedras semipreciosas del desierto, los atardeceres, la ruta, los trabajos esporádicos, el compartir alguna cerveza con un desconocido la religan con sus verdaderas emociones. El viejo Bob ya le había transmitido la sentencia: “No pierdas el tiempo, chica”. Los silencios recorren la sequedad del desierto. Algunas aves hacen sus nidos en los refugios de las montañas. Las cortas frases de Fern acompañan a los amigos que va dejando en el camino. Ninguno de los personajes quiere dejar esta tierra sin haber percibido la unidad con la naturaleza. Ella sube una vez más a su camioneta y sigue su rumbo. Crítica: Cristina López Edición periodística: Andrea Reyes Calificación Dirección Montaje Arte y Fotografía Música Este filme basado en el libro País nómada, supervivientes del siglo XXI, de la periodista Jessica Bruder, echa luz sobre el fracaso del sueño americano. User Rating: Be the first one ! EtiquetasCinecríticaDramaestrenoFrances McDormandNomadlandPaís nómada FacebookTwitterGoogle+LinkedInCompartir por correo electrónico Cristina Lopez
Las vueltas de la vida hicieron que una mujer nacida en Beijing hace 38 años, formada en Londres y radicada luego en Los Angeles se convirtiera finalmente en una observadora tan curiosa, como impiadosa y sensible del lado B, de la contracara menos opulenta y glamorosa de la sociedad estadounidense. Su mirada de fuerte impronta documental -más allá de trabajar en el terreno de la ficción- ya había quedado plasmada en las valiosas Songs My Brothers Taught Me y The Rider, pero con su tercer largometraje Zhao se consagra en su triple rol de guionista, editora y, claro, directora. Ambientada en 2011, la película arranca con un cartel que nos informa que el 31 de enero de 2011 la empresa US Gypsum cierra -luego de 88 años- su planta de tabiques de durlock y yeso en Empire, Nevada. De ese pueblo fantasma parte a bordo de una destartalada mini van convertida en modesta casa rodante Fern (McDormand), una sexagenaria viuda y sin hijos que ha perdido a su marido, su trabajo y hasta su lugar de residencia. Fern, una mujer de pocas palabras pero con ciertos rasgos de generosidad y solidaridad pese a los múltiples golpes de la vida, comenzará a seguir un circuito de trabajadores golondrina: preparar despachos en una planta distribuidora de Amazon, limpiar baños, cosechar papas, cocinar un restaurante... Esa existencia nómade la llevará de la nieve invernal de South Dakota al calor del desierto de Arizona y con cada empleo eventual, en cada estacionamiento, se irá reencontrando con otros hombres y mujeres que eligieron (o no tuvieron más remedio que adoptar) una forma de supervivencia similar. Road-movie por la América profunda con todos los elementos definitorios del género, drama existencialista con una vuelta de tuerca espiritual (ella mantiene un par de charlas con el gurú del nomadismo Bob Wells, que se interpreta a sí mismo) con un halo de redención, Nomadland es una película de homeless (no en el sentido estricto de pobreza) que se alimentan de sandwiches y comida en lata, que buscan trabajos temporarios para mantenerse en pie, pero que a su vez en muchos casos reniegan de las imposiciones de la sociedad de consumo, del capitalismo salvaje y apuestan a un contacto más directo con la naturaleza, con algo de neo-hippies y discurso new age. Inspirada en el libro de no ficción Nomadland: Surviving America in the 21st Century, de Jessica Bruder, Zhao construye una rara película que parece beber de fuentes tan diversas como la Kelly Reichardt de Wendy & Lucy, el Terrence Malick de los años '70, el Sean Baker de The Florida Project, la Agnès Varda de Los espigadores y la espigadora, pero también del humanismo de Ken Loach, del trabajo con no actores de la dupla Tizza Covi-Rainer Frimmel (en papeles secundarios aparecen trabajadores golondrina en la vida real) y de la crítica social de Michael Moore. Más allá de algunos innecesarios excesos con la música de Ludovico Einaudi y algún regodeo de más con los atardeceres (la hermosa fotografía en pantalla ancha es de Joshua James Richards), Nomadland es una película de una sensibilidad, una potencia y una seguridad en sus recursos y búsquedas que impactan. Hay un atisbo de romance con Dave (el gran David Strathairn), pero Fern está buscando otra cosa: ciertas respuestas interiores, nuevos caminos y desafíos, algo parecido a la libertad.
Ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia y con seis nominaciones a los premios Oscar, llega a la pantalla Nomadland, una película austera que narra una historia sobre la pérdida, sobre la experiencia de “salir al camino”, sobre la dislocación entre hogar y casa, entre territorio y destino. En definitiva, una película sobre temas complejos pero que aquí se presentan bajo el velo de lo simple. Fern, interpretada de manera genial por una desmaquillada Frances McDormand, es una viuda que ha perdido todo. La pérdida no es estrictamente afectiva ni económica, aunque implica ambos aspectos. La historia comienza con dos leyendas que dan la impresión de dar paso a un documental. A comienzos de 2011, debido a la merma en la demanda de sus productos, US Gypsum cierra su planta ubicada en Empire, Nevada. Luego, la leyenda agrega que, a parir de junio de ese mismo año, el código postal de Empire fue discontinuado. Es decir, Empire, que debe su génesis a la producción fabril, se transforma en un pueblo fantasma luego del cierre de la fábrica. A medida que avanza la historia, sabemos que Fern primero atraviesa la pérdida de su compañero de vida, decide quedarse en Empire como una manera de mantener viva esa memoria y también sabemos que finalmente, luego de la desaparición de la población, se lanza a la carretera con una vieja camioneta que ha ido tuneando para hacerla habitable. Pero todo esto es parte de la prehistoria. En principio parecería tratarse de la experiencia de la vida nómada, que no siempre deriva de las mismas circunstancias. En su periplo Fern se vincula con diferentes protagonistas, muchos de ellos son personajes que hacen de sí mismos, que tienen vivencias similares. Algunos de ellos son personas que optan por este estilo de vida, otros son los desechos de un sistema que ya no puede reabsorberlos. Pero más allá de toda diferencia, no hay resentimientos en sus modos de existencia. Uno de ellos proclama que no hay en sus gestos reclamos a ninguna política económica que pudo haber propiciado la salida a la carretera; “no rechazamos el vil metal” señala. Se trata de Bob Wells, un sujeto que organiza encuentros en medio del desierto del oeste estadounidense, y en donde el principal objetivo es la solidaridad y la ayuda. Desde cierta perspectiva, se parece mucho a un congreso de despojados que practican el trueque y se pasan datos sobre la mejor manera de procesar sus desechos, es decir, su caca. Lo que en cierto punto parecería ser una oda a un estilo de vida libre, rápidamente se desmiente en escenas posteriores. Vivir en una camioneta es una vida llena de obstáculos, pero no son tanto mayores que otros, son diferentes y esa diferencia, confrontada con las prácticas ciudadanas habituales, se tornan incómodas para el espectador a medida que la narración avanza. ¿Puede existir una tierra que sea en sí nómada? ¿Puede constituirse un hogar sin un territorio? Nomadland hace preguntas que confrontan términos, pero también arroja luz sobre prácticas naturalizadas: concebimos a nuestro techo como un hogar, nuestra familia como el núcleo cercano, concebimos nuestro espacio laboral como un lugar con sentido de pertenencia. ¿Acaso vendemos menos nuestra fuerza de trabajo en el mercado que un trabajador golondrina que no siente ningún apego por la práctica que realiza? Fern se desempeña en trabajos como cocinar comida rápida, empaquetar productos para Amazon, limpiar baños, colaborar en un camping, separar papas de una cosecha. Cualquiera de estas prácticas las realiza metódicamente, prolijamente, y temporariamente, y siempre animada únicamente por el instinto de supervivencia. No sufre ninguna confusión respecto de lo que el mercado laboral ofrece y demanda, y lo que estamos dando a cambio de ello. La película parece solo austera y simple y, sin embargo, revuelve esos temas que fastidian y de los que pocas veces estamos dispuestos a hablar: qué sentido tiene lo que hacemos y, particularmente, ¿somos conscientes de que cada día estamos un poco más cerca del fin? Podría hipotetizarse una idea respecto de esta película. Nomadland es una historia fuertemente melancólica que mira permanentemente hacia adelante, hacia el devenir y la muerte indefectible. La melancolía no tiene que ver solamente con la mirada al pasado sin, más bien, con una mirada hacia adelante a sabiendas de la mochila que arrastramos. Estos personajes tienen mochilas densas, el peso del pasado no va a evaporarse. No hay aquí una redención en ellos por vivir el día a día, por querer llegar a Alaska. No. La muerte está siempre con y en ellos. Es melancólica, porque desde ese lugar se ve el futuro, pero no es un futuro esperanzador, sino que se observa la propia decadencia, a la cual se la abraza. Porque, como diría Bob Wells “no negamos el vil metal”, estamos jugando la carta que nos tocó, somos ese caballo que se lanzó a la guerra a sabiendas que iba a morir. Justamente, si la película fuera nostálgica, una pura mirada contemplativa y complaciente de un pasado que fue mejor, estaríamos viendo Tomates verdes fritos, aquella hermosa historia narrada con varios flashbacks que nos llevaban a un tiempo en que una comunidad creo un hogar en ese territorio determinado. El pueblo fantasma de Tomates verdes fritos también perece inevitablemente pero el foco está en los gloriosos años vividos. Y hacia el final había cierta esperanza porque la octogenaria, devenida homeless, se va a ir a vivir con una desconocida. Nomadland no tiene tiempo para mirar atrás. Empire ha sido arrasado, nada queda ahí y la muerte, si bien no está tocando la puerta, está en la esquina. NOMADLAND Nomadland. Estados Unidos, 2020. Guion, edición y dirección: Chloé Zhao. Intérpretes: Frances McDormand, David Strathairn, Linda May, Swankie, Bob Wells y Derek Endres, Melissa Smith. Fotografía: Joshua James Richards. Música: Ludovico Einaudi. Producción: Chloé Zhao, Frances McDormand, Peter Spears, Dan Janvey y Mollye Asher. Distribuidora: Disney. Duración: 107 minutos.
La directora Chloé Zhao («Songs My Brothers Taught Me», «The Rider») nos presenta una de las películas más comentadas y aclamadas del año pasado, una que pisó fuerte en algunos festivales (Se quedó con el León de Oro en Venecia y con el Premio del Público en el Festival de Toronto) y que se perfila como una de las grandes contendientes en esta atípica temporada de premios. «Nomadland» es uno de esos relatos melancólicos e intimistas que suelen abundar en el circuito festivalero y en la cinematografía norteamericana más indie. Lo cierto es que la película de Zhao se destaca por varias razones. Por un lado, es un retrato bastante fidedigno de aquellos estadounidenses que habitan en la ruta, viviendo en sus casas rodantes o camionetas y ganándose el pan con diversos trabajos temporales o changas que les permiten llevar un pasar austero pero suficiente como para continuar su camino. Asimismo, el relato sirve como reflejo de una EE.UU. post crisis económica donde una gran parte de la población se quedó sin trabajo, sin techo y básicamente sin recursos de un día para el otro. Finalmente, la obra también dialoga sobre la familia, la pérdida de los seres queridos y de levantarse para reconstruir sobre los escombros. «Nomadland» engloba todos estos elementos a través de la sensible mirada de su directora que desde una posición de observadora construye esta poderosa y emotiva road movie. El largometraje se centra en Fern (la siempre maravillosa Frances McDormand), una mujer bastante golpeada por las vueltas de la vida, la cual perdió a su esposo tempranamente y también su hogar y dinero durante la recesión de 2008. Es así, como un buen día decide embarcarse en un viaje a través de las rutas del oeste americano viviendo como una nómada en su camioneta (la última de sus posesiones materiales). Tras el colapso económico que afectó también a su ciudad en la zona rural de Nevada, la empresa donde trabajaba entra en quiebra y convierte a la pequeña ciudad en un pueblo fantasma dejándola sin vivienda de un día para el otro, Fern toma su camioneta y se pone en camino para explorar una vida fuera de la sociedad convencional encontrando un mundo totalmente nuevo para ella, lleno de personajes insólitos y de un futuro incierto. Lo que sorprende de la película es su solvencia narrativa, su potente rol de observación de esta mujer viuda que atraviesa una crisis existencial de épicas proporciones, y la increíble capacidad de autosuperación de Fern. Probablemente, esto no hubiera sido posible sin la enorme interpretación de McDormand, a quien se la muestra un poco más contenida que de costumbre, sacando a relucir un personaje complejo, lleno de capas y matices que vuelven al viaje bastante placentero. Otro gran acierto de la obra está en su economía de recursos y en como se sugiere más de lo que se dice, potenciando nuevamente ese rol de observador externo y de espectador activo. Es como que, por momentos, la narración tomara algunos aspectos del documental y el naturalismo para sumergirnos de lleno en este relato ficcional que probablemente tenga más de un punto de contacto en miles de ciudadanos estadounidenses que atravesaron por situaciones similares a las que afronta la protagonista. Si a esto le sumamos el estupendo trabajo de fotografía de Joshua James Richards que nos otorga grandes postales de la América profunda y de sus diversos paisajes así como también de esa cámara testigo que acompaña a Fern en su travesía personal; y también la poderosa música de Ludovico Einaudi que agrega su cuota de nostalgia y añoranza, nos encontraremos con una película interesante y encantadora que impactará tanto por su sensibilidad como por su belleza. «Nomadland» es un film que apela a las emociones y la reflexión de cómo suele llevarse la vida en la sociedad occidental. Un relato medido que probablemente no se destaque por su estructura o por su trama en sí, sino más bien por su mirada compasiva y por «el viaje», es decir por como se va desarrollando la historia a medida en que su protagonista emprende el camino. Frances McDormand vuelve a demostrar su talento actoral en esta emocionante película de Chloé Zhao que retrata la crisis de las sociedades modernas.
Nomadland: la vida en los márgenes Esta semana se estrena en cines una de las películas nominadas para la categoría de mejor film en los Oscar. Además de contar con la actuación de la siempre rendidora Frances McDormand (Fargo, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri), tiene en la dirección a Chloé Zhao (Songs My Brothers Taught Me, The Rider) que está tras la cámara de una de las nuevas películas del MCU por estrenar. Sean bienvenides al maravilloso mundo nómada, en Nomadland. ¿De qué va? Después del colapso económico de una colonia industrial en una zona rural de Nevada, Fern (Frances McDormand) junta sus cosas en una van y emprende un viaje de exploración por carretera, fuera de la sociedad convencional y como una nómada de la era moderna. NOMADLAND, la tercera película de Chloé Zhao, presenta a nómadas reales como Linda May, Swankie y Bob Wells como mentores y camaradas de Fern en su viaje de exploración a lo largo del vasto paisaje del oeste estadounidense. Nomadland es un documental, desde su estructura, la manera de contar la información, la forma de poner el ojo en lo que sucede. Zhao logra la mixtura perfecta entre un relato ficcional y uno documental. Sí, es la historia de Fern y su paso por una tierra que la ha desterrado… pero ella no baja los brazos. Desde su “soy una sin techo, no una sin hogar” que le responde a una pre-adolescente en un supermercado, planta bandera de su postura ante las adversidades que le toco atravesar. Y lo lleva con hidalguía. No hay drama en vivir arriba de un motorhome, no se sufre el no tener opulentas cenas que consumir, no duele no poder adoptar un perrito abandonado. Es lo que es. Es una decisión de vida ya tomada, aceptada y que tiene sus buenos y malos momentos. Hay incluso por parte de Fern algo de decisión política, como demuestra la conversación con su hermana y cuñado. Seguir a este personaje nos permite conocer una cultura vasta, compleja y con sus propias reglas. Los y las nómades comparten la información, siguen patrones, se cuidan, se actualizan. Sus medios de transporte son su vida y compañía… pero también su posible final. Cada uno de los diversos paisajes de ese Estados Unidos marginal y gigantesco se van desarrollando a medida que Fern busca sobrevivir. Cada nuevo trabajo es una nueva región, y cada una de ellas encierran colores, sonidos y olores nuevos; y pueden deparar en nuevas amistades eternas, o reencuentros igual de inolvidables. Porque por sobre todas las cosas, Nomadland muestra eso que vive en los márgenes, eso que no se muestra en los carteles del Time Square, que no tiene el glitter del american way of life y el sueño americano del self made man. Gran acierto de parte de su directora de mostrar la mayoría del metraje entre el amanecer y el atardecer, esos momentos del día donde la iluminación es pareja pero sin contraste, donde los colores fuertes de las estructuras se pierden y todo el espectáculo lumínico se lleva a cabo en el cielo. Los atardeces, las noches y los amaneceres son también el momento donde el glamour descansa, y la subcultura del trabajo manual resurge. Todo en Nomadland se desarrolla en los márgenes. En esos donde las sonrisas existen pero no son exageradas, donde las despedidas son agridulces y la toxicidad no existe. Un lugar que nos dicen que no está tan bueno transitar (con esa mentalidad italiana heredada que “el techo donde caerse muerto es lo más importante”), pero que viendo cómo evoluciona el mundo dan ganas de probar.
Basada en hechos reales, "Nomadland" presenta temas de mucho peso, como la soledad, la pérdida, la lucha y la valentía . Por supuesto que no sería lo que es sin Frances McDormand, actriz de gran talento y enorme expresividad, quien le da vida a Fern, una mujer de 61 años a la que le cambia la vida radicalmente. Su historia es sencilla, vivió casi toda su vida con su marido Bo en Empire (Nevada) lugar que dependía exclusivamente de una fábrica de yeso, hasta que por distintas circunstancias se encuentra sola, con una Van como su único hogar. Es así como decide salir al camino y vivir como una minoría en Estados Unidos, viajando de un Estado a otro, buscando trabajos temporarios para mantenerse. Algunas veces se reúne en comunidad, en campings o paradores, pero por poco tiempo. La fábrica donde su marido trabajó tuvo que cerrar debido a la crisis del 2008, convirtiendo a su pueblo en un lugar fantasma, por lo que la protagonista se convierte en nómade, como su título lo indica. Su directora Chloé Zhao nos sumerje en una "road movie", basada en el libro "Nomadland: Surviving America in the Twenty- First Century" de Jessica Bruder, quien vivió la experiencia en carne propia. Aquí hay personajes de ficción y nómadas reales, hecho que la hace más interesante, ya que cada uno tiene una historia conmovedora para desarrollar, como las de Linda-May, Bob Wells y Swankie. El que también ofrece importancia es el personaje de Dave (David Strahairn) por el vínculo con la protagonista. El film parece sencillo, pero en sus 108 minutos refleja enorme sensibilidad y belleza, desde los momentos difíciles que vive Fern cuando ejecuta trabajos esporádicos y no tiene dinero suficiente, hasta la cotidianeidad con las personas que están en su misma situación. De todas formas, no ahonda demasiado en el motivo real de la decisión de vida de Fern, a quien se le ofrecen otras posibilidades. Un film íntimo que refleja la calidez de la amistad y que valora el detenerse a conocer a las personas que entran en nuestras vidas, aunque sea por poco tiempo. A destacar: la fotografía de Joshua James Richards es de una belleza impresionante y la actuación de McDormand, siempre en la tecla justa. TITULO ORIGINAL: Nomadland ACTORES: Frances McDormand. David Strathairn. GENERO: Drama . DIRECCION: Chloé Zhao. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 108 Minutos FECHA DE ESTRENO: 15 de Abril de 2021 FORMATOS: 2D.
HACIA RUTAS PLACENTERAS Cuando en unas semanas Chloé Zhao se lleve el Oscar a la mejor dirección por Nomadland (damos por sentado que lo ganará), seguramente los comentarios periodísticos puntualicen en el hecho de que se trata de la segunda vez que una mujer se impone en ese rubro y se olvidarán, como pasa cada vez más con la corrección política y el privilegio de los temas por sobre el cine, de que detrás de todo hay una película y una muy buena. Y que los logros de Nomadland exceden cualquier tema de agenda. Nomadland es una película que habla de una crisis social y económica tremenda; de gente que elige caminos alternativos a los que el sistema presetea para todos nosotros; y también de las consecuencias de esas decisiones. Y lo hace con amabilidad, sin caer en excesos miserabilistas y con la personalidad de quien tiene una mirada autoral y sabe cómo aportar lo suyo para que territorios reconocibles como los que aborda el film luzcan nuevos y fascinantes. Fern (una contenida Frances McDormand) es una mujer que ha enviudado y perdido su casa y su empleo en medio de la terrible recesión económica que atravesó a los Estados Unidos en los primeros años de la década pasada. Y Fern, como forma de subsistencia, agarra su camioneta y sale a la ruta: va de pueblo en pueblo, de changa en changa, cruzándose en el camino con otra gente que ha elegido la vida nómade como experiencia marginal al sistema, conociendo la América profunda. Hay en Nomadland algunas obviedades sobre el capitalismo y también muchas definiciones fáciles de decir, sobre todo por el momento político que atravesaba Estados Unidos en la era Trump, que fue cuando esta película fue pensada. Pero hay algo que le da dimensiones al film de Zhao y es la propia Fern: el personaje parece estar en un momento de transición, de indefinición respecto de su futuro, por eso observa, indaga, escudriña en silencio en esa forma de vida que la seduce pero que no la completa del todo. Y junto al personaje, la cámara de la directora se vuelve casi documental (la película cruza ese formato con lo ficcional) para registrar ese territorio como si de una experiencia real se tratase. Es precisamente en esa apuesta formal donde Nomadland se impone, porque apuesta antes por la curiosidad del espectador que por los giros melodramáticos que la historia pueda tener. Es verdad que a veces Zhao se engolosina con la cámara y su película cae en ciertos preciosismos visuales, y que la música está usada de una manera un tanto invasiva. Pero son detalles de una película que por otra parte tiene para ofrecer un espíritu relajado y sosegado para enfrentar los muchos pesares que la atraviesan: desempleo, desamparo, muerte. Eso está presente y aporta un clima pesaroso, pero también está presente lo otro, la ruta, los caminos, que son rutas en tanto objeto explícito de la película, pero también opciones, que son las que Fern tuvo y parece tener. Y que son el gran tema de Nomadland. El personaje de David Strathairn aparece en el horizonte como una opción para la protagonista, pero también como la contradicción que a veces existe en determinadas posiciones. Puede que Zhao termine ofreciendo una salida políticamente correcta a la crisis del sistema (y de su protagonista), pero también es cierto que la película acepta que ese camino tiene sus complicaciones y que algunas decisiones tienen sus consecuencias.
André Bazin decía que el western había nacido del encuentro entre una mitología, el Oeste, y un medio de expresión, el cine. Que era algo más que el horizonte y las cabalgatas, los hombres intrépidos y el paisaje de salvaje austeridad: era la esencia de una realidad más profunda, la del mito. Es ese mito el que deconstruye Chloé Zhao en su regreso de la frontera, espejo de aquel viaje de ida hacia un mundo de conquista y pertenencia. Y expone los mismos horizontes coloridos como consciente telón de fondo, la música insistente y por ello desmitificadora, la mujer que viaja hacia el encuentro con la ruta como su única protagonista. Nomadland también recoge la tradición del desplazamiento de la generación beatnik, aquella juventud insatisfecha que fue a buscar el rumbo de la posguerra hacia las rutas salvajes. Sus personajes, prestados del documental, cargados de la poética ambigua de este pretendido mundo sin fronteras, también son “hauseless”, con un hogar en movimiento, con trabajos precarios y una vejez abierta a la misma incertidumbre que signaba aquella aventura de los pioneros. Quizás alguna nota del piano de Ludovico Einaudi o algún atardecer en perfecta escuadra puedan confundir la genuina emoción con sentimentalismo. Pero el cine de Zhao recoge los pedazos de una civilización en crisis, las tradiciones que alimentan su propia crianza, desde su China natal hasta las enseñanzas de Sundance, la tentación de las coordenadas festivaleras con una verdadera vocación de acercarse a ese escenario desfamiliarizado, a ese pueblo ahora fantasma que vuelve al polvo previo a la construcción histórica. Luego de la muerte de su marido y de la desaparición de la ciudad en la que trabajó y vivió con él, Fern (Frances McDormand) se aventura a los caminos como forma de supervivencia. Así como los temerarios vaqueros del SXIX corrieron la frontera de lo desconocido en su propia épica, a Fern le queda la lírica de la despedida, en una casita rodante improvisada que contiene sus pertenencias y lo que queda de su historia. Pero en cada parada hay amigos y fogones, promesas de reencuentro en la siguiente temporada, la solidaridad de esos nómades que no necesitan “el atrás” para continuar su camino hacia adelante. Nomaland es una película que mira el mundo del presente con los ojos bien abiertos, y en el ejercicio de su propia consciencia nunca confunde su ficción con la realidad que la precede. Sus personajes habitan fuera de la cámara, en ese camino convertido en hogar, en esa vida en constante movimiento.
Nomadland es la película de la que todo el mundo habla, pero muy pocos vieron. A días de muy probablemente ganar el Oscar, ¿por qué conmueve este filme con Frances McDormand que estrena hoy en la Argentina? Una punta es que, en cierta situación, un personaje se plantea cuál fue el momento más feliz de su vida. Y si las películas nos permiten proyectarnos en sus historias, y sus protagonistas, la sensibilidad con que Chloé Zhao muestra a sus personajes implica una invitación bienvenida a abrir los sentimientos. Ya ganó 216 premios internacionales -y la cuenta sigue en aumento- desde que tuvo su première internacional de manera presencial en el Festival de Venecia, en setiembre de 2020. Hay distintos modelos de vivir, y de entender e integrar una sociedad. La que planeta Nomadland es distinta a la que tenemos. “Somos houseless, no homeless”, dice Fern. No tienen casa, pero no es que no tengan un hogar. Veamos. La gente con la que se cruza Fern está como ella, preguntándose qué hacer con su vida. Fern decide vivir de manera nómade, como indica el título, por voluntad propia. Es cierto que Empire, en Nevada, la ciudad en la que vivía junto a su esposo, desapareció del mapa cuando la fábrica de yeso en la que trabaja con él cerró. Pero nadie la obligaba, cuando enviudó, a vender sus cosas, poner lo que le queda en un depósito, comprarse una casa rodante y salir a recorrer el Oeste estadounidense. La crisis de 2008 la golpeó, pero no la derrumbó. Así, tendrá trabajos ocasionales, como golondrina, alguna vez lo hará en Amazon y volverá al año siguiente. Dormirá en su remolque, pasará frío, se asustará alguna noche. La dejarán o no quedarse en un estacionamiento público. La mirada de Chloé Zhao -segura ganadora del Oscar a la mejor dirección, por lo que será la segunda en lograrlo en 93 años de historia de la Academia- es claramente humanista y comprensiva. Con Fern y con quienes la rodean eventualmente. Porque a excepción de McDormand, que como Fern pasó los 60, y David Strathairn (Dave), que puede trabajar en Buenas noches, y buena suerte, también en Godzilla y en Nomadland, el resto de los personajes de la película son no-actores. Esa búsqueda de la “verdad” que dicen emprender los realizadores que en vez de contratar actores hacen que las personas se interpreten a sí mismos, funciona en Nomadland porque las historias -mínimas, porque aquí lo que importa son las relaciones- nos llegan. Conmueven. Pero no es que interese la forma y no tanto el contenido. En los diálogos que Fern tiene con otras nómadas se llega a preguntas significativas, pero no solemnes. ¿Cuál es el momento más feliz de nuestra vida? El ritmo de la película es pausado, pero no moroso. Hay una diferencia. Como seguramente la hubiera sino fuese Frances McDormand quien prestara su rostro, su cuerpo, su voz y sus expresiones a Fern. Pero que se entienda que Nomadland es más que la actuación de la actriz ganadora de dos Oscar, por Fargo y por 3 anuncios por un crimen. McDormand no se pone la película al hombro, porque Zhao tampoco se lo indica, se lo señala o sugiere. Nomadland no es una película en la que se distinga entre buenos y malos. No. Zhao comparte la mirada de Terrence Malick, y Nomadland nos trae recuerdos, comparaciones con Proyecto Florida, el filme de Sean Baker. Autenticidad. Eso es lo que comparten. Deténgase a pensar un minuto cuántas películas le plantean lo mismo, le preguntan cuál fue el momento más feliz de su vida. Quizás allí esté una respuesta a por qué todo el mundo habla de Nomadland.
A la manera de Carlos Sorín pero con mayor presupuesto, Chloé Zhao pinta historias de tierra adentro uniendo actores profesionales con “no actores” o gente común. Así, “Canciones que mi hermano me contó”, “The Rider”, y ahora “Nomadland”, cuyos únicos profesionales son Frances McDormand, David y Tay Strathain, padre e hijo, y en fugaces apariciones Peter Spears y los cantautores Cat Clifford, Donnie Miller y el viejo Paul Winer (el librero nudista que acá, por suerte, aparece vestido). El resto son todos “ellos mismos”, y vale la pena conocerlos, como Linda May, Bob Wells y Charlene Swankie, que en parte también hace un personaje. El pueblo donde comienza la historia existe de veras, mejor dicho subsiste. Con la fábrica cerrada se fue despoblando. Esta obra imagina entonces el derrotero de una viuda, su camioneta, en la que ahora vive, y su encuentro con otras personas como ella, todas en trabajos temporarios por distintos lugares. Ellos son nómades, como los pioneros en sus caravanas al Oeste, las familias que pintaron John Steinbeck y John Ford en “Viñas de ira”, o esa otra viuda que salió en busca de trabajo y amor en los ’70, y que contó Martin Scorsese en “Alicia ya no vive aquí”, pero son nómades del siglo XXI, herederos de los hippies, refractarios a la sociedad de consumo y usuarios de la tecnología y el combustible a buen precio. “Nomadland” primero sorprende y de a poco emociona, de una manera muy suave, muy limpia. Es que tiene una actriz capaz de transmitir sentimientos desde lo hondo sin necesidad de grandes diálogos, inclusive sin ningún diálogo. Y con ella, una serie de personas, no personajes, que enamoran. Gente de veras, que enfrenta los infortunios saliendo al camino, ama valerse por sí misma, tender una mano y compartir una fogata cuando termina el día. Y sobre todo “Nomadland” emociona porque tiene una directora y montajista muy observadora que con mano suave supo descubrir, y descubrirnos, el corazón de esas personas, y a través de ellas también una parte esencial, casi fundacional, del corazón de su país. Película curiosa, hermosa, que parece chiquita y es realmente grande, enriquecida además con la fotografía de Joshua James Richards y la música del italiano Ludovico Einaudi.
La favorita de la temporada de premios Con una cuidada fotografía, una cámara íntima, que se acerca a su personaje protagónico, la película habla de cómo la economía atraviesa los cuerpos de las personas. A pocos minutos de iniciada Nomadland (2020) de Chloé Zhao, y tras presentar de manera detallada y precisa a la protagonista, Fern, interpretada por la enorme y siempre efectiva Frances McDormand, comprenderemos el presente de una mujer que tras haber sufrido varias pérdidas decidió encarar una vida nómade para subsistir. Pero esa elección no es fácil, al contrario, cada día pesa más en su presente el desarraigo, el frío, que se cala en los huesos cada noche, la mala alimentación. “Necesito trabajo, me gusta trabajar”, le dice a una posible empleadora, de una manera sencilla y directa, pero el mercado laboral sólo le tiene reservado algún temporario puesto en empresas despersonalizadas con jefes que tienen, como mínimo, 40 años menos que ella. Lo más valioso de una propuesta como Nomadland, en un contexto crítico y de alerta como el que se atraviesa, es su lúcida construcción de espacios, lugares sin alma, pero que en la solidaridad de los solitarios cuerpos que también buscan acompañamiento y amistad, su protagonista, una mujer que ha visto como su trabajo, su marido, su pueblo, ha ido desapareciendo, y en el aferrarse a vieja vajilla y algún que otro traste más, se mantiene suspendida en el tiempo, encuentra, de alguna manera, una razón para vivir. Trabajos temporales mal pagos, el frío que le cala los huesos en su destartalada van, con la que recorre caminos y caminos, un puñado de vínculos (Charlene Swankie, Linda May) y la férrea convicción que los recuerdos le otorgan sobre un pasado de “gloria” por contraste a un presente calamitoso, son los puntos que harán avanzar narrativamente un relato sobre pérdidas, heridas y sobre un Estados Unidos en el que el avance de la automatización de tareas laborales, la precarización, la marginalidad y el descarte, marcan el pulso de la economía. La realizadora Chloé Zhao se permite combinar dos géneros, el drama social y la road movie para relatar la historia de Fern, una mujer que ama la música, caminar, y errabundear por el mundo, convirtiéndose, aún con su entrada edad, en una especie de trabajadora golondrina, nómade, que atraviesa el país en búsqueda de subsistir. La hija de una excompañera de trabajo le dice “mi mamá me dijo que vos sos una homeless”, a lo que Fern, estoica, responde “soy una houseless”, resistiendo siempre frente a la mirada del otro. Porque de eso también habla la propuesta, del constante ejercicio y evaluación ante la atenta mirada del otro, que desconoce el pasado, presente y futuro de esa frágil y a la vez fuerte mujer, y que debe rendir examen ante un mundo que le ha pasado por encima sin siquiera detenerse a voltear la cara y observar qué dejó en el camino. “Creo que paso mucho tiempo recordando” enuncia a una especie de gurú de los nómades Fern, y en su constante devenir y andar, Zhao registra cada instante de la mujer como si fuera la última oportunidad que tuviera el espectador para verla. Resiliencia, fortaleza, identidad, pero también sororidad, amistad, compañerismo, con una puesta en escena modesta, ascética, que construye en la idea de registro cuasi documental la no injerencia de su mirada en un relato que sorprende por la notable interpretación de McDormand, un verdadero camaleón escénico, que se desnuda en cuerpo y alma en sus acciones, pero que no deja de reiterar algunos lugares comunes y subrayados en su estructura, clásica y lineal, narrativa.
Nomandland es una de las películas más celebradas por la crítica y más comentada en la temporada de premios 2021. Imposible no alabar a Frances McDormand por su gran interpretación. Merecedora de todos los premios y nominaciones. Te pega una piña directa en la cara con todo lo que te hace vivir a través de su personaje y es imposible no llorar. La película muestra una realidad más de Estados Unidos, una poco conocida o por lo menos poco explorada en el cine: los nómades. Te mete de lleno en ese mundo en el cual podés sentir incluso su frío y desolación, pero también ideales. Chloé Zhao, quien viene pegando fuerte en el indie y ahora está detrás de lo nuevo de Marvel: The Eternals (2021), crea unos climas demoledores a través de una puesta y una fotografía donde todo te inunda de emociones. Te hace sentir “chiquito” y solo todo el tiempo.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Nomadland, cine (malo) del presente (malo) Hay películas que te mejoran la vida. Una de ellas fue, es y será Hechizo del tiempo (Groundhog Day). Hay otras que te arruinan el momento, el día y el mes, y vuelven a la memoria con formas de adefesios inolvidables, como por ejemplo La casa de los espíritus. Hay gente que afirma no haber comido más carne después de alguna película que yo ya no recuerdo cuál era pero esa gente sí. Y ahora, en este momento de contagiosa tontería, banalidad y blandura, apareció esta masa chirle -mal cocinada aunque está armada de materiales precocidos- llamada Nomadland. Y yo dejaré por un tiempo de escuchar a Ludovico Einaudi, así que ver Nomadland me ha perjudicado. Einaudi, pianista y compositor piamontés, no compuso la música de Nomadland. En realidad sí, compuso la música que aparece abusivamente en la película, pero no compuso la música especialmente para la película de Chloé Zao. A Zao, o a alguien, se le ocurrió que era una gran idea poner la música de Einaudi en “el filme”. Y quizás haya sido una idea exitosa: “el filme” ganó el León de Oro del Festival de Venecia y dicen que quizás gane el Oscar principal o algún otro, pero no el de la música de Einaudi porque no la compuso; es decir, no la compuso para “el filme”. Quizás en algún momento se agregue un Oscar para el uso cinematográfico de música previamente existente. No creo que lo hagan por este caso particular porque Einaudi es un señor italiano medio pelado -parecido a Larry David-, nada que hoy en día sume poroto alguno. Lo que quizás sea una razón suficiente para que se cree ese premio es que pocas veces hubo una utilización tan atroz, tan abominable, de una música para una película. La música de Einaudi es muy directa en cuanto a generar sentimientos, imágenes, estados de ánimo. Casi que su principal problema es que es muy directa. Hay que ser muy pudoroso como cineasta para poder usar la música de Ludovico E. en una película sin caer aparatosamente contra un piso lleno de grasa, obviedades y chantajes emocionales. Supo evitar ese riesgo -y, sí- Nanni Moretti en Aprile cuando caminó, y corrió, y aleteó por la Isla Tiberina recién convertido en padre y lo musicalizó con “Le onde” de Einaudi. Moretti demostró que podía usar felizmente a Ludovico E., y hasta ser feliz. Pero Moretti es un cineasta del pudor -sabedlo: el pudor no está reñido con el grito y la pasión-, mientras que Zao en Nomadland hace todo lo posible para pergeñar una película rastrera, de esas que apelan a “los buenos sentimientos” de “la buena conciencia” actual, o quizás “actual”. Y pone y pone y pone música de Einaudi, y pone a Frances MacDormand a actuar con ese profesionalismo tan ya aprendido, tan justo en el gesto como carente de frescura, tan correcto como para saber vaciarse de carisma y de placer, y tan dispuesto a dejarse usar en algunos de los planos más, como decirlo, a ver, cómo decirlo… chotos y grasas en mucho tiempo, difíciles de encontrar aún saliendo a la ruta a hacer una road movie que se cree realista y a cara lavada y está llena de maquillaje obturador de poros. La sobriedad MacDormand es puesta a prueba como nunca en un montaje al que podríamos llamar infame: pasamos de un viejo y “pintoresco” pianista con sombrero en un salón a un plano general de MacDormand parada artificialmente -como si todo esto fuera onírico de flotación chota y grasa- a plano caminando por pueblo fantasma, a plano de camioneta y ella maneja mirando la lontananza, a plano lejanísimo de ella en medio de la inmensidad arbolada inspirando el “aire de la liberación para el pueblo lo que es del pueblo”, a búfalo caminado, a agua que fluye, a los pies de MacDormand en el agua, a plano de ella desnuda en el agua ya flotando y “bien encuadrada” con brazos en cruz, a ella mirando en plano cercano, ya mojada y con los ojos prístinos. Dale, espectador sensible a la crisis, a las crisis, sensible a la ecología y al dolor de esta mujer (?), emocionate de una vez, o una vez más y más, que para eso estamos usando y abusando lo que ya compuso Einaudi y que ya podía emocionarte por sí solo pero no estábamos tan seguros de que lo hicieras. Esta descripción y valoración de un momento de Nomadland se puede aplicar a casi todo -todo- este bodrio empaquetado para ser celebrado por las almas que se consideran bellas y lo vociferan todo el tiempo, sobre todo para decir que otros -los que no usan la neolengua del momento- son los malos, los insensibles, los que no se emocionan con Nomadland y “el contexto”, el “este contexto”. Allá ellos y ellas, las almas. Yo me quedo con el plano general de la Isla Tiberina de Moretti, y espero que Nomadland caiga en el olvido que merece pronto así puedo volver a escuchar a Einaudi. Mentira, lo voy a escuchar apenas vea otra vez Aprile, que será muy pronto, porque Aprile mejora la vida y es un antídoto contra todas las malas películas de este mundo.
Nomadland, un año en la tierra de los nómadas. Cuando en 2007, durante la crisis económica provocada por el estallido del sistema financiero, desapareció el pueblo donde vivió toda su vida adulta, Fern (Frances McDormand) convirtió una camioneta en el nuevo hogar que la lleva a recorrer la costa oeste estadounidense. Viuda, sin trabajo ni nada que la ate, Fern subsiste tomando trabajos estacionales en distintos puntos de la costa, como el de empaquetadora en un centro de logística de Amazon durante la temporada de Navidad. Allí desarrolla un cariño especial por su amiga Linda May, una mujer que lleva mucho más tiempo que ella viviendo en su camioneta y que le habla de un encuentro en el desierto convocados por un nómade veterano, quien se dedica a publicar videos en YouTube para compartir su conocimiento y experiencias. Aunque aprecia la soledad y la libertad, asistir a la reunión le contagia un sentido de conexión con el resto de los habitantes de Nomadland, algo que no había sentido hasta entonces. Empieza a entender con un poco más de claridad algunas de sus ideas sobre la vida. Nomadland, una elección de vida minimalista Durante aquella crisis de 2007, fueron muchas las personas que después de perder sus empleos se encontraron siendo demasiado grandes como para reinsertarse en el deteriorado mercado laboral formal, pero también demasiado jóvenes y activas como para jubilarse, incluso si eso les alcanzara para subsistir. Algunos de ellos no contaban con la opción de pedir ayuda a familias que en general no estaban en una situación mucho más estable o no deseaban tomarla, por lo que encontraron un modo de subsistencia adaptando pequeños vehículos para servir como refugio y ofrecerles una serie de comodidades mínimas. Para algunos fue una situación temporaria hasta que la economía se recompuso lo suficiente como para conseguir mejores empleos, pero para otros como Fern, volverse ciudadanos de Nomadland significó descubrir una vida mejor que la que tenían. nomadland crítica nomadland Porque como aclara Fern desde un principio, ella no es una homeless (“sin hogar”, indigente) sino una houseless (“sin casa”); su hogar es su camioneta y lo lleva consigo hasta donde necesite estar en cada momento. Así como la película está basada en un libro que cuenta experiencias personales de su autora, varios de los personajes principales que rodean Fern no son actrices y actores interpretando un papel sino esas personas haciendo de sí mismas dentro de la historia, como Linda May o el famoso Bob Wells, el cual de verdad mantiene una página web y un canal de Youtube difundiendo información sobre la vida en Nomadland. Sumado a una propuesta estética naturalista y despojada, esto ayuda a que aunque Nomadland tiene una estructura narrativa de fondo, durante muchos fragmentos la película mantenga una sensación de ser un documental donde la mayoría de las personas que aparecen no están interpretando un personaje sino hablando de sus propias vidas ante una cámara que escucha con interés genuino, con una calidez que borra la línea entre los ojos de Fern y los del público. Un poco por todo esto es que Nomadland no cuenta una historia con un principio y un final ni tiene un conflicto que resolver en el proceso, sino que simplemente acompaña con paciencia a su protagonista a lo largo de todo un año mostrando su vida y la de otros nómades como ella, sin juzgar su decisión ni hacer un crítica real contra el sistema consumista al que se están rebelando salvo por algunos comentarios aislados de Bob Wells. Lo hace de una forma un tanto romantizada y sin hacer foco en ninguno de los puntos negativos que menciona al pasar, siempre con una mirada optimista que prefiere concentrarse en los paisajes que recorre más que en las penurias que deben soportar a cambio de esa libertad. Quizás ello ocurre por la premisa de la que parte: cualquier costo a pagar vale la pena con tal de disfrutar la belleza natural e independencia que ofrece la vida en Nomadland.
Después de haberlo perdido todo por culpa de la crisis económica, una mujer de Nevada emprende un viaje por el oeste estadounidense en una casa rodante. Ella desea explorar un estilo de vida nómada, alejado de las convenciones sociales.⠀ ⠀ Nomadland llega con un aire semi documental. La directora de la fantástica “The Rider” Chloé Zhao, nos sumerge en la América profunda, contándonos la terrible historia que sufren muchas personas, que por diferentes causas viven en caravanas recorriendo Estados Unidos en busca de trabajos temporales. Algo muy alejado al sueño americano, pero muchas veces por elección propia.⠀ ⠀ Frances McDormand nos da una actuación sentida, llena de emociones. Sin embargo el papel se vuelve un poco monótono y no llegas a empatizar del todo.⠀ ⠀ La película apuesta a la paciencia cinematográfica y a mostrar planos y paisajes llenos de historias. La historia no cuenta con grandes giros que impacten al espectador; pero gracias a su cinematografía, un elemento muy bien usado por la directora, es hipnotizante a su manera única.⠀ ⠀ Nomadland es una película dedicada a aquellos que parecen marginados por los demás; pero en realidad se trata de quienes eligen su propia forma de ser o vivir.⠀ ⠀ Basada en el libro Nomadland: Surviving America in the 21st Century, de la escritoria Jessica Bruder.⠀
Por fin se estrena este film que viene precedido por las mejores repercusiones y los premios más codiciados, firme candidato a más de una estatuilla del próximo Oscar. Chloé Zhao, nacida en Beiging, estudiante en Nueva York aborda el libro de Jessica Truder, con una sensibilidad muy especial. Se muestra la vida de adultos mayores que quedaron fuera del sistema, con una jubilación que no les alcanza, con un seguro inexistente, son los que prescindibles, los descartables, que dignamente se resisten al lamento, que deciden vivir en camionetas y micros recorriendo los caminos en este caso de Nebraska, Dakota del Sur, Nevada, Arizona y California. Y salvo los dos importantes protagónicos se interpretan a sí mismos, como extraordinarios actores no profesionales. Desconocidos con puntos de encuentros. Solidarios y orgullosos de su estilo de vida .Asi como lo demuestra Fern, en el centro del relato con la maravillosa Frances McNormand, se mantienen como trabajadora golondrina, con trabajos de limpieza, cosecha de remolachas, empaques para una gran empresa, cuyo dueño en el hombre más rico del mundo, con una composición tan mimética con su entorno, llena de capaz de dramatismo, hondamente solitaria. La directora borra los límites entre el documental y la ficción y explora con su estilo delicado, de economía de situaciones dramáticas, la humanidad que se despliega ante la cámara. Esos seres con tan poco equipaje y tanto vivido, rodeados de paisajes imponente que nunca se muestran turísticos o estilizados. Al personaje central solo le bastan abrazar la ropa de su marido muerto o el roce de un lugar de trabajo ahora desierto para transmitir toda la dimensión del dolor y la ausencia. Su labor es tan intensa como deslumbrante.
Una sola cuestión hace ruido en el filme `Nomadland' y es la presencia contundente de Amazon, quien según sus protagonistas es una empresa que "paga bien''. Porque semejante afirmación va en contra de los principios del guion, que muestra los valores de la libertad de aquellos que por equis motivo deciden tener una vida nómade y vivir de lo que la oportunidad les presente. Entonces, o es simplemente una publicidad y punto, o muestra que algunos norteamericanos ya pasan del American Dream con su sello más representativo hoy por hoy. 'Tierra de nómades' (tal la forzada traducción al castellano) muestra cómo la protagonista, Fern (inmenso trabajo de Frances McDormand), después de que colapsa económicamente la colonia industrial en la que vive junto a su marido en Nevada, se va a explorar el país en una camioneta transformada en casa rodante. Así se va juntando en diferentes pueblos con quienes, como ella, eligieron ese modo de vida itinerante. Con el recuerdo de su marido a cuesta, la nostalgia que se va sumando de lugar en lugar, los años vividos y sus complicaciones económicas, encuentra la felicidad en cada nuevo paisaje. Lo que se dice una mujer sin ataduras, aunque tenga por ahí familiares muy cercanos y amigos incondicionales que le ofrecen un hogar y un baño confortable. EN CARRERA Ganadora de dos Globos de Oro a Mejor Película Dramática y Mejor Dirección, y candidata a ganar alguno de los Oscar más importantes (compite por Película, Dirección, Actriz protagónica y Guion adaptado en la ceremonia del domingo 25), la cinta dirigida con precisión por Chloé Zhao resulta porque es distinta a todo lo visto en el último tiempo. Si bien es una clásica road movie, su presentación de falso documental, la fotografía, sus conceptos claros en el libro y la conmovedora actuación de McDormand la vuelven atrapante aunque la edición se tome sus segundos entre escena y escena. Por momentos, hasta se percibe la tranquilidad o la hostilidad de cada lugar. Y todo esto deja en claro la bandera que alzan estas personas que hacen del movimiento y del camino, su vida. En estos tiempos donde las ciudades más importantes están en jaque y el aire puro y la distancia social son como agua en el desierto, ver 'Nomadland' hasta se vuelve una obligación antropológica.
¿No es en cierta forma lo que sucede con Nomadland? Cada uno de sus planos dice qué pensar y qué sentir; he aquí una película emoticón: el desamparo, la libertad, la naturaleza, el amor tienen una secuencia emoticón y solo basta reaccionar para identificar qué sentimiento se invoca y cómo responder a este.
Nominada en seis categorías de los premios Oscar, y habiendo ganado numerosas premiaciones más, “Nomadland” llega para mostrarnos un costado no muy conocido de la sociedad estadounidense. Chloé Zhao no necesita grandilocuencias para contarnos lo que quiere decir, y en este proyecto lo deja bastante claro. Ser nómade en la era moderna no tiene nada de convencional, pero lo que Fern (Frances McDormand) descubre, es que en este viaje nunca estará sola. “Nomadland” trae a la pantalla grande conceptos y realidades propias de una sociedad trabajadora de clase media que ha optado por pasar su vida en una van, vivir de trabajos estacionales y tener encuentros pasajeros con otras personas de la comunidad. Lo efímero de cada momento -y de la vida- es lo que los mueve a seguir adelante en busca de nuevas experiencias en la ruta. Normalmente estamos acostumbrados a que las historias del cine mainstream se desarrollen y giren en torno a grandes ciudades, o que por lo menos el conflicto se construya a partir de la inclusión de alguna de ellas en la trama. Es decir, los lugares muchas veces cumplen un rol muy influyente, tanto en el personaje como en las circunstancias. Uno de los mensajes que desde mi lugar puedo reflexionar que nos deja el film, tiene que ver con el peso -o no- que le damos a estos mismos. En Nomadland, por el contrario, podemos observar como el valor real de los sitios se encuentra en las personas que lo transitan, y no por la concepción del lugar en sí. Un desierto puede tener mucho para brindarnos, siempre que una persona con ideas, historias y presente se encuentre allí. El ritmo del film nos invita a poner el ojo en la contemplación del presente, de la riqueza de cada palabra, mirada y sonrisa. La historia no juega a sorprendernos con giros, conflictos extravagantes o villanos temibles, porque todos esos elementos se encuentran dentro de nuestra protagonista, quien padece la vida misma. La película se encarga de acompañar al personaje mientras atraviesa un proceso de cambios constante, en el que cada día es diferente al anterior y no queda otra opción que la evolución individual permanente. La interpretación de Frances McDormand le aporta la naturalidad perfecta y se alinea con el resto de los personajes de manera muy sutil, teniendo en cuenta que muchos de ellos no forman parte de la industria como actores, sino que fueron llamados por pertenecer a la cultura nómada. Es por eso que en mi opinión, el trabajo de dirección de Chloe merece un gran reconocimiento por su capacidad de dirigir en un proyecto de ficción a un grupo tan diverso de personas de forma impecable. En cuanto a los aspectos técnicos, la fotografía cumple un papel muy importante en el film y es gracias a ella que podemos sumergirnos en una experiencia visual espontánea y natural, mediante la cual podemos llegar a percibir la atmósfera genuina de cada ambiente. En mi opinión, “Nomadland” dice mucho más de lo que muestra y es por eso que se convierte en una gran oportunidad para el espectador de no solo verla, sino de utilizarla como puntapié hacia una reflexión y un diálogo interno que no muchas veces estamos invitados a hacer por parte de la totalidad de los proyectos cinematográficos actuales. Por Milena Orlando
Reseña emitida al aire
Entre la contemplación y la apatía Nomadland, la premiada y aclamada película de Chloé Zhao (firme candidata para el mayor galardón en la venidera edición de los Oscars) es un viaje intimista y reflexivo que embellece lo desgarrador a través de un relato que tiende a la conexión absoluta o a la distancia irreversible. Nomadland es una película en que la indagación, como idea disparadora, ocupa un rol preponderante. Hay búsquedas casi desesperadas como las que dirigen a Fern (Frances McDormand) y su mini-van a través de diversos abismos de la América profunda, obligada a reinventar su idea de hogar tras golpes como la pérdida de su marido, de su trabajo y, claro, de su casa, tras el cierre de la minera US Gypsum y la consecuente desaparición del pueblo de Empire, Nevada. Por otro lado, la última película de Chloé Zhao también indaga en búsquedas más intimistas, relacionadas a la elección de un estilo de vida nómada que se halla en tensión con la tiranía del dólar y del mercado, tal como sostiene en el film el gurú espiritual del nomadismo, Bob Wells, quien se interpreta a sí mismo. En definitiva, más allá de si este curioso modo de vida minimalista surge como única alternativa a raíz de un sistema feroz (la película es una adaptación de “Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century”, novela no ficcional de la periodista Jesica Bruder sobre personas mayores que adoptaron el estilo de vida nómade tras el impacto de la Gran Recesión del 2008) o como una elección libre que responde al deseo de conectarse con la naturaleza, Nomadland se desarrolla en aquel designio de exploración con la propia convicción de una realizadora que, desde sus primeros largometrajes, optó por explorar mundos olvidados y, prácticamente, fantasmas. Claro que hay un mérito notorio de la realizadora para evitar airosamente los golpes bajos propios de un relato en el que sus tópicos centrales resultan más bien desgarradores. Pero esa acción máxima de búsqueda que Zhao traslada hacia sus personajes, en muchas oportunidades, es explorada a través de decisiones que pueden resultar apáticas para aquel espectador que necesite, no que sucedan cosas, pero sí aferrarse a una idea concreta. En ese sentido, que la estructura de Nomadland mute entre la ficción y el registro documental, no implica necesariamente un problema para conectar con la obra. Sí, en cambio, conlleva una mayor dificultad que el impacto emocional propuesto por la directora resulte efectivo, ya que el desarrollo se concentra únicamente en el viaje de Fern a través de un acompañamiento rodeado de encuentros casuales, y aunque cada uno de ellos se centre en un eje temático concreto (que puede variar desde el testimonio de personajes como Linda May -también interpretada por ella misma-, que prestan su voz para referir al impacto de la recesión económica, hasta el debate sobre este estilo de vida minimalista y las posibilidades que ofrece), ninguno es explorado lo suficientemente como para fortalecer aquella premisa reflexiva, propia de una road movie en la que el lirismo propio de Terrence Malick es recurrente. Por citar un antecedente, Hacia rutas salvajes (Into the Wild, 2007), que también abordaba el viaje de un joven que deseaba desprenderse de lo material, amén de no partir de la idea del nomadismo en cabeza de los olvidados, lograba acercarse con mayor calidez a los vínculos que Christopher McCandless (Emile Hirsch) construía en su camino y que, finalmente, serían fundamentales para la famosa conclusión final del protagonista. Claro que aquí el viaje de Fern es distinto y sus reflexiones, mayormente evidenciadas en lo gestual y no a través de una frase casi testamentaria, se encuentran condicionadas por un pasado irrecuperable. Sin embargo, aquel efectismo del que Zhao busca desprenderse acota las posibilidades de entregarse por completo al relato. Probablemente –y como casi todos los años-, Nomadland sea una víctima más de sus propios resultados, materializados en infinidad de premios y críticas aduladoras, que finalmente repercuten de manera negativa en el espectador, decepcionado tras la promesa de una experiencia casi única. No obstante, la trilogía temática de Chloé Zhao, tras Songs My Brothers Taught Me (de 2015 y actualmente disponible en MUBI) y The Rider (2017), concluye en una más que interesante propuesta que, seguramente, será más cercana para aquellos que busquen disfrutar el virtuosismo de una autora que para quienes prefieran una conexión más intensa, identificable en mayor medida en otra gran candidata de esta temporada de premios como El padre (The Father, 2020).
La realizadora Chloé Zhao abusa de las maniobras documentalistas para abordar el drama de la vida nómade estadounidense. Aunque el montaje y la fotografía ayudan lo suficiente para acompañar, toda la película se la carga Frances McDormand.
Siempre en la temporada de premios y en el circuito de Festivales, aparece entre el pelotón de las grandes nominadas, esa película de las llamadas indies –sin abrir todavía el caluroso debate sobre qué debe ser considerado como un cine verdaderamente independiente- que, ya sea por su temática, por su mirada del mundo contemporáneo, por sus protagonistas, por su enfoque o por todas esas cosas al mismo tiempo, logra de alguna forma sorprendernos y mover nuestra mirada hacia algo diferente. “NOMADLAND” no escapa afortunadamente a esa regla y sorprende con algunas cuantas herramientas nobles esparcidas en un relato que desnuda la otra cara del sueño americano, sin concesiones facilistas y apelando a la nobleza y a los sentimientos. Muchos pondrán el acento en sus golpes de efecto –que por supuesto los tiene- mientras que otros valorarán la búsqueda de la directora por lograr ese híbrido entre documental y ficción, sabiendo borrar delicadamente el límite entre ambas zonas del relato, que es lo que hace crecer el interés al entremezclarse en un mismo plano, ficción y realidad. Algunos pensarán que es una mirada absolutamente oscarizable sobre este tema y otros pensarán que su realizadora, Chloé Zhao, en éste, su tercer largometraje, logró finalmente con una mayor precisión que en sus anteriores, pintar esa contracara de la sociedad americana, a través de un territorio indómito, olvidado, escondido, como se suele disimular lo avergonzante, lo que no se quiere mostrar, lo que se pretende ocultar e invisibilizar. Jessica Bruder, periodista e investigadora, ha escrito el libro en el que se basa el guion de “NOMADLAND”, para lo que ha atravesado Estados Unidos de costa a costa, y viajó de México a Canadá, para descubrir la realidad de aquellos que se vieron forzados a abandonar sus viviendas y salir en una casa rodante a viajar de un punto a otro del país, buscando trabajo y tratando de lograr alguna mínima estabilidad dentro de una economía sumamente vulnerable y precarizada. Ciudades completamente devastadas por las crisis financieras, economías locales con empresas que son el eje principal para el funcionamiento de algunos pueblos que se transforman en poblaciones fantasmas luego de sus quiebras, familias ahogadas por las hipotecas imposibles de solventar en plena crisis (situación mostrada excelentemente en “Inside Job”, el trabajo documental de Charles Ferguson) son algunos de los factores que empujan a la ruta a cientos de personas que han quedado completamente excluidas y por fuera de toda formalidad de pertenencia al sistema. Zhao adapta el libro de Bruder, nutrido de las vivencias con los verdaderos protagonistas, y logra equilibrar el registro documental de quienes han encontrado en la ruta y en este road trip constante, un nuevo estilo de vida y al mismo tiempo, pensar como una nueva elección de vida a este nuevo camino, una vez superada esa profunda resignación inicial que parece sobrevolar la historia de la protagonista. Es así como “NOMADLAND” va siguiendo el derrotero personal de Fern (nuevamente Frances McDormand en una composición exacta, aún con algunos de sus tics personales que le sientan tan bien a su personaje) y registrando todos los cambios por los que irá atravesando el personaje. Una experiencia emocional para un viaje que aparenta no tener rumbo pero que, en definitiva, no es más que la tan ansiada búsqueda del lugar en el mundo que todos, de una forma u otra, transitamos en el intento de encontrar(nos) y darle un sentido a nuestra historia personal. La ruta cobra varios sentidos, desde un camino de tránsito y de pasaje, hasta el más tradicional enfoque de un viaje, a lo que se le suma este estilo de vida de no quedarse atado a ninguna geografía. La ruta es al mismo tiempo aprendizaje, desafío y crecimiento. Un espacio que permite múltiples lecturas, un lugar de encuentros, de poder abrirse a experiencias nuevas, de modelarse una y otra vez de acuerdo a cada circunstancia del camino/proceso y comenzar a sentir el desapego como un nuevo concepto, prescindiendo de la superficialidad material para encontrar una idea mucho más profunda e inspiradora, que tanto Zhao como McDormand izan como una bandera a total contrapelo del status quo y del sistema imperante. Así aparecerá en una de las escenas más potentes de la película el significado de esa casa rodante cuando para los mecánicos de un taller no deja de ser un vehículo al que hay que invertirle una buena suma de dinero para los arreglos y Fern lo defiende porque ese es su hogar, con todo lo que esa palabra significa. Zhao se suma al equipo de cineastas que trata de mostrar el lado “B” de ciertas realidades que el cine suele edulcorar (otro caso similar es el notable trabajo de Sean Baker en “The Florida Proyect” con la dolorosa contracara de Orlando y sus parques de ensueño) y va construyendo una historia inspiradora con algunas luces de esperanza en este nuevo acompañamiento a sus personajes. De esta manera, logra convertirse con dignas herramientas en una de las fuertes candidatas al Oscar de este año, con un total de seis nominaciones en los rubros más importantes (Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actriz, Mejor Guion Adaptado, Mejor Montaje y Mejor Fotografía) y que ha arrasado con cuatro premios BAFTA y dos Globos de Oro. Apoyada en una potente y deslumbrante fotografía a cargo de Joshua James Richard (colaborador de Zhao en sus dos trabajos anteriores) y en otro impecable trabajo de Frances McDormand que además logra una hermosa química con el personaje de David Strathairn (con grandes trabajos en el cine de John Sayles y nominado al Oscar por su trabajo en “Buenas Noches, Buena Suerte” de George Clooney), “NOMADLAND” logra otro gran impacto a través de los testimonios reales, con Linda May a la cabeza de un enorme grupo de personajes que se retratan a sí mismos y nos enseñan, sin quererlo, una nueva lección de vida. POR QUE SI: » Zhao adapta el libro de Bruder, nutrido de las vivencias con los verdaderos protagonistas, y logra equilibrar el registro documental de quienes han encontrado en la ruta y en este road trip constante, un nuevo estilo de vida «
Nomadland es una de las estrellas de la temporada de premios correspondiente al inusual y deprimente 2020. Las temporadas de premios son siempre arbitrarias y absurdas. Una docena de películas compite en al menos medio centenar de lugares. Busquen como era el cine hace setenta años. Los más grandes maestros realizaban películas extraordinarias y había solo un par de premios dando vueltas. Ahora hay más premios que películas. Esto lleva al aburrimiento, al negocio del lobby y a la alimentación desmesurada del ego de los artistas. Hacer películas para los premios es un arte en sí mismo. Un arte muchas veces reñido con el cine. En lo personal me resulta agotador ver como un actor o una película va recibiendo el galardón de cada grupo, país, sindicato, raza, género y la mar en coche que anda dando vueltas por ahí. Pero ocurre algo más: Cuántos más premios gana una película, más enojo despierta en aquellos que no la disfrutan. Gente que se siente defraudada al creer que un premio es un sello inequívoco de realidad. Todos los años la gente se pregunta con renovada inocencia si tal o cual film era para ganar el Oscar. No importa si es una obra maestra o una porquería a todo vapor. Es parte de la industria, es parte del negocio, pero no debería ser parte de la experiencia de los espectadores el luchar contra los premios. Cómo sería Nomadland si hubiera sido olímpicamente ignorada en esta temporada? Lo mejor, cuando se puede, es centrarse en la película. Muchas veces se usa un premio para elevar una película, pero muchas veces se lo usa para confirmar que no nos gustó. Nomadland cuenta la historia de Fern (Frances McDormand) quien en el año 2011 se queda sin trabajo al cerrar la planta donde trabajaba. Recientemente viuda, ella deja todo atrás y se convierte en nómada. Vive con trabajos temporales en diferentes lugares según la estación del año, mientras conoce a otros nómadas y sus historias en el camino. Eso es todo lo que cuenta la película que se mueve entre los recursos de la ficción y el documental, como los anteriores films de su directora, Chloé Zhao. Chloé Zhao es una realizadora nacida en Beijing, China, en 1982, estudió en Gran Bretaña y luego se radicó en Estados Unidos, donde ha desarrollado su carrera cinematográfica. Sus primeros dos films se caracterizaron por el retrato de personajes no urbanos interpretados por actores no profesionales. Songs My Brothers Taught Me (2015) transcurría en una reserva india y The Rider (2017) en el mundo de los cowboys de rodeo. En ambos casos los límites entre la ficción y el documental se diluían. Historias minimalistas con algunos de los vicios del cine independiente pero que ambos casos terminaban mostrando un gran corazón y un enorme cariño por los personajes. Ambas eran buenas. Se notaba, además, un camino. La ópera primera era más descarnada, salvaje, de verdad buscando lo documental, mientras que la segunda ya mostraba más estructura clásica y una intervención más grande de la ficción. Esa línea no le quedaba mal a la directora. En Nomadland el salto es muy grande para quienes vieron los dos títulos anteriores. Para empezar pone a la actriz más prestigiosa del mundo de los premios en Estados Unidos, Frances McDormand. La actriz también es la productora. Otro actor importante, David Strathairn, es el segundo personaje clave de la historia. Ellos conviven en la narración con los actores no profesionales, algunos de los cuales se interpretan a sí mismos, como Bob Wells, el gurú de la vida nómade. McDormand y Strathairn son excelentes intérpretes. Hay momentos en los cuales ella actúa de parecer actriz no profesional y es un show secreto que merece un estudio aparte. Pero aun así es una estrella de cine. Verla ir al baño en un balde no parece un documental, parece una estrella de cine haciendo de pobre. Es decir, a veces deslumbra y a veces nos distancia. No es culpa de ella, es el problema de jugar a dos puntas. Es difícil mostrar la marginalidad y la pobreza. La película, como en los films anteriores de la directora, nos muestra cosas que no son tan conocidas. Casi se podría decir que conforma una trilogía con estas películas. Primero retratando a los indios, luego a los cowboys y finalmente a los pioneros que se movieron por Estados Unidos en su período fundacional. Son los indios marginados, los cowboys frustrados y los pioneros sin destino. En los primeros dos films la familia los salva y los recupera. Acá la soledad se impone, aunque con ella también la libertad. No es una película demoledora porque no va hasta el fondo con respecto a la crudeza de la vida que llevan los personajes, en eso no está claro si es pudorosa o si simplemente busca idealizar ese mundo. Muchos realizadores no nacidos en Estados Unidos se han fascinado por la América profunda y la han retratado en cine. Zhao no busca la belleza de, por ejemplo, Win Wenders, su estética es más primitiva y simple, aunque los cielos de Estados Unidos a veces ayuden a cualquiera a dar un buen marco para las historias. El siguiente film de la directora es una superproducción de Marvel, por lo cual sí podemos decir que aquí cierra una etapa de su carrera. En cuanto a los premios hay que decir que esta será la temporada más fácilmente olvidable de todos los tiempos, así que con los años no le jugarán ni a favor ni en contra.
No da ma. Hay dos cosas que son seguras: las películas que ganan el Oscar no son necesariamente interesantes desde lo cinematográfico y en segundo lugar que Nomadland será olvidada con mayor velocidad que otras películas acreedoras de la estatuilla dorada de cuatro kilos y pico, que quita el sueño a cualquier productor que se precie. Dicho esto, el opus de la directora china Chloé Zhao en primer lugar es un tanto idealista en materia de su retrato de la marginalidad de la América profunda y su mirada idealista, revestida con dosis de humanismo y un positivismo edulcorado, hace que el resultado de esta road movie -protagonizada por la soberbia Frances Mc Dormand- pase desapercibida ante una primera mirada para camuflarse en el preciosismo estético a la hora de crear visualmente una escena, y abusar del trampolín emocional que implica ese sube y baja del drama y la comedia en pequeñas dosis. Sobre la estética documental de la propuesta, se percibe un estilo ya visto en sus anteriores películas Songs My Brothers Taught Me (2015) y The Rider (2017), además la inclusión de no actores que se mezclan con actores profesionales deja plasmada esa distancia con la ficción, pero no alcanza a dotar a la trama con el realismo que implica un abordaje que hace eje en un grupo de desclasados frente al avance del capitalismo que se lleva puesto el empleo, la vivienda, y lo que es más grave aún la dignidad de sentirse útil y productivo por elección y no por obligación. En ese sentido, la idea reivindicatoria de un estilo de vida apañado en esa libertad no esclavizante del trabajo es por lo menos falaz porque no parte de una elección, sino de una consecuencia que apela a la creatividad para resolver conflictos mucho más complejos e individuales. Hechas estas observaciones basta decir que seguramente el gran público no le haga caso a McDormand (sobrevalorado Oscar por su actuación) y espere la aventura de la sala oscura y la pantalla extra large porque en streaming todo es posible, y mejor en tiempos de viajes virtuales y no al aire libre.
Estamos al frente de la favorita. La candidata a ser la estrella de la noche del 26 de abril. ‘Nomadland‘ arrasó como muy pocas veces se vio en la temporada de premios. Para poner en contexto, la nueva película de Chloé Zhao fue galardonada con el Globo de Oro a la mejor película dramática, el premio de la Crítica Cinematográfica y el premio del Sindicato de Productores a mejor película, sin contar las veces que la directora se llevó un premio a casa por su trabajo. Sin embargo, y como era de esperar, no hay que dejarse engañar por los premios que recibe un film. Basándose en la experiencia colectiva, está más que claro que una película no se define por sus galardones recibidos. Quizás el factor sorpresa de una llevándose todo es lo que mantiene las expectativas tan altas para este filme. ‘Nomadland‘ cuenta la historia de Fern, una mujer que tiene un estilo de vida nómade. Se transporta en un pequeño furgón que también utiliza para vivir. Así es como Fern tiene trabajos temporales en distintos lugares para ganarse la vida. Con sus altos y bajos, la vida de esta mujer no solo se caracteriza por no dormir bajo un techo. La película presenta la historia de una mujer que realiza un viaje infinito. Fern dejó todo luego de la muerte de su marido y de que la crisis económica del 2011 en Estados Unidos termine con sacarle lo que le quedaba. Se trata de un personaje fuerte, que no necesita de otros para seguir su camino, que sabe dónde está en todo momento y que tiene la capacidad necesaria para amoldarse a casi todo. Frances McDormand retrata un personaje en constante movimiento, que siempre busca la salida hacia adelante y muy pocas veces mira hacia atrás. Una interpretación que resulta muchas veces estancada por un personaje con un desarrollo que no termina de concretarse a la perfección. El pasado de esta figura principal quiere tomar un papel importante en su día a día pero solamente se queda en algunos diálogos donde es retratado. No termina de cerrar, al finalizar la película nunca se supo qué tipo de personaje era, ni cuáles son sus motivaciones, logros u ambiciones. Al final, no se puede conectar con la persona que vemos en pantalla, solamente podemos interpretar lo que siente o quiere hacer y esperar que lo haga. El personaje principal no propone algo que invite a pensar, sino que se desarrolla como algo puramente visual, que está allí para ser visto y nada más. La interpretación de McDormand termina siendo forzada y para nada natural siendo empujada por un papel con poca fuerza. Sin embargo, el pobre desarrollo de personajes no opaca el intento de contar la historia que tiene que contar. La mayoría de las veces, se puede considerar a ‘Nomadland‘ como una pieza reflexiva, como un lugar donde se piensa más allá de las cosas. Se toma el concepto de hogar como algo más accesible y diferente de la mirada que se le tiene. Lo vamos a ver al personaje principal señalando que vive “libre” cuando se encierra en esa camioneta y vamos a sentir la libertad en todos los planos abiertos que tiene la película cuando en realidad retrata algo mucho más pequeño, más personal. No soy una vagabunda, simplemente no tengo casa, no es lo mismo ¿Verdad? La película, en conjunto con su personaje, tiene el defecto y la virtud de vagabundear. Se podría interpretar a ambos como objetos sin rumbo, cuyo único objetivo es simplemente el hecho de ser. El filme va a terminar siendo, tarde o temprano, nada espectacular. Algo que no sale de lo común, que tiene sus puntos a favor y sus puntos en contra. Que puede ser odiada en letterboxd pero amada en twitter. Igualmente eso es lo que menos importa. La historia termina siendo varias veces interesante, y la dirección es caracterizada por demostrar todo a los ojos del personaje principal. ¿A qué me refiero? Puede resultar lenta, sobrepasada de planos para poner de fondo de pantalla y de no pasar de la media. Chloé Zhao lleva a cabo un trabajo para demostrar sus herramientas. Pone las cartas sobre la mesa, dice “all in”, critica al capitalismo pero se ablanda y no termina de cerrar bien sus ideas. El filme entra al ring, dispuesto a dar todo y listo para cualquier contratiempo, pero desemboca en ese afán de mostrar lindos planos con la cámara quieta. Se presenta como algo revolucionario y crítico para finalizar siendo una obra suave, que hace todo lo posible para buscar premios. Se rescatan la toma de ciertos temas como la libertad o la familia, que también son tocados como nimiedades pero son fundamental para el desarrollo no solo de la historia sino del personaje principal. Lo cierto es que ‘Nomadland‘, al fin y al cabo, funciona. Como sinónimo podemos tomar la camioneta de Fern; un vehículo que está en constante movimiento, tiene algunos momentos donde frena por un buen tiempo, recorre diferentes caminos y hasta en un momento dado se rompe, pero que va a seguir andando, recorriendo y llevándonos.
La crisis de las hipotecas subprime en 2008 representó un duro golpe para la economía de los Estados Unidos, generando una grave crisis económica y exponiendo la fragilidad del sistema crediticio. Como nunca antes, la Reserva Federal realizó salvatajes empresariales históricos, pero dejó de lado gran parte de la sociedad que fue la que terminó pagando la recesión. Para entender a "Nomadland" es indispensable conocer ese contexto, ya que es el causal principal de la vida en la caravanas o motorhomes que ilustra la película. Es en 2011, cuando el personaje principal interpretado por Frances McDormand, pierde a su marido y se queda sin trabajo, lo que la lleva a la decisión de viajar por el país a bordo de una casa rodante. • Chloe Zhao es quien dirige esta historia, imprimiendo un estilo realista a través de una buena mixtura de primeros planos y planos amplios, que le permiten generar una atmósfera intimista. Este aspecto junto a la fotografía y el diseño de producción son los puntos más altos en esta cinta de corte independiente. Sin embargo, cuando nos acercamos a su guión empezamos a notar algunas fallas importantes. Si bien "Nomadland" logra setear correctamente su escenario, nunca despega en su desarrollo, volviéndose una película demasiado chata. Se trata de un guión con problemas para incorporar capas de sentido, entrando en una espiral de situaciones conceptualmente idénticas. Al rehuir de planteos políticos estructurales, el film queda envuelto en una especie de fantasía naturalista que bordea la idealización de situaciones de desamparo y pobreza. • Tras ver la película, pareciera como si a "Nomadland" le hubiese sentado mejor el camino del documental que el de la ficción. A fin de cuentas lo más importante que expone son las microhistorias de personajes muy singulares que bien pueden ser reales. Con el reconocimiento amplio de Hollywood, da la sensación de que se trata de una gran oportunidad para que cierto establishment pueda terminar de expiar sus pecados.
Después de perderlo todo durante la recesión, una mujer se embarca en un viaje hacia el Oeste americano viviendo una vida fuera de la sociedad convencional, como nómada moderna. Recorriendo entre los vestigios de su vida pasada, Fern (Frances McDormand) se lleva con ella algunos de los tantos recuerdos que inundan el garaje alquilado para iniciar el reencuentro con su propio ser. Chloé Zhao (Songs My Brothers Taught Me, The Rider) nos trae esta nueva elegía acerca de Fern cuya vida, tras el cierre de la planta US Gypsum en Nevada, da un vuelvo irreversible. No solo la desesperación de una economía desesperanzadora golpea a su puerta, sino también lo hace la enfermedad que se lleva a su marido Bo. Tras perder su hogar y lo que lo conformaba, la mujer se sube a su Vanguard, aquella camioneta que funciona como un techo motorizado, para comenzar la travesía de su vida. El film nos muestra un relato no solo sobre la vida de nuestra protagonista, sino que nos muestra historias de gente rota en un mundo hostil. En donde el trabajar toda una vida no alcanza, nuestros personajes transitan el camino más duro; el despegarse de aquello que conocen, que creen que es el móvil del sueño americano, y se entregan al afuera, aquel lugar en el que ser un forastero es tener un hogar consigo mismo. Chloé no nos mete en la piel de un personaje, sino de toda una comunidad. Nomadland, Frances McDormand, Chloé Zhao Como vimos en la filmografía previa de la directora, la participación de los sujetos reales del mundo que se toca le da una nueva dimensión al film. Al ficcionalizar las crónicas de aquellos actuantes, la película traspasa al espectador con su mensaje, reafirmando la importancia de cómo una obra tiene, tanto consciente como inconscientemente, un deber sobre el que la mira y sobre el tema que plantea. Porque es gracias a este relato que hoy podemos conocer las voces de aquellos que dejaron todo atrás para poder empezar de nuevo. El metraje no solo da esperanza, sino que nos hace partícipes de ella. Con la colaboración de artistas como Ólafur Arnalds y Ludovico Einaudi, y gracias a la intimidad que se logra por la selección exquisita de planos, Nomadland nos sumerge en los pequeños destellos cálidos que los caminos de arena pueden darnos. De la fría nieve al árido desierto, Fern se corre de la civilización para emprender un viaje perpetuo. Cruzándose con personajes como Dave (David Strathairn) o Swankie (Charlene Swankie), nuestra protagonista se entrega a la experiencia de superar los dolores, acallar los demonios internos y de aprender las reglas básicas de esta forma de vida tan peculiar. Chloé nos vuelve a regalar un mundo exquisito, que nos habla sobre el apreciar el hoy y no dejar ir el mañana. Porque Nomadland no es solo sobre el estimar las pequeñas cosas, es acerca de entender que el soltar no es olvidar, sino que es aprender que el camino que dejamos atrás es uno de los tantos que tenemos delante nuestro.
Este filme de Chloe Zhao ha sido uno de los que generó mayores expectativas y halagos en festivales como los de New York, Toronto, Venecia y San Sebastián, erigiéndose como emblema de un cine norteamericano, aún llamado indie, y dirigido por la mirada de una realizadora arribando a su tercer largometraje. El filme es una adaptación de la novela de Jessica Bruder, un relato de no ficción que describe a través de un viaje la vida de los trabajadores golondrina del Estados Unidos profundo y propone una panorámica de la gran recesión americana en los inicios de la década anterior. Tomando este motor documental de la novela, Zhao ficcionaliza un relato centrado en la figura femenina de Fern –en el cuerpo de Frances McDormand– una mujer de pocas palabras y gestualidad parca que se entrega al derrotero tras un grupo de trabajadores temporales, viajando así de una punta a otra del interior de EE.UU. donde la vemos realizar todo tipo de trabajos primarios y hostiles para sustentar su supervivencia y su vida nómade. Algunos espectadores críticos han definido este filme como una road movie – western existencial, y creo sin duda que ese titular es tan pretencioso y artificioso como esta película y sus intenciones de dejarnos un mensaje que resignifique nuestras vidas. La magistral dirección de fotografía de Joshua James Richards impacta en su paleta de grises y colores de los paisajes desérticos de Arizona o la blanca nieve de Dakota, una imagen casi de poster gigante, técnicamente impecable, a la vez que tramposamente atractiva. La imagen plástica de este filme termina jugando un engaño visual/emotivo ya que hace uso –y abuso– junto a la composición de planos extremadamente calculados con el objetivo de generar un golpe visual y emocional que nadie pueda evitar. Pero si pudiéramos evadir el hachazo de la imagen que viene con golpe de efecto, la música –magistral por cierto de Ludovico Einaudi– no deja que nadie se escape por un costado del cuadro. Su utilización directa y sin matices, sin sutilezas ni tersura rematan la búsqueda efectista de Nomadland y sus dudosos procedimientos. Si la impronta documental era parte importante de esta película, su falsedad visual – musical deja de lado toda instancia genuina de esos lenguajes. Y claro que todos –o casi todos– amamos a Frances McDormand, curtida, llena de detalles gestuales, silente. Pero aquí, en el cuerpo de Fern, Frances Mc Dormand es más bien una caricatura de sí misma. Una película plagada de mensajes directos, recursos obvios y un mar de sobre intenciones. Un relato que no nos deja espacio para mirar con libertad interpretativa, pues nos fuerza en una sola dirección y quedamos atrapados en el intento.
La directora de origen chino Chloé Zhao se basa en un libro de no ficción, un trabajo periodístico (Nomadland: Surviving America in the 21st Century, de Jessica Bruder), para su tercer largometraje que viene arrasando en la temporada de premios y llega como favorito para el Oscar que se entrega el 25 de abril. La tierra nómade de la que habla refiere a un fenómeno importante en los Estados Unidos de los últimos años: el movimiento de gente mayor que no puede pagarse una casa con su jubilación y vive en su auto, su camioneta. Por el camino. Una realidad triste, una de las caras más crueles del capitalismo tardío, que deja afuera del sistema, como despojos humanos, a aquellos que debería proteger luego de una vida de trabajo. A la protagonista, Fern (Frances McDormand) se le terminó el trabajo y la vida: ha muerto su marido, su pareja, no tiene hijos y cerró la industria minera que los empleaba. A ellos y a todo el pueblo de Empire, que queda convertido en un paraje fantasmagórico, con vistas a las montañas de Nevada. Así que Fern abandona su casa para instalarse en su camioneta, su nueva casa en movimiento. La ruta la llevará hacia otros estados, otros paisajes y a reunirse con otros nómades como ella. Entre la necesidad y el activismo, con encuentros que se continúan cuando el camino vuelva a disponerlo, estas personas parecen haber descubierto una forma de libertad que los hace sentir privilegiados. Pobres privilegiados: aunque subsisten con los trabajos temporales que van encontrando y comen de la lata, tienen el mundo para ellos, primera fila frente a las maravillas de la naturaleza. Por cierto, una de las changas mejor pagas es empaquetando en la planta de Amazon (la película se filmó en una sede real de la empresa). Trabajadores golondrina, zafrales, que cruzan la América profunda y exponen, con sus años cumplidos, sus canas, sus enfermedades, algo así como el reverso del american dream. Fern es una mujer serena, un poco misteriosa. Que parece cómoda entre esa gente de pocas palabras, dispuesta a ayudarse y a compartir lo poco que tiene. Acaso unas risas, frente a una puesta de sol descomunal. Zhao inserta a su protagonista entre los sujetos reales de su relato, actores no profesionales. Uno de ellos, Bob Wells, es un conocido líder del movimiento y protagoniza una escena, un diálogo bello e importante. Se ha criticado la elección de McDormand, que está estupenda, como una concesión. Algunos señalan que Nomadland podría ir más lejos, o de una forma más radical, si la puerta de entrada a la historia fuera con alguien distinto a ella. Una mujer blanca, de ojos azules y con una familia burguesa a la que volver si lo desea, interpretada por una estrella ganadora de Oscar. Pero Nomadland no se presenta como cine de denuncia social, o no solamente, sino como un cruce entre ese retrato colectivo y el íntimo. Es la travesía de una mujer que se queda muy sola y lo que pasa cuando se enfrenta a esa soledad. El otro cruce es entre el registro documental y la ficción, construida en base a la realidad. Un registro presente en la ópera prima de Zhao, Songs my brother taught me, que puede verse en la plataforma Mubi y fue filmada en una reserva sioux, otro colectivo fuera de la América rica y exitosa. Es (son, ambos, el personal y el social) un asunto atrapante, y la película se ve con un interés que no decae por esos sujetos entrañables, hoscos y golpeados. Aunque venga arropada en una factura que insiste con hacerlo todo “bonito”. Ni la historia personal roza la crudeza (esa con la que, por ejemplo, Agnés Varda miró a otra mujer a la intemperie, en la memorable Sin techo ni ley) ni la historia colectiva, envuelta en bellos paisajes sobre musicalizados, golpea la mesa con contundencia política. Esa amabilidad un poco tranquilizadora, que puede irritar un poco, quizá explique el hecho de que esta película sensible, llena de buenas intenciones, sobre los marginales de la sociedad de consumo, enamore a públicos y a jurados. Con todas sus buenas razones, es la más interesante de las nominadas a mejor película, un grupo muy irregular.
La realizadora de «The Rider» cuenta la historia de una mujer que enviuda y se une a una comunidad de nómades viajando y trabajando a través de varios estados del oeste norteamericano. Con Frances McDormand. Nominada a seis premios Oscar. NOMADLAND bien podría ser una canción de NEBRASKA, el álbum de Bruce Springsteen de 1982 que narraba historias de personajes de la América profunda y desconocida. Uno puede imaginar tranquilamente a Bruce, acústica y armónica en mano, cantando acerca de los caminos y devenires de Fern, una mujer de unos 60 años que vivía en Empire, Nevada, una ciudad que literalmente desapareció del mapa al cerrar la fábrica de yeso en la que trabajaba junto a su esposo. Tras la muerte de su marido, Fern decidió vender todo, meter sus cosas en un depósito, comprar una van y salir a recorrer el oeste del país, consiguiendo trabajos ocasionales aquí y allá, y pasando a formar parte de la comunidad de «nómades» que da título al film. Chloé Zhao (realizadora de THE RIDER y, llamativamente, a cargo de la seguramente muy distinta THE ETERNALS, de Marvel) toma una perspectiva similar a la de Springsteen a la hora de retratar a Fern, creando un relato «acústico» que en tono de balada sigue a la mujer mientras va y viene por distintos lugares del país encontrándose con gente que vive en similares condiciones y tratando de decidir qué hacer con su vida. Es un retrato naturalista y despojado, con mucho de documental (salvo los protagonistas, la mayoría de las personas son parte de esa cultura nómade), que observa un modo de vida poco conocido dentro de los Estados Unidos desde una mirada compasiva y humanista. Es, también, una película sobre la clase trabajadora, gente de pocos recursos y sin lugar fijo («somos houseless, no homeless», dicen) que la pelea día a día para sobrevivir en un país en crisis y que siempre tiene lo justo para seguir adelante. Y si bien Zhao filma en zonas que uno podría definir como «Trump country», sus solidarios personajes –muchos de lo cuales bien podrían haber sido hippies hace medio siglo que hoy siguen girando por América del Norte– parecen tener una filosofía de vida muy distinta, ayudándose unos a otros y compartiendo historias de vida dolorosas y emotivas. Zhao introduce algunos elementos que atacan el tono documental desde afuera. Uno de ellos son los actores: Frances McDormand y David Strathairn. El otro: la música, compuesta por Ludovico Einaudi. El riesgo que se corre al poner actores –que su fama impida al espectador creerse del todo el mundo que observa– está muy bien resuelto porque ambos, especialmente McDormand, se funden a la perfección en el ambiente, funcionando muchas veces como oyentes de las historias de los otros, testigos de un mundo que para ellos (y para los espectadores) es nuevo pero que el resto de los nómades conoce bien. El tema de la música es un poco más complicado: si bien es bella y usualmente está utilizada de un modo sutil y efectivo, por momentos invade la película de un modo un tanto forzado haciéndole perder esa sensación de veracidad. Es, quizás, el mayor problema de la película. Fern irá de lugar en lugar, de trabajo en trabajo (pasa de un gigantesco depósito de Amazon a limpiar baños en una suerte de resort turístico) y se unirá a distintos grupos de nómades que circulan por los bellos paisajes del oeste norteamericano, desde Nevada a South Dakota, de Arizona a Nebraska, siempre escapándole al frío. Son conexiones breves, temporales («golondrinas» se diría en la jerga laboral) pero que marcan a una mujer que está tratando de entender si esa forma de vida es posible para ella. Habrá conexiones más importantes. Una será con Linda (Linda May), una veterana mujer que trabaja con ella temporalmente en Amazon y que luego la invita a Arizona a ser parte del grupo que comanda un tal Bob Wells (nombre real) que es una suerte de guía –más práctico que espiritual– de uno de los tantos grupos de nómades que recorren el país. Allí aprenderá algunos secretos acerca de esta comunidad e irá cruzándose con ellos a lo largo del tiempo. También conocerá a Swankie (nombre real también), otra veterana mujer de la ruta de la que se hará amiga y con la que compartirá historias de vida. Y por último a Dave (Strathairn), con el que establece una complicada pero cercana relación y quien le ofrece la posibilidad de pensar en volver a radicarse en un lugar fijo. Pero NOMADLAND, como su título invita a pensar, no es una película de trama ni de grandes aventuras sino, más bien, una crónica de un viaje con una serie de encuentros (y reencuentros) en el camino, una exploración acerca de los sacrificios, de la soledad pero también las libertades de quienes deciden vivir on the road. Como FIRST COW o MINARI –por citar dos películas recientes con la que pelea premios y nominaciones, aunque se podría mencionar también aquí THE FLORIDA PROJECT o LEAVE NO TRACE de unos años atrás–, el film de Zhao comparte un tono calmo, una economía argumental y un poder de observación sobre el mundo real (el del trabajo de sueldos mínimos, de la gente «de a pie» y del esfuerzo cotidiano) que la aleja por completo de gran parte del mainstream –y aún de buena parte del cine independiente– de de su país adoptivo. Y aún más que en esos films aquí hay un tono elegíaco que, como sucedía en THE RIDER, invita a comparaciones con el cine de Terrence Malick o LAS VIÑAS DE IRA, de John Ford. Pero tengo la impresión que tanto el film de Zhao como MINARI (ver crítica aquí) tienen cierta forma de acercarse a los materiales que bien se podría definir como asiática. Podría parecer un comentario obvio (Zhao nació en China y Chung es de familia coreana) pero, en la forma que esos materiales cobran vida en la pantalla, se nota que la sensibilidad cinematográfica de ambos está atravesada por influencias como las de Jia Zhangke, Hou Hsiao-hsien o hasta el cine de Wang Bing, entre otros. Y me atrevería a decir que, salvo por el uso de la música, hay cierta similitud estilística entre estos films y buena parte del llamado Nuevo Cine Argentino de los primeros 2000. El emotivo y sensible viaje de Fern en NOMADLAND no se define ni por el punto de partida ni por el de llegada. Como en esas canciones de Springsteen que mencionaba antes, la historia se va armando en el camino, en las íntimas reflexiones que despierta en ella la vida vivida hasta el momento y las incógnitas que se le presentan a futuro. Un recorrido que refleja, más allá de diferencias específicas, el mundo que a muchos les tocará vivir en los próximos años. Un mundo en crisis pero también uno que se abre a oportunidades jamás imaginadas y a horizontes que, por más que uno crea estar acercándose, siempre están igual de lejos.
Un profundo viaje en caravana Frances McDormand y Chloé Zhao encabezan esta preciosista película sobre una mujer que lo perdió todo, pero que en su escape encuentra mucho más. Hace cosa de una década atrás gran parte del cine tradicional criticaba a las producciones independientes, a su estilo y forma de contar las historias. Sin embargo hoy en día vemos como las grandes producciones del mundo toman elementos de este universo y muchas de estas películas de menor presupuesto terminan colándose entre las mejores de cada año, incluso entre las premiaciones que alguna vez les cerraron las puertas. Caso es el de Nomadland, la película independiente de Chloé Zhao que nos cuenta la sencilla y a la vez profunda historia de su protagonista, proponiéndonos un viaje de sentimientos que claramente vale la pena transitar. Crítica Nomadland review Nomadland nos permite conocer a Fern (Frances McDormand), una mujer que, tras el colapso económico de la ciudad en la que vivía en Nevada, perdió su casa, su marido y tomó su camioneta para escapar sin un rumbo fijo. Así Fern se convierte en una nómada, viajando de ciudad en ciudad tomando trabajos temporales para poder cargar un poco más de combustible y así seguir hasta el próximo punto. En el trayecto la veterana mujer va haciendo cada vez más confortable su ahora casa motorizada, mientras conoce a personas de todos los tipos y colores, tomando lo que cada una le da y dándose cuenta que hay vida después de la tragedia. Resulta realmente complejo escribir una crítica sobre películas como Nomadland, películas que realmente trascienden la concepción clásica del cine, los detalles técnicos que uno pueda observar, los guiones o las direcciones. Y no es que esté mal en estos aspectos, de hecho todo lo contrario, pero es del tipo de producciones que pasan tanto por lo sentimental y por la belleza de contemplar situaciones, que me parece hasta injusto tener que centrarme, por momentos, en otros elementos que no sean pura y exclusivamente los que se dedican a tocar nuestro corazón. Más que una película, la obra dirigida por Chloé Zhao (The Rider) es un viaje, una invitación a acompañar a su protagonista a través de su escape. Es un permiso para conocer a personas quebradas en proceso de reconstrucción, una puerta de entrada a un espiral de sentimientos que nos llevan de acá para allá, de principio a fin. Por momentos queremos estar en esos bellos parajes rurales de los Estados Unidos, fumando un cigarrillo y tomando un café en esas frascas mañanas, pero por otros no nos queremos ni imaginar lo que debe sentirse lo que sienten los diferentes personajes que se van cruzando en el camino. Crítica Nomadland geeky La camioneta de Fern acaba casi por ser el único hilo conductor de esta travesía, porque no importa si hay un nudo y un desenlace como tal, sino que importa mejor cuál es el camino que nos conduce hacia él. Como pasa con películas como Three Billborads Outside Ebbing, Missouri -recordando una de las obras más recientes de McDormand-, el foco principal está en lo micro y no en lo macro, está en los detalles que hacen del relato una historia totalmente verosímil y con la que resulta imposible no empatizar. Nomadland toca las fibras del corazón con sutileza, sin ser obvia y sin buscar el golpe bajo, sino simplemente sumergiéndonos de a poco en lo que cuenta y permitiéndonos ser parte de este mundo de nómadas que, de vez en cuando, goza de la compañía a través de viajes en caravana. El guion está perfecto, la dirección también, pero es una película para ver más allá de todo lo técnico que pueda sobresalir. Eso sí, la fotografía es preciosa y eso es algo que sí debemos destacar en una película que se mantiene en silencio durante largos ratos para simplemente permitirnos ser testigos de lo que pasa frente a la cámara. Claro que este motor de reloj suizo no funcionaría de la misma forma si Frances McDormand no estuviese a la cabeza, con una soberbia actuación potenciada por un gran reparto, todos actuando de forma tan natural que hasta nos invitan a pensar si por momentos se trata de una documental de estas personas que viven su vida sobre ruedas. El detalle final, la frutilla sobre el postre, la composición musical de Ludovico Einaudi. Si quieren una conclusión simple, para mi, Nomadland es la mejor película de 2020. Son de esas obras que trascienden cualquier detalle técnico o elemento que se deba comprender dentro de una crítica; es en realidad un viaje de sentimientos que nos va llevando de la mano de su protagonista, interpretada por la extraordinaria Frances McDormand, permitiéndonos conocer su vida y la de quienes han sobrevivido a sus tragedias moviéndose sin parar. Sobran las palabras para producciones como estas, es mejor dejar cualquier distracción de lado, sentarse a mirarla, meterse en su universo y disfrutarla hasta el final.
A veces es la corrección política hollywoodense que simula apertura ideológica e igualdad genérica, premiando minorías étnicas para compensar su propia falta de autocrítica de antaño. En otras, el falso pluralismo coloca de relieve cuestiones candentes y urticantes de la fibra social. Todo sea por la comunidad. Tal y como lo refleja la crisis económica que sirve como disparador a la presente ficción. Que “Nomadland” haya arrasado en la última gala de los Premios Oscar dice mucho al respecto. Las estatuillas a Mejor Película, Mejor Directora y Mejor Actriz resulta, en extremo, llamativo. ¿En verdad tiene “Nomadland” verdades importantes para decirnos tras la aparente exploración introspectiva acerca del ser anticonvencional? Debatiéndose entre la pasividad y la pretensión, Chloe Zaho construye un relato emplazado en paisajes grandilocuentes, en búsqueda de cierta pionera refundación a la hora de desnudar el alma americana. Melancólica, confronta modos de vida antagónicos: puede que la concepción propia del individuo, fuera del sistema, coloque el valor específico de la esperanza en un lugar por demás incierto. Trazando su propia noción de épica odisea como declaración de principios del ciudadano errante, el film prefiere el hermetismo expresivo y la economía de recursos. Sin embargo, la poca profundidad con la que indaga en los conflictos de su protagonista diluye los intereses de este drama existencial, en forma directamente proporcional a las expectativas posadas sobre esta película, injustamente favorecida dentro de un mapa cinematográfico aciago, en efecto dominó pandémico. Allí esta la outsider Frances McDormand, riéndose del sistema. Ser una extraña, quizás, le otorgue la ansiada reivindicación. Descubierta por los Hermanos Coen en la genial ópera prima noir “Sangre Fácil” (1984), mostró su virtuosismo interpretativo en “Arde Mississippi” (1988), tiempo antes de exhibirse creativa a las órdenes de Robert Altman en “Vidas Cruzadas” (1993). Conoceríamos su verdadera impronta actoral en “Fargo” (1996), su primer encuentro con el dorado Oscar. Diva diletante sin refinamiento, jamás recurrió a capas de maquillaje para ocultar su falta de solemnidad. Intérprete con mayúsculas y huidiza del glamour, rehusando al encasillamiento de todo prototipo, ratificó su don de actriz salvaje e intensa en su rol protagónico de “Tres Anuncios para un Crimen” (2017). Acreedora de la triple corona actoral de la Academia por la presente película, cualquiera de sus competidoras de categoría (Andra Day, Carey Mulligan, Vanessa Kirby y Viola Davis) podrían debatir el resultado final. Sentar a McDormand en la misma mesa que Meryl Streep es una osadía.
El dúo de una de las nuevas cineastas más emocionantes de los últimos años y una de las mejores actrices de las últimas décadas exploran la vida de los nómades modernos. Percibidos ermitaños que van formando intermitentes comunidades a lo largo de las interminables rutas estadounidenses.