El cuerpo como prisión No debe haber un recurso expositivo más trillado -y más facilista, a decir verdad- en el cine contemporáneo que el accidente automovilístico “repentino” al comienzo de la narración, como para dejar bien en claro que la tragedia enmarca el destino del o la protagonista en cuestión: no sólo el horror y el suspenso suelen utilizar hasta el hartazgo el ardid sino que los dramas de nuestros días también son defensores de la jugada, en esencia un típico manotazo de ahogado de quien en vez de construir un desarrollo que ponga en crisis al personaje, prefiere resumir el asunto e ir directamente al meollo pero sin darse cuenta que dicha pereza retórica -sumada a una recurrencia que cualquier espectador con dos dedos de frente podría identificar- termina anulando toda posibilidad de tomarse en serio a la historia y a los héroes de turno, quedando en buena medida deslegitimados desde el inicio mismo. Si a lo anterior le agregamos que la película que nos ocupa, la bastante floja Paranormal (Nails, 2017), desperdicia a Shauna Macdonald, conocida sobre todo por su intervención en la extraordinaria El Descenso (The Descent, 2005) de Neil Marshall, y encima respeta todos los benditos estereotipos del terror más bobalicón del presente, pronto tomamos conciencia de lo estéril y light que puede llegar a resultar la experiencia que se nos ofrece en esta ocasión. Esta ópera prima del realizador y guionista Dennis Bartok hace agua en diversos frentes y deja entrever el cansancio de la fórmula centrada en el personaje acosado por fantasmas que sólo él/ ella ve y que se remontan a acontecimientos traumáticos que hoy reaparecen -por supuesto- debido a un accidente provocado por un descuido y/ o insensatez que deriva en una muerte transitoria capaz de activar la “destreza” de ver a espíritus varios. Aquí la atropellada a los pocos segundos del inicio es Dana Milgrom (Macdonald), una entrenadora de atletismo que cuando despierta en el Hospital Hopewell descubre que tiene sus piernas entumecidas, su brazo izquierdo destrozado, su cara llena de cortes y que está conectada a un respirador artificial que le impide hablar de manera tradicional, por lo que depende de un sintetizador de voz para poder comunicarse. Así las cosas, rápidamente una presencia espectral comienza a acecharla durante las noches y desde el armario de su cuarto, un tal Nails (Richard Foster-King), generando la incredulidad de su familia, léase su esposo Steve (Steve Wall) y su hija Gemma (Leah McNamara), y del personal del lugar, en el que pareciera que sólo trabajan el enfermero Trevor (Ross Noble), el psiquiatra Ron Stengel (Robert O'Mahoney) y la anodina directora Elizabeth Leaming (Charlotte Bradley). La historia no deja pasar mucho tiempo hasta informarnos que el fantasma símil J-Horror pertenece a Eric Nilsson, un antiguo enfermero que apuñaló con una hipodérmica a cinco niñitas y que ahora anda entretenido con la pobre Dana, un panorama que en general nos condena a diálogos paupérrimos, una ambientación demasiado deficitaria y jump scares cronometrados que se ven venir a la distancia y colaboran en la sensación de que una scream queen como Macdonald estaba para mucho más. El film por momentos parece querer analizar el tópico “mujer que todos toman por histérica, fruto del ninguneo social” y en otras oportunidades parece orientado a explotar el concepto del “cuerpo como prisión” ya que al fin y al cabo Milgrom está postrada en una cama debido a sus múltiples lesiones, no obstante aquellos interesantes titubeos circunstanciales quedan relegados frente a un desenlace negligente que reproduce -sin astucia ni talento de por medio- el andamiaje estándar de los slashers de antaño, redondeando un producto extremadamente olvidable…
Carne y uña podrida La falta de sorpresa llega más rápido que el primer susto y entonces Paranormal (Nails) cae en desgracia como su protagonista, imposibilitada de escapar de la cama del hospital al que llegó maltrecha tras un accidente en la vía pública mientras corría como todas las mañanas hasta aquella fatídica en que su cuerpo impactó sobre un parabrisas y el hecho dejó secuelas físicas, así como la experiencia de haber muerto durante tres minutos, circunstancia que la conecta desde la percepción con el trillado mundo de espectros o aquellas almas que no desean dejar en paz a los mortales. Si el antecedente de este film fuese la obra maestra de Hitchkcock La ventana indiscreta, que no necesitaba del efecto berreta del susto para transmitir adrenalina y clima de suspense, esta versión que incluye camilla, traqueotomía y una computadora que habla cada vez que la protagonista tipea llama a la risa más que a otra cosa. El otro dato gracioso es una pseudo trama para justificar las presencias que atacan a la accidentada y donde los buscadores y las redes funcionan de maravilla para que avance una trama obvia, predecible, y con constantes problemas de guión. Sólo para fanáticos que siempre quieren ver lo mismo.
Paranormal: Cómo podría haber sido una película de terror con Stephen Hawking. Un film con poco presupuesto, con pocas locaciones, una mujer sin poder hablar más que por una computadora, bastantes vulgaridades del género, llega a los cines argentinos. Comenzamos en un hospital. Un hombre extraño corta las uñas a una nena dormida en una cama. Le inyecta algo, no sabemos qué. Las uñas las coloca en un sobre que dice Caitlin ¿el único indicio que tenemos de la protagonista? No, porque la protagonista se llama Dana. Dana Milgrom, para ser más exactos, una entrenadora de corredores en pista. Hasta que sufre un accidente la que la deja paralizada y atrapada en una cama de hospital. Paranormal o “Nails” es el debut en la dirección para Dennis Bartok, quien ya escribió otro film pequeño como Trapped Ashes (2006). Tardó bastante en volver a guionar, y se nota. A pesar que en este film tiene como co-guionista a Tom Abrams (Ganó una mención especial en Cannes por un corto que filmó y escribió en el año 1989), la película no se sostiene a lo largo de las peripecias que soporta la protagonista. Ella solo podrá comunicarse a través de un programa de voz artificial y enganchada a una máquina de respiración. Pero como espectador, nosotros lo que más debemos soportar son las malas actuaciones y los deficientes diálogos. Ella está convencida de que una presencia aterradora llamada Nails existe dentro de su habitación de hospital. Nadie la cree, ni siquiera su propio marido, que piensa que está sufriendo un colapso mental. A medida que su matrimonio se desintegra y su control sobre la realidad comienza a destrozarse, Dana lucha para convencer a los médicos y al personal de que Nails es real y tiene la intención de destruirla. Este comienzo prometedor decae a los pocos minutos. Lo que podría ser una especie de Stephen Hawking enfrentándose a un espíritu, se convierte en un film lleno de lugares comunes. Las actuaciones no transmiten nada más que frialdad, más aún en los personajes secundarios como el enfermero (Ross Noble, vinculado más a la comedia) o el marido de la protagonista. Ella, Dana, interpretada por Shauna Macdonald (The Descent, Filth) es la que sale flotando en este barco que se hunde cada vez que pasan los minutos. Teniendo características como The Bride de Kill Bill, hasta pequeños momentos que hacen acordar a ese clásico de Tarantino. El ritmo del film empieza ágil, al conocer al monstruo/espíritu (al que llaman Nails, uñas en inglés) velozmente. Aquí vemos lo más destacado de Paranormal, lo que no quiere decir que sea algo majestuoso a la vista. El buen maquillaje de los golpes de la protagonista, además de Eric Nilsson/Nails, interpretado por Richard Foster-King. Hay películas en la que no son necesarias tantas locaciones para lograr una gran película. Miren a The Room, La Habitación del Pánico, entre otros grandes films. En este caso, pasa mayormente en un hospital, espacio que no es muy bien utilizado, con una cámara especialmente estática. Asimismo, la edición parece burda, intentando asustarnos, con los clásicos “jump scares”, pero también presentando cortes en las escenas sin mucho sentido. Finalmente, la historia no es tan original como podría haber sido. Las subtramas no sostienen para nada los huecos que deja la película, y pareciera que el conflicto se podría haber resuelto solo con haberla cambiado de habitación. Igualmente, las acciones se vuelven más inverosímiles llegando a la conclusión de la película, a pesar de adentrarnos en la estructura creada por el guionista.
Quienes tengan memoria capaz recuerden un episodio de Buffy, lacazavampiros (1996-2003) llamado Killed by death, en donde la heroína interpretada por Sarah Michelle Gellar debía pelear contra un demonio que mata a niños enfermos en un hospital. Paranormal es en muchos aspectos similar pero no logra lo que si hacia ese capítulo en una hora de duración Dar miedo. Esta película dirigida por Dennis Bartok es una de esas tantas propuestas que invaden la cartelera nacional en una época en que las historias de fantasmas y demonios están en retirada. Esto no quiere decir que sea del todo mala, al contrario, tiene algunos atributos que por lo menos la hacen más soportable que el resto de la basura que se estrena en nombre del género de terror. Uno de esos aspectos positivos son las actuaciones que cumplen con lo requerido por el director. Sobre todo la de su protagonista Shauna Macdonald, a quien capaz recuerdan por su papel en El descenso del gran Neil Marshall. Esta actriz logra darle a su personaje presencia, energía y contundencia y es la que mejor logra que el espectador empatice con las situaciones que debe pasar. El apartado técnico es correcto, en especial la fotografía que muestra cada rincón del hospital donde transcurre esta película como un potencial lugar terrorífico. Y hablando de sustos, algunos logran su cometido. Es una película que no da miedo, por más que se lo proponga, pero que por lo menos esos ruidos fuertes logran hacer saltar a uno del asiento. Y eso es lo mejor de Paranormal. A pesar de durar apenas 85 minutos la historia se hace larga y la investigación llevado a cabo por los personajes protagónicos no es lo suficientemente atractiva como para seguirla. El director recurre a unos efectos especiales pocos convincentes y el resultado le quita poder a lo que se ve en pantalla. Y así como algunos sustos funcionan la acumulación va perdiendo eficacia hasta desembocar en un final un tanto ridículo e injusto. Paranormal viene a ser el claro ejemplo de un sub-género que está muriendo. No presenta ideas nuevas, ni creatividad, ni siquiera poder en la narración. Se contenta con ser una más y en este caso es ofensivo, ya que contaba con el talento suficiente como para lograr algo mucho más digno que solo entretener. Ser una película de terror que demuestre contundencia y seguridad en sus imágenes, que no nos deje dormir y que no sea solo una más.
De terror El guionista estadounidense Dennis Bartok, se mete como director en la nueva película, Paranormal (Nails, 2017), que nos promete una amenaza muy terrible que acecha en la oscuridad. Pero lo más tenebroso no es lo que se encuentra en la oscuridad, sino lo atroz que puede llegar a ser una película de terror como ésta. Paralizada tras un terrible accidente, Dana (Shauna MacDonald) lucha por recuperar su vida de siempre y a su familia. Su recuperación no va a ser nada fácil si la comparamos con las de otros pacientes en su mismo estado, ya que tendrá que lidiar con un fantasma en la habitación del hospital que la visita todas las noche para tomar su vida y alma. Es la premisa de un film de poco presupuesto con la mayoría de sus escenas sucediendo en una única habitación. Pero eso no es lo malo de la historia, sino que dentro de ese lugar, se desarrollan todos los clichés que posee el género de horror y de muy pésima manera. La película ni siquiera tiene una buena iniciativa de guion y, con el correr de los minutos, se desploma por completo. Las malas actuaciones del elenco, cuyos personajes tienen de repente sorpresivos trasfondos poco convenientes para la trama, hacen que el espectador piense que está atrapado en una cinta de las peores vista en el siglo. El tiempo y la atmósfera que envuelven esta historia de mal inicio, un trastabillado núcleo y uno de los peores desenlaces, son la combinación perfecta para que el espectador no quiera repetir la experiencia de verla nunca más, aun así si lo repitiese un viernes o sábado por la noche en algún canal de cable poco conocido. Paranormal es poco correcta, de esas que nos dejan pensando que el género cada vez está más devaluado que el peso argentino, y sin esperanza de remontar.
Proveniente de Irlanda, llega “Nails”, el habitual film de horror, que se presenta entre los estrenos de esta semana. Dennis Bartok nos ofrece este largometraje de terror indie, el cual está lleno de lugares comunes, varios clichés del género y ciertas lagunas narrativas que hacen que esta propuesta cinematográfica sea difícil de recomendar. Dana (Shauna Macdonald) es una entrenadora de atletismo que sufre un terrible accidente y queda paralizada. A su vez, también se ve imposibilitada para hablar, debido al daño producido en sus cuerdas vocales, por lo que deberá comunicarse mediante un software de computadora (al estilo Stephen Hawkins). Dana lucha por recuperar su vida y su familia hasta que descubre que hay un fantasma en su habitación de hospital que la acechará e intentará hacerle daño por todos los medios. Por otro lado, deberá enfrentarse al escepticismo de los empleados del hospital e incluso al de su propio esposo, que también creerá que sobrelleva una serie de alucinaciones demasiado vívidas. El guion sufre los convencionalismos del estilo de “Juancito y el lobo” y también la poco inspirada trama. Por momentos es sumamente inverosímil creer que la familia deja a la mujer desamparada y totalmente sola luego de sufrir semejante accidente automovilístico. Además, se dan varios hechos injustificados que solo se presentan por necesidades del propio guion. Los diálogos carecen de atractivo, y sufren de una tendencia sobreexplicativa en los instantes en que lo requiere la misma trama para que el relato avance. Shauna Macdonald, que había demostrado sus dotes en películas similares como por ejemplo “The Descent” (2005), intenta sobreponerse a esta serie de escenas inconexas, donde solo se producen algunos jumpscares bastante repetitivos y previsibles. Por el lado estético, el CGI y los efectos visuales tampoco ayudan a superar los problemas narrativos; el diseño de la criatura es bastante genérico y falla a la hora de provocar algún pavor en el espectador por el lado visual. La ambientación y todo el trabajo de decorados no llegan a crear la atmósfera opresiva que necesitan este tipo de relatos. Sonoramente la cinta tampoco se destaca, pero puede que sea el área que más acertó en términos dramáticos. “Paranormal” es un relato fallido, predecible y que posee serios problemas argumentales y narrativos. Un film que no presenta ningún tipo de sorpresa dentro del saturado género del terror paranormal. La propuesta resulta ser inverosímil y poco atractiva. Un film que tiene más errores que aciertos.
Nails (2017) trata sobre el terrible descubrimiento que hace Dana (Shauna Macdonald), una maratonista, cuando es hospitalizada luego de un accidente que la deja inmovilizada. Su marido y su hija procuran cuidarla hasta que algunas novedades enturbian la situación. Lo más desconcertante de Nails no son sus incongruencias, que son varias (un hospital que se está cayendo a pedazos que cuenta con tecnología de avanzada), ni sus casualidades (el seguro cubre la estadía de la protagonista en el hospital más endemoniado de la ciudad). El problema es que su fantasma no causa el más mínimo miedo, con efectos visuales bastante falsos y sustos previsibles. Son varios los momentos graciosos no intencionales durante el metraje, como una discusión incoherente en el clímax donde el típico aviso del personaje principal (“¡No vayas por ahí!” “¡Todos vamos a morir!”) no es escuchado y cae la siguiente víctima. Además, las actuaciones empobrecen cualquier posibilidad de creer lo que ocurre en la breve investigación por Internet que hace la protagonista. No hay un rasgo que redima el film. Desde su inicio hasta el conflicto forzado entre ella y su marido, el guión busca acorralar al personaje para que sintamos empatía, pero lo que terminamos sintiendo es aburrimiento porque ya lo hemos visto antes y muchas veces. Siempre los mismos sonidos que no sabemos de dónde provienen, la electricidad que falla como anuncio de que algo malo está por ocurrir, siempre los avisos que solo ve la protagonista y nosotros, como si las alucinaciones fuesen cosa menor que se desechan por ser consecuencia de un trauma y no se valoran como una posibilidad de significado. La única posible redención proviene del psiquiatra Ron que atiende a Dana. Posee un aire de maldad que recuerda al Jon Voight de Anaconda (1997). Se trata siquiera de un rasgo kitsch donde el personaje es un simple espectador del mal. Pero en este caso no se aprovecha y es un elemento más que sigue el mismo destino de otros personajes. Ni siquiera Shauna Macdonald, protagonista de ambas The Descent (2005) y The Descent 2 (2009), puede salvar la historia de cumplir con rigidez y a rajatabla los giros genéricos esperados sin mayor sorpresa.
"Algo acecha en la oscuridad”, advierten los carteles de Paranormal. Ese suspenso se diluye rápidamente cuando el film revele que acecha lo mismo que en 9 de cada 10 películas de terror: un fantasmita traumado que vuelve para saldar viejas deudas pendientes. La protagonista de esta producción irlandesa es Dana (Shauna Macdonald), una mujer atlética (lo primero que dice cuando se levanta es que va a correr 20 kilómetros y vuelve) que sufre un accidente automovilístico que la deja convaleciente en el hospital. La muerte de ella durante algunos minutos es la trillada excusa narrativa para avalar lo que vendrá. Lentamente empezarán a suceder cosas extrañas –asegura ella– provocadas por un hombre alto y de dedos largos. Un hombre que solo ella ve. Paranormal intentará construir una módica tensión alrededor de ese misterio, apelando al remanido truco de un viejo enfermero que se ha suicidado justo, justo en esa habitación. Paranormal es una de esas producciones de bajo presupuesto que, en lugar de hacerse cargo de esa condición, apuesta por una imaginería visual y narrativa de gran escala para mostrar un monstruo que genera cualquier cosa menos miedo. Con un guión tan automático y predecible como lleno de agujeros que, para colmo, coquetea con el drama interno de su protagonista, y actuaciones que apenas superan lo amateur, se trata de un film que aporta poco y nada al género de los sustos.
Las películas de terror no son sólo propiedad del cine estadounidense, que inunda de sangre, tripas y sustos, mejor o peor enhebrados, o del cine asiático. Hace semanas llegó El ritual, del Reino Unido, y esta semana la cuota de horror la pone Paranormal (Nails, o Uñas, título mucho más sutil), que viene de Irlanda. Para no generar expectativas de más, o erróneas, no es que Paranormal vaya a descubrir algo nuevo. Lo bueno del filme en el que Dennis Bartok debuta como realizador es el manejo del suspenso, y de la sorpresa al inicio. Una profesora de atletismo es atropellada en la calle, y cuando despierta se encuentra internada en el hospital Hopewell. No puede mover las piernas, tampoco puede hablar, está conectada a un respirador artificial, y se comunica con su marido, su hija, los médicos y un enfermero mediante un dispositivo, un sintetizador de voz. Por supuesto que en su cuarto está internada ella sola. Y por supuesto que el espectro que aparece lo hace siempre cuando está sola. A los miedos lógicos que tiene se suma el estar casi convencida de que su marido la engaña. Paranoias aparte, hay una historia detrás de Nails, un personaje del que no vamos a hablar aquí, porque respetamos al público y no nos gusta spoilear y la película lo explica en su momento con demasiada claridad. Hay puntas que el guión va dejando para que el espectador más o menos avispado las tome y vaya desentrañando por qué sucede lo que sucede. Y el que prefiera zambullirse en su balde de pochoclo, puede hacerlo tranquilo. Paranormal no defraudará a los amantes del género. Tampoco es que abra una nueva variante, pero mantiene tensión sobre un personaje inmóvil con el que es fácil entrar en empatía, y al que Shauna Macdonald le pone más que sus expresiones de, temor, terror o las que fueran necesarias.
“Paranormail”, de Dennis Bartok Por Gustavo Castagna Fiel exponente del terror “pastiche” debido a la acumulación desenfrenada de referencias a otras películas, siempre mejores que Paranormal o… Nails en el título original. Transparente ejemplo de terror “hospital(ario)” con la cámara recorriendo pasillos, violando intimidades de pacientes (en realidad, solo uno y alguno que da vueltas), presentando un tipo de terror ad hoc para adolescentes sin demasiadas pretensiones de descifrar virtudes y / o defectos de la puesta en escena. El arranque no es original pero se disfrute sin autoexigencias: un accidente, una internación, una paciente con la cara maltrecha, dificultades en el habla, fracturas, respiradores artificiales, cuidados intensivos. Pues bien, ya se está ante el recuerdo de algún clásico añejo pero valioso como Hospital del terror o, ya inferior, aquella Halloween 2, cuando aun no se recurría a la steadycam como uso y abuso. Simplemente, porque no existía. Pero en Paranormal hay un pasado que corroe: el espíritu de un enfermero asesino de niños que anda con ganas de reaparecer y pegarle más de un susto a la ya de por sí inestable protagonista (Shauna MacDonald, quien salva algunas escenas). Un poquito de música ruidosa por allí destinada a que se pegue algún salto o grito bastante gratuito, algunas referencias a la familia disfuncional que integra el personaje principal, un par de momentos inquietantes que aluden a las súbitas reapariciones del enfermero criminal, una imagen terrorífica del asesino saliendo de un ropero (sí, claro, los asiáticos ya hicieron mil planos parecidos), en fin, una mirada sobre el género que se ubica en una zona intermedia más relacionada a la omisión que al rechazo instantáneo. Eso es Paranormal: la ves sin problemas, se olvida rápido, no incomoda ni tampoco ofende. Es un “ni” con el pulgar semibajo. PARANORMAL Nails. Irlanda, 2017. Dirección: Dennis Bartok. Producción: D. Bartok y Tom Abrams. Producción: T. Abrams y Joseph Kaufman. Música: Ade Fenton y Tim Slade. Montaje: John Walters. Con: Shauna MacDonald, Ross Noble, Steve Wall, Richard Foster-King. Duración: 85 minutos.
Llega de Irlanda una nueva propuesta que conjuga la posibilidad de generar tensión y suspenso a partir de la desgracia de una mujer, quien, inmovilizada, deberá luchar con sus propios miedos y aquellos que la acecharan sin poder escapar. De una primera instancia con climas, atmósferas y actuaciones logradas, pasamos a una resolución sorpresiva, y no para bien, que resiente todo aquello que venía potenciando desde la puesta y la interpretación protagónica.
No sé si les pasará a ustedes, pero cuando una película de horror me llega, cala hondo en mi ser. Es una sensación perversa a la cual pocas veces me tiene acostumbrado el género que tanto adoro, y Hereditary me sigue generando escalofríos aún cuando han pasado tres semanas desde su estreno. Dicha sombra no le hace ningún favor a Nails, co-producción anglo-irlandesa que a las salas locales llega con el genérico y aburrido título de Paranormal, un cúmulo de lugares comunes que entierra la poca buena voluntad del film en clichés del horror que ya no deberían existir.
Luego de sobrevivir a un accidente, la entrenadora de atletismo Dana Milgrom (Shuana Macdonald) se despierta en un hospital paralizada y encarcelada en su propio cuerpo. Mientras trata de recuperar su control se enfrenta con un espíritu vengativo. Deberá luchar no solo con esa siniestra aparición, sino también con su marido y con quienes la rodean, que creen que ella sufre un colapso mental. El director Dennis Bartok elaboró una historia de terror que se aparta poco del género, aunque suma detalles que aumentan el suspenso para seguir la torturada existencia de su protagonista.
Antes que nada hay que decir que esta "Paranormal" se llama "Nails " ("Uñas") y el título local está puesto para buscar un parentesco, en realidad inexistente, con la serie de películas sobre cámaras de seguridad que captan sucesos fantasmagóricos. Aquí hay una mujer que sufre un accidente y queda internada en un sanatorio casi desierto y siniestro. Y el hecho de que sus heridas le hayan quitado la capacidad de hablar normalmente, y que tenga que utilizar una computadora para poder comunicarse, no mejora precisamente las cosas. Es que en el lugar ocurren cosas siniestras, y ya desde la secuencia de títulos está claro que a los pacientes les cortan las uñas durante la noche, no se sabe muy bien para qué, pero sin lugar a dudas para nada que tenga que ver con lo medicinal. Esta película irlandesa de muy bajo costo recorre caminos ya conocidos, agregándole el dato de un enfermero psicópata que años atrás actuó como ángel de la muerte matando enfermos internados en el lugar. Sin ser un gran film, "Nails" está bien actuada, tiene buenos climas de tensión y ofrece un buen par de sustos.
El argumento de la película, la cuota de terror semanal que consumen los fanáticos, propone de entrada que la heroína del film, una atleta que sufrió un accidente, despierte inmovilizada en una cama, con respirados como única forma de comunicarse con la voz artificial de una aplicación en su computadora. El terror llega de manos de una especie de Nosferatu que primero la observa y luego la amenaza del cual ella no puede escapar. Además, típico, nadie le cree, ni el enfermero, ni los médicos, ni la familia, salvo su hija. El argumento intenta una ligazón con un asesino serial que tiene poco sustento y todo se limita, para el director y guionista Dennis Bartok (junto con Tom Abrams) a crear bien climas y momentos de tensión que cumplen con los adictos al género. Escenas bien logradas, momentos de conspiración y ocultamiento y por sobre todo sustos aquí y allá para cumplir bien. No llega a ser un gran film pero tiene ciertas pretensiones estéticas que lo hacen pasable.
Los muertos que vos matáis gozan de buena salud Una forma de describir a Paranormal, debut tardío de Dennis Bartok (cuyo currículum incluye trabajo como programador de la Cinemateca de Los Angeles por más de una década, un paso breve por el Festival de Tribeca, algunos guiones y hasta periodismo), es como una película de terror cuyo mayor mérito una factura prolija, aún cuando los recursos narrativos que utiliza puedan resultar anticuados, y en la eficacia para montar algún golpe de efecto bien dado, de esos que se ven venir a dos o tres planos de distancia, pero que aún así consiguen que el cuerpo se despegue del asiento. La otra es ir encontrándole una a una todas las costuras e hilos flojos, sobre todo en el guion, que parece más obra de un principiante (y ya se ha dicho que de alguna forma Bartok lo es) que de un director de 53 años, por más debutante que sea. Esta dualidad tiene que ver con un primer acto (y un poquito más) que alienta a tener paciencia más allá de los lugares comunes. Es que en esos primeros 15 o 20 minutos aquella mentada prolijidad formal se superpone y consigue disimular el trazo grueso, generando la esperanza de que tal vez haya algo más en Paranormal de lo que finalmente resulta haber. Dana es una mujer vital y deportista que queda postrada en una cama de hospital luego de un accidente de tránsito en el que estuvo clínicamente muerta durante unos minutos. La decisión de construir la escena previa y el accidente mismo a través de las distintas cámaras de seguridad que Dana encuentra en su recorrido habitual de footing matinal, funciona como anuncio de que el recurso de utilizar dispositivos de registro que van más allá de lo tradicional tendrá un lugar importante en la estructura del relato. En su convalecencia Dana comenzará a sentirse observada pero nadie le creerá. Un clásico. A partir de ahí, por culpa del guion, todo se viene abajo a una velocidad crucero de 24 cuadros por segundo. El marido de Dana es un imbécil que actúa con igual impericia el acto de sostener a su mujer como el de meterle los cuernos. El personaje del psicólogo es digno de una película filmada por adolescentes, apareciendo de la nada en la narración y con una actitud que genera dudas: no se sabe si en realidad es un fantasma, un hijo de puta o un pelotudo. Después de eso no sorprende que la directora del hospital sea una especie de señorita Rottenmeier... El único que zafa es Trevor, el enfermero precarizado que tiene su oficina en el sótano, que se gana el corazón proletario de todos con el bate de aluminio que usa para matar las ratas del nosocomio. Él será el único que creerá que la amenaza que siente Dana es real. La tensión entre ella, su marido, la hija y la amante, justo antes de que se desate la previsible carnicería, hace que sobre el final renazca la esperanza. Por un instante alguno creerá que el miedo puede ser metáfora de otra cosa, que el monstruo no es más que un McGuffin para ocultar una monstruosidad doméstica mayor. Pero no, la verdad es que no hay nada más.
He visto mucho cine asiático (J-Horror), instalado en hospitales, con apariciones, enfermeros, climas lúgubres... Y siempre sentí que esa línea de trabajo era de su propiedad casi, y que no la recreabamos desde nuestra mirada occidental. Si bien, hay algunos trabajos que siguen esa línea, lo cierto es que durante la proyección de "Nails" sentí que era, un film al que le hubiese sentado bien, otra geografía, no Irlanda. Y no es que tenga nada en contra de los anglosajones. Para nada. Creo que los irlandeses hacen excelentes dramas. Y que la BBC produce y financia la mayor parte de las veces, material muy interesante producido en la isla más pequeña de las británicas. Pero es cierto que no tienen tradición en terror y que, después del debut de Dennis Bartok (de una carrera previa que incluye periodismo, guión y otras cuestiones), no cambia demasiado la ecuación. "Nails" ("Paranornal") es una película de acotado presupuesto, que se apoya en una historia que lejanamente emparento con "Nightmare on Elm's Street", en la cual la acción se desarrolla en un centro médico particular. Dana (Shauna Macdonald, cuyos antecedentes más interesantes se deben a la saga "The descent" y a una breve aparición en "Filth") es una mujer energética que se encuentra postrada en un hospital, con diagnóstico reservado. Técnicamente, luego de una accidente, estuvo muerta unos minutos y su estado la deja varada en una cama, sin posibilidad de reaccionar demasiado (aunque lo haga), a una amenaza que lentamente tomará forma durante su estadía en el lugar: al parecer, hay una aparición de un ser innmaterial que se dedica a atormentar a la gente en el nosocomio y que además... posee uñas largas y afiladas. Sólo le falta el sombrero y la camiseta rayada. Si, está bien. El sueño digamos que no interviene tanto como en "Paranormal", pero el espacio onírico también ofrece lugar para algún susto. Bartok narra de manera discreta y no desarrolla ninguna idea original, a lo largo de todo el metraje. La cinta es previsible al cien por cien. La protagonista luchará porque crean en lo que ve y siente, y contaremos con un set de secundarios que sólo cumplen en transmitir las líneas de un guión no demasiado consistente. Hay trucos, algo de atmósfera, y esa sensación de... en la condición física de Dana, cualquier cosa pueda pasar! Pero sin embargo, no pasa de ahí. Se que la gente que ve terror necesita su dosis semanal y quizás "Paranormal" les aporte algo. Tip: Si no vieron "Kansen" (2004, título internacional "Infection") y quieren ver algo de acción más subida pero también en el mismo escenario, pueden buscarla en la red y continuar en la misma temática.
Una mujer se recupera de un accidente que la dejó clínicamente muerta por unos minutos. En silla de ruedas, sin poder moverse ni comunicarse, empieza a convencerse de que la visita un fantasma de largas y filosas uñas. Terror hospitalario made in Irlanda, pero más que nada otra de fantasmas que no tienen paz. Sin sorpresas y con unos cuantos sustos a reglamento.
Con tanta película de terror cuyo título lleva el adjetivo Paranormal, quizás los distribuidores locales de Nails deberían haber respetado el nombre original del largometraje irlandés que desembarcó antes de ayer en nuestra cartelera comercial. Las uñas sugieren poco en un contexto impreciso pero el género las convierte en artífice de por lo menos dos situaciones espantosas: toparnos con una criatura munida de garras asesinas, y asistir a –o peor, ser víctimas de– la típica sesión de tortura que consiste en arrancar las extremidades de los dedos de manos y/o pies. En su ópera prima, Dennis Bartok desarrolla la primera fantasía. De hecho imagina un espíritu maligno que se caracteriza por llevar uñas largas y querer clavarlas con intención letal. Por si fuera poco, cuando estaba vivo, el personaje ya estaba obsesionado por las uñas ajenas; de ahí el apodo que da título al film. Nails carece del protagonismo que tuvo aquel otro aparecido de extremidades filosas, Freddy Krueger, porque fue concebido como parte de una pesadilla mayor: aquélla que consiste en estar internado en una clínica de mala muerte (en el sentido metafórico y literal de la expresión), conectado a un respirador artificial, con el cuerpo inmovilizado y sin capacidad de habla. Por si ese destino inspirara poca aprehensión, el realizador debutante se lo impone a una deportista. Bartok explota el miedo que todos tenemos a convertirnos en despojo humano y, por supuesto, a morir en circunstancias tan desgraciadas. Lo exacerba a partir del acoso de un fantasma resentido que recuerda cuán delgada es la frontera entre la vida y un más allá sórdido. En esta entrevista que le concedió a Norman Gidney de Horror Buzz, Bartok contó que es hijo de un médico y de una enfermera. “Los hospitales siempre me perturbaron” agregó a la hora de reflexionar sobre las musas inspiradoras del guión que escribió con Tom Abrams. El realizador irlandés recrea bien el clima siniestro de las clínicas de cuarta categoría (asoma un atisbo de denuncia social cuando el esposo de la internada Dana explica que la prepaga no puede costearles una institución mejor). También ofrece un juego interesante entre la percepción directa de la realidad y aquélla a través de un circuito cerrado de televisión. La película pierde puntos cuando reedita recursos clásicos del género, por ejemplo los golpes de efecto musicales y las irrupciones del primer plano de un Nails a veces munchiano. Por otra parte resulta defectuosa –de hecho, casi paródica– la puesta en escena del ataque final. Paranormal es una propuesta entretenida (la actuación de Shauna Macdonald contribuye mucho en este sentido). En cambio le faltan atributos para sobresalir entre tantos largometrajes sobre apariciones de muertos que ni descansan ni dejan vivir en paz.
Todo comienza rápidamente mostrando imágenes del pasado. Luego vemos a Dana (Shauna Macdonald, "Star Wars: Episodio VIII - Los últimos Jedi", “El descenso”) preparando el desayuno para su familia y temprano hace fitness, yoga y corre varias cuadras antes de comenzar el día, pero sufre un terrible accidente y es atropellada. El agresor huye y termina internada en el Hospital de rehabilitación Hopewell. Es un milagro que esta mujer viva, uno de sus brazos, sus piernas, su cara muy lastimada, está conectada a un respirador y comienza a comunicarse escribiendo con una computadora donde sale su voz. Lo difícil está en lo alarmante que sucede en su habitación; hay un armario y ella durante las noches nota que algo siniestro hay allí, pero nadie le cree, piensan que esto es producto de su imaginación. Quienes la visitan son: su esposo Steve (Steve Wall) y su hija Gemma (Leah McNamara), después está: el enfermero Trevor (Ross Noble), el psiquiatra Ron Stengel (Robert O’Mahoney), la directora Elizabeth Leaming (Charlotte Bradley). Pero una historia siniestra se oculta allí desde 1972 con un personaje llamado Eric Nilsson, y Uñas (Richard Foster-King), el título original de la película. En esta cinta no pasa nada que cause miedo, atmósferas poco creativas, diálogos pobrísimos, sustos y efectos especiales baratos, un pequeño giro hacia el final funciona, agitando la trama de lo contrario directa. Tiene un toque similar a “Frágiles” (2005) de Jaume Balagueró.
A excepción de algunos chispazos esporádicos de creatividad, el cine de terror de la última década ha sido sinónimo de tedio y falta de imaginación. La mayoría de las películas que se estrenan son secuelas de franquicias exitosas, o bien remakes de éxitos de los ochenta o noventa aggiornados a nuestra época. Por una tercera vía, en tanto, llegan las ideas originales. Aunque hay que tomar este término con mucha delicadeza, ya que en la mayoría de los casos son tramas genéricas y trilladas, vistas más de mil veces y olvidadas rápidamente en igual cantidad de ocasiones. La película británica Nails del año 2017 lamentablemente cae en esta categoría de horror genérico y olvidable. En su debut como director, Dennis Bartok nos cuenta la historia de Dana Milgrom, una mujer de mediana edad y gran estado físico que una mañana sale a correr y es violentamente atropellada por un auto. A causa de esto Dana termina internada en un hospital (carente casi de personal y pacientes) donde empezará a sentirse observada y amenazada por una presencia diabólica/fantasmal apodada -sí, adivinaron- “Nails” (Uñas). Toda esta situación tiene como agravante que Dana no puede caminar ni hablar producto del accidente, y solamente puede comunicarse con una computadora que lee en voz alta lo que ella escribe. Se puede afirmar entonces que Nails se trata de una película de terror genérica porque contiene todos los clichés y lugares comunes que ya cansaron de tanta repetición en este género: los silencios prolongados seguidos de un salto para asustar, las persecuciones, el villano que no es humano sino una presencia fantasmagórica, la protagonista que es tratada como loca porque ve algo que los demás no, y muchos más que parecen ser sacados de una receta de cómo hacer un film de terror mediocre. Ya de por sí la película se ve barata (no por nada se salteó su paso por el cine para ir directamente a Netflix). En muchas ocasiones, producciones de bajo presupuesto se las arreglan para que el producto final sea de la mayor calidad posible según el dinero que tuvieran para hacerlo, pero no es el caso de Nails. Desde la notable falta de actores y extras para llenar un espacio tan poblado como es un hospital hasta la ambientación del mismo denotan una falta de habilidad para hacer que menos sea más. Las muertes son casi todas fuera de plano (un recurso que sugiere más una desesperación por ahorrar que un posicionamiento estético), además de anticlimáticas. Los efectos especiales son pocos para una película de estas características pero cuando aparecen resultan risibles. Incluso el final es ambiguo y poco satisfactorio, haciendo que sus 84 minutos de duración se sientan una eternidad. Nails es definitivamente una película no recomendable ni siquiera para los fanáticos del terror que a veces buscan solo una trama simple y ver algo de sangre (porque casi que no se derrama ni una gota). En esta década hay esfuerzos mucho mejores y dignos de ser vistos (Get Out, The Witch, A quiet place, Raw, It follows) que merecen el apoyo del público, pues son los que mantienen la llama viva de este género y evitan que caiga en el olvido.
Desde Irlanda, cuya producción cinematográfica es escasa, pero no por eso exenta de calidad, llega ésta película de terror con la misión de renovar las ideas y temáticas explotadas universalmente hasta el hartazgo, para intentar darle un soplo de aire fresco al género que tiene sus fanáticos alrededor del mundo. En éste caso no hay muertos que reviven en un cementerio, ni una familia-tipo que se muda a una casa deshabitada por años, y que luego son atacados por fantasmas. Aquí, en la realización de Dennis Bartok, los macabros hechos transcurren en un hospital. Dana (Shauna MacDonald) vive con su marido Steve (Steve Wall) y su hija adolescente, Gemma (Leah McNamara), en una confortable casa y, por lo que podemos apreciar, sus días transcurren sin alteraciones. Sale a correr por las calles de su ciudad, como siempre, pero un auto la atropella y termina internada en un nosocomio. El contundente incidente, sumado a la escena introductoria, nos traza el panorama por el cual va a transitar la historia, porque el resto del relato va a transcurrir dentro de un hospital de rehabilitación física y de los padecimientos de todo tipo que sufre la paciente. Mientras la protagonista permanece en cama, recuperándose, ocurren cosas fuera de lo normal para una institución que se dedica a restablecer la salud de las personas. Hechos siniestros que le alteran la calma, porque por las noches la “visita” en su habitación un zombi, Eric Nilsson (Richard Foster-King), que había sido enfermero del lugar que tuvo un oscuro pasado entre los vivos. Sólo lo ve Dana, no le creen demasiado, y el único que confía en ella es su enfermero Trevor (Ross Noble). El sufrimiento, los dolores, la imposibilidad de hablar normalmente, la desesperación, la postración, el horror, todas esas acciones y sentimientos genera y transmite perfectamente Shauna MacDonald acostada en una cama, el resto del elenco hace su parte y acompaña sin destacarse, incluso algunos son demasiado insípidos desequilibrando los climas narrativos. Mantener la tensión, el suspenso, la opresión y angustia asfixiante dentro de las cuatro paredes de la habitación es un mérito del director, ya que la mayor parte de la historia sucede allí. El guión está bien estructurado porque la maldad del monstruo se justifica desde el principio y, poco a poco, sus apariciones son más asiduas para que Dana padezca no sólo heridas físicas propias de este mundo, sino también el acecho continuo de alguien que viene del más allá y no precisamente de manera amistosa.