El ocaso de los dioses En la búsqueda desesperada de los estudios de Hollywood por encontrar sagas literarias de corte fantástico que luego puedan convertirse en franquicias cinematográficas sustentadas en un gran despliegue de CGI y destinadas al consumo familiar masivo, Fox descubrió las novelas de Rick Riordan sobre Percy Jackson, un típico adolescente de escuela secundaria que descubre que es hijo del mismísimo dios griego Poseidón. Así, para iniciar una saga que reciclara y combinara elementos de Harry Potter con otros de Las crónicas de Narnia o de La leyenda del tesoro perdido, contrataron a Chris Columbus -responsable de un par de episodios no demasiado estimulantes sobre el joven mago de Hogwarts- para que narrara con cierto vértigo, mezcla de géneros y un (abusivo) despliegue de efectos visuales las peripecias de este semidios que debe devolver a tiempo un rayo robado para evitar un enfrentamiento entre su padre y Zeus que podría derivar en el fin del mundo. Si la trama puede sonarle al lector no demasiado creativa, le aclaro que la puesta en escena tampoco lo es. Todo parece haber sido diseñado en un laboratorio (o sea, en unas supercomputadoras) y realizado con el piloto automático del profesionalismo más básico. El chico va a la escuela (es disléxico y tiene problemas de atención), descubre que es el hijo de un dios griego, se entrena con sus pares, se enamora de la hija de Atenea, sale de aventuras con la chica y un joven negro (sí, el comic-relief), lucha contra un minotauro, contra un centauro, contra Medusa, contra una hidra, contra el malvado Hades y, en el camino, mientras deambula por Nueva York o Las Vegas, los productores aprovechan para meternos de la manera más torpe publicidades/chivos de I-Pod, de Maserati, de Mac Book Air, etc. Así, llegaremos al Olimpo (de los dioses, no del cine) donde el buenazo de Percy se reencontrará con un Poseidón que lo ha abandonado por exigencia de Zeus (¿Y La Sirenita?). Las actuaciones (tanto de los jóvenes protagonistas como de las conocidas figuras que tienen pequeñas participaciones) son muy poco memorables y las set-pieces tienen menos gracia que un demo de una empresa de tecnología y resultan, por lo tanto, un mero regodeo de poderío visual sin la más mínima sustancia. Como inicio de saga, Percy Jackson y el ladrón del rayo es bastante probre (en la comparación, Las crónicas de Narnia adquiere una dimensión cercana a la de El señor de los anillos). No sé qué éxito comercial pueda tener ni cómo será su futuro, pero Chris Columbus redondea otro subproducto digno de su mediocre carrera.
Hollywood no se resigna. Hollywood continúa persiguiendo la Quimera (no la de Chaplin por desgracia) de la “nueva franquicia” que pueda seguir haciendo millonario a más de uno. Así llega Percy Jackson y el Ladrón del Rayo, película que se basa en una novela de Rick Riordan en la cual Percy Jackson (interpretado por el gélido e inexpresivo Logan Lerman) descubre que es hijo del dios griego Poseidón y que existen adolescentes hijos de los dioses griegos que habitan en un campamento donde entrenan y desarrollan sus poderes. El junto a Annabeth ( la bonita Alexandra Daddario) hija de Atenea y a su mejor amigo , el sátiro Grover (Brandon T. Jackson) van en busca del rayo robado , pelando con todo tipo de personajes mitológicos , e intentando evitar una guerra entre Poseidón y Zeus que desencadenaría en el fin del mundo. Toda la aventura es zonza y estupida , Percy no demuestra ningún tipo de emoción parece que le da lo mismo que muera la madre o que un minotauro lo pase por arriba , es asquerosamente asexuado y no tiene ningún tipo de impronta de héroe del cine de aventuras , en realidad la película no tiene ningún tipo de impronta , jamás la puesta en escena nos remite al cine de aventuras clásico , por el contrario , en Percy Jackson y el Ladrón del Rayo las cosas suceden porque si , casi sin explicación, aparecen y desaparecen personajes sin que sepamos absolutamente nada de ellos, casi un frenético zapping televisivo que navega entre géneros pero que nunca se ancla en ninguno. Estamos siendo testigos de la influencia nefasta de Harry Potter, un cine digerible pero que cae mal por ser dietético, de única lectura y dicha a los gritos, sin ningún tipo de espesor en los personajes. ¿Quien elige a Pierce Brosnan, todo un lord, para ponerle la mitad del cuerpo de un caballo? ¿Quien elige a Rosario Dawson para una película donde no le vas a filmar el culo en primer plano? Si, en Percy Jackson y el Ladrón del Rayo no hay una sola buena decisión.
Dioses del Olimpo en caos El director Chris Columbus sigue con el estilo y la aventura de Harry Potter y la piedra filosofal. Aunque el resultado no siempre es parejo, entrega un producto destinado al público menudo y adolescente. Percy Jackson (Logan Lerman, quien será el nuevo rostro de El hombre araña IV) es un adolescente con dislexia y problemas de atención en el colegio. Vive con su madre y la pareja de ésta. Todos parecen saber algo que él desconoce: es un semi Dios y es buscado por haber robado el rayo sagrado. Y hasta aguanta siete minutos debajo del agua. Lo que se dice un chico especial... El argumento, basado en la novela infantil El ladrón del Rayo, de Rick Riordan, funciona como excusa para pasear la cámara por atractivos escenarios, desde las colinas de Hollywood con sus letras blancas, pasando por Las Vegas, museos y hasta escenarios mágicos creados para el film. Percy Jackson tiene algunos puntos de contacto con Harry Potter: son tres amigos que, si bien no estudian en Hogwartz, tienen la misión de restaurar el mundo en sólo diez días, recomponer el ámbito familiar y sortear todos los peligros imaginables. Entre minotauros y cíclopes, el relato es un explosivo viaje al mundo de los Dioses y sus ¿sabias? decisiones. Los chicos saldrán contentos con esta travesía mágica que visita la mitología griega, y expone personajes como el centauro Quirón (Pierce Brosnan, desaprovechado); Medusa (Uma Thurman) que convierte en piedra a todos aquellos que la miran; Zeus (Sean Benn) y Poseidón (Kevin McKidd). Con buenos efectos especiales (sobre todo el dragón de varias cabezas y las caídas desde las alturas del edificio Empire State), Columbus se las ingenia para brindar un buen pasatiempo, sin varitas mágicas, pero con un bolígrafo que se convierte en una filosa espada.
No es raro que encuentren varios puntos en común entre "Percy Jackson y el ladrón del trueno" y las dos primeras películas del conocídisimo mago Harry Potter, y seguramente esto se debe a que esas tres películas están dirigidas por el mismo hombre, Chris Columbus. Tengo que confesar que antes de entrar a la sala, pensé que iba a ser una película para chicos de 6 años, aburridísima y que encima duraría dos horas. Y la verdad, que salvo por esto último, me equivoqué, terminó siendo bastante entretenida (aunque con mi edad obviamente no iría a verla), y supongo que a los más chicos les gustará bastante. Cuando el personaje principal, Percy Jackson, se entera que no es un chico común y corriente, sin dudas me hizo acordar a la primera película de Harry Potter, pero cuando lo mandan a un campamento para "chicos con poderes especiales" me recordó a "Sky High" (muy similar, por no decir igual!), y por último, pero no menos importante, varios de los enfrentamientos me recordaron a "Jumper". Con esto no pretendo destruír la película, sino mostrarles que toma cosas de varias películas, y que obviamente no tiene un guión demasiado innovador. Pero de todas formas, creo que va a funcionar bastante bien, porque al público al cual está dirigida esta película, esas cosas no les importa. En lo personal, me gustó encontrarme con una película que tomé como eje principal a los personajes más conocidos de la mitología griega, realmente me trajo buenos recuerdos de cuando leía varios libros sobre ese tema. Es sumamente interesante, y poder ver reunidos a muchos de esos personajes que aparecen en los mitos, en una sola película, fue realmente una grata sorpresa! :) Si a Percy Jackson (Logan Lerman) le ven cara conocida, los voy a salvar de que se maten pensando quién es? de dónde lo tengo? Fue William en "El Patriota", y Evan (cuando era chico) "El efecto mariposa". Tiene varias películas más en su haber, pero creo que principalmente lo reconocerán por esos trabajos. Y de ahora en más, también como "Percy Jackson". Otra cara conocida que anda dando vueltas en la película, es nada más y nada menos que Pierce Brosnan (007), pero que en esta ocasión está bastante lejos de ser todo un Gentleman, cuando vean la película ya verán por qué lo digo, no les quiero adelantar mucho :P "Percy Jackson y el ladrón del rayo", no presenta nada nuevo, pero sí reúne todos los ingrendientes para los más chicos se entretengan y la pasen muy bien a la hora de ir al Cine.
Mitología griega y superhéroes involuntarios Percy Jackson y el ladrón del rayo (Percy Jackson & the Olympians: The Lightning Thies, 2010) pretende dar comienzo a otra saga de historias juveniles de magos y hechiceras, que no agrega nada al género, incluso, desentonando por sus baches narrativos. Los mandatos familiares y los destinos impuestos, son apenas los temas adolescentes que se inmiscuyen en el relato. Percy Jackson es otro niño con dislexia y falta de atención de sus padres, que asiste a una escuela estatal. Vive con su madre y su padrastro. Pero su verdadero padre es el Dios griego Poseidón. Zeus, Dios del rayo, enojado porque le robaron su rayo, le reclama a Poseidón, Dios del mar, que su hijo es el ladrón de su rayo y que desatará una guerra en el ocaso del verano si Percy no lo devuelve. Hasta aquí una historia heroica entre dioses y humanos. El real trasfondo es el mandato familiar y el destino impuesto a Percy por su padre Poseidón. Él ya es un superhéroe pero lo que realmente quiere es ser lo que nunca pudo, uno más. En esta historia también está Anabeth hija de Atenea y Lucke hijo de Ares, dos superhéroes hijos de sus padres guerreros, luchadores que aceptan el mandato familiar y viven en el campo de batalla construido por sus padres. Formalmente tiene el mismo estilo fantástico de Harry Potter que respalda la narración mitológica utilizando el camino del héroe como meta. Pero será un destino plagado de efectos especiales -por supuesto- en escenarios creados por computadora en los que se desarrollarán efectivas persecuciones. Y ésto no es casualidad ya que el director de Percy Jackson y el ladrón del rayo es nada menos que Chris Columbus, responsable de las dos primeras entregas de Harry Potter. Director que en los años '90 brilló con los exitazos Mi pobre angelito (Home alone, 1990), Mi pobre angelito 2 (Home alone 2: Lost in New York, 1992) y Papá por siempre (Mrs. Doubtfire, 1993). Lo más ingenioso quizás sea la aparición de Uma Thurman como Medusa con cabello de serpiente y ojos que petrifican. El ingenio estuvo en la caracterización de Las Vegas como “el lugar que te engaña para que no lo abandones nunca” con flores de loto que drogaban a los jóvenes. Claro está que de las primeras entregas de las series fantásticas, llámase Harry Potter, El Señor de los Anillos o Las Crónicas de Narnia, Percy Jackson es la menos lograda, sin conseguir el vuelo artístico, el despliegue visual ni el carisma en sus personajes, necesarios para obtener –al menos- un entretenimiento eficaz.
Mito a la griega Nace una nueva saga, tipo Harry Potter. Había una vez un niño, hijo de padres con poderes (magos, bah) cuyas historias fueron best seller y su traspaso a la pantalla grande no tardó en convertirse en éxito. A la saga de Harry Potter le sucede otra, la de Percy Jackson, otro hijo de al menos un padre superpoderoso, tanto que es Poseidón. Como su madre es humana -de acuerdo a los parámetros HP Percy sería como Hermione- nuestro héroe es un semidios, y sin advertirlo primero, y convencido de que buena parte del futuro de la humanidad depende de él, se pone a la carga. Producida y dirigida por el mismo productor y director de las dos primeras películas de HP, Chris Columbus, Percy Jackson y el ladrón del rayo no crea su propia mitología sino que se nutre de la griega. Allí está Poseidón, peleando con su hermano Zeus, a quien alguien le ha robado su poderoso rayo. El joven, que es disléxico, tarda un poco en darse cuenta de que un profesor en sillas de ruedas y su compañero de estudios son en realidad figuras mitológicas: un centauro (Pierce Brosnan) y un sátiro -a no asustarse que la película es ATP-. Con el sátiro Grover y la hija de Atenea, Annabeth, Percy recorrerá etapas a lo ancho de los Estados Unidos para recuperar el rayo, porque sino, no volverá a ver a su mamá humana. Sabiendo que Columbus estaba detrás del proyecto, era esperable la superproducción, el ritmo vertiginoso y los efectos especiales, tipo HP y Narnia. Todo ello está, sumado -igual que en HP- a un elenco lleno de estrellas en papeles secundarios como es el caso Uma Thurman, que como Medusa es capaz de dejar tieso al más pintado. No está nada mal que los niños y jóvenes se acerquen a la mitología desde el cine, con Hades, Hidra, Caronte, más minotauros y dioses del Olimpo. Hay escenas de violencia, pero no más fuertes que las que sobrevive el mago de Hogwarts, ni la historia es tan oscura como las que imagina J.K. Rowling. Se nota que Rick Riordan, el autor estadounidense de la saga de cinco novelas con Jackson al frente, ha leído los clásicos... o al menos los clásicos de la nueva literatura de aventuras, y su traslado al cine será más entretenida para los adolescentes que para los chicos.
Los dioses vuelven pasados de revoluciones Quien conozca algo de mitología griega sabrá que aquellos dioses siempre fueron algo dados a los excesos. Pero la versión de ellos que se ve en Percy Jackson y el ladrón del rayo tiene la marca de la sobreactuación acuñada en el Actor’s Studio: mucha ampulosidad y pura reducción de personajes a meros mecanismos gestuales, como si sólo desde ese exceso superfluo fuera posible componer criaturas excesivas. Ese tono pasado de revoluciones tiñe casi todo el metraje de esta primera entrega de otra saga que pretende ocupar el trono de Harry Potter, el mismo que comenzará quedar vacante justo este año. Un objetivo difícil. Como la del mago británico, la de Percy Jackson es también la historia de un chico especial, casi igual de especial que el niño mágico. Es que el escritor norteamericano Rick Riordan ha calcado para su Percy el perfil de Harry. Proveniente también de una más o menos exitosa serie de novelas (que ni de cerca rozan el fenómeno editorial de las de Rowling), Percy es un preadolescente sin padre (al menos le han dejado madre), que estudia en una escuela donde es protegido por compañeros y profesores “especiales” que conocen un secreto: que él es hijo de Poseidón, el dios rector de los mares. Por defecto, el chico es un semidios, lo cual no es raro en un mundo que está lleno de ellos. Pero el problema de una genealogía como ésa es que las discusiones familiares pueden resultar muy parecidas a una declaración de guerra. Resulta que a Zeus le han robado el rayo, su principal atributo, y sospecha del hijo de su hermano acuático. Claro que Percy no ha tenido nada que ver con el hurto, en primer lugar porque desconoce por completo su origen. Pero si el rayo no aparece va a haber problemas: un misterio bastante pobre, ya que cualquiera que conozca más o menos a la familia olímpica es capaz de improvisar una lista acotada y certera de sospechosos. Con astucia, el director Cris Columbus (quien nada casualmente dirigió los primeros episodios de la saga Potter) convirtió a Percy en adolescente para intentar distanciarlo del personaje de la Rowling, sabiendo que igual no alcanza. Tal vez por eso hace hincapié en las diferencias entre un universo y otro. Mientras que en Hogwarts todo está pintarrajeado de color inglés, el mundo de Jackson son los Estados Unidos, y su fantasía: el más puritano american dream. Aquí los dioses griegos corren detrás del poder humano y no a la inversa, mudando su Olimpo, como si se tratara de la casa matriz de una multinacional, a la mismísima Nueva York; y a su infierno, más cristiano que helénico, a la meca del cine. Incluso se permiten afirmar que más de un semidiós ha regido alguna vez la Casa Blanca. Demasiado... La saga de Percy Jackson ha conseguido tangencialmente despertar el interés de algunos jóvenes por la mitología griega, y aunque se trate de una reducción aplicada al paradigma liberal, ése podría ser un mérito. Quizás en la maravillosa recreación de sus bestias míticas esté lo más atractivo del film (lo cual tampoco es mucho). Para cerrar como corresponde este esquemático drama griego de madre empeñada y padre ausente, no estaría de más un buen Edipo. ¿Continuará?
Que se mueran los dioses Hay que ser caradura para intentarlo de nuevo. Después del fracaso (previsible) de la saga embrionaria basada en "Los seis signos de la luz", y del no tan previsible fiasco de "La brújula dorada" (lo cual nos privará para siempre del desenlace de una de las mejores sagas de ciencia ficción fantástica jamás escritas), los grandes estudios vuelven a intentarlo, esta vez con un desgastado Chris Columbus que, liberado del lastre de haber sido el director de las primeras "Harry Potter", se hace cargo con muy pocas ganas de una nueva epopeya fantástica. En esta ocasión, el héroe es Percy Jackson (Logan Lerman, tan poco carismático como Daniel Radcliffe, aunque más fachero y con menos cara de angustia), un adolescente disléxico y sin suerte en el colegio que, de buenas a primeras, se entera de que es el hijo del dios de los mares, Poseidón. La revelación viene acompañada de no pocos peligros, ya que Zeus (Sean Bean), su "tío celestial", está furioso porque cree que él ha robado el rayo, su instrumento de poder y a la vez un arma tan peligrosa que, en manos incorrectas, puede arriesgar a la Tierra a una batalla sin cuartel por el dominio del Olimpo. Todo esto no sería nada, e incluso se podría construir una saga pasable con los elementos antemencionados, pero desde el momento en que Percy atraviesa las puertas del campamento de los semidioses (Hogwarts al aire libre) y se produce una serie de escaramuzas con sus pares, lo endeble de la utilería, las pésimas coreografías de batalla y las lastimosas situaciones "de peligro" que sufren el protagonista y sus secuaces ponen de manifiesto la pobreza de este producto. Promisorio en los avances, y decepcionante casi al instante de comenzar. Con chistes y guiños ridículos para el espectador mayor de doce años, enigmas que no son tales y un sospechoso evidente desde el inicio, "Percy Jackson..." rompe con todas las premisas que hicieron de "Harry Potter" o "Crónicas de Narnia" sagas exitosas y entretenidas. Sólo para chicos aburridos, que consumen cualquier saga pretendidamente fantástica, con dinero y tiempo libre. Y que no conozcan a ninguno de los notables actores (Catherine Keener, Pierce Brosnan, Uma Thurman) que se prestaron a semejante esperpento.
Percy Jackson, un héroe que daba para más El film es una adaptación de una exitosa serie literaria sobre un adolescente que resulta ser el hijo de Poseidón Con la gran sombra de Harry Potter y su exitosa adaptación cinematográfica rondando, Percy Jackson y el ladrón del rayo comienza su marcha en la pantalla grande con algunas desventajas. Porque es imposible no comparar su historia con la del mago adolescente, a sus compañeros de aventuras con los de él y a la imponente Hogwarts con el campamento de verano en el que el protagonista aprenderá sobre su herencia paterna. Lo cierto es que la premisa de la saga literaria ahora convertida en película es de lo más atractiva. Percy, un adolescente disléxico y con problemas de atención, descubre de manera bastante violenta que el padre que no conoce es en realidad el dios Poseidón y que su tío, Zeus, le robó su rayo para comenzar una guerra entre los habitantes del Olimpo. Claro que del planteo del guión -que modifica y mucho el contenido del libro en el que está basado-, a las imágenes que finalmente están en la película, hay un trecho largo que tal vez en manos de un director algo más imaginativo que Chris Columbus hubiera dado un resultado mucho más divertido. Responsable de las dos primeras entregas de Harry Potter, Columbus filma apurado, sin dejar lugar para el asombro de sus personajes ni el de los espectadores. La película no aburre, pero lo cierto es que su material de origen daba para mucho más. No ayuda mucho el deficiente doblaje con el que se estrena localmente el film. Pensado para un público de preadolescentes, los diálogos son tratados como un mal necesario entre una pelea y otra. El contraste entre los mitos griegos sobre dioses y semidioses y la vida de los jóvenes protagonistas en los Estados Unidos del siglo XXI genera algunas escenas divertidas, especialmente cuando Percy (Logan Lerman) pasa de la escuela secundaria a luchar contra minotauros y furias que intentan castigarlo. Sin embargo, al tiempo que el trío de aventureros que completan Annabeth (Alexandra Daddario), la hija de la diosa Atenea y Grover (Brandon T. Jackson), el sátiro encargado de la seguridad del héroe, llegan a la guarida de Medusa, el choque de culturas se convierte en desvergonzada excusa publicitaria. Sin revelar demasiado de la trama se puede decir que la capacidad para convertir a los humanos en piedra de la malvada Medusa -interpretada sin demasiada inspiración por Uma Thurman-, encontrará su límite en la brillante superficie de un iPod. Pequeño gran héroe Uno de los puntos más atractivos de Percy Jackson y el ladrón del rayo es la aparición de las criaturas mitológicas que intentarán dar caza o ayudar al pequeño gran héroe. Toda una tropilla de centauros, comandada por Quirón (Pierce Brosnan) dirigirá el campamento donde los hijos de los dioses del Olimpo irán a cultivar sus habilidades. Allí, Percy, siempre con un detalle de azul marino en su ropa, se destacará del resto. Como Harry Potter. Aunque con menos magia.
Percy Jackson y el Rayo Dorado es un film que se destaca por haber sido desarrollado por sus productores sin confianza en la historia que contaban. Parecería que los estudios Fox tenían miedo a que este film terminara como Eragon o Los seis signos de la luz que pasaron por los cines sin pena ni gloria y apostaron a fórmulas repetidas que ya se usaron en este género, en lugar de brindar algo original, con el objetivo que les fuera un poco mejor en la taquilla. En este caso compraron los derechos de una saga de libros para preadolescentes que tiene una respetable cantidad de fans en los Estados Unidos (mucho más que los otros dos títulos citados) y dejaron la adaptación literaria en manos de la productora 1492, con el director Chris Columbus a la cabeza, responsable de llevar la serie de Harry Potter al cine. Sin embargo los resultados fueron muy distintos por la sencilla razón que a Percy Jackson nunca le tuvieron fe. Queda la sensación que Columbus filmó a las apuradas y no le importó nada el desarrollo de los personajes o plantear la primera entrega de una futura saga que tenía mucho potencial, porque la historia en general está buena. La premisa de los dioses griegos interactuando con los humanos en el siglo 21 es muy atractiva pero no es un tema que aprovecharon en esta producción. En lugar de eso prefirieron hacer una mala copia de los filmes de Harry Potter. Uno de los problemas que tiene la película es que al igual que Crepúsculo, la narración va demasiado rápido y no le dan tiempo al espectador a que conozca a los personajes y el mundo de fantasía que los rodea. Todo transcurre de manera acelerada. Percy Jackson es presentado en el comienzo como un chico adolescente con dislexia y diez minutos después lo vemos peleando contra criaturas mitológicas como si se hubiera dedicado a eso toda la vida. En un solo día el pibe flogger se convierte en un experto en el manejo de espadas y enseguida se lanza pelear contra todo tipo de enemigos que vence sin problemas. Creo que la gran falla argumental que tiene este film es que a Percy le faltó un Voldemort. Un villano peligroso que lograra preocuparnos por los problemas que enfrenta el personaje principal y que además lo desafiara como héroe. El hecho que al protagonista le salga todo bien y supere obstáculos sin problemas lo convierten en un personaje sumamente aburrido. Columbus no deja ninguna puerta abierta para algún conflicto futuro y la historia pierde interés a medida que se acerca al final, además que hay escenas donde su dirección deja bastante que desear. Por ejemplo, el protagonista en un momento se entera que su madre murió (al principio del film) y el pibe reacciona como si hubiera perdido un celular. Lo que tendría que haber sido un momento emocional importante pasa como si nada, ya que enseguida viene un combate de espadas patéticamente coreografiado. Hay secuencias de acción que están bien realizadas con los efectos especiales, pero las peleas de espada son lamentables. Cualquier profesor de esgrima las podría haber mejorado. Por otra parte, los grandes actores que aparecen en pequeñas participaciones como Sean Bean, Pierce Brosnan, Uma Thurman, o Rosario Dawson estuvieron desaprovechados y es poco lo que aportan en la historia. Mentiría si escribo que la película es aburrida. Zafa como propuesta familiar y seguramente los más chicos pasarán un buen rato en el cine, pero es esa clase de filmes que al día siguiente borraste de tu mente. Salvo que hagan severos cambios en una potencial continuación, por lo que se vio hasta ahora, cuesta bastante imaginar a Percy Jackson como una duradera franquicia para los Estudios Fox.
Chris Columbus, el director más flojo de la saga de Harry Potter, decide ahora hacerse cargo de otra exitosa saga de la literatura juvenil. Percy Jackson cumple esos requisitos sobre aprender y divertirse al mismo tiempo, pero lo mejor de esta nueva saga es que la verdadera apuesta de Columbus es la aventura. Efectos digitales, que los hay y por doquier; chistes afiladísimos, que abundan como para hacerle un regalito a otras sagas juveniles; grandes estrellas de Hollywood en pequeños papeles (de Pierce Brosnan a Uma Thurman) y aggiornamiento mitológico; todos ellos se encolumnan detrás del sentido de aventura, gran motor narrativo de Percy Jackson. Percy Jackson demuestra que de poco sirven los superhéroes del siglo XX si la eterna lucha entre el bien y el mal la pueden encarnar demonios, dioses y semidioses.
Aventura adolescente sin tragedia griega Lejos de las pretensiones didácticas y las oscuridades prefabricadas, el film es una agradable y vertiginosa aventura de acción que entretiene con nobleza. Grandes nombres en roles secundarios aderezan la producción. No deberíamos condenar la repetición en las artes, ni ponderar la obra original por encima de la variación. Ni siquiera cuando el motor del reciclaje sea el más descarado afán de lucro: no otra cosa impulsaba la fábrica de ficciones que regenteaba Alejandro Dumas, y de allí salió El Conde de Montecristo. En el cine, dada la enorme cantidad de información de cada plano y la inmediatez de su impacto, la repetición es más evidente y se nos hace tediosa al instante. Sin embargo, a veces el azar es feliz y de la fabricación en serie surge una obra disfrutable, incluso más que su molde original. Sí, Percy Jackson es mejor que Harry Potter: el género “adolescente-con-enormes-poderes-sobrenaturales-en-contexto-de-cuento-de hadas” (bueno, aquí mitos griegos) tiene sus reglas, su fórmula y sus necesidades. Sabemos que el niño en cuestión será un marginado en el mundo “real” y un héroe en el mundo “mágico”. Sabemos que aprenderá de sus poderes, que tendrá amigos de su edad (uno cómico y una señorita parece ser el material usual) y enemigos tanto de su generación como más –mucho más– grandes. Ante tal receta, ¿qué puede hacerse? Por una vez, el usualmente inepto director Chris Columbus (los dos primeros Harry Potter, justamente, más algunas cosas como Quédate a mi lado, Rent, Hombre Bicentenario exigen el adjetivo) se dispone a dar una respuesta. Sencillamente pone a sus personajes rápidamente a jugar y vivir aventuras ante criaturas extrañas sin preocuparse en lo más mínimo por la “oscuridad”, esa solemnidad a reglamento que, metida con calzador, lastra las mejores fantasías de los últimos tiempos (salvo la notable Avatar o las creaciones de Pixar, pero son cine de otro mundo). El film cuenta algo bastante sencillo. Los dioses griegos cada tanto tienen hijos con los mortales (primer gran punto a favor: nada de glorificar el matrimonio para la reproducción) pero se les prohíbe tener trato con ellos tras cierto breve tiempo. A Zeus le roban el rayo, su atributo, y acusa a un hijo de su hermano Poseidón. En realidad, el joven, Percy, no conoce su ascendencia divina, es un perdedor nato y vive con una madre oprimida por un esposo alcohólico y violento. Pero eso se disuelve a los cinco minutos y el pibe empieza a recorrer los EE.UU. buscando algunas cosas y enfrentándose a monstruos y peligros con sus amigos, la chica linda y el negrito simpático. Luego, combates varios y fin. Y que la saga siga. Pero todo esto es lo de menos. No hay una secuencia del film que golpee un gancho sentimental ni eluda el humor a veces absurdo (notable la recreación del mito de los Lotófagos en un casino de Las Vegas). Todo es veloz y efectivo, sin didactismos huecos sino, por una vez, la apelación al placer de una película de aventuras que osa decir su nombre. Por muy poco, el film no es una parodia de su modelo británico, aunque hay diferencias: aquí el “mundo real” no es una entidad separada del “mundo mágico”, sino un único universo donde pasan cosas extraordinarias. Y resulta tan fantástica la hidra como el padrastro semilúmpen. Esos hallazgos –más una banda de sonido donde suenan con humor, por ejemplo, AC/DC con “Highway to Hell”– hacen que el valor agregado a reglamento de poner actores muy conocidos y estrellas en roles evidentemente secundarios (hay que verlo a Pierce Brosnan como un centauro, o a Uma Thurman haciendo de Medusa) funcione porque, después de todo, el film tiene mucho más de comedia deportiva que de drama, a pesar de los griegos. Algo que queda claro cuando Hades, señor de los Infiernos, es el comediante Steve Coogan vestido como rocker maduro. Cuando un film deja de lado la fidelidad a la letra para hacerle honor a la diversión vertiginosa que es también propia del cine, gana en nobleza. No hay magia que le gane a la vieja y querida ilusión de movimiento.
Acción en el Olimpo El director Chris Columbus vuelve a contar una historia mágica (dirigió las dos primeras películas de Harry Potter, en 2001 y 2002) reciclando el Olimpo de los dioses griegos, fuente inagotable de amores, odios y peleas por el poder. Basada en la novela de Rick Riordan, Percy Jackson y el ladrón del rayo imagina una raza de semidioses que se mueve en el mundo actual, ignorante de sus ancestros. Percy es disléxico, se siente un perdedor y, además, la pasa mal con su padrastro, un sujeto violento que está lejos de comportarse como un dios. La ira de Zeus y su enfrentamiento con Poseidón es la punta para el descubrimiento de Percy sobre su identidad. Se ha comparado la película con la saga de Potter, pero aquí Columbus propone pura aventura en la Tierra, el Hades y el Olimpo, sin indagar en profundidades psicológicas ni existenciales. Percy Jackson y el ladrón del rayo es una película de acción y aventuras, muy entretenida, una vez que la “traducción” para el público masivo del panteón de dioses y sus mitos logra acomodarse en el escenario contemporáneo, donde los chicos dicen “cool” y Poseidón (Steve Coogan) se ve como un rolinga amenazador. Para mantener el encantamiento, Columbus ha recurrido a Uma Thurman, maravillosa Medusa; Pierce Brosnan, el Centauro; Sean Bean, Zeus; Kevin McKidd, Poseidón; y los jovencitos Logan Lerman, Percy; Brandon T. Jackson, Grover el fauno, y Alexandra Daddario, Annabeth, hija de Palas Athenea. Con respecto al impacto visual, los efectos van de la mano del humor, rasgo distintivo del director. De paso, hay anuncios de catástrofes climatológicas, una variante de la ira de los dioses enfrentados. Por eso, la tarea de Percy es devolver el rayo a Zeus en tiempo récord, estrenando poderes. La película resulta una buena excusa para que los chicos se acerquen a los conflictos y personajes mitológicos donde reconocerán varias paternidades, en términos de relato.
¿Continuación o dependencia? O la dos cosas Percy Jackson debe cargar con la obvia comparación de otra saga de libros y otras películas dirigidas, al igual que aquí, por Christopher Columbus, como son las de la saga de Harry Potter. Claro que los detalles que uno encontraba de sutiles en las primeras películas del joven mago aquí son suplantadas por un directo "ir a los bifes" que nos ponen en situación inmediata y que no ahorran efectos especiales ni puestas en escena. Percy Jackson es, entonces, el hijo de Poseidón, el dios griego del mar, y más allá de no saber sus orígenes, en los primeros 10 minutos se lo pone al corriente de quién es su padre -nosotros ya lo teníamos claro sino al entrar al cine al minuto de comenzada la película-, y la aventura esta servida. Actores famosos en papeles secundarios como Pierce Brosnan, Uma Thurman, Rosario Dawson (lo mejor lejos) le ponen algo de interés en una historia de neto corte adolescente, hecha, pensada y disfrutada por ese publico. Justamente ahí está la mayor diferencia con la saga del mago, porque Potter tenia un relato disfrutable por todos aunque tuviera una orientación juvenil, y que si bien con el correr de las películas se fue perdiendo, era innegable en la películas dirigidas de Columbus (Harry Potter y la cámara secreta y Harry Potter y la piedra filosofal). La búsqueda de un denominador común a todos los títulos hacía disfrutable el relato y la identificación a medida que Harry se hacia con su destino. Columbus decide reiniciar una saga pero extrañamente parece tomarla donde esta hoy la que abandono. Un relato plagado de acción y efectos especiales, un non stop que agradecen los mas jóvenes y una falta de profundidad que se hace necesaria para obtener mayor atención del publico no directo. Claro que eso no necesariamente debe estar en la ecuación y después de todo un buen fanático de la mitología griega no la pasara tan mal aunque se quede con sabor a poco. Percy Jackson puede ser el comienzo de una saga, puesto que todos los estudios parecen estar buscando el grial del personaje que les asegure lo que la saga de Rowling ya les dio y que esta llegando a su fin. Como sea, lo de los dioses griegos parece que no se va a acabar aquí aunque no promete mucho más.
Zeus o Iphone La desconfianza es madre de la seguridad, dicen que dijo Aristófanes, en otro de esos arrebatos conservadores que lo caracterizaban. Pero hay algo de verdad en su argumento: el instinto de autopreservación nos induce con frecuencia a evitar situaciones desagradables, o, en la vida del crítico de cine, bodriazos irredimibles. Percy Jackson y el ladrón del rayo tenía todas las condiciones dadas para disparar la alarma, porque, en definitiva, ¿cuántos proyectos abortados de sagas de jóvenes con superpoderes basadas en best sellers para niños evidentemente capitalizando el éxito de Harry Potter puede uno tolerar? ¿Dónde están, sino, “Eldest” (continuación de Eragon) o “La daga” (segunda parte de la saga “La materia oscura”, material de base para La brújula dorada)? Para colmo de males, detrás de la cámara de Percy Jackson… se encontraba el mediocre Chris Columbus, aquel que instaló el modelo de representación hogwartsiano en las dos primeras entregas de la saga del mago miope. Y, sin embargo, los astros se alinearon, la providencia nos sonrío con especial benevolencia, los Dioses se confabularon a nuestro favor: Percy Jackson… es una película de aventuras clásica (en el sentido más literal y helénico del término), sin las aspiraciones psicologisistas o impostaciones solemnes del más rancio cine juvenil de Hollywood, pero, eso sí, con una buena cantidad de efectos especiales al uso, no sea cosa que una película de presupuesto millonario (95 millones de dólares, según boxofficemojo.com) se vea “anticuada”. Percy Jackson (sí, el pibe del poster de la película) es un adolescente con especial afinidad por el agua, disléxico y marginado en su escuela. Percy Jackson es, también, hijo de su madre (naturalmente) y de Poseidón, Dios de los mares en la mitología griega, lo que lo convierte en semidiós, de la feliz estirpe de Hércules, Aquiles y su cuasi tocayo Perseo. Pero, como es costumbre entre los Dioses del Olimpo, Poseidón abandonó a la familia cuando Percy era bebé, por lo que el joven ignora su condición divina. Desafortunadamente, a Zeus le roban su rayo y acusa al hijo de Poseidón, su hermano, del hurto. De repente Percy, adolescente conflictuado, es perseguido por los Dioses y sus súbditos que codician la poderosa herramienta de Zeus. Quién llega más lejos es Hades, soberano del inframundo y hermano del Dios de los cielos y el de los mares, hasta el punto de secuestrar a la madre de Percy para intercambiarla por el rayo. Hacia allí se dirigirá nuestro héroe, acompañado por una semidiosa amiga (hija de Atenea) y un Sátiro/comic relief y armado con un escudo, una sablelapicera y una zapatillas (Converse) voladoras, cortesía del hijo de Hermes el mensajero. Y acá es donde Percy Jackson…se vuelve interesante. La película no sólo retoma la mitología griega (actualizada, al Olimpo se accede desde un ascensor en el último piso del neworkino Empire State), sino que se construye a partir de la estructura narrativa de los mitos y su forma más paradigmática, la epopeya, el relato de las peripecias de un Héroe en un viaje a la vez real y metafórico en el que deberá sortear distintos peligros para lograr su cometido, asistido o acosado por entes sobrenaturales. La epopeya sobrevive aún en el cine narrativo contemporáneo, en especial en las Road Movies, como lo demostraron ejemplarmente los hermanos Coen en ¿Dónde estás hermano? recuperando "La Odisea" homérica en el contexto de la América de la Depresión. Percy Jackson... es también una Road Movie: el héroe y sus acompañantes deberán atravesar Estados Unidos en su camioneta/Argos para hacerse con unas gemas que les permitirían regresar del inframundo. Para eso deberán enfrentarse con Medusa (Uma Thurman con un peinado sauvage de serpientes embelesada por su propia imagen en el reflejo de un Iphone), con una Hidra en Nashville y, en una broma genial a la altura de ¿Qué pasó ayer?, con los lotófagos en Las Vegas, laberinto del olvido disfrazado de paraíso dionisiaco. Percy Jackson... es efectiva porque es pertinente. Es decir, la actualización de los mitos se realizó con tal destreza que, a diferencia de lo que pasa en la saga del mago, los dos mundos (el antiguo y el moderno) son uno sólo. La lógica de uno es la lógica del otro: Hades se viste como un rockero decadente, el minotauro pasta a un costado de la ruta junto a un grupo de vacas y camino al inframundo por la radio de la camioneta suena “Highway to hell” de AC/DC. No requiere de excesos retóricos o parar la pelota para explicar las reglas de juego; como en la Grecia antigua, la lectura de los mitos es literal, un prodigio de la imaginación aplicada al mundo real. Percy Jackson… es juego y aventura, sin dobles intenciones. Por eso, para ir a jugar, se calza la sablelapicera y las converse aladas y deja en el cajón la moralina barata.
Chris Columbus no hace una buena película desde Mi pobre angelito (Home Alone, 1990). Toda su carrera fue una interminable sucesión de bodriazos y Percy Jackson y el ladrón del rayo (Percy Jackson & the Olympians: The Lightning Thief, 2010) no es la excepción. Por momentos apenas pasable, el film tiene todo lo necesario para engatusar a la fauna adolescente burguesa: un protagonista carilindo con tendencias homosexuales, una compañera histérica sin mucho para decir y un negro seudo- lisiado que desesperadamente intenta hacerse el gracioso. Como puede apreciarse, estamos ante un éxito de taquilla garantizado. Lo único rescatable es el pinball de Contacto en Francia (The French Connection, 1971)...
Más allá de la mitología griega bastardeada por la mirada insulsa de Hollywood, la primera parte de la saga del supuesto heredero cinematográfico del mago Harry Potter logra buenos momentos de acción y de acumulación de efectos especiales aunque el relato a veces resulta un poco inconsistente con la permanente sensación de apresurar capítulos de una novela y condensar subtramas que quedan sin resolver...
Castigo divino. Al aproximarse el inevitable ocaso de la historia cinematográfica del mago Harry Potter, Hollywood no ha tenido mejor idea que lanzar hacia la pantalla grande un émulo bastante menesteroso del joven hechicero de Hogwarths: Percy Jackson (Logan Lerman, una especie de Zac Efron con cinco años menos) semi dios por descendencia e hijo del mismísimo Poseidón. Construida bajo la dirección para nada original de Chris Columbus, realizador responsable, por ejemplo, de las dos primeras entregas fílmicas de Potter y de esa fábula repleta de bohemios danzarines y concertistas llamada Rent, la historia de este nuevo héroe juvenil no aporta satisfacción alguna fuera de unas pocas escenas de contiendas bien resueltas que se valen del uso de la animación digital para dar vida a criaturas mitológicas de diversa índole (Minotauro, Hidra y Medusa). Tal triunfo, si es que podemos denominarlo de esa manera, se presenta como algo ridículamente menor si tenemos en cuenta la poca vitalidad que emana de los personajes del relato y de los conflictos que atraviesan durante la búsqueda del rayo que le ha sido robado al todopoderoso y colérico Zeus (Sean Bean, el otrora Boromir de la saga del anillo): si antes Potter se encontraba frente al poder de la piedra filosofal o ante la enigmática oscuridad de la cámara de los secretos, ahora el tal Jackson debe batallar contra un ladrón que no es otra cosa más que un bochornoso negativo de aquel execrable Draco Malfoy potteriano. Y si de cuestiones execrables hablamos, los dioses, semi dioses y demás fauna y flora made in Percy Jackson se desenvuelven a través de un universo cinematográfico chato y olvidable: allí están Pierce Brosnan ridículamente caracterizado como un líder centauro; un Hades de comedia by Steve Coogan; la sensual y sexual Rosario Dawson condenada a exhibir una notable lujuria a través de su rostro pero ocultando su cuerpo lo más posible; el sátiro Grover, un pobre comic-relief de turno (especie de juglar que por momentos parece sacado de alguna American Pie); Uma Thurman, Medusa posmoderna, cuyo personaje tranquilamente podría ser tapa de Vogue cualquier día de estos; un jolgorio multicolor en Las Vegas; y la joven y bella aunque belicosa Annabeth (Alexandra Daddario), interés amoroso de Percy Jackson que se presenta esclava de los primeros planos de Columbus siendo obligada a exponer al máximo y de manera torpe el color de sus ojos frente a la acosadora proximidad de la cámara. Más allá de todo esto, el film de Columbus es también un grosero desfile de productos varios: desde la alta tecnología de apple que le simplifica la vida a estos jóvenes mitad humanos mitad dioses, pasando por lujosos despliegues a pura velocidad sobre un Maserati y por la exhibición injustificada de algún que otro videojuego, hasta llegar a unas Converse All Star aladas (tal vez los más acérrimos fans de esta película reclamen su venta en negocios a la brevedad, quién sabe). Así, Percy Jackson y el ladrón del rayo produce una pobre combinatoria al elaborar una reconstrucción superficial de los mitos griegos anexándole el festejo extasiado de cierto consumismo de turno. Una saga cinematográfica que nace de la necesidad de crear otra criatura que produzca seguidores incondicionales ante la extinción inminente del Potter mágico.
Algo parecido al cine. Chris Columbus supo escribir los guiones de esas maravillas del género infantil llamadas Los Goonies y Gremlins. Pero eso fue en los ochenta. Ya pasaron más de veinte años y en el medio Chris dirigió Mi pobre angelito, Mi pobre angelito II: perdido en Nueva York, Nueve meses, Papá por siempre y Rent. Estamos hablando de filmes sin alma, portadores de ideologías incoherentes o conservadoras, incluso aburridos. Cuando le tocó abordar las adaptaciones de Harry Potter y la Piedra Filosofal y su continuación La Cámara Secreta, Columbus demostró una gran escasez de inventiva y libertad, plegándose a un guión elemental, excesivamente fiel a los hechos y situaciones de los libros, pero no a su espíritu. Son películas que avanzan a los tropezones, carentes de autonomía, preocupadas más por satisfacer de la forma más fácil posible a los fanáticos, sin tomar ningún riesgo. Por suerte apareció Alfonso Cuarón en la tercera parte para dar un vuelco radical en aquella saga. Teniendo en cuenta estos antecedentes, no había demasiadas expectativas con respecto a lo que el director de Stepmom pudiera hacer con la transposición a la pantalla grande de la primera parte de las aventuras del personaje de Percy Jackson, donde éste descubre que es un semidiós hijo de Poseidón, comenzando con el típico camino del héroe. Y la verdad es que Columbus comete los mismos errores que tan caro le habían costado cuando dirigió los dos primeros filmes de Harry Potter. Va montando el relato como de a pedazos, sin confiar en el lenguaje del cine, como si ilustrar lo escrito en el libro fuera la única opción. En la mecánica sucesión de secuencias de Percy Jackson y el ladrón del rayo se pueden ver claramente las costuras. Incluso se puede señalar sin demasiado temor a equivocarse dónde terminan y comienzan cada uno de los capítulos del libro. No hay fluidez ni un desarrollo en profundidad de los personajes. Se hablan o se dan por sentado vínculos de sangre, romances o amistades que en verdad no encuentran asidero en las imágenes. Se pueden intuir los basamentos de un mundo particular, pero la película, al fin y al cabo, sólo parece encontrar su razón de ser como referente, como un elemento más del merchandising. Difícil emparentar este producto con el ámbito cinematográfico. Podemos hablar de efectos especiales bastante funcionales, de un elenco de estrellas (Pierce Brosnan, Catherine Keener, Sean Bean, Steve Coogan, Rosario Dawson) que están correctos a pesar de actuar a reglamento, de unos jóvenes protagonistas que se la bancan bastante, de algunos chistes acertados, pero no de cine. El cine, como universo autárquico, está ausente.
Las actuaciones no están mal, pero nadie se destaca, ni siquiera Uma Thurman o Pierce Brosnan, cuyas actuaciones son demasiado cortas, y da la sensación que forman parte del elenco más para...
El negocio de la Mitología rescatada: En esta primera presentación del personaje vemos a Percy Jackson (Logan Lerman) como un chico común que vive con su madre Sally (Catherine Keneer), su desagradable padrastro Gabe (Joe Pantoliano) y concurre al colegio como cualquier chico normal de su edad. Pero lo que el desconoce hasta el momento que es un semidios, hijo del dios griego Poseidón (dios del mar)- interpretado por Sean Bean – con su madre, y que al igual que otros semidioses históricos como Hércules, Aquiles y Perseo, ha sido producto de dioses que bajan momentáneamente al mundo humano y se enamoran de mortales. Todo transcurre normal para Percy, hasta que un día dentro de su propia escuela es atacada por una de sus maestras que se transforma en un monstruo mitológico llamado “furia” (una especie de Pterodáctilo feroz, deidad de la venganza), quien lo acusa de haberse robado el “rayo de Zeus”. Rápidamente es ayudado por su mejor amigo Grover (Brandon T. Jackson) que en realidad es un Sátiro (criatura mitad hombre – mitad cabra) y su Profesor (Pierce Brosnan) quien es un Centauro (mitad hombre – mitad caballo) y es el instructor de un campamento secreto donde entrenan a los jóvenes semidioses, al cual es llevado el protagonista. Allí Percy conocerá a Annabeth (Alexandra Daddario), hija de Atenea, diosa de la Sabiduría, de quien se enamora instantáneamente, pero no le será tan fácil ya que ésta chica es la mejor guerrera del lugar. Pero no dejará de ser perseguido por criaturas mitológicas como el Minotauro, entonces Percy y sus amigos Grover y Annabeth escaparán del campamento para recuperar el tan mentado “rayo de Zeus” y descubrir al verdadero Ladrón Bueno efectos especiales, sobre todo a la hora de las criaturas, y bastante bien la idea de “rescatar” a los dioses y la mitología de la cultura griega y muy buena la participación de estrellas del cine yanki como Pierce Brosnan, Uma Thurman, en el papel de la malvada Medusa, y Rosario Dawson, como Perséfone, condenada esposa de Hades, rey del Infierno. En fin, hay cosas para mejorar pero la saga se compone de 6 libros, por lo que parece, si la recaudación acompaña tendremos Percy Jackson para rato.
DIOSES VS SEMIDIOSES La idea que remite a la permanencia en el tiempo de los Dioses griegos hasta la fecha es muy atractiva, no solo porque se entra en el juego de la mitología y la realidad, sino porque en cierta manera la originalidad está presente y el inventivo imaginativo de los guionistas es mucho mayor. Lamentablemente esta cuestión esta totalmente desaprovechada en esta película que, regularmente dirigida, logra entretener sin permitirse desarrollar una base profunda como para seguir produciendo secuelas. El rayo de Zeus ha sido robado y Percy, hijo de Poseidón, es el principal sospechoso de haberlo hecho. Este muchacho va a tratar de convencer a Hades de que él no es el ladrón para así poder liberar a su madre que ha sido raptada en el infierno. Como adaptación de la novela homónima la cinta es muy regular, hay cuestiones que no se explican, hechos importantes que se pasan por alto, desarrollos muy superficiales y escenas totalmente cambiadas. Los personajes poseen una identidad diferente, sin emoción ni identidad propia. Es así como las actuaciones van de la mano del guión pero poco tienen que ver con las personas desarrolladas en el libro. Logan Lerman (Percy), está bien por momentos, pero su incorrecta dirección no le deja explorar el lado sentimental de su personaje, no se le da lugar a que salga del aventurero que repentinamente aprendió a ser. El principal error de esta cinta es que es muy corta, lo que hace que se junten todos los pasajes y no se desarrollen otros más importantes para el entendimiento de la historia. Percy pasa de ser un adolescente con problemas de atención a un héroe medieval en tan solo cinco minutos, derrota a un minotauro casi con los ojos cerrados y entiende todo su pasado extremadamente rápido. No se permiten tiempos narrativos para explicar y profundizar charlas importantes ni mucho menos para ver las reacciones del protagonista a las repentinas experiencias vividas al principio de la cinta. Hay escenas muy mal dirigidas, la “muerte” de la madre o el jardín de Medusa, carentes de emoción y del espíritu mitológico necesario, respectivamente. Aquí el villano no aparece hasta casi finalizada la proyección, por lo que no se desarrolla ningún tipo de suspenso ni temor por lo que va a pasar, en cambio se van presentando mini jefes (Medusa - Hydra), como si se tratase de un videojuego, que los protagonistas deben derrotar para seguir adelante con su rapidísimo recorrido por Estados Unidos, curiosamente el lugar donde se encuentran todos los caminos hacia el Olympo y el Infierno. Las escenas dentro del jardín de la tía Elm son humillantes, no solo porque destruyeron miticamente la figura de Medusa haciéndola la criatura más sencilla de decapitar de la historia del cine, sino porque no se aprovecharon los recursos fotográficos ni actorales de los protagonistas, entre los que se encuentra Uma Thurman. Esto mismo sucede en las tomas en Las Vegas, cuya duración pudo haber sido aprovechada para contar y especificar otras cuestiones paralelas importantes a las planteadas. Los efectos especiales son buenos, ayudan a que la historia mantenga un ritmo coherente y entretenido, las peleas a espadas están muy mal coreografiadas, un tutor de esgrima con más experiencia fue el gran ausente en dichas tomas, la edición es correcta y el trabajo de Columbus en la dirección regular, poco sorprendente y decepcionante. “Percy Jackson y el Ladrón del Rayo” es una película que desmerece la lectura de la novela escrita por Rick Riordan, aunque la misma sea mucho más profunda y explícita en sus intensiones. Una cinta que desaprovechó los dotes actorales de Pierce Brosnan y Uma Thurman. Un film entretenido, pasatista, incompleto, rápido y superficial. Una primera parte regular, otro de los claros ejemplos donde leer es mucho mejor que mirar. UNA ESCENA A DESTACAR: Hydra
Este debe ser el enésima aspirante a una franquicia a lo Harry Potter. Al menos Percy Jackson y el Ladrón del Rayo se da el lujo de tener al mando a Chris Columbus, quien iniciara la saga del mago adolescente. No es que Columbus sea el mejor director del mundo, pero al menos tiene un mínimo sentido del entretenimiento que los responsables de otros engendros (La Brujula Dorada, Cirque Du Freak: El Aprendiz del Vampiro, etc) carecen. En sí, la ejecución de Percy Jackson y el Ladrón del Rayo roza lo ridículo varias veces y la sombra de la falta de originalidad oscurece sus intenciones; pero, mientras dura, es lo bastante divertida como para resultar perdonable. Percy Jackson y el Ladrón del Rayo es la adaptación del primero de una saga de cinco libros (hasta ahora), escritos por el norteamericano Rick Riordan a partir del 2005. Con el éxito de las sagas de fantasía orientadas a un público infantil / adolescente, las novelas de Percy Jackson obtuvieron gran repercusión y pronto Hollywood se encaminó a adquirir y adaptar la franquicia. Lo cierto es que el filme tuvo una tibia repercusión en USA, aunque le fue muy bien en el resto del mundo. Falta ver si esa recaudación es suficiente como para potenciar una secuela, algo que viene resultando excepcional en el género de la fantasía en los últimos años con excepción de Harry Potter y Las Crónicas de Narnia. Acá hay un chico que resulta ser un semi dios - el hijo entre un dios griego y una humana -, y que termina involucrado en una interna mitológica que amenaza con arrasar al planeta. El problema es que Percy Jackson y el Ladrón del Rayo vive a la sombra de los filmes de Harry Potter, ya que prácticamente se alimenta de manera parasitaria de la estructura de las aventuras del niño mago, trasladándola al mundo de la mitología griega. Aquí hay otro niño nacido para salvar el mundo, que vive con sus parientes abusivos; hay un descubrimiento sorpresivo de su destino de grandeza; hay innumerables amenazas sobrenaturales; está acompañado en sus aventuras por una chica y un chico (bah, un sátiro) como Hermione y Ron; hay otro guardia / mentor tal como el gigante Rubeus (por momentos el centauro de Pierce Brosnan se ve idéntico); posee poderes especiales y puede salir ileso de los más imposibles desafíos. Como se puede ver, son demasiadas coincidencias. Otro gran problema de la película es que la historia transcurre en el mundo actual y, para peor, en tierras norteamericanas. Al menos la trama podría haber tenido la decencia de mudarse a Europa, que es la geografía original de estas leyendas. Pero poner a los dioses griegos viviendo en lo alto del Empire State o dejando artefactos mágicos en medio de un casino de Las Vegas le da un irremediable tufillo mediocre. Es propio de un norteamericano que nunca ha salido de su país y que piensa que su patria es el centro del mundo. Al menos Percy Jackson y el Ladrón del Rayo no se toma muy en serio a sí mismo, y las escenas de acción están filmadas con nervio. Pero todo esto le suena a uno como un reciclado de segunda mano de ideas provenientes de mejores obras. El combate entre Percy y Medusa es un robo total de Lucha de Titanes, sólo que con mejores efectos especiales. El otro punto es que la historia se empeña en transcurrir en la actualidad, cuando al menos los filmes de Harry Potter se desarrollan en un mundo paralelo y fantástico en donde la magia resulta creíble. Pero ver a los dioses peleando en el falso partenón de Nashville o en las colinas de Hollywood suena patético. Ciertamente el filme resulta digerible hasta que el trío principal llega a Las Vegas, en donde la historia se clava de punta y no se recupera. Hasta ese entonces todo venía bien con un tono medianamente cómico, pero después empieza a tomarse muy en serio a sí mismo y comienza a hundirse. El final está ok, sin ser demasiado excitante. Percy Jackson y el Ladrón del Rayo es entretenida mientras dura, pero al mismo tiempo uno se da cuenta de que esto es material mediocre escrito por un escritor mediocre que piensa que el mundo comienza y termina en los Estados Unidos. No hay nada malo con el casting ni con la dirección; la falta debe atribuirsele a la fuente literaria, que precisamente carece de originalidad y frescura.
Dioses del Olimpo posmoderno El error más grave que se puede cometer al mirar "Percy Jackson..." es querer meterlo en la misma bolsa junto a los demás films de acción o ciencia ficción. Otro error sería pretender que sea una cinta apta para todo público (la clasificación correcta sería "no apta para mayores de 16 años"), o pedir una genialidad de un producto dirigido por Chris Columbus, que fue el precursor de la ruina de la saga cinematográfica de Harry Potter. No he leído los libros de los cuales seguramente se basará fielmente el grupo de incontables realizadores que tendrán en sus manos esta franquicia, pero tampoco es mi intención hacerlo, ya que si hay algo que aprendí viendo Lord of the Rings, Harry Potter o cualquier otra historia de estas características basada en un libro, es que si la película es buena, el libro lo es; pero si la película es mala, el libro lo es aún más. En este caso sucede algo difícil de definir, porque Percy Jackson & the Olympians: the Lightning Thief es una cinta entretenida para grandes y chicos, siendo estos últimos los que más disfrutarán de los aceptables efectos visuales, las coreografiadas pero atractivas batallas con sables-bolígrafo, escudos modificables y poderes heredados de los dioses del Olimpo de la mitología griega -totalmente bastardeada por la siempre frívola mirada hollywoodense respecto a lo que sucede más allá de sus fronteras y de su historia-, y las divertidas secuencias que protagonizan estos teenagers saltados a la fama. Obviamente, no podemos pedirle peras al olmo. Se lo digo a los tontos que compran la entrada pretendiendo ver la esencia de Kubrick o Fellini en un film que no es para adultos: no van a encontrar nada llamativo en esta propuesta. Es para chicos, adolescentes que no quieren desprenderse de su infancia, o adultos que quieran entretener a sus hijos o sobrinos con algo. Si en otra sala tienen un documental sobre las empresas que hacen comida para gatos, compren esa entrada, ya que seguro encontrarán allí algo más profundo que en Percy Jackson. Ahora, me dirijo al público que se sienta dentro de los tres requisitos que mencioné recién: Decíamos que hay buenas secuencias de acción, CGI aceptable y un par de participaciones actorales más que interesantes, como la de Pierce Brosnan haciendo de un centauro (puede ser tan divertido como patético y humillante), o Uma Thurman haciendo el rídiculo como Medusa asombrada por un Iphone, y -quizás lo mejor de la peli- Steve Coogan en una versión bien rockera de Hades. Los más grandes se aburrirán bastante, pero podrán encontrar algunos detallecitos como las construcciones etnocentristas e ignorantes por parte de los cineastas estadounidenses que mencionábamos anteriormente, empezando por la historia de los hijos abandonados por sus padres-dioses, los sacrificios que deben hacer los del entorno de Percy, o los maniqueísmos típicos del mainstream hollywoodense para hacer que todo se adapte al mundo postmoderno mientras -si es que existen- los verdaderos dioses maldicen y se revuelcan en sus tumbas. Por suerte, para que todo sea más ameno, a la película no le faltan sutilezas hilareantes e irrisorias, destacando la escena de partida rumbo al Inframundo con "Highway to Hell" de AC/DC sonando de fondo, o el intento de soborno al barquero en la entrada de la morada de Hades. También la que quizás es el mejor ejemplo sobre esa adaptación a la actualidad que mencionábamos, en una escena en el casino de Las Vegas que no tiene desperdicio. En fin, es un film típico de Columbus, imposible de no comparar con las horrendas adaptaciones de Harry Potter. Habrá que ver qué le depara a esta saga, teniendo en cuenta cómo les fue a Eragon o La materia oscura. Esta primera entrega se deja ver sin pretensiones ni nada de esos caprichitos cinéfilos sin sentido. No busquen nada de esta película. Es de consumo descartable, como toda la filmografía de Columbus... con todo respeto, pero se pasa el rato.
Con la impronta de muchos films surgidos a la sombra de Harry Potter, como Las crónicas de Narnia, La brújula dorada o Los seis signos de la luz, ha llegado ahora el puntapié inicial de lo que sin dudas se transformará en una saga; Percy Jackson y el Ladrón del Rayo. Lo cual no extrañaría teniendo en cuenta el inminente final de la saga de J. K. Rowling, que el autor Rick Riordan ya escribió dos continuaciones y tiene dos más en la gatera y, fundamentalmente, que esta primera película cumple con la mayoría de los requisitos para ser aceptada por el público adolescente consumidor de este tipo de aventuras. Peripecias que protagoniza el estudiante del título que descubrirá ser un semidiós por ser el hijo de una deidad, Poseidón, dios del mar, y una mortal. Con semejante padre no tendrá más remedio que embarcarse en una misión en la que están involucrados los dioses griegos del Olimpo, a punto de trenzarse en una guerra en medio de la contemporánea Estados Unidos. y sus dos nuevos y extraños amigos, que también resultan ser semidioses. Lo más interesante dentro de este subgénero, es que Percy Jackson y el Ladrón del Rayo transcurre mayormente en paisajes urbanos como los de Las Vegas o Nueva York, apartándose de las ambientaciones que caracterizan a las otras sagas, y por otra parte quizás estimule a los más jóvenes a acercarse a la mitología griega. Chris Columbus, además de dirigir éxitos del más variado calibre como Mi pobre angelito, Mrs. Doubtfire, Nueve meses, El hombre bicentenario, también es responsable de la primera y la segunda Harry Potter; así que conocía muy bien la tela que debía cortar. De modo tal que diseñó un film entretenido y con algunos momentos visuales atrayentes como esa alucinada entrada al infierno de los personajes en cuestión. Intérpretes reconocidos como Pierce Brosnan y Uma Thurman, entre otros, deben sufrir un obligado doblaje, pero aún así vale la pena verlos.
Ante esta producción podríamos empezar diciendo que nos encontramos ante una nueva saga al estilo Harry Potter. Percy Jackson es hijo del poderoso Poseidon y su madre humana trata de protegerlo ocultándole que él es un Semidios. En esta saga se aplica la mitología griega. Poseidon mantiene una larga disputa con su hermano Zeus, agravada ahora porque le han robado su poderoso rayo, hecho del cual culpa a Percy. Este semidios tiene problemas de concentración y es dislexico. En su escuela hay un profesor en silla de ruedas y un amigo de estudios que lo ayudan, pero, en realidad, son figuras mitológicas, un centauro (Pierce Brosnan) y un sátiro, Grover (Brandon T. Jackson), a quienes se les suma Annabeth (Alexandra Daddario), hija de Athenea. Este grupo se encargara de recuperar el rayo robado para rescatar a la madre humana de Percy que se la han llevado sus enemigos. La superproducción es admirable merced a los muy buenos efectos especiales, a un apropiado ritmo narrativo sostenido que entretiene en buena ley al espectador, al que hace participe de la historia, y lo retrae a la lectura de los clásicos griegos con base en Homero. A la buena realización técnica se suma un plantel de intérpretes que se mueve con comodidad, como, por ejemplo en la versión subtitulada, la Medusa interpretada por Uma Thurman, de aparición sorprendente para el espectador al que esta dirigida la obra, el Poseidón de Kevin Mcidd, el Zeus de Sean Bean “Percy Jackson...” destinada al publico adolescente en quienes reactivaría –y en los demás también- los conflictos entre los dioses del lejano Olimpo con repercusión en los humanos, meros títeres, víctimas inocentes de sus pasiones y rencores. Aquella mitología con sus dioses, semidioses, Centauros, Minotauros, Sátiros, stc. e
En los últimos tiempos, y en busca de ideas, la industria del entretenimiento ha logrado reciclar el pasado con resultados dispares. El nombre Da Vinci, por ejemplo, ya es una de las franquicias literarias exitosas logrando asociarlo primero a un libro y en segunda instancia al gran maestro. La historia y mitología griegas, presentes desde siempre en el cine, volvieron a ser recicladas en este siglo para tres productos muy exitosos: El video juego “God of War” (2005) y sus secuelas “Furia de Titanes” (2010 y 2012), y “Percy Jackson y los dioses del Olimpo”, una serie de cinco libros (más 3 anexos), que también abordan la mitología griega pero con una vuelta de tuerca. En la primera, “Percy Jackson y el ladrón de rayos” (2010), veíamos al protagonista viviendo tranquilamente en Nueva York hasta descubrirse a sí mismo con poderes, al igual que quienes lo rodean, y que el Emipre State es el Olimpo en donde moran los dioses griegos. Finalmente, la mitología es real y todas las criaturas viven disfrazadas ente la gente común. La propuesta se cae desde el comienzo. Desde las páginas de los libros ya era difícil instalar un verosímil creíble donde aceptamos que los dioses, buenos o malos, no salen a reventar todo y se guardan disfrazados de humanos. La adaptación al cine fue casi calcada, y también lo es la segunda parte, “Percy Jackson y el mar de los monstruos”. Luego de la muerte de Thalía, Zeuz la convierte en árbol, y en un campo de energía en medio del bosque para proteger a los semi-dioses que viven y se educan allí, centauros, sátiros… hay de todo, Percy (Logan Lerman) es uno más. Un buen día un toro mecánico rompe el escudo, la paz y otras cosas. Roto el árbol, hay que repararlo y para ello es necesaria una especia de manta mágica. Salen en misión encomendada Clarisse (Leven Rambin) y un sátiro, y en misión auto-encomendada Percy, Annabeth (Alexandra Daddario) y Grover (Brendan T. Jackson), otro sátiro; porque estos seres son atraídos naturalmente al velloccio de oro. De ahí en adelante, todo lo demás, que no conviene revelar. El cambio en la dirección de Chris Columbus a Thor Freudenthal le sacó algo (sólo algo) de lo aniñado de la primera, imprimiendole a esta segunda parte un ritmo narrativo mejor sostenido, con escenas de acción mejor logradas y efectos que oscilan entre el croma bien fotografiado y la hilacha visible cuando se superponen las imágenes. Hay bastante artificio notorio en el concepto general, lo cual conspira junto a una historia que, como dijimos, tiene una línea finísima entre fantasía e inverosímil. Se sabe que esto último en el género de aventuras es fundamental. Donde la saga sigue fallando es en un casting de chicos, más cerca de Glee (no porque canten) que del physiques du rôle aceptables para los personajes que encarnan. Todo, los diálogos, las situaciones, los estados anímicos y emocionales, quedan enmarcados en una estudiantina moderna con lo cual, la riqueza dramática de la mitología griega queda en un segundo o tercer plano, como si fuera apenas una mención de nombres y conflictos que terminan siendo poco útiles al esqueleto del relato. Probablemente sirva como una introducción a este vasto mundo, pero decodificado para adolescentes con pocas preguntas y más pochoclos. En todo caso, siendo “Percy Jackson y el mar de los monstruos” mejor que su antecesora, probablemente encuentre en los chicos un lugar para instalarse con su versión en español. Tiene gusto a poco, ¡qué quiere que le diga!
Figuritas Percy Jackson y el Mar de los Monstruos (Percy Jackson: Sea of Monsters), film que juega con la mitología griega en clave teenager es la secuela de Percy Jackson y el Ladrón del Rayo (Percy Jackson & the Olympians: The Lightning Thief) del 2010. En esa primera parte, situada en la actualidad, contaba que los dioses tenían hijos con humanos. Percy Jackson (Logan Lerman), hijo de Poseidón, era uno de ellos. Frugal y liviano film de domingo, esa primera "aventura" encajaba para la poca pretensión del público al que estaba apuntado. Hoy enfrentarse con la segunda parte no cambia demasiado esa ecuación. Otra vez un problema que pone en riesgo el pequeño mundillo de hijos-de-dioses-y-otros que son perseguidos por seres maléficos (que uno no sabe bien de donde salen). Algo así como mitología de figurita, sin dimensión ni profundidad, solo para pegar. En este nuevo álbum se van a sumar otros monstruos, criaturas mitológicas y héroes. Todo en un envase 3D de efectos bastante sencillos. El detonante de esta secuela es la destrucción del campo de fuerza que protege al campamento donde viven nuestros héroes, obligándolos a buscar el Vellocino de Oro. Le encargan la tarea a la hija de Ares (la "rival" en cuanto a ser el más capo en el campamento) pero Percy se manda igual con sus amigos plus un hermano cíclope (que pobre, tiene el papel de ser comic relief y no pega una) hacía el Mar de los Monstruos. Ahí se viene un monstruo marino, un cíclope, y finalmente, el mismísimo Cronos, padre de los dioses del Olimpo (al menos de los que no se comió). Durante toda esta travesía, que debería ser una de aventuras, se dan situaciones a los tropezones, sin tangibilidad ni emoción. El ejemplo máximo es Cronos y su triste densidad, ese terror absoluto (eso dicta la historia y así lo dibujan) queda resumido a una figurita de computadora. Sin peligro, no hay aventura. Una saga apuntada claramente al mismo público mágico que el de la saga de Harry Potter pero que ni apoyada en todo el Olimpo logra ser divertida. La traslación al mundo actual de la mitología podía sorprender en la primera, pero ahora el truco ya no funciona, quedando expuesto el descuido narrativo en medio de un tono simpático que ni siquiera puede hacer funcionar el gran Stanley Tucci (en el papel de Dionisio). Toparse de casualidad con la primera podía sacar una sonrisa, ver una segunda parte donde se recorre el mismo camino pero con menos gracia, ya no da ni para la mueca.
Percy Potter o Harry Jackson Aventura de fantasía ambientada en el mundo actual con tintes de mitología griega, donde un joven con algunos poderes especiales descubre que es un semidios y debe recuperar el rayo de Zeus para traer paz en el Olimpo y rescatar a su madre. Si bien los efectos especiales son muy efectivos y la conexión entre la fantasía y el mundo real es muy creativa, la película pierde todo tipo de emoción al pasar de una escena a otra sin ningún tipo conexión fuerte o desarrollo en los personajes. Durante toda la aventura, los personajes parecen estar en peligro, pero nunca se llega a sentir esa emoción provocando que la historia pierda dramatismo e interés muy rápidamente. “Percy jackson y el ladrón del rayo” presenta la virtud de entretener con una historia muy dinámica y veloz donde el protagonista enfrenta continuamente todo tipo de percances o batallas. Tan veloz es la narración que ante cualquier momento de quietud se presenta un chiste cómico o se enuncia rápidamente alguna explicación para mantener cierta coherencia. Sin embargo, el hecho de evitar que el espectador no se aburra no es suficiente para provocarle interés en la trama. Al no dejar espacio para otros aspectos, la historia cruje y se parte en pedazos. Las relaciones entre los personajes se vuelven endebles y carecen de cualquier tipo de compromiso entre ellos y con el espectador. Supuestamente hay una historia romántica, pero en ningún momento nutre a la película con algún tipo de carga emocional. Lo mismo sucede con las relaciones del protagonista con sus padres. De tal manera todo termina siendo una cáscara vacía de actuaciones superfluas y actitudes falsas. Asimismo, tampoco queda mucho camino para volver a la historia excitante y que el espectador realmente sienta deseos para saber cómo va a terminar. Claramente va a ser difícil que alguien esté ansioso de observar el desenlace cuando ni siquiera sabe o entiende el desencadenante de la historia. ¿Por qué motivo se acusa al protagonista de haber robado el rayo de Zeus? Por otra parte, claramente todo el esfuerzo de la película está metido en los efectos especiales y la ambientación. Los distintos escenarios lucen muy bien y las criaturas también sobresalen. Sin embargo, estos elementos no se mezclan de forma perfecta en la historia. Cada monstruo que combaten parece estar sujeto a una cierta torpeza o limitaciones demasiado fortuitas que ayudan al protagonista a vencerlos. Es verdad que es habitual ver a los malos fallar en todas las películas, pero pretender que una Hidra enorme no pueda superar una columna o que Medusa solo use sus ojos y no tenga brazos ni piernas, es simplemente devaluar la calidad de la adversidad. De igual manera funcionan los escenarios, cuya eficacia reside más en la imitación que en la creatividad. Tal vez el momento más logrado de la película se encuentre en la visita de los protagonistas en Las Vegas. A pesar de ser la instancia más superflua y comercial de la trama, su atractivo reside en la honestidad con la que se llevó a cabo.