Secuela de la buena película del terror del 2012, esta cinta recurre a la idea de explotar una historia que bien fue finalizada en el pasado, sin aportar los suficientes sustos, ni un relato atrapante e interesante. Una propuesta que se olvida de todo lo que sí triunfó en la primera parte.
El viejo arte de prolongar el éxito. De un tiempo a esta parte las distribuidoras argentinas, en lo que respecta al campo del terror, nos han regalado un retorno totalmente indeseado a etapas pasadas de la bendita comercialización cinematográfica. Los títulos locales de algunas obras parecen invocar a lo que acontecía en el auge del mercado del video hogareño durante las décadas de los 80 y 90, cuando las editoras modificaban los nombres originales de las películas sin demasiada lógica, más allá de la apelación al slogan o capricho circunstancial. Lo curioso del asunto es que tal “estrategia”, definitivamente craneada por los encargados de marketing de las empresas, juega en contra de la venta del film ya que entorpece su correcta identificación. Si obviamos los rasgos cualitativos de cada exponente en particular, descubriremos que los ejemplos de turno son cuantiosos, por ello nos limitaremos a Invocando Espíritus (The Haunting in Connecticut, 2009) y su secuela, Extrañas Apariciones 2 (The Haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia, 2013), o Fenómenos Paranormales 2 (Grave Encounters 2, 2012), continuación de Grave Encounters (2011), un convite que ni siquiera tuvo estreno en Argentina. La apología del sinsentido persiste en la actual Regreso del Infierno (The Pact II, 2014), corolario de El Pacto (The Pact, 2012) de Nicholas McCarthy, un realizador que luego ratificó su talento con la también eficaz At the Devil’s Door (2014). Aquí predomina uno de los engranajes principales del viejo arte de prolongar el éxito -en este caso, bastante modesto- de tal o cual propuesta: nos referimos al ardid de presentar una trama alternativa durante la primera mitad del metraje para a posteriori introducir a la protagonista histórica y/ o del opus inmediatamente anterior. Si bien dicho recurso narrativo no tiene nada de contraproducente de por sí, el cual por cierto nos ha dado muchas satisfacciones en una infinidad de franquicias como la inaugurada por Pesadilla en lo Profundo de la Noche (A Nightmare on Elm Street, 1984), en esta oportunidad no genera los resultados esperados y hasta desencadena comparaciones nada positivas con el pasado. El relato se centra en June Abbott (Camilla Luddington), un “limpiadora” de escenas de crímenes acechada por el fantasma de Judas (Mark Steger), el asesino en serie de la entrega previa. Así las cosas, el anodino trabajo de Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath deja de lado el minimalismo de McCarthy y falla miserablemente en su anhelo de sustentar el misterio en la aparición de un psicópata imitador, también fascinado con las decapitaciones y demás detalles de color. Hoy la consabida vuelta de la bella Caity Lotz como Annie no nos salva del tedio general, un estado al que nos arrastra el cúmulo de personajes intrascendentes, clichés de todo tipo y un desarrollo muy pobre, sin una mínima vitalidad…
Con los viejos trucos de siempre Segunda parte de un film similar estrenado con demora hace menos de seis meses, Regreso del infierno, escrita y dirigida por Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath, no se distingue de El pacto (2012, Nicholas McCarthy) más que por la menor cantidad y eficacia de sus golpes de efecto, construidos en ambos casos sobre las estructuras de lo más conservador de un género habitualmente conservador –el terror–, como si se tratara de las leyes inamovibles de la física newtoniana. Decidida y abiertamente clase B, esta secuela con desparejo rendimiento actoral pasa por alto la evolución del género para limitarse a remedar lo que ya ha sido hecho tanto mejor, de Psicosis (1960) a El conjuro (2013) pasando por El exorcista (1973), sin atreverse a sacar los pies de ese plato hacia fronteras más audaces.Botiquines de baño que se abren y se cierran para revelar una presencia amenazante a espaldas del incauto que se mira en el espejo; sombras sin cuerpo proyectadas contra las paredes; golpes sonoros que subrayan el paso de una figura borrosa en segundo plano; puertas y demás objetos con vida propia; lamparitas de luz caprichosa que se apagan con precisión cronométrica para dejar a la víctima a oscuras, con la única compañía de un encendedor que no funciona y cuyos destellos permitirán entrever fragmentos del horror; sótanos o altillos de caserones deshabitados como escenarios repetidos. Todos los trucos viejos reunidos en una especie de libro de cocina del asustador obediente. Claro que estos mismos elementos incluidos en esta lista a veces funcionan mejor que en este caso, basta repasar los ejemplos dados más arriba para comprobarlo. Pero acá no son más que las paradas de un itinerario dramático fácilmente identificable.Narrada con el ritmo cansino de un telefilm de los años ’80, Regreso del infierno es también un híbrido que atiborra su trama con ingredientes que provienen de distintos subgéneros del terror, mezclando las películas de asesinos seriales con las de fantasmas. La cruza incrementa el potencial número de sustos, pero también pone en riesgo el verosímil, que es siempre la parte más delicada de un cuento de terror. Incluso llega al extremo de meter pincelazos de culebrón paranormal, con hijas que se descubren adoptivas, una vidente ciega y un psicópata criminal que después de muerto manifiesta un extraño instinto paternal. Debe reconocerse que esas líneas argumentales que lindan con el absurdo consiguen hacer los mejores aportes, que tampoco son tantos, a este film correcto en su factura pero de manual. 4-Regreso al infierno The pact 2, EE.UU., 2014. .Dirección y guión: Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath.Duración: 96 minutos.Intérpretes: Caity Lotz, Scott Michael Foster, Camilla Luddington, Patrick Fischler y otros.
Más vueltas de tuerca que sentido común Una secuela de una película más atendible (El pacto), que a su vez estaba basada en un corto homónimo del mismo director (Nicholas McCarthy, que no dirige ni está relacionado con esta segunda entrega, una mera derivación sin mayor sentido). Combinación de historia de asesino serial, o quizá de legado de asesino serial más espectros (¡dejen de abusar del espejo del baño!), más revelaciones, más vueltas de tuerca, más intentos de sustos con inyecciones de música y luz. Hay una chica protagonista que limpia escenas de crímenes y un estiramiento de todo el relato con arbitrariedades diversas para llegar a un final que -como toda la película- lleva el sello de lo anodino, lo irrelevante y lo chapucero. Y de lo pretendidamente serio, más que nada por carencia de humor que por enjundia alguna.
Ni para amantes del terror El cine de terror –y todos sus derivados– es un género claramente adocenado. Las muchas películas buenas o excelentes están rodeadas de cantidades absurdas, casi inabarcables, de otras malas. Lo difícil viene cuando muchas de las películas mediocres tienen secuelas. Pero incluso entre las secuelas hay diferentes categorías. Hay secuelas ridículas pero divertidas, hay secuelas tolerables y hay otras tan pero tan irrelevantes que lastima el ánimo del espectador el tener que perder una hora y media observándolas. Este último caso es el de Regreso del infierno (The Pact II), una secuela tan tenue, tan vacía, que produce tristeza más que enojo el tener que verla. Sólo la escena inicial, donde conocemos a la protagonista, es interesante. Interesante para los amantes del cine impresionante, porque ella se dedica a limpiar escenas de asesinatos. Un agente del FBI llegará a su vida para avisarle que será la posible víctima de un asesino. Un asesino que imita el trabajo de otro asesino, responsable de la muerte de la protagonista. ¿Quién será ese imitador? ¿Cómo logrará, si es que lo logra, escapar de tan implacable criminal? Preguntas que la película demostrará son demasiado poco para el tiempo que hay que pasar esperando la resolución. Ante tanta pobreza, la revelación final es lo de menos, aun cuando ya es importante avisar que está a la misma altura de toda la escasez de ideas del resto del largometraje. Aunque el espectador tenga debilidad por el género y haya disfrutado del film original, es aconsejable que se mantenga alejado de esta secuela.
El Infierno no está encantador Dos cuestiones explican lo inexplicable, es decir, el estreno de Regreso del Infierno. El primero es estrictamente coyuntural: el fin de año es una época históricamente de poco público en los cines, permitiéndole a las distribuidoras lanzar con buenas salidas aquellos films que en otros momentos no encontrarían semejantes posibilidades. El segundo es mucho más general, y está relacionado con la recurrencia con la que Hollywood exprime hasta la última gota de sus productos más allá de la pertinencia narrativa, algo que, en el género del terror, es aún mucho más viable dado el bajo costo de este tipo de producciones. El pacto (2012) había clausurado todas las posibilidades de una secuela, pero los guionistas fuerzan al máximo los mecanismos escriturales (aunque en realidad tampoco tanto: el recurso del fantasmita es bastante trillado) para retorcer cualquier atisbo de lógica y, sí, finalmente tener una nueva película aquí rebautizada Regreso del Infierno. La cuestión comienza con June (Camilla Luddington), una limpiadora de escenas de crímenes (¿?) acechada por el fantasma del asesino en serie de la entrega previa, al tiempo que un agente del FBI empieza a sospechar del asunto. Filmada con una desidia absoluta digna de la explotación del género post VHS de principios de los ’80 y actuada por un elenco completamente fuera de registro, Regreso del Infierno jamás logra un clima decente que avale la construcción de un mínimo suspenso, convirtiéndose entonces en una película de terror que genera cualquier cosa menos aquello que debería provocar.
¿Podría ser que el cuco esté en la casa? En la fauna de la cartelera local, se ha vuelto una práctica común lanzar películas de terror con un título en castellano que dista mucho del original, para disimular el hecho de que se trata de una secuela de un film que no tuvo estreno comercial en nuestras tierras. Este viene a ser el caso de Regreso del Infierno (The Pact 2, 2014). De todas formas la condición de sucuela no es algo que pese sobre Regreso del Infierno al momento de verla, porque aquello que la une a su antecesora no tiene el más mínimo peso argumental ni dramático y es utilizado simplemente para anclar la nueva producción a la anterior, que sin ser una revelación tuvo una cálida recepción dentro del género. Pero desgraciadamente así no funcionan las cosas y los films no se vuelven mejores por asociación a otros, a pesar de que muchos ansíen de esa forma atraer a las salas a algún que otro despistado. A todo esto, la trama gira en torno a June Abbott (Camilla Luddington), una ilustradora que se gana la vida limpiando sangrientas escenas de crimen hasta que comienza a tener extraños sueños y alucinaciones, al mismo tiempo que se entera que su madre biológica fue asesinada hace años por un antiguo asesino serial llamado Judas. Sus sueños continuan y parecen estar relacionados con el difunto asesino, mientras casualmente más gente comienza a morir a manos de lo que podría ser un imitador del asesino serial. Y es en este momento cuando la trama criminalística/policial empieza a acaparar la historia por sobre todo lo relacionado con el Terror propiamente dicho, se trazan lineas argumentales que unen débilmente la secuela con la obra original, el sospechoso que parece recontra sospechoso no lo es y cuando nos queremos dar cuenta estamos en presencia de un whodunnit (sub-género de misterio que gira en torno de quien es el asesino) que intenta sorprendernos con un giro argumental que no se sostiene ni se construye desde ningún lugar y parece metido en el baile sólo para asombrar, de forma ineficiente claro está. La frutilla del postre para un final anti-climático que no suma nada a la historia llega con una suerte de final abierto, una coda dónde la dupla de directores Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath -con antecedentes casi nulos en la posición- se tiran el lance de ver si por una de esas casualidades alguien sale medianamente satisfecho después de ver Regreso del Infierno y eso ayuda a que algún ejecutivo trasnochado ponga el gancho y conceda luz verde para una tercera parte, cuyo nombre castellanizado será seguramente para nuestro país un enigma mucho más grande que la identidad del asesino serial más terrorífico en el cual podamos pensar.
The Pact fue una refrescante propuesta de horror de 2012, que combinó con gracia y estilo un misterio policial con asesino en serie de por medio con elementos sobrenaturales. Lo encomiable de la película era su sentimiento de temor atmosférico, que iba en crecimiento con el correr de los minutos y culminaba con un trayecto final espeluznante. Saltando al 2014 y con algún que otro interrogante dejado en el aire para explorar llega The Pact II, un tibio calco de la original que no intenta demasiado por innovar, o al menos entretener. En la secuela, el protagonismo recae en June, una joven cuyo curioso trabajo -hace limpieza de escenas del crimen- la acerca cotidianamente con la muerte. De naturaleza apática y conviviendo con un novio policía mientras dibuja sus propios cómics, June tiene también una truncada relación con una madre que entra y sale de rehabilitación por consumo de drogas. El poco equilibrio en la vida de June se pierde cuando comienza a experimentar terribles pesadillas, que la empujan a investigar los crueles crímenes del asesino Judas. ¿Verdaderamente está muerto? ¿O hay algo más siniestro ocurriendo? La dupla de Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath, quienes dirigen y escriben al mismo tiempo, toman las riendas que dejó vacante Nicholas McCarthy con estrepitosos resultados. Hay unas ganas enormes de estar a la altura de su predecesora, encajando su trama lo mejor posible con la historia anterior, pero el esfuerzo es en vano cuando los resultados son tan mediocres. El personaje de Camilla Luddington es muy interesante y no parece la típica heroína de horror, pero se desdibuja demasiado a medida que las revelaciones del guión se van sucediendo. La reentrada de Annie -la anterior protagonista personificada en Caity Lotz- es una bienvenida agridulce, ya que el fan service está a la orden del día, pero no aporta absolutamente nada a la trama excepto el hecho de generar algo en el espectador con el comentario "¡Miren a quien trajimos de vuelta!". Y Annie no es la única, con la intervención de la médium ciega Stevie, o las ¿alucinaciones? del Judas de Mark Steger. A favor de los directores se puede decir que replican el sentimiento de ahogo de la original, aunque el peso del ambiente termina aplastando la resolución de la trama, un cliché que se vuelve casi insoportable por su simpleza y su poca relevancia para con el encuadre general de la saga, si se la puede llamar de alguna manera. The Pact II llega a las carteleras para cerrar un 2014 bastante pobre para el género. No sirve de nada ensañarse con dicha secuela sólo por el hecho de que es un film regular y estos meses no ayudaron demasiado al terror, pero es una manera bastante agria de despedirse del año.
OTRA DE TERROR Con el estreno de “Regreso del infierno”, la secuela de “El Pacto” (estrenada este mismo año), llega a las salas otra película de terror que promete traer una vez más espíritus, diablos, sustos y sangre a la pantalla grande. Y claro, el género se ha estandarizado tanto que ya con esa promesa, unos cuantos del montón la elegirán por el hecho de querer ir al cine a ver una de miedo. En este caso, tenemos frente a nosotros a una pareja protagonista: June (Camilla Luddington, Dr. Jo Wilson en “Grey’s Anatomy”) y su novio Daniel (Scott Michael Foster), un muchachito oficial de policía. Los planos largos de charlas con suspenso y que a veces los llevan a cometer actos sexuales entre sí, generan la sensación de que tenemos trabajando a una pareja del cine porno. Y al fin y al cabo, lo único que generan es “calentar un poco la pava”, pero de dramatismo muy poco. A su vez, parece que en esta película hubiesen seleccionado la banda sonora por medio de palabras claves escritas en YouTube como “Fast Violins Symphony” o “Slow piano terror”. Los trabajadores podrían al menos ser sometidos a algo de la música que utilizaban Alfred Hitchcock o David Lynch como para referenciarse del buen suspenso. Parecen elegir siempre el camino fácil. También resulta intrigante el uso de los silencios. ¿Por qué en las conversaciones hablan a media velocidad y tardan tres segundos en responderse? ¿Acaso no es buen recurso la naturalidad? En este film también podemos observar unas cuantas veces la clásica y totalmente obvia escena del género: vemos un plano en el lavatorio del baño desde atrás de la víctima, donde se ve adelante el reflejo de un espejo, que da al pasillo o a una pared trasera vacía, y que al abrir la ventanita del botiquín y cerrarla, aparece una imagen espantosa. Ese recurso ya se agotó. Lo mismo sucede con los espíritus: personajes del más allá que vuelven de su terrorífico pasado y se vengan sin posibilidad de escapatoria para quien lo sufre, o también seres que se meten en el cuerpo de un mortal para volver al mundo, dar un mensaje diabólico y escupir sangre. La verdad, este recurso cansó por completo. Por último, por alguna extraña razón, los productores decidieron lanzar esta nueva película con otros personajes totalmente ajenos a su primera versión. En ese sentido, fue inteligente cambiarle el nombre original (“The Pact 2”). Aunque algunos del elenco repiten, no lo hacen desde un rol principal. Lo único rescatable de la primera obra era el personaje tenebroso de Judas, un asesino serial que estaba escondido en una casa a lo “Hugo”, el hermano de Bart Simpson. Sin embargo, !los huevones lo mataron! Y por eso acá en la segunda parte, la decisión fue hacer regresar a este personaje del infierno con su aspecto recordable a Christian Bale en “El maquinista” (2004). Todo muy inverosímil. En fin, ya es hora de que este tipo de películas se lancen de manera oficial directamente online, donde tendrían mayor éxito y respuesta inmediata. Si quieren ganar unos pesos pongan un poco de publicidad antes del comienzo, no hay problema, pero tiene poco sentido ver una película de estas en el cine. Al menos que uno encuentre satisfacción en el simple hecho de ver “una de terror” en la pantalla grande. A pesar de todo eso, hay que destacar que es una gran película para aquellos que alguna vez tengan que escribir una historia de terror. No hay duda que de acá podrán sacar muchas conclusiones.
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Un estreno absurdo Regreso del infierno puede ser la última película que alguien vea antes de fin de año. Pobre ser que seguramente ya perdió sus ganas de mirar fútbol con el torneo de 30 equipos: ahora perderá sus ganas de ver películas de terror. Este film de Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath es, en rigor, la segunda parte de El pacto, de Nicholas McCarthy, una película del 2012 que en Argentina se estrenó este mismo año. Por alguna razón los genios encargados de la distribución dieron por buena la posibilidad de estrenarlas el mismo año y además ponerle a la segunda un título que de ninguna manera las vincule, imagino que para que la gente no sienta la necesidad de ver la primera antes, un engaño barato que era posible -y hasta viable- en los días inocentes del videoclub, pero que ahora suena a innecesaria pelotudez. La lista de absurdos que merodea la distribución de estas películas es bastante larga. Encima, Regreso del infierno es la clásica película pecho frío, tibia e indecisa. Hallam y Horvath toman el manual enumerado en Scream 2 para las secuelas de terror, y lo desarrollan como si estuvieran empujando la historia desde atrás sin gracia, ritmo o garra. Es decir, como si estuvieran persiguiendo una resolución que nunca llega y que se termina chocando con un final que no puede disimular ser una auténtica pavada. Porque más allá de algún momento de tensión logrado, Regreso al infierno se ahoga en su propia inconsistencia. El pacto original intentaba amalgamar, sin buenos resultados, dos subgéneros más o menos definidos dentro del género de terror: era una de asesinos seriales con temática sobrenatural. Es decir, concretamente, había un fantasma que intentaba salvar a la protagonista de un asesino serial. Regreso del infierno es más de lo mismo, sólo que le agrega una inconsistente trama policial, más la búsqueda de la propia identidad por parte de la protagonista y además, se sugieren una cantidad de posibilidades y misterios a resolver demasiado improbables. Sin contar con las forzadas referencias a la primera parte (personajes incluidos), porque a diferencia de quienes distribuyen esta cosa, a quienes la hicieron sí les importa que el espectador vincule ambas historias. Las películas de terror siguen siendo muy redituables, sencillamente porque la gente va a las salas a verlas. Además, en muchos casos, son baratas de producir y no necesitan demasiada publicidad para tener al menos un éxito moderado. Esta puede ser una explicación para que se hayan estrenado en 2014 tanto El pacto como Regreso del infierno, películas baratas formateadas para el consumo hogareño que no suman ningún atributo en la pantalla grande. Por último, digamos que la sobreexplotación del género y la falta de buenos directores interesados hacen que cada vez tengamos menos películas de terror realmente buenas. El terror ha dejado de ser mainstream y eso se nota.
El grado cero del terror En junio de este año se estrenó El pacto (Nicholas McCarthy), una película de 2012 que pasó por el Festival de cine de Sundance y que narra la historia del asesino serial Charles Barlow, más conocido como Judas, una especie de espectro de carne y hueso que vive en el sótano de una casa y que de vez en cuando sale para hacer de las suyas. El estreno tardío de aquel filme se puede entender como un pretexto para justificar el ingreso a la cartelera de Regreso del infierno, la innecesaria secuela de un producto menor y fallido. En esta oportunidad la protagonista ya no es Annie (Caity Lotz), quien vuelve a participar en un papel secundario, sino June Abbott (Camilla Luddington), una joven cuyo trabajo consiste en limpiar las escenas del crimen. A June le gusta dibujar lo que parecen ser cuadros de historietas y vive con su novio, un policía del que se sospecha desde el comienzo, quizás por culpa de los directores Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath, que no tienen el tacto para ocultar pistas evidentes en el arranque. Como en la primera entrega, la mezcla de lo sobrenatural con la realidad hacen que la presencia de Judas sea confusa, ya que nunca se sabe muy bien de qué materia está hecho ese ente que deambula en cueros por la casa (le gusta salir de las alfombras, esconderse en altillos y aparecer en el baño cuando alguien cierra el espejo del botiquín, recurso que a veces funciona y a veces no). Otro personaje que vuelve es el de la ciega (Haley Hudson), que en la primera fue un hallazgo pero que aquí se la ve más ridículamente maquillada y con un rol inútil en la trama. Sus directores están todo el tiempo alargando, viendo cómo hacer mejor la película. Arriesgan poco, no se animan a construir el miedo de otra forma que no sea con golpes de efectos sonoros y apariciones abruptas y bobas. Regreso del infierno cae en una especie de letargo y las vueltas de tuerca parecen estar falseadas porque nunca logran ceñir la historia. Es un filme insignificante, con un guión que no encuentra el rumbo y con una abundancia de planos televisivos que despiertan el deseo de mandarla al mismísimo infierno para que no regrese más. Pero esto último no podrá ser ya que se parece a esos jugadores de fútbol que erran dos penales seguidos e insisten en patear el tercero. Regreso del infierno Terror Mala Dirección: Dallas Richard Hallam, Patrick Horvath. Elenco: Caity Lotz, Camilla Luddington, Scott Michael Foster, Patrick Fischler, Haley Hudson, Nicki Micheaux, Mark Steger. Fotografía: Carmen Cabana. Música: Carl Sondrol. Duración: 96 minutos. Apta para mayores de 13 años. Complejidad: nula. Sexo: bajo. Violencia: alta.
El peor cierre para un mal año en el genero terror Varias cosas convierten a Regreso del Infierno en el estreno más innecesario del año. Antes que nada hay que aclarar que es la secuela de una película estrenada este mismo año con el nombre de El Pacto. Aquella no era realmente una buena película. Tenía algunas ideas interesantes que finalmente quedaban en la nada por una enorme torpeza en la realización. Su fotografía sobria y su ritmo lento intentaban (como ya es costumbre) darle a un proyecto chato el mote de “obra de arte”. Regreso_del_Infierno_EntradaPareciera que si un film tiene un look similar al 90% de las películas que transmite el canal I-Sat eso ya es suficiente para confundir a algún trasnochado y convencerlo que existe una calidad superior en el producto sólo por el uso de estos dos recursos técnicos. Entonces, Regreso del Infierno es la secuela de una película que no merecía tenerla y mucho menos el mismo año que la primera parte. Sumémosle a esto que se eligió para su distribución un titulo que la aleje completamente de aquella para que el espectador desprevenido entre a verla pensando que es una obra a la que puede abordarse sin conocimientos previos. Este engaño me lleva al punto crucial, lamentablemente la mala noticia es que si no viste El Pacto vas a entender sólo la mitad de la película. Eso es llanamente una estafa. De todas formas si hay una buena noticia y esa es que la película es mala aunque se haya o no visto el titulo del que parte. Regreso del Infierno es la secuela más innecesaria del año. Regreso del Infierno continúa con el color I-Sat y con ese ritmo cansino que sigue sin aportarle nada a la película. Esta vez hay un poco de gore (apenitas) y siguen estando ausentes el terror, el suspenso y la construcción dramática, carencias que una vez más intentan solucionarse desde el sonido. Las actuaciones son bastante pobres pero como la dirección en general lo es no sé si la culpa es del equipo actoral o de la dupla de directores (Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath). En resumen el film tiene un avance lento hacia un giro argumental que se ve venir a dos cuadras y la amenaza de una tercera entrega. Esto es lo más aterrador que vamos a conseguir. Este es el último estreno de una película de terror del 2014 y una condensación de lo que fue el género este año.
Terror rutinario y poco efectivo Continuación de El Pacto, la pelìcula de terror estrenada en julio de este año, que intenta nuevamente sorprender al espectador con una historia que combina investigaciòn policial, crímenes y un asesino que viene del màs allà. La vida de June (Camilla Luddington), una joven que acepta limpiar escenas de crímenes, se ve alterada por pesadillas sobre las víctimas de Judas, el asesino serial del film anterior. Acà aparece un perverso imitador del criminal, dibujos que se conectan con la realidad y la protagonista anterior, Annie (Caity Lotz), en una trama que une los caminos de un agente del FBI (Patrick Fischler) y de un policìa novato dispuestos a todo. June intentará resolver el misterio que viene con aires fantasmales. Entre decapitaciones y cuchillos, y bajo el extraño y poco oportuno título local Regreso al infierno, el film se debate entre el policial sin nervio y el terror sin recursos efectivos que, a estas alturas de los acontecimientos, pueda al menos movilizar al público màs desprevenido. Con un comienzo prometedor -lo mismo ocurrió en El Pacto- el desarrollo de la historia se limita a jugar con una figura fantasmagórica que se mueve entre las sombras. Pero el mayor error es mostrar al asesino Judas en varias ocasiones. Esta pelìcula se apoya en la creación de climas alimentados por apariencias engañosas pero todo se vuelve rutinario. La escena final abre un capítulo que vaya a saber uno que título tendrá.
Segundos pactos no son buenos "El pacto", primera parte de esta película, era interesante por ser uno de los pocos films de terror en surgir del circuito de cine independiente del Festival de Sundance. Estaba basado en un corto de su mismo director, Nicholas McCarthy, y combinaba con originalidad lo paranormal con una historia de asesino serial. El film tuvo considerable éxito dado su bajo costo, por lo cual una secuela era previsible. Lamentablemente, McCarthy sólo se hizo cargo de la producción ejecutiva de "The Pact II" (aquí estrenada con un titulo que no se refreire al original, por esos misterios insondables de la distribución). No se trata exactamente de una segunda parte, sino mas bien de una nueva historia que tiene algunos elementos en común con los del primer film, aunque esas referencias son tan dispersas, y el tono tan distinto, que aun los que apreciaron "El pacto" no recordarán fácilmente esas conexiones. Lo moroso del guión no ayuda a prestarle demasaiado atención a ningún detalle. El asunto tiene que ver con una joven dibujante, casada con un policía, que la ayuda a conseguir un trabajo extra como encargada de la higiene y limpieza de las escenas de crímenes más ssangrientas luego de que la policía científica ya ha terminado su labor. Partiendo de este punto la trama suena un poco ridícula, ya que en un momento da la sensación de que la pareja estuviera feliz de que se cometa algún asesinato truculento para conseguir el trabajito extra. En todo caso, la chica tiene pesadillas y visiones de algo ominoso, que se conecta con un detalle biográfico que no conocía, y que es la conexión con el film anterior, cuyos asesinatos en serie ahora parecen repetirse a cargo de un imitador. Recién a partir de la primera media hora empiezan a suceder cosas atractivas en lo terrorífico.
Para los espectadores argentinos resultará curioso que con sólo unos seis meses de diferencia se estrene la segunda parte del “El pacto”. Sucede que la primera es de hace un par de años, pero las decisiones azarosas de la distribución hacen que esto sea posible. Este detalle sería de color sino fuera porque lo principal es preguntar si era necesaria una secuela. Cierto… La plata… Recaudó bien allá… Es “necesaria” entonces. Será importante tener buena memoria en este caso porque “Regreso al infierno” (decidieron titularla así en lugar de “El pacto 2”) está muy aferrada a su antecesora en términos de la justificación de algunas acciones, es decir, si no vio la primera no será imposible de entender; sino imposible de creer. Allá van entonces los directores Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath, responsables de la paupérrima “Entrante” (2012), que por suerte no se estrenó por aquí, tratando de agregarle trama a lo que ya estaba recontra explicado y cerrado. Por si no lo recuerda, en la primera Annie (Caity Lotz) era convocada a su casa de la infancia por su hermana Nichole (Agnes Bruckner) a causa de la muerte de la madre. Nichole desaparecía en la oscuridad de un placard. También desaparecía una nena adoptada. En esta vivienda se iban manifestando fantasmas y hechos del pasado, incluyendo un tío que andaba molestando detrás de las paredes. En esta segunda parte, nadie se molesta en explicar cuanto tiempo pasó luego de los hechos acaecidos. Lo bien que hacen porque donde el espectador tenga una calculadora a mano el error de los números no los dibuja ni el INDEC. De todos modos estamos aca para asustarnos, así que no nos fijemos en detalles. June (Camila Luddington) se nos presenta como una señorita que se dedica a desembarrar los sesos de la pared de gente que se suicida o de escenas de crímenes una vez que la investigación terminó. Hasta un diente despega del empapelado de una pared, con empapelado que sigue siendo de tan mal gusto como en la primera. “¿Te lo vas a quedar?”, pregunta el encargado… Repitiendo el dilema, el guión pronto se ocupa de que nuestra protagonista tenga que armar el rompecabezas del pasado para poder entender por qué las luces de su casa titilan, se apagan, algún objeto rebelde, sombras que se mueven como bailando breakdance, etc, etc. También están los ochenta violines para el “¡CHAN!” cuando alguno aparece por atrás, buhardillas oscuras y pasados más oscuros aún, para poder juntar a casi todo el elenco anterior que, amablemente y cada uno a su turno, nos cuentan lo sucedido en 2012 ahorrándole el trabajo a los quionistas. La solidaridad ante todo. Desde la dirección se decide entregar pequeñas dosis de sobresaltos como para poder contar mejor la historia sin ir directo a los bifes. Se aprecia la actitud; pero lamentablemente la extensión se excede en tiempo soltándole la cuerda a la tensión dramática. Por cierto, la intervención de Patrick Fischler como el agente del FBI entrega lo más jugoso de un elenco que se esfuerza y acaso merecería mejor suerte con el próximo proyecto.
Todo comienza de manera prometedora, se teje una trama interesante, se van mezclando los crímenes y el terror, hay fantasmas y muertes. Pero con el pasar de los minutos todo eso se pierde y no logra crecer. No contiene sobresaltos, no logra atrapar al espectador ni resulta atractiva, ni nada, un guión fallido y previsible.