Un grupo de obreros queda atrapado en una mina remota de Canadá y la única manera de salvarlos es mediante un taladro de treinta toneladas que, debido a su peso, sólo puede ser trasladado por tierra; es decir, en camión y a través de una serie de letales rutas trazadas sobre el hielo de lagos congelados. Así es, la película más reciente de Jonathan Hensleigh (director de El castigador y guionista de Duro de matar 3, entre otras) podría ser fácilmente reducida a y vendida como “Sorcerer On Ice” o “El salario del miedo: Winter Edition”, y ambos títulos serían —sin mucho esfuerzo— más atractivos que el elegido para su estreno local. Es cierto que Riesgo bajo cero comienza como una película de suspenso que sigue el camino allanado por sus antecesoras, pero a diferencia tanto del clásico moderno de Friedkin como de la obra maestra de Clouzot, llegada la mitad de su viaje, el film toma la imprevista decisión de volantear y trazar su propia ruta: una que se desvía del thriller para adentrarse en el terreno de la acción. Dicha ruta, no hace falta decirlo, es más que conocida por el conductor de turno, Liam Neeson. Una vez más el héroe cansado e intransigente, el actor irlandés encarna a Mike McCann, un camionero irlandés del que poco sabemos, más allá de que maneja un camión (“todo lo que hago es manejar, manejar, manejar, manejar, manejar” dice la canción que lo presenta) y que cuida a su hermano menor, un veterano de Irak que sufre de afasia y que lo acompaña en sus viajes como mecánico. Al igual que los personajes de Roy Scheider o Yves Montand, la motivación de Mike para aceptar su misión suicida es netamente económica, pero con el discurrir de la trama el objetivo altruista (salvar a los obreros) empieza a ganar terreno y, más temprano que tarde, el subtexto sobre la avaricia queda reducido a una subrayada línea narrativa que corre paralela y que tiene por protagonista no a McCann, sino a un grupo de empresarios inescrupulosos. Curiosamente, durante buena parte de Riesgo bajo cero la amenaza no está dada por los elementos naturales, las condiciones del camino o una simple mala pasada del destino. Por el contrario, la verdadera fuerza antagónica que pone en jaque la vida de Neeson y compañía es el citado grupo de empresarios, quienes, a través de una serie de mentiras, sabotajes y traiciones, buscan cubrir sus pasos y, literalmente, enterrar sus errores. En efecto, es a partir del descubrimiento de su accionar que la película vira su registro, dejando de lado la influencia de sus antecesoras y apostando, en cambio, por un camino tan transitado como predecible: Liam Neeson sentencia “Ya no es por el dinero. Ahora es personal” y las explosiones gratuitas, las persecuciones con motos de nieve y las peleas a puño limpio no tardan en aparecer. De esta manera, justo cuando la tormenta se acercaba y nuestro interés crecía, Riesgo bajo cero decidió abandonar su carrera contra el tiempo y los elementos, se llevó puestos varios lugares comunes del género, chocó contra su falta de imaginación y, finalmente, acabó aterrizando en la banquina de la intrascendencia. Aún así, y tal como lo demuestra la propia película con sus obstáculos insólitamente inconsecuentes (ninguno sobrevive a la escena en que es planteado: ¿uno de los ejes está bajo el agua? No hay problema, ahí lo sacamos; ¿los camiones volcaron? Ya los damos vuelta; ¿perdimos un camión? No importa, quedan dos más; y así sucesivamente), no todo tropezón es caída y Riesgo bajo cero tiene suficiente fuerza de tracción para seguir viaje. ¿Cómo? Gracias a su innegable efectividad, a su aceitado ritmo, a sus correctos efectos especiales y, sobre todo, gracias a esos esporádicos momentos de tensión que logran despertar a Hensleigh de su letargo al volante. Hablamos, por ejemplo, del camión haciendo equilibrio al borde de un acantilado, del pie accidentalmente enredado en la soga, de la inminente “ola de presión”, de la muerte à la Anton Yelchin y, claro, del infaltable puente oxidado a punto de caer. En este sentido, y teniendo en cuenta que varios de sus puntos más destacables son aquellos influenciados —en mayor o menor medida— por las películas de Clouzot y Friedkin, uno no puede evitar preguntarse por qué el guionista y director decidió agarrar el mapa trazado por ellos y seguirlo al pie de la letra durante un rato, para luego tirarlo por la ventana e improvisar su propia ruta. En retrospectiva, dicha decisión parece tan arbitraria como la de filmar todas las escenas de interiores con un lente angular, pero lo importante, al fin y al cabo, es que Riesgo bajo cero llega a destino. Su viaje podría haber sido mejor, claro que sí, pero es sabido que, cuando uno se aleja del camino señalado, las chances de perderse siempre están.
Una explosión en una mina en Manitoba atrapa a 26 mineros. Mike McCann (Liam Neeson) y su hermano Gurty, un veterano de la guerra de Irak que sufre de trastorno de estrés postraumático, se quedan sin su trabajo como camioneros. Entonces aceptan la misión casi suicida de atravesar largos caminos de hielo que pronto se romperán para llevar las grandes piezas que permitan rescatar a los mineros. Tres camiones viajan con el mismo material, por si dos de ellos no llegan. La recompensa monetaria es grande, como también las posibilidades de morir en el camino. Pero el hielo es solo uno de los muchos problemas que encontrarán. Liam Neeson se instaló hace rato como héroe de acción. Su talento actoral, su voz y su estatura lo hacen un protagonista creíble para esta clase de films. Filma uno tras otro y, salvo excepciones, ninguno es malo. No todos son buenos tampoco, dicho sea de paso. Riesgo bajo cero recuerda el concepto de películas como El salario del miedo (1953) o su fantástica remake Sorcerer (1977) pero queda muy lejos de estos dos grandes filmes. Deambula entre la denuncia y la acción, con no pocos momentos de drama. Es un ejemplo perfecto de película despareja. Por momentos tiene grandes momentos de suspenso y en otros se pierde en situaciones ridículas sin sentido. Al forzar la lógica de las situaciones gana en ocasiones y pierde en otras. Consigue poner al espectador al borde de la butaca para más tarde perderlo por completo. Esos buenos momentos la hacen entretenida y Liam Neeson sigue entrega
Liam Neeson regresa como héroe de acción. Una veta en su carrera a la que ya se había aproximado en Star wars: Episodio I (1999) o Batman inicia (2005), o incluso ya desde Darkman (1990), pero que empezó a explotar de manera recurrente desde Búsqueda implacable (2008), un film que fue lo suficientemente exitoso como para generar dos secuelas y establecer a quien saltó a la fama mundial por La lista de Schindler (1993) como el action hero maduro que puede competirle en su terreno a un Bruce Willis con películas como El pasajero (2018), Venganza (2019) o El protector (2021). Este giro pasó hace ya tiempo y por eso ya no nos sorprende ver a Neeson en un proyecto como Riesgo bajo cero, un thriller de acción y supervivencia frente a la naturaleza, algo que Neeson ya había hecho en Un día para sobrevivir (2011) con entorno similar. La acción arranca con una explosión en una mina en una región aislada al norte de Canadá. Como consecuencia de la misma, un grupo de mineros queda atrapado, algunos de ellos heridos, y es cuestión de unas cuantas horas para que se queden sin oxígeno. El urgente rescate requiere maquinaria pesada que hay que traer por rutas inhóspitas y peligrosas. Para transportar ese equipamiento es contratado Mike McCann (Liam Neeson), un camionero honesto pero de pocas pulgas, que acaba de ser despedido por defender a las piñas a su hermano Gurty (Marcus Thomas). Gurty es un tipo retraído que a primera vista parece estar dentro del espectro autista pero en realidad es un veterano de guerra con Trastorno de Estrés Post Traumático y además de co-piloto es un prodigio de la mecánica (sí, parece un cliché y lo es). Ambos hermanos junto a un reducido equipo que viaja en tres camiones salen a las rutas que son básicamente caminos de hielo trazados sobre la superficie congelada de varios lagos. El problema es que está llegando la primavera y el hielo ya no es tan estable, los vehículos son pesados y un movimiento en falso puede quebrar el hielo y tragarse a los camiones y su carga, incluida la humana. En parte la propuesta remite a un clásico como El salario del miedo (1953), donde los sinuosos caminos tropicales y la posibilidad de volar por los aires gracias a una carga de nitroglicerina se reemplazan por frágiles caminos polares y la posibilidad de hundirse irremediablemente en aguas heladas. En ambos casos está presente la lucha contra la naturaleza como ante las propias debilidades. La premisa inicial parece interesante a pesar de un tosco planteo de personajes y los primeros obstáculos que plantea el terreno prometen nervio y tensión. Sin embargo, este planteo inicial no parece ser suficiente para el realizador y guionista Jonathan Hensleigh, director y escritor de The Punisher (2004) y guionista de blockbusters como Duro de matar 3 (1995), Jumanji (1995), El santo (1997) o Armageddon (1998). Así es como introduce un giro que redirecciona el film hacia el campo de la acción más obvia. La necesidad de ocultar cierta información en torno a las causas del accidente hace que nuestros rescatistas no tengan solo al territorio hostil como antagonista sino a quienes van a intentar interrumpir su viaje por cualquier medio para que la carga se quede en el camino y si es posible también quienes la transportan. Lejos de ganar complejidad con este añadido, el relato pierde interés y se banaliza. Lo que al principio pintaba como una road movie sobre terreno difícil, con la lucha contra una naturaleza imponente e impiadosa, se transforma en un thriller convencional. La naturaleza es apenas un fondo que cada tanto ofrece algún desafío, pero pierde cada vez más protagonismo en manos de unos perseguidores bastante pedestres, y así termina de desaparecer el poco vuelo que la premisa inicial prometía hundido entre las piñas, los tiros, las persecuciones y las explosiones digitales. RIESGO BAJO CERO The Ice Road. Estados Unidos. 2021 Dirección: Jonathan Hensleigh. Intérpretes: Liam Neeson, Laurence Fishburne, Amber Midthunder, Holt McCallany, Matt McCoy. Guión: Jonathan Hensleigh. Fotografía: Marcus James, Tom Stern. Música: Max Aruj. Edición: Douglas Crise. Diseño de Producción: Arvinder Greywal. Dirección de Arte: David Best. Duración: 109 minutos.
Un thriller helado con Liam Neeson La película es un thriller de acción ¿el último? de Liam Neeson, donde la acción a toda velocidad es tan intensa como el frío polar. Riesgo bajo cero (The Ice Road, 2021) se estrenó en Netflix Estados Unidos y en breve se podrá ver en Latinoamérica aunque aún sin fecha pautada. Neeson interpreta a Mike, un camionero a cargo de su hermano lisiado psicológicamente en la guerra de Irak. En bancarrota acepta una misión imposible: transportar por la temible ruta del hielo que da nombre al film, perforadores para rescatar a unos mineros atrapados al norte de Canadá. La aventura en el frío polar, un frío que traspasa la pantalla como en otra de Liam Neeson llamada El líder (The Grey, 2011), es uno de los obstáculos de los personajes para llegar a destino. El otro, es la traición de uno de los integrantes del grupo, el villano de la historia, que hace aún más complicado el asunto. La película la escribe y dirige Jonathan Hensleigh, responsable de El castigador (The Punisher, 2004) y los libretos de las taquilleras El Santo (1997) y Armageddon (1998), entre otras. La carrera contra el tiempo no da respiro en un film bien construido que está a la altura de las circunstancias. Por supuesto es fundamental el guion y sus giros que, gracias a la elaboración sólida de los personajes, hacen creíbles los vaivenes narrativos que, por momentos, rozan lo inverosímil, sobre todo en lo que respecta a las catástrofes naturales diseñadas por computadora. Algún mensaje de no discriminación a los pueblos originarios, alguna crítica a las corporaciones y su afán por abaratar costos a costa de los trabajadores se desliza en la trama, junto a una reflexión sobre la condición humana que, cuando las papas queman, empieza el inevitable sálvese quién pueda (entre los mineros ante la falta de oxígeno o los camioneros al estar varados en el frío polar). Discursos puestos al pasar, sin subrayados innecesarios, y siempre al servicio de la historia de acción que se cuenta. La película se presenta como la despedida de Liam Neeson de las películas de acción, algo muy prematuro para anunciar que parece más una campaña de marketing que otra cosa. Mientras tanto, el film funciona y hace pasar un grato momento con personajes de códigos inquebrantables chapados a la antigua entre los que, claro está, Neeson es el líder.
Llega una nueva película de Liam Neeson con temática similar. Se que suena repetitivo, ya que el actor entrega una vez más, una de sus ya acostumbrados thrillers que mezclan acción y catástrofe donde no faltan peleas, tiros y persecuciones. Pero, aunque es un poco más de lo mismo, resulta entretenida y eficaz, con intriga y algo de emoción, mejor que las anteriores. El paisaje es otro protagonista, puro blanco y unos cielos soñados. De que se trata? Un accidente causado por una explosión de metano en una mina de diamantes en Canadá deja a casi treinta mineros atrapados bajo escombros. El tiempo para ser salvados es escaso, y el plan es que camioneros expertos transporten un cabezal de puente para perforar cuyo traslado debe efectuarse por "rutas de hielo", las mismas que le dan nombre al film. No hay muchos conductores dispuestos a llevar a cabo el trabajo ya que se habla de estas misiones como suicidas. A favor: son trabajos muy bien pagos y todos ven en el dinero una buena posibilidad para el futuro. El dueño de la Empresa de camiones de Dakota del Norte es Jim Goldenrod (Laurence Fishburne), él será uno de los conductores y además contrata a Mike McCann (Liam Neeson), a su hermano Gurty (Marcus Thomas) y Tantoo (Amber Midthunder), una mujer aguerrida. Para completar el grupo se suma Varnay (Benjamin Walker) el representante de la aseguradora de Katka, la Empresa Minera, Gurty es un veterano de la Guerra de Irak que sufre afasia y estrés post-traumático, lo que provoca que su hermano esté pendiente de cada uno de sus movimientos. Tienen treinta horas para llegar y el viaje se hace con tensión constante ya que la velocidad, si no es exacta, puede hacer que el hielo formado sobre ríos, lagos y océanos se quiebre y el vehículo sea tragado allí mismo. Y todo termina de complicarse cuando la ambición por el pago y la economía en general de ese negocio desencadene traición a cada paso. Lo que sigue es la acción que este tipo de cinta requiere con la desesperación del aire agotándose para los mineros. El director Jonathan Hensleigh realiza un buen trabajo al igual que el eficiente elenco, sobre todo Liam, que no sólo se muestra valiente y rudo, también vemos su costado sensible, y eso está muy bien.
Liam Neeson no para de sufrir: ahora, está en Riesgo bajo cero Es un camionero con un hermano discapacitado que deben conducir sobre rutas de hielo para salvar de la muerte a 26 mineros atrapados. Ya sabemos, los que seguimos la carrera de Liam Neeson, que desde que en 2009 murió trágicamente su esposa, Natasha Richardson, elige proyectos en los que su personaje pueda lidiar con la pérdida de un ser querido. Y si no está así en el guion, hasta puede que pida que lo incluyan. No es un dato menor al ver Riesgo bajo cero, enésimo filme de acción del actor de Búsqueda implacable. Pero no le secuestraron ni asesinaron a la esposa o a una hija. No sabemos si es viudo, sí que pondrá en riesgo su vida al aceptar una misión casi suicida. Liam es Mike, un conductor de camiones de gran porte. Hubo una gran explosión en una mina al norte de Canadá, hay mineros atrapados y si no se lleva un cabezal de unas 30 toneladas hasta el lugar, en menos de 30 horas, los trabajadores morirán por falta de aire. ¿El inconveniente? Hay que llegar hasta allí, las minas de Katka, atravesando rutas de hielo. Congeladas. Y el peso del transporte puede hacer que el hielo se resquebraje y se hunda la carga, el camión y los tripulantes. Pero Mike no está solo. Tiene a su cargo a su hermano, mecánico, que es un veterano de guerra que quedó malherido tras una incursión por Irak, que le ocasionó una discapacidad mental, y los echan de un trabajo a otro. Sea como sea, Mike es rudo. Y si a su hermano le dicen retrasado, con un solo golpe derriba a quien lo diga. Y allí van Mike y su hermano, porque para la tarea deben contratar gente capacitada y experta. No hay muchos a mano, porque -dicen- es época de vacaciones. Reclutan a otra, y lo hacen pagando una fianza para que la suelten de la cárcel, porque es una activista de los pueblos originarios, que cuando se entera de que su hermano está atrapado en la mina, no lo duda. Y también viaja quien los contrató (Laurence Fishburne, que si fuera como en Matrix, donde interpretaba a Morpheus, tal vez tomaría más recaudos). Simplificando, la cosa es así: van cada uno en su camión, llevando un cabezal, a ver si al menos llega uno. Y hay 200.000 dólares para repartir entre los que lleguen a tiempo y a destino. Si es uno, se queda con todo. Si son dos, hay que dividir. Bueno. Sí. Algo de lo que se imaginan puede que esté por pasar. No te creo nada Riesgo bajo cero es cero creíble, e inverosímil después de que el espectador ingresa a la trama, creyendo que nada demasiado extraño podía ocurrir. Pero sí. Ya no hablamos de las peleas en sí, sino de los problemas que, uno tras otro, deberá enfrentar y resolver Mike si quiere llegar a destino. Si no pusieron mucho dinero en el guion -que escribió el propio director, Jonathan Hensleigh, más conocido como guionista (Armageddon, Duro de matar 3, la primera Jumanji) algo gastaron en el elenco. Está lleno de rostros familiares: Holt McCallany (Bill Tench en Mindhunter), Benjamin Walker (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros), Matt McCoy (¿lo recuerdan de La mano que mece la cuna?) y a Amber Midthunder -la traducción de su apellido es Medio trueno-, que este mismo año estrenó con Neeson El protector. En una de ésas, a lo mejor arregló un 2 x 1.
La tensión en Riesgo bajo cero se derrite muy rápidamente Liam Neeson protagoniza este thriller centrado en una caravana de camiones que deben proveer el equipamiento para rescatar a unos mineros atrapados en el Ártico cuyo nervio inicial deja paso a lugares comunes y una trama con más especulaciones emotivas que aciertos narrativos Con mucha amabilidad y de entrada nomás, Riesgo bajo cero le brinda al espectador un marco de situación de lo que está a punto de suceder merced una oportuna explicación por escrito: en las regiones más frías de los Estados Unidos y Canadá existen caminos formados a partir de ríos y lagos congelados que pesados camiones recorren con el consiguiente riesgo a que se desmoronen de un segundo para otro. Un arranque muy prometedor. Pero el entusiasmo dura poco, porque este preámbulo inmediatamente se convierte en apenas una anécdota para lo que vendrá. Enseguida el interés de la trama vira a la sospechosa explosión en una mina, y a la suerte de un grupo de mineros atrapados que morirán si los camiones en cuestión no llegan a tiempo con el equipo necesario para el rescate. Mike (Liam Neeson) es un chofer de profesión que trabaja junto a su hermano Gurty (Marcus Thomas), veterano de guerra cuyo servicio en Irak le dejó un cuadro de afasia. Una sucesión de circunstancias fortuitas lo lleva a aceptar el trabajo que le propone Jim Goldenrod (Laurence Fishburne), trasladar el gigantesco equipamiento para rescatar a la gente atrapada por la explosión. Se suman al equipo Tantoo (Amber Midthunder), cuyo hermano es una de las víctimas y Tom Varnay (Benjamin Walker), representante de la compañía aseguradora que está a cargo del rescate. Los cinco parten en tres camiones por las carreteras de hielo, con la intención de que, al menos, llegue uno en la ventana de 30 horas que tienen antes de que a los mineros se les termine el oxígeno. Después lo mismo de siempre: el malo que parece bueno, el bueno que parece malo y el suspenso construido a partir de una carrera contrarreloj repleta de complicaciones. Y es una lástima, porque quedan en el camino a modo de bosquejo algunos tópicos que habrían llevado la narración a lugares un poco más interesantes: la relación entre los hermanos, el contrapunto entre los intereses corporativos y las vidas humanas o el compañerismo entre desconocidos frente a una situación límite. Todos temas que están esbozados, pero pasan rápidamente de largo sin mayor interés por parte de la trama. Por ahí emergen reminiscencias a El salario del miedo (salvando las distancias, que son tan grandes como las que tiene que recorrer el grupo), y la mano firme del director y guionista Jonathan Hensleigh, que a juicio de trabajos previos como Duro de matar: La venganza y Jumanji, sabe bastante de cómo generar tensión en base a correr de un lado para otro. Pero más allá de las referencias mencionadas, este thriller protagonizado por un bastante oxidado Liam Neeson es de esos que uno tiene la sensación de haber visto hace más de veinte años. Y más de una vez. Una película de acción de esperable devenir, y tan matemática en la construcción de su intriga que elude cualquier atisbo de originalidad. Tal vez entusiasme a los más jóvenes, pero para el resto el interés por los acontecimientos se derrite tan rápido como el hielo del camino.
Algunas de las mejores películas de la historia del cine son de camioneros, empezando por “El salario del miedo” de Henri Clouzot, con Yves Montand transportando nitroglicerina en pésimos camiones a través de caminos imposibles de la selva venezolana. También es uno de los films mas copiados de la historia, con una soberbia remake de William Friedkin, “Sorceress”, y variaciones de todo tipo, incluyendo a Brian Keith que lleva combustible para cohetes y hasta un western (un episodio doble de la serie “Valle de pasiones”). Con esto en mente el director y guionista de la excelente “Kill the Irishman”, Jonathan Hensleigh, pensó un papel para el más maduro de los héroes de acción, Liam Neeson, convirtiéndolo en el sufrido camionero de una especie de “El salario del miedo”. La premisa hace que la catástrofe que da lugar el viaje tenga también su interés, ya que se trata de un desastre minero donde a una veintena de trabajadores les quedan apneas 30 horas de oxígeno. La empresa minera necesita una máquina perforadora enorme que no puede llevarse por aire, y la única ruta es el llamado “ice road” del norte de Canadá, atravesada por enormes superficies de agua congelada, solo que el asunto transcurre cuando el hielo no es demasiado firme. Y encima, hay unos saboteadores interesados en que ninguno de los tres camiones que conducen Neeson, Laurence Fishburne y la talentosa nativa americana Amber Midthunder lleguen a la mina. Esto da para la acción y suspenso sin tregua, y el director aprovecha bien muchos de los elementos argumentales, solo que en un momento empieza a urdir situaciones con tan poca verosimilitud que sonrojarían al mismo Indiana Jones, con la diferencia de que aquí el contexto es dramático. Sin duda este film no opacará al de Clouzot, lo que no quita que sea entretenido.
Entre el 2007 y el 2011 uno de los programas más populares del canal History Channel fue Camioneros del hielo (Ice Road Truckers) que seguía a un grupo de choferes estadounidenses, quienes se adentraban en las peligrosas rutas de Manitoba, en Canadá, para entregar diversas cargas. Los camioneros lidiaban con condiciones climáticas adversas y las amenazas de tormentas y avalanchas convertían el trabajo en una experiencia de supervivencia. A partir de esta premisa el director Jonathan Hensleigh concibió Riesgo bajo cero, una película que representa su regreso al cine después de una década. Su última obra había sido Kill The Irishman, una muy buena propuesta relacionada con el cine gánster. Otro de sus trabajos conocidos es la subestimada adaptación del Punisher con Thomas Jane y John Travolta, estrenada en el 2004. Su nueva película fue filmada en las mismas locaciones naturales en la que se realizó el reality de History, con la particularidad que en esta propuesta el trabajo de los camioneros de hielo obviamente se presenta de un modo más exagerado. A igual que las últimas producciones de Liam Neeson la prensa la aniquiló y la verdad que no es para tanto. Neeson para variar le saca agua a las piedras con su interpretación y gracias a su trabajo una propuesta de cine clase B como esta consigue ser amena. Se los pongo en estos términos. No esperen encontrar una película de acción de la calidad de Nobody o Wright of Man (Guy Ritchie) pero para ver algo entretenido un fin de semana lluvioso está bien y zafa. La trama tiene un comienzo lento pero una vez que se presentaron los personajes principales el espectáculo se vuelve más entretenido. Un problema que encontré en esta película, más allá de algunas secuencias donde el CGI es horrendo, es la crisis de identidad que presenta el relato. Me quedó la sensación que Hensleigh no terminó por decidirse si quería hacer un drama de supervivencia en la línea del programa de History o un thriller de acción y al final combinó las dos ideas con un resultado raro. El argumento presenta una misión de rescate que emprenden unos camioneros para salvar a unos mineros que quedaron atrapados en un accidente. Durante la travesía por los caminos de Manitoba el director incluye también una trama de corrupción y un villano que da pie a que el viejo Liam haga de las suyas. El tema es que termina siendo algo forzado. Pese a todo, Riesgo bajo cero es mucho menos terrible de lo que indican sus reseñas negativas y el film tiene algunos pasajes que están bien logrados. El tramo final donde la relación del protagonista con su hermano discapacitado adquiere un tono más dramático creo que ofrece muy buenos momentos del protagonista. Otro acierto del director es el modo en que utilizó los paisajes naturales que ambientan la trama y aportan una atmósfera inmersiva dentro de ese invierno brutal que rodea a los personajes. Me hubiera gustado ver menos CGI y tal vez si se concentraba exclusivamente en el drama de supervivencia era una película más sólida, pero tampoco representa lo peor de Neeson en el último tiempo. Vuelvo a insistir en una cuestión que no me canso de repetir. A este tipo de figuras hay que disfrutarlos a pleno mientras los tenemos activos, aunque no todas sus películas sean obras de arte memorables, ya que después se los va a extrañar. Para entretenerse un rato no está mal.
Una típica película de acción tiene que cumplir ciertas reglas que son implícitas. Se pueden resumir dichas normas en diferentes características: la construcción de una figura heroica, un conflicto que esta persona debe solucionar y una trama que pueda mezclar fácilmente los momentos emotivos con las peleas físicas. ‘The Ice Road’, la nueva película de Liam Neeson, cumple con los estándares de un filme de acción y con las expectativas de funcionar como el plan perfecto para internarse en el cine. ‘The Ice Road’ retrata un doble relato. Primeramente, el drama de un grupo de mineros que queda atrapado luego de un derrumbe causado por una explosión sospechosa. Paralelamente, se muestra la odisea de unos camioneros en los caminos helados del norte de los Estados Unidos, teniendo que pasar hacia Canadá, con el objetivo de salvar a estos mineros. En uno de los tres camiones utilizados para el rescate, se encuentran los hermanos Mike (Neeson) y Gurty (Thomas). El personaje de Liam Neeson está hecho específicamente para él. A sus casi setenta años, Neeson interpreta un rol que necesita de su presencia en cámara. Mike McCann es capaz de demostrar su valentía, como su devoción por su familia y también su fuerza a la hora del combate. El actor británico se destaca en este filme, pero de igual manera cae en el absoluto cliché de encarnar a un personaje que ya hizo durante toda su carrera. En cuanto a aspectos técnicos, el nuevo filme de Jonathan Hensleigh demuestra una capacidad perfecta del manejo del suspenso. Una historia que se complementa de diferentes aspectos que construyen un relato único. Se puede encontrar en ‘The Ice Road’ la típica película de acción dominguera, como también una trama frenética que reúne camiones, empresas, peleas y hasta un plot-twist. Pero que, sin embargo, decae en sus personajes, que parece ser, son un copiar y pegar de otras cintas de acción mediocre.
Liam Neeson filma y filma, a sus 69 años encontró el nicho rendidor de ser un hombre de acción maduro, en roles a los que él, que siempre está para más, le aporta energía y cierta calidez. Aquí dirige y escribe Jonathan Hensleigh (Armagedor, Duro de matar como guionista) que imaginó una ruta peligrosa, la que le da título a la película en inglés para transportar con un tiempo reducido un equipamiento de rescate que permitirá rescatar a un grupo de mineros atrapados. Se trata de un camino cerrado que es abierto en esta emergencia, en realidad hay que recorrer lagos congelados, en este caso con enormes camiones y equipo muy pesado. Parten tres unidades y los accidentes suceden o son provocados, con una veta de corrupción y denuncia incluidos. Lawrence Fishburne tiene un corto, fácil imaginar porque. Se rozan temas como el stress postraumático de la guerra, discriminaciones varias, y no falta un malvado que sobrevive a casi todo. Una de acción, de desarrollo previsible y entretenimiento rutinario.
Quizás el nombre Jonathan Hensleigh no te suene familiar, pero es un escritor con mucha experiencia en el cine de aventuras (puso la firma en «Die hard» y también en la serie del joven Indiana Jones, por mencionar sus trabajos más conocidos) , pero que sólo hay hecho tres largos, con éste que analizaremos hoy en su carrera («The punisher» y «Kill the irishman»). Nadie podrá discutirle que sabe hacer guiones de cintas intensas, dinámicas y trepidantes, desde ya. En esta oportunidad, nos trae una propuesta clásica, de héroe enfrentado a la adversidad, en el marco de una cruzada asistencial en el hielo. Para ello, cuenta en su elenco con una de las máximas figuras actuales del género, Liam Neeson. Sabemos que luego de «Taken», las cosas cambiaron radicalmente para el intérprete y que salen periódicamente títulos donde nuestro amigo se ocupa de combatir a los malos, defender a la familia y los valores correctos, en todos los territorios posibles. Le faltaba el clima polar, creo, pero con esta «Riesgo bajo cero», ya estaríamos cumplidos. La historia presenta a un camionero experimentado, con mucha mala suerte, Mike McCann (el ya mencionado Neeson), quien junto a su hermano (Marcus Thomas), son invitados a llevar un cargamento y asistencia a una lejana base polar donde operarios de una empresa, han quedado atrapados. Dado el poco tiempo disponible y atendiendo a las complicaciones del clima y el suelo (ya verán porqué), la tarea no es sencilla. Pero Jim (Laurence Fishbourne), cerebro de la operación, diseña el convoy y parte con pesados camiones a intentar la proeza, a pesar de las condiciones imperantes. Lo que no anticipará, es que todo lo sucedido en la mina donde los trabajadores quedaron atrapados, no es producto de la casualidad, sino que hay un plan corporativo que se pondrá en juego si el rescate es exitoso. La trama ofrecerá entonces un recorrido por escenarios helados donde encontrarán acción y drama, en partes iguales. Neeson conoce su rol a la perfección y a pesar de las limitaciones del diálogo, logra sacar a flote el sentido de la historia, aportando el peso justo de la interpretación en los instantes críticos que ofrecen equilibrio a la propuesta. Desde ya, su recorrido es convencional y predecible, en cierta manera, pero no deja de ser un buen relato de acción y suspenso en un escenario poco transitado por el cine. Ahí es donde se hace fuerte y genera interés en el público. Aprobada y recomendada para este fin de semana. Una más del viejo Liam pero efectiva al ciento por ciento.
MEJOR NO ROMPER EL HIELO Alejado ya definitivamente de aquel actor dramático en busca de prestigio, Liam Neeson ha sabido construirse en los últimos años una carrera en torno al thriller y al cine de acción. Es el camino inverso al que quiere realizar Tugg Speedman en Una guerra de película, y la mención a la obra maestra de Ben Stiller no es gratuita, porque en el centro de Riesgo bajo cero habita el espíritu de un tipo de cine que ya no se hace, y que aquella película supo satirizar sin perderle el respeto. Casi que podemos escuchar la voz rasposa de Nick Nolte diciendo “la misión se consideraba casi suicida” cuando la trama de Riesgo bajo cero echa a andar: una explosión en una mina de diamantes deja encerrados a un grupo de mineros, con la amenaza de que el aire va a consumirse en poco tiempo. Para salvarlos, se pone en marcha una operación que consiste en transportar unos artefactos pesadísimos en camiones, atravesando kilómetros de lago congelado (lo que se conoce como “ruta de hielo”) en una época donde la temperatura comienza a subir. Como dijimos: casi suicida. Neeson interpreta a Mike McCann, un camionero cansado que va saltando de un trabajo a otro, siempre acompañado por su hermano Gurty (Marcus Thomas), un veterano de Irak que sufre de afasia. Cuando sale la convocatoria para manejar hasta la mina, aceptan porque necesitan la plata, y porque tienen el sueño de comprarse un camión propio. En ambos personajes hay una nobleza infrecuente, y un delineado justo para lo que la película propone: nunca vamos a saber demasiado de sus vidas, pero la relación que tienen entre sí y la que mantienen con el trabajo nos alcanza para sumarnos al viaje. Son profesionales con habilidades que se van a ir destrabando a medida que las cosas se compliquen, impulsados por un sentido férreo de la responsabilidad. Como mencionábamos antes, parecen salidos de otra época; una mucho menos cínica y más dispuesta a la aventura, que podía permitirse que una rata (como sucede acá) tenga un momento heroico. Algo similar ocurre con el resto de los personajes, desde Tantoo (Amber Midthunder), la joven nativa americana que maneja uno de los camiones y que no pierde oportunidad para reclamarle al hombre blanco sus tierras, pasando por Jim Goldenrod (un sabio Laurence Fishburne), el líder de la operación, hasta Varnay (Benjamin Walker), una mezcla de villano corporativo y agente secreto, tan implacable y absurdo que no resistiría una mirada demasiado juiciosa. Todos cumplen su función dentro del relato sin desbordarse, como parte de un engranaje visto mil veces, pero aun así funcional. Los que quizás sí lucen más desdibujados son los mineros atrapados, a los que la película vuelve una y otra vez para ir construyendo al verdadero villano: la empresa minera, que provocó el accidente y ahora trata de encubrirlo. Tanto las víctimas como los victimarios (los ejecutivos) terminan siendo forzados a ser moldes donde vaciar una denuncia, y no tanto personajes. Pero a pesar de esa denuncia, Riesgo bajo cero nunca cae en una discursividad subrayada. Tiene la virtud de sumar temas sin profundizar demasiado, con una liviandad que recorre incluso los momentos más dramáticos (y en los que aparecen algunos pasos de comedia involuntaria, como cuando un Gurty agonizante le dice a Mike “eres mi hermano”, una frase que además de señalar lo obvio de un parentesco que realmente los une, es la misma que le dice el personaje de Ben Stiller al de Robert Downey Jr en Una guerra de película, cuando no puede llorar). Si Riesgo bajo cero no es una mejor película es por su mismo carácter un poco genérico, algo que la vuelve efectiva en sus propios términos, pero finalmente olvidable. Al fin y al cabo, el director Jonathan Hensleigh está lejos de concretar una mirada autoral (las escenas donde los cuerpos entran en acción están filmadas sin ningún impacto, de manera rutinaria), pero tiene la habilidad suficiente para sostener la narración y hacernos sufrir (un poco) con los personajes. Y claro, tiene la ayuda de Liam Neeson, que aun en piloto automático es capaz de imponer su presencia noble y experimentada.
Frozen reloaded. Nos trasladamos a las heladas tierras de Canadá, en donde en una mina que ha colapsado queda atrapado un grupo de veintitantos mineros. Tras la tragedia, y con el tiempo en contra, el gobierno decide accionar planeando una misión de rescate suicida. Para remover los escombros se necesita una especie de turbina que pesa toneladas, y solo pueden ser transportada en mega camiones a través de un camino de hielo inestable. El riesgo es extremo. Por otra parte, en el norte de los Estados Unidos, nos encontramos con Mike (Liam Neeson), un camionero abnegado con la ruta como modo de vida. Él está acompañado por su hermano Gurty, un ex veterano de la guerra de Irak que posee afasia y estrés post traumático, y es un excelso mecánico. Situación que lo complica un tanto, debido a que el errático comportamiento de su hermano siempre termina en despidos por parte de las empresas, y ellos no tienen camión propio. Es un sueño por cumplir. Sin trabajo, Mike se presenta en el reclutamiento de la misión imposible sobre hielo y debido a sus habilidades con el manubrio, y a las de Gurty, son contratados. Acompañados por una joven que lucha por las causas justas, un representante de la compañía de seguros, y el líder de la misión; se aventuran camino a la mina canadiense transitando una carretera que se puede resquebrajar en cualquier momento. A partir de aquí tensión al límite, porque sucederá de todo. Si bien es previsible, intuimos sobre los peligros amenazantes, la acción está bien narrada. En esta misión de vida o muerte se percibe la adrenalina en cada toma a pesar de lo rayano con lo imposible. A tal punto el compromiso de nuestro protagonista, que entregar esa turbina se torna una cuestión personal. Estampidas, persecuciones, piñas, y demás clichés del género están presentes en Riesgo Bajo Cero. ¿Las ventajas de esta historia por demás visitada? El contexto gélido, el ambiente es otra amenaza latente; la aparición de Laurence Fishburne (¡sí! Morfeo), y la seguridad que emana Liam Neeson, quién tiene el don de hacer que lo inverosímil parezca verosímil.
Exiguo factor de riesgo y típica película de Liam Neeson, de cara a su próximo rescate imposible bajo la forma de una odisea glaciar. Viaje a contrarreloj de un hombre ordinario, quien se verá expuesto a vicisitudes extraordinarias. Supera el presente film lo ofrecido por el inoxidable actor irlandés en la reciente “La Frontera”, quien continúa calzándose las ropas de héroe moderno de valores insobornables. En la presente ocasión, lo hace explorando territorios nevados similares a su anterior «Cold Pursuit», adaptación de Hans Petter Moland, sobre su propia película de 2014, «In Order of Disappearance». Autor de epítomes de la narrativa de aventura, intriga y catástrofe más reconocible de la década del ’90 («Con Air», «Armageddon»), Jonathan Hensleigh abunda en su nueva propuesta al clima claustrofóbico, el vértigo incesante y el frío polar de indiscutible factor, para conformar las bases conceptuales de este ejemplar sinónimo de blockbuster y reciclaje de anteriores incursiones del género de acción comercial más convencional. El director de «The Punisher» (su ópera prima, en 2004) nos trae la remanida historia que recupera el modelo calcado del hombre fuerte, implacable e indestructible que se sobrepone a las más crudas adversidades. Basada en «El Salario del Miedo» (1953, Henri Georges Cluzot), su peso específico gira en torno al carismático Neeson, dueño de un subgénero cinematográfico por sí mismo. El plot twist que sobrevendrá cumplirá con la regla implícita del género. Utilizando la tecnología CGI, con resultado dispar que resiente la verosimilitud del film, «Riesgo Bajo Cero» ofrece entretenimiento a raudales, prescindiendo de toda lógica argumental. El hielo se agrieta bajo nuestros pies. La posteridad cinematográfica jamás fue parte de la misión para el enjundioso hombre de acción.
26 hombres en peligro, 30 horas para sobrevivir, 1 misión suicida Riesgo bajo cero (The Ice Road, 2021) es una película dirigida por Jonathan Hensleigh, y adaptación más o menos libre de El salario del miedo (Le Salaire de la peur, Henri-Georges Clouzot, 1953) que llega a los cines con posterioridad a su estreno en plataformas. ¿Qué motivaría al público a acercarse a una sala a ver algo que podrían ver en la comodidad de su hogar? Hay una sola respuesta: La espectacularidad. A veces, inclusive hasta a los más conocedores, se nos olvida que el séptimo arte pierde magia y calidad de imagen y sonido si no se disfruta en pantalla grande. Por más moderno y poderoso que sea el dispositivo en que se reproduzca nuestro largometraje favorito, nada se compara a la vivencia del cine en las butacas, compartida con más gente distribuida aquí y allá, como una experiencia mágica y colectiva. El otro apunte son las producciones de aventuras y acción, que es lo que se da en el caso de Riesgo bajo cero, el que marca la diferencia en un espacio clásico como el que describo. Por lo demás, justamente, es una producción que toma un punto de quiebre con un personaje clásico, camionero él, en la piel de Liam Neeson, que viaja junto a su hermano (Marcus Thomas), un ex combatiente que posee algunas limitaciones emocionales derivadas por su exposición a situaciones provocadas por su paso por combate, pero que aún conserva una de sus habilidades más importantes: ser uno de los mejores y más rápidos mecánicos. Expuestos luego de una situación de esas que ahora se conocen como bullying y antes podía conocerse bajo términos de buen criollo que no queda elegante utilizar, o en todo caso, violencia explícita injustificada, tanto Mike como su hermano Gurty quedan desempleados. Dado el accidente que tiene lugar en una mina, se necesita un grupo especial de transportistas para trasladar el equipo de rescate, que puede ser utilizado de modo individual; si uno de los camiones desapareciera o sufriera algún desperfecto que le impidiera seguir, aún el resto tendría una posibilidad de éxito. ¿El plus de peligro? Mientras los mineros quedan a la buena de su suerte esperando se salvados, los transportistas corren el riesgo extremo dado que deben trasladar la carga en un camino de hielo. Nada más arriesgado y generador de temor. Pero… siempre hay un pero… esa es la parte que no puedo adelantar. Y es el punto en que pueden elegir ver las espectaculares imágenes de un film con técnica impecable, muy buen elenco que incluye a Laurence Fishburne, Amber Midthunder, Benjamin Walker, y Holt McCallany (casi todos asiduos en este tipo de películas de acción) y bueno, es justo decirlo, algún que otro lugar común y golpe bajo. Si eligen ver una película de acción a la antigua, con catástrofe incluida y una mirada humana, a ritmo de entretenimiento puro y duro, con Riesgo bajo cero tienen la excusa perfecta y es una buena opción.
Liam Neeson. Morfeo. Camiones. Hielo. Seguramente necesites que digamos más pero tampoco hay demasiado.
Riesgo bajo cero es la última película de Liam Neeson, en la que interpreta a un camionero que debe atravesar un lago congelado. Está escrita y dirigida por Jonathan Hensleigh, guionista de varias películas de acción taquilleras durante la década del 90, y completan el elenco Amber Midthunder, Marcus Thomas, Benjamin Walker y Laurence Fishburne, entre otros. La historia contiene todos los lugares comunes del cine catástrofe, ya que Mike McCann (Neeson) y su equipo deben atravesar con sus camiones muchos kilómetros sobre un lago congelado. Van para llevar los equipos que permitan el rescate de un grupo de mineros atrapados por un derrumbe antes de que se les acabe el oxígeno. Resulta inevitable la comparación del argumento de esta película con el de El salario del miedo, clásico del cine francés, pero la diferencia con éste se encuentra en el mal manejo del suspenso. Lo que, sumado al flojo desarrollo de los personajes, especialmente los encerrados en la mina, no generan la empatía necesaria con el espectador para captar el interés necesario en la trama. Se desaprovechan así algunos buenos recursos narrativos, como es la banda sonora de Max Aruj. Porque lo que más llama la atención es cómo se desaprovecha a Liam Neeson, quien demostró ser el actor indicado para este tipo de personajes rudos, cuya nobleza los lleva a tomar decisiones heroicas, como su Brian Mills de la trilogía de Búsqueda implacable, por ejemplo. Se lo hace pronunciar líneas de diálogo ridículas, o realizar acciones inverosímiles que no tienen consecuencias en las escenas siguientes, convirtiéndose en excusas para mostrar momentos de riesgo desconectados del resto. En conclusión, Riesgo bajo cero es una película que no funciona, a pesar de contar con un argumento interesante, porque se hace un mal manejo del suspenso. Lo que, sumado a la falta de empatía que generan sus personajes, no captura el interés del espectador, provocando un aburrimiento que no cambia a pesar de las diversas escenas de acción.
Este acto, que a mí suele resultar vil y es muy común en wp, también lo es en la manera de formular la historia, cosa que no tiene nada que ver con la subjetividad de la narración sino en la manera que se usan e invisibilizan acontecimientos históricos: se toma un hecho histórico, se los ubica en cualquier lugar se lo usa de cualquier modo, de la misma manera que se hace con la música y así se invisibiliza el mensaje que “transportan” a lo largo del tiempo, un caso ejemplar de esto es la interminable serie de “Los Simpson”. Partamos de la siguiente premisa, Liam Neeson “paga”. Desde su aparición en Excalibur (Excalibur, John Boorman, UK — EEUU, 1981) como Gawain, no dejo de hacer papeles en los que suele combinar la figura de un hombre duro, justo pero con emociones que lo pueden llevar por caminos inciertos de violencia inusitada, quizás un personaje que sólo lo puedan apreciar ahora, los mayores de 40 años. Bueno, ciertamente “bonachón”, busca lo justo; aunque engañado, el personaje de Gawain es quizás la imágen de una profecía autocumplida; o el ojo de Boorman o/y el de Mary Selway fueron lo suficientemente hábiles para ver en él su futuro, algunos directores cinematográficos y de casting tienen esa notable capacidad. Ice Road funciona y, a pesar de toda las insoportables secuencia de motos de nieve (habría que prohibirlas); es de hacer notar que filmar acción con maquinaria pesada es todo una hazaña; de la misma manera que John Woo filmó acción con motos de alta cilindrada en MI2; los camiones avanzando sobre el hielo realmente logran transmitir el vértigo de la acción. Sin embargo, y a pesar del disfrute ocasional, tiene algunos puntos para tomar en serio, además de sus “chivos” varios o publicidad encubierta; (una cosa que me place, es que los mayoristas de Streaming en la actualidad tengan que advertir que en el film que se va a ver, existe este tipo de anuncios tanto como los de desnudos, violencia también publicidad encubierta; deberían decir ahora tambien, propaganda política (risa)). Además el film merece algunas miradas atentas sobre otros temas tanto históricos como ideológicos, lo que en definitiva, desde cierto punto de vista es lo mismo, veamos. Lo primero que hay que hacer notar, es su referencia explícita a El salario del miedo ( Le salaire de la peur, Henri-Georges Clouzot, Fra.- It. 1953) un film que marcó un standard temático, pero, a diferencia de Ice Road, (más allá de su racismo intrínseco y machismo epocal), mostraba de manera cruda, la degradación humana en las periferias de esos gigantescos proyectos que prometían y prometen llevar progreso a regiones vírgenes y del tercer mundo, lugares que más que “progresar” se convierten en lodazales humanos, de alcohol, prostitución, toda la gente que no pudo ser ocupada y busca una oportunidad, una periferia que en el caso del film del año 53, es de los grandes pozos de petróleo en las antillas (¿futura Venezuela?) al servicio de intereses transnacionales, la vileza de la explotación de la necesidad humana y, no dicho pero mostrado para el que sabe, los resultados de la degradación económica y moral en las Antillas cuyo responsable directo fue el colonialismo francés. Nuestro film, por otra parte, también es deudor de Misión suicida (Paul Wendkos, Attack on the Iron Coast, EEUU, 1968), pero también de todos esos films cuya estructura se proponen contar cómo una persona, es también sus circunstancias, de cómo un hombre puede vivir la transformación (o redención) que lo lleva de ser un un ser gris o incluso un villano a elevarse en héroe; historias de los cuales quizás, Los siete samurai (七人の侍 Shichinin no samurai, Akira Kurosawa, Japón, 1954) es el film paradigmático. Ice road además de ser una colección de escenas ya conocidas, bien cocidas y bien distribuidas, tiene varios costados políticos. Por un lado, cada tanto, se blanquea el hecho de que las grandes fortunas que “mueve” el sector minero, no sólo consisten en la extracción del material, diamantes en este caso, sino también a la parafernalia tecnológica que se mueve a su alrededor. La buena, benigna y ecológica Canadá, en definitiva, vive de actividades no tan sanctas, entre otras cosas de la extracción del diamante. El agotamiento de las minas de Sudáfrica y la “pseudomoral” occidental que se horroriza frente al llamado “diamante sangriento”, sumado al deshielo de los casquetes polares, hace que se haya abierto el nicho de producción de diamantes dentro del círculo polar ártico como sub consecuencia del grave estado de deterioro climático. Así también se entiende que algunas empresas hagan oídos sordos a los diversos llamamientos a parar el calentamiento global, y con la complacencia de las numerosas familias que viven del efecto invernadero. Trudeau aparece de manera propagandística como el “gran hombre” del nuevo empujón económico Canadiense (siempre con una ayudita de sus socios norteamericanos), haciendo de las empresas extractivas un trabajo seguro, siempre y cuando no haya (como siempre) empresarios inescrupulosos y corruptos; otra vez la culpa es del consumidor (risa), tambíen con esto se tapa “descaradamente” otras dos historias trágicas de complicidad entre gobiernos y empresas privadas, como la del reciente rescate de la mina de San José en Chile de 33 mineros, donde el estado finalmente se hizo cargo de aproximadamente el 80 % del costo del salvataje, y los mineros y las familias de las víctimas, todavía hoy no llegan al pago de una indemnización justa. Los accidentes mineros están registrados, desde la explosión de Cuenca, España en 1941 donde mueren aproximadamente 18 mineros. Sin embargo, en esas estadísticas no entra lo que sí está en la literatura sobre los miles de muertos por las condiciones infrahumanas de trabajo tanto por la silicosis producto de respirar permanentemente el polvo del hollín de las minas de carbón o también la artrosis producto de la humedad y el frío en las mismas, entre otras múltiples enfermedades. Por otra parte y en lo personal, lo que más me molesta es que no hace ninguna referencia a otra gran proeza de los tiempos modernos, que es de donde sale toda esta historia: el del desbloqueo de Leningrado durante la segunda guerra mundial. Cuando los alemanes con tropas propias y de otros países aliados (el eje) , deciden borrar de la faz de la tierra a la ciudad, cosa que también intentan con la ciudad de Stalingrado, desatando la dos más feroces batallas de resistencia de toda la historia, el de Stalingrado con un fatídico resultado de más de un millón de Rusos muertos. En Leningrado debido al aislamiento la ciudad es sitiada y destinada a morir de hambre, para salvarla, primero se hizo un racionamiento de alimentos que llegó a consistir en sólo 100 gr de pan al día por persona, la solución llegó cuando un grupo heroico de camiones cruza el lago de Ládoga aprovechando el invierno (Ládoga en ruso: Ладожское озеро, Ládozhskoye Ózero; Ладога, Ládoga; en finés, Laatokka) un lago de agua dulce, situado en Carelia y el óblast de Leningrado cuyas temperaturas pueden llegar a ser los terroríficos -69 celsius, invierno por lo cual es llamado “el general invierno” (le général hiver), que parece que solo los Rusos pueden controlar y tambien, dato de color, en el SXIII los Mongoles que invadieron y destruyeron el Rus de Kiev. Al cruce del lago helado con camiones llevando provisiones durante el invierno del sitio de la ciudad (1941–1944), se la llama el “camino de la vida” una solución desesperada, a último momento, que finalmente logró que la ciudad no muera por inanición, omisión histórica, que tiene por efecto reiniciar la história a gusto de Hollywood. Finalmente, el film además de los múltiples avisos encubiertos, parece ser también un gran aviso encubierto de camiones y camioneros. Para afirmar esto, voy sostener la siguiente hipótesis: en EEUU todo grupo laboral funciona como una corporación: médicos y auxiliares médicos junto con los hospitales a laboratorios; los bomberos; los paramédicos; los policías, funcionan como cada una y en conjunto como una corporación, incluso dolientes y familiares de una rara enfermedad actúan como tales, se ven, se perciben como corporaciones y hacen publicidad y pagan películas tanto con motivos de reclutamiento como para limpiar su nombre o incluso despertar conciencia, todo dependiendo del caso; el cine en EEUU y como en cualquier parte del mundo, es en definitiva un campo de batalla ideológico, travestido siempre de arte y es (todo va por cargo del autor de esta nota), uno de los grandes motores económicos de Hollywood. Sostener esto tiene una cuota especulativa, pero al autor le llamó siempre la atención como en los enlatados y películas son tratados los diversos grupos laborales. Con esta hipótesis en mano, antes que nada, se puede hacer el siguiente ejercicio de memoria: el sindicato de camioneros de EEUU (Hermandad internacional de camioneros: International Brotherhood of Teamsters o IBT) que fundado en 1903, en el 2013 tenía la “friolera” de 1.3 millones de afiliados aprox. es uno, si nó el gremio más importante en EEUU; un trabajo que además de ser un eslabón en una cadena de producción gigantesca, el camionero como figura es heredero de toda una tradición norteamericana, tanto el de las carretas que cruzaban el continente de este a oeste, de norte a sur; sino también del propio western y del cowboy; esto puede confirmarse tanto con la música country que siempre acompaña este tipo de filmes o explican también las bromas en las películas de los Blues Brothers (The blues brothers, John Landis, EEUU, 1980); probablemente series como B.J. (B. J. and the Bear , TV, EEUU, Universal TV, 1979 -1981, 46 capítulos) estén vinculados de algún modo directo o indirecto a la cadena de producción económica de la IBT. Es también historia conocida la de “Jimmy” Hoffa (James Raddle Hoffa, EEUU 1913- desaparecido en 1975, EEUU, declarado legalmente muerto en 1982) fue quizás su dirigente más importante, blanco de la demonización del gremialismo que se llevó a cabo a manos, entre otros de Bob Kennedy, (el doble rostro de los demócratas que entre otras cosas, permitió el triunfo de Trump) encarcelado, usando el pretexto de las relaciones de Hoffa con la mafia para la construcción de viviendas para las familias del sindicato. Doble vara de por cierto, tanto porque cuando se tuvo que usar la mafia para romper huelgas en EEUU, o en Italia de posguerra para destruir los gremios con cierto tinte comunista o socialista también se recurrió a ellos como lo expuso el “mani pulite”. Hoffa que era más cercano al discurso de derecha no tuvo reparos en brindar sus servicios a los empresarios cuando fué necesario, pero es indudable que llevó al gremio a lugares antes impensados y que el conflicto no era de índole mafioso. Ésto viene al caso ya que el film parece tener como objetivo, justificar el sueldo extraordinario de los camioneros, al decir que un conductor de camiones y su acompañante, son la garantía de que una comunidad pueda vivir o morir; la mina, y su derrumbe, son anecdóticos acá; lo importante es que todo es una gran una metáfora en la aparente búsqueda de crear conciencia de la necesidad de que los conductores cobren sueldos lo suficientemente altos, porque son una pieza irremplazable en la existencia misma de una sociedad, además de mostrarnos por rebote que un camión no sólo es un camión, no sólo una aspiración en sí misma, sino una necesidad laboral por lo que vale la pena morir en el camino. ¡Larga vida a Detroit!
El arte de arruinar un concepto. La película, basada en la francesa «53 THE WAGES OF FEAR, tenía simplemente que enfocarse en el peligro que es cruzar los lagos congelados que se encuentran bien al norte del continente, agregándole algún conflicto que genere interés tanto en los valientes héroes como en el ambiente. La idea era muy copada, un entorno asi puede sacar a relucir comportamientos muy piolas en los protagonistas, pero el director Jonathan Hensleigh se fue por el lado ‘ »fast an furiu’ y hasta contacto a Liam Neeson, porque con deformar una obra no le bastó. La historia sigue a un chofer de camiones especializado que tiene la misión de llevarle provisiones y un medio de escape a unos muchachos atrapados en el medio de la nada. Para llegar los vehículos tienen que cruzar unas zonas de lagos y arrollos congelados que, a la minima modificación de peso o velocidad, se romperían haciendo que nuestros héroes se pierdan en la nada. El suspenso se vende y se convierte en una mezcolanza de generos que, a partir del punto medio, pasa a ser una idea genérica mas del monton. Los giros se ven venir desde antes de entrar a la sala, el bueno que es malo era el que todos pensabamos que iba a ser y lo mismo a la inversa, un concepto que en su simpleza pudo haber funcionado acá se llena de anabólicos y nos terminan dando un vaso de Pepsi con hielo puesto hace una hora. El reparto tiene en su haber estrellas como Liam Neeson, quien desempaco y se instalo en el genero de acción/suspenso como si fuese en su casa, o Laurence Fishbourne, quien se la paso dos años haciéndose el que no vuelve a THE MATRIX: RESURRECTIONS porque no le gusto el guión. Despues hay otros, que la verdad no conozco y no planeo googlear sus nombres porque no lo vale, no hicieron nada especial ni merecen ser mencionados. Hasta se perdieron la chance de hacer que Benjamin Walker tenga algun parentesco con Neeson en la trama. THE ICE ROAD es una de esas películas que pasaban los sabados en telefe con unos doblajes que nos pedían a gritos que nos suicidemos. Alejense de éste proyecto mientras les pidan dinero a cambio de verlo, no lo vale, que la próxima no nos tomen por idiotas y hagan cosas que nos hagan pensar. Dicen que la versión original que puse mas arriba está piola, probemos con esa. Calificación 3/10
Larga vida al Liam Neeson camionero-patea traseros Liam Neeson no para: con 69 años continua ampliando su registro de tipos duros con sed de venganza. Riesgo bajo cero es otro cumplidor ejercicio de súper acción que remarca el compromiso del actor con las masas populares más que con la crítica. Y vaya si consigue su cometido. Un tipo duro, rudo, testarudo y con un contador envidiable de malhechores hechos fiambre: él es Liam Neeson, el héroe maduro de acción más popular de los últimos años. Cualquiera que disfrute sus películas -las hay excelentes, divertidas y, también, espantosas- sabe que el actor es garantía de entretenimiento palomitero casi asegurado. Riesgo bajo cero no es la excepción, aunque aquí no sea tan atractiva la trama sino las escenas de acción desenfrenada. Tras el derrumbe de una remota mina de diamantes situada del norte de Canadá, un conductor de vehículos articulados especializado en rutas heladas encabeza una misión de rescate imposible a través de un océano congelado para salvar a los mineros atrapados. Así de acartonada es la historia de Riesgo bajo cero, de Jonathan Hensleigh, que recae completamente en el oficio del veterano actor para repartir tiros a diestra y siniestra, puliendo el característico estilo actoral que forjó gracias a la repetición incansable. Riesgo bajo cero tiene la mística de una película de los '90; el carisma de Neeson y Laurence Fishburne (el inconfundible Morfeo, de la saga Matrix) hacen el resto. Quien vea la película con nada de expectativas se verá atraído por el universo de cine Clase B propuesto, pese a la acumulación de clichés. Cuando menos te lo esperás es efectiva, sorprendiendo hasta al más descreído. Estamos ante una historia inverosímil que se las arregla para tener sus encantos. El resultado es cóctel tantas veces degustado (de allí salieron largos de culto con figuras de la talla de Steven Seagal, Sylvester Stallone y Bruce Willis, entre otros) que engaña la mente por una horas. A esta altura de su carrera Liam Neeson dejó bien claro que su compromiso no es con la crítica sino con las masas, y siguiendo esta norma entrega todo de sí en cada trabajo. Imparable, encontró su camino dentro de los blockbusters de acción sin renegar de ello. Hasta el crítico más severo goza de su seguidilla de arriesgados peligros para nada creíbles.