Ritmo perfecto es una grata sorpresa para no dejar pasar. Y no pierdas la oportunidad de verla en pantalla grande para disfrutarla a pleno. El hecho de ver una historia de jóvenes sobre concursos musicales donde la competencia no pase por el baile sino que por el canto a capella ya refresca sobremanera, pues te guste mucho o no...
Melodía Fantástica Joven algo rebelde llega a la universidad y se anota en un decadente grupo de cantantes a capela que luchan por ganar un prestigioso premio luego de varios fracasos. "Vale más partir del cliché que llegar a él", decía Hitchcock. Bueno, Ritmo Perfecto tiene una estructura narrativa convencional, personajes ya vistos, situaciones reconocibles, temáticas ya aprendidas. Y sin embargo, se encuentra construida y sostenida sobre bases inoxidables. La frase del maestro Hitchcock puede servir para entender el verdadero propósito de esta película: ver todos estos elementos como si fuera la primera vez...
Reproduciendo melodías a capella Probablemente más atractiva para el público femenino, Ritmo perfecto es una propuesta que comienza haciéndole honor a su título y termina apagándose lentamente hacia los tramos finales. Jason Moore parece hipnotizarse con Anna Kendrick, protagonista de la historia, realizándole una innumerable cantidad de planos, remarcando así su rol de figura principal del film. Aquí la vemos cumpliendo una buena actuación, encarnando a una joven apasionada por la parte musical que involucra a los Djs pero acabando en un grupo coral que busca triunfar en una competición acústica universitaria. De la película se puede destacar positivamente la temática, diferenciándose de la típica incursión en la materia y apelando al canto a capella, un terreno poco abordado de esta manera en la industria cinematográfica. Se pueden apreciar unos números musicales muy bien logrados, en donde los personajes emiten desde su boca todo tipo de sonidos, conjugando diversas melodías como “covers” de reconocidas pistas. Pero no todo es positivo en Ritmo perfecto: lamentablemente, lo que inicia con chispa, gags acertados y hasta incluso algo extravagantes, de la mitad hacia el final parece empezar a desinflarse lenta y vertiginosamente, cayendo en una previsibilidad muy poco estimable que hace resoplar al espectador que venía disfrutando la espontaneidad de las situaciones. Como entretenimiento cumple (por momentos muy similar a la serie Glee), sin trascender con un que relato culmina siendo mucho menos perfecto rítmicamente que el nombre de la cinta. LO MEJOR: el inicio de la historia y cómo contagia. Los números musicales. LO PEOR: deviene peligrosamente en la obviedad. PUNTAJE: 6
¿Otra película de canto y baile? Los primeros minutos de Ritmo perfecto (Pitch Perfect, 2012) parecen sacados de algún capítulo de Glee: un concurso interuniversitario de canto a capela, un escenario brillante, un grupo de chicas haciendo un cover de The Sign, de Ace of Base. Sin embargo, la magia desaparece cuando una de las cantantes deja abruptamente de cantar, y tras unos segundos de suspenso, vomita absolutamente todo el escenario. Ahí entendemos que no estamos ante un típico musical adolescente, sino en algo mucho más importante. Dirigida por Jason Moore, que llevó varios musicales a Broadway, y escrita por Kay Cannon, que fue guionista de 30 Rock, Ritmo perfecto es la historia de Beca (Anna Kendrick) una estudiante que llega la universidad y es obligada por su padre a unirse a alguna actividad: si no llega a encajar, le promete, él mismo la ayudará a mudarse a Los Ángeles y a cumplir su sueño de convertirse en productora musical. Mientras practica con las bandejas de DJ, Beca descubre un grupo de canto a capela formado por chicas: las Barden Bellas, que fueron eliminadas en la última competencia interuniversitaria y están rearmando su grupo a la sombra de los Treblemakers, el grupo de canto masculino, ganador de absolutamente todas las competencias. Beca se suma a las Bellas, y empieza a competir en el torneo universitario de canto a capella. Ritmo perfecto suma todos los elementos que hacen a los musicales adolescentes, pero además les agrega detalles saludables: personajes inolvidables, como la gorda Amy, encarnada por Rebel Wilson, algo así como una versión femenina y completamente desatada de Jonah Hill. O Lilly Onakuramara (Hana Mae Lee), una integrante de las Bellas que sólo habla con susurros inaudibles. Citas que hacen referencia a Glee (“este no es un club donde vienen a cantar y a bailar para superar algún problema social o confusión sexual”), un homenaje a Breakfast Club, y una aparición estelar de Elizabeth Banks y John Michael Higgins, hacen que la comedia no sea sólo una parodia a un género de moda, sino que tenga una vida propia. La película puede pensarse como una renovación de ese género que fueron (y son) las películas de Una película de miedo, y todas las que vinieron después (por ejemplo Epic Movie, 2007 o Vampires Suck 2010; etc). Cuando comparamos la quinta y última parte de la saga, un bodrio plagado de lugares comunes, con el vértigo humorístico, con la profusión de personajes cómicos que despliega Ritmo perfecto, sólo se puede pensar que el futuro del género parodia está aquí. Y de hecho lo es: pocos meses después de su estreno en Estados Unidos, Universal anunció la segunda parte, que saldrá en 2015. ¿Una nueva saga en puerta?
Una comedia que aunque sigue los lugares comunes de premisas similares consigue entretener. Ritmo Perfecto es una de esas películas que sigue la fórmula de guion Hollywoodense tan al mango, que cuando lees la sinopsis te agarra un flash forward ––al mejor estilo Christopher Walken en La Zona Muerta–– en el cual podes predecir cuál va a ser el desarrollo de la película. Pero, cabe destacar, que se separa de sus poco ilustres antecesoras gracias a la peculiaridad de sus personajes. ¿Cómo está en el papel? Resulta que Becca (Anna Kendrick, goddess) quiere dedicarse a la música ––es una eximia DJ––, pero su padre, un profesor universitario, le rompe las guindas para que le dé a la educación universitaria un changüí, con la promesa de que si después de un año no le cabe, puede irse a Los Ángeles a girar discos como loca. Entre dichos requisitos figura que Becca se tiene que meter a una actividad extracurricular, y después de ser agarrada cantando en la ducha, es persuadida para unirse al grupo femenino de canto a capella (canto sin acompañamiento). Una vez establecida esta cuestión, aparecen todos los lugares comunes que se puedan imaginar de una película de esta naturaleza: el interés romántico, el antagonista soberbio, el coro de chicas que parece integrado por el equivalente femenino de la alineación de The Full Monty, la líder de la banda autoritaria que le tiene envidia a la protagonista, Yadda, Yadda, Yadda, same old, same old. Pero, a pesar de su enorme predictibilidad, felicito a los guionistas por haberle encontrado la vuelta a varios de estos estereotipos. Por ejemplo, entre las integrantes del coro encontramos a una señorita que no tiene vergüenza en admitir que es la “bombacha veloz” del grupo, por otro lado tenemos a una japonesa con la voz muy bajita (piensen en Hooks de Locademia de Policia) que es una carcajada inmediata cada vez que dice algo, y un personaje, llamado Fat Amy, que siempre esta con el remate justo. Párrafo aparte merecen los caballeros; el principal antagonista es un idiota que se cree el regalo de Dios para el mundo de la música, y aunque parezca serlo se gana no tanto el odio, sino la repulsión inmediata del espectador. Se cree Robbie Williams y no llega a ser Carlitos Bala. Pero el interés romántico de esta película fue lo que me convenció definitivamente del rumbo que quería tomar esta película a nivel personaje. Se sabe que se está escribiendo una película para minitah, y ¿Cómo son la mayoría de estos personajes en dichas películas? Adonises perfectos con mucha conciencia social, que solo les falta haber nacido en Krypton para ser Superman. En esta película no verán tal cosa; el caballero que ocupa dicho rol se gana al espectador ––por lo menos a los más geeks–– con una sola frase, una solita nada más: “He aquí las cinco mejores bandas sonoras de todos los tiempos: Tiburón, Star Wars, E.T., Rocky y The Breakfast Club.” Un caballero, con un paladar musical así de rico, es imposible que sea un idiota. (Si, si, rantee un poco, pero eso fue lo que sentí) ¿Cómo está en la pantalla? Buena foto, Buen montaje, ni más ni menos que eso. Un aplauso a todos los que laburaron en el sonido de la peli, porque te la regalo hacer el armado y mezcla de bandas de un grupo a capella para que suene tan bien y con tanta armonía como suena en esta peli. Por el lado de las actuaciones Anna Kendrick entrega una actuación a la altura del desafío, igual el resto del reparto. Pero quiero destacar a Rebel Wilson, de quien me dijeron muchas cosas buenas y yo no lo creí hasta que la vi; el carisma de esta chica es algo que no está escrito, como director tenés que tener muchísima suerte de encontrar en un casting a alguien con tanta chispa como ella. Conclusión Una película predecible pero muy entretenida gracias a la idiosincrasia de sus personajes. Es una peli ideal para pasar el rato, y apreciar la magia de la voz como un instrumento.
El discreto encanto de la ñoñez Ritmo Perfecto (Pitch Perfect) comienza con unos jóvenes en un concurso "a capella", sí, eso de crear música solamente a través de la voz humana. Sobre un escenario de una competencia interunivesitaria despliegan baile y canto dentro de la más tradicional narración. Entonces sucede un momento más propio de la comedia de los hermanos Farrelly y toda su escatología. Desde ahí el film rompe y sigue. Ya sabemos que esta no es otra tonta película americana(o al menos sabemos que va a ser una de esas buenas tontas películas americanas). Anna Kendrick personifica a Beca, una joven que llega al campus universitario obligada por mandato familiar (el padre es profesor en esa universidad) más que por el deseo de estudiar. Su personalidad apática y burlona es clave en la película. Porque ese mismo desdén de su parte es el de los espectadores. En cada mohín y en cada puesta de auriculares para escapar a la estupidez de su alrededor estamos nosotros para apoyar y coincidir. Cuando es obligada a ingresar a alguna actividad "social" dentro del ámbito de la universidad nos alistaremos con las mismas interrogantes y recelos que ella. Ahí es cuando de a poco se va develando lo genial de la película: abraza su cursilería con corazón y sin culpa. Y si de algo saben los muchachos de Hollywood es de películas deportivas y de estudiantes. Aquí se mezclan el mecanismo aceitado de ambas: el explotation de jugar con las diferencias de estereotipos (en un equipo destinado a no cuajar) y el de vendernos cualquier tipo de competencia (sea béisbol, tamborileros o porristas). En el film se cita explícitamente a la emblemática obra ochentosa del gran John Hughes llamada El Club de los Cinco (The Breakfast Club, 1985), hecho que no es gratuito. En aquella los elementos más emblemáticos de una escuela como el rebelde, la bella, la rara, el deportista y el nerd, obligados a compartir castigo, descubrían que estaban más cerca de lo que las apariencias dictaban. Aquí también está el grupo ecléctico formado por la enferma del control Aubrey (Anna Camp), la sexual Stacie (Alexis Knapp), la dura Cynthia Rose (Ester Dean) y la extraña Lilly (Hana Mae Lee) entre otras, y el aprendizaje, viene de la mano del auto descubrimiento a través de la mirada ajena surgida en ese espacio de obligación deportiva, permitiendo la amistad más improbable. Cuando a Ritmo Perfecto se la define como "obvia" parecería que uno olvida que en muchas ocasiones el cine realiza sus más interesantes relecturas dentro de sus esquemas más característicos. La clara autoconciencia de la película funciona desde el momento en que Amy (una genial Rebel Wilson) se hace llamar "gorda Amy" para adelantarse a que las chicas flacas la llamen así a sus espaldas. Eso es comprensión del género. Desde su diversidad de personajes se liberan líneas que nunca pierden el hilo principal, la tradicional relación de Beca y Jesse (Skylar Astin), porque después de todo, es sólo otra tonta película romántica. Pero una que comprende que el amor, los amigos y la ñoñez, les pertenecen a todos.
Las chicas sólo quieren cantar Pensada para público adolescente y sin otras pretensiones que las de retratar las inquietudes artísticas de chicas y chicos que integran cofradías y se prueban en un concurso de canto a capella, Ritmo perfecto da en el blanco con sus gags y toques musicales. Siguiendo la moda de la serie Glee y rememorando viejo títulos como Amor sin barreras, con relaciones cruzadas entre ambos bandos, esta es una película de fórmula que toma prestados elementos de realizaciones clásicas y las aggiorna a los tiempos que corren. El tema de los sueños y la superación personal ante las presiones familiares y la explotación de las aptitudes artísticas para el canto forman el corazón de esta propuesta que ya anuncia una segunda parte. Beca (Anna Kendrick) se une al grupo de las Barden Bellas luego de perder en la última competencia interuniversitaria, pero enfrente tienen a los Treblemakers, el grupo de canto masculino que arrasa en todas sus presentaciones. La nueva comedia del director Jason Moore (creador de éxitos en Broadway como Shrek el Musical, Magnolias de Acero y Avenida Q y responsable de capítulos para las series Dawson’s Creek y Brothers and Sisters) llega a la pantalla grande con el ímpetu de una historia que combina música y personajes simpáticos como Amy (Rebel Wilson), la gordita del grupo o Lilly (Hana Mae Lee), una chica oriental que susurra en lugar de hablar. Entre vómitos, un escenario listo para el gran show y covers de temas populares, las chicas parece que sólo quieren divertirse.
Al término de la función de prensa un grupo de periodistas cinematográficos debatían acaloradamente: “Lo que pasa que estas generaciones no vieron FAMA”, “Si viste FAMA esto no existe”. Es obvio que frente a este tipo de productos hay dos opciones, ubicarse en el lugar de crítico exhaustivo y compararlo con otros productos del género que se cree que son mejores ó entregarse al disfrute de una comedia blanca y musical agradable. Yo me ubiqué en éste último, porque más allá que vi “Fama”, “Grease”, “Footloose”, “Dirty Dancing” y “Xanadú”, también vi muchas películas de competencia estudiantiles de baile, canto y demás como “Fuga de Cerebros”, “Bring It On”, “Honey”, “Step Up”, “8 Miley” y “Billy Elliot” ó “High School Musical” y “Jump Up” para citar sólo algunas de las más recientes, cada una con su estilo y estética. “Ritmo Perfecto” (USA, 2012) de Jason Moore, es una comedia estudiantil que narra la historia de Becca (Anna Kendrick), una joven con ambiciones musicales y un sueño (ser DJ) que ingresa a la universidad presionada por su padre que cree que “ser DJ no es una profesión, es un hobby”.El trato al que llegan es que si luego de un año Becca sigue sin querer modificar sus ambiciones podrá cambiar su destino. Es así como llega a ingresar a “Las Bellas de Barden”, una girlband de música a capella para sumar puntos en actividades extracurriculares. "Las Bellas…” anteriormente contaban con mucho prestigio, pero se han quedado en el tiempo cantando canciones añejas y en su último intento de ganar la competencia nacional de canto sufrieron un accidente y se quedaron sin participantes. Para sumar nuevas integrantes deben modificar su criterio de admisión (Las Bellas siempre fueron rubias con figuras increíbles) y es así como “Fat Amy” (Rebel Wilson), la “alternativa” Becca y otros personajes ingresan a la banda. El rival más fuerte de “Las Bellas…” son la boyband “Los soprasónicos”, banda que viene arrasando en todas las competencias. Becca quiere que “Las Bellas de Barden” se aggiornen, como DJ tiene muchas ideas y ganas de incorporar Mashups y temas contemporáneos, pero Aubrey (Anna Camp), una estricta y tradicionalista joven que dirige al grupo, no se la hace fácil. El título de la película “Pitch Perfect” hace referencia a la ARMONIA que deben lograr las jóvenes en cada una de sus interpretaciones, algunos integrantes lo logran más rápido que otros, y en algunas presentaciones no siempre llega el perfect pitch. El director logra la armonía en una película que más allá de los temas musicales en competencia interestatal o en el Riff Off (batalla callejera de canto) se ríe de sí misma. Película clásica de chica busca chico pero en medio compiten entre sí, se enojan, se perdonan y se enamoran nuevamente, con notas ácidas y críticas al mismo sistema que plasma, con actuaciones secundarias muy logradas (Parker Posey, Rebel Wilson) “Ritmo Perfecto” es un catálogo de la música y la cultura popular de los últimos, al menos, 30 años. Así, podemos escuchar canciones como “Please don’t stop the music”, “The sign”, “Titanium”, “Turn the beat around”, “Eternal Flame”, “Spin Around”, "Butty Move", "Blame it on", "Just the Way you are", "The final Countdown", "It’s All Right", "I got the magic", entre otros, de interpretes como Rihanna, David Guetta, Madonna, Simple Minds, Bangles, Ace of Base, Roxette, etc. http://www.justjaredjr.com/2012/09/24/pitch-perfect-soundtrack-listen-now/ Además repasa clásicos del cine como: “Rocky”, “Los Goonies”, “Tiburón”, “Star Wars” (la protagonista nunca la vió porque cree que la revelación de Dark Vader era un engaño: “Vader significa padre en Alemán, para que la voy a ver?”) y un merecido homenaje a “The Breakfast Club” (Becca le pregunta a su “novio” qué desayuna Judd Nelson, respuesta: “como todos los rebeldes hipocresía y café para aumentar su depresión”, increíble definición). Divertida comedia, para ir al cine sin prejuicios y permitirse asistir a un casting gigante de American Idol o Popstars (lo mejor de esos programas) en la pantalla grande, y salir cantando y bailando o al menos participar de un Riff Off.
Las chicas sólo quieren divertirse Tras el éxito mundial de Glee y de la competencia The Sing-Off organizada por la cadena NBC, era inevitable que el cine norteamericano intentara trasladar ese espíritu a no pocas películas. Sin ser nada del otro mundo, Ritmo perfecto logra mixturar con bastante gracia y simpatía el subgénero de historias universitarias, romances y, claro, muchas escenas musicales (en este caso, a capella). El guión es pura fórmula pero funciona: Beca (una convincente Anna Kendrick, aunque bastante excedida en edad para el papel) es una chica con dificultades emocionales y comunicativas que se instala sin mucho entusiasmo en el college Barden y termina uniéndose a The Bellas, un grupo de canto de chicas, enfrentado con otro ensamble, The Treblemakers, 100% masculino en este caso, que está acostumbrado a ganar todas las competencias del rubro (son los campeones nacionales). Uno de los chicos del conjunto rival (Skylar Astin), por supuesto, se enamorará de ella pese a lo complicado del contexto. Más allá de las referencias apuntadas a Glee y un esquema que tiene un poco de Romeo y Julieta y otro tanto de Amor sin barreras, Ritmo perfecto apuesta por “dialogar” con películas y canciones generacionales (allí están las citas a El club de los cinco y Heathers, temas de Simple Minds y un largo etcétera). El estilo pendula entre la superficialidad de un telefilm para preadolescentes del Disney Channel y la comedia escatológica un poco más zafada (sí, las escenas de vómitos). Construido de manera conciente a fuerza de clichés y estereotipos -Rebel Wilson (Damas en guerra) se luce como la típica gordita desfachatada y nerd-, Ritmo perfecto es un film previsible (uno puede adivinar sin equivocarse cuál será la escena siguiente y, por supuesto, el desenlace), pero el recorrido no deja de ser bastante placentero. Una mención final para el aporte del director de fotografía argentino Julio Macat, que alcanza a darle el brillo, colorido, movimiento y glamour necesarios a las escenas musicales que son parte fundamental del atractivo de este logrado producto.
Parece que Ritmo perfecto es otra de esas películas en las cuales no hay grises: o te gusta demasiado o no te gusta nada (últimamente hay muchas de esas) porque si el espectador no entra en la sintonía que propone el film se va a sentir desplazado y si eso sucede es imposible de disfrutar. Tal vez sería acertado decir que es como el “lado B” de la famosa y exitosa serie Glee, porque el film vendría a ser políticamente incorrecto y con unos cuantos chistes bastantes pesados que no se podrían hacer en el show televisivo. Para que se puedan hacer una idea, la película tiene una onda Mean girls (20xx) pero con números musicales en el medio. Con ese tono y la simple premisa de una competencia/guerra de coros en la universidad se desprenden situaciones verdaderamente geniales. Algo muy ingenioso es que los protagonistas son tratados (y representados) como losers totales pero que se la dan (y creen) de ganadores. El ambiente creado por el director Jason Moore es brillante, más teniendo en cuenta que se trata de su ópera prima (aunque tiene una amplia trayectoria en televisión). Y el incisivo y ocurrente guión también está a cargo de una persona (Kay Cannon) que se forjó escribiendo series de tv y que ahora adaptó la novela llamada Pitch Perfect: The Quest for Collegiate A Cappella Glory. Sin embargo, todo esto sería nada sin la excelente labor del reparto. Anna Kendrick vuelve a demostrar una vez más que es de lo mejor que ha dado Hollywood últimamente agregándole grandes dotes para cantar a su inmensa versatilidad. Su personaje, Beca, enamora y hace reír. Y el punto opuesto es Rebel Wilson, quien ya desde el nombre de su personaje (Gorda Amy) plantea toda la irreverencia e incomodidad en sus dichos y actitudes. Tiene líneas brillantes que hacen reír mucho. El resto de los personajes de los coros son tan disímiles como geniales ocupando cada uno un lugar determinado y bien planteado en la historia, destacando a Anna Camp y su escatológica escena. Mención aparte para la ya consagrada Elizabeth Banks por lo poco sutil de su papel. Y un buen musical (o semi-musical) no sería tal sin una banda sonora acorde y Ritmo perfecto está a la altura con algunos hits más que conocidos y canciones nuevas. Por ello, cabe destacar que el single “Cups” llegó al top 100 de Billboard y que el sountrack de la película vendió casi 800 mil copias en la era de la piratería. Por todo esto no es de extrañar que ya haya una secuela confirmada para 2015 con todo el elenco volviendo a interpretar para sus papeles. La película es una joyita, pero si el espectador no disfruta de los musicales ni del humor irreverente, lo mejor que puede hacer es elegir otra película de la cartelera. En cambio, si se disfrutan de este tipo de propuestas no hay que dudar en ir a verla y entregarse a este pseudo musical que va un paso más allá del género.
Una que sepamos todos Como ya el titulo mismo nos adelanta estamos en presencia de un film netamente musical, donde los cuadros cantados se nos aparecen uno detrás de otro con la misma locuacidad cinematográfica utilizada por Michael Bay para las explosiones. Dicho esto los detractores de este tipo de film podrán enunciar que se trata apenas de otro producto cinematográfico más, orientado al público adolescente que reproduce la estética de Glee. Nada más cierto. Nuevamente la preparatoria es el ámbito donde se desarrolla el conflicto y no es un dato menor el hecho que el director de este film Jason Moore haya sido participe de la serie noventosa adolescente por antonomasia: Dawson''s Creek, de cuya cantera surgieron Kathie Holmes, Michelle Williams y Joshua Jackson. Aquí tenemos una joven Beca (interpretada por Anna Kendrick) que ingresa en una nueva escuela, que totalmente desconectada de todo y sin demasiado interés en ser parte de ningún grupo deambula por los pasillos hasta que es cooptada por un grupo de jóvenes que necesitan presentarse en la competencia interescolar de canto a capella. Simultáneamente también aparece en escena su contrafigura romántica Jesse (Skylar Astin en un digno papel) y pronto nace entre ellos una incipiente relación marcada por su amor en común a la música y a la actividad radial del campus. Con guiños a la cultura pop de los ochenta (referencias al cine de John Hughes a través de The Breakfast Club) el film logra entretener al público que consume el tipo de producto que ofrece donde todo es calculado hasta el mínimo detalle. No existe profundidad alguna en los adolescentes ni vocaciones defendidas hasta la muerte, sólo chicos talentosos en medio de un duelo de melodías coreografiadas. No estamos aquí en presencia de la Lydia Grant golpeando el piso diciendo "la fama cuesta y aquí es donde empiezan a pagarla", nada mas lejos de aquel conservatorio donde la vocación y el ansia de trascender eran moneda corriente. Pitch perfect entretiene y lo hace muy bien, sin falsas pretensiones ni delirios de grandeza. Un producto netamente comercial que llego a las salas cinematográficas y se irá de ellas con la fugacidad de un tema pop, pegadizo pero descartable.
Rancho Carne Bellas Pitch Perfect tiene la misma premisa que Bring it On y no hay que ser ningún conocedor del tema para darse cuenta. Grandes similitudes se pueden encontrar a lo largo de su metraje, desde cuestiones básicas como el acercamiento a restringidas tribus universitarias y la dinámica de los personajes de Anna Kendrick y Brittany Snow con los de Eliza Dushku y Kirsten Dunst, hasta detalles como el diseño de las coreografías, la interacción con los excéntricos secundarios, el pase de antorcha generacional y la competencia contra el otro "diferente". Sin embargo, en este caso, compartir una fórmula no limita de ninguna manera a la primera ni la condena a ser una mera repetición. El por qué Pitch Perfect es una de las mejores comedias del último tiempo y no una fallida secuela directo a DVD –Bring it On ya tuvo cuatro-, se debe a la gran cantidad de talento tanto delante –especialmente delante- como detrás de cámara. Jason Moore, quien debuta en la dirección luego de haber pasado años en Broadway, y Kay Cannon, productora y guionista de aquella genialidad que el tiempo extinguió llamada 30 Rock, son quienes dan el salto a la pantalla grande con esta adaptación de la novela de Mickey Rapkin, una crónica detallada, honesta y cómplice del mundo del canto a capella. Dinámica, ácida, totalmente creíble, con una banda sonora de lujo y marcadamente autoconsciente –"literalmente hemos estado aquí todo el tiempo" en boca de una de las chicas que prácticamente ni apareció es una línea perfecta-, tiene la fortaleza de tener en el elenco a un aceitado grupo de jóvenes que funciona bien en lo individual pero, como debe ser, lo hace aún mejor en conjunto. Por ser los más extrovertidos, Rebel Wilson y Adam DeVine son quienes más se destacan, lo que no genera más que una demanda de mayor cantidad de interacciones entre ambos que lamentablemente no llegarán. Para duplas están muy bien Elizabeth Banks y John Michael Higgins –quien ya cantaba a capella en The Break-Up, película casualmente dirigida por el realizador de aquella de las porristas, Peyton Reed-, pero eso no significa que no puedan lucirse la ascendente Kendrick o Skylar Astin, que fue muy opacado por Miles Teller en 21 & Over. El grupo tiene el timing justo y prácticamente cada chiste funciona, cosa de que si hay algún miembro débil en la manada –la oriental que habla bajo y es medio psicópata se gasta rápido-, se lo refuerza con las voces de los acompañantes para lograr que todo suene bien. Ya se ha empezado a planificar una secuela y, de no tener a todos los involucrados delante de cámaras, probablemente tenga la misma suerte que las Bring it On que siguieron a la primera. Por lo pronto Pitch Perfect, igual que la original de aquella franquicia, tiene destino de culto.
A cantar a la universidad Si alguna vez se preguntaron qué era de los chicos que participan de grupos como los que se retratan en la serie "Glee" luego de terminar el colegio, la respuesta está en esta película. Una vez en la Universidad, la cosa sigue, y evidentemente, como señala una línea del filme “las cosas no mejoran para todos después de la secundaria”. Beca (Anna Kendrick) no está convencida de seguir en la Universidad, no se integra ni tiene amigos, pero tiene talento para la música. Accidentalmente una de las chicas del grupo Bellas la escucha cantar en las duchas, y la convence de audicionar para formar parte de ese coro femenino. En la misma universidad hay otro grupo, formado exclusivamente por varones, que son el éxito del rubro. Casi está de más mencionar la enorme rivalidad entre ambas formaciones. El resto de la película, para quienes hayan visto la serie, es como una temporada resumida en dos horas. Para quienes sean ajenos a esta explosión de manifestaciones musicales, bueno, se trata de la competencia entre grupos, canciones mediante. Tiene mucho humor, especialmente a cargo de algunas peculiares integrantes del grupo (como Rebel Wilson, que interpreta a la “Gorda Amy”), y de los comentaristas de las competiciones, y no se puede negar que las canciones enganchan. Sin embargo la idea que inspira la película está muy desgastada. Lo mismo sucede con la cantidad de lugares comunes y obviedades que plagan el filme. Tal vez el colmo sea que la gran referencia cinematográfica y musical a la que se alude constantemente sea el ya clásico de John Hughes "El Club de los Cinco". Como si este filme pretendiera llegar a ocupar alguna vez un lugar similar entre las preferencias del público, algo rotundamente imposible. El espectador que la quiera ver correrá el riesgo de que se le “pegue” alguna versión infortunada de una canción que no aprecie mucho. Por lo demás, es sólo una comedia ultraliviana y previsible, que sirve para pasar el rato. Pero sólo eso, pasar el rato si no tiene algo mejor que hacer.
Con el éxito de “Glee” era esperable que llegaran estas peliculas de adolescentes de secundaria en crueles concursos de canto esta vez a capella, donde hay grupos de chicos y chicas que compiten a cara de perro y no faltará un romance al estilo Romeo y Julieta. En fin, entretenimiento de manual, canciones conocidas, humor escatológico, romances, ironías. Entretiene.
La vida y el canto Las chicas sólo quieren cantar, o mejor dicho The Bellas, esa fraternidad a capella que año tras año busca el preciado trofeo de la competencia interuniversitaria. Ritmo perfecto gira en torno a Beca (Anna Kendrick, Amor sin escalas, En la mira), quien comienza siendo interesante, se recluye en sus auriculares y ve todo con escepticismo en la Universidad Bardey. Pero la joven se amalgama a la superficialidad dejando de lado su pasión DJ y las largas noches en la radio. Beca sólo es blanco de burlas por su aspecto solitario y retraído, en tiempos donde la fórmula del “ éxito looser ” impuesto por series de TV como Glee se la hizo fácil al director Jason Moore. Desde el vamos, dejemos en claro que esta película dista de ser un musical: es un filme con tintes románticos, un sutil descontrol, humor que no califica (los chistes sexistas e hirientes de los comentaristas del certamen musical, apestan) y que incluye algo de escatología, con vómitos incluidos. La energía de las chicas no pasa por estudiar (casi ni se las ve con un libro en la mano) sino por cantar mejor. La voz de mando es la marcial Aubrey (Anna Camp, sí, la de Glee), a quien le calza bien el papel conservador y minado de estructuras. El equipo a vencer, los nerds The Treblemakers, con una exagerada caracterización de su líder con todos los tics de un pedante. En ese grupo es reclutado Jesse (Skylar Astin), quien protagonizó la olvidable 21 La gran fiesta. Y crean que aquí actúa mejor que en su otro filme caracterizando a un animal party . Entre el elenco se destaca la australiana Rebel Wilson (Despedida de solteras, Damas en guerra) quien se autodenomina “Amy, la gorda” e impone en voz y actitud con un personaje frontal sin llegar a lo grotesco. Atención a la escotada y pasional Stacie (Alexis Knapp), quien parece que su papel es sólo tocarse los senos y hacer aullar a la platea masculina. Ritmo perfecto es puro audio, escasas coreografías (sólo en la escena de la audición final) y voces desparejas. La banda de sonido del filme tapa a la película misma: Bruno Mars, Rihanna, Katy Perry, Chris Brown y hasta David Guetta -cuando Beca canta Titanium antes de bañarse, Chloe (Britanny Snow) la descubre desnuda e invita a sumarse a The Bellas-. Y por detrás asoma un enigmático muchachito, epa. Una montaña de cliches baratos tapa a este buen intento por querer plasmar la pasión cantora de los chicos/as en una era donde las competencias de talentos musicales buscan otro nicho para las películas hollywoodenses.
Bastaría con decir que se trata de una película en torno de una competencia artística, en este caso centrada en la rivalidad de dos grupos vocales universitarios -uno de varones, otro de mujeres- que hacen -rigurosamente a capela- covers de canciones pop bien conocidas. Será suficiente para imaginar lo que ofrece esta novedad: lo de menos es el sencillo y convencional cuentito sobre estudiantes, con sus afinidades, antipatías, amoríos y conflictos propios de la edad. Lo que importa son los números musicales que, entre preparativos, ensayos y presentaciones públicas se intercalan en la acción y ocupan buena parte de las casi dos horas de duración del film. Sin duda, el gran éxito de Glee , la serie cómico-musical de TV, ha sido el modelo por seguir, a pesar de que el origen está en un libro de Mickey Rapkin sobre los entretelones de este tipo de competencias y de que Kay Cannon (laureada integrante del equipo autoral de 30 Rock ) es quien firma el guión. El espectador no va a encontrar aquí demasiada originalidad, a pesar de que hay algunas líneas de humor, la mayoría de las cuales están a cargo de la pareja madura del caso, Elizabeth Banks y John Michael Higgins, los animadores que cubren el certamen para un canal de cable. Tampoco hay demasiado ingenio en la elaboración de los personajes ni de los enredos en que se ven envueltos, pero en general el tono es liviano y simpático y los jóvenes actores-cantantes-bailarines se desempeñan con apreciable desenvoltura y sólido oficio. Lo demás lo hacen las canciones, que sobreabundan, pero en más de una oportunidad se presentan en atractivos arreglos, y esto vale tanto para las Bellas como para los Treblemakers , los dos conjuntos de la Universidad Barden cuya rivalidad es, en algunos sentidos, tan empecinada como la de los Montescos y los Capuletos. De acuerdo con ese antecedente, ya podrá suponerse que habrá un Romeo y una Julieta, la parejita protagónica que animan Anna Kendrick y Skylar Astin; que ellos tendrán especial peso en sus respectivos ensambles (son los recién llegados que traen nuevas ideas) y que a su alrededor se moverán otros jóvenes de características muy diversas, como la autoritaria líder de las chicas (Anna Camp), que busca llegar a las finales nacionales en el Lincoln Center para reivindicarse de su papelón del año pasado cuando los nervios la hicieron vomitar en escena (al modo de El exorcista ) y, por supuesto, el premio fue para los muchachos. Entre los demás, cobra especial relieve la simpática Amy de Rebel Wilson, la misma gordita de Damas en guerra , que es capaz de extraer gracia de cualquier línea que le toque decir. La modesta intriga se reduce al resultado de la competencia y a descubrir si la parejita tendrá o no su final feliz. Poco, pero la música ayuda a sobrellevarlo.
No se entiende bien el sentido de este filme. Quizás los productores y el director intentaron explotar el filón de la serie GLEE o simplemente pensaron que el ámbito Universitario americano aún puede generar argumentos novedosos y divertidos. Lo cierto es que RITMO PERFCTO carece de gracia, de originalidad y aburre en la mayor parte del metraje. El elenco, de adolescentes soñadores, es de los menos carismáticos de toda la historia del subgénero "comedia universitaria". Existe, como no, la clásica escena escatológica, la tensión romántica entre chico/chica y la moraleja remanida de "si te lo propones puedes lograrlo". Naif, "ñoña", difícil de recomendar...
Tremenda sorpresa me he llevado con esta entretenida y pegadiza -en términos musicales- propuesta de Jason Moore, un prestigioso director de teatro (el musical de Broadway "Avenida Q") y de televisión (las series "Dawson’s Creek", "Everwood", "One Tree Hill" y "Brothers and Sisters") que incursiona en el cine con esta adaptación de la novela de no ficción "Pitch Perfect: The Quest for Collegiate A Cappella Glory". El libro, escrito por el periodista Mickey Rapkin, le brinda a los lectores detalles de la subcultura de los cantantes a capela y explora la proliferación de estos competitivos grupos de aficionados que surgen en los "Clubs Glee" de las escuelas secundarias. Kay Cannon, guionista de "30 Rock" y "New Girl", tomó la premisa del relato y la convirtió en la divertida trama de "Ritmo Perfecto", película que cuenta la historia de Las Bellas, un grupo de estudiantes de la Universidad de Barden que cantan a capela. Luego de un episodio altamente embarazoso que, al ritmo de "The Sign" de Ace of Base, las eliminó de la anterior edición de la competencia interuniversitaria de la especialidad, Aubrey (Anna Camp) y Chloe (Brittany Snow), las únicas que se quedaron como integrantes, se encuentran reclutando nuevos talentos. Uno de ellos es Beca (Anna Kendrick), una joven DJ que preferiría dejar de perder tiempo en la universidad para cumplir su sueño de convertirse en productora discográfica. Sin embargo, es obligada por su padre (John Benjamin Hickey) a unirse a alguna actividad extracurricular que resulta ser el canto sin instrumentos. A lo largo de la trama (la estructura narrativa es similar a la película de porristas "Triunfos Robados"), Las Bellas no sólo compiten para acceder a los regionales y ganar posteriormente los nacionales del campeonato sino que también se enfrentan a los Treblemakers, el grupo masculino que pertenece al mismo centro educativo y que es ganador absoluto de todos los torneos. Chicas malas, chicas buenas y chicas raras que al comienzo sólo tienen en común lo bien que suenan al cantar juntas, son personajes muy bien desarrollados por Cannon, entre los que sobresalen Gorda Amy (a cargo de la graciosísima Rebel Wilson) y Lilly (Hana Mae Lee), una muchacha que habla muy bajito. El elenco también está integrado por Skylar Astin, Alexis Knapp, Ben Platt y Ester Dean. Elizabeth Banks, también productora del film, y John Michael Higgins, quienes interpretan a los relatores del certamen, tienen una participación especial. Números musicales muy bien logrados, gags acertados y una historia que supera ampliamente a los personajes estereotipados de la serie "Glee" y sus dilemas, integran la fórmula de este "ritmo perfecto" que está acompañado por un soundtrack que incluye fragmentos versionados a capela de "Titanium" de David Guetta; "Don’t Stop the Music" de Rihanna; "Since U Been Gone" de Kelly Clarkson; "Party in the U.S.A" de Miley Cyrus; "Price Tag" de Jessie J junto a éxitos ochentosos como "Hey Mickey" de Tony Basil; "Like a Virgin" de Madonna; "Eternal Flame" de The Bangles; "Turn the Beat Around" de Gloria Stefan y "Don't You (Forget About Me)" de la banda Simple Minds que
El coro de chicas nunca fue tan incorrecto. ¿Qué pasa cuando una película utiliza absolutamente todos los clichés que puede tener su género en poco menos de dos horas? Habitualmente, queda una goma, estirada e inmirable, que solo los más fanáticos pueden llegar a comprender. Con Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2012) pasa exactamente lo mismo. La película sigue un reglamento: Grupo fundido, chica nueva con mala actitud que no quiere sumarse, pero que finalmente termina salvando al grupo; y en el medio una historieta de amor entre ella y uno de los cantantes del equipo rival. Es decir, tiene absolutamente todo para ser horrible. Pero no, Ritmo Perfecto es divertida, y todo es gracias a su elenco. En la cabeza la tenemos a Anna Kendrick como la chica nueva en la ciudad que es prácticamente obligada a sumarse a The Bellas, el Glee Club de la universidad que cayó en desgracia cuando una de sus líderes vomitó salvajemente en una presentación. Luego nos quedan Anna Camp y Brittany Snow como las únicas dos miembros originales del conjunto vocal. La primera, la que dejó toda su porquería en el escenario, es una insoportable que solo quiere que las cosas salgan como ella dice; mientras que la otra -si bien se disfraza de dura- tiene formas más pacíficas para con las demás. Y por último, pero no al final, Rebel Wilson como la Gorda Amy, un personaje que aporta el humor, el desenfado y la escatología necesaria para que esta película no se convierta solo en un destino para chicas en los cines. Porque Ritmo Perfecto, pese a tratarse de chicas que cantan, tiene mucho de humor sexual y desagradable (es decir, vómito, gases, etc), cosa que parecía terreno exclusivo de películas más "masculino-adolescentes", pero que exitosas películas como Damas en Guerra (Bridesmaids, 2011) convirtieron en algo sin barreras de género. El director Jason Moore es un debutante en la pantalla grande, pero en su curriculum pueden verse episodios de Dawson's Creek y Brothers and Sisters, entre otros shows. Es decir, tiene cierta experiencia, pero tal vez el formato de pantalla grande todavía le quede, valga la redundancia, grande. A no confundir, la película es correcta, pero se nota que tranquilamente también podría haber sido un producto para televisión sin hacerle demasiados cambios, y esa es la gran falla de la Ritmo Perfecto: Difícilmente pueda ser calificado de algo más que telefilm. Y no es por su presupuesto (casi 20 millones de dólares), sino por la elección artística que Moore tuvo al editarla. Pero pese a ese detalle, que a muchos debe importarles un comino, Ritmo Perfecto es una película buena, divertida y que hace pasar un buen rato. Aunque, claro, si están cansados de ver las mismas historias con los mismos remates de siempre, ni lo intenten.
Infinitas canciones y escasa originalidad He aquí una comedia sobre jóvenes universitarias que se organizan para competir en un certamen de grupos a capella. A capella quiere decir que no habrá instrumentos estridentes. Eso en parte es algo atendible. Los seguidores de concursos televisivos y teleseries para adolescentes quizá puedan encontrarle otros méritos. Para ellos, precisamente, se ha hecho la película, aunque ni para ellos puede ser suficiente. Les permitirá pasar el rato, pero no es de las que dejen mayor recuerdo, salvo la cara de su linda protagonista, que parece estar todo el tiempo a disgusto y con dolor de estómago, una expresión habitual de ciertas actrices televisivas. Del resto, cabe constatar 58 canciones a lo largo de 112 reiterados minutos, varias de ellas con coreografías bastante rutinarias. Por suerte pocas se oyen completas. Cabe constatar además un par de vómitos sorpresivos, potentísimos y absurdos, la falta total de profesores y horas de clase en la universidad de marras, poca gracia, mínima originalidad, un mago desaprovechado y, peor aún, una rubia desaprovechada. Responsables, Jason Moore, director, Elizabeth Banks y Paul Brooks, principales productores, y Kay Cannon, buena actriz metida a libretista sobre novela de Mickey Rapkin, columnista de "Elle" y "Vanity Fair". Protagonista, Anna Kendrick. Figura singular del elenco, en rol secundario pero muy visible, Rebel Wilson, la gorda australiana, que ya acumula buen curriculum en comedias americanas e incluso ha producido algunas. Director de fotografía, Julio Macat, porteño afincado en EE.UU. que atendió las luces en las tres de "Mi pobre angelito" y otras cuantas de éxito, y probablemente también trabaje en "Ritmo perfecto 2". Si, señor, ya se anuncia otra de la misma especie, sabor y color.
Pensar (y cantar) el cine La verdad que nunca me gustó Glee. Es posible que no le haya dado la oportunidad que merecía, es decir, verme de un tirón varios capítulos de su primera temporada, como para entrar bien en la historia. También es cierto que nunca fui un fanático del género musical. Pero lo cierto es que, cada vez que me he topado con algún episodio suelto por el cable o la televisión abierta, siento que las canciones y coreografías absorben toda la trama, con lo que nunca me importa realmente qué les sucede a los personajes, sus historias y motivaciones. Y este pensamiento se refuerza ante la certeza de que, a pesar de no adorar los musicales, creo que puedo reconocer -y disfrutar- a un buen exponente. Más aún si tenemos en cuenta que la serie también puede mirarse desde el género estudiantil e incluso el deportivo. El párrafo anterior me sirve en parte como puntapié para afirmar que Ritmo perfecto es todo lo que podría haber sido Glee, e incluso más. Y consigue serlo con una premisa que reúne todos los lugares comunes del cine hollywoodense dirigido al público juvenil de los últimos treinta años: la joven novata (Anna Kendrick) que en el momento de arribar a la universidad es reclutada para integrar un grupo de cantantes a capella, The Bellas, integrado exclusivamente por mujeres, con vistas a una competencia nacional. Lo que viene a continuación es de lo más obvio: el aprendizaje e integración de la protagonista al grupo, la sucesión de conflictos entre las chicas, la aparición de un interés amoroso, las diferentes instancias de competición. Pero todo es interesante, atrayente, divertido, incluso conmovedor. Y esto se da porque hay en este proyecto un conjunto de gente con una gran vocación por contar algo con toda la energía y ambición posible, empezando por el guionista Kay Cannon (quien tiene como antecedente más fuerte la serie 30 rock), el director Jason Moore (que trasciende lo que se podía esperar de sus trabajos previos en series como Brothers & sisters) y Elizabeth Banks (una gran actriz que saltó a la fama con Virgen a los 40, y que aquí también aporta desde la producción). Pero asimismo con un elenco superlativo, donde no sólo destaca Kendrick (una de las mejores actuaciones de este año), sino también Rebel Wilson, Brittany Snow, Anna Camp, Alexis Knapp, Ester Dean, Hana Mae Lee, Shelley Regner y Skylar Astin. Ritmo perfecto se hace cargo de todo un conjunto de dilemas: a la luz del cambio/evolución del público juvenil ¿siguen teniendo sentido las estructuras forjadas en los géneros musicales, deportivos, universitarios, incluso los románticos? ¿Sus discursos y miradas se sostienen o necesitan readaptarse? ¿Los jóvenes (y en especial las mujeres) continúan siendo en el fondo los mismos que décadas atrás? ¿Se puede seguir hablando del amor o el romance de la misma forma? ¿Las mutaciones (si es que las hubo) han sido para bien o para mal? Las respuestas que da el film no son terminantes y eso, aunque en principio parezca un acto de cobardía, termina demostrando una gran valentía, porque explora los grises, los puntos intermedios, los distintos huecos de esta problemática, y les saca todo el jugo posible. Es cierto, sí, que el tiempo ha pasado, que los espectadores ya no son los mismos, que hay temas sobre lo que no se puede decir exactamente lo mismo que antes y que los géneros necesitan actualizarse. Pero esta actualización formal, narrativa y discursiva no tiene por qué reformular la base fundante, porque hay motivaciones y objetivos que persisten: el público joven vendrá ahora con toda una carga de posmodernismo que bordea el cinismo, pero a la vez sigue necesitando de las visiones cuasi idealistas que están en condiciones de aportar determinadas marcas genéricas. La respuesta en el relato de Ritmo perfecto aparece a través del cine de John Hughes, más precisamente en El club de los cinco, aquella obra maestra de 1985 que anticipó la oscuridad de sucesos como el Columbine, pero que también se erigió como un monumento al (im)posible quiebre de barreras en el sistema escolar estadounidense hasta convertirse en una historia extraordinariamente universal. La cita a ese gran film de los ochenta no es un mero guiño por parte de la película, sino toda una declaración de principios, cimentada en una historia repleta de personajes femeninos fuertes que transitan un camino coherente con ellas mismas; donde se hace hincapié en el hecho de jugar en equipo y brindarse al otro, cediendo incluso el lugar central; y se promueve el tirarse a la pileta, abandonando los lugares cómodos, en pos de la chance del amor. Y para todo esto, no necesita recurrir a discursos rimbombantes, sino a acciones poderosas, a diálogos afiladísimos y, principalmente, a números musicales perfectamente integrados a la trama y que dicen mucho, pero mucho más de lo que parece. Desde los géneros y esquemas de producción más subestimados por ciertos sectores de la crítica y el público, Ritmo perfecto demuestra que hay otro tipo de sutileza, otro tipo de importancia: esa que nace desde el canto, desde el trabajo en equipo, desde la amistad, desde el amor. A pesar de que los tiempos cambian, en ciertos aspectos, por suerte, la canción sigue siendo la misma.
Las chicas más competitivas En muchas universidades de los Estados Unidos es moneda corriente que se formen coros que participan en concursos con otras casas de estudio y una vez al año, los mejores, se presentan en un gran show, que se realiza en el Lincoln Center de Nueva York. Sobre la intimidad de lo que ocurre en estos grupos se apoyó el guión de esta comedia, que a la manera de la famosa serie televisiva "Glee", de Fox, sus personajes se muestran dispuestos a dar batalla para ganar el primer puesto en el concurso de grupos de canto a capella. TRAS LA IDENTIDAD "Ritmo perfecto" muestra lo que sucede en una universidad de Estados Unidos, donde cada adolescente va formando su propia identidad, a partir de la integrarción a equipos de todo tipo que responden a sus propios intereses. El hilo conductor de esta historia, en la que se oyen el hip-hop, la balada, o el rock, es Beca (Anna Kendrick), quien sueña con viajar a Los Angeles, para convertirse en productora musical. Pero su padre, que es profesor en la Barden University, de Atlanta, en Giorgia (en la que está ambientado el filme), quiere que primero obtenga un título terciario. Beca, que es bastante rebelde, vive sumergida en su computadora, mezclando música y tratando de hacerse amiga de los que en la universidad tienen gustos afines a los de ella. Así descubre que en la radio de la universidad, hay un chico que es disc-jockey y la invitará a pasar música los sábados por la noche. CODICIADO TROFEO Aunque lo más interesante que le sucede a Beca es ser invitada a formar parte de las "Barden Bellas", un grupo de chicas que vienen de un fracaso estruendoso cuando en su última actuación, Aubrey (Anna Camp) su líder, se descompuso en pleno show. Las "Barden Bellas", no se sabe bien por qué, reúne a las chicas que ningún otro grupo quiere, como la misma Beca, o "La gorda" Amy (Rebel Wilson), que así se hace llamar ella misma y tiene kilos de más, pero es dueña de una voz prodigiosa y es una de las más entusiastas del equipo. No obstante la rivalidad y discusiones que surgen entre la conservadora Aubrey y la vanguardista Beca no se hacen esperar y aportan los matices más interesantes a esta comedia, que se desarrolla en medio de competencias, romances, celos y muy buena música. Uno de los momentos más atractivos es la preselección de la que participan los exitosos "Treblemakers", un grupo de varones que hacen un dinámico y bailable hip-hop, y logran arrebatarle el primer premio a las "Barden Bellas", lo que provoca una disparatada escena en la que Beca y Amy les sacan el trofeo a los muchachos. "Ritmo perfecto" es una comedia ideal para adolescentes, que cuenta con un equipo de jóvenes que se destacan a través de una serie de melodías, muy bien cantadas y actuadas, entre otras, por Anna Kendrick (Beca), Rebel Wilson (Amy) y Anna Camp (Aubrey).
Un grupo de jóvenes universitarios enfrentados a la hora de ganar el gran premio. Esta es una de esas películas que no todos los espectadores pueden llegar a elegir, porque si no es de tu agrado la comedia musical, con un poco de romance y humor, por suerte tenes la opción en la cartelera. En cambio, si te gusta este tipo de propuesta, casi seguro que la vas a pasar bien. Esta es su ópera prima del director Jason Moore (42 años) quien tiene una reconocida trayectoria en televisión y teatro. Escrita por Kay Cannon y producida por Elizabeth Banks. Su historia es muy similar a la famosa y exitosa serie Glee, con un elenco notable de talentosos intérpretes tanto para cantar como para la comedia, que reúne a grupo de jóvenes con ganas de vivir todas sus inquietudes y profesionalismo. También hay alguna relación con “Step Up” y “Chicas malas” (2004) pero en esta habría que incluirle escenas musicales. La historia comienza cuando un grupo de mujeres de la Universidad de Barden, la Barden Bellas, se encuentra compitiendo en la final nacional de canto a capela, en ese momento la líder Aubrey Posen (Anna Camp) durante un solo vocal vomita en el escenario y también llega al jurado, como se imaginarán esto perjudica el certamen y resulta en una gran humillación. Pasan algunos meses después de la competencia nacional, llega al primer año en la Universidad de Barden Beca (Anna Kendrick quien recibió una nominación para el Oscar a la mejor actriz de reparto, por "Amor sin escala"-2009). A ella no le gusta esto, quiere estudiar una carrera relacionada con la música (aspira a ser productora musical) pero quien la obliga es su padre Mitchell (John Benjamin Hickey), un profesor de la universidad. Ella por esas cosas que tiene la vida va a ocupar un puesto en la estación de radio de la escuela, donde se encuentra con compañero novato Jesse Swanson (Skylar Astin, “21 & Over”), quien se enamora de ella. Luego comienza a tener varias diferencias con su padre. En medio de discusiones y discrepancias, Beca, se incorpora a los grupos corales que cantan a capella, ellas son cantantes conocidas como “The Barden Bellas”, lo integran: Aubrey, Chloe Beale (Brittany Snow), Cynthia-Rose (Ester Dean), Stacie Conrad (Alexis Knapp ), Lilly Onakuramara (Hana Mae Lee) y Fat Amy ( Rebel Wilson ). Deberán enfrentarse en la competencia a varios grupos y entre ellos a los líderes, los hombres del Bellas “Los Treblemakers”. En medio de las distintas competencias surgen peleas, detenciones, envidias, separaciones y todo tipo de discusiones. Todo hasta llegar a compatibilizar ideas, reunirse, dialogar, limar asperezas y asociarse porque la unión hace la fuerza. En medio de todo esto llega el gran día: la competencia final. La historia se encuentra rodeada de buenas actuaciones, excelentes trabajos de: Anna Kendrick, la enamorada, la rebelde y la perspicaz y Rebel Wilson (“Damas en guerra”) una gordita graciosa que tiene respuesta a todo. Quizás una de las actrices desaprovechada es Elizabeth Banks como Gail en un papel muy tibio. El resto de los personajes se destacan en sus interpretaciones: Anna Camp con una escena bastante escatológica pero bien en su rol; no falta la lesbiana negra, la chica que solo le interesa el sexo y luego se arrepiente; una asiática algo demente; Skylar Astin el enamorado y con gran talento; Ben Platt como Benji el compañero del protagonista y John Michael Higgins, entre otros. Dentro de la trama no falta el humor acido, el sarcasmo y el absurdo. El resto que hace al film es la fotografía y la maravillosa banda sonora, algunos hits muy conocidos y canciones inolvidables, tanto gustó esto en el público que fue muy vendida por lo tanto se viene “Ritmo perfecto 2” en el 2015.
El cine, tomado por asalto por el baile Una película de chicos de propaganda que bailan, cantan y sonríen con blanquísimos dientes y se enfrentan a un grupo de estereotipos rebeldes. Un cóctel creado y dirigido a coreógrafos y cantantes con poco del séptimo arte. Como ocurre casi siempre, todo dependerá de gustos y preferencias. Ritmo perfecto es un musical teen con un grupo de chicas que compite cantando a capella en un concurso para adolescentes. Por lo tanto, el trabajo previo de marketing, donde conviven la saga Crepúsculo, la factoría Disney, la marca Glee y, por qué no, programas afines de la televisión vernácula, está plenamente asegurado. Pero, por si no fuera suficiente, a toda esta ensalada visual y sonora se le agrega el toquecito Broadway de las últimas dos décadas, ese lugar de ensueño dedicado a destruir al género musical de los inicios del sonoro hasta los años '70. Por eso, el hipotético espectador –fanático de estos guisos cinematográficos– saldrá feliz de la vida con Ritmo perfecto, algo cercano a una película concebida por teatristas, coreógrafos y actores-cantantes provenientes de las tablas y de la televisión. El resto de los mortales, por su parte, odiará esta cinta donde el cine se ve invadido por un argumento previsible, canciones insoportables de digerir y una mirada en relación al mundo donde triunfan las sonrisas de crema dental, el diseño de producción y las coreografías ensayadas hasta el hartazgo. Es que el ¿film? de Jason Moore es un producto construido para coreógrafos, bailarines y cantantes. El cine, por lo tanto, es tomado por asalto. Beca (Anna Kendrick) llega a la universidad y se ve obligada a sumarse a un grupo de chicas que conforma un coro a capella. De allí en adelante se suceden divertidas situaciones con el propósito de armar el clan. Las geniales ideas de Ritmo perfecto comprenden la constitución del grupo, que deberá enfrentarse a otros integrados por chicos rebeldes, algo heavy y bastante tarados. En medio de simpáticas situaciones, el clan de jóvenes está listo: la rubia, la morocha, la medio punkie, la china, la flaca, la negra, la gordita, todas ellas con la inesperada líder Beca, al frente de la cosa. Roces internos, disputas egocentristas, romances que pueden trascender o no y alguna escena filmada en la ducha con las chicas desnudas hasta ahí, componen las pretensiones de la cinta. Ritmo perfecto logra algo inesperado: convertir a la añeja Grease con Travolta y Newton-John, que emite TCM este domingo, en una consumada obra maestra.
La película que quizás usted no quiera ir a ver porque “ay, es la típica de Hollywood”. Se la pierde: se trata de una comedia musical (que no poco le debe al éxito de la serie Glee, básicamente es la misma idea) sobre un grupo de chicas en un campeonato interestatal de canto. Uno puede decir “es siempre lo mismo” y no verla, o decir “ya sé de qué se trata, disfrutemos”. Lo que tiene de bueno este film es que los intérpretes no solo parecen disfrutar de lo que están haciendo sino que lo contagian, que los momentos musicales (muchos aunque quizás no demasiado variados) son profesionales sin perder corazón, y que los momentos de comedia suelen quebrar varios estereotipos. Podemos criticarle ser “otra más” de “compitiendo en el college” (después de todo, Monsters University también va por esos carriles) o que algunos chistes los hemos visto demasiadas veces, pero es lo mismo que con los magos: vimos desaparecer el conejo, lo importante es que nos vuelva a emocionar lo repetido. Y en eso, el film cumple.
Hablando de musicales, no es lo mismo poner una historia de amor (Moulin Rouge) o álguna fecha histórica (Les Miserables) que convertir una historia para adolescentes en un musical. QUizá el mejor ejemplo que se tenga es Glee, en la pantalla chica, y a pesar de su mala fama (y más de una temporada de tropezón), no se puede negar que se ha convertido en un fenómeno mediático que, en el ámbito de la música, ha significado que mucha gente se abra a nuevos mercados, a pesar del enojo de otros sectores que prefieren que sus verdaderos fans sean aquellos que escucharon la música de un artista determinado desde sus orígenes, y no muchos años después (y aquí en verdad no entiendo su postura). Pero ésta nota no es para hablar de Glee, sino de Notas Perfectas, el debut en pantalla grande de Jason Moore (que hasta ahora sólo había dirigido capítulos de series de TV), y que nos cuenta la historia de Beca (Anna Kendrick, -Amor sin escalas, 50/50), una chica recién integrada a la universidad, y que nos muestra el ambiente entre los "grupos" y los clubes que se forman, al más puro estilo gringo. Es una chica tímida que un día, casi por accidente, es descubierta por una miembro del club de "Las Bellas", club de canto a capella (sin música) de la escuela. Es así que ingresa a un grupo que, de ser muy selectivo, pasa a ser la burla y necesita una reconstrucción para ganar el concurso de canto regional. Quizá lo mejor de la película es que explota (o intenta explotar, pues en algunos casos no funciona) el potencial de la voz de los actores. El canto a capella, es una modalidad del club coral que consiste en cantar sin música, o con la oportunidad de imitar sonidos de instrumentos con la voz misma. Tenemos éxitos desde los beatles y madonna hasta katy perry y david Guetta. Para todos los gustos. Y tiene el extra de lograr escenas hilarantes con variedad de personajes que, aunque no son desarrollados, por lo menos generarán alguna identificación con nuestro tiempo en la preparatoria o en la universidad y ese afán de pertenecer a un grupo social. Entretenida para ver con amigos, no va más allá de ser una mera pretensión musical para adolescentes, que aún así se disfruta. Pasó bastante desapercibida y con críticas medianas que no la han favorecido mucho, pero en mi opinión, pasable para un rato de entretenimiento.
Un film que le encuentra la vuelta al género En las Universidades de los EE.UU. se les ofrece a los jóvenes diferentes actividades donde desarrollar otras actividades además de las propias de la carrera que van a estudiar. Entre ellas esta la de Canto a Capella. Una de esas universidades tiene la tradición de que dos de sus grupos (uno masculino y otro femenino) lleguen siempre a las instancias finales. A pedido de su padre a ese grupo de chicas se unirá Beca, una amante de la música y que en sus tiempos libres trabaja en una radio para costearse sus gastos o sino esta haciendo diferentes grabaciones estudiando con toda su tecnología diferente enlaces de temas. Al grupo de los varones irá Jesse, quien trabaja en la radio con Beca, y que tiene la teoría de que los grandes temas de las películas pueden definir la calidad de la misma, poniendo como ejemplo el tema final del mítico film “El club de los Cinco” de Hughes. Como se imaginaran sus caminos se cruzaran y su relación se vera enmarcada no solo por su competencia vocal sino también por sus diferentes maneras de encarar las relaciones con los demás. Quizás aquí se encuentra un punto a favor del film que es la psicología de los personajes, el saber qué tipo de film esta filmando para no caer en los estereotipos típicos de estos films adolescentes, y el otro punto destacable es, siendo un musical, o mejor dicho, un film sobre música, las increíbles voces de los grupos que se presentan cantando a capela y que pareciera que fueran una orquesta. Todo esto es lo que le suma a “Ritmo Perfecto” el ser un film que va tras la senda de muchos otros, y que sabiéndolo y teniendo eso presente, le encuentra la vuelta para hacerlo más entretenido, teniendo, igualmente, su punto más alto es en lo que se escucha.
Una producción como “Ritmo perfecto” tiene un target al cual va dirigido, seguramente con claras intenciones de convertirse en un producto que pueda retro-alimentarse. Es como todo en la industria más industrial del cine, una buena idea dispara quinientas parecidas. Alguna sale bien. También es cierto que sólo en Estados Unidos puede generarse un escenario tan propicio y repetido como las universidades para desarrollar una historia. No hay género que no haya incurrido en estos sets, y habría que ver cuantos actores de habla inglesa, novatos o consagrados, no pasaron por alguna fachada, escalera, aula, salón de actos o noches de egresados para decir algún diálogo. La universidad, pero sobre todo el conjunto de seres que la habitan, es parte fundamental de la cultura muy arraigada en la confección y manufactura de la idea del sueño americano. Es de esperar entonces que los veamos veinte veces por año. Por lo que nos cuentan desde el país del norte, la universidad, en términos culturales, funciona como un tamiz. Una suerte de colador sobre el cual sólo quedan los que la sobreviven. Allí se genera el deseo de pertenencia muy por sobre el derecho de la misma dado que, la posibilidad de “pertenecer a” la tienen o la detentan unos pocos: La rubia bonita o el fortachón fachero que por carácter transitivo se convierten en portadores de los pares de medias a ser lamidos por el resto para poder decir “ando con fulano o soy del grupo de mengana”. ¿Quiénes quedan “afuera” según estos cánones? Los que, precisamente, van a estudiar. Los nerds (en Argentina, “tragas”). Usualmente chicos muy flacos y desgarbados, o con un importante sobrepeso, peinado al agua, camisa a cuadros suelta o remera de Star Trek y, por supuesto, anteojos culo de botella y/o mucho acné. Por cierto, su capacidad intelectual es superlativa lo cual va en desmedro de sus chances de perder la virginidad. Los empujan, los golpean, les roban la plata del almuerzo, les pinchan las ruedas de la bicicleta, etc. Siempre por un montón de facinerosos con buzo del equipo de fútbol americano, o por cinco pibas rubias preciosas cuyo futuro es fácilmente imaginable. Así lo vive la gente y así lo muestra el cine de Estados Unidos. Desde “Monsters university” para atrás pasando por “El graduado” (1968), “Carrie” (1976) “American graffiti” (1973), “Scream” (1993), “La sociedad de los poetas muertos” (1989, en la tele con “Buffy”, “Glee” o “Fama” (la lista es infinita). Todos géneros distintos, pero con el mismo escenario e idénticos estereotipos. Sin ahondar mucho en el análisis sociológico del asunto, porque es tema para muchos años, estoy en condiciones de afirmar que nada de eso cambia en “Ritmo perfecto”. Los estereotipos están intactos pero llevados a un plano que roza con la parodia, lo cual hace que resulte una comedia con cierta frescura. Todo comienza con un duelo entre banda de chicos vs banda de chicas en el marco de un concurso universitario anual. El enfrentamiento no es violento sino con canto a capela y una leve coreografía (propuesta tomada mayormente de la serie “Glee”). El concurso es seguido por dos comentaristas que funcionan al estilo de los viejos criticones de Los Muppets, ya que nunca sabremos para qué o para quién trabaja. Algo falla y “Las Belles” pierden por bochorno. Todo vuelve a empezar cuatro meses después, al inicio de clases con los grupos tratando de reclutar nuevos talentos para el canto y así volverse a enfrentar. Obviamente conoceremos las historias de los dos o tres personajes que vienen a romper el molde. (¿Se nota que no quiero revelar mucho de la historia? Es que perdería la poca sorpresa que tiene) Jason Moore, un director de TV que conoce mucho el paño de lo que funciona y en qué público impacta, realizó una producción centrando la atención fundamentalmente en los talentos para el canto, mechados con dos o tres talentos para la comedia. La música es el elemento principal y el catalizador de los conflictos. Obviamente estamos frente a un elenco funcional a lo que pide el argumento: buenas voces, movimientos, alguna característica distintiva. Actores y actrices que bien podrían haber salido de “Camino a la fama” o “American Idol”, acaso las dos mayores productoras de talentos prefabricados. Todo metido en un guión básico donde todos tendrán su oportunidad de brillar. “Ritmo perfecto” cumple con lo que es, admitiendo en su texto que no intenta descubrir la pólvora, sino usarla para ser un producto adolescente y entretenido. No pida más… pero no busque menos.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Nacidas de Glee "Ritmo perfecto" es la primera hija cinematográfica de la popular serie de televisión, "Glee". Después del enorme éxito obtenido por los adolescentes cantantes que deben lidiar con la madurez, las hormonas y el encontrar su lugar en el mundo, era de esperarse que se concibiera un producto pensado para la gran pantalla. Esta tarea fue puesta en manos del director Jason Moore, un tipo habitualmente ligado a programas televisivos juveniles como "Dawson's Creek" y "One Tree Hill", y por otro lado al teatro musical (fue nominado a un premio Tony en 2004 por el musical "Avenue Q"), por lo que la empresa no debió serle tan extraña. Se notó un gran trabajo musical y coreográfico que se fusionó con la comedia y el romance teen. El meollo de la cuestión acá pasa por el gusto personal del espectador. Particularmente no soy muy amigo de los musicales, suelen parecerme cursis, repetitivos e inadecuados para la gran pantalla, aunque de vez en cuando puedo llegar a pasarla bien con algún que otro producto de este género. En el caso de "Pitch Perfect" la combinación de música actual con un humor que por momentos se volvía desopilante me pareció fresco y natural, de una manera tan llevadera que permitía mantener cómodo hasta al espectador menos musical. El problema como siempre viene ligado con el contenido de la película, el guión. Acá se repite esa fórmula universitaria estadounidense que ya conocemos de memoria y que cada vez tiene menos encanto. La chica rebelde entra a la universidad donde conoce otros jóvenes de lo más extraños, algunos de los cuales se convertirán en sus amigos o parejas. Dentro de la fauna universitaria hay grupos de todo tipo, en el caso de esta cinta, nucleados dentro del mundo del canto a capella. La protagonista crece, madura y encuentra su lugar en el mundo. Eso es todo. ¿Un tanto liviano y parecido a lo que nos han venido mostrando sobre el mundo teen en lo últimos 30 años no? Bueno, lamentablemente este peli adolece de la misma liviandad. Los factores que la colocan un peldaño más arriba de lo mediocre y permite que quien suscribe le ponga 3 estrellitas, tuvieron que ver con el trabajo humorístico que se hizo, sobretodo la parte a cargo de la ascendente Rebel Wilson, y por otro lado la impronta que seguramente deben haber aportado su productora, Elizabeth Banks ("Virgen a los 40", "Los juegos del Hambre"), y la escritora, Kay Cannon ("30 Rock", "New Girl"). Cannon en esta ocasión no se la jugó mucho y se notó que su aporte más significativo fue por el lado de la comedia y no tanto por el contenido. El otro factor positivo fue la combinación de Anna Kendrick ("Up in the air") con la música, algo que no esperaba y que sorprendentemente me pareció ameno y divertido. La contraparte masculina, Skylar Astin ("21 & over") me parece infumable. He dicho. Para redondear, una peli que ofrece buenos y variados momentos musicales, con protagonistas frescas y actuales que le ponen un poco de comedia a un guión liviano y repetitivo que cae en lugares comunes del género. Dependerá mucho de la disposición del espectador a disfrutarla o a pasarla mal.
Todas las voces todas Es casi un milagro -o una confusión- que una película como RITMO PERFECTO se estrene en la Argentina. Imagino que me dirán que no hay nada nuevo ni original ni “artístico” en ella como para merecer una queja de mi parte, pero lo cierto es que este tipo de películas desaparecieron de la cartelera argentina hace rato y se las extraña. Sí, es cierto, también desaparecieron el 90% de las muy buenas películas no hollywoodenses que circulan por el mundo (por festivales, especialmente), pero esa es una historia -y una demanda- que todos conocemos y casi todos compartimos. De lo que sea habla menos es de la desaparición de la película norteamericana, digamos, “pequeña”. Mediano presupuesto, medianas ambiciones, sin grandes estrellas ni enormes escenas de acción, sin tampoco ese prestigio que se traduce en nominaciones al Oscar, ni directores conocidos. Esas buenas -muchas veces muy buenas, y a veces malas- películas hollywoodenses con las que muchos de nosotros crecimos y que hoy han quedado destinadas al mercado del video hogareño o en manos de la piratería. Y las que especialmente sufren en este contexto son las comedias. pitch-perfectRITMO PERFECTO es una comedia universitaria acerca de un grupo de chicas que cantan en concursos de “a capella” y que sigue buena parte de los parámetros del género, como si fuera un combo en el que GLEE convive con CHICAS PESADAS, BRING IT ON, NI IDEA y hasta la reciente MONSTERS UNIVERSITY, todo bañado con un touch irónico propio de las películas de Christopher Guest como BEST IN SHOW y A MIGHTY WIND. Anna Kendrick (AMOR SIN ESCALAS, CREPUSCULO) encarna a una chica cool y solitaria que quiere ser DJ y producir música, y que termina uniéndose a un grupo de chicas que cantan canciones pop en competencias musicales a capella llamadas de las Barden Bellas. Las chicas, que vienen no sólo de perder sino de pasar un terrible papelón en las finales de la temporada pasada, necesitan sí o sí nuevas integrantes y no les queda otra que aceptar a un montón de “perdedoras”. pitchperfectBeca (Kendrick) es una de estas chicas, junto a Fat Amy (la muy buena comediante australiana Rebel Wilson), la extravagante y silenciosa asiática Lilly (Hana Mae Lee), la casi ninfómana Stacie (Alexis Knapp), la lesbiana afroamericana Cynthia Rose (Ester Dean) y otras, que se unen a la dupla sobreviviente del año anterior: la cuestionada líder Aubrey (Anna Camp) y su “segunda comandante” Chloe (Brittany Snow). RITMO PERFECTO seguirá una temporada de competencias (principalmente con el grupo masculino de la misma Universidad, los invencibles y agrandados Treblemakers), junto a la adaptación de Beca, que va dejando su pretensión cool de estar afuera de todo para terminar integradísima al caótico grupo. Lo cual, obviamente, también incluye un romance latente con Jesse (Skylar Astin), de los Treblemakers. La trama es estrictamente de manual, con los placeres y limitaciones que esa estructura inamovible parece tener, pero lo que hace muy divertida a la película del debutante Jason Moore (un veterano de musicales de Broadway) es el guión de Kay Cannon (30 ROCK), el “ritmo perfecto” para la comedia de todos los intérpretes y la gracia de los números musicales, que pueden ser perfectos o patéticos pero siempre están filmados con la perfección de una ensayada coreografía cómico/musical. A eso hay que sumarle cada aparición, a modo de comentaristas de las competencias, de Elizabeth Banks y John Michael Higgins, que están entre los puntos más altos de una película que ofrece ni más ni menos que los placeres de una canción pop perfecta. pitchperfect2Irónica pero sin caer en la condescendencia ni la humillación, emotiva sin volverse sensiblera, RITMO PERFECTO saca a la luz lo mejor de cierta comedia americana reciente: la habilidad de combinar gags clásicos de guión (los conocidos “one liners” y remates graciosos) con secuencias de humor más físico (en algún caso excesivamente repulsivo) y otras puramente cinematográficas, como todo lo relacionado a la chica asiática. En el medio, claro, los números y versiones musicales, desde covers a capella de temas de Ace of Base, David Guetta o Mariah Carey a “mash-ups” que mezclan desde Gloria Stefan a Simple Minds, cuya canción para la película EL CLUB DE LOS CINCO (“Don’t You Forget About Me”) será un elemento clave -y un claro homenaje a John Hughes, gran padrino del género comedia juvenil- de la trama. Es muy probable que la película no funcione muy bien en taquilla: no tiene estrellas (ni siquiera “capocómicos” conocidos) y circula “en internet” hace meses (se estrenó en Estados Unidos en septiembre de 2012), además de ser el tipo de filme que, muchos sienten, se presta más para consumo casero. Sería una pena que eso sucediera. Sin películas como RITMO PERFECTO -ni muchas de las otras que ya no llegan a las salas de cine argentinas- van quedando muy pocas opciones en la cartelera que no sean secuelas, películas animadas o de superhéroes.
El tipo de conciencia que Ritmo perfecto arrastra y que la hace completamente disfrutable toma lugar en un espacio distinto al de la cita o la parodia. Por mucho que se pueda leer el desafío a Glee, Hairspray o High School Musical, la de Jason Moore es una película cuya mayor preocupación es agregar pequeños ajustes y precisiones a aquello que otras decidieron dejar de lado. Uno de los personajes que inaugura las audiciones de canto a cappella lo dice muy bien: aquí ya no hay lugar, como en la secundaria, para los conflictos ya sea sociales o sexuales, sino que —así lo expresa— esto es la vida real. Pero, en realidad, la frase no representa otra cosa que la inauguración del canto y el baile ya no como alegoría de los conflictos internos o relacionales, sino como un espacio autónomo e ideal para la improvisación y la expresión más espontánea. Lo que los protagonistas de Ritmo perfecto dan a conocer de ellos es, entonces, un tiempo en que los grandes conflictos ya están superados. Así, no es extraño que los personajes dejen a la vista las pulsiones bisexuales que los atraviesan, que la gorda del grupo se llame a sí mismo gorda —por cierto, otro gran papel de Rebel Wilson— o que el gran secreto de una lesbiana no declarada sea que es adicta al juego. Pero no sólo eso. Ritmo perfecto supera, aun con su mayoría femenina, el impulso de construir una masculinidad insulsa y apenas funcional a los deseos de su personaje principal. Por eso es que otro de los mayores méritos de la película es la construcción del objeto de deseo de Beca (Anna Kendrick), la protagonista; alguien cuyo atractivo va más allá de la perfección física y también de la dulzura. En ese sentido, Jesse (Skylar Astin) es un ajuste a la belleza falta de personalidad y de carisma del Zac Efron tanto de High School Musical como de Hairspray o al Aaron de Chicas pesadas, por nombrar films comparables. No menos significativo es que Ritmo perfecto haya logrado tantos buenos momentos de humor como personajes memorables, y que toda esa fuerza de su mundo encuentre una vía de expresión en las canciones. Los pequeños shows afinados y atinados en relación a la historia que Glee suele preferir para sus momentos musicales, acá se trasforman en tiempos para tomar decisiones, improvisar y liberar broncas. Quizás sea por eso que los covers de la película de Moore suenan menos chatos y con más matices que los de la famosa serie, al punto en que uno desea volver a escuchar esas canciones tal como sonaron en el film. Así, la comprensión de lo coral de Ritmo perfecto —y no sólo en la música sino también en la historia— traspasa los lugares comunes con pequeñas explosiones y festejos individuales. Son vómitos, gritos y golpes de caderas que, por el puro placer de la expresión, y porque ya no hay clóset que atravesar o etiquetas de las que deshacerse, hacen de la música su lugar.
Publicada en la edición digital Nº 6 de la revista.
Publicada en la edición digital Nº 6 de la revista.
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Los nerds siempre ganan La guionista Kay Cannon, también actriz y productora de 30 Rock, hace su debut en el cine con un largometraje que debe mucho a su trabajo televisivo. Pero a diferencia de su premiada serie, no hay en Ritmo perfecto personajes delirantes, ni diálogos filosos, sino grupos de estudiantes nerds lindando con el estereotipo de otra serie también famosa: The Big Bang Theory. Claro que las nerds de Cannon no son autistas techie; son integrantes de conjuntos a capella que se la pasan haciendo ruiditos de percusión con la boca, e intercalan a ca como prefijo en cualquier diálogo (como, “¡eres a ca-estupenda!”), con lo cual resultan aún más irritantes. Inspirados en los grupos doo wop de los años ’50, Cannon y el director Jason Moore narran las competencias de grupos universitarios, donde las Bellas de Barden son las habituales perdedoras y los Treblemakers, de la misma universidad, son pedantes imbatibles. Lo mejor de Ritmo perfecto son los personajes femeninos: el competitivo trío que componen Kendrick, Snow y Kamp, algunas ocurrencias de Rebel Wilson (Despedida de soltera) como Fat Amy y, sobre todo, Hana Mae Lee como Lilly, tan tímida que su forte es hacer chasquidos rítmicos. La competencia es difícil, y además hay celos; pero como es habitual, los nerds tienen su revancha.