ME DUELE RUMANIA Sexo desafortunado en la obra de Jude El largometraje más reciente del rumano Radu Jude (durante el año pasado y éste filmó un puñado de cortos, de los cuales los dos más recientes pudieron verse en la última edición del DocBsAs) aúna las que hasta el momento han sido sus líneas creativas más notorias: las del realismo urbano en tiempo presente, que asoma como fondo en sus dos primeras ficciones –la sátira La chica más feliz del mundo (2009) y la increíble locura familiar en tiempo real de Todos en mi familia (2012)–, la revisión de lo que podría llamarse “la historia criminal” de su país y el discurso sobre la relación entre realidad y representación. La que señalo como “segunda línea” se inauguró en 2015 con el film de ficción Aferim! –sobre el esclavismo y racismo anti-gitano de comienzos del siglo XIX– y continuó con el dueto documental integrado por La nación muerta (2017) y La salida de los trenes (2020), sobre el antisemitismo rumano que hizo eclosión durante la Segunda Guerra, y alcanzó su cénit con la matanza de judíos cometida en 1941 en el frente oriental, con 10.000 civiles muertos como saldo. Ese episodio dio lugar a su vez a No me importa si pasamos a la historia como bárbaros (2018), primero de sus films de ensayo, donde un equipo cinematográfico se planteaba cómo ponerlo en escena, mientras que en Uppercase Print (2020) Jude reconstruía la detención de un muchacho por parte de la policía secreta de Ceausescu, superponiendo dos líneas narrativas: la lectura de informes oficiales, en off, y en on la puesta de una obra de teatro basada en ese caso. Bucarest 2021 Sexo desafortunado o porno loco está dividida en tres partes, que representan de modo matemático esas tres líneas creativas. El caso que la película trata (no me pude informar sobre si en verdad sucedió o si es ficcional) es el de una maestra de primaria que graba junto a su marido un video porno y lo sube a una red para adultos. El video se filtra y se hace público, con el consiguiente escándalo, sobre todo al interior de la comunidad educativa. Tras la reproducción del video a cámara, la primera parte muestra el estado de ansiedad que consume a la protagonista, Emi (Katia Pascariu), siguiendo los largos y urgentes recorridos que hace a pie a través de Bucarest, durante el día en que el video acaba de hacerse viral. Jude le da tanta importancia a la figura (Emi) como al fondo en que esa figura se inscribe (un día en Bucarest). Incluso pone el fondo en primer plano, mediante una serie de cortas panorámicas, en las cuales la cámara abandona a la protagonista para mostrar los signos de la Bucarest contemporánea. La Bucarest moderna, la Bucarest post-Ceausescu, la Bucarest capitalista. Carteles publicitarios, marcas, supermercados, shoppings, locales de videogames, afiches de promoción de candidatos políticos (su inclusión como parte de esta serie habla por sí sola). Y también, ahora sí al fondo, como un vestigio del pasado, la Bucarest de Ceausescu, representada por esos grises monoblocks que vimos tantas veces en tantas películas rumanas. Al dar a la ciudad ese rol de coprotagonista, Jude pone Loony Porn en la línea de aquellas “sinfonías de ciudades” que estuvieron de moda a fines del mudo y comienzos del sonoro, cuya campana de largada fue, justamente, Berlín, sinfonía de una ciudad (1927) Lo que a Jude le interesa mostrar, más que el hormigueo urbano, es la ciudad como signo de la violenta reconversión política de su país, del comunismo al capitalismo. En las dos partes siguientes volverá primero hacia atrás, a la historia reciente de su país, para regresar luego al presente. Un presente que deja ver ahora, entre las grietas, sus continuidades con esa historia, burbujeando por detrás de la fachada de país “moderno”. Diccionario breve La segunda parte de Bad Luck Banging (la llamo alternativamente de las dos maneras porque me encantan por igual ambos términos del título) está en línea con La nación muerta y La salida de los trenes: imágenes de archivo sobre distintos momentos de la historia rumana y un discurso paralelo, que esta vez no tiene lugar en off y que en la copia que vi aparece en subtítulos. Pero no hay subtítulos en rumano, por lo cual no sé cómo será el original. El título de esta segunda parte es “Diccionario breve de anécdotas, signos y maravillas”. Lo cual habla de dos cosas: el tono irónico que jaspea la película y del cual voy a hablar más abajo, y el carácter de “entradas” de un diccionario (de anécdotas, además) que se les atribuye a estas imágenes discontinuas, cada una de las cuales está presidida por el título respectivo, de carácter tan neutro como puede serlo un diccionario. Esas imágenes van desde un desfile militar de tiempos de Ceausescu hasta un sketch berreta con una chica desnuda en un estudio, pasando por alguna escena breve de violencia urbana (violencia que aparece también en la primera parte, y que es bastante común en el nuevo cine rumano en general) y una particularmente impactante, en la que un grupo de monjas canta, frente a un pope ortodoxo, una canción que canta las bondades del nazismo. Lo que se oye en off son, de acuerdo a lo que consta en créditos, citas de los escritores y pensadores más diversos, rumanos y no: Emil Cioran y Bertolt Brecht, Ambrose Bierce y Pierre Bourdieu, Walter Benjamin y Witold Gombrowicz. Acá pasa una cosa: me cuesta mucho seguir la clase de película que trabaja la imagen y el sonido de forma asincrónica. No puedo partir mi cabeza en dos. Sobre todo si el off son textos. Por otra parte, en este caso me confieso incapaz de relacionar esas citas con la obra de sus respectivos autores, como para poder establecer conexiones fluidas de sentido. Lo que sí estoy en condiciones de sacar en limpio de esta segunda parte, sobre todo en relación con la obra previa de Jude y con lo que viene en la tercera y última, es que las fotos aluden sobre todo (aunque no solamente) al pasado colaboracionista durante el nazismo, al antisemitismo rumano, al racismo contra los gitanos, al apoyo eclesiástico al gobierno colaboracionista, a la tradición de represión sobre sus ciudadanos que le cupo al ejército, desde las revoluciones de 1848 hasta fines del régimen de Ceausescu. Escatología fantástica La tercera parte de Sexo desafortunado representa la convergencia de las dos anteriores, bajo la forma de un juicio que la comunidad educativa le hace a la docente del video. El juicio tiene lugar en un jardín, con Emi y su barbijo (me había olvidado de decir que en Loony Porn todo el mundo anda con barbijo; algo bienvenido, ya que el cine post pandemia no había asumido hasta ahora el presente en el que estamos) frente a padres y madres de alumnos, que como en tiempos de la Inquisición y sin que la idea de “respeto por la vida privada” les pase siquiera por la cabeza, la maltratan e insultan, desplegando todo un arsenal de groserísa. Entre los padres, algunos protestan contra la “dictadura pandémica” (esto me suena conocido), otros se indignan ante la libertad de la que gozan los homosexuales, muchos deliran una posible conspiración comunista (el macartismo más paranoide parece haber cobrado nueva vida en Rumania), un militar reivindica con orgullo el pasado nazi y la matanza de judíos, y algún otro concentra todo eso como aquello contra lo que hay que reaccionar: el comunismo, los homosexuales, los judíos y los gitanos. Obviamente este fragmento no pretende ser documentalista ni mucho menos, sino que aspira a poner en escena, de modo visiblemente excesivo, la peligrosa supervivencia de una Rumania ancestral, la misma que desfilaba entre las las imágenes de la segunda parte. Si la primera parte de Loony Porn combina el realismo con el documentalismo, y la segunda adscribe a la forma libre de un film-ensayo, esta última está jugada a un grotesco muy grotesco, expresión de furia contenida hacia su país por parte de Jude, que en el final deriva en una suerte de escatología fantástica furibunda y feísta, para llamarla de alguna manera. Por otra parte, tanto la disposición espacial (Emi está sentada sobre una suerte de escenario, frente a un público enemigo) como la iluminación, llena de tonos verdes, rojos y amarillos, resaltan el carácter de representación teatral, inscribiendo esta secuencia en lo que catalogué como “tercera línea creativa” del autor, la que apuesta por el metalingüismo. Tres carteles sucesivos, que plantean tres posibles finales para la secuencia y la película, acentúan el carácter lúdico, haciendo hincapié en la condición de “broma”. Lo cual es en verdad un subterfugio, una mascarada, ya que Jude habla en Bad Luck Banging de cosas graves, que le importan mucho. Este juego de máscaras había sido anticipado ya por los títulos irónicos y la tipografía juguetona de los carteles que anuncian cada una de las tres partes, así como por la utilización de música disonante (“Lili Marlene” como fondo del video porno) o chirriante, con fragmentos de canciones populares que hacen daño a los oídos. Si bien en la obra de Jude Rumania apareció siempre como una tierra enemiga, no hay en ella antecedentes de la rabia y la ferocidad que animan Sexo desafortunado o porno loco, a la cual se me ocurre comparar con ese vómito cinematográfico que fue la extraordinaria Getting Any?, de Takeshi Kitano.
Más allá de toda calificación, el estreno de la película del rumano Radu Jude es una de las pocas buenas noticias que presenta sobre el final del año la cartelera cinematográfica porteña. Atorados por tanques hollywodenses, los canales de exhibición dejan pasar pocas producciones que no sean las insípidas películas de estadounidenses dispuestos a salvar al mundo. Esta es una propuesta artísticamente atrevida y se celebra su estreno en pantalla grande. Desde su comienzo, Sexo desafortunado o porno loco se corre de lo tradicional. La primera secuencia contiene escenas de sexo explícito. La historia comienza con la grabación de una pequeña película de porno casero, de las que habitualmente se suben a plataformas para adultos. Filmada por un matrimonio en su propia habitación, la escena es intervenida por la voz en off de la madre de la protagonista, quejándose de los reclamos del pequeño hijo de la pareja. Desde ese momento se hace evidente que el humor va a tener una función central en la construcción del film. Inmediatamente, a través de un corte abrupto, uso de intertítulos y música de comedia, el director anuncia que lo que vendrá es un ensayo para una película popular. La referencia es una de las tantas formas de utilizar el significado de lo popular con las que jugará todo el tiempo Radu Jude. Lo que sigue se divide en tres partes bien diferenciadas. La primera es una larga caminata del personaje principal, la docente Emilia Cilibiu, hacia la casa de la directora de la escuela en la que da clases. Emilia es la protagonista del video porno del comienzo, el que circuló entre sus alumnos y los padres. En esa larga secuencia, Jude construye cinematográficamente la ciudad que, como muchas en el mundo, parece perder su identidad original en esa suerte de pastiche que tiene la fisonomía global capitalista. Vehículos, comercios con productos iguales a los de muchas otras urbes, shoppings con cadenas de comidas y salas de cine, iguales a todas las que podríamos ver acá, allá y en todas partes. Lo urbano global está allí contado. Esto no es inocente, el realizador rumano arma de a poco una respuesta a cómo interpretar esa referencia de lo popular. Un lugar donde millones de nosotros podemos estar incluidos sin que tenga nada que ver con nuestra identidad ni con los intereses de los sectores mayoritarios. La segunda sección es una suerte de diccionario sobre definiciones, frases y hechos históricos, que opera con un humor extremo sobre el sentido común. Esa crítica sobre el sentido común también opera sobre lo popular y el conjunto de afirmaciones que pueblan ciertos discursos socialmente compartidos. Jude expone ese “saber popular” como una suerte de espacio vacío que se llena a partir de la disputa que no es sino una disputa por el poder. El realizador da cuenta de manera irónica del modo en que ese “sentido común” se ordena y a favor de quienes. Las dictaduras, la religión, la sexualidad son definidas en ese diccionario visual con acidez. Sin embargo esas explicaciones no son sino una puesta en evidencia de como se construye la subjetividad de esos mismos millones de las urbes globales. El humor, en este caso, es un mecanismo perfecto para mostrarnos como aquello que funciona como “sentido común universalmente compartido” no es sino una acumulación de afirmaciones cuanto menos de dudosa certeza. Finalmente, en una escena de antología, se presenta la reunión entre la docente, los directivos y las madres y los padres. El debate sobre lo público y lo privado, originado en la filtración del video íntimo, es algo la mayoría de los participantes no tiene en cuenta. Es tan brutal la negación de lo privado en la secuencia, que una madre muestra con su tablet a todos los presentes el video. Así, con una sencillez notable, Jude deja claro que la noción de privacidad ha sido eliminada, y que las redes han pasado a ser el gran escenario de la vida. Lo que sigue es una desopilante demostración de hipocresía, intolerancia y violencia simbólica, que escala hasta reconstruir las formas “populares” que adquieren los discursos de derecha en el mundo. Otra vez el sentido común al ataque. El director apela al humor como herramienta crítica, tanto como a la sexualidad expuesta en primer plano, como elementos de ruptura que, al quebrar los discursos tradicionales, permiten reflexionar sobre lo cotidiano. Con ellos construye una estética de feroz radicalidad para repensar el presente en esta pequeña obra maestra. SEXO DESAFORTUNADO O PORNO LOCO Babardeală cu buclucsau porno balamuc. Rumania/Luxemburgo/Croacia/República Checa, 2021. Guion y dirección: Radu Jude, Intérpretes: Katia Pascariu, Claudia Ieremia y Olimpia Mălai. Fotografía: Marius Panduru. Edición: Catalin Cristutiu. Música: Jura Ferina y Pavao Miholjevic. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 106 minutos.
El realizador rumano Radu Jude nos trae una sátira sobre la sociedad rumana moderna, los prejuicios, el consumo vs el comunismo, el antisemitismo y varias cuestiones más. Todo gira en torno a lo que sucede cuando el esposo de una profesora de secundaria (interpretada por Katia Pascariu), publica un video pornográfico en internet haciendo que toda la escuela y la comunidad educativa se entere y generando consecuencias tanto en lo profesional como en lo personal. El largometraje de Jude se divide en tres partes. La primera nos muestra el video porno en cuestión sumado a los sentimientos de vergüenza y ansiedad por los que pasa esta profesora al enterarse de la filtración y la posterior búsqueda de su pareja por intentar bajar el video de internet, pero extendiéndose de forma viral a lo largo y ancho de sus amistades, conocidos, etc. En esa primera parte, veremos al personaje de Emi deambulando por Bucarest (una Bucarest actual y pandémica), que prácticamente adquiere el status de un personaje más mostrando la transformación de la urbe en una Bucarest con varios signos capitalistas. En segundo lugar, en quizás la parte que más modifica y condiciona al film, tendremos un recorrido por la historia de Rumania a través de material de archivo, pasando por momentos clave donde podemos ver a la figura del dictador Nicolae Ceaușescu, desfiles militares, escenas de violencia, actos de reivindicación a los nazis y demás cuestiones que contrastan con la primera parte y la culminación del film donde se pondrá sobre la mesa el tono irónico y la acidez a la que apunta el director con este relato. Todas estas cuestiones adquieren relevancia yuxtaponiéndose con la tercera parte donde tiene lugar una especie de juicio de la comunidad educativa a la docente por la filtración del video. En aquel juicio, los padres y madres del alumnado junto a las autoridades de la escuela y la defensa de la propia enjuiciada debatirán sobre la vida privada, la moral y la educación. Como es sabido, dicha discusión escala exponencialmente hasta convertirse en un sinsentido donde se incluyen posturas políticas antagónicas, sexismo, homofobia, antisemitismo y un montón de cosas más que van demostrando la violencia y el maltrato que se van apoderando de la masa enardecida ante la maltratada profesora que intenta explicar el error y el malentendido en el que se vio involucrada. El film sirve como testigo de ciertas cuestiones latentes e imperantes aún en la sociedad rumana actual y en la exploración de la relación entre el individuo y la sociedad, en como funciona como masa. El problema de «Sexo desafortunado o porno loco» es que a pesar de tener buenas intenciones de parte de Radu Jude, queriendo exponer una problemática en la sociedad rumana contemporánea, la estructura del film y especialmente ese extenso segundo acto no termina de mezclarse del todo con la otra parte del relato, dándole una especie de independencia del resto de la película, haciendo que se vea como algo discontinuo y un poco colgado respecto a la historia de la profesora. A su vez el mensaje queda demasiado subrayado y termina de redondear algo que pretende ser cómico, pero no lo logra del todo.
El noveno largometraje del prolífico director de Everybody in Our Family, Aferim!, Corazones cicatrizados (Scarred Hearts), The Dead Nation, I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians y Uppercase Print comienza con una escena de sexo explícito. Emi (Katia Pascariu) y su marido se disfrazan, se provocan y proponen distintos juegos sexuales mientras se filman. Nada demasiado perturbador y que no se repita en la intimidad de miles de parejas. Sin embargo, el video casero cae en manos inescrupulosas, es subido a un sitio porno y se hace viral. El problema es que pronto la noticia llega a la comunidad educativa en la que Emi es docente y no quedará directivo, colega, padre ni alumno sin haber visto las muy explícitas imágenes. La reacción es inmediata: en el seno de una sociedad conservadora y mojigata como la rumana se plantea la imperiosa necesidad de una sanción ejemplar contra alguien que debería ser un modelo y ejemplo, pero se ha convertido en poco menos que una aberración. Este tríptico (los segmentos se titulan One-way Street, Short Dictionary of Anecdotes, Signs, and Wonders y Praxis and Innuendos: Sitcom) pendula entre el documental, el ensayo casi enciclopédico, la sátira al borde del grotesco y el drama personal de una mujer embarcada en una lucha desigual por defender sus derechos, sus principios, sus convicciones y, sí, su dignidad. ¿Qué es obsceno, pornográfico o perverso hoy? ¿Un video íntimo que debió quedar en el marco de una pareja o la caza de brujas y la censura social? Estos son solo algunos de los inteligentes, incómodos e inquietantes dilemas que Radu Jude (quizás el más audaz de los directores rumanos en actividad) plantea en este film rodado en plena pandemia. La forma en que la protagonista camina por las calles de Bucarest en pleno verano con su barbijo no es solo una exposición de estos tiempos de Coronavirus sino también una suerte de símbolo y metáfora de una mujer obligada a refugiarse, a taparse, a callarse frente al virus de los prejuicios, la hipocresía, la cancelación y el fanatismo en nombre de una moral superior.
Todo se empieza a complicar inesperadamente en la vida de Emilia, una maestra de escuela primaria que se ve envuelta en un escándalo por la filtración de un video privado filmado con un celular. Después de un inicio que muestra sin pudor ni censura el contenido explícito de esa grabación casera, esta película rumana, anómala, satírica y deliberadamente provocadora -ganó el Oso de Oro este año de la competencia oficial del Festival de Berlín– se despliega en tres partes. La primera es un híbrido entre ficción y documental en la que vemos a la protagonista acusar el impacto de la noticia y recorrer las calles de una Bucarest afectada por la pandemia, lastimada por la crisis económica -Rumania es uno de los países más pobres de Europa- y con demasiada gente al borde de un ataque de nervios. En la siguiente, la narrativa convencional queda a un lado para darle paso a una especie de diccionario audiovisual que incluye un colorido abanico de términos disímiles en distintos campos de estudio: noticias, discursos políticos y religiosos, imágenes de abusos policiales, spots publicitarios y un puñado de contenidos bizarros de esos que hoy circulan masivamente. Un bombardeo de información al que casi todos -salvo aquellos que eligen la reclusión en un monasterio- estamos sometidos cotidianamente y que digerimos sin mucha reflexión ni resistencia. La operación funciona por contraste: la misma sociedad que no reacciona ante esa catarata de spam vendido como insumo necesario para estar “conectado” es la que se vuelve mucho más rígida cuando se trata de juzgar una conducta privada que se vuelve pública accidentalmente o, peor, por malicia. La tercera parte, justamente, se centra en esa vehemencia muy común en los momentos en los que asumimos el rol de jueces full time, un papel que solo se puede abandonar con temple, decisión y una pizca de sabiduría. Narrado en un abierto tono farsesco, ese fragmento final de la película, en el que la docente desprevenida es atacada por un tribunal dispuesto desde el minuto uno de un proceso ad hoc que tiene inquietantes puntos de contacto con la fiebre por la denuncia sistemática de la televisión argentina, tiene más de un momento tragicómico. Se podría decir que los personajes que lo animan rozan el estereotipo, ¿pero acaso no luce esta época de acumulación exacerbada de datos como un reflejo de los peores clichés, como la profecía autocumplida de una pesadilla probable de la que en un pasado no tan remoto solíamos burlarnos? Sexo desafortunado o porno loco es notoriamente una película contemporánea: no tanto por la proliferación de barbijos y dispositivos móviles que muestra, sino más bien por el ambiente perverso que se vislumbra en un mundo donde vigilar y castigar está al alcance de casi todos, las relaciones interpersonales pueden ser tan superfluas como violentas y la lógica de la salvación individual es norma.
No es común ver lo que se ve en Sexo desafortunado o porno loco en los cines de la Argentina. Hay sexo explícito, por eso fue calificada Solo apta para mayores de 18 años. Una pareja tiene sexo y decide filmarlo. Se ve al hombre tomando su pene en primer plano, se masturba, la mujer hace una felación también mostrada en detalle, hasta que hacen el amor. El tema de Sexo desafortunado o porno loco es que ella es una maestra de un colegio secundario en Rumania, el video se filtra a Internet y los padres de sus alumnos se muestran ofendidos. La película arranca directamente con el video en cuestión. Irreverente, el director Radu Jude hace una sátira contemporánea sobre la hipocresía en su país, sí, pero mucho de lo que se cuenta se puede extrapolar a otras regiones del mundo. El rumano, que obtuvo el Oso de Oro en el Festival de Berlín a la mejor película este 2021, se encontró con la pandemia cuando iba a empezar rodar, por lo que esperó unas semanas y la filmó igual. Y como hay muchas escenas que se desarrollan en las calles de Bucarest, la gente deambula con barbijo. Pero se les entiende todo: discuten en el supermercado porque alguien se demora en la fila, un peatón es arrollado por un automovilista con pocas pulgas, la protagonista discute con alguien que ha estacionado el vehículo en la vereda. Abusos en todos lados Está claro: la intención es mostrar que los abusos son cosa de todos los días, y en todos los ámbitos. Los ánimos están caldeados, y se nota que en parte es porque han estado encerrados mucho tiempo, y hay situaciones por las que cualquiera estalla sin ponerse límites. Pero como Sexo desafortunado o porno loco es una sátira, toda la cuestión del distanciamiento social o el uso de barbijos es aprovechado, también, para situaciones que bordean el ridículo -cuando en una reunión en el colegio, al aire libre y cuidando los protocolos sanitarios, les piden a los padres que mantenga la distancia, uno grita “sí, como la mantienen ellos” en referencia al video sexual. Es cierto que el director pudo haber dejado librada a la imaginación de los espectadores el contenido del video, y tampoco importa que haya sido el marido de Emi (Katia Pascariu) pero se sirve de ello para que los padres, en el tercer capítulo en el que divide su filme, realicen un simulacro de juicio a la profesora, revean “el material” delante de ella, humillándola, y hagan una caza de brujas. Que entre ellos haya un militar y un sacerdote no hace más que emparentar a Sexo desafortunado… con el cine de Luis Buñuel, salvando las lógicas distancias. Que para defenderse, la profesora -que desde el comienzo tratar de poner paños fríos por la indiscreción- haga referencia a que el poeta más venerado de su patria, Mihai Eminescu, tiene entre sus versos algunos que pueden considerarse obscenos, vuelve a elevar la vara. Entre la presentación y el tercer “capítulo” transcurre otra provocación. Se suceden diapositivas o imágenes para explicar definiciones o conceptos generales, acerca de Historia o Pornografía, por ejemplo, en los que el director busca de nuevo la sorpresa, el choque, generalmente a partir del humor absurdo. Pero si alguien tiene la guardia baja, mejor que se prepare.
Sexo desafortunado o porno loco, de Radu Jude (Competencia Estados Alterados) Habiendo logrado nada más y nada menos que el Oso de Oro en la Berlinale, la película de Radu Jude realza su valor como un gran testimonio de su país de origen en la pandemia del Covid 19. Si bien el film comienza mostrando la historia de una profesora a la que se le ha viralizado un video pornográfico, luego amplía sus horizontes para ofrecer una pátina caricaturesca de la sociedad rumana en su conjunto. Con un humor tan provocador como por momentos redundante, el director pone en la mesa las contradicciones propias de un sistema que a pesar de las libertades esgrimidas, aún muestra valores tan conservadores como los de épocas dictatoriales. "Sexo desafortunado o porno loco" refuerza su potencial por la imagen de la pandemia, aunque de tan incisiva a veces muerde el anzuelo y cae en aquello que busca criticar.
DESQUICIADO, INCÓMODO Y AUDAZ Si la alteración es un estado que hemos naturalizado en el presente, nada mejor que los cronistas como de Radu Jude. Luego de un comienzo con un video porno casero se produce un corte, tan abrupto como pasar de la libertad del sexo al cuadro de una ciudad, Bucarest, en plena pandemia. Los juguetes sexuales han devenido en barbijos. Y la misma protagonista del video (que ha sido subido a Internet) es una profesora que se encuentra atormentada por la situación. Ahora bien, lejos de conducir esto en un drama convencional, el director rumano hace algo maravilloso y anárquico: utiliza esta excusa para un trazado en tres partes que dan forma a un recorrido desquiciado, incómodo y audaz. En la primera parte la mujer camina. Camina más que Monica Vitti con Antonioni. La cámara la sigue de lejos, pero hace lo que quiere. Irreverente, la abandona y se concentra en signos de una ciudad cuyos contrastes son evidentes. Es como si la mirada de la lente nos hablara de los efectos de este mundo gobernado por la desigualdad y la paranoia, Rumania como un lugar devastado, la tierra baldía de la Unión Europea. Y cuando lo desea, vuelve sobre nuestra protagonista para seguir sus pasos en las ruidosas calles, una sinfonía desafinada de bocinas y voces. La segunda parte es un compendio de frases y un montaje de imágenes donde, desde un lugar sardónico, se intenta dar cuenta de una imposibilidad: entender la identidad de un país y el derrotero de la historia. El único modo de enfrentarse a tal irracionalidad es el humor, la fábula. Es el puente que conduce a la última parte, un juicio donde luces y colores recuerdan a los barroquismos de Fellini, especie de farsa kafkiana con finales diferentes. ¿Otro exponente del cine del futuro?
Sexo desafortunado o porno loco (Babardeala cu bucluc sau porno balamu, Rumania, 2021) es una película original, que más allá de sus discutibles decisiones estéticas, es diferente a lo que en este año se ha podido ver en las pantallas grandes y chicas. La originalidad no lo es todo, y tampoco es que la película sea del todo única, es el entorno aplastado del cine actual lo que hace que uno le preste más atención. No es poco, no es suficiente. La protagonista de la película es Emi, una profesora que se graba teniendo sexo con su marido pero cuando mandan a reparar su computadora, esas imágenes son robadas y subidas a una página web de pornografía amateur. La difusión del video la afectará a ella y generará un revuelo en la comunidad educativa a la que pertenece. La película, con mucha inteligencia, con el video de sexo casero, completo. Es la mejor manera de que todos sepan, de ahí en más, de lo que se habla. Luego sigue a la protagonista por la ciudad durante treinta minutos. Es una mirada casi documental donde la vemos hablar por teléfono y hacer diferentes cosas mientras una ciudad ruidosa, violenta y fea la rodea. Los ruidos son insoportables, la gente es mala y todo es una mezcla de hostilidad y aburrimiento. Una búsqueda estética algo estirada, por cierto. El segundo bloque parece ser una enciclopedia de la condición humana. Una especie de diccionario de hechos, situaciones, cosas y definiciones de lo más variadas y absurdas. Material de archivo, fotos, fragmentos de programas de televisión, poemas y reflexiones de todo tipo. Divertido, sin sentido aparente, simplemente alejarse mucho, mostrar el mundo y luego volver a la protagonista. La parte final es la reunión de padres donde discuten si la profesora debe seguir en su cargo o debe ser expulsada. Otros treinta minutos de argumentaciones varias. Algunas graciosas, otras obvias, de lo espontáneo a lo completamente escrito, como si fuera un libro leído en voz alta. Algunos trazos gruesos muy tontos, aunque le daremos un margen de error al humor rumano, que es raro y poco gracioso. Se podría emparentar este film con cineastas de otras épocas y autores varios. El director sabe el marco teórico que lo trajo hasta acá. Pero en el sentido puramente cinematográfico, lo que quiere contar no es un largometraje, por eso inventa todo un show perteneciente a otro. Todas las semanas se estrena una película a la que todos consideran la mirada más inteligente sobre las redes sociales. La verdad es que una vez por día debe ver la luz una película que lo hace, tal vez muchas más. Hoy es el nuevo lugar común. En cuanto a las discusiones que la película ofrece, están charladas, pero no resueltas. La humorada final de la película es decir que todo es un chiste absurdo y tirar la pelota afuera.
Obra maestra de Radu Jude que alterna el porno con el collage filosófico Ganadora del Oso de Oro en la última Berlinale, "Sexo desafortunado o porno loco" (Babardeală cu bucluc sau porno balamuc, 2021) es sin lugar a dudas una obra maestra que catapulta al rumano Radu Jude al podio de uno de los directores más interesantes, arriesgados y libres del cine contemporáneo. El prólogo de Sexo desafortunado o porno loco es una escena pornográfica entre un hombre y una mujer que disfrutan del sexo en todas sus acepciones. Son cinco minutos de explicites sexual que descolocan a cualquier espectador desprevenido. Corte. Coloridos títulos de presentación y vemos a la mujer del video, Emilia (Katia Pascariu), profesora de un colegio secundario, caminando por las calles de Bucarest. Alguien subió el video íntimo y privado de la pareja a la página de Internet PornHub, se hizo viral, y la carrera de la docente corre serio peligro. La película, filmada durante la pandemia, que se divide en tres partes, dos ficcionales y una documental que entrelaza ambas, está contada desde el punto de la mujer. En la primera vemos a Emilia rumbo a la casa de la directora del colegio para explicarle lo ocurrido. La profesora será parte del paisaje urbano mientras circula entre publicidades y una multitud de peatones protegidos con tapabocas, otra igual a cara descubierta, y muchísima gente disfrazada. En el vagar de la cámara, surge el conflicto, desde estilos publicitarios de representación hasta reprehensiones y violencia física. La segunda parte de Sexo desafortunado o porno loco se estructura como un diccionario. Jude apela a material de archivo con una intencionalidad humorística y cuestionadora. Un recopilatorio de sentencias y máximas que recuerdan a Walter Benjamin o a David Shields. Una serie de palabras seleccionadas entre la A y la Z, cuyos significados dependen del contexto rumano social, histórico y político como también de la idiosincrasia de un pueblo alienado. Finalmente, en el final, recrea una suerte de juicio kafkiano (y porque no lyncheano) a través de una reunión de padres, madres y docentes que determinarán el futuro de Emi. Sexo desafortunado o porno loco pone a los espectadores en el lugar de jurados en un juicio sicalíptico que refleja la doble moral de una sociedad que poco a poco va perdiendo la cordura. Un espejo donde mirarse para entender que resulta imposible escapar de la mirada crítica que proponen los principios morales arraigados. Lo obscenidad del video no es nada comparada con aquella que nos rodea, pero a lo que no se le presta atención. Jude, que no tiene límites expresivos y propone giros tan radicales como rupturistas para los cánones cinematográficos, pasa del documental al pastiche disparatado en cuestión de segundos, utiliza su arte para ofrecer una brillante tesis sobre la estupidez humana, y lo hace a través de una mirada corrosiva y audaz sobre Rumania, el mundo y el tiempo que en suerte le toca vivir.
En la senda de Walter Benjamin Con una serie de pequeños apuntes brillantes, la nueva maravilla del director de "Mayúscula imprenta" da cuenta de la verdadera obscenidad de nuestra época, que no está en un video porno casero, sino en el capitalismo desenfrenado. Un prólogo, tres capítulos y un epílogo conforman la estructura básica de Sexo desafortunado o porno loco, la nueva maravilla del gran director rumano Radu Jude, ganador del Oso de Oro de la Berlinale 2021. Ese orden, que así enunciado parece tan aristotélico en su construcción, sin embargo está dinamitado en el interior mismo del film, abierto a todo tipo de estilos, digresiones y puntos de fuga. Esto no le impide a Jude dar cuenta de su época como pocas películas lo han hecho en los impiadosos tiempos que corren. Por el contrario, se diría que esa implosión formal es la que le permite al director reflejar la disgregación social, el absurdo cotidiano y la violencia física y simbólica en la que estamos inmersos. El prólogo no dura más de tres minutos y es un video porno casero, donde un hombre y una mujer enmascarados dan rienda suelta a sus fantasías. Punto y aparte. El capítulo uno lleva por título “Calle de sentido único”, a su vez el título de un pequeño pero importante libro de Walter Benjamin (Einbahnstrasse), constituido por unas 60 de miniaturas literarias, que aquí funciona como inspiración y programa estético. Una mujer joven, vestida con un modesto traje sastre, recorre nerviosa las calles de Bucarest mientras se ocupa de distintas compras y diligencias. Esos menesteres son secundarios pero sirven para dar los primeros indicios –a través de una visita de cortesía y de un par de llamados a su celular- de que esa mujer es la protagonista del video porno, que es una docente y que la difusión en redes -sin su consentimiento- del video le puede costar el puesto. Lo que importa en este primer capítulo, sin embargo, es –como hubiera querido Benjamin- la infinidad de pequeños apuntes que Jude hace sobre Bucarest mientras sigue el derrotero de Emilia (Katia Pascariu), su protagonista. Con un ojo privilegiado, capaz de extraer con su mirada las notas más punzantes de la ciudad, Jude expone la hostilidad urbana en su apogeo: ruido, feísmo, ahistoricidad, agresión física y verbal, agobiante polución visual. Tanta que un par de planos de unas gigantografías publicitarias ("Me gusta hasta el fondo", grita una donde la modelo come un chocolate) dan cuenta de la verdadera obscenidad, que no es la de video porno casero, sino la del capitalismo desenfrenado. En un país que alguna vez se dijo comunista, hoy lo que importa es el tamaño del auto, que puede ser un bestial Hummer 4x4 estacionado sobre la vereda (la impunidad que da el poder del dinero) y del que apenas puede descender su propietario, obeso seguramente a causa de su sedentarismo. “…Una verdadera actividad literaria no puede pretender desarrollarse dentro del marco reservado a la literatura: esto más bien es la expresión habitual de su infructuosidad”, escribía Benjamin en su Einbahnstrasse. “Para ser significativa, la eficacia literaria sólo puede surgir del riguroso intercambio entre acción y escritura; ha de plasmar, a través de octavillas, folletos, artículos de revista y carteles publicitarios las modestas formas que se corresponden mejor con su influencia en el seno de las comunidades activas que el pretencioso gesto universal del libro. Solo el lenguaje rápido y directo revela una eficacia operativa adecuada al momento actual”. Basta cambiar literatura por cine y octavillas y folletos por capturas de video para comprender el método con el que Radu Jude percibe el pulso de su tiempo. Y es lo que vuelve a hacer en el capítulo dos de su Sexo desafortunado o porno loco, titulado “Breve diccionario de anécdotas, signos y maravillas”, donde con total libertad Jude va eligiendo palabras aparentemente al azar para cargar –con pequeñas invectivas colmadas de humor negro y veneno- contra la Iglesia ortodoxa rumana, el nacionalismo, el militarismo, el antisemitismo, el patriotismo y varios “ismos” más, a los que hay que sumar a Ceausescu, por supuesto, y los actos escolares. Entre estos últimos hay que contar al capítulo tres, titulado “Praxis e insinuaciones (sitcom)”, donde Emilia –muy lejos de ser una víctima- es obligada a comparecer en un juicio sumario organizado por la escuela a pedido de los padres biempensantes, decididos a quemar a la bruja del video porno en la hoguera de sus prejuicios e hipocresías. Este capítulo es el más convencional de la nueva película de Jude, que organiza el proceso a la manera de una farsa deliberadamente grotesca y teatral, donde la ridícula variedad de barbijos (“el bozal de los esclavos”, según un padre conspiranoico) no hacen sino acentuar las máscaras detrás de las que apenas se esconden las retrógradas “fuerzas vivas” de la sociedad, siempre dispuestas a enarbolar los manuales de la moral y las buenas costumbres. El epílogo -que en verdad son tres a falta de uno- no hará sino confirmar la libertad, el desparpajo y el espíritu cáustico del director de Aferim! y Mayúscula imprenta, donde se sugiere que “la película no era más que una broma”. Pero una broma que, como la de la novela del checo Milan Kundera, puede llegar a la náusea.
El humor como antídoto para digerir la estupidez humana Si hay una frase que explica el sentido de toda la película de Radu Jude es la que se muestra tras los títulos iniciales: “Nadie entiende que el mundo se hunde en el océano del tiempo y está lleno e infestado con esos enormes cocodrilos llamados decrepitud y muerte”. Lo sorprendente es que este texto llega después de los tres minutos que abren el filme en los que Emi, que después sabremos que es una profesora de secundaria de una escuela de Bucarest, aparece teniendo sexo (explícito) con su marido. El video de ese momento de intimidad se sube a una página web, Pornhub, y el caso explota, en la calle, en los medios, pero, por sobre todo, y en donde hace hincapié el realizador, en la reputación de la docente. Planteada en formato de comedia y con separadores temáticos con música distendida, “Sexo desafortunado o porno loco” se presenta como “un sketch para una película popular”. Después de la escena de sexo y de la frase conceptual se la ve a Emi transitando las calles de Bucarest y hablando por celular con su marido sobre el famoso video. La cámara de Radu Jude hace un paneo por ese andar de Emi, en donde supuestamente no pasa nada, pero se dice todo. Porque en escenas cotidianas se ve naturalizado el destrato, las diferencias de clases sociales, el bombardeo de la sociedad de consumo, las publicidades de doble sentido y también la falta de respeto y empatía, en un arco que va desde la cola en un supermercado hasta un automovilista que atropella a un inspector de tránsito. En medio de todo ese universo caótico, se hará foco en varios hombres que se burlan y provocan a Emi porque seguramente la vieron teniendo sexo en el famoso video viralizado. La segunda parte de la película es una suerte de documental en la que se hace referencia a una sociedad degradada, política y culturalmente. Desde la foto en la que se ve a un hombre blanco tocándole las tetas a una mujer negra en medio de una excursión selvática hasta el empoderamiento social y mediático de Stalin y Hitler. Y la tercera y última parte es Emi frente a la directora, docentes y padres de los alumnos, quienes a la manera de un juzgado de la ética y la moral definirán si ella debe o no seguir dando clases en ese establecimiento educativo. Los argumentos de padres y docentes dan ganas de reír y de llorar. Y allí está la genialidad de este realizador -que ganó el Oso de Oro a mejor película en el último Festival de Berlín- porque en esos testimonios pacatos, retrógrados y despectivos en los que supuestamente se defienden la moral y las buenas costumbres se pueden reflejar padres, docentes y directivos de acá a la vuelta, de Rumania, de Estados Unidos o de cualquier parte del mundo. Y para graficar aún más la frase del comienzo en la que “nadie entiende que el mundo se hunde”, hay un link inevitable con la pandemia que azota este planeta y es la presencia del barbijo en los personajes. El “subite la mascarilla” convive con “qué linda tu mascarilla”, mientras la muerte sigue pidiendo pista para tomar el personaje protagónico. En ese contexto, todo cierra para que el humor del final aparezca como una suerte de antídoto para soportar con una sonrisa irónica los exabruptos de la estupidez humana.
El realizador rumano Radu Jude, uno de los más innovadores, irreverentes y talentosos de la actualidad, que con esta película gano por segunda vez el Oso de Oro al mejor film en el Festival de Berlín, realiza aquí una sátira inapelable que define, con el mismo humor corrosivo, como una película incompleta. Es un film que se divide en varios momentos. Comienza con una escena filmada con un teléfono donde una pareja está teniendo sexo, un espectador desprevenido puede pensar que se equivocó y está viendo un film porno. Por las voces que se cuelan uno puede deducir que se trata de un matrimonio que está en su casa, mientras que una abuela cuida a sus hijos, y ellos se armaron un momento de fantasía y sexo. La segunda parte ya nos cuenta que ese video casero protagonizado por una maestra de escuela fue subido a un sitio web para adultos, y que tuvo una difusión tremenda en el establecimiento donde enseña, que pone en peligro su trabajo. La protagonista deambula por Bucarest, haciendo compras y hablando por teléfono tratando de atenuar la situación. Toda la ciudad que padece la pandemia del Covid también es protagonista, con sus detalles, sus personajes, el mal humor social, los enojos, las bravuconadas. A eso sigue un espacio de reflexión y conceptos desopilantes y profundos, sobre el pasado y el presente. Y la última parte es la reunión de padres que definirá el futuro de la profesora en la institución. Todo el recorrido del film es de una inteligencia transgresora que muestra los recovecos de una sociedad con un pasado no resuelto, los prejuicios, el racismo que surge con facilidad, el insulto, la necesidad de juzgar y mandar a la hoguera pública a los presuntos culpables. Pero también con espacio para argumentos lúcidos y reflexiones profundos sobre lo público y los privado, las redes sociales, la educación, los roles adultos. Una riqueza de temas con humor y dolor, pero con punzantes observaciones, ojo para el ridículo y lo patético, para lo liberador y la gracia oscura. No deje pasar este film.
Lo primero que aparece en pantalla, el prólogo es una escena porno de estilo amateur, sexo explícito en primer plano. Ese video de pocos minutos cambia el rumbo de la profesora Emi porque éste se filtra y su carrera y reputación pasan a correr peligro. Toda la primera parte es un seguimiento del personaje a través de la ciudad de Bucarest en medio de la reciente pandemia que aún nos azota. Allí se pueden ver situaciones que ahora nos parecen de lo más cotidiano, todo esto con un tono que tira más hacia lo absurdo. Situaciones en la calle, locales cerrados, escenas en supermercados. En el medio algunos detalles y diálogos que nos ponen en contexto, como la reunión con su familia. Es la segunda parte de la película quizás la más extraña desde lo narrativo: todo un capítulo que irrumpe dedicado a un diccionario audiovisual en el que, de manera mordaz y divertida, aparecen temas como la violencia, la religión, el sexismo y tantos otros, todos definidos de manera inteligente y crítica en complemento con la imagen. Si bien en un principio uno podría asociarlo en parte con el Manual Sadomasoporno de Laiseca (en el que el escritor hace una especie de rejunte lúdico de ideas que se van tornando cada vez más narrativas), esta parte del film en un momento se empieza a sentir un poco larga y te aleja de la historia principal en torno a la profesora. Casi podría ser un cortometraje en sí mismo. Sí hay que decir que hay un sentido estético muy logrado: Radu Jude consigue con una imagen decir un montón de cosas de la manera más irónica. Ya para su último acto seremos testigos del juicio: una reunión con los padres de los alumnos que puede definir el futuro de su carrera. Como J. G. Ballard escribió una vez (en el prólogo a su libro Crash): «la pornografía es la forma narrativa más interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos y explotamos los unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada». Después de ese largo e insoportable juicio en el que Emi tiene que escuchar los discursos más absurdos e hirientes -porque además siempre suele ser la mujer la protagonista y el centro de las acusaciones lapidarias en estas situaciones-, llega su explosivo final, una sorpresa que le suma puntos a una película original pero algo reiterativa en su transcurso. Una escena que rompe la realidad para que Emi pueda apoderarse de ella como la mujer libre y poderosa que es, hasta el momento forzada a callarse y bajar la cabeza. En una cartelera con pocas y obvias opciones, Sexo desafortunado… es una comedia distinta, no convencional, a veces incómoda, que abre a la reflexión y al reflejo como sociedad al poner sobre la mesa temas como los prejuicios, la hipocresía, los límites cada vez más borrosos entre lo público y lo privado, y la forzada corrección política que nos quiere arrastrar hacia la cancelación constante.
La cita del Mahabhárata cierra el prólogo y sigue de inmediato el primer capítulo, cuyo título “Calle de un solo sentido” proviene de un libro de Walter Benjamin, seguido por dos más y un epílogo con tres finales alternativos. Jude no solo desconoce el temor por probar narrativamente lo que se le dé la gana, sino que puede combinar desvergonzadamente citas cultas con sátira, archivos de internet con planos que denotan una composición geométrica admirable, filosofía con pornografía. El arte combinatorio de su poética funciona a la perfección, porque el objetivo estético y político de esta película (y de todas las suyas) es muy preciso: filmar lo que molesta, horadar la protección simbólica de una sociedad como la rumana, proclive a la hipocresía. El cine de Jude es combativo y divertido, una feliz paradoja.
Crítica de “Sexo desafortunado o porno loco”, el film de Radu Jude que se estrena el 30 de Diciembre. Un relato que nos interpela por el sentido de lo privado y de lo público en tiempos de pandemia. Teniendo como contexto a la actual pandemia que aun estamos experimentando como sociedad a nivel global, “Sexo desafortunado o porno loco” nos hace preguntarnos por cuál es el límite de lo privado y lo público en un momento histórico de encierro, en el que la pornografía parece ser uno de las válvulas de escape y de las formas de consumo para canalizar angustias y superar soledades. El conflicto central de esta historia, justamente, se encuentra en la integridad personal de Emilia como profesora, es decir, si lo que hace en su vida privada condiciona o no su accionar dentro del aula a través de la imagen “impúdica” que sus estudiantes pueden llegar a tener de su docente, la cual debería suponer un referente.
La nueva película del director de «I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians» es una ácida comedia que se centra en una profesora que se graba con su marido teniendo sexo y luego se topa con que alguien subió el video a internet, causándole problemas en su trabajo. Uno de los directores más originales e iconoclastas del cine mundial –y del rumano en particular–, el prolífico Radu Jude se llevó el Oso de Oro en la competencia internacional del Festival de Berlín, el mismo premio que ya había ganado con su película AFERIM!, en 2015. SEXO DESAFORTUNADO O PORNO LOCO, de todos modos, es un film que poco y nada tiene que ver ni con aquel ni con los que ha hecho hasta el momento. Lo que sí se sostiene a lo largo de su breve pero prolífica carrera es su gusto por el humor absurdo, el sarcasmo y la ironía a la hora de tratar complicados temas de la vida política rumana tanto del presente como del pasado. Uno de los puntos originales de este film está en haberse rodado en plena pandemia e incorporar el hecho de manera bastante natural a la trama. No se trata de una película realizada a espaldas de un mundo en caos y lleno de limitaciones (como tantas otras películas que funcionan como si nada hubiera sucedido ni sucediese) sino una en la que sus personajes existen en el tiempo presente y con las particularidades de la vida en la actualidad, muchas de las cuales son usadas por Jude desde el humor, especialmente en lo que refiere a los usos (o no) de tapabocas. SEXO DESAFORTUNADO… puede dividirse en cuatro partes. La primera y más breve hará pensar a algunos espectadores que se equivocaron de película o que, a partir del título, se enfrentarán a un film porno hecho y derecho. Allí vemos, con imágenes de una cámara telefónica, a una mujer teniendo una muy gráfica relación sexual con un hombre que está detrás de cámaras. A juzgar por los llamados incómodos de afuera (que parecen ser de su madre), todo parece indicar que estamos ante un matrimonio que logró escaparse un ratito de la rutina y generarse un espacio para algunas fantasías. Lo que ninguno de ellos imagina es que el video llegaría a PornHub. No saben muy bien cómo pero todo parece indicar que el marido envió su computadora a arreglar y fue «tomado» de ahí. La segunda parte avanzará sobre el tema, pero de un modo lateral, ya que se centrará más que nada en los recorridos de la mujer –yendo a un supermercado, a la farmacia, a una librería– por una Bucarest que atraviesa la primera ola de la pandemia de una manera, a simple vista, bastante relajada. No todos usan tapabocas, muchos los usan mal y el movimiento de la gente por la ciudad parece grande para esa época. En esas escenas Radu deja entrever algunos detalles importantes. Por un lado, la agresividad y violencia callejera que la ciudad está atravesando (se putea fuerte todo el tiempo) y, por otro, la incomodidad de la protagonista, que es de profesión maestra, al suponer que muchos de los que se cruzan con ella pueden haber visto el video en cuestión. Jude filma cada uno de sus recorridos en planos largos que invariablemente terminan con la cámara desviando su atención de la protagonista y moviéndose hacia los costados para revelar algo más –algún detalle, una persona, un hecho o simplemente un lugar– acerca de la vida en la ciudad. El siguiente episodio marca un corte brusco y funciona como un largo y muy divertido separador en el que Jude parece haber usado un montón de planos, imágenes, ideas y humoradas sobre la vida política en Rumania a lo largo de todas las épocas. Como si fuera un noticiero de situaciones absurdas, Jude –que ya ha utilizado versiones de este recurso en otras películas suyas– hace un bizarro repaso por algunos eventos públicos que llamaron la atención del país, junto a otros del ámbito de lo privado o de las redes sociales. Y luego viene el encuentro entre la maestra y un grupo de padres en el patio de la escuela para discutir el video en cuestión y votar sobre si la mujer puede o no seguir siendo docente de sus hijos luego de esa revelación de su intimidad. Se tratará del segmento más largo de todos y uno muy divertido, con un uso del humor absurdo que por momentos derivará al grotesco, como si estuviéramos viendo una brutal pelea de consorcio. Y lo que surgen allí son los temas centrales del film, en especial la hipocresía de los habitantes de un país que tiene un historial de brutalidades (fascismo, racismo, misoginia, apoyos indiscriminados a un dictador y un creciente chauvinismo) pero que se escandaliza ante la idea de que la maestra de sus hijos tenga sexo en su vida privada. En medio de reproches, gritos, humoradas y finas ironías ligadas a personajes del país, la película irá pintando a una burguesía en su mayoría pacata (o hipócrita) que es capaz de sacrificar a una maestra pero que prefiere mirar al costado la mayor parte del tiempo ante los cruentos hechos políticos del país, incluyendo la negación de algunos de los personajes respecto a la propia pandemia. Y así, entre barbijos mal puestos, personal de limpieza que corre atrás de todos los participantes con gel o limpiando mesas, sillas y bustos escolares, BAD LUCK BANGING OR LOONY PORN va construyendo, de manera lúdica pero sin dejar de ser incisiva, una pintura un tanto desesperante de una sociedad con las prioridades trastocadas.
Bad Luck Banging or Loony Porn es un manifiesto contra la hipocresía, contra los tabúes sociales que todavía inciden a través de la religión, las instituciones y los medios. Un retrato del ruido y la furia de la postmodernidad en clave de comedia.
Sexo desafortunado o sexo loco, de Radu Jude En la línea de Montenegro: cerdos y perlas, o El Tren de la vida un film que nos entrega lo mejor de una cultura que por obvias razones nos es y será siempre misteriosa. La imagen que se suele tener de los Cárpatos, Balcanes y adyascencias, en donde se incluye la hoy Rumania, se debe entre otras cosas a la prejuiciosa aunque infame mirada de los ingleses pero también a la de los alemanes con la pan-germania incluída. En filmes como Frankenstein (Frankenstein, “The man ho made a monster”, James Whale, EEUU, 1931) que aunque de Estados Unidos, Whale es inglés y uno de los directores que trasladó el expresionismo alemán a Hollywood, también en Drácula donde el libro de Bram Stoker resuma racismo “brit” aunque su autor es Irlandés. El actor más famoso de la versión cinematográfica del vampiro era un húngaro que se negaba a hablar el inglés y los textos los aprendía de memoria. Con estos filmes se establece un canon racial y cultural, si dicha distinción fuese posible sobre la región de los Cárpatos y Balcanes, como una región subdesarrollada, llena de campesinos atrasados, con aristócratas “chupasangre” imagen a la que contribuyó también el conjunto de films sobre la deprimente aunque bella emperatriz Rommy Schneider alias Sissí (Ernst Marischka, Austria, 1955) También, Rumania, es un conjunto extraño de superposiciones culturales desde los Dacios Indoeuropeos hasta las invasiones Romanas, Húngaros, también de los Otomanos; su alianza posterior con Alemania y como consecuencia finalmente la de los Soviéticos (si no se cuenta la globalización como invasión). Como bien indica su nombre es único país, junto a Moldavia en cuya región la lengua oficial es románica. También es tristemente famoso por el gobierno Nicolae Ceaușescu, que, jugando a uno y otro bando en una política que ayudó a la disolución del llamado “Pacto de Varsovia” aunque terminó implementando una política aislacionista que llevó a la revuelta de 1989, donde, ante un occidente hipócritamente horrorizado, detenido, juzgado y fusilado casi instantáneamente junto a su esposa, el día de navidad. A pesar de todo esto, que suena más a calamidad; la región es una usina de intelectuales, desde psicoanalistas hasta antropólogos, desde filósofos hasta poetas, y en ningún momento ha dejado de brindarle a la humanidad valiosas personalidades. El film de Jedu está en clave típicamente rumana, como es su comentario sobre el folklore que podría haber sido escrito por Milan Kundera; un humor grave, pero humor al fin, no melancólico como el húngaro, aunque sí parecido al checo, quizas también al polaco como el del fim sobre Michalina Wislocka. (Sztuka Kochania, History of Michaliny Wislockiej, Maria Sadowska, Pol. 2017) donde Michalina, una ginecóloga avanzada en ideas y acciones, roba cortinas de las oficinas de burócratas, para hacerse vestidos. El film BAD LUCK BANGING OR LOONY PORN, de Radu Jude, nos muestra en clave de desastre tragicómico, varios problemas que podrían no ser nimiedades; pero parece que si estamos maduros para invadir, matar, cometer cualquier atrocidad étnica, todavía resulta insoportable (llámese pecaminoso, obsceno) ver o enterarse que el otro puede gozar sexualmente. Y no sólo eso sino querer (no es este el caso o si) mostrar la felicidad de su goce sexual. Parece que el goce sexual, problema que parece que se ha agravado en la pandemia, también muestra que el desnudo si no es sexual es soportable. Quizás por eso en los balnearios y piletas de los países ex socialistas los empleados se visten como en hospitales. Me imagino que, a pesar de eso, debe haber más de una persona en esas regiones que finalmente se excita con esos uniformes blancos,en principio pensados para eliminar toda posibilidad de erotismo. Una “fuga” en la privacidad de una docente (filman con el marido un película porno que no se sabe bién por qué llega a pornohube y de allí a estado público) llevándola a tener que someterse a una especie de juicio público frente a los padres de sus alumnos. El film apela a la famosa reflexión de Sartre sobre la relatividad del valor de la una vida de un transeúnte inocente frente a los miles de muertos también inocentes de los campos de concentración. De la misma manera, el autor va a ir develando poco a poco la hipocresía de todo ese sistema y, sin convertirse en un discurso feminista a la carte, muestra la hipocresía de esas madres y padres que se creen guardianes de no se sabe qué moral. Del peligro que se corre en los medios en el desdibujamiento en la frontera de lo público y de lo privado, de cómo un momento bizarro y feliz en la vida privada de una persona, si atraviesa esa barrera se puede convertir el peor de los calvarios. Con acertado ojo, la profesora se defiende diciendo, “pero sus hijos estaban viendo pornohube, lo que vieron de mí fue casualidad, lo que es cuestionable, en todo caso, es por qué menores pueden ver páginas que están destinados sólo para adultos.” El remate paroxístico del film, a la manera de otro gran film de origen rumano aunque fichado como francés El tren de la vida (Train la vie, Radu Mihailean Francia, 1988) finaliza en un surrealismo que nos permite salvar el dia con una sonrisa y no con una mueca de dolor frente al espanto de entender que la sociedad que votó a Ceaușescu es la misma que lo ejecutó, que las revoluciones no sirvieron para nada, la vileza está incrustada en el alma humana y necesitamos, (en este caso) una heroína con prótesis peneal que le den a los villanos su tan merecido castigo NdA: más que castigo, si podemos poner en perspectiva el film, ella les termina brindando lo que tanto anhelan y no pueden obtener por medios propios, en realidad el propio juicio es una inversión de los lugares de goce.