“Sexy por Accidente” se centra en Renee Bennett, una chica común y corriente que, como cualquier otra, vive sus días llena de inseguridades. Pero una caída cambiará su vida, ya que cuando despierte del golpe creerá que es la persona más hermosa del mundo, haciendo que su actitud esté liderada por una gran confianza en sí misma. La comedia protagonizada por Amy Schumer tiene muy buenas intenciones entre sus manos. Busca dejar un mensaje optimista en la sociedad, sobre todo en lo referente a la imagen de las mujeres, su baja autoestima, y el tratar de quererse a sí mismas a pesar de todos los defectos que se pueden tener, porque eso es lo que las hace humanas. Sin embargo, el camino que recorre es un tanto sinuoso, ya que para llegar a este final deseado pasa por una serie de situaciones algo contrapuestas a lo que se quiere probar. El único objetivo de la vida de la protagonista es ser linda, ser flaca y trabajar para un lugar de moda que comparte esa visión. Obviamente el arco dramático del personaje irá cambiando, como también lo harán las actitudes de la gente de su alrededor, para poder conseguir ese mensaje de autosuficiencia. Es decir, que se usan ciertos clichés para derribar estos mitos. Sin embargo, por momentos no se logra lo que se propone o se siente forzado, sobre todo teniendo en cuenta la personalidad que adopta con esta seguridad en sí misma, que la convierte en superficial, ya que solo le importa la imagen que muestra al mundo. Dejando de lado esta mirada un poco más profunda de la historia, “Sexy por Accidente” es una comedia que cumple con el objetivo de entretener a la audiencia. Por empezar, tiene muchos gags inteligentes, otros tal vez que caen en lugares comunes o escatológicos, pero que igualmente son efectivos para provocar la risa en los espectadores. Por ahí se podría haber explotado un poco más el talento de Schumer, una especialista en el género, pero de todas formas se encuentra muy bien en este papel de mujer acomplejada y la posterior Mrs. Alta Autoestima. A pesar de tener actores secundarios que acompañan de una buena manera a la protagonista (sobresaliendo Michelle Williams con una puesta de voz particular y muy graciosa), es ella quien se pone la película al hombro y lo que triunfa en el film es gracias a su carisma y actitud. Por otro lado, la música también se amalgama muy bien con la historia que se busca contar, con ritmos pop y divertidos, al igual que el vestuario, ya que la trama le da una gran importancia a la moda, con colores fuertes y un gran estilo. En síntesis, “Sexy por Accidente” es una comedia efectiva que consigue entretener y divertir al público gracias al carisma y a la gracia de su protagonista. Sin embargo, en cuanto al mensaje que se quiere brindar, la película se queda a mitad de camino al otorgar ideas cruzadas hasta llegar a la conclusión de la historia. Un film con buenas intenciones y un guion efectivo.
Amy Schumer es uno de los nombres ineludibles de la comedia norteamericana contemporánea. Desde su programa Inside Amy Schumer ha tematizado cuestiones de género a través de versiones aumentadas de sus desventuras sexuales, siempre en un tono que va entre lo desaforado y lo guarro, entre la crítica venenosa y la ordinariez más revulsiva. Era la actriz ideal para esta comedia romántica que apuesta por romper la asociación entre éxito y belleza. El resultado, sin embargo, tiene gusto a poco. La protagonista se llama Renee Bennett. Su vida no es precisamente color de rosas, con un trabajo administrativo poco motivador y una autoestima por el piso que la vuelve invisible -o al menos eso siente- ante los ojos de los hombres. Las cosas cambian cuando un accidente deje como secuela un cambio de percepción. Así, después de un golpazo en la cabeza, Renee se siente más linda que nunca. Y lo suficiente segura para conseguir trabajo como recepcionista en una importante marca de cosméticos. Rápidamente entrará en escena un interés romántico que arma el rompecabezas completo de este film que alterna chistes con reflexiones sobre sentirse bien y en armonía consigo misma. Pero a medida que avanza el metraje -y ni hablar en su último cuarto, cuando Renee descubre que las lindas también sufren por amor- Sexy por accidente olvida la comedia para volverse un manual de autoayuda. Una pena.
Una buena idea que se termina escurriendo por la alcantarilla de la moralidad. La premisa de Sexy por accidente --a tono con el descubrimiento de las mujeres que ha hecho Hollywood en los últimos tiempos- es atractiva: una gordita obsesionada por sus kilos de más, de golpe y porrazo -literalmente- empieza a verse a sí misma hermosa, atractiva, irresistible. Y ese cambio de actitud hacia sí misma provoca un cambio de actitud hacia el mundo: se transforma de perdedora en ganadora -siempre según los parámetros hollywoodenses- en cuestión de días. La moraleja salta a la vista. Pero no lo suficiente, al parecer, porque la insistencia del guión sobre las bondades de la autoestima es permanente. Esta es la opera prima de Abby Kohn y Marc Silverstein, que se forjaron la reputación de efectiva dupla de guionistas de comedias románticas -románticas -Jamás besada, Simplemente no te quiere, Votos de amor-, con el acento puesto, en general, en la mirada femenina. Aquí, con un guión cargado de observaciones estilo Maitena, exponen la tortura de muchas mujeres en su intento de ajustarse al canon de belleza imperante. Y encontraron a la protagonista ideal en Amy Schumer, una comediante acostumbrada a reírse de sí misma, su físico y sus desventuras sexuales y amorosas en sus monólogos de stand up. Pocas mejores que ella para burlarse de la tiranía del gimnasio y la vida sana. Tiene una socia inesperada: Michelle Williams, que no suele trabajar en comedias y aquí brilla como la glamorosa heredera de un imperio de cosméticos. Hay escenas divertidas -sobre todo las basadas en el absurdo del supuesto cambio de imagen de Renée- y también algunas tiernas, en las que Kohn y Silverstein muestran su oficio para el romance de antihéroes. Pero la cuestión se torna fastidiosa cuando se empieza a repetir el mensaje: hay que aceptarse tal cual uno es y no obsesionarse por los defectos. La confianza en uno mismo es todo, nos dicen una y otra vez, y nos dejan con la sensación de haber asistido a un sermón de autoayuda disfrazado de comedia.
Hay películas cuya fuerza es tan poderosa que incluso consiguen superar las debilidades que puedan tener sus intérpretes. Cualquier película de la vieja serie B es un buen ejemplo de cómo sortear esos obstáculos: desde la rubia promesa de scream queen de Bésame mortalmente de Aldrich al afectado George Brent de La escalera caracol de Robert Siodmak. El clasicismo está lleno de esos nados a contracorriente. A veces, ocurre al revés: un actor o una actriz no tienen la película que se merecen. Eso es un poco lo que le viene pasando a Amy Schumer. Su personaje y estilo, que brillaban con gracia y soltura en la serie Inside Amy Schumer terminan empantanándose en películas previsibles y convencionales que se hacen pasar por modernas y progresistas. Sexy por accidente no es la excepción. La historia de la belleza como falsa utopía y la autoestima como ardua conquista se encapsula en un periplo con tufillo a receta de autoayuda, lleno de gags destemplados y poco sugerentes, que logran cierta gracia impulsados por la inagotable energía de Schumer. Hay sí dos méritos de los guionistas y directores Abby Kohn y Marc Silverstein: entender que la destreza de Schumer es el centro de su modesto universo y convertir al personaje de Michelle Williams en uno de los mejores chistes en lo que va del año.
Amy Schumer con el humor algo desafilado Hay poco espacio para dudar que el objetivo de Sexy por accidente es desmitificar la belleza y la delgadez como las llaves principales del éxito laboral y sentimental de las mujeres. Una apuesta noble y loable, cortada con la tijera de los tiempos de reclamo por una pantalla de Hollywood con más y mejores protagónicos femeninos. Pero para una buena película hace falta bastante más que buenas intenciones. El primer largometraje de la dupla Abby Kohn y Marc Silverstein –guionistas de Jamás besada, con Drew Barrymore, hace ya casi veinte años– está más preocupado por transmitir su mensaje que por construir una historia que vaya más allá de la tipología habitual de las comedias románticas promedio. De allí que a cada rato se diga que lo importante es sentirse bien y en armonía con uno mismo. Se dice en el sentido más literal del término: una y otra vez la protagonista monologa conclusiones frente a un espejo o en la soledad de su hogar, con los espectadores como únicos testigos. La que reflexiona es una heroína regordeta con el autoestima por el piso a la que todo, pero todo le sale mal justamente por no sentir que esté a la altura de las imposiciones estéticas del mundo contemporáneo. Nadie mejor para ese rol que la comediante Amy Schumer, quien en su programa televisivo Inside Amy Schumer y sus monólogos –varios de ellos disponibles en la plataforma Netflix– ha tematizado una y otra vez cuestiones de este tipo a través de versiones aumentadas de sus desventuras sexuales. Allí el humor guarro, crudo y explícito va de la mano con un espíritu crítico, venenoso y de una incorrección política que, como toda incorrección, incomoda. Pero aquí el guión no es de Schumer sino de Kohn y Silverstein, que después de Jamás besada escribieron dramas y comedias románticas al uso. La incorrección habrá que buscarla en otro lado, en otra película. Lo relativamente novedoso aquí es, se dijo, el punto de partida. Renee Bennett trabaja de administrativa en un sótano sin luz, los chicos no la encaran ni la miran, y su última aventura fue romper el asiento de la bicicleta fija del gimnasio. Una desgracia con suerte, porque después del golpazo en la cabeza su vida cambia. Realismo mágico al palo, la chica se percibe distinta en el espejo, capaz de llevarse el mundo por delante. Y allí irá Renee y su flamante seguridad, en busca del trabajo soñado como recepcionista de la empresa de maquillaje de Avery LeClaire (Michelle Williams, todo un hallazgo como actriz cómica), una mujer cuya voz de pito la vuelve risible incluso ante su propia familia; al tiempo que conoce a un hombre... en una tintorería, quizá el lugar menos pensado para el levante de todo Manhattan. Con la pareja ya en escena, Sexy por accidente exhibe dos facetas en tensión. Una es la del humor bravucón de Schumer, que a partir de ese “accidente” inclina la balanza a su favor y entrega varios momentos de gracia inspirada aun cuando los filos de sus chistes están limados para que nadie arrugue la nariz. La otra irrumpe con la segunda oleada de realismo mágico, y es la huella visible de las manos detrás de un guión que reserva una última media hora para que los vientos inspiracionales soplen con la fuerza de un torbellino.
Hay que decirlo de entrada, tener como protagonista a una comediante tan genial como Amy Schumer ya tiene una gran ventaja, lástima que aquí ella no es la autora del guión, que pertenece a los directores Abby Kohon y Marc Silvestre. El nudo de la cuestión es una chica de físico redondeado, una gordita bella que sufre porque no se parece a las admiradas y ultraflacas modelos que admira. En su intento por emularlas va a un gimnasio donde primero la humillan y se cae, y en un segundo intento vuelve a caer, las dos veces por exceso de peso. Pero esta vez se golpea muy fuerte la cabeza. Cuando reacciona y se mira en el espejo, ella se ve como hubiera soñado ser, aunque no cambio nada. En ese punto la película saca la mejor parte: de esa mujer hiper segura, que camina llevándose el mundo por delante, que conquista a su novio, que se atreve a un concurso de bikini, que se ofrece como recepcionista de la empresa donde trabaja (hasta ese entonces se desempeñaba en un sótano) que lo consigue y hasta se impone con sus opiniones en una estrategia empresaria. Ahí es donde el film es regocijante, arranca risas y sonrisas, Amy seduce y divierte al espectador. Esa personalidad arrolladora que pierde con otro golpe y que luego intenta recuperar con un discurso new age sobre la seguridad, embarra lo logrado con humor. Porque ideológicamente el supuesto “empoderamiento de la mujer” en esta ficción es una verdadera pavada de cuarta. Es más, cuando se ve divina la protagonista desprecia a sus amigas nerd. Ahí es donde la película hace agua, en sus conceptos de femineidad triunfadora y en ese final aleccionador del “tú puedes con un poco de seguridad…” Mención aparte merecen Michelle Williams como su empresario con voz espantosa y la insegura linda animada por Emily Ratajkowski.
Mensaje de doble filo Abby Kohn y Marc Silverstein son guionistas y productores de ¿Qué les pasa a los hombres? (He's Just Not That Into You, 2009) y Cómo ser soltera (How to Be Single, 2016), ahora, como no podía ser de otra manera en el rol de directores estrenan la llamada Sexy por accidente (I feel pretty, 2018). Una chica (Amy Schumer), que se enfrenta cada día a sus inseguridades, despierta de una caída creyendo de repente que es la mujer más bella y capaz del planeta. Con esta nueva confianza en sí misma se siente capaz de vivir su vida sin complejos ni limitaciones. La película resulta ambigua en su tratamiento y mensaje. En un principio parece que no es solo un problema personal, sino que hay un mundo detrás de ella empujándola a sentirse disconforme con su apariencia y que la discrimina. Es claro que la intención es noble pero ¿eso se supera solo con autoconfianza? ¿no es un poco más complejo? Por otro lado cuando ella experimenta este cambio, se torna una persona superficial. Actúa como alguien que se siente superior. Lo cual no está mal porque habla de un personaje totalmente desfasado en sus valores personales. El problema es que la película un poco sostiene desde afuera del personaje que esa es la actitud que necesita para obtener lo que quiere. Nada se interpone en su camino cuando se cree bella. Ese es el punto. Propone una línea demasiado difusa entre vivir sin complejos y ser arrogante. Además, mucho de lo que logra no es por su cambio de actitud, sino por una sucesión de casualidades que se le presentan en el camino, lo cual hace aún más complicada la interpretación del mensaje final. Por supuesto que hay personajes espectaculares como las amigas y el personaje del novio que está maravillosamente construido desde la dulzura y la sensibilidad, para enamorarse por completo. Pero deja abiertas algunas preguntas y sensación a cierta contradicción. Sin embargo también es una posibilidad que sean malas decisiones estructurales de la película y no conceptuales. Si sucedieran los hechos con otra progresión u otro orden quizás cerraría de una forma más firme, porque es evidente que hay una intención de ser mucho más comprometida de lo que es.
La divertida Amy Schumer salva esta comedia con mensaje sobre la belleza real: la chica acomplejada por su sobrepeso que, golpe en la cabeza mediante, pasa a verse y sentirse perfecta y súper sexy. Con algunos buenos chistes y un desfile de top models en el elenco.
COMO TE VEN, TE TRATAN Hollywood no sabe lo que es un "feo". Abby Kohn y Marc Silverstein -más conocidos por sus guiones de comedias/dramas románticos como “Jamás Besada” (Never Been Kissed, 1999) y “Votos de Amor” (The Vow, 2012)- debutan tras las cámaras con esta historia risueña que, además, intenta echar un poquito de luz sobre los parámetros de belleza que imperan en nuestra sociedad, y que Hollywood reproduce hasta el hartazgo no siempre (bah, casi nunca) dando en la tecla. Amy Schumer parece ser la persona ideal para hacerse eco de estas cuestiones, reírse un poco de sí misma sin pudor, y analizar sus propias inseguridades y complejos que, en definitiva, son los mismos de casi todas las mujeres (y hombres) que pueblan este planeta, cuya cultura juzga más por la apariencia que por cualquier otra cosa. Sí, tenemos que admitirlo, pese a quien le pese. “Sexy por Accidente” (I Feel Pretty, 2018) pifia bastante con su traducción local, tergiversando un poco el mensaje de sus autores pero, al final, se queda a medio camino, justamente, porque el mensaje es confuso aunque bien intencionado. Renee Barrett (Schumer) es una “chica del montón” que vive luchando con las inseguridades de su apariencia física. Un poco se rindió en ese aspecto, conformándose con la vida que le tocó, los amores que no llegan y su trabajo en un sótano del Chinatown neoyorquino. Renee administra la página web de cosméticos Lily LeClaire, sueña con parecerse a su presidenta Avery LeClaire (Michelle Williams) y trabajar en las oficinas de la Quinta Avenida, pobladas de chicas hermosas y muy bien vestidas, cuya superficialidad nada tiene que ver con ella. Renee tiene un gran grupo de amigas (Aidy Bryant y Busy Philipps), pero no puede escapar de ese anhelo de ser “hermosa” como su ídola. Inspirada por “Quisiera Ser Grande” (Big, 1988), pide un deseo en la fuente de su vecindario, pero no hay cambio alguno porque ésta no es esa clase de película. Lo único que le queda es ir al gimnasio y romperse el lomo como cualquiera para alcanzar ese cuerpo perfecto. Ahí es donde se produce el “milagro”, y después de escuchar las palabras motivacionales de la entrenadora y darse un buen golpazo en la cabeza, Renee se mira al espejo y descubre que se convirtió en una mujer bella y escultural, de esas que paran el tráfico (¿?). Claro que no hay modificaciones, ni magia, sólo una tremenda contusión cerebral que distorsiona la imagen en el espejo; pero ella se percibe diferente, y va a encarar su vida de otra manera. Con su nueva confianza y “belleza adquirida” a cuestas, Barrett se anima a solicitar el puesto de recepcionista en LeClaire, y hasta encarar a muchachitos en la calle. Así comienza una extraña relación amorosa con Ethan (Rory Scovel) y a sumar ideas en la compañía, justamente, porque a los ojos de Avery -la mujer “más hermosa y elegante del mundo”, aunque tenga la voz más insoportable-, ella representa a la consumidora “común y corriente” a la que está destinada su nueva línea de cosméticos económicos. ¿Se entiende? De ahí que “Sexy por Accidente” confunda tanto sus mensajes, o que terminen pareciendo del manual de una película autocomplaciente. Kohn y Silverstein mezclan un poco de “El Diablo Viste a la Moda” (The Devil Wears Prada, 2006) y “Amor Ciego” (Shallow Hal, 2001), haciéndonos creer que, en realidad, la apariencia no importa, pero es lo único que te hace destacar en este mundo. Si bien Renee no cambia físicamente, cambia de actitud. Por un lado se anima a todo, bien ahí; pero por el otro se vuelve superficial y mala onda con esas amigas amorosas, aunque “feas”. O sea, Renee sólo se anima cuando cree que es más linda, y se da cuenta de sus logros/fracasos minutos antes de terminada la película, donde la moraleja hace acto de presencia. Antes del “cambio”, la protagonista se nos presenta como desganada y sin preocupación por su apariencia, como si ser más gorda, flaca, petiza o patona transformara inmediatamente a una mujer en un ser sucio y desaliñado que no necesita arreglarse para salir al mundo porque el mundo ya la rechazó de entrada. Eso es lo que dice, entre líneas, esta película, que se pone bajo la lupa los parámetros de belleza más absurdos y la individualidad, pero ni se preocupa por la diversidad de su propio elenco. El gran problema de “Sexy por Accidente” termina siendo su protagonista: Schumer como arquetipo de sí misma, esa “gordita” simpática, torpe y muy poco agraciada, aunque ella (en la vida real) sea todo lo contrario. No negamos que pueda identificarse con muchísimos aspectos del personaje de Barrett, como la mayoría de nosotros, pero al final se convierte en fantoche y reproduce el ridículo, confundiendo esa actitud con coraje, desenvoltura y osadía ya que nos “obligan” a reírnos de la situación, pero no a festejarla. Por el contrario, todos aquellos que la rodean (exceptuando a sus amigas) la celebran por las razones equivocadas, dejando en limpio que lo más importante es lo que los demás opinan sobre nosotros. Por acá nos quedamos con “La Muerte le Sienta Bien” (Death Becomes Her, 1992), que sabe muy bien como reírse del culto a la belleza, la fama y los despropósitos cosméticos. Ok, va por otro lado, pero el mensaje es mucho más claro y conciso. LO MEJOR: - Amy Schumer riéndose de sí misma, hasta ahí. - Que al menos intente plantear un tema tan importante. - Rory Scovel, lo mejorcito del conjunto. LO PEOR: - Que el mensaje se desvanezca en moralejas de manual. - Hollywood no puede escapar de su propia cultura de belleza.
Hay algo de esta divertida propuesta que recupera cierta ingenuidad presente en comedias de los años ochenta y noventa reforzándola con una mirada ácida sobre los vínculos y la preponderancia de la imagen. En la historia de Renee (Amy Schumer) y el drástico cambio de vida que hace a partir de un accidente, el mix entre “Secretaria Ejecutiva” y “Amor Ciego” y la potencia de la protagonista hacen del film una agradable sorpresa. La disolución de la incorrección política juega en contra del cinismo inicial que presentaba.
Aunque como tantas veces, el título no refleje la realidad, “Sexy por Accidente” (I Feel Pretty”, “Me Siento Linda” sería la traducción correcta) relata la vida “desafortunada” según su óptica, de Renee Barrett (Amy Schumer), y todo eso porque no tiene el físico perfecto ni la cara perfecta para los estándares de belleza actuales y porque trabaja para la Empresa de cosméticos Lily LeClaire de New York, pero en un sótano con un colega que casi no le dirige la palabra. Tiene dos amigas, (Aidy Bryant y Busy Philipps) pero de las “perdedoras”, ya que tampoco son ni muy lindas ni con cuerpos deseables, como si eso fuera todo en la vida. Un día en el gimnasio, Renee sufre una caída que le provoca una conmoción y le hace creer que es hermosa, gana confianza en sí misma, cambia de empleo, accediendo a la misma Empresa, pero ahora sí en la Quinta Avenida como recepcionista y así conoce a su dueña, Avery LeClaire (Michelle Williams) quien compone a una mujer refinada aunque con una voz muy aguda y muy graciosa, quien se convierte en el mejor personaje de la película. También gracias a esa confianza, en una tintorería avanza a lo que después resulta ser un buen hombre, encantador y romántico, Ethan (Rory Scovel). Lo que sucede con esta catarata de autoestima elevada le traerá un sinfín de problemas... Hasta ahí, lo que se puede contar. Es innegable que Schumer es carismática y buena actriz pero el guión hace agua por todos lados. No sólo manda mensajes nefastos sobre la belleza exterior y su sobrevalorada importancia, sino que está llena de chistes escatológicos y misóginos poniendo a la mujer en un lugar por demás desagradable. --> https://www.youtube.com/watch?v=8ePu5s0ooGU ---> TITULO ORIGINAL: I Feel Pretty ACTORES: Amy Schumer, Michelle Williams, Emily Ratajkowski. Tom Hopper, Rory Scovel, Adrian Martinez, Busy Philipps. GENERO: Comedia . DIRECCION: Abby Kohn, Marc Silverstein. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 110 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años FECHA DE ESTRENO: 10 de Mayo de 2018 FORMATOS: 2D.
Lo que importa es lo de afuera. Amy Schumer interpreta a una atormentada mujer moderna que prácticamente vive para intentar cambiar su apariencia, causa de todos los sufrimientos en su vida. Pero a pesar de sus incontables esfuerzos, será un impredecible giro del destino el que la convierta, de la noche a la mañana, en sexy por accidente. Renee Bennett (Schumer) está rondando los treinta, es soltera, trabaja en una lóbrega oficina, tiene dos mejores amigas con las que comparte todo y desde que tiene uso de razón ha estado disconforme con su cuerpo, lo que le produce serios problemas de seguridad y autoestima. Entre las tantas cosas que decide hacer para combatir esos kilos de más que tanto le molestan, Renee se inscribe en una clase de spinning pero esta termina en tragedia cuando el asiento de su bicicleta fija cede provocándole una fuerte caída con golpe en la cabeza incluido. Sin embargo, la tragedia se convierte en bendición ya que a causa de esa contusión, cuando Renee recupera el conocimiento y se mira al espejo lo que ve es una versión súper mejorada de sí misma. Su aspecto no cambió en lo más mínimo, pero ella se ve a sí misma como la mujer más sexy del mundo. Con una buena labor protagónica de la talentosa Amy Schumer y un buen aporte desde los roles secundarios de Michelle Williams y Emily Ratajkowski, Sexy por Accidente tiene las características de esas películas propias de los noventa o principios de los 2000 que proponían a un personaje protagónico de características mundanas y corrientes con algún tipo de problema (generalmente sentimental) que encuentra aparente solución en un acontecimiento de tintes fantásticos. Quisiera ser grande, Si tuviera 30 o Como si fuera cierto son solo algunos ejemplos de esto. Y si aquellos títulos (a los que podemos agregar las más recientes Cuestión de Tiempo o) sorprendían por su originalidad de premisa, por la simpatía de sus personajes, por las situaciones que se generaban a partir del desencadenante fantástico, por su profundo viraje dramático o por ser realmente grandes representantes del género de la comedia romántica, el problema de Sexy por Accidente es que no tilda ninguno de los casilleros enumerados. Porque si bien Schumer logra imprimirle todo su carisma y simpatía a su personaje, lo que tenemos es una propuesta de protagonista que ya hemos visto hasta el hartazgo, con todos los lugares comunes propios de “la chica que se siente fea” con su amplia cuota de sueños incumplidos a causa de esa insatisfacción física. Y cuando creemos que la cosa va a levantar a partir de que ese personaje de la noche a la mañana se cree la más linda de todas aunque exteriormente nada haya cambiado, la película vuelve a tomar el camino del cliché al mostrarnos a una mujer que no responde a los cánones establecidos de “belleza” participando de un concurso de remeras mojadas, buscando un ascenso en la compañía de cosméticos para la que trabaja haciendo ojitos en la entrevista y teniendo una y otra y otra y otra vez las mismas conversaciones del estilo “yo sé que para ustedes las feas todo es muy difícil” o “no te creas, tampoco es todo color de rosa para mí, a veces ser hermosa puede ser una carga también”. Todo muy predecible, repetitivo y lejísimos de ser gracioso. Sexy por Accidente podría haber resultado simpática hace veinte, veinticinco años. Pero contar una historia que desde el principio sabemos a dónde va a terminar, con chistes obvios, estereotipada de principio a fin y con un discurso final edulcoradamente moralista de una chica que logró todas sus metas, no por ser linda sino por sentirse linda, es retroceder demasiado para un momento en el que el cine y el arte afortunadamente hace rato que se han corrido de esa artificialidad exenta de contenido.
Aquí la protagonista nos muestra lo importante de sentirnos vivas, seguras, lindas, despreocuparnos por la belleza exterior, debemos amarnos por lo que somos, no importa tu cuerpo, tu voz, tu apariencia, pero por otro lado todo lo que quiere demostrar por ciertas escenas resulta algo contradictorio. La película resulta divertida, con buen ritmo, la protagonista Amy Schumer, (Serie de TV Inside Amy Schumer) tiene un gran carisma frente a la cámara y sabe entretener a los espectadores, a la historia se suma la participación de la modelo y actriz británico-estadounidense Emily Ratajkowski, cuenta con buena música, vestuario y no es un film pretensioso.
Mucho se ha escrito en estos tiempos sobre la influencia de la mente sobre el cuerpo, a lo largo de los siglos. En este período de la historia, proliferan la literatura que proclama que todo se desprende de las rutinas de la mente, y que podemos ser quien querramos ser. Sin límites. Esta discusión, en el marco de la belleza y el éxito femenino, no se ve tan clara como en otros campos. Las mujeres llevan sobre sus hombros una inmensa presión social para lucir delgadas, estilizadas, seductoras (pero lo justo y necesario, no más) enfatizando en su rol de faros de atracción física, en todos los espacios en que se mueven. La pregunta, entonces llega en forma natural: qué sucedería si realmente todo se pudiera modificar desde la mente? Si todo esto que escuchamos de neurociencia desde lo mediático pudiera hacerse realidad en forma instantánea? "Sexy por accidente" intenta explorar esto, de alguna manera tragicómica. Como lo hace habitualmente la popular (en USA), Amy Schumer. Pura energía, mucha actitud, una permanente predisposición a reirse de sí misma y una clara visión de cómo llegarle al público. Ella lleva adelante el rol de Renee, una mujer promedio (y eso se muestra como en cada film de Schumer) que tiene dificultades para acceder a sus aspiraciones en la vida. La pelea. Y pierde. Al menos en los primeros minutos del metraje. Ella interpela al espectador sobre cómo lo físico define la suerte de las personas. Posee una sana rebeldía hacia eso, y trata de sobrevivir a su circunstancia, apoyada en la paciencia de sus amigas. Cierto día tendrá un accidente causal y ese golpe en la cabeza, modificará radicalmente su vida. Como ella trabaja y se relaciona con la industria de la belleza, algo se organizará en su cabecita para ubicarla en el extremo opuesto al que estaba. de ser una mujer sin confianza, pasará a creerse una bomba seductora, y lo que es más interesante, su convencimiento de esto, generará una onda expansiva de cambios impensados. "I feel pretty" es una comedia pensada por dos guionistas que debutan en la dirección, Abby Korn y Marc Silverstein quienes ya cuentan con una respetable cantidad de rom coms en su haber ("Never been kissed", "He's just not that into you" y la reciente "How to be single") y que saben transmitir escenarios dinámicos y divertidos. En esta opera prima, eligen transitar por caminos seguros, no arriesgan en los diálogos (hay mucha más corrección de lo esperado) y depositan toda su confianza en la protagonista, quien como siempre, es el centro neurálgico de la historia. Carisma en su máxima expresión. Siento que hay una buena idea en "Sexy por accidente" que no se apoya con un guión más radical. Elige caminos de falsa ruptura y construye sobre personajes y temas algo familiares, de manera que hay poca sorpresa y muchos lugares comunes. El desarrollo ofrece lo que siempre vemos, secundarios con color, una trama con algo de romance y reflexión...ya saben. Sin embargo, desde el poder de lo que trae, sólo como disparador problematizador, habría que darle una oportunidad. O quien no se atreve a modificar su vida tan sólo con un golpecito en la cabeza? Dicen que la mente todo lo puede...
QUISIERA SER LINDA Al igual que en muchas películas de los 80’s, en Sexy por accidente hay un elemento mágico que genera un cambio en la protagonista: aquí, un golpe en la cabeza que hace que la obesa y depresiva Renee de repente tenga un autoestima por las nubes y se crea la más linda del mundo. No de gusto, esta comedia dirigida por Abby Kohn y Marc Silverstein cita deliberadamente a Quisiera ser grande. Y allí va, con Renee -al igual que Tom Hanks en la de Penny Marshall- involucrándose en el mundo empresarial y aportando una mirada novedosa, aquí una firma de cosméticos de alta gama que desea meterse en un mercado más popular. La diferencia entre ambas películas son claras en función de los resultados, pero sobre todo en el camino que toma el personaje: mientras en Quisiera ser grande se pone en crisis el deseo del protagonista, aquí en verdad la lectura es más dudosa porque la película tiene otras preocupaciones. Una de ellas es la de instalar definitivamente a Amy Schumer en el mapa de la comedia cinematográfica norteamericana, algo que le cuesta a la actriz más allá de las fronteras de su país básicamente porque todavía no ha elegido ese proyecto que realce su talento. Conocida por su trabajo televisivo, Schumer se permite en la pantalla chica ser lo suficientemente virulenta, especialmente con un humor que mete sus garras en el pecho del corazón machista y en los ideales de éxito y belleza de la sociedad norteamericana. Su condición de luchadora de la causa feminista de hecho la ha convertido en una figura muy popular, con videos que se han convertido en virales y de gran inspiración para las mujeres norteamericanas. Sexy por accidente, entonces, es la película que debería instalarla en el gran público pero que además de explotar su figura (lo que hace con algo de gracia, hay que reconocerlo) lo que busca es también asimilar a la figura política y hacerla parte del relato. Y ahí es donde la película encuentra un límite, básicamente por un problema en la forma. Como decíamos, la protagonista tiene su autoestima por el suelo pero a la vez su sueño es trabajar en la empresa que produce aquellos cosméticos, una oficina repleta de jóvenes delgadas y envaradas con destino de pasarela. Si su actitud resulta contraproducente, aquel golpe en la cabeza la convertirá en una mujer egomaníaca y narcisista. Lo que veremos a partir de ahí es casi una reversión de Amor ciego de los Farrelly, aunque ahora el punto de vista distorsionado sería el del personaje de Gwyneth Paltrow: la “fea” viéndose como “linda”. Y si hasta ahí la comedia funcionaba a medias, el guión de los directores comenzará a hacer demasiado ruido con una serie de vueltas de tuerca que estiran demasiado el conflicto hasta licuar la gracia, que surge esporádica. El problema es que Sexy por accidente no logra conciliar el humor irreverente de Schumer con la necesidad de ser políticamente correcto; es como un humorista que hace chistes jodidos y después le entra culpa. Los últimos minutos son un maratón de la obviedad, con Schumer sermoneando innecesariamente y diciendo en voz alta lo que ya las imágenes y los personajes habían dejado en claro (que hay que confiar en uno mismo, que lo que importa es lo que uno hace y que la mirada de los demás es problema de los otros). Sexy por accidente confunde de esta manera lo político con la autoayuda. Y así la película desaprovecha su escaso potencial, y muy especialmente una versión cómica de Michelle Williams que resulta toda una revelación.
El agrado visual ocupa un lugar tan predominante en la sociedad que es capaz de minar la autoestima, sumando un problema de salud mental al que ya se puede tener de salud física. La seguridad en uno mismo se vuelve una cuestión fundamental de estabilización, y como tal, la ganancia o pérdida de su equilibrio puede ser un material narrativo muy rico. A esto apunta Sexy por Accidente. En el ojo (propio) de quien mira Renee trabaja en el soporte técnico de una firma de cosméticos. En dicho ambiente, estando en contacto constante con mujeres de figuras esculturales, no puede evitar sentirse acomplejada por su aspecto. Todo esto cambia cuando un día, durante una sesión de spinning, se cae de la bicicleta y se da un golpe en la cabeza. Al despertar, ella se mira al espejo y cree que la imagen que este le devuelve es la de una mujer con una figura completamente distinta, aunque en realidad haya cambiado físicamente en lo absoluto. Esta nueva confianza en sí misma la llevará inevitablemente a crecer laboralmente y conocer nuevas personas, quienes no pueden creer la enorme confianza que posee esta mujer. El guion de Sexy por Accidente provee de una narración entretenida, aunque como comedia produzca más risas que carcajadas. No obstante, lo que no debe perderse de vista es la mirada que tiene la película en cuanto a la seguridad en uno mismo. Primero, porque una gran parte de las intenciones cómicas de la historia no están arraigadas tanto en lo que hace Renee, sino en cuanto a cómo reacciona la mirada de los otros. Segundo, porque el arco de la película -si bien muestra un lado del polo- también pone el acento en su opuesto, en el riesgo de que demasiada seguridad en uno mismo nos haga caer en la soberbia. Esta última cuestión, realizada de un modo progresivo y casi imperceptible. En materia técnica, Sexy por Accidente no plantea muchas novedades: la fotografía, montaje y diseño están ahí para subrayar el lucimiento actoral. Aunque no pocas veces toma la oportunidad de probar cosas nuevas en cuanto a puesta en escena y narrativa visual. En el aspecto interpretativo, Amy Schumer, siendo la comediante que es, lleva el protagonismo con mucha dignidad tanto en los apartados cómicos como en aquellos que no lo son tanto. La acompaña un plantel de secundarios a la altura, entre los que destaca Michelle Williams como la jefa de voz aflautada de la protagonista. Un registro tan distinto como logrado de una interprete que suele destacar en propuestas más dramáticas. Conclusión Sexy por Accidente es una película que podrá tener más errores que aciertos en cuanto al género en que pretende inscribirse, pero es razonablemente exitosa en cuanto a la inteligencia con que desarrolla el arco de su tema. Su sensatez y sensibilidad son puntos insoslayables a destacar, aunque como comedia sea difícil impulsar su recomendación.
Esta supuesta comedia, así la presentan, termina por defenestrar aquello mismo que intenta denunciar. Concluye por ser un panfleto de autoayuda que ni llegaría a la categoría de libro. El punto es que toma a la obesidad como parámetro de lo antiestético y no como una enfermedad, trastorno alimenticio que en el gran país del norte ya se la considera endémico. El personaje trata de ser construido a partir de sus inseguridades por su propio cuerpo, pero termina por ser más importante el nivel de estupidez que destila, sin ser gracioso, ni una parodia, casi rayano en el impudor. La premisa es de ese orden, Rene Bennet (Amy Schumer) es una chica “normal”, aunque ningún hombre la mira, ni por facebook. Intentando hacer algo para cambiar su aspecto se dirige a un gimnasio, pero torpemente se da un golpe en la cabeza, al despertar tiene alterada la perspectiva de su propio esquema corporal, cambia la visión que tiene de sí misma. Ahora se ve bella, como si fuera un modelo, pese a que no hay nada que haya cambiado realmente en su aspecto físico tras el incidente. Esta alteración perceptiva será usada para repetir una y otra vez el mismo gag, ella cree que nadie la reconoce x el cambio que solo ella ve. (UFFF) Eso se traduce en un cambio de actitud hacia la vida que no tarda en tener efectos positivos para ella, gracias a lo atractiva que le resulta la confianza en si misma. Tratando de ser graciosa, tanto la cinta como el personaje, transitan ambas, el personaje y la cinta, hasta por el humor físico de tan mala manera que termina por ser tristemente grotesco. Las derivaciones de su cambio de actitud se traducen en la necesidad de cambiar de lugar en la empresa, que se dedica a la producción de artículos de lujo para el tratamiento de la belleza individual, ahí toda su ambición es ser la recepcionista¿? Una empresa cuya imagen es la de Avery LeClaire (Michelle Williams), esbelta, agraciada, con apariencia de pocas luces, posiblemente lo único rescatable de todo el filme es la performance que ella hace con ese personaje. Rene es elegida para ser la representante, visual e icnográfica, de una segunda línea de belleza que la empresa tratara de imponer en el mercado, vía supermercados, para la gente común y corriente. Pero, de hecho, los personajes de “Sexy por accidente” no pueden dejar de hablar del target que tiene asignado, ejemplo sus “feas” amigas de toda la vida. Hasta en una reunión en la sala de juntas de la empresa puede contener el registro de la mayor parte de los enunciados a los que se promulga la película, incluyendo la presencia, como contrapartida de Rene, a Lily LeClaire (Lauren Hutton), la abuela de Avery y el primer rostro de la empresa. Si sólo fuera que el filme en su discurso se torna deplorable, hasta uno podría reírse si algo fuera del orden de lo original, pero no, sumado a esa catarata de imbecilidad puesta en juego se le suma el catalogo de lugares comunes por los que transita toda la producción. A los que se le pueden reconocer otras varias películas del mismo orden, no son homenajes son plagios mal realizados. Como reza un famoso chiste de psicólogos, ese que le dice a su paciente “usted. no tiene ningún complejo de inferioridad, usted. es realmente inferior”..
Belleza ortodoxa Sexy por accidente es una especie de cuento de hadas moderno. Hay encantamiento, hay transformación, hay seres de otro mundo (las modelos, las diseñadoras, los herederos de fortunas) y hay seres del mundo común y corriente (las amigas de la protagonista, por ejemplo). Es que en esta historia, Renee (Amy Schumer) odia su aspecto físico, es muy insegura y se la pasa admirando a las chicas flacas y tonificadas del gimnasio. Ella se avergüenza de su cuerpo y eso se refleja en cómo vive a diario. Cansada, una noche pide un deseo: cambiar de apariencia, ser “hermosa”. Y, luego de golpearse la cabeza por caer al piso en una clase de spinning, Renee vuelve en sí viéndose diferente. Aunque luce igual, ella se mira al espejo y ve que su deseo se hizo realidad: ahora es hermosa, tanto que cree que ni sus íntimas amigas lograrán reconocerla. Entonces Schumer se hace carne protagonista: su panza, sus brazos, sus tetas, su culo adquieren personalidad, ocupan espacio y se hacen notar, pasando a ser los personajes secundarios de esta película (de, hasta ahora, paupérrimos personajes secundarios). Frente a nuestros ojos el cuerpo de Renee vive, disfruta, brilla. Y por ahí se gesta una narrativa casi sin querer: panza bailarina, tríceps movedizos, culo que se esparce, piernas que sostienen todo eso que nos cuenta más historias que esta película entera. Entonces, por ejemplo, vemos la escena en que Schumer está en su nuevo trabajo, cruzando una suerte de baldosas montadas sobre agua (es que es una oficina muy cool). Ese cruce de escalones acuáticos dura menos de cinco segundos, pero es monumental la forma en que esta actriz consigue, en un respiro, decirnos tanto sobre su personaje. Es que Renee se construye en cada rincón del cuerpo de una Amy que sabe cómo hacerlo trabajar. Cuando su panza, sus piernas, sus brazos, sus tetas, su cara toman verdadero protagonismo, nos damos cuenta de cuánta vida les falta a los cuerpos de quienes se muestran como Renee se muestra en Sexy por accidente. En la escena del bikini contest, la panza de Schumer se mueve con la música, cada porción de sus brazos rebota y se balancea en conjunto. Todo eso nos cuenta algo, expresa una forma de vivir que el relato luego subraya de forma poco inteligente (haciendo a la protagonista pedir bastones de mozzarella o salir corriendo al heladero inmediatamente después de tener sexo). Además, la película se va haciendo cada vez más pudorosa, cada vez más moralista, cada vez más ortodoxa. Porque, claro, “es todo una cuestión de actitud” nos remarcan una y otra vez (por si no captábamos de qué iba el relato). Y en esa repetición, van tapando cada vez más el cuerpo de Schumer. Se lo van olvidando. Y entonces la película se cae, se revienta contra el piso de la autoayuda y queda plana como calcomanía barata. Se ve que a los guionistas de Jamás besada el sillón de directores los abruma. Por suerte llega Michelle Williams (gran asomo a la comedia con su Avery LeClair) al rescate y les regala grandes momentos de aire fresco. Pero no alcanza: Schumer, aquella comediante que se burla de cada milímetro del estúpido mundo, queda absorbida por la empalagosa corriente del “sí, se puede. Claramente, en todo esto, resuena el ahora políticamente correcto Hollywood, ese que ha pasado a escuchar y valorar a las mismas mujeres que siempre existieron, a esas que todavía le dan de comer. El imperio renueva su manual de modales y ahora sufrimos todos. ¿Y ahora quién podrá ayudarnos? Si ni Amy Schumer alcanza… ¡cuán cansador es cuando el cine le tiene miedo a ser cine!
Amy Schumer es una de las mejores cosas que le pasaron a la comedia, especialmente al stand up y la televisión, en los últimos años. Ha perfeccionado el personaje de la chica poco atractiva que resuelve todo -especialmente el triunfo sobre el otro sexo- a pura actitud, a veces a pura agresividad y, en el camino, se carga los lugares comunes sobre la femineidad, la belleza y los mandatos sociales. Aquí es una chica despreciada por su sobrepeso que, por un accidente, de pronto se ve y cree algo así como una supermodelo. La moraleja es “es cuestión de cómo te sentís, no de cómo te ves”, pero eso lo sabemos desde que entramos al cine (el título original en inglés es “I feel pretty”, como la canción, “me siento linda”). Problemas: Schumer es mejor cuando habla que cuando se mueve (aunque lo hace con ideoneidad), y los diálogos tienen más filo que las secuencias de comedia romántica, que se sienten ya vistas y sin verdadero conflicto. Es cierto que la simpatía de la actriz supera en mucho estas limitaciones, y eso permite que la película funcione y se vea con moderado placer. Pero el cuchillo, en última instancia, se queda en la superficie del asunto, que no cierra del todo bien y no elude atar conflictos de acuerdo con el reglamento. La reflexión sobre los modelos femeninos, las imposiciones del mercado, las obligaciones, etcétera, terminan con una ironía: después de todo, el personaje los utiliza para integrarse. Ese problema es el más interesante de la película.
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