Protagonizada por los locales Nicolás Cabré y Martina Guzmán, y los españoles Santi Millán y Antonio Garrido, llega Solo para Dos, una coproducción entre Argentina, España y Venezuela que muestra la peor cara del cine de estos países. Solo para valientes solo_para_dosValentina (Guzmán) y Gonzalo (Millán) son los propietarios de un exclusivo resort para parejas en la Isla Margarita llamado Solo para Dos. A pesar de lo que ellos y la filosofía del hotel pregonan, su relación no está pasando por un buen momento. Con la llegada al hotel de nuevos huéspedes la infeliz pareja deberá aparentar que siguen completamente enamorados el uno del otro, pero esto no será por mucho tiempo. Entre los nuevos clientes se encuentra Jairo (Garrido), una estrella de la música española que todos los años lleva al hotel a una chica distinta y le declara su amor incondicional, y también Mitch (Cabré) un argentino quien viajó solo luego de que su esposa lo dejara en la Luna de Miel al haberse enterado de que se acostó con su mejor amiga. Las cosas se complican cuando Tania (María Nela Sinisterra), una empleada del resort, le declara su amor a Gonzalo y terminan pasando la noche juntos. Al enterarse, Valentina hará lo mismo con el solitario y melancólico Mitch y esto desencadenará una batalla entre la pareja propietaria del hotel donde ni siquiera los huéspedes estarán a salvo. Tira diaria en pantalla grande Si algo me enseño el reciente estreno de Corazón de León es que por más que algo huela feo (por decirlo de una manera educada) no tiene porqué resultar feo. Lamentablemente Solo para Dos es la excepción que justifica aquella nueva regla en mi vida. 972068_307818362698067_619015775_nDirigida por el español Roberto Santiago, Solo para Dos resulta un aburrido y poco divertido intento de comedia romántica, y para hacer las cosas peor es un simple y llanamente un robo. Hagamos un poco de memoria y remontémonos al año 2009. Fue por aquella época cuando se estrenó Solo para Parejas. La película (que estuvo lejos de ser mi agrado) se centraba en cuatro matrimonios que se hospedaban en un exclusivo resort de Bora Bora en la Polinesia Francesa donde ocurrían todo tipo de situaciones cómicas. Ahora les propongo remontarnos un año antes, al 2008. Aunque nunca llegó a estrenarse comercialmente en Argentina, probablemente hayan enganchado alguna vez por cable la divertida comedia Forgetting Sarah Marshall, donde un hombre que acaba de ser dejado por su chica se hospeda en un hermoso hotel en Hawaii donde, por esas casualidades de la vida, también se hospeda su ex novia con su nueva pareja, una estrella mundial de la música. Metamos estos dos films nombrados previamente a nuestra licuadora imaginaria de películas y listo ¡tenemos Solo para Dos! Lejos está este pequeño problema de robo a mano armada de tramas de ser lo peor que le puede ocurrir a Solo para Dos. Que tanto en Hollywood como en el resto del mundo las historias se reinventan o se vuelven a adaptar no es ninguna novedad, el problema aquí está en lo mediocre que resulta el guión, nunca intentando si quiera escaparle al cliché, y aun peor, en lo horrible de su ejecución. Solo para Dos está mas cerca de ser una tira de Pol-ka en pantalla gigante que una película propiamente dicha. Los tiempos que maneja y el tono que le impone Santiago están mas cerca de la TV que del cine. Los chistes pocas veces funcionan, y en su mayoría se extienden por mucho más tiempo del que deberían, dejando al espectador incomodo y sin saber si reír o empezar a llorar. Soloparados500Quizás lo más “rescatable” de Solo para Dos esté en el plano actoral. Los españoles Santi Millán y Antonio Garrido entregan divertidas y simpáticas actuaciones. La química entre ambos es muy buena, por lo que los mejores momentos llegan cuando estos comparten la pantalla. Otro que también esta vestido para la ocasión, aunque por distintas razones, es Nicolás Cabré. Voy a ser sincero y decir que no me gusta Cabré como actor (no tengo el gusto de conocerlo como persona), pero uno debe admitir que dado el tono casi ridículo de la película, su personaje le calza como anillo al dedo. Todas sus morisquetas y vocecitas raras que pone en la TV las van a poder encontrar también aquí. Según los créditos de la película, la imponente María Nela Sinisterra hace su “debut cinematográfico” con este film, cosa que no es cierta ya que previamente había actuado en la buena película de terror nacional Penumbra, estrenada hace tan solo un año. Sinisterra hace correctamente su papel de morocha infartante hasta que en una determinada escena debe hacer de borracha. Déjenme decirles, estimados lectores, que muy pocas veces en mi vida aparté la vista de la pantalla por vergüenza ajena… esta fue una de ellas. Esta escena en particular haría que el mismísimo Konstantín Stanislavski se clavara dos agujas de tejer en los ojos y saltara por un barranco hacia una muerte segura. Por último llegamos a Martina Guzmán, en mi opinión la mejor actriz argentina del momento, aunque está lejos de demostrarlo en esta película. Guzmán se pasea por las escenas sin tener demasiada idea a donde ir, que hacer o que decir. Su “timing” para la comedia es casi nulo y carece de cualquier tipo de química con cualquiera de sus compañeros de elenco. Conclusión Solo para Dos es un producto de TV de la peor calidad llevado a la pantalla grande. El director Roberto Santiago ni siquiera se esmera en presentarnos algo que ya visto de una manera diferente u original. Dirección, guión, actuaciones e incluso lo “trucho” que se ve la puesta en escena en algunas ocasiones hacen que la película resulte un verdadero desastre.
Más tormenta que días de playa Esta co-producción argentino-española, dirigida por el madrileño Roberto Santiago, se inscribe dentro de la comedia de enredos a partir de una serie de equívocos y engaños que proponen los personajes. Sólo para dos está ambientada en un lujoso resort de Isla Margarita que regentean Valentina (Martina Gusmán) y Gonzalo (Santi Millán), un matrimonio que en su décimo aniversario de casados está atravesando una profunda crisis. La trama incluye además a Tania (María Nela Sinisterra), una infartante mulata que le hace perder la cabeza al protagonista y a un nuevo contingente de turistas entre el que se encuenta un argentino (Nicolás Cabré) peleado con su mujer en plena luna de miel. Entre situaciones de alcoba, celos, romances en plena playa con la luz de la luna de fondo y una mezcla de acentos y culturas, el film intenta por todos los medios despertar la risa del espectador, pero sólo lo consigue en contadas ocasiones. En la película todo suena a algo ya muy visto -y con mejores resultados en anteriores ocasiones-, como por ejemplo, la escena de la "mujer" oculta en el placard de la habitación cuando regresa la esposa de Cabré. La historia amenaza con un clima de efervescencia caribeña que nunca llega. En ese sentido, el film recuerda a la también fallida comedia nacional Amor a mares, estrenada el año pasado y ambientada a bordo de un crucero. Los toques más melodramáticos o la llegada de la tormenta no hacen más que confirmar que los personajes quedan a la deriva en medio de una insulsa trama que nunca logra crecer en intensidad y, mucho menos, en situaciones hilarantes. Aún así Cabré se lleva los mejores momentos y sabe qué recursos utilizar para captar a su público. El resto, incluída una buena actriz como Martina Gusmán, juegan con un registro que no conduce a aguas ni tan cálidas ni tan cristalinas.
Matrimonios y algo más Si se pasan por alto las obvias copias a films como Solo para parejas (Couples Retreat, 2009) y La mujer de mis pesadillas (The heartbreak kid, 2007), Sólo para dos (2013) resulta igualmente una comedia de enredos fallida: con un guión pobre y anticuado y con interpretaciones que dejan mucho que desear. Valentina (Martina Gusmán) y Gonzalo (Santi Millán) son dueños del hotel Solo para dos, ubicado en la Isla Margarita, un lugar de descanso exclusivo para parejas. Luego de diez años, su matrimonio empieza a trastabillar y Valentina quiere dejar a su esposo a pesar de los ruegos de este. En ese preciso momento llega al hotel un nuevo pasajero: Mitch (Nicolás Cabré), a quien su mujer acaba de dejar antes de comenzar la luna de miel por haber cometido una(s) infidelidad. Se suman algunos personajes secundarios que se acoplan a los ya mencionados para completar este juego de encuentros y desencuentros amorosos. Aunque al comienzo se nombraron dos films estadounidenses que se vinculan de algún modo a Sólo para dos, lo cierto es que este film sigue estando muy pero muy alejado de aquellos. Si bien comparten similitudes argumentales y género, al film nacional le faltan muchos elementos para convertirse en una comedia. En principio, los personajes fallan a la hora de encarar un género en el cual cada actor debe aportar una importante dosis de histrionismo. Aunque no todos tienen por qué estar en un mismo registro, al menos deberían poder apoyar la escena aportando los sentidos cómicos generales que necesita un film como este. Martina Gusmán parece trasladada de uno de los films de Pablo Trapero en su tono serio y dramático, lo único que la diferencia es su color de pelo y su vestimenta tropical. No vale la pena mencionar uno por uno los personajes pero sí tal vez el que más expectativa puede crear: el de Nicolás Cabré. Nuevamente acomodado en su ya repetitivo personaje de mujeriego, ofrece al público sus ya clásicos modos de hablar y una gestualidad que ya no sorprende ni hace reír. Se suma a esto una dirección claramente errada y un guión plagado de clichés y absurdos: el combo termina siendo explosivo. Dejando de lado las molestas moralinas que dejan detrás este tipo de películas, lo cierto es que ni siquiera se intenta atrapar al espectador para que entre en el juego de enredos y vaivenes sentimentales: porque le falta humor, le falta ritmo, las escenas son largas y aburridas, y el timing de casi todos los actores es desacertado para una comedia de este tipo. En este rejunte de fallas se pierde absolutamente todo el film.
Volver al pasado Cuesta creer que, en pleno 2013, el cine argentino nos “regale” una película como Sólo para dos. Esta coproducción con España y Venezuela rodada en un resort de la Isla Margarita por el también guionista madrileño Roberto Santiago atrasa 30, 40 años, y nos retrotrae a los peores exponentes de la picaresca de Argentina Sono Film (igual creo que esa factoría nunca cayó tan bajo). Lo que podía haber sido una comedia romántica con las fórmulas de Hollywood como modelo terminó en una latinoamericanada torpe, berreta, pintoresquista y costumbrista en la que no hay ni un instante ya no digo divertido sino mínimamente inspirado. Valentina (Martina Gusmán) y Gonzalo (Santi Millán) están casados desde hace diez años y regentean en ese balneario caribeño el hotel “para parejas” en medio de una cada vez más avanzada crisis matrimonial. Hasta allí llega, en el marco de un nuevo contingente, Mitch (Nicolás Cabré), abandonado a último momento por su flamante esposa (duraron tres días juntos). Lo que sigue es una sucesión de enredos amorosos (léase una acumulación de engaños y mentiras) que parecen improvisados. Por allí deambulan también personajes secundarios como Jairo (Antonio Garrido), un cantante de medio pelo que la va de Don Juán; o una empleada lugareña (la hermosa MariaNela Sinisterra, cuyo único objetivo en la trama parece ser mostrar sus pechos). Casi tan mala como esos conflictos sin sustancia, esa narración sin fluidez, esos diálogos gritados y esa falta de química actoral es la banda de sonido, siempre ampulosa, onmipresente y subrayada, que intenta generar en el espectador alguna sensación que no sea el tedio. Para destacar (lo único) que la película se escucha y se ve bien, pero un digno acabado técnico a esta altura no cambia en nada la valoración general. Lamento mucho que una muy buena actriz en ascenso como Martina Gusman haya quedado atrapada en semejante proyecto. Sus impecables trabajos en cine (junto a Pablo Trapero), en teatro y en TV hablan de su capacidad aquí por completo desaprovechada. Este ha sido, pues, un tropiezo del que pronto se habrá recuperado y quedará apenas como un mal recuerdo.
En plan de intercalar en la cartelera un producto romántico afín a alguno del cine estadounidense (Solo para Parejas con Vince Vaughn es una referencia inevitable), y concebido también para el lucimiento de Nicolás Cabré y sus particulares –y por qué no, eficaces- dotes para la comedia, Sólo para dos, como intento en el subgénero, termina siendo insulso, cuando no deficitario. La idea no va más allá de explotar dos o tres tópicos amoroso-picarescos elementales en un paisaje caribeño, mientras que diálogos y situaciones no escapan a la vulgaridad y el lugar común, entre personajes a veces chispeantes y otras no tanto. Porque no siempre un buen actor o actriz se adapta bien a este estilo, tal el caso de Martina Gusmán, talentosa intérprete cuya empatía para el dudoso humor propuesto, es escasa. Coproducción entre Argentina, España y Venezuela, el film integra elementos de cada país en una trama en la que un matrimonio en crisis dueño de un resort para parejas ubicado en una turística playa tropical, recibirá un contingente algo fogoso que entrecruzará vínculos por doquier. La impronta de comedia de enredos produce de todos modos alguna sonrisa, fundamentalmente a través de los españoles Antonio Garrido y Santi Millán y el apuntado Cabré. Si incluimos en el combo curvas atrayentes y el colorido marco, Sólo para dos se puede llegar a sumar a otros éxitos del cine nacional actual, a pesar de todo.
Berreta. Palabra más que apropiada para definir a esta mediocre, por no decir desastrosa, producción. Sólo para dos tiene todo lo malo que puede poseer una comedia de situaciones y lo explota a su máximo exponente mediante interpretaciones desganadas y desalmadas y un guión de lo más pobre, carente de sentido y con todos los clichés imaginables. Tomemos The Heartbreak Kid (2007) y Forgetting Sarah Marshall (2008) y quitémosle los diálogos ingeniosos, las buenas actuaciones y las vueltas de tuerca originales, únicamente dejemos el escenario del hotel en la playa. ¿El resultado? Sólo para dos. Por ello, podríamos decir que este estreno es un intento de copia de aquellas películas protagonizadas por Ben Stiller y Malin Akerman, y Jason Segel y Mila Kunis, respectivamente, pero disminuida a su mínima expresión porque si dejamos por un segundo de lado (aunque cueste) la dirección, las actuaciones y el guión, la producción entera tiene pinta de trucha y que se gastaron toda la guita en honorarios o bien no supieron administrarla para que se note en la pantalla. El director español Roberto Santiago lleva a su cargo este intento de comedia y no logra generar un buen clima ni en lo actoral ni en la puesta en escena. Ni si quiera supo aprovechar los paisajes naturales del lugar en el cual rodó el film. Además, sin duda un estudiante de cine puede hacer una mejor edición. El elenco es uno de los menos homogéneos y carentes de química que ha transitado en el cine en años. Un impresentable Nicolás Cabré no puede hacer que ninguno de los estereotipos de su personaje coincidan con los de Martina Gusman, quien seguramente va a querer borrar este trabajo de su curriculum. Santiago Milán, María Nela Sinisterra y Antonio Garrido intentan hacer algo pero no queda claro qué. O sea, no se sabe si son pésimos actores o si el guión es tan malo que dieron lo mejor de sí y aún de esa manera no lograron quedar bien parados. Gags ya vistos y repetidos hasta el hartazgo, incoherencias por demás y el no conseguir hacer reír son las razones por las cuales no hay que desperdiciar 100 minutos (y dinero) para ver está película. Pero bueno, gustos son gustos...
Enredos en el Caribe Cuántas veces unas vacaciones que supuestamente serían idílicas fueron el principio del fin de una pareja. Cuántas veces uno envidió a esa gente que logra el sueño de trabajar y vivir en una isla paradisíaca, sin recordar que uno carga consigo mismo y la vida puede volverse un infierno en cualquier lado. Cuán agobiante puede resultar una estadía en uno de esos all inclusive promocionados como la panacea. Estos eran tres puntos de partida interesantes para Sólo para dos, que muestra la crisis de una pareja que regentea un resort en la Isla Margarita. Pero no pidamos peras al olmo. La comedia toma otro rumbo: el de los enredos. Ya de por sí decir “comedia de enredos” suena antiguo, pero no habría que descalificar al género en sí mismo: quizá todavía sea posible hacer una comedia de enredos efectiva. No es el caso: los enredos de Sólo para dos son forzados y ya fueron vistos cientos de veces. Bien podríamos estar ante una de Porcel y Olmedo, o una de Francella y Ledo como Papá se volvió loco. Así, con un guión flojo, todo el peso recae en las actuaciones. Y, aunque es interesante ver por una vez a Martina Gusman liberada del agobio del conurbano traperense, sólo el español Antonio Garrido consigue salir más o menos airoso del desafío. Pero claro, a él le tocó lo mejor: ser una especie de Camilo Sesto trucho, seductor serial, y decir el mejor chiste: “¿Cuál es el peor enemigo de la pareja?” “¿La rutina?” “No, la sinceridad”. Otro buen momento es el rescate -con el recuerdo de unas escenas entre Jeanette Rodríguez y Carlos Mata- de la telenovela Cristal y su temazo emblemático, Mi vida eres tú, algo que ya había ocurrido en Miss Tacuarembó (pero no se puede exigir tanta originalidad: es una cualidad sobrevalorada). Los paisajes de la Isla Margarita hacen el asunto más llevadero, y seguramente con el mismo fin se incluyeron también vistosos paisajes humanos. Para la platea masculina, la colombiana María Nela Sinisterra, ex secretaria de Sofovich, que ensaya un par de topless de lo más artísticos. Para la platea femenina hay más: Nicolás Cabré, que pasa gran parte de la película libre de camisa (aunque nunca consigue librarse del latiguillo de los titubeos) y el español Santiago Millán, que corretea desnudo por ahí.
Rancio vodevil en un paraiso La isla Margarita, en el Caribe venezolano, es un paradisíaco lugar para el amor. Y allí, precisamente, Valentina y Gonzalo han instalado un hotel exclusivo para parejas. El negocio marcha a las mil maravillas, aunque su matrimonio atraviesa una profunda crisis. Las cosas empiezan a complicarse cuando Mitch (Nicolás Cabré), un joven argentino que viajó a esa playa sin su flamante esposa luego de una escandalosa pelea entre ambos, comienza a acercarse a las bellas mujeres que lo rodean. Un desliz amoroso de Mitch con Tania (la exuberante Marianela Sinisterra) y su amistad con Jairo (Antonio Garrido), un cantante de medio pelo, disparará variopintas confusiones que se entrecruzan aquí con más atolondramiento que gracia. Los engaños están a la orden del día, ya que Valentina (una Martina Gusmán que lucha para hacer simpático su personaje) desea vengarse de las infidelidades de su marido y elige a Mitch para conseguirlo. Posiblemente el director y guionista apostó a la simpatía de la comedia romántica, pero quedó muy cerca de un rancio vodevil. El paisaje en el que se desarrolla la acción es la envidia de quienes desean pasar unas tranquilas vacaciones, pero lo que allí ocurre es para el olvido.
Matrimonio en crisis en el Caribe Martina Gusmán y Santi Millán interpretan a una pareja que regentea un hotel en Isla Margarita en medio de problemas. El personaje de Nicolás Cabré terminará por desestabilizar la escena en este film pasatista y olvidable. Las películas Metegol, Corazón de León, Vino para robar, a las que se agregó hace apenas una semana Séptimo, lograron una buena respuesta del público y en general fueron acompañadas por la crítica. Este buen momento de varias producciones interesantes podría hacer pensar que el cine industrial argentino encontró un estándar digno, capaz de convocar espectadores a las salas con propuestas que en mayor o menor medida tienen muchos elementos para destacar. Sin embargo el otro cine, el que convoca a estrellas, el que cuenta con un nivel de recursos importantes pero que también es chapucero, apurado y olvidable, siempre está al acecho. Este es el caso de Sólo para dos, una coproducción entre Argentina, España y Venezuela dirigida por Roberto Santiago, una comedia que remite a la picaresca nacional de los ochenta, con un desarrollo que en el mejor de los casos es inocuo y que a duras penas logra arrancar una sonrisa, a fuerza de subrayados y transitadísimo costumbrismo. Valentina (Martina Gusmán) y Gonzalo (Santi Millán) son un matrimonio desgastado, dueño de un complejo de cabañas especial para parejas en la Isla Margarita, y por supuesto, el acento está puesto en la paradoja de que mientras la relación se derrumba, deben dar los servicios en un lugar diseñado para que los enamorados visitantes encuentren su nidito de amor en el Caribe. El disparador de la crisis y también el que viene a orientar el relato es Mitch (Nicolás Cabré), un joven supuestamente irresistible, que llega solo al lugar después de haberse peleado con su mujer en su noche de bodas. Rápidamente Mitch se convierte en el involuntario terror de los maridos y el polo de atracción de las mujeres, cualquiera sea su estado civil, para que la película ensaye algunos gags que definitivamente son poco efectivos, con mujeres hermosas, maridos idiotas y María Nela Sinisterra (Corazón de León) que parece que fue incluida en el relato sólo para que pasee su belleza por el set. Y mientras el elenco español parece rescatado del túnel del tiempo de esas comedias de hace treinta años que asolaron a la madre patria y también hicieron lo suyo por estas playas, la parte argentina no queda mucho mejor parada. Nicolás Cabré está bien lejos de Atraco, donde hizo un buen trabajo junto a Guillermo Francella, y aquí en cambio parece recuperar buena parte de los tics que incorporó durante su exitosa carrera televisiva, mientras que la talentosa Martina Gusmán (Elefante blanco, Carancho, Leonera), parece esperar inútilmente durante toda la película una línea de diálogo o alguna escena medianamente rescatable.
Una comedia ligerita que se luce más por los actores que por la trama de manual: lugar de ensueño, hotel para enamorados, cruce de parejas, infidelidades, mentiras sobre mentiras. Se lucen Martina Gusmán, Nicolas Cabré, Santi Millan. Burbujeante y previsible.
¡Joder Tío! ¡Pero qué mala está la película! El hotel cubano para parejas melosas por supremacía abrió sus puertas a los espectadores y fue toda una fi… Fue un fiasco. Con actores españoles, argentinos, cubanos y más latinos, el director intentó plasmar un cóctel de historias divertidas sobre dos seres que se quieren y lo manifiestan en la playa, en el mar… Las olas y el viento… Perdón me fui de tema. Pero lo único que obtuvo fue un confuso y dubitativo producto lleno de diálogos tartamudos, escenas largas e imposibles de remar, y UNA sola mueca de sonrisa lograda por Nicolás Cabré, uno de los protagonistas del film. El Sólo Para Dos es un exclusivo hotel a orillas del mar que alberga clientes de todas partes, con el único objetivo de ofrecer una estadía que recree las ventajas de estar en la ‘luna de miel’. Pese a esto, el lugar está lleno de chantas, empezando por el gerente del hotel quien en la película ya amanece peleado con su mujer y desayuna con las valijas de ella llenas, y listas para volverse a Buenos Aires. solo-para-dos-2-locoxelcine Valentina y Gonzalo llevan casi 10 años juntos, pero ya no se toleran. Hay algo en esa arena que no se puede remover. Como buen marido, él decide hacer como si nada y fuerza a su mujer a que se quede, porque cree que los nuevos huéspedes traerán buenos augurios y ayudarán a encontrarle la solución a algo que ya desde hace rato debería haberse terminado. Sin embargo sucede todo lo contrario… Llegarán: Jairo, cantante español, y su noviecita de 20. Miguel (Nicolás Cabré), recién abandonado en el aeropuerto por su esposa, con la que contrajo matrimonio hace tres días. Y un par de personajes más, y aún menos interesantes que contribuirán a la lista de embrollos en la paradisíaca isla del amor infiel. Lamentablemente, lo que podría haber sido una comedia alocada aprovechando los deslices de los diferentes inquilinos, terminó siendo una pesada trama para dejar olvidada bajo una sombrilla. El humor es muy obvio; no sorprende nunca y los actores no ofrecen ningún atractivo. Más bien hay momentos que se parecen a algún video de improvisación durante el rodaje, o quizás el director se confundió de escena y puso alguna de los ensayos. No vale la pena enfrentar las inclemencias climáticas que depara el pronóstico tropical, cuando ni siquiera las imágenes invitan a vacacionar allí. Al menos a mí no me lo vendieron. El caso de Cabré es bastante particular, ya que suena un poco desconectado del set, como si realmente lo hubieran engañado y hubiera llegado a ese hotel solito, y entendiendo muy poco qué era lo que había que hacer ahí. Se trata de una historia llena de mujeriegos empedernidos, mujeres vengativas, solteros aburridos y adultos que llegaron tarde a la fiesta. Si lo que buscabas era una típica comedia nuestra, como para pasar el rato; te equivocaste de puerta. Eso era en la habitación de junto. @CinemaFlor
Comedia picaresca de bajas calorías Al precio de arruinar su buena fama, un grupo de buenos artistas ha pasado una (esperemos que grata) estadía en la isla Margarita. La excusa fue filmar la película hispano-argentino-venezolana que ahora vemos, y que se anuncia como comedia romántica pero es más bien picaresca de bajas calorías, herencia del vodevil desteñida por el sol del Caribe. El argumento es nimio, aunque permite ilusionarse, porque hace convivir a un joven matrimonio en crisis dueño de un resort especializado en mieleros y similares, sus distinguidos clientes y amigos, la empleada más que apetecible y en dulce e insistente oferta, el cantante melódico berreta que hace el galán cada año con una enamorada distinta, y la bolilla que faltaba: un recién casado que viene solo porque se peleó en el viaje. Sorprende Martina Gusmán haciendo por primera vez una comedia. Pero no hace un personaje humorístico, sino una mujer cansada del marido. Se luce, sobre todo, cuando su rostro expresa esos instantes de sospecha o fastidio propios de una esposa a punto de dar el portazo. Nicolás Cabré se luce, en cambio como el chanta infeliz que llora su soledad viendo "Cristal" por enésima vez, y Paula Kohan también hace un buen aporte como aparición sorpresa. Doble sorpresa en este caso, porque le cae justito a quien no se la esperaba. El lado español es más flojo. El director Roberto Santiago seguramente se insoló, porque ha hecho cosas mejores, incluyendo "El penalti más largo del mundo", sobre cuento de Osvaldo Soriano. El animador Antonio Garrido salva su personaje de galán cantante (salvo cuando canta) pero daba para más. Dafne Fernández es una muñeca encantadora, pero le dieron menos. Y Santi Millán es para darle palo hasta que pague la estadía. En cambio hay otro lado de origen colombiano, ah, lado izquierdo, derecho, frente, derriere, que da gusto contemplar y encima sabe lucirse como comediante en una escena de enamorada triste y borrachita: la mulata María Nela Sinisterra. Un gusto, y vive en la Argentina.
Exclusivo para parejas (en discordia) El tradicional género de la comedia parece estar desarrollando un subgénero nuevo: la comedia turística. Se trata de comedias de enredos, pero situadas en ambientes donde los personajes se concentran con la excusa de pasar unos días libres, y eso genera las confusiones, idas y venidas, y las esperadas situaciones graciosas. En general, los productores aprovechan para promocionar algún lugar o emprendimiento del rubro del turismo, y la historia que se cuenta queda por ende absolutamente desvirtuada. Algo así sucede en “Sólo para Dos”. Gonzalo (Santi Millán) y Valentina (Martina Gusmán) son el matrimonio a cargo del resort de ese nombre, exclusivo para parejas en la isla Margarita, en Venezuela. Se encuentran en pleno conflicto conyugal, pero ella decide soportar una semana más, ya que llega el nuevo grupo de huéspedes. Entre los recién llegados se encuentran otras parejas, y lo extraordinario: un hombre solo, Miguel (Nicolás Cabré) abandonado por su flamante esposa. La historia gira entonces alrededor de los conflictos de cada personaje y su relación personal, buscando vericuetos donde las mentiras y los enojos generen la risa que se supone que la película debe tener. Sin embargo, la falta de empatía de los personajes, y la repetición de las situaciones logran lo contrario: terminan por cansar al espectador, que si en un principio esbozó una risa, a medida que avanza el filme reirá cada vez menos. Martina Gusmán ha probado ser buena actriz en otros filmes, pero no se haya en el tono de la comedia. Su personaje se torna muy melodramático, quejoso, y en ella se percibe una rigidez que resulta muy negativa para el registro de este género. Todo lo contrario sucede con Cabré, que se mueve como pez en el agua en estas cosas, interpretando a un chanta mujeriego penando, aunque no del todo afligido, por el abandono de su mujer. Otro actor que soporta bien el tono de comedia es Antonio Garrido, en el papel de Jairo, un exitoso cantante que lleva vida de playboy y asiste al lugar con su nueva pareja. Muchas vueltas sobre lo mismo, pocas situaciones de risa, y una historia con bases tan firmes como la arena de la playa en la que se desarrollan. Una comedia prescindible más.
El amor está con vacaciones Gonzalo (Santi Millán) y Valentina (Martina Gusmán) tienen diez años de casados y descubren que algo está pasando en su relación. Valentina es la que está más desilusionada, porque cree que Gonzalo perdió la pasión. Y eso que los dos debieran estar muy motivados. Administran un bellísimo hotel ""para parejas"" en la Isla Margarita, Venezuela. Ellos mismos se conocieron allí. El asunto es que llega el nuevo contingente de turistas y aparece un muchacho solo, Mitch (Nicolás Cabré) que dice que su novia lo abandonó en la luna de miel. Luego de algunos inconvenientes los gerentes del hotel aceptan que se quede, pero Valentina, que ya notó su condición de don Juan, dice que lo va a vigilar de cerca para que no deje sin compañera a algún otro turista. Claro que lo hace tan de cerca que Gonzalo sospecha y en algún momento la engaña con una linda mulata, que trabaja en el resort. Y que desde hace rato lo miraba con simpatía. EQUIVOCOS Y CELOS Todo desemboca en una serie de equívocos y en una epidemia de celos, no hay que olvidar que hay un cantante de moda que, a pesar de estar acompañado, despierta los deseos de admiradoras a las que no les importa demasiado estar acompañadas. Pasa de todo mientras las palmeras se agitan y la sensualidad del trópico, se apodera de los anfitriones y los nuevos turistas. "Sólo para dos" es una liviana comedia romántica, abundante en enredos, clásicas aventuras sentimentales de teleteatro, típicos personajes de tiempo de vacaciones y estereotipos de este tipo de género, algo así como una isla de la fantasía de viejas épocas. Los actores cumplen su papel desde Santi Millán (Gonzalo), pasando por esa excelente actriz que es Martina Gusmán y Nicolás Cabré, el galán y Don Juan de turno.
Un montón de gente incómoda Cuando las comedias mainstream nacionales (Dos más dos, Corazón de León) están siendo un poco más profesionales en aspectos técnicos que aquellas comedietas producidas por Telefé o Pol-Ka en los 90’s, el estreno de Sólo para dos es como un túnel del tiempo. Ojo, no es que aquellos aciertos técnicos se trasladen también a la mirada que esas películas tienen sobre el mundo, pero por algo se empieza: primero se es un poco más competente en lo formal, tal vez luego venga la renovación en la mirada. Tal vez, y eso tenga que ver otros autores y otra gente relacionada con los proyectos. Lo conservador y machista, persiste. Pero Sólo para dos es un volver porque mantiene esa celebración de cierta viveza masculina y la postulación de la histeria femenina, a la vez recupera el despropósito formal de comedias como Papá se volvió loco o Un argentino en Nueva York: una pobreza estética que se completa con malas actuaciones, un feísmo visual sin igual, situaciones que parecen improvisadas en el rodaje y una escasa idea de cómo se construye un gag o una situación graciosa. Hay que señalar que Sólo para dos es una coproducción con capitales venezolanos y españoles, y claro que en algún lugar las cinematografías hispana y argentina se emparientan: cada país tuvo sus comediantes populares y su aprecio por la comedia picaresca masiva. Esto debe entenderse, sobre todo, por tratarse de sociedades que vivieron a la sombra de dictaduras durante un largo tiempo. Sin embargo, el vacío parece culturalmente instalado cuando pasados ya muchos años de aquellas dictaduras, ese humor persiste y se sostiene. Aunque menguado en sus alcances y con un intento -vano- por mofarse de cierto prototipo machista -porque al fin de cuentas se pone en crisis pero se termina celebrando igual-, este film de Roberto Santiago es una picaresca castrada: se recurre al formato vodevilesco de confusiones en la playa, pero se tiene el prurito intelectual de caer en el chiste grueso. Y la película no termina siendo ni una de Woody Allen ni una de Porcel y Olmedo. Al fin de cuentas la única que le hace honor al subgénero es María Nella Sinisterra, que tiene poco talento pero al menos hace lo que tiene que hacer: muestra sus tetas dos veces. Invalidada -por pecho frío- su celebración machista e imposibilitada, por lo básico de su trama de parejas que se hacen y deshacen, su potencia intelectual, Sólo para dos queda a merced de lo que pueda hacer su elenco. Hay una creencia, por estas tierras, de que el gesto ampuloso es el génesis de la comedia. Ante esto, Nicolás Cabré debería ser el rey: Cabré, ya lo he dicho antes, supone que ser gracioso es apretar los dientes y zarandear la cabeza de acá para allá como esos perritos que se ponen en los autos. Y lo peor es que en ese plan lo acompañan Santi Millán y Antonio Garrido, dos españoles que convierten en algo grotesco hasta a la misma definición de grotesco. Aunque las palmas se las lleva Martina Gusman, quien interpreta a la dueña de este resort caribeño con la misma tensión y pesar que a la médica de Carancho sin darse cuenta que está adentro de una comedia. No hay amabilidad ni simpatía en su rostro, más allá de que su personaje la esté pasando mal. Hay una escena que está bastante bien pensada: la confusión de amantes en un restaurante. Pero la misma es tirada por la borda por lo anterior, las actuaciones son pésimas. Y hay un intento de seducción de Cabré a Sinisterra que, filmado en un plano, funciona. Si uno lo piensa bien, lo de Gusman parece un ejercicio metalingüístico: si su actuación es más digna de un drama ambientado en el conurbano bonaerense que de una comedia veraniega y ligera como esta, el film puede leerse como el encuentro de un montón de gente (personajes, actores) que preferiría estar en otro lado pero no puede. Y uno también, como espectador, desearía estar en otro lado en vez de estar mirando esta cosa. Esperemos que al menos el elenco y el equipo técnico hayan pasado unas lindas jornadas de playa en semejante lugar paradisíaco.
SOLO PLAYA Un pasatiempo sin gracia, avejentado, de trazo grueso. Está ambientada en un resort de la isla Margarita donde van las parejas a disfrutar de la buena vida lindos días. Los dueños de casa andan en problemas: el marido no cumple su parte en la cama y así no hay sociedad que aguante. La llegada de nuevos huéspedes traerá más contratiempos y más competencia. Cruce de parejas, enredos, mucho personaje tonto que no sabe mentir, casualidades traídas de los pelos y cada tanto algunas tomas de la playa, es todo lo que aporta esta comedia deslucida. Los actores se defienden como pueden: Martina Gusmán está bien como mujer engañada en busca de reparaciones; Nicolás Cabré sabe hacer de chanta despistado, aunque exagera mucho el titubeo. Al resto (actores, libretista, director) no los salva ni los guardavidas de la isla Margarita.
Camino a la perdición El paraíso no alcanza. Es más: el paraíso puede ser la perdición para quienes atraviesan algo así como la comezón del décimo año y que, casualmente, dirigen un all inclusive para parejas. Los vértices de esta comedia son Mitch (Nicolás Cabré), un recién separado solo en aquel hotel, y Valentina Martina Gusmán, que se tomó con este trabajo unas refrescantes vacaciones del drama- y Gonzalo (Santi Millán), como los anfitriones, además de otros personajes que conforman la trama de este nuevo intento del cine argentino por explorar un género difícil como la comedia. Mezcla de picaresca, vodevil playero y comedia de enredos, “Sólo para dos” transcurre sobre los rieles de esas tradiciones cinematográficas que fueron furor en los 70. También intenta ilustrar lo difícil que puede resultar eludir las tentaciones cuando las oportunidades parecen estar siempre a mano en ese entorno idealizado de playas caribeñas, ambiente relajado y cuerpos expuestos. Con la conocida fórmula, además de la referencia cercana de “Sólo para parejas”, “Sólo para dos” es una comedia ligera, sin pretensiones, que puede entretener a quienes creen que todo puede suceder en el entorno idealizado, de playas cálidas, días soleados, mar tibio y arenas blancas. Aún la infidelidad.
Sólo como definición se podría decir que el titulo del filme, “Sólo Para Dos”, se debe a que el 99 por ciento de las acciones transcurren en un hotel del Caribe paradisíaco, de ese nombre, pero no sólo eso, la película abre mostrando esto, todo lo que sigue será así de burdo, chabacano. No me arriesgo demasiado si lo promuevo como uno de los peores filmes del año, y no me aventuro desatinado si digo en lo que va del siglo, iba a decir de la década ganada, pero ya son 13 años. Conceptual, estratégica, literaria y estructuralmente vieja; previsible, ramplona y hasta se podría sentir cierto tufillo entre discriminador y misógino. Todo transcurre en el hotel nombrado de la venezolana isla Margarita. Los dueños son una pareja en crisis, Gonzalo (interpretado por el actor español Santi Millan) que sigue perdidamente enamorado de Valentina (nuestra querida Martina Gusman), quien desde el minuto cero amenaza con el irse, separación, divorcio, pero siempre por cuestión de diplomacia atiende de maravillas a los huéspedes. En cuestión de construcción de conflictos, el personaje es demasiado lábil, insustancial, tanto como el inconducente posterior desarrollo de ambos elementos, por lo que se puede decir, sin faltar el respeto a nadie, que el lenguaje cinematográfico en este caso opera desde la mudez, no por decisión sino por no saber hablar. Dentro del nuevo contingente de turistas encontramos a Mitch (Nicolas Cabre) dejado por su novia en la Luna de Miel al descubrirle una infidelidad ¿?. Jairo (Antonio Garrido), un cantante español del montón que cada año se aparece con una novia nueva, más joven que la anterior, es intimo amigo de Gonzalo, que lo cubre y apaña en la estrategia de engatusar ninfas tontas. Por último aparece la ayudante local del dúo, la bella Tania (Maria Nela Sinisterra, colombiana ella), cuya única función será tener su affaire con alguno de los implicados, lo que hará que los malos entendidos se entiendan….y mostrar los pechos, o a la inversa. Así van pasando los minutos, aburriendo por lo rancio del texto, porque las actuaciones no ayudan, porque la música abruma, ni hablar de los mal llamados rubros técnicos en el orden de toda la producción. Historias de amores cruzados, engaños, infidelidades, etc, digamos que si no fuese que la isla no esta a la deriva como un barco, pensaría que es una versión del “Crucero del Amor” (Serie para TV 1977-1986), sólo actualizada porque se ven un par de senos de mujer.
Para nadie Esta temporada nos tocan los gallegos. Solo para dos es algo así como un anacronismo viviente, una criatura que se vuelve exótica por los peores motivos imaginables, el principal de los cuales es su inenarrable torpeza y falta de timing, ese don no tan misterioso sin el cual una comedia no es una comedia. El caso es que parece ser la hora de los españoles en el cine industrial internacional, y en esta oportunidad tenemos a dos argentinos en medio de un elenco mayormente español dirigido por un español. El título de la película corresponde al nombre que recibe un resort en la consabida Isla Margarita, donde van a parar las parejas deseosas de pasar una vacaciones más o menos románticas de la manera más convencional posible. El hotel de marras está regenteado por un matrimonio en crisis: en la primera escena la chica (Martina Gusmán) quiere volverse a Buenos Aires, pero se ve obligada a quedarse para salvar las apariencias mostrándose junto su marido frente al contingente de pasajeros, ya que no queda bien que los dueños contradigan con sus desavenencias el lema del lugar, una especie de invocación acerca del amor de pareja eterno. El otro argentino de la película (Nicolás Cabré) es abandonado por su mujer en el aeropuerto, por lo que llega solo como un perro para complicar las cosas. En su afán de reforzar el carácter asimétrico que representa el personaje en el esquema planteado por la película, hay una serie de planos que muestran a las parejas paseando de la mano y a Cabré que cierra la fila solo; otra con las parejas tiradas al sol y a Cabré solo; otra en la que las parejas juegan a la paleta y se lo ve a Cabré solo haciendo rebotar la pelotita atada a la paleta. Aunque parezca increíble, la película muestra estas escenas una detrás de la otra. El sistema de Solo para dos es el de la repetición, la acumulación y la redundancia, sin que nada de ello produzca el menor efecto cómico. En realidad es difícil encontrarse en estos días con un espectáculo tan poco generoso, ensamblado con tanto desinterés, no digamos ya por el cine (ese planeta ajeno e inalcanzable) sino por algo que se parezca, aunque fuera de modo elemental, a la comicidad. La película carece de otros argumentos que no sean la morisqueta a destiempo, el prejuicio y el lugar común. En ese contexto más bien melancólico, la única que de verdad parece un ser humano es Martina Gusmán. La actriz pertenece a una especie diferente dentro de la película, jugando cada escena como si fuera una lucha cuerpo a cuerpo con las limitaciones que la letra del guión le impone, una suerte de perfomance privada en la que el plano se invisibiliza para que, con todas las dificultades del caso, aparezca algo de un orden distinto. Salvo el de Gusmán, en Solo para dos todos los personajes parecen tarados, todos están mortalmente incapacitados para ejercer alguna forma de magnanimidad, de lucidez o de felicidad; las mujeres se enamoran siempre de los hombres equivocados, los hombres practican el deporte alegre de la promiscuidad, pero tampoco pueden alcanzar la felicidad, porque viven bajo el peso de sus propios deslices fuera del mandato del matrimonio. El fantasma que atraviesa esta comedia sin gracia es el de la culpa.
Una comedia de enredos con un paisaje paradisíaco. Todavía falta algún tiempo para el verano e ir pensando en unas vacaciones paradisíacas, muchos de nosotros soñamos con unas lindas vacaciones en el Caribe o algún lugar similar a este y despreocuparnos. Y el cine a veces nos da esta posibilidad de viajar y compartir alguna historia como las grabaciones de la famosa serie “Lost” (“Perdidos”) en la isla Oahu; otra “De aquí a la eternidad”, grabada en 1953; entre otras. Y a esta película “Sólo para dos”, tal vez le quisieron dar alguna similitud a la americana "Solo para parejas"(2009), (que no era una gran historia), donde narra la historia de cuatro parejas que van de vacaciones a un “Resort” en una isla tropical y una de las parejas que se encuentra ahí está en crisis y van a ese lugar para superarlo, mientras el resto de las parejas amigas solo van a divertirse. En esta historia un matrimonio, Valentina (Martina Gusmán, “Carancho”) y Gonzalo (Santi Millán-El protagonista de Frágiles), son los dueños de un resort exclusivo que es “Solo para dos” ubicado en las hermosas playas caribeñas, ellos llevan diez años de pareja pero se encuentran envueltos en una profunda crisis, cuando la rutina y el egoísmo hacen estragos. En medio de todo esto ellos reciben a un contingente de huéspedes: Mitch (Nicolás Cabré), argentino que viaja sin compañía luego de una tremenda discusión con su flamante esposa, lo particular es que pasa su luna de miel solo y pasa parte de su tiempo viendo la novela “Cristal” (también se utilizó en "Miss Tacuarembó"); otro es Jairo (Antonio Garrido, su personaje seria una especie de Camilo Sesto),un cantante de medio pelo que todos los años llega con distintas novias, ahora le toca a Teresa; y otros personajes. Cada uno de los integrantes va a ir viviendo una experiencia única, surgen distintos enredos y también conflictos, y lo peor es que en una bella noche de luna llena aparece como un lobizón Gonzalo cuando se ve tentado al ver desnuda en el mar a Tania (María Nela Sinisterra, ex secretaria de Sofovich, trabajo en la recientemente estrenada “Corazón de León”, realiza un desnudo muy cuidado, unos minutos para la platea masculina, aunque en una revista la pueden apreciar mas) y quien deberá ayudarlo es su amigo Jairo y de esta forma continúan una serie de hechos desafortunadas sobre todo para el espectador con un humor trillado y lleno de todos los clichés ya gastados. El director y guionista (“¿Estás ahí?”, “El sueño de Iván”), seguramente tuvo la mejores intenciones, pero el film carece de guión, es monótono y resulta soporífero, ni el paisaje paradisiaco la salva, cuenta con un buen elenco: Nicolás Cabré se pasa con los gestos y el titubeo como lo asía en “Son amores”; Santi Millán (“Torrente 2: Misión en Marbella") que corretea desnudo, no aporta mucho; Antonio Garrido (“Los Protegidos”); Mariam Hernández (“Fenómenos”) y Martina Gusmán (“Elefante Blanco”), hasta cambio el look, pero no sirvió de mucho; entre otros. No cierran sus actuaciones y no logran la química, lo que si supongo es que consiguieron relajarse y tomar sol.
Cuando se termina de ver una película extranjera a la que se ven posibilidades de trasladar al país de origen, uno muchas veces se pregunta: "¿Cómo es que a nadie se le haya ocurrido hacer algo remotamente parecido acá?" Para el caso no hay -o son escasas-, comedias argentinas sobre adolescentes como podrían ser 21 and Over o Superbad. ¿Qué es lo que sucede para que un movimiento así no se genere? Sólo para Dos es un ejemplo que va a tratar de cocinar algo aprendido en la escuela de la Nueva Comedia Americana, pero con un resultado realmente penoso. Ya con su título nos remonta a Todo Incluido (Couples Retreat), una sobre parejas que viajan hacia una isla caribeña para revivir su matrimonio. Luego, a medida que avanza en su desarrollo, empezamos a notar el parecido con la gran comedia Forgetting Sarah Marshall, cuando en el hotel se encuentra Jairo (Antonio Garrido), un cantante famoso que hace de la suerte de Aldous Snow (Russell Brand), junto a a Mitch, con un Nicolás Cabré en el papel de Jason Segel, y a Valentina (Martina Gusmán) como una especie de Mila Kunis. Al parecer esto no era suficiente y faltaba algo más para que la fórmula "funcionara", por lo que se agregó una pizca de Papá se volvió loco. Ustedes pensaran que el director Roberto Santiago habrá podido rescatar algo de todas estas producciones, pero lo único que logró fue una monstruosidad en donde sólo se expone una comedia romántica mediocre que deja muy mal parados a los países involucrados. Esta co-producción entre Argentina, España y Venezuela no logra arrebatar una sonrisa al espectador y toca fondo cuando Gonzalo (Santi Millán) entabla una conversación con una iguana, una de las tantas escenas estúpidas, por ponerlo en términos políticamente correctos, que hay a lo largo de la película. En fin, Sólo Para Dos no solo es poco original, sino que recae en los recursos más trillados del cine y en un sinfín de conflictos sin sustancia que no hacen más que poner en evidencia la falta de química actoral. No es fácil hacer reír, menos sostener la gracia durante toda una película, pero de seguro hay recursos suficientes como para hacer algo mejor que esto... o cuyos chistes al menos sean para todos.
Apenas un filme de compromiso El título, además de identificar a la película, también es el nombre de un hotel de la Isla Margarita, en el Caribe venezolano, ubicado a metros del mar y destinado en forma exclusiva a parejas. Los solitarios no tienen cabida. El hotel es regentado por Gonzalo (Millán) y Valentina (Martina Gusmán), casados hace diez años, pero que atraviesan una crisis matrimonial. La situación se agrava por un affaire de Gonzalo con la recepcionista Tania (Sinisterra). Entre los pasajeros que arriban a Sólo para Dos está el español Jairo (Garrido), un cantante de cuarta, naturalmente admirado por las mujeres, que imita a Camilo Sesto. Es un asiduo visitante del hotel, pero todos los años llega con otra pareja. En esta ocasión, su acompañante es Teresa. Un pasajero solitario es el argentino Mitch, casado hace tres días con Marianela y en viaje de luna de miel. En el aeropuerto protagonizan una pelea y ella se vuelve. Mitch es admitido por excepción, con la condición de no enredarse con ninguna mujer del hotel y vivir su estadía a la manera de un monje. La historia se organiza con esos personajes y sus vicisitudes amorosas. Porque las infidelidades están a la orden del día. También las venganzas. El cantante reclama mentir, mentir siempre. "¿Cuál es el peor enemigo de una pareja? La sinceridad", dice. La catadura moral de estos personajes es lamentable, pero lo traen de origen, porque nadie se desprende de su "yo" y sus problemas por el hecho de vivir en una isla. Según el filósofo estadounidense Stanley Cavell, la comedia de enredos matrimoniales en el cine es heredera de las preocupaciones y hallazgos de la comedia romántica shakespereana. Quizás sea así, pero pensar que Sólo para dos pueda volar a esa altura, es ofender al dramaturgo inglés. Aquí todo es un dejá vu que recuerda a las peores comedias de Olmedo, Porcel, Tristán y compañía. No hay una pizca de originalidad, salvo el paisaje. Y las interpretaciones no superan la mediocridad, inclusive la de Martina Gusmán, quien hace esfuerzos por dar vida a su personaje. El responsable de este producto olvidable y carente de gracia (aunque en la televisión se ven cosas peores, como "Casados con hijos") es el español Roberto Santiago, quien se inició en el cine en 1999 con Ruleta y lleva filmadas ocho películas y es autor de doce novelas juveniles. El director se excusó diciendo que era un filme de compromiso, con lo que admitió su precariedad. Parecería que el título alude a la cantidad de espectadores que admite el filme. Quizás en la televisión, sin ningún otro programa en el aire, tenga un poco más de suerte.
Pareja en crisis tiene un resort (para parejas en crisis). Los nuevos huéspedes ponen en cuestión los sentimientos de esta pareja y comienzan los enredos. Desgraciadamente, estos “enredos” carecen de la cualidad fundamental para que la comedia se desarrolle: timing. Quizás no la mejor película para que Martina Gusmán se muestre como comediante: será cuestión de esperar otra oportunidad.