Campeones es, como su nombre lo anuncia, una película deportiva. Al mejor uso de los films deportivos de los setenta y ochenta, como Bad News Bears o The Longest Yard y un poco más acá en el tiempo A League of Their Own. Es un subgénero tan válido como efectivo casi siempre. El entrenador que tiene que entrenar al equipo que no quiere, el equipo de perdedores o marginados que no tiene esperanzas de nada. La combinación entre ese entrenador que recibe el encuentro como un castigo y el equipo que con inocencia cree que se ha cruzado con su salvador. Lo mejor de estas películas es que sabemos cómo evolucionar ambos desde la primera escena, no hay misterio alguno y solo se trata de disfrutar del proceso. ¿Acaso hay algo más placentero que observar como lo que nosotros sabemos va a funcionar los protagonistas no lo saben? Es como el suspenso pero en clave de disfrute sin angustia. En la escena inicial vemos que un oficial de tránsito está haciendo una multa a un auto que se ha pasado el límite del estacionamiento que había pagado. El dueño del auto, Marco, increpa al oficial que cumple son su trabajo. Lo insulta, lo maltrata y finalmente rompe la infracción. Uno ha hecho todo correctamente, el otro ha hecho todo incorrectamente. Uno de ellos tiene una discapacidad intelectual y el otro no. El director Javier Fesser es claro en la escena inicial y aunque a lo largo de la trama mostrará otros momentos de esta clase, su victoria inicial es contundente. Marco, segundo entrenador de un importante equipo de básquet. Perdiendo los estribos empuja al primer entrenador en pleno partido en un escándalo mayúsculo que llega hasta la televisión. Su pareja está en crisis y sus nervios alterados. Borracho, sale a manejar igual. Tiene la suerte de no lastimar a nadie ni lastimarse él, pero no puede evitar rozar un patrullero, arrancándole el espejo retrovisor. Cuando el patrullero lo detiene, vuelve a chocarlo y se enoja con los policías. Se salva de la cárcel, pero es condenado a hacer tres meses de trabajo comunitario. Ese trabajo comunitario es entrenar a un equipo de básquet de barrio, Los Campeones del título. Este equipo está formado por personas con discapacidades intelectuales y la idea es entrenarlos para que compitan en un torneo. Javier Fesser demostró desde El milagro de P. Tinto que tiene un enorme timing para la comedia. La película es una comedia deportiva, pero comedia al fin. Con elementos de las comedias mencionadas, sumándole otras como Dodgeball, Campeones brilla con muchos gags muy graciosos, doblemente efectivos porque se lanzan de lleno en un terreno complicado en los tiempos que corren. Si la tesis de la película es reivindicar a las personas discapacitadas es a través del humor que lo consigue. Los actores que interpretan a los integrantes del equipo son discapacitados y eso los autoriza y autoriza al director a poder hacer humor con ellos sin los temores de la corrección política. La comedia no es políticamente correcta o incorrecta, la comedia es graciosa o no lo es, y Campeones es una excelente comedia. Punto. También es una película emocionante, claro, como suelen serlo estas historias de deportistas, de opuestos que finalmente hacen equipo, de fracasos que pasan a triunfos. Si no faltan las carcajadas, tampoco algunas lágrimas. La película no es perfecta porque no puede evitar, en particular con la historia de amor del protagonista, algunos momentos muy acartonados y forzados. Algunas historias laterales quedan abandonadas y otras simplemente no se resuelven bien. En este nuevo film de Fesser lo que funciona perfecto es el deporte y la comedia. Y también consigue que todos esos jugadores y sus vidas nos importen, las comprendamos y entendamos como pocas veces ha logrado hacerlo el cine. Es con el humor y no con la lástima que Campeones consigue su objetivo. La comedia vuelve a demostrar que es el género que todo puede lograrlo, no permitamos que la sensibilidad mal entendida nos quite la risa, nunca.
Un castigo bendito Es un lugar muy incómodo para el cine integrar la discapacidad a cualquier género sin caer en clichés, y en épocas de corrección política o incorrección forzada se hace mucho más cuesta arriba. Desde los estereotipos en las discapacidades mentales pasando por ese dejo de “lástima” hacia los personajes discapacitados existen acabados ejemplos en el cine, en cada uno de ellos con la torpeza de crear, ya sea, un relato negacionista de la discapacidad o todo lo contrario, lastimoso. Por eso Somos campeones es una rara avis dentro de las propuestas donde actores discapacitados interpretan personajes con su misma condición. Estamos frente a una comedia deportiva. Dos palabras a las que el director Javier Fesser explota en el mejor sentido del término, con alquimia y algo de buena fortuna es cierto para contar entre otras cosas un relato iniciático. Quien realiza esta aventura iniciática es un personaje que en la jerga habitual responde al perfil del fracasado: compartía banco como entrenador de un equipo de básquet con ideas diametralmente opuestas a las del principal entrenador y en un incidente durante un partido se queda sin el pan y sin la torta, sumadas en este derrotero de penurias una serie de malas decisiones que lo condenan por tres meses a cumplir servicio comunitario para no ir preso. El castigo, hacerse cargo de un grupo de discapacitados mentales y prepararlos para que jueguen al básquet con el correr del tiempo se vuelve bendición. A partir del encuentro, la galería de personajes variopintos, todos con alguna discapacidad mental visible, construye una realidad desconocida para el protagonista quien se va transformando a medida que trata de ponerse en el zapato del otro con una enorme lección de humildad detrás de ese entramado de diferencias que lo conectan con sus futuros jugadores. Las situaciones que el director de El milagro de P. Tinto dispara para que la historia transite por los andariveles del film deportivo no son otras que las de la dialéctica del entrenamiento, la constancia y la autosuperación adaptada a esa realidad. Algo que partidos mediante se verá reflejado en otra lección de humildad más profunda aunque predecible. Tampoco se queda Somos campeones en la comedia sin contenido, entretenida, sino que explora con armas nobles la sensibilidad y apela al terreno emocional sin caer en golpes bajos o de efecto. Para ello, resulta fundamental la comunión entre Javier Gutiérrez en el rol de entrenador y sus acompañantes discapacitados, jugadores de algo más trascendente que un simple partido de básquet.
Todo comienza con una discusión entre Marco y el primer entrenador de un reconocido equipo de básquet, con el cual trabaja, por diferencias de perspectiva en cuanto a la resolución del juego. Es así como el protagonista tomará unas copas de más para calmar las penas y el enojo y terminará chocando (dos veces) con un vehículo policial. Para no ir a la cárcel, la jueza le propone cumplir con horas comunitarias entrenando a un equipo de básquet compuesto por personas con discapacidad intelectual. Un desafío para ambos bandos. “Somos Campeones” es de esas películas que desde el comienzo uno ya sabe cómo se va a desarrollar, porque si bien la trama es algo original, sigue una fórmula preestablecida que vimos en infinidad de películas. Es de aquellas cintas que empiezan con un protagonista que no quiere hacer una tarea en particular ni relacionarse con ciertas personas y que poco a poco ese vínculo va creciendo y cada uno va aprendiendo del otro. Es de esos largometrajes deportivos de superación personal y colectiva. Pero particularmente en este film no influye tanto que uno sepa de antemano cómo se va a desenvolver la trama, porque acá lo más rico son los personajes y el guión que se eleva de esa fórmula para presentar gags efectivos que harán reír al espectador en varios pasajes de la historia. En primera instancia, tenemos personajes con reales discapacidades intelectuales, generando esa misma inclusión propuesta en la cinta. La película está hecha para divertir al público y lo logra con creces, porque nunca se sabe con qué va a salir cada uno de los personajes. Se ríen de los demás, pero por sobre todo de ellos mismos. Pero además del entretenimiento, “Somos Campeones” también consigue conmover, porque nos encontramos con historias de superación, donde queda demostrado que no hay límites o que muchas veces nosotros mismos nos imponemos ciertos obstáculos. Asimismo, los protagonistas nos enseñan sobre la amistad, lo verdaderamente importante en la vida y a quitarle peso a ciertas frustraciones o pérdidas que podemos ver como tales si no miramos el vaso medio lleno, para aprender a disfrutar. Tal vez algunas subtramas más personales no están tan abordadas o se las trata de una forma un poco forzada, pero igualmente el resultado final es muy fructífero. En cuanto a los aspectos técnicos, no tenemos mucho despliegue visual, pero sí una predominancia de colores vívidos que van en consonancia con la historia que se quiere contar de optimismo y superación. La música tiene una presencia constante y algo monótona, pero logra marcar el ritmo de la comedia y a subrayar los momentos o diálogos más bizarros e hilarantes. Con respecto a las interpretaciones, nos encontramos frente a un elenco coral protagonizado por diez actores debutantes sin experiencia. Esto permite que la película obtenga una mayor pureza, realismo y frescura por parte de los actores, acompañados por quien toma el rol principal, Javier Gutiérrez, que ha trabajado en series y films no solo de España sino también de Estados Unidos (como “Assassin’s Creed”). No solo hacen una buena labor individual con cada línea que les toca decir, sino también se amalgaman de gran manera como equipo. Ofrecen diversión y ternura. No por nada “Somos Campeones” es la película elegida para representar a España en los Premios Oscar. Es un film que, si bien puede ser predecible y seguir al pie de la letra una fórmula establecida por cintas del mismo estilo, nos ofrece una historia tan divertida como emotiva (sin caer en lugares comunes ni lacrimógenos o condescendientes), con unos personajes excepcionales que dejarán un mensaje optimista y de superación para todos aquellos que tengan la oportunidad de encontrarse con esta pequeña gran trama.
Somos Campeones: El Triunfo de la aceptación. España nos ofrece esta comedia dramática sumamente conmovedora y atrapante que promete no dejar indiferente a ningún espectador. Un relato sobre el poder de la amistad, la aceptación, la humanidad y la generosidad que rodea a un grupo de personas con discapacidad intelectual. Somos Campeones es un film de Javier Fesser (El milagro de P. Tinto), que pertenece a ese subgénero que representa a las historias con algún deporte como trasfondo. En esta ocasión, el juego es el basketball y tiene como agregado una trama sumamente emotiva y realista en cuanto a su temática inclusiva y todo lo que busca generar en la audiencia. El largometraje cuenta la historia de Marco (Javier Gutierrez), un entrenador profesional de básquet, que luego de haber conducido alcoholizado es sentenciado por una jueza a realizar horas de trabajo comunitario para evitar varios meses de prisión. Esta situación lo lleva a entrenar a un equipo de basketball compuesto por personas con discapacidad intelectual. Al principio Marco se encuentra reacio a entrenar a este grupo de chicos, pero finalmente lo que para él representaba un problema terminará convirtiéndose en una lección de vida que nunca olvidará. Como mencionaba anteriormente, las cintas deportivas suelen tener estructuras o arquetipos bien marcados que funcionan más o menos siempre de un modo parecido. Un equipo de inadaptados o marginados comienza a unirse con el objetivo de alcanzar una meta determinada a pesar de las diferencias y los problemas que vayan aconteciendo en el camino. Valores como los de la amistad, la camaradería, el honor, la honestidad, entre varios otros representados por el espíritu deportista y competitivo, siempre se hallan a la orden del día. Somos Campeones no es la excepción a la regla y sigue básicamente la misma estructura, no obstante, la inclusión de un terreno inexplorado como lo es el de la discapacidad vinculada al deporte enriquecen la historia de base haciendo que el relato sea mucho más interesante, atractivo y emocionante. Fesser se muestra como un director experimentado, el cual logra amalgamar de buena manera el timing de la comedia con el comentario social de inclusión que busca fomentar la obra, algo que en manos inexpertas podría ser un campo peligroso y complicado para tratar. El respeto y la honestidad con la que es abordada la narrativa hacen que no sean necesarias falsas modestias, correcciones políticas y estereotipos que no sumarían a un producto audiovisual de estas características. Es por ello que resulta realmente destacable el hecho de que los actores de este largometraje sean personas con las mismas discapacidades que presentan los personajes que les toca interpretar. Un cierre perfecto para terminar de redondear la idea de la película que tiene que ver justamente con la integración de estos chicos a la sociedad. Respecto al guion, podemos decir que si bien transita por algunos lugares reconocibles dentro de este tipo de films, el diseño de este grupo variopinto de personajes hace que la historia se vea enriquecida, facilitando varios momentos cómicos de gran nivel, al igual que un arco de transformación interesante en el protagonista. Por el lado de la factura técnica no queda nada que reprochar en un film prolijamente realizado donde se destaca la sensitiva y delicada banda sonora de Rafael Arnau. Somos Campeones es una película enternecedora, sensible y auténtica que no busca la manipulación emocional del espectador sino que intenta entretener de manera honesta y al mismo tiempo buscar la reflexión de la audiencia. Una comedia para disfrutar en familia.
No, no y no. No basta con querer ser efectivo para construir una historia que habla sobre la integración desde un lugar en donde la corrección política deja su lugar a los gags y bromas más retrógradas que se han visto en el cine desde hace tiempo. Inexplicablemente Javier Fesser, realizador de las maravillosas “El milagro de P. Tinto” y “Mortadelo y Filemón contra Jimmy Locuaz” se pone tras las cámaras de una película obvia, sensiblera, aburrida, que atrasa y mucho sobre un entrenador de baskqet que debe cumplir una probation con un grupo de personas con capacidades diferentes. Inentendible cómo le quitó a “Todos lo saben” la posibilidad de representar a España en los próximos Oscar.
No es fácil hablar de esta película. Por un lado es una comedia que apela a todos los lugares comunes conocidos del género, con chistes físicos y de lenguaje, conocidos y obvios. Entrenador de básquet machista preponte y camorrero que por conducir borracho deberá hacer trabajo social y le toca para su horror un equipo de muchachos con capacidades diferentes que él claramente discrimina. Y a partir del trato con ellos aprenderá a ser mejor persona. El tema es que el film tiene por elevación una intensión de integración constante, y una manera de usar un humor grueso, nada imaginativo, pero que cumple con creces con la necesidad de dejar los prejuicios de lado. Y por sobre todo darnos cuenta que los verdaderos discapacitados somos nosotros, los supuestamente “normales” que a cada paso escondemos una discriminación agazapada en muchísimos momentos de nuestra vida cotidiana: por etnia,, religión, genero, poder, edad y siguen los rubros. Los actores que participan del equipo de “los Amigos” son no profesionales pero poseedoras de un encanto y una entrega que conmueven constantemente. El director Javier Fesser, co guionista con David Marques, no innova, resuelve con lo esperado, con lo ya visto, con el trazo grueso, pero tiene el film momentos memorables que reivindican la película y a esos protagonistas inolvidables.
Película concebida dentro de los cánones de la corrección política (inclusiva, didáctica, aleccionadora), Somos campeones (Campeones en España) podía caer en el paternalismo y la condescendencia o trabajar con sensibilidad y nobleza. Y, más allá de los límites que la propia propuesta impone, por suerte Javier Fesser apela más a lo segundo que a lo primero. El director de El milagro de P. Tinto, La gran aventura de Mortadelo y Filemón y Camino apela a una historia ambientada en el universo del deporte y con personajes discapacitados (o con capacidades diferentes para no caer en la incorrección política) para dejar moralejas que no por conocidas dejan de ser valiosas en estos tiempos de prejuicios y rechazos hacia lo(s) diferente(s). Vamos a la trama: Marco (Javier Gutiérrez) es el asistente del entrenador de un equipo de básquet de la Liga ACB (la primera división) de España. Una pelea con el DT y un choque con su automóvil en estado de ebriedad lo llevan al peor de los mundos: lo echan del trabajo y lo condenan a una probation que consiste en dirigir a un equipo de jóvenes con diferentes discapacidades intelectuales. Cínico y frustrado, nuestro antihéroe cumple el trabajo a regañadientes pero -claro- estamos ante una película sobre redenciones y segundas oportunidades y será él quien aprenda los valores de estos queribles jugadores (muchos de ellos actores debutantes). Comedia absurda y épica deportiva construida con la fórmula pero también con el know how del crowd-pleaser, Somos campeones es tan previsible como finalmente irresistible, aunque sus 124 minutos luzcan exagerados. De esas películas familiares que apuntan al corazón y consiguen que alguna lágrima inevitablemente corra por nuestras mejillas.
Esta película promete. En los primeros quince minutos, el protagonista, un entrenador auxiliar de básquetbol, se pelea a los empujones con el entrenador principal en medio de un partido, maneja borracho y le arranca el retrovisor a un patrullero al que después choca de atrás, y es sentenciado a cumplir una probation entrenando durante tres meses a un equipo de “discapacitados intelectuales” que para él son “subnormales” (incluso recuerda el “Día del Subnormal”, que se celebraba en España hasta no hace mucho). Todo indica que estamos ante una incorrección política y un desparpajo nivel Torrente. Pero no. Esta impresión pronto demostrará su falsedad con diálogos didácticos en los que se nos pregunta quién, después de todo, puede ser considerado normal. Y terminará de esfumarse con el encuentro del entrenador con sus pupilos, una encantadora pandilla interpretada por verdaderos deficientes mentales que aquí hacen su debut actoral. No tardará en llegar el videoclip en el que, con música emotiva, se sucedan los entrenamientos, partidos y viajes en los que Los Amigos vayan haciendo progresos en todos los ámbitos: personal, social y deportivo. Más allá de que el trabajo del elenco de no actores –y de Javier Gutiérrez, el protagonista- sea destacable, y de que haya algunos momentos divertidos, las nobles intenciones no alcanzan para hacer digerible el combo de emoción y épica edulcorada de Somos campeones. No es casual que haya sido enviada por España a los próximos Oscar (dejando en el camino a, por ejemplo, Todos lo saben, de Asghar Farhadi): hay mucho del peor Hollywood en la construcción narrativa de esta película, y no sería de extrañar que tuviera su remake hablada en inglés. Además de los avatares del equipo de básquetbol, hay una subtrama forzada que termina de enfangar todo: la tirantez entre el entrenador y su mujer por la negativa de él a tener un hijo. Uno de sus temores es que ella ya pasó los 40, con los riesgos genéticos que conlleva la maternidad tardía. “A mí tampoco me gustaría tener un hijo como nosotros, pero sí un padre como tú”, le dice uno de los discapacitados al DT: sólo una de las tantas insufribles lecciones que estos chicos le (y nos) darán durante la película.
No se puede negar que Somos campeones es una película totalmente manipuladora emocionalmente, que apunta y dispara para calar hondo en el costado mas sensible del espectador. Es insoslayable el manual de la feel good movie que lleva bajo el brazo el director Javier Fesser, pero el madrileño está tan confiado de que lo va a lograr que poco y nada le interesan que se noten los hilos… y lo consigue. Su última película ha resultado un éxito rotundo de taquilla en su país natal, y ha logrado lo imposible: que España la haya seleccionado como entrada oficial de cara a los Oscars 2019, derrotando al favorito Asghar Farhadi y su Todos lo Saben.
Emociones bastante mal manejadas A veinte años de la ópera prima de Javier Fesser, El milagro de P. Tinto, todavía recordamos con algarabía algunas de sus frases, como "pedazo de invento la gaseosa, macho". Pasó el tiempo: Fesser luego se encargó de Mortadelo y Filemón y hoy está como director de este film, candidato español para los Oscar.
Discapacitado emocional La película enviada por España a los próximos premios Oscar, Somos campeones (Campeones, 2018), es una comedia dramática de superación personal. El atractivo del relato son las personas con capacidades especiales que el protagonista debe entrenar y convertir en un equipo de baloncesto. Marco Montes (Javier Gutierrez) ha sido castigado por la justicia y separado del club de basquetbol de las ligas mayores donde oficiaba de segundo entrenador. Para evitar la cárcel debe hacer trabajo comunitario: entrenar a un grupo de chicos con diferentes discapacidades motrices y mentales. Pero el único personaje que realmente tiene problemas y debe hacer un cambio de actitud y apertura mental es el entrenador, por él pasa la película y el aprendizaje de la historia. El director es Javier Fesser, responsable de las comedias de culto El milagro de P Tinto (1998) y Las aventuras de Mortadelo y Filemón (2003). Somos campeones es la película más convencional de su carrera, sin el desparpajo de las cintas mencionadas, transita lugares comunes del subgénero de superación personal y el deportivo, con enormes dosis de sentimentalismo y golpes bajos para emocionar a la audiencia. Esto no es un problema en sí mismo, el tratamiento del tema permite reírse de y con los personajes sin mostrarse ofensiva la película. Sin embargo, es muy delgada la línea que elige para narrar: uno se deja llevar por los personajes, los quiere rápidamente y parece superar con el entrenador prejuicios al respecto. Habría que ver hasta qué punto la película toma como personas a los chicos con discapacidades especiales y no como personajes cómicos del relato. Para esquivar el asunto Somos campeones pone con astucia el acento en el entrenador y sus problemas para relacionarse, no sólo con los chicos que entrena sino con todo su entorno. Como si la película formulara la pregunta ¿quién tiene en realidad la discapacidad? De esta manera el film no busca que nos reflejemos en los chicos -quienes quedan en segundo plano- sino en el entrenador. Esta mezcla de componentes emotivos y sensibleros, que por momentos rozan el mal gusto, hacen que Somos campeones no sólo no ofenda a nadie sino que caiga bien a todo el mundo. Reafirma las buenas voluntades del ciudadano medio ante situaciones incómodas y deja a las personas con discapacidades especiales en el mismo lugar que están. Divierte y entretiene sin cruzar ningún límite, aunque parezca lo contrario.
Sobre deporte e integración Comedia deportiva muy particular, comedia sentimental sin sentimentalismo, farsa bien original y con moraleja, ésta es la candidata española al Oscar. Se la juegan los españoles, porque en el hipócrita Reino de lo Políticamente Correcto bien puede haber algún amargo que organice una campaña en contra, al grito de "Con esto no se juega". Esto es la imagen de los discapacitados. Se equivoca, porque son ellos los que juegan, y hay que ver cómo se divierten, y se muestran más vivos que nadie. Y si vamos a hablar de inclusión, son ellos los que incluyen al que se cree normal. Y atención, que quienes vemos en la pantalla no son actores caracterizados sino gente surgida de talleres especiales (para quien se interese, por ahí anda un hermoso documental sobre ellos: "Ni distintos ni diferentes: Campeones"). La historia es sencillita. Un entrenador de basquet, que ya tiene su cruz por ser medio petiso para ese deporte, comete una seria infracción de tránsito y es condenado a cumplir servicios sociales en un club de barrio, entrenando a un equipo de "personas con capacidades diferentes". Sobre todo, diferentes de la capacidad de jugar un campeonato de basquet. ¡Pero si en España hay un campeonato para ellos! No contamos más, sólo que esto es puro regocijo, con momentos de emoción, lecciones de vida de esas que no se dicen porque simplemente se evidencian, y momentos de salvajada también, porque el autor es Javier Fesser, el de los dibujos de Mortadelo y Filemón, los cortos de la abuela futbolista, "El milagro de P. Tinto", el creador del Notodofilmfest, y también, poniéndonos serios, el autor de "Binta y la gran idea", y "Camino", películas que dejan pensando. Buena persona, este Fesser, un humorista de veras.
El nuevo boom de cine español, "Somos campeones", es una sensiblera comedia sobre un exitoso entrenador de basquet que debe hacerse cargo de un equipo integrado por personas con capacidades diferentes. Lo dice cualquier actor o dramaturgo que se precie, es más fácil hacer llorar que reír. Así como poner un jump scare en medio de un momento calmo causa directo efecto de pavor por un segundo, machacar con un momento dramático y rodearlo de todos los elementos necesarios es tan efectivo para hacer llorar como hacer oler una cebolla por unos segundos. El viejo y (para nada) querido golpe bajo. "Somos campeones" responde directamente a esta tradición, y no hace ni el menor intento por ocultarlo, al contrario, se vanagloria en cada escena con eso. A simple vista, "Somos campeones" parece una película deportiva, aunque depura sus códigos para que el público amplio pueda captarla. Sus antecedentes inmediatos los tenemos en esas propuestas deportivas que Disney saca cada año con desclasados triunfando deportivamente, y que más de una vez recaen en este discurso falaz (el mejor ejemplo, la terriblemente odiosa "Millon Dollar Arm"/"Un golpe de talento"); y el hit francés "Amigos intocables". Javier Gutierrez es Marco, un exitoso entrenador de basquet bastante neurótico, perfeccionista, necesitado del control del triunfo para subsistir. En una de esas fechas en las que todo sale mal, tiene un altercado, y la sanción pasa de ser solo deportiva. O cumple una condena corta carcelaria, o acepta un trabajo comunitario, la conocida probation. Este trabajo consiste en tener que asumir como director técnico de un equipo integrado por un heterogéneo grupo de personas con capacidades diferentes, al que no le está yendo nada bien. Siguiendo por el palacio de los lugares comunes, Marco, a su vez, tiene una vida personal bastante desordenada y conflictiva, es un ser prejuicioso y egocéntrico; y tiene una pareja con la que tiene todos los peros para dar un siguiente paso ¿Adivinen qué? Sí, su paso por este grupo de dirigidos lo va a hacer cambiar de actitud paulatinamente, o no tan paulatinamente, más bien cuando el guion lo necesite. Increíblemente, detrás de esta película encontramos a Javier Fesser el director de aquella joya llamada "El milagro de P. Tinto", que parece una antítesis de este producto conservador, vainilla y bien pensante. ¿En dónde quedó la estética cercana a Marc Caro? ¿Dónde fue a parar el genuino humor que no necesitaba de comparecerse con los ancianos para respetarlos? Vaya uno a saber. Formalmente "Somos campeones" es una película correcta, prolija (igual, que esto sea pensado como película de premiaciones es un poquito llamativo, o habla muy mal del cine español actual), sin grandes notas para destacar, pero tampoco para criticar, tiene ritmo, y si dejamos el cerebro crítico a un costado, se hace amena. Eso sí, una futura edición sin la musiquita esa que suena a cada rato para remarcar momentos simpáticos, no vendría nada mal. A "Somos campeones" no le falta nada. Casi que uno podría adivinarla por completo con solo ver su afiche o su mini sinopsis. Hay momentos emotivos manejados con lentitud y el pianito triste de fondo, un protagonista que hace un marco elíptico entre ser un ser despreciable a alguien que simula no serlo más, hay un interés romántico básico, el grupo de jugadores es variado con distintas personalidades y tics (como si se tratara de los "X-Men" o "Las tortugas ninja" pero, en fin), y ¿A qué no saben? Un humor bastante ramplón que pasa siempre por… los efectos de la conductas del grupo. Hay dos maneras de mirar "Somos campeones", observarla por arriba y quedarnos con su voluntarismo meritócrata, o sumergirnos un poco a un análisis subcutáneo, y huir despavoridos. La última línea de diálogo de la película, el último chiste, de un pésimo gusto, deja al asunto bien transparentado.
Una comedia al filo de la incorrección El director de El milagro de P. Tinto empieza bien, con un cínico entrenador profesional de basquet condenado a hacer labor comunitaria con un grupo de “discapacitados intelectuales”, pero luego no resuelve la diferencia entre “reírse de” o “reírse con”. El último trabajo del director español Javier Fesser, conocido sobre todo por su muy personal ópera prima El milagro de P. Tinto (1998), resulta un objeto cinematográfico de difícil aprehensión, a partir de los sentimientos y sensaciones ambiguas que puede generar en cada espectador. Reacciones que, teniendo en cuenta la temática elegida como núcleo argumental, se vuelven más personales e íntimas que nunca. Somos campeones gira en torno a la labor comunitaria que Marco, un exitoso entrenador de la liga de básquet de España, es condenado a realizar tras ser encontrado culpable del delito de manejar borracho. La pena consiste en entrenar al equipo de básquet de una asociación que trabaja con personas afectadas por distintas discapacidades intelectuales. Si se tratara de un drama tal vez no hubiera conflicto alguno, pero Somos campeones es una comedia que juega a provocar al público, haciendo equilibrio sobre el filo de la incorrección. Puede decirse que todo el primer acto, que Fesser utiliza para presentar a Marco y plantear la premisa central de la película, es de lo mejor que se ha visto en materia de comedia en 2018. Ahí queda claro que el protagonista es un tipo irascible, pedante y mal educado al límite de lo desagradable, aunque también asoma la punta del ovillo de una crisis, que la película irá develando al avanzar. De entrada el protagonista se burla de la discapacidad del hombre que le hace la boleta por estar mal estacionado. Luego se peleará con el entrenador principal del equipo para el cual trabaja, durante un partido y frente a una multitud. Ese desborde le costará el puesto. Marco termina el día ahogando la angustia en alcohol y chocando al patrullero que lo detiene. El prólogo cierra con un almuerzo en el que Marco discute con su madre las dificultades de la corrección política. La señora cree que la etiqueta “discapacitados intelectuales” refiere a escritores en sillas de ruedas y cuando su hijo le recuerda que el mundo era más sencillo cuando a los gays se les decía maricones, ella le encaja un cachetazo por decir groserías en la mesa. Pero cuando la trama enfrenta a Marco al doble desafío de convivir con las peculiaridades de sus nuevos jugadores y revisar sus propios prejuicios, la película tropieza al mismo tiempo con dos piedras. La primera tiene que ver con la vieja diferencia entre “reírse de” o “reírse con”. Aunque Fesser maneja con bastante solvencia las situaciones, haciendo que cada una se desarrolle en una nebulosa en la que los límites nunca están claros, es cierto que algún espectador podrá sentir que a veces la película se desliza de forma clara en el terreno de la burla. Cada quien sabrá. En cambio resultan imperdonables los volantazos sensibleros que irá dando (banda sonora incluida) para encajar a la comedia en el purgatorio de las “películas inspiradoras”, traicionándose a sí misma. Son los riesgos de permitir que el codo de la corrección borre lo que con ingenio había sido escrito por la mano de la transgresión.
“Somos campeones”, de Javier Fesser Por Jorge Bernárdez Se toma un personaje con alguna disfunción emotiva y con problemas de empatía y se lo obliga a interactuar con aquello que odia o que no le causa la menor gracia. Se agita el contenido y se sirve. La mayoría de las veces funciona y hasta puede emocionar. Somos campeones empieza con una pelea en un partido de basquet de la primera división del campeonato español de ese deporte. Marco (Javier Gutierrez) se opone a las indicaciones que su jefe que es el entrenador principal y el enfrentamiento se termina de resolver entre empujones e intentos de agresión. De salida del partido, el irascible Marco se emborracha y tiene un choque con un coche de la policía -un rato antes habíamos visto a Marco maltratar a un muchacho con capacidades intelectuales diferentes-. Marco a esta altura es un personaje que se muestra como un autentico gilipollas (y ya que estamos en una comedia española podemos usar esa expresión). Lo siguiente es el juicio sumario que se le sigue y en el que una jueza le suspende el registro de conductor por dos años y le dice que puede evitar ciento ochenta días de prisión aceptando un trabajo comunitario. Así que el irascible Marco va a parar a una asociación que se encarga de gente con capacidades intelectuales diferentes como entrenador de basquet, justo cuando el equipo estaba a punto de quedarse afuera del campeonato nacional. Marco va tomar a desgano el trabajo, pero como corresponde a esta clase de historia, le va a ir tomando el gusto y a medida que la distancia con los miembros de su equipo va desapareciendo, el protagonsita va a resolver los problemas personales que lo habían vuelto irascible y hasta va a reconquistar a su esposa, además de descubrir zonas que hasta ese momento había preferido no investigar. Somos campeones se apoya en la buena actuación de Javier Gutierrez, pero sobre todo en la simpatía que despliegan los nueve actores, que realmente son personas con capacidades intelectuales diferentes. Por supuesto que es difícil de creer que un pelmazo (seguimos con los españolismo, si) como el protagonista va a resolver sus problemas en noventa días de probation, pero eso ya es un problema de guión y de verosimilitud, La película entre otras cosas deja dudas sobre si esta la única clase de humor que estas nuevas épocas de corrección política es este, plagado de buenas intenciones pero ausente de carcajadas. Y ojo que no es que la película no lo intente, hay unos toques de humor escatológico al estilo de los Farrelly, pero Somos campeones le cabe la simpatía pero con gusto a poco. SOMOS CAMPEONES Campeones. España/México, 2018. Dirección: Javier Fesser. Intérpretes: Javier Gutiérrez, Athenea Mata y Juan Margallo. Guión: David Marqués y Javier Fesser. Fotografía: Chechu Graf. Edición: Roberto Bolado y Javier Fesser. Música: Rafael Arnau. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 124 minutos.
A UNA SOCIEDAD QUE DA LA ESPALDA LE TOCAMOS LA NUCA Javier Fesser se anima a trabajar una temática que muchas veces se ha visto plagada de prejuicios. A través de un equipo de basquetbol integrado por adultos con discapacidad, Somos campeones logra hablar de una minoría que casi siempre el sistema deja por fuera, más allá de la “integración” que predica. Marco es un entrenador de basquetbol de buena reputación pero de pocos modales. Ese carácter mal llevado, sumado a un poco de alcohol en sangre mientras manejaba, lo llevan a tener que realizar tres meses de servicio a la comunidad. La tarea que se le asigna es dirigir a un equipo de adultos discapacitados. Aún queriendo dejar en reiteradas oportunidades, el temor a cumplir una condena en prisión lo hacen persistir. La obstinación que tiene Marco con el triunfo y la falta de formación pedagógica hacen que a la hora de dirigir a estos jóvenes no realice una adaptación del contenido a enseñar. Pero lejos de ser perjudicial, aunque en una primera instancia parece imposible, esto hace que el techo de los jugadores sea mucho más alto. Lo cierto es que Marco no es realmente el centro de la escena, es sólo el vínculo para conocer a todo un equipo que sabe realmente cómo trabajar el humor. Somos campeones logra mantener el timing desde las conversaciones más disparatadas, las miradas pícaras y los comentarios picantes. Es a través la comedia que el film logra sobrellevar el dramatismo, que muchas veces este tipo de propuestas conlleva. Y es que el drama se torna inevitable porque la sociedad aún no ha avanzado demasiado en debates de este tipo. Más discutido, pero aún vigente, el binomio de la “normalidad” vs “anormalidad” sigue imperando. Desde ahí que siempre la mirada hacia lo distinto sea lo faltante en comparación con lo “normal”. Más que asumido tienen estos adultos la etiqueta que la sociedad les pone, y desde allí es que podemos observar el manejo de otros valores. El humor negro y el sarcasmo son estilos del habla que manejan con sumo dinamismo, y esto es realmente atractivo para los espectadores. Pero además de esto, es posible ver cómo resignifican la idea de ganar. Ser campeones va más allá del triunfo numérico de los partidos, significa sobrellevar las limitaciones. En este sentido, es Marco el que se lleva más aprendizajes de esta experiencia. El equipo lo ayuda a enfrentarse a varios miedos que él tiene. Dado el cambio de lógica, el entrenador empieza a poder ver su vida de una manera muy distinta de la que tenía antes de conocerlos. Somos campeones funciona porque plantea un mayor acercamiento a estos adultos con discapacidad. Cada uno de ellos construye un personaje llamativo, saben cómo trabajar el humor. Por mencionar a un par, Gloria Ramos como Collante y Fran Fuentes como Paquito brillan por la perspicacia de sus comentarios.
La última película de Javier Fesser, director de “El milagro de P. Tinto” y las adaptaciones de “Mortadelo y Filemón” es una comedia sobre la hazaña deportiva que tiene un interesante y ambiguo juego en torno a la moral: no se sabe si nos reímos con ellos o de ellos. “Somos campeones” trata sobre un entrenador que tiene un día de furia en el que todo sale mal y termina expulsado de su equipo. En este corto lapso tiene una pelea con un colega suyo y además un accidente automovilístico después de llevar 2 copitas demás en sangre. Como castigo, la jueza le impone 3 meses entrenando a un equipo de jóvenes con capacidades diferentes (según él “subnormales”, y atentos a este adjetivo porque va perfecto con el tono de la película). Estos son los verdaderos protagonistas y quienes lucharán por alcanzar la gloria en un campeonato de básquet amateur. El film no es muy rico en matices, no ahonda en los problemas de los jóvenes, no disecciona (cuando podría hacerlo y en ese caso se convertiría en otro tipo de film) ni se cuestiona sobre ellos. No los ensalza (al menos no mucho) ni recurre al golpe bajo y este es el mayor mérito que tiene en su haber, cuando parece que está al borde de la condescendencia apela a lo que se podría reconocer como “humor chabacano” con puteadas y demás chistes negros. Muchas veces se denomina este tipo de películas como cine fácil, pero la cuestión está en las expectativas. “Somos campeones” jamás promete una épica, al contrario se mofa de ella, se mofa de sí misma siempre que puede. Además es predecible pero eso no quita el total disfrute que genera. “Somos campeones”sabe del arte de entretener con muy poco y con eso le fue suficiente para ser seleccionada y representar a España en la competencia por el oscar a mejor película extranjera.
Posiblemente éste sea uno de los filmes más hollywoodenses realizados en España, y esta cuestión es la que termina explicando su elección para representar al país Ibérico en la próxima entrega de los premios “Oscar” en la meca del cine. No era esperable dado que quien aparece como responsable final de esta producción, el director Javier Fesser, el mismo que hace 20 años irrumpiera con ese genial “El milagro de P. Tinto” (1998), luego refrendado, a medias, claro, con “La gran aventura de Mortadelo y Flemono” (2003). La primera secuencia, la de presentación del personaje, hacia preveer otra cosa muy distinta a la que termina siendo. Estábamos frente a un texto políticamente incorrecto, desprejuiciado, y sin temor a ser juzgado, con toques de humor encuadrados en el mismo tenor, pero siempre leales. mPersonaje presentado y construido a partir de la incorrección, para luego desde el desarrollo de la historia y el suyo propio desdibujarse, hasta llegar a ser un filme que destila corrección tanto estructural como rítmica. Utilizando además de manera bastante manipuladora la banda de sonido, la música, específicamente empática y empalagosa, que hace énfasis señalando los momentos emotivos Esto empieza a suceder cuando Marco (Javier Gutierrez), luego de insultar a un discapacitado mental en sus labores de vender ticket de estacionamiento, que le hace cumplir con lo reglamentado, se pelea con el primer entrenador del equipo de básquet, siendo su segundo, y en medio de un partido, ser despedido, manejar borracho, llevarse por delante a un patrullero. Todo termina con nuestro héroe es obligado a saldar su deuda con la sociedad a través de actos de reparación cumpliendo tareas de bien público o social.. El quiebre se produce cuando nuestro héroe deberá desempeñarse en las funciones de entrenador, pero de un equipo de básquet conformado por personas discapacitadas mentales. De la primer reacción de rechazo absoluto a lo que vendrá, incluyendo el hecho de recordar cómo fue discriminado por ser muy bajo para este deporte, hay sólo un paso, transitado por lugares comunes. Protagonizado por personas discapacitadas en la vida real, haciendo todos su debut actoral, al mismo tiempo que son seleccionados por portación de rostro. ¿Loable? ¿Contradictorio? Lo peor es que termina por utilizar como motor aquello mismo que intenta denunciar, lo que produce el humor que necesita un filme instalado en una comedia con tintes de lecciones de vida. Situación que aparece cuando se lo intenta instalar al protagonista en el lugar de también haber sufrido discriminación, esto dicho por su propia madre, con la que ha vuelto a vivir a partir de la ruptura con su pareja. Ella se encuentra viviendo su cuarta década de vida, quiere ser madre, con el riesgo que eso conlleva. Esta será la subtrama sin demasiado peso específico en tanto elemento narrativo que es utilizado, o al menos eso intenta, avanzar el relato. Claro que da lugar a proponer la disyuntiva de que es ser “normal”, como así también una de esas frases sacadas de libros de autoayuda, cuando uno de los integrantes del equipo le dice, “yo tampoco quiero un hijo como yo. Pero si me hubiese gustado tener un padre como vos”, sólo como un ejemplo por lo que el filme termina siendo no apto para diabéticos. Calificación: Regular (Héctor Hochman)
Critica emitida por radio