Nueva propuesta de género en cartelera, el turno es esta vez para la ópera prima de Parker Finn, un joven cineasta al que la industria captó por sus habilidades narrativas y visuales que llega a nuestros cines en pocas horas. Lo primero que hay que decir es que «Smile» (Sonríe), no está muy lejos de clásicos como «Final Destination» o «Hereditary» porque transita por tópicos donde a la industria le fue históricamente muy bien (cadena de crímenes con un lapso de tiempo para su ejecución o lazos familiares que transmiten maldiciones o presencias demoníacas). Este lanzamiento reversiona algunas líneas de esos recorridos y los plantea en el escenario de la psiquiatría y la asistencia al suicida. Aquí la trama presenta a una joven psiquiatra, Rose Cutter (Sosie Bacon, la hija de Kevin con Kyra Sedwick) quien recepciona una urgencia en la clínica donde trabaja. Ante ella, llegará una chica muy preparada, pero en estado de shock, completamente paranoica. Lo que aparece como una conducta predecible desde la psicología, se transforma en un escenario sangriento que desconcierta a Rose. Su paciente se suicida delante de ella, luego de advertirle que ve gente sonriendo que no es real y cuyo propósito es atormentarla hasta la muerte. Detalle importante a tener en cuenta: algo sucedió en las últimas horas de la víctima y eso podría ser el hilo que podría descubrir, de alguna forma, lo que sucedió. Rose tiene una vida ordenada (y más que eso también), está en pareja y ya ha pasado un tiempo analizandose por temas familiares. Cuando experimenta las primeras alucinaciones y accidentes varios, comenzará a darse cuenta que algo la persigue y si no logra resolver ese enigma pronto, sufrirá el mismo destino que la paciente que se mató delante de ella. Lo que veremos en la cinta se encuadra dentro de los cánones del género. Hay una estructura de progresión visible, escalable, realizada con precisión. Este es un film ajustado al que no le sobra ni falta ni un fotograma. Finn tiene claro cuál es su objetivo y no se detiene en nada que no sea graficar la angustia de Rose. La sigue y respira su misma desesperación pero elige siempre contrastarla con ambientes fríos y personajes que no la entienden ni ayudan. Esa forma de narrar le da a «Smile» un estilo propio, en el cual se acentúa la soledad y se subraya la calidad de su protagonista: Sosie es perfecta para este rol. Luce frágil, inestable, dubitativa, generosa y conflictuada, todo en su justa medida. El resto del elenco acompaña con mucho oficio (desde Kyle Gallner como su novio ex-detective, hasta Robin Weigert como la psiquiatra que la atiende en sus crisis) todos alineados para dificultarle la pesquisa a la intérprete principal. «Smile» es un producto sólido que se apoya en una intérprete que dará que hablar en los próximos años. Se deja ver y si bien su desarrollo es bastante previsible y transcurre sin sorpresas, entretiene y cumple su objetivo para el público seguidor de este género.
El trabajo deseado, el marido ideal, la casa de los sueños y un hospital color de rosa es el telón exterior de Sonríe de Parker Finn, que terminan por entregar una cinta que no solo apela al terror más básico para sobresaltar, también da como resultado final una interesante exploración de un tema complejo como la salud mental.
Es un filme que garantiza un sobresalto por minuto para el espectador, entre innumerables vueltas de tuerca que juegan con apariciones en casas vacías, efectos sonoros, un constante suspenso que por momentos es difícil de soportar. Como si tratara de un festival de sustos, con trampas y contundencias que juegan constantemente con nuestra percepción. No se trata de novedades absolutas, sino que acumuladas con una batería de efectos especiales, y una dirección de arte refinada que juega con especiales paletas de colores, la contundencia está garantizada. Después viene la línea argumental que supone que esa entidad que se apodera de los humanos con apariciones que solo la victima ve, no solo las aterroriza sino que las obliga al suicidio y se alimenta del trauma existente, de la heridas abiertas, más que una maldición del mal absoluto. En este caso una psiquiatra que luego de ver como una nueva paciente se suicida en su presencia y luego le sonríe monstruosamente, es la que advierte la posesión, pero también se devela que una historia de su infancia la hace alimentar. Esa línea argumental no es fácil en su desarrollo pero si es interesante. Para quienes disfrutan del suspenso en toda su gama y de los sustos al por mayor esta película garantiza lo que promete desde el primer minuto.
Un comienzo prometedor, inquietante, revulsivo, termina por declinarse en una sucesión de hechos conocidos para intentar explicar un terror psicológico que se apodera de la mente de su protagonista.
Cuando la muerte se nos ríe en la cara. Sonríe (2022) es una película de terror dirigida por Parker Finn y protagonizada por Sosie Bacon, Jessie T. Usher, Judy Reyes, Kyle Gallner y elenco. La Dra. Rose Cotter (Bacon), una psiquiatra que se especializa en tratar a pacientes que sufren de psicosis y otras enfermedades mentales, queda traumatizada tras vivir un impactante episodio en su vida laboral. Laura, una de sus pacientes, tiene una especie de brote psicótico durante una sesión y todo termina de la peor manera. Será a partir de esta terrible situación que Laura se tomará una licencia por un tiempo para aclarar su cabeza y de paso replantearse su intensa y por momentos peligrosa profesión. Pero “algo” la persigue, casi como una maldición. Todo parece indicar que es una entidad proveniente de algún lugar maligno, que logra hacer sonreír a sus víctimas, antes de asesinarlas de las peores maneras posibles. La historia está basada en el corto Laura Hasn’t Slept (2020) también dirigido por Parker Finn y que fue ganador de varios premios en festivales especializados. Narrativamente y en la parte visual se advierte en Sonríe una fuerte influencia por parte del J-Horror, subgénero dentro del cine de terror producido en Oriente y que gozó de mucho éxito gracias a películas como Ringu (Hideo Nakata, 1998), Ju-on: The Grudge (Takashi Shimizu, 2002) o Dark Water (Hideo Nakata, 2002). También conocidas como Kaidan eiga, este tipo de cine de terror japonés suele centrarse en asuntos psicológicos y en aspectos físicos sobrenaturales. Es allí donde la trama de Sonríe más acierta y provoca miedo: son esas caras que ríen, fantasmales y siniestras, quienes luego se volverán mortales. El papel protagónico, la Dra. Cotter, está interpretado por Sosie Bacon, hija de los actores Kevin Bacon y Kyra Sedgwick, que logra imponer toda su presencia e intensidad al mismo. Smile, nombre original de la película, contiene una cantidad de escenas espeluznantes que nos asustarán bastante, pero en realidad su premisa es bastante simple: ¿son reales esas malignas apariciones o son producto de la traumatizada psiquis de su protagonista? La crítica de cine, programadora y productora canadiense Kier-La Janisse definió a las películas de terror que tratan a la neurosis femenina como The Psychotic Women. Sonríe entra perfectamente en esta categoría y en todo su complejo análisis. El de tratar de comprender (y de paso aterrarse por un buen rato) por todo lo malo que la mente humana o las mismas maldiciones pueden generar.
El terror es metáfora del trauma colectivo El debut de Parker Finn se suma a la última ola de los films del género, que se centran en la crítica de creencias sociales, como en este caso la cultura del bienestar “El cine de la metáfora” podría ser la perfecta etiqueta para el terror de estos tiempos. Después de la década del 2010, en la que la aparición de exponentes innovadores del género como La bruja (2015) de Robert Eggers o El legado del diablo (2018), de Ari Aster, permitieron acuñar el término ‘terror elevado’, hoy se piensa al género como expresión plástica de un trauma social que todos conocemos. Puede tener que ver con la violencia de género, como en las recientes Men, de Alex Garland, y Resurrection, de Andrew Semans –todavía no estrenada en Argentina-; como con las tensiones raciales como en Su casa (2020) o Master (2022); o con el pavor a la vejez y el deterioro físico como en Relic o The Dark and The Wicked, ambas de 2020. Lo que asoma en la pantalla, bajo la iconografía del horror, es un hecho traumático, ya no indecible para la sociedad y que debe adquirir el desvío de la representación, sino tematizado en una agenda pública tan pregnante que ha invadido a la ficción. Sonríe consigue apropiarse de esa premisa con astucia, aunque sin quebrar ninguna de sus conocidas coordenadas. Una terapeuta que carga con la culpa de la muerte de su madre revive el trauma a partir del brutal suicidio de una paciente psiquiátrica. Su entramado racional se desmorona ante el asomo de una supuesta maldición. Lo que le interesa a la película, además de poner el dedo en la llaga de la cultura del bienestar condensada en esa sonrisa que resulta escalofriante, es el horror que causa pretender la normalidad y esconder el sufrimiento para ser aceptado. En su ópera prima, Parker Finn maneja el sonido como clave de extrañamiento y si bien recurre a los tradicionales golpes de efecto, los administra con precisión, modelando un mundo en crisis en el que la restauración del control no es más que una utopía.
La Dra Rose Cotter (Sosie Bacon, sí, la hija de Kevin) ama su trabajo, lleva una vida algo intensa, está comprometida con Trevor (Jessie T. Usher) y trabaja como psiquiatra en un Centro de Salud Mental muchas horas. Tantas, que casi no duerme y cada caso que llega a la Clínica la seduce para seguir trabajando. Su tormento comienza cuando llega Laura Weaver (Caitlin Stasey), una joven que se niega a hablar pero ante la insistencia de Rose le cuenta aterrorizada que “algo” la persigue desde que fue testigo de cómo su profesor se suicidaba a golpes con un martillo, y sabe que va a morir pronto porque la entidad que la sigue obliga a que la persona que está contagiada también se suicide para que no se rompa la cadena. Cuando Laura lo hace, Rose pierde el control, primero cree que está pasando por un stress post-traumático, luego se da cuenta que ella también está en peligro. Escrita y dirigida por Parker Finn en su debut cinematográfico, el director ofrece una historia efectiva y dinámica que obliga a Rose a enfrentarse a un pasado que la marcó. La película cuenta con buenas actuaciones, sobre todo de su protagonista. Está plagada de jump-scares para los amantes del género y si bien no es la mejor película de terror que vas a ver, es entretenida.
Escapando al trauma. La Doctora Rose Cotter (Sosie Bacon) es una mujer lucida, calma, muy centrada; también una terapeuta abnegada, al punto de sobrepasarse horas en el hospital. Están sus pacientes permanentes, y también atiende guardias. Un día, recibe a una joven aterrada al borde del colapso nervioso; por más que intenta detenerla, en esa habitación ocurre un hecho espantoso, ante sus ojos. Un hecho traumático que cambiará la vida de Rose. Gradualmente, y por carácter transitivo, nuestra doctora comenzará a experimentar los mismos “síntomas” que su paciente; al punto de desestabilizarse emocionalmente. Tiene ¿visiones? siniestras; se siente acechada por una energía oscura que se materializa en una sonrisa macabra. Aparte de ella arrastrar un trauma de su niñez, que aun no tiene superado. Por supuesto que su profesión, es una forma de sanar tanto dolor del pasado. Sonríe, y no de manera feliz precisamente, no solo es una película de terror psicológico que genera un clima acorde al estado mental perturbado de la protagonista; también es un drama y un policial. Sufrimos con una Rose, con su dura historia. Así como a través de un relato consistente, tratamos de buscar una respuesta (o salida) a esta pesadilla. Hay climas, hay susto, hay empatía… más allá de un argumento ya harto conocido (quizá previsible), la película despega también gracias a la sólida actuación de Sosie Bacon, quien otorga asertividad a la historia; que nos hace creer que esas sonrisas forzadas, caricaturescas, inmotivadas, son el germen de una gran maldad.
Más allá de que cada semana nos enfrentamos a múltiples películas de terror que parecen hechas con piloto automático (incluida la que en este momento es la más vista en Argentina como La huérfana: el origen), lo cierto es que este año nos viene regalando también buenos exponentes como la reciente Bárbaro o ahora Sonríe. Es difícil (diría que imposible a esta altura de la historia del cine) que un film de terror no caiga en ciertos clichés, lugares comunes y fórmulas porque de alguna manera hasta el espectador ya está medio formateado y condicionado para (y por lo tanto exige) determinados golpes de efecto, trucos y resoluciones impactantes. En ese sentido, Sonríe tiene un poco de todo eso, pero también una construcción psicológica, narrativa y visual (con notables climas) que la distinguen entre la marea de producciones recientes. En su primer largometraje como guionista y director, Finn narra la historia de Rose Cotter (Sosie Bacon), una terapeuta que trabaja a destajo de una clínica neuropsiquiátrica atendiendo de urgencia casos en su mayoría muy graves. En una de esas situaciones extremas, es testigo de cómo una joven se suicida delante suyo mientras, claro, sonríe. La experiencia es, por supuesto, por demás traumática y, sumado al estrés y el cansancio acumulado por la falta de sueño y la exigencia e intensidad emocional del trabajo, Rose empieza a sentir los efectos. Le dan entonces una semana de licencia paga, pero en su hogar las cosas no mejoran. Algo ocurre en su cuerpo y en su mente ¿Alguna fuerza sobrenatural y maligna la está afectando? Su bienintencionado novio afroamericano (Jessie T. Usher), una experimentada psiquiatra (Robin Weigert) y un detective con el que alguna vez tuvo un romance (Kyle Gallner) intentarán ayudarla, pero el crescendo de pesadillas, alucinaciones y presencias malignas complicarán a cada minuto las cosas. Es cierto que todo lo que Finn y la actriz Bacon construyen con paciencia, profundidad e inteligencia durante más de la mitad de la película -que por momentos remite a films como Te sigue, El legado del diablo/Hereditary, The Ring, Insidious y Oculus- deriva en el tramo final en una serie de resoluciones algo ampulosas y remanidas (también le pasaba a la mencionada Bárbaro), pero esta claustrofóbica historia de una terapeuta dominada por los traumas (que de alguna manera se transmiten de generación en generación) no deja de ser una muy buena carta de presentación para este guionista y director debutante.
Ya ni sonreír es sinónimo de alegría para el cine de Hollywood. Los personajes de Sonríe tienen un trauma, pero un trauma de aquéllos. El espíritu maligno -o algo así, porque es bastante vago, y más vago aún fue el guionista, que no lo especificó- que se apodera de ellos va alimentándose de ellos y propagándose de uno a otro. Es el ciclo sin fin, que los mueve a todos hacia la muerte. La doctora Rose Cotter (Sosie Bacon, del elenco de la miniserie Mare of Easttown) es una terapeuta que no llega a conocer del todo a una nueva paciente, porque se le muere enseguida. En realidad, se suicida delante de ella, en el hospital donde atiende. Laura, que así se llamaba la joven, se quita la vida no antes de decirle a Rose que “algo” está tratando de atraparla. Pero por más que intenta explicarle qué o quién (“parece gente, pero no es una persona”, dice), al menos llega a balbucear, temblorosa y atemorizada, que lo que fuera la sigue desde que ella vio cómo un profesor suyo se suicidaba a golpes de martillo. Y sí, el tipo parece que sonreía. Como lo hace Laura antes de cortarse la garganta, delante de Rose. Perspicaces, abstenerse No hace falta ser muy perspicaz para suponer que, llamémoslo “Eso”, no en honor al It de Stephen King, pero probemos, se pasa de una víctima a otra. Y como todo tiene que ver con todo, y más en las películas de terror, a Rose la altera singularmente lo que presenció, porque su madre también se había suicidado. Y para que vean que el mundo es un pañuelo, el policía al que le asignan el caso por la muerte de la chica que se desangró es un ex novio de Rose. Pero no, antes de gritar ¡Bingo!, quien es su actual pareja, Trevor (Jessie T. Usher: su apellido, que remite a un clásico cuento de Edgar Allan Poe) no le cree nada a Rose de que un ente o algo parecido y sobrenatural la está acechando. ¿Y quién le cree? Acertaron: Joel (Kyle Gallner, de la última de Scream), su ex. Porque lo que es la familia de Rose, como su hermana y cuñado -vean el regalito que la tía Rose le lleva de cumple a su sobrinito-, no. La película de Parker Finn, que debuta en la dirección de un largometraje con Sonríe, sigue los lineamientos de los relatos de terror de este siglo, y del anterior también. ¿No habrá alguna víctima que haya escapado del maleficio? ¿No estaría bueno ir a visitarla? ¿No estará, por casualidad, recluida en algún hospicio o algo similar? No hay que ser tan negativo, ni preguntarse tanto arrancando con un no, cuando Sonríe depara algún que otro buen susto. Y nada más. Ah, claro, por supuesto, el final deja una puerta abierta para una continuación. ¿O ésta no es una película de terror?
Sonríe (Smile, Estados Unidos, 2022) tiene la personalidad y el estilo que necesita toda película de terror para diferenciarse del resto. Aunque nos gusta, hay que decir que el género se caracteriza por el exceso de producción. Miles de películas de todo el mundo intentando ser aquella que inicie algo nuevo. No hay fanático del terror que no vaya al cine con esa esperanza. Casi nunca nace un clásico, como tampoco ocurre con el resto del cine, pero en la última década hubo suficientes títulos interesantes como para seguir apostando a este cine. Sonríe es una de esas películas que nos sacude en la butaca y entrega genuinos momentos de terror. La protagonista es la doctora Rose Cotter (Sosie Bacon) quien trabaja a diario con pacientes psiquiátricos. Su fuerte vocación tiene que ver, posiblemente, con un trauma de su infancia. Un día, justo antes de irse del trabajo, le llega a la una paciente en estado de desesperación, con una que le cuenta una historia imposible de creer. La joven sostiene que desde que presenció, unos días atrás, un suicidio, es perseguida por una presencia maligna. Dicha criatura se manifiesta de forma siniestra a través de diferentes con una sonrisa inquietante. La doctora, como era de esperar, no le cree, hasta que la paciente toma una decisión drástica que termina colocando a la joven médica en un lugar que jamás hubiera imaginado. Ese será el comienzo de un infierno para Rose. Todo se desatará de forma veloz, incontraloble. Nadie, ni su prometido, ni su hermana, ni sus colegas, le creen en nada de lo que dice, sólo ella y los espectadores sabemos lo que realmente está viviendo. La película construye su clima de manera muy particular, porque si bien las cosas ocurren a toda velocidad, cada escena tiene gran suspenso y se toma su tiempo. La película mezcla los saltos efectistas más obvios con aquellos que son verdaderamente impactantes. Los espectadores quedan indefensos frente a la posibilidad de un truco sin consecuencias o un momento shockeante. Esta ópera prima del director Parken Finn tenía en su origen destino de streaming, pero funciona tan bien que los productores, luego de las primeras pruebas, decidieron lanzarla en cine. La sala oscura sin duda le queda muy bien por la forma en la que está construida, con una banda de sonido fuerte y perturbadora y con una forma de narración que se beneficia con la concentración del espectador. Sonríe es otro título que va la lista de las películas de terror con ambición. Un grupo de películas que va desde lo más revolucionario a lo más pretencioso, pero que se diferencia de la mencionada mayoría fácil de recordar. Títulos como El legado del diablo, La bruja, Huye!, Un lugar en silencio, Midsommer, Te sigue, Mandy, No respires y algunos más, buscan de alguna manera aportar algo nuevo y seguir aterrando. Algunos son más populares que otros, pero en cada uno de ellos hay una intención respaldada por ideas. A pesar de que Sonríe se construye sobre la ya conocida estructura del paso de una maldición de una persona a otra, algunas ideas la hacen diferente y la dotan de inquietantes novedades. Desde el inicio muestra una estética marcada, con escenas que no dejan indiferente al espectador, justamente por la forma. Hay escenas que parecen haber llegado para quedarse en el imaginario del cine de terror. Sin llegar a ser The Babadook, la cita obligada de cualquier elogio del cine de terror actual y la película que más veces es mencionada a la hora de hablar del género, Sonríe tiene una protagonista inolvidable y una personalidad innegable en su director. No es perfecta, el resto de los actores es muy de segunda, y mucho se podrá discutir sobre la ambigüedad de ciertos recursos. Pero llegó para quedarse y se nota desde la escena inicial.
Simple, para tener miedo. Paramount presenta el 29 de septiembre en cines: Sonríe. El primer largometraje de Parker Finn como director y guionista. Finn había ingresado al género del horror en 2019 con The Hidebehind, un corto donde se veía a una criatura del folclore estadounidense con la capacidad de ocultarse detrás de objetos del bosque. Luego, en 2020, presenta Laura Hasn´t Slept, otro corto que, protagonizado por Caitlin Stasey, trata acerca de una chica atormentada en sueños, la misma Laura Weaver que en Sonríe vuelve y empuja al abismo del drama a Rose (Sosie Bacon). Esta película va al hueso del terror con una historia simple: Rose es psiquiatra y trae consigo un trauma de la niñez, casi como el planeta entero, no hay forma de no identificarse. Pues bien, al final de una de sus interminables guardias, en el área de psiquiatría de un hospital, ingresa una chica con alucinaciones que parece estar en medio de un brote psicótico (Laura) y termina suicidándose frente a ella. Mientras intenta salir del shock comienza a experimentar las mismas visiones que su paciente. Vuelvo a decir que va al hueso del terror, a todo aquello que nos puede confundir la visión y por ende la percepción que tenemos del mundo, lo que está camuflado, lo que ingresa en los cuerpos sin ser visto. Como evidenciamos durante la pandemia estos puntos son fundamentales para generar pánico, lo que transforma la realidad desde adentro y aunque invisible es aterrador. Sin dudas Parker Finn perfeccionó al extremo lo que venía haciendo en sus cortos. Los colores, las tomas panorámicas seguidas de primeros planos con giros de cámara, los sonidos ASMR con ausencia de música. Escenas sencillas, pero muy bien articuladas, con gran calidad de imagen y suspenso ultra tensionado. Sin faltar los puntos cliché del género, por ejemplo, la maldita puerta de la heladera abierta, en Sonríe se resuelven desde lo inesperado. Por otro lado, para mí hay un exceso de penumbra que no es necesario. Si bien estas películas se caracterizan por generar ambientes que a veces son forzados, Sonríe exagera la necesidad de sombra. Creo que ese es un gesto anticipatorio y el miedo le funciona igual en las escenas a la luz del día, demostrando sin problema que pueden ser escalofriantes. No voy a hablar de la criatura porque les quitaría la posibilidad de asombro, luego nos comentan qué les pareció y abrimos el debate. Para terminar, debo decir que no tenía grandes expectativas, no venimos de un año demasiado bueno en este género y la temática sonrisa macabra no me interpelaba mucho, sin embargo, me llevé un buen susto y eso se aplaude.
"Sonríe", las viejas formas del terror La película puede no sorprender y asusta en módicas cuotas, pero el realizador debutante recurre a herramientas efectivas, que le devuelven al género algunas virtudes perdidas. Si lo sabrá Stephen King: cuanto más traumado esté el personaje por razones naturales, más posibilidades hay de que lo sobrenatural aceche y posea el cuerpo, la mente y el espíritu. A la doctora Rose Cotter, psiquiatra acostumbrada a tratar y contener a pacientes complejos en un centro de urgencias psicológicas, la muerte de su madre cuando era pequeña le sigue dando vueltas en la cabeza. Así comienza Sonríe, la ópera prima del estadounidense Parker Finn, que ofrece fotogramas empapados de viejos terrores en encuadres aparentemente novedosos: con un flashback a ese evento de la infancia que volverá con fuerza al presente por razones inesperadas. Es que un día como cualquier otro, una joven paciente que acaba de ser testigo del sangriento suicidio de uno de sus profesores (golpes autoinfligidos con un martillo, se afirma con estupor) le revela a la protagonista que viene viendo “cosas”. Algo así como un “ente” que adquiere diversos rostros y le hace la vida imposible, además de advertirle que su propia extinción está muy cerca. Minutos después, como quien no quiere la cosa, la chica procede a abrirse el cuello mientras su boca dibuja una sonrisa enorme, desquiciada. nadie en su entorno –ni su prometido, ni sus colegas y superiores, ni siquiera su exnovio policía– creen que lo que está ocurriendo esté afuera de su cabeza. Ironías de la vida: la psiquiatra está atrapada en un laberinto de locura. Una vez que la trama descubre la lógica del funcionamiento detrás de los extraños hechos (el origen ya es otro cantar), al relato sólo le quedan dos caminos paralelos para completar las casi dos horas de metraje: acompañar en la pesquisa a la heroína, obsesionada con vencer el poder maléfico de “eso” que ha puesto su vida patas para arriba, e ir descorriendo el misterio oculto en las tinieblas para mostrar cada vez más de cerca la verdadera forma del horror. Ahí es cuando el trauma del pasado vuelve con fuerza, tal vez como arma ideal para detener las ruedas de la muerte. O tal vez no, que al fin y al cabo se trata de una película de terror. Sonríe puede no sorprender y asusta en módicas cuotas, pero su factura evidencia un deseo de devolverle al género puro algunas de sus potencialidades perdidas. Una ficha para el debutante Parker Finn, que además esconde un muy buen chiste sobre el abuso de los vasos rotos en los guiones.
Después de presenciar un incidente extraño que involucra a un paciente, la Dra. Rose Cotter comienza a experimentar sucesos aterradores. Rose debe enfrentarse a su inquietante pasado para poder sobrevivir y escapar de su nueva realidad. Algo vago que persigue a la Dra. Rose Cotter (Sosie Bacon) a lo largo de “Smile”, algo sin demasiada identidad, solo produce una sonrisa tipo Guasón de Jack Nicholson en Batman, (1989). Antes de suicidarse, quien sea testigo seguirá cargando esa maldición, como si estuviesen jugando a la mancha sin tocarse. Esto es lo que sucede con la Dra. Cotter ella es testigo presencial del acto suicida de Laura Weaver (Caitlin Stacey) una paciente recién ingresada al nosocomio con niveles de angustia imposibles de controlar. Todo demasiado de
En los últimos años nos encontramos cada vez con más propuestas que apuestan al género del terror, buscando no solo asustar al espectador sino ofrecerle una historia novedosa, más psicológica y con contenido que valga la pena ver. Hace dos semanas se estrenó «Barbarian», una película interesante que a partir de distintas tramas que parecían no tener demasiada relación nos brindó un relato aterrador e impactante. Ahora llegó a las salas «Smile» («Sonríe»), otra cinta que logra darle en el clavo gracias a su clima de pura tensión, buenas actuaciones y muchos detalles que suman a la hora de construir miedo del bueno. Después de ser testigo de un extraño y traumático suicidio de una paciente, la Dr. Rose Cotter (Sosie Bacon) empieza a experimentar sucesos aterradores que no parecen tener una explicación racional, más que ser a causa de estrés postraumático. Pero a medida que el terror comienza a apoderarse de su vida, Rose deberá enfrentarse a su pasado para sobrevivir y escapar de su horrible realidad. «Smile» es una película que mantiene la tensión constante a lo largo de casi dos horas de duración. Por momentos recurre a los clásicos jumpscares, que, a pesar de que muchas veces los esperamos, consiguen asustarnos igual, y, por otros, utiliza el recurso del susto y del miedo de una manera más retorcida e inesperada, haciendo que el espectador espere que algo suceda y cuando finalmente baja la guardia lo toma por sorpresa. La música y el sonido también contribuyen a generar este clima de terror, apelando a una banda sonora inquietante y perturbadora, como también a escenas que pasan del silencio a un ruido fuerte que te descolocan y asustan. Lo mismo ocurre con la dirección y el predominio de planos cortos que hacen que el público no pueda ver demasiado lo que pasa alrededor de la protagonista y el impacto sea aún mayor. Siguiendo con los aspectos técnicos, los efectos especiales y la construcción de los momentos de terror están muy bien logrados. No solo generan las sensaciones esperadas en el público, sino que no desentonan con la historia ni permiten que se pierda la credibilidad. Pero no todo es miedo y terror. La película también tiene espacio para el humor, no demasiado pero sí lo suficiente como para descomprimir un poco las situaciones tensas y tenebrosas. «Smile» no es una cinta que solo busque el susto fácil, sino que propone un juego mucho más psicológico que habla sobre la salud mental, los traumas, el suicidio, la contención profesional y familiar, entre otras cuestiones. También se mezcla mucho lo real y lo imaginario, haciéndonos creer cosas que muchas veces no lo son, consiguiendo meterse en nuestra mente. Es interesante como el recurso de la sonrisa está presente durante todo el film con algunos detalles muy sutiles (y otros más expuestos y remarcados), que pueden pasar un poco desapercibidos, pero que un espectador atento podrá descubrir y ver un patrón en la mayoría de las escenas. A medida que transcurre la historia, nos vamos enterando más detalles sobre la trama, avanzando con pasos firmes y sólidos. Tal vez podría haber sido un poco más corta y haber evitado algunos momentos un poco repetitivos en la desesperación de la protagonista por entender qué le ocurre, pero esto no perjudica al resultado final, ya que cada tanto tenemos algún giro interesante y revelador que hace que la espera valga la pena. Sin dudas tenemos que destacar el trabajo de Sosie Bacon, actriz que nos brinda una maravillosa interpretación mientras va descendiendo por el espiral de la locura y la desesperación. Los planos cortos benefician su labor ya que podemos ver bien sus expresiones y reacciones. Transmite muy bien su miedo, su ansiedad y fuerza para luchar. Podemos empatizar con ella y sufrir por lo que está pasando. Está bien acompañada por personajes secundarios que tal vez no tienen demasiado peso por sí mismos pero sí se ponen al servicio de la trama principal. Por momentos también sucede que dejan de lado a algunos secundarios, no vuelven a retomar su participación y no queda muy cerrada su historia. En síntesis, «Smile» resulta ser una muy buena propuesta dentro del cine de terror, que lejos de quedarse en la superficie de entidades malignas que se apoderan de la vida de una persona, logra ahondar en los traumas, los vínculos y la psicología del ser humano. Una película que consigue construir un ambiente opresivo, lleno de tensión, suspenso e impacto, con algunos jumpscares más clásicos y otros mejor pensados. Buena actuación y liderazgo de su actriz principal termina de redondear este sólido film.
En la línea de películas de terror que trabajan con fórmulas y elementos de subgéneros ya conocidos, Sonríe es un prodigioso ejercicio de artesanía escrito y dirigido por el debutante Parker Finn, cuyo guion va de las películas de maldiciones al policial paranormal con doctora enloquecida como protagonista. Finn no hace nada del otro mundo ni nada que no hayamos visto antes, pero su desempeño es firme y efectivo. En Sonríe están trabajadas con pulso (y bien distribuidas) las referencias a las películas (sobre todo japonesas) con entidades malignas, dejando en el camino muchos suicidios sangrientos y momentos que meten más que un par de sustos. La terapeuta Rose Cotter (Sosie Bacon) recibe a Laura (Caitlin Stasey), una mujer desesperada que dice haber presenciado un suicidio y que, desde ahí, siente que algo con sonrisa escalofriante la persigue. La terapeuta hace un diagnóstico y le dice que se tranquilice, pero Laura enloquece y se suicida delante de Rose. Tras el violento episodio, la profesional se toma un descanso para recuperarse del estrés provocado por el brutal suicidio de la paciente. Pero, en vez de descansar, empieza a sentir las mismas cosas raras que sentía Laura, lo que la lleva a investigar el caso hasta que descubre algo aterrador. Rose vive con su prometido (Jessie T. Usher) y tiene una hermana (Gillian Zinser) con la que no se lleva bien. Además, sigue en contacto con su exnovio (Kyle Gallner), personaje clave en la historia. Uno de los aciertos de Sonríe es que, de entrada, plantea dos posibilidades interpretativas: por un lado, se muestra la muerte por sobredosis de la madre de Rose cuando esta era una niña. El plano con la mujer boca abajo abre la película, y deja en evidencia el trauma de Rose, quien ahora trabaja en el neuropsiquiátrico sin descansar lo suficiente. Por otro lado, está la vía paranormal, que se confunde con el terror psicológico y con lo que les sucede a los afectados por el ente maldito. ¿Es locura o se trata de una entidad demoníaca? Sin bien la película transita lugares comunes y abusa de ciertos recursos narrativos y golpes de efecto (que pueden llegar a cansar o a tornarse predecibles), Finn transita varios caminos sin desentonar, con vueltas de tuerca que funcionan y un suspenso in crescendo con un desenlace sumamente arriesgado. Sonríe es una película que perdurará gracias a sus escenas perturbadoras y a su convincente protagonista, y a cómo su director desarrolla una trama que, sin ser novedosa, se mueve con soltura por distintos subgéneros del terror sin perder el eje. Hay una escena en un cumpleaños que condensa toda la virtud de la película, una escena decisiva y memorable. La película a la que más recuerda es a la magistral Te sigue, de David Robert Mitchell, ya que en Sonríe los personajes también se tienen que ir pasando la maldición. Aunque acá la solución es que tienen que matar a alguien delante de otro personaje para que la entidad los deje de perseguir. Sonríe sabe manejar los elementos a su disposición, como la excelente música compuesta por Cristobal Tapia de Veer, que refuerza el malestar de la protagonista y el suspenso. Y lo que Finn hace al final es algo a lo que pocas películas mainstream se animan.
Smile, el terror psicológico y traumático se apodera de la gran pantalla.La película se apoya en dos pilares: el uso temático del trauma psicológico no procesado y la muerte que acecha como una infección viral que pasa de persona a persona. Si bien esto no es original, parte de una interesante premisa para sobresaltar a la platea desde los primeros cinco minutos. Escrita y dirigida por Parker Finn, llegó a las pantallas nacionales en el mes de septiembre y está colmada de temores y estigmas que rodean a la protagonista. El film está basado en su cortometraje "Laura no ha dormido" (Laura Hasn’t Slept) el cual dura once minutos.
Smile representa un buen debut del director Parker Finn, cuya ópera prima sobresale entre lo más prometedor que brindó el género de terror hollywoodense este año. La historia evoca el tipo de horror asiático centrado en maldiciones bizarras que primó a fines de los años ´90 con las sagas de The Ring y The Grudge. Hay también algunos elementos que traen al recuerdo a It Follows pero la mayor inspiración la toma del cine japonés. La premisa del argumento la verdad que no es muy original y para el público mayor de 20 años puede resultar genérica al abordar un terreno demasiado familiar. Sin embargo, el atractivo de este estreno pasa por la manera en que Finn elabora un producto entretenido gracias al dominio del suspenso que presenta su narración. El director toma el riesgo de plagar el relato con numerosos jump scares que en su gran mayoría resultan efectivos, algo que no es tan sencillo de conseguir. La falta de creatividad que tiene el guión la compensa en la realización con el modo en que establece y ejecuta numerosas situaciones de tensión. Sosie Bacon, figura de la serie Scream, lleva adelante el film con mucha solidez dentro de un reparto decente que no presenta grandes caras conocidas. Para tratarse de una primera película el resultado es más que digno y queda la intriga sobre lo que puede llegar a ofrecer este director en el futuro con un guión más inspirado.
El único problema de esta película es que dura diez minutos más de lo que necesita. Con pocos pero efectivos recursos, el realizador Parker Finn cuenta la historia de una presencia sobrenatural que puede ser, en realidad, parte del inconsciente de una psiquiatra acosada por gente que sonríe y muere, o sonríe y mata. Es cierto que tiene “sustos” un poco artificiales, pero a favor es necesario señalar que suelen ser muy originales, per fectamente diagramados dentro de las posibilidades del cine. Pero lo más interesante, lo que verdaderamente transforma la historia en una película de terror, es que todo momento es inestable. Que muchas de las secuencias más terroríficas ocurren en pleno día (cierta fiesta de cumpleaños, por ejemplo, está dentro de las secuencias destacables de este año). Logra lo que debería lograr cualquier ejemplo de este género: la inestabilidad absoluta de nuestros sentidos, esa que nos provoca al mismo tiempo el miedo de ver y la fascinación por hacerlo.
¿Las sonrisas son contagiosas? ¡El miedo también! En un año con muchas producciones dentro del género, Parker Finn hace su debut en los largometrajes con esta cinta que cuenta la historia de una psiquiatra que, tratando de entender el caso de una paciente, se ve obligada a revivir parte de su propia historia. La Dra. Rose Cotter (Sosie Bacon) se convertirá en heroína y en víctima mientras persigue tanto explicaciones como la salud mental propia. Entre lo intrigante y lo perverso tal vez aparezca una causa. Con clichés propios del nicho, algunos momentos de humor liviano y ciertos guiños a temas actuales, Sonríe (Smile, 2022) presenta una historia que sabe mantener la tensión y jugar con nuestras mentes, en definitiva, cumple con las expectativas de ir a ver al cine una película de miedo.
Algo horrible ocurrirá Sonríe (Smile, 2022), debut en el campo del largometraje de Parker Finn, es una película entretenida y bastante digna que no se condice del todo con lo que prometían los trailers genéricos y muy poco imaginativos del caso, éstos sinceramente uno de los peores males del cine de terror -y de otros géneros duros, como los thrillers y el suspenso- de las últimas décadas porque se la pasan saboteando cada una de las faenas que supuestamente venden adelantando elementos cruciales de la trama, “quemando” los principales puntos de tensión visual o directamente las mejores escenas y sobreexplicando el parentesco de la película en cuestión desde lo tácito y en muchas ocasiones lo explícito a toda pompa, no vaya a ser cosa que no quede en evidencia en esos escasos minutos la filiación concreta del film como producto que corresponde a determinada categoría, grupo o linaje, aquí la de los fantasmas/ entidades/ maldiciones/ espíritus/ criaturas sobrenaturales que van desde aquellos espectros vengadores o psicópatas “por amor al arte” del J-Horror de fines del Siglo XX y principios del siguiente hasta las condenas en secuencia de impronta etérea símil Final Destination (2000), opus de James Wong, esquema en el que lo espantoso que no se ve o que se insinúa debería ser tan importante como eso que queda en primer plano frente a los espectadores. Basada en un corto de Finn, Laura Hasn’t Slept (2020), trabajo también disfrutable que le debía mucho más a A Nightmare on Elm Street (1984), de Wes Craven, que a las clarísimas influencias de Sonríe, léase el acervo artístico en general de Mike Flanagan, la mencionada Final Destination, It Follows (2014), de David Robert Mitchell, y The Ring (2002), remake de Gore Verbinski del neoclásico de Hideo Nakata, Ringu (1998), la película se centra en Rose Cotter (Sosie Bacon, nada menos que la hija de Kevin Bacon y Kyra Sedgwick, en parte similar a Barbara Hershey pero sin su sex appeal), una psiquiatra que atestigua cómo la protagonista de Laura Hasn’t Slept, Laura Weaver (Caitlin Stasey), se suicida adelante de ella cortándose el cuello, lo que genera una rauda maldición en la que una entidad maligna provoca alucinaciones a la víctima tomando el rostro de gente a su alrededor, sonriendo sin cesar y llevando al pobre iluso a matarse justo luego de ser poseído a último momento. Por supuesto que a Cotter casi nadie le cree, ni su jefe ni su prometido ni su hermana mayor ni su terapeuta, aunque sí una ex pareja que trabaja en la policía, Joel (Kyle Gallner), con quien descubre que todos los suicidados tuvieron un testigo que sigue la estela funesta, la cual a su vez sólo puede cortarse cuando se asesina a alguien con un tercero observando. Finn no innova en nada y se excede en la duración aunque sabe apuntalar la idea de que algo horrible ocurrirá y trabaja muy bien la puesta en escena con paciencia y jump scares sutiles y elegantes, además logra una actuación excelente de Bacon, aprovecha el latiguillo irónico de nuestra psiquiatra cayendo en la locura, nos regala un monstruo sin rostro y bien desarrollado y mantiene un tono narrativo severo que le permite explorar clichés del horror que asimismo son temáticas importantes en la vida de cualquiera, pensemos en la tragedia, la histeria, la investigación, el acoso, el ninguneo social, la soledad, la disyuntiva moral, el apego, la solidaridad y la batalla final con aquello tan temido o quizás evitado. El director y guionista también se hace un festín con otros dos de los estereotipos paradigmáticos del terror inmaterial, primero la confusión entre realidad y ficción, aquí mediante una Cotter que incluso parece haber matado a su gatito Mustache y haberlo envuelto como regalo para su sobrino, y segundo el trauma como alimento del mal y eje del contagio, todo en función de una Rose que dejó morir de sobredosis a su madre (Dora Kiss), mujer abusiva que se fue degradando mentalmente y que quedó al cuidado de una versión infantil de la protagonista (Meghan Brown Pratt) porque su hermana Holly (Gillian Zinser) abandonó la casa familiar. Si la pensamos en términos del terror reciente, Sonríe cae por debajo de otras propuestas interesantes como Barbarian (2022), de Zach Cregger, Pearl (2022), de Ti West, Nope (2022), de Jordan Peele, Speak No Evil (2022), de Christian Tafdrup, Men (2022), de Alex Garland, Prey (2022), de Dan Trachtenberg, The Black Phone (2021), de Scott Derrickson, y The Innocents (De Uskyldige, 2021), de Eskil Vogt, emparda a películas como Hellraiser (2022), de David Bruckner, Orphan: First Kill (2022), de William Brent Bell, y Beast (2022), de Baltasar Kormákur, y supera a productos muy decepcionantes como Deadstream (2022), de Joseph y Vanessa Winter, Bodies Bodies Bodies (2022), bazofia de Halina Reijn, Significant Other (2022), de Dan Berk y Robert Olsen, Watcher (2022), de Chloe Okuno, The Invitation (2022), mamarracho de Jessica M. Thompson, House of Darkness (2022), de Neil LaBute, Mr. Harrigan’s Phone (2022), de John Lee Hancock, y Jeepers Creepers: Reborn (2022), enorme basura de Timo Vuorensola. Espiritualmente cercana al horror por Internet, ese que va desde Slender Man (2018), de Sylvain White, pasa por Host (2020), de Rob Savage, y llega a Grimcutty (2022), de John Ross, Sonríe sobrepasa a esos bodrios y sin ser precisamente una joya por lo menos atrapa desde el inicio y no suelta a su público…
Sonríe es una de las mejores películas de terror del año, es original, da miedo y tiene un guion sólido. En el link la crítica escrita completa y la crítica radial, más informal, en versión de audio o de video. Smile es una de las mejores películas de terror del año, es una película interesante, original, y perturbadora que tiene varios sustos efectivos, y que mantiene la tensión durante todo el metraje. Además, los personajes están bien caracterizados, a uno le importa el destino de los mismos, y tiene una lógica impecable. La historia trata sobre una psiquiatra que recibe a una paciente, y está en su primera sesión se suicida en frente de ella de manera sangrienta, de esta forma le pasa una especie de maldición que va atormentando a las personas que la reciben, las cuales se suicidan antes de llegar a una semana de ver la muerte, estas siempre de manera trágica e impactante, y los testigos de estos hechos quedan con esa maldición, donde un demonio es como que los posee, y tiene una sonrisa perturbadora. La película hace acordar en algunos aspectos a The Ring, tiene un clima muy bien logrado, y es interesante ver como la protagonista va descendiendo hacia la locura, pero a la vez tratando de encontrar la forma de escapar de esto, y la película funciona en distintos niveles. Un uno de los filmes más interesantes de terror de 2022, que es obligatorio deber para los fans del género
Sonríe, el miedo solo está en tu imaginación. Sean bienvenidos a un espacio en donde habitan los trastornos más perturbadores. El debut como director de Parker Finn, también autor del cortometraje (bajo una premisa similar a la presente) titulado “Laura Hasn’t Sleeped”, augura un futuro prometedor. Sorteando el devenir de uno de los géneros más transitados y remanidos, el presente material otorga un resultado satisfactorio, a ojos de una audiencia acostumbrada a efectos de lo más predecibles. “Sonríe” se abre camino merced a dos vertientes sólidamente desarrolladas: tenemos, por un lado, la clásica historia de terror, sustos y fantasmas, y, por otro, una narrativa paralela que abre el diálogo hacia temáticas referentes al duelo y al trauma. La protagonista lleva una vida marcada por estigmas que van más allá de la mera maldición. En la línea de la reciente “It Follows” (2014), el temor sobrenatural aflora. Rostros en plano y contraplano precisamente elaborados aumentan la tensión en esta alegoría sobre las enfermedades mentales, creadora de ritmos, imágenes y sonoridades que consiguen incomodar con efectividad. Diecisiete millones de dólares acaba siendo un módico presupuesto para una obra cuya calidad visual no nos dejará indiferentes. En la fractura psíquica se filtra la más recóndita inseguridad.
Reseña emitida al aire en la radio.