Las invasiones imperialistas ya no son lo que eran Y aquí tenemos otra película chauvinista yanqui en la que una pandilla de adalides de la libertad -de mercado- se adentran en territorio hostil para doblegar a los bárbaros… más con bombardeos aéreos y demás artilugios tecnológicos de esa guerra teledirigida de la actualidad de las potencias del Primer Mundo que con verdaderos combates, ya sean cuerpo a cuerpo, con fusiles o de cualquier tipo. Más allá del hecho innegable de que Tropa de Héroes (12 Strong, 2018) es lúgubre y retrógrada a nivel ideológico porque desde el vamos se planta como una obra tan probélica como la también horrenda Más Fuerte que el Destino (Stronger, 2017), por poner sólo un ejemplo reciente, asimismo por momentos se abre camino en tanto una propuesta todavía más morosa y reiterativa que aquella en lo que atañe al campo narrativo, con una catarata de escenas que se repiten una y otra vez sin cambios. Todo el asunto se centra en la supuesta primera consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center y el Pentágono, léase el envío de doce milicos norteamericanos a Afganistán para unirse a un “señor de la guerra” local -un asalariado de la CIA- para atacar a los talibanes y controlar una ciudad estratégica. El líder de los payasos machistas es el Capitán Mitch Nelson (Chris Hemsworth) y el mandamás de los rebeldes autóctonos es el General Abdul Rashid Dostum (Navid Negahban), uno de los jerarcas de la Alianza del Norte que luchaba contra los talibanes al momento de la invasión imperialista de Estados Unidos y sus secuaces europeos. Resulta gracioso que la película pretenda ser un alegato patriotero estándar pero no pase nunca de las referencias a Rambo III (1988), un film igual de fascista que este aunque por lo menos mucho más entretenido. La primera mitad de los interminables 130 minutos de metraje es una larga serie de clichés del rubro con Nelson conmovido por los ataques en suelo yanqui y pidiendo comandar un pelotón (no faltan el negro, el latino, el que tiene cara de loquito, etc.), y la segunda parte ofrece algunas batallas sueltas intercaladas con una perorata vacua sobre las diferencias entre los norteamericanos y los afganos, esas que conducen a la esperable seudo amistad entre los dos jefes de la avanzada (las escenas de acción son caóticas y se resuelven con la rapidez con la que caen las bombas desde el cielo). El anodino realizador Nicolai Fuglsig, trabajando a su vez con un guión muy esquemático firmado por Ted Tally y Peter Craig, construye un derrotero sin originalidad, emociones fuertes ni desarrollo de personajes al punto de que uno como espectador pueda llegar a interesarse en el destino de los mismos. Como si se tratase de una versión hiper berreta del protagonista de Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962), a este tal Nelson no le va del todo bien ni con la diplomacia ni con la guerra, ni siquiera con este modelo actual de contienda basado en conflictos inventados y unilaterales en los que los oligarcas del poder político y militar disparan sus misiles desde la comodidad -y enorme cobardía- de sus despachos. Si bien Hemsworth resulta convincente y su presencia rescata a muchas secuencias del atolladero más pueril, el opus en su conjunto falla miserablemente en su idea de ponderar el desempeño de estos paparulos mediocres, engreídos y pusilánimes que a rasgos generales no hacen más que pasar coordenadas para los bombardeos desde la seguridad de peñascos alejados del enemigo, como si estuviesen santificados por la invencibilidad más maniquea y risible…
Un film bélico con buenas actuaciones, buenas batallas, pero no mucho más que eso.Si bien entretiene por el hecho histórico que cuenta, es demasiado extensa (130 minutos de proyección) para lo que narra, ya que si le quitamos las...
Con las Torres Gemelas no se jode ¿Alguno pensaba que había cierta letanía o descanso de las películas pro bélicas yankies, donde resulta evidente que tras la idea de patriotismo y heroicidad se oculta la verdadera cáscara de una idiosincrasia imperialista? Malas noticias amigos, este tipo de sub producto se seguirá estrenando; seguirá cosechando admiradores en todo el planeta y el patetismo del entretenimiento que hace de la destrucción y la muerte una estética peligrosa seguirá también perdurando, mientras los paradigmas no se derrumben a la par de la realidad. Tropa de héroes arranca como la respuesta al 11 de Septiembre donde un grupo de soldados norteamericanos se cargan a medio Al Qaeda gracias al apoyo de Afganos aliados, fuego amigo y la tecnología bélica del Tío Sam. Nada de héroes de piel y hueso, sino monigotes camuflados que gritan libertad a paso redoblado. Tampoco el despliegue de producción justifica un apunte especial. Ningún personaje con su historia civil conmueve más allá de los clichés del deber antes que la familia. No hay escenas de carácter violento al extremo más que la que se puede encontrar en cualquier serie con menos presupuesto. Queda claro que la estrategia de ganar guerras en el cine antes que en el campo de batalla -como ocurriese con Vietnam- es una nueva forma de vender los errores y arrogancias de un país que dice defender a los débiles en cualquier lugar del mundo pero que a la larga necesita de ellos para ese pequeño gran negocio llamado guerra.
La propaganda le ganó al cine 12 Strong o Tropa de héroes (denominada así para Hispanoamérica) es una película del dinamarqués Nicolai Fuglsig. La misma está basada en un libro escrito por Doug Stanton con el mismo nombre. La historia -real- da lugar después de la caída de las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001 en Nueva York). A partir de semejante acontecimiento, Estados Unidos decide poner hombres en el frente de ataque para eliminar a las fuerzas talibanes en territorio de Afganistán. Un grupo de 12 soldados serán los encargados de dar el primer golpe con todas las de perder. El equipo lo encabeza el Capitán Mitch Nelson (Chris Hermsworth, conocido por interpretar a Thor), seguido de Hal Spencer (Michael Shannon). Esta tropa se une a una Alianza del Norte bastante precaria, donde todavía pelean cuerpo a cuerpo, usando caballos y la tecnología más insólita. En un horrendo discurso típico de las películas bélicas estadounidenses de “hay que matar a los malos, nosotros somos buenos”, ni el Capitán Mitch -ni nadie en los 130 minutos- se plantea el derrumbe de las torres, sino que busca “venganza” por su patria. No solo el largometraje es innecesariamente extenso, sino que la narración se vuelve sumamente aburrida. En ningún momento se crea empatía con los personajes, lo que no logra sentimientos entrelazados con el espectador. El guion tiene huecos argumentativos, donde se contradice en varias ocasiones. La fotografía y el sonido (fundamental en films bélicos) no se destacan. Tampoco hace un buen trabajo el equipo actoral (excepto por Michael Shannon). Es increíble que con semejante presupuesto no puedan crear algo de calidad.
Hubo un momento –en realidad varios, pero aquí nos interesa uno- extraño en la última entrega de los premios Oscar. Entre tanto palabrerío a favor de las mujeres y cuanta minoría exista, la Academia de Hollywood dispuso uno homenaje a las películas bélicas dedicado a “los hombres y las mujeres de nuestras fuerzas armadas”. A ellos también, aunque no se aclare, parece apuntar Tropa de héroes. Clásica producción bélica con la huella patriotera del productor Jerry Bruckheimer, la película recrea una de las primeras misiones militares estadounidenses en Afganistán después del 11-S, ocurrida cuando un grupo de doce soldados, encabezados por el Capitán Mitch Nelson (Chris “Thor” Hemsworth), partió de la base de Uzbekistán con el objetivo de destruir a una milicia enemiga ubicada en pleno corazón del dominio talibán. Y hasta allí llegarán los doce fuertes del título original, no sin antes arrasar con cuanto hombre con turbante se les cruce en el camino y monologar en los tiempos libres sobre las bondades de la libertad y la Democracia. Película maniquea con buenos inexorablemente buenos y malos muy, pero muy malos, Tropa de héroes tiene, eso sí, escenas bélicas muy logradas, filmadas con sobriedad y solvencia, ideales para que Trump piense, al menos por un rato, en reconciliarse con Hollywood.
Producida por una verdadera estrella del medio Jerry Bruckheimer, es una película bélica con todas sus convenciones y lugares comunes, con elementos de western, humor machista y heroico, para mostrar un hecho poco conocido. Se basa en el libro de Doug Stanton, “Horse Soldiers”. En un operativo que tiene mucho de improvisado y absurdo: Después del atentado de las Torres en Nueva York, un grupo de boinas verdes son mandados a Afganistán como primer respuesta improvisada, son doce hombres que no tienen ni idea del terreno, ni saben diferenciar aliados y enemigos, que deben contactarse con un general amigo y derrotar a una fuerza de los talibanes, muy bien pertrechada. Los norteamericanos no saben ni andar a caballo, salvo el líder, que si bien nunca estuvo en combate, se crió en un rancho. Apoyados por la fuerza aérea y con su propio esfuerzo logran una victoria que, luego a su regreso, fue poco reconocida. El tono en general es de valientes soldados que nada cuestionan contra un jefe talibán que además de atacar, mata mujeres, estudiantes, y se transforma en imagen como el mismo demonio. Dicho esto, para los amantes de los filmes bélicos, hay que reconocer la pericia del director Nicolai Fuglsig para filmar y diseñar las escenas de acción con mucha pericia. Y en el elenco esta correcto Chris Hemsworth lejos del dios vikingo, muy bien el siempre talentoso Michael Shannon, Michael Peña y Trevate Rhodes. Técnicamente impecable, todo el tiempo obvia, ideológicamente convencional.
Es un western, rodado en Medio Oriente. Tropa de héroes es un western en las montañas de Afganistán, donde la docena de soldados estadounidenses, que fueron los primeros en pisar esas tierras tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, libraron batalla desigual con los talibanes y Al Qaeda. Por supuesto que si el título de la película nos habla de héroes, esto ya es una suerte de spoiler. El filme de Nicolai Fuglsig, de abundantes logros en el cine publicitario, producido por Jerry Bruckheimer, es un vendaval de acción. La trama es otra historia, ya que está plagada de clisés -el soldado herido que, por todos los medios y más, debe ser rescatado; actos de extrema solidaridad y arrojo y valentía; una puntería increíble de los estadounidenses e inconcebiblemente deficiente de los malos-. El team comandado por el personaje que interpreta Chris Hemsworth, que anda por la vida sin el martillo de Thor, pero es certero a la hora de pegar un tiro, es ayudado en territorio ajeno por una “tribu” de locales que desconfían un tanto de los americanos. Pero hay una lucha fratricida entre distintos grupos étnicos, algunos porque quieren ser ellos los que eliminen a los malos, y alguno que tiene una cuenta pendiente personal con el satánico y perverso líder. Este es un punto: cuando no está masacrando a quien enseña a sus pequeñas alumnas, suele escaparse cuando las papas queman. Una suerte de Jafar de Aladdin, pero sin humor. Hemsworth está muy bien acompañado en el frente de batalla con dos experimentados, como Michael Shannon (el malvado de La forma del agua) y Michael Peña, que suele ser el personaje secundario latino, a veces de buen corazón, a veces pérfido. Adivinen qué rol le toca jugar aquí al actor de Escándalo americano y En la mira.
Repleta de lugares comunes, la historia real del grupo de fuerzas especiales, el primero en emprender una misión en Afganistán tras el 11 de Septiembre, contiene escenas y diálogos que son la definición del cliché hollywoodense. Sin embargo, el film tiene algunos elementos atractivos: uno de ellos es la construcción del protagonista, el capitán interpretado por Chris Hemsworth, presentado como un hombre cuyas armas son su inteligencia y su capacidad discursiva. Esto lo hace un tipo de héroe de acción distinto y le otorga originalidad a esta película que no ofrece demasiada reflexión sobre la guerra, pero sí buenas secuencias de acción.
Viva la patria A lo largo de los años, el cine bélico ha sabido contar historias que representen un tema en específico: definir la palabra patriotismo. Este es el caso de Tropa de héroes (12 strong, 2018), un film que tiene en el desarrollo de dicho término su único objetivo. El diccionario explica que el patriotismo es un pensamiento que vincula a un individuo con su patria. Es el sentimiento que tiene un ser humano por la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por unos determinados valores, afectos, cultura e historia. Es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o también a una nación. Sin embargo el director Nicolai Fuglsig quiere tener una nueva explicación a esta palabra. El film relata que tras los atentados del 11 de septiembre un equipo de fuerzas especiales de la CIA, liderado por su capitán (Chris Hemsworth), es enviado a Afganistán para desmantelar a los talibanes. Tras conseguir introducirse en secreto en el país, deben perseguir cabalgando al enemigo por el montañoso terreno e intentar capturar a Mazar-i-Sharif. Pero pronto se ven sobrepasados en número y envueltos en una peligrosa situación, con sus vidas corriendo un grave peligro. Si, así es la típica película donde Estados Unidos sale a resaltar su ego de heroísmo, donde ellos creen que lo pueden todo. La dirección y actuación de los protagonistas son para destacar, sin embargo el guion refleja una clara publicidad a las fuerzas miliares de un país que de a poco se va creyendo el dueño del mundo. El espectador puede llegar a impactarse cuando sepa que esas imágenes vistas en la sala de cine pertenecen a la realidad. Sin embargo será muy raro que tenga una afinidad con los protagonistas -en todo caso a la distancia- por la poca simpatía que genera la cinta de Fuglsig salvo que comparta la nacionalidad norteamericana. Tropa de héroes intenta reforzar el patriotismo, es decir, contar que los yanquis son los buenos y sus valores morales correctos, y que el mundo debe ser como ellos. Y quién no esté a favor del “Tio Sam”, es el villano de la historia.
Tropa de Héroes: No todos los héroes reciben medallas. Nicolai Fuglsig nos trae una historia bélica que nos enseña sobre el honor, el compañerismo y la perseverancia. “Si te marchas serás un cobarde, si te quedas serás nuestro enemigo.” Basada en la historia de doce soldados de Fuerzas Especiales y adaptada del libro Soldados a caballo: una extraordinaria historia de guerra del siglo XXI ,escrito por Doug Stanton, Tropa de Heroés nos transporta unas semanas luego del trágico atentado del once de septiembre. Un equipo de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, liderados por su capitán, Mitch Nelson (Chris Hermsword), es elegido como la primera tropa que deberá viajar a Afganistán para una misión peligrosa. Allí, deben convencer al general Rashid Dostum (David Neghaban) de unir fuerzas para derrotar a sus adversarios, los talibanes y sus aliados de Al Qaeda. Esta película expone las dos caras de la guerra: las dificultades que vivieron estos doce soldados mientras estaban en batalla, y la horrenda realidad en la que se encontraba el territorio afgano y el terror por el que pasaba su población día a día. Además, también nos deja ver la perspectiva y situación de las familias de los soldados. Se sostiene de una buena base, hechos históricos y sabe trasvasarse a la pantalla de manera satisfactoria. En otro orden de cosas, las actuaciones son muy sólidas y el elenco, excelente. Los personajes están muy bien construidos y representados. Asimismo, se relata la historia de cada uno, pero sin alejarse del concepto de grupo o conjunto que transmite la película. Por lo que se refiere a música, las composiciones de Lorne Balfe (Inception, Sherlock Holmes: a Game of Shadows) les dan un toque épico a las escenas más importantes y mantienen al espectador centrado en la acción. Por otra parte, uno de los conceptos principales de la trama es el desarrollo de vínculos en situaciones críticas. Aquí nos enseñan que se deben dejar los prejuicios de lado, trabajar en equipo y adaptarse a cualquier condición para salir con vida. En conclusión, a pesar de que este filme puede llegar a verse como el típico filme de guerra, Tropa de Héroes nos regala una historia de valentía, honor y compañerismo. Con buena música, elenco excelente y nos da a conocer la valentía de aquellos que dieron su vida por su país.
CABALLO DE GUERRA Otra de yanquis salvando al mundo occidental..., ¿y van? Si vieron la pasada entrega de los premios Oscar (y ese montaje tan innecesario), entienden que los yanquis tienen un mambo importante con las guerras, los veteranos y el patriotismo, sin importar el tiempo o el espacio. Nadie discute el coraje de estos hombres y mujeres en el campo de batalla, pero el cine (sea de la latitud que sea) poco y nada se detiene a analizar los verdaderos efectos y consecuencias de semejantes conflictos armados. Claro que hay grandes excepciones, pero no es el caso de “Tropa de Héroes” (12 Strong, 2018), una historia basada en hechos reales que intenta buscar el equilibrio entre las partes… aunque mucho no le sale. La película del casi debutante Nicolai Fuglsig nos mete de lleno en los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, y las acciones inmediatas que tomó la milicia estadounidense contra Al Qaeda y los talibanes para evitar nuevos ataques en suelo norteamericano. Acá, un grupo de operativos de las fuerzas especiales súper entrenados, liderados por el inexperto capitán Mitch Nelson (Chris Hemsworth), deben infiltrarse en Afganistán y hacer equipo con un señor de la guerra local –el general Dostum (Navid Negahban)- para atacar algunas ciudades puntuales donde se esconde el enemigo. Ninguno confía en el otro, ambos tienen sus motivaciones, pero también se necesitan para cumplir sus objetivos. Los doce hombres del ejército norteamericano tienen que cumplir la peligrosa misión en apenas tres semanas, después el clima invernal se va a poner demasiado crudo e intenso, impidiendo su paso por las montañas. Nelson les hace esta proposición a sus superiores, confiadísimo de sus hombres y sus tácticas, además de la promesa de volver a casa sano y salvo. Dicen que las primeras impresiones son las que más cuentan, y Nelson no deja la mejor ante el general afgano. Igual, emprende la tarea con apenas seis hombres y el ejército de Dostum, “a caballo” por los complicados paisajes de la zona. Al parecer, esta es la única manera de llegar a territorio enemigo, una opción que Nelson no tuvo en cuenta a la hora de hacer sus planes. Lo que sigue son una serie de enfrentamientos con las huestes de Mullah Razzan, líder militar talibán y un verdadero déspota a los ojos de Dostum. El objetivo final es la ciudad de Mazar-i Sharif, que también está en la mira de otros señores de la guerra, rivales de Dostum que podrían poner en riesgo la cooperación con los norteamericanos. Todo es acción, explosiones y bastante violencia explícita. Ah, y no nos olvidemos de los pobres equinos que no le huyen ni a las bombas ni a las balas (¿?). Fuglsig intenta dejar espacio para algunas reflexiones sobre la vida en Medio Oriente en contraposición con el “american way of life”, pero sus puntos más interesantes se pierden entre el constante patriotismo de Chris Hemsworth y el sacrificio del afgano como si no existieran puntos intermedios. Es fácil identificar a los “buenos” y a los “malos” de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, después todo se vuelve nebuloso, y más arraigado a cuestiones políticas que a “defender al mundo de la tiranía” y esas cosas. El cine y la TV casi siempre nos devuelven estereotipos a la hora de hablar de terrorismo y los conflictos de Medio Oriente. “Tropa de Héroes” no aporta mucho a la discusión reflexiva, pero Negahban logra conmover (por momentos) con su postura en esta guerra –más interna que externa- que parece eterna. Después todo cae en lugares comunes, heroísmo y momentos con golpe de efecto que ya hemos visto en otras películas como “Vivir al Límite” (The Hurt Locker, 2009). La narración se diluye en acción desenfrenada, bien filmada sí, pero totalmente vacía de sustancia. Al final todo es ‘buenos contra malos’, y una victoria triunfante. Victoria que no le puso freno a los ataques terroristas, ni a la guerra que estaba comenzando. “Tropa de Héroes” recopila una de esas tantas misiones secretas que no pueden darse a conocer hasta que pasa determinado tiempo. Hoy, los doce oficiales involucrados tienen su monumento como tantos otros miembros de la “montada”, pero en algún momento de la película, Fuglsig se olvida de los caballos por completo. “Tropa de Héroes” no exuda el patriotismo infumable de Michael Bay, pero no se aleja demasiado con la mirada constante del productor Jerry Bruckheimer. En definitiva, termina siendo una película bélica de súper acción con un gran elenco a la cabeza (sumemos a Michael Shannon y Michael Peña haciendo de buenos tipos), con reflexiones de manual y más de dos horas de insurgentes volando por los aires. Esto ya lo vimos, una y mil veces; la diferencia es el “basado en hechos reales” y ese atisbo de tratar de empatizar con el otro. Una película 100% masculina y recargada de testosterona (como si a estos soldados no se les permitiera expresar ningún sentimiento), donde a las mujeres sólo les queda el rol de esposas abnegadas que esperan el regreso de sus maridos, o aún peor, las pobres musulmanas asesinadas por transgredir alguna ley estúpida, que sirven de “ejemplo” para demostrar que estos tipos son unos salvajes. Ciertas cosas podemos deducirlas por nosotros mismos, el problema siempre es el punto de vista, en este caso, presentado desde el lugar de los “ganadores”. LO MEJOR: - El despliegue visual. - Michael Shannon hace de buen tipo. LO PEOR: - Esa veta patriótica que no se puede evitar. - Una historia con pocas reflexiones. - Aunque lo intenta, no puede evitar los lugares comunes.
El título 12 Strong dice mucho sobre esta película de Nicolai Fuglsig (Exfil). En un principio se llamaba Horse Soldiers, igual que la novela en la que se basa, con lo que se abrazaba el aspecto original de una guerra harto conocida. El que se lo haya hecho a un lado para optar por una denominación tan genérica -digamos que podría aplicarse para un drama deportivo y nadie notaría la diferencia-, termina por relegar el único elemento de distinción a un segundo plano, con lo que ya desde su nombre nos informa ante qué tipo de proyecto estamos. Uno bélico que resalta el valor de las tropas norteamericanas ante la adversidad, pero que no logra distinguirse de entre otros tantos films del género que han surgido en los últimos años, aun cuando el foco está puesto en una situación de la que no se tenían referencias de la Guerra de Afganistán.
¿Cuántas películas más llegarán este año con una impronta pro yanqui? ¿Cuántos discursos narrados con grandilocuencia y sin sentido cinematográfico vamos a tener que seguir soportando? “Tropa de Héroes” es la nueva apuesta a un género que en los últimos años sólo sabe levantar la bandera bien alto para adoctrinar, en vez de construir relatos enfocados en el trabajo en equipo, el esfuerzo, la vocación y la pasión por lo que se hace. Protagonizada por Chris Hemsworth como el líder de una misión secreta que buscaba neutralizar los agrupamientos talibanes radicalizados en Afganistán post atentado de 2011, la película intenta presentarse como una puesta al día de fábulas redentoras, pero construye en realidad un panfleto que en ningún momento emociona o trasciende lo elemental de su trama. Acá, este líder, primero debe presentarse ante el resto como un ser plausible de dirigir y accionar por sí solo, algo que aquellos que estaban más arriba, ora por su corta edad, ora por sus capacidades para transmitir ideas de manera correcta (errónea) o, tal vez, por su aspecto, no creían posible. Una vez superada esa primera etapa de choque y contraste con los mandos más elevados, pero también de configuración del universo de los soldados (hijos, mujeres, abandonados por la decisión de enlistarse y cumplir con el deber moral del soldado) el director danés Nicolas Fuglsig, no logra, aún contando con un gran elenco, empatizar con los soldados y con la historia que cuenta, y mucho menos, comprender que es para el público para quien debe construir el relato. “Tropa de héroes” no es heroica, al contrario, es un panfleto que suma en el intento de adoctrinar jóvenes y conseguir adeptos a un régimen, que aún hoy en día se cree el número uno del mundo, y que sigue sin ver más allá de las fronteras. O ve, pero deseando ocultar su visibilidad con un muro cada vez más grande, pasando por encima de derechos y formación en límites como el de la frontera con México, un no lugar que crece a fuerza de cada discurso oficial. El principal, y grave para la película, problema, radica en la frialdad con la que se exponen los hechos, algo que con sólo modificar el punto de vista, o el eje desde dónde se narraba, podría haber suavizado la obviedad con la que se urdió todo. Si será tan obvio y frío, que Chris Hemsworth en la película tiene una mujer y una hija, a quienes deja para cumplir con su misión secreta y con su pasión, Elsa Pataky, mujer del actor en la vida real, hace también de esposa en la ficción. La poca química entre ambos en la pantalla es inobjetable. ¿Cómo hace un pareja en la vida real para interpretar a un matrimonio y no poder conseguir química? “Tropa de héroes” pelea en el ranking de pancartas con otra película reciente de un director que se ha permitido construir relatos cada vez más pro América, Clint Eastwood, aquella del tren a París protagonizada por los verdaderos sobrevivientes al ataque del tren del título. Resumiendo, si quieren ir a ver una película que sólo puede configurar un relato unidireccional e inequívoco sobre la guerra, “Tropa de héroes” es su film. Aquellos que deseen encontrarse con una propuesta bélica, magnánima y potente, entonces deberán esperar a otra película, la que, seguramente, en breve llegará a las salas.
Sin la necesidad de caer en cuestionamientos ideológicos sobre la guerra de Afganistán, Tropa de Héroes nos presenta un relato bélico visto y masticado mil veces, que no lo diferencia en nada de los otros cientos de films pro-guerra que salen año a año. Tropa de Héroes (12 Strong) está basada en una novela de no-ficción Horse Soldiers, de Doug Stanton. Dicho libro cuenta la historia real, que se mantuvo clasificada durante años, del grupo de fuerzas especiales que arribó en Afganistán inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 para capturar un punto estratégico y facilitar la llegada de las tropas americanas. Estos doce hombres tuvieron que trabajar codo a codo con los caudillos afganos de la Alianza del Norte y la Fuerza Aérea Norteamericana para avanzar en Afganistán y hacer retroceder al ejército talibán. Los estrategas militares más optimistas aseguraban que la operación llevaría más de un año en concretarse, pero los soldados a caballo lograron su objetivo en menos de un mes. El Capitán Mitch Nelson (Chris Hemsworth) está en plena mudanza cuando ve en las noticias como dos aviones se estrellan contra el World Trade Center. Inmediatamente se ofrece como voluntario para liderar una fuerza especial que será enviada a Afganistán. El Suboficial Hal Spencer (Michael Shannon) está cerca de retirarse del servicio activo, pero solicita ser asignado a esta última misión. Junto a ellos se encuentran los Sargentos Sam Diller (Michael Peña) y Ben Milo (Trevante Rhodes) y otros ocho soldados, ellos serán la primera tropa norteamericana destinada a contraatacar a los talibanes. Este pequeño grupo de 12 hombres deberá enfrentarse a la totalidad del ejército extremista islámico, pero no estarán solos para esta tarea. Contarán con el apoyo del General Abdul Rashid Dostum (Navid Negahban), un militar afgano que hace años viene luchando contra los talibanes. Para movilizarse en un terreno tan inhóspito los soldados deberán avanzar a caballo. No hay necesidad de ahondar en el “discurso” de la película y su visión pro-guerra que en ningún momento se atreve a cuestionar las verdaderas motivaciones de Estados Unidos en la guerra, sino que nos muestra un grupo de soldados de sangre caliente obsesionados con el deber y alimentados con cantidades industriales de patriotismo, buscando venganza contra los que atacaron a su nación. Hemsworth cumple en su rol de líder militar y en ningún momento le pesa el protagónico, los secundarios acompañan bien (aunque Michael Peña y Michael Shannon se sienten bastante desaprovechados) y aprueban con lo justo. La cinematografía es correcta y las escenas de acción están dirigidas mas o menos bien, aunque todas se sienten bastante iguales. Pese a lo único de la premisa (la imagen de soldados a caballo disparando ametralladoras tiene una cualidad extrañamente majestuosa) uno siente que esta historia ya fue contada muchas veces antes por gente mucho más talentosa y de mejor manera. La extensión de la película tampoco ayuda, a lo largo de sus casi 130 minutos conocemos muy poco a nuestros protagonistas, así que no nos importa mucho lo que les pase. Además, la mayoría de las escenas de acción que suceden durante la primera mitad del film están completamente desprovistas de cualquier tipo de emoción genuina. Literalmente, todo lo que los personajes hacen es vociferar coordenadas a un teléfono y esperar que llegue el ataque aéreo desde una montaña a lo lejos. Tropa de Héroes termina redondeando un espectáculo apenas competente, hace lo justo y necesario para no ser una película mala y mantener al espectador entretenido por momentos, pero no mucho más que eso.
En el 2001 Jerry Bruckheimer fue responsable de producir La caída del Halcón Negro, esa gran obra de Ridley Scott, que sobresalió entre las mejores películas bélicas estrenadas en la primera década del siglo 21. Tras desarrollar numerosos proyectos para Disney en los últimos años, Bruckheimer regresa al género con una nueva propuesta que difícilmente quedará en el recuerdo. Nos encontramos ante una película que aborda la guerra de un modo bastante optimista y cuando llega a su conclusión parecería que Estados Unidos resolvió todo el conflicto de Oriente Medio en un solo combate, cuando es un tema que sigue vigente. La premisa del argumento es atractiva y gira en torno a la misión de lo que fue la primera unidad de soldados norteamericanos que enfrentaron a los talibanes en Afganistán, un mes después de los atentados de 11 de Septiembre. Superados por un número mayor de enemigos los soldados estadounidenses terminaron involucrados en primitivos combates a caballos, que es una particularidad que hizo popular a este caso y no en vano esta cuestión se retrató en los pósters del film. La historia de la primera campaña militar contra los talibanes recién se hizo púbica en el 2010 y la verdad que es muy interesante por el caos político de la región. Sin embargo, el tratamiento cinematográfico en la dirección es lo que tira abajo esta película. Bruckheimer delegó la realización en el debutante Nicolai Fulgsig, quien se hizo conocido en el campo publicitario por un famoso comercial de Sony Bravia que incluía 250 mil pelotas de colores. En Tropas de héroes presenta una película bastante ordinaria y aburrida que no tienen tanta acción como se muestra en los avances y se centra más en la organización de los procedimientos militares. Durante la primera hora no pasa gran cosa y el director inserta tiroteos genéricos que luego se vuelven redundantes y carecen de tensión. En el último tiempo pudimos ver obras bélicas que presentaban secuencias de acción intensas, como la miniserie de Steven Spielberg, The Pacific, la excelente obra de Peter Berg, El sobreviviente, 13 horas (Michael Bay), Hasta el último hombre (Mel Gibson) y más recientemente Dunkerke que al menos manejaban mejor el suspenso. A lo largo del conflicto esta película en ningún momento transmite la sensación que los personajes se encuentren en peligro, cuando en la vida real estaban en una situación complicada. Por otra parte, Fulgsig desperdicia criminalmente a tremendos actores como Michael Shannon y Michael Peña que no aportan demasiado. Un actor desconocido podía haber interpretado cualquiera de esos personajes y esta producción no se alteraba en absoluto. Chris Hemsworth es la figura que se carga en sus hombros el film y logra sacarlo adelante con un trabajo decente. Recién en los 15 minutos finales aparecen las grandes secuencias de acción que se muestran en los trailers, con los talibanes que mueren como si fueran personajes de un video juego. Tropa de héroes no es una película mala, pero frente a los últimos estrenos que se conocieron en este género resulta una producción televisiva de los años ´90.
Tropa de héroes, de Nicolai Fuglsig Por Jorge Bernárdez En una ceremonia más bien anodina y atravesada por el exceso de corrección política, el único momento sorpresivo de los premios Oscar para muchos resultó ser el de un compilado de películas de guerra que terminó con un agradecimiento a las tropas que han sido la salvaguarda de la vida y de la libertad en distintas regiones del planeta. Cuac. No fue eso de manera textual lo que se dijo, pero fue el sentimiento de ese segmento. Unos minutos en los que se juntaron imágenes de distintas películas de guerra de las cuales muchas fueron netamente de propaganda y otras, de feroz crítica a la idea de la presencia imperial en distintos rincones del planeta. Tropa de héroes pertenece a ese grupo de relatos que resalta situaciones de marcada heroísmo que posiblemente provoque la indignación de cierto público, pero digamos que si bien glorifica el espíritu guerrero de los Estados Unidos, aún así está lejos de ser Los boinas verdes o alguno de esos bodrios señeros. Luego del ataque a las Torres Gemelas en 2001, ataque que la película se encarga de aclarar que no fue más que la frutilla del postre de una escalada de Al Queda, el gobierno de los Estados Unidos se lanzó a responder rápidamente aquella agresión. Lo que se ve en Tropa de héroes es ni más ni menos que la primera incursión de un grupo de soldados con el apoyo de la CIA para sacar a Bin Laden y a su gente de Afganistán. Fue una misión casi suicida que terminó siendo una de las acciones de guerra más reconocida por los manuales militares, una derrota que Al Queda tomó como la peor que había sufrido hasta ese momento y terminó por asegurarle a sus participantes un monumento en la zona donde supieron estar la Torres Gemelas. La película tiene una alto nivel de producción y todos están muy bien, aunque algunas cosas suenen a cliché remanido, pero no creo que a quienes les gusta el cine bélico renieguen mucho de los lugares comunes. De todas maneras hay alusiones todo el tiempo a la zona en conflicto como “la tumba de varios imperios” y lo que la película ensalza más que la lucha de los Estados Unidos contra los grupos terroristas es cierta hermandad guerrera de aquellos que se juntan en un frente de batalla y eso es porque la tropa de élite que llevó adelante aquella misión, contó con el apoyo de elementos locales. No es lo que se dice una gran film pero si les gusta la acción y no tienen la indignación flor de piel por los mensajes triunfalista, esta es la historia indicada. Por el contrario, si duda de todo y tiende a sentir cierta empatía por las regiones que parecen que nunca hayan sido otra cosa que territorios devastados, ni se moleste. TROPA DE HÉROES Tropa de Héroes. 12 Strong, Estados Unidos, 2018. Dirección: Nicolai Fuglsig. Guión: Ted Tally y Peter Craig. Intérpretes: Chris Hemsworth, Navid Negahban, Michael Shannon, Michael Peña, Trevante Rhodes, Geoff Stults, Thad Luckinbill, Austin Hébert, Austin Stowell, Ben O’Toole. Producción: Jerry Bruckheimer, Thad Luckinbill, Trent Luckinbill y Molly Smith. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 130 minutos.
Celebración de las barras y estrellas Hace poco, el crítico y director Nicolás Prividera publicó un texto en el sitio Conlosojosabiertos.com en el que señalaba al punto de vista como la principal razón de la fría recepción estadounidense de Detroit. “No se trata sólo de que los guardianes del orden son ahora los villanos, sino de que sus víctimas son aquí los héroes”, escribió el responsable de M y Tierra de los padres, para luego afirmar que lo que más molesta de la recreación de Kathryn Bigelow de los disturbios raciales y la represión policial en 1967 en esa ciudad es “que la crudeza ya no se aplica a los terroristas, sino que el trabajo represivo está exento de toda nobleza”. Como para corregir esa bienvenida subversión, Tropa de héroes advierte desde su título que se inscribe en el largo linaje de relatos en los que la valentía, el compañerismo, la nobleza y el amor por la patria, la familia, la libertad y la democracia vuelven a vestir uniforme. Y no cualquier uniforme, sino el verde fajina de las Fuerzas Especiales estadounidenses. Pensada para la contemplación embelesada de Trump y Homero Simpson, Tropa de héroes tiene su principal problema no en su carácter patriotero –de ninguna película, per se, lo es–, sino en la tenacidad burda y subrayada para poner los elementos del relato al servicio de esa hipótesis, clausurando cualquier interpretación distinta a la de los guionistas. Acá los doce muchachos “fuertes” del título original se meten en el desierto afgano a dispararle a cualquier cosa con turbante porque ellos, la inmensa otredad que para Hollywood son los talibán, se lo buscaron poniendo una bomba en el Word Trade Center en 1993 y derribando las Torres Gemelas en 2001, tal como marca la secuencia de apertura. Tan malos son que, en un clásico ejemplo de la parte por el todo, el único “enemigo” que abre la boca lo hace para ordenar la ejecución de una mujer acusada de enseñarle a leer a una chica de ocho años. Las imágenes del 11-S son la mecha que enciende el motor beligerante del Capitán Mitch Nelson (Chris “Thor” Hemsworth), quien regresa a la base para ponerse al servicio del Tío Sam no sin antes prometerle a su familia que va a volver, como para que quede claro que aun matando se puede tener sentimientos. Eso sí, siempre y cuando uno sea rubio y de ojos claros, porque todo el resto en esta película merece morir. Instalado en Medio Oriente, junto a su grupo será el responsable de liderar la primera incursión militar destruyendo una reserva miliciana. Deberán ir a caballo, como en los viejos tiempos, porque los talibán, malos pero no estúpidos, eligieron un lugar de difícil acceso. El largo periplo será la excusa para esta road movie mechada con escenas de acción, nobleza obliga, filmadas con solvencia y claridad espacial. El resto es una celebración del poder de fuego norteamericano más obvia que la de la última ceremonia del Oscar, cuando entre tanto discursito progre a favor de las mujeres, los negros, los latinos y los dreamers la Academia coló un homenaje a las películas bélicas dedicado “a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas”.
Quizás quede un poco desfasado el estreno de Tropa de héroes, una película que viene a glorificar el accionar de un grupo de soldados que llega a tierras afganas días después del ataque a las Torres Gemelas, con el objetivo de contraatacar y tomar Mazar-i-Sharif, el principal nido talibán. Más allá de su cuestionable punto de vista y de que huele a producción institucional-propagandística, la película dirigida por Nicolai Fuglsig (que bien podría tratarse de un testaferro cinematográfico de Clint Eastwood) es interesante porque apuesta por la acción más directa y contundente, y por la elaboración de escenas potentes y secuencias de combate bien aceitadas. Es justamente esta apuesta por el entretenimiento efectivo lo que la convierte en un intenso y atrapante filme bélico. Tropa de héroes cuenta la historia del primer equipo de las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos que viaja a Afganistán después del 11 de septiembre de 2001 para controlar Mazar-i-Sharif. Bajo el liderazgo del capitán Mitch Nelson, interpretado por Chris Hemsworth, el equipo debe trabajar con un caudillo afgano, el general Dostum (Navid Negahban), para derrotar a los talibanes y empezar a borrar a Al Qaeda de Afganistán. Entre los actores más reconocidos se encuentran también Michael Shannon (cuyo papel está desperdiciado) y Michael Peña, que no logra transmitir su gracia habitual. Los 12 soldados del título original (12 Strong) fueron los primeros en adentrarse en tierra talibán y empezar la guerra. Pero la particularidad de la hazaña militar fue el escaso número de hombres con el que contaban para una batalla sumamente arriesgada y difícil. Y no sólo eran pocos en número sino que además se encontraban en desventajas armamentísticas: fue un enfrentamiento entre soldados a caballo contra tanques de guerra, ametralladoras y misiles talibanes. La otra virtud de la película es que no se queda con la bajada de línea típica de las producciones patrioteras sino que, como el cine norteamericano más épico, se encarga de resaltar el heroísmo de los soldados, que en tres semanas resuelven el primer paso de la guerra en medio oriente. Es cierto, Tropa de héroes es demasiado favorable al ejército de los Estados Unidos. Pero lo que predomina, y se destaca, es la contundencia y el pulso de las escenas en el campo de batalla, y cómo el director se toma su tiempo para que sus personajes desarrollen la misión a medida que avanzan en terreno desconocido. El triunfalismo heroico del cine norteamericano parece una obligación. Y esta no es la excepción.
Sin novedad en el frente. Luego de unos Oscar teñidos de una corrección política asquerosa, era menester una buena dosis de indecencia que nos sacudiera la modorra, o como mínimo la monotonía. Que al fin y al cabo esto es arte y entretenimiento y no los Nobel de la Paz, vamos. Tropa de Héroes se postulaba óptima: apenas acaecido el 11/9, un batallón de soldados superpatriotas parte para Afganistán con ánimo de reventarlo todo. O sea, una de Liam Neeson enojado pero por docena, con venganza a la carta y un poco de acción en plan fascistoide. No hablamos ya de una Los Indestructibles –cuya felicidad réproba es innegable–, pero quién sabe. Sin embargo, la película arruina toda esperanza con dos pecados mortales en un soldado o un pelotón: la cobardía y la indecisión. Si bien el film establece desde el vamos su no disimulado belicismo, no asume jamás los riesgos de su apuesta, de entretener aunque sea durante dos horas suspendiendo la moralidad del espectador. Lo que la convierte aún más en belicista, o en belicista y nada más.En una escena inicial hay toda una declaración de principios: el personaje de Michael Peña se despide de la mujer y quiere coger porque “tiene dos horas” (vaya comienzo hubiera sido), a lo que esta le responde que vaya a pasar tiempo con los hijos, que es más importante. Ni siquiera un rapidito prehorror, nada. Así se nos deja entrever, una vez más, que adentro de USA lo más importante sigue siendo la familia; afuera que hagan lo que quieran, incluso matar a otras. O, como es este caso, matar de tedio al espectador. Entonces el director va bajando muñecos a mansalva, pero procurando tachar todos los ítems del manual bienpensante: está el nene afgano oprimido que es “adoptado” por un soldado y que come golosinas occidentales, las mujeres fusiladas por pretender estudiar o el líder militar rebelde que simpatiza con los yanquis y extraña la “libertad”. Lo que presenciamos es a doce actores que tienen que ir a masacrar a todo el mundo con una enorme convicción –que mucho no se entiende–, pero con extrema delicadeza, sin dudas ni desatinos. Lo que vemos, pues, es un guion. Uno donde además hay conciencia actual: la furia se sobreactúa con cautela y con el diario del 2018, derechos humanos posAbu Ghraib mediante. Es, volviendo al Oscar, como ese segmento totalmente gratuito donde, luego de celebrar una minoría tras otra, se homenajeó a los buenos y patriotas soldados que siguen en Medio Oriente eliminando minorías. Alguien dirá, con cierta razón, que el mentado “basado en hechos reales” los acercaba a la Historia reciente, aún álgida, impidiéndoles grandes piruetas. Pero hay otra cuestión. La Segunda Guerra (y para atrás, claro) invita a gestas más heroicas, además de contener historias realmente fascinantes de ambos bandos. Invasiones menos solapadas (o menos “justas”, al menos en el imaginario) como Vietnam, Irak o Afganistán no pueden abstraerse del tamiz geopolítico y mucho menos de la información real time –con o sin filtros– que desnudan las violaciones a los DDHH. Acercarse al divertimento las ubicaría en terreno más “peligroso” que La Vida es Bella. En especial porque se trata de guerras mucho más cobardes, drones y GPS mediante. Esto atenta no solo contra el arte de la guerra, sino también contra el arte del cine bélico contemporáneo todo (o, como mínimo, el que pretende glorificarlas): que las mayores escenas de acción de Tropa de Héroes se basen en que el pelotón pase numeritos para que un B-52 arrase el lugar a bombazos, por más que sea verídico, resulta una nadería anti cinematográfica. Todo esto es cierto en teoría, pero en la práctica de la ficción está repleto de excepciones: se llaman obras maestras. Una de ellas es Tres Reyes (de 1999, dirigida por el hoy rehén de la industria David O. Russell), una de las mejores aventuras y comedias bélicas de la historia, que transcurre en la entonces reciente y real Guerra del Golfo, y parte de dicho conflicto como marco para desplegar una epopeya mínima con peripecias inolvidables, pero profundamente humana y con la confusión necesaria (ese sello del buen cine bélico) para posibilitar cierto afecto hacia el ¿enemigo? Una que, en épocas preGoogle, de tan improbable aún nos hacía dudar de su ficción. Incorrección política de la vieja escuela, que le dicen, con ciertas notas del John Huston más festivo y agudo a la vez. Pero las reglas del juego cambiaron en 2001, y los riesgos también.O los resultados.Hete aquí que el libro en el que se basa se esta película se llama Horse Soldiers, que no sólo era más lindo sino menos ambicioso: el “12” del título en inglés, 12 Strong, pretende emparentarla con los fabulosos Doce del Patíbulo, una de esas aventuras bélicas que ya no se hacen. O que, bueno, no se hacen desde Tres Reyes. Por eso Tropa de Héroes es un híbrido: no se anima al testimonial estricto pero se inclina, con desgano, por la mentada aventura, donde paradójicamente encuentra su mayor libertad y sus mejores momentos, e incluso un bienvenido humor. Lo mejor de este popurrí (o indecisión ética y estética) coquetea con Rambo III: hay cargas de caballería contra tanques, hay un talibán malo y vestido de negro al que muestran cinco o seis veces casi en el mismo plano poniendo la misma cara de villano, y así. Lo que falta es aquella pasión. Por eso la cosa es más bien Team América: World Police, pero en serio y, por supuesto, muchísimo más aburrida. Lo que no es, y bajo ninguna circunstancia, es un western solo porque tiene caballos, así como Caballo de Guerra no es un western y sí una película bélica enorme a la que esta no le llega ni a las herraduras. La otra mitad de la pizza, pues, siempre dentro del género bélico, que también se intenta pero tampoco sale, es el clásico docudrama coral basado en real facts de un anónimo y patriota grupo de amigos que deben cumplir con su deber. Conocemos a un par de ellos y a sus familias como para que nos importe más su sacrificio, acto seguido se juntan y parten a la misión cual púberes a punto de hacer su viaje de egresados y nosotros rezamos porque todos vuelvan sanos. Pero claro, no es el qué lo que interesa aquí, sino el cómo: en poco tiempo se estrena la hermosa Only the Brave (que es de bomberos, pero bélica), que cumple con todas las coordenadas antedichas y es un film notable, de gran carga emotiva y encanto cinematográfico. Ver para comparar y quedará más claro que cualquier explicación. Por último (pero también en consecuencia), Hemsworth representa al capitán menos carismático de la historia. De hecho hay un bienvenido chiste con eso, y es cuando el jefe afgano aliado le dice que no tiene los “killer eyes” que se necesitan. El chiste se remata con el actor poniendo esa expresión en una escena posterior, pero en serio… y ahí termina todo. La facha no lo ayuda al pobre australiano, pero es en estos casos donde se puede medir, cual boyas fílmicas, el guion o dirección: como Thor ha sabido adaptarse a las necesidades de la dirección creativa de Marvel, pudiendo ser épico (en la primera) y absolutamente cómico (la tercera), sin perder en el camino la identidad de un superhéroe icónico. En En el Corazón del Mar, aun pretendiendo ser Russell Crowe –ese master and commander de la épica moderna– sin serlo, se mostró capaz de llevar un film de esas características con dignidad. No es el único del cast que avala la teoría del caos: Shannon está insólitamente anodino, y Michael Peña –ese salvapelículas–, apagado y errático. El mejor es el ignoto warlord afgano, no por ser más actor, sino porque le han destinado las mejores líneas y arco dramático, lo cual certifica la indecisión de tono y enfoque antes mencionados. La película de Fuglsig es talibán, en el sentido de su absoluta falta de libertinaje. El jefe afgano Dostum recuerda, nostálgicamente, y para quedar bien con la Academia, que los talibanes les prohibieron, entre otras cosas, los films foráneos. Al salir de Tropa de Héroes, uno no puede evitar pensar que no se trató necesariamente de un castigo.
EL RAGNAROK DE LOS TALIBANES Las historias bélicas que cubren las desventuras de soldados norteamericanos en Medio Oriente debieran ser todo un subgénero aparte. Principalmente porque no tienen matices y si bien algunos intentan ir por el lado de la comedia como Tres reyes, lo más probable es que se decanten por el rigor histórico más reciente como La noche más oscura, de Kathryn Bigelow. Y algo así sucede con Tropa de héroes, que apela un poco al nacionalismo revanchista que compelió a todo soldado norteamericano que tuvo que pasar por la impotencia de presenciar el atentado a las Torres Gemelas en el 9-11 sin poder entrar en acción de inmediato. Es el caso del capitán Mich Nelson, que habiendo presentado la baja al ejército luego de no haber pasado por ninguna situación de combate real, se ve obligado a pedir que se lo tenga en cuenta para intervenir en alguna misión, sin importar su naturaleza, que lo ayude a buscar a los responsables del atentado. Y es así como se lo asigna al frente de una unidad especial, compuesta por los propios hombres que tenía a su cargo en el entrenamiento, con el fin de infiltrarse en suelo talibán en pleno Afganistán y lograr la captura del cabecilla terrorista quien sería uno de los responsables por el atentado. Para ello debe lograr antes, una alianza con un jefe rebelde que juega con sus propias reglas y no será tan fácil de convencer, aún brindándole todo el apoyo del ejército norteamericano. Tropa de héroes aporta muy poco al género, y se limita a contar una anécdota que tiene más de la búsqueda de lazos afectivos entre culturas en base a cierta visión occidentalista del progreso, que a la exposición de la crudeza de la guerra y su sinsentido. Porque si bien la acción es descarnada y desigual, si da cierto escozor ver a niños armados y a niñas expuestas a la violencia armada desmedida, a castigos que van más allá de lo presuntamente necesario para demostrar quién es el malo y de lo que es capaz, la película no es más que la aventura del grupo de hombres que no sólo se proponen cumplir su misión en un tiempo récord, sino también de regresar a su modo de vida americano, como si nada hubiese pasado. El capitán Nelson es un novato en el frente pero todo un experto en los entrenamientos, su principal debilidad es la falta de la “mirada asesina” que tiene todo el que ha matado para no morir en combate. Eso se lo señala con mucha objetividad su potencial aliado para explicarle el porqué de su reticencia a aceptar su ayuda, y es quizás una de las mejores escenas de la película, por lo gráfica que resulta desde lo actoral el contraste con los soldados que sí han pasado por la experiencia de matar a un enemigo. Obviamente su compañero y amigo, Spencer (Michael Shannon) pasa la prueba y uno se pregunta si el actor no ha masacrado a más de un compañero fuera de cámara para lograr esa intensidad en la mirada. Luego son todos lugares comunes y fuegos artificiales. La producción de Jerry Bruckheimer asegura un marco adecuado pero sin sorpresas y además de Shannon y Hemsworth está Michael Peña, quien habitualmente es el contrapeso cómico y en esta ocasión es apenas un cencerro, que no está mal si pensamos que la atmósfera no da para chistes. Elsa Pataky es la esposa fiel y doliente que espera al héroe mayor del equipo y la única capaz de reconocer, cuando un vocero del alto mando lee una carta de situación en la TV, que fue redactada por su esposo, de manera casi incomprensible. Tropa de héroes podría ser un bodrio pretencioso y pasado de rosca en el aspecto nacionalista, pero sin embargo y a pesar de sus más de dos horas de duración, es una aventura muy entretenida que se intuye con alguna base de realidad en semejante entorno de exageraciones. Porque los talibanes pueden ser muy malos, pero contra el dios del martillo con una ametralladora y a caballo, ni siquiera ellos pueden.
La crítica de cine en general, pero más todavía la argentina, tiene problemas con el cine bélico estadounidense, sobre todo con los soldados patriotas que viajan a otros países. Malas noticias para ellos: Tropa de héroes trata justamente sobre eso, sobre un puñado de soldados estadounidenses que viajan a Afganistán después del atentado contra las Torres Gemelas para ponerse en contacto con un líder de la zona y reforzar el combate contra los talibanes. La anécdota es demasiado buena: la misión de los tipos es servir de apoyo a los rebeldes proveyéndoles con ataques aéreos que diezman a los enemigos y dejan todo servido para un remate final rápido y económico. La tarea consiste en acercarse lo más que se pueda a la posición rival, obtener las coordenadas exactas del lugar y pedir el bombardeo. El tema mismo de la película son las explosiones y su producción, pero hablamos de explosiones precisas, coordinadas, quirúrgicas. La guerra como un asunto de laboratorio. La premisa es tan fascinante como poco cinematográfica: nada más alejado de la épica de la película bélica que esos cálculos sigilosos. El trabajo de Nicolai Fuglsig, entonces, consiste nada menos que en tomar esos materiales e imbuirlos con el nervio del relato agregando dificultades técnicas y errores humanos, o sea, sumando excusas para filmar enfrentamientos, actos de heroísmo y camaradería entre soldados.. La cosa sale más o menos. La película no narra particularmente bien: tiene a un montón de personajes poco o mal caracterizados de los que apenas se distinguen dos o tres. En ese puñado, a su vez, se percibe un desbalance actoral evidente: la dupla de Chris Hemsworth y Michael Shannon es imposible, no funciona nunca. Hemsworth tiene una presencia cinematográfica, eso es indudable, pero cuando habla o gesticula arruina todo: no sabe moverse o volver creíble ninguna línea de diálogo, cree que el drama de un soldado novato se resuelve agarrándose la cabeza o poniendo cara de compungido. Shannon, en cambio, es un monstruo, el hombre puede decir cualquier cosa e imprimirle una carga afectiva increíble, ya sea que se despida de su familia como cuando padece un dolor de espalda que lo deja postrado en plena misión. La película es perfectamente consciente de este desfase y por eso realiza notables esfuerzos para mantener a los dos personajes separados. Cuando están juntos, a su vez, Fuglsig hace todo lo que puede para neutralizar a Shannon: el dolor de espalda y la herida posterior parecen menos una concesión a los hechos en los que se basa la película que un recurso narrativo para mantener a Hemsworth en su lugar de protagonista. A eso se le suma una monotonía visual asfixiante. La película es toda gris, todo el tiempo, tanto de día como de noche. Gris como las montañas y la tierra, como si la imagen, en vez de explotar las propiedades naturales del lugar, hubiera sido dominada por el paisaje. Al director tampoco le va mucho mejor con las batallas: todas son más o menos parecidas, un amasijo de soldados, talibanes y polvo. La única excepción es el encuentro final, bastante logrado, cuando los protagonistas se enfrentan a un camión que dispara misiles sin parar y los tipos cargan contra los talibanes arriba de caballos esquivando tiros, misiles y tanques. Ese último tramo tiene una potencia evidente, pero tarda demasiado en llegar, más si se tiene en cuenta que el afiche y el avance vendían con insistencia la imagen prometedora de soldados haciendo la guerra a caballo en pleno desierto. El resultado es más bien pobre, una cosa a medio camino entre la espectacularidad del cine bélico tradicional y el interés por describir la materialidad de un mundo con sus procedimientos, es decir, ni Spielberg, de un lado, ni Peter Berg o Kathryn Bigelow, del otro. ¿Se imaginan qué cosa impresionante sería una película de Berg o Bigelow dedicada a mostrar el trabajo frío y repetitivo de soldados cuyo único trabajo consiste en trazar coordenadas y pedir ataques aéreos devastadores?
Este film sobre un regimiento americano en Afganistán que tiene que atacar enemigos montando a caballo en pleno siglo XXI es una muy buena película clase B. Sus actores son todos secundarios geniales (Pataky, Peña y Fichtner tienen esa tradición; ni hablar de Shannon, diez veces mejor que en la del hombre pez enamorado de Amélie) y las secuencias bélicas son de la tradición precisa de la super acción del sábado a la tarde. Como las de antes: directa y clarita.
Cambiar un tanque por un caballo, para resaltar heroísmo, es el mensaje de Tropa de héroes, anodina realización de Nicolai Fuglsig. Después de los atentados del 11 de septiembre un equipo de soldados de élite de las Fuerzas Especiales, en colaboración con la CIA y operativos de la Fuerza Aérea, unen sus fuerzas con la Alianza del Norte de Afganistán para derrotar a los talibanes que gobiernan. Tras conseguir introducirse en secreto en el país, este grupo de hombres, encabezado por Mitch Nelson (Chris Hemsworth), es el encargado de poner en práctica una peligrosa misión. En las escarpadas montañas deberán convencer al general Dostum (Navid Negahban) de la Alianza del Norte para unir fuerzas y combatir juntos a los talibanes y Al Qaeda. En esta arriesgada tarea no necesitarán tanques, ya que será una batalla librada a caballo. Salpicado con predecibles dosis de emocionalidad (las despedidas de las esposas e hijos antes de partir a territorio enemigo, la relación que establecen algunos soldados con niños en territorio afgano, la explicación de las diferencias entre ser un soldado y ser un guerrero, el hecho de que cada uno de los miembros de esta fuerza llevara consigo un trozo de metal de las Torres gemelas como amuleto) y una mera corrección a la hora de mostrar batallas y ataques, ubican a esta producción de Jerry Bruckheimer en un mediocre panfleto patriotero. Un relato que intenta mostrar el heroísmo de este pequeño grupo de hombres que se internaron en un territorio hostil y contaron sólo con seis caballos para llegar a destino, aunque a decir verdad estaban apoyados por fuerzas de todo tipo en un número mucho mayor, en lo que fue la punta de lanza de algo más grande. Sobre todo teniendo en cuenta que al primer desembarco de estos 12 soldados le fue seguida la llamada “Operación Libertad Duradera” de la que participaron aproximadamente 30000 soldados estadounidenses. Tropa de héroes se basa en un libro de Doug Stanton, Horse soldiers (Soldados a caballo: La extraordinaria historia de una banda de soldados estadounidenses que cabalgaron a la victoria en Afganistán). Esta extraña mezcla de soldados del siglo XXI equipados con alta tecnología, montados en un caballo afgano le confiere un aire de falso western que puede velar -en el sentido de tapar- sus intenciones de mostrar el negocio de la guerra y conciliarlo con la exploración de un territorio -el Oeste- en proceso de fundación. Pero es sabida la fascinación de los estadounidenses y de Hollywood en especial, por las fuerzas armadas. Y quien piense lo contrario que vea el homenaje “en agradecimiento y honor a los hombres y mujeres en servicio alrededor del mundo” que le brindaron hace unos días en la última entrega del Oscar, en una ceremonia que estuvo teñida de reivindicación a las minorías, a premiar a los maltratados vecinos mexicanos y a apoyar a las mujeres. Quien piense que Hollywood está abandonando la hipocresía, que vea Tropa de héroes y se dará cuenta de que todo sigue igual.
12 Strong (12 Valientes o Tropa de Héroes, título que le asignaron según el lugar donde la hayan estrenado) no es Pelotón, o Nacido Para Matar, ni siquiera le llega a los talones de Apocalipsis Now. Claro, el género de películas de guerra ha ingresado en una etapa tan existencial y reflexiva que ha dejado de convertirse en un espectáculo pochoclero – como lo era hace 50 o 60 años, cuando las principales estrellas de Hollywood molían a palos a los nazis y antes que la Guerra de Vietnam ensuciara todo y mostrara lo salvaje e inhumano que es el conflicto -. En ese sentido, 12 Strong es una película chapada a la antigua: tampoco es Rambo, o algún disparate que sobreglorifique al súper soldado / macho alfa norteamericano capaz de exterminar a un ejército él solito. En todo caso hay que tomarlo como lo que es: una de aventuras con momentos interesantes, secuencias intensas y una historia ligeramente basada en la realidad. Postrimerías del 11/9. Chris Hemsworth es un capitán de las fuerzas especiales que ha pasado a ocupar un cargo administrativo; pero al ver la caída de las Torres Gemelas sólo piensa en regresar al servicio activo e irse a cargar a Al Qaeda él solito. Como el personaje de Hemsworth demuestra ser un avispado estratega, sus jefes le dan la oportunidad y lo mandan – con su equipo de once hombres – a Afganistán, donde Al Qaeda tiene su base de operaciones y cuenta con el ejército de los Talibanes como su seguridad privada. ¿Qué puede hacer Hemsworth y once tipos contra miles de afganos armados hasta los dientes?. Pues aliarse con un caudillo local – el general Rostum -, que posee su caterva de razones personales para patearle las tripas a los talibanes. El problema no es la alianza occidente – oriente sino que Afganistán es una zona balcanizada donde todos los caudillos cuidan su terreno e intentan matarse entre sí cada vez que se cruzan, sin importar si los Talibanes se les están viniendo encima. Al principio Hemsworth acepta las reglas de juego – y provee soporte aéreo a Rostum – pero poco a poco empieza a cortarse solo. El tiempo demanda acciones, y las tácticas circulares y redundantes de Rostum no lo ayudan a complir con la agenda – tres semanas para atacar el bastión Talibán antes de que el tiempo cambie y se retrase el ataque hasta el siguiente año -. Es en ese momento cuando los soldados se ganan el respeto de los guerreros… aunque quizás ese tipo de apoyo incondicional llegue demasiado tarde en la batalla. Hemsworth sigue irradiando carisma, simpatía y honestidad, y es muy bueno cuando le corresponde el drama; la taquilla le sigue siendo algo esquiva fuera de las franquicias Marvel, pero está probado que es un intérprete todo terreno. En cambio éste es uno de esos raros papeles en que Michael Shannon hace de bueno. Se luce como soporte de Hemsworth, aunque no está todo el tiempo que debiera en pantalla. Las buenas películas de guerra se caracterizan por personajes interesantes, enseñarte algunos secretos sobre la guerra (como aquí, el alcance aéreo de los Chinook, los razonamientos que hace Hemsworth sobre la zona de batalla donde van a ir a pelear – y sus antecedentes a lo largo de la historia -, la peculiaridad de hacer cargas de caballería con armas modernas mientras toneladas de bombas lanzadas desde los B-52 arrasan la zona, etc), tener acción y paisajes espectaculares, y dejarte con un plus que no tenías antes de ver la cinta. 12 Strong no cambiará la historia del cine, ni tampoco es un empalagoso panfleto pro yanqui y pro belicista, y carecerá de la profundidad dramática de otros filmes mas reconocidos, pero te provee un poco de historia, bastante adrenalina y dos horas de entretenimiento pochoclero, aún cuando sepas que esta historia está basada (muy muy libremente) en sangrientos hechos reales.