Los oligarcas también sufren Sin duda realizaciones como Un Hombre en Apuros (Un Homme Pressé, 2018) ilustran claramente que no sólo la industria hollywoodense cae en estereotipos y automatismos dramáticos de toda clase cuando pretende encarar el difícil tópico de los minusválidos, los pacientes terminales, las enfermedades semi progresivas y cualquier problema físico o psicológico -o ambos- que deje con muy pocas posibilidades a la persona de turno de desarrollar una vida más o menos normal, léase sin mayores impedimentos en cuanto a su salud y desenvoltura cotidiana. Este film escrito y dirigido por Hervé Mimran está basado no tan lejanamente en el derrotero de Christian Streiff, otrora directivo estrella de Peugeot y luego despedido cuando sufre un accidente cerebrovascular por la casi letal acumulación de estrés y sedentarismo, amén de esa triste tendencia a una soberbia que siempre deja huellas. La película, de hecho, juega con la metáfora del castigo psicosomático contra el enfermo de turno, el oligarca Alain Wapler (Fabrice Luchini), aquí también una de las cabezas de una de las principales automotrices de Francia y el mundo, por su pedantería todo terreno y sus reiterados ninguneos o hasta maltratos contra su sirvienta, su chófer, su secretaria y su propia hija, Julia (Rebecca Marder), una joven que no soporta su egoísmo y su decisión de haber privilegiado toda la vida al trabajo corporativo por sobre su parentela, detalle que derivó -por ejemplo- en que su esposa muriera sola. La apoplejía llega con reiterados mini ataques que el hombre pasa por alto porque es un workaholic que está obsesionado con no aminorar la marcha en función del lanzamiento de un coche eléctrico de alta gama, el LX2, en un evento circense del jet set de Ginebra, en Suiza, símil feria publicitaria/ marketinera. Así las cosas, el derrame cerebral lo deja sin consecuencias visibles a nivel físico pero en simultáneo le afecta los centros del lenguaje y la memoria, lo que le impide encontrar las palabras adecuadas para expresarse y hace que se pierda constantemente al desplazarse por París, ahora transformada en un laberinto. Si bien Mimran trabaja con respeto el tema y no recurre a las idioteces del gremio mainstream yanqui en cuanto al retrato burdo del paso de la petulancia de antaño a una humildad forzada de acuerdo a su indefensión actual, lo cierto es que jamás se aparta de todos los clichés del rubro y esta falta de una mínima novedad termina empantanando en parte lo que podría haber sido un estudio un poco más abarcador de los sectores directivos del nuevo capitalismo hambreador contemporáneo, más centrado en la especulación conservadora y mediocre que en la innovación o el mismísimo trabajo. El talentoso Fabrice Luchini pilotea bastante bien un personaje protagónico que de querible no tiene nada y cuya redención aquí está presentada de manera un tanto baladí mediante el despido cantado en cuestión, su faltazo en ocasión de la presentación de un ensayo de su hija en un concurso de elocuencia y hasta el risible giro narrativo posterior sustentado en el hombre encarando el Camino de Santiago en plan -algo mucho tardío y tirado de los pelos- de “viaje de autodescubrimiento”. Lo mejor del film a nivel general, y la dimensión que lo termina volcando hacia el campo de lo correcto/ pasable en serio, se condice con la relación que Wapler establece con su fonoaudióloga, Jeanne (Leïla Bekhti), una mujer adoptada que busca a su madre real y desarrolla una relación bien freak con un enfermero del hospital donde trabaja, Vincent (Igor Gotesman); todo un entramado también algo remanido aunque bastante más disfrutable que esta idea vetusta y mentirosa de fondo de que los oligarcas se pueden regenerar mágicamente cuando una catástrofe personal/ médica les cae del cielo…
Alain Wapler es un CEO, gerente de una compañia automotriz de las más importantes de Francia. Es un perfeccionista, un obsesivo del trabajo y está totalmente abocado a la presentación internacional de un nuevo prototipo de la firma. Y como todo obseso hasta el hartazgo, posterga (y postergó siempre) familia, relaciones, amistades, etc. Fiel a sí mismo, no iba a dejar de lado postergar la suya propia. Alain muestra algunos signos de deterioro en su salud: parálisis temporal en un brazo, alguna caída sin explicación, síntomas de dislexia. Hasta que en su derrotero de soberbias varias, multiocupación, desdén hacia el otro (sus empleados, su hija), tropieza con un …. ACV. Touché. Es entonces que su vida llega a una meseta inesperada: queda con secuelas neurológicas que afectan su habla, su orientación, entre otras. Y aunque es reversible buena parte de lo perdido, la recuperación llevará tiempo. Y el tiempo es tirano (hay que desconfiar siempre de quien te dice esta frase). Ahora Alain ya no resulta tan “útil”, tan “eficaz”. Pues Alain es descartable. Y lo hacen con él, como él lo hizo con tantos. La empresa a la cual dedicó gran parte de su tiempo vital lo despide, pierde sus privilegios, lo apartan. Capitalismo puro y duro, que le dicen. Es entonces que Alain encuentra en su entorno, en los lazos afectivos con su única hija Julia y en la relación que entabla con la terapeuta de su recuperación, la fonoaudióloga Jeanne, las conexiones afectivas que hace rato desconocía. Jeanne a su vez es una chica adoptada, con unos padres cariñosos y que busca su origen. Un desafío, una aventura: Alain encara la empresa de realizar el Camino de Santiago, ese recorrido de varios días que moviliza a miles de personas. Lo hace primero solo y luego acompañado por Julia, como un viaje iniciático y restaurador, un nuevo comienzo. Correctas actuaciones y una realización prolija para un film con una narrativa clara pero sin la empatía que hubiese posibilitado una profundización del relato.
La nueva película escrita y dirigida por Hervé Mimran, "Un Hombre en Apuros" (Un Homme Pressé, 2018) está basada en la novela autobiográfica de Christian Streiff: "Yo Era un Hombre Apurado" (2014), Director de Peugeot/Citroen entre otras Empresas. Quien cumple el rol en éste film es Fabrice Luchini quien personifica a Alain Wapler, directivo de una marca de automóviles que tiene que presentar un nuevo modelo eléctrico, el LX2 en Ginebra, Suiza, en unos pocos días, además da clases y está lleno de reuniones y compromisos, como cualquier hombre con un cargo de alta jerarquía, en éste caso pedante al extremo, tanto, que jamás da las gracias y repite como frase de cabecera "descansaré cuando esté muerto". En su casa, en la que parece estar de paso, está su empleada quien cocina a menudo animales vivos y eso se muestra (conejos, gallinas, langostas) algo totalmente desagradable y sin sentido. Eso, particularmente, me molestó. (Aunque seguramente "ningún animal haya sido maltratado durante la filmación"). En la casa, el viudo Alain vive con su joven hija Julia (Rebecca Marder), completamente ignorada por su padre. Como consecuencia del alto stress, el protagonista de ésta historia tiene durante algunos días algunas señales que su soberbia no le permiten ver que terminan en un derrame cerebral que podría haber sido fatal si su chofer no lo hubiera llevado con urgencia al Hospital. Para su fortuna, pero también a su pesar, porque quiere seguir con sus actividades, recibe ayuda de su logopeda Jeanne (Leïla Bekhti), quien lo ayuda a aprender a comunicarse nuevamente ya que su enfermedad afectó su memoria y el habla. También entabla una relación con el enfermero Vincent (Igor Gotesman). El intenta retomar su vida "normal", aunque nada será lo mismo. Ni en su trabajo, ni en su intimidad. Debido a lo que ocurre con su puesto toma una decisión postergada que lo hará encontrarse, finalmente, con él mismo. Aunque encontramos películas similares, aquí se coquetea entre el entre el drama y la comedia, aunque tiene más peso dramático. Como valor positivo, se nos recuerda que genial es tener segundas oportunidades, cuando las tenemos... ---> https://www.youtube.com/watch?v=Fk4DvRCcVYk ---> TITULO ORIGINAL: Un homme pressé ACTORES: Fabrice Luchini, Leïla Bekhti. Igor Gotesman. GENERO: Drama , Comedia . DIRECCION: Hervé Mimran. ORIGEN: Francia. DURACION: 100 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años FECHA DE ESTRENO: 22 de Agosto de 2019 FORMATOS: 2D.
Que en el póster de una película sea lea bien grande una frase textual tomada de una crítica que dice “Una bella lección de vida” es razón suficiente para encender las luces de alerta. Todo lo ocurrido durante los 100 minutos de Un hombre en apuros no hará más que confirmar los peores presagios: se trata, efectivamente, de una historia pensada para agradar como sea a la platea, para que el público se levante de la butaca con la sensación de haber aprendido algo. Quien aprende la “bella lección” es Alain (Fabrice Luchini), el poderoso CEO de una compañía automotor que sufre un ACV que frena su meteórica carrera profesional. Sucede que ese incidente le deja problemas en el habla y la memoria como secuelas, obligándolo a iniciar un largo proceso de recuperación junto a la fonoaudióloga Jeanne (Leïla Bekhti). Una recuperación que implica reconciliarse con sus afectos, en especial con su hija. Un hombre en apuros encadena todos y cada uno de los lugares comunes de las feel-good movies sobre minusválidos, con la ultra exitosa Amigos inseparables como referente ineludible. Si hasta su protagonista pasa de la dureza de una piedra a la sedosidad de hombre bueno, reconstruido luego de aprender de sus errores, al tiempo que Jeanne también tendrá tiempo para reencauzar sus vínculos. Es lo que ocurre cuando se entiende el cine como escuela de vida antes que como disciplina artística.
Un hombre en apuros parece querer explotar el filón abierto por Amigos intocables: ésta también es una historia basada en el caso real de un rico que sufrió un inconveniente físico grave y cambió su perspectiva de la vida a partir de su relación con un paramédico. Pero, a diferencia de sus compatriotas Olivier Nakache y Éric Toledano, Hervé Mimran se queda a mitad de camino: la suya no es una comedia ni un drama emotivo. Su tibieza es tal que hasta los golpes bajos son apenas amagues. Alain Wapler es un tipo desagradable, brusco, maleducado; un workaholic sin tiempo para los afectos, un poderoso que hace sentir el rigor de su status a los demás. Hasta que un ACV lo baja del pedestal: al salir del hospital no es capaz de decir una frase coherente. Confunde las palabras, mezcla sus significados o las dice al vesre. Una joven fonoaudióloga lo ayudará a mejorar, mientras que su nueva vulnerabilidad le hará ver el mundo con otros ojos y lo volverá amable y cariñoso. Se supone que la mayor parte del humor de la película pasa por las constantes equivocaciones lingüísticas del protagonista. Pero para reírse -si es que hay alguna gracia en este recurso repetido hasta el hartazgo- hay que entender francés, porque en el subtitulado se pierden los juegos de palabras. A la vez, a los vínculos afectivos de este hombre -con su hija, con la fonoaudióloga- no tienen la suficiente profundidad como para conmover. La trama se apoya en conflictos nimios para ir avanzando, pero sin consistencia ni empatía alguna. Mimran se ve obligado a recurrir a constantes clips musicales -todo empieza con la versión original de Me olvidé de vivir, para que el mensaje vaya quedando claro de entrada- para generar algún clima emotivo. Entre canción y canción, lo único que consigue es que Un hombre en apurossea tan balbuceante como su protagonista.
Alain se despierta un día temprano y le agarra un ACV. La brutalidad de la escena no se condice para nada con el tono más bien cándido que dominará la película: el protagonista está en la cama, no entiende qué le pasa, se toca el brazo y no lo siente. Se despierta de nuevo, esta vez tirado en el suelo, se levanta arrastrándose, se viste y baja a que le sirvan el desayuno como si nada hubiera sucedido. No se sabe si el hombre no entiende del todo la gravedad de su situación o si sigue bajo los efectos del ataque y no comprende. Sale a la calle, se cae y lo llevan al hospital. Ahí se le explica todo, la película adopta definitivamente los aires de una comedia amable y se olvida de ese comienzo más bien crudo. Se olvida en un sentido fuerte: lo que sigue es el relato de un gruñón algo malvado que debe aprender a convivir con los otros y a disfrutar de la vida. Un Scrooge francés, digamos, esta vez bajo el traje de un empresario de la industria automotriz que tiene que enmendar un pasado de fastidios y malos tratos. El director Hervé Mimran no está del todo convencido con la idea, sin embargo: tal vez crea que la historia de Alain no alcanza y suma una trama secundaria arrancada prácticamente de otro universo. Se trata de la terapista de Alain, una chica árabe adoptada por franceses que busca sin suerte conocer la identidad de su madre. La pareja de protagonistas está servida, entonces: un empresario sin escrúpulos es devastado por una enfermedad imprevista y puesto al cuidado de Jeanne, que trabaja en un hospital público con pacientes afectados por ACV y los ayuda a recuperarse. Eso, el encuentro de los dos, cambia todo: la película ya no promete la caída y posterior ascenso de un hombre despreciable, sino un lento proceso de reaprendizaje. Alain perdió competencias lingüísticas que Jeanne trata de recomponer con ejercicios; reaprendizaje, a fin de cuentas, que es tan neurológico como moral: de lo que evidentemente se trata es enseñar a Alain a ser una buena persona, y la encargada de semejante tarea es Jeanne, un personaje cristalino, incontestable, con ese hálito de santidad que otorgan el servicio y el abandono; un estereotipo confeccionado rigurosamente a la medida de la corrección política. La moraleja de Un hombre en apuros es de una simpleza y una precariedad contundentes: todo, desde el tono general hasta las paredes del hospital es color pastel, una seguidilla interminables de superficies agradables al ojo y de chistes inocuos que evitan cualquier posible agresión visual o narrativa (descontando, claro, el ataque del comienzo, un real accidente en términos cinematográficos). Estamos ante un objeto de una factura profesionalísima, un artefacto cuyo funcionamiento es garantizado por el acople milimétrico de las partes que lo componen: el relato, la fotografía y el montaje trabajan con esmero para borrar sus huellas, el espectador no debe ver ni la más mínima costura, solo a Alain y su larga recuperación. En ese clima, incluso la moralina rancia que destila la película resulta en el fondo inofensiva, un trago que se toma rápido y fácil, como el whisky rebajado con unas gotas de agua que bebe Alain. El mundo que concibe Mimran es así, sin bordes ni asperezas de ninguna especie donde hasta las tragedias más terribles se atraviesan apaciblemente, sin grandes contratiempos, con una suerte de optimismo convencido que tiene su expresión más perfecta en Vincent, el enfermero que para conquistar a Jeanne hace pavadas como hablar con su skate o surfear sobre camillas. Ese tonto fenomenal condensa una ética del entusiasmo y de la superación personal que la película esgrime sin el menor atisbo de mala conciencia. El espectáculo es insípido hasta el cansancio, pero esa visión del mundo y la seguridad con la que se la ofrece parecen restos de un pasado distante en el que el cine todavía podía permitirse el lujo de la inocencia. En el final el director se atreve a filmar bosques, praderas, ciervos, montañas, trenes increíbles y reuniones familiares, todo eso junto en el espacio de unos pocos minutos; un bálsamo edulcorado y un poco soso pero efectivo contra la pose de desencanto permanente que cultiva mucho cine.
Un Hombre en Apuros: Descansaré cuando esté muerto. El talentoso Fabrice Luchini interpreta una historia basada en el soberbio directivo de Peugeot, Christian Streiff, que tras haber sufrido un ACV a causa del estrés, fue despedido de la empresa. Escrita y dirigida por Hervé Mimran, la película francesa es una vaga adaptación del libro de “J’étais un homme pressé: AVC, un grand patron témoigne” (en español, “Era un hombre apurado: accidente cerebrovascular, testimonio de un gran jefe”), de Christian Streiff. Habitualmente, las historias basadas en la vida real, buscan dejar una moraleja en el espectador para que no cometa ese mismo error o preste atención a cómo los personajes sobreviven a las situaciones por las que pasan. En este caso, el exitoso jefe de la compañía automotriz, estresado, incansable, ansioso, exigente y extremadamente soberbio, es víctima de un derrame cerebral que lo obliga a frenar antes de lo previsto, aun cuando su frase de cabecera era “Descansaré cuando esté muerto”. “Un hombre en apuros” (“Un Homme Pressé”) narra la historia de Alain Wapler (Fabrice Luchini), un brillante hombre de negocios que vive acelerado con su jefatura en una compañía automotriz y destratando a todo aquel que le pasa por el lado, su chofer, su sirvienta, su secretaria, y hasta su hija Julia (Rebecca Marder), que no le perdona haber dejado morir a su madre sola. Abatido por el estrés, sufre un derrame cerebral que le afecta los centros del lenguaje y la memoria, por lo que es atendido por una terapeuta que le debe enseñar de nuevo a comunicarse, mientras detiene abruptamente su ritmo de trabajo y comienza a reconectar con sus vínculos. Debido a su accidente, es echado de la empresa y tiene que reajustar su vida para tener un nuevo futuro. Fabrice Luchini – “Dans la maison” (2012), L’Empereur de París (2018) – logra una interpretación impecable del jefe odiado por todos, la terrible relación con su hija y su posterior, y bastante inexplicable, viaje de autodescubrimiento por el “Camino de Santiago”. Resulta entretenido el vínculo que se crea con su terapeuta del habla Jeanne (Leila Bekhti), una chica adoptada que está buscando a su madre biológica, que no se deja amedrentar por los maltratos de Wapler. Aunque se trabaja con respeto el tópico del tipo millonario y soberbio que, ante enfermedad o accidente, se vuelve humilde y hasta cariñoso, termina cayendo una y otra vez en los clichés del género, sin mostrar nada nuevo. Lamentablemente, además, se mezclan unas historias paralelas que no llegan a ningún lado, la terapeuta del habla que intenta conocer a su madre biológica y la relación entre esta chica y un enfermero de la clínica que está enamorado de ella. Algo es seguro: si se hubiese dedicado más esmero en darle profundidad a su protagonista, a su miedo por no poder volver a ser quien era, sus vínculos familiares y la manera en que lo obligaron a irse de la empresa, hubiera sido una película disfrutable y hasta enriquecedora. Así, es una historia que no requiere más atención que cualquier otra de este subgénero que ya se haya visto, salvo por la presencia de su actor protagonista.
"Descansaré cuando esté muerto", repite una y otra vez Alain Wapler (Fabrice Luchini). El trabajo se ha convertido para Alain en lo único importante en su vida. Desde la muerte de su esposa, su tiempo se divide en charlas de liderazgo, ásperas reuniones de directorio y el desarrollo de su última criatura: un automóvil eléctrico que revolucionará el mercado francés. Su hija, su perro y el resto de la humanidad que parece quedarle batallan con su soberbia y el malhumor que lo aqueja a diario. Luchini convierte a este CEO irritante en un personaje que, sin abandonar su perspicaz pedantería, descubre en la lenta recuperación de un ACV que otra vida es posible. Al sortear el dramón, el director Hervé Mimran se recuesta en el notable talento de su actor para usarlo a su favor: Alain transita su nuevo rumbo en la vida a partir de retazos de recuerdos y fragmentos de lenguaje. Son esas ausencias las que alimentan la comedia y abren la película a las mejores relaciones, las que Alain entabla con su fonoaudióloga (la siempre excelente Leïla Bekhti) y un jovial enfermero. Una pena que, pese a las buenas intenciones, la coda final se abarrote de un heroísmo de manual de autoayuda y aires de fábula de superación. Al abandonar el humor para ponerse sentimental, la película debilita la consistencia que había brindado a su personaje y coquetea con una moraleja que no necesitaba.
Texto publicado en edición impresa.
"Descansaré cuando esté muerto" asegura Alain, el gerente de una importante compañia automotriz en este relato dramatico con algunos destellos de humor dirigido por Hervé Mimran. Sin tiempos para la familia o el ocio, Alain -Fabrice Luchini- cree tener todo bajo control cuando lo sorprende un ACV y se ve obligado a volver a empezar y recuperar los vínculos familiares que creía perdidos. Un hombre en apuros, basada en el libro de Christian Streiff, coloca el acento en los cambios que modifican sorpresivamente la vida cotidiana, controlada y ordenada, cuando se presenta un cuadro de estas características. La enfermedad le causa problemas profundos en el habla y la memoria por lo cual su facilidad para la oratoria frente al público se ve amenazada. Todo lo que Alain manejaba con seguridad se presenta como incierto, aún cuando saca a pasear al perro y se pierde. Ahora él es descartable para los demás, se invierten los roles de este capitalista feroz. En la trama aparece Jeanne, una joven terapeuta que lo ayudará en su largo camino para la recuperación y en su ambiente familiar desfilan una mucama de mal carácter, una hija adolescente y un chofer. El filme recuerda por momentos a Amigos para siempre, pero en su primer tramo se vuelve reiterativo y menos efectivo que en su segunda parte, sin desarrollar en demasía la subtrama que coloca a la fonoaudióloga Jeanne en el camino de buscar a su madre o la relación que mantiene con un enfermero. El relato se mueve entre el fallido discurso de Alain frente a una audiencia para presentar el prototipo de un automóvil y el poco probable viaje que emprende por el Camino de Santiago junto a su perro. Mientras Jeanne necesita saber más sobre su pasado, Alain empieza a conocerse a si mísmo, en esta propuesta que juega con las lágrimas y algunos gags efectivos sobre las segundas oportunidades. Y todo es cuestión de volver a empezar.
Una muy agradable comedia que repite la historia de alguien muy poderoso e impiadoso, que pasa por una experiencia límite y comienza a ver al mundo de otra manera y se transforma. En este caso, basado en un hombre real y su experiencia, es un alto ejecutivo de la industria automotriz, que nunca agradece, que es el colmo de la eficiencia, egocéntrico, olvidado de su familia, ahora reducida a su hija, que en el mejor momento de su carrera sufre un derrame cerebral. Se recupera pero pierde el recuerdo del lenguaje. Cada vez que quiere decir algo, le sale otra palabra, debe aprehender todo de nuevo. Por un tiempo conserva su puesto hasta que es cruelmente echado. Ya con tiempo y dificultades logra comunicarse con su hija de otra manera. Un gran actor como Fabrice Luchini realiza un trabajo conmovedor y encantador, el es el mayor atractivo del film. Que tiene también algunas historias paralelas como para sumar interés al conflicto. Un muy amable entretenimiento que brilla por el elenco y su protagonista y que permite con una sonrisa entender las aristas mas filosas de nuestro mundo actual
Recordando cómo vivir Un hombre en apuros es una comedia francesa escrita y dirigida por Herve Mimran y protagonizada por Fabrice Luchini, un actor de larga trayectoria, aunque no muy popular en nuestro país. Completan el elenco Leila Behkti, Rebecca Marder, Igor Gotesman e Yves Jaques, entre otros. Basada en la novela de Christian Streiff, en los primeros minutos se nos presenta la estresante rutina de Alain Wapler, un exitoso empresario de la industria automotriz mientras suena Julio Iglesias cantando “Me olvidé de vivir” en francés. En seguida vemos cómo sufre un ACV (accidente cerebro vascular), que cambia su vida para siempre, trayéndole problemas en el habla y en la memoria. Los irá superando con la ayuda de Jeanne, su fonoaudióloga, que no sólo lo ayuda a recuperar el habla, sino que también a replantearse las prioridades en su vida. Lo primero que vale destacar de esta película es que utiliza el humor para abordar un tema serio como es la recuperación de una persona que padeció un ACV. Aunque lamentablemente el espectador que no conoce el idioma francés se queda afuera de la mayoría de los gags, generados por las dificultades en el habla de su protagonista, ya que leerlos subtitulados al español no genera la misma comicidad. En segundo lugar, la trama no se detiene tanto en la recuperación terapéutica, como ocurre por ejemplo en “La escafandra y la mariposa”, sino en la recuperación de sus lazos afectivos con su hija, lo que resulta mucho más interestante. Y por último debemos rescatar el buen uso narrativo que hace del montaje que se adecúa a los tiempos de su protagonista, acelerados al comienzo y más tranquilos con el correr de las escenas. Además de utilizar muy bien el montaje paralelo y la construcción de escenas donde Alain se pierde, transmitiéndole al espectador esa sensación de angustia. Pero donde la película decae es en el tratamiento de la subtrama, que cuenta la búsqueda que hace Jeanne de su madre biológica. Porque ésta nunca se conecta con la trama principal, a pesar de que comparten el mismo tema, y se resuelve de manera arbitraria, lo que hace que el clímax carezca de la emoción necesaria. Conclusión: Un hombre en apuros utiliza el humor para relatar de forma llevadera un tema tan duro como las consecuencias del ACV. Y el resultado final es una pelicula agradable, ideal para ver en familia, ya sea en cine o en algún servicio de streaming en un futuro cercano.
Qué bien hace un poco de cine europeo en medio de tanto apuro cotidiano. Más le hubiera valido a Alain Wapler mirar a su personaje en pantalla para poder apreciar más a sus afectos que a su carrera profesional. Si esto hubiera sido así, no tendríamos película... Es Hervé Mimran, director de la peli, quien se encargó de la adaptación del guión basado en la autobiografía de Christian Streiff, ejecutivo de la Peugeot y Airbus. Walper es un tipo brillante, elocuente y capaz de trabajar para el mercado las 25 horas del día hasta que un ACV lo hace, como siguiendo el consejo del Maestro Yoda, desaprender lo que aprendió. Todo lo que sale de su boca está enmarañado, al revés o suena a chiste. Por más que se empeñe parece que su suerte profesional está echada. Es allí donde empieza a latir lo humano de esta comedia: Violette, hija de Walper, está intentando ganar un concurso de oratoria para que su padre se sienta orgulloso. Parece que para ella tampoco es el mejor momento de pedir ayuda al erudito que ahora se pierde a sólo una cuadra de su casa. Otra mujer importante que aparecerá en la vida del empresario es Jeanne, una foniatra a la que Alain bautizará en su media lengua como la "psicópata" (por psicoterapeuta). La joven busca a su madre biológica mientras trata al particular paciente y va esquivando a un enfermero enamoradizo y con el que participará de escenas divertidas y tiernas a la vez. Otras mujeres presentes o ausentes: la secretaria, la cocinera y la esposa que murió de Wapler son otras piezas del rompecabezas ilustrando los vínculos pasados y presentes del protagonista. Por el lado de los hombres estarán el chofer, el mozo del bar, el director de la compañía y el socio escalador de puestos. Entre ellos habrá ángeles y demonios, no hace falta comentar mucho. La juventud, la economía, el tiempo y el éxito resaltan la esclavitud de una vida atada a esos conceptos y cómo, por una ironía del destino, tocando fondo se puede renacer abriéndose a otros. Impecable actuación de Fabrice Luchini, ("Las Mujeres del Sexto Piso"), y de Leila Bekhti ("La Fuente de las Mujeres"), paciente y terapeuta en un dúo que no cae en lo melodramático para entretener y dejar una buena reflexión. En los créditos finales, pueden verse los nombres de los oficios técnicos tal como los mencionaría el personaje de Alain. No es burlarse sino una forma de solidarizarse y tomar conciencia sobre algunas de las secuelas que pueden encontrarse en los pacientes y que pueden ser tratados por los terapeutas. La banda sonora nos pasea por temas inolvidables como "Según pasan los años" de 'Casablanca', "Padre e Hijo" de Cat Stevens, "Me olvidé de vivir" en la versión francesa por Johnny Hallyday (lo recordarán en español por Julio Iglesias) o "Don´t think twice, It's all right" de Bob Dylan, por mencionar algunas. Resumiendo, una peli para respirar vida y aprender qué importante es la rápida reacción al detectar que alguien que está sufriendo un ACV. Además, que esto y la urgente atención profesional son vitales para una mejor rehabilitación en todo aspecto.
El ejecutivo ideal. Con todas las condiciones del triunfo en sus manos. Efectividad, carisma, brillante discurso y cierta frialdad muy valorada en las altas esferas industriales. Así es Alain Vaclaire, el CEO ideal de una empresa de automotores de primera línea. Alain no sabe de tiempos de diversión, de la familia o la intimidad. Su meta es la empresa. Hasta que un día, lo imprevisto ocurre y desmoronado en el piso, el todopoderoso señor no es más que una de las tantas víctimas de un accidente cerebrovascular. El futuro es una incógnita. Memoria y lenguaje son los afectados. El filme de Hervé Mimran se nuclea alrededor de la relación que se establece entre la fonoaudióloga encargada de la rehabilitación (Leila Bekhti) y el difícil paciente (Fabrice Luchini), que intenta recuperar todo lo que la gran empresa necesita de sus empleados. UN CASO PARECIDO No hace mucho tiempo la cinematografía entregó temas parecidos también basados en temas reales que se convirtieron en éxito. "Amigos por siempre" con Bryan Cranston (el de "Breaking Bad" como el aristócrata corso impedido), se convirtió en éxito basado en la versión original francesa y tuvo su réplica en una encantadora comedia argentina con Oscar Martínez y Rodrigo de la Serna. Claro que aquí la parafernalia de recursos para mejorar al protagonista no es tan alucinada y divertida como la empleada por de la Serna. Leila Bekhti como la fonoaudióloga hace lo que puede para instrumentar técnicas de recuperación y las respuestas de monsieur André constituyen lo más divertido de la película (aunque las más penosas si las vemos sin la cuota de humor) con la aparición de ese metalenguaje que aspira a ser entendido. Humor negro, pero humor al fin. Inspirada en el caso real de Christian Streiff, un importante ejecutivo francés que manejaba una empresa internacional de 200 mil empleados y que sufrió el mismo accidente en 2008 e intentó ocultar su enfermedad por varios meses a su empresa sin conseguirlo, el filme replantea temas eternos. La valoración de la vida, la importancia de los afectos, la confianza en sí mismo, la frialdad capitalista. Con un desarrollo previsible, André recuperará el afecto de esa familia olvidada por el trabajo y el afecto de una profesional que valora sus esfuerzos y sus ganas de vivir. Todo muy básico con un guión nada creativo que un gran actor, Fabrice Luchini, el Fouché de "El emperador de París" con su dominio dramático y humorismo fino, logra sacar adelante.
Alain es el CEO de una importante automovilística, sus días están cargados y no para un segundo, pero un ACV lo obligará a replantearse todo y aprender desde cero a vincularse con las personas. Un Homme Pressé (Un Hombre en Apuros) es una comedia francesa sin mucho para decir, que cae en lugares comunes y sólo se destaca por la actuación de su protagonista.
En los últimos años se ha profundizado la realización de comedias en Francia, esas llamadas ‘feel good movies’ que no buscan mayor profundidad que la de hacerle pasar un buen rato al espectador. La aclamada por la crítica, “Amigos intocables” (“Intouchables”), de Olivier Nakache y Eric Toledano, ha influido a que muchas otras grandes producciones francesas se animaran a buscar el mismo éxito, pero casi todas se quedaron en el molde. Este jueves llega a la cartelera argentina otra comedia francesa, “Un hombre en apuros”, con el protagónico del muy experimentado Fabrice Luchini, un actor que ha trabajado en múltiples ocasiones con Éric Rohmer, entre otros grandes directores de Francia. Hervé Mimran es el director y coguionista de esta comedia dramática. En ella seguimos a Alain, un poderoso ejecutivo que trabaja insaciablemente y que un día sufre un derrame cerebral que frena su actividad laboral causándole, además, problemas en el habla y la memoria. Con la ayuda de la doctora Jeanne, intentará volver a reconstruir su vida. Típica comedia francesa liviana, con un humor poco comprometido, sin mucha eficacia, pero con entretenimiento asegurado. “Un hombre en apuros” se interesa más por el arco evolutivo de su protagonista (de animal empresario a hombre que comprende los valores de la vida), que por solidificar otras posibilidades narrativas. Una cinta de consumo rápido con moraleja incluida. No funciona mal, y Fabrice Luchini se esfuerza consiguiendo una muy buena interpretación, sin embargo, el problema principal radica en que los chistes no terminan de funcionar nunca. Mimran intenta sostener un juego ‘gracioso’ entre las complejidades del lenguaje que tiene este hombre, pero el engranaje luce bastante torpe y forzado. A la trama del hombre que sufre el derrame cerebral, se le va a sumar una subtrama de la doctora, su amorío, y la búsqueda por saber quién es su madre. Aunque acá Hervé Mimram tampoco se interesa por ahondar demasiado, lo que la vuelve una película de personajes superficiales y con poca psicología. “Un hombre en apuros” es una comedia para ver y olvidar rápidamente. Como entretenimiento saca del paso, pero es más una pauta publicitaria de autos, una exhibición de la clase alta francesa y un informe sobre las consecuencias del ACV, que una divertida película. Bastante floja.
Un hombre en apuros: clichés funcionales La película protagonizada por Fabrice Luchini busca de seducir al mismo público de Amigos intocables. De un tiempo a esta parte el cine francés parece haberle encontrado cierto gusto a los dramones edificantes disfrazados de comedia. La nave insignia de la tendencia es el sonoro éxito de Amigos intocables(Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011), que tuvo una remake local en 2016 (Inseparables, de Marcos Carnevale) y otra estadounidense en 2017 (Amigos por siempre, de Neil Burger), todas ellas estrenadas acá con gran respuesta del público. Por ese camino también avanza Un hombre en apuros, de Hervé Mimran, en busca de seducir al mismo público y con todo a favor para conseguirlo. Los elementos de la fórmula son sencillos. A saber: un hombre que carga con un impedimento físico que afecta su salud de manera determinante debe encontrar la forma de sobreponerse. En su camino va provocando circunstancias que serían terribles si no fuera porque el guión se encarga de ponerlas en clave de humor (incluso físico), rodeando al protagonista con una red de personajes que recorre el arco dramático completo, desde los villanos que se la complican, los seres queridos que lo acompañan y los imprescindibles alivios cómicos que ayudan a aligerar lo que de otra manera acabaría siendo un melodrama de esos para llorar a moco suelto. Acá se trata del CEO de una compañía automotriz top, un tipo exigente al límite de la grosería, que mantiene una relación distante incluso con su hija y por quien todos manifiestan un respeto al límite del temor. Un hombre poco agradable que sufre un ACV no bien comienza la película. Y si bien sobrevive, el ataque le deja secuelas severas en las funciones del habla que afectan su manejo del lenguaje. Mezcla las palabras, invierte las sílabas como si hablara una versión francófona del “vesre” lunfardo, o lisa y llanamente dice cualquier cosa, pero creyendo que habla de manera correcta. Que la película esté basada en el libro autobiográfico de Christian Streiff, ex CEO de Airbus y Peugeot, no hace más que confirmar que se trata de una fórmula. Un hombre en problemas utiliza la instancia de la rehabilitación para concederle al protagonista una oportunidad para reconstruir también su identidad, para revisar el vínculo con sus afectos y la gente que lo rodea. Para decirlo con palabras exactas, la posibilidad de la redención. Como alegoría de eso mismo, el guión aprovecha la figura de la fonoaudióloga que lo asiste para subrayar la cuestión en torno a la identidad, haciendo de ella una mujer adoptada que en su adultez necesita encontrar a la madre que la trajo al mundo y la abandonó. Es cierto que las metáforas son aquí bastante simples, pero aún así el film consigue en varios pasajes eludir el artificio sobre todo a través del buen trabajo de los protagonistas, Fabrice Luchini y Leila Bekhti. Es su eficacia la que mantiene a flote la nave, sacándole el máximo provecho a los compartimientos emotivos del relato, para que cuando haya que llorar el público llore, y cuando tenga que reír, se ría.
Una Historia de Autoayuda y Redención. Crítica de “Un Hombre en Apuros” de Hervé Mimran. Alain es un respetado hombre de negocios y un brillante orador. En su vida, no hay lugar para el ocio o la familia. Un día, sufre un derrame cerebral que frena su brillante carrera profesional y le causa problemas profundos en el habla y la memoria. Por Bruno Calabrese. Basado en las memorias del ex director de Peugeot, Christian Streiff, la película sigue a Alain (Luchini) mientras se prepara para lanzar un nuevo automóvil eléctrico de lujo en una convención de automóviles en Ginebra. Pero aproximadamente un mes antes de que eso suceda, Alain se despierta una mañana con un entumecimiento en su brazo derecho, después de lo cual se desmaya. Un poco más tarde, cuando se desmaya por segunda vez, en ese momento su chofer lo lleva al hospital y nos enteramos de que ha sufrido dos accidentes cerebrovasculares importantes. Por ese derrame cerebral, que pone en peligro su vida, pierde la capacidad de hablar y termina despedido del trabajo de sus sueños. Su esposa murió unos años antes, probablemente por cáncer. Alejado de su hija, que lo admira pero desprecia a su padre ausente. Aunque en un principio la premisa de la película puede no sonar divertido, el largometraje del escritor y director Herve Mimram es divertido, sobre todo gracias al papel principal de la estrella Fabrice Luchini. La película funciona en la primera mitad, cuando representa las dificultades cotidianas a las que se enfrenta una víctima de un derrame cerebral. Pero termina transformándose en un manual de autoayuda plagado de situaciones ya vista en otras películas, de manera más realista, como por ejemplo en “La Escafadra y la Mariposa”. “Un hombre en apuros” pierde intensidad durante su segunda mitad, cuando la trama familiar aparece en escena. Cuando Alain se recupera, se dirige hacia la redención personal, especialmente a los ojos de la hija (Rebecca Marder) que descuidó durante tanto tiempo. Una trama secundaria que involucra la historia de fondo del terapeuta (fue adoptada y está buscando a su verdadera madre) la cual parece bastante predecible. Igualmente, el sello indeleble de Luchini sigue no se desdibuja convirtiendo a Alain en un personaje divertido y emocional que logra que la película no decaiga. Puntaje: 60/100.
UNA COMEDIA DRAMÁTICA DESMEMORIADA Un hombre en apuros está basada en un libro biográfico sobre la vida de un director de Peugeot y el cambio drástico que tuvo en su vida luego de sufrir un accidente cerebro vascular, pero uno puede imaginarse muchas otras historias que sin trascender en libros o películas tienen un cariz similar. Mientras la veía llegaban a mi mente películas como Una segunda oportunidad -drama con Harrison Ford en el que un exitoso y desalmado abogado recibía un balazo en la cabeza, que al tiempo que lo incapacitaba para ejercer su profesión lo humanizaba y acercaba a su familia-, La escafandra y la mariposa -en la que el director de un magazine de moda y playboy quedaba cuadripléjico y se reencontraba con sus afectos- y la mucho más reciente Amigos intocables, ya con tres versiones en su haber (siendo la original francesa) con otro discapacitado millonario y poderoso que se reconcilia con la sencillez de las cosas simples de la vida. Lo cierto es que Un hombre en apuros no sale de ese planteo básico del hombre omnipotente, egoísta y a la vez talentoso que se ve obligado a aprender cómo se debe vivir a la fuerza. Y no está mal que se cuente una vez más esta historia, pero atendiendo sus predecesoras e inequívocas referentes, debió ser más esmerada. Nada que decir de la interpretación de Fabrice Luchini en el personaje del director (al que curiosamente me imaginé con un Guillermo Francella en una probable versión argenta), que le dio todos los matices posibles para que resulte creíble, ni de sus compañeros, muy a la altura para que esta comedia dramática quede bien balanceada. Los momentos más divertidos, y también incómodos, son los que registran al personaje intentando hablar luego de quedar con una dislexia de nivel muy grave y literalmente decir cualquier cosa menos lo que su intención requiere con desesperación. Claro que esas “cosas” están muy bien manejadas desde el guión para que los equívocos sean el blanco perfecto de gags que no siempre resultan orgánicos. Luego los episodios dramáticos llegan con la otra secuela de la enfermedad, las lagunas de memoria que lo llevan hasta perderse en la calle estando a metros de su casa, y por último, los más emotivos que tienen que ver con la relación con su hija, con la especialista en lenguaje que tiene una subtrama paralela, y con su perro al que apenas tenía en consideración antes del incidente. En resumen, una historia que tiene sus momentos, que no se hace tediosa amén de los clichés y que alcanza a dibujarnos de vez en cuando, una sonrisa, a pesar de su evidente mediocridad.
Una segunda oportunidad Son muchas las películas que trabajan sobre la base de personajes sorprendidos por un accidente cerebro vascular, u otro tipo de enfermedad, y que no hacen otra cosa que reinterpretar el clásico Scrooge, imaginado por Charles Dickens en Cuento de Navidad. En la representación del hombre solitario, avaro, ermitaño, que sólo vive para el trabajo y generar dinero, se esconde, además, una de las premisas del capitalismo: el que quiere celeste, que le cueste. Un hombre en apuros (Un homme pressé, 2018) de Hervé Mimran y con Fabrice Luchini como Alain, el CEO de una empresa automovilística, situado en un lugar de poder que lo aleja de la vida real, llegando incluso a casi ni dialogar con su hija, bucea en este subgénero del drama, que además ha posibilitado el lucimiento de actores como Harrison Ford, en producciones que apuntan a la lágrima fácil, pero que también intentan deconstruir las especulaciones de aquellos que se acercan al cine a ver la propuesta. En el caso de Un hombre en apuros, conoceremos en la primera escena a Alain, sumergido en la vorágine de lo laboral, de idas y venidas constantes, con tan sólo alguna que otra palabra a su chofer que lo conecta con el mundo. Alain, en apariencia, odia a todos, y busca no tener que lidiar con sus pares, prefiriendo pasarse horas entre diseños aerodinámicos de autos, que con su familia y compañeros de trabajo. Cuando un día, ni siquiera las señales de alertas previas al ACV que luego tiene, lo enfrentan a su nueva realidad, el camino de recuperación y aprendizaje para reinsertarse en la sociedad con su nueva forma y aptitudes, permiten narrar una historia de tesón y esfuerzo que hacen de Un hombre en apuros, un entretenimiento ideal para pasar el rato, mixando moraleja, comedia y humor, sin dejar de lado la reflexión sobre los tiempos que corren. Pero Alain no estará solo, en el camino conocerá a una terapeuta fonética (Leïla Bekhti), llena de miedos propios y problemáticas asociadas a su identidad, con quien aprenderá de nuevo a hablar, pero también a manejarse de manera diferente en la vida, cediéndole espacio al otro para su nueva realidad. Hervé Mimran (Nous York, Tout ce qui brille) coescribe el guion junto a Hélène Fillières (también actriz) con precisión, todo funciona a la perfección como un gigantesco mecanismo en el que los gags, el drama, la emoción, son digitadas sin posibilidad de escape, logrando que el espectador experimente, en muchos casos, las mismas emociones que Alain va sintiendo en el camino de su recuperación. A la emoción Mimran le agrega la magnificencia de la industria automotriz, un espacio en el que se manejan diariamente cifras siderales, y que en la puesta en evidencia de ese derroche frente a lo ínfimo del ser humano ante una situación que complejiza la salud y las posibilidades de movilidad, hacen que el motor narrativo de la película avance y se justifique. Fabrice Luchini brilla una vez más, en este caso componiendo los contrastes que va experimentando Alain a medida que progresa en su recuperación, y en el choque entre aquello que era y lo que ahora es, Un hombre en apuros se permite jugar, hacer reír, emocionar, con la simpleza y honestidad de una propuesta que llega directo al espectador, sin pretensiones más que la de advertir, cuidado con lo que estás haciendo con tu vida y cómo tratas a los demás.
Alain (Fabrice Luchini) vive a mil. No tiene respiro. Es hiperactivo y decidido. Su vida es su trabajo y no hay espacio para nada más desde que enviudó. Apenas hay algo, muy poco, para su hija Julia (Rebecca Marder). Es el director de una compañía automotriz, está estresado y preocupado ante el lanzamiento de un nuevo e innovador auto. Su capacidad de oratoria y convencimiento es inigualable, tal es así que el proyecto y la presentación pública del mismo se encuentra bajo su responsabilidad. En resumen, es una bomba a punto de estallar y que finalmente explotó. Tuvo un ACV. “Un hombre en apuros”, dirigida por Hervé Mimran, apunta a ser una comedia dramática, pero se queda en un producto insulso. Porque no provoca siquiera una sonrisa, y en los momentos que se aproximan al drama lo tratan con liviandad. Es decir, pasa de describir la vida intensa de un CEO empresarial de París a la de su recuperación física, el acercamiento a su hija universitaria y, por si fuese poco, buscar un nuevo trabajo ya que fue despedido al no considerarlo físicamente apto para la tarea que fue designado. El protagonista, luego del percance de salud, no quedó plenamente restablecido. La memoria y el lenguaje están afectados, para reeducarlos necesita de la terapista Jeanne (Leïla Bekhti) quien también tiene sus problemas personales, que inciden indirectamente en el desarrollo de la historia. El film tiene un ritmo vertiginoso, tanto como la personalidad de Alain. En todas las escenas pasan cosas que no dan respiro y, en casi todas, se encuentra él. Al atender tantas vertientes el objetivo del relato no es claro. No se sabe si lo que se quiere mostrar es la vida intensa de un hombre de negocios, el impedimento de reinsertarse laboralmente por problemas físicos, o restablecer y estrechar la relación con su hija y, de yapa, ayudar a su terapista. A su modo Alain cambió su vida, no porque quiso sino porque no tuvo más remedio, y esa transformación personal la podemos apreciar muchos más externamente y no desde su interior, que parece frío e imperturbable, como este film, que no logra conmover, emocionar o alegrarse, y, ni siquiera, identificarse con el personaje.
Historia de “ejecutivo frío vuelto cálido por sufrir derrame cerebral con ayuda de bella y étnica profesional con la que restablece su vida”. Si no fuera porque Fabrice Lucchini tiene todas las virtudes como intérprete (también algunos vicios, pero aquí no se notan tanto), esta historia de “ejecutivo frío vuelto cálido por sufrir derrame cerebral con ayuda de bella y étnica profesional con la que restablece su vida” sería totalmente insufrible, una de esas cosas que programaba en los 80 Canal 9 los viernes por la noche. Lucchini, con sutileza, transforma la fábula en otra cosa más ambigua y cálida.
Dramedy francés basado en un fragmento del libro de Christian Streiff “J’étais un homme pressé: AVC, un grand patron témoigne”, inspirado en la vida real del ex-director de Peugeot. Alain (Fabrice Luchini) es un respetado CEO de una compañía automotriz y un excelente orador, que no se permite tener un lugar para el ocio o la familia, pues es todo un workaholic. Un día, sufre un ACV en el trabajo y se ve obligado a frenar su gran carrera profesional debido a que el derrame le ha causado problemas en el habla y la memoria. Durante su rehabilitación contará con el apoyo de una joven fonoaudióloga, Jeanne (Leïla Bekhti), y su hija mientras intentará reponerse para retornar a su vida agitada. Si bien la película arma toda una secuencia de inicio dejando bien en claro que su protagonista es un hombre de gran poder, principalmente adicto al trabajo, personalidad reconfirmada en diálogos como “Descansaré cuando esté muerto”, comienza a decaer a medida que el conflicto se dispara. Entendemos que el film se basa en una comedia y puede que aceptemos ciertas literalidades del director, ya que trataremos de encajar las piezas, pero cuando Alain sufre el ACV, dándole inicio al segundo acto, la puesta en escena dramática se desluce entre el drama y la comedia generando una liviandad en las fuerzas que intentan llevar adelante la historia. Su recurso del gag apoyado total y textualmente en la dificultad del lenguaje del protagonista empieza a perder peso al querer sostenerlo durante toda la película, y si bien al principio es efectista debido a que el personaje es un brillante orador, se torna reiterativo y vacío. Entonces como espectadores, empezamos a sentirnos subestimados y, hasta por momentos, culpables de reírnos sobre ello, por lo que la trama empieza a estancarse, volviéndose previsible, para después pasar a sentirse forzada, incómoda, y finalmente perecer por completo. Quizás sea una película que logre dejar ciertos mensajes banales como “no somos nuestro trabajo” o “compartir con la familia es lo más importante” etc., pero creo que el realizador dirigió con tibieza a sus actores y actrices dado que a todos los perfiles les falto profundidad en la construcción de las capas ya que todo sobrevuela en una superficialidad que contrarresta al mensaje que el film acusa perseguir. Puede que este error también se deba al agregado de subtramas, como la búsqueda de la mamá biológica de la terapeuta o la del enfermero enamorado, que le han quitado espacio valioso al desarrollo del personaje de Alain y que incluso no son trascendentales al mismo. Entonces si se le hubiera dado un foco más detallado a la problemática que le genera un ACV a un CEO de semejante magnitud como la impotencia de no poder ser el superhombre que fue, con todo el trauma interno que ello acarrea, sumado a la vulnerabilidad a la que lo expone frente a sus empleados y colegas para luego trabajar en su fortalecimiento del vínculo con su hija, quizás la conexión con el público hubiese sido más honesta y por consiguiente empática. Un hombre en apuros es un tibio dramedy fránces que utiliza como gag las confusiones lingüísticas de su protagonista post ACV lo que genera un alejamiento en les espectadores debido a la ausencia de exploración en las transiciones emocionales en el personaje y su trauma.
Este film dirigido por Hervé Mimran y con la colaboración de Hélène Fillières se encentra inspirado en la historia real de Christian Streiff (en la actualidad con 64 años) quien fue presidente de grandes empresas como Citroën y Airbus. Su salud se siente afectada porque vive lleno de presiones, a un ritmo frenético y hasta sus afectos deja de lado. Además se refleja como se manejan ciertos empleados según su cargo. La cinta primero muestra un hombre de negocios que vive a un ritmo muy acelerado, hasta se atreve a decir «descansaré cuando me muera», pero esto puede tener sus consecuencias, se suele decir que el cuerpo en algún momento pasa factura. La película plantea que sucede cuando te enfermas, quienes te dan la espalda y quienes siguen, como funciona el capitalismo, la relación con su hija, su terapeuta, su mascota, entre otros seres y su etapa de recuperación. Cuenta con la brillante actuación de su protagonista Fabrice Luchini (“El emperador de París”), hay algunas referencias a la película “Casablanca”, posee buenos toques de humor, una fotografía y banda sonora maravillosa, el film tiene moraleja y te deja varios mensajes. Tiene un giro narrativo, subtramas como por ejemplo lo que sienten otros personajes.