En esta remake de la sueca Un hombre llamado Ove, nominada al Oscar como mejor película extranjera, Tom Hanks brilla, paradójicamente, como Otto, un hombre gris que entiende que su vida está terminada hasta que una familia llega a su vecindario y le ofrece, sin que él lo sepa, una segunda oportunidad. Una profunda reflexión sobre la soledad y qué hacemos con los adultos mayores cuando creemos que ya no sirven a la productividad de la sociedad. Una good feeling movies que además le permite a María Treviño secundar a Hanks de una manera única.
Si les hace falta llorar un ratito, no lo piensen más, esta es su película. Del director Marc Forster, responsable de Descubriendo el País de Nunca Jamás (2004), llega Un vecino gruñón, que está basada en una novela sueca que ya fue adaptada en 2016. El film, a estrenarse el próximo jueves 12 de enero en cines, usa a ambas como fuente de inspiración. Otto Anderson (Tom Hanks) es una persona que se queja de todo con todos -en algunas cosas tiene razón-. La pérdida de su esposa lo hace retraerse aún más y quiere terminar con su vida. Todo cambiará cuando llegue una vecina nueva, Marisol (Mariana Treviño), y su familia a frustrarle todos sus intentos pero también a darle otra perspectiva a su mundo. El suicidio es un tema muy delicado, sin embargo no es el centro de la cinta; es el cómo se sigue viviendo cuando la otra mitad ya no está. Es muy fuerte en ese sentido. Sí, Otto es un cascarrabias, pero no sin sus lógicas razones que la audiencia descubrirá mientras se desarrolla la película. Cuenta con un muy buen elenco: empezando por Mariana Treviño que es una hermosa y gran chispa de gracia, diversión y honestidad; perfecta para contrarrestar la fuerza gruñona de un Tom Hanks, que aunque no está en su mejor papel, ya se sabe de memoria las herramientas para una correcta interpretación. Los acompañan buenas actuaciones, ninguno sin sobresalir, más allá de la presencia de Truman Hanks como un joven Otto. Con otro ritmo, hablaríamos de otra película, ¿mejor? no sé; pero la advertencia está hecha: si ven Un Vecino Gruñón no esperen solamente una comedia, tiene drama de sobra. Es un golpe bajo que honestamente no se necesita, a menos que el espectador se prepare para ello.
Hace ya más de treinta años, el finlandés Aki Kaurismäki había ofrecido un planteo curioso para su primera película internacional, filmada en Inglaterra con un protagonista francés: nada menos que Jean-Pierre Léaud. Contraté a un asesino (1990) es la historia de un hombre tímido e insatisfecho que, ante la pérdida de su empleo y la irremediable soledad que lo aqueja, decide suicidarse. Una y otra vez lo intenta, fracasando de manera absurda, por cobardía o por azar. La decisión de contratar a un asesino a sueldo para hacer lo que él no puede finalmente se revela como una nueva ironía del destino cuando se enamora y ya no quiere que lo maten. Escapar de su propio asesino será la mejor forma de comenzar a vivir. Este prólogo coincide en algunos puntos con Un vecino gruñón, que a su vez es remake de una película sueca –Un hombre llamado Ove (2015), de Hannes Holm–, ambas inspiradas en el best seller del escritor y periodista Fredrik Backman. Otto (Tom Hanks) también fracasa en sus intentos de suicidio y después un encuentro fortuito lo aferra nuevamente a la vida. Pero la historia de Otto no es aquella comedia irónica de Kaurismäki, con sus colores estridentes para retratar un mundo áspero preñado de una incierta emoción, sino la esperable fábula de superación, aquel hallazgo de la esperanza cuando todo parecía terminado. Marc Forster no da demasiadas vueltas a su prolija adaptación, sino que la viste de ajustada corrección política –vecina latina, amigo negro, chico trans en problemas–, la decora con música melosa y paisajes nevados, y apela a una buena dosis de lágrimas para humedecer las endurecidas emociones del personaje y los espectadores. Pese a ello, el Otto de Tom Hanks consigue desprenderse del corsé del viejo cascarrabias, del hombre metódico obsesionado por hacer las cosas correctamente, enojado con la vida y con la muerte, batallando con el negocio inmobiliario, con los inútiles e irresponsables, con la desidia de un mundo que lo subleva, para enriquecerlo con sus expresiones de humor, sus muecas de fastidio, la potencia de un hombre dolido que no quiere resignarse. La película cumple con su fórmula y encuentra sus momentos más convencionales en los flashbacks sobre el pasado de Otto, la raíz de su tragedia y algunas explicaciones innecesarias para sus emociones más libres. Sin embargo, ese presente signado por encuentros esperables con Marisol (Mariana Treviño) y su prole, reconciliaciones con viejos amigos antes distanciados por preferencias automotrices –muy divertida la escena de la disputa entre Ford y Chevrolet– y la visita de queridos fantasmas, resulta disfrutable en su recorrido, como ese placer culposo con el que nos permitimos llorar.
Un vecino gruñón (A Man Called Otto), es la adaptación estadounidense de la exitosa película sueca de 2015, basada en la novela homónima escrita por Fredrik Backman, con la actuación de Rolf Lassgård (de la serie Wallander). La nueva versión está protagonizada por Tom Hanks, quien encarna a Otto, un hombre viudo y hosco que parece haber olvidado cómo sonreír y ser cortés con sus vecinos. En el comienzo del filme, cuando lo vemos comprando soga y otros artículos de ferretería en Castor Constructor (una especie de Easy de pueblo), rechazar la ayuda de un diligente vendedor y levantar una protesta porque le están cobrando de más, ya advertimos que es un hombre de principios y códigos que pertenecen a otra época. Al descubrir que su casa es la muestra exacta de perfección y limpieza exacerbadas al máximo, nos percatamos que no tiene celular, algo impensado en el mundo moderno. Cuando seguimos sus pasos por el vecindario mientras se dedica a chequear que se respeten las reglas de estacionamiento y el contenido de los cestos de reciclado, terminamos de comprobar que está obsesionado por el control. Un hombre que no encaja Otto, no encaja en el mundo actual y detesta todo contacto con el exterior. Tanto es así que hasta se molesta con su jefe y los compañeros de la empresa de construcciones donde trabajó porque intentan agasajarlo con motivo de su jubilación. En imaginativos y sugerentes flashbacks iremos viendo la juventud del protagonista, encarnada por Truman Hanks (hijo de Tom y Rita Wilson), cómo conoció a su futura esposa, llegaron a casarse y fueron felices hasta el acontecimiento trágico que terminó con el fallecimiento de Sonya (Rachel Keller, de las series Fargo y Tokyo Vice). Pero, como ya se sabe que la vida te quita y te da en proporciones semejantes, cierto día advierte azorado que nuevos vecinos están instalándose en la casa de enfrente. Se trata de la familia que integran Marisol (Mariana Treviño, la estrella mexicana de la serie Club de Cuervos y la telenovela 100 días para enamorarnos) y su esposo Tommy (Manuel García Rulfo, el actor mexicano de la serie From Dusk till Dawn y la cinta Muerte en el expreso de Oriente) con sus pequeñas hijas Abbie y Luna. La vitalidad extrema de Marisol y su familia, el júbilo latino, su afecto por el huraño hombre y el gesto de cordialidad al acercarle comida autóctona, entre otras causas, modificarán lentamente los rituales cotidianos de Otto, quién comenzará a darse cuenta de que su vida no está terminada y aún tiene mucho por hacer, en comunión con sus semejantes. La dirección de Marc Forster (el mismo de Monster's Ball por la que Halle Berry ganó el Oscar, Finding Neverland con Johnny Depp, Quantum of Solace con Daniel Craig y Guerra mundial Z con Brad Pitt) exprime al máximo los resortes de un elenco en el que se destacan Hanks, toda una estrella de Hollywood y Treviño, con su presencia llena de energía. Por momentos, la historia del hombre que descubre a través de sus semejantes cómo llenar el vacío que produce una pérdida, conserva el perfume de las películas que el mítico Frank Capra rodaba en los cuarenta. Algo que se agradece en tiempos en los que la mayoría de los estrenos son tramas con superhéroes, monstruos de otras galaxias, casas embrujadas o asesinos demoníacos.
La película dirigida por Marc Forster (Cometas en el cielo, Descubriendo el país de Nunca Jamás) está basada en la novela de Fredrik Backman. Cuenta la historia de Otto Anderson (Tom Hanks), un anciano que se la pasa refunfuñando por las actitudes de sus vecinos hasta la llegada al vecindario de Marisol (la actriz mexicana Mariana Treviño) con su familia, lo que genera un cambio en su vida. Al principio de Un viejo gruñón (A Man Call Otto, 2022) hay ciertos momentos de humor negro con los intentos de suicidio fallidos del protagonista y sus actitudes despectivas hacia el resto. Pero la presencia de Hanks convierte al relato en un meloso drama de buenas intenciones con bajada de línea incluida. Resultan interesantes algunas ideas de la película apodada también El peor vecino del mundo. En primer lugar Otto es un gruñón pero nunca deja de ayudar a sus vecinos cuando estos lo necesitan. Lo hace de mala gana pero los ayuda, siempre. Una actitud que lo convierte en buena persona más allá de sus agresivos modales. Por otro lado, sus ideas conservadoras (comprar autos marca Ford, saber reparar “cosas”, respetar las normativas sociales) chocan con los hábitos de sus vecinos latinos que manejan autos automáticos y no saben instalar electrodomésticos. Esto no lo hace más “querible” al personaje sino alguien “útil” o “necesario” para los mexicanos. Un buen motivo para relacionarse. Los distintos flashbacks sobre el pasado de Otto (interpretado por el hijo del actor de Capitán Phillips, Truman Hanks) muestran la razón de su “enojo” con la vida, asociada a la pérdida de su esposa. Quizás el punto de mayor relevancia del film es la consciencia de Otto de que el mundo que alguna vez habitó ya no existe y, desde su mirada tradicional (no usa teléfonos móviles por ejemplo), todo entró en una decadencia insalvable y ya no vale la pena el esfuerzo. Son innumerables las “diferencias” con ese pasado mejor para el protagonista, que va desde los autos, objetos de ferretería que se rompen, actitudes antiéticas del mercado inmobiliario, las nuevas profesiones como periodismo de redes o la risoterapia, entre muchas otras. En ese mundo cambiante Otto encuentra en la noción de comunidad (compuesta ahora por la familia latina y el chico trans, entre otros), la contención y cariño que parece haber perdido. Y ahí entra Tom Hanks para decir una vez más, que las buenas acciones sociales aún tienen premio.
Este film es una adaptación estadounidense de la novela sueca “A Man Called Ove” de Fredrik Backman, realizada por el director Marc Forster y el guionista David Magee.La novela ya fue llevada al cine por un equipo sueco, con el titulo de “Un hombre llamado Ove” esta traslación de 2015 que Suecia presentó como representante para el Oscar de habla no inglesa obtuvo una nominación. La versión sueca opto por darle mayor preponderancia a la transformación de su personaje que a la justificación del mismo a partir de su historia de vida. Es exactamente lo que hace el director, nacido en Alemania, criado en Suiza, pero formado profesionalmente en los EEUU, responsable de “Monster Ball” (2001) y “Finding Neverland” (2004). Otto (Tom Hanks) es un viejo viudo, solitario y gruñón que critica y controla a todos en su calle, haciendo cumplir las reglas de convivencia estipuladas, de estacionamiento y reciclaje de la basura, el cuidado del césped y la atención de las mascotas, entre otros temas. Luego de su ultimo día laboral o en su primer día como jubilado,
"Un vecino gruñón", el largo adiós a la misantropía El actor es ideal para el papel: desde el primer minuto puede apreciarse cierta humanidad oculta detrás de la máscara de amargura, desprecio y odio a todo el mundo. Había una vez una novela escrita por el sueco Fredrik Backman, Un hombre llamado Ove, la historia de un anciano misántropo y cascarrabias a quien los residentes del barrio llaman “el vecino amargo que vino del infierno”. El éxito del libro se elevó hasta la estratósfera gracias a la primera adaptación cinematográfica, producida en Suecia con guion y dirección de Hannes Holm, que llegó a ser una de las cinco nominadas a los premios Oscar en la categoría de habla no inglesa del año 2015. Sobre ella escribió en estas páginas el crítico Juan Pablo Cinelli: “Holm parece empecinado en darle a Ove (y a cada espectador) una lección de vida en la que el dolor es siempre el camino por el que el personaje es obligado a transitar”. Material ideal para una típica remake hollywoodense. Y así fue, nomás: Ove muta en Otto, el actor Rolf Lassgård en Tom Hanks y el tranquilo vecindario sueco en una apacible calle suburbana de los Estados Unidos, pero las bases, recorridos y destino final de A Man Called Otto (Un vecino gruñón en el mercado local, título genérico si los hay) son esencialmente los mismos. Dice la leyenda que Tom Hanks quedó prendado de la historia y no es casual que su nombre aparezca en el doble rol de protagonista y productor del proyecto. El actor es ideal para el papel: desde el primer minuto puede apreciarse cierta humanidad oculta detrás de la máscara de amargura, desprecio y odio a todo el mundo. Tan desagradable es Otto que, siguiendo la máxima de que el cliente siempre tiene la razón, es capaz de armar flor de lío en un local por una diferencia de apenas 33 centavos. Que la soga que acaba de comprar tenga como destino su propio cuello es otra cuestión. Resulta claro que la muerte reciente de su esposa lo tiene a mal traer, cosa que los flashbacks –iluminados como una publicidad de los años 80 de algún perfume o desodorante y protagonizados por el hijo de la estrella, Truman Hanks– dejan en claro una y otra vez. Pero el intento de suicidio, el primero de varios, como ocurría en el film original, no llega a buen puerto. Algo o alguien, tal vez el Destino con mayúscula, quiere que Otto siga viviendo. Luego de la mudanza de una familia de inmigrantes “latinos” justo enfrente de su casa, la soledad del protagonista, la hosquedad sempiterna y los planes para acabar con su vida comienzan a desbaratarse, horadando de a poco esa coraza aparentemente indestructible. Así barajadas las cartas, la previsible historia se encamina sin apuro (son 126 minutos de metraje) a un tercer acto en el cual Otto verá nuevamente la luz de la bondad y la esperanza. Amenizando la espera hasta esa instancia, el guion incluye una moneda de plata que hace las veces de memento mori, un gatito callejero esperando un nuevo dueño, un chico trans que termina de cumplir la cuota de diversidad y el clásico recurso de la empresa inmobiliaria dispuesta a quedarse con la vieja cuadra para un proyecto de renovación. Apenas sostenida por el talento del reparto, la rutina se apodera de Un vecino gruñón. Una pregunta queda flotando en al aire, sin embargo: ¿ese tipo se transformó en un ogro de un día para el otro o acaso el guion oculta que siempre fue un pesado de aquellos?
Otto Anderson es un señor gruñón que habita en los suburbios de Pittsburg, Pensilvania. Pasa sus días intentando que todas las reglas sean cumplidas en su vecindario al pie de la letra. Tras la muerte de su esposa Otto ha perdido el rumbo de su vida y no quiere seguir adelante con ella, pero la llegada de nuevos vecinos hace que su vida cambie rotundamente. “Un vecino gruñón” es un largometraje estadounidense basado en el libro “A man called Ove” escrito por Fredrik Backman y la película sueca, “En man som heter Ove”. Esta versión de la historia sería un remake de la producción nórdica de 2015. A simple vista “Un vecino gruñón” podría parecer una comedia plana sin mucha profundidad, pero nada más lejos de la realidad. Si bien tiene sus momentos divertidos diría que estamos ante un drama, el drama de un hombre al que ya no le queda nada y encuentra una razón para seguir adelante. Un acierto que me gustó mucho es que se indaga en la vida de Otto y se le explica al espectador porque este anciano actúa de la manera en la que actúa y también podemos ver otra faceta de él. A su vez siento que este largometraje está cuestionando a ciertos aspectos de la sociedad actual tales como la falta de empatía y el abuso por parte de los dueños de condominios. Se destacan las actuaciones de Tom Hanks (Otto Anderson), Mariana Treviño (Marisol) y Cameron Britton (Jimmy). “Un vecino gruñón” es una película dramática con toques de comedia que les va a sacar muchas carcajadas y hasta algunas lágrimas.
Es una remake de una exitosa película sueca que cuenta la historia de un hombre cascarrabias, viudo, insoportable, que logra reconciliarse con la vida. Aquí con Tom Hanks encabezando el elenco ya se sabe que el desplegará todo su talento para darle carnadura a un personaje que pierde su tiempo en enojarse con todo y con todos, peleándose indiscriminadamente con hombres, mujeres, jóvenes, viejos, la humanidad toda. Dirigido por Marc Foster,con guión de David Magee, que sucumbe a un agregado innecesario, pronto se advierte que aunque el tono es delicado, hay que preparar los pañuelos. Es que aunque a medida que se van descubriendo los motivos de tanto enojo de Otto, Hanks nos va a conmover irremediablemente aunque sepamos de antemano que de eso se trata, descaradamente. Como Otto joven actúa Truman Hanks, el hijo de Tom, con una bella y convincente Rachel Keller. Pero la mujer que logra romper las barreras de ira del gruñón, es su nueva vecina Marian Treviño en una intensa actuación. Hasta el gato que tiene su importancia en la historia nos conmueve. Imagínense, hay que entregarse y listo.
Un vecino gruñón (A Man Called Otto, Estados Unidos, 2022) es la versión corregida y mejorada de la película sueca del año 2015 Un hombre llamado Ove (En man som heter Ove) a su vez basada en el exitoso libro de Fredrik Backman. En Argentina se decidió que el film protagonizado por Tom Hanks tuviera un título de comedia familiar, lo que es una pequeña barbaridad que algunos espectadores podrían reclamar si lo que quieren ver es eso. Esta comedia dramática tiene como personaje central a Otto Anderson (Tom Hanks) un hombre recientemente enviudado que aceptó la indemnización de la empresa en la que trabajó durante años. Jubilado y solo, en un barrio de casas iguales y contiguas, lo que se conoce como townhouse. Con una enorme capacidad para arreglar cosas, él ha controlado de forma estricta y obsesiva que las cosas funcionen en ese pequeño grupo de casas. Pero ahora cree que ya no tiene motivo para vivir y piensa en suicidarse para reencontrarse con su amada esposa. Pero la llegada de una familia vital y extrovertida complicará sus planes. Marisol llega con su marido y sus dos hijas y altera el orden del lugar y de las rutinas de Otto. Aunque él está convencido de que ya nada tiene sentido, a su alrededor todo le dice a gritos que no es cierto. Los espectadores lo vemos desde las escenas iniciales, sólo falta que Otto lo descubra, si acaso llega a hacerlo. La comedia de humor negro se va moviendo por el terreno de la emoción con varios golpes al corazón que conmoverán a cualquiera. Otto es un hombre conservador, pero no un reaccionario. Su malhumor y hosquedad iniciales de ninguna manera lo convierten en alguien desagradable, más bien al contrario. A Man Named Otto tiene todos los ingredientes que suelen molestar a los críticos y hacer feliz a los espectadores. En ambos casos, todos entendemos los trucos que la película realiza para colocar la risa en el momento justo y la lágrima donde corresponde. Esta película para reconfortar multitudes tiene, además, al mismísimo Tom Hanks jugando su juego con absoluta maestría, con puro oficio y talento para el humor y el drama. Nadie en su sano juicio puede creer que pagar la entrada para recibir una película que nos haga sentir bien es algo malo. Claro, cuando fallan son molestas, pero este definitivamente no es el caso. Aunque se nota el plan, la cosa funciona.
Llegó a los cines el pasado jueves la última película dirigida por Marc Forster, segunda adaptación de “A Man Called Ove”, de Fredrik Backman, una historia sobre un hombre con un corazón demasiado grande que se comporta de forma muy antipática con todo el mundo pero que esconde detrás de su actitud una bondad y generosidad únicas. En los cines del país la película se titula “Mi vecino gruñón”, sí, nada ingenioso y demasiado tonto el nombre con el que llegó a salas. Tom Hanks es el encargado de personificar al protagonista en cuestión, Otto Anderson, un ingeniero que acaba de jubilarse y que por razones que la película se encarga de detallar y sobreexplicar intenta sin suerte sacarse la vida en varias ocasiones. La trama gira en dos líneas temporales, la actual, donde Hanks es Otto y sus circunstancias y el pasado, donde se relatan los diferentes acontecimientos que marcaron la vida del protagonista y que de alguna manera lo llevaron a ser quien es hoy. El punto débil de la película de Forster es no poder salir de los lugares comunes, los golpes bajos y la explicación detallada de todas las causas y efectos de la trama. Sin embargo, debe valorarse que “Un vecino gruñón” logra transmitir escenas de humor muy bien construidas y ciertos pasajes dramáticos recreados con eficacia desde lo actoral. No solo Tom Hanks se luce en este rol que le queda muy a mano, es toda una revelación el trabajo de la actriz mexicana Mariana Treviño (“Club de cuervos”, “100 días para enamorarse”) quien protagoniza escenas conmovedoras y otras muy graciosas. Por otro lado, Truman Hanks (hijo de Tom), en su debut como actor personifica a un joven Otto con la inocencia e introversión que el personaje requiere. Con un mensaje entrañable y momentos muy disfrutables, “Un vecino gruñón” logra transmitir aquello que se propone desde su argumento, con algunos vicios y reiteraciones sí, pero con un nivel artístico que compensa las falencias mencionadas. Opinión: Buena
LA FÓRMULA DE LA AMABILIDAD Podríamos adivinar qué pasará en los 126 minutos de Un vecino gruñón leyendo solo la sinopsis. Y no solo porque se trate de una remake del film sueco A man called Ove (aunque la película también se asume como adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Fredrik Backman). El film dirigido por Marc Forster es de esos que se deshacen en sus intenciones: aquí, un hombre bastante huraño, un vecino ejemplar que resulta muy pesado para el barrio, un tipo con habilidad para los trabajos manuales y el arreglo de cosas, pero también alguien con tendencias suicidas debido a una serie de tragedias en su vida con las que no sabe muy bien cómo lidiar. Precisamente ahí surge lo peculiar del relato, lo que lo mueve un poco de cierta planicie visual y narrativa: Otto, el protagonista, no quiere vivir más, e intenta suicidarse constantemente, pero falla. El registro de esos momentos es de comedia negra, o al menos lo intenta, porque lo que aparece es una incomodidad, una indefinición en el tono que saca de la comodidad de todo lo que se ve y oye. Forster era un poco especialista en este tipo de relatos, como Descubriendo el país de Nunca Jamás, no casualmente escrita por David Magee, también guionista de esta. Y Magee, para más, fue guionista de aquella Una aventura extraordinaria, la de Ang Lee y la del tigre, por lo que entiende cómo construir un relato con fines pedagógicos: aquí lo que tenemos es a un tipo apesadumbrado al que la llegada de una familia al barrio (una familia de raíces mexicanas, para cubrir un casillero de la corrección política, que la película también es eso) le moverá un poco la estructura, lo suficiente como para descubrir la puta que vale la pena estar vivo. ¿Qué hace entonces que todo esto no nos resulte un plato indigesto? Por un lado podríamos decir que la presencia de Tom Hanks le aporta la serenidad de un intérprete con oficio que ha sabido desde siempre despreciar los gestos ampulosos. Y si tenemos en cuenta que es productor de la película (y que como director nos ha entregado films divertidos y amables, pero repletos de lugares comunes, como ¡Eso que tú haces! o Larry Crowne) sabemos que su mirada será clave para que la película no se exceda allí donde puede pisar en falso y ser redundante. Y, por qué no, la química con Mariana Treviño, la nueva vecina tan amable como pesada, funciona estupendamente como para que el contrapunto genere el impacto necesario. Un vecino gruñón es lo que antes se solía llamar un placer culpable, una de esas películas hechas para agradar a fuerza de risas y llantos, una historia para sentirse bien. No hay nada de malo en eso, si se hace con profesionalismo e inteligencia como en este caso. Y esta película es efectivamente eso, cine de fórmula, pero autoconsciente, y por eso mismo controlado en sus excesos.
¡Qué bonita vecindad! Un vecino gruñón es una remake de la película sueca Un hombre llamado Ove (En man som heter Ove, Hannes Holm 2015), nominada a dos premios Oscar. Esta dirigida por Marc Forster, y protagonizada por Tom Hanks, quien comparte elenco con Manuel Garcia-Rulfo, Rachel Keller, Cameron Britton y Kailey Hyman, entre otros. La historia, adaptada de la novela homónima de Fredrik Backman, cuenta la historia de Otto, un jubilado solitario y malhumorado, que cuando se encuentra a punto de suicidarse conoce a sus nuevos vecinos, una familia que rompe con todas sus estructuras, pero lo hace entablar una amistad inesperada que le otorga un sentido a su vida. Mientras que por medio de flashbacks vamos conociendo su historia y los motivos que lo llevaron a conformar ese carácter y tomar tan terrible decisión. En primer lugar es necesario destacar el trabajo de Tom Hanks, que vuelve a interpretar a un hombre ordinario, pero no envuelto en situaciones extraordinarias, como lo hizo a lo largo de su carrera, sino que atravesando una crisis personal. Que puede apreciarse en las primeras escenas, donde se muestra su nivel patológico de obsesión con el control de su vecindario, con la que oculta la depresión producto del duelo por su reciente viudez. En segundo lugar es necesario destacar la puesta en escena de Marc Forster, un director que al igual que los artesanos del cine clásico, maneja eficazmente los diferentes géneros, con los que trabaja, como la comedia costumbrista, en este caso en particular. Que se permite incluir de manera armónica y fusionar por momentos tanto el drama como el humor negro, en base a efectivos gags, ya que son funcionales a la trama. Y tomando como principal influencia la obra de Frank Capra, en especial de Que bello es vivir! (It’s a wonderful life, 1946), aunque la intervención redentora se da en el plano terrenal, que no por ello deje de resultar providencial. En conclusión, en Un vecino gruñón Tom Hanks ofrece su mejor actuación desde Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), pelicula por la que ganó su segundo premio Oscar. Interpretando un personaje complejo que alterna entre el drama y la comedia, esquivando admirablemente los golpes bajos para generar emociones genuinas en los espectadores.
«Un Vecino Gruñón» («A Man Called Otto», en su idioma original) es una remake norteamericana de la película sueca de 2015 llamada «A Man Called Ove». La misma se centra en Otto Anderson (Tom Hanks), un viudo malhumorado que solo quiere cumplir con su rutina sin que nadie lo moleste. Sin embargo, una familia se mudará enfrente de su casa y le cambiará la vida para siempre. Sin haber visto la película original ni poder hacer comparaciones al respecto, «Un Vecino Gruñón» es una comedia dramática efectiva que logra equilibrar de buena manera tanto el humor como los momentos más emotivos (aunque podemos tener algunos golpes bajos para recurrir a este sentimiento sobre todo hacia el final de la historia). A través de distintos flashbacks vamos conociendo más sobre el pasado del protagonista y por qué es cómo es. Por instantes esto está bien tratado, generando cierto misterio dentro de la trama, y por otros este recurso se siente un poco repetitivo, siendo una forma fácil de explicar ciertas cuestiones, pero también corta un poco el ritmo de la trama. A su favor, seleccionaron a Truman Hanks para que interprete a un joven Otto, siendo bastante parecido a su padre real. En cuanto al humor, los chistes consiguen sacar varias risas en los espectadores, no solo por el guion que presenta un buen timing para la comedia, sino también por las buenas actuaciones del elenco. No solo se destaca Tom Hanks como un hombre atormentado por su pasado y distintas situaciones dolorosas por las que tuvo que atravesar pero que en el fondo se preocupa por la gente y las cosas importantes; sino también otros personajes secundarios como Mariana Treviño, una de las vecinas que se muda la comunidad de Otto, que es muy simpática y el polo opuesto al protagonista. Incluso, la química que tienen ambos y las interacciones entre ellos nos ofrecen algunas de las mejores escenas. Pero todos los personajes tienen algo atractivo que nos harán reír o emocionar, aunque algunas subtramas tal vez se sientan un poco forzadas solamente con el objetivo de ofrecernos una historia un poco más moderna y aggiornada que la original, ahondando en temas como la sexualidad, el género en la infancia, el aumento de las construcciones por temas económicos, entre otras cosas. Sin dudas vamos a poder empatizar con ellos por su simpatía y ocurrencia. En síntesis, dejando de lado que es una remake, «Un Vecino Gruñón» es una película que entretiene y emociona por partes iguales gracias a tener un guion ingenioso, una buena construcción de personajes y logradas actuaciones de todo su elenco, donde se destacan los protagonistas Hanks y Treviño.
“El Peor Vecino del Mundo” llega a las salas locales en formato de drama desgarrador enmascarado de comedia. Remake de “Un Vecino Gruñón”, film sueco estrenado en 2015, a su vez adaptado del best seller homónimo, tras su realización se encuentra el siempre sorprendente Marc Foster. Dueño de una filmografía variopinta, capaz de abordar registros tan distintos entre sí como en los films “Monster’s Ball”, “Descubriendo el País del Nunca Jamás” y “Guerra Mundial Z”. La magnífica interpretación de Tom Hanks, pasando de ser el mejor (“Un Buen Día en el Vecindario”) al peor integrante de la comunidad aquí examinada, se convierte en principal foco de atracción. Apoyándose en la masterclass brindada por el doble ganador del Premio Oscar, la película inyecta un positivo mensaje de vida, invitándonos a una reflexión moral que impera desbordante de emotividad. Uno de los actores contemporáneos de mayor renombre se coloca en los zapatos de este veterano que ha probado el bocado más amargo que la vida le ha puesto delante. Riguroso en su actuar, todo alrededor de sí parece milimétricamente cuidado. Sin embargo, sumido en el duelo y en la superación de una devastadora pérdida, no posee motivo alguno para ser feliz. Disgustado con su presente, cada día le pesa. El vuelco de ciento ochenta grados que da su existencia funge como gancho argumental, efectivo en transmitir valores que nos hacen reflexionar acerca de la soledad que atraviesan adultos mayores en determinada etapa de la vida. El sentimiento impulsa el minuto a minuto del metraje de esta comedia gestada con corazón y nobles intenciones. Nunca sabremos qué ocurre en la casa de al lado.
Esta remake de una película escandinava nominada al Oscar no es buena ni mala: en sí misma, permite esclarecer con ejemplo canónico el término “profesional”. Profesional es el guión, profesional es el trabajo de Hanks -productor de un film que le sale de taquito; aclaremos: le sale bien-, profesional el tono del impersonal Marc Forster. La historia es harto repetida: tipo misántropo se encuentra con nuevos vecinos que terminan curándole la amargura. Es obvio que Mejor, Imposible -y por qué no Gran Torino- toman el cliché con mucho más peso. Pero la idea es la de brindar un cuento amable de Navidad y ver personas. En eso cumple, porque Hanks está en la cima de su arte (desde hace mucho, mucho tiempo) y puede hacer interesante con un gesto la secuencia más repetida, el cliché más aburrido. El cine también existe para que podamos mirar esos gestos en el fondo inventados, una especie de prestidigitación que aplaudimos tanto por el resultado (conmovernos) como por la habilidad para esconder el truco. El clima gris, el vestuario del protagonista, el drama interno son piezas precisas para que, por dos horas, pensemos que el mundo puede redimirse un poco.
Reseña emitida al aire en la radio.