Despliegue de opulencia. Indudablemente Viajo Sola (Viaggio Sola, 2013) es una película bastante rara para lo que suele ser el común de las comedias dramáticas de nuestros días, en especial las que adoptan la premisa “burgués alienado en una espiral de riqueza y consumos suntuarios que entra en crisis existencial por tal motivo”: en una jugada interesante, el gran cambio que introduce la propuesta pasa precisamente por el “no cambio”. Estamos frente a un retrato amable y circunspecto de una mujer de mediana edad que a lo largo de la trama no experimenta ninguna transformación sustancial a nivel de su ideario o actitud ante la vida, ya que el film prefiere centrarse en una descripción minuciosa de su trabajo y entorno familiar (esa sería la primera desviación para con las reglas del subgénero, la segunda es la elección de una fémina para un personaje que suele estar reservado a la fauna masculina y su fanfarronería). Irene Lorenzi (Margherita Buy) es una inspectora de incógnito que recorre todo el globo analizando el servicio ofrecido a los clientes por parte de los hoteles de cinco estrellas, lo que implica alojarse como huésped, controlar las prestaciones y redactar informes acerca de la apariencia general de las habitaciones. Lo curioso del opus de Maria Sole Tognazzi es que cuenta con la agilidad propia de los productos mainstream y al mismo tiempo evita la sobreexplotación de las fórmulas contemplativas y/ o de índole turística, un planteo que nos hace girar -junto a Lorenzi- en torno a dos ejes fundamentales, léase su hermana Silvia (Fabrizia Sacchi) y su mejor amigo/ ex pareja Andrea (Stefano Accorsi). Mientras que la primera es una mujer muy despistada que construyó la familia que ella nunca formó, el segundo pronto será padre, despertando en Irene un asomo de pánico a perder su amistad. Hasta cierto punto se podría decir que Viajo Sola es una interpretación a la italiana de Amor sin Escalas (Up in the Air, 2009), lo que en términos prácticos significa que aquí predomina la ciclotimia de los vínculos cercanos por sobre la presencia de una contraparte romántica tradicional. De hecho, la película se toma su tiempo para desarrollar el dualismo -algo esquemático- de fondo, uno que sitúa la libertad/ independencia de la protagonista frente a su soledad/ aislamiento en materia afectiva, sin embargo el guión de Ivan Cotroneo, Francesca Marciano y la realizadora apenas si amaga con un par de esas típicas “salidas” de las historias de autodescubrimiento y dilemas identitarios (sin adelantar demasiado, sólo diremos que hay acercamientos varios con el sexo masculino y que llegando el desenlace aparece una figura de autoridad intelectual que impulsa a Irene a comprender su situación). Quizás este es el elemento más atractivo del film, la estrategia de obviar los facilismos de la metamorfosis actitudinal de nuestra heroína para -en cambio- concentrar todas las armas del relato en la crónica de su cotidianeidad y una angustia solapada, en estrecha relación con la concepción aún hegemónica de feminidad. Como Irene no se define a sí misma dentro del enclave de la maternidad, la familia nuclear y la estabilidad hogareña, en ocasiones padece los dardos verbales de su hermana y a su vez no se siente a gusto con su vida privada, por ello se entrega al despliegue de opulencia de los complejos turísticos como vía de escape. Ahora bien, a pesar de que se agradece el poner de manifiesto el reduccionismo social que vincula el éxito femenino al poder de seducción, la obra se queda en terreno seguro y no va más allá de la aceptación personal en tanto remedio a una crisis en realidad más profunda…
Mi vida en hoteles Viajo sola (Viaggio Sola, 2013), es una comedia dramática, simple pero eficaz, donde la italiana María Sole Tognazzi explora las vicisitudes de una cuarentona que se encuentra literalmente sola pese a vivir rodeada de gente. Irene (Margherita Buy), una atractiva mujer soltera, trabaja como inspectora de hoteles cinco estrellas. Viaja sola constantemente por magníficos lugares, redactando informes muy detallados sobre todos las falencias del personal. Dedicada a controlar los horarios del servicio de habitaciones, tomar la temperatura del vino blanco, medir niveles de polvo en las habitaciones, sus viajes no resultan muy relajantes, y su vida personal es casi inexistente, excepto por su larga amistad con Andrea (Stefano Accorsi), un proveedor de comida ecológica. La película de María Sole Tognazzi, elegida para representar a Italia en los Oscar 2014, es un fresco contemporáneo focalizado en retratar la soledad de la mujer actual que ha priorizado lo laboral por sobre lo afectivo. Irene está sola, pese a tener una hermana y dos sobrinos a los que no sabe cómo tratar, su vida pasa por sus viajes y su trabajo. Conoce gente, pero solo queda en eso. Son vínculos no logran avanzar más allá de un viaje. Su única relación importante es con Andrea, un ex novio con el que sigue teniendo una profundad amistad a pesar de que él está en una nueva relación. La paternidad de Andrea y la muerte imprevista de una mujer en uno de los hoteles que inspecciona harán estallar en Irene una crisis existencial, pero que no será mucho más que eso. Viajo sola es una comedia simple y banal, que no indaga mucho más allá sobre todos los tópicos que propone y que los desarrolla como al pasar, sin abordar el conflicto interno. Toganazzi se inclinó por una historia liviana y pasatista, de narración fluida, simpática, con paisajes de ensoñación y que funciona, pero que carece de cualquier tipo de profundidad.
Se estrena Viajo sola de Maria Sole Tognazzi, protagonizada por Margherita Buy junto a Stefano Accorsi. En Viajo Sola su protagonista, tal como lo indica su título, viaja mucho. Pero apenas conoce los lugares que pisa, aunque visite varios países en una semana. Es por eso que a veces, en cuanto a la fotografía, se puede sentir que la película desaprovecha locaciones cuando en realidad la cuestión está en que la mayor parte de la vida de esa mujer se sucede dentro de los hoteles. Margherita Buy y Stefano Accorsi vuelven a ser pareja en pantalla aunque esta vez es ella la encargada de llevar adelante toda la película. Irene (Buy) es una mujer adulta, exitosa, con un trabajo a simple vista soñado: se la pasa viajando y quedándose en hoteles lujosos. Su trabajo consiste en evaluar hasta el mínimo detalle cómo funciona el hotel con cada uno de sus clientes. Pero Irene también lleva, ante la mirada de muchos, una vida vacía, ya que no tiene pareja, no tiene hijos, y su tiempo parece dedicado solamente a su trabajo. Es cierto que no tiene hijos pero tiene familia: es o intenta ser una buena tía con sus sobrinos; y tiene una relación aunque ya más cercana a la amistad (al menos en eso se convirtió a lo largo de los años), con Andrea (Accorsi). El problema surge cuando Andrea conoce a una chica, como probablemente conoció a muchas a lo largo de su vida, y ella queda embarazada, lo que desestabiliza a Irene, quien teme perder esa relación tan extraña como perfecta, que no se desgasta a lo largo de los muchos años que hace que se conocen más allá de no haber funcionado como pareja. No es difícil para Irene sentirse sola. Viaja sola, duerme sola en enormes camas matrimoniales, desayuna sola, y además tiene que lidiar con las opiniones de gente cercana como su hermana, que no entienden el modo de vida que lleva. Los lujos a los que se somete constantemente reflejan el vacío existencial que de a poco comienza a aflorar. “El lujo es un engaño, esta vida no es real”, le dice una huésped a la que conoce en un hotel de Alemania y lo más cercano que tiene en ese momento a una amiga. Viajo sola es un drama con algunos tintes de comedia, que antes que nada reivindica a su protagonista como una mujer fuerte e independiente, alguien que no necesita más que hacer lo que le gusta y que no depende de otras decisiones más que de la suya propia. Porque es cierto que el film plantea cierta crisis pero no cae en el lugar común y esperado (sobre todo teniendo en cuenta que es una película italiana, cuyo cine suele hacer mucho hincapié en las familias tipo), sino que más allá de que su directora retrata incluso la vida matrimonial con el personaje de la hermana, siempre apela a la idea de que la mujer es independiente cuando es ella la que decide vivir como vive (esto se ve reflejado incluso en el personaje secundario de la mujer que pasa a esperar un hijo de Andrea). Para ser libre no es necesario estar sola, es una elección. A la vez, la película y su protagonista juegan mucho con las ironías, hasta el último momento. Otro de los juegos interesantes, que se da a lo largo de todo el metraje, tiene que ver con la voz en off que no hace más que leer las preguntas que debe responder sobre el hotel, y a veces parecería que fueran sobre su vida. Porque Irene se plantea qué tan conforme está con esa vida que construyó, así como mil veces le preguntaron qué tan conforme está con el hotel donde se hospedó. Y la respuesta parece ser que lo importante es estar bien con uno mismo, aunque el film no cae en el error de explicitarlo. Viajo sola es la reivindicación del personaje femenino fuerte e independiente, mostrando la evolución de su protagonista de manera sutil pero evidente. Porque no es la misma Irene la del comienzo que la del final, aunque esté en el mismo lugar. Una película atípica y valiosa, y con una interpretación brillante de Margherita Buy.
LO QUE OCULTA EL MEJOR EMPLEO DEL MUNDO Según la directora María Sole Tognazzi (Hija de Ugo), este film está dedicado a un importante porcentaje de mujeres que viven solas, sin hijos en Italia. Pero el logro de esta comedia dramática puede extenderse como universal, a un fenómeno de nuestro tiempo, que por supuesto también incluye a los hombres. Aquí el tono leve igual deja paso a una reflexión muy actual: cómo el trabajo, aun el más atractivo de todos no puede tapar otras carencias. En este que se ve como un ideal, la protagonista, la dúctil Margherita Buy, es una inspectora de hoteles cinco estrellas, por eso su vida transcurre en lugares soñados, en habitaciones perfectas, sin limitaciones de bolsillo, donde ella y su arsenal de utensilios constata si todo está en orden. Claro que su casa y su vida son de un vacío imposible de llenar. Simpática comedia que muestra no pocas miserias humanas, enredos, justicia para los inexpertos y la reconstrucción de vínculos familiares. Llevadera.
Control de calidad La extraordinaria Margherita Buy es el principal argumento que tiene este film dirigido por la hija del gran Ugo Tognazzi. En oportunidad de la reciente Semana del Cine Italiano vi varias películas que abordan el tema de las mujeres maduras y en soledad. Irene, la protagonista de Viajo sola -Margherita Buy, quizás hoy la mejor actriz de ese país- pasa muy poco tiempo en su casa: trabaja como “el pasajero misterioso”, aquel que llega a los hoteles de cinco estrellas o de súper lujo como una huésped más, pero que en verdad está allí para hacer una auditoría secreta. Durante unos pocos días observa cómo el hotel responde -o no- a un protocolo de normas férreas: servicio de bienvenida, presentación de la habitación, atención al pasajero en todos los ámbitos, higiene, olores, sentido del confort y hasta la temperatura de la comida. Un trabajo que la lleva a viajar por todo el mundo y podría parecer glamoroso, pero que en realidad encubre una profunda soledad. La directora Maria Sole Tognazzi -hija de Ugo- logra lo mejor de su film gracias a la actuación de Buy, siempre en cámara y totalmente convincente. Es una pena que la historia evite ir más allá en los otros frentes de la protagonista, que se presentan cuando vuelve a su hogar: su amistad -o algo más- con su ex pareja (Stefano Accorsi), la relación con su hermana, la aceptación de las características de sus viajes, donde los encuentros siempre se frustran, la vicariedad de esa vida. En suma, un debate entre libertad e independencia vs. soledad. Irene tiene un encuentro que parece tan revelador como iniciático con una sexóloga inglesa (la estupenda Lesley Manville, actriz de Mike Leigh y de la serie River), que la lleva a replantear su vida. Puesta a examinar su propio protocolo, esos temas de su existencia emergen a la superficie, pero allí quedan, sin progresión ni giro evolutivo, en un rechazo a profundizar un tema muy actual de la mujer contemporánea. Tangencialmente, se presentan otras mujeres con problemas, sin que la historia se comprometa tampoco con ellas. Eso sí: asistimos a un despliegue fotográfico de espectaculares hoteles y locaciones alrededor del mundo, en un auténtico viaje cinco estrellas.
Una mirada a la independencia y la soledad "Soy tu inspectora ideal porque no tengo una vida", reconoce la bella Irene en algún momento, no sin un dejo de amarga ironía. A los 40 años es una mujer bella, elegante, independiente y libre de toda clase de compromisos, salvo los que le impone su trabajo como inspectora de hoteles cinco estrellas. Como tal, viaja sola y se hospeda, de incógnito, en los hoteles más caros y sofisticados del mundo. Su equipaje, claro, debe estar siempre listo y en él nunca deben faltar, entre muchas otras herramientas de trabajo (como la laptop en la que anotará minuciosamente si el lujoso establecimiento que examina esta vez ha cumplido con todos los requisitos establecidos), los guantes blancos para comprobar que ningún polvillo haya opacado el brillo del mobiliario ni el termómetro para verificar la exacta temperatura del vino que trae el room service, el cronómetro para verificar que no exista demora alguna en el cumplimiento de estos u otros servicios y ni qué hablar de la atención que debe prestarle al trato gentil, educadísimo que debe exigirse del personal hacia los huéspedes. Irene conoce al dedillo su trabajo y a él se consagra con exclusividad. Su discreta elegancia hace que todos -pasajeros y personal- la crean una huésped más. Irene casi no tiene más familia que una hermana, casada y madre de dos chicas. Ella ha permanecido voluntariamente soltera y es difícil que el ejemplo que ese matrimonio le ofrece la haga arrepentirse de su decisión, aunque cuando vuelve a Roma -a veces, pocas- les dedique unas horas. Y el hombre que alguna vez fue su pareja se ha convertido ahora en un amigo, que para colmo está a punto de casarse con otra ex y ser padre. A Irene se la ve como ella quiere ser y estar donde quiere estar, pero cabe preguntarse si alguna vez cavila que ha pagado un alto precio por su libertad. Quizás el anonimato que debe asumir y el trabajo escrupuloso y obsesivo que desempeña la han llevado a canalizar alguna callada insatisfacción, si bien el ocasional encuentro con una antropóloga mayor que viaja sola como ella y está afectado por el mismo forzado nomadismo pueda acercarle una visión anticipada de su futuro. Y tal vez el inesperado desenlace de ese breve contacto, sumado a otros hechos -como la inminente paternidad de su amigo y las triviales y eventuales rencillas con su hermana-, conforme un cuadro que sacuda su organizado mundillo personal y la obligue a tomar conciencia de su situación. ¿Tan próxima está la ansiada libertad de la soledad? Para su bello film, Maria Sole Tognazzi elige la sutileza y la sugerencia. La historia es simple, pero no previsible; descarta cualquier altisonancia y retrata con trazos delicados y diálogos que suelen ser jugosos la crisis de la mediana edad gracias a personajes que se ven reales y tienen en la dulce Margherita Buy y todos los demás intérpretes inmejorables.
EL LUJO ES VULGARIDAD Irene (Margherita Buy) es una crítica de hoteles de mediana edad. Su trabajo es el sueño de cualquiera, Francia, Marruecos y Berlín son solo algunos de los lugares que visita para puntuar hoteles especificos. La efectividad de su trabajo requiere de las mas alta discreción, lo que incita a Irene a ser una persona distinta en cada lugar que visita. En su Italia natal, su vida se reparte entre la familia de su hermana (Fabrizia Sacchi) y su ex, Andrea (Stefano Accorsi), con el cual tiene una relación cercana. Viajo Sola plantea una dicotomía constante cuya intención es explicitar la crisis existencial de la protagonista. Irene tiene la tan irresistible como vacía oportunidad de una vida llena de viajes y lujos, pero como le remarca Kate Sherman (Lesley Manville), una antropologa que Irene conoce en un viaje, la ostentación es un espectaculo armado y “el verdadero lujo es una vida vivida a pleno y llena de imperfecciones”. Por otro lado, la familia de su hermana representa el costumbrismo, el dia a dia, el amor de los seres queridos mas cercanos que son lo terrenal, lo mundano, el conflicto de hermanas, pero a la vez lo fundamental, lo profundo de los lazos. En este aspecto, Irene sigue relacionada con Andrea, su ex pareja, el cual va a tener un hijo con otra mujer. De esta manera, la elección de vida es evidente: la profundidad de los afectos o el placer del lujo. La directora Maria Sole Tognazzi vuelve a las fuentes del cine italiano en este elogio de la familia y los lazos profundos, con el otro tanto como fuente de conflictos como soporte emocional. Pero esta dualidad es tan explicita que no solo es torpe en su planteo sino que es infinitamente predecible. Cuando Irene le confiesa a Kate que pasa el 90% de su tiempo “en hoteles pretendiendo ser alguien mas”, ya vemos desde lejos el horizonte de Viajo Sola. Y por si sus intenciones no se entienden, Tognazzi se encarga de poner un personaje en cada viaje que implicitamente da a entender que su lugar no está en los aviones, sino en el seno familiar. Y pueden encontrar rastros de esto como se resuelven las conversaciones con la mencionada Kate Sherman o el francés que conoce en Marruecos. Sin embargo, la película se desmarca por momentos de su previsilidad cuando la acertada fotografía destaca los paisajes de diversos paraisos europeos como Toscana (Italia), Berlin (Alemania), Shangai (China), o Gstaad (Suiza), pero su exceso en la estilizacion de la imagen de estos tramos hacen a Viajo Sola más un panfleto turistico que una pelicula sobre una crisis de los 40. Viajo Sola se sostiene unicamente por la actuación de Margherita Buy, pero se desploma en la instrascendencia y el tedio que significa la narrativa de la directora de Retrato de mi Padre (2010), que hace sus intenciones demasiado evidentes y poco entretenidas. Tognazzi explicita que el lujo sí es una vulgaridad vacía y superficial, pero no conquistó a nadie.
Margherita Buy transmite el vacío de una vida aséptica Autora del hermoso "Ritratto di mio padre" y de algunos largos bien comentados, Maria Sole Tognazzi, hija del gran Ugo, nos presenta aquí a una mujer de mediana edad, medido encanto, respetable independencia sentimental y trabajo envidiable: es inspectora de hoteles cinco estrellas. Lejana, objetiva, aséptica, ella chequea hasta los mínimos detalles de atención al cliente, limpieza, etc., luego pide hablar con el gerente, recién ahí se da a conocer, y ya no hay pero que valga. Elevará su informe, caiga quien caiga. Tras lo cual vuelve a su departamento, igualmente limpio, aséptico y solitario. Como dice el título, viaja sola, y se da maña sola. No hace amistades, no tiene un solo momento de simpatía o complicidad con los empleados, nada. Sólo se muestra humana con sus pequeñas sobrinas, con el exmarido, que ahora es su único amigo, con su hermana, que le reprocha tanta autonomía, y, circunstancialmente, con una antropóloga, también en viaje de inspección. Dos circunstancias -un compromiso por la vida y una muerte- la obligarán a replantearse su existencia. Por ahí va la historia, con una acertada reflexión final. En cambio, no parece tan acertado el estilo, igualmente aséptico, hecho de fragmentos episódicos, de ironías muy leves, pero eso se compensa con la actuación de Margherita Buy, modelo de sutileza y medios tonos, bien acompañada por Stefano Accorsi y Fabrizia Sacchi. El asunto recuerda un poco la novela "El turista accidental", de Anne Tyler, y su versión cinematográfica, que acá se llamó "Un tropiezo llamado amor", sobre un escritor de guías que rehuye todo compromiso afectivo, pero, puestos a comparar, la película italiana sale ganando. Eso sí, los hoteles (uno de Place de la Concorde, otros de Gstaad, Siena, Marrakech, Berlín, Fasano y Shanghái) se lucen menos de lo esperado.
Irene (Margherita Buy) parece encarnar a la persona ideal para su trabajo. Atractiva, sin esposo ni hijos y con plena disponibilidad de su tiempo, esta mujer que transita la mitad de los cuarenta se dedica a recorrer de incógnito hoteles cinco estrellas elaborando puntillosos informes -que en la mayoría de los casos son lapidarios- para una agencia de viajes. Cada vez que se hospeda, Irene toma en cuenta desde la sonrisa del conserje hasta la temperatura de la sopa que va a cenar, pasando por el tiempo de tardanza (¡cronometrado!) del servicio de habitación. Es lo que en la jerga hotelera llaman "huesped misterioso". Claro que esta rutina de suites de ensueño, comidas sofisticadas y piletas fastuosas amenaza con convertir a Irene en un ser frío y desapegado.
Vivir sin hombres La presencia magnética de Margherita Buy, algunas situaciones logradas y un par de frases certeras. ¿Quién no querría tener, al menos durante un tiempo, un trabajo que implicara viajar por el mundo, durmiendo y comiendo en hoteles cinco estrellas, con la única obligación de escribir informes sobre la estadía en esos alojamientos de lujo? Esa es la vida de Irene, una inspectora hotelera de cuarentilargos que acumula millas, siempre está de paso en su propia casa y no tiene marido ni hijos. Ella, la protagonista, encarna uno de los tres modelos de mujer moderna que nos plantea Maria Sole Tognazzi, hija menor del recordado Ugo. La contracara de Irene es Silvia, su hermana, casada con dos hijas, y con las preocupaciones de un ama de casa: las compras, las nenas y un marido indiferente que ya no la desea. Hay un tercer arquetipo femenino, que sería un intermedio entre los anteriores: la mujer que será madre sin abandonar su carrera y sin que le importe tener o no un hombre al lado. Este es el dato fundamental y común a las tres: cualquiera de ellas podría decir la frase del título. Viajo sola, es decir, voy por la vida sin necesidad del sostén de un hombre. He aquí un boceto de ensayo sobre la mujer actual y, también, sobre las relaciones interpersonales y la soledad en el siglo XXI. Con raptos de lucidez, algunas frases certeras y buenos momentos, muy fogoneados por la carismática y encantadora presencia de Margherita Buy, la actriz fetiche de Nanni Moretti. Pero la película no termina de conseguir la profundidad suficiente como para cumplir su cometido de, además de entretenernos, hacernos reflexionar. Esa es una misión que le queda grande, algo que salta a la vista cuando Tognazzi se ve en la necesidad de introducir como personaje secundario a una antropóloga (la querible actriz inglesa Lesley Manville) que nos baje línea directamente y le dé cierta carnadura al asunto. Como si fuera un remedio para quitarnos del estómago esa sensación de publicidad turístico-hotelera encubierta que nos dan los paseos de Irene; como un artículo “profundo” intercalado entre las páginas de frivolidad de una revista tan agradable como prescindible.
Cuenta con el gran talento de la actriz Margherita Buy (54) quien nos transmite los sentimientos de una mujer de unos cuarenta años, independiente, dedicada a su trabajo inspeccionando hoteles de categoría (su personaje es similar al personaje que interpretaba George Clooneyen "Amor sin escalas" un ejecutivo de recursos humanos), vive llena de lujos, soltera y sin hijos. Se niega al amor, se sumerge en el trabajo, su contactos mas afectivos son: hermana Silvia (Fabrizia Sacchi), sobrinos que apenas se sabe relacionar y su ex-pareja Andrea (Stefano Accorsi, “L'arbitro”, en un buen trabajo). Ella luce bien, frente a cámara logra transmitir todo lo que requiere el guión; nos habla del amor y de la soledad. Cuenta con estupendas locaciones, música y protagonistas. La historia es entretenida e ingeniosa. Para pasar un buen momento.
POINTS: 7 In Maria Sole Tognazzi’s Viaggio Sola (“A Five Star Life”), Irene (Margherita Buy) is a good looking forty-something woman with a dream job: she’s a luxury hotel inspector and so she spends 90 percent of her time at five star hotels in Paris, Berlin, Marrakech … However, as glamorous as that may sound, she nonetheless feels dissatisfied — but she’s not aware of that. For she’s the typical type of character bound to have a typical awakening at the very ending of the film. You saw that coming, right? She once had a boyfriend, Andrea (Stefano Accorsi) she’s now friends with, but she hasn’t been romantically involved with anyone for a long time. She has no children, which shouldn’t be a problem because she says she’s never felt the need to be a mother. Every now and then she takes care of her two little nieces, but that’s as far as it goes. So she’s very devoted to her work but she lacks a real life. Viaggio Sola is a very, very light drama — with a very, very formulaic spark of comedy and romance — that emphasizes its premise so much that it gets boring before you know it. It’s also an exercise in redundancy of what you see in the first act — namely Irene visiting hotels and doing her job in not the happiest of moods — is almost exactly the same thing you see in the second act. By the time you reach the third act, another character surfaces: Kate, a middle-aged feminist writer who, without knowing the part, will help Irene realize she’s leading the wrong kind of life. Of course, she needed somebody else to tell her that because the script was too busy with so much glossy travelogue and superb five-star hotels. By the way, Kate teaches Irene that she needs to make an urgent change in her life through one of the most unimaginative, cheapest tricks in a beginner’s scriptwriting course. This is in perfect tune with the ending where, of course, Irene realizes she likes children after all, and she does so in an unbelievably trite and implausible manner. There’s also something quite odd about the structure of the narrative: what should matter the most — that is to say, the core of the conflicts — is almost entirely left out of the movie, and so what you see is the before and after. And this is not deliberate. No wonder it feels you’re watching connected fragments that never make up a whole. It’s only fair to point that out that Buy does deliver a decent performance as the obsessive, angst-ridden Irene and Accorsi is equally convincing as her former boyfriend. But that’s not much to say considering what a mess almost everything else is. Production notes Viaggio sola / A Five Star Life (Italy, 2013) Directed by Maria Sole Tognazzi. Written by Ivan Cotroneo, Francesca Marciano, Maria Sole Tognazzi. With Margherita Buy, Stefano Accorsi, Fabrizia Sacchi, Lesley Manville. Cinematography: Arnaldo Catinari. Editing: Walter Fasano. Running time: 85 minutes. @pablsuarez
Irene Lorenzi (interpretada por Margherita Buy) es una mujer de unos cuarenta años, profesional y soltera. Su vida transcurre en dos planos: por un lado, su familia compuesta por una hermana casada con dos hijas y una antigua ex pareja, por otro lado, el trabajo. Evaluadora de calidad y atención al cliente como mystery shopper, se aloja en hoteles cinco estrellas haciéndose pasar por turista para examinar todo minuciosamente, utiliza todos los servicios posibles: verifica la limpieza, controla la temperatura de la comida, el tiempo que tardan en traer un pedido y duerme en sabanas de seda. Luego, entrega un informe en dónde refleja si ese hotel se encuentra a la altura de su categoría. La soledad, que indica el título, se pone en evidencia cuándo su jefe la contacta para hacer un viaje de último momento poniendo de excusa que la persona elegida se encuentra de licencia por maternidad. Al principio se resiste, pero acepta porque sabe que es la única que no tiene a nadie que la espere en casa. La directora y escritora de este filme Maria Sole Tognazzi, nos invita a acompañar a esta “espía” a través de una variada cantidad de ciudades. En un viaje en taxi del aeropuerto al hotel conocemos, junto a ella, los lugares en dónde se encuentra. La película nos sitúa muy bien en tiempo y espacio, nos instruye del trabajo que realiza Irene y la relación que tiene con su familia. Sin embargo, nunca salimos de la recurrencia de los viajes, los hoteles, el informe, el contacto esporádico con los allegados. Durante un largo tiempo estamos dentro de ese círculo esperando que suceda algo que rompa el equilibrio del relato, lo cual ocurre de manera tibia y ligera inquietando a la protagonista a replantearse el estilo de vida que lleva. Este filme pone al descubierto la rutina de las mujeres que priorizan el éxito profesional y el destaque en un mundo altamente competitivo en el cuál vivimos. Viaggio sola es un contraste entre una vida de éxito y lujo, contra un entorno enfocado en la familia, el matrimonio, un hogar constituido. Y esto se refleja en la contrafigura que es su propia hermana. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Irene tiene el trabajo que muchos de nosotros quisiéramos tener: viajar a los mejores hoteles del mundo con todo pago. Su tarea, como inspectora hotelera, consiste en fingir ser una pasajera común y disfrutar de una estadía, durante la cual realiza un estudio minucioso del lugar. Al finalizar la inspección, revela que es la “invitada sorpresa”, o sea el cliente más temido ya que se encarga de evaluar y juzgar los estándares que ofrecen los hoteles de lujo. Soltera, sexy y sin hijos, Irene (Margherita Buy), que ya pasó los cuarenta años, mantiene una relación de amistad con su ex pareja, Andrea (Stefano Accorsi), quien espera un hijo de otra mujer y siempre fue su sostén emocional. Además de gozar de su plena libertad, cuenta también con su hermana Silvia (Fabrizia Sacchi), casada y con dos hijas pequeñas que la mantienen ocupada. En uno de sus viajes, un hecho inesperado la lleva a replantearse si su carrera profesional le ha impedido realizarse afectivamente como tantas otras mujeres. Presentada en varios Festivales Internaciones y muy bien recibida por el público y la crítica, Viajo sola es el tercer film de Maria Sole Tognazzi (Passato prossimo y El hombre que ama). Hija del gran actor italiano Hugo Tognazzi, la realizadora elige trabajar algunos estereotipos femeninos para darles otro significado. Parte de los clásicos binomios: casada/soltera; liberal/reprimida; ama de casa/profesional – tratados en infinidad de películas-, para cuestionar su legitimidad, sin que medie ningún discurso feminista, sino más bien hace una lectura aggiornada sobre el género y los roles socialmente aceptados. “Hay un tema recurrente en la mayoría de las películas que se estrenan hoy en día: la familia, comenta la realizadora. Las hay de todo tipo: familias recompuestas, familias gay, familias a punto de estallar, familias que se reencuentran y familias que se destruyen. Pero el gran ausente de este panorama es ese 17 por ciento de la población italiana que arrojan las estadísticas. Una cifra que no se puede considerar una minoría y que además no deja de crecer: la mujer soltera y sin hijos. Mis guionistas y yo hemos pensado que había llegado la hora de hacerles justicia. Y así es como nació Irene, nuestra protagonista”. Dentro del elenco, la talentosa Margherita Buy recibió el premio Donatello a la mejor actriz por su papel protagónico en la película. Junto a ella, y después de Hada ignorante y No basta una vida, vuelve a trabajar con Stefano Accorsi (a quien vimos también en El último beso). En esta oportunidad, les tocó elaborar, con distintos matices, las dificultades de los vínculos, los deseos y lo esperable en relación al otro. Tognazzi maneja un tono que se ubica entre la comedia y el drama liviano. La historia es sencilla y narrada con fluidez y esteticismo. Los personajes femeninos están en permanente movimiento y sujetos a la realidad cotidiana. Pero no pasa mucho más que eso. Se trasladan, viajan, manejan, discuten y, en ese devenir, hay rutinas como el trabajo de Irene. La reiteración de la escenas con sus viajes y la voz en off sobre su actividad pareciera impedir un espacio para el disfrute personal. En el caso de Silvia, la rutina en su vida matrimonial interfiere en la frecuencia de sus relaciones sexuales. Sin embargo, esas rutinas también las constituye. Viajo sola ya implica en su título una toma de decisión. En ese itinerario no parece haber lugar para otros. A lo largo del relato, la mirada de la realizadora no juzga las acciones ni de Irene ni del resto de las mujeres del film. Tampoco revela el modelo ideal para ser feliz. Al contrario, se toma la libertad de pensar “la felicidad” como un concepto subjetivo que debe alejarse de los cánones sociales. El viaje que propone es justamente esa búsqueda íntima y personal sobre el lugar que elegimos tener. VIAJO SOLA Viaggio sola, Italia, 2013. Dirección: Maria Sole Tognazzi. Guionistas: Ivan Cotroneo, Francesca Marciano, Maria Sole Tognazzi. Intérpretes: Margherita Buy, Stefano Accorsi, Fabrizia Sacchi, Lesley Manville. Música: Gabriele Roberto. Fotografía: Arnaldo Catinari. Montaje: Walter Fasano. Duración: 85 minutos.
Cuando la soledad tiene forma de hotel. Sin plantearla frontalmente, Viaggio sola habilita una pregunta: ¿quién es más feliz, esa mujer que viaja sola por el mundo, rodeada de lujos, o aquella otra que ha conformado una familia a la cual no parece faltarle demasiado? Lo bueno del film es que no intenta responderla. Enmarcada por la suntuosidad de un puñado de hoteles cinco estrellas, Viajo sola evita en líneas generales la posibilidad de que pueda ser confundida con un programa del Travel Channel o un folleto audiovisual de la empresa Leading Hotels of the World (que, sin embargo, aparece como auspiciante del tercer largometraje de la italiana Maria Sole Tognazzi). Pero algo de eso hay, inevitablemente: así como un film de corredores de autos no puede evitar el despliegue de alguna que otra secuencia de automovilismo o a una película acerca de un barman se le hace difícil escaparles a los planos de botellas, copas y vasos mezcladores, la ocupación de la protagonista obliga a la cámara a detenerse –al menos por unos instantes– en lujosos lobbies, camas king size y los más sofisticados desayunos buffet. Irene (Margherita Buy) es inspectora de alojamientos de prestigio, faena que la obliga a caer de incógnito y hacerse pasar por una clienta más, al tiempo que cronometra tiempos de espera, pasa los dedos por los rincones más recónditos en busca de mugre oculta y analiza la predisposición y simpatía de botones y camareros (cuántas veces es capaz de hacerlo sin que su identidad sea anticipada por otros gerentes es algo que el film no aclara). Irene ha pasado hace poco los cuarenta y es, previsiblemente, una mujer sola. Aunque los encuentros con su ex Andrea (Stefano Accorsi) son frecuentes, esa relación ahora amistosa no incluye la pasión erótica, aunque compartan lecho de cuando en cuando. En la elección de ese particular trabajo –que podría equipararse con el de comisario de a bordo–, Sole Tognazzi y sus coguionistas imaginan un punto de partida para encarar un tratado ligero y amable sobre la soledad en los tiempos que corren. Y la posibilidad de que esa opción de vida implique o no un estado de melancolía infinita o la libertad más absoluta. O ninguna de esas dos cosas. El hecho de que la hermana de Irene (casada, ama de casa, madre de dos niñas), haya optado por un camino más “tradicional”, cumple la función de espejo contrastante y punto de fuga de distintas imágenes del rol de la mujer en la sociedad contemporánea. Sin plantearla frontalmente, la película habilita una pregunta: ¿quién es más feliz, esa mujer que viaja sola por el mundo, rodeada de aparentes lujos, o aquella otra que ha conformado una familia a la cual no parece faltarle demasiado? Viajo sola comprende que el cine es más sugestivo cuando no intenta darle lecciones al espectador y no aspira a responder (y lo bien que hace) esa incógnita sin respuesta admisible. “Esta vida no es real. Toda esta opulencia es sólo un escenario”, afirma alguien con enjundia, al tiempo que disfruta de un trago bien preparado en el confortable bar de uno de los establecimientos de lujo. Y si bien la película parte de una premisa que podría confundirse por momentos con la tradicional escuela de la comedia romántica, la historia misma y, en particular, su tono usualmente medido y poco propenso al estrépito, se revela como particularmente apto para algún giro tardío de cierta potencia dramática. Por razones que no conviene detallar aquí, el encuentro en un hotel berlinés con una feminista de alcurnia hace las veces de bisagra narrativa para el tercer y último acto, una de las pocas concesiones a los golpes de efecto de una película usualmente calma y reservada, como su protagonista.
En Viajo Sola, Irene tiene un trabajo fantástico y antipático. Es la huésped misteriosa, espía, inspectora de hoteles de lujo que califica y dictamina cuántas estrellas son dignos de ostentar. Una mujer elegante que viaja y se hospeda, sola, en lugares idílicos calibrando el olor de las sábanas o la perfección en la atención al cliente. La directora María Sole Tognazzi, hija del comediante Ugo Tognazzi, filma con medios tonos que deja en primer plano el ir y venir de esta mujer, casi como una crónica seca de la vida moderna, simbolizada por esos espacios lujosos, acogedores y provisionales que son los grandes hoteles. Sutil, elegante y atrapante, se mantiene en una tibieza que no dejará huellas, pero que sí se ve con sostenido interés.
Una vida de cinco estrellas "Paso el 90 por ciento de mi vida en lugares como este, pretendiendo ser quien no soy". Así lo declara Irene, la protagonista de "Viajo sola", tercera película de Maria Sole Tognazzi. El personaje, a cargo de Margherita Buy, lleva una vida de lujo. Viaja por el mundo y se hospeda en hoteles cinco estrellas. Pero todo tiene sus matices. Siempre miente, así lo afirma, cuando le preguntan cuál es su ocupación. Y obviamente, viaja sola, con su kit de inspección: guantes, termómetro, cronómetro, laptop y su mirada crítica. Para conservar los puntos, el hotel debe estar atento tanto desde la perfecta disposición de la vajilla hasta el vestuario, tono y modales de camareros y conserjes. Ese trabajo lo hace casi sin relacionarse con nadie, prefiere la cortesía y escuchar ("una especie en extinción", se asombra un personaje). Irene eligió esa vida. La disfruta. No quiso tener hijos. Su expareja hoy es su mejor amigo, toda su familia son su hermana y sus sobrinas, con quienes tiene una relación cordial pero distante. Su incomodad existencial con ese estado es tangencial y velada hasta que conoce a otra pasajera, una antropóloga cuya actitud está en las antípodas de su estilo de vida. Con un guión elaborado -por momentos demasiado- y una puesta en escena impecable, la directora e hija de Ugo Tognazzi, construye con inteligencia y sin dramatismo una historia con subtramas que confluyen y cierran hacia el final. La siempre efectiva Margherita Buy -su última película estrenada en Argentina fue "Mia madre", en un personaje con algunos puntos de contacto- despliega una variedad de matices que Tognazzi aprovecha sin exagerar, y aporta algunos flashes de humor, tan velado como la crisis de Irene.
Fuera del mundo La directora Maria Sole Tognazi, hija del desaparecida gran actor Ugo Tognazi, en su cuarto largometraje (ya tiene un quinto), encara una historia repleta de matices, aunque en primera instancia, y sólo de manera aparente, pueda verse como el retrato de una mujer con una ocupación diferente. Irene Lorenzi (Margherita Buy) tiene un trabajo a simple vista envidiable, es la inspectora de incógnito en hoteles de lujo, por lo que su vida transcurre en esos hoteles al que la mayoría de los mortales no podríamos acceder. Ella tampoco con sus ingresos. Tiene la potestad, a partir de su trabajo y en función de la propia meticulosidad ejercida durante años, de sacar o entregar una estrella a esos hoteles. Su estadía pasa casi desapercibida, ahí comienza a desplegarse una cantidad de variables. “viajo sola” o vida solitaria, este podría ser el doble juego de la directora, su transitar en el mundo pasa inadvertido, su vida no está registrada sino fuese por la familia de su hermana menor, madre de dos niñas y Andrea (Stefano Accorsi) una ex pareja, devenido en mejor amigo. La idea de la falta de compromiso otorgado desde la impostura de no presentarse como quien es, hasta la misma falta de compromiso emocional, ha vivido en un lujo que no es su vida. Ella utiliza su trabajo para construirse una muralla entre ella y sus propios sentimientos. Una vida llena de lujos pero vacía de contenido. El filme está estructurado a partir de pequeños quiebres narrativos, los que hacen que el relato se deslice suavemente. Este tipo de fragmentación, de ir presentando con su acción en distintas escenas y diferentes locaciones, llámese hoteles, va en relación directa a su trabajo: cada hotel es utilizado como un elemento más de descripción de la tarea específica. Paralelamente va mostrando su poca vida, apenas atravesada por su hermana y su amigo. de hecho, esta idea de cómo contar lo que cuenta, le otorga al texto un ritmo que le permite sostener una lógica armonía entre la comedia romántica y el drama existencial. Por supuesto que para lograr el éxito con el riesgo que implica de debe contar con una actriz de la talla de Margherita Buy, capaz de llevar el peso de la historia de su personaje desarrollando una infinidad de matices y desplegando otra inmensidad de recursos histriónicos. Su personaje podría equipararse al de George Clooney en “Amor sin escalas” (“Up Iin the air”) (2009) o un poco más lejano en el tiempo al de William Hurt “El turista accidental” (1988), con el primero, su misantropía aparente, con el segundo, su temor a ser amada. Algunos sucesos le harán repreguntarse sobre su propia existencia, desde una pareja de clase media que ganó una estadía en uno de esos hoteles, hasta el magnate que sólo se distrae, o una mujer, escritora, antropóloga, que se le presentara de manera especular. Un filme pequeño desde lo conceptual, entrañable desde la mirada impuesta por la directora. (*) Obra que en 1999 realizó Giuseppe Piccione
UN FILM QUE SE POSICIONA EN LOS BORDES Desde un personaje particular, como es el de Irene, se lleva a cabo un film como Viajo sola, que se desarrolla en los bordes. En este sentido, se explora la sensación de no pertenecer a ningún sitio. Aún con una propuesta bastante interesante, la película deja la impresión de faltarle fuerza. La protagonista, Irene, tiene un puesto de trabajo muy peculiar. Ella se desempeña como crítica de hoteles. Su puesto implica que viaje constantemente y se vincule con los hospedajes como una clienta más. Dentro de los requerimientos del puesto, uno que aparece implícito es el vivir en los hoteles, en pose o actuando, debido a que su figura tiene que pasar desapercibida. Si se piensa en eso se puede apreciar cómo al estar frecuentemente trabajando aparece la mayor parte de su tiempo fingiendo ser quien no es. Ella pertenece a la gente que puede acceder a los hoteles más lujosos, come las mejores comidas y recibe muy buenos servicios. Sin embargo, no hay disfrute, ni pertenece realmente a ese mundo. Es observadora, no partícipe. Se puede decir que Irene aparece en los bordes porque la mayor parte de su tiempo y de su vida simula ser quien no es y en la otra parte de su tiempo tampoco está del todo definida quién es. No estar trabajando implica para ella ser partícipe de las demás formas de vida que se conforman en su entorno. Sin embargo, es parte de estas relaciones pero su distancia por el trabajo no le permite involucrarse del todo. De esta forma, tampoco ha podido conformar una familia ni habituar su hogar como propio. En cuanto a la forma en la que se muestra el modo de trabajo, es presentada desde la acción de una manera bastante atractiva y dinámica. Se pueden llegar a observar varios detalles a tener en cuenta en forma acelerada con buena precisión y aún así no ser tedioso o aburrido. Las historias secundarias, por su parte, presentan en el film momentos de humor aunque en ningún momento aparece alguna escena que sea realmente llamativa en este sentido. Tampoco la película parece presentar grandes momentos y esa quizás es la mayor falta. Aunque es interesante, le faltan secuencias para recordar, diálogos o escenas más llamativas que dejen una huella particular.
Irene (Margherita Buy) es una mistery shopper que se la pasa viajando a los lugares más exóticos del mundo para verificar e inspeccionar la calidad de los mejores hoteles y los servicios que brindan. Una profesión que impacta desde el primero momento de “Viajo Sola” (Italia, 2013) y que genera un nivel de hipnosis con la pantalla increíble. Así, el filme muestra a la protagonista yendo de un lado a otro, con una pequeña valija repleta de elementos que le permiten realizar la actividad, deambula en un no presente en el que los lujos y excentricidades la acompañan y la alejan de la realidad, la cotidianeidad de su familia y demás. Diariamente duerme en las más reconfortantes camas, cubierta por sabanas de hilos egipcios y, cuando lo desee, disfrutar de manjares a los que solo pueden acceder aquellos que poseen el dinero y el poder necesario. Y claro está, que como dice el viejo refrán: afortunada en el trabajo…, en el amor tuvo una relación con Andrea (Stefano Accorsi), el responsable de un comercio de verduras que ahora se encuentra a punto de ser padre en una relación terminada y que no sabe cómo lo afectará la noticia. Su hermana, con dos hijas, son las únicas conexiones que tiene con el mundo real, porque su profesión la ha convertido en un ser distante y frío al que nada parece afectarle, o al menos eso aparenta en la superficie. Visualmente atractiva, estéticamente cuidada (con paneos y descripción de escenarios naturales increíbles) y con una interesante mirada sobre el mundo femenino "Viajo Sola" de María Sole Tognazzi, se acerca a aquellas películas que bucean en la psicología de sus personajes para poder hablar de temas universales. La soledad, el amor, la familia, y la posibilidad, en el caso de algunos, de elegir otra manera de entenderlas son varios de los puntos que el guión presenta a lo largo de todo el relato. Irene viaja, mucho, suma y acumula millas, pero no tiene la posibilidad de compartir realmente con nadie aquello que se va estacionando en su tarjeta de viajes. Disfruta las esporádicas conexiones con aquellos que se acercan, como un hombre que la corteja en un hotel o una dama que analiza las relaciones en TV, pero no hay mucho más. Si va a un concierto de su cuñado, llega tarde, y acostumbra a sus sobrinas a viajar en taxi, algo que la hermana le reclama porque no quiere que luego las jóvenes se malacostumbren, mientras la realidad las golpea de manera diferente. En el contraste de maneras de vivir, en la búsqueda de una narración agridulce, interesante a la vez por el detalle de Irene como inspectora, es en donde “Viajo Sola” mejor encuentra el tono para poder construir los vaivenes y el devenir de la protagonista. Quizás en la resolución de algunas situaciones, y en la obviedad de otras es en donde el relato se resiente, pero aun así, por lo atractivo de lo visual y la lograda interpretación de Buy es en donde el filme de Tognazzi se destaca y que potencia la decisión de su protagonista de estar sola y ser feliz.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
SOLEDAD INALTERABLE _ ¿Qué haces ahora? – le pregunta Andrea mientras espera a su cita. _ Voy al cine. _ ¿Con quién? _ Yo, mi misma y yo – responde sarcástica Irene poniéndose el abrigo. _ ¡Bello grupo! – ambos sonríen –. Lo entiendo por la tarde pero, ¿por la noche no te da tristeza? _ ¿Por la tarde sí y por la noche no? Con el avance del día aumenta el grado de desesperación del individuo – le indica Irene mientras lo saluda y se va. Ella promete explicarle a Andrea, su amigo y ex novio de hace 15 años, el significado de la frase, pero tanto Irene como la película en sí misma parecieran quebrar dicho pacto. La primera, tal vez, por olvido; la segunda responde a la poca profundidad en el tratamiento del tema y de los personajes, sobre todo, la protagonista. La directora Maria Sole Tognazzi busca resaltar la independencia y fortaleza femeninas con Irene: una mujer de más de 40 años, sin hijos y soltera abocada a su trabajo como inspectora encubierta en hoteles de cinco estrellas. Frente a ella coloca una serie de personajes o situaciones que cuestionan la elección de la protagonista o resaltan la autonomía de la mujer. Ya al comienzo, el jefe le comunica que otras dos agentes dejaron el trabajo para casarse y formar sus familias, los constantes reproches de su hermana, el escaso vínculo con las sobrinas o la inesperada relación de Andrea; todos condimentos que carecen de eficacia porque son tratados de manera ligera y hasta trivial convirtiéndose en algo efímero. Irene no simula un ideal femenino que elige su trabajo por sobre otras cosas; más bien parece que esa opción es la única con la cual se siente segura y confortable. A lo largo de Viajo sola, la soledad funciona como parámetro de todos los personajes y se manifiesta de múltiples maneras: a Irene la envuelve en todas sus facetes (laborales y privadas, por ejemplo, el diálogo del inicio); en su hermana se presenta en la vida conyugal, ya sea porque no conversa con su esposo o por la falta de deseo sexual; en Andrea se manifiesta con el retraso del compromiso. Si bien todas las variables se trazan durante el filme, ocurre lo mismo que con los personajes, es decir, quedan como suspendidas, poco profundizadas, tenues y su tratamiento es reemplazado por un mayor detalle de la cotidianidad o de los pasos que cumple Irene para llevar a cabo la inspección, donde interactúan las acciones, los objetos y la voz en off de ella con las preguntas que llena y/o revisa en los formularios. Por último, tampoco se comprende la razón por la cual la directora destaca un posible lazo entre Irene y dos pasajeros: el primero es un hombre con el cual comparte un día en el hotel; la segunda es una mujer que conoce en el sauna, que habla de la libertad de la mujer en todos sus aspectos. El problema no radica en la fugacidad de tales relaciones, sino en que todo posible cambio o influencia de ellos hacia Irene desaparece casi al instante y se evapora. La promesa, entonces, se torna absurda dentro de un mundo inalterable y estructurado, donde cada aspecto se mide con termómetros, guantes y respuestas amables, que completan el formulario de la perfección ejemplar y ficticia. Por Brenda Caletti @117Brenn
Una travesía interior En principio, hay algo en la premisa de “Viajo sola” que nos transporta a “Amor sin escalas”, la cinta en la que Ivan Reitman reflexionaba sobre la soledad de los “no lugares” como aeropuertos y hoteles (ya Marc Augé cedió al mundo la expresión “no lugares”, ya se puede usar en alguna reunión social entre canapés), aquella cinta en la que el protagonista, interpretado por George Clooney, hace un periplo entre la soledad, el encuentro en el desierto y un regreso con cierta resignación a ese vacío. Pero si en aquella película los no lugares estaban expuestos en su dimensión de espacios intercambiables de puro tránsito (en la misma tesitura que los pasillos interminables en “Anomalisa”, de Charlie Kaufman y Duke Johnson, en la obra de Maria Sole Tognazzi que hoy nos ocupa aparecen fundamentalmente en cuanto lugares que deberían ser ámbito de disfrute (Gstaad, Marrakech, San Casciano dei Bagni), incluso cuando se trate de ciudades donde uno va por negocios (París y Berlín son destinos turísticos aun cuando uno no sea turista). Crisis Aquí, el centro de la escena es para Irene, una inspectora de hoteles cinco estrellas que se infiltra como “cliente misteriosa” para evaluar los estándares de atención y servicio y certificar así las estrellas. A diferencia de “Amor sin escalas” (donde el motivo de los viajes permanentes era el despedir gente), aquí el viaje y la estancia en los carísimos hoteles y resorts es el trabajo principal y la forma de inserción en el capitalismo, bajo la forma de una excepcionalidad que se vuelve tensión: como se lo hace notar su hermana Silvia, esa tensión reside en el hecho de tener que vivir como pudiente dentro de los hoteles por un salario de empleado calificado. El tema es: para gastarlo en qué: porque el secreto del éxito de Irene en su trabajo es que no tiene una vida demasiado desarrollada fuera de ese ir y venir entre baños turcos, masajes y sábanas prolijas. Tiene, como el Ryan Bingham de Clooney, un “aterrizaje” familiar, en este caso con su hermana, su cuñado y dos sobrinas, a las que ve intermitentemente. Y también en Andrea, un amigo que fue su pareja hace unos 15 años, con el que puede abrirse y compartir. Toda crisis incuba durante largo tiempo, hasta que algún incidente la detone. La de Irene comienza cuando Andrea le anuncia que dejó embarazada a Fabiana, una clienta (él se dedica a vender verduras orgánicas) con la que tuvo una relación casual, dispuesta a seguir con la gestación “porque a esta edad sería una locura no tenerlo”. Fabiana pisa la cuarentena como ellos, y la situación deja a Irene al desnudo: ella no tiene hijos, ni un marido cansado como su hermana, y teme perder a Andrea en el proceso. Así seguirá procesando su situación en medio del lujo manifestado como pura apariencia en sus diferentes estancias (la manifestación última de la soledad son esos cuartos y esos serviciales empleados), hasta que un encuentro crucial traerá consecuencias inesperadas. Irene tiene también su revés, siguiendo el paralelo que hacíamos al principio, pero el final se vuelve ambiguo; la aceptación del propio destino es más gozosa, si se quiere: la vida es un viaje que uno hace en última instancia solo, y a la propia manera, sin manuales ni referencias. Episodios Tognazzi (hija del histórico Ugo) firma el guión junto a Ivan Cotroneo y Francesca Marciano, y le escapa a varios clichés del cine italiano (y francés, podríamos decir) a la hora de tematizar las familias de clase media. La narración es reposada, con las elipsis adecuadas como para avanzar y no perdernos nada importante: quizás la vida es así, una sucesión de episodios, al menos cuando queremos recapitularla. Un sobreimpreso nos dice la ciudad en la que estamos y su temperatura exterior, como para que el espectador no se pierda en la geografía (o sí, para que pueda “sentir” ese extravío de manera consciente). El plano se abre a la hora de retratar el exotismo o la grandiosidad (la Berlín de construcciones yuxtapuestas, los jardines acuáticos de Marrakech), pero se cierra sobre los actores, deconstruyéndolos incluso por momentos, como para no perderse ni una de sus expresiones. Contrapesos Es que se trata de una película de actuaciones, de intérpretes que puedan llenar la pantalla con su sola presencia. Como lo hace Margherita Buy con su Irene, la medida justa del dramatismo, el hastío, la angustia y la autoafirmación, sin excesos, como en la vida misma, cuando la procesión va por dentro. El resto del elenco principal son sus contrapesos, o sus pivotes. Como Stefano Accorsi, comodísimo en su Andrea, bonachón y querible; o la intensa Fabrizia Sacchi, una Silvia que no se calla nada, todavía en pie de guerra. La británica Lesley Manville le pone el cuerpo a Kate Sherman, la académica que le dará que pensar a Irene, primero por acción y después por ausencia. Completan la troupe Gianmarco Tognazzi (hermano de Maria Sole) como Tommaso, el entumecido marido de Silvia, y Alessia Barela como una Fabiana deseable en su madurez (un desafío para la protagonista). De nuevo: cada uno resolverá cómo transita este viaje que es el paso por el mundo. Lo que no hay es margen para desandar el camino: a fin de cuentas, nadie sale vivo del viaje.