Las vueltas de la vida Es el año 2077, la tierra ha sido devastada luego de que la luna fuera destruida y Jack (Tom Cruise) patrulla lo que queda del planeta para evitar que los "carroñeros" ataquen las bases dedicadas a extraer el agua que queda. Junto a Vik (Andrea Riseborough) forman un equipo eficiente al servicio de altos mandos que operan desde una estación espacial. Jack tiene un sueño recurrente que transcurre en un mundo que ya no existe y ese sueño puede ser la clave de lo que vendrá. La aparición luego de una nave con cuerpos humanos en estado de suspensión pone al protagonista en una disyuntiva cuya resolución cambiará el curso de su existencia. La historia se va desprendiendo de capas para dejar al descubierto otras y eso la vuelve interesante, algo que es meritorio en tiempos en que se busca mantener la atención del espectador a tiro limpio y explosiones. No es que este filme no ofrezca escenas de acción, pero estas se encuentras justificadas y subordinadas al relato, por momentos algo confuso, pero en definitiva bien resuelto. Se trata de un filme bellamente fotografiado, armonioso en su montaje y que jamás pierde el tono ni el ritmo. Tom Cruise, quien parece tener formol en sus venas en lugar de sangre, cumple con suficiencia el rol de héroe sensible y no defrauda como la estrella taquillera que es. Se destaca Andrea Riseborough en un papel al que supo sacarle el jugo, en tanto la rusa Olga Kurylenko es totalmente prescindible; ella, no su personaje, que merecía mejor interpretación. Recomendamos no ver el trailer, ya que es demasiado revelador.
Se necesitan dadores de ideas La falta de nuevas ideas provoca este tipo de filmes. Remakes que, en este caso puntual, aportan lo evolucionado en materia de efectos especiales, y apenas refrescan lo ya hecho para el novel espectador que demanda una nitidez de imagen más cercana a la alta definición de sus videojuegos. En una cabaña perdida en el bosque, donde bien podrían habitar las niñas de "Mama", se hospedan un grupo de amigos con la intención de hacerle el aguante a Mia (Jane Levy), quien debe desintoxicarse por su consumo de drogas. A poco de instalarse, un macabro hallazgo modifica la situación. Entre otras cosas, encuentran un extraño libro, forrado con piel humana y que contiene conjuros satánicos. Uno de los muchachos comete la torpeza de leerlos y entonces hace que un espíritu demoníaco se haga presente en la casa. Como es obvio, la maligna presencia dará cuenta de cada uno de los presentes, y de las maneras más sangrientas y morbosas posibles. De eso se trata en realidad, de un festín sanguinolento para quienes gustan del gore, si importar cuan obvia sea la trama. El director cumple con el manual y consigue un buen producto de género, previsible, pero impactante a fuerza de mutilaciones, demembramientos y hectolitros de sangre, hasta lo risible. Es muy buena la banda de sonido, hay que destacarlo, además de contar con buenos trabajos en lo técnico. Una cáscara sangrienta, de buen acabado para un contenido pobre, absolutamente prescindible.
Un muerto vivo Poco tiene de novedosa esta propuesta de terror nacional, aunque sí es destacable en algunos aspectos de su producción, y lo más valorable es que está hecha "en serio"; es decir, sin intenciones "bizarras" o burlonas. La decisión de encarar la película con respeto al género y al espectador no es que sume, ya que es como debe ser, pero al menos la hace merecedora de cierta atención. Los amigos de Jorge (Gabriel Goity) -fallecido hace poco más de un mes- son convocados por su viuda, Alicia (Lola Berthet), para leerles una carta que dejó el difunto. Ignoran los asistentes que formarán parte de un ritual siniestro, cuya finalidad es revivir a Jorge. Uno a uno se enfrentarán a situaciones horrorosas y hasta a la muerte misma, ante la impiadosa mirada de Alicia. Una buena parte del relato se sostiene gracias a las actuaciones, especialmente la de Berthet, actriz ideal para el rubro, quien está bien secundada por el siempre eficaz Luis Ziembrowsky. En lo que respecta al maquillaje y los efectos especiales, vale decir que están bien logrados y consiguen su cometido de aterrorizar y sobresaltar al espectador. El punto flojo está en la narración y el guión en sí, poco original y previsible, en tiempos en que el género demanda actualizarse y ofrecer nuevas ideas.
Para vengarse Y la armada belicista de Hasbro está de regreso con una soporífera aventura, plagada de personajes que parecen competir por el seudónimo más bobo, mientras disparan a malos con turbantes en algún lugar de Corea. Los tiros y explosiones que intentan sacudir al espectador durante los primeros veinte minutos, surten el mismo efecto que podría conseguir un golpe con el chipote chillón. Aparece algo parecido a una trama cuando se presentan situaciones que continúan de la primera entrega, que si no fue vista entonces se obtendrá más confusión a la generada por la pésima dirección de Jon M. Chu; quien se suma a la moda de imprimir mucha acción vacía y ruido para vender emociones que es incapaz de provocar con inteligencia. Dwayne "La Roca" Johnson hace lo que puede con papel intrascendente, mientras Bruce Willis parece un muñeco de otra colección; perdido, incómodo. Solo Jonathan Pryce lleva su rol con dignidad y pone algo de talento a un producción que no lo merece. En cuanto a lo técnico, solo diremos que los efectos especiales cumplen con el umbral requerido por una producción de este tipo, aunque el 3D es absolutamente prescindible y solo genera molestias para hacer foco entre el subtítulo y el fondo. En resumen, basura propagandística nada inocente, que ni siquiera cumple con la elemental misión de entretener por un rato.
El amargo sabor del encuentro Cinco historias. Amigos, ex parejas, compañeros, conocidos, todos se encuentran en este filme coral que expone el universo masculino adulto sin miramientos y con eficacia impiadosa. Se trata de un filme donde pesan las actuaciones, el oficio de un auténtico seleccionado de los mejores actores con que hoy cuenta España, y la participación especial de dos argentinos que saben también destacarse en aquel país. La primera historia ofrece un duelo actoral, no será el único, entre el formidable Eduard Fernández y Leonardo Sbaraglia. Dos viejos amigos que hace mucho no se ven y se ponen al tanto de que tan mal y tan bien le ha ido a cada uno. Sigue el episodio protagonizado por el genial Javier Cámara; preciso, gracioso, patético en su intento de reconquistar a su ex esposa. A continuación, dos pesos pesados como Ricardo Darín y Luis Tosar ofrecen, tal vez, el episodio más previsible, pero también el que ofrece mayores sutilezas en los diálogos. La reciente ganadora del Goya a mejor actriz Candela Peña, muestra su histrionismo y sensualidad junto a Eduardo Noriega en el segmento que reivindica a la mujer y deja expuestos a los hombres en su peor forma. En el final, llega el cuarteto formado por Alberto San Juan, Leonor Watling, Jordi Mollá y Cayetana Guillén Cuervo. Episodio cargado de diálogos filosos que ponen a los hombres en el centro de la escena para que la mirada femenina haga lo suyo. Cesc Gay presenta un filme apoyado en guión brillante, por momentos teatral, sin un gran despliegue cinematográfico, intimista, divertido y con la cámara como testigo de lo que estos hombres hacen y dicen, mal que les pese.
El hombre equivocado A no confundirse. Esta no es una biografía del maestro del suspenso, sino -como bien se detalla en los créditos- un filme basado en el libro "The Making of Psycho", es decir sobre cómo se rodó "Psicosis", su obra más popular y exitosa. De manera que la atención está puesta en las anécdotas de ese rodaje; la desconfianza del estudio, el financiamiento para poder filmar, las distracciones de Hitchcock a raíz de cuestiones personales. Un problema bastante serio es el maquillaje que luce el protagonista. No hay en él ningún parecido con el viejo Alfred -de aspecto gordinflón y borrachín- y para peor, la actuación de Hopkins es más representativa que interpretativa, se diría casi una mala imitación. En realidad todo en el filme es impostado, los diálogos son poco naturales, efectistas y muy pocas veces interesantes e ingeniosos. El Hitchcock que aquí se muestra no es el misógino, acosador y reprimido sexual que las biografías detallan; apenas si se esboza algo de su peculiar personalidad al momento de dirigir a los actores. Por lo demás, es un filme prolijo en el que se destaca Scarlett Johansson como Vivian Leigh y Helen Mirren, quien hace suyo no solo al peculiar personaje que es Alma, esposa de Hitchcok, sino también buena parte del metraje.
Espectral, fantasmagórica La huida de un hombre con sus dos pequeñas hijas, luego de que matara a su esposa, termina en una cabaña abandonada donde, agobiado por las circunstancias, el sujeto pretende liquidar lo que le queda de familia. Pero algo se lo impide. Cinco años después, el tío de la niñas aún continúa buscándolas, ya que desde aquel funesto día nada se ha sabido de ellas ni de su padre. El filme cuenta como el tío, junto a su pareja Annabel (Jessica Chastain), intentan devolver a las niñas al mundo real luego de haber sobrevivido como salvajes en aquella cabaña. Sin embargo, algo o alguien no está dispuesto a dejar que eso suceda. La secuencia inicial, previa a los títulos, es prometedora; por su síntesis y puesta en escena. La propuesta es inquietante desde el vamos, y el argentino Muschietti sabe sugerir durante la primera parte con buenos recursos, sin abusar. Luego, el guión trastabilla, apura la explicación del fenómeno y echa mano a más de un cliché. Pero la potencia visual que ofrece el filme, la seriedad con que es presentado, el respeto que exuda por el género; atrae, fascina. No convence la sobrevalorada Chastain en su rol de despreocupada bajista de una banda punk, hasta que el horror invade la trama y ahí sí, logra una interpretación más solvente, en tanto la espectral criatura es todo un logro capaz de sobresaltar al espectador más prevenido. Lejos está, desde ya, del sugerente horror asiático que hemos visto en los últimos años, pero "Mamá" llega con su clasicismo para oxigenar una cartelera que en materia de terror viene contaminada de basura oportunista, amateur y efectista. Nuestra calificación: esta película justifica el 70 % del valor de una entrada.
Mucho ruido, y pocas nueces Si bien la comedia musical ha sabido hacerle honores a la exquisita novela de Víctor Hugo, la adaptación cinematográfica de la versión musical no hace otra cosa que desmerecerla. La historia comienza pocos años después de la Revolución Francesa, mostrándonos una resumida versión de las injusticias que desatarían las primeras barricadas: un padeciente pero intrépido preso, Jean Valjean (Hugh Jackman), condenado injustamente por robar una hogaza de pan, a quien el duro Inspector Javert (Russell Crowe) le otorga libertad condicional sólo porque la arbitrariedad de su cargo le permite hacerlo. Todo seguirá en una eterna persecución del incorruptible Inspector a Valjean, quien luego de violar las condiciones de su libertad, se debatirá moralmente entre sus deseos de venganza y de gratitud por quien le daría la chance de ser alguien. En esa lucha aparece Fantine (Anne Hathaway), quien le dará la razón para seguir viviendo en ese mundo injusto: deberá hacerse cargo de su hija Cosette (Amanda Seyfried). Ciertamente, la suma de no pocos y esenciales errores de realización, provocan un devenir tedioso que no la hace recomendable ni para quien pretende iniciarse en el género ni para quien quiere darse el gusto de apreciar semejante obra. Desde la elección de un elenco protagónico que en su mayoría hace evidente la falta de formación en el género de la comedia musical, hasta la evidentemente artificiosa escenografía, le restan toda la fuerza a una historia que tanto en el relato como en la música exuda pasión y revolución. El desempeño musical, sin perjuicio de las afinadas voces, resulta insulso por la falta de matices, y no logra empalmar el relato musical con el actoral, dejando trunco a ambos. Anne Hathaway si bien en su breve intervención –respecto a la extensa duración de la película- es quien más méritos realiza para contar musicalmente su sufrido papel de Fantine, no basta para paliar el opaco desempeño de Hugh Jackman, quien solamente consigue transmitir algo de sentimiento en sus últimas escenas. Russell Crowe, por su parte, a cargo de uno de los personajes más fuertes y provocadores de la historia, sólo consigue deslucirlo, ofreciendo nada más que un correcto afinamiento carente de la más mínima expresividad, y dejando sin desarrollo los ricos matices que asume en cada parte del relato. En definitiva, esta adaptación no sólo no consigue aportar nada de lo que una versión cinematográfica le podría brindar a una comedia musical, sino que le resta lo que la música inspira: pasión. No conmueve, y entonces sólo pasa a destacarse la extensión de casi tres horas de película entre sendos monólogos musicales.
Sin transpirar la camiseta Dos hombres grandes, con reconocidas carreras, exitosos en lo suyo, que andan en algo raro. Estos dos veteranos encienden la mirada ante el montón de botones que se ofrecen en una feria. Sí, botones, los que bien pueden estar en un saco o en una desabillé, o un fino tapado. Botones que ya no tendrán cita con ningún ojal, sino que luego de ser prolijamente pulidos y sellados pasarán a formar parte de un equipo de fútbol, con la posibilidad de ser, tal vez, un crack. Rómulo Berruti y Alfredo "el pingüino" Serra comparten desde la infancia la pasión del fútbol de botones. Cada semana se juntan para jugar un partidito, en el que cada uno comanda su equipo de once jugadores formado por botones cuidadosamente seleccionados, algunos de ellos con décadas de antigüedad. Este documental muestra con gracia y buen ritmo, además de en forma muy didáctica, en qué consiste este juego, además de dar una pincelada sobre la vida de estos dos exponentes del periodismo argentino. Hacia el final se plantea un desafío intercontinental, el que lamentablemente no tiene resolución para el público, dejándolo con las ganas de un resultado y la resolución de un misterio.
Guarda con el bobero Un grupo de infradotados se dedican a asaltar chicas por la calle a las que graban mientras las violan. Son forajidos que todo lo ejecutan mirando a través del visor de una videocámara, incluso la misión de la que se ocupará este filme. Los tipejos en cuestión deben encontrar un videocassette que está en poder de un sujeto al que, tras ingresar a su casa, encuentran muerto frente a varios televisores encendidos y pilas de videos desparramados por la habitación. Uno de los lúmpenes se pone a ver las cintas, que son en definitiva los cortos que comoponen esta producción. Tanto la historia que sirve como hilo conductor, como las presentadas en los videos son una ofensa al terror y el suspenso. Ninguno de los directores es capaz de sostener una mínima tensión en cortos de no más de veinte minutos, así que mejor no imaginar lo que perpetrarían en un largo. Obvios, adolescentes, previsibles y carentes de originalidad, los cortos se vuelven, la mayoría de ellos, insoportables, tanto por el abuso en el estilo inaugurado por Blair Witch como por los efectos de videotape aplicados, especialmente en el sonido. Pero lo peor es la insultante exposición de conductas sexuales aberrantes como vehículo para el divertimento, colaborando así al propósito de quienes desean acostumbrar a la audiencia a ver con normalidad lo que debería ser repudiado. Construir infradotados como los que muestra el filme, sin ir más lejos.