Medio de lomo, medio de paleta... Cuando dos años atrás vimos "El Juego del Terror" nos quedó claro que una nueva franquicia nacía, aunque no tuviera nada interesante para ofrecer. Ahora llega la segunda entrega de las perversiones de un enmascarado dedicado a desmembrar personas y coleccionar otras en baúles. En esta ocasión, al igual que en la primera película, desconocemos la motivación del sujeto para llevar adelante semejantes crímenes, aunque al final de esta se vislumbra una explicación que se desarrollará en una tercera parte. Lo concreto es que "Juegos de Muerte" va más allá de su predecesora en lo que a sadismo y mecanismos para dañar gente se trata. Llega tan lejos que casi alcanza el ridículo y, obviamente, lo inverosímil. Hay que destacar, eso sí, la espectacularidad de la primera escena, donde una centena de jóvenes son masacrados y se presentan a los personajes principales. Uno de ellos es Elena, quien es raptada por el psicópata enmascarado y solo Arkin, capturado en el primer filme, puede ayudarla a escapar del siniestro sitio en el que se encuentran. El relato es previsible y gustará a los amantes del gore, pero no por su originalidad precisamente, sino por su derroche violencia y sangre nada gratuita, ya que deben pagar por verla.
Quién está en primera base? El viejo Clint está de vuelta en la pantalla. Otra vez como un viejo repodrido, cabrón, mal llevado y ahora dedicado a buscar talentos en pequeños equipos de béisbol para llevarlos a las grandes ligas. El problema con el que se enfrenta es que su visión está fallando, algo muy malo para su trabajo, del que solo le quedan tres meses de contrato y encima alguien dentro de su propia organización lo boicotea para que sea retirado. Gus, tal el nombre del personaje, tiene una hija de treinta y tres años llamada Mickey, abogada exitosa a punto de convertirse en socia del buffet en el que se desempeña. Ella creció en el mundo del béisbol, sabe todo en cuanto a estadísticas y heredó la oservación de su padre. Todo ese conocimiento será de mucha utilidad cuando Mickey acompañe a Gus en un viaje en el que deberá evaluar a un jugador. En ese viaje, ella conocerá a Johnny (Justin Timberlake), exjugador ahora también dedicado a ser cazatalentos. Pocos deportes nos son tan ajenos como el béisbol y su mundo, por lo que este filme solo llega a nuestras salas por contar con Eastwood, de lo contrario no llegaría ni en dvd. De hecho las escenas donde se intenta mostrar cierta tensión deportiva son las menos trascendentes y las más aburridas. Si la historia funciona es por lo básico de su propuesta, que contrariamente a lo que se podría pensar nunca llega a dar ningún golpe bajo, pero en cambio abunda en maniqueísmos y personajes propios de un cuento para chicos. Algo de eso tiene esta película, de cuentito con final feliz, casi casi una "película de la semana", pero bien fotografiada y mejor actuada. No mucho más que eso.
Viejo es Bond, pero todavía mata Daniel Craig se presentó ante el público como James Bond en "Casino Royale", donde se lo vió como un rudimentario agente que poco a poco iba adquiriendo estilo, mientras se enamoraba de la bella Vesper. Tras la muerte de esta, Bond salió en busca de venganza en "Quantum of Solace", y allí pareció haber cerrado un capítulo, al tiempo que se consolidaba como el 007. Sin embargo, para que no queden dudas sobre el cierre de etapas, y el nacimiento de otras, la secuencia inicial de este filme plantea claramente el concepto de "muerte y resurrección", clave en el desarrollo de la trama. El comandante Bond ahora debe enfrentarse no solo a sus fantasmas, sino también a una amenaza mucho más tangible. El sistema de seguridad británico está en peligro y M, la jefa del MI6, está en la mira de la clase política que no solo busca a quien echar culpas, sino que además considera anacrónicos los métodos utilizados por el servicio secreto. Quien pone en vilo a la férrea jefa es Silva, un villano a la medida de las historias del 007, y que gracias a la interpretación de Javier Bardem ya puede ser incluido entre los históricos. La entrada de Silva en el relato es de antología, especialmente cuando se presenta cara a cara a Bond, en una escena que ya califica como clásica. La trama plantea una discusión no ajena a nuestra cotidianeidad. Lo nuevo ante lo viejo. el avance de la tecnología antes los usos artesanales. La ausencia de un enemigo visible, sea una nación o un líder determinado, reemplazado ahora por piratas informáticos capaces de cambiar el voto de toda una nación a cambio de dinero. El director nos lleva en un viaje histórico, con buen ritmo, aunque tal vez con un extenso prolegómeno, combina buenas dosis de acción con una notable fotografía e impactante banda sonora, en la que se destaca la canción de apertura interpretada por Adele, tal vez una de las mejores entre tantas que han prologado las aventuras de James Bond. "Skyfall" tiene muchas sorpresas, especialmente para los fanáticos, por eso no conviene contar demasiado. Solo agregaremos que Mendes logra una parábola entre el inicio y el final que es todo un guiño para quienes aman a este personaje. Estos, sin dudas, van a emocionarse. Permítanselo, cincuenta años no se cumplen todos los días.
La guerra de las ganancias Los Asustados Unidos de Norteamérica junto al Reino Unido metieron la cola, como es habitual, para ir en contra de los intereses de un país en pos de los propios. Eso sucedió en 1953 cuando operaron -a través de la CIA y el MI6- en el golpe de estado con el que derrocaron al presidente democrático de Irán Mohammad Mossadeq, reemplazándolo por el prooccidental Sha Reza Pahlevi. A partir de ese momento, Irán vivió un régimen dictatorial caracterizado por abusos inclasificables y violaciones a los derechos humanos. Veintiseis años después, más concretamente en 1979, el pueblo iraní se rebeló contra el dictador y propició el regreso del exiliado Ayatollah Khomeini para que ocupe el poder. En noviembre de ese año, el sentimiento antiestadounidense tomó forma mediante el ataque a la embajada de los EE.UU. en Irán. La turba enfurecida tomó posesión del edificio y capturó a los empleados que estaban en él. Seis de ellos lograron escapar y asilarse en la embajada de Canadá. "Argo" cuenta la historia de cómo se planeó el rescate de esas personas, en el marco histórico detallado. Para llevar adelante la "extracción" del personal, la CIA convoca a Tony Mendez, experto en rescates de difícil realización. Luego de varios debates, se optó por una osada propuesta: inventar el rodaje de una película en locaciones iraníes para usarlo como fachada, hacer pasar a los rehenes como equipo de producción y de esa forma sacarlos del país. Arriesgado. "Argo" exhibe una producción notable. Gran trabajo de reconstrucción de época, no solo en cuanto a locaciones y elementos, sino también en el aspecto de los personajes. La elección del elenco es perfecta, algo que el espectador podrá evaluar por su cuenta cuando en los créditos finales vea no solo las fotos de los verdaderos protagonistas de la historia, sino también material de archivo que muestra escenas reales luego recreadas para el filme. Ben Affleck, como director, lleva el relato sin prisa, pero sin pausa. Tiene entre manos una historia fantástica en sí misma, y logra dotarla de la épica cinematográfica que merece. El guión no ahorra críticas -medidas, hasta ahí nomás- para con el sistema estadounidense y su pasión por meterse en cuestiones ajenas; un poco más cruel -y en alguna medida, justo- es con el medio cinematográfico, que recibe los dardos envenenados de boca de los roles a cargo de los versátiles John Goodman y Alan Arkin. "Argo" no pretende ir mucho más allá de la anécdota, y no consigue escapar de la lógica "americana", la que manda que los "muchachos" siempre se salen con la suya, sin importar las consecuencias. Por otra parte, como sucedió con "Wag the Dog" (Barry Levinson, 1997), sirve este filme para recordarnos que cualquier película, o aviso publicitario, puede ser una acción de inteligencia antes que lo que parece ser realmente. Para tener en cuenta en los tiempos que corren.
Matando el tiempo En el año 2044 todavía no existen los viajes en el tiempo, pero en el futuro sí, aunque será ilegal hecerlos. Desde ese futuro la mafia envía a sus enemigos hasta el 2044, donde un asesino a sueldo, conocido como "looper", ejecuta a la víctima. Un crimen perfecto. Excepto por un detalle que rara vez se da, pero que de suceder plantea un serio problema, y es que el looper se reciba a sí mismo como víctima. Es lo que le sucede a Joe (Joseph Gordon-Levitt), quien disfruta de la buena vida gracias al pago por sus asesinatos, hasta que un día se encuentra con él mismo. Old Joe (Bruce Willis) logra escapar de la única solución a la crisis que se plantea, ser eliminado, y así provoca el desequilibrio del estado vigente. Old Joe llega con un objetivo claro, muy al estilo "Terminator", y no permitirá que ni siquiera él mismo se interponga en su logro. Mientras tanto, otro loopers, comandados por el siempre brillante Jeff Daniels, salen a la caza de los dos tipos que ponen en riesgo el "negocio", sin medir consecuencias. El filme escrito y dirigido por Rian Johnson plantea más de una paradoja, lógico en todo emprendimiento que juegue con el tiempo y tenga protagonistas que viajen a través de él. Johnson arriesga, juega en el filo y logra salvar su producto gracias a una narración sólida en lo cinematográfico, notables efectos y buen ritmo que consiguen maquillar el disloque temporal.
Una que sabemos todos 2 Si mientras veíamos la primera entrega de esta saga manteníamos una mínima esperanza de recibir algo de dignidad cinematográfica, aunque sea en el último fotograma, esta vez tenemos muy en claro desde el comienzo que nada bueno podemos esperar. En esta segunda entrega se repite el mismo festival de violencia gratuita que en el filme anterior, agravado por un contexto más inverosímil, al punto de provocar risa. Liam Neeson vuelve a ponerse en la piel del experto en seguridad personal y ex agente Bryan Mills, siempre implacable e invencible, ahora perseguido por los familiares de aquellos a los que él mató en la primera película, quienes buscan venganza. La acción se desarrolla en Estambul, Turquía, y nuevamente se apela al recurso racial para presentar el maniqueísmo más básico. Lo novedoso es que ahora no solo Bryan es prácticamente invencible, también lo son su ex esposa y su hija. Lo escrito hace cuatro años (http://www.cineymedios.com/cine.php?estreno=689) es aplicable aquí, y agregamos nuestra opinión sobre lo inútil de hacer una secuela de algo de por sí impresentable.
Cazador cazado Con buen ritmo inicia esta película noruega que nos presenta a un sujeto que lleva una doble vida -como ladrón de obras de arte y consultor en Recursos Humanos, un "caza talentos"-, quien de entrada nos hace conocer el decálogo a seguir para tener éxito en su oficio ilegal. Roger, el protagonista, sigue a rajatabla sus reglas, es prolijo en su accionar y lleva un estilo de vida que le cuesta mantener y mucho más justificar. Lidia además con una mujer que lo presiona para tener un hijo, algo que no está en sus planes personales ni económicos. También tiene una amante. Nada mal para un tipo de apenas un metro sesenta y ocho, algo que, según sus palabras, solo puede compensar con dinero. La suerte parece echarle una mano cuando conoce a un ejecutivo de visita en la ciudad, Clas Greve (Nicolaj Coster-Waldau). Parece ser el perfil que está buscando para una empresa, pero, es también el propietario de un costoso cuadro que podría solucionarle la economía de por vida. No conviene avanzar más. Diremos apenas que Roger no sospecha siquiera en el vuelco que sufrirá su vida, ni en la pesadilla en que se convertirá. El inicio del filme, tan "classy", contrastará con la brutal violencia exhibida en su núcleo, donde se destaca la labor actoral de Aksel Hennie, quien ofrece una variedad de matices muy destacables y logra transmitir la compleja psicología de su personaje. El noruego Morten Tydlum dirige esta adaptación de la novela "Hodejegerne" de Jo Nesbø, con dinamismo y estilo. El montaje tiene ritmo, sin caer en el videoclip, y la música ofrece un apoyo sobrio mas trepidante. No teme el director ser explícito cuando debe serlo, ni mucho menos reconocer a la saga "Millenium" como referente dentro del mismo filme. De hecho, desde los paises nórdicos llegan algunas de las mejores novelas negras de los últimos tiempos, y también sus adaptaciones al cine.
Los fantasmas de Sarah Sarah (Elizabeth Olsen) llega junto a su padre y su tío hasta su antigua casa de la que deben retirar cosas varias y basura. El primer problema con el que se encuentran es que no hay electricidad y por ello el tío sale en busca de un electricista. Las ventanas están tapiadas y todo es oscuridad en el interior. Linternas en mano, padre e hija recorren la laberíntica casa repartiéndose tareas. En un momento determinado, el padre debe salir de la casa y Sarah se queda sola. A partir de ese momento, cada ruido, cada sombra comienza a inquietar a la joven. No pasa demasiado tiempo hasta que Sarah se siente en peligro, amenazada por extraños sonidos y una invisible presencia. La propuesta no tiene mucho de novedosa, pero el lenguaje cinematográfico elegido ayuda a provocar cierta inquietud en el espectador. Se trata de un filme rodado en lo que técnicamente se llama "plano secuencia", esto es: filmado en una única toma, sin cortes, respetando el estilo de la versión original "La Casa Muda". Claro que esto es así en apariencia, dado que hay algunos cortes bien empalmados, solo perceptibles si se presta atención al detalle. Lo destacable en este caso es la puesta en escena y la labor de producción que obliga a disponer de todo lo necesario para garantizar la continuidad, casi como si se tratara de una pieza teatral registrada en vivo. Gracias a este montaje el espectador pasa a ser testigo absoluto de lo que acontece, como si acompañara a la protagonista en su tortuosa experiencia, corriendo por la intrincada y tenebrosa casa en busca de una salida. Claramente no estamos ante un derroche de originalidad, pero el relato tiene una resolución que al menos no resulta insultante y ofrece una factura más que decente.
Bu! Nosotros pasamos los ochenta y dos minutos más largos en lo que va del año viendo esta película para que usted, estimado lector, no pierda su tiempo y su dinero padeciéndola. Es otra de actividades paranormales, entidades espectrales que acosan a moradores de una casa con la intención de provocar algún susto en el espectador, pero que solo logra causar aburrimiento. El director, además guionista, carece de capacidad para transmitir a través del lente alguna mínima emoción, excepto el tedio. Nada asusta, ni conmueve, en este relato remanido y previsible. Las actuaciones son execrables, y ni siquiera una actriz como Ashley Green, de gran exposición por su trabajo en la saga "Crepúsculo", consigue estar a la altura que semejante espaldarazo le impone. El director hizo todo lo posible por hacer de esta película -que desde su temática nada nuevo tiene para ofrecer-, un bodrio insoportable, que no merece ser vista por alguien que guste del cine, y menos del género.
Laberinto mental Roberto Román es un experto en la "memoria humana". A los 27 años se destacó por un trabajo que llegó a ser publicado en una revista científica y desde entonces carga con el peso de ser considerado poco menos que un genio, y también carga con algo menos gratificante. De regreso a Chile, vuelve a enseñar en la universidad donde estudió. El relato alterna clases acerca de la "memoria episódica" y la "memoria de trabajo" con la relación amorosa de Román, su relación con el decano y con el hecho de vivir todavía con su madre. Un problema muy serio que tiene este filme es que a los actores no se les entiende prácticamente nada cuando hablan. La mayoría de los diálogos son inentendibles, un poco por el mal sonido directo, y otro mucho por la pésima modulación y dicción de los intérpretes, además del uso del argot chileno. Es una verdadera pena, porque muchos de esos diálogos son fundamentales para comprender buena parte del relato, en especial los referidos al aspecto científico. Aún así, el director consigue buenos momentos, casi oníricos, donde resuelve con ingenio las idas y vueltas que tienen los recuerdos y vivencias del protagonista. De esta manera, queda apreciar el filme desde lo visual, prestar atención a lo que el director elije mostrar en segundo plano y agudizar el oido para tratar de entender algo, aunque el intento puede resultar algo frustrante.