Cosi cosa El gran Woody está de vuelta entre nosotros y nos trae una nueva entrega de lo que ya podemos definir como su etapa "turística". Ahora le toca a Italia, Roma para ser más precisos. El neoyorquino nos presenta varias historias que se suceden en la capital italiana, todas en tono de comedia, algunas más desopilantes que otras. Una joven estadounidense que está como turista en la ciudad y pide ayuda a un romano acaba en pareja con él de inmediato, obra de la magia de Woody que siempre nos ha mostrado el poder de un flechazo. Esta unión nos permite conocer al padre del muchacho y también al de la joven, el tenor Fabio Armiliato y Woody Allen respectivamente. Ambos tendrán a su cargo la parte más hilarante del filme. Roberto Benigni es quien protagoniza la historia de un hombre común, padre de familia y empleado responsable que de pronto y sin explicación alguna se vuelve famoso. Los periodistas lo persiguen noche y día haciéndolo cada vez más popular. En otra parte de la ciudad una joven pareja se pone a prueba cuando una amiga llega y provoca en el muchacho (Jesse Eisenberg) sentimientos encontrados. En este segmento Woody echa mano a un recurso ya utilizado por él, el del consejero solo visible por el aconsejado, que es interpretado aquí por Alec Baldwin; punto flojo en el guión ya que el resultado es poco claro para el espectador y su inclusión no es del todo lógica en el contexto presentado. También vemos a una pareja de recién casados que llega a la capital desde el interior de Italia para iniciar una nueva vida, pero una serie de hechos fortuitos provocan el desencuentro entre ellos y desata la posibilidad de vivir nuevas experiencias, entre las que está incluida una prostituta encarnada por la española Penélope Cruz. El tono del filme nos remite a las comedias italianas de la década del setenta, por su montaje y estilo liviano. Allen no presenta en esta obra lo mejor de su cosecha, apenas unos pocos efectivos gags hechos a su medida y otros muy bien desarrollados, especialmente el que lo une al tenor Armiliato. Hay algo de crítica social en la parte de Benigni, acerca de cómo la fama le llega a cualquiera sin importar el por qué, y unos toques ligeros de romance a cargo de las parejas más jóvenes. Obviamente no faltan las postales de la ciudad, solo que sin la inspiración que mostró en "Midnight in Paris", filme que tiene el encanto que este no posee. Nuestra calificación: Esta película justifica el 60 % del valor de una entrada.
Más de lo mismo El otrora ingenioso Tim Burton encara la adaptación cinematográfica de una serie televisiva bastante popular en los EE.UU. y practicamente desconocida por nuestros lares. "Dark Shadows" era más bien una soap opera con elementos de terror que se conoció en nuestro país con el título "Maldito Hasta la Última Generación" y se emitió durante el año 1972 -los viernes por la noche- por la pantalla de Canal 9. Johnny Depp vuelve a ponerse a las órdenes de Burton -pero como actor, ya que además es productor de la cinta- y como es habitual en él, amaricona al personaje que le toca. En este caso es Barnabas Collins, un muchacho que en el siglo XVIII desprecia a una muchacha enamorada de él, por estar enamorado de otra chica. La despechada lo maldice, primero matando a su familia y novia, y luego condenándolo al sufrimiento eterno convirtiéndolo en vampiro. Encadenado y enterrado, Barnabas es liberado doscientos años después, cuando unos obreros realizan una excavación. Collins se encuentra ahora en 1972 y Burton pretende ser gracioso jugando con el anacronismo. No le sale. Ya hubo un Austin Powers. El vampiro desea recuperar lo que le pertenece, vuelve a su mansión y allí encuentra a una familia disfuncional, sus descendientes. También se encuentra con que su pueblo, Collinwood, es manejado por la mujer que lo maldijo. A esta altura todos sabemos que Burton gusta de lo oscuro y retorcido. Nadie filma árboles deformes como él. Hasta se da el gusto, como es habitual, de exhibir al gran Christopher Lee como si fuera un muñeco de edición limitada en su vitrina. Hace tiempo que el director de "Ed Wood" perdió el rumbo, y no lo recupera con esta película en la que da rienda suelta a todos los recursos que ya le conocemos. Tanto se engolosina con Depp que descuida al resto del elenco. Michelle Pfeiffer se impone por talento, al igual que la francesa Eva Green a quien le va mejor por ser la antagonista del personaje principal. Cuidada en lo estético -esto es innegable-, vacía de contenido y, lo peor de todo, aburrida en el relato, "Sombras Tenebrosas" marca un nuevo paso en falso en la carrera de un director que debería pensar más en el público, en lugar de filmar para darle el gusto a un amigo y a sí mismo.
El secuestro intrascendente "Llega un momento en que un piano se da cuenta de que no ha escrito un concierto". Con esa frase -perteneciente al clásico "All About Eve"- se indica con magistral ironía que cada uno debe ocupar el sitio que le corresponde. En el caso de un actor se debe comprender que es eso, un instrumento dentro de una orquesta que tiene un director y una partitura escrita por otro. Pero a veces hay excepciones, talentosos capaces de escribir, dirigir, actuar, producir y hasta musicalizar una película. Chaplin, Jerry Lewis, Mel Brooks, Clint Eastwood y tantos otros, son muestra de ello. No es el caso de Jazmín Stuart. Actriz de escaso vuelo, apenas correcta, que ahora se lanza como guionista y directora. No lo hace sola, se apoya en Juan Martínez; pero ignoramos que tanto hizo cada uno. Como sea, el resultado es negativo. La pareja nos cuenta la historia de una post adolescente que desde el inicio nos hace saber que es fruto de una aventura de su progenitora, quien en lugar de abortarla decidió "probar" como era ser madre. No le salió. Y Carla (Florencia Otero) no solo carece de padre sino que además tiene una madre ausente que vive en España. La madre (Claudia Fontán) vuelve un día debido a que su ex pareja, y dueño del departamento donde vive Carla, fue secuestrado. Como es obvio, se ensaya algo parecido a un acercamiento entre madre e hija con las reglas de cada una. Son como dos extrañas, y si algo salva minimamente a este filme es la actuación sobresaliente de Otero. El relato es fallido por donde se lo mire. La narración es confusa, en determinadas escenas nada indica que estemos ante un flashback hasta que empezamos a hilar por nuestra cuenta, con la lógica distracción que eso implica. Idas y venidas en el tiempo que no son claras, y la construcción de relaciones entre algunos personajes que no son presentadas con el mínimo rigor que hacer una película exige. No faltan lugares comunes como el mostrar a una nihilista muchacha por el centro porteño observando con extrañeza a los señores de corbata, o con la mirada perdida en un viaje en tren. Hacia el final -como por arte de magia antes que por tener un buen guión- las cosas toman el camino de lo inverosímil, coronando así el sinsentido general. Cabe rescatar algunas pocas escenas bien logradas, gracias a las actuaciones en general de un elenco algo desparejo. Ariadna Asturzzi, como la mejor amiga de Carla, logra buena química con Otero, y juntas protagonizan los momentos más llevaderos de la película. Pero que no alcanza.
ADN para todos El viejo Ridley se puso pretencioso. Mucho es lo que quiere abarcar en un filme de ciencia ficción con una módica cuota de suspenso. Lejos está de la notable “Alien, el Octavo Pasajero”, de la cual esta que nos ocupa es su indudable precuela. La escena inicial nos presenta a un humanoide que se inmola por lo que sería, aparentemente, un bien superior. Inmediatamente después Scott nos lleva hacia el futuro, donde una pareja de arqueólogos, Charlie y Elizabeth, hacen un descubrimiento fundamental y decisivo para la humanidad. Esto los pondrá como parte privilegiada de la tripulación de una nave en la que viajarán hacia un planeta distante, todo financiado por un anciano filántropo que busca hallar el origen del hombre. Nada más, nada menos. A partir de ahí empiezan los problemas en el guión. Scott se mete en un lío cuando intenta mezclar religión con ciencia y teorías teológicas inabarcables para un ser que solo hace buenas películas de ciencia ficción. Porque “Prometeo” se pone buena cuando se despliegan los efectos especiales, los bichos basados en la imaginería de H.R. Giger cobran protagonismo y toda la producción se pone al servicio de la acción. El resto, pura charlatanería barata. Lejos de aportar certezas el filme dispara más de una pregunta, las que acabarán siendo dudas. Lo que puede ser presentado como algo abierto hacia el público para que este saque sus conclusiones, bien puede también ser considerado como caprichoso. El personaje de Michael Fassbender es un buen ejemplo en ese sentido. Por momentos escapa a la lógica de su propia historia, demasiadas licencias para un androide como el que interpreta. Porque no sólo los humanos se preguntan por su origen, aparentemente los robots también. David es un cyborg fabricado por la empresa que financia la aventura. Es de todo menos un "humilde servidor". En su mirada, y sus acciones, se nota una soberbia que no se preocupa por esconder. Al fin y al cabo tiene razón: es el más brillante de todos, el que maneja los idiomas antiguos, puede hacer andar máquinas milenarias; y su frustración, si es que un robot puede sufrirla, es depender de un humano que lo programe. La sueca Noomi Rapace, a quien vimos en la saga original de “Millenium” y en “Sherlock Holmes 2”, es la que se lleva los aplausos por su interpetación a puro nervio de Elizabeth, mujer que motorizada por sus propios temores se anima a lo impensado. Charlize Theron aporta su gelidez tan característica, pero precisa, en un rol más humano que el de su despiadada bruja en “Blanca Nieves y el Cazador”. En el final, todo queda servido para que -éxito de taquilla mediante- esta aventura continúe, seguramente queda algo de ADN para mezclar.
Belleza mortal Los cuentos infantiles tal como los conocemos son versiones edulcoradas, aptas para todo público, libres del sadismo y la crueldad que contenían las leyendas originales en las que se basan. Esto se lo debemos a los hermanos Grimm, alemanes que durante el siglo XIX se dedicaron a recolectar historias populares y convertirlas en relatos moralizantes para la familia. El director Rupert Sanders, experimentado en el campo de la publicidad y debutante en el largometraje, toma el riesgo de mostrarnos a una Blancanieves distinta y especialmente a su malvada madrastra, rol en el que se luce la bellísima Charlize Theron. Ambientada en épocas medievales, el filme nos cuenta el cuento de una forma diferente a la conocida. Los acontecimientos transcurren de otra manera, el relato evita apoyarse en la manzana y su efecto narcoléptico como también rehuye a la imagen del príncipe tal como la conocemos. En cambio nos ofrece intrigas, batallas y a una Blancanieves más combativa y desafiante que ayudada por el intrépido cazador se enfrenta a la despiadada bruja. El tono es oscuro y algunas escenas no recomendables para niños. De hecho, y aunque se ofrezca una versión doblada al castellano, el filme está bien calificado para mayores de trece años. Kristen Stewart no ofrece un registro muy diferente al que da en la saga "Crepúsculo". Es una actriz de recursos limitados que hace de su apatía un sello personal, y mal no le va. Como adelantamos, la actuación de Theron paga la película. "La belleza es el comienzo del horror que estamos dispuestos a soportar" decía Godard. En la bruja convive su esplendor físico con la desgracia. El espejo le es esquivo, señala a otra como más la más bella y desata el conflicto central. El relato tiene buen ritmo en general, notables efectos y una destacable dirección artística. Sorprende ver a Bob Hoskins y Tobey Jones como enanos, algo muy bien resuelto y que da a los famosos siete enanitos otra dimensión dentro de la historia. "Blancanieves y el Cazador" toma el riesgo de dotar a un cuento infantil con elementos más propios de la leyenda original, claro que sin exagerar, al fin y al cabo esto es un negocio; es Hollywood, ni más ni menos.
Extraña suerte La idea no es original ni novedosa. Desde "Fúlmine" con Pepe Arias en el cine local, hasta "La Chèvre" con Pierre Richard y su remake con Martin Short, la idea del personaje mufa que complica la vida de quienes están a su alrededor ha propiciado más de una historia. En esta ocasión es Gabriela (Cardinali) la que padece a Felisa (Balcarce), una compañera de colegio a la que no veía desde hace tiempo y a quien le atribuye ser portadora de mala suerte. Lo cierto es que Gabriela tiene problemas con los proveedores de su negocio, una pinturería, y desde que se encontró con Felisa se le presentan hechos extraños, fortuitos, que la sugestionan cada vez más. Para peor, su marido está de viaje y las sospechas sobre una infidelidad agravan el panorama. El relato se anima a ensayar -sin profundidad alguna- una mirada acerca de la suerte en sí misma y sobre cómo se vive según el lugar donde cada uno se para. Es sabido que lo que para unos es bueno, para otros no, y que la cadena de consecuencias a partir de una acción es tan imprevisible como ilimitada. La historia tiene un tono de comedia ligera que no consigue despegarse de cierto ritmo televisivo, algo que se acentúa con una producción artística propia de un mal aviso publicitario. Es meritorio haber logrado que la siempre lánguida y taciturna Leonora Balcarce se muestre sonriente y vivaz en un filme, es para destacarlo; no está mal en su papel, sin descollar da vida a su personaje con gracia. Como contraparte, Julieta Cardinali es convincente como la sufrida supersticiosa. En un aparte, Roberto Carnaghi se luce con su habitual histrionismo al servicio de una comedia bien intencionada, pero mediocre.
Un sueño... El comienzo no podría ser menos alentador. Los títulos de presentación remiten a una mala telenovela, con la imagen de los actores recortados con sus nombres sobreimpresos y música ampulosa. Lo que sigue es, en general, un relato bien fotografiado, con algunos pasajes notables desde lo fílmico pero que debe lidiar con un libro que obliga a los actores a decir parlamentos impostados, alejados de toda naturalidad. Las internas entre los revolucionarios de Mayo, la lucha de Castelli contra su enfermedad y aquellos que lo enjuician militarmente por acciones en el ejército expedicionario del norte, son los puntos fuertes de este filme. La pericia de Lito Cruz consigue romper la distancia y merced a su buen oficio actoral logra imponer a su Castelli más allá de los monólogos y parlamentos rebuscados. No corre la misma suerte Adrián Navarro que sobreactúa a Mariano Moreno y un Luis Machin a quien Belgrano parece quedarle grande. La desprolijidad gana la escena cuando en un primer plano se ve a un extra con una patilla postiza despegada o a una actriz con la voz doblada de manera artificiosa. La historia se torna densa, morosa y remite a un tipo de cine que es mejor olvidar, por pretencioso y excesivamente formal.
La fiesta no es acá Sabido es que no hay nada peor para un chiste que anunciarlo demasiado, provocar en el espectador una expectativa desmesurada, decir "escuchá, cuchá que es buenísimo! Te vas a morir!". El chiste está muerto antes de ser contado. Desde el inicio de esta película todo nos hace saber que se trata de una comedia de efecto "cascada", los personajes y situaciones son presentados de forma tal que solo nos queda esperar su turno para intentar sacarnos, como mínimo, una sonrisa. Pero todo es tan previsible y obvio que los gags pasan sin pena ni gloria. Un muchacho conoce a una muchacha mientras están de vacaciones. Con apenas una semana de novios deciden casarse. Él vive en Inglaterra, ella en Australia. Él cuenta con tres amigos, uno más perdedor que el otro. Ella tiene una familia adinerada y de alta posición política. Cuando todos estos elementos se juntan la explosión se hace tan inevitable como obvia. La actuación del protagonista Xavier Samuel es pésima, tiene menos gracia que un desalojo, mientras el histriónico Kris Marshall no puede solo con un guión que está a años luz de la celebrada "Muerte en un Funeral". Esta vez el humor inglés dejó lugar al peor humor yanki, escatología incluida, que nos remite a las más eficaces "Qué Pasó Ayer" o "La Familia de mi Novia", en las que está película se "inspira" afanosamente.
El fugitivo sangriento Un hombre corre en medio del desierto, mientras soldados inspeccionan la zonoa. El sujeto huye y antes que ser capturado mata a quienes amenazaban su huida. desde el aire, un poderoso helicóptero del ejército estadounidense vigila y emprende la persecución. El hombre es capturado y sometido al maltrato que las tropas del imperio acostumbran a dar a su prisioneros. Es durante el traslado de los reos que sucede un accidente. La camioneta que los llevaba cae por un barranco y al abrirse las puertas nuestro protagonista decide escapar. Sí, la escena remite claramente a la serie televisiva "El Fugitivo", solo que este prisionero no busca a ningún manco, para él todos son enemigos y así emprende una huida signada por la sangre. Filme de pocos diálogos, ni siquiera los nombres de los personajes son presentados. El contexto de la guerra y los abusos por parte de los estadounidenses parecen apenas una excusa para contar la historia de un hombre que huye, de un oprimido que sin rumbo y absolutamente confundido corre hacia adelante, enloquecido y cegado por la sin razón que es su propia existencia. "Essential Killing" no llega a hablar sobre la condición humana, sino más bien sobre la condición de un humano, sobre el que no sabemos demasiado, pero que a través de la mirada del director adquiere la condición de víctima. El relato mezcla la violencia más cruda con cierto lirismo, representado en la visiones que el fugitivo tiene, tal vez visiones de un futuro deseado, o imágenes de un pasado perdido. Alcanza su máxima relevancia gracias un actor desbordante como es Vincent Gallo, su trabajo impresiona y permite al director desarrollar su pequeño cuento sin altibajos. Con tomas subjetivas, buen manejo de la tensión y el uso del sonido al servicio del relato -como complemento antes que como efecto-, el polaco Jerzy Skolimowski nos brinda un filme personal, breve y nada pretencioso, aunque acaba tan errático como su protagonista.
A trazo limpio Para ser la Argentina el lugar donde nació el dibujo animado, merced a la inventiva de Quirino Cristiani, y de donde una gran cantidad de artistas han surgido para triunfar en el país y en el extranjero, definitivamente no se hacen la cantidad de películas animadas que se deberían para rendir tributo a nuestra historia y a sus hacedores. Afortunadamente está Caloi, quien con su inquietud y vocación para la docencia se encargó duranto años a divulgar a los buenos dibujantes locales y foráneos desde su ciclo televisivo "Caloi en su Tinta". Era hora entonces que algo de ese trabajo tuviera su correlato cinematográfico -Caloi y María Ramírez fueron los hacedores de aquel programa-, con algunos de los mejores exponentes de la actualidad. Son cuatro cortometrajes, separados entre ellos por un quinto trabajo titulado "Stencil Tango". El primero que vemos es "Meado por los Perros", historia de un carnicero que de pronto ve alterada su rutina comercial por la llegada de un mega centro comercial que revoluciona al barrio. Notable trabajo que combina diferentes técnicas de dibujo y animación como el collage, la foto digital y el stop motion, entre otras. Con agudeza, los hermanos Faivre consiguen sintetizar en poco más de veinte minutos lo que el neoliberalismo y sus apóstoles causaron, y causan, en nuestra sociedad. Sigue "Claustrópolis", de Pablo Rodríguez Jáuregui, el cuento más naif de todos que tiene como protagonista a un niño, de familia acomodada, que vive en el Cavanagh y gusta de dibujar y recortar siluetas mientras ve al mundo desde una ventana. Hasta que un día advierte a una chica que pinta con colores las paredes, monumentos y lo que encuentre en la ciudad. El niño se verá motivado entonces a salir a la calle, asumir los riesgos que representa la gran ciudad con tal de saborear algo que, intuye, es la libertad. El tercer corto es "Bu-Bu", relato que incluye acción en vivo y la caverrnosa voz en off de Horacio Fontova. Una historia magistralmente dibujada por el maestro Carlos Nine y animada de froma tradicional pero con una impronta absolutamente novedosa. Se trata de un sujeto que, alcanzado por las balas de su enemigo, repasa mentalmente varios acontecimientos de su vida, mientras agoniza en el empredrado. Para finalizar, "Mi Buenos Aires Herido" de Caloi. Los reconocibles trazos del creador de "Clemente" dan forma a un bar y a sus parroquianos, todos con un denominador común: una mujer en mente. No falta el guapo en el farol ni tampoco el humor que desde hace décadas ofrece Caloi en diversas publicaciones. "Ánima Buenos Aires" es una excelente oportunidad para valorar la labor de nuestros dibujantes, su creatividad y talento. Y para respaldar una iniciativa que debe multiplicarse. Porque en este rubro tenemos con qué.