Caído del libro Dos chicos y dos chicas de séptimo grado deciden ratearse de la hora de geografía, pero quedándose adentro de la escuela y para ello eligen un sitio que siempre les provocó curiosidad: el sótano. Y allá van, para pasar algo de tiempo juntos compartiendo inquietudes, vivencias, secretos. Sin embargo algo les sale mal a los chicos, la olfa de la clase se entera del plan y acaba metida en el sótano con las parejas. El filme está basado en un exitoso libro de aventuras para chicos, y como suele suceder, su traslado a la pantalla guarda varias diferencias respecto al original. Obvio es que una película es una obra en sí misma independiente de aquello en lo que se base, y así debe tratarse. Por eso obviaremos que todo lo bueno que tiene el relato escrito falta en esta adaptación carente de sutilezas. Como manda el cine de hoy todo se presenta velozmente, sin demasiado preámbulo. Esto provoca que el espectador no cree empatía con los personajes, a los que no termina de conocer; ni se le genere la mínima intriga sobre la historia. El conflicto se plantea de inmediato y solo queda ver el desarrollo hasta el final. En el medio se pueden disfrutar de las actuaciones de Karina K, como la desopilante maestra de geografía; Alejandro Paker en el rol del arrogante padre de la olfa y Tina Serrano como la directora de la escuela. Son más bien para padecer las actuaciones de los chicos, donde hace agua la dirección de actores. Por lo demás, se trata de un relato ágil, caricaturesco y entretenido que los más chicos pueden disfrutar. Aunque mejor será que lean el libro.
Purgante Fábula provocadora basada en una fantasía presente en cada ser humano: cruzar un límite prohibido sin sufrir consecuencias. En el año 2022 los EE.UU gozan de una economía floreciente, la tasa de desocupacion es nula y la seguridad reina en las calles. El nuevo Estado gobernante logró este nuevo y exitoso estándar gracias a una ley revolucionaria, que permite a todos los ciudadanos cometer todo tipo de crímenes -incluído el asesinato-, durante doce horas al año. Ese día, entre las 7 PM y las 7 AM, el país es tierra de nadie; sin policías, sin bomberos, sin hospitales, cada uno librado a su suerte. Aquellos que no desean participar de tamaño desquicio deben encerrarse en sus casas y tomar las medidas de seguridad más extremas. Precisamente, a vender esos sistemas de seguridad se dedica el protagonista de la historia, James Sandin, un amoroso padre de familia que cree en "la purga" como método para mantener en orden al país. Todo está listo para que inicie la noche más violenta y brutal del año. Entonces el bueno de James se pone a resguardo junto a su familia en su casa, pero cuando cree tener todo bajo control algo sale mal y el terror que debería estar afuera se apodera de su hogar. Es interesante y provocadora la idea de la anulación del pacto social, en virtud de facilitar una válvula de escape para la violencia contenida por el individuo. Maquiavelo y Hobbes, entre otros, bien trataron el tema de que el hombre es malo por naturaleza y por ello se hace indispensable el contrato social. Pero no hay que esperar de este filme que vaya tan lejos. Apenas si esboza la idea, y con trazo grueso presenta personajes maniqueos que pronto se volverán simples protagonistas de una película de terror más, con los giros y clichés del género. El resultado es una tibia crítica a un sistema donde todos creen ser libres y decidir sobre sí mismos, cuando en realidad solo viven para servir a ese sistema, incluso dando sus vidas.
Polis from heaven El horrible monstruo animado que presenta el filme en el inicio debería servir de advertencia. Es tan berreta la animación digital que solo predispone para lo peor, y lo peor sucede. Afortunadamente pasa rápido, sin llegar a aburrir. La historia nos muestra a Nick, policía y amante esposo que muere en un operativo e inmediatamente va a parar a una jefatura policial en el más allá. Allí lo espera Proctor (Mary-Louis Parker) jefa del organismo que recluta a Nick y le asigna un compañero, el indomable Roy Pulsifer, sheriff en el siglo XIX dedicado ahora a capturar espíritus que molestan en el mundo de los vivos. Con algo de "Men in Black" y otro poco de "Ghostbusters", la historia descarta cualquier atisbo de originalidad hasta en la construcción de uno de sus personajes principales, el de Bridges, quien decidió autohomenajearse reciclando a su osco personaje de "Temple de Acero". Vale la pena disfrutar de la gracia de la histriónica Parker que se luce en sus breves apariciones, y también -por qué no- de un Jeff Bridges que autoreferente y todo ofrece los mejores momentos en un filme intrascendente por demás.
Al descenso Si bien "Séptimo" parte de una buena idea, las ideas hay que saber desarrollarlas. Toma como punto de partida al miedo más básico y primitivo, en el marco de una absoluta cotidianeidad. Un padre que "pierde" a sus hijos de manera inexplicable. Un simple juego que acaba convitiéndose en una pesadilla que ningún espectador quisiera vivir. El gancho es bueno, prometedor. En el medio hay un divorcio conflictivo, y causas judiciales entre poderosos, para colmo mediatizadas. Sebastián es abogado - Sí, Darín hace otra vez de abogado- y comienza un día que está destinado a no ser uno más, aunque no por lo motivos que él creía. Todo el ímpetu con el que inicia la jornada, la seguridad que se tiene como profesional ante una audiencia inminente, la forma en que sostiene la relación con su ex mujer, todo eso va tambalear inexorablemente cuando sus dos hijos desaparezcan en un instante. Él baja en ascensor, ellos por la escalera. Él llega a la planta baja, ellos no. Inmediatamente comienza la búsqueda, la deseperación y la incertidumbre copan la escena y el juego de ambigüedades se despliega ante el espectador. La foma supera al contenido, el director se engolosina con un Darín omnipresente -está en casi todas las escenas-, que ofrece un gran trabajo actoral brindándole a su personaje un "crescendo" creible y una tensión que logra trasladar más allá de la pantalla. Mientras el relato avanza, el guión empieza a mostrar sus debilidades, los personajes secundarios se desdibujan y al final quedan más preguntas que respuestas, sobre todo por lo inverosímil de ciertas cuestiones que en una trama de suspenso reclaman mayor rigor por parte del realizador. "Séptimo" gana en la potencia de su principal intérprete, un Darín que literalmente se carga el filme y que está muy bien secundado por la española Belén Rueda, de impecable y ajustada gestualidad. El filme se diluye en la anécdota, como si la idea de tan grandiosa se hubiera vuelto en contra y su creador no supiera como darle el mejor cierre. Al final le dió el que pudo, que no está tan mal.
Como viaje gratis, cuando ya está pago Si la ley de medios afectara al cine, esta película debería exhibir en algún lugar la leyenda "espacio de publicidad". Se trata de un comercial de dos horas de duración, un filme corporativo con la presencia de Owen Wilson y Vince Vaughn como dos cuarentones desempleados que se animan a probar suerte como practicantes en la empresa Google, con la esperanza de obtener allí un puesto fijo. El mecanismo elegido es el más básico en la comedia; poner algo donde no pertenece, así se juega con anacronismos y personajes desubicados para forzar la gracia donde no la hay. Se explota el contraste entre dos adultos experimentados en el mundo de las ventas y las relaciones no formales, con nerds que apenas llegan a los veinte años y conocen algo de la vida gracias a lo que ven en las pantallas de sus computadoras. Idea básica, básicamente explotada, apenas como excusa para mostrar el artificioso e impostado universo Google, el "Googleplex", lugar lúdico y plagado de falsas libertades para sus alienados empleados. Mientras los protagonistas van de desventura en desventura, los productos y servicios de la empresa se muestran en pantalla compitiendo en protagonismo. Los cameos de John Goodman y Will Ferrell apenas ayudan a recuperar el sentido de la comedia, muy brevemente. Semejante propuesta, flagrantemente publicitaria, no debería pretender que el público pagara por verla; en cambio debería exhibirse gratis para la audiencia interesada, con apps de regalo incluidas.
Adonde otros estuvieron antes La Enterprise arranca de nuevo, para explorar nuevos mundos y civilizaciones. Con el capitán Kirk al mando, y el ¿fiel? Spock a su lado, se adentra en la más pura aventura, esquivando la filosofía y cualquier atisbo de profundidad que los fanáticos de la serie pretendan encontrar. No todo es lo que parece en la Federación y un viejo enemigo regresa para buscar venganza. Una de las consecuencias es que Kirk se expone ante su propia soberbia. El impetuoso capitán debe lidiar además con una crisis de confianza sobre su primer oficial, Spock, quien también lucha por hallar un equilibrio entre su ser humano y su ser vulcano. Lógica versus emoción, eterno dilema. El ritmo del relato es trepidante, avanza hacia la acción y la espectacularidad sin fisuras. El guión es apenas una excusa, tiene la coherencia justa, no sin algún arrebato; nada importante que se interponga en el objetivo: entretener con calidad. Los protagonistas ya se muestran cómodos en sus roles, convincentes y a la altura de los clásicos de la serie. No faltan los destellos característicos del director en la fotografía, ni los guiños para los trekkers, quienes tal vez tengan reparos con esta franquicia dirigida al público más variado.
En los últimos tiempos se estrenaron en las pantallas locales muchas películas de terror, la mayoría basura sin valor alguno, pero esta que nos ocupa viene a marcar la diferencia. Basada en las vivencias reales de una pareja de famosos espiritistas e investigadores de lo paranormal, el filme cuenta como el matrimonio formado por Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga), no solo fue testigo del acoso demoníaco que vivía la familia Perron, sino que además le ayudó en su lucha contra los espíritus que habitaban la casa a la que recientemente se habían mudado. El director James Wan -responsable de la primera, y mejor, entrega de la saga "Saw"- en la primera escena sienta las bases del tono que el filme tendrá hasta el final. Con notable ritmo, Wang logra construir un relato aterrador, cargado de tensión, libre de los torpes efectimos que solemos padecer en otros filmes menores. La historia encuentra en sus protagonistas, especialmente en Vera Farmiga, el sostén preciso para dotar de veracidad aquello que de otra manera nos resultaría inverosímil. El resultado es inquietante, perturbador y garantiza al público amante del género una buena dosis de sobresaltos y suspenso. "El Conjuro" reconcilia al espectador con un tipo de cine últimamente bastardeado, pero al que directores como Wan reivindican y ponen en justo valor.
Lejos del retiro Los agentes retirados extremadamente peligrosos están de vuelta, con más ganas de matar y decididos a hacer lo necesario para defenderse de aquellos que ponen precio a sus cabezas. Con la sorpresa agotada en la primera película, está segunda entrega compensa con buenas dosis de humor y acción. En el inicio encontramos a Frank (Bruce Willis) junto a Sarah (Mary-Louise Parker) haciendo compras como cualquier otra pareja, hasta que Marvin (John Malcovich) los encuentra y les advierte sobre el peligro que corren. Un viejo expediente llamado "Night Shade" vuelve a ponerse sobre el tapete y obliga a Frank a reencontrarse con viejos compañeros de aventuras, entre ellos la sexy y mortal agente rusa Miranda (Catherine Zeta-Jones). Sin duda, los mejores momentos están a cargo del trío Willis-Malkovich-Parker, quienes llevan la línea humorística del relato; en tanto Helen Mirren, Brian Cox y Anthony Hopkins aportan sus ilustres y galardonadas personalidades a un cartel de por sí atractivo. Es claro que la trama es apenas una excusa, no lo importante, aunque el relato es correcto pero no tan bien logrado como en el primer filme.
La pesadilla del soldado La épica romántica, la lucha por el honor y los demás ingredientes que hicieron del cómic "Wolverine" de Frank Miller y Chris Claremont un clásico, no están en esta adaptación dirigida erráticamente por James Mangold. En el inicio encontramos a Logan abandonado a su suerte en una montaña, convertido en un ermitaño con un oso como única compañía. Sus aventuras con los X-Men son parte del pasado, como aquel episodio en Nagasaki -durante la segunda guerra mundial-, donde salvó la vida de un soldado japonés que ahora, a punto de morir, lo manda a buscar para devolverle el favor. Aquel soldado japonés se llama Yashida y es hoy un anciano dueño de una mega corporación que desea darle a Logan algo que no tiene: mortalidad. Logan sufre, no físicamente sino a causa de las pesadillas recurrentes que tiene. Son muchos años de vida, muchas pérdidas, demasiados duelos. Y culpa. Finalmente el aguerrido mutante acepta el convite y viaja a Japón, escucha la oferta pero antes de que pueda siquiera pensar en ella, se encuentra metido en una nueva aventura, nada romántica. De buenas a primeras pasa a ser una especie de guardaespaldas de Mariko Yashida, nieta del poderoso y moribundo hombre que convocó a Logan. La joven es perseguida por miembros de la Yakuza, mientras Logan se da cuenta que inexplicablemente su poder de curación no funciona. Ahora es vulnerable. El filme promete desde el inicio más de lo que puede dar. El personaje de Wolverine se sostiene solo porque Hugh Jackman ya lo hizo propio y casi que puede dirigirse solo. El guión no le ofrece demasiadas motivaciones para jugarse lo que se juega, y menos a la villana de turno llamada Viper, rol sin sustento que está a la deriva durante todo el relato. Decepciona la secuencia con el Silver Samurai, personaje que merecía más respeto y atención, en tanto la buena química que logra Logan con la intrépida Yukio se diluye completamente en las soporíferas escenas con Mariko. Con buenos detalles de fotografía y edición, "Woverine: Inmortal" ofrece apenas un par de buenas secuencias de acción y todo el carisma de Jackman, capaz de cargarse el filme que Mangold no fue capaz de hacer. Con los créditos finales llega una escena que, por la expectativa que provoca, hace que olvidemos el fiasco que acabamos de ver.
A lo bestia Para aquellos que pasen los treinta, o los más jóvenes cazadores de archivos catódicos, no les será ajeno el rescate nostálgico que el mexicano Guillermo Del Toro hace de "Mazinger Z", "Ultraman" y "Godzilla" al mezclarlos en esta archimegarrecontraultrasuper producción vacía de contenido. Como base argumental se presenta una invasión alienígena que no viene desde el espacio exterior, sino desde las entrañas de la tierra, más precisamente en un abismo ubicado en la cuenca del pacífico norte. Desde hace siglos, el planeta es atacado por bestias gigantes llamadas Kaiju que emergen desde el océano, y para combatirlas la humanidad creó a los Jaegers, vocablo alemán que significa cazador. Estos cazadores no son otra cosa que robots gigantescos equipados con poderoso armamento y piloteado por humanos. No hay mucho más. Resta ver las peleas entre los robots y las bestias, ya sea en medio de una ciudad, o en el agua, mientras los humanos buscan la forma de atacar a los invasores para darles muerte definitiva. Cuesta encontrar el arte de Del Toro en las abrumadoras escenas de lucha; espectaculares, obscenas en su ostentosa realización. Sin embargo, el mexicano logra colar algo de su impronta en las secuencias donde los actores copan la parada, especialmente las que tienen a Ron Perlman y Charlie Day como protagonistas. Pero hay una escena en particular, donde Del Toro hace lo que mejor sabe. Tiene a una pequeña japonesa como figura central; dramática, expresiva y en medio de una devastación que remite a otras, más reales y dolorosas. El contraste de los colores que luce la niña con la gris desolación que la rodea, conforma una fotografía que a mitad del relato nos reconcilia con el buen cine. Por un rato.