Una franquicia que llegó para quedarse. Hoy en día cuando una película es exitosa se planean dos entregas más como mínimo. John Wick tuvo su debut en 2014 con el filme Sin control y el resultado fue inesperado. En 2017 llegó la todavía más explosiva John Wick 2: Un nuevo día para matar que redobló todos los aspectos de la original: más acción, más presupuesto, más duración, más personajes para masacrar y la ampliación del “Wickiverso”. Con una tercera película, una serie en desarrollo y planes para más secuelas, John Wick está lejos de decir adiós y dentro del género parece sumarse a Misión: Imposible y a Rápido y Furioso como ejemplo de una franquicia en la que las numerosas continuaciones no aburren. Chad Stahelski hace un excelente trabajo en la dirección y se lo admira aún más cuando analizamos que a cada obra le otorgó un estilo propio y giros inesperados que favorecen progresivamente cada filme en el que se involucra. Keanu Reeves como siempre está impecable y Halle Berry parece preparar cancha para un spin−off, que no sería extraño con los tiempos que corren, y de paso relanzar su carrera que hace mucho no se la ve en una propuesta comercial. El resto del elenco se luce como siempre y después no tengo nada que objetarle, más bien todo lo contrario. John Wick 3: Parabellum es acción bizarra, un entretenimiento puro que no decae nunca durante más de 120 minutos. No por nada desbancó a Avengers y pensándolo bien me atrevo a decir que la disfruté más que a la cinta de superhéroes. Si estás cansado de Marvel, DC u otras adaptaciones de cómics recientes y no sos fácil de impresionar, esta película es para vos.
El grand finale. Luego de casi un año de espera finalmente estamos ante la culminación de la saga más larga de la historia del cine. Un hecho sin precedentes, sin lugar a dudas. Desde su desarrollo, los fans se mantuvieron expectantes ante la finalización anunciada y pese a que por momentos esta película resulta algo previsible en la trama, es la primera vez que se nota la huida y el silencio total en redes sociales, búsquedas de anticipos, como si la idea fuese quedar sorprendidos con este final de la franquicia de los Avengers. Sin entrar en zonas de spoilers, algo que dificulta un análisis con más espesura, se destaca el excelente trabajo de los estudios Disney durante estos 11 años, donde la conclusión no pudo ser más épica tratándose de un “The End” a la altura del desafío para que Avengers pase por la puerta grande en cuanto al destino de muchos de sus personajes. Obviamente, el trato hacia algunos de ellos pudo haber sido más respetuoso y sin adelantar el descontento absoluto sobre uno en particular. Sin embargo, hay sorpresas y giros extraños en muchos referentes, dato que seguramente dividirá aguas entre fanáticos. Los puntos indiscutibles por ejemplo son los impecables efectos especiales, donde compensa los de Capitana Marvel que dejaban bastante que desear. En cuanto a la historia, pese a que dura 3 horas, cada una funciona como un acto diferente y uno siente que el tiempo vuela. Y si vamos al argumento, su simpleza lleva a rescatar únicamente la presentación de diferentes personajes a lo largo de la década. Las escenas de acción y los chistes no faltan, son los necesarios y marca registrada de Marvel/Disney. El final para muchos de Los Vengadores es digno y sólo queda la súplica para que a partir de las series próximas como lanzamiento del servicio streaming se conserve el estatus y estándar medio de lo que se pudo disfrutar antes de los rumores de fusión empresarial y las abruptas salidas de productos consumibles y desechables. En resumen, Avengers: Endgame es un show comiquero que contentará tanto a los fans como a los que no son de leer cómics y realmente se disfruta.
Infierno a domicilio. Ni Marvel ni DC, Dark Horse es una editorial que ha brindado grandes historias a lo largo de los años: Star Wars, La máscara y por supuesto Hellboy. Diferenciándose por amplitud en el tono de sus historias, Hellboy llegó como un respiro al genero sobrexplotado de los superhéroes. Hay que evaluarlo de esa manera ya que el filme si se lo compara con las dos versiones de Del Toro sale perdiendo, y no me refiero a la producción, ya que esta nueva versión es de menor presupuesto, sino a la hibridación que no la favoreció. Como mencioné antes, Dark Horse siempre se diferenció de sus competidoras por utilizar un tono oscuro y adulto; y si bien por momentos vi al Hellboy de Mignola, por otros me pareció ver muchos chistes forzados, al mejor/peor estilo Marvel, lo cual conspira contra el nivel general del filme. Tal vez si hubiese habido una Hellboy 3 el saldo hubiese sido diferente pero no dejaba de pensar en ello, algo similar con el Spider-Man entre Andrew Garfield y Tom Holland (en este caso con mejores resultados). Dejando de lado ese prejuicio puedo decir que las escenas están correctas, aunque el CGI en varios filmes recientes me está fallando y acá no es la excepción, aunque tampoco es que puede afectar la película de forma abrupta. David Harbour está bien como Hellboy y apenas le reprocho que de vez en cuando tire chistes fuera de lugar. Por otro lado, sería injusto compararlo con el de Ron Pearlman porque ofrece una versión diferente. Reconozco que me gustaría verlo crecer más a través de secuelas para poder hacer una evaluación justa y necesaria; mientras tanto puedo decir que me dejó satisfecho. Los demás personajes no me llamaron la atención en demasía y quedé más dolido con Milla Jovovich a la que noté totalmente desaprovechada. Más allá de las fallas hay que ver cómo evoluciona el filme, si responde o no en la taquilla, para saber si se hace o no una secuela que en sí tendría mucho por corregir.
Un tobogán de emociones. Si bien Dumbo (2019) no es la primera adaptación donde participó Tim Burton -que inició esta era de transformar los clásicos animados en live action con Alicia en el País de las Maravillas (2010)-, sí reconozco que es la más original hasta el momento. Tim Burton duplicó la duración original del filme de 1941 y los cambios que ofreció fueron acertados. Sin animales parlantes ni canciones, básicamente solo sobrevivió el hecho de tener a un elefante volador con orejas grandes. El foco se fue a los humanos. El argumento es sencillo: el pequeño circo de Max Medici (Danny DeVito) contrata a Holt Farrier (Colin Farrell) y a sus dos hijos para cuidar de Dumbo, que al mostrar sus dotes atraerá a los medios y sobre todo al ambicioso Vandevere (Michael Keaton), dueño de Dreamland, el gran parque de atracciones que buscará explotar al máximo a Dumbo junto a su estrella Colette Marchant (Eva Green). Bajo esta premisa el filme posee numerosos guiños a la versión original dirigida por Ben Sharpsteen y desde sus comienzos sabe diferenciarse. Si bien Colin Farrell y Eva Green demuestran una enorme química, no es menos cierto que a DeVito y Keaton les ha tocado intercambiar roles (tanto en Batman vuelve como en Johnny Peligroso, DeVito era el malo) saliendo airosos en esta ocasión. De todos modos, la estrella termina siendo Nico Parker -la hija de Holt-, que es quien comparte más escenas con Dumbo. Mientras que en el clásico de los 40s el compinche de Dumbo era un ratón, en el filme de Tim Burton la niña ocupa ese rol y se explaya mucho más en todos los sentidos, sacando lágrimas al espectador de a ratos. No puedo decir lo mismo del niño donde sentí que por momentos estuvo de relleno. Hablar de lo excelente que son los efectos especiales o la fotografía colorida de Ben Davis (con reminiscencias de Charlie y la fábrica de chocolates o Alicia en el País de las Maravillas), sería caer en una redundancia. El corazón del filme está definitivamente en los personajes que rodean al elefante. Es una labor extraordinaria de Burton si tenemos en cuenta que otras propuestas de la Disney como El libro de la selva, La bella y la bestia o La cenicienta no hicieron más que replicar sus versiones animadas en casi su totalidad. En tiempos donde las películas están más dirigidas por los estudios que por los directores en sí, Dumbo es por lejos una película de autor que en manos de otro cineasta el resultado hubiese sido absolutamente incierto.
Girl power. Después de una larga espera finalmente tenemos en nuestras salas la última película del UCM (Universo Cinematográfico Marvel) antes de Avengers: Endgame, el final/comienzo de algo nuevo. ¿Eran necesarias las críticas de antemano de los haters? ¿Es Brie Larson una decepción como Carol Danvers/Capitana Marvel? Definitivamente no, pero tampoco estamos ante una obra maestra. Capitana Marvel no me generaba muchas expectativas y sentía que la inclusión era bastante forzada, algo que sus responsables supieron manejar más o menos bien… aunque no salen del todo airosos. Entiendo que el personaje no es precisamente alegre pero también, si vas a hacer una película de esta forma, ¿por qué hacer todo femenino? Me refiero al origen y esto ya excede la corrección política. Este es uno de los puntos que menos me gustó de la película, sumado a que por momentos me pareció estar viendo a Frozen. El concepto es el mismo: la amiga incondicional, la mascota estrella (sí, el gato Goose) y protagonista superpoderosa que estuvo exiliada. Sin embargo, no puedo matar a la película porque, pese a sus fallas argumentales, el filme promete y cumple; si tuviera que ubicarla en algún lado de esta megapelícula de Marvel la situaría en los primeros minutos donde, ¡por fin!, se nos revela el origen de todo. Lo más atractivo del filme: el homenaje a Stan Lee, los efectos especiales y el rejuvenecimiento digital que ya vimos en propuestas anteriores y que acá transcurre en toda la película con naturalidad. Conocer a un joven Nick Fury fue uno de los mejores momentos; cada escena, cada diálogo, me sacó una sonrisa, y los pasajes con Goose son más que destacables. La banda sonora y ambientación me trajo nostalgia y debo decir que más allá de las referencias de la época, la aparición de Blockbuster no pasa inadvertida. En cuanto al resto: los Skrull me encantaron y fueron la sorpresa los primeros minutos, pero a nivel argumental uno ya sabe de qué va la historia y eso se disfraza de los grandes efectos y algunas escenas de acción que no dejan de ser genéricas. En definitiva, no es una joya de Marvel que esté a la altura de Iron Man o Capitán América, pero sí funciona para sacar algunas dudas del UCM. No olviden las escenas post créditos que siempre aportan algo.
Universo paso a paso Antes que nada debo reconocer que desde el estreno de la primera película solo vi ésto como una estrategia comercial para vender más juguetes, conforme a ese pensamiento. El público iba queriendo más de los muñecos y hoy con un vasto universo no pude evitar ver La gran aventura de Lego 2 . La primera película realmente me sorprendió por el enfoque que se le había dado, era como ver un capitulo de Chicken Robot mezclando Toy story. Parece un tanto extraña la mezcla pero el resultado fue sorprendente, se plasmó en un guión sólido y chistes acertados en aquel entonces. No por nada se había planeado una secuela desde antes del estreno, tanto Phil Lord como Christopher Miller, directores de la primera entrega, no me defraudaron en este ámbito animado (al igual que Lluvia de hamburguesas). Esta vez, la secuela los tiene a ambos como productores y su lugar fue ocupado por Mike Mitchell (Trolls o Super escuela de héroes) con la ayuda de Trisha Gum, quien previamente trabajó como animadora de Chicken Robot. Si bien el cambio no me molestó, sí reconozco que el espíritu de Miller y Lord eclipsó por completo su labor como directores. La secuela se siente orgánica y nada parece forzado, la expansión del universo Lego está muy bien explotada y previamente me pasó lo mismo con Spider−man, donde su labor como productores ejecutivos está definida. No por nada se encargaron de coordinar cada entrega de Lego, donde cada una (y a diferencia de Marvel que se rigen por una estructura) tiene su propia personalidad. Sin embargo, como objeción debo decir que a diferencia de la primera película se pierde el factor sorpresa y eso es natural que pase aunque tampoco es que afecta significativamente el resultado integral. En definitiva, La gran aventura de Lego 2 es un show cinéfilo donde vas a ver interacciones que nunca imaginaste y reírte tanto como la primera película, seas grande o chico.
El Peter Parker que faltaba. ¡Finalmente vemos a un adulto Peter Parker después de 25 años! ¿Por qué celebrarlo? Simplemente porque sentí que por primera vez la historia de Parker avanzaba. En las animaciones que le sucedieron a la esplendida serie del 94 pasaron dos series y una actual donde siempre Parker iba a la escuela y ya sea por cancelaciones previas o por finalizarlas, siempre al momento de crecer eran reseteadas. ¿Y qué pasa con las películas de Raimi o la serie efímera en 3D? Bien, algo que me gustó del filme fue que canónicamente hablando este Parker que nos ofrecieron tranquilamente podría ser esa versión, los homenajes de las primeras tres películas y el regreso de Ben Parker con la voz de Cliff Robertson (se utilizó el mismo fragmento de la película) fueron los elementos a la hora de presentar a una versión de Parker. No le tenía muchas expectativas al filme con alguien a la cabeza que no fuera Peter Parker, aunque eso cambió conforme avanzaba el metraje y debo decir que Miles Morales brindó un excelente show comiquero de principio a fin. Haber adaptado el Spider−Verse resultó un gran acierto, al poder expandir el universo del trepamuros más allá de Parker. Ya lo habíamos visto en la serie del 94 (en este caso La saga Clon que fue precursora del Spider−Verse) y recientemente en Ultimate Spider−Man (aquí si era literal). El arco argumental permitió independencia del personaje, así que no esperen ver a ningún otro héroe de Marvel como ya hace años nos tienen acostumbrados y eso lo celebro. Si no leíste comics no te preocupes, porque cada personaje se presenta por si solo revelando brevemente sus orígenes. En definitiva, Spider−Man: un nuevo universo es disfrutable para todas las edades y es un respiro a este universo compartido que nos viene brindando Marvel desde hace años.
Broly 2.0. Antes que nada y para evitar confusiones olviden las películas previas de Dragon Ball a excepción de La Batalla de los dioses en adelante que siguen el canon de la serie. Dicho esto, puedo ahondarme en la estrella del filme, ni Goku ni Vegeta, sino su villano: Broly. Si bien el personaje hizo su debut previamente en 1993 con la película El poder invencible, el hecho de haber sido un villano con pocas palabras y un poder abrumador le fue suficiente para ganar popularidad en todo el mundo. Con dos secuelas olvidables y un especial emitido exclusivamente en Japón, además de numerosas apariciones en videojuegos, el villano resultó de sumo interés para que Toriyama hiciera sus arreglos. Con un rediseño visual que apenas varía del original, este nuevo Broly me gustó por el hecho que tuvo una mayor profundidad y de paso Toriyama también introdujo el concepto del origen de los Saiyan. Los primeros minutos exploraron, por primera vez en la historia del animé, la vida en el Planeta Vegeta antes del nacimiento de Goku, incluyendo a su padre Barduck (otro de los grandes personajes aclamados por el público) y Gine, la madre que tuvo un debut reciente en el manga. Pasando por la destrucción del planeta en cuestión. Ok, sí, sabemos que el origen es muy Superman, pero a estas alturas no hay nada que objetar. La acción luego se traslada al presente donde el nudo inicial es la desaparición de las esferas del dragón en manos de Freezer, quien no estará solo. No voy a contarles la película, pero si repasar y alabar el desarrollo de Broly porque si Toei fue el borrador del personaje, Toriyama lo pasó en limpio. Darle humanidad a una bestia sin control y de una fuerza descomunal eclipsó por completo a los protagonistas y el resto de los conflictos. Las secuencias de lucha me parecieron brillantes, pese a ese 3D en algunas secuencias que no me terminaron de convencer. Como objeción agrego también que siempre todo recae en Goku y Vegeta. Me hubiese gustado ver al resto de los personajes, pero entiendo que la historia hubiese estado sobrecargada. Más allá del “villano”, lo que me viene gustando de la película es que como pasó con La Batalla de los Dioses el malo no es tan malo y sumando La resurrección de Freezer de alguna forma el patrón de las transformaciones continúa vigente. Dragon Ball Super: Broly es una película para disfrutar sin prejuicios y recuerden que como siempre a veces Toriyama se contradice o no tiene reparos en alterar aspectos.
El comienzo del fin. Al ver esta película no dejo de preguntarme, ¿para cuándo algo original? En tiempos donde un producto al que le va bien -como fue el caso de Taxi (1998) y sus respectivas secuelas (la última se conoció en 2007)- los franceses parecieran querer replicar la formula hollywoodense de exprimir un producto a más no poder con secuelas innecesarias. Ya sin Daniel Morales (Samy Naceri) y Émilien Coutant-Kerbalec (Frédéric Diefenthal), el filme se centra en nuevos personajes Eddy Maklouf (Malik Bentalha) y Sylvain Marot (Franck Gastambide). El resultado me recuerda a esas secuelas hechas sin corazón que buscan reemplazar a los actores principales por otros más jóvenes que no terminan de conectar con la audiencia. Es un milagro que este filme haya llegado a los cines. Otros ejemplos que me vienen a la mente son Ace Ventura 3 o la precuela de los Dukes de Hazzard, ambas con un saldo lamentable. Hacía mucho no salía tan desilusionado del cine al ver cómo la saga del guionista y productor Luc Besson ha ido decayendo a través de los años. Ni la trama tan genérica como detener una banda de ladrones de joyas, ni el regreso de Gibert (Bernard Farcy) ayudan a hacer a la historia más amena. Lo que alguna vez supo combinar bien acción con comedia, hoy se limita a disparar chistes sin gracia y fuera de época que hicieron eternas las casi dos horas de filme. Ojo, la película en sí se puede disfrutar si no se va con pretensiones y se deja lado la comparación con la saga Rápido y furioso a la que mucho le debe. Verla como una parodia no la hace tan tediosa y tranquilamente se la puede ubicar en la línea de Bañeros o Scary Movie. Hoy en día es difícil imaginar ver una película que no sea ni secuela, ni remake ni reinicio o algo que se le parezca. Esperemos que haya una mayor creatividad en los proyectos venideros a la hora de contar una buena historia.
Amén. Las propuestas del género que les sucedieron a filmes como Pesadilla o Martes 13 no me llamaron la atención en absoluto. No fue así hasta 2013 cuando James Wan tuvo la genialidad de estrenar El Conjuro. Menuda sorpresa me llevé cuando pude disfrutar de la película. Gracias a ella mi amor hacia el terror estaba restaurado. Las razones fueron varias y voy a ir enumerándolas. Si bien el terror se caracterizó por realizar numerosas secuelas hasta el hartazgo, El Conjuro de a poco fue extendiendo su universo a través de algunos spin−off y precuelas exitosas como Anabelle hasta plasmarlo nítidamente y sin tener nada que envidiarle a Marvel. Claro que dentro de esta usina creadora no todo es brillo y fulgor. En toda familia suele haber una oveja negra y en este caso La Monja califica tranquilamente como tal. Si bien el personaje fue presentado en El Conjuro 2, su aceptación generó misterio y se optó por una precuela centrada en el suicidio de una monja y la investigación ulterior que, como no podía ser de otra forma, involucra a un demonio. Sin novedades y con un relato básico, La Monja no es nada diferente a otras propuestas que ya se vieron. Siempre dije que una buena historia requiere de un antagonista /protagonista bien desarrollado y acá es donde el filme falla. Da la sensación de que tanto el director Corin Hardy como el guionista Gary Dauberman hicieron agua con el personaje principal, dejándolo en el olvido a poco de salir del cine. Tal vez lo que podría rescatar del filme es la estética vintage que recuerda a las obras de terror de los años 50, 60 y 70. El resto, más de lo mismo. Un paso en falso en el universo de El Conjuro, solo esperemos que The crooked man -personaje que también apareció en su secuela- tenga un mejor desarrollo en su próxima película.