RESISTIR HASTA EL FINAL En estos días, cualquier filme de acción que muestra un horizonte de aniquilación puede ser entendido como una alegoría de la crisis que golpea. Aquí hay ocho trabajadores que sobreviven a un accidente de avión y son atacados por lobos feroces. Y más de uno quizá quiere ver en esta odisea algunos fantasmas: falta de trabajo, exclusión, violencia y un poder invisible que al final quedará con todo. Lo cierto es que es un típico filme de supervivencia. Los tipos quedan lastimados y a merced de un frío implacable. Nieve, viento. Encima, los acechan una veintena de lobos hambrientos que parecen personificar viejos terrores y recuerdos. El final, casi una afirmación del espíritu de lucha, aspira a ir más allá. El líder, solo y desesperanzado, cansado del silencio del cielo, decide lanzarse a una lucha que está perdida de antemano pero que él acaso imagina como parte de su destino. Para los amantes al género, es un plato bien servido. Porque Joe Carnahan sabe lo que hace: la acción no decae, el elenco es impecable, el clima se sostiene. Los tipos luchan, pero los lobos nunca dejan de morder.
OTRA LIVIANA COMEDIA Sorprende que esta película haya tenido tanto éxito en Francia. Porque es tan candorosa, tan antigua, tan estereotipada, que uno tiene la sensación de estar viendo una tonta comedia rosa del cine nacional de allá lejos y hace tiempo. La historia es simple y forzada: estamos en los años 50, en París, un burgués vive en la planta baja de un edificio, y en el 6° piso se apiñan como pueden seis mujeres españolas que llegaron escapándole a Franco y que trabajan como domésticas en hogares parisinos. El libro es maniqueo, lleno de lugares comunes. El burgués bien pensante aprenderá de ellas la frescura, la espontaneidad, la solidaridad y el amor. Porque este buen señor, embalado por el salero que llega desde el 6° piso, un día deja a su esposa, abandona el trabajo, se muda con las extranjeras y hasta se enamora de una de ellas, linda, esbelta, buenísima y ubicada. Livianísima comedia, que va de lo romántico a lo costumbrista y que, de paso, nos ofrece unas francesas insensibles y tilingas y unas españolas cálidas y vulgares.
Amores, enredos y lobos feroces La comedia romántica, con sonrisas y suspenso, es uno de los géneros preferidos de Woody Allen. Y "Extraños en la noche" transita esos caminos con regular suerte. Es amable, pero muy leve; lo romántico no desentona, aunque las situaciones son forzadas; los diálogos no son graciosos y el subtema policial es apenas un complemento para estirar una historia que se queda sin tema y no encuentra ni personajes ni situaciones donde apoyarse. Es una pareja que se dedica a la música: Martín toca el piano y Sol canta. Discuten un poco porque él sueña con ser un autor en serio y ella está más para la cosa comercial. Y aparece un embarazo, celos, tironeos. El filme no tiene el encanto que el género exige y el elenco hace lo que puede: Julieta Zylberberg luce muy bien y Diego Torres no parece cómodo en la piel de un personaje que no aprovecha su simpatía. Pero no todo es decepcionante: la puesta en escena es elegante, la música está bien puesta y el Buenos Aires que nos muestra, impacta. Algo es algo.
Correcta, bien intencionada y convencional, pero consistente y con un tema siempre actual: la diferencia entre justicia y venganza. Es la reconstrucción del juicio que les siguieron a los asesinos de Lincoln. El filme no sólo pone en duda la culpa de esa madre, sino también la animosidad de toda la parte acusadora que se olvido de la verdad para apuntar a la venganza. El que la defiende es un soldado del ejército victorioso, que dejará a un lado sus banderas para ser fiel a sus convicciones. El filme se pregunta qué ideas le dan sustento a una Nación. "Cuando las armas hablan, la ley se calla", dice un funcionario dispuesto a darle luz verde a la venganza. Lincoln está muerto, la Guerra está terminando y no hay lugar para la piedad ni para la justicia. Hay que encontrar pronto los culpables y condenarlos. Por interés o conveniencia. También para calmar el pueblo y la buena conciencia, aunque para eso haya que cometer barbaridades semejantes a las que se quiere castigar. De todo esto habla "El conspirador", un filme maniqueo pero interesante, al que muchos han visto como una crítica al gobierno de Bush y a su peligrosa tendencia a dejar a un lado los principios morales y la verdad, para privilegiar la venganza.
CANDOROSO "Un feriado particular", el anterior filme de Di Gregorio, nos había gustado. Simpático, chiquito, entrañable, fresco. Y esta película quiere aprovecha ese envión. Pero no hay caso. Es tan forzada que acaba rozando la caricatura. Gianni sigue en Roma, sigue cuidando la "mamma", sigue poniendo esa cara de buen tipo. Pero vive en una casa que no lo tiene en cuenta. Y en una ciudad que parece recordarle a cada paso su soledad y sus años. Cuando quiere salir a buscar el amor que en casa le niegan, todo es inconveniente y desilusiones. El desfile de percances lo transforma casi en un ser patético. No hay gracia ni naturalidad. Sólo Gianni y Roma conservan su encanto. Es poco.
Métodos (y amores) peligrosos El encuentro de Freud y Jung es casi un pretexto para que Cronenberg pueda desplegar sus viejas obsesiones: el sexo, la violencia, las tensiones entre el cerebro y la pasión, entre el espíritu y el cuerpo, las difíciles alianzas del placer y el padecer, de la culpa y el poder. Cuidada e interesante aproximación al creador del psicoanálisis y a su mejor discípulo. Y entre ellos, la historia de una pasión imposible que cruza sobre el amor para rozar la ética, la responsabilidad y hasta el método científico y que acabaría sellando el distanciamiento entre Freud y Jung. Todo bajo la caligrafía de un Cronenberg que otra vez ha llevado la violencia por territorios simbólicos que van más allá de cualquier desgarro. Se lo dice el disipado Otto Gross al confundido Jung: la moral no debería interferir en terrenos el puro placer. Y lo asume Jung para dejarse llevar y disfrutar con ese amor irresistible que exige tanto. Siempre les pasa a las criaturas de Cronemberg: la pasión irrumpe para abrirse paso por encima de libros y conciencias. Y no hay freno capaz de entender cómo el cerebro, el espíritu y el deseo se van alternando medio de una historia turbulenta que sin querer avasalla todo. Cronenberg juega con las confrontaciones: la enferma no sólo se cura, también cura; las relaciones de poder entre maestros y discípulos; las diferencias entre Freud y Jung que hasta eligen categorías diferenciadas (toda una alegoría) cuando viajan hacia América llevando la peste. El filme está bien contado. Parte de una novela que se convirtió en texto teatral y por eso el diálogo es decisivo. "El psicoanálisis cura con palabras", se escucha al comienzo; y serán las palabras las que ocupan el centro de la escena: en el estudio, en el diván, en las cartas, en el amor y en la cama. Buen trabajo de Viggo Mortensen, inteligentes diálogos, refinada reconstrucción, un filme que acaso termine siendo más fiel al espíritu de Cronenberg que al suceso histórico. Una película esquiva y sugerente.
AMORES TRABAJOSOS A Florencia Bertucelli el amor le da trabajo. En el cine. A sus personajes siempre les cuestan. Su rostro y gestualidad transmiten esa incesante búsqueda. No es fácil el amor. Y Daniel Burman la convoca para darle esperanza a esta Gloria más desilusionada que rota. Vivía en París con un novio insoportable. Y vuelve a Buenos Aires tras la muerte de su padre. Y aquí se reencuentra con una madre distante y manejadora y con un ex medio veleta, mentiroso y seductor. Y bueno, todo vuelve e empezar. Filme sobre las segundas oportunidades (para él también, divorciado, jugador de póker, inseguro). Burman respeta sus personajes, no los deja caer en ridículo, los defiende. Pero el filme está lejos de sus mejores películas ("El nido vacío"). Le falta gracia, chispa, más compromiso con el tema, ingenio. No está mal, pero es demasiada liviano. Ella necesita creer en todo. El aprendió en el póker que no hay que mostrar las cartas ni el juego. Y que una buena mentira, en la timba y en el amor, siempre ayuda. El final feliz a toda música parece prometerle algo de esperanza a una Gloria desconcertada que, en la piel de una encantadora Florencia Bertucelli, parece decirnos que en el amor siempre hay que estar empezando. Y que en los afectos y en el naipe, en tus manos está la suerte.
VIOLENCIA Y BUEN HUMOR El sargento Boyle es de esos impresentables sin pelos en la lengua. Políticamente incorrecto, imprudente, mal pensado, insolente, guarango. No es coimero, pero siempre anda canjeando favores. Estamos en Gales. Un pueblito. Como andan rondando los narcos (¿en dónde no?) le ponen a su lado a un oficial del FBI que es su antípoda. Y lo que empieza siendo una comedia guaranga va virando hacia un tono de parodia con muchos guiños simpáticos. Hay buenos personajes, sabrosos apuntes sobre las relaciones entre la delincuencia y la policía y más de una escena desopilante. Y el insolente Boyle se va ganando su lugar. Gran trabajo de Brendan Gleeson, un poli tan áspero como su paisaje. Y un desfile implacable de personajes deshechos, vencidos, solos y tiernos.
ENTRE DOS MUNDOS Interesante, despaciosa, respetuosa de sus personajes y su medio Un filme que va mucho más allá del costumbrismo. Es la historia de tres médicos: uno alemán, uno francés y otro de origen africano pero residente en París. El filme habla de los afectos, del desarraigo, del choque de cultura, de la corrupción en el manejo de los fondos, de cómo se desvirtúa la ayuda solidaria, de lo difícil que es comprender ese lugar, tan quieto y tan resignado. Son mundos distintos que a los personajes les va añadiendo más confusión. Tanto el médico que allí vive como el que viene a controlarlo, acaban compartiendo pesares y alucinaciones. Es frío pero hay buenas ideas. Y hay algo de Conrad en el extraño derrotero de ese recién llegado que busca la verdad y solo encuentra el misterio.
NOMINADOS Y SOBREVIVIENTES El juego que mejor juega la TV ahora se disfraza de cine apocalíptico para traernos una violenta fábula. Estamos en algún lugar de la Tierra y en algún tiempo. El poder organiza cada año un perverso certamen: representantes de los doce distritos del territorio deben medirse en una prueba mortal. Sólo uno se salvará. El resto morirá. Vale todo. Y el vale todo alcanza también para caracterizar al poder, dueño absoluto, organizador y aprovechador de esta feroz cacería. Como mucha historia de ciencia ficción, la narración no resigna su aliento anticipatorio: se mata por matar; los sentimientos no cuentan; la cultura es sobrevivir sin importar el cómo; la crueldad y la muerte es parte de un espectáculo; el poder y el pueblo necesitan eliminados y ganadores. Las alternativas de ese juego siniestro se siguen por supuesto por la TV. El público participa. Y los jerarcas intervienen en la competencia para mejorar el suspendo. Violencia, poder despótico, lucha de clases, exitismo ramplón y la muerte convertida en espectáculo. De todo esto habla esta nueva saga juvenil que trata de neutralizar tanta barbarie con el viejo truco del romanticismo. (*** BUENA)