Con un criterio estético y narrativo singular, Sólo para payasos incursiona en el sorprendente mundo de estos artistas circenses como pocas veces el cine ha transitado. Apelando a imágenes y testimonios fuera de registro, el film de Lucas Martelli aborda con creatividad el género documental, ubicándolo en un plano diferente. Una suerte de planeta paralelo en el cual clowns, payasos, comediantes y afines son los dueños de un disparatado discurso verbal y físico. El realizador es además acróbata, así que conoce a fondo el universo del circo y sobre él se apoya para reinventar un poco el género, como un recurso para retratar personajes tan distanciados de lo convencional como la película. Pasarán por la pantalla un insólito dirigible que traslada un ómnibus y diversas manifestaciones callejeras de distintos representantes de la elite payasesca, tan graciosa como atrayente. Las entrevistas siempre llamativas de cada integrante de esa troupe imaginaria, le otorgan a Sólo para payasos testimonios del más diverso calibre. Los vestuarios, a veces sencillos o más elaborados, colaboran en el color innegable de la propuesta. Martelli es el director de fotografía de una pieza muy disímil como La historia invisible, sobre la identidad de los mapuches, y aquí demuestra nuevamente su talento para plasmar imágenes de gran belleza y solidez visual, al que la música de Gonzalo Mazar enmarca apropiadamente.
Tras décadas de persecución, el documentalista Robert B. Weide logró que muchos se proponían, que el poco predispuesto Woody Allen se decidiera a aceptar ser el protagonista de un film testimonial sobre su existencia, sobre su vida y obra. Y para llevar a cabo una empresa de este calibre Allen no eligió un cineasta muy reconocido pero sí el más indicado, ya que sus trabajos previos eran todos acerca de grandes comediantes, como Los Hermanos Marx, su primer film, W. C. Fields, Mort Sahl y Lenny Bruce. Y, una vez más, como tantas veces en su carrera, tuvo razón, porque el resultado de Woody Allen el documental es absolutamente fascinante. Una mirada general y a la vez íntima y privada sobre el artista, abarcando no sólo su trayectoria sino también el proceso creativo con el que aborda y ha abordado su prolífica filmografía, y a la vez sus aspectos más personales, que incluyen sus afectos y particularmente sus amores. Sin dejar de lado sus obsesiones, conflictos y reflexiones, dejando espacios entre las descripciones muchas veces pormenorizadas de determinados films de su vasta obra, para retratar al hombre y sus circunstancias. Weide además tuvo el excepcional privilegio de registrar por vez primera parte del rodaje de una película suya, Conocerás al hombre de tus sueños, un momento incomparable del film, aquél en el que se devela el misterio, se ve al mítico hombrecito en plena tarea y se advierte que no había secretos tan recónditos. Eso llega luego de una apasionante recorrida, con imágenes de archivo recogidas en cada época, por títulos emblemáticos como Corrió, huyó y lo pescaron, Sueños de un seductor, Annie Hall, Manhattan, La rosa púrpura de El Cairo, Hannah y sus hermanas, entre muchos otros, hasta llegar a films más contemporáneos como Match point o Vicky Cristina Barcelona. Lo más importante es que el espíritu expresivo del director de Crímenes y pecados se respira con deleite desde el primer hasta el último fotograma.
Suerte de comedia gastronómica con una aceitada pareja interpretativa, El chef es también un vehículo concebido para ridiculizar la nueva cocina molecular, especialmente la que cultiva el español Ferrán Adriá. Más allá de su trama, liviana pero simpática, y de algunos buenos gags, diálogos y situaciones, el film de de Daniel Cohen se ocupa principalmente de salvaguardar la de la gastronomía francesa ante un avance modernoso que se propone arrasar con las tradiciones culinarias. El chef hace foco también en los cocineros mediáticos, los chefs-stars, ya que el personaje de Jean Reno combina su prestigio profesional (en peligro que le sea bajada su calificación), con su aspecto de popular conductor en un ciclo de cocina televisivo, lo que le aporta un matiz más al film. Al menos la película del director y también actor Daniel Cohen, no se inspira demasiado en otras piezas recientes que abordan esta temática, como El sabor del edén, Deliciosa Martha, y su remake americana Sin reservas, y la participación de Santiago Segura como chef de la nueva era resulta disfrutable, aporte fundamental en el tópico de satirizar a los platos en los que la química interviene más que la legendaria cocción alimenticia. Con toques de Pierre Richard y Benigni, el joven actor Michaël Youn es una revelación en el plano de la comedia y el humor, junto a un Reno muy divertido. Ambos destacan su timming en el squetch en el que se disfrazan de pareja japonesa en un restaurante de –presuntas- delicias moleculares.
A Eliseo Subiela nadie le puede negar su carácter de verdadera usina de ideas cinematograficas y expresivas, que le han deparado grandes films que además fueron éxitos. Y si bien en los últimos tiempos se le ha dado por encarar piezas más humildes o independientes (quizás más abocado a su escuela de cine, en la que incluso transcurren un par de momentos de esta película), mantiene esa llama de creatividad que alumbra, poco o mucho, cada nuevo opus suyo. El director de Hombre mirando al sudeste, -y nombrar este film emblemático de su autoría no resulta caprichoso-, aborda aquí una pequeña obra que se la puede definir, más que como un homenaje al cine, como un tributo enfático, enfervorizado, cuasi militante. Un film que se emparenta extraña y quizás involuntariamente con el documental Hachazos de Andrés Di Tella, que retrataba al prócer del cine alternativo y experimental Claudio Caldini. Como bien ha consignado el realizador en la información de prensa, los principales destinatarios del film son los estudiantes de cine, ya que incluso tres de ellos protagonizan la película, que además posee el valor agregado que su principal personaje esté a cargo de una eminencia del cine latinoamericano como Fernando Birri. La locura, como en el título del film de Subiela mencionado, vuelve a reflejarse en un primerísimo primer plano, ya que esta suerte de documental apócrifo transcurre en el neuropsiquiátrico Borda, donde está internado un singular hombre mayor, fabulador, negador o usurpador de personalidad, presunto cineasta y cinéfilo comprobado. Detalles que importan pero más aún el significado y el aliento de sus palabras, sus ideas, de su vuelo poético vinculado de una manera casi extrasensorial al arte cinematográfico. Pese a que no destacarse por sus interpretaciones y rubros técnicos, Paisajes devorados es una experiencia fílmica por la que vale la pena transitar.
Con un collage de estilos y géneros que incluyen el western, la comedia, el grotesco, la acción desatada, la evocación, los tributos, el drama –atenuado- y el sarcasmo, El Llanero Solitario impone básicamente el entretenimiento entre tantas oscilaciones expresivas. Fundamentalmente la película del desparejo pero creativo Gore Verbinski apunta a la desacralización del héroe con abundantes apuntes humorísticos que no dejan de lado la caricatura, con lo cual cabe preguntarse: ¿Por qué en los últimos tiempos a algunos viejos superhéroes o personajes heroicos se los lleva a este terreno? Da la sensación de que existe un cierto miedo a no poder sostener un film entero en tren de seriedad que no caiga en lo solemne. El dúo Trendle y Striker concibió en la década del 50 la inolvidable serie televisiva que llevaba el mismo nombre y luego en los 60 llevó adelante otro excelente ciclo que fue El Avispón Verde. Seguramente ambos no estarán en este mundo, porque de ninguna manera hubieran consentido una recreación tan abominable como la del film reciente sobre ese personaje con Seth Rogen y dirigida por Michel Gondry, y tampoco habrían aceptado esta versión del sheriff enmascarado dotada de un tono bastante satírico e irrespetuoso, pero mucho menos desafortunado que El Avispón Verde. Aunque está claro que El Llanero Solitario parte de una apuesta comercial en la cual están reunidos casi todos los artífices de la payasesca saga Piratas del Caribe (producción a cargo de Bruckheimer-Disney, el citado director, guionistas y protagonista Johnny Depp). Demasiados nombres en común como para no caer en los excesos de la serie de films apuntada, pero, más allá de su tono de farsa, la rescatan sus varias e interesantes subtramas, un sentido revisionista en el que ni la caballería montada queda bien parada, un Depp gracioso pero también agudo, un Armie Hammer que no parece el más indicado para el rol pero es carismático y pone lo suyo, y un final trepidante a toda orquesta arriba de un par de trenes que, con el apoyo de la espectacular banda sonora de Hans Zimmer y un montaje excepcional, saca el aliento. Y los símbolos del enmascarado que reconfortan, asomando aquí y allá.
Con su extraña condición de film de zombie a lo James Bond, Guerra mundial Z triunfa por sobre cualquier reparo, sumando a los inevitables toques –o más que eso- de una larga lista de películas del subgénero, el marco de pieza apocalíptica, tan en boga en el cine fantástico de los últimos tiempos. La referencia a 007 no resulta caprichosa ya que su director Marc Foster, responsable de un exitoso film del agente inglés, Quantum of Solace, presenta en este film a una suerte de Bond desaliñado que se desplaza desesperadamente por el mundo de busca de una cura para la epidemia, a través de Brad Pitt como un ex agente de las Naciones Unidas llamado Gerry Lane. Ya no será por balnearios top de Europa sino por un oscuro hangar de Corea o una pertrechada Jerusalén y ya no conquistando espléndidas féminas sino tan sólo una fornida soldado israelí que tiene lo suyo, y con la que conformará una alianza inquebrantable. Sacando los clásicos films de Romero en los que los zombies tienen otros comportamientos, hay influencias notorias del Exterminio de Danny Boyle y de El amanecer de los muertos, del actual supermaniano Zack Snyder y también conceptos claramente extraídos de Soy leyenda y de la poco apreciada Contagio de Steven Soderbergh. Sea como fuere, esta guerra es trepidante, espectacular, saca el aliento desde el primer hasta el último fotograma, y ofrece, además de sus impactantes y terroríficas escenas de masas, pasajes de enfrentamientos más íntimos en el último segmento, que resultan aún más inquietantes. Estos matices vuelven a demostrar la versatilidad y el talento de Foster, logrando con el sólido Pitt un tándem inmejorable. Con saga en puerta.
Este Superman tiene como principal novedad el hecho de despegarse absolutamente de las versiones de los años 80 e inclusive de la última y bastante desmerecida Superman regresa de Brian Synger, que mantenía una fidelidad manifiesta hacia la saga protagonizada por el inolvidable Christopher Reeve. La estética, la melodía original de John Williams y la presencia de Marlon Brando redigitalizado como Jor-El, denotaban esa clara evocación, que aparentemente se volvió en contra de aquella versión de 2006, poco apreciada por público y crítica. Al modo de El sorprendente Hombre Araña, El hombre de acero baraja y da de nuevo y propone, en principio, una catarata de acción y despliegue visual como jamás ningún film o serie sobre el superhéroe más famoso tuvo antes. Y además encuentra en Henry Cavill a un Súperman espléndido en sus aspectos físicos y dramáticos, superior al Brandon Routh del anterior film, aquí realmente avasallado por una producción a todas luces más a tono con las tendencias actuales. La imagen, el vestuario y el diseño de los símbolos y mitos supermanianos están reconfigurados con estimulante ingenio. A la imaginería visual de Zack Snyder se le suma el concepto de superhéroe moderno que ha instaurado Christopher Nolan, en este caso como productor y también coautor del argumento inicial. Ambos cineastas le imprimen a la película un clima uniforme pese a transitar por diferentes vicisitudes argumentales. La utilización de flashbacks que recorren sucintamente la niñez y adolescencia de Clark Kent resultan apropiados, sin reiterar momentos trillados de la vida del kryptoniano. Sí en este caso, y es una de las sorpresas de la versión, El hombre de acero le da una gran cabida a la historia en el planeta de origen, con un intenso y notable arranque a todo Kryptón, previo al envío del bebé Kal-El hacia nuestro mundo. El enfrentamiento final entre el de la capa roja y el General Zod en medio de una Metrópolis devastada (Superman se muestra aquí bastante desaprensivo) es sin dudas espectacular y deja sin aliento. Emocionante pero sin embargo muy poco emotivo (Superman regresa, pese a sus falencias, emocionaba más) el andamiaje de Snyder, redimensionado por la descomunal música de Hans Zimmer, impresiona sin pausas, con el consistente Cavill al frente de un buen elenco de figuras que destaca a Amy Adams, Russell Crowe, Michael Shannon y Kevin Costner.
Dentro de la notable producción animada de Pixar, que ya cuenta con catorce largometrajes y un ramillete de cortos únicos, hay algunos hitos indudables. Dos de ellos, en los que la imaginación y la concepción de personajes fueron excepcionales, son Toy Story, que dio pie a dos geniales secuelas y Monsters Inc. Esta última estaba enriquecida, además, por estupendas criaturas y un andamiaje expresivo formidable. Propiciar con este producto una segunda entrega en formato de precuela no parecía una mala idea, pero tampoco demasiado buena. Quizás aquél patrón de monstruos programados para aterrar a niños en pleno sueño, que en Monsters University los vemos en pleno aprendizaje y entrenamiento para tal fin, ya no sorprende tanto. El primer film exprimió a fondo y con destreza todas las alternativas posibles que le deparaba esa ecuación. Ni tampoco divierte tanto ya, debido a que en algunos puntos –que aquí se acentúan al ver precarios muñecos que remedan niños en los “simuladores” universitarios al margen de la “empresa” Monsters Inc.–, se trata de una representación no demasiado estimulante. El film original disimulaba sus aspectos tétricos, que aquí quedan más expuestos. Monsters University es ágil, artísticamente impecable y cuenta con algunos buenos gags, pero ubicar a los personajes en una supuesta época universitaria resulta forzado, y a poco de comenzar el film resultan notorias las dificultades para otorgarle interés a la trama. Por otra parte los localismos acerca de las costumbres estudiantiles en Estados Unidos, como las “iniciaciones” y otros tópicos, adaptados a los monstruitos, por más satíricos que sean, no tienen tanta gracia para nosotros. Existen también tributos a films de terror y otros, medianamente logrados. Este año precisamente se relanzó en 3D Monsters Inc. y se han destacado tres piezas del género de muy buena factura como la brillante Los Croods, Ralph y El reino secreto. Esta nueva Monsters no llega ni por asomo a ese nivel, y quizás nuestra Metegol se meta entre lo más destacado del 2013. Mientras tanto, la diversidad de extraños seres es lo más disfrutable de esta propuesta, y los chicos que se apasionaron con ellos en Monsters Inc. van a saber apreciarlo.
En medio de una ausencia artística y humana que aún se siente, y a poco más de tres años de su fallecimiento, su hijo, apoderado y sostén Fabián Matus y el cineasta Rodrigo H. Vila llevan adelante la realización de un trabajo fílmico que da testimonio sobre la trayectoria, el sentir y las repercusiones humanas que alcanzó la excepcional cantante. Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica, título simple, casi obvio, pero a la vez concluyente, define el espíritu elegido para retratar una figura mítica, que representó a nuestro país más allá del continente latino. Otras partes del mundo atestiguaron su expansivo e inusual talento, más aún luego de su destierro, que en el film ocupa una porción significativa del metraje, recorriendo, a través de testigos entrañables en su vida e imágenes documentales de enorme valor, sus pasos por tierras europeas. Resultan inquietantes las escenas correspondientes a las amenazas y restricciones que sufrió en esa etapa de su carrera, recreadas sin enfatizar en los hechos, sólo exponiéndolos con creatividad visual y ajustados relatos. El antecedente de Como un pajaro libre, film de Ricardo Wullicher que ofreció a comienzos de los 80 un vibrante alegato acerca de la efervescencia popular que producía la Negra en un pueblo devastado, en vísperas de dejar atrás la peor de las dictaduras; contrasta con la visión de Vila, más serena y reflexiva, ubicada en otro momento de la historia y ya sin ella entre nosotros. Su temple, sus ideales, sus grandezas, pesares, terquedades y afectos están conmovedoramente presentes. El relevamiento de su inolvidable cancionero no recurre a sus páginas más trilladas, y a este buen tino se suman las sentidas palabras de sus hermanos, los reales y los de la vida; como León Gieco, Pablo Milanés, Charly García, Victor Heredia y Fito Páez, entre otros y otras.
Con destellos del mejor Shyamalan, una gran puesta en escena y convincentes labores del tándem Will-Jaden Smith, Después de la Tierra es una pieza de ciencia-ficción con toques filosóficos y ambientalistas que pudo haber llegado más lejos. Al menos, tras algunos notorios traspiés, como La dama del agua, El fin de los tiempos o Airbender: El Último Guerrero, el cineasta se ha reivindicado en parte. Si bien el género fantástico ha estado presente en su filmografía, es la primera vez que aborda una película futurista y espacial en su carrera; y el resultado es, al menos, visual y expresivamente, notable. La imaginación puesta en juego acerca del porvenir tecnológico humano, en cuanto a diseños, texturas, materiales y digitalización, coloca a este film a la vanguardia entre los de su tipo. Pero la trama, elaborada por Shyamalan pero basándose en una idea de Will Smith, no alcanza el mismo grado de lucidez y parece una pieza más cercana a la impronta de los films que en los últimos años ha protagonizado el actor, como En busca de la felicidad –el excelente drama que también co protagonizó con su hijo Jaden- o Siete Almas, con toques de ciencia-ficción a lo Yo robot o Soy leyenda. También alguna reminiscencia de Avatar se puede percibir por ahí, lo mismo que la estética e ideas de Oblivion, contemporánea de esta. Con el gran marco de la música de James Newton Howard, Después de la Tierra logra algunos momentos intensos y atrayentes pero sin llegar a sacudir o emocionar; una experiencia sólo aceptable del género.