Como un verdadero legado del extraordinario talento del recientemente fallecido Carlos Loiseau, Caloi, y también como un homenaje a ese programa ejemplar de la TV argentina que fue Caloi en su tinta, Ánima Buenos Aires integra lo mejor de la animación nativa con un espíritu porteño a ultranza. María Verónica Ramírez junto con el dibujante de Clemente fueron la gran usina creativa de ese ciclo histórico de Canal 7 y aquí ella se ubica en el rol de realizadora y guionista, pero fundamentalmente supervisora de un puñado de trabajos animados de brillante manufactura y formulación. Una estimulante iniciativa que lamentablemente obra como despedida del gran humorista gráfico, pero aún así redobla las ganas de acercarse a ver nuevamente este hipnótico compendio audiovisual. Que no es mérito exclusivo de Caloi, claro está, ya que congrega las aptitudes de otros notables animadores. Como por ejemplo Nine, que con Bu–Bu ofrece un desbordado, grotesco y genial corto en blanco y negro, que desarrolla una suerte de policial negro enriquecido por la voz en off de Horacio Fontova. Antes hay que apreciar Meado por los perros de los hermanos Faivre, trama ultra barrial dotada de un perfecto mix visual y sonoro y Claustrópolis de Pablo Rodríguez Jáuregui, que recrea a Buenos Aires de manera retro psicodélica. Y finalmente Mi Buenos Aires herido ofrece un Caloi en estado puro, creatividad porteña de altísimo nivel poético y artístico salpicada por todos los símbolos porteños. Juan Pablo Zaramella, aportando excelentes inserts entre cada trabajo empleando las paredes urbanas, redondea una obra de enormes valores.
Con una pareja protagónica de gran expresividad, El campo es un film nacional de sólida manufactura que logra atrapar al espectador, aún adoleciendo de una clara línea narrativa. Su trama está sostenida por buenos diálogos, logradas situaciones dramáticas e intensos climas, aciertos que sin embargo no desembocan en un conflicto argumental concreto. El problema esencial que presenta la película, con su sucinta historia de una pareja urbana y su nenita que se mudan al campo de un tirón, es el hecho de plantear amagues genéricos que no se cristalizan. Porque el cineasta Hernán Belón, en su primer largometraje de ficción, apela a recursos del suspenso y el terror que no tienen mucho que ver con las intenciones generales de la narración y que no se sustentan. Belón, con dos excelentes trabajos previos como para mencionar como el histórico cortometraje de los 90 Aluap y el formidable largo documental Sofía cumple 100 años, consigue de todos modos una gran semblanza psicológica de una pareja en crisis. Un párrafo aparte merecen las espléndidas tareas de Leonardo Sbaraglia y Dolores Fonzi, él exacto en cada mirada y cada frase y ella enigmática y de gran energía gestual. La niña Matilda Manzano es un prodigio, mérito atribuible a la coach infantil María Laura Berch.
Girando de manera casi excluyente alrededor de la figura y la voz de John Mc Inerny, un soberbio imitador de Elvis Presley, El Ultimo Elvis alcanza notables picos narrativos, emotivos y cinematográficos. Un arranque con un plano secuencia que recorre la entrada a un club, llega al cantante a punto de salir a escena y registra el comienzo de su performance, da pie a una virtuosa travesía por la existencia de un hombre obsesionado con un ídolo. Hablamos del perdurable icono musical y cultural de Memphis, con el cual el protagonista está encandilado a niveles patológicos, al punto de llamar Priscilla a su mujer y Lisa Marie a su hija. Tras colaborar con Alejandro Gonzalez Iñarritu en el guión de Biutiful y con su nombre emblemático a cuestas, Armando Bo logra una ópera prima de gran calidad visual y sensorial. El final es acaso muy extremo, pero aporta interesantes toques místicos y poéticos. John McInerny, platense hijo de irlandeses, distinguido por la BBC de Londres por su tributo, desarrolla una abarcativa labor; como artista luce descomunal y como intérprete más que correcto. Resulta llamativa la participación de dobles de otros ídolos musicales y sustancial la contribución de Griselda Siciliani y la niña Margarita López. Excelente la música de punta a punta, tanto la que interpreta McInerny como el soundtrack de Sebastian Escofet.
No era para nada sencillo plasmar un film que reuniera esta cofradía de superhéroes de Marvel, lograr empatía entre todos y que eso se transmita al espectador, y además contar con una buena historia que incluyera una amenaza contra el planeta y un villano acorde con la envergadura de estos gladiadores del Comic. Más allá de su esperable, superpoderoso, nivel de producción, The Avengers: Los Vengadores logra todo eso con buenas armas expresivas y visuales, ya que es bien sabido que no siempre un gran presupuesto da por resultado una gran película. Si bien en el film del Joss Whedon (con amplia carrera televisiva, conocimiento profundo de estas temáticas, y director de la interesante pieza de ciencia-ficción Serenity) todo está calculado hasta el mínimo detalle, la narración es fluida, y colabora en esto cierto desenfado de algunos personajes, que incluso tienen varios gags de un disfrutable buen humor. Los Vengadores incluye gran cantidad a referencias a las películas que se realizaron con los personajes individuales, como Capitán América, las dos Iron Man, y especialmente la Thor de Kenneth Branagh, cosa que será muy agradecida por los fanáticos, pero que a la vez no imposibilita que sea –relativamente- entendible para los neófitos. Resulta también elogiable el hecho que estén presentes en el film todos los actores que protagonizaron las películas mencionadas, con la sola ausencia de los que interpretaron a Bruce Banner (Hulk), Eric Bana o Edward Norton, pero a cambio los productores consiguieron a Mark Ruffalo, lo cual paradójicamente es uno de los mayores aciertos del film. Todos estos detalles se ensamblan a la perfección como que este mancomunado equipo de superdotados funcione sin fisuras a lo largo de más de dos horas y media de metraje muy bien aprovechados. Un entretenimiento espectacular para ver, con o sin 3D, sí o sí en el cine.
Con una gran producción y renovados ingredientes expresivos, la conocida historia de Blancanieves llevada al cine por Disney hace más de setenta años, encuentra ahora una versión moderna y estimulante. Dirigida por el notable Tarsem Singh, realizador de esa verdadera odisea visual y creativa llamada The fall, y de la reciente y no tan notable Inmortales, aborda el clásico cuento de hadas de los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm desde una persectiva muy diferente, lo que no quiere decir que haya plasmado un film totalmente logrado. Espejito espejito hace que cobren vida emblemáticos personajes como la bella y caucásica protagonista, la envidiosa y malvada reina y, claro está, los famosos enanitos, interpretados en su totalidad por auténticos actores afectados de enanismo. Más allá que por su estética, sus toques de parodia y algunos sorprendentes cambios en la trama, parezca estar destinada a los adultos, en la función de prensa se sentía a los niños expresar su plena diversión. Componiendo a una no tan diabólica majestad, vale la pena disfrutar de las entonaciones, gestos y sentido del humor de Julia Roberts, mientras que el estupendo Nathan Lane se destaca como el lacayo Brighton. Los otros aciertos hay que buscarlos en el sofisticado vestuario y los imaginativos escenarios, que vuelven un deleite algunas escenas.
Atrayente conceptual y visualmente y dotada de una actuación intensa y arriesgada de Jean Pierre Noher, El mal del Sauce, opera prima del Sebastián Sarquís, no encuentra sin embargo una apropiada cohesión de todas sus búsquedas expresivas. Hijo de Nicolás Sarquís, fallecido director de grandes obras como El hombre del subsuelo y Palo y hueso, apela en su primera obra a interesantes recursos cinematográficos. El film narra la situación de un hombre que despierta en medio de un secuestro extorsivo, y su desconcierto, aislamiento e incomunicación lo obligan a iniciar un extraño viaje paralelo en el que se enfrenta con sus propios fantasmas. En medio de esa inubicable isla del Delta se introducen hipótesis improbables pero metafóricas acerca de los efectos acaso lisérgicos de las hojas del sauce. Sarquís se interna en la confusa mente de un ser en apariencia cautivo, pero también aprovecha para abordar el desencuentro paterno filial, al incluir la presencia del hijo de este hombre, que se desenvuelve ambiguamente en ese ámbito como intermediario entre él y sus captores. Esto da pie a un sinnúmero de especulaciones por parte del personaje principal. Interesante obra inicial de un director con cosas para decir y aportar, con un absorbente y lúcido protagónico de Noher.
Abordando la temática del autismo en nuestro país, el debutante Rodolfo Carnevale propone un fuerte acercamiento a este síndrome y las consecuencias que producen en un seno familiar. El pozo presenta a una mujer joven, Pilar, que padece distintos trastornos de comportamiento producidos por el autismo, lo que ocasiona serios conflictos dentro una casa en la que su hermano menor tiene dificultades para aceptar la situación y sus padres se debaten entre la internación o el tratamiento hogareño. Finalmente la determinación que tomen ocasionará cambios sustanciales en sus vínculos y una evolución particular de la chica autista. El film no puede evitar caer en el melodramatismo y la sensiblería, con una narración lineal adosada con algunas imágenes fantásticas no muy logradas que intentan traducir la imaginación y los deseos de Pilar, y en las que surge el espacio profundo al que alude el título. El empleo de la sólo aceptable música de Pablo Borghi se torna excesivo y no ayuda a alcanzar los efectos deseados. El pozo, con correctas interpretaciones de un elenco de figuras y sensibles y esforzadas labores de Ana Fontán y Ezequiel Rodríguez, como Pilar y su compañero con dificultades motrices; puede atraer especialmente a aquellas personas vinculadas a estas problemáticas.
REC se está transformando en una saga de terror por demás respetable, más si tenemos en cuenta que es un producto puramente español, salvo el hecho de haber sido objeto de una remake –correcto pero descarado calco de la original- obviamente estadounidense. REC 3, que propone en su arranque una joven pareja que se casa, con una pintoresca y formidable descripción de sus situaciones y personajes clásicos, tiene una relectura casi decisiva con respecto a los dos films anteriores. Aquí no hay una continuación del inquietante final de la parte dos, sino que se ingresa en una nueva veta de la trama (su denominación El comienzo, que da a entender una precuela, es una “traducción” de génesis, más que ver con lo litúrgico que otra cosa), hechos que en apariencia ocurren contemporáneamente a los anteriores. Además rompe con el esquema de film narrado con cámara subjetiva en mano o u otras ocasionales, ya que el personaje que registra la idílica boda es atacado por el novio, que aplasta su camarita, y paralelamente el tal “Atún” (una suerte de Alex de la Iglesia under que filma oficialmente el evento), decide dejar de lado su pesado equipo para correr por su vida. A partir de allí se desatará el desastre y el formato entra en un más tradicional cine de terror clase B con zombies, con mucho gore y toques de humor bastante negro. Cambios que quizás haya que atribuirlos a que en esta ocasión no hay un dueto de realizadores sino sólo uno, el igualmente notable Paco Plaza. Buenas sorpresas en el desenlace –como el gag del audífono del abuelo zombie- y sólidos trabajos de los protagonistas Leticia Dolera y Diego Martín hacen que REC 3: El Comienzo ofrezca sin dudas un verdadero manjar para fanáticos del género.
Metáfora realista acerca del conflicto o el antagonismo entre la modernidad y el espacio natural del hombre, Tiempos menos modernos ofrece una interesante semblanza sobre los principios de un hombre de tierra adentro. Posturas a veces acérrimas que presenta Payaguala, un tehuelche que vive solo y aislado del mundo en un rancho de la Patagonia. Además de trabajar y cuidar su tierra –con especial énfasis frente a extranjeros que pretenden explotarla-, también canta, cosa que apenas comparte con su entorno. Su amistad con un joven chileno le permite una tarde acceder a un mundo desconocido e inesperado: el de la TV satelital. La película está ambientada en las postrimerías del menemato y al borde de la crisis de comienzos de siglo en nuestro país, detalle que sin embargo no ofrece un aporte significativo en la trama. Lo que sí resulta sustancial es el cambio, pese a sus declaradas resistencias, que representa en su vida la aparición en su casa de esos aparatos, que incluyen en el combo un teléfono, que también emplea con reticencias. Esos presuntos avances tecnológicos tendrán un impacto en su vida y él tomará determinaciones al respecto. Más allá de su bella fotografía y del correcto trabajo de Nicolás Saavedra, la película no sería tal si no contara con un consustanciado Oscar Payaguala en el rol principal.
Burbujeante y salpicada de variados estímulos expresivos, La suerte en tus manos es una comedia romántica con el sello distintivo de un cineasta inquieto como Daniel Burman. Con una inesperada pareja protagónica compuesta por Valeria Bertuccelli, una actriz súper requerida en los últimos tiempos por el cine argentino, y el cantautor uruguayo Jorge Drexler, la película atraviesa distintos facetas del sentimiento y del humor mientras se interna en unas cuantas apuestas, tal como adelanta su título, rubricado por las cartas de póker que forman parte de las alternativas de la trama. Porque Burman tomó riesgos dignos de un jugador audaz, no sólo ubicando como protagonista al autor de Todo se transforma, sino por incorporar también a otros debutantes. Como por ejemplo al periodista Gabriel Schultz, al niño Lucciano Pizzichini (eximio guitarrista infantil), e incluir como parte de la trama a integrantes de la movida musical de Rosario que signaron la década del 80, Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Rubén Goldín y Adrián Abonizio, que no sólo cantan sino que hasta hacen algunos pasos actorales. La trama gira alrededor de un hombre joven en permanente desafío consigo mismo, con las mujeres, con sus tareas, con su tendencia al juego y hasta con su propio físico, ya que se somete a una particular intervención quirúrgica. Cuando surge un viejo-nuevo amor, originará renovadas apuestas en su vida. La suerte en tus manos no es la pieza más lograda de su director, pero vale la pena acercarse a un film con momentos de franca diversión y toques de nostalgia (entre los que se incluye la trova rosarina). Una verdadera sorpresa, por su empatía y naturalidad, alcanza la performance actoral de Drexler, dentro de un llamativo y ecléctico elenco.