Verdadera sorpresa nacional, Fase 7 propone una sólida y muy bien actuada pieza de humor bizarro que se introduce en un subgénero muy presente en el cine de los últimos años, el apocalíptico, con el fin de la raza humana y el planeta devastado a cuestas. En el caso de esta ópera prima escrita y dirigida por Nicolás Goldbart, ubica esta temática en un edificio parapetado ante la aparición de un virus mortal que está extinguiendo rápidamente a la población. El aislamiento, la escasez de víveres y la lucha por la subsistencia generarán imprevisibles comportamientos en vecinos que dejarán de serlo para convertirse en seres paranoicos, conspirativos, hostiles y criminales. La reciente Los santos sucios registraba a un grupo de sobrevivientes a campo abierto, contrapuesto a este Fase 7 casi totalmente claustrofóbico; y aunque hubiera sido interesante un poco más de aire en su metraje, el resultado es mucho más logrado y potente. Los diálogos y situaciones alcanzan momentos atrapantes y a la vez desopilantes, con picos interpretativos notables en Daniel Hendler -lleno de matices-, un formidable Yayo y un Federico Luppi antológico, aprovechado al máximo. Más allá de algunas falencias en el desenlace, se trata de una verdadera y disfrutable pieza de género para nuestro cine, de esas que no abundan.
Cada tanto el cine estadounidense aporta dentro de la comedia romántica alguna pieza disfrutable o diferente. El último gran ejemplo en este terreno ha sido 500 días con ella de Marc Webb, y aunque Amigos con derechos (inesperado primer puesto en la taquilla norteamericana) no raye a esa altura, tiene sus destellos y se merece una buena calificación. Está dentro de los parámetros de algunos recientes films con Jennifer Aniston -una reina actual del género-, como la coral Simplemente no te quiere, o la aceptable Papá por accidente. Su protagonista Natalie Portman, dueña de doble suceso de público y crítica por este film y la probablemente oscarizada El Cisne Negro, optó por una película pasatista y descontracturada y acertó, aún habiendo elegido un partenaire de poco sustento como Ashton Kutcher y un director algo veterano como Ivan Reitman (superado en los últimos tiempos por su hijo Jason, el de Amor sin escalas y La joven vida de Juno). Porque aquél realizador de títulos como Los cazafantasmas, Gemelos o la magnífica Dave, presidente por un día, también da en el blanco, y ampliamente, con esta trama acerca de una pareja libre con encuentros sexuales sin compromisos, situación que entre estos amigos empieza a generar ansiedades y conflictos varios. Más allá de algún desnivel, la indudable química entre la versátil y espléndida Portman (no hay papeles menores para ella) y un Kutcher algo más maduro, divertido y consustanciado, son, junto al ajustado guión, los pilares para que el conjunto sea efectivo. Aunque se sepa de entrada cómo va a culminar, las alternativas están bien planteadas, los diálogos son una garantía y los toques emotivos logran su cometido. Y como en todo buen film del género, no fallan algunos graciosos roles secundarios a cargo de Lake Bell, Jake M. Johnson, Greta Gerwig y un estupendo e imperdible Kevin Kline.
Película nacional de bajo presupuesto de un par de directores noveles, El bosque cuenta con un buen trabajo de cámara y algunos interesantes climas, pero no logra amalgamar esas ideas a través de una trama con sustento. Tampoco ayudan a Pablo Siciliano y Eugenio Lasserre, los jóvenes y acaso promisorios cineastas, el trío protagónico con que llevaron a cabo el proyecto. Oscar Pérez, Paula Brasca y Martín Markotic, con muy poca o nula experiencia en cine, debían cargar con todo el peso dramático del film y no aportan la expresividad y convicción necesarias. Este largometraje que fuera estrenado sin mayor repercusión hace algunas semanas, es relanzado ahora oportunamente, y narra una historia ambientada en el marco natural al que alude el título, en el que un sujeto mayor, ermitaño y taciturno que vive en una casa perdida en el medio del campo, refugia a una joven pareja que está de paso, lo que da pie a una perturbada relación triangular, con extraños cambios de comportamiento y situaciones sobrenaturales que llevarán a sombrías consecuencias. Con toques de thriller alegórico, y un atrayente trabajo de sonido, El Bosque cuenta con algunos méritos, ya apuntados, que no alcanzan pero abren auspicios para el futuro de Siciliano y Lasserre.
No hace falta ser muy sagaz para notar que Soy el número cuatro se emparenta claramente con la saga de Crepúsculo. Ámbito estudiantil, chicos y chicas carilindos y atléticos, amores entre humanos y no humanos, legados sobrenaturales para honrar, enfrentamientos entre líderes juveniles antagónicos, etc. Además, ante un desenlace que evidencia sin pudores aventuras en ciernes, se asegura en principio una secuela. Al menos opta por la ciencia-ficción en lugar del terror light de los films basados en los libros de Stephenie Meyer, con su remanido desfile de vampiros, licántropos y demás deformidades que se entremezclan con devaneos teens de poca monta. El film de D.J. Caruso (que viene de hacer un muy buen thriller como Control total), combina con cierto atractivo fantasía extraterrenal con acción y romance, logrando pasajes interesantes a través de ese errante adolescente cósmico, parte de una comunidad de nueve miembros, que huyendo de enemigos interplanetarios encontrará en Ohio un lugar de pertenencia afectiva. Más allá de la inevitable y algo forzada historia de amor y sin ponerse exigente con los bonitos protagonistas, Soy el número cuatro funciona como un buen anticipo de lo que vendrá si el éxito la acompaña. Los correctos efectos visuales se guardan alguna monstruosa sorpresa en la lucha final.
Jaume Collet-Serra, director de La huérfana, pieza de terror que guarda una de las mejores sorpresas dentro del género en los últimos tiempos, arremete aquí con Desconocido, un atrayente relato de suspenso en formato de thriller clásico. El cineasta barcelonés afincado en Hollywood demuestra nuevamente su destreza en films de género, aunque el arranque de la historia no resulte novedoso (un hombre que luego de un accidente descubre que ha sido despojado de su identidad y su memoria). Pero con el auxilio de un estupendo guión, Collet-Serra alcanza un desbordante momento de tensión, acción y vueltas de tuerca, un disfrutable rompecabezas para armar a medida que transcurren las muy bien empleadas casi dos horas de metraje. En las peripecias del tal Dr. Harris, que tras ese incidente deberá lidiar con confusos recuerdos y persecuciones, asoman toques hitchcockianos, acaso la memorable Frantic de Polansky y también la reciente Búsqueda implacable, más que nada por la participación del mismo intérprete, el siempre intenso y creíble Liam Neeson. Más allá de algún cabo suelto, Desconocido cumple con los preceptos de un género aún más gratificante en su formato europeizado, apoyado por un elenco impecable y cosmopolita que incluye a Bruno Ganz, Frank Langella, Sebastian Koch y Aidan Quinn.
Sombría, turbia, desesperanzada y también apasionada, lúcida y poderosa, Biutiful expone la antítesis de lo que representa su irónico y alegórico título. Una tragedia que reduce a una menudencia el concepto de melodrama, en medio de intensos recorridos plagados de controversiales emociones y fatalidades recurrentes. Caminos sinuosos, circulares y paradojales que incluyen asimismo la belleza y la redención. Más allá de su condición de obra difícil de ver y digerir, como otras de este cineasta, el último film de Alejandro González Iñárritu es absolutamente fiel al estilo de un artista cabal, y sólo es posible asimilarlo desestimando resistencias, internándose en la sordidez de un mundo tan reconocible como ajeno. Y vivenciar así la estremecedora radiografía de un hombre en estado terminal, que no remite sólo al fin de una existencia física sino al de su legado en el mundo, dentro de una visceral semblanza de la paternidad. Apartándose un poco de historias corales que fueron esenciales en su estética, Iñárritu desglosa sin concesiones una trama en apariencia lineal que se ramifica y complejiza, dando lugar a miradas, situaciones y roles que desembocan en una historia que termina por donde comienza y que describe a un sensitivo e indolente buscavidas con dones sobrenaturales. Un hombre capaz de hablar con muertos como el que lleva dentro, ante su propia e inminente extinción. atormentado por drásticas contradicciones, entre conflictos éticos y espirituales que conviven honda y sensorialmente con el espectador a lo largo de un metraje que lo compromete sin pausas. Fatídicas obsesiones de la cultura mexicana trasladadas a una Barcelona marginal, multirracial y despiadada, hecha carne y sentimiento en la piel de un extraordinario Javier Bardem, y en la descomunal revelación que representa la argentina Maricel Álvarez, entre otros heterogéneos y a la vez homogéneos intérpretes. Y la expresiva paleta sonora de Gustavo Santaolalla envolviendo todo este andamiaje dramático y cinematográfico sustancial.
Después de la interesante idea y manufactura de El último exorcismo y de un antecedente bastante cercano como El exorcismo de Emily Rose, no resultaba muy conveniente que sobrevenga, como si nada, otro film más sobre esta temática; por más que esté protagonizada por Anthony Hopkins y dirigida por el sueco Mikael Hafström, (responsable de la atrapante Descarrilados y de Habitación 1408). Aquella ópera prima de Daniel Stamm producida por Eli Roth mencionada en primer término, acerca de un exorcista apócrifo, abría una puerta que no precisamente El rito aprovecha. Todo lo contrario, esta película "basada en un hecho real” no aporta nada nuevo dentro de este subgénero, y hasta se podría calificar de innecesaria. Ofrece algunos sobresaltos, es cierto, pero está a dos aguas entre el terror religioso y el film testimonial, y su presunta “verosimilitud” sólo se nota en su excedida solemnidad. Muchas veces un actor de la talla de Hopkins precisa tener un partenaire de fuste para enriquecer su trabajo, y no lo encuentra aquí en el ignoto Colin O'Donoghue, incapaz de transmitir la relativa complejidad psicológica que le demandaba su personaje. De todos modos el gran actor inglés –que últimamente está poco selectivo- se las arregla para ser lo mejor de la película, claro.
Producción animada de origen belga, Las aventuras de Sammy - En busca del pasaje secreto es un film de altísima calidad visual y estética, además de contener mensajes esenciales acerca de la preservación del medio ambiente, La película de Ben Stassen, sin apelar a ritmos alocados ni personajes hiperkinéticos, propone asimismo un entretenimiento sin pausas a través de su trama y recursos técnicos. Porque la aventura de esta tortuga de mar en su búsqueda de un amor perdido en su playa natal, está desarrollada con un 3D de formidable resolución expresiva, como pocas veces se ha visto desde que el sistema ha sido reciclado para films de animación y de acción viva. Su imaginativo aprovechamiento, unido a los atributos artísticos de los trazos digitales, logran una combinación atrayente y singular. Narrando las alternativas de vida de este encantador paquidermo marino desde su nacimiento hasta su adultez, confraternizando o confrontando con otras criaturas que incluyen humanos, la película va recorriendo distintas latitudes, en tierra firme o ámbito acuático. Más allá de alguna inevitable ingenuidad, Las aventuras de Sammy intercala con creatividad y espíritu formativo importantes postulados ecológicos, que redondean un producto más que recomendable.
Las películas de Woody Allen, especialmente las de las últimas dos décadas, poseen temáticas, contenidos, diálogos, géneros, personajes, intérpretes y locaciones bien diferentes. No son tan similares entre sí como algunos aseguran, lo que las iguala y emparenta es ese estilo personal que hace que cada film le pertenezca absolutamente y cualquier escena resulte inconfundible acerca de su artífice. Lo más difícil que existe en el arte. Igual se seguirán estableciendo semejanzas aunque el director de Match Point no se repita y vaya intercalando la manera de presentar sus tramas en forma coral o desarrollando una sola con sus ramificaciones. En Conocerás al hombre de tus sueños Woody recurre al primer rubro, desplegando un abanico de tipos humanos y relaciones afectivas y mundanas, elementos narrativos que va acumulando y que después vuelca generosamente en un solo film, sin guardarse nada ni aprovechar algún cabo suelto para un próximo guión. Si el producto sale bien, perfecto; sino, a otra cosa. Las historias de este nuevo film suyo protagonizado por Anthony Hopkins, Naomi Watts y Antonio Banderas, entre otros, son burbujeantes, los personajes, atractivos, algunos encantadores; pero de todos modos Allen no alcanza a redondear una muy buena comedia acerca de las relaciones humanas y los azares de los vínculos amorosos. En el final se guardará un par de ases bajo la manga y una de sus criaturas, el voluble y embustero novelista Roy (Josh Brolin) padecerá una situación tragicómica, mientras que una incipiente pareja entre personas mayores se cristalizará, como un toque de esperanza. Un destello acerca del amor que no gira alrededor del atractivo físico, aquél incondicional. Aunque algún caracter no esté bien delineado, no todo tenga un buen cierre o un amalgame preciso, con esas pinceladas, más un entretenimiento sin pausas, será suficiente y satisfactorio. Para qué más.
Cuando una película asume demasiados riesgos puede sorprender, sobresalir o también convertirse en un fiasco. El Avispón Verde fue una notable serie del 60 que combinaba el policial con el subgénero del enmascarado defensor del orden, y sin dudas que sus adeptos hubieran preferido un film más fiel al original en lugar de una versión repleta de audacias. Pero eso ya casi pasa al terreno anecdótico ante la cantidad de licencias que se han tomado los artífices de este largometraje (de largo metraje, además) con el mismo título. Las apuestas de ubicar al regordete, grotesco y pretendidamente gracioso Seth Rogen como el vengador sin poderes del ciclo original y de realizador al brillante e innovador Michel Gondry (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos), de tan fallidas, espantan. Lo propio se puede decir de la desdibujada participación de actores como Tom Wilkinson, Cameron Diaz, Edward James Olmos y del extraordinario Landa de Bastardos sin gloria, Christoph Waltz, como un insustancial archivillano. Si la intención fue evocar el concepto de los dos primeros Batman de la década del 90, con el incipientemente genial Tim Burton detrás de cámaras, que a su vez convocara para el papel principal a un comediante como Michael Keaton; hay que decir que el director de Ed Wood (título que en este caso recuerda a Gondry, vaya a saber por qué) hizo sus films sobre el Hombre Murciélago muy en serio, con su visión oscura y creativa. Nadie esperaba cristalinos homenajes, pero tampoco la parodia y la desfachatez, y con tan escasa gracia. La recreación del director de Rebobinados venía tan malograda que quizás por eso pobló el último segmento de escenas de acción tan salvajes que exasperan (incluyendo una desproporcionada pelea entre el presunto –no lo parece en ningún momento- héroe y su asistente, más parecida a alguna de Clouseau con su mayordomo oriental). Y ni hablar de las necedades que pueblan los diálogos entre ambos y de la mayoría de los personajes, mérito en el que suma otro poroto el protagonista Rogen, coautor del incalificable guión. Un avispón de vuelo defectuoso que se desbarranca hacia el esperpento. Un irrespetuoso bofetón, además, para quienes amaron la serie.